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The Global Law Collection TATIANA VARGAS PINTO

Legal Studies Series


Profesora de Derecho penal
Director: Rafael Domingo Universidad de los Andes
Santiago de Chile

DELITOS DE PELIGRO ABSTRACTO


Y RESULTADO
Determinación de la incertidumbre
penalmente relevante

T H O M S O N
"*
ARANZADI
Primera edición. 2007

índice
Príginti

ABREVIATURAS 13
INTRODUCCIÓN 17

PRIMERA PARTE
BASE DE ANÁLISIS. LO INJUSTO PENAL
CAPÍTULO I
© Tatiana Vargas Pinto - 2007
© Editorial Aranzadi, SA ANTECEDENTES: DELITOS DE PELIGRO ABSTRACTO Y EXIGEN-
CIAS ACTUALES 23
Editorial Aranzadi, SA
Camino de Galar, 15 I. Contexto social 23
31190 Cizur Menor (Navarra) 1. Ventajas y problemas 28
Imprime: Rodona Industria Gráfica, SL 2. Incorporación de nuevas formas de criminalidad 36
Polígono Agustinos, calle A, Nave D-l 1
31013 PAMPLONA II. ¿Tutela anticipada de bienes jurídico-penales? 38
1. Formas de anticipación 40
Depósito Legal: NA 2143/2007 2. Objeto de referencia 42
ISBN 978-84-8355-405-0 CAPÍTULO II
INJUSTO PENAL 45
I. La norma penal 45
1. Determinación y valoración 49
El editor no se hace responsable de las opiniones recogidas, comentarios y ma-
nifestaciones vertidas por los autores. La presente obra recoge exclusivamente la 2. Concepción global 53
opinión de su autor como manifestación de su derecho de libertad de expresión.
Reservados todos los derechos. El contenido de esta publicación no puede ser II. El problema del bien jurídico-penal 59
reproducido, ni en todo ni en parte, ni transmitido, ni registrado por ningún sistema 1. Principales dificultades y puntos de partida para la for-
de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sin el per-
miso previo, por escrito, de Editorial Aranzadi, SA. mulación de un concepto de bien jurídico-penal 60
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado Índice
Página Página

1.1. Puntos de partida 67 SEGUNDA PARTE


A) Bases generalmente aceptadas 67 RESULTADO Y DELITOS DE PELIGRO
B) Precisión terminológica: «valor» y «respeto» 69 CAPÍTULO 111
EL RESULTADO EN DERECHO PENAL 159
1.2. Aproximación a un concepto adecuado a la rea-
lidad social y a la normativa vigente 73 I. El resultado y la teoría del delito 159
A) El bien como necesidad 78 1. Generalidades. Indeterminación del término 160
i. Teoría personal del bien jurídico-penal 2. Resultado típico y desvalor de resultado 163
(HASSEMEK) 81 2.1. Interacción simultánea de perspectivas y fun-
ciones 166
ii. Expectativas y planificación (KARC.L) 84
2.2. Problemas generales: identificación de concep-
B) ¿Necesidad abstracta? 85 tos (resultado externo, resultado típico y resul-
C) Bien jurídico-penal y objeto material 93 tado jurídico) 167
2.3. Factores que favorecen la confusión termi-
2. La protección penal de bienes colectivos 99 nológica 169
2.1. Bien jurídico-colectivo y bien jurídico-individual... 102 II. Determinación del resultado como un concepto unitario 172
A) «Relaciones» entre bienes jurídico-penales colec- 1. Consecuencia de la confusión de conceptos 172
tivos y bienes jurídico-penales individuales 107 1.1. Delitos de mera actividad y delitos de peligro.
B) Autonomía del bien jurídico-penal colectivo .... 113 Relevancia de la clasificación 175
i. ¿Vínculo o relación de necesidad? 119 1.2. Aplicación práctica de criterios fácticos y nor-
mativos del resultado 181
ii. Los «bienes jurídicos intermedios» 122
2. El resultado penal. Perspectiva y propuesta 187
iii. Delitos «pluricomprensivos» o complejos.... 128
2.1. Perspectiva de análisis 191
2.2. Clases de bienes jurídicos colectivos 130 2.2. Algunas reflexiones acerca de lo estructural y lo
3. Perturbación de bienes jurídico-penales colectivos y sus normativo 198
manifestaciones 135 2.3. El resultado jurídico penalmente relevante 205
3.1. Lesión y peligro del bien jurídico-penal colectivo.. 135
CAPÍTULO IV
3.2. Perturbación de bienes jurídico-penales colectivos. 139
INDETERMINACIÓN DEL PELIGRO 209
III. Juicios jurídicos de desvalor 144
I. Complejidades de la noción «peligro»: la incertidumbre del
1. Desvalor de acción 147 peligro 209
1. Peligro y peligrosidad 212
2. Desvalor de resultado 151
2. Juicio (o criterios) de peligro y objeto (o situaciones) de
3. Injusto y realidad jurídica 153 juicio 218

8 9
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado índice
Página Página

2.1. Juicio de probabilidad de la conducta 223 2.1. Anticipación e iter criminis 313
A) Perspectivas, momentos y conocimientos 227 2.2. Legitimidad de los delitos de peligro abstracto 323
B) Peligrosidad de la conducta (superación del
riesgo permitido) 229 CAPÍTULO VI
2.2. Probabilidad en el resultado 237 PROPUESTAS DE SOLUCIÓN 331

II. Peligro concreto y peligro abstracto 241 I. Delito de peligro abstracto como delito de resultado. Deter-
minación de la incertidumbre penalmente relevante 331
1. El peligro concreto 242
1. Posibilidad de que exista un resultado de peligro
abstracto 332
TERCERA PARTE
2. Necesidad de precisar el objeto de tutela 336
DELITOS DE PELIGRO ABSTRACTO
3. «Resultado» de peligro abstracto 339
CAPÍTULO V 3.1. Bases para una teoría del «peligro abstracto» 339
PRINCIPALES NOCIONES DEL PELIGRO ABSTRACTO 251 3.2. ¿Estado de peligro real? 346
I. Concepciones más extendidas 251 3.3. Tratamiento unitario de los tipos de peligro abs-
tracto 344
1. Tesis tradicionales 255
2. Principales dificultades 261 II. Figuras de peligro abstracto y desarrollo jurisprudencial 353
1. Justificación de un análisis práctico 354
II. Evolución de las tesis acerca de los tipos de peligro abstracto .. 264
2. Principales supuestos de peligro abstracto en la ju-
1. ¿«Adiós» a fundamentos tradicionales? 268 risprudencia 362
2. «Restricción» o recalificación de delitos de peligro abs- 2.1. La conducción de vehículos en estado de ebrie-
tracto 281 dad, bajo la influencia del alcohol o las drogas 365
3. Hacia un desvalor de peligro abstracto propio 283 A) Formalización u «objetivación» de los elemen-
tos del delito 366
3.1. De la presunción legal a la peligrosidad concreta B) Riesgo y tráfico rodado 373
de la conducta 285
2.2. Tráfico ilícito de drogas y otras sustancias estupe-
3.2. Delitos de peligrosidad: ¿desvalor especial? 292 facientes 380
3.3. Peligro concreto, peligrosidad concreta y peligro A) El tráfico. Peligro real y cierto 381
real 302
B) Entre lo objetivo y lo subjetivo 384
III. Hipótesis y problemas 306
III. Delitos de «puesta en peligro abstracto» 390
1. Clasificación y calificación 307
1. Propuesta de resultado: la «incontrolabilidad» como esta-
2. Dificultades fundamentales 312 do de incertidumbre normativamente desvalorado 393

10 11
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado
Página

2. Casos o hipótesis complejos 396


2.1. Falsedades 399
2.2. Porte o tenencia ilegal de armas 400

IV. Imputación objetiva como teoría de responsabilidad penal 404


1. Relevancia del nexo causal 407
Abreviaturas
2. Imputación objetiva: nexo normativo o de anti-
juridicidad 418
3. Problemas de imputación en los delitos de puesta en AAVV Autores varios
peligro abstracto 424
3.1. Imputación del comportamiento 425 ADPCP Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales
3.2. ¿Imputación del resultado? 427 AP Actualidad Penal
APr. Audiencia Provincial
CONCLUSIÓN 435
Art. Artículo
BIBLIOGRAFÍA 441
C. Constitución Política
C. Ap. Corte de Apelaciones
Cap. Capítulo
cfr. confrontar
coord. coordinador
colab. colaborador
comp. compilador
CP Código Penal
CPC Cuadernos de Política Criminal
CPP Código de Procedimiento Penal

es Corte Suprema
dir. director
DFL Decreto con Fuerza de Ley
DP Doctrina Penal
ed. edición

12 13
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado . Abreviaturas

Edit. Editorial t. tomo


etal. autores varios tít." - título
fase. fascículo TOP Tribunal Oral Penal

GJ Gaceta Jurídica trad. traductor

¡A Juristische Arbeitsblátter TS Tribunal Supremo

JC Juzgado de Garantía v. gr. verbi gratia (por ejemplo)

Núm./núms. número/s vol. volumen

NCP Nuevo Código Penal (español) ZStW Zeitschrift für die gesamte Strafrechtswissenschaft

NCPP Nuevo Código Procesal Penal

Pg-/P8 s - página/páginas
RA Repertorio Aranzadi
RChD Revista Chilena de Derecho
RCP Revista de Ciencias Penales
RDJ Revista de Derecho y Jurisprudencia
RDP Revista de Derecho Privado (Madrid)
RDPC Revista de Derecho Penal y Criminología
RDUC Revista de Derecho Universidad de Concepción
RECPC Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología
RFDUC Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad
Complutense
RFDUM Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad de
Madrid
RJC Revista Jurídica de Catalunya
RP Revista Penal
RPJ Revista Poder Judicial
RPP Revista Procesal Penal
SAP Sentencia de la Audiencia Provincial
sec. sección
StGB Strafgesetzbuch (Código Penal alemán)
STS Sentencia del Tribunal Supremo

14 15
Introducción

Desde hace tiempo se evidencia una tendencia expansiva del


Derecho penal. Sería interesante preguntarse cómo reaccionaría
BECCARIA -que proclamaba la injusticia de toda pena que no fuera
absolutamente necesaria 1 - frente a ella. De hecho, el «moderno» De-
recho penal se cataloga como «Derecho penal de la seguridad» o
«Derecho penal del riesgo», según se esté a favor o en contra de
aquella modernización 2 . Se acepte o critique la creciente demanda
penal, lo cierto es que el Derecho no deja de lado el contexto social
en el que el hombre se desenvuelve. Uno de los rasgos característi-
cos de la sociedad de hoy es el tipo y calidad de los riesgos que se
generan 3 . Desde esta perspectiva, no se puede negar que las necesi-
dades sociales cambian y también las respuestas 4 .
En este sentido, no sólo se han creado nuevos tipos penales y se
han aumentado las penas, sino que también las técnicas legislativas
son diferentes -ya por el mayor empleo de elementos normativos,
de leyes penales en blanco, de tipos abiertos o se recurra a formas
vagas y abstractas- Así, una de las manifestaciones del Derecho pe-

1. BECCARIA, Cesare, De los delitos y de las penas, trad. J. A. De las Casas, Altaza,
Barcelona, 1994, pgs. 28, 29 y 112.
2. Ver MENDOZA BUERGO, Blanca, El Derecho penal en la sociedad del riesgo, Civi-
tas, Madrid, 2001, pgs. 118-125.
3. Así, sobre todo, la extensión de sus efectos.
4. Aunque la respuesta penal no siempre se corresponde con los riesgos exis-
tentes. V. gr., muchas veces, la sensación de inseguridad social supera los pe-
ligros que se presentan. Cfr., SILVA SÁNCHEZ, José María, La expansión del De-
recho penal. Aspectos de la política criminal en las sociedades postindustriales,
Civitas, 2" ed., Madrid, 2001, pgs. 32-42.

17

i
r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado Introducción
nal actual es la construcción de delitos de peligro abstracto. Sucede caso, las figuras de peligro abstracto plantean muchos problemas,
que, efectivamente, la lesión del bien jurídico-penal individual ya no fundamentalmente por su aparente colisión con principios penales
constituye el paradigma de delito y que existe un vuelco hacia los in- básicos, como los de culpabilidad y proporcionalidad.
tereses colectivos3.
Semejantes críticas no han impedido que estos delitos sean una
A pesar de la proliferación de delitos de peligro abstracto -so- de las principales respuestas que el legislador brinda ante los cam-
bre todo, áreas como la economía y el medio-ambiente-, no hay cla- bios sociales. Sin embargo, nuestra doctrina no se ha preocupado
ridad respecto de ellos, sino múltiples definiciones'1. Tampoco hay mayormente por el tema y su desarrollo científico es escaso9. De
acuerdo acerca de los tipos que se construyen de ese modo. En ge- suerte que su estudio se reclama en nuestro medio. Para tal efecto, se
neral, se conciben como una forma de anticipar la tutela penal a ám- confrontará la situación nacional con la de aquellos países cuyas tra-
bitos anteriores a la lesión de algún bien jurídico-penal. Ello ha faci- diciones jurídicas ejercen influencia sobre la nuestra, como España y
litado la aplicación de estos delitos, al no requerir prueba de un Alemania. Análisis comparativo que aporta directrices a seguir y po-
resultado lesivo ni de una relación causal que lo vincule al compor- sibles criterios de solución. La investigación tiene por objeto, en pri-
tamiento realizado por el agente. La pregunta es si la falta de lesión mer lugar, fijar el concepto de delito de peligro abstracto más ade-
y de alguna puesta en peligro concreto ¿implica falta de resultado? cuado para el actual Derecho penal nacional10, según la perspectiva
Efectivamente, así se entienden estos tipos («delitos sin resultado»). que aquí se adopta. Luego, se aborda una de las principales dificul-
Estas ideas fundan también las críticas que a ellos se dirigen, espe- tades que enfrentan: cómo atribuir responsabilidad penal.
cialmente, su falta de lesividad 7 . Sin embargo, actualmente predo-
minan tesis que admiten cierta lesividad, en cuanto basan estos de- Así, se analiza otro de los principales temas que se discuten hoy
litos en la peligrosidad concreta del comportamiento 8 . En cualquier en materia penal: la teoría de la imputación objetiva. La discusión
actual atañe no sólo su concepción, sino también su ubicación y con-
tenido. A pesar de que se manifiesta cierto concierto acerca de sus
5. Pero ni estos delitos ni los bienes colectivos son realmente nuevos. Así, figu- criterios, tampoco hay uniformidad 11 . En nuestro país, esta teoría ha
ras como el incendio; delitos contra la administración pública; contra la ad- sido muy poco estudiada. Sin hablar de su (in) aplicación a los deli-
ministración de justicia; la seguridad del Estado, etc. Tipos semejantes ya se tos de peligro abstracto. Ello no ha sido investigado, ni siquiera en
contemplaban en el Derecho romano. Ver MOMMSEN, Teodoro, Derecho penal
romano, trad. P. Dorado, Temis, 2a ed., Bogotá, 1999, pgs. 332-335.
ordenamientos extranjeros. En general, se estima que la sola realiza-
6. Tradicionalmente, estos delitos se conciben con base en presunciones de De- ción de la conducta descrita en esos tipos «supone» ya la afectación
recho (mero motivo) o en la peligrosidad general de las conductas realiza- del bien jurídico-penal, cuando no se considera que la ley presume
das. Incluso, no está claro qué se presume, el resultado de peligro o la peli- de Derecho dicha afectación12.
grosidad del comportamiento.
7. En este sentido, se critica no sólo la presencia de presunciones de responsa- Desde una específica noción de imputación objetiva, no reviste
bilidad, sino también el hecho de tratarse de la mera posibilidad de la posi- mayor problema -en principio- la admisión de criterios de imputa-
bilidad. Así, KAUFMANN, Arthur, Das Schuldprinzip, Cari Winter-Univer-
sitátsverlag, 2'1 ed., Heidelberg, 1976, pg. 155.
8. Apunta a la constatación de una cualidad específica de la conducta que deter- 9. Normalmente, ellos se definen de modo negativo, por oposición a los deli-
mina su antijuridicidad y no se vincula con el resultado. Así, doctrinas como tos de peligro concreto.
las de BARBERO SANTOS, TORIO LÓPEZ y MENDOZA BUERGO (delitos de «peligro
10. Sin perjuicio de que también se traten algunos problemas de legitimidad
hipotético», delitos de peligrosidad o de aptitud). Aunque ya SCHRÓDER, que ellos enfrentan.
Horst, «Die Gefáhrdungsdelikte im Strafrecht», en ZStW, 81 (1969), pgs. 17 y 11. Básicamente, se alude a los criterios formulados por ROXIN.
ss., destacaba la posibilidad de constatar esta peligrosidad si era una exigen- 12. Aunque ya autores que requieren la constatación de la peligrosidad con-
cia del tipo. De este modo, habla de delitos de peligro abstracto-concreto co- creta de la conducta reclaman la aplicación de criterios de imputación ob-
mo especie de tipo intermedio, entre el peligro concreto y el peligro abstracto. jetiva.

18 19
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado

ción objetiva del comportamiento. Otra cosa sucede con la imputa-


ción de resultados respecto de delitos en los que éste se estima
inexistente. Es así que para enfrentar este asunto y, en general, la PRIMERA PARTE
concepción misma de delito de peligro abstracto, es necesario fijar BASE DE ANÁLISIS. LO INJUSTO PENAL
otras nociones que determinan aquella respuesta (como el término
«resultado»). Por este motivo, los primeros capítulos de este trabajo
se dedican a establecer las bases para el desarrollo del objeto de in-
vestigación, que determina su hilo conductor: lo injusto penal. Por lo
que también se hace necesario un pronunciamiento sobre la norma.
No se parte del solo resguardo de la vigencia de la norma penal
y se acepta que ella presenta una doble calidad (imperativa y valo-
rativa). Un concepto semejante lleva al examen de aquello que se tu-
tela, cuya perturbación se desvalora. Así, el capítulo segundo abor-
da también el estudio del bien jurídico-penal, sin pretender agotar el
tema. Se trata, asimismo, la problemática de los bienes jurídico-pe-
nales colectivos, sus clases y «perturbación». Ya la segunda parte del
estudio se dirige al problema del resultado y la determinación del
peligro.
Se privilegia la perspectiva normativa, pero no se desconoce el
sustrato fáctico en el que se sostiene13. El resultado se vincula con el
contenido de la norma penal, en cuanto se presenta como situación
o estado desvalorado por ella. Lo penalmente desvalorado, a su vez,
se sitúa en el ámbito de lo prohibido o antijurídico, de lo injusto pe-
nal. El capítulo cuarto se dedica al examen de los delitos de peligro.
Para ello se revisa el término «peligro» y su relación con la «peligro-
sidad», como cualidad de la conducta14. De este modo, se continúa
con la determinación de los delitos de peligro concreto frente a los
de peligro abstracto. La tercera y última parte se dedica al estudio de
los delitos de peligro abstracto y sus principales dificultades. Mien-
tras el capítulo quinto expone sus distintas concepciones y proble-
mas, el sexto exhibe las propuestas de solución.

13. El rechazo de tesis naturalistas (resultado como efecto físico sobre un obje-
to de acción) no lleva a aceptar posiciones meramente formales (la sola vi-
gencia de la norma). Derecho y realidad se conjugan.
14. Semejante comparación se realiza frente a la idea de «peligro» como re-
sultado.

20
Capitulo I

Antecedentes: delitos de peligro


abstracto y exigencias actuales

I. CONTEXTO SOCIAL

Determinar qué es un delito de peligro abstracto no es simple.


No existe un concepto único o uniforme. Tampoco hay acuerdo acer-
ca de qué tipos o qué figuras pueden calificarse como tales. Sin em-
bargo, su proliferación y relevancia es creciente15. Actualmente, se
consideran como una técnica legislativa idónea para incorporar for-
mas de criminalidad asociadas con «riesgos generales», como delitos
contra el tráfico rodado, contra la salud pública o contra el medio
ambiente. Se presenta como un instrumento propio del «moderno
Derecho penal»16. Esto no significa que sea necesariamente una he-

15. SCHÜNEMANN, Bernd, «Consideraciones críticas sobre la situación espiritual


de la ciencia jurídico-penal alemana», trad. M. Cancio Meliá, en ADPCP
(1996), vol. XLIX, fase. I, pgs. 199 y 200, junto con admirar la reacción in-
tuitiva del legislador -que actúa antes del desarrollo dogmático penal-, re-
conoce que esta técnica sólo caracteriza el estado actual del Derecho penal
desde un punto de vista cuantitativo.
16. Así, HASSEMER, Winfried, Persona, mundo y responsabilidad. Bases para una te-
oría de la imputación en Derecho penal, trad.'F. Muñoz Conde y M. Díaz Pita,
Tirant lo Blanch, Valencia, 1999, pgs. 53-56; KINDHÁUSER, Ürs, Derecho penal
de la culpabilidad y conducta peligrosa, trad. C. López Díaz, Universidad Ex-
ternado de Colombia, Bogotá, 1996, pg. 77; MUÑOZ CONDE, Francisco, «Pro-
tección de bienes jurídicos como límite constitucional del Derecho penal»,
en G. QUINTERO OLIVARES y F. MORALES PRATS (coords.), El nuevo Derecho pe-
nal español. Estudios penales en memoria del profesor José Manuel Valle Muñiz,
Aranzadi, Navarra, 2001, pg. 571.

23
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado I. Antecedentes: delitos de peligro abstracto y exigencias actuales
rramienta nueva. Simplemente, se acomoda a las exigencias actuales go mayores actividades peligrosas en variados ámbitos. De suerte
de incriminación, sean o no nuevos riesgos17. De hecho, es usual con- que la sociedad actual se suele caracterizar por la especialidad de los
cebir al delito de incendio como un tipo de peligro abstracto18. No se riesgos que concurren. Ha influido en semejante caracterización la
puede decir que sea una hipótesis criminal nueva, ni que se conecte obra del sociólogo BECK21. Ciertamente, los riesgos no son un pro-
con riesgos propios de la sociedad de hoy'Q. ducto de la modernidad, pero sí tienen hoy otra connotación. La
principal característica se relaciona con la extensión que ellos mues-
En cualquier caso, el empleo de figuras de peligro abstracto se
tran. Sus efectos no conocen fronteras, tienden a la universalidad.
vincula «situaciones» de riesgo que se dicen tutelar -particularmen-
Así, BECK destaca que los riesgos y sus consecuencias ya no se limi-
te con la clase de conducta que se incrimina- 20 . Tutela relacionada
tan al lugar en el que se producen. En este sentido habla de un «efec-
con las condiciones sociales presentes. La persona humana desen-
to bumerang» 22 , pues no alcanzan únicamente a quienes se benefi-
vuelve en un contexto social, del que no se debe aislar. No sólo la na-
cian de los productos, sino también a sus productores. Nadie está
turaleza del hombre determina sus necesidades. La sociedad cambia
seguro21. Además afirma que los efectos no se limitan a la salud de
y sus exigencias también. Los beneficios del actual desarrollo tecno-
las personas. Ellos también se extienden a la legitimación, la propie-
lógico se extienden a la comunidad en general. Pero ello lleva consi-
dad y la ganancia. Elementos fundamentales de los riesgos de la era
moderna son sus incalculables e impredecibles efectos nocivos. A lo
anterior se suma su carácter muchas veces irreversible y su invisibi-
lidad o impercepción sensorial24.
17. Su discusión crítica fue notoria a partir de la II Guerra Mundial, con aten-
ción a la inexistencia de algún bien jurídico-penal. Por otro lado, su proli- La gravedad y magnitud de los riesgos presentes son evidentes.
feración se destaca básicamente desde el X Congreso Internacional de De- Hay que destacar la especial calidad que revelan, diversa de otros
recho Penal, celebrado en Roma en 1969. conocidos, particularmente por su mencionada extensión. También
18. ETCHEBERRY, Alfredo, Derecho penal. Parte especial, Editorial Jurídica de Chi- es cierto que riesgos ya existentes se manifiestan de otro modo -se-
le, 3" ed., Santiago, 1998, t. III. pgs. 464 y 465. Sin embargo, en nuestra doc- mejantes a los «modernos»-, por lo que también es necesario reali-
trina existen opiniones encontradas. POLITOFF, L., Sergio, MATUS A., Jean
Pierre y RAMÍREZ G., María Cecilia, Lecciones de Derecho penal chileno. Parte
especial, Editorial Jurídica de Chile, 2'1 ed., Santiago, 2006, pgs. 472, 474, 478:
hablan de un peligro concreto, pero con relación al «control» del agente. De
todas formas se concibe como un delito de peligro, que en general se califi- 21. BECK, Ulrich, La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad, trad. J. Na-
ca de abstracto. Así, ANTOLISEI, Francesco, Manuale di Diritto pénale. Parte ge- varro, D. Jiménez y M. Borras, Paidós, Barcelona, 1998, caps. I o y 2°. Repre-
nérale, Dott. A. Giuffré, 16a ed., Milán, 2003, pg. 266; BAUMANN, Jürgen, WE- senta la sociedad moderna como un Estado de bienestar, pero también la
BER, Ulrich y MITSCH, Wolfang, Strafrecht. Allgemeiner Teil, Gieseking, 11'' cualifica por la clase y magnitud de los riegos que vienen aparejados con el
ed„ Bielefeld, 2003, pg. 120; ROXIN, Claus, Strafrecht. Allgemeiner Teil, Beck, respectivo progreso. Así también lo destaca KÜNSEMÜLLER LOEBENFELDER,
3'1 ed., Munich, 1997, t. I, pg. 356; KÓHLER, Michael, Strafrecht. Allgemeiner Carlos, «¿Tiene futuro el "bueno, viejo y decente Derecho penal liberal"?»,
Teil, Springer, Berlín, Heidelberg, 1997, pg. 137; MiR PUIG, Santiago, Derecho en M. D. MARTINIC (coord.), Nuevas tendencias del derecho, LexisNexis, San-
penal. Parte general, Reppertor, 7a ed., Barcelona, 2004, pg. 136; STRATEN- tiago, 2004, pgs. 29 y 30.
WERTH, Günter, Strafrecht. Allgemeiner Teil 1, Cari Heymanns, 4'1 ed., Colonia, 22. BECK, La sociedad, pgs. 29, 43, 44.
Berlín, Bonn, Munich, 2000, pg. 103; POLAINO NAVARRETE, Miguel, Delito de 23. Por ejemplo, la presencia de partículas tóxicas en el ambiente o cadenas de
incendio en el Ordenamiento Penal español, Bosch, Barcelona, 1982, pg. 26. alimentos que se conectan con todo el mundo. BECK señala que «la prome-
19. Ver DE LA MATA BARRANCO, Norberto, Protección penal del ambiente y acceso- sa de seguridad» aumenta con tales riesgos y entiende que ella ha de rati-
riedad administrativa. Tratamiento penal de comportamientos perjudiciales para el ficarse una y otra vez ante la opinión pública. BECK, La sociedad, pg. 26.
ambiente amparados en una autorización administrativa ilícita, Cedecs, Barcelo- 24. En este sentido, muchos de los nuevos riesgos -como estos elementos tóxi-
na, 1996, pg. 45. cos y, especialmente, amenazas nucleares o químicas- también permanecen
20. Básicamente, se trata de tutelar bienes de naturaleza colectiva. invisibles. V. gr., mutaciones genéticas causadas por la radiactividad.

24 25
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado I Antecedentes: delitos de peligro abstracto y exigencias actuales
zar nuevas valoraciones. En este último sentido se han incorporado «junto con destacar el carácter masivo y uniforme de los comporta-
al ámbito penal figuras ya protegidas por otras ramas del Derecho. mientos, como sociedad de masas» habla de «contactos relativamen-
Por ejemplo, destacan situaciones que afectan bienes de carácter te anónimos» 28 . De hecho, señala que una sociedad configurada de
económico o medioambiental 25 . Existen otros aspectos que subrayar, esta forma basta «para predecir la futura carrera de los tipos de
sobre todo, vinculados con la naturaleza de las relaciones sociales. puesta en peligro». El Derecho penal dentro de este contexto (riesgos
Ellas también han cambiado. No sólo se han generalizado, sino que de gran envergadura, relaciones masivas y uniformes y contacto re-
se han hecho cada vez más impersonales e individualistas2'1. JAKOBS27 lativamente anónimos) se enfrenta a la necesidad de intervenir en si-
tuaciones colectivas que se han de respetar. SCHÜNEMANN29 habla de
una sociedad de consumo y despilfarro, más que de una sociedad de
riesgos - p u e s entiende que éstos hoy son menores-. Pero enfatiza la
sustitución de contextos de actuación individual por contextos co-
25. WOHLERS, Wolfgang, Deliktstypen des Praventionsstrafrechts-zur Dogmatik
lectivos, «en los que el contacto interpersonal es reemplazado por
«moderner» Gefahrdunsdelikte, Duncker & Humblot, Berlín, 2000, pgs. 43,110
y ss.; SILVA SÁNCHEZ, La expansión, pgs. 25-42, 51; BACIGALUPO ZAPATER, En-
una forma de comportamiento anonimizada y estandarizada». Así
rique, «La instrumentación técnico-legislativa de la protección del medio se produciría el tránsito de los «delitos de resultado clásico» a los de-
ambiente», en Estudios sobre la parte especial del Derecho penal, Akal, 2'1 ed., litos de peligro abstracto. De este modo, se evidencia que la lesión
Madrid, 1994, pgs. 218-220; MUÑOZ CONDE, Francisco y GARCÍA ARAN, Mer- del bien jurídico-penal individual pierde relevancia y deja de ser el
cedes, Derecho penal. Parte general, Tirant lo Blanch, 6'1 ed., Valencia, 2004, prototipo de delito ante el cual la tutela penal se justifica. Cobra im-
pgs. 303-305; RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Teresa, Delitos de peligro, dolo e impru- portancia la preocupación por bienes de carácter colectivo y por cuál
dencia, Servicio de Publicaciones Facultad de Derecho de Universidad
ha de ser la técnica adecuada para brindarles protección penal -si
Complutense Madrid, Madrid, 1994, pgs. 3, 6, 135, 136; MACHADO RUIZ et
al., Derecho penal. Parte general, J. M. ZUGALDÍA ESPINAR (dir.), E. PÉREZ ALON- ello es factible, adecuado y necesario- 30 . En este sentido, se ha recu-
SO (coord.), Tirant lo Blanch, 2a ed., Valencia, 2004, pgs. 472-474. Especial rrido a la técnica del peligro abstracto.
mención merecen los riesgos en materia medioambiental, aunque ellos no
tengan aún reconocimiento legal en nuestro medio. Ver MATUS ACUÑA, Je-
an Pierre et al., «Análisis dogmático del Derecho penal ambiental chileno,
a la luz del Derecho comparado y las obligaciones contraídas por Chile en
el ámbito del Derecho internacional. Conclusiones y propuesta legislativa
fundada para una nueva protección penal del medio ambiente», en lus et
Praxis, 9 (2003), Núm. 2, pgs. 14-18, 44-47; MATUS ACUÑA, Jean Pierre, Dere-
28. Ellos se caracterizan por el déficit de conocimientos que implican, sin que
cho penal del medio ambiente. Estudios y propuestas para un nuevo Derecho penal se conozca «qué aspecto presenta la administración del ámbito de organi-
ambiental chileno, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2004, pgs. 11,12,123, zación» de cada «rol».
124,225-229.
29. SCHÜNEMANN, «Consideraciones», pgs. 193-203. Es interesante este carácter
26. La tendencia al «individualismo» y a la preocupación por la satisfacción de consumista de la sociedad actual. Habla de la «trampa» de la sociedad mo-
las necesidades propias también es relevante en el desarrollo de las relacio- derna que ha elevado a categoría de bien jurídico «al despilfarro de los re-
nes sociales actuales. BECK, La sociedad, pgs. 32, 33 163 y ss., explica este cursos de generaciones venideras por parte del hedonismo sin sentido de
cambio en la relación entre el individuo y la sociedad como «nuevo modo un pseudoindividualismo fabricado industrialmente...».
de sociabilización». Agrega que la individualización conlleva una necesaria 30. MENDOZA BUERGO, El Derecho, pgs. 68 y 69; MOCCIA, Sergio, «De la tutela de
«estandarización», básicamente por la dependencia del individuo con cier- bienes a la tutela de funciones: entre ilusiones postmodernas y reflujos ili-
tos ámbitos o instituciones que escapan totalmente a su intervención -so- berales», trad. R. RAGÚES VALLES, en J. M. SILVA SÁNCHEZ (edit.), Política cri-
bre todo con el mercado- y la masificación de relaciones semejantes. minal y nuevo Derecho penal. Libro homenaje a Claus Roxin, JM Bosch, Barcelo-
27. JAKOBS, Günther, La ciencia del Derecho penal ante las exigencias del presente, na, 1997, pgs. 116-119. ALCACER GUIRAO, RAFAEL, «La protección del futuro
trad. T. Manso Porto, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2000, y los daños cumulativos», en ADPCP (2001), vol. LIV, pgs. 150 y 151. Tam-
pgs. 10, 11, 13-17, 21, 23 y 24. bién vincula estas ideas con los «daños cumulativos».

26 27
r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado /. Antecedentes: delitos de peligro abstracto y exigencias actuales

1. VENTAJAS Y PROBLEMAS constituye problema alguno si los delitos de peligro abstracto se ba-
san en una presunción de peligro o reducen éste a mera ratio legis3\
La demanda de estas figuras se conecta también con las venta- En consecuencia, la verdadera facilidad probatoria de estos tipos se
jas que se le atribuyen a la hora de castigar nuevas formas de crimi- da si ellos se fundamentan de ese modo, pues basta acreditar la pu-
nalidad social. Se refiere principalmente a ventajas probatorias, al no ra realización de un comportamiento típico para proceder a su san-
tener que acreditar resultado alguno31. Se entiende que no hay «re- ción penal34. Estas ideas han contribuido a la proliferación de esas fi-
sultado» ni, por tanto, vínculo causal que acreditar, desvinculándo- guras, especialmente frente a las dificultades de acreditación que
se de consideraciones materiales-físicas32. Sin embargo, semejante ar- presentan los delitos de peligro concreto, básicamente, al conservar
gumento se limita a la presencia de efectos externo-físicos. Muchas conexiones causales-materiales. ¿Son siempre necesarias estas cone-
de las figuras que se conciben de peligro abstracto exigen u n efecto xiones? Es otro de los problemas que hay que resolver. Por de pron-
de este tipo -como el incendio-, por lo que su concurrencia se ha de to, se destaca que tampoco es fácil determinar un «vínculo normati-
verificar. Desde este punto de vista, no se eliminarían las dificulta- vo» respecto de las distintas formas de resultado penal. Pero
des causales. Otra cosa es que no se superen las complejas ideas de ¿justifica esto hacer abstracción de algunos elementos del delito y
la «atribución normativa» de un resultado penal. Lo que tampoco quedarse sólo con alguno de ellos, los fácilmente perceptibles? ¿Las
«ventajas» probatorias que se atribuyen a los delitos de peligro abs-
tracto son realmente tales? No parece posible responder afirmativa-
31. HASSEMER, Winfried y MUÑOZ CONDE, Francisco, La responsabilidad por el pro- mente ambas preguntas, sobre todo si también figuras que se califi-
ducto en Derecho penal, Tirant lo Blanch, Valencia, 1995, pgs. 74, 75; BACIGA- can de peligro abstracto también exigen efectos externos. Para
LUPO ZAPATER, «La instrumentación», pgs. 226 y 227; QUINTERO OLIVARES, resolver la mayoría de estos problemas, se requiere primero precisar
Gonzalo, Manual de Derecho penal. Parte general, R MORALES PRATS y J. M. otros que fijen la base de análisis.
PRATS CANUT (colabs.), Aranzandi, 3a ed., Navarra, 2002, pg. 334; CASTALDO,
ANDREA, «Técnicas de tutela y de intervención en el nuevo Derecho penal El llamado «Derecho penal del riesgo» se cuestiona respecto de
bancario italiano», en ADPCP (1994), vol. XLVII, fase. III, pgs. 184 y 184; DE su modelo tradicional (delitos de lesión de bienes jurídico-penales
LA CUESTA AGUADO, Paz M., Causalidad de los delitos contra el medio ambiente,
Tirant lo Blanch, 2a ed., Valencia, 1999, pgs. 116-119, 121, 123-126, 135, 154.
individuales) 33 . La necesidad de seguridad reclama una reacción. La
Sin embargo, reconoce que surgen nuevos problemas causales en los deli-
tos de peligro abstracto, concebidos como delitos de aptitud o delitos de pe-
ligro concreto-abstracto (no para presunciones). Esto incluso se justifica co-
mo anticipación penal, sobre la base de la necesidad de controlar riesgos 33. Concepción tradicional de delitos de peligro abstracto y la más extendida
generales previos a la producción de resultados. Ver CORCOY BIDASOLO, Mi- en la dogmática nacional. Ver ETCHEBERRY, Alfredo, Derecho penal. Parte ge-
rentxu, Delitos de peligro y protección de bienes jurídico-penales supraindividua- neral, Editorial Jurídica de Chile, 3a ed., Santiago, 1998,1.1, pg. 227; POLITOFF
les. Nuevas formas de delincuencia y reinterpretación de tipos penales clásicos, Ti- LIFSCHITZ, Sergio, Derecho penal, ConoSur, Santiago, 1997, pgs. 234-236; BUS-
rant lo Blanch, Valencia, 1999, pg. 189. Por eso también su proliferación se TOS RAMÍREZ, Juan y POLITOFF LIFSCHITZ, Sergio, «Los delitos de peligro», en
conecta con problemas de imputación objetiva (de resultado). Así, TERRA- RCP (1968), t. XXVII, pg. 38-41; BUSTOS RAMÍREZ, Juan, Manual de Derecho pe-
DILLOS BASOCO, Juan, Derecho penal de la empresa, Trotta, Valladolid, 1995, pg. nal. Parte general, PPÜ, 4a ed. (adicionada, corregida y aumentada por H.
51. Sin embargo, los problemas reales se presentan respecto de la prueba de HORMAZÁBAL MALARÉE), Barcelona, 1994, pgs. 264 y 265; el mismo, «Los de-
un efecto externo y de una relación de causalidad entre acción y efecto, que litos de peligro», en Control social y sistema penal, PPU, Barcelona, 1987, pgs.
resulta inexistente en muchos de ellos. 327-329.
32. Por eso también su proliferación se conecta con problemas de imputación 34. Si bien esta es una concepción generalizada -con distintos argumentos-, se
objetiva (de resultado). Así, TERRADILLOS BASOCO, Derecho penal, pg. 51. Sin verá que no hay acuerdo respecto de esta clase de peligro.
embargo, los problemas reales se presentan con la prueba de un efecto ex- 35. MENDOZA BUERGO, El Derecho, pgs. 118-153, separa partidarios y retractores
terno y de una relación de causalidad entre éste y acción, que resulta de este Derecho. Señala que quienes admiten la necesidad de adaptar la re-
inexistente en muchos de ellos. acción penal a las nuevas necesidades sociales ponen énfasis en la necesi-

28 29
r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado /. Antecedentes: delitos de peligro abstracto y exigencias actuales

pregunta es si ella debe ser siempre penal. La respuesta es negativa de conflictos sociales antes que un Derecho garantista y de ultima ra-
si se considera la especial gravedad y cualidad de este Derecho, que tio: Ello mediante la preferencia de criterios como la prevención, la
ha de mantenerse como ultima ratio. Pero también es cierto que las orientación a las consecuencias o bienes universales o «instituciona-
necesidades han cambiado y que la seguridad, como la libertad, es les»38. Se discute incluso la base de esta intervención, la realidad o
un bien indispensable para la convivencia social y el desarrollo hu- efectividad de los peligros frente a los que ha de actuar. En este sen-
mano. Las críticas a la intervención penal en este ámbito se han for- tido, se han señalado una serie de otros factores que influyen en su
mulado frente a la necesidad de conservar principios y categorías inadecuada percepción39. Se sostiene que la respuesta penal sirve bá-
penales elementales y desde una perspectiva eminentemente indivi- sicamente para tranquilizar la conciencia de la comunidad 40 , sin ser
dual y materialista -bajo el alero de parámetros individuales de le- realmente útil.
sión-36. Ellas vienen principalmente desde la llamada Escuela de
Frankfurt. Así, HASSEMER37 habla de la «dialéctica de lo moderno» pa-
ra describir un Derecho penal que, a su juicio, se ha transformado en
«contraproductivo y anacrónico». Fundamentalmente critica la pér-
38. De igual modo, describe la técnica del peligro abstracto como otro instru-
dida de límites y su transformación en un instrumento de solución mento que se emplea en este «moderno» derecho. Justifica su uso por su fá-
cil aplicación, que prescinde del perjuicio y de la prueba de la causalidad.
39. Además de la particular configuración de la sociedad actual y del tipo de
relación social que se presenta, no se puede negar la sensación de inseguri-
dad de resguardar la seguridad y hablan a favor de un «Derecho penal de dad social, influida por variados factores. Así, cabe destacar la influencia de
la seguridad». Por otro lado, quienes lo critican hablan de un «Derecho pe- los medios de comunicación social -por la dificultad de acceder a informa-
nal del riesgo». ción fidedigna-. Ver SILVA SÁNCHEZ, La expansión, pgs. 32-42; ALBRECHT, Pe-
36. La adaptación del Derecho penal no requiere ruptura de principios y ca- ter-Alexis, «El Derecho penal en la intervención de la política populista», en
racterísticas. En contra, GRACIA MARTÍN, Luis, Prolegómenos para la lucha pol- La insostenible situación del Derecho penal, trad. R. Robles, Comares, Granada,
la modernización y expansión del Derecho penal y para la crítica del discurso de re- 2000, pg. 480; CERVINI, Raúl, «Incidencia de las mass media en la expansión
sistencia, Tirant lo Blanch, Valencia, 2003, pgs. 156 y ss., es partidario de su del control penal en Latinoamérica», en RCP, 2 (1990-1993), t. XL, pgs. 16 y
modernización con base en una ruptura de las garantías liberales. Precisa ss.
que el Estado de Derecho es un concepto inventado, cuya validez depende 40. En este sentido se habla del efecto simbólico del Derecho penal, HASSEMER,
de condiciones históricas. Hoy ya no se dan las condiciones que posibilita- Persona, pgs. 47, 59, 213; el mismo, «Derecho penal simbólico y protección
ban esas garantías, sino otras que dan lugar a garantías penales de conte- de bienes jurídicos», en Pena y Estado. Función simbólica de la pena, 1 (1991),
nido social. Funda su defensa en que la tarea del Derecho penal es proteger pgs. 30, 35 y 36; HASSEMER y MUÑOZ CONDE, La responsabilidad, pgs. 32, 33,
condiciones de subsistencia de la sociedad que se definen como invencio- 54; MUÑOZ CONDE, «Protección», pgs. 570-572; MÜLLER-TUCKFELD, Jens
nes resultantes de las condiciones de posibilidad de un modelo histórico de Christian, «Ensayo para la abolición del Derecho penal del medio ambien-
sociedad. Pareciera una formación (invención) que no considera a la perso- te», trad. E. Iñigo Corroza, en La insostenible situación del Derecho penal, Co-
na como guía. Pero no puede olvidarla y la deja en el centro de su discur- mares, Granada, 2000, pgs. 523-525; TERRADILLOS BASOCO, Juan, «Función
so. Así, señala que el aunténtico Estado (material) de Derecho será el Esta- simbólica y objeto de protección del Derecho penal», en Pena y Estado. Fun-
do democrático de la futura sociedad socialista, pues es la «única forma de ción simbólica de la pena, 1 (1991), pgs. 11-13, 18, 22; SANTANA VEGA, Dulce
organización en la que todo ser humano podrá ver reconocida su dignidad María, «Funciones del derecho penal y bienes jurídico-penales colectivos»,
de persona» (pgs. 54, 55, 208). en AP, IX (febrero-marzo), 2001-1, pgs. 146-152; CORCOY BIDASOLO, Delitos de
37. HASSEMER, Persona, pgs. 39-73; el mismo, «Rasgos y crisis del Derecho penal peligro, pgs. 201-203; CASTALDO, «Técnicas», pgs. 180, 181 y 189. Hay que
moderno», trad. E. Larrauri, en ADPCP (1992), vol. XLV, fasc.I, pgs. 235-249; precisar que la mayoría no niega ni rechaza la función simbólica de este de-
HASSEMER y MUÑOZ CONDE, La responsabilidad, pgs. 22-47, 54, 55. En similar recho, simplemente dirigen sus críticas a ese aspecto negativo que dice con-
sentido, HERZOG, Félix, «Límites al control penal de los riesgos sociales», seguir algo que realmente no logra (esconde su real función). Así, BALMA-
trad. E. Larrauri, en ADPC (1993), vol. XLVI, fase. I, pgs. 319-321, 325. Se CEDA HOYOS, Gustavo y HENAO CARDONA, Luis Felipe, Sociedad del riesgo y
apoya en el «trilema regulador» («regulatorisches Trilemma») de TEUBNER. bien jurídico penal, AREMI, Santiago, 2005, pgs. 32, 33, 48 y 49.

30 31
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado /. Antecedentes: delitos de peligro abstracto y exigencias actuales
Desde esta perspectiva, las demandas sociales de punición no protección de tales situaciones 44 . Es un problema de enfoque o pun-
son realmente proporcionadas, por lo que se traducen en una ex- tos de partida de la intervención penal. Incorporar otras formas de
pansión o ampliación desmedida del Derecho penal -incompatible criminalidad es posible, pero requiere derribar algunos dogmas o
con sus principios y características-41. Pretender dar respuesta a to- paradigmas, sin que signifique alterar aquellos que caracterizan es-
do nuevo conflicto social a través del recurso penal efectivamente te Derecho (principios como el de culpabilidad, proporcionalidad
puede llevar al colapso del sistema42. Además, sancionar penalmen- o mínima intervención).
te conductas que pueden ser protegidas en forma adecuada por
otros medios también impide el castigo de conductas graves que En nuestro medio, se admite también la compatibilización de la
verdaderamente lo requieran. Así, una pretendida protección de la incriminación de nuevas figuras con principios penales clásicos. Así
seguridad «a toda costa» puede llevar a la falta de seguridad, por se ha sostenido frente a la incorporación de tipos medioambientales.
la imposibilidad de dar respuesta a los problemas realmente pena- Se señala que las dificultades para tal incriminación se deben -más
les43. Admitir la adaptación del Derecho penal a las cambiantes ne- que a principios o «problemas técnicos»- a la falta de consideración
cesidades sociales no debe llevar a privarlo de sus caracteres esen- del medio ambiente y de su contaminación en la época de la codifi-
ciales (sus principios y garantías). Lo anterior tiene especial cación4'. No se reconocían al medio ambiente los caracteres que hoy
relevancia respecto de la técnica de peligro abstracto. Es cierto que se destacan («global y limitado») y la contaminación no era conside-
el Derecho penal concebido tradicionalmente -sobre la base de re- rada un «suceso dañoso» que pudiera merecer pena. Por ello se sos-
laciones individuales y perjuicios materiales-físicos- no es capaz tiene que ha de tomarse como un problema nuevo, que es posible
de encontrar respuestas a la clase y magnitud de los riesgos que abordar desde una perspectiva liberal46. Para hacer compatible estas
hoy nos aquejan. Pero ello no ha de ser obstáculo para la necesaria figuras con los principios de Derecho penal clásico, alguna doctrina
ha tomando una serie modelos empleados en el ámbito internacio-

41. Ver HASSEMER, Winfried, Fundamentos del Derecho penal, trad. F. Muñoz Con- 44. HEINE, Günter, «Accesoriedad administrativa en el Derecho penal del me-
de y L. Arroyo Zapatero, Bosch, Barcelona, 1984, pg. 123. Habla de «ele- dio ambiente», trad. P. M. De la Cuesta Aguado, en ADPCP (1993), vol. XL-
fantiasis» del Derecho penal. VI, fase. I, pgs. 290-292, 299, 300, 315, reconoce esta dificultad respecto de la
42. En nuestro país, lo constataba BARATTA, Alessandro, «Viejas y nuevas estra- protección del medio ambiente. También destaca que las normas en este
tegias en la legitimación del Derecho penal», trad. X. Nogués i Tomás, en J. ámbito no son para siempre y su aplicación ha de ser resuelta en cada caso.
BUSTOS RAMÍREZ (dir.), Prevención y teoría de la pena, ConoSur, Santiago, 1995, Señala que «si el derecho no quiere derrumbarse bajo el alud de la detec-
pg. 88, ya en 1993, a través de lo que llamó «tecnología del terror». Se des- ción de nuevas sustancias nocivas y riesgos excesivos y los matices de va-
tacaban el temor de la población, la aniquilación del adversario y la justifi- loras sociales, tiene que intentar canalizar estos procesos. Lo que late es un
cación de las distintas formas de represión. derecho limitado en el tiempo». Asimismo, DE LA MATA BARRANCO, Protec-
43. La seguridad es una condición fundamental y no se opone a la libertad de ción, pg. 43.
los individuos. Sí existe «riesgo» de afectar la libertad, si lo que se busca 45. MATUS, Jean Pierre, RAMÍREZ, M-1 Cecilia y CASTILLO, Marcelo, «Informe so-
es lograr seguridad a toda costa. Pero ello no sería en realidad seguridad, bre el Derecho penal ambiental en el Derecho comparado de tradición con-
pues ¿quién estaría seguro de no ser privado de libertad? Es así que se ha tinental», en G], 260 (2002), pgs. 55 y 55.
de tener presente que la libertad no se afecta sólo cuando se limita o pri- 46. Se agrega que se ha de sumar el empleo de una adecuada técnica legislati-
va, sino también cuando no se dan las condiciones necesarias para su ejer- va. Sin embargo, no se señala cuál ha de ser ésta exactamente. Por un lado,
cicio. De allí la importancia de mantener la confianza y seguridad que se habla de la «lesión al bien jurídico "medio ambiente"», sin que esté cla-
permita su real ejercicio. Ver CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pgs. 192- ro en qué consiste. Por otro lado, se alude a la técnica del peligro abstracto
194. en su noción clásica.

32 33
7. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado I. Antecedentes: delitos de peligro abstracto y exigencias actuales
47 4S
nal «incluso provenientes del oriente (por CHO )» . ASÍ, se destaca el certidumbre o desconfianza reclame una intervención penal. En
paso del modelo de tipos de peligro abstracto a otro en el que se re- nuestro país, CURY"' ya vaticinaba una situación como ésta en los
quiera de una «seria contaminación medioambiental» 4 '. Pero ¿qué es años ochenta. Explicaba que la tendencia cada vez mayor a crear ti-
una «seria contaminación»?, ¿se requiere que «ponga en peligro la pos de esta clase hará que llegue un momento en el que efectiva-
salud y la vida humana»? No exige la muerte, ni hace referencia di- mente no se pueda «hacer casi nada» sin que ello tenga aparejado
recta a otra lesión o peligro concreto para tales bienes. Se limita a una una sanción penal. Un Derecho penal determinado por la intensidad
particular forma de contaminación que se relaciona con la salud y de su respuesta «dentro de un Estado democrático de Derecho» no
vida «humana» en general. Sin embargo, su falta de concreción o va- debe caer en eso. La reacción penal sólo se ha de imponer para el res-
guedad hace que esta contaminación se remita a una concreta pues- guardo de bienes fundamentales que posibiliten una tranquila y or-
ta en peligro de la vida o salud humana. No es clara, realmente, la denada convivencia social y, con ello, el desarrollo personal del
clase de perturbación que se requiere. hombre. Además, estos bienes han de protegerse exclusivamente
La excesiva confianza en el recurso penal, la sensación de inse- frente a sus ataques más graves", cuando no sea posible hacerlo a
guridad social y el fácil empleo de los delitos de peligro abstracto través de otros medios menos gravosos y siempre que sea estricta-
mente necesario. Cabe recordar que similares reticencias se hicieron
pueden implicar que, en la práctica, cualquier manifestación de in-
al incorporar tipos de peligro concreto ante las, entonces, «nuevas
necesidades sociales», como fue la conducción temeraria de vehícu-
los en la legislación española52. Es necesario tener en cuenta exigen-
47. Ciio, Byung-Sun, «¿El surgimiento de un Derecho Penal Internacional del cias sociales de cada tiempo y lugar, pero dentro del marco que im-
Medioambiente?», trad. M. Mora Ruiz, en RP, 8 (2001), pg. 9, habla de tres ponen las especiales características del Derecho penal.
modelos que representan la relación entre la forma en que se define un de-
lito medioambiental en la legislación y las condiciones de prueba que han
de establecerse: «modelo del peligro abstracto (Modelo A), modelo del pe-
ligro concreto (Modelo B) v modelo de seria contaminación medioambien-
tal (Modelo O».
48. Ibíd., pgs. 12, 13, 52, 53. También, MATUS ACUÑA, Derecho penal, pgs. 62, 124
y 125. Así, este Derecho «post-moderno» no se atribuye «la imposible tarea 50. CURY URZÚA, Enrique, Derecho penal. Parte general, Ediciones Universidad
de prevenir todos los atentados al ambiente, sino la más modesta de apli- Católica de Chile, T ed., Santiago, 2005, pg. 293. Así también en las prime-
car un castigo proporcional y racional a quien ha causado efectivamente un ras ediciones de su libro: Derecho penal. Parte general, Editorial jurídica de
daño a la comunidad». Chile, 2" ed., Santiago, 1988, pg. 241.
49. Frente a la relación del Derecho penal con el Derecho administrativo, CHO, 51. Los bienes jurídicos penales se deben seleccionar con atención tanto a su ca-
«¿El surgimiento...», pgs. 9-12, destaca una evolución del modelo A al mo- lidad e importancia, como a la gravedad de su ataque, pues su desprotec-
delo B o C. Señala que el modelo C (seria contaminación) permite la pro- ción altera gravemente la convivencia entre los hombres. De allí que la ade-
tección de valores ecológics, sólo si la salud o la vida humana están en pe- cuada protección de bienes jurídicos por normas penales -seleccionadas
ligro, por lo que tiene una importancia antropocéntrica. Precisa que el por la sociedad, dentro de un Estado de Derecho- legitima la intervención
problema de este modelo es que es demasiado vago. De allí que se opte por penal. Aunque esta función protectora de bienes jurídicos se acepta en ge-
una concreta puesta en peligro de la vida y salud humana. Pero reconoce neral, no se puede negar el desarrollo creciente de tesis que la rechazan (so-
que todavía resulta difícil establecer nexos causales. Es así que las legisla- bre todo fincionalistas formales, como la de JAKOBS). Ver infra capítulo se-
ciones coreana y japonesa han introducido una «presunción de causaión le- gundo, II.
galmente obligatoria», que presume que una sustancia ha causado un da- 52. Así lo pone de manifiesto BERISTÁIN, Antonio, «El delito de peligro por con-
ño si sustancias del mismo tipo causarn normalmente se daño si se ducción temeraria», en RCP (1970), t. XXIX, pgs. 115-121, 128, respecto del
liberaran peligrosamente. Señala que la legislación coreana va más allá, al antiguo art. 340 bis a) del CP español, particularmente al destacar que has-
introducir disposiciones especiales «relativas a la causación de un amplio, ta ese momento incluso la dogmática de la circulación se basaba en un re-
duradero y severo daño al medioambiente natural como tal». sultado lesivo externo.

34 35
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado I. Antecedentes: delitos de peligro abstracto y exigencias actuales

2. INCORPORACIÓN DE NUEVAS FORMAS DE CRIMINALIDAD igual forma, el delito de incendio se suele relacionar con la protec-
ción del medio ambiente37. Sus estructuras comparten básicamente
En la legislación comparada, la técnica del peligro abstracto se la presencia de un objeto de acción que se destruye y la perturbación
ha utilizado para incorporar aquéllos provenientes del uso de nue- de un bien inmaterial que no se identifica con tal destrucción, pero
vas tecnologías. Así, se han agregado especialmente figuras relativas que se produce a través de ella.
a la actividad empresarial que afectan fundamentalmente sectores
socioeconómicos y medioambientales. También han surgido otros En este contexto, los delitos contra la salud pública en general
riesgos asociados al desarrollo informático, al uso de tecnologías nu- se reconocen normalmente como delitos de peligro abstracto, tanto
cleares, genéticas o biotecnologías33. Muchos de estos tipos no han por la doctrina como la jurisprudencia nacional38. De todas formas,
tenido acogida en nuestro país, pero eso no significa que no vaya a las hipótesis más características de tipos de peligro abstracto se dan
suceder o que la preocupación penal no esté latente' 4 . Lo anterior se en el ámbito de la circulación, de productos, de bienes o de personas.
observa precisamente respecto de los delitos relativos al medio am- Así, el tráfico ilícito de estupefacientes o sustancias psicotrópicas; la
biente. Aunque el legislador nacional no considere aún al medio am- conducción de vehículos en estado de ebriedad o bajo la influencia
biente como un bien jurídico-penal, es posible vincular a él algunas del alcohol o las drogas34; e incluso, figuras como las falsedades. La
hipótesis incluidas en los delitos que afectan a la salud pública3". En
este sentido, se destaca particularmente el artículo 315 del Código
para la salud, aguas potables o sustancias alimenticias o medicinales, des-
Penal que incrimina la conducta de envenenar, infectar o adulterar
tinadas al uso público o al consumo de una colectividad de personas».
comestibles, aguas u otras bebidas destinadas al consumo público, 57. Ver SILVA SÁNCHEZ, Jesús María, Delitos contra el medio ambiente, Tirant lo
así como la de vender o distribuir a sabiendas tales sustancias*. De Blanch, Valencia, 1999, pgs. 16,17, 81; DE LA CUESTA AGUADO, Causalidad, pg.
63. En nuestra doctrina, MATUS, RAMÍREZ y CASTILLO, «Informe», pg. 10;
VALDOVINO, Carlos, «El delito de incendio con fines de lucro», en RCP
(1938), t. IV, pg. 15. En este sentido, haremos referencia a la hipótesis con-
53. Es en estos ámbitos donde más se muestra la influencia de los cambios so- templada en el art. 476 del CP.
ciales, su evolución (o, más bien, su retroceso) y de las nuevas valoraciones 58. Aunque no faltan posiciones que los conciben como tipos de peligro con-
en el ámbito penal, criminalizando conductas que en otros años eran im- creto. Ver POLITOFF LIFSCHITZ, Derecho penal, pg. 234.
pensables. En el ámbito de la manipulación genética existen varios ejem- 59. Una de las figuras más citadas como tipo de peligro abstracto es la con-
plos, como la clonación (art. 160 núm. 3 CP español) o la reproducción asis- ducción en estado de ebriedad o bajo la influencia del alcohol o las drogas.
tida sin consentimiento de la mujer (art. 161 CP español). MAQUEDA ABREU, M'1 Luisa, «La idea de peligro en el moderno Derecho pe-
54. De hecho, en septiembre de 2006 se dictó la Ley 20120 relativa a la investigación nal. Algunas reflexiones a propósito del Proyecto del Código Penal de
científica en el ser humano, que prohibe, entre otras, la clonación humana. 1992», en AP, XXVII (26/27 junio- 3 julio), 1994-1, pg. 489; SCHÜNEMANN,
55. Título VI, §14 del CP, arts. 313a y ss. Además no se puede decir que al le- Bernd, «Moderne Tendenzen in der Dogmatik der Fahrlássigkeits- und
gislador nacional no le preocupe el medio ambiente. Se destaca el Boletín Gefáhrdungs- delikte», en }A (1975), pg. 793; BAUMANN, WEBER y MITSCH,
Núm. 4036-12 relativo al Proyecto de Ley que agrega un nuevo inciso ter- Strafrecht, pg. 120; KOHLER, Strafrecht, pgs. 233-235; LUZÓN PEÑA, Diego-Ma-
cero en el artículo 52, relativo al «daño ecológico». nuel, Curso de Derecho penal. Parte general, Universitas, 3° reimp., Madrid,
56. Esta figura puede considerarse -de algún modo- como una forma de res- 2004, pg. 314; el mismo, «Conducción con influencia de bebidas: concurso
ponsabilidad por el producto y como antecedente de una posible respon- con el delito imprudente y posible degradación como imprudencia con cul-
sabilidad en el ámbito del medio ambiente. Similares conductas se regulan pa concurrente», en PJ, 21 (1991), pgs. 129, 134 y 138; BAJO FERNÁNDEZ, Mi-
en el art. 136 de la Ley General de Pesca, con relación a la introducción o guel (dir.), Compendio de Derecho penal (parte especial), Centro de Estudios
mandar a introducir, agentes contaminantes químicos, biológicos o físicos Ramón Areces SA, Madrid, 1998, vol. II, pgs. 711, 712 y 719; QUINTERO OLI-
sin previa «neutralización» en el mar, ríos, lagos, etc. También la legislación VARES, Gonzalo (dir.), MORALES PRATS, Fermín (coord.), Comentarios a la par-
penal argentina, que tampoco contempla tipos contra el medio ambiente, te especial del Derecho penal, Aranzadi, 4'1 ed., Navarra, 2004, pg. 1433. Figu-
regula comportamientos semejantes. Así, el art. 200 del CP argentino dis- ra que en jerga práctica se conoce como: «manejo simple», para indicar que
pone el castigo de quien «envenenare o adulterare, de un modo peligroso no tiene consecuencias de otra índole (como lesiones, muertes o daños).

36 37
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado /. Antecedentes: delitos de peligro abstracto y exigencias actuales

circulación se vincula con situaciones colectivas de riesgo y no con to en peligro. Incluso se habla de distintos «estadios» de afectación,
lesiones o peligros concretos para bienes jurídico-penales individua- según su mayor o menor cercanía con el interés protegido'1-. Para en-
les. De alguna manera, la técnica del peligro abstracto se ha conecta- frentar el fenómeno de la anticipación que implicaría el peligro abs-
do con sectores caracterizados por la difusión de consecuencias o pe- tracto, primero es necesario aclarar qué configura una anticipación
ligros globales e incontrolables para la población o para un colectivo de la sanción penal. En este sentido, una cosa es determinar cuándo
determinado o no. A pesar de que los riesgos propios de la circula- se está frente a semejante adelantamiento y otra es cuándo ella es ad-
ción se distinguen de aquellos otros «nuevos» peligros que surgen misible o legítima.
en ámbitos económicos, medioambientales, genéticos o informáti- Para poder establecer una anticipación de tutela, es necesario
cos, comparten características respecto de la calidad de aquello que predeterminar un objeto de referencia que se estime suficiente, res-
se tutela. De allí que, además de resolver problemas relativos a la pecto del cual otras situaciones (que no lo alcancen) serían adelanta-
causalidad y el resultado, sea indispensable precisar antes cuál es el mientos. En esta forma, SÁNCHEZ GARCÍA DE PAZ M afirma que hay que
llamado del Derecho penal, qué es lo que protege. delimitar el núcleo básico de intervención penal, el «injusto origina-
rio». Señala que el bien jurídico es un concepto material adecuado
para servir de referencia114, pero que debe ser complementado con la
II. ¿TUTELA ANTICIPADA DE BIENES JURÍDICO-PENALES? determinación del tipo de conducta frente a la que se debe reaccio-
nar. Aclara que la noción de anticipación va a depender de la idea de
En general, los delitos de peligro abstracto se conciben como ti-
pos sin resultado"'. Se emplean para describir determinadas modali-
dades de comportamientos, que no exigen lesión ni puesta en peli-
gro concreto de bienes jurídico-penales. Así, se ha entendido que en
ma d e injerencia en él. Particularmente, para los tipos d e peligro abstracto,
estos tipos existe una presunción de resultado y que requieren úni- GALLAS, Wilhelm, «Abstrackte u n d konkrete Gefáhrdung», en Festschrift für
camente la realización del comportamiento típico para «afectar» los Emst Heinitz zum 70. Geburtstag, W de G, Berlín, 1972, pg. 180. También, Ver
bienes que se dicen tutelar. Es común hablar del «peligro del peli- M U Ñ O Z CONDE, «Protección», pg. 572; RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de peli-
gro». Desde esta perspectiva, estos delitos se muestran como una gro, pgs. 5, 7, 50, 51, 70, 131, 215, 216, 221, 267, 297; SOTO NAVARRO, Susana,
forma de anticipar la tutela penal frente al resultado aún inexisten- La protección penal de los bienes colectivos en la sociedad moderna, Gomares,
Granada, 2003, pgs. 178, 179, 283, 307, 318. En nuestra doctrina, MATUS
te. De hecho, es usual caracterizarlos como anticipaciones de tutela
ACUÑA, Derecho penal, pgs. 146 y 151; BALMACEDA HOYOS y H E N A O CARDO-
respeto de la lesión61. Todo bien lesionado sería anteriormente pues- NA, Sociedad, pgs. 23, 29-31 y 35.
62. MAPA Y MARTÍN, Ricardo, Bienes jurídicos intermedios y delitos de peligro, Go-
mares, Granada, 1997, pgs. 41-45, 49, 56, 82, 85-88, se refiere no sólo a un
adelantamiento respecto d e la lesión del bien personal, sino también res-
60. MAQUEDA ABREU, «La idea», p g s . 486 y 487. pecto d e la lesión del bien colectivo, aunque en menor grado.
61. OTTO, Harro, «Konzeption u n d Grundsátze d e s Wirtschaftsstrafrechts 63. SÁNCHEZ GARCÍA DE PAZ, M'' Isabel, El moderno Derecho penal y la anticipación
(einschliesslich Verbraucherschutz)», en ZStW, 96 (1984), pg. 363; JAKOBS, de la tutela penal, Secretariado d e Publicaciones e Intercambio Científico
Günther, «Criminalización en el estadio previo a la lesión d e u n bien jurí- Universidad d e Valladolid, Valladolid, 1999, pgs. 15-17; ella misma, «La cri-
dico», en Estudios de Derecho penal, trad. y estudio preliminar E. PEÑARANDA minalización en el ámbito previo como tendencia político-criminal contem-
RAMOS, C. SUÁREZ GONZÁLEZ y M. CANCIO MELIÁ, Civitas, M a d r i d , 1997, poránea», G. QUINTERO OLIVARES y F. MORALES PRATS (coord.), en El nuevo
pgs. 308 y 309; el mismo, Derecho penal. Parte general. Fundamentos y teoría de Derecho penal español. Estudios penales en memoria del profesor losé Manuel Va-
la imputación, trad. (2'1 ed.) J. Cuello y J. Serrano, Marcial Pons, Madrid, lle Muñiz, Aranzadi, Navarra, 2001, pgs. 686 y 687.
1995, pgs. 58-60 (§§25 a-25c). A u n q u e entiende q u e esta anticipación no es 64. Ello es coherente con la misión que atribuye al Derecho penal. Además des-
mayor que la d e la tentativa acabada. Igualmente se preocupa d e resguar- taca q u e la insuficiencia del bien jurídico se favorece por la variedad d e
dar u n ámbito interno, mediante el cual se rechace la punición d e toda for- contenidos que se le han asignado.

38 39
r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado l. Antecedentes: delitos de peligro abstracto y exigencias actuales
injusto originario que se tenga'". En su opinión, éste está conforma- nido propio de desvalor. Siguiendo el parámetro anterior (resultado
do por conductas que lesionan y ponen en concreto peligro al bien lesivo), el peligro abstracto sería una anticipación de tutela mayor
jurídico'1'1, como base o núcleo fundamental. En consecuencia, cons- que el peligro concreto, pues ni siquiera exigiría que el bien jurídico-
tituye un ámbito previo «toda otra forma de aproximación al bien ju- penal entre en el ámbito de riesgo del comportamiento típico. Por lo
rídico». De suerte que no considera al peligro concreto como una que cualquiera de las nociones de peligro abstracto que no se consi-
modalidad de anticipación penal, como sí lo sería el peligro abstrac- dere como una forma de lesión del bien jurídico-penal (presuncio-
to. Hay que precisar que tal aseveración va a depender también de nes, peligros generales o estadísticos e, incluso, aptitud o idoneidad
cuál sea la idea de peligro abstracto que se mantenga' 7 . Así, la anti- concreta del comportamiento, etc.71) será un adelantamiento de la tu-
cipación respecto de los delitos de peligro abstracto depende tanto tela penal. Pero antes de arribar a una conclusión semejante, hay que
del objeto de referencia fijado como de la noción de estos tipos. Con- determinar cuál es el objeto de referencia y qué constituye un delito
cebir el objeto de referencia de ese modo (injusto originario) permi- de peligro abstracto. Si bien el análisis particular de estos delitos se
te calificar una anticipación de legítima, si alcanza el contenido mí- deja para un apartado posterior, la determinación de una anticipa-
nimo de injusto'1". ción de tutela se hace con miras a dicho peligro. Por este motivo,
conviene fijar una noción base. De momento, estos tipos se caracte-
rizan por describir comportamientos gravemente peligrosos que no
1. FORMAS DE ANTICIPACIÓN lesionan ni ponen en peligro concreto bien jurídico-penal alguno72.
El problema de la anticipación penal aparece respecto del resul- Antes de precisar un parámetro u «objeto de referencia penal»,
tado de peligro en general al ser comprendido como un concepto de conviene separar dos formas distintas de anticipación. Normalmen-
relación o referencia'1', que toma al resultado lesivo como objeto de te, cuando se habla de adelantar las barreras de protección penal se
referencia. Desde este punto de vista, toda forma de afectación de hace con atención a la afectación de bienes jurídico-penales, su le-
bienes jurídico-penales diversa de la lesión constituye una anticipa- sión o detrimento. Pero también hay otra clase de adelantamiento,
ción de tutela. Esta anticipación se elimina en concepciones, como que no se suele destacar y que se origina respecto de la clase de bien
las de KINDHÁUSER7", que admiten que el peligro presenta un conte- que sirve de referencia. Esto último sucede cuando se acude a la pro-
tección de bienes colectivos, con la intención de salvar la anterior an-
ticipación, a través de la construcción de tipos de lesión73. En este
65. De allí que sea fundamental la noción de lo injusto penal -como objeto de sentido, se trata de un bien adelantado sólo si lo que realmente se
referencia-, así como los fines del Derecho penal, para determinar la legiti- pretende proteger son bienes de carácter individual, que se esconde.
midad de la anticipación. SÁNCHEZ GARCÍA DE PAZ, El moderno, pgs. 79 y ss.
66. De modo que también el desvalor de resultado es parte de lo injusto.
67. SÁNCHEZ GARCÍA DE PAZ, El moderno, pgs. 19, 37, 47-78, concibe esta técnica
(a modo de motivo de punición) como la principal categoría de las formas
de anticipación penal. Aunque además del uso de esta técnica y de la pro- 71. Diversas nociones se exponen en el capítulo quinto.
tección de bienes colectivos destaca otras formas de anticipación: delitos de 72. Situación que no elimina todavía la producción de alguna perturbación ju-
tentativa y delitos de emprendimiento; punición de actos preparatorios y rídico-penal de aquello que se tutela (resultado penal).
delitos de intención sin lesión de un bien jurídico. 73. En general, se critica esta forma de anticipación y se la califica de encu-
68. A este respecto, KÜNSEMÜLLER LOEBENFELDER, «¿Tiene futuro...?», pg. 38 se- bierta, pues los delitos de peligro abstracto se esconden bajo tipos de lesión.
ñala que el objeto de referencia «enlaza» con el fundamento y límite del lus Ver MENDOZA BUERGO, Blanca, «El delito ecológico y sus técnicas de tipifi-
puniendi. cación», en AP, XIII (25-31 de marzo), 2002-1, pg. 300; ella misma, Límites
69. Más acerca del concepto de peligro en la segunda parte de este trabajo. dogmáticos y político-criminales de los delitos de peligro abstracto, Comares, Gra-
70. Veremos que habla de la seguridad como un bien propio que se afecta (le- nada, 200l] pgs. 17, 32-33, 55, 229, 336, 481; CORCOY BIDASOLO, Delitos de pe-
siona). ligro, pgs. 44, 139-143, 247.

40 41
r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado /. Antecedentes: delitos de peligro abstracto y exigencias actuales
Podría hablarse de lesión de un bien anticipado, como creación de En principio, se dirá que no es aceptable reconducir todo resul-
un bien que encubre otro objeto de protección por la norma penal. tado-penalmente relevante a la lesión de bienes jurídico-penales. Es-
No cabría hablar de adelantamiento de la tutela penal respecto te efecto no es el único que interesa al Derecho penal, como tampo-
del objeto tutelado, si el bien colectivo no se pone en relación con co los bienes individuales son las únicas situaciones que se tutelan 7 '.
bienes individuales y la norma penal se ocupa de su perturbación. La clásica declaración de que todo peligro constituye una anticipa-
Sin perjuicio de que el propio legislador pueda vincular ambas cla- ción de tutela penal sólo cabe en una concepción de injusto anclada
ses de bienes, así como diversas formas de afección. Lo importante en la idea de lesión (material-física de bienes individuales). Toda
es no poner por objeto de tutela bienes que en el hecho no existen o protección de bienes colectivos constituiría también una anticipa-
no se perturban. El castigo penal de conductas que formalmente ción semejante. Es necesario definir qué es un bien colectivo y su ne-
contradicen la norma y que se relacionan lejanamente con una posi- cesidad de tutela penal. Si esta necesidad se acepta, es difícil consi-
ble afectación de un bien individual sí constituye un adelantamien- derarlos como bienes adelantados. Sin determinar aún lo injusto
to de las barreras de protección penal que se debe evitar. Así enten- penal, únicamente se puede hablar de «anticipación» respecto del
dido, toda anticipación vinculada con el objeto que se dice tutelar concreto objeto del tipo penal, es decir, de la descripción típica. De
(objeto de la norma penal) debe rechazarse. modo que la punición de formas previas a la consumación (tentati-
va y frustración) constituiría una anticipación en relación con la nor-
ma que pretende prevenir y castigar una específica perturbación. No
2. OBJETO DE REFERENCIA se trata de una «anticipación penal» propiamente tal, sino de un ade-
lantamiento típico de acuerdo con los elementos del tipo y no res-
La forma tradicional de anticipación se vincula con la clase de pecto de lo injusto. Así, se acepta en general el castigo penal de la
perturbación penal. A este respecto, se procederá a fijar un objeto de tentativa idónea, en cuanto configura también un estado desvalora-
referencia. Tomar lo injusto como objeto permite conectar la antici- do que integra lo injusto penal76.
pación con la legitimidad, si éste se considera el mínimo necesario
para proceder penalmente (pena y / o medida de seguridad) 74 . Si no
se alcanza este contenido mínimo, la pena es difícilmente justifica-
ble. De allí que haya de advertirse acerca de los distintos objetos de
referencia. Por ejemplo, si se toma la descripción típica como refe-
rencia, la frustración y la tentativa serían anticipaciones respecto de
la consumación, pero no necesariamente anticipaciones ilegítimas.
Sin embargo, establecer esta referencia tiene relevancia frente a la ne-
cesidad de intervención penal. Por este motivo, la conectamos
-como SÁNCHEZ GARCÍA DE P A Z - con el núcleo básico o mínimo de
tutela: lo injusto penal. Esta declaración no es simple y requiere pre-
cisión. Su determinación exige, a su vez, examinar la norma penal y
su tutela.

75. Muchas doctrinas modernas pretenden justificar los tipos de peligro abs-
tracto sobre la base de un injusto material, pero no refieren tal materialidad
a un resultado, sino al mero desvalor de la conducta. En este sentido, MEN-
74. Por ahora, se deja de lado la imputación subjetiva (culpabilidad). Luego se DOZA BUERGO, Límites, pgs. 341 y ss.
hará alguna referencia a su relación con lo injusto. 76. Sobre la tentativa, ver capítulo quinto.

42 43
Capitulo II

Injusto penal

I. LA NORMA PENAL

La conducta de Pedro de dar muerte a Juan es antijurídica al in-


fringir una norma penal. Esta afirmación parece simple, si se consi-
dera la antijuridicidad como un juicio que examina un comporta-
miento contrario a la norma, pero no lo es -aun en los clásicos delitos
de lesión-. ¿Cómo se determina lo antijurídico, lo prohibido (injusto)
penalmente? La respuesta no es fácil. Sí es claro que ella no puede
evadir la noción de norma. ¿Qué es una norma penal?, ¿qué protege?,
si es que lo hace. Es un tema fundamental, cuya discusión sigue vi-
gente. De todas formas, hace tiempo se distingue entre antijuridici-
dad formal y antijuridicidad material77. En este último sentido, se
suele hablar de afectación de bienes jurídico-penales. La complejidad
del concepto de bien jurídico-penal ha implicado una suerte de «re-
torno» a la antijuridicidad formal. Esta noción no sólo se ha desperfi-
lado, sino que pretende abandonarse por la sola confirmación de la
vigencia de la norma. En cualquier caso, la decisión se vincula con la
idea de Derecho penal que se mantenga78. El Derecho se expresa o

77. MOLINA FERNÁNDEZ, Fernando, Antijuridicidad penal y sistema del delito, G.


RODRÍGUEZ MOURULLO (prólogo), J. M. Bosch, Barcelona, 2001, pgs. 54-58 y
67, habla de una relación de correspondencia entre ambos juicios, en cuan-
to todo hecho formalmente antijurídico tiene un contenido material que ex-
plica la prohibición. Esa correspondencia no impide distinguir entre antiju-
ridicidad y antinormatividad. Aunque distingue una norma ideal o
promulgada de una norma real, de conducta (pgs. 27, 655 y ss.).
78. De allí que no sea lo mismo el contenido de lo injusto si el Derecho penal
se concibe en torno a la tutela de bienes penales o, por ejemplo, en torno a
la vigencia formal de la norma.

45
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal

plasma en normas y su noción determina lo injusto7'. Fijar un injusto propio de la antijuridicidad era la infracción de una norma de valo-
material o formal no es irrelevante. De ello depende la aceptación o ración, en cuanto el Derecho valora negativamente la realización de
no de figuras penales. No se pretende aquí agotar la discusión, sino determinados comportamientos 81 . Por otro lado, la norma de deter-
proponer una opción para el desarrollo de este trabajo. minación ¿como conjunto de mandatos y prohibiciones? que se diri-
ge a motivar la realización o evitación de conductas se concebía den-
La decisión acerca del contenido de lo prohibido penalmente, lo
tro del ámbito de la culpabilidad. Así, la norma de valoración se
injusto penal, lleva al examen de la norma penal. Así, es fundamen- entendía en sentido objetivo, mientras que la de motivación se con-
tal el modo en que ella se concibe, como norma de determinación cebía subjetivamente y pretendía obligar únicamente a sujetos im-
y / o norma de valoración8". Antiguamente, se consideraba que lo putables, que podían conocer las normas y motivarse por ellas82. Sin
embargo, las normas penales también se dirigen a los inimputables.
79. Müssic;, Bernd, «Desmaterialización del bien jurídico y de la política crimi- Todos pueden realizar comportamientos prohibidos por el Derecho,
nal», trad. M. CANCIO MELIÁ y E. PEÑARANDA RAMOS, en Revista peruana de distinto es que los sujetos puedan ser reprochados por aquéllos8". Ac-
doctrina y jurisprudencia penales, 2 (2001), pgs. 323, 327, 329, 331 y 336, relacio- tualmente, se mantiene la discusión entre la consideración de una u
na la noción de bien jurídico-penal con la función del Derecho en la sociedad otra norma para fijar el ámbito de lo prohibido. Incluso, parece ha-
y, especialmente, con la configuración social de las normas. Así llega a una berse invertido esa tradicional aceptación de la norma valorativa
«dimensión práctico-social» de la teoría de los bienes jurídico-penales. Seña-
dentro de lo antijurídico. Ello, básicamente, fruto de las teorías cau-
la que el Derecho penal debe colocarse en un fundamento teórico-normativo
que alcance el anclaje del Derecho en la realidad social. Así, define al bien pe- salistas y finalistas de la acción. Las primeras referían la valoración
nal conforme a una teoría institucional del Derecho, en normas de conductas a la modificación causada por la acción en el mundo externo. En
que no sólo orientan contactos sociales directos, sino que también se refieren reacción con ello, las teorías finalistas prefirieron una concepción im-
al establecimiento de instituciones o la conformación de sistemas parciales perativa, de mandato, aunque ya no dentro de la culpabilidad, reco-
complejos de la sociedad (pgs. 358 y ss.). nociendo que también los inimputables pueden actuar antijurídica-
80. LAURENZO COPELLO, Patricia, El resultado en Derecho penal, Tirant lo Blanch, mente. Es así que se separan ambas calidades (valorativa y directiva
Valencia, 1992, pgs. 38-60, cuando trata el resultado como fundamento de o motivadora) y prima su faceta imperativa o directiva84.
lo injusto; MORALES PRATS, Fermín, «Función y contenido esencial de la nor-
ma penal: bases para una teoría dualista o bidimensional», en G. QUINTERO
OLIVARES y F. MORALES PRATS (coords.), El nuevo Derecho penal español. Estu-
dios en memoria del profesor José Manuel Valle Muñiz, Aranzadi, Navarra,
2001. BUSTOS RAMÍREZ, Juan, Introducción al Derecho penal, Ediar-ConoSur 81. Ver por todos, MEZGER, Edmundo, Tratado de Derecho penal, Revista de Dere-
Ltda., Santiago, 1989, pgs. 57 y 58. Destaca la posibilidad de superar la dis- cho Privado (Ed. a cargo de J. RODRÍGUEZ MUÑOZ), Madrid, 1955,1.1, pgs. 340,
cusión acerca de lo injusto desde el puro plano normativo, axiológico, sin 341; MIR PUIG, Derecho penal, pg. 525; LUZÓN PEÑA, Curso, pg. 64. Todo podía
necesidad de recurrir al bien jurídico-penal. De todas formas habla de una ser objeto de valoración, aunque fruto del pensamiento causal las valoracio-
indisolubilidad entre bien y norma. El mismo, Obras completas, ARA, Lima, nes se hayan referido únicamente a los efectos causados por la acción.
2004, t. I, pgs. 537, 783 y 785. La vinculación entre norma penal y antijuri- 82. Así, DE LA CUESTA AGUADO, M'1 Paz, «Norma primaria y bien jurídico: su in-
dicidad es innegable si se concibe esta última como desaprobación de un cidencia en la configuración del injusto», en RDPC, 6 (1996), pg. 158. Esta
comportamiento que contradice aquello que la norma valora y protege, aun . separación de aspectos objetivos y subjetivos tuvo especial influencia a par-
si tal relación se expresa en forma inversa. Así, JESCHECK, Hans-Heinrich y í tir de las elaboraciones que IHERING realizó en el ámbito civil.
WEICEND, Thomas, Tratado de Derecho penal. Parte general, trad. M. Olmedo i 83. LUZÓN PEÑA, Curso, pgs. 66 y 67, sostiene que el error está en creer que la
Cardenete, Comares, 5'1 ed., Granada, 2002, pg. 253, en cuanto a que la con- i norma penal es una norma subjetiva de determinación. En palabras de JA-
cepción de la antijuridicidad resulta determinante respecto del contenido | KOBS, Derecho penal, pg. 159: «ninguna norma puede regir sólo para el caso
de las normas o «prescripciones jurídicas». Una sucinta exposición de la I de que se la comprenda, pues debe ser, como norma ya vigente, objeto de
oposición entre las perspectivas valorativa e imperativa en, ÁLVAREZ GAR- | la comprensión».
CÍA, Feo. Javier, Sobre la estructura de la norma penal: la polémica entre valorati- I 84. Primacía del imperativo, que también obliga al inimputable, básicamente
vismo e imperativismo, Tirant lo Blanch, Valencia, 2001, passim. | desde la teoría de THON.

46 47

L
i
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado II. Injusto penal

Todavía un importante sector de la doctrina considera que sólo desvalor). Desde una perspectiva meramente jurídica, el deber im-
cabe la norma de determinación, en orden a regir la conducta de los puesto por la norma es fundamental. Este deber -como prohibición
hombres. De este modo, lo relevante sería la sola infracción del o m a n d a t o - tiene por objeto ciertamente la conducta humana. Así, la
deber impuesto y bastaría el desvalor de acción para que dicho com- norma rige comportamientos y los motiva para todos, sin distinción
portamiento sea antijurídico, sin que se puedan prohibir resulta- de sujetos. De esta forma, la antijuridicidad de un comportamiento
dos"'. Se trataría de una concepción subjetiva del injusto (indepen- implica contrariedad al deber y requiere del desvalor del acto (con-
dientemente de la forma en que se entienda configurado tal ducta), que no se puede desterrar del ámbito de lo prohibido 86 . Es
más, un resultado pernicioso material o inmaterial «aunque sea fin
de la norma» no tiene ninguna relevancia penal si se produce por un
hecho natural o por el hecho de quien no tenía el deber jurídico de
85. Análisis propio de tesis finalistas, que se mantiene en aquéllas que optan evitarlo. En este sentido se mantiene el desvalor de la conducta pa-
por un injusto personal. Así, KAUFMANN, Armin, «Zum Stande der Lehre ra la configuración de lo injusto. Pero esto no significa que el resul-
vom personalem Unrecht», en Festschrift für Hans Wclzcl zum 70. Geburtstag, tado no juegue rol alguno.
Walter de Gruyter, Berlín, Nueva York, 1974, pgs. 393-396; MIR PUIG, SAN-
TIAGO, Función de la pena y teoría del delito en el Estado social y democrático de
derecho, Bosch, 2'1 ed., Barcelona, 1982, pgs. 51, 60, 61, 65 y ss.; el mismo, In-
troducción a las bases del Derecho penal, Bosch, Barcelona, 1976, pgs. 31, 32, 55- 1. DETERMINACIÓN Y VALORACIÓN
59. Privilegia el carácter imperativo de la norma penal, coherente con la
Aunque las normas penales efectivamente prohiben y mandan
función preventiva que confiere al Derecho penal. «En el Derecho de un Es-
tado moderno como es el social, que impone la función de configuración de determinadas conductas -al regular el modo de comportarse-, esto
la vida social, la cual sólo es posible mediante la motivación propia de la no es suficiente para llegar a concluir que en ellas no concurren va-
norma respecto de comportamientos humanos voluntarios (finales)». Pero loraciones, ni que baste el desvalor de acción para colmar el conte-
no puede dejar de reconocer que ella presupone valoraciones (positivas y nido de lo injusto87. De hecho, MOLINA FERNÁNDEZ -que se limita a tal
negativas), aun cuando distinga entre antijuridicidad objetiva y antinor-
matividad o antijuridicidad completa. El mismo, «Antijuridicidad objetiva
y antinormatividad en Derecho penal», en ADPCP (1994), t. XLVII, fase. I,
pgs. 8-13, 19-22 y 25-27; Derecho penal, pgs. 76 y 77. De hecho, más adelan- cuanto instruye acerca de los conflictos sociales. También existen posicio-
te reconoce una importancia fundamental a las valoraciones dentro de la nes que privilegian el desvalor de resultado, cfr., COBO DEL ROSAL, Manuel
antijuridicidad y para toda otra categoría del delito. Entiende, ahora, que y VIVES ANTÓN, Tomás S., Derecho penal. Parte general, Tirant lo Blanch, 5'1
es necesario abandonar la premisa de que la antijuridicidad exige sólo in- ed., Valencia, 1999, pgs. 293-300.
fracción de la norma imperativa y que son necesarias las valoraciones. Si 86. En este sentido se verá que también aquí se da una relación entre la con-
bien sigue manteniendo que el resultado no es parte del contenido de la ducta y el bien jurídico, sin necesidad de configurar un resultado. Así, ni si-
norma, pareciera que ello se limita sólo a su faceta imperativa. Es así que quiera posiciones finalitas extremas hablan de un desvalor de conducta pu-
señala que el tipo (objetivo-subjetivo) no supone aún infracción de la nor- ramente subjetivo, sino que se requiere de cierta peligrosidad frente al bien
ma penal. También ver «Valoraciones, normas y antijuridicidad penal», en jurídico-penal.
J. L. DÍEZ RIPOLLÉS, C. M. ROMEO CASABONA, L. GRACIA MARTÍN y J. F. H I - 87. Ver GONZÁLEZ MATEOS, José Carlos, «Esencia del injusto penal e injusto en
GUERA GUIMERÁ (Eds.), La ciencia del Derecho penal ante el nuevo siglo. Libro ho- la tentativa », en AP, XXVIII (9-15 de julio), 2001-2, passim. Ello se sostie-
menaje al profesor Doctor don José Cerezo Mir, Tecnos, Madrid, 2002, pgs. 73- ne incluso desde concepciones imperativas de la norma penal, HUERTA
76, 80 y ss. Algunos autores hablan de injusto y de lesividad como dos TOCTLDO, Susana, Sobre el contenido de la antijuridicidad, Tecnos, Madrid,
requisitos que deben concurrir en forma separada para que proceda la san- 1984, pgs. 60, 64-73. Sostiene que este carácter imperativo permite afirmar
ción penal. V. gr., CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pg. 250. Por otro la- ambos desvalores dentro del injusto. Pero ¿cómo confiere importancia al
do, BUSTOS RAMÍREZ, Manual, pgs. 60-63, no concibe la norma en forma im- desvalor del resultado si sólo acepta que la norma penal prohibe com-
perativa, sino como un modelo inserto en un conflicto social que indica la portamientos? Únicamente señala que ellos deben concurrir y pretende
solución que no ha de seguirse. La califica de «instrucción significativa», en desvincular la labor del legislador de la norma en sí. Destaca que el le-

48 49
r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
desvalor- señala que la norma de conducta puede incluir un resul- miento es distinta de la norma secundaria de sanción, pues tienen
tado, que es posible condicionar la prohibición a su producción*8. Re- objetos y sujetos diversos. Pero la norma promulgada no se distin-
conoce valoraciones, pero afirma que el problema está en no percibir gue de la norma primaria de conducta. Simplemente, pueden sepa-
la relación entre ellas y el contenido de la norma de conducta. Pro- rarse niveles de valoración, en cuanto la evaluación general del le-
pone separar la lesividad o desvalor material del hecho, como con- gislador ha de concretarse92.
tenido de la norma ideal (promulgada), de la infracción culpable de
la norma real de conducta84. Cree que la noción de antijuridicidad se Desde el punto de vista de la norma primaria de conducta, di-
ha de reservar a esto último (infracción culpable), pues es lo único remos que es cierto que el resultado no es objeto directo de la prohi-
relevante90. En realidad, es lo único relevante desde la perspectiva de bición, en cuanto ella determina conductas. Sin embargo, los com-
la norma secundaria de sanción. Efectivamente, la norma de sanción portamientos no se prohiben por sí mismos, sino con atención a sus
requiere como presupuesto la infracción completa de la norma pri- resultados o efectos93. Efectos que son valorados en forma negativa
maria de conducta. Distinto es que la norma primaria se limite al por el Derecho penal, por atentar contra el normal desenvolvimien-
desvalor de la conducta. Esta norma tiene aspectos directivos y va- to de las relaciones sociales, pues impiden la armónica convivencia
lorativos. Ambos deben considerarse en forma íntegra para la apli- entre los hombres. De esta manera, la norma penal - q u e determina
cación de la norma secundaria 41 . La norma primaria de comporta- el contenido de lo injusto- conecta con una determinada acepción de
la misión que se le confiere a este Derecho. La misión que aquí se
acoge como guía de la labor dogmática y legislativa apunta a la con-
servación de un cierto orden social, a través de la protección de bie-
gislador realiza una doble tarea al crear la norma penal: determinar pre- nes indispensables para el desarrollo del hombre en sociedad94. Bus-
viamente cuáles valores han de proteger y qué situaciones se han de des-
valorar como intolerables e improtegibles. Agrega que el objeto de la nor-
ma de valoración y el objeto de la norma de determinación coinciden, en
cuanto acepta que las conductas prohibidas han sido previamente desva-
loradas con atención a un resultado que se quiere evitar. Por otro lado, se-
ñala que el legislador es quien valora, mientras que la norma sólo prohi- ción, sino también en la aplicación de la norma secundaria. La principal di-
be conductas, como si fueran dos aspectos separados e independientes. ferencia es que la norma secundaria tiene como presupuesto la infracción
En contra de esas concepciones imperativas, BUSTOS RAMÍREZ, Obras, t. I, de la primaria.
pgs. 136-139 (también, «Política criminal e injusto», en Control social, pgs. 92. Así también, MOLINA FERNÁNDEZ, Antijuridicidad, pgs. 72, 78, 102, 105, 108,
172-174). 109, 114, 138 y 379, admite distintos niveles en los que puede valorarse un
88. MOLINA FERNÁNDEZ, Antijuridicidad, pgs. 764 y 801, destaca que no sólo es hecho por su relación con el bien jurídico-penal.
posible, sino que autores que lo rechazan mantienen esta solución en algu- 93. Ver CONDE-PUMPIDO FERREIRO, Cándido, «La crisis del contenido sustan-
nos casos. Su inclusión quedaría a la libre elección del legislador y la criti- cial del delito», en ADPCP (1960), vol. XIII, fase. III, pgs. 408 y 410. Reco-
ca porque en la realidad no se pueden hacer más que juicios de probabili- noce que el deber jurídico debe concurrir a conformar el delito, pero aquél
dad. Por lo que sólo se puede aspirar a prohibir comportamientos capaces se impone «en razón de algo». Por ello el delito sería «resultado del in-
de lesionar, peligrosos (pgs. 802-805 y 814). cumplimiento de un deber jurídico impuesto para tutelar jurídicamente
89. MOLINA FERNÁNDEZ, Antijuridicidad, pgs. 27, 605, 606, 611, 612, 634 y 679 y ss. un bien».
90. Se está refiriendo a una antijuridicidad completa. Es similar a la actual te- 94. Como dice GARCÍA-PABLOS DE MOLINA, Antonio, Derecho penal. Introducción,
sis de MIR Puic Junto con hablar de una «relación normativa completa», Servicio de Publicaciones de la Facultad de Derecho de la Universidad de
declara que antijuridicidad es «genuinamente» antinormatividad si se con- Complutense, Madrid, 2000, pg. 88: «no se trata de prohibir por prohibir, de
sidera como infracción de una norma de comportamiento. Ibíd., pgs. 60 y castigar por castigar, sino de hacer posible la convivencia y la paz social».
496. Lo importante es asegurar el respeto por tales valores y no llegar a posicio-
91. De hecho, MOLINA FERNÁNDEZ, Antijuridicidad, pgs. 634, 639, 709, 780, 781 y nes extremas («no pretende realizar valores absolutos de la justicia», «ni
805, reconoce aspectos objetivos y subjetivos, no sólo en el desvalor de ac- ejercitar a los ciudadanos en la virtud de la obediencia»).

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado II. Injusto penal
96 ma un contenido valorativo remite a «algo» que se valora y tutela
TOS RAMÍREZ95 prefiere hablar de «desvalor de relación social» , antes
que de desvalor de acción o de desvalor de resultado. Entiende que frente a comportamientos que lo alteren o afecten. Desde este punto
no se puede explicar el contenido de la norma, ni de la antijuridici- de vista, la norma no presenta sólo un aspecto directivo, sino también
dad, por sí misma, sin que existan valoraciones que le sirvan de re- valorativo, que se vincula con la noción de bien jurídico-penal11'1.
ferencia. Considera que el bien jurídico-penal es ese «eje de referen-
cia» o punto de partida para la determinación de lo injusto. 2. CONCEPCIÓN GLOBAL
Ciertamente, la norma no se dirige a la prohibición de resultados Desde un contenido normativo, cabe hablar de dos facetas o dos
si éstos se conciben como meros efectos físico-naturales desvincula- calidades de la norma penal: directiva y valorativa. HRUSCHKA102 alu-
dos de comportamientos humanos 97 . Así, BACIGALUPO98 muestra que de a una unidad o a dos caras de una misma moneda. Rescata dos
este tipo de «resultados» no podía ser objeto de valoración de una perspectivas diferentes, una prospectiva y otra retrospectiva. La pri-
norma, sino - a partir de postulados finalistas- sólo comportamien- mera mira hacia el futuro y tiene en cuenta el carácter imperativo de
tos. De todas formas reconoce que de la tesis de WELZEL no se dedu- la norma. La perspectiva retrospectiva mira al pasado y rescata el as-
ce que el resultado se defina en términos naturales, ni que se rechace pecto valorativo de la norma, a modo de «baremo de medición».
su consideración dentro de lo injusto99. Lo antijurídico refiere a un Una misma norma presenta ambas calidades (imperativa y valorati-
comportamiento que contradice lo impuesto por la norma jurídica, va), según la perspectiva que se tome. La norma no se debe limitar a
que no implica sostener el solo desvalor de acción100. Asignar a la nor- su faceta imperativa. Ella también posibilita juicios de valor poste-

95. BUSTOS RAMÍREZ, Obras, t.1, pgs. 78-81, 96-99,140, 642 y 868 (asimismo, «Del RODRÍGUEZ DEVESA, José María y SERRANO GÓMEZ, Alfonso, Derecho penal
estado actual de la teoría del injusto», en Control social, pgs. 136-139; «Con- español. Parte general, Dykinson, 16a ed., Madrid, 199, pg. 424. En su época
sideraciones en torno del Injusto», en Control social, pg. 152-157; «política era dominante el desvalor de resultado como contenido de antijuridicidad,
criminal e injusto», pgs. 174 y 175); el mismo, Obras completas. Control Social por cuanto se entendía que era lo que el derecho prohibía. El contenido va-
y otros estudios, ARA, Lima, 2004, t. II, pg. 148-1; Manual, pgs. 48, 60 y 251- lorativo de la norma penal comprende tanto el desvalor de acción como el
254; «Imputación objetiva. (Cuestiones metodológicas y sistemáticas)», en desvalor resultado. Ver STRATENWERTH, Acción, pg. 50.
Estudios Penales y Criminológicos (1987-1988), t. XII, pgs. 134-136. 101. Es así que ni siquiera la teoría de las normas de Binding se desvincula de
96. Aun cuando sí distingue entre «desvalor de un ámbito situacional» -en la contenidos valorativos, ni de la referencia al bien jurídico. Ver BINDING,
tipicidad- y desvalor del resultado -en la antijuridicidad-. Sobre todo, BUS- Karl, Die Normen und ihre Übertretung, Liepzig, Frankfurt del M, 1922, vol.
TOS RAMÍREZ, Obras, t. II, pgs. 39-43 («Política criminal y Derecho penal», en I (reimp., Scientia Verlag Aalen, Hamburg, 1991), pgs. 338-364; el mismo,
Control social, pgs. 37-41). DE LA CUESTA AGUADO, «Norma primaria», pg. Die Normen und ihre Übertretung, Liepzig, 2° Auf., Frankfurt del M, 1916,
171, habla de un des valor de la conducta humana, que no coincide con el vol. II, Hálfte 1 (reimp., Scientia Verlag Aalen, Hamburg, 1991), pg. 231;
desvalor de acción ni con el desvalor de resultado, pero «puede contener Die Normen und ihre Übertretung, Neudruck der Ausgabe, Leipzig, Frank-
aspectos de los dos». furt del M, 1919, vol. IV (reimp., Scientia Verlag Aalen, Hamburg, 1991),
97. Así, citar como ejemplo de resultado la imposibilidad de mandar que no pg. 363. Cfr., KAUFMANN, Armin, Teoría de las normas. Fundamentos de la
lloviese. Éste no es un verdadero resultado porque no es producido por el dogmática penal moderna, trad. E. BACIGALUPO y E. GARZÓN VALDÉS, Depal-
hombre, por lo que una norma no puede dirigirse a su evitación. ma, Buenos Aires, 1977, pgs. 87 y ss. Aun cuando se preocupa de señalar
98. BACIGALUPO ZAPATER, Enrique, «La función del concepto de norma en la que Binding mantiene una referencia al bien jurídico «más fina, sólo bajo
dogmática penal», en RFDUC, 12 (1986), pgs. 67 y 68. el punto de vista del "dictado de la norma"».
99. Ello no sólo porque describe el resultado como lesión de bienes jurídicos, 102. HRUSCHKA, Joachim, «Reglas de comportamiento y reglas de imputación»,
sino también porque no lo relega de lo injusto. Simplemente destaca que el trad. F. BALDÓ LAVILLA, en ADPCP (1994), vol. XLVII, fase. III, pgs. 344 y
desvalor de resultado no basta. 345. En nuestro país, PINA ROCHEFORT, Juan Ignacio, «Causalidad e impu-
100. Superada la discusión de si la antijuridicidad se refería a un aspecto for- tación. Algunas consideraciones acerca de su ubicación y relevancia en el
mal o si requería de uno material, hoy se controvierte su contenido. Así, Derecho penal», en RChD, 3 (2003), vol. 30, pg. 529.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal

ñores, en orden a juzgar si se ha actuado o no conforme a las reglas sentido sin la otra o se reconoce, al menos, que el fundamento de las
impuestas desde un punto de vista prospectivo. Tampoco la admi- normas prohibitivas está en la valoración que ellas realizan. CEREZO
sión de juicios de valor desconoce importancia al carácter imperativo MiRIOh, por ejemplo, destaca que estas normas están en función de va-
de la norma. La norma penal es norma de determinación -que, como loraciones que constituyen su «presupuesto lógico». Además, habla
tal, sólo puede dirigirse a mandar, prohibir o permitir conductas-, de juicios de valor en un doble sentido, positivo y negativo. Efecti-
pero que va unida a una norma de valoración. El juicio de valor poste- vamente, se pueden distinguir dos valoraciones diferentes según el
rior permite juzgar si el comportamiento del agente mantiene incólume la si- punto de vista que se tome y de cuál sea el objeto sobre el cual re-
tuación tutelada o la altera, de modo que aquél se valora positiva o negati- caigan. Este autor las describe como «valoración positiva de ciertos
vamente103. MIR PUIG1"4 -que separa tipicidad de antijuridicidad, pues bienes por parte del Derecho, que los eleva a la categoría de bienes
aquélla no implica todavía infracción de la norma penal- subraya, en jurídicos» y «valoración negativa de las acciones dirigidas a su le-
el último tiempo, la relevancia de las valoraciones como guía para sión y que sean peligrosas desde el punto de vista ex ante»w7. Procla-
provocar una «evaluación crítica» de las normas penales. Señala que ma la necesidad y conveniencia de no separar esas dos clases de nor-
en el ámbito penal los derechos y deberes son dos perspectivas dife-
rentes: los derechos equivalen a los valores protegidos (bienes jurídi-
co-penales) y los deberes a normas prohibitivas o preceptivas. Se sa- LES PRATS, «Función», pgs. 539, 548 y ss.; MARTÍNEZ ESCAMILLA, Margarita,
be que una obligación, según la posición en que se mire (activa o La imputación objetiva del resultado, EDERSA, Madrid, 1992, pgs. 186-189;
pasiva), implica un deber o un derecho, pero no deja por eso de ser RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de peligro, pgs. 130 y 131; ALCACER GUIRAO,
una misma obligación. En este sentido, deber y derecho (dirección y Rafael, «El juicio de adecuación de la conducta. Consideraciones sobre la
valoración) son dos caras de una misma moneda. Por lo que este aná- teoría de la imputación objetiva y sobre la tentativa», en ADPCP (1996),
vol. XLIX, fase. II, pgs. 487 y 488. Incluso consideraciones en principio im-
lisis no es extraño en el ámbito jurídico-valorativo. perativas -así la de MIR PUIG O HUERTA TOCILDO- no pueden dejar de reco-
nocer el alcance de las valoraciones dentro de la norma penal. Ver BUSTOS
Es así como otros autores admiten estos dos tipos de normas o RAMÍREZ, Introducción, pgs. 57 y 58; el mismo, Obras, t. I., pgs. 93, 94, 513,
esas dos calidades de la norma penal105. De modo que una no tiene 786 y 787; JESCHECK y WEIGEND, Tratado, pgs. 253-255; WOLTER, Jürgen, Ob-
jektive und personale Zurechnung von Verhalten, Gefahr und Verletzung in ei-
nem funktionalen Straftatsystem, Duncker & Humblot, Berlín, 1981, pgs. 25-
103. También existen valoraciones ex ante, desde una perspectiva prospectiva, 29, 46 y ss.; el mismo, «Imputación objetiva y personal a título de injusto.
en cuanto el legislador aprecia conductas en abstracto y las enjuicia valo- A la vez, una contribución al estudio de la aberratio ictus», en B. SCHÜNE-
rativamente para su incriminación. Se valora una situación que, por ello, MANN (comp.), El sistema moderno de Derecho penal: cuestiones fundamentales,
se determina que se ha de respetar. Así, la norma establece deberes en tecnos, Madrid, 1991, pgs. 110-112, 132 y 133; SOLA RECHE, Esteban, La lla-
cuanto desaprueba comportamientos que contraríen situaciones que valo- mada «tentativa inidónea» de delito. Aspectos básicos, Comares, Granada, 1996,
ra y protege. pgs. 44, 45, 51-55, 60, 61 y 68-71. Así, la antijuridicidad material se ha en-
tendido integrada por un desvalor de acción y un desvalor de resultado.
104. MIR PUIG, «Valoraciones», pgs. 77 y 78.
105. En nuestra doctrina, ETCHEBERRY, Derecho penal. Parte general, t. I, pg. 30. In- 106. CEREZO MIR, José, Curso de Derecho penal español. Parte general, Tecnos, 6'1
dica que dictada la norma penal, la valoración «forma parte de su esencia, ed., Madrid, 2001, vol. II, pgs. 154-157. También como valores que funda-
es absolutamente inseparable de ella, ni aun por operación lógica». CURY mentan mandatos, MUÑOZ CONDE y GARCÍA ARAN, Derecho penal, pgs. 304
URZÚA, Derecho penal, pg. 19, 356. Señala que «la valoración es, ante todo, y 305. Manifiestan que no existe jerarquía entre las normas de determina-
norma de conducta ajustada a derecho y, en segundo término, norma de ción y las normas de valoración y ambas concurren en «un mismo nivel»
protección». ROXIN, Strafrecht, 269 y 270, explica que la imposibilidad de a fundamentar la antijuridicidad de la conducta.
mandar o prohibir resultados sólo es cierta en la medida en que ello se hace 107. También así, LUZÓN PEÑA, Curso, pgs. 64-67. Pero incluye en la valoración
en forma independiente de los comportamientos. Asimismo, CUELLO CON- negativa tanto la desaprobación del comportamiento como la del resulta
TRERAS, Joaquín, El Derecho penal español. Parte general, Dikinson, 3a ed., Ma- do producido. Cabe acotar que, aunque «para referirse al desvalor de re-
drid, 2002, pgs. 435 y 436; LUZÓN PEÑA, Curso, pgs. 338, 339 y 341; MORA- sultado» habla adecuadamente de desvalor de la «situación jurídicamente

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal

mas, no sólo según el servicio que el Derecho ha de prestar, sino tam- ma. Este autor no sólo despoja la norma de contenidos valorativos,
bién según la concreta y efectiva regulación vigente en su país. En- sino que también la desvincula de su faceta directiva o imperativa,
tiende que la postergación del desvalor de resultado no es compati- al pretender dotarla sólo de una faceta de orientación. Si bien única-
ble con la normativa penal española, que - a diferencia de la alemana mente suele subrayarse la desconexión entre lo valorativo y lo im-
y como en Chile- establece una atenuación obligatoria respecto de la perativo" 1 , se aprecia una cierta separación entre la calidad directiva
tentativa. En realidad, no son dos normas diferentes, sino dos as- e imperativa. Concibe la norma como expectativas institucionaliza-
pectos o facetas de una misma norma. Desde un punto de vista pe- das, en cuanto permite asegurar a las personas que ellas se van a
nal, la distinción relevante es la que se hace entre norma primaria de mantener. El Derecho penal asegura la vigencia de la norma y ésta
comportamiento y norma secundaria de sanción, que no se distin- conserva expectativas sociales112. Ciertamente, la norma tiene una di-
guen por su estructura sino por el objeto y sujetos a los que están di- mensión comunicativa y conserva también expectativas sociales. Pe-
rigidos108. Interesa determinar cuál es el presupuesto que se ha de ro ello no implica negarle una dimensión valorativa ni una impera-
cumplir para la aplicación de una norma de sanción, que no es más tiva. Respecto de la posibilidad de compatibilizar el carácter
que la infracción completa de la norma primaria de conducta (con imperativo de la norma con su faz directiva o de orientación se pro-
aspectos directivos y valorativos). nuncia SILVA SÁNCHEZ113. Afirma que una u otra calidad depende de
la posición que tenga el sujeto: si se considera como «potencial de-
Una concepción particular de norma mantiene JAKOBS"14, que lincuente» o como «potencial víctima»114. Así, SILVA SÁNCHEZ pone el
-siguiendo a LUHMANN 110 - la vincula con la funcionalidad del siste-

KASTNER [et al.], introducción de R. NOBLES y D. SCHIFF, Oxford University


indeseable», surgen algunas confusiones de los términos que emplea. De Press, Oxford, 2004, pgs. 143, 145-165; el mismo, Rechtssoziologie, West-
este modo, comprende dentro de esa situación indeseable tanto el desva- deutscher, 2'1 ed., Hamburgo, 1983, pg. 43.
lor del resultado, como el «desvalor del hecho» para los delitos de mera ac- 111. Es así que MIR PUIG, «Valoraciones», pg. 79 -que actualmente plantea la in-
tividad. El desvalor de resultado debe estar presente independientemente clusión de valoraciones en lo injusto- critica su postura y la califica de au-
de un efecto separable de la acción y se concibe, precisamente, como una toritaria, al convertir la norma en un objeto en sí mismo valorado. «La nor-
situación creada y desaprobada por el derecho que va más allá del com- ma pasa de ser instrumento que necesita ser legitimado por su fin, a fin en
portamiento que la origina. sí mismo legitimado».
108. La particularidad de la norma de sanción es que requiere de la infracción 112. Entiende que el Derecho penal «garantiza la expectativa de que no se pro-
de otra norma para su aplicación, pero sigue siendo una norma de com- duzcan ataques a bienes» y que el bien se representa como «expectativa
portamiento. garantizada», JAKOBS, Günther, ¿Qué protege el Derecho Penal: bienes jurídi-
109. JAKOBS, Günther, Nonn, Person, Gescllschaft, Duncker & Humblot, 2° ed., cos o la vigencia de la norma?, trad. M. Cancio Meliá, Ediciones Jurídicas Cu-
Berlín, 1999, pgs. 51-58; el mismo, Derecho penal, pgs. 44-47; «El concepto yo, Mendoza, 2001, pgs. 17 y 18.
jurídico-penal de acción», en Estudios de Derecho penal, trad. y estudio pre- 113. SILVA SÁNCHEZ, Jesús María, «¿Directivas de conducta o expectativas insti-
liminar E. Peñaranda Ramos, C. Suárez González y M. Cancio Meliá, Civi- tucionalizadas? Aspectos de la discusión actual sobre la teoría de las nor-
tas, Madrid, 1997, pgs. 116,117,120 y 121; «Comportamiento evitable y sis- mas», en Modernas tendencias en la ciencia del Derecho penal y en la criminolo-
tema de Derecho penal», en Estudios de Derecho penal, trad. y estudio gía, Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid, 2001, pgs.
preliminar E. Peñaranda Ramos, C Suárez González y M. Cancio Meliá, 567-571.
Civitas, Madrid, 1997, pgs. 149-158. En similar sentido, LESCH, Heiko Hart- 114. Por otro lado, la destacada compatibilidad de la faceta imperativa y valo-
mut, Der Verbrechensbegriff. Grundlinien einer funktionalen Revisión, Cari rativa en la norma penal puede hacerse también con atención al sistema
Heymanns Verlag KG, Colonia, Berlín, Bonn, Munich, 1999, pgs. 187-189, funcional. Ello si este sistema se reserva como mecanismo o herramienta
203 y ss., el mismo, La función de la pena, trad. J. Sánchez-Vera Gómez-Tre- para la descripción de la realidad que no excluye consideraciones valora-
lles, Dykinson, Madrid, 1999, pgs. 47-50. tivas relativas a la persona humana, al modelo de Estado imperante y a las
110. Específicamente, normas como expectativas estabilizadas contrafáctica- características propias del Derecho penal. En este sentido ver SOTO NAVA-
mente, LUHMANN, Niklas, Law as a social system, trad. K. A. Ziegert, Eds. F. RRO, La protección, pgs. 23, 26-30, 169, 231, 244 y ss.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado II. Injusto penal
ejemplo de un semáforo en un cruce de calles, que en una aparece bargo, por ahora buscamos destacar únicamente que -así como es
con luz roja y en la otra con luz verde. Señala que si el semáforo es- compatible el aspecto imperativo con el directivo- una considera-
tá verde encarna una expectativa para el conductor de que los otros ción normativa semejante a la que sostenemos no se opone a la ob-
vehículos van a detener su marcha y no se van a cruzar en su cami- servación y valoración de la realidad social. Es más, la norma no se
no. Pero en la otra calle el semáforo está rojo y le prohibe a los otros entiende vacía de contenido, sino que se ha de complementar con la
conductores continuar su marcha. De este modo habla de una sola realidad que estima objeto de respeto118. Antes de examinar qué es lo
norma, de un «único sistema semafórico». Destaca que ambas posi- que la norma desvalora es necesario precisar qué es lo que valora.
bilidades se pueden dar en un mismo sujeto, pues los papeles se in-
vierten en el curso de las interacciones sociales. Agrega que la nece-
sidad de tener en cuenta estos dos aspectos se puede deducir,
II. EL PROBLEMA DEL BIEN JURÍDICO-PENAL
incluso, de los propios postulados de JAKOBS, en cuanto a que la mis-
ma frustración de una expectativa presupone una comunicación pre- Otro de los temas fundamentales para el Derecho penal es la no-
via. Sostiene que lo que sucede es que la expectativa que contiene la ción de bien jurídico-penal y, sobre todo, su función y relevancia den-
norma se da en dos niveles: 1) antes de la frustración de la expecta- tro de la teoría del delito119. Este concepto -como lo injusto- resulta
tiva, ella integra la norma de conducta y 2) frustrada la expectativa, una problemática inabarcable para los límites de este trabajo, pero
ella se reestablecerá a través de la pena. La expectativa contenida en que no puede eludirse. Por ello, sólo se expondrán algunas de sus
la norma se reestablecerá por la misma norma y por la pena"\ concepciones más relevantes para luego optar por aquella que se con-
sidere más adecuada dentro de una determinada noción de la socie-
Aquí ya se observa que la discusión acerca de las normas toma
dad y del Derecho penal, que sirva de guía para la discusión de las
otros ribetes que tendrán repercusión en el desarrollo mismo de la
cuestiones que se plantean. Una norma penal como norma que úni-
teoría del delito. De hecho, el propio SILVA SÁNCHEZ"* expresa que es-
camente impone deberes (mandatos y prohibiciones) permite que su
tas elaboraciones acerca de la norma reabren el debate sobre su sig-
sola infracción sea suficiente para configurar el delito. Sin embargo,
nificado para la teoría del delito ya se considere una «teoría de la in-
aceptar la concurrencia de valoraciones lleva al examen de aquello
fracción personal de la directiva de conducta expresada en la
que se valora, cuya afectación se desvalora. Idea que repercute tanto
norma» o una «teoría de la imputación de la defraudación de una ex-
en la determinación de lo injusto penal como del resultado. Toda op-
pectativa social a los efectos de la imputación de una pena». La ex-
tensión o repercusión de este tema es global y excede con creces la
exposición del carácter de la norma penal, que tiene por fin colabo-
rar en la comprensión de la noción de lo injusto penal que se propo- como fundamento de la construcción del delito, particularmente al admi-
ne como base para el desarrollo del tema objeto de análisis. Pero no tir que es la obra de BINDING -sobre la teoría de las normas- la que co-
se puede dejar de reconocer la repercusión que su determinación tie- mienza el desarrollo de la moderna teoría del delito. Sin perjuicio de que
ne en los distintos ámbitos vinculados con dicho injusto11". Sin em- al final le atribuya a la norma una función secundaria.
118. En este sentido, SCHÜNEMANN, Bernd, «La relación entre ontologismo y
normativismo en la dogmática jurídico-penal», trad. M. Sacher, en Moder-
nas tendencias en la ciencia del Derecho penal y en la criminología, Universidad
115. Quizás la clave de la diferencia entre la tesis de JAKOBS y la de SILVA SÁN- Nacional de Educación a Distancia, Madrid, 2001, pgs. 660 y 661, partida-
CHEZ -como ellos mismos reconocen- está en el concepto de persona de la rio de un punto de partida normativista, afirma que la perspectiva nor-
que ambos parten: persona «construida» por el derecho o persona «pree- mativa y la ontológica son compatibles. Ellos se «entrelazan como en una
xistente» a él. rueda dentada», por lo que no pueden darse contradicciones.
116. SILVA SÁNCHEZ, «¿Directivas...?», pgs. 571-575. 119. El mero hecho de afirmar la existencia de bienes jurídico-penales no signi-
117. SILVA SÁNCHEZ, «¿Directivas...?», pgs. 73 y 74. Se adhiere al reconocimiento fica aún admitir una concepción material de injusto, pues aquél se puede
que realiza BACIGALUPO ZAPATER, «La función», pgs. 61 y 62, de la norma dejar como mero argumento o motivo para legislar (ratio legis).

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado II. Injusto penal

ción que se realice respecto de los diversos conceptos con los que se en general, las que basan la concepción del delito en la lesión del
trabaja, en especial el de bien jurídico-penal, está influida por la mi- bien -como expresión de autonomía del individuo-. La separación
sión que al Derecho penal se atribuye120. Así, éste -como conjunto de de esos dos aspectos se diluye al enfrentar el bien jurídico-penal a
normas garantes de la paz social- debe proteger los intereses o valo- una noción de norma que abandona postulados que oponen de esa
res más importantes para la constitución y conservación de la convi- forma criterios individuales y colectivos. Ahora, se presenta nueva-
vencia social. Intereses que, en cuanto se les brinda protección penal, mente una tendencia a vaciar de contenido a este bien. Se pretende
reciben el nombre de bienes jurídico-penales121. Esta aparente simpli- encontrar un bien afectado en cada tipo penal, sin considerarse co-
cidad no es tal, ya que una idea tan amplia no sirve realmente a la in- mo situación valorada previa que hay que proteger. En esta forma es
terpretación y puesta en marcha legítima del aparato punitivo. De he- utilizado como motivo de incriminación de conductas126. De modo
cho, es uno de los temas más tratados y discutidos hasta hoy. que perdería una de sus funciones más importantes, la de ser garan-
tía y límite de punición127.

1. PRINCIPALES DIFICULTADES Y PUNTOS DE PARTIDA PARA


LA FORMULACIÓN DE UN CONCEPTO DE BIEN JURÍDICO-PENAL
comunes (nacionalsocialista). Más adelante AMELUNG, Knut, Rechtsgüters-
La polémica en torno al bien jurídico dentro de la teoría del de- chutz und Schutz der Gesellschaft, Athenáum, Frankfurt del M., 1972, pgs.
lito no es nueva122. Antiguamente, se tendía a identificar la perturba- 330 y ss. -siguiendo postulados de LUHMANN- se olvida del bien jurídico y
rescata la idea de dañosidad social («Sozialschadlichkeit»), al entender que
ción del bien con la lesión de un derecho (subjetivo u objetivo)123.
se han de prohibir comportamientos perjudiciales para las condiciones de
Identificación que puede producirse en tesis inmanentes del bien ju- existencia de la sociedad. Se restaca la relevancia de la dañosidad social
rídico-penal, pero no trascendentales, pues van más allá del dere- aun en tesis como la de JAKOBS (y su discípulo LESCH), que llegan a la total
cho124. Posteriormente, han surgido doctrinas que, en sentido similar, identificación del bien con la norma o con la conservación de su vigencia.
fundan el delito en la lesión del deber impuesto por la norma, privi- Ver LESCH, Der Verbrechensbegriff, pgs. 193, 204 y 205; el mismo, Intervención
legiando intereses colectivos125. En oposición a estas doctrinas están, delictiva e imputación objetiva, trad. J. Sánchez-Vera Gómez-Trelles, Univer-
sidad Externado de Colombia, Bogotá, 1995, pg. 24 y 40; RODRÍGUEZ DEVE-
SA y SERRANO GÓMEZ, Derecho penal español, pg. 426. BUSTOS RAMÍREZ, Juan,
«Los bienes jurídicos colectivos», en Control social, pgs. 190,191 y 198. Afir-
120. Cfr., JAKOBS, Derecho penal, pg. 201. ALCACER GUIRAO, Rafael, ¿Lesión de bien ma que la posible confusión con el derecho subjetivo se asienta en una no-
jurídico o lesión del deber? Apuntes sobre el concepto material del delito, Atelier, ción formal del bien jurídico.
Barcelona, 2003, pgs. 21-23, 27, 31, 71, 73 y 99. 126. ROXIN, Strafrecht, pg. 13 y 14, habla de un «concepto "metodológico" de
121. Sin detenerse en mayores discusiones terminológicas, se optará por hablar bien jurídico», en cuanto le prive de real significado para el concepto ma-
de bien jurídico-penal. terial de delito, pues el legislador puede perseguir un fin cualquiera. Ver
BETTIOL, GIUSEPPE, Derecho penal. Parte general, Temis, Bogotá, 1965, pgs.
122. Así se destaca en la dogmática italiana, ver ANTOLISEI, Manuale, pgs. 176-
145-151. Se prestan para ello nociones ideales o abstractas de bien jurídico-
187; GREGORI, Giorgio, «Saggio sull'oggetto giuridico del reato», en G. BET- penal, que lo desvinculan de la realidad que le sirve de sustento -aun la de
TIOL y P. NUVOLONE (dirs.), Collana di Studi Penalistici, CEDAM, Padova, . von LISZT (intereses jurídicamente protegidos), al no conferirle contenido
1978, pássim. concreto-. V. gr., JESCHECK y WEIGEND, Tratado, pgs. 272-278; BAUMANN, WE-
123. Confusión que se produjo a pesar de que BIRNBAUM incorpora la doctrina BER y MITSCH, Strafrecht, pg. 15.
de los bienes jurídicos para distinguirlos de la teoría de los derechos sub- 127. Función que no ha de perder relevancia, a pesar de su actual cuestiona-
jetivos de FEUERBACH. miento y de que, incluso, se entienda que el «bien jurídico» no surge con
124. En general, se admite que las doctrinas trascendentales pueden referirse tal función. Ello, básicamene, en cuanto BIRNBAUM también pretendía in-
tanto a aspectos iusnaturalistas como a aspectos de índole político-crimi- corporar situaciones que la noción de derecho subjetivo de FEUERBACH de-
nal. Ver BUSTOS RAMÍREZ, Obras, 1.1, pg. 78. jaba fuera (ideas morales y religiosas). Ver MIR PUIG, Introducción, pgs. 128
125. Así lo hicieron algunos autores de la llamada Escuela de Kiel, como y 129; HASSEMER, Winfried y MUÑOZ CONDE, Francisco, Introducción a la cri-
SCHAFFSTEIN o DAHM, para poner énfasis en la protección de ciertos valores

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal

Independientemente de las críticas, esta función de garantía se cho puede llevar a difuminar el concepto y contornos del bien jurídi-
mantiene y se rechaza, en general, la regulación formal de delitos. co-peftal, pues aquello que todo lo explica, en realidad explica nada.
Pero para que semejante función tenga real interés es necesario pre- Hoy son las tesis funcionalistas las que han desarrollado una ar-
cisar qué es un bien jurídico-penal, sus contornos y contenidos. Des- gumentación de la función del Derecho penal más alejada de la pro-
de este momento, hay que decir que no cualquier bien merece res- tección de bienes penales. Así, JAKOBS132 entiende que lo fundamental
guardo penal. Actualmente, se presenta al Derecho penal como la es mantener el respeto por la vigencia de la norma. Considera que
«panacea» frente a los problemas que surgen en la sociedad actual, las normas penales se legitiman efectivamente en cuanto son nece-
caracterizada como «sociedad de riesgos». Efectivamente, las de- sarias para conservar la forma de la sociedad y del Estado. Se trata
mandas sociales de punición han aumentado considerablemente en de garantizar «expectativas imprescindibles para el funcionamiento
el último tiempo para enfrentar los riesgos que hoy se presentan, de la vida», que no se dan por perdidas en caso de que se defrauden.
fruto, básicamente, del avance tecnológico128. Una de las manifesta- Se puede decir que para desarrollar esta idea, JAKOBS toma como ba-
ciones de esta inflación se observa en la ampliación de los bienes ju- se, fundamentalmente, dos conclusiones: 1) que los bienes se encar-
rídico-penales (especialmente a través de bienes colectivos o su- nan en la persona y 2) que la sociedad puede ser representada por la
praindividuales) y en los términos generales y vagos que se emplean posesión de bienes133. Se vale de la primera conclusión para afirmar
en su descripción129. De esta forma, HASSEMER130 señala que esta no- que el Derecho penal en lugar de proteger bienes «garantiza la ex-
ción se ha transformado en un verdadero «mandato para penalizar» pectativa de que no se produzcan ataques a bienes», pues es lo que
y que su protección tiende a ser crecidamente «institucional», vincu- puede asegurarse a las personas. El hecho de afirmar que la persona
lada más con el Estado que con el individuo131. Ciertamente, este he- «encarnada en sus bienes» es la protegida por la norma, se justifica
«de algún modo» porque el bien jurídico-penal tiene un sustrato y
un titular, pero no es la persona en sí misma el objeto protegido.
minología y al Derecho penal, Tirant lo Blanch, Valencia, 1989, pg. 106; SILVA Además, reconoce que todavía la expectativa no se puede separar de
SÁNCHEZ, La expansión, pg. 114; MANTOVANI, Ferrando, Diritto pénale. Parte la protección del bien y expresa que para el Derecho penal el bien
genérale, CEDAM, 4'1 ed., Padova, 2001, pg. 207. Contra, MARX, Michael, aparecerá como «pretensión del titular de que éste sea respetado».
Zur Definition des Begriffs «Rechtsgut», Cari Heymans Verlag KG, Colonia, Así, llega a formular que el bien ha de ser representado como norma
Berlín, Bonn, Munich, 1972, pgs. 5, 6 y 21-23. o «expectativa garantizada». A similar afirmación llega a partir de su
128. Los nuevos riesgos son sólo una de las causa de estas mayores demandas segunda conclusión. La sociedad así representada sólo puede adop-
sociales de punición. Influye también, entre otros factores, el temor de la tar como punto de referencia «la infracción de un rol». Su quebran-
población (sensación de riesgo). Así lo destaca particularmente SILVA SÁN-
tamiento no puede ser correctamente aprehendido como lesión de
CHEZ, La expansión, pgs. 36 y 37.
129. Mecanismos como, leyes penales en blanco, elementos normativos, tipos
abiertos, tipos de peligro abstracto, etcétera.
130. HASSEMER, Persona, pgs. 48 y 53.
ticipación ciudadana electoral) amenazaba con penas el dejar de votar sin
131. Hecho que se agrava con los bienes jurídico-penales colectivos. Ver HASSE- causa justificada. Para enfrentar este peligro destaca la importancia del
MER, Winfried, «Lineamientos de una teoría personal del bien jurídico», en «principio esencial de respeto por la persona' humana» que no ha de que-
DP, 46/47 (1989), abril-septiembre, pgs. 278-280; el mismo, «Derecho pe- brantarse, además de la ineficacia del sistema. Admite que la primacía de
nal simbólico», pg. 32. Antes de examinar su noción personal de bien jurí- este principio puede cambiar según el modelo filosófico que prime. Es así
dico-penal, cabe destacar que lo inserta dentro del sistema penal («varian- que la opción por la tutela de bienes penales sólo es viable en un Estado
te sistémica»). En nuestro medio, ya en 1962 ETCHEBERRY, Alfredo, que respete a la persona como límite de su actuación (un Estado democrá-
«Objetividad jurídica del delito económico», en RCP (1962), t. XXI, pg. 73, tico de Derecho).
advierte -en el ámbito económico- la tentación de la autoridad pública de 132. JAKOBS, Derecho penal, pgs. 44 y ss., §§2 y ss., 24-25a.
utilizar recursos penales para otros fines. Recuerda el caso de la legislación 133. JAKOBS, ¿Qué protege...?, pgs. 17, 18 y 25-34.
electoral que (con un «propósito muy noble y elevado» de procurar la par-

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
un bien, aunque sí admite que es factible sostener que se ha «obvia- 1
cia de la norma» *. En definitiva, no logra zafarse de la idea de bien
do la creación de un bien». jurídico-penal, que identifica con el respeto por la vigencia de la
Critica la concepción de bienes jurídico-penales como «situacio- norma13'. Tampoco admitir que se garantizan expectativas de vigen-
nes valoradas positivamente», pues entiende correctamente que no cia de la norma penal lleva a proclamar la omisión o derogación de
toda perturbación de esos bienes es penalmente relevante. Así, suce- este concepto del orden penal.
dería «extrañamente» que no toda destrucción de un bien es sancio- Aquellas doctrinas que, siguiendo estos postulados, identifican
nada penalmente 134 . Efectivamente, el Derecho penal no sólo protege bien jurídico-penal con la vigencia de la norma o con la conservación
bienes especialmente importantes, sino que también lo hace frente a de determinadas expectativas o contextos sociales que se han de man-
determinadas formas de ataque: graves, imputables y culpables. El tener, nada dicen aún del necesario carácter penal de la norma. Básica-
hecho de que este Derecho no deba intervenir cuando un bien penal mente, son tesis que pretenden establecer el bien jurídico-penal como
se afecta por un hecho natural o por un hecho inevitable, no implica algo inmanente al sistema jurídico (a partir de la norma penal)"". Aun
así, hablan de normas nucleares o de determinados «contextos» que se
negar su existencia, identificándolo con el respeto por la vigencia de
han de resguardar' 41 . Sin embargo, ¿por qué ellas son nucleares, qué
la norma. Señala que la perturbación más que dirigirse contra la si- contextos son penales y cuáles no lo son"2? ¿Serán aquéllos funcionales
tuación valorada, debe hacerlo contra «la propia valoración positi-
va». Pretende hacer hincapié en el mandato contenido en la norma,
al referirse a la valoración positiva misma, y no a la situación que se
valora. Pero no deja de admitir la concurrencia de valoraciones. Se 138. JAKOBS, Günther, Sociedad, norma y persona en una teoría de un Derecho Penal
comprende la crítica que se le dirige, en cuanto no considera todos funcional, trad. M. Cancio Meliá y B. Feijoo, Civitas, Madrid, 1996, pg. 46.
Por ello, considera al delito o al «hecho penal» no como lesión de un bien,
los aspectos que engloba la noción de bien jurídico-penal135. De todas sino como «lesión de la juridicidad». El mismo, La ciencia del Derecho penal
formas, no parece poder desligarse de una «situación» que la norma ante ¡as exigencias del presente, trad. T. Manso Porto, Universidad Externado
tutela y de una «situación» que la perturba136. De este modo entien- de Colombia, Bogotá, 2000, pg. 27.
de que la lesión del bien jurídico-penal está constituida por la opo- 139. Ello, sobre todo, cuando alude a una «norma subyacente» que aparece como
sición a la «norma subyacente»137. Asimismo, señala que «también el algo más que la norma penal. Aunque es más claro si se habla de objeto pro-
discurso del bien jurídico es u n discurso metafórico sobre la vigen- tegido por la norma penal. Algunos autores destacan la imposibilidad de
dejar de considerar este objeto. Ver SANTANA VEGA, Dulce María, La protec-
ción penal de los bienes jurídicos colectivos, Dykinson, Madrid, 2000, pg. 41.
140. Incluso BINDINC, que elabora su teoría del delito desde la infracción de la
norma, se pregunta por su fin y lo conecta con la protección de bienes ju-
134. JAKOBS, Derecho penal, pg. 45. rídicos. BINDINC, Die Normen, vol. I, pgs. 338-364.
135. Ver POLAINO NAVARRETE, Miguel, Derecho penal. Parte general, Bosch, Barce- 141. El mismo JAKOBS, Derecho penal, pgs. 44 y 45, afirma que «no existe ningún
lona, 2000, t. II, vol I, pgs. 573, 574 y 586. No basta la pura remisión a la ca- contenido genuino de las normas penales, sino que los contenidos posibles
tegoría de estado o situación sin otro referente. Así, especialmente al criti- se rigen por el respectivo contexto de la regulación». El sostener algún cri-
car tesis fundadas únicamente en tal remisión, el mismo, El injusto típico en terio de referencia para las normas penales no niega la influencia del con-
la teoría del delito, Mave, Corrientes, 2000, pgs. 371 y 372. texto que se regula, sino que permite visualizarla con mayor claridad.
136. Así, se destacan los conceptos de estado o situación. Cfr., REAL ACADEMIA 142. Esta idea de «contexto» penalmente tutelable ha surgido particularmente
ESPAÑOLA, Diccionario de la lengua española, Espasa Calpe, 22'1 ed., Madrid, respecto de los bienes jurídico-penales colectivos. SILVA SÁNCHEZ, La expan-
2001, t. II, pgs. 669 y 1408. Estado como «situación en que se encuentra al- sión, pgs. 122-130, destaca el medio ambiente como contexto típico de bie-
guien o algo, y en especial cada uno de los sucesivos modos de ser o es- nes individuales tradicionales. En este ámbito entiende que el Derecho pe-
tar». Situación: «estado o constitución de las cosas o personas». nal entra «en relación con fenómenos de dimensiones estructurales,
137. Así, JAKOBS, Derecho penal, pg. 46, señala que en el homicidio, la lesión del globales o sistémicas» que lo ha convertido en un «Derecho de gestión (pu-
bien jurídico-penal no es la «acusación de una muerte», sino la «oposición nitiva) de riesgos», administrativizándose. De este modo critica sobre to-
a la norma subyacente». do los problemas de acumulación que esto puede generar. A pesar de crí-

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
al sistema social i m p e r a n t e ? Sin perjuicio d e q u e sea necesario asegu- cisionismo». Ello especialmente si se entiende que de la infracción de
rar expectativas sociales y q u e las p e r s o n a s d e b e n p o d e r confiar q u e la-norma se deduce necesariamente una sanción penal1". Pero, ¿cómo
d e t e r m i n a d o s ó r d e n e s se v a n a m a n t e n e r p a r a a c t u a r y desarrollarse, se determina el carácter penal de una norma? De hecho esas mismas te-
¿qué ó r d e n e s d e b e n a s e g u r a r s e p e n a l m e n t e ? El reconocimiento d e ta- sis no se contentan con la sola reafirmación de la vigencia de la norma
les h e c h o s n o tiene p o r q u é s u p o n e r u n a tutela p u r a m e n t e formal q u e y buscan un elemento que sea propio del ámbito penal -ya por contex-
vacíe d e c o n t e n i d o a la n o r m a p e n a l . En este s e n t i d o se dirige la crítica tos o por normas nucleares-. Se entiende que existe algo que se prote-
d e SCHÜNEMANN 1 4 5 en c u a n t o a q u e este m é t o d o se b a s a en u n p u r o «de- ge, un objeto de tutela. No se trata de afirmar la protección de bienes
jurídicos sin más, sino de comprender qué determina la condición pe-
nal de las normas.
ticas semejantes, algunos autores se valen del «contexto» específicamente
con relación a bines colectivos con referente individual o aquellos q u e se
califican de «bienes intermedios» para definir al bien jurídico-penal. En es- 1.1. Puntos de partida
te sentido, ÍÑico CORROZA, Elena, La responsabilidad penal del fabricante por
defectos de sus productos, J. M. Bosch, Barcelona, 2001, pgs. 44-51. En la pro- Una noción global de la norma penal (al integrar valoraciones)
tección d e contextos lo fundamental es el resguardo de las expectativas so- permite comprender que la protección penal considere tanto situa-
ciales. Señala que la vigencia d e la norma no se quebranta únicamente por ciones que se valoran positivamente, como aquellas que las pertur-
la lesión del bien individual, sino q u e «puede verse d a ñ a d a por cualquier
menoscabo de la confianza de los individuos». Por la amplitud que ello
ben. Esta norma no manda o prohibe comportamientos sin más, si-
puede generar debe señalar que las expectativas se fundamentan en bienes no que lo hace con atención a determinadas realidades que se
jurídicos. Agrega q u e los bienes han d e ser analizados en cada contacto so- quieren tutelar. Por un lado, no toda situación valorada requiere pro-
cial. Así, las expectativas sociales se fundan en bienes y los bienes, a su tección penal, sino sólo aquella necesaria para los fines del Derecho
vez, se determinan dentro del contexto social «donde lo fundamental es el penal14'. Por otro lado, no todo ataque contra tales situaciones es pe-
resguardo d e expectativas». N o logra explicar tal fundamentación y por nalmente relevante. Así, no interesa la muerte o lesiones causadas
eso termina identificando bien jurídico-penal con expectativas sociales.
por un terremoto, ni las provocadas en legítima defensa o cuya evi-
Expresa correctamente que el que existan aspectos personales en la deter-
minación del bien jurídico-penal no implica su reconducción a bienes in- tación no pueda exigirse por una fuerza irresistible o un miedo in-
dividuales. Pero mantener una noción funcionalista que identifique aque- superable, etc. Sin embargo, no se puede conservar este concepto sin
llos bienes con el resguardo d e expectativas sociales o con la vigencia de la delimitar sus contornos14".
norma tampoco es el camino para admitir consideraciones sociales. GAR-
CÍA CAVERO, Percy, La responsabilidad del administrador de hecho de la empresa: A) Bases generalmente aceptadas
criterios de imputación, J. M. Bosch, Barcelona, 1999, pgs. 34, 37, 49-52 y 72,
admite la formalidad d e la tesis de JAKOBS y precisa que ni la norma penal Para precisar la idea de bien jurídico-penal puede servir co-
ni las expectativas sociales se protegen por sí mismas. Su relación con el menzar por fijar criterios generalmente aceptados por la dogmática
bien jurídico queda más clara al señalar que las expectativas se protegen
como aspectos fundamentales d e la convivencia humana, por lo que son
presupuestos necesarios para el desarrollo personal.
143. Se HÜNEMANN, «Consideraciones», pgs. 205-209, considera que este método
funcionalista implica una serie de argumentaciones circulares que llevan a 144. SCHÜNEMANN, «La relación», pgs. 646, 647 y 651.
llenar los vacíos que se dejan con puras decisiones. Así, en el ámbito de la 145. Básicamente para mantener la paz social q u e permite el libre desarrollo de
culpabilidad: ésta se presenta como consecuencia d e la imputación jurídi- la persona. A u n con otros términos, GARCÍA-PABLOS DE MOLINA, Derecho pe-
co-penal, que - a su v e z - se explica por la culpabilidad. Variados cuestio- nal, pg. 88. Habla de «garantizar la inviolabilidad de valores supremos del
namientos se realizan a esta posición, principalmente, por no preocuparse orden social haciendo posible la vida común, la convivencia».
de definir q u é constituye o integra la identidad normativa de una socie- 146. De otro modo, su uso indiscriminado da pie a críticas como las de HASSE-
dad, sin que se pueda determinar la corrección o no de la sanción penal. MER, Persona, pgs. 48 y ss. De m o d o que el legislador primero establezca
Ver SUVA SÁNCHEZ, La expansión, pgs. 117-120. una conducta punible y luego se busque u n bien protegido.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado II. Injusto penal


penal. Se trata de establecer factores que determinan esta noción se pretende utilizar para tutelar y solucionar conflictos1". Su consi-
dentro del ámbito penal, en cuanto apuntan a principios propios de deración conjunta es una herramienta útil para una precisión ade-
este ámbito. En este sentido, son determinantes criterios vinculados cuada de este concepto.
con la misión del Derecho penal y sus características. Así, existe con-
senso en referir la protección penal únicamente a aquellas situacio- B) Precisión terminológica: «valor» y «respeto»
nes necesarias para mantener el orden social y sólo frente a los ata-
ques más graves, que no puedan salvaguardarse adecuadamente Antes de continuar con el examen del bien jurídico-penal, es
por otros medios distintos de los penales. Estas ideas subrayan el ca- conveniente resolver otro punto de partida acerca de la noción ge-
rácter de ultima ratio de este Derecho que deriva de su especial gra- neral de bien. El bien suele conectarse con la idea de interés y de va-
vedad y que se relaciona con el conocido principio del «estado de lor. De hecho, se mantendrá aquí la concepción de bien como situa-
necesidad»147. La tutela penal se debe vincular también con otros ción valorada positivamente, que será penal si tal valoración se
principios penales fundamentales dentro de un Estado de Dere- contiene en una norma penal, en cuanto constituye una situación
cho148. Estas ideas proporcionan un importante punto de partida pa- fundamental para la ordenada y tranquila convivencia entre los
ra determinar qué constituye un bien jurídico-penal. Asimismo, la hombres1"2. Sin embargo, la noción de bien se separará de la de «va-
concreción de este concepto no debe obviar la realidad social en la lor» como aquello apreciable por su uso o utilidad. La vinculación
que éste se inscribe. De hecho, suele reconocerse una estrecha cone- con la persona humana -aun en los bienes colectivos- evita conside-
xión entre bien-jurídico penal y realidad, al afirmar su función limi- rar los bienes como objetos comerciales sin más. A este respecto, son
tadora, garantista144. Esta perspectiva permite reconocer que las si- interesantes las declaraciones de STITH'" respecto del «bien» vida. A
tuaciones y necesidades cambian, así como sus valoraciones. Esto no
implica dejar de lado a la persona humana, de modo que cualquier
modificación sea aceptable. Es el hombre quien vive y se desarrolla 151. MENDOZA BLIERCO, Límites, pg. 364, indica que no existe un criterio fijo pre-
en sociedad y a quien interesa que determinados aspectos de ella se vio para determinar un bien jurídico-penal, sino que es una cuestión valo-
rativa que depende de la sociedad, del sistema y del modelo de Derecho
respeten. La persona y sus necesidades tienen un rol fundamental, penal que se mantenga. Aunque olvida considerar qué se protege y a
que se ve favorecido en modelos de Estado que así lo reconozcan y quién van dirigidas las normas penales, luego reconoce que tal dificultad
orienten hacia ello su actuación1"0. Es importante esta conjugación obliga a introducir otros criterios limitadores que se extraen de los dere-
entre Derecho, realidad y persona si es el instrumento penal el que chos y garantías individuales. Incluso considera más adecuada su limita-
ción a partir de los derechos fundamentales constitucionalmente protegi-
dos. Por otro lado, entiende que el Derecho penal sólo debe actuar en un
ámbito nuclear, constituido por «aquellas formas de comportamiento que
supongan menoscabos especialmente graves de condiciones centrales de
147. Ver SILVA SÁNCHEZ, Jesús María, Aproximación al Derecho penal contemporá- existencia y desarrollo del hombre» (pgs. 367, 368 y 384).
neo, Bosch, Barcelona, 1992, pgs. 211, 241 y 246-249. Su determinación exi- 152. Así, la calidad penal de un bien se determina, básicamente, según la mi-
ge la comparación y ponderación de intereses, que implica la realización sión del Derecho penal que se tenga, la idea de sociedad que se conserve
de juicios de valor por el legislador. Esto no excluye la necesidad de que el y las necesidades de las personas dentro de ella. De modo que Derecho
juez concrete tales valoraciones. (sus características), persona y sociedad son fundamentales. En este senti-
148. Así, no sólo tienen relevancia principios como los de necesidad y mereci- do, ALEXY, Robert, El concepto y la validez del Derecho, trad. J. M. Seña, Ge-
mientos, sino también otros como, proporcionalidad, culpabilidad, etcéte- disa, 2'1 ed., Barcelona, 1997, pg. 179, determina la calidad penal de los bie-
ra. nes colectivos. Ella se establece según la norma penal, la misión del
149. Así, MOCCIA, «De la tutela», pg. 114; BETTIOL, Derecho penal, pg. 148. Derecho penal y la concepción de Estado y sociedad que se mantenga.
150. De este modo comprendemos la vinculación que varios autores realizan 153. STITH, Richard, «The priority of respect: how our common humanity can
del bien jurídico-penal y su función limitadora con los derechos humanos ground our individual dignity», en Internacional Philosophical Quaterly, vol.
y con principios y garantías consagrados constitucionalmente. 44, núm. 2, Issue 174 (june 2004), pgs. 165-167.

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7. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal

partir de la premisa de Justiniano de que «toda ley está establecida introducción de la palabra «respeto». El retirarse frente a aquello que
para el bien del hombre» («Cum igitur hominum causa omne ius cons- se respeta lleva a mirar qué es lo que está detrás del mandato o
titutum s/r»134), explica que para lograrlo el ser humano ha de ser con- prohibición, cuál es el fin de la norma desde un comienzo y no un
siderado como un principio, un punto de partida y no como meta u objetivo que se ha de alcanzar después. Permite evitar dotar a la nor-
objetivo que se ha de alcanzar. Entiende que «valor» no es un térmi- ma penal de cualquier contenido y crear artificialmente bienes jurí-
no adecuado para destacar esta prioridad de la persona, pues se dico-penales. Este respeto por la persona es evidente respecto de bie-
aplica a las cosas fungibles que prestan un uso a las personas. Lo nes que se vinculan directamente o se identifican con ella, como la
propio es hablar de «respeto», en cuanto permite reconocer algo o re- vida o la integridad corporal13". Así, es claro que no se puede decir
ferir a algo y «retirarse» (It steps back)™. Este término viene del latín que «vale más» la vida de una persona sana que de una persona en-
respectus que significa «consideración, miramiento»136. Es en este sen- ferma y permitir (jurídicamente) el sacrificio de ésta si se plantea el
tido en el que se toma el objeto de tutela del Derecho penal y no co- conflicto o necesidad de salvar la primera160. Sin embargo, también
mo otra clase de «valor», sobre todo, mientras se mantenga este De- cabe aplicar tales consideraciones respecto de otras situaciones que
recho al servicio de la persona humana. posibilitan adecuadas condiciones para el desarrollo humano161. Por
ejemplo, admirar el vehículo último modelo del vecino no permite
Este análisis sirve especialmente para la ley penal. VON LISZT137, tomarlo como propio. El sujeto ha de retirarse y respetar la propie-
junto con explicar que todo derecho existe para el hombre, señala dad del otro, pero eso no significa que valore que ese otro tenga esa
que «un bien jurídico no es un bien del Derecho, sino un bien de los propiedad y muchas más. Esta falta de apreciación valorativa no
hombres, reconocido y protegido por el Derecho». La persona hu- permite apropiarse de lo ajeno. Aquello que merece respeto no sig-
mana y sus facultades no son cosas intercambiables que se puedan nifica que no se valore, simplemente, que no se trata de una valóra-
valorar en términos económicos13*. Por este motivo, es adecuada la

los hijos. Finalmente, presenta una inclinación conforme a su naturaleza


154. D. 1, 5, 2 Herm. 1 Inris Epit. racional. En ella no sólo incluye el conocimiento de las verdades divinas,
155. STITH, «The priority», pgs. 169, 176, 177, 180 y 181. sino también aquello referido a la convivencia social, la recriminación de
156. COROMINAS, Joan, Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Credos, injusticias sociales, perturbadoras de la paz, etc. AQUINO, Tomás de (San-
Madrid, 1961, pg. 505. to), Suma teológica, I-II, q 94 a 2 y, el mismo, Suma contra los gentiles, III, 129.
157. VON LISZT, Franz, Tratado de Derecho penal, trad. (20° ed.) L. Jiménez de 159. STITH, «The priority», pg. 168, expresa que la vida no es algo que se sume
Asúa (adiciones del Derecho penal español Quintiliano Saldaña), Reus, 41 al hombre o que éste produce, sino su propio organismo. Se comprende
ed., Madrid, 1999, pg. 6, nota 1. Asimismo ver MEZCER, Tratado, pg. 399. En que las valoraciones no tienen mucho sentido si, por ejemplo, se dijere que
nuestro país, ILLANES SOLAR, Sergio, Los delitos de peligro, Publicaciones Uni- una persona tiene más o menos valor que otra. Valorar personas como ob-
versidad de Chile, Santiago, 1947, pg. 11. jetos tiene consecuencias nefastas, que pueden llevar a su destrucción. Así,
158. Relegar a la persona y sus facultades por bienes económicos puede deber- en otro tiempo se valoró al libre, no al esclavo, al noble por sobre el plebe-
se al olvido de conquistas logradas por importantes autores clásicos. Ver yo, etcétera.
DE CASTRO, Federico, «Los llamados derechos de la personalidad», en Es- 160. Sin perjuicio de que sea posible plantear una situación de inexigibilidad de
tudios jurídicos del profesor Federico de Castro, Colegio de Registradores de la otra conducta. Se trata de un problema de dignidad y no de «valor», al
Propiedad y Mercantiles de España, Centro de Estudios Regístrales, Ma- menos no comercial (ni ético).
drid, 1997, t. II, pgs. 875-882 y 893. Se destacan sobre todo los postulados 161. DE CASTRO, «Los llamados», pg. 895, afirma que la consideración de la per-
tomistas, que conectan los mandatos de la ley con la naturaleza y condi- sona se manifiesta en el «deber general de respeto», pero también en fa-
ciones de aquellos a quienes se dirigen. Santo Tomás destaca tres inclina- cultades personales, en la libre actuación de la persona. Reconoce que ellas
ciones del hombre. La primera referida a todo lo vinculado con la conser- se refieren también a otras realidades distintas de la vida, la integridad
vación de la propia vida. La segunda tiende a bienes «relacionados con su corporal y la libertad y que en esos casos «pueden alcanzar una repetida
naturaleza» más concretos como la procreación y la educación de independencia».

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7. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
ción económica; pero tampoco ética o moral. Identificada la situa- ración que debe respetar la naturaleza humana" 1 '. Si bien el Derecho
ción que se ha de respetar el legislador la valora como tal y la incor- penaLestá inserto en un determinado orden de valores y principios
pora dentro del ámbito de tutela de una norma. Existe, entonces, una que caracterizan una determinada sociedad, hay principios anterio-
valoración jurídica. En este sentido se pronuncia TERRADILLOS BASO- res que la precisión de este concepto debe respetar"14.
co" ,; , al admitir esta clase de valoración e indicar que «los valores
juegan respecto al Derecho penal no el papel de objetivos a lograr si-
no de mínimos a respetar». 1.2. Aproximación a un concepto adecuado a la realidad social
y a la normativa vigente
Antes que reemplazar valor por respeto, son relevantes ambos
términos en la determinación del bien jurídico-penal, sólo que hay A partir de las anteriores consideraciones, se enfrentarán aquí
que situarlos adecuadamente. Las situaciones merecen respeto (co- diversas tesis en torno al bien jurídico-penal -básicamente respecto
mo punto de partida), en cuanto son fundamentales para conservar de su contenido-. Algunas tesis pretenden determinar sus contornos
la paz social. Ellas son positivas para los fines del Derecho penal y, a través de su conexión o identificación con derechos humanos fun-
por eso, las normas las valoran. Lo relevante es destacar que el bien damentales, reconocidos constitucionalmente' h \ En general, ello es
jurídico-penal no es un valor económico o comercial por la utilidad poco claro o insuficiente1"1. De este modo, muchos autores procla-
que presta, sino la apreciación jurídico-penal de estados que han de man la necesidad de determinar estos bienes mediante principios
respetarse de acuerdo con la misión del Derecho penal y sus carac-
terísticas. Una ampliación sin sentido de este bien, niega su utilidad
y propicia su sustitución por un criterio formal de vigencia de la nor-
ma. El considerar criterios jurídico-valorativos -según lo que el De- 163. Existe un elemento natural (hombre) que limita la determinación del bien
recho busca y valora- no implica su transformación en un concepto penal, pero no se ha de olvidar que una vez que las situaciones objeto de
formal, que olvide tener en cuenta a quién van dirigidos ni cuál es respeto se describen por una norma penal, se incorpora una pauta de con-
su contexto de aplicación. Se reconoce la flexibilidad de su determi- ducta que se sitúa en el ámbito del deber. En este sentido cobra relevancia
nación, influida por las valoraciones imperantes en una determina- la finalidad que nuestra Constitución Política de la República asigna al Es-
da sociedad. En este sentido cabe la comparación y ponderación de tado de proporcionar debida protección de los intereses de las personas
dentro de la comunidad social. Así, en su art. 1, 4 le impone la necesidad
intereses al determinar la condición de bien jurídico-penal. Ponde- de servir a la persona humana y procurar el bien común. Para promover
esta última finalidad «debe contribuir a crear las condiciones sociales que
permitan a todos y a cada uno de los integrantes de la comunidad nacio-
nal su mayor realización espiritual y material posible...».
162. TERRADILLOS BASOCO, Juan, «La satisfacción de necesidades como criterio 164. En esta forma, SANTANA VEGA, La protección, pgs. 29, 30 y 36-39. Reconoce
de determinación del objeto de tutela jurídico-penal», en RFDUC, 63 que no todos esos principios están consagrados expresamente en la Cons-
(1981), pgs. 132, 133 y 137. Señala que los valores no pertenecen al ámbito titución, pero sí destaca que son «al menos» deducibles de derechos que sí
propio del Derecho. Por eso se apoya en la consideración de necesidades lo están, como: el de proporcionalidad, el de protección de bienes jurídi-
humanas. Pero indica que ellas se refieren a valores, son expresión de és- cos, el del hecho, entre otros.
tos. No se trata de identificarlos, aunque sí es cierto que las valoraciones 165. ROXIN, Strafrecht, pgs. 11-19, habla de bienes previamente dados «similar a
sociales juegan un rol en la determinación de necesidades. Muchas necesi- VON LISZT», cuya vinculación político-criminal «sólo puede derivar de los
dades son creadas y otras cambian o dejan de ser tales. Se trata de recono- cometidos, plasmados en la Ley Fundamental, de nuestro Estado de Dere-
cer la influencia de tales valoraciones en la determinación de un bien jurí- cho basado en la libertad del individuo...». Cfr., MUÑOZ CONDE, «Protec-
dico. Lo importante en constatar este hecho y tener en cuenta la naturaleza ción», pgs. 561-563 y 573.
de la persona humana como límite. Por eso este autor señala que tener en 166. Especialmente porque no todo derecho es un bien jurídico-penal y porque
cuenta estas necesidades permite eliminar riesgos de postergación del in- no es esa la labor de la Constitución. Ver ZUGALDÍA ESPINAR, José Miguel,
dividuo o de su utilización para fines éticos. Fundamentos de Derecho penal, Tirant lo Blanch, 3'1 ed., Valencia, pgs. 45-56.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
167 18
propiamente penales . Así SILVA SÁNCHEZ" plantea continuar su la- de una teoría constitucionalista estricta172. Ello en cuanto entiende
bor de concreción a través de «principios político-criminales». Pone que la-Constitución se dirige al libre desarrollo de la persona huma-
especial énfasis en el principio de proporcionalidad 164 , además de los na y concibe determinados bienes (los que se dicen penales) como
principios de necesidad y merecimiento de pena y sus lógicas con- presupuestos que reconoce y no crea. Además, sostiene que se ha de
trapuestas. También rescata la «dimensión social» de estos bienes agregar el aspecto sustancial del bien como «realidad valiosa en sí
-gracias a posiciones funcionalistas-, pero junto con la necesaria misma», «soporte real»173. Señala que «la propia Constitución ofrece,
consideración de la posibilidad de libre desarrollo del individuo170. mejor, impone, los mecanismos de conexión con la realidad que las
Aunque entiende que esos aspectos sirven para una primera delimi- normas contemplan». Por lo que mantiene una noción constitucional
tación (que no excluye la protección de bienes colectivos), reconoce de bien penal que presupone su noción sustancial. De este modo la
que lo que caracteriza la protección penal es esa referencia a la per- Constitución siempre será un referente. Esta referencia presenta di-
sona, su vinculación con exigencias derivadas del principio de pro- ficultades al enfrentarse con un criterio político que depende del ti-
porcionalidad. po y calidad de orientaciones vigentes en el momento. GONZÁLEZ
En este sentido, se pueden aceptar doctrinas constitucionalistas Rus174 lo reconoce cuando advierte que la función limitadora de la
como las de GONZÁLEZ RUS171, a pesar de que se manifieste partidario Constitución sólo tiene sentido si se inserta en una sociedad demo-
crática de Derecho. Todo ello obedece a la innegable influencia de las
valoraciones sociales, es decir, del consenso social respecto de la ca-
167. SAN i ANA VEC;A, La protección, pgs. 35, 47 y 75, habla de «principios funda- lidad penal de un bien. Por de pronto, cabe decir que la relevancia
mentadores» del Derecho penal, a los que se han de recurrir para seleccio- de la protección de bienes jurídico-penales no se admite sin referen-
nar bienes jurídico-penales. Alude a una «función instrumental» con rela- cia a los demás principios penales básicos.
ción a la protección de estos bienes, sobre todo como punto de partida
para la selección y configuración de bienes colectivos. Ella misma, «Fun- A partir de esa base se pretende profundizar en su necesaria de-
ciones», pgs. 160-162.
terminación. A pesar de que en Chile no existe una suficiente litera-
168. SILVA SÁNCHEZ, Aproximación, pgs. 267-278. Muchos autores entienden que
el principio de protección de bienes jurídico-penales ha de complementar- tura al respecto, la influencia del bien jurídico-penal en el Derecho
se con otros principios penales, como el de proporcionalidad, o que éste es
un principio más que ha de estimarse en conjunto con los otros. V. gr.,
MENDOZA BUERGO, Límites, pgs. 358-362, 366, 367 y 375; OCTAVIO DE TOLEDO Constitución un marco o directrices a seguir y no catálogos cerrados de
Y UBIETO, Emilio, «Función y límites del principio de exclusiva protección bienes. En similar sentido, CARBONELL MATEU, Juan Carlos, «Breves refle-
de bienes jurídicos», en ADPCP (1990), vol. XLIII, fase. I, pg. 25. xiones sobre la tutela de los llamados intereses difusos», en J. Boix REICÍ
169. SILVA SÁNCHEZ, Aproximación, pgs. 260 y 272-280; el mismo, La expansión, (dir.), Intereses difusos y Derecho penal, Cuadernos de Derecho judicial, XXXVI,
pg. 114. En imilar sentido, HIRSCH, Hans Joachim, «Acerca del estado ac- Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 1994, pgs. 15-17 y 21; TERRA-
tual de la discusión sobre el concepto de bien jurídico», en Modernas ten- DILLOS BASOCO, «La satisfacción», pgs. 141-144; MUÑOZ CONDE, «Protec-
dencias en la ciencia del Derecho penal y en la criminología, Universidad Na- ción», pgs. 563, 567 y 573. También de esta forma se pronuncia la doctrina
cional de Educación a Distancia, Madrid, 2001, pgs. 378, 379 y 384 y ss. italiana «que tiende a privilegiar criterios constitucionales», que incluso
170. SILVA SÁNCHEZ, Aproximación, pgs. 272 y 276. Varios autores admiten la ne- combina con criterios o principios propiamente penales. Ver MANTOVANI,
cesidad de que concurran ambos aspectos (sociales y personales), particu- Diritto pénale, pgs. 209-214.
larmente con relación a las posibilidades de participación social de las per- 172. En general, esta tesis obedece a los planteamientos de BRICOLA, que en la
sonas. Ver MIR Puic, Santiago, «Bien jurídico y bien jurídico-penal como doctrina española sigue, sobre todo respecto de la admisión de una jerar-
límites del Ius puniendi», en Estudios Penales y Criminológicos, Universidad quía de bienes, ÁLVAREZ GARCÍA, Feo. Javier, «Bien jurídico y Constitu-
de Santiago de Compostela, t. XIV, 1989-1990, pgs. 208-210, 212, 214 y 215; ción», en CPC, 43 (1991), pgs. 24-28, 30, 37 y 42-44.
SOTO NAVARRO, La protección, pgs. 77, 79, 199, 231, 232, 244, 312 y 316. 173. GONZÁLEZ RUS, Bien jurídico, pg. 37.
171. GONZÁLEZ RUS, Juan José, Bien jurídico y Constitución, Fundación Juan 174. Ibíd., pgs. 34-36. También, HIRSCH, «Acerca», pg. 377; OCTAVIO DE TOLEDO Y
March, Madrid, 1983, pgs. 9 y 23 y ss. Así en general, tesis que vean en la UBIETO, «Función», pgs. 8, 9, 12-16, 19 y 26.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado II. Injusto penal
nacional es notoria. Ella se sostiene, justamente, desde la primacía en cesidad de pena no se basta a sí mismo180, sino que requiere ser com-
nuestro medio de principios vinculados con aquél -como el de ofen- plementado con la determinación del objeto de tutela.
sividad, lesividad o nullum crimen sine injuria"5, el de proporcionali-
dad17"-, su relevancia como criterio de clasificación y sistematización Desde un punto de vista práctico, nuestros tribunales también
de tipos en nuestro Código Penal hasta su influencia como guía de recurren a este concepto para interpretar la norma penal y aplicarla.
la labor interpretativa del juez (especialmente útil para los concursos En este sentido, se puede citar aquí un fallo de la Corte de Apelacio-
de delitos) y criterio orientador del desarrollo dogmático177. Así, BUS-
nes de Pedro Aguirre Cerda de 199318', que destaca la discusión que
TOS RAMÍREZ178 señala que «los tipos legales surgen, primeramente, se sostuvo en la comisión legislativa del proyecto de la Ley de trán-
porque hay una definición de bienes jurídicos y una función protec- sito (Ley 18290) respecto de la necesidad de castigar penalmente la
tora del Estado respecto de ellos». Vincula la protección de los bie- conducción de vehículos utilizando una placa patente falsa y no de-
nes penales con el principio de necesidad de la intervención del De- jarlo como mera infracción legal. El considerando sexto de la sen-
recho penal, pues el Estado sólo debe intervenir en la medida de que tencia señala que la calificación penal de esta conducta «habrá de in-
exista un bien jurídico comprometido, el que sería fundamento de terpretarse como evidencia de un convencimiento del legislador,
los delitos y de las penas174. Es usual entender que el principio de ne- sobre un mayor contenido de injusto en la acción, con respecto al
bien jurídico que se ha querido amparar»182. Luego señala que la ra-
tio legis ha sido la de proteger un bien jurídico valioso, que sería un
«bien vital de la comunidad o del individuo»' 83 . Incluso -en el consi-
175. GARRIDO MONTT, Mario, Derecho penal. Parte general, Editorial Jurídica de
derando siguiente- cita unas palabras de SÁINZ CANTERO con aten-
Chile, Santiago, 1997, pgs. 43 y 44, señala que el principio de lesividad
«condiciona el rol del derecho penal» a tal protección y legitima el ejerci- ción a la necesidad de establecer al bien jurídico-penal dentro de la
cio del Ius puniendi. DE RIVACOBA Y RIVACOBA, Manuel, «Introducción al es- teoría del delito, al ser éste «un instrumento de inestimable valor pa-
tudio de los principios cardinales del Derecho penal», en RDJ, 3 (1998), t. ra la interpretación de los tipos» y «para conseguir una sistematiza-
XCV, pg. 110, indica que el principio de ofensividad hace patente la nece- ción valorativa de la parte especial».
sidad del Derecho penal.
176. A pesar de que este principio no aparece consagrado expresamente en
nuestra Constitución Política, algunos autores lo han reconocido en otros
principios que sí lo están. Así, MERA FICUEROA, Jorge, Derechos humanos en «Orientaciones básicas del Derecho penal en un Estado Democrático de
el Derecho penal chileno, ConoSur, Santiago, 1998, pgs. 97,120-140 y 147-149. Derecho», en RDJ, 1 (1990-1993), t. XL, pgs. 43 y 44. Admite que el bien ju-
Estima que está implícitamente recogido en el principio de legalidad. Tam- rídico condiciona el principio de proporcionalidad, a través de la necesa-
bién ver KÜNSEMÜLLER LOEBENFELDER, Carlos, «Importancia dogmática y ria jerarquización de bienes jurídicos por el juez al establecer la magnitud
político-criminal de los principios limitadores del Ius puniendi», en GJ, 264, de la pena -según su importancia y la gravedad de su ataque-.
2002, pgs. 8, 10 y 12; CARNEVALI RODRÍGUEZ, Raúl, «Algunas reflexiones en 180. En general, se concibe al principio de necesidad, junto con el de mereci-
relación a la protección penal de los bienes jurídicos supraindividuales», miento de pena, como principios fundamentadores y limitadores del Ius
en RChD, 1 (2000), vol. 27, pgs. 139 y 140. puniendi; así como criterios interpretativos y de sistematización dentro de
177. En general ver GUZMÁN DALBORA, José Luis, El delito de amenazas, ConoSur, la teoría del delito. Ver ROXIN, Claus, Política criminal y sistema del Derecho
Santiago, 1999, pgs. 12-17. penal, trad. F. Muñoz Conde, Bosch, Barcelona, 1972, passim; LUZÓN PEÑA,
178. BUSTOS RAMÍREZ, Juan y LARRAURI, Elena, La imputación objetiva, Temis, Bo- Diego-Manuel, «La relación del merecimiento de pena y de la necesidad
gotá, 1989, pg. 25. de pena con la estructura del delito», en ADPCP (1993), vol. XLVI, pgs. 25
179. BUSTOS RAMÍREZ, Manual, pgs. 62, 96, 99,113,114,117, 250 y 253. Asimismo, y 26.
entiende que éste es la base del injusto y, a la vez, «principio garantizador 181. C. Ap. de Pedro Aguirre Cerda, 14 de diciembre de 1993, RDJ (1993), t. XC,
de carácter cognoscitivo que permite saber qué es lo que se está prote- sec. 4a, pgs. 280-283.
giendo», BUSTOS RAMÍREZ, Juan y HORMAZÁBAL MALARÉE, Hernán, Lecciones 182. Así, además se subraya la incidencia del bien jurídico-penal para la con-
de Derecho penal, Trotta, Madrid, 1997, pg. 142. Como consecuencia cualita- formación del injusto.
tiva del principio de intervención mínima, FELLER SCHLEYER, Claudio, 183. El bien jurídico protegido sería la «seguridad o incolumnidad públicas».

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
El bien jurídico-penal ha servido especialmente para identificar sociales protegidos188, entre otros. De una u otra forma se muestra
y distinguir los distintos tipos penales. Esto es particularmente re- una conexión con la realidad social184 -aunque no se destaque expre-
levante en conductas que comparten características lesivas básicas samente- y con juicios de valor, a través de los cuales se aprecian y
y que pueden generar problemas de concursos de delitos y de leyes. seleccionan aquellas realidades que se estiman merecedoras de pro-
Son muchos los ejemplos. Una clásica discusión, que sirve para ilus- tección penal. Sin embargo, los términos continúan amplios y vagos,
trar lo anterior, era la que se producía entre el delito de violación y demasiado formales para determinar qué es un bien, un interés o un
el antiguo delito de incesto (derogado en 1999). Uno de los últimos valor.
fallos, del año 1997, que resuelven la cuestión, expresa184 «en su con-
siderando XV» que «es el bien jurídico en este delito el que permi- Parece pertinente comenzar por aclarar estos términos. En esta
tirá arribar a una solución correcta» acerca de un posible concurso. forma, tiene relevancia traer a colación la clásica distinción entre ne-
La Corte estima que se trata de bienes distintos en uno y otro deli- cesidad y bien. Rocco190 habla de necesidades a modo de «exigencias
to y señala que sólo uno se ve afectado, por lo que se debe sancio- de la vida humana, orgánica, intelectual y moral». Describe todo
nar por un único delito. En este caso, el de violación (concurso de aquello que puede satisfacer una necesidad como bien, que puede
leyes). estar constituido por un objeto material, uno inmaterial o por una re-
lación jurídica. Por otro lado, se refiere a «utilidad», como «relación»
que existe entre el sujeto de la necesidad y el objeto que la satisface.
A) El bien como necesidad Utilidad que sólo sería una realidad en cuanto exista un juicio de va-
La importancia del principio de protección de bienes jurídicos lor que la determine141. Aquí vincula las valoraciones con la realidad,
hace necesario profundizar en él -con atención a las perspectivas incluso cuando entra en juego la noción de interés. Entiende que in-
que se toman por base-. Definir qué son dichos intereses y cuáles de terés corresponde a la valoración de un objeto por parte del sujeto
ellos son merecedores de tutela penal es también complejo, pero ele- que siente la necesidad192. Aunque se establezca el interés en forma
mental. En general -desde VON LISZT183-, estos bienes se comprenden subjetiva, es criticable la expresión «siente», pues la referencia de
a modo de intereses que merecen protección jurídica y suele hablar- sentimientos puede ser aplicable sólo a sujetos particulares y no a
se indistintamente de bienes o intereses. Esta definición no permite
aún revelar cuáles bienes merecen el calificativo de penal, ni su con-
tenido186. Tales intereses han sido entendidos de múltiples maneras. 188. Ver JESCHECK y WEIGEND, Tratado, pgs. 272-278. Identifican intereses con va-
Así, algunos autores aluden a «estados sociales valiosos»187, valores lores ideales o abstractos del orden social, aun cuando afirman que los bie-
nes han de tener «un decidido contenido real preexistente a la norma pe-
nal». También, RODRÍGUEZ MOURULLO, Gonzalo, Derecho penal. Parte general,
Madrid, 1978, vol. I, pgs. 276 y 277.
189. Desde antiguo se observa el vínculo de la idea de bien o interés con la con-
184. V. gr., CS, 17 de noviembre de 1997, RDJ (1997), t. XCIV, sec. 4°, pgs. 235- vivencia social y su realidad. Así, MANZINI, Vincenzo, Trattato de Diritto pé-
244. nale italiano secondo il Códice de 1930, Unione Tipografico-Editrice Torinese,
185. VON LISZT, Tratado, pgs. 6-11. Turín, 1933, vol. I, pgs. 506 y ss.
186. Ya se ha dicho que tal protección será penal sólo cuando se trate de un in- 190. Rocco, Arturo, El objeto del delito y de la tutela ¡urídica penal. Contribución a
terés fundamental y frente a formas de ataque especialmente graves. las teorías generales del delito y de la pena, trad. G. Seminara, B de F, Monte-
187. WELZEL, Hans, Derecho penal alemán. Parte general, trad. J. Bustos Ramírez y video-Buenos Aires, 2001, pgs. 271-282.
S. Yáñez Pérez, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1970, pg. 15. Lo defi- 191. Separa la utilidad subjetiva (sujeto que «siente» la necesidad) de la utili-
ne como «todo estado social deseable que el Derecho quiere resguardar de dad objetiva (valoración media de las valoraciones individuales de sujetos
lesiones». En nuestra doctrina, CURY URZÚA, Derecho penal, pgs. 52 y 53; extraños a la necesidad).
NÁQUIRA RIVEROS, Jaime, Derecho penal. Teoría del delito, McGraw-Hill, San- 192. Ibíd., pgs. 579 y 584. En similar sentido, POLAINO NAVARRETE, El injusto,
tiago, 1998, vol. I, pgs. 72 y 73. pgs. 321, 417 y 492-496.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
colectivos. El autor incluye, sin embargo, como sujeto pasivo de un qué es una «necesidad penal». En principio, ella debiera vincularse
delito al colectivo o colectividad de personas con o sin personalidad con la-misión del Derecho penal, en cuanto pretende conservar el or-
jurídica. De suerte que es más adecuado hablar de sujetos «afecta- den social, y sus características146. De otra forma una necesidad no
dos» por una necesidad. Rocco, por ejemplo, estima que lo que el debería calificarse de penal. Asimismo, lo propio del orden penal
Derecho penal protege es el bien de la vida o existencia y un «inte- -por su especial naturaleza y gravedad- es la referencia a la perso-
rés humano al bien»143. na, que no puede dejar de considerarse dentro del entorno en el que
se desenvuelve. La anhelada paz social exige tomar a la persona hu-
Esta perspectiva facilita «con conceptos comunes» la compren-
mana no como individuo, sino como «ser social», que vive y se de-
sión de un ámbito acostumbrado a la confusión y discusión, no sólo
senvuelve en sociedad. Por lo que no cabe contemplar a los indivi-
al separar bien de interés, sino también al permitir comprender que
duos de forma aislada, aunque su dignidad sea clave para señalar
ambos deben ir juntos. Se protege un bien siempre que exista un in-
barreras que no han de ser sobrepasadas por su sociabilidad. YACO-
terés, es decir, un juicio de valor que aprecie dicho bien como el ade-
BUCCI147 señala que la dignidad humana nunca puede ser absorbida
cuado para satisfacer una determinada necesidad. Hay que precisar
por la convivencia social y que el principio de «bien común políti-
que no se trata de una valoración subjetiva como la concibe este au-
co», que exige intervención penal, debe conjugarse con aspectos de
tor (del que siente la necesidad)144 y tampoco una valoración econó-
tal dignidad. Es aquí, al determinar esta clase de necesidad, donde
mica ni ética. Se trata -como se ha dicho- de una valoración jurídi-
cobra relevancia la destacada conjugación de aspectos sociales, per-
ca, donde entran en juego valoraciones sociales y, finalmente,
sonales y jurídicos148.
legales. Pero, además, ellas tienen un referente. Se valoran situacio-
nes que merecen respeto penal. Así, no se valora todo lo que tenga
utilidad (no es una valoración comercial), ello es propio del utilita- i. Teoría personal del bien juridico-penal (HASSEMER)
rismo. Puede hablarse, si se quiere, de utilidad, pero ésta ha de tener Una necesidad penalmente relevante debe ser una exigencia
un carácter específico que diga relación con necesidades de orden fundamental para el desarrollo del individuo en sociedad194. En esta
penal. La noción de «valor» no se usa sólo en sentido económico.
Ella está vinculada con las ideas de «selección» y «preferencia»14".
Las necesidades penales son aquellas que se satisfacen con bienes
196. Normalmente, no se realiza este análisis de los aspectos sociales y persona-
penales, por lo que ellas se han de determinar para valorar la situa- les en torno a las necesidades y la misión del Derecho penal, aunque se des-
ción objeto de protección penal. En esta forma, es clave establecer taque que ambos se han de considerar. Cabe subrayar la conexión que rea-
liza SOTO NAVARRO, La protección, pgs. 231, 232, 244 y 250, de la perspectiva
social y personal con el fin del Derecho penal para todo bien jurídico-penal,
pero sin tratarlos como una unidad ¿como un único criterio? con base en la
193. Rocco, El objeto, pg. 574. clase de necesidad social. Quizás por eso comparte la perspectiva dualista
194. Entiende que interés jurídico penal es «todo interés en sentido psicológi- de TIEDEMANN y critica la perspectiva monista personalista.
co, individual o colectivo, el cual, coincidiendo con el interés del Estado en 197. YACOBUCCI, Guillermo }., El sentido de los principios penales. Su naturaleza y
la propia conservación ¿que el derecho penal tutela en la forma de un de- funciones en la argumentación penal, Abaco de Rodolfo Depalma, Buenos Ai-
recho subjetivo público del Estado (derecho de obediencia)? es, también, res, 2002, pgs. 205-227.
por consecuencia, penalmente protegido...». Mientras que el bien jurídico 198. Al conjugar aspectos sociales y personales no se han de olvidar los crite-
en Derecho penal sería «todo bien, en sentido sociológico (individual o co- rios y principios característicos del Derecho penal, pues -como se dijo-
lectivo, material o moral, patrimonial o no patrimonial), el cual, en cuanto ellos se tienen por base. Alguna doctrina lo reconoce, aunque con otro or-
es objeto de un interés penalmente tutelado, recibe también protección ju- den. Ver CARNEVALI RODRÍGUEZ, Raúl, Derecho penal y derecho sancionador de
rídica por parte del derecho penal». Ibíd., pgs. 583-585. la Unión Europea, Comares, Granada, 2001, pgs. 372-378 y 405.
195. Ver FERRATER MORA, José, Diccionario de filosofía, Ariel, Barcelona, 1994, t. IV, 199. Así, TERRADILLOS BASOCO, «La satisfacción», pgs. 129,136-141 y 146; el mis-
pg. 3634. mo, «Función », pg. 22. A partir de esta idea de necesidad se vincula el bien

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal

forma se pueden acoger concepciones que pretenden poner a la per- también se prestan para una solución diversa. Primero, porque reco-
sona como guía y referencia de la tutela penal200, sin que ello impli- noce'la necesidad de que el Derecho penal enfrente problemas ac-
que limitar los bienes únicamente a los de carácter individual201. Una tuales que repercuten en la existencia de bienes colectivos que esa
limitación semejante se puede observar a partir de la teoría personal teoría personal «no rechaza» y no tendría sentido tal reconocimien-
del bien jurídico-penal que elabora HASSEMER202, al funcionalizar di- to si éstos se fundieran en bienes individuales. Segundo, porque el
cho bien desde el individuo. Señala que los bienes colectivos sólo en- considerar que su protección tiene como límite la «posibilidad de
cuentran fundamento «en la medida en que se corresponden con los protección de la persona» o que su funcionalización en torno a ella
intereses -conciliados- del individuo». Igualmente, tal conclusión se implica «la posibilidad de servir a los intereses del hombre» no sig-
desprende de los ejemplos que cita, como el de entender que en la nifica que el bien colectivo y el bien individual coincidan. Incluso en
protección del medio ambiente el bien jurídico es la vida y salud de su ejemplo respecto del bien medioambiental agrega que no se ha de
las personas203. Sin embargo, cabe destacar que sus presupuestos considerar el medio ambiente como tal, en sí mismo, sino como «me-
dio para las necesidades de la salud y de la vida del hombre», que
no es lo mismo que considerar directamente la vida y salud del in-
dividuo. La teoría personal de bien jurídico-penal no tiene por qué
penal con el desarrollo de la persona humana. V. gr., OTTO, Harro, «El abu-
so de información privilegiada como delito de peligro abstracto», en AA VV, interpretarse restrictivamente, como reducción a intereses puramen-
Hacia un Derecho penal económico europeo. Jornadas en honor del profesor Klaus te individuales. Así lo destaca MüssiG204. Lo criticable es que la doc-
Tiedemann, Boletín oficial del Estado, Madrid, 1995, pgs. 465 y 466; MUÑOZ trina personalista se limite a una perspectiva que conciba a la norma
CONDE y GARCÍA ARAN, Derecho penal, pgs. 59-61; RODRÍGUEZ ESTÉ VEZ, Juan penal únicamente como pauta que oriente la configuración de con-
María, El Derecho penal en la actividad económica. Planteos del bien jurídico pro- tactos sociales directos205. El tener a la persona y sus necesidades co-
tegido y de la responsabilidad penal de las personas jurídicas, Abaco de Rodol-
fo Depalma, Buenos Aires, 2000, pg. 145; CORCOY BIDASOLO, Delitos de peli-
gro, pgs. 182, 204; LUZÓN PEÑA, Curso, pg. 82 y MENDOZA BUERGÜ, Límites,
pgs. 367-369 y 384.
200. Así no sólo posiciones como las de ROXIN, Strafrecht, pg. 15, sino también mitación de la participación en el contrato social a los individuos y sostie-
como las de Hassemer. ne que ha de incluirse a toda la humanidad, por cuanto es la superviven-
201. La realidad social y el desarrollo del individuo son aspectos fundamenta- cia de la especie humana el valor supremo. Agrega que la concepción de
les a considerar, que no implica excluir la protección de bienes colectivos Hassemer no considera «las dimensiones de las distintas potencialidades
-reconocidos también como medios para lograr tal realización-. Ver SILVA de lesión de una determinada sociedad en función de su estadio de desa-
SÁNCHEZ, Aproximación, pg. 272. Asimismo, HEFENDEHL, Roland, «¿Debe rrollo tecnológico...».
ocuparse el Derecho penal de riesgos futuros?...», trad. E. SALAZAR ORTU- 204. Parece rechazar la teoría del bien jurídico-penal, especialmente la perso-
ÑO, en RECPC 04-14 (2002), http://criminet.ugr.es/recpc (consultado el 23 nalista, pero critica su interpretación. Reconoce que no puede desecharse
de agosto de 2003). El problema es que también existen tesis que admiten la doctrina personal del bien jurídico-penal y que está en condiciones de
la consideración de esos aspectos pero pretenden limitar toda tutela a bie- identificar aspectos decisivos de la problemática de la legitimidad del De-
nes puramente individuales. Así lo hace MORENO ALCÁZAR, Miguel Ángel, recho. Las expectativas de conducta no han de limitarse a relaciones so-
El concepto penal de incendio desde ¡a teoría del caos (una perspectiva sistémica ciales directas, se pueden referir simultáneamente al establecimiento de
de los bienes jurídicos colectivos, del peligro y de su causalidad), Tirant lo instituciones o a la conformación de sistemas parciales complejos de la so-
Blanch, Valencia, 2002, pgs. 241 y ss., respecto de la seguridad colectiva en ciedad.
el delito de incendio. Sin embargo, no deja de hacer referencia a bienes co- 205. Señala que no basta con determinar las esferas del sujeto a través de bie-
lectivos. nes personales clásicos (como la vida) o disolverlos en concretas relaciones
202. HASSEMER, «Lincamientos», pgs. 280-285 y HASSEMER y MUÑOZ CONDE, In- de confianza. La constitución del sujeto en una sociedad moderna requie-
troducción, pgs. 108-110. re también delimitar las esferas del individuo precisamente frente a siste-
203. En general, las críticas a la teoría monista personal se basan en esta idea. mas sociales complejos o garantizar penalmente posibilidades de partici-
Por ejemplo, SCHÜNEMANN, «Consideraciones», pgs. 192 y 193. Critica la li- pación.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado II. Injusto penal
mo referente206, no lleva necesariamente a identificar bien jurídico- posibilidades del individuo de desarrollar su «plan vital». Para que
penal con bienes individuales o personales. Aquel reconocimiento las personas puedan desarrollarse y «planificar» su vida deben po-
no impide admitir exigencias sociales, propias de la condición social der confiar en la conservación de determinados estados, sobre los
de la persona humana. que se configuran expectativas sociales, que se protegen a través de
las normas penales209. De este modo, entroncan intereses personales
ii. Expectativas y planificación (KARGL) y sociales con la vigencia de expectativas, en cuanto permiten esta
planificación y desarrollo personal. Por lo que no cualquier expecta-
Un bien penalmente relevante sólo puede ser aquél que satisfa- tiva merece ser protegida por la norma penal (a la que atribuye un
ga una necesidad vinculada con la vida, desarrollo y autorrealiza- fundamento moral y un referente personal)210. Estimamos que no se
ción del hombre207. En este sentido, los intereses penales refieren a es- trata de mantener las expectativas de vigencia de la norma sin más,
peciales situaciones, estados o circunstancias que se han de respetar sino de mantener expectativas de conservación de determinados es-
para el bien de la persona humana dentro de una determinada so- tados o situaciones indispensables para el desarrollo de la vida en
ciedad y que, por ello, tienen relevancia penal. Para su desarrollo, las comunidad. De manera que los sujetos puedan confiar en tal con-
personas deben poder tomar decisiones y organizar su vida. Así servación y con esa confianza desenvolverse libremente. En este sen-
KARGL208 destaca la importancia de conservar determinadas expecta- tido, diremos que no se toma en cuenta cualquier bien ni cualquier
tivas en la determinación del bien jurídico-penal, considerando las necesidad, sino únicamente aquellos que sean básicos para mante-
ner y promover el orden requerido para tal desarrollo. El carácter
fundamental de estos bienes se puede notar en que la no satisfacción
206. En nuestra doctrina, ver BUSTOS RAMÍREZ, Obras, 1.1, pgs. 541 y 634; BUSTOS de una necesidad de este tipo genere una desorganización social tal,
RAMÍREZ y HORMAZÁBAL MALARÉE, Lecciones, pgs. 58, 60 y 61; ETCHEBERRY, que impida al hombre conservar y ejercer sus derechos, es decir, con-
Derecho penal. Parte general, t. I, pg. 29; el mismo, «El objeto jurídico en los vivir y desarrollarse.
delitos de falsedad documental», en RCP (1961), t. XX, pgs. 59 y 60.
207. MARX, Zur Definition, pgs. 60 y 62, habla de asegurar y conservar las posi-
bilidades de «libre autorrealización» (freier Selbstverwirklichung) del hom- B) ¿Necesidad abstracta?
bre. Comprendemos las críticas que se le formulan a su noción de bien ju-
rídico-penal si éste se conecta con una abstracción, en cuanto se entienda Frente a lo señalado hasta el momento, la norma penal no con-
que lo inserta en un contexto jurídico-abstracto -al identificar el fin del de- tiene valores aislados, abstractos. Existe «algo» que se valora, deter-
recho con el fin de un «Estado ideal»-. Ver HORMAZÁBAL MALARÉE, Hernán,
Bien jurídico y Estado social y democrático de derecho (el objeto protegido por la
norma penal), PPU, Barcelona, 1991, pgs. 124 y 125. Así también en la dog-
mática argentina, ZAFFARONI, Eugenio Raúl, ALAGIA, Alejandro y SLOKAR, 209. Si bien entiende que la función del Derecho penal es la de «aportar capa-
Alejandro, Derecho penal. Parte general, Ediar, 2a ed., Buenos Aires, 2002, cidad de resistencia, en caso de conflicto, a un sistema de expectativas», no
pgs. 127, 486 y 487; GARCÍA VÍTOR, Enrique y GOYENECHE, Cecilia Andrea, considera que ella consiste en la realización de expectativas. Sólo interesan
Régimen legal de los estupefacientes. Política criminal y dogmática. Parte l, Edi- conductas que puedan dañar «la pretensión de valor de los "bienes jurídi-
ciones Jurídicas Cuyo, Mendoza, 2001, pgs. 49 y 50. cos" simbolizada en las normas». Sólo así tiene sentido la «protección de
208. KARGL, Walter, «Protección de bienes jurídicos mediante protección del de- bienes jurídicos mediante la protección del derecho». En similar sentido,
recho», trad. R. RAGÚES I VALLES, en C. ROMEO CASABONA (dir.), La insoste- MIR PUIG, Introducción, pg. 106, reconoce que las normas penales aseguran
nible situación del Derecho penal, Comares, Granada, 2000, pgs. 51, 57-59. las expectativas de los sujetos, pero en cuanto ellas se refieren a la indem-
Critica especialmente la teoría del bien jurídico arraigada en una «visión nidad de los bienes jurídico-penales.
naturalista del mundo», desde Birnbaum y von Liszt, sobre la base de dos 210. No se trata de una estabilización de cualquier expectativa -sólo para el
ejemplos: 1) reparación de los daños causados a un vehículo antiguo y 2) funcionamiento de un determinado sistema-, sino de aquellas que juegan
la que llama «paradoja de la muerte», pues efectivamente la vida despare- «un papel clave en la constitución de la auto-organización del individuo».
ce para su titular. KARGL, «Protección», pg. 57.

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado II. Injusto penal

minados presupuestos o condiciones de la realidad que han de res- sociales en que se desenvuelve el individuo. Parte del reconoci-
petarse, pues sin ellos no es posible la vida en sociedad 2 ". En este miento de VON LISZT de una realidad social, pero le atribuye un con-
sentido, es relevante la concepción de bien jurídico-penal de MIR tenido, pues sólo merecen protección penal aquellas realidades que
213
PUIG212, en cuanto incluye en ella un sustrato de la realidad . Si bien tienen un valor o sentido funcional214. Remite tal sentido a la dimen-
lo separa del bien y reconoce que la realidad puede ser «valorativa- sión social del bien -siguiendo a CALLIESS-, en cuanto su incolumi-
mente neutra», entiende que ésta integra la noción de bien (cuando dad y conservación constituye una necesidad social, al posibilitar la
no es neutra). De este modo, habla de la «cosa valiosa». La sola va- participación social de los individuos 215 . BUSTOS RAMÍREZ216 también
loración no constituye bien penal, pero tampoco su solo sustrato (co- vincula la noción de bien jurídico-penal con aquellas posibilidades
sa). Por otro lado, se preocupa por precisar que ni la realidad natu- de participación, al concebirlos como «síntesis normativa de una re-
ral ni las valoraciones son las consideradas, sino las condiciones lación social concreta y dialéctica». Relación que implica la partici-
pación de las personas en los procesos socio-económicos.

A partir de semejantes reconocimientos «que rescatan las condi-


211. Ver LUZÓN PEÑA, Curso, pg. 327. En contra, posiciones que destacan al bien ciones de participación de las personas en los procesos sociales» se
como necesidad, pero de carácter ideal. Así, RODRÍGUEZ MOURULLO, Dere- pueden visualizar las necesidades del hombre dentro de su contex-
cho penal pgs. 19, 20, 271, 276 y 277. to social y no como necesidades de un ser individual aislado. ALCA-
212. MIR PUIG, Derecho penal, pgs. 166-169. «El concepto de bien jurídico es, CER GUIRAO217 subraya que en una noción liberal de bien jurídico-pe-
pues, expresión de una relación dialéctica de realidad y valor». nal ha de primar el valor de la persona y «sus intereses de desarrollo
213. No es raro admitir este sustrato, así, LUZÓN PEÑA, Curso, pg. 328; GARCÍA-
social». Al igual que MIR PUIG, sostiene su carácter material a modo
PABLOS DE MOLINA, Derecho penal, pgs. 88-90; SILVA SÁNCHEZ, Jesús María,
«"Aberrado ictus" e imputación objetiva», en ADPCP (1984), t. XXXVII, de «objeto valorado». Incluso se preocupa de resaltar algunas ambi-
fase. II, pgs. 367, 370 y 372. También en nuestro país, se ha admitido en el güedades terminológicas respecto de tal materialidad, que no se ha
último tiempo. Ver BALMACEDA HOYOS y HENAO CARDONA, Sociedad, pgs.
100 y 108. De este mismo modo optamos por considerar la realidad social
como un aspecto que se ha de respetar antes que «aquello en lo que se con-
creta el bien jurídico». LAURENZO COPELLO, El resultado, pgs. 74-76, parece 214. Destaca la importancia social del bien que vincula con exigencias o nece-
concebir ese sustrato desde un punto de vista material-físico, al entender sidades fundamentales para mantener la vida en sociedad, sin desvincu-
que comparte dos de los elementos del resultado típico: la relación causal larlo de las necesidades de los hombres. Ver MIR PUIG, El Derecho penal en
y la diferencia temporal. Quizás por eso llega a una concepción amplia del el Estado social, pgs. 161-163, 166 y 167.
resultado típico, como un efecto sobre el bien jurídico. En similar sentido 215. Así también relaciona este aspecto social con el individuo. Bienes jurídicos
SOTO NAVARRO, La protección, pgs. 289-296, 305, 308 y ss., parte de una no- como «condiciones necesarias, según la observación empírica, de un co-
ción natural pero luego remite esta materialidad a un aspecto sociológico, rrecto funcionamiento de los sistemas sociales», pero que han de tener en
distinguiéndolo del objeto de la acción. Igualmente prefiere eliminar toda cuenta las reales posibilidades de participación de los individuos en la vi-
referencia al sustrato (aunque entiendo que al sustrato «material-físico») y da social para evitar el olvido del individuo por sobre el sistema. MIR PUIG,
considerar directamente lesionable al bien jurídico, en cuanto éstos se con- Introducción, pgs. 132, 134 y 137-140; el mismo, El Derecho penal en el Estado
cretan en aspectos de la realidad social valorados en atención a su función social, pg. 60. A diferencia de AMELUNG, Rechtsgüterschutz, pg. 361 (pura
social. No es necesario eliminar la referencia al sustrato real si se concibe «dañosidad social» en cuanto disfuncional para el sistema).
adecuadamente -distinto del objeto de la acción-. DE LA CUESTA AGUADO, 216. BUSTOS RAMÍREZ, «Los bienes», pgs. 191-194 y 199. Así también como con-
«Norma primaria», pgs. 168 y 175, precisa que ello no implica aceptar una diciones de participación, KINDHÁUSER, Ürs, «Acerca de la legitimidad de
teoría espiritual, sino que «ha de reflejar la diversidad y las necesidades de los delitos de peligro abstracto en el ámbito del Derecho penal económi-
la realidad de la que es reflejo». Señala que el bien jurídico-penal, como va- co», en AA VV, Hacia un Derecho penal económico europeo. Jornadas en honor
lor, «representa idealmente un sustrato material, una realidad social que del profesor Klaus Tiedemann, Boletín Oficial del Estado, Madrid, 1995, pgs.
puede ser tanto una función como una determinada posición en el con- 55 y 67-69.
junto de relaciones sociales». 217. ALCACER GUIRAO, Lesión, pgs. 71-73 y 88.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal

d e e n t e n d e r e n sentido n a t u r a l (realidad física). Agrega - a l criticar a d o se hace imposible la vida e n sociedad y n o existe otro m e d i o a d e -
LESCH, e n c u a n t o confunde los p l a n o s valorativos y m e t o d o l ó g i c o s - c u a d o - d e tutela. S i g u i e n d o esta línea d e p e n s a m i e n t o , la noción d e
q u e n o se o p o n e a esa noción personal-material d e bien la conside- bien jurídico-penal t e n d r á u n s u s t r a t o real, p e r o n o n e c e s a r i a m e n t e
ración d e la sociedad c o m o u n « e n t r a m a d o d e comunicaciones». La material-físico. Si la realidad v a l o r a d a es material-física, e s t a m o s
protección d e bienes jurídico-penales es perfectamente compatible frente a u n bien jurídico-penal material, p e r o si ella es inmaterial és-
con el r e s g u a r d o d e la vigencia d e la n o r m a y s u s efectos comunica- te t a m b i é n lo será222. Es esta conexión con la realidad y s u s valora-
tivos 218 . Eso sí, reconoce q u e d e t r á s d e esta conceptualización existe ciones la q u e d e t e r m i n a q u e el bien jurídico sea u n a noción d i n á m i -
u n a finalidad a m p l i a del Derecho penal, q u e se basa e n «la comple- ca. Se trata d e u n a noción e x p u e s t a a los cambios sociales, a la
m e n t a r i e d a d d e la protección d e bienes y la protección d e la vigen- modificación d e n e c e s i d a d e s , p e r o q u e n o deja p o r ello d e tener u n
cia y validez d e las normas» 2 1 4 . P o r e s o afirma t a m b i é n la teoría per- referente p e r s o n a l . A s í lo sostiene SANTANA VEGA respecto d e los bie-
sonal del bien jurídico-penal c o m o núcleo q u e ofrece u n criterio d e nes colectivos. Afirma q u e «la sociedad marca la desaparición o las
legitimación p a r a la tutela p e n a l d e bienes, q u e remite los contextos n u e v a s n e c e s i d a d e s d e los i n d i v i d u o s e n este contexto y aquéllos el
sociales a las condiciones necesarias p a r a el desarrollo d e los indivi- límite e n la protección d e los bienes jurídicos colectivos» 223 .
duos 220 . D e s d e esta perspectiva se prefiere a q u í hablar d e e s t a d o s o
La determinación y elección de qué bienes proteger depende en
situaciones valoradas 2 2 1 q u e m e r e c e n protección penal, si d e otro m o -
gran medida de las valoraciones que realice la comunidad. ETCHE-
BERRY224, por ejemplo, habla del sistema de valores filosóficos y políticos
de una determinada sociedad. Sin embargo, esta elección debe respetar
algunos criterios básicos, que impidan elevar cualquier interés social a
218. «Es perfectamente posible contemplar valorativamente la sociedad como la categoría de bien jurídico-penal. Estos criterios vienen dados parti-
una asociación basada en la satisfacción de intereses personales [...], e in- cularmente por el importante lugar que ocupa la persona humana. Ella,
terpretarla sociológica o epistemológicamente como un sistema de comu- como centro y guía de la protección penal, lleva a considerar no sólo
nicación». Ibíd., pgs. 71-73, 81-99,121 y 123-128. En similar sentido se pue- sus intereses, sino también a respetar los derechos derivados de su
de deducir una compatibilidad entre ambos aspectos, POLAINO NAVARRETE, dignidad humana, como núcleo que no debe ser contrariado. En esta
El injusto, pgs. 373, 374, 393-398, 481-485; el mismo, El bien jurídico en el De- forma, BUSTOS RAMÍREZ"' admite que los bienes jurídicos surgen de una
recho penal, Publicaciones de la Universidad de Sevilla, Sevilla, 1974, pgs.
145 y ss. y 159-162.
219. Asimismo, SANTANA VEGA, La protección, pg. 43, pretende conciliar posicio-
nes extremas «funcionalistas y naturalistas» a través de una noción mate- quier estado perjudicial que la norma prohiba respecto de situaciones por
rial de bien jurídico-penal. De este modo, considera la «valoración dialéc- ella valoradas. En general, procede cuando esas situaciones se alteran o
tica de la realidad social e institucional la cual le sirve de sustrato privan de determinados elementos que se han de respetar para el desarro-
empírico». llo de la persona humana, para su normal desenvolvimiento, sin limitarse
220. De este modo se expresa respecto del medio ambiente. ALCACER GUIRAO, a una destrucción material.
«La protección», pgs. 166 y ss. 222. En similar sentido, GARCÍA-PABLOS DE MOLINA, Derecho penal, pg. 88: «Y el
221. A partir de ideas como la de WELZEL. ASÍ, CONDE-PUMPIDO FERREIRO, «La sustrato de los mismos, muy diverso: un objeto psico-físico (la vida, la sa-
crisis», pg. 401. DÍEZ RIPOLLÉS, José Luis, El Derecho penal ante el sexo, Bosch, lud); un objeto espiritual, ideal (v. gr., el honor); una situación real (así, la
Barcelona, 1981, pgs. 107 y 110-113; el mismo, «La contextualización del paz del domicilio); una relación social (como el matrimonio); o una rela-
bien jurídico protegido en un Derecho penal garantista», en Revista de Cien- ción jurídica (v. gr., la propiedad)». También se reconoce de ese modo en
cias Penales, http:/ /www.cienciaspenales.org/REVISTA%2015/diezl5. doctrina nacional, CURY URZÚA, Derecho penal, pg. 52.
htm (consultado en 23 de Junio de 2003). Separa el substrato real del obje- 223. SANTANA VEGA, La protección, pg. 92. Cfr., POLAINO NAVARRETE, El bien, pgs.
to físico. Eso le permite distinguir un daño (sociológico) diverso del natu- 89, 90, 266 y 268; el mismo, Derecho penal, pgs. 595, 604 y 605.
ral y que apunta a la «privación de la posibilidad de realizar determinados 224. ETCHEBERRY, Derecho penal. Parte general, t. I, pg. 29.
comportamientos sociales». Se destaca esta separación, aunque se prefie- 225. BUSTOS RAMÍREZ, Manual, pgs. 112-114 y 250-254; el mismo, Obras, t. I, pgs.
ran los términos: perturbación, afección o afectación, para indicar cual- 77, 93, 96,130-133, 514-519, 639 y 649 («Política criminal e injusto», pgs. 164-

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado / I Injusto penal
base social que le sirve de presupuesto, pero pone a la persona como tinto del bien y la afectación del p r i m e r o p u e d e n o tener consecuen-
centro de tal protección. Señala que lo propio de una persona es la «re-
cia jurídica alguna. Su destrucción ú n i c a m e n t e afecta al bien jurídi-
lación social» mediante la que se expresa. Es por ello que define al bien
co-penal c u a n d o el objeto es p a r t e i n t e g r a n t e d e ese e s t a d o v a l o r a d o
jurídico-penal como «síntesis normativa concreta de una relación social
determinada y dialéctica». Sostiene que lo fundamental es el respeto y s i e m p r e q u e esa alteración sea objeto d e la n o r m a penal. La reite-
por la libertad y dignidad de la persona en un Estado social y demo- r a d a vinculación entre la destrucción del objeto d e la acción y la
crático de Derecho, pero hay que precisar que estos derechos se deben afectación del b i e n jurídico-penal se d e b e - j u n t o a la falta d e preci-
mantener con independencia del tipo de sociedad y de sus criterios. Se sión del r e s u l t a d o p e n a l - a la n e c e s i d a d d e q u e exista u n a realidad
entiende que esto es así mientras se trate de aspectos y derechos rela- sensible e n la q u e esa d e s t r u c c i ó n se p u e d a verificar 229 . Esa realidad
cionados con la persona humana, por el hecho de ser tal. existe si el tipo describe u n objeto, cuya d e s t r u c c i ó n o «lesión» se
exige expresa o t á c i t a m e n t e . Ello se suele e x t e n d e r p a r a la p e r t u r -
A veces no se logra comprender o expresar el mencionado sopor-
te real del bien jurídico-penal, a pesar de los intentos en este sentido. bación del bien p r o t e g i d o penalmente 2 3 0 . De h e c h o , la destrucción o
Así, NÁQUIRA226 define bien jurídico como «todo bien, estado de cosas o alteración d e u n objeto del tipo se identifica con la p e r t u r b a c i ó n del
unidad funcional social, de carácter ideal, proveniente de la persona o b i e n si éste es m a t e r i a l y el objeto es su s u s t r a t o . Sin e m b a r g o , la re-
del orden social comunitario que, por estimarse valioso e indispensa- a l i d a d q u e le sirve d e s u s t r a t o t a m b i é n p u e d e ser inmaterial. En es-
ble para el digno, justo y responsable desarrollo del individuo o de la te caso, la d e s t r u c c i ó n del objeto p u e d e n o tener r e p e r c u s i ó n algu-
colectividad en democracia y libertad, está jurídico-penalmente prote- na e n el b i e n p r o t e g i d o . Los b i e n e s jurídico-penales inmateriales n o
gido». Aunque conecta este concepto con la persona y el orden social, tienen u n objeto «material» o físico. O t r a cosa es q u e esos b i e n e s
mantiene un carácter ideal del término. Además, separa intereses indi- p u e d a n r e p r e s e n t a r s e o «materializarse» e n a l g ú n objeto. Así, suce-
viduales y colectivos y sólo entiende referidos a la naturaleza humana d e e n delitos q u e afectan el honor, la libertad o la i n t i m i d a d , q u e
aquellos directamente relacionados con la persona, mientras que los re-
p u e d e n r e p r e s e n t a r s e e n la p e r s o n a física, e n la m o r a d a , e n la co-
lativos al orden social serían de carácter convencional. Sin embargo, re-
r r e s p o n d e n c i a u otros documentos 2 3 1 . También ocurre e n b i e n e s in-
conduce éstos finalmente a la persona. Afirma que el legislador debe
tener como «norte final la persona humana y sus derechos esencia-
les»227.

El h e c h o d e q u e el bien p r o t e g i d o tenga c o m o «soporte» u n ob- 229. De hecho, normalmente se entiende que la afectación del bien jurídico-pe-
jeto d e la realidad n o implica q u e a q u é l sea e q u i v a l e n t e a objeto físi- nal expresa, manifiesta o exige la lesión de un determinado objeto. En es-
co, es decir, q u e se limite a u n a realidad d e carácter material. O, m e - ta forma, se requiere de un efecto material separable de la acción. Así, TE-
jor dicho, lo «material» n o es s i n ó n i m o d e lo «físico»228. A m b o s (bien RRADILLOS BASOCO, Juan, «Peligro abstracto y garantías penales», en G.
jurídico y «objeto material») p u e d e n coincidir, p e r o el objeto es dis- QUINTERO OLIVARES y F. MORALES PRATS (coord.), El nuevo Derecho penal es-
pañol. Estudios penales en memoria del profesor José Manuel Valle Muñiz, Aran-
zadi, Navarra, 2001, pgs. 790 y 791. Señala que la conmoción del bien jurí-
dico «ha de manifestarse a través de un resultado concebido en sentido
táctico, es decir, mediante una modificación del entorno exterior al com-
168); BUSTOS RAMÍREZ y HORMAZÁBAL MALARÉE, Lecciones, pg. 59, 142 y portamiento examinado y separable de él espacial o temporalmente».
HORMAZÁBAL MALARÉE, Bien jurídico, pgs. 144, 145 y 151-153. Aunque después distingue un resultado jurídico de uno táctico (para los
226. NÁQUIRA RIVEROS, Derecho penal, pgs. 72 y 73. delitos de peligro).
227. Se verá que la adecuada consideración de los bienes colectivos -en aten- 230. Ello se destacó al hacer hincapié en la necesidad de abandonar la noción
ción con las posibilidades de desarrollo del individuo- no requiere preci- de lesión, daño o detrimento para referirse al estado de perturbación del
siones como la anterior, es innecesaria. bien jurídico-penal.
228. Materialidad en el sentido del contenido de la norma penal, su protección 231. Cabe destacar la materialidad que nuestra doctrina ha reconocido al bien
(bien jurídico-penal) y vigencia (afectación o perturbación del bien jurídi- intimidad (en el hogar y la correspondencia), al separar su regulación
co-penal). constitucional. De este modo se estima que la inviolablidad del hogar y de

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado _ . II. Injusto penal
materiales colectivos, como la seguridad colectiva, la salud pública de extensas porciones de alimento (artículo 315 del Código Penal)233.
o el medio ambiente, donde el objeto que se destruye por el fuego, No debe ser relevante el supuesto hipotético de que una conducta
las drogas que se hacen circular o los recursos naturales (tierra, aislada inocua se le sume otras del mismo tipo para sostener la afec-
agua, aire) que se destruyen o alteran los representan. La alteración ción del bien jurídico-penal234. La conducta individual ha de ser en sí
de objetos físicos puede o no afectar el bien tutelado232. Se trata de misma lo suficientemente grave para crear una situación desvalora-
bienes inmateriales que no tienen un objeto material, pero eso no da por la norma penal, la que debe sancionarse en proporción a tal
significa que aquéllos no puedan representarse o «materializarse» gravedad. Desde ya entendemos que es difícilmente sostenible la pe-
en éstos. na basada en la sola aptitud general de un comportamiento, ni si-
quiera si es concreta, si no se logra afectar aquello que se tutela235. La
Las dificultades para aceptar la posible alteración o perturba-
tendencia natural a vincular tipos que protegen bienes colectivos
ción del bien inmaterial se deben, en gran medida, a que ella no coin-
con los delitos acumulativos ha de detenerse a efectos penales. No se
cide con la destrucción del objeto material -en el caso de que éste
puede sancionar más allá de la culpabilidad particular del agente
exista-. Son muchos los casos en los que la ley no exige la presencia por su hecho propio e individual. De ahí la importancia de la grave-
de este objeto o no exige su destrucción. Así, por ejemplo, en el trá- dad, calidad y suficiencia de la conducta y su efecto236.
fico ilícito de estupefacientes, la conducción en estado de ebriedad o
bajo la influencia de alcohol o drogas, el porte ilegal de armas, etc.
O Bien jurídico-penal y objeto material
Sin embargo, esta dificultad se diluye o acepta respecto de los bienes
jurídico-penales inmateriales de carácter individual, como la intimi- La destacada conexión del bien jurídico-penal con la realidad,
dad o el honor. No parece haber problema para determinar su lesión por la importancia de su sustrato, exige con mayor razón distinguir-
de la sola realización de un determinado comportamiento típico. Los lo del objeto material u objeto de acción. De igual forma, otras des-
cuestionamientos se producen hoy con los bienes de carácter colec- cripciones de este concepto se prestan para una confusa interpreta-
tivo o supraindividual. En muchos de estos casos existe lesión efec- ción. Definiciones como las de JESCHECK237 -a modo de «valor ideal
tiva de un objeto material, pero ésta no necesariamente implica per-
turbación del bien protegido, ni menos su lesión. Antes de examinar
233. Ver SILVA SÁNCHEZ, Delitos, pgs. 21, 34, 38, 46, 79, 83 y 84; DE LA CUESTA
la protección de bienes colectivos conviene resolver los problemas AGUADO, Causalidad, pgs. 70, 71 y 197-223. Si bien ella se refiere a la lesión
de objeto de acción y bien jurídico-penal. del medio ambiente, alude a la «entidad» o «trascendencia» del elemento y
su destrucción para producir tal lesión. Básicamente, se vincula -como en
Así, infectar en forma insignificante pequeñas cantidades de
el delito de amenazas- con criterios de «entidad» o gravedad suficiente.
aguas o de comestibles puede no producir ningún efecto sobre el 234. Ello se verá particularmente respecto del llamado bien intermedio espiri-
bien protegido penalmente, a diferencia de una infección altamente tualizado o con función de representación en relación con los llamados de-
tóxica de grandes caudales de agua destinada al consumo público o litos de acumulación o cumulativos.
235. Su particular afectación determina el tipo de tutela y, con ello, la técnica le-
gislativa que se utiliza.
236. Sin perjuicio de que esta determinación no es fácil y ha de realizarse caso
las comunicaciones «son hechos que afectan conceptos que se materializan a caso por el juez. Más que un problema de tipo, los criterios de gravedad
en cosas tangibles». Ver EVANS DE LA CUADRA, Enrique, Los derechos consti- y suficiencia dicen relación con el bien que la norma penal protege y los
tucionales, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1986, t. I, pg. 178. comportamientos que ella prohibe. Ha de tenerse en cuenta una perspec-
232. La destrucción del objeto de la acción debe ser de tal magnitud que de ella tiva teleológica desde lo injusto.
se desprenda necesariamente la perturbación del bien protegido. SILVA 237. JESCEHCK y WEIGEND, Tratado, pgs. 272-278. Así la tercera noción de resul-
SÁNCHEZ, Delitos, pgs. 24, 34 y 38-40, se refiere a esos resultados materiales tado que incorpora CORCOY como efecto sobre el «substrato del bien jurí-
como «base» o «medios determinados» para la puesta en peligro del me- dico» separable y perceptible externamente, no logra distinguirse del re-
dio ambiente. sultado jurídico. Ver infra capítulo tercero, I.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado II. Injusto penal

del orden social jurídicamente protegido»- no incorporan el objeto El objeto de la acción es el objeto material-sensible, que se presenta
sobre el cual recae la acción dentro de la noción de bien jurídico-pe- físicamente en la realidad, sobre el cual recae la conducta típica240.
nal. Si bien en ellas puede visualizarse más claramente una separa- Éste pasa a ser objeto de la acción o del delito241 cuando el legislador
ción entre el bien y el objeto de ataque o de la acción238, a veces se es- lo describe como realidad sobre la que recae el comportamiento tí-
tablece una relación entre ambos que hace que ellos se mezclen. Es pico. En consecuencia, existen objetos materiales que no son objeto
precisamente el caso de JESCHECK. El problema está en la forma en de la acción. Aun en el caso de que sí lo sean, éstos pueden no vin-
que presenta tal relación. Entiende que el desvalor de resultado «ra- cularse todavía al bien jurídico-penal. Así, no sólo las alteraciones o
dica en el menoscabo real del objeto de la acción» y no se refiere al destrucciones permitidas, sino aquéllas que no tienen la gravedad
bien protegido. Sin embargo, considera que igualmente se lesiona el suficiente como para representar una afectación del bien tutelado.
bien, pues éste «toma cuerpo» en dicho objeto. Luego, efectivamen- Por otro lado, el objeto jurídico sí dice relación con dicho bien, en
te distingue el resultado típico del perjuicio del bien jurídico-penal. cuanto alude al objeto valorado y protegido por la norma penal que
El primero se refiere a la lesión o puesta en peligro del «objeto de ac- se ha de respetar. El bien -que incorpora un sustrato real- puede ser
ción», separable de ella en el tiempo y el espacio. El segundo afecta- material o inmaterial, según la calidad de su sustrato242. Es cierto que
ría la «pretensión de vigencia del valor protegido» por la norma pe- a veces ambos objetos coinciden, pero no siempre es así. Tal identifi-
nal. También alude al desvalor de resultado como «lesión o puesta cación se produce básicamente en bienes materiales. Es el clásico ca-
en peligro del objeto de la acción protegido» - y no sólo como me- so del homicidio: la persona viva es el objeto de la acción (en cuan-
noscabo real de ese objeto-. Difícil distinguir el objeto de acción del to persona física) y equivale al bien jurídico-penal (en cuanto vida,
bien protegido si se habla de «objeto de la acción protegido». como interés penalmente protegido243). Pero todavía no se produce

Tradicionalmente, es común separar el objeto de acción del bien


jurídico-penal239. El problema es que esta distinción se complica al
comprender que el bien penal tiene un sustrato real, material o in-
240. JESCHECK y WEIGEND, Tratado, pgs. 277 y 278; MUÑOZ CONDE y GARCÍA
material. La separación puede oscurecerse. Pero también es perfec- ARAN, Derecho penal, pg. 262; RODRÍGUEZ MOURULLO, Derecho penal, pgs. 275
tamente posible que la realidad no tenga vinculación alguna con el y 276; SAINZ CANTERO, José A., Lecciones de Derecho penal. Parte general,
bien que se protege y sea una realidad valorativamente neutra. Así, Bosch, 3a ed., Barcelona, 1990, pg. 486 y MANTOVANI, Diritto pénale, pg. 205.
la destrucción de objetos inservibles o de basura en despoblados por 241. Preferimos hablar de objeto de la acción (o del tipo) y no del delito, para
un fuego que luego se apaga; la falsificación determinados docu- evitar confusión por la perspectiva que se adopta, por cuanto el objeto del
mentos que se coleccionan; la destrucción e ingreso en propiedad delito es un término más global que también puede abarcar al bien jurídi-
co penal. POLAINO NAVARRETE, Derecho penal, pgs. 559-562 -junto con las an-
ajena para protección personal o el auxilio ajeno, etc. Frente a posi-
teriores precisiones materiales y jurídicas-, entiende que el objeto en este
bles dudas, bien y objeto se distinguen en los términos que siguen. sentido sirve mejor para referir la incorporación de ambas clases de objeto
dentro del delito. El mismo, El bien, pgs. 88, 89 y 37-72; El injusto, pgs. 322-
328.
238. Ver BAUMANN, WEBER y MITSCH, Strafrecht, pg. 15.
242. Reconocimiento común. Así, BACIGALUPO ZAPATER, Enrique, Manual de De-
239. Ver STRATENWERTH, Strafrecht, pg. 101; MAURACH, Reinhart y ZIPF, Heinz,
recho penal. Parte general, Temis, 2a reimp., Bogotá, 1994, pg. 85. También en
Derecho penal. Parte general, trad. (7a ed.) J. Bofill y E. Aimone, Astrea, Bue- la doctrina nacional, COUSIÑO MAC IVER Luis, Derecho penal chileno, Edito-
nos Aires, 1994, t. I, pgs. 338 y 339. Ello tampoco se discute en nuestro rial Jurídica de Chile, Santiago, 1975, t. I, pgs. 286-290.
país. V. gr., POLITOFF LIFSCHITZ, Derecho penal, pgs. 304 y 305; POLITOFF L.,
243. ROXIN, Strafrecht, pg. 23. Pero señala que el bien jurídico es el bien ideal
Sergio, MATUS A., Jean Pierre y RAMÍREZ G., María Cecilia, Lecciones de De- «que se incorpora en el concreto objeto de ataque», por lo que sólo se le-
siona a través del detrimento de los respectivos objetos de la acción. Tam-
recho penal chileno. Parte general, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2004,
bién pone como ejemplo el caso de las falsedades, donde los dos concep-
pgs. 192 y 193; MEDINA JARA, Rodrigo, Manual de Derecho penal, LexisNexis,
tos no coinciden.
Santiago, 2004, pg. 215.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
una identificación completa, pues si ello sucediera no tendría interés La destrucción o «lesión» de un objeto material tiene importan-
proteger esa vida que se destruyó244. cia cuando pasa a ser un objeto de la acción (por su incorporación al
tipo), por lo que es un problema de tipicidad y de consumación del
La confusión entre los dos objetos ha contribuido a conservar
delito. No tiene aún relación con la perturbación de algún bien jurí-
la tradicional clasificación de los delitos en delitos de resultado y
dico-penal. Es posible la lesión de dicho bien sin que exista objeto de
de mera actividad y en delitos de lesión y de peligro (concreto o
acción destruido. A la inversa, es factible destruir un objeto material
abstracto)243. Las distintas formas de afección sólo interesan al De-
«incluso de la acción» sin afectar bien jurídico penal alguno o per-
recho penal cuando perturban el bien valorado y protegido 246 . El
turbando un bien distinto del que es objeto de la norma penal. Por
problema es que ambos «objetos» se confunden, sin que exista cla-
ejemplo, el incendio de una cosa propia en un lugar despoblado, de-
ridad respecto de qué es lo que la norma desvalora. MEZGER247, por
sierto y sin peligro de propagación. Respecto de los delitos contra el
ejemplo, define el objeto de la acción como un objeto físico que in- medio ambiente, MANSO PORTO231 «sobre la base del medio ambiente
tegra el tipo, por lo que debiera determinar el primer grupo de de- como bien jurídico» se pregunta para el caso español: ¿Qué clase de
litos (de resultado y de mera actividad). Sin embargo, cuando ex- acciones que recaen sobre ese bien «(también objeto de la acción)» y
plica los delitos de lesión, lo hace con atención a la lesión del objeto lo atacan realmente, crean sólo un peligro concreto y no una lesión?
descrito en el tipo248, sin que se vislumbre alguna diferencia respec- Incluso responde que la solución más correcta es considerar estos
to de los delitos de resultado. A su vez, ROXIN249 trata los delitos de comportamientos como delitos de lesión medioambiental. Indepen-
resultado como tipos que requieren «una consecuencia de lesión o dientemente de que lo considere un delito de lesión, el problema es-
de puesta en peligro separada espacial y temporalmente de la ac- tá en que entiende que este bien es, a su vez, objeto de la acción. Por
ción del autor». Si bien no expresa qué es lo lesionado o puesto en este motivo, señala que «agresiones directas del bien jurídico (en
peligro, parece limitar esta consecuencia al objeto material. Por los principio objeto de la acción) deberían configurarse como delitos de
términos que emplea, se deduce que exige un efecto físico externo. resultado de lesión, siempre y cuando la consumación pueda inter-
Pero agrega que la relación causal únicamente tiene importancia en pretarse como «destrucción» del bien jurídico»232.
los delitos de resultado, lo que permite situar esta clase de efectos
sólo en esos delitos -a pesar de que señale que también los delitos Sin embargo, MANSO PORTO en verdad distingue la consumación
de lesión se consuman cuando el «objeto de la acción» es realmen- de la lesión del bien jurídico. Por un lado, pretende justificar la lesión
te dañado 230 -. del medio ambiente a través de una comprensión amplia de su des-
trucción. Así, señala que no es necesario que se trate de una destruc-
ción física total o irreparable y que es «absurdo» equipararla con la
«destrucción jurídica» del medio ambiente. Además, admite que el po-
sible perjuicio grave para el «equilibrio de los sistemas naturales» (ar-
244. Esto es así porque existe un aspecto social trascendente. tículo 325 del Código Penal español) no es una «simple reiteración»2^.
245. Recordar que aquí se rechazó la división de delitos según la existencia o no Incluso reconoce que en esta forma de resultado hay un punto de
de un efecto externo sobre el objeto de la acción (delitos de resultado y de- acuerdo con los partidarios de los delitos de idoneidad o peligro hipo-
litos de mera actividad), pues es sólo un problema estructural.
246. Con razón ESCRIVÁ GREGORI, José Ma, La puesta en peligro de bienes jurídicos
en Derecho penal, Bosch, Barcelona, 1976, pgs. 39 y 41-43, afirma que la le- 251. MANSO PORTO, Teresa, «La consumación en los delitos contra el medio am-
sión y el peligro están referidos al bien jurídico y no al objeto de la acción. biente: comparación de los modelos colombiano, español y alemán», en E.
247. MEZGER, Tratado, pg. 384. Define al objeto de la acción como «aquel objeto MONTEALEGRE LYNETT (coord.), Libro homenaje al Profesor Günther Jakobs. El
corporal sobre el que la acción típicamente se realiza». funcionalismo en Derecho penal, Universidad Externado de Colombia, Bogo-
248. Ibíd., pg. 391. tá, 2003, vol. I, pgs. 456 y 457.
249. ROXIN, Strafrecht, pg. 274. 252. Ibíd., pg. 451.
250. Ibíd., pg. 281. 253. Ibíd., pg. 459.

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7; VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
tético, en cuanto éste se puede entender como una «cláusula de ido- En síntesis, c o n s i d e r a m o s b i e n e s jurídico-penales a q u e l l a s si-
neidad». Aunque no lo señale expresamente, se entiende que su califi- t u a c i o n e s o e s t a d o s respetables p o r ser necesarios p a r a el d e s a r r o -
cación de delitos de lesión se hace, en realidad, con referencia a la des- llo del h o m b r e , p o r lo q u e se v a l o r a n y p r o t e g e n p e n a l m e n t e 2 \
trucción física de determinados objetos que representan al medio
Ellos p u e d e n tener u n s u s t r a t o m a t e r i a l o inmaterial, r e l a c i o n a d o
ambiente. Destrucción que pretende configurar como lesión para ese
bien, si ésta es lo suficientemente «idónea» para ello, en cuanto reviste con el h o m b r e y su d i g n i d a d social. Así, p o r ejemplo, n o es el d e -
la suficiente gravedad para ser jurídico-penalmente relevante2'4. Así, recho a la v i d a lo p r o t e g i d o , sino la v i d a en sí m i s m a c o n s i d e r a d a
cuando señala que esta cláusula podría no estar, sí declara que «puede c o m o u n e s t a d o i n d i v i d u a l y social q u e se h a d e respetar, d o t a d o
cumplir la función de insistir en la necesidad de restringir las altera- d e u n s u s t r a t o físico o material. Se reconoce q u e estos b i e n e s o in-
ciones a las penalmente relevantes según la finalidad del precepto». tereses penales 2 5 4 c a m b i a n , s e g ú n el contexto social y la forma en
q u e se c o n s i d e r a n y realizan las v a l o r a c i o n e s q u e d e t e r m i n a n su in-
Ya se ha i n s i n u a d o q u e t a m b i é n dificulta la d e t e r m i n a c i ó n d e terés p e n a l . Estos c a m b i o s - q u e r e p e r c u t e n en la configuración del
este t e m a (perturbación del bien j u r í d i c o - p e n a l / d e s t r u c c i ó n del ob- bien j u r í d i c o - p e n a l - n o d e b e n llevar a v a l o r a r c u a l q u i e r situación,
jeto d e acción) los t é r m i n o s utilizados p a r a describir la p e r t u r b a c i ó n sino q u e d e b e tener en c u e n t a a q u i e n va dirigida, la p e r s o n a h u -
del bien jurídico-penal (lesión y p u e s t a en peligro). Tales expresiones m a n a (bien del h o m b r e ) . De m o d o q u e la protección p e n a l d e b e
parecen requerir u n sustrato sensible, q u e es m á s a d e c u a d o a u n ob- r e s p e t a r la d i g n i d a d del h o m b r e y s u s derechos 2 6 0 , p u e s n o sólo el
jeto material. Esto t a m p o c o d e b e llevar a confundir el objeto d e la ac- contexto social es relevante. F i n a l m e n t e , d i r e m o s q u e la n o r m a p e -
ción con el objeto jurídico. El objeto jurídico es el bien a respetar q u e nal contiene p r e t e n s i o n e s d e r e s p e t o d e b i e n e s y e n d i s t i n t o s nive-
se valora y protege p e n a l m e n t e . Rocco 2 5 3 identifica el objeto d e tute- les, p u e s la lesión d e ellos n o es la única forma d e r e s u l t a d o rele-
la jurídico-penal con el objeto sustancial del delito p a r a referirse a vante.
aquello q u e el Derecho penal tutela y q u e el delito «efectivamente le-
siona o a m e n a z a » . Lo q u e d i s t i n g u e a a m b o s es el m o m e n t o y la
perspectiva d e s d e la q u e se m i r a n . El objeto d e tutela mira al interés 2. L A PROTECCIÓN PENAL DE BIENES COLECTIVOS
v a l o r a d o en u n m o m e n t o anterior a la ley p e n a l y a d q u i e r e tal ca-
rácter al ser p r o t e g i d o por ella. El objeto sustancial del delito hace re- U n a d e las m a y o r e s críticas q u e hoy se formula a la conserva-
ferencia a u n m o m e n t o posterior, u n a vez q u e el p r e c e p t o es viola- ción del principio d e protección d e bienes jurídicos dice relación con
do: lesión o «amenaza» del interés tutelado 2 '". En realidad, esta los bienes d e carácter s u p r a i n d i v i d u a l o colectivo, d e b i d o a su falta
separación n o es relevante. N o es u n «objeto» distinto, sino el m i s m o d e m a t e r i a l i d a d e indeterminación. La discusión se plantea particu-
bien q u e el Derecho tutela 2 ". l a r m e n t e respecto del principio d e ofensividad y d e su función d e lí-

254. Estos criterios de gravedad se consideran fundamentales, pero aun así ¿se
lesiona el medio ambiente? 258. En similares términos lo define, ALCACER GUIRAO, «La protección», pg. 168:
255. ROLLO, El objeto, pgs. 573-578. «Estado, objeto o institución positivamente valorado en virtud de su fun-
256. Hay que hacer notar que habla de interés «lesionado o amenazado» por el cionalidad, para el desarrollo de la libertad de la persona en sociedad a tra-
delito. Amenaza que no tiene por qué limitarse a su sola puesta en peligro vés de la cooperación intersubjetiva». En nuestro país, NÁQUIRA RIVEROS, De-
concreto. recho penal, pgs. 72 y 73. Aunque, como se vio, conserva una noción ideal.
257. Asimismo, distingue un objeto jurídico general (interés social o público, 259. En cuanto ambas nociones deben ir unidas, se puede hablar indistinta-
que representa como «interés del Estado en el aseguramiento de las con- mente de bienes o intereses penalmente protegidos.
diciones de vida en común») y un objeto jurídico específico (bien o interés 260. Éstos, a su vez, están reconocidos y protegidos constitucionalmente. De
del sujeto ofendido), lo que le permite sostener la protección de bienes in- hecho, varios autores se remiten a ellos el concepto de bien jurídico-penal.
dividuales y colectivos. Ibíd., pg. 579. Así, ROXIN, Strafrecht, pg. 15.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal

irrite de la intervención punitiva2'1'. Lo anterior se agrava por la exce- sostener y visualizar su lesión aún desde una perspectiva jurídico-
siva amplitud de estos bienes o su creación artificial. Es cierto que si valoFativa2*1. Ello porque la perturbación de bienes no puede des-
se pierde de vista la idea de bien que se ha de respetar (como objeto vincularse de la naturaleza, clase o calidad del bien jurídico-penal
de referencia) se tiende a buscar con posterioridad aquello que «su- afectado, de modo que el tipo de tutela sea adecuado al objeto pro-
puestamente» se protege. Es más, es usual justificar la intervención tegido. Así lo pone en evidencia SOLER267 con relación a bienes colec-
penal más actual de ese modo, sobre todo frente a la configuración tivos. Señala -respecto de la fe pública- que «el carácter abstracto de
de delitos de peligro abstracto262. La efectiva tutela penal de bienes este bien concuerda muy poco con un sistema de infracciones en las
no se debe conformar con declaraciones de ese tipo. Los bienes co- cuales se requiera la efectiva destrucción de él». En este sentido es
lectivos cobran hoy cada vez mayor importancia, especialmente, por usual vincular estos bienes con la técnica del peligro abstracto268.
la naturaleza de las relaciones sociales y la clase de peligros provo- Son muchas las cuestiones que se discuten respecto de la cali-
cados para una generalidad de personas2*3. Por esto mismo también dad de estos bienes, sobre todo, su necesidad de pena. Así, ¿cuál es
es fundamental la adecuada determinación de los bienes colectivos la trascendencia de ellos dentro de la teoría del delito?; ¿es necesaria
y de cuáles merecen protección penal.
su protección penal?; ¿cuál es su contenido?; ¿ellos se vinculan con
Las dificultades se agravan básicamente por la desvinculación o bienes jurídico-penales individuales?; ¿cuál es la técnica legislativa
vinculación excesiva de estos bienes con bienes de carácter indivi- adecuada para describir conductas que los afecten?; ¿es posible su
dual. Así, los bienes colectivos se amplían enormemente «con carác- real afectación?; ¿de qué tipo?; etc. Aunque la relevancia del bien co-
ter vago y difuso o difundido264» o se reducen a manifestaciones que lectivo y sus cuestionamientos se manifiestan con intensidad en la
dependen de bienes jurídico-penales individuales. Además, se dis- actualidad, estos bienes no son intereses nuevos para el orden penal.
cute la real posibilidad de afectar bienes de esta clase y su modali- Bienes jurídico-penales supraindividuales o colectivos han sido re-
dad2'1'. Su perturbación se dificulta o imposibilita especialmente si se conocidos en los distintos ordenamientos penales a lo largo de la his-
conservan criterios materiales-físicos de destrucción. Es difícil de

266. Admitir la lesión de un bien colectivo es complejo si se requiere su elimi-


261. Ver MOCCIA, Sergio, «Reflexiones sobre los aspectos problemáticos de la nación, destrucción, desvaloración o pérdida de respeto total, a menos de
normativa italiana en materia de criminalidad económica», trad. R. Carne- que se acojan particulares nociones de lesión o daño. V. gr., MOCCIA, «De la
vali, en RChD, 3 (2000), vol. 27, pgs. 551 y 552. tutela», pg. 134 y 135; MANSO PORTO, «La consumación», pgs. 451,457 y 459.
262. Aunque esta justificación es una tendencia actual, ella no es reciente. Ya 267. SOLER, Sebastián, Derecho penal argentino, Tipográfica Editora Argentina, 2''
BINDINC, fundamentaba algunos tipos penales a través de la ampliación de ed., 3'' reimpr., Buenos Aires, 1956, 1.1, pgs. 281 y 282.
bienes protegidos, infra capítulo quinto, I. 268. V. gr., MATA Y MARTÍN, Bienes jurídicos, pg. 3; BUSTOS RAMÍREZ, «LOS bienes»,
263. Ver supra capítulo primero, I. pgs. 3-6 y 47 y ss., 75, 81, 82, 88,187 y 198; MÉNDEZ RODRÍGUEZ, Cristina, Los
264. En ambos sentidos se ha traducido la expresión empleada por SGUBBI, Fi- delitos de peligro y sus técnicas de tipificación, Centro de Estudios Judiciales
lippo, «Tutela pénale di "interessi diffusi"», en La Questione Crimínale Ministerio de Justicia, Madrid, 1993, pgs. 235 y 236; HASSEMER y MUÑOZ
(1975), pgs. 440, 444 y 448 y ss., como interés formal que se propaga a ni- CONDE, La responsabilidad, pg. 61; MUÑOZ CONDE, «Protección», pgs. 571 y
vel de masas. Pero dice que ellos deben su existencia a un procedimiento 572; SILVA SÁNCHEZ, La expansión, pg. 121; SOTO NAVARRO, La protección, pg.
formativo de carácter sustancial que vincula con una fuerza real que emer- 180. Sin embargo, esta técnica también se conecta con bienes jurídico-pe-
ge de la sociedad (nueva fase de la economía). Sin embargo, este término nales individuales, sin que se admita una real tutela autónoma de bienes
no suele ser empleado por sus connotaciones negativas vinculadas, bási- colectivos. De allí, que se tienda a comprender estos tipos como meras pre-
camente, con su falta de determinación. Ver CARBONELL MATEU, «Breves re- sunciones de peligro para aquellos bienes o se funden en peligros genera-
flexiones», pgs. 12, 16 y 17. les. Por eso se habla de un adelantamiento de tutela penal. Aunque no se
265. Estos aspectos se vinculan con la forma en que se concreta legislativamen- deja de hacer referencia a bienes colectivos, sólo que -en este caso- con re-
te su tutela penal. ferente personal.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
271
intereses penales individuales . No es suficiente una perturbación
toria2''. Lo que sucede es que hoy han surgido nuevos tipos penales
entre„privados para que intervenga el Derecho penal, dado el carác-
«distintos de los tradicionales, como los referidos a la administra-
ter público del conflicto penal. Tiene que existir un interés público,
ción pública, la administración de justicia, la seguridad del Estado o
que se manifiesta en la medida en que tal perturbación afecte la tran-
la fe pública27"», que se tienden a relacionar con nuevas funciones del
quilidad y seguridad de los demás miembros de la sociedad274. Por
Estado. BUSTOS RAMÍREZ271 explica que la clásica función de guardián
otro lado, los intereses colectivos no se consideran en forma aislada,
que se le atribuía al Estado liberal impedía visualizar la «necesidad
por sí mismos. Al Derecho penal no le interesa la protección de un
de intervenir en las disfunciones de los procesos sociales y económi-
colectivo sin más, o de una determinada institución o su funciona-
cos». A partir de la discusión desarrollada actualmente, precisa que miento27". Por sus características y misión, este Derecho ha de orien-
no se afecta realmente la noción de bien jurídico-penal, sino su ne- tarse al resguardo de situaciones especialmente relevantes para po-
cesidad de revisión material272. sibilitar la convivencia social y el desarrollo personal. De este modo,
no se deja de mirar a la persona y sus necesidades. Se podría ade-
2.1. Bien jurídico-colectivo y bien jurídico-individual
Antes que todo, cabe recordar que la perspectiva social o uni-
versal está presente aun en los delitos que afectan exclusivamente 273. En este sentido, se exige un interés social o un «daño» social en todos los
delitos. Así, especialmente en la dogmática italiana, Rocco, El objeto, pgs.
12 y 211-213; MANZINI, Trattato, pg. 507. De allí que se hable de «bene-inte-
269. Los bienes colectivos ya han sido reconocidos y protegidos penalmente en resse público». Asimismo, MATA Y MARTÍN, Bienes jurídicos, pg. 15.
el Derecho romano clásico. Así, se contemplaban -en una primera etapa- 274. De hecho, en el homicidio -por ejemplo- se observa que el interés del ti-
cuatro tipos de delitos: Pcrduellio, Parricidium, Furtitm e luiuria. Entre el úl- tular del bien jurídico-penal individual ya no existe, pero sí está presente
timo período de la república y comienzos del principado, se incorporaron el de los demás miembros de la sociedad en que se valore y respete la vi-
delitos que afectaban especialmente esta clase de bienes. Así, delitos con- da. Ver Rocco, El objeto, pg. 12.
tra el Estado, falsificación y astucia, cohecho y corrupción de funcionarios 275. CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pg. 204, señala que no se ha de tutelar
públicos, entre otros. Incluso es probable que ya en el período clásico se el funcionamiento en sí mismo, sino sólo «aquellos aspectos que puedan
castigara el delito de incendio, pero se interpreta que la Ley Cornelia lo in- afectar al ciudadano». Agrega que la intervención penal sólo se justifica
tegró dentro de los delitos que conformaban la «amenaza». Ver MOMMSEN, cuando se superan los límites del conflicto entre el autor y la víctima o la
Derecho penal, pgs. 332-335. ARENAS RODRIGAÑEZ, M'1 Paz, Protección penal de infracción del deber y «afecta a la vida social». ALEXY, El concepto, pgs. 186-
la salud pública y fraudes alimentarios, EDERSA, Madrid, 1992, pg. 103, ad- 190, realiza tres distinciones para precisar qué determina un bien colecti-
mite que la necesidad de tutela penal de bienes colectivos se ha aceptado vo: 1) la «estructura no distributiva» del bien colectivo, 2) su «status nor-
desde «siempre», sobre todo, para bienes vinculados con funciones del Es- mativo» y 3) su fundamentación. Señala que se ha de recurrir a las
tado. En la mayoría de los países se han protegido bienes colectivos sin primeras dos para definirlos y que el fundamento (que conecta con la nor-
mayor discusión. Así, en nuestro país se han tutelado bienes como: la se- ma) se ha dejar de lado. Dos fundamentos: economía del bienestar y teo-
guridad del Estado, la administración de justicia, administración pública, ría del consenso. En el primer caso, entiende que si el bien colectivo no
el tráfico jurídico, etcétera. presenta una función adecuada se debería negar su carácter colectivo. La
270. En este sentido, la técnica del peligro abstracto tampoco es original o nueva. teoría del consenso, por su parte, no indica ninguna condición que deter-
No sólo son figuras antiguas y conocidas las falsedades o delitos contra la mine exclusivamente tal carácter. A partir de ello, separa criterios que de-
administración del Estado, sino también tipos como el incendio, con peligro terminan su carácter colectivo de aquellos que determinan su calidad pe-
para un conjunto indeterminados de bienes jurídico-penales individuales. nal. Esta calidad se establece de acuerdo con la norma penal, la misión del
271. BUSTOS RAMÍREZ, «LOS bienes», pg. 189. Derecho penal y con la idea previa que se tenga de Estado y Sociedad
272. Ibíd., pgs. 192-194. Destaca la necesidad de determinación y autonomía de (ibíd., pg. 179). De modo que si no se muestra adecuado para las condi-
los bienes colectivos en virtud de la tendencia que existe a confundirlos con ciones y fines del Derecho penal se ha de negar la cualidad penal y no ne-
los derechos (constitucionales o no) de los ciudadanos entre sí y respecto del cesariamente la colectiva.
Estado. Señala que si esto fuera así no se explicaría la necesidad de pena.
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102
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
lantar -según lo expuesto- que existe una combinación más o menos des sociales, respecto de todos y cada uno de los miembros de la so-
intensa de aspectos individuales y colectivos en todo bien jurídico- ciedad o de un colectivo281. Agrega que esta relación social se deter-
penal. La ponderación y primacía de unos sobre otros es lo que de- mina además conforme al funcionamiento del sistema. Es importan-
termina su tipo en particular, pero se han de considerar ambos. te indicar que aquí no es el funcionamiento del sistema en sí el
protegido, sino algo que está más allá de él: la relación social colec-
Desde esta perspectiva se explicarán los bienes colectivos, pero tiva. De esta forma se preocupa por señalar que una función o aque-
ello no es fácil. La dificultad para determinarlos es general. No exis- llo que sirva para el funcionamiento de un sistema no puede ser ob-
te claridad ni siquiera en su denominación. Así, se suele hablar jeto del Derecho penal. Pero entiende que esto no significa que no
-incluso de forma simultánea- de bienes universales, supraindivi- existan bienes penales que se refieran a relaciones sociales en sentido
duales, macrosociales, colectivos, difusos, etc.27'1. Más que su deno- macro, es decir, en relación con el funcionamiento del sistema282. No
minación, lo fundamental es resolver en qué consiste un bien de es- es lo mismo considerar una función en sí misma que admitir que
ta clase y cuáles de ellos se han de tutelar penalmente. En general, lo existen bienes vinculados con ella. Por eso expresa, para el medio am-
propio de estos bienes es la existencia de una titularidad comparti- biente, que «se trata de la relación global de todos dentro del sistema
da por una generalidad de personas277. SANTANA VEGA, además de tal y de sus condiciones de funcionamiento»283. Lo fundamental es que
titularidad y de otros criterios, señala - d e acuerdo con GONZÁLEZ diga relación con necesidades básicas de un colectivo, de modo que
Rus- que es la especial «situación» en la que se encuentre el indivi- tal funcionamiento se dirige al desarrollo de esa relación o conjunto
duo lo que los caracteriza278. Lo fundamental para estos bienes es la de necesidades. Así, habla de bienes macrosociales que corresponden
posición que ocupan los sujetos respecto de una determinada situa- -al mismo tiempo- a todas y a cada una de las personas que forman
ción, pues comparten también las aspiraciones de protección. En es-
te sentido, cabe decir que ellos tienen las mismas expectativas de
conservación.
Por su parte, BUSTOS RAMÍREZ271' también busca una única carac- 281. En similar sentido, desde temprano, ETCHEBERRY, «Objetividad», pgs. 67-
terización de estos bienes, al preferir la denominación de bienes co- 69. Reconoce en el ámbito económico dos clases de bienes colectivos: 1)
lectivos2"1. Entiende que éstos se basan en una relación social común, «intereses económicos de naturaleza social» que vincula con la satisfacción
«múltiple» y «amplia». Los vincula con la satisfacción de necesida- de necesidades públicas y 2) un interés previo en la observancia de ciertas
reglas o normas que rigen los procesos económicos y que son necesarias
para la obtención de riquezas. Admite que este último es un interés formal,
abstracto, pero que es indispensable para que el sistema funcione. Por eso
276. SAN i ANA VEGA, La protección, pgs. 96-103. Habla de bien jurídico-penal su- dice que se refiere a la «creación y mantenimiento de las condiciones in-
praindividual o universal como denominación genérica o «macroconcep- dispensables para la adquisición legítima de la riqueza». Hace un parale-
to»; mientras que los bienes colectivos, los difusos y los institucionales se- lo con la actividad deportiva, donde el que participa tiene un interés di-
rían especies de este género. Además, conecta estas nomenclaturas con las recto en ganar, pero también tiene un interés en que se respeten las reglas
características que pretenden definir estos bienes. del juego conforma a las cuales podrá vencer. En este sentido, también se
277. Así, CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pgs., 203 y 204; SÁNCHEZ GARCÍA puede decir que existe una necesidad colectiva en que ellas se respeten,
DE PAZ, El moderno, pgs. 67-69. pues la importancia de su vigencia es tal que su ausencia le impide parti-
278. Lo utiliza específicamente como un criterio distintivo, frente a la separa- cipar (y a todos) en dicha actividad.
ción entre bienes colectivos y bienes difusos. También ver ALCACER GUI- 282. BUSTOS RAMÍREZ, Juan, «Necesidad de la pena, función simbólica y bien ju-
RAO, Lesión, pgs. 97 y 98; MÉNDEZ RODRÍGUEZ, LOS delitos, pg. 159. rídico medio ambiente», en Pena y Estado. Función simbólica de la pena, 1
279. BUSTOS RAMÍREZ, «Los bienes», pgs. 195-197 y 200. (1991), pgs. 102-104.
280. Critica el calificativo de «supraindividual», si éste se usa para expresar que 283. Es así que interpreta que en el antiguo art. 347 bis del CP español se pro-
esos bienes están por sobre los bienes individuales o más allá de ellos, tege un mismo bien jurídico-penal: el medio ambiente, como bien iigado
pues los concibe en función de todos los miembros de la sociedad. al desarrollo de la persona humana.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
284
parte de un sistema . Estas consideraciones permiten visualizar una ten una generalidad o colectivo de personas -sea determinada o in-
necesidad colectiva, sin perjuicio de la relación de complementarie- determinada 289 - serán bienes supraindividuales o colectivos240 y ten-
dad que les asigna respecto de los bienes individuales283. La concu- drán calidad penal si su desprotección afecta gravemente las condi-
rrencia de ambas clases de bienes no tiene por qué privar de autono- ciones que se han de respetar para la convivencia y desarrollo de ese
mía a cada bien, a menos que el legislador los haga dependientes en grupo dentro del respectivo ámbito, que es objeto de tutela.
el respectivo tipo penal a través de una tutela conjunta.
Todos los miembros de un colectivo comparten un mismo inte- A) «Relaciones» entre bienes jurídico-penales colectivos
rés en la conservación y respeto de una determinada situación. No y bienes jurídico-penales individuales
se trata de una suma de bienes individuales286, sino de una única si- Otro problema se presenta con la interacción de aspectos indi-
tuación en la que todos o una generalidad de personas se encuentran viduales y colectivos en un mismo tipo penal. Esto trae confusión y
y que ha de respetarse en interés de todos. En estos bienes no existe dificulta la separación entre bienes jurídico-penales individuales y
un único titular, por lo que tampoco una víctima individual, sino colectivos. La distinción entre uno y otro bien ya no es tan precisa,
que todos o cualquiera pueden serlo287. Desde esta perspectiva se ha- especialmente si ambos se reúnen en un mismo tipo penal. SANTANA
bla de víctima difusa o potencial288. Sin embargo, el hecho de que to- VEGA241 habla del «proceso de relativización» del esquema clásico de
dos los que estén en una misma situación (o cualquiera de ellos) se los bienes jurídico-penales o del carácter «pluriofensivo» de los de-
puedan ver afectados, no debe llevar a los extremos de negar la exis- litos. Entiende que lo individual y lo supraindividual ya no es de-
tencia de víctima o identificarla con una única víctima determinada. terminante para precisar la clase de bien jurídico-penal, pero sí lo se-
Por ahora, se dirá aquí que todas aquellas situaciones que compar- rá la adopción de una perspectiva monista o dualista. Frente a esto,
estimamos conveniente distinguir entre la configuración de los bie-
nes jurídico-penales y el específico modo en que el legislador con-
284. BUSTOS RAMÍREZ, Juan, «Bien jurídico en los delitos económicos», en Publi- creta su tutela. Se ha sostenido que en la determinación de estos bie-
caciones de la Revista del Abogado, Colegio de Abogados de Chile, Santiago,
1994, pgs. 12 y 13; el mismo, «Necesidad», pgs. 102 y 103. nes se conjugan intereses sociales y personales a la vez. Esta
285. Así, considera al medio ambiente un bien inferior, preordenado a la pro- afirmación no implica preferir una teoría dualista del bien jurídico-
tección de la salud individual. penal292. De hecho, ellas se caracterizan normalmente por afirmar
286. Reconocer una situación colectiva propia, independiente de bien indivi-
duales, conduce a una construcción autónoma de bienes jurídico-penales
colectivos y de su perturbación -que muchos identifican con una lesión-.
Ver CORCOY BIDASOLO, Mirentxu, «Resultados de muerte y lesiones como 289. La generalidad no dice necesariamente relación con una «indetermina-
consecuencia de un delito contra la salud pública», en ADPCP (1989), vol. ción», al menos, no de número. Ello sin perjuicio de que la afección misma
XLII, fase. I, pgs. 335-337; GÓMEZ PAVÓN, Pilar, El delito de conducción bajo la del colectivo o cualquiera de sus miembros sea incierta o indeterminada.
influencia de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas o estupefacientes, Bosch, 3'1 ed., Así, BINDING, Die Normen, vol. I, pgs. 394-397, lo precisaba respecto del pe-
Barcelona, 1998, pgs. 91, 99, 104 y 134. Sin embargo, ello no siempre es cla- ligro común. Afirmaba que es irrelevante si se amenaza a una generalidad
ro, por la forma en que se vincula los bienes colectivos con bienes indivi- determinada (v. gr. un pueblo de 600 habitantes) o a una indeterminada.
duales. Tesis que hablan de una anticipación de tutela penal no parecen di- Esta indeterminación no repercute en la clase de peligro, particular o co-
rigir esta protección a bienes colectivos, sino a bienes individuales. Así, mún. No va a ser un peligro particular por el hecho de que se trate de una
MAQUEDA ABREU, «La idea...», pgs. 492 y 493; DE LA CUESTA AGUADO, Causa- generalidad determinada.
lidad, pgs. 18,19 (nota 20), 64-66, 74; ella misma, «Norma primaria, pgs. 166, 290. Sin perjuicio de que optemos por hablar de bienes jurídico-penales colec-
175 y 179-183; ARENAS RODRIGAÑEZ, Protección penal, pgs. 29, 110 y 138 y ss. tivos, simplemente para simplificar términos.
287. JAKOBS, La ciencia, pgs. 131 y 134. 291. SANTANA VEGA, La protección, pgs. 77-96.
288. SANTANA VEGA, La protección, pg. 102, habla de bienes jurídicos «desindivi- 292. Algunos estiman que la admisión de bienes jurídico-penales colectivos im-
dualizados». plica la aceptación de teorías dualistas y, sin embargo, no se muestran se

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado 11. Injusto penal
dos intereses o titularidades que concurren en forma independiente ración o determinación de la calidad penal de un bien de las formas
o paralela, sin que exista entre ellos alguna conexión o común deno- concretas en que el legislador le confiere tutela. No toda situación
minador que los una243. valorada tiene o merece el carácter de bien penal. Han de darse de-
El optar por una combinación de intereses desde una sola pers- terminadas características que requieran o reclamen una tutela pe-
pectiva (monista) no significa tampoco negar autonomía a los bienes nal21*. Se trata de un enfoque común que precisa que una situación
colectivos y reconducirlos siempre a bienes individuales ni vicever- respectiva es acreedora de protección penal. OTTO247 afirma que la co-
sa. Tal confusión puede venir fomentada por la teoría personalista nexión entre el aspecto social y el desarrollo individual es impres-
de HASSEMER244 que resta independencia al bien colectivo, al entender cindible para determinar la existencia de un bien al que se le ha de
que éste deriva de bienes individuales («bienes derivados o indirec- conferir tal protección. Agrega que este reconocimiento no exime de
tos»). Esa falta de autonomía se deduce también de los ejemplos que considerar el merecimiento y la necesidad de pena. Por la naturale-
señala, al entender que en los delitos contra el medio ambiente se ha za, características y principios de este Derecho, el criterio que ha de
de considerar la vida y salud del hombre o comprender que en el ca- servir de guía es el de las necesidades de la persona humana que vi-
so del delito de falsedades documentales el bien afectado no sería la ve y se desarrolla en sociedad248.
seguridad en el tráfico jurídico, sino un «delito contra la totalidad de Es importante insistir que esta perspectiva no ha de confundirse
los participantes en ese tráfico». Sin embargo, el tomar en cuenta en con la protección simultánea de bienes colectivos e individuales. Tal
los bienes colectivos a la persona humana y entender que el indivi- forma de tutela es la que ha dificultado más aún el conocimiento y de-
duo no puede disponer de ellos, no lleva necesariamente a negar su terminación adecuados del bien jurídico-penal colectivo. Facilita su
autonomía24". Eso no tendría por qué suceder si se separa la configu-

296. ALCACER GUIRAO, «La protección», pgs. 167 y 168, puntualiza que la teoría
personalista ofrece un criterio de legitimación del bien jurídico y no una
guros acerca de su autónoma protección penal. Así, TERRADILLOS BASOCO, definición extensiva. Aunque expresa que esta teoría no se remite a la con-
«Peligro abstracto», pg. 805. MUÑOZ CONDE y GARCÍA ARAN, Derecho penal, figuración del bien penal, entendemos que es, justamente, esta idea de
pgs. 60, 261 y 262. Rechazan concepciones dualistas, con base en el reco- fundamento o criterio legitimador lo que determina la calidad penal de un
nocimiento de que la convivencia pacífica también es parte del bien indi- bien, es decir, su configuración como tal. Sí se separa de una definición ex-
vidual, pues es «la única forma de que éste pueda autorrealizarse». Otra tensiva que reconduzca todo bien a un bien individual y de la concreta for-
cosa es que, además, el legislador incorpore en la descripción penal con- ma de tutela de bienes penales.
ductas que afectan a ambas clases de bienes jurídico-penales colectivos. 297. OTTO, «El abuso», pg. 466.
293. Así, MATA Y MARTÍN, Bienes jurídicos, pgs. 12 y 13. 298. Ello, aun cuando se hable del desarrollo de muchas personas, como
294. HASSEMER, «Lincamientos», pgs. 282-284; HASSEMER y MUÑOZ CONDE, In- KINDHÁUSER, «Acerca», pg. 445. V. gr., BUSTOS RAMÍREZ, Manual, pg. 113,
troducción, pgs. 108-110. Sin embargo, cabe recordar que no siempre puede sostiene que todos los bienes jurídico-penales son siempre personales, en
interpretarse tal reducción de los bienes colectivos en las declaraciones de cuanto se han de vincular con la persona (como «condiciones de existen-
HASSEMER. Pero sí ocurre cuando considera esos bienes como un «medio» cia del sistema») o con el funcionamiento del sistema que permitan su con-
para la protección de esos bienes personales. servación y desarrollo. Asimismo, KARCL, «Protección», pgs. 55-57 y 59;
295. Afirmar que la protección del «correcto funcionamiento» de instituciones MUÑOZ CONDE y GARCÍA ARAN, Derecho penal, pgs. 59-61 y 261; MIR PUIG, El
como la administración o la economía «se hace, por tanto, en función de los Derecho penal en el Estado social, pgs. 129 y 130; el mismo, Introducción, pg.
intereses de las personas que viven y actúan en esas instituciones», no ha 138 (el Derecho ha de proteger sistemas sociales, sólo en cuanto suponen
de llevar a la dependencia de un bien respecto de otro. Simplemente no se la defensa del individuo); CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pgs. 139,140
acoge una teoría que someta los bienes colectivos a los individuales como y 203-250; CARBONELL MATEU, «Breves reflexiones», pgs. 16 y ss.; DE LA
único criterio. En este sentido pueden interpretarse posiciones como las SO- CUESTA AGUADO, Causalidad, pgs. 56, 59, 61, 242 y 243. Se refiere al bien me-
TO NAVARRO, La protección, pgs. 241-244, que reconoce mérito a la tesis dua- dio ambiente como un «presupuesto, junto a la vida y salud de las perso-
lista de Tiedemann siempre que se mantenga la referencia al individuo. nas, de la vida en sociedad».

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado II. Injusto penal

confusión con el bien individual y su consideración como un «bien titución española""-, pero ello no tiene por qué implicar su dependen-
adelantado» o una creación artificial respecto de la «verdadera» pro- cia de bienes individuales. Entendemos que esta referencia apunta a
tección de bienes individuales. En este sentido, SILVA SÁNCHEZ2"" -para una perspectiva propiamente penal, necesaria para la consideración
el medio ambiente- afirma que existe acuerdo en doctrina en cuanto a «penal» de situaciones que han de respetarse. Él mismo reconoce que
que la afección del medio ambiente también afecta la vida, salud u lo que plantea da cuenta de una idea rectora del Derecho penal de «to-
otros intereses vitales de la persona, ya sea un peligro concreto o uno dos los bienes jurídicos como medios para el libre desarrollo de la per-
abstracto. Entiende que la discusión se produce respecto de si ello re- sonalidad individual en sociedad».
sulta suficiente o si es necesario extender los contornos de ese bien a la
protección de generaciones futuras o de la naturaleza en sí misma con- En síntesis, p a r a d e t e r m i n a r la calidad p e n a l d e u n bien se h a d e
siderada. Así, se oponen posiciones antropocéntricas y ecocéntricas o considerar la persona, s u s relaciones y desarrollo, p e r o con atención
ecologistas, pero en ambas se termina reconduciendo a la protección de a la estructura social e n la q u e se d e s e n v u e l v e . La p e r s o n a c o m o guía
bienes individuales o a la de elementos de la naturaleza por sí mismos. y centro d e tutela n o elimina la necesidad d e q u e c o n c u r r a n aspec-
Por eso precisa que el acuerdo reside no en la protección aislada o pro- tos sociales. Es m á s , lo reafirma, p u e s el h o m b r e es u n ser social. D e
pia del medio ambiente, sino en su tutela como «condición necesaria allí q u e estas consideraciones sociales r e p e r c u t a n e n el tipo d e rela-
para el desarrollo de la vida humana». Sin embargo, luego agrega que ciones y n e c e s i d a d e s q u e surgen, así c o m o e n el m o d o e n q u e éstas
se trata de un bien supraindividual mediatizado, al actuar de «barrera h a n d e satisfacerse. A c t u a l m e n t e , la sociedad fomenta relaciones
previa de los bienes individuales existenciales». La discusión estaría en masivas, a n ó n i m a s y uniformes, e n las q u e el i n d i v i d u o se pierde.
el modo de estructurar la relación entre clases de bienes, su dependen-
BECK 302 - a l e s t u d i a r las características d e la sociedad m o d e r n a - des-
cia o independencia absoluta. Critica la tesis mayoritaria de la autono-
mía de estos bienes colectivos por falta de criterios materiales e indica taca la evolución del i n d i v i d u a l i s m o o «individualización» e n el Es-
que, al parecer, lo mínimo es que el peligro grave del medio ambiente t a d o Federal A l e m á n c o m o u n « n u e v o m o d o d e sociabilización».
se conecte o difícilmente se desconecte de una «peligrosidad» para la Evolución q u e conecta con n e c e s i d a d e s d e estandarización debido,
vida y salud de las personas. Parece no satisfacerse con la protección de básicamente, a la d e p e n d e n c i a del i n d i v i d u o d e instituciones q u e n o
bienes colectivos y requerir la tutela de bienes individuales300. Recono- controla o n o maneja 303 . En este contexto, las situaciones colectivas
ce que el medio ambiente se sitúa en un contexto antropocéntrico o per- h a n c o b r a d o cada v e z m a y o r relevancia. Ello se d e b e n o sólo a se-
sonalista básicamente -así lo sostiene según el artículo 45 del la Cons- mejante falta d e control, sino t a m b i é n a la importancia q u e a tales si-
tuaciones se atribuye, especialmente si su tutela es indispensable pa-
ra posibilitar el desarrollo personal. Así, las n e c e s i d a d e s sociales
tienen - y h a n t e n i d o - t a m b i é n relevancia penal. U n a perspectiva
299. SILVA SÁNCHEZ, Jesús María, «¿Protección penal del medio ambiente? Tex- m o n i s t a (incluso la personalista) n o tiene p o r q u é olvidar estas n e -
to y contexto del artículo 325», en La Ley, 4285 (1997), pgs. 2 y 3. cesidades 304 . Pero tal reconocimiento n o d e b e llevar al error d e creer
300. Art. 45 C. española: «1. Todos tienen el derecho a disfrutar de un medio
ambiente adecuado para el desarrollo de la persona, así como el deber de
conservarlo. 2. Los poderes públicos velarán por la utilización racional de
todos los recursos naturales, con el fin de proteger y mejorar la calidad de 301. Ibíd., pgs. 18, 19, 81 y 84.
la vida y defender y restaurar el medio ambiente, apoyándose en la indis- 302. BECK, La sociedad, pgs. 163, 166 y 167.
pensable solidaridad colectiva. 3. Para quienes violen lo dispuesto en el 303. Señala que «los individuos emancipados devienen dependientes del mer-
apartado anterior, en los términos que la Ley fije se establecerán sanciones cado de trabajo y así se hacen dependientes en educación, en consumo, así
penales o, en su caso, administrativas, así como la obligación de reparar el como dependientes de las regulaciones normativas y de las previsiones, de
daño causado». SILVA SÁNCHEZ admite que esta previsión permitió recon- las reglas del tráfico, de las ofertas de consumo, de las posibilidades y mo-
ducir estos tipos a delitos clásicos contra bienes individuales. Aunque nie- das en los campos médico, psicológico y pedagógico». Asimismo, SILVA
ga esto y entiende que sólo se pretende «neutralizar» la tendencia a prote- SÁNCHEZ, La expansión, pg. 26.
ger bienes basados en criterios ecocéntricos y, especialmente, la aplicación 304. En este sentido, CUELLO CONTRERAS, El Derecho penal español, pgs. 57-60, 78
de delitos acumulativos. Igualmente, SILVA SÁNCHEZ, Delitos, pg. 78. y 80; HEFENDEHL, «Debe ocuparse...», loe. cit. Reconoce a las teorías perso-

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
que se pretende reconducir toda protección penal a bienes exclusi- duce a bienes de carácter individual. Así, no se toman aspectos colecti-
vamente individuales303. • vos aislados, sino como medios para el desarrollo del individuo31".
Esta idea todavía puede enmarcarse dentro de una teoría monista-per-
Esta discusión ha tenido particular desarrollo con relación a los sonalista, siempre y cuando ésta se reserve para la configuración de los
delitos contra el medio ambiente. En este ámbito, hay posiciones mo- bienes jurídico-penales. Se trata de un criterio necesario para fijar el ca-
nistas que toman en cuenta bienes colectivos con autonomía propia. rácter penal de los bienes, sin que lo personal y lo social vayan por ca-
Básicamente, se trata de concepciones ecocéntricas, ecológicas o natu- minos aislados, ni que su consideración conjunta implique necesaria-
ralistas í"h, que llevan a reconocer como titular al propio recurso natural. mente dependencia de uno sobre otro.
Por otro lado, mucha influencia tienen las teorías monistas-personalis-
tas o antropocéntricas que valoran y aprecian al medio ambiente en
función de la persona. Esta última idea ha llevado a reconducir los ilí- B) Autonomía del bien jurídico-penal colectivo
citos que afectan estos bienes a meras modalidades para la comisión de Frente a lo dicho, se hace necesario aclarar cuál es la relación - s i
delitos tradicionales, que perturban bienes jurídico-penales individua- es q u e e x i s t e - entre bien i n d i v i d u a l y bien colectivo. La significación
les3"7. Quizás esto se deba a la primacía absoluta que se le atribuye a
social del c o m p o r t a m i e n t o es relevante, así c o m o la consideración
bienes de esa clase, como base y núcleo de la protección penal™. Por es-
te motivo, se han elaborado otras tesis que postulan una relación de del i n d i v i d u o c o m o ser social. C o m p r e n d e m o s q u e n o h a y i m p e d i -
medio a fin entre el interés colectivo y el personal o una consideración m e n t o p a r a calificar d e bienes jurídico-penales tanto intereses indi-
conjunta de ambos. Se trata de tesis intermedias que no tienen proble- v i d u a l e s c o m o colectivos. E n este s e n t i d o se p u e d e n interpretar las
ma en admitir un sentido antropocéntrico como base de la noción de p a l a b r a s d e M U Ñ O Z CONDE 311 q u e e x p r e s a m e n t e descartan u n a n o -
bien penal3"1'. De esta forma, los bienes jurídico-penales colectivos serí- ción dualista del bien jurídico-penal, al considerar la convivencia pa-
an bienes propios, distintos de los individuales, que no dejan de consi- cífica c o m o p a r t e integrante del bien i n d i v i d u a l . Será la primacía d e
derar a la persona por ello. La situación que comparte una generalidad u n o s aspectos sobre otros lo q u e caracterice la especial clase d e bien.
o colectivo con relación a los intereses de la persona humana no se re- Esto n o h a d e interpretarse n e c e s a r i a m e n t e c o m o jerarquía o relación
d e s u p e r i o r i d a d d e u n o s bienes sobre otros. Los bienes colectivos se
c o n s i d e r a r á n e n c u a n t o m e d i o s q u e posibiliten la vida y desarrollo
del i n d i v i d u o e n sociedad. Existe u n a vinculación con el i n d i v i d u o ,
nalistas un presupuesto cierto. La vinculación con el desarrollo de la per- así c o m o los bienes jurídico-penales i n d i v i d u a l e s h a n d e presentar
sona humana, impide inventar bienes colectivos. aspectos d e relevancia social (interés social) 312 . La m a y o r dificultad
305. Así, la crítica de SCHÜNEMANN, «Consideraciones», pgs. 192 y 193, a la es-
trechez de la teoría personalista de Hassemer.
306. Ver BACIGALUPO ZAPATER, «La instrumentación», pgs. 222-224.
307. MÜLLER-TUCKFELD, «Ensayo», pgs. 509, 520.
308. Así sucede cuando se considera que los bienes colectivos dependen de los 310. V. gr., KARGL, «Protección», pgs. 55-57 y 59; MUÑOZ CONDE y GARCÍA ARAN,
individuales, que son su base. Ver CARNEVALI RODRÍGUEZ, «Algunas refle- Derecho penal, pgs. 59-61; CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pgs. 139, 140
xiones», pg. 142, el mismo, Derecho penal, pgs. 401 y 402. y 203-250; DE LA CUESTA AGUADO, Causalidad, pgs. 56, 59, 61, 242 y 243. Aun
309. V. gr., DE LA MATA BARRANCO, Protección, pgs. 49, 50 y 52-57; ALCACER GUI- cuando se hable del desarrollo de muchas personas, como KINDHÁUSER,
RAO, «La protección», pgs. 145-147; MÜLLER-TUCKFELD, «Ensayo», pg. 510. «Acerca», pg. 445.
Asimismo, como relación de colaboración, el «ecologismo personalista», 311. MUÑOZ CONDE, «Protección», pg. 567. En otro sentido, destaca la impor-
BALLESTEROS, Jesús, Ecologismo personalista, Tecnos, Madrid, 1995, pgs. 34- tancia de la constitución o configuración del bien jurídico-penal en forma
43. ALEXY, El concepto, pgs. 190-200, 202 y 203, destaca cuatro tipos de rela- igual o mayor que la determinación de su concepto.
ciones entre el bien colectivo y los derechos individuales. Señala -al criti- 312. Por eso OTTO, «El abuso», pg. 466, afirma que la protección penal de bie-
car la relación de independencia absoluta o fuerte- que en ninguna se nes se configura por un equilibrio entre esos intereses, sin que sea posible
produce una reducción completa de los primeros a los segundos ni de los sostener que entre ellos existe una relación de superioridad o de subordi-
segundos a los primeros. nación.

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
-como se ha visto- se presenta con bienes colectivos, pues su pro- mentales», al tratar los bienes intermedios, es clara la dependencia o
tección se tiende a dirigir a bienes individuales. Pero reiteramos que autonomía del bien jurídico-penal colectivo316. Afirmar que no pue-
una perspectiva personalista no lleva forzosamente a esta conclu- den «construirse» esta clase de bienes sin que sean identificables bie-
sión313. nes jurídicos individuales, no implica aseverar su dependencia317.
Reiteramos que los problemas de «construcción» del bien jurídico-
BUSTOS RAMÍREZ314 entiende que existe una relación de comple-
penal son diferentes de los de construcción del delito o del tipo. Es
mentariedad entre los bienes jurídico-penales colectivos y los bienes
esta separación la que interesa para comprender la relación de los
jurídico-penales individuales. Puede pensarse que esta idea implica
bienes y su autonomía. Si esto no se visualiza, se tiende a distinguir
afirmar que los primeros dependen de los segundos. En este sentido
entre bienes colectivos con referente individual y bienes colectivos
lo hace TERRADILLOS BASOCO313, aunque se manifieste partidario de te-
sin tal referente318.
sis dualistas. Considera que los bienes jurídicos-penales colectivos
(en un plano político) se subordinan a los de carácter individual. Sin
embargo, sí parece admitir una independencia dogmática, al señalar
que es «obvio» que los bienes colectivos -cuando son protegidos pe-
nalmente- tienen características distintas de las que presentan los in- 316. Se puede decir que es en el plano político-criminal donde observa tal de-
tereses individuales. Ni siquiera cuando habla de «intereses instru- pendencia. Así, habla tanto de «intereses instrumentales», como se «situa-
ciones instrumentales», necesarios para la protección de intereses indivi-
duales. Incluso agrega que la tutela penal de tal interés puede revestir
distintas formas. Estas van desde la protección directa del bien jurídico-pe-
nal individual hasta la protección autónoma de la situación instrumental.
313. Lo que tampoco ha de llevar -como se ha dicho- a mantener la concu- TERRADILLOS BASOCO, Derecho penal, pgs. 47-50. Más adelante, explica tales
rrencia de dos clases de intereses paralelos que no se tocan. A menos que intervenciones en relación con la categoría de los «bienes intermedios». El
esa teoría dual tenga en última instancia un referente personal, por lo que mismo, «Peligro abstracto», pg. 810.
no se distinguiría mayormente de la perspectiva monista que aquí se ofre- 317. Así, DE LA MATA BARRANCO, Protección, pgs. 44 y 45, señala que la idea de
ce o se la caracterice, al menos, como un dualismo moderado. Ver SOTO complementariedad ha sido erróneamente entendida. Considera que ello
NAVARRO, La protección, pgs. 241-244. Sin perjuicio de que el mismo TIEDE- no implica que los tipos que protegen bienes colectivos vinculen su es-
MANN hace una referencia semejante, pero que no se logra comprender co- tructura a bienes de carácter individual. Agrega que «todos los objetos de
mo un criterio uniforme presente en todo bien jurídico-penal. tutela, incluidos los que tengan carácter supraindividual, han de ser con-
314. BUSTOS RAMÍREZ, «Los bienes», pgs. 197 y 198. También habla de una «rela- cebidos en función de la persona y de sus necesidades de desarrollo...».
ción teleológica» entre ambos bienes, en cuanto los bienes colectivos con- 318. Así, se alzan voces que proclaman separar ambas clases de bienes colecti-
servan condiciones de seguridad necesarias para el desarrollo de los bie- vos. DOVAL PAÍS, Antonio, «Estructura de las conductas típicas con especial
nes individuales. El mismo, Obras, 1.1, pg. 876. En similar sentido, SÁNCHEZ referencia a los fraudes alimentarios», en J. Boix REIG (dir.), Intereses difusos
GARCÍA DE PAZ, El moderno, pg. 69. y Derecho penal, Cuadernos de Derecho judicial, Consejo General del Poder Ju-
315. TERRADILLOS BASOCO, «Peligro abstracto», pg. 805. ACALE SÁNCHEZ, María, dicial, Madrid, 1994, t. XXXVI, pgs. 27 y ss., señala que su adecuada dis-
El tipo de injusto en los delitos de mera actividad, Comares, Granada, 2000, tinción permite explicar las diversas particularidades que ellos presentan,
pgs. 183 y 184, aunque sigue la posición de este autor respecto de la cone- sobre todo en cuanto a sus formas de tutela. Habla de bienes colectivos tra-
xión del bien jurídico con la idea de necesidades individuales y colectivas dicionales y bienes colectivos de nuevo cuño, que se distinguirían por su
y afirma la autonomía de los bienes colectivos. Señala que admitir el ca- origen, estructura y necesidades de tutela. Si bien se considera que esos
rácter instrumental de éstos -en cuanto se hallan bienes individuales en su criterios de distinción no son realmente relevantes o pierden relevancia
base- no impide aquel reconocimiento. Agrega que es un problema de es- -en la medida en que se reconozca que las necesidades cambian y que to-
tructura o configuración del bien colectivo. Indica que es posible recono- dos los bienes jurídico-penales colectivos se vinculan con aspectos perso-
cer a la vez «que con la protección de los colectivos se está afirmando su nales al configurarse como tales (igual fundamento)-, es igualmente nece-
trascendencia para la persona como individualidad, que necesita de la sario destacar la antedicha separación. Su omisión hace que se tienda a
protección de estos bienes por ser parte de la colectividad». agrupar todos los bienes dentro de un mismo saco. De modo que se iden-

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado II. Injusto penal

BUSTOS RAMÍREZ también admite que aceptar semejante vínculo Expresamente señala que esta complementariedad «es decisiva en la
no significa que los delitos que protegen bienes colectivos deban es- configuración del tipo penal». Concluye que son tipos de lesión pa-
tructurarse en relación con bienes individuales. Por lo que aquéllos ra el bien colectivo y de peligro para el bien individual complemen-
tienen autonomía y pueden ser protegidos en forma independiente. tado. Pero deja claro «de algún modo» que la referencia e interrela-
Así, afirma que no sería necesario acudir a la técnica legislativa del ción entre esos bienes se produce en el tipo, es decir, al describir el
peligro abstracto319. Entiende que es perfectamente posible describir- comportamiento por el legislador. Por lo que sólo se trata de una co-
los como tipos de lesión o de peligro concreto. Aunque se acepte la nexión legal.
autonomía de estos bienes, su conclusión se basa en una determina- En este sentido, la determinación del carácter autónomo o de-
da comprensión de los tipos de peligro abstracto, que tendría como pendiente del bien colectivo repercute directamente en su modali-
referencia al bien jurídico-penal individual y su afectación (lesión). dad de tutela penal. Si se determina su autonomía, la doctrina tien-
Para comprender estas declaraciones, es necesario determinar qué de a admitir la lesión de estos bienes324. Por otro lado, considerar que
constituye esta clase de delitos320. Además, no es clara todavía la po- ellos dependen de bienes individuales lleva a que la tutela penal se
sibilidad de lesión ni tampoco de puesta en peligro concreto de bie- dirija a éstos, aunque no sean directamente protegidos. De allí que
nes colectivos. Por ahora, tiene relevancia precisar cuál es la relación en estos casos se acuda a tipos de peligro, sobre todo de peligro abs-
que puede darse entre bienes de distinta clase. En general, cuando se tracto325. A pesar de esta relación de dependencia o complementarie-
destaca la complementariedad o se habla del carácter instrumental dad de los bienes jurídico-penales individuales, la técnica del peli-
del bien colectivo se entiende que la relación que existe entre ellos es gro abstracto continúa vinculándose con bienes colectivos como
de subordinación o dependencia. SÁNCHEZ GARCÍA DE PAZ321 expresa forma adecuada de tutela326. Pero, en cualquier caso, la conexión con
que los bienes colectivos se definen en relación con los bienes indi-
viduales, por lo que no son intereses autónomos322. De suerte que su
protección es anticipada respecto de la de los bienes individuales323.
324. Acerca de la perturbación de bienes colectivos, infra capítulo segundo, II. 3.
325. Ello se sostiene aunque tampoco exista claridad respecto de esta técnica.
tinquen los bienes colectivos con bienes individuales y se conciba los deli- Según cómo se conciban los delitos de peligro abstracto, se puede llegar a
tos de peligro abstracto como formas de anticipación penal o los primeros considerar al bien jurídico-penal sólo como ratio legis, criterio de interpre-
se vacíen de contenido (bien ampliado) y se configuren tales delitos como tación o, incluso, puede presumirse (su afectación). En este sentido se ad-
tipos de lesión. mite una anticipación de tutela penal. Pero también estos delitos se conci-
319. Por lo que parece referir esta técnica a la tutela directa de bienes jurídico- ben como tipos de lesión, sin que se hable de anticipación.
penales individuales. 326. Ver CARNEVALI RODRÍGUEZ, Derecho penal, pgs. 402 y 404; OTTO, «El abuso»,
320. Ver infra capítulo quinto y capítulo sexto. pgs. 461 y 463; el mismo, «Konzeption», pgs. 363, 364 y 366; KINDHÁUSER,
321. SÁNCHEZ GARCÍA DE PAZ, El moderno, pgs. 67-69. Derecho penal, pgs. 76 y 77; TIEDEMANN, Klaus, Poder económico y delito, trad.
322. La autora parte de otra noción de bien colectivo, que no se refiere a una rea- A. Mantilla Villegas, Ariel, Barcelona, 1985, pg. 36; BACIGALUPO ZAPATER,
lidad que vaya más allá de él, sino a su titularidad. Ellos se caracterizan por «La instrumentalización», pg. 224; MORALES PRATS, Fermín, «La estructura
una titularidad plural de un conjunto de sujetos más o menos determinados. del delito de contaminación ambiental. Dos cuestiones básica: ley penal en
323. Ibíd. pgs. 36, 38, 66 y 84. Se basa en la opinión de BUSTOS RAMÍREZ para lle- blanco y concepto de peligro», en Estudios jurídicos en memoria del profesor
gar a esta conclusión. En este sentido conecta esta clase de bienes con la es- Dr. D. José Ramón Casaba Ruiz, Facultad de Derecho de la Universidad de
tructura del peligro abstracto, destacando la estrecha relación entre el ob- Valencia, Valencia, 1997, vol. II, pg. 486; MARTÍNEZ-BUJÁN PÉREZ, Carlos,
jeto de tutela y la técnica de tutela. Señala que «precisamente el carácter Derecho penal económico. Parte general, Tirant lo Blanch, Valencia, 1998, pgs.
difuso e impreciso del objeto de tutela y la consecuente dificultad de com- 112 y 115. El problema es que esta técnica también se refiere a bienes indi-
probar la lesión o el peligro en estos bienes jurídicos de difícil aprehensión viduales. Pero, en realidad, la dificultad está en distinguir bienes colecti-
contribuye decididamente a la construcción de figuras de peligro abstrac- vos con referencia individual. De allí que los bienes individuales se en-
to» (pgs. 36, 38, 66 y 84). tiendan «mediata» o «indirectamente» protegidos. V. gr., SÁNCHEZ GARCÍA

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
esta clase de bienes es confusa. En muchas ocasiones se afirma la ne- «bien intermedio», se conecta con situaciones colectivas valoradas,
cesidad de recurrir a estos delitos justamente porque se tutelan bie- no tiene relevancia la alusión a bienes individuales (ni siquiera como
nes individuales que se entienden mediatamente protegidos. Se afir- bienes mediatos). La dificultad para determinar la necesidad de ti-
ma la necesidad de que ellos se pongan en peligro «potencial» o pos de peligro abstracto no se produce tanto por la clase de relación
«abstracto», adelantando las barreras de protección penal327. Pero ni que se sostenga entre los distintos bienes, como por la naturaleza in-
siquiera en estos casos se deja de hacer referencia a bienes colecti- material y colectiva de aquellos que se tutelan. Es por eso que quie-
vos328. A veces la referencia a bienes individuales es tan lejana que nes afirman la lesión del bien colectivo autónomo la sostienen sin
tampoco ellos se pueden afectar. Por eso se han elaborado construc- mayor explicación. A lo más, se admite que el bien autónomamente
ciones como las del llamado «bien intermedio»329, respecto de la cual delimitado constituye un «bien adelantado»330. Sin embargo, ¿qué
tampoco hay claridad. El problema está en la separación entre bie- efecto tiene esta declaración si de todas formas se sostiene su lesión?
nes colectivos con referente individual y bienes colectivos sin tal re- Se verá que en general se considera que la determinación de los bie-
ferencia. Si la técnica del peligro abstracto, y elaboraciones como el nes colectivos permite su perturbación propia, pero ¿constituye ella
una lesión? En todo caso, la descripción típica puede conectar bienes
de diversa clase. Es preferible aquí aludir a técnicas complejas o
DE PAZ, El moderno, pgs. 66 y 67; ella misma, «La criminalización», pg. 706. compuestas, que claramente incluyan bienes y perturbaciones dife-
También hay quienes, sin decirlo expresamente, conectan los bienes colec- rentes. Estas técnicas de tutela no se deben confundir con el modo en
tivos con delitos de peligro concreto. Ver POLAINO NAVARRETE, Derecho pe- que se construyen los bienes penales. Todos los bienes penalmente
nal, pgs. 617 y 618. Admite que la configuración de los delitos de peligro protegidos contemplan aspectos personales y colectivos, por lo que
concreto está determinada por la naturaleza del bien que se protege, pero son de carácter pluriofensivo o, mejor dicho, «pluricomprensivos».
señala que ellos son de carácter general, pues abarcan «una colectividad Este último calificativo es más apto para su representación (bien pe-
social en cuanto entidad difusa». Incluso pone como ejemplo la salud pú-
blica o la seguridad pública, sin que fuera posible una situación de peligro nal), pues la pluriofensividad se conecta con la cantidad y tipo de
concreto para la vida o salud individual. bienes afectados331. Efectivamente, el legislador puede vincular al
327. Sobre la anticipación penal, supra capítulo primero, II. bien colectivo uno de carácter individual, que, en tal caso, también
328. ALCACER GUIRAO, «La protección», pgs. 147-149, 159, 162 y 163. Así, conti- debe verse afectado. Se trata de un comportamiento que puede per-
núa conectando los delitos de peligro abstracto con bienes colectivos autó- turbar dos o más bienes jurídico-penales y en forma diferente.
nomos (institucionales) por su especial naturaleza. Pero habla de esta cla-
se de delitos a la vez que mantiene la lesión de estos bienes. También
RODRÍGUEZ MONTAÑÉS realiza esta vinculación pero no es completa, pues i. ¿ Vinculo o relación de necesidad?
conecta los delitos de peligro abstracto con bienes colectivos a través de los
bienes intermedios. ALCACER GUIRAO acude a esos «bienes intermedios» De lo dicho se puede realizar un doble análisis respecto de la in-
pero para bienes colectivos reconducibles a bienes individuales (como MA- terconexión entre los aspectos individuales y colectivos a la hora de
TA Y MARTÍN). Ver infra capítulo segundo, II. 2, 2.1. B) i. Respecto del deli- fijar el carácter penal de un bien. El primero se sitúa al configurar un
to de incendio MORENO ALCÁZAR, El concepto, pgs. 269-271, 338, 343-348, bien penal -por una teoría monista, según la misión y características
513, 528 y 530. Pretende eliminar la seguridad colectiva como bien colecti- del Derecho penal-. Ello no quita autonomía al bien colectivo, en
vo y dirigir el incendio directamente a bienes jurídico-penales individua- cuanto se privilegien aspectos sociales relativos a la especial situa-
les, pero no propone su configuración como delito de daño ni como delito
contra las personas -aunque sea como peligro concreto-. Además, en mu-
chas ocasiones lo conecta con el medio ambiente que sí califica de bien co-
lectivo autónomo (bien difuso), a los que asocia un particular resultado de 330. Se verá que su pretendida lesión no se distinguirá realmente de la antici-
peligro. Ello sin dejar de entender que existe también un referente indivi- pación que supone el peligro abstracto puro o tradicional.
dual. 331. Cfr., COBO DEL ROSAL y VIVES ANTÓN, Derecho penal, pgs. 433 y 434 y LUZÓN
329. Así, veremos, sobre todo, tesis como la de SCHÜNEMANN. PEÑA, Curso, pgs. 315 y 316.

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
ción (necesidad social) que comparte una generalidad o conjunto de dencia particularmente en algunos delitos contra la salud pública y
personas. A este respecto, cabe afirmar que existe una relación nece- la seguridad colectiva como el tráfico de drogas (artículo 3 de la Ley
saria entre factores personales y colectivos; pero para determinar la 20.000), la conducción en bajo la influencia del alcohol o las drogas
calidad penal de un bien, cuya cualidad individual o colectiva de- (artículos 115 A, 196 E y 196 C de la Ley 18290), en el incendio (artí-
pende de cuáles de ellos primen312. Esta relación no implica todavía culo 476 del Código Penal) o en tipos como el regulado en el artícu-
que la protección de uno dependa de la protección del otro. La pro- lo 315 del Código Penal, donde se visualiza una relación estrecha
tección específica de bienes penales se vincula con la técnica legisla- con bienes de carácter individual333. El problema es que esta relación
tiva y con el fin de la norma penal particular, que puede requerir la se confunde y la protección del bien jurídico-penal colectivo se pone
protección conjunta o autónoma de ambos bienes. No se ha de con- en función de bienes personales334.
fundir la concreta tutela de bienes penales con la determinación de
la calidad penal de un bien, donde lo personal y lo colectivo conflu- La combinación de aspectos personales y colectivos también
yen. Si se pierde el referente personal, no se dota de contenido sufi- existe «aunque más lejana» en delitos que protegen bienes colectivos
ciente al bien como para justificar la intervención penal. Así también como la administración de justicia o la administración pública; así,
sucede en caso de un bien personal que carezca de interés social los derechos del ciudadano en la prevaricación (artículos 223 y ss.
(conflicto penal público). Desde esta perspectiva, serían ámbitos ex- del Código Penal) o los derechos de quien es sometido a proceso en
trapenales los adecuados para recoger y proteger tales bienes. De lo el falso testimonio o perjuicio (artículos 206-210 del Código Penal).
contrario, se infringirían principios tan importantes como los de pro- Sin embargo, ello no se suele destacar, pues no se evidencia una cer-
porcionalidad, intervención mínima, ultima ratio, insignificancia, et- canía tan próxima con bienes personales. En ningún caso significa
cétera. que la norma deja de tutelar bienes colectivos para proteger bienes
individuales. Sin embargo, la dificultad para distinguir el bien pro-
Ello no impide que el legislador tome bienes jurídico-penales tegido y la clase de perturbación no es menor y por eso se confunde
individuales y bienes jurídico-penales colectivos en un mismo tipo tanto el objeto de protección como su forma de tutela. Frente a esto
penal. Es una hipótesis diversa. Es una facultad legislativa, por lo se destacan los llamados «bienes jurídicos intermedios», pues apare-
que únicamente existe un vínculo entre ambos cuando el legislador cen como una institución que soluciona semejantes conflictos. El
así lo ha establecido. En este sentido también puede hablarse de una problema es que ella también requiere concreción, pues no siempre
«relación de necesidad», en cuanto la falta de perturbación de algu- se emplea en el mismo sentido, ni respecto de situaciones iguales. A
no implica la atipicidad de la conducta como tipo complejo o com- continuación, se expondrán algunos de sus principales supuestos y
puesto. Pero es una conexión eventual. También puede observarse se fijará aquél que se considere más adecuado.
una relación entre bienes individuales y colectivos sin esta vincula-
ción legal, dada la combinación de aspectos antes señalada. Es esta
interacción de criterios lo que complica la posterior relación entre los
distintos bienes autónomamente tutelados y hace que se tienda a
distinguir bienes colectivos con o sin referente personal. Así se evi- 333. En este sentido, MARTÍNEZ-BUJÁN PÉREZ, Derecho penal económico, pg. 112,
señala que los delitos de peligro abstracto se emplean tanto para bienes co-
lectivos no reconducibles a bienes individuales, como a aquéllos que sí se
reconducen a éstos. Precisa que en este último caso se puede establecer
332. Como se ha visto, SOTO NAVARRO, La protección, pgs. 199 y ss., reconoce el una conexión más o menos intensa con bienes individuales.
referente personal para la determinación de todo bien jurídico, así como la 334. Así, se destaca la intención de legitimar una tutela anticipada que no es fin
importancia del interés colectivo. Por eso proclama la existencia de una re- de la norma penal. Ver CÓRDOBA RODA, Juan y GARCÍA ARAN, Mercedes
lación de «dependencia recíproca» entre los bienes individuales y los co- (dirs.), Comentarios al Código Penal. Parte especial, Marcial Pons, Barcelona,
lectivos (ibíd., pgs. 30, 55, 77, 79, 233-244, 250, 312 y 316). Madrid, 2004, t. II, pgs. 1698-1691.

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado II. Injusto penal
ii. Los «bienes jurídicos intermedios» los delitos de peligro abstracto que tutelan un bien intermedio no se-
Al igual que con los bienes jurídico-penales colectivos, no exis- rían anticipaciones de tutela penal, pues se configurarían como deli-
te uniformidad en el empleo de los términos para designar esta «cla- tos de lesión de aquel bien representante «menos abstracto».
se de bienes». Más que una dificultad terminológica -ya se hable de De todas formas, la lesión del «bien intermedio» no se conside-
bienes jurídico-penales intermedios335, espiritualizados 336 o con fun- ra suficiente. MARTÍNEZ-BUJÁN PÉREZ341 habla de la peligrosidad abs-
ción de representación337-, es un concepto que se utiliza en sentidos tracta de la conducta típica para el bien mediato por la lesión reite-
diversos. En general, se alude a una especial forma de protección de rada y generalizada del bien intermedio. Desde esta perspectiva, los
bienes colectivos, pero que se vincula a la tutela de otros bienes jurí- tipos de peligro abstracto no se referirían realmente a los bienes co-
dico-penales (bienes con un sustrato, supuestamente, menos abs- lectivos «autónomos», sino a bienes colectivos de referente indivi-
tracto o bienes individuales). Muchos autores recurren a esta insti- dual o reconducibles a bienes individuales -aunque igualmente se
tución a partir de la naturaleza inmaterial del bien colectivo, que califiquen de bienes colectivos-. Pero también hay tesis que conciben
dificulta la determinación de su perturbación o afección. Se sostiene los bienes intermedios derechamente para bienes colectivos con tal
que la lesión de estos bienes es imposible a través de un comporta- referente y vinculan a éstos la técnica del peligro abstracto342. Se sos-
miento lesivo individual, por lo que se recurre a otro bien que lo re- tiene el carácter instrumental de los bienes colectivos y se configu-
presente. Así, SCHÜNEMANN338 cita como «bien representante» la con- ran delitos de peligro abstracto con relación a bienes jurídico-pena-
fianza de la población en la pureza de la actuación en el soborno o les individuales como forma de anticipación de tutela penal
cohecho; la seguridad de las relaciones jurídicas en las falsificaciones (presunción o peligrosidad general)343. En ambas situaciones se re-
y la verdad judicial en el delito de falso testimonio. En este sentido
se ha pretendido vincular esta noción con los bienes colectivos «pu-
ros» o sin referente individual, como bienes institucionales o del Es-
tado, protegidos a través de la técnica del peligro abstracto. De esta ticipación de tutela penal, que pretende configurar como tentativas im-
forma RODRÍGUEZ MONTAÑÉS339 refiere esa técnica a los bienes inter- prudentes (peligrosidad interpretada como infracción del deber objetivo
medios espiritualizados únicamente para los bienes colectivos in- de cuidado). Ver infra capítulo quinto.
materiales. Ello aunque considera como delitos de peligro abstracto 341. MARTÍNEZ-BUJÁN PÉREZ, Derecho penal económico, pgs. 98, 99 y 112.
«propios» los que se orientan a la protección de bienes individuales 342. MATA Y MARTÍN, Bienes jurídicos, pgs. 21-24; ALCACER GUIRAO, «La protec-
o individualizares 340 . La diferencia entre uno y otro radicaría en que ción», pgs. 162, 165, 172 y 174.
343. Ver OTTO, «Konzeption», pg. 365. Por eso SOTO NAVARRO, La protección, pgs.
178-180 y 199 y ss., afirma que ésta es la interpretación de los delitos de pe-
ligro abstracto que se ha cuestionado y propone no considerar como bie-
335. TIEDEMANN, Klaus, Lecciones de Derecho penal económico, PPU, Barcelona, nes colectivos aquellos que sean divisibles en bienes individuales. Sostie-
1993, pgs. 35, 36 y 239-241, especialmente respecto de bienes económicos. ne que lo coherente en estos casos es la construcción de delitos de peligro
Utiliza esta denominación a modo de intereses situados entre los intereses general y no de peligro abstracto. Ello sobre la base de separar el bien de
del Estado y los de los individuos (v. gr. funcionamiento del tráfico credi- la modalidad de ataque. No considera la peculiaridad del bien tutelado si-
ticio y del mercado de capitales). no la de su ataque, que es lo único colectivo. Este ataque se caracterizaría
336. SCHÜNEMANN, «Moderne», pgs. 793 y 798. por una «potencialidad ofensiva» para una pluralidad de sujetos indeter-
337. JAKOBS, Derecho penal, pg. 213 (§6/88). minados o indeterminables. Habla de la creación de un «peligro abierto».
338. SCHÜNEMANN, «Moderne», pgs. 793 y 798, habla así de bienes intermedios Pero igualmente admite que estos delitos se construyen en torno a unas
espiritualizados («vergeistigtes Zwischenrechtgut»). En similar sentido, Ro- condiciones de seguridad para los bienes individuales en especiales ámbi-
XIN, Strafrecht, pg. 359; JAKOBS, Derecho penal, pg. 213. tos que se caracterizan por ser fuente de riesgo para una pluralidad inde-
339. RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de peligro, pgs. 300-304. terminada de personas. Estimamos que la forma de ataque no se entiende
340. Como los delitos de incendio, los delitos contra la seguridad del tráfico o sin la consideración de ese ámbito y esa pluralidad de personas. De modo
aquéllos contra la salud pública. En este sentido ellos serían formas de an- que los ataques o perturbaciones de bienes están conectados con su natu

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
conduce la tutela penal a otros bienes jurídico-penales (individua- o institucionales (sin referencia individual), sólo que agrega un «pe-
les), sin que realmente se trate de objetos materiales que representen ligro abstfacto» «que se supone» para bienes individuales. En el caso
al bien jurídico-penal colectivo. Sin embargo, la referencia de esta de bienes colectivos «puros» se supone que esos otros bienes (inter-
noción a bienes colectivos con referente individual es aparente, pues medios) que concurren se lesionan, pero ¿qué sucede con aquellos
obedece a la misma razón: la falta de materialidad de los bienes co- bienes colectivos que «están detrás»?, ¿se lesionan también o se po-
lectivos344. nen en peligro abstracto? Ambas situaciones no se separan mayor-
El problema se presenta en torno al objeto de la norma penal. La mente. Sí se advierte una falta de lesividad respecto del bien que di-
mayor dificultad se evidencia si lo que realmente se busca tutelar rectamente la norma dice proteger. Ella se afirma ya porque se
son bienes individuales y ello se esconde bajo la creación de otro entiende que en tipos los tipos de peligro abstracto no existe «resul-
bien colectivo relacionado, sin que se perturbe realmente bien algu- tado» alguno, ya porque se considere que el bien colectivo se lesiona
no. ¿Por qué se configuran tipos de peligro abstracto si no existe otra automáticamente por la mera ejecución del comportamiento típico346.
BUSTOS RAMÍREZ347 «como se indicó» no relaciona delitos de peligro
situación que se tutela, diversa del bien individual? De hecho, es
normal aceptar que esos bienes individuales sólo son afectados me- abstracto con bienes colectivos, pues entiende que su determinación
diatamente, por lo que existen «otros» inmediatamente perturbados. material permite la configuración de delitos de lesión e incluso de pe-
En general, no se deja de hacer alusión a bienes colectivos, sólo que ligro concreto. Sin embargo, tampoco conecta estos tipos con bienes
«colectivos con referencia individual»345. Se afirma que también el individuales a pesar de sostener una relación de complementariedad
bien colectivo se lesiona mientras que los bienes individuales única- entre ellos. ¿Significa eso eliminar la categoría de delitos de peligro
mente se ponen en peligro abstracto. Esto no se distingue mucho res- abstracto o que se han de transformar en delitos de lesión o de peli-
pecto de los bienes intermedios vinculados a bienes colectivos puros gro concreto? Por el momento, comprendemos la crítica que a ellos se
les formula «sea cual sea la forma en que se definan» si se sostiene la
creación de bienes colectivos sólo como argumento para fundar una
anticipación de tutela para otros bienes objeto de la norma penal.
raleza. Pero su distinció le permite conectar delitos de peligro abstacto di-
rectamente con bienes colectivos y no entendemos que estos delitos se di- La problemática que se genera en los tipos que protegen bienes
ferencien demasiado de los que llama delitos de peligro general. colectivos vinculados con estos bienes intermedios (espiritualizados
344. De allí que MATA Y MARTÍN, Bienes jurídicos, pgs. 35-41 y 48, cite al mismo o representativos) no se distingue realmente de la de aquellos que
SCHÜNEMANN (bien espiritual), pero agrega como argumento la necesidad tutelan bienes colectivos que se reconducen a bienes individuales.
de anticipar la tutela de los bienes individuales. Por eso aquellos «bienes» (intermedios) también se han referido a es-
345. ROMEO CASABONA, Carlos María, «La peligrosidad y el peligro en la es-
tos bienes colectivos. Quizás la confusión o «unidad» se deba a que
tructura del tipo de delito imprudente», en J. L. DÍEZ RIPOLLÉS y otros
(Eds.), La ciencia del Derecho penal ante el nuevo siglo. Libro homenaje al profe-
la naturaleza del objeto jurídico es la misma. Ello puede ser así, si lo
sor Doctor don José Cerezo Mir, Tecnos, 2002, pgs. 944, 945 y 961, habla de relevante son los aspectos colectivos que se traducen en una necesi-
bienes colectivos «indirectos» y entiende que se estructuran como delitos dad social que reclama tutela penal, independientemente de que se
de mera actividad respecto de bienes individuales. Esa configuración evi- visualice una relación más o menos estrecha con bienes individuales.
dencia una reconducción a bienes individuales y una confusión de con- Entendemos en esta forma declaraciones corrió las de TIEDEMANN34*,
ceptos, al concebir los tipos de peligro abstracto como delitos de mera ac-
tividad. Ya se ha dicho que puede haber un efecto típico externo sin que
afecte a bien jurídico-penal alguno y viceversa. En este sentido, FRISCH,
Wolfgang, «An den Grenzen des Strafrechts», en Beitrage zur Rechtswis- 346. Estas declaraciones se comprenderán más cuando se examine la proble-
senschaft. Festschrift für Walter Stree und Johannes Wessels zum 70. Geburtstag, mática de los tipos de peligro abstracto.
C. F. Müller Juristischer, Heidelberg, 1993, pgs. 91 y 92, apunta que los bie- 347. BUSTOS RAMÍREZ, «Los bienes», pg. 198; el mismo, Obras, 1.1, pg. 876.
nes adelantados nada aportan. 348. TIEDEMANN, Poder económico, pg. 36.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado II. Injusto penal
en cuanto a que el recurso a los tipos de peligro abstracto obedece a no soluciona la dificultad para precisar la perturbación de bienes co-
la necesidad de proteger bienes colectivos «para cuya tutela no re- lectivos que se pretendía resolver con la idea de bien intermedio re-
sulta imaginable otra configuración típica», aunque luego los refiere presentativo o representante. Es más, la falta de materialidad es más
a los bienes individuales. Lo importante es descubrir de qué bienes evidente si se acepta la lesión del bien colectivo automáticamente
se trata, si se protege o no un bien penal. por la realización del tipo, sin que se exija un bien representante o se
vincule con la afectación de bienes jurídico-penales individuales. De
Cabe distinguir la tesis de MATA Y MARTÍN, aunque conecta los todas formas, la solución no está en suponer la existencia de tales
bienes intermedios derechamente con bienes colectivos de referente bienes. En nuestro país, CARNEVALI354 afirma que los bienes interme-
individual349. Se subraya el modo en que concibe al bien intermedio dios inmediatamente tutelados «no se distinguen intrínsecamente»
y no su conclusión respecto de los bienes que se protegen y sus for- de los bienes inmateriales y que en ambos casos el castigo obedece a
mas de afectación. No lo considera como un «bien» especial que se los mismos argumentos. Tampoco SOTO NAVARRO355 cree que la solu-
crea para subsanar la imposibilidad de lesionar bienes colectivos ción resida en la introducción de otro bien jurídico-penal si con ello
(tengan o no «referente individual»), sino como una particular técni- se determina un delito de lesión formal. Entiende que la lesión o el
ca legislativa. Aclara que se trata de una conexión legal entre bienes peligro dependen del modo en que se define el bien jurídico-penal35".
distintos. Es una determinada forma de tutela legislativa conjunta de Además, indica que si se establece un paralelo con la separación en-
diversos bienes350. Así, habla de «delitos de lesión-peligro» y «delitos tre sustrato y objeto material esta teoría no se justificaría, pues el
de peligro-lesión»351. En el primer caso, la lesión del bien colectivo se bien intermedio o representativo sería el sustrato del bien mediato.
produce con el peligro del bien individual. Exige el peligro del bien Para evitar estos problemas es necesario, junto con rechazar los de-
jurídico-penal, que implica la lesión del bien jurídico-penal colectivo litos meramente formales, desvelar cuál es el objeto protegido real-
por la relación que existe entre ellos y la posición que ocupan. En el mente para determinar la técnica legislativa adecuada. Dentro de es-
segundo caso, se invierte la relación entre los bienes - d e modo que te contexto (bienes colectivos), cobra especial relevancia la
el peligro es para el bien colectivo y la lesión para el bien indivi- separación entre sustrato y objeto de acción. Su insuficiente distin-
dual352-. ción lleva a vincular los bienes colectivos con otros bienes con fun-
Cualquiera que sea la relación que se sostenga de los bienes ju- ción de representación o, incluso, con bienes individuales. Esto ocu-
rídico-penales (colectivos o individuales) con los tipos de peligro rre por la calidad o naturaleza del sustrato del bien colectivo
abstracto, son criticables, desde ya, tesis que pretenden concebir esos (inmaterial), independiente de que exista o no un objeto de acción357.
delitos como formas de lesión de algún bien jurídico-penal por la so-
la ejecución de la conducta típica353. Se trata de una lesión formal que

la configuración de tipos de peligro abstracto a través de la precisión del


bien colectivo (como las de CORCOY, KINDHÁUSER o BINDING). Más, al exa-
349. MATA Y MARTÍN, Bienes jurídicos, pgs. 32 y 56 y ss. minar los delitos de peligro abstracto.
350. MATA Y MARTÍN, Bienes jurídicos, pgs. 8, 21, 27, 30, 71 y 72. 354. CARNEVALI RODRÍGUEZ, Derecho penal, pgs. 405 y 407.
351. Ibíd., pgs. 63-66. 355. SOTO NAVARRO, La protección, pg. 183.
352. Cita el caso de los delitos societarios o los de manipulación genética. 356. MENDOZA BUERGO, Límites, pgs. 53 y 54, también considera que estos deli-
353. De este modo RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de peligro, pg. 302, pretende le- tos no presentan otra particularidad que la especial configuración del bien
gitimar la punición de conductas que «afectan» bienes colectivos inmate- jurídico-penal. Señala que sólo se incorpora el bien representativo por la
riales y que ella misma califica de formal. «Es legítima la punición de toda dificultad de imaginar una lesión para los bienes colectivos, pero basta con
realización típica sin necesidad de constatar la peligrosidad en relación la lesión de ese bien intermedio. Por eso afirma que se sostienen cosas con-
con el bien inmaterial que mediatamente se protege, pues formalmente es- tradictorias.
tamos ante delitos de lesión». No se distingue de propuestas que prefieren 357. MATA Y MARTÍN, Bienes jurídicos, pgs. 36-40.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
Es, más bien, un problema de concreción y de representación del rídico-penal individual, si éste está determinado o es determinable.
bien colectivo (representación de su lesión) para determinar su efec- También "admite su tutela teniendo en cuenta otros intereses o situa-
tiva perturbación. ciones «instrumentales». Finalmente, reconoce la protección autóno-
ma de aquellas situaciones. De modo que también en esta segunda
ni. Delitos «pluricomprensivos» o complejos acepción se refiere a la tutela autónoma de bienes individuales y co-
lectivos y acepta una tutela conjunta, cuando reconoce que la pro-
Antes de tratar la afectación de bienes colectivos, se aclarará qué tección de los primeros puede tener en cuenta la de estos últimos (se-
se entiende aquí por bien jurídico intermedio, si es que se quiere gunda opción).
conservar esta denominación. De partida, no puede decirse que sea
una clase especial de bien jurídico-penal, distinto de los individua- Admitir la existencia independiente de bienes individuales y
les y los colectivos. Tampoco se identifica con la creación de un bien colectivos no impide al legislador recoger ambas clases de bienes en
representativo para salvar dificultades propias de la perturbación de un tipo penal y tutelarlos simultáneamente36". Pero, es fundamental
bienes colectivos, ni se vincula con la tutela de bienes colectivos con tener en cuenta la reiterada separación entre técnica de tutela y con-
referente individual o, mejor dicho, que están en una relación más figuración del bien jurídico-penal. La complejidad se presenta por-
cercana con bienes individuales358. A partir de esta segunda idea, en- que no se puede negar que existen aspectos comunes entre ambas
tendemos los bienes intermedios -al igual que MATA y MARTÍN- co- clases de bienes. En los bienes jurídico-penales colectivos siempre
mo una especial técnica legislativa. Esta propuesta permite descu- hay una referencia personal, lo que sucede es que ella puede reflejar
brir y enlazar mejor los distintos problemas que presenta la tutela de un mayor o menor grado de proximidad con bienes individuales. De
bienes jurídico-penales. También TERRADILLOS BASOCO359 destaca la igual modo, todo bien individual para ser penal ha de presentar un
equivocidad del término bien intermedio y entiende que se ha utili- interés social. Simplemente, existen grados diferentes de cercanía
zado en dos sentidos. Uno de ellos es, justamente, la construcción entre ambos bienes aunque se tutelen por separado. Así, se observa
«por adición» de tipos complejos, en los que la lesión de un bien ju- una relación próxima de los bienes colectivos con los individuales en
rídico-penal exige la afectación de otro. Pero también dice que tienen los delitos contra la seguridad del tráfico rodado; en los delitos de
otro significado. Se refiere a la protección de determinadas situacio- tráfico ilícito de estupefacientes; en el incendio; en algunas adultera-
nes necesarias para la tutela de bienes jurídico-penales individuales ciones de comestibles y bebestibles destinados al consumo público;
o individualizares. Aunque concibe éste como un supuesto distinto en los delitos contra el medio ambiente; en general, en los delitos
del anterior, se refiere a la misma situación que MATA y MARTÍN cali- contra la salud pública3'1'. Por ejemplo, en la conducción bajo la in-
fica de bienes intermedios y que concibe como una forma de tutela
conjunta de bienes. No se distinguen ambas situaciones, lo que su-
cede es que TERRADILLOS BASOCO admite tres posibilidades de tutela.
Ello obedece al reconocimiento de que las distintas formas de tutela 360. Supuestos de este tipo son la conducción temeraria, el incendio con peli-
son una decisión legislativa. De hecho, señala que el legislador tiene gro para las personas del art. 475 del CP, así como -en otras legislaciones-
algunos delitos contra el medio ambiente, delitos contra la seguridad de
tres opciones. Primero recomienda la protección directa del bien ju- los trabajadores, etcétera.
361. MAQUEDA ABREU, «La idea», pg. 492, se refiere'a delitos que protejen nece-
sidades sociales y señala como ejemplo, la salud, la seguridad de los tra-
bajadores o el tráfico jurídico. Indica que en ellos «la relación entre norma
358. Esto último se estima más adecuado, en cuanto todo bien penal tiene un e individuo es relativamente próxima», porque se compromete también,
referente personal y las confusiones con bienes individuales surgen a par- aunque en forma mediata, intereses personales como la salud o la vida.
tir de bienes colectivos que están en una relación más estrecha con aqué- Asimismo, MATA Y MARTÍN, Bienen jurídicos, pgs. 26 y 30-33, indica que los
llos. bienes de la comunidad tienen una relación mayor con bienes individua-
359. TERRADILLOS BASOCO, «Peligro abstracto», pgs. 810 y 811. les que los bienes que interesan al Estado. Entiende que en los delitos que

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
fluencia del alcohol o las drogas302 se observa una mayor cercanía los bienes jurídicos a partir de los bienes colectivos. Así, distingue
con bienes jurídico-penales individuales que en delitos que afectan dos clases: 1) bienes que se refieren a las bases y condiciones de sub-
la seguridad del Estado (como la alta traición), la administración sistencia del sistema, pues dicen relación con la persona humana y
pública o la administración judicial. Si se trata de una conducción te- su dignidad (bienes jurídico-penales individuales tradicionales) y 2)
meraria, la relación con bienes individuales es evidente, pues ade- bienes que se vinculan al funcionamiento del sistema, los que serían
más se exige un resultado de peligro concreto para ellos"'. Lo im- indispensables para garantizar esas bases y condiciones. Al parecer,
portante es determinar qué se protege y ante qué tipo de esta segunda clasificación pretende agrupar en forma general los
comportamiento, sin esconder otros objetos y formas de afección364. bienes jurídico-penales colectivos3*1. Sin embargo, destaca tres mo-
Si se descubre que el único objeto jurídico es un bien jurídico-penal dalidades* 7 . Por un lado, estarían los bienes jurídicos institucionales,
individual, éste ha de protegerse directamente. Pero si se pretende vinculados con instituciones básicas para aquel funcionamiento. Es-
tutelar bienes colectivos ellos han de precisarse, así como su especí- tos bienes también se suelen conectar con determinados órganos o
fica perturbación. Mientras que afectaciones supuestas o formales instituciones que se presentan como sus titulares, dejando de lado
han de eliminarse del ámbito penal. En cualquier caso, el legislador caracteres propios de los bienes jurídico-penales colectivos (titulari-
puede tutelar varios bienes en un mismo tipo. No haría más que es- dad colectiva)368. Por otro lado están los bienes jurídicos colectivos
tablecer delitos «pluricomprensivos» o complejos. propiamente tales, que relaciona con la satisfacción de necesidades
sociales, y -finalmente- los «bienes jurídicos de control», que apun-
tan a la organización del aparato estatal para el cumplimiento de sus
2.2. Clases de bienes jurídicos colectivos funciones. Precisa que esta ordenación de bienes es importante co-
No existe una clasificación evidente de bienes colectivos, pero sí mo criterio limitador u orientador de las barreras que debe respetar
cabe cierta sistematización. BUSTOS RAMÍREZ3'" reorganiza o reordena el legislador. La protección penal no debe sobrepasar los límites de
aquello que sea indispensable para satisfacer las necesidades de los
miembros de la sociedad o de un colectivo. En esta forma, las me-

protegen bienes colectivos con referencia individual («delitos de lesión-pe-


ligro»), como los delitos contra la salud pública, no es que exista una rela-
ción de jerarquía o dependencia entre los distintos bienes, «sino de señalar 366. Se debe recordar que este autor los define en atención al tipo de necesidad
la estrecha relación entre los mismos...». Ver MARTÍNEZ-BUJÁN PÉREZ, Dere- de que se trata, la que genera una determinada relación social (múltiple y
clio penal económico, pg. 112. amplia), pero que se determina de acuerdo con el «funcionamiento del sis-
362. Art. 330 del CP con relación a los arts. 115 y 115 A de la Ley 18290 (de trán- tema social». Ibíd., pg. 197.
sito), modificado por la Ley 19925 de 19 de enero de 2004. Esta ley derogó 367. En similar sentido, SANTANA VEÜA, La protección, pgs. 97 y 100. Separa los
el libro II del la Ley 17105 (alcoholes), que describía este comportamiento bienes jurídico-penales colectivos de los institucionales o públicos de
en su art. 121. acuerdo con su ámbito de afección. Los primeros afectarían a un sector de-
363. Esto no significa que no se proteja también la seguridad del tráfico viario. terminado de intereses y los segundos al conjunto de la sociedad o del Es-
Nuestra ley penal no contempla un tipo de conducción temeraria como lo tado. La principal diferencia radicaría en que los intereses institucionales
hacen otras legislaciones (V. gr. art. 381,2 CP español). La Ley 18290 des- o generales requieren una protección penal expresa, mientras que los inte-
cribe una serie conductas que representan formas de conducción arriesga- reses colectivos pueden ser protegidos subsidiariamente por el correspon-
da como infracciones o contravenciones gravísimas y graves (arts. 197 y diente bien jurídico-penal individual, si ellos no lo están. De allí que se ha-
198), pero no se exige que representen un concreto peligro para la vida o ble de una relación de complementariedad.
integridad de las personas. 368. Así, TERRADILLOS BASOCO, «Peligro abstracto», pg. 806. Desde esta perspec-
364. Esta situación sí puede favorecer el aspecto negativo de la función simbó- tiva se puede entender la propuesta de Bustos Ramírez de construir tipos
lica de toda protección penal. de lesión o de peligro concreto para esta clase de bienes sin necesidad de
365. BUSTOS RAMÍREZ, «LOS bienes», pgs. 199-202. acudir al peligro abstracto.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal

ñores restricciones a la protección penal son para los bienes básicos, determinante. Por lo que si ellos se pueden descomponer en bienes
relativos a las bases y condiciones del sistema. individuales no pueden ser colectivos. Los verdaderos bienes colec-
tivos se refieren a instituciones básicas para el funcionamiento del
Junto con esta clasificación, destaca la necesidad de delimitar Estado o del sistema social. Así, separa la modalidad de ataque de
los contornos de cada bien colectivo y evitar que por su vaguedad la naturaleza del bien jurídico-penal, al comprender que lo único
no presten verdadera utilidad. De este modo, expone distintos in- colectivo en estos casos es su especial forma de afección. Se trata es-
tentos por identificar bienes más concretos en el ámbito socio-eco- pecíficamente de actividades que se muestran como «fuente de
nómico, como: la libre y limpia competencia; la transparencia en el riesgo para una pluralidad indeterminada de personas», es decir,
mercado; la organización societaria, el sistema de ingresos y egresos los delitos contra la seguridad colectiva372. Parece conservar como
del Estado, la protección de los distintos medios de pago, etc. w . bienes colectivos sólo aquellos que tradicionalmente se han conce-
CARBONELL MATEU370 propone otra clasificación, según la función del
bido como tales, como la administración de justicia, la administra-
Derecho penal y la titularidad del bien jurídico-penal. Habla de bie- ción pública o la seguridad social373. Incluye también al medio am-
nes supraindividuales de titularidad colectiva, cuya tutela resulta
biente y al orden socio-económico. Sin embargo, en estos casos no
necesaria para el desarrollo del individuo. Aunque rechaza algunos
se explica por qué no enfatiza en su descomposición en bienes indi-
bienes colectivos por considerar que si se lesiona o pone en peligro
viduales. También en ellos se pueden visualizar bienes particulares
a un conjunto de individuos (como en las estafas a un conjunto de
concretos que pueden ser alcanzados por determinados efectos, al
sujetos) existe una titularidad individual. En este caso, parece con-
igual que en el incendio o en la conducción bajo los efectos del al-
cebirlos como un conjunto de bienes individuales. Similar declara-
cohol o las drogas.
ción realiza SOTO NAVARRO, en cuanto niega derechamente la calidad
de colectivo a los bienes de referente individual que denomina «bie- CARBONELL MATEU destaca como auténticos bienes de titulari-
nes jurídicos divisibles en intereses individuales»371. Este rechazo se dad colectiva bienes supraindividuales de carácter político y bienes
basa en el carácter indivisible de los bienes colectivos como cualidad supraindividuales de «supervivencia colectiva». Una clasificación
de este estilo y, en general, todas aquellas que separen bienes colec-
tivos institucionales (o «puros») de bienes colectivos con referente
personal374 se presta para confusiones posteriores respecto de los de-
369. BUSTOS RAMÍREZ, «Bien jurídico», pgs. 14-17.
litos de peligro abstracto: la necesidad de vincularlos directamente
370. CARBONELL MATEU, «Breves reflexiones», pgs. 17-29.
371. También se verá que vincula estos bienes con los delitos de peligro gene- con bienes individuales o de crear «bienes intermedios». Es indis-
ral, al admitir que en ellos se crea un «peligro abierto». Opinamos que la pensable fijar el objeto de protección de la norma penal. No basta
modalidad de ataque está íntimamente ligada con la clase de objeto que se con admitir que los bienes han de referirse al desarrollo de la perso-
tutela. De hecho, SOTO NAVARRO, La protección, pg. 237, tiene dificultades a na humana, si no se precisa que ello es propio de todo bien penal. No
la hora de pretender hacer compatible ese peligro general con la situación significa que sólo existan necesidades individuales, como tampoco
de peligro concreto. Es más, una de las críticas que hace a la teoría monis-
ta de HASSEMER es que los bienes colectivos serían meras modalidades de
ataque de bienes individuales. Específicamente, respecto de la seguridad
colectiva, MORENO ALCÁZAR, El concepto, pgs. 268-271 y 343-362. Afirma
que se ha de recurrir al bien individual «detrás» y considerar sólo como 372. Título XVII, Libro II del Código Penal español.
bienes colectivos autónomos (difusos) aquellos en los que la búsqueda de 373. De este modo, clasifica los bienes colectivos en dos grupos: 1) aquellos que
bienes individuales aporta nada. Sin embargo, reconoce que de todas for- representan prestaciones básicas del sistema social y 2) aquellos que se
mas se trata de una «autonomía débil», pues siempre existe un referente vinculan con la preservación de instituciones del Estado elementales. SO-
individual. Mantiene este referente a la vez que manifiesta que la opción TO NAVARRO, La protección, pgs. 250 y 251.
por delitos de puesta en peligro de bienes jurídico-penales la realiza fren- 374. Así no sólo tesis como las de SOTO NAVARRO O RODRÍGUEZ MONTAÑÉS. Tam-
te a atentados contra bienes colectivos. bién propuestas como la de ALCACER GUIRAO, «La protección», pg. 162.

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado II. Injusto penal

reconocer que todo conflicto penal tiene un interés público lleva a separación. De hecho, se distinguen bienes colectivos generales de
admitir únicamente necesidades colectivas. Una cosa no excluye la los particulares, que se califican de difusos a modo de intereses sec-
otra. Existen necesidades colectivas, como la salud pública; la segu- toriales 3 ".
ridad en el tráfico jurídico; la seguridad en el tráfico rodado; el co-
rrecto funcionamiento de la administración de justicia; el medio am-
biente; el desarrollo normal y tranquilo de determinados mercados; r Individuales
Bienes jurídico-penales
etc., que ameritan tutela penal. Situaciones valiosas para la generali- Particulares (v. gr., seguridad tráfico
L
dad de las personas o para un determinado colectivo, pues aseguran Colectivos T rodado, funcionamiento mercados, etc.)
y posibilitan la participación de las personas en ámbitos indispensa-
[ Generales (v. gr., salud pública,
bles para su desarrollo. Por eso, sí son relevantes los términos que medio ambiente)
CARBONELL MATEU emplea para distinguir las dos clases de bienes
colectivos señaladas (políticos y de «supervivencia colectiva»). En-
tiende que las características del Estado también están al servicio del 3. PERTURBACIÓN DE BIENES JURÍDICO-PENALES COLECTIVOS
desarrollo de la persona humana y que la tutela de bienes políticos
Y sus MANIFESTACIONES
no se ha de anteponer a la protección de otros bienes que se encami-
nan directamente al resguardo de tal desarrollo. Esos bienes son La forma abstracta e indeterminada en que suelen definirse los
también indispensables para posibilitar condiciones mínimas de bienes jurídico-penales colectivos repercute particularmente en su
convivencia. Pero los otros bienes colectivos son necesarios para la posibilidad de perturbación y en la forma en que se les brinda tute-
supervivencia colectiva. La diferencia entre ambos está en que los la. Ya se ha reiterado que el hecho de que ellos carezcan de un obje-
primeros dificultan una determinada organización de la sociedad y to material-físico en el que se expresen no implica que no puedan ser
los segundos atacan su existencia misma. afectados. Sin embargo -además de su indeterminación-, esta falta
de «materialidad» ha contribuido a dudar de tal posibilidad376. En es-
Semejante diferencia tiene relevancia en cuanto destaca que am- te sentido los bienes colectivos se vinculan con tipos de peligro, es-
bas «clases» de bienes colectivos se vinculan con el desarrollo de las pecíficamente de peligro abstracto. Antes de examinar tales técnicas,
personas en comunidad, pero también porque evidencian una dife- se expondrá sobre aquella posibilidad de afectación y sus diversas
rencia en cuanto a la extensión de los bienes en cuestión. Discrepan- modalidades.
cia que, quizás, sea la única relevante de destacar. Ambas situacio-
nes no dejan de ser colectivas ni de interés penal. Mientras se
utilicen unos mismos criterios para catalogar de penales a bienes co- 3.1. Lesión y peligro del bien jurídico-penal colectivo
lectivos y se hable de bien jurídico-penal colectivo en un único sen-
tido (situación que comparte una pluralidad de sujetos o colectivo, La perturbación de los bienes jurídico-penales colectivos no se
de modo que enfrentan una necesidad común, colectiva), no se re- puede analizar sin resolver los problemas relativos al resultado. La
quiere separar diversas clases de bienes jurídico-penales colectivos. exposición se hará frente a lo dicho hasta ahora (nociones de norma
Sí se distinguen variadas situaciones sociales y de diversa extensión penal y bien jurídico-penal). La falta de determinación que ha carac-
(como puede ser la administración de justicia, la seguridad en el trá- terizado a los bienes jurídico-penales colectivos ha llevado a soste-
fico viario, la salud pública, el libre y adecuado funcionamiento de
los mercados, el medio ambiente, etc.). Dentro de este contexto cabe
formular una clasificación. Puede ser adecuado hablar de «bienes ju- 375. Así, MARTÍNEZ-BUJÁN PÉREZ, Derecho penal económico, pgs. 94 y 95.
rídico-penales colectivos limitados o particulares» y «bienes jurídi- 376. Se piensa que es ésta la mayor dificultad que debe sortear su lesividad,
co-penales colectivos generales». Normalmente se suele hacer esta pues la crítica a su falta de determinación legal puede ser subsanada.

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7. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado II. Injusto penal
ner su imposibilidad de lesión'77. En realidad no se niega que estos De igual forma, se puso de relieve que algunas interpretaciones
bienes puedan lesionarse, sino que ello se produzca por un compor- que pretenden determinar estos bienes, terminan por reconducirlos
tamiento individual. Esta idea lleva a vincularlos con los llamados a meros bienes de carácter individual. Es así que MOCCIA3"2 propone
por KUHLEN,7S delitos de acumulación o cumulativos («Kumulations- como solución a los problemas de ampliación y anticipación penal
delikte»). La afectación del bien colectivo sería posible por la suma o que ellos generan (básicamente para delitos económicos) reformular
repetición de conductas típicas semejantes por un gran número de completamente los objetos y técnicas de tutela. Plantea reinterpretar
personas o por su totalidad, como en los delitos contra el medio am- el bien jurídico-penal en materia económica a través de una consi-
biente o en delitos económicos, como los tributarios ,7) . Ante las con- deración «dinámico-personal» del patrimonio en sentido funcional.
trariedades que estos delitos suponen, sobre todo por su contradic- Lo concibe como una unidad funcional concreta en la que se le ase-
ción con el principio de culpabilidad™', se reclama la necesidad de gura al titular un «ámbito de presencia» para desarrollar actividades
determinar los contornos de esta clase de bienes jurídico-penales. De económicas. Vincula esta unidad con las exigencias del titular y con
este modo «como se ha visto» se ha intentado la construcción de su funcionalidad según las finalidades que ella persigue. Afirma que
otros bienes (intermedios representativos) o su reconducción a bie- esta noción se puede utilizar como objeto de tutela respecto de he-
nes individuales a través de tipos de peligro. De todas formas, se chos que «lesionan» el patrimonio del Estado. De este modo, no pa-
mantiene que la delimitación concreta de los bienes colectivos per- rece tener mayor problema en aceptar delitos de lesión de bienes
mite la configuración de delitos de lesión. Así ocurre cuando éstos se colectivos. Estima que es posible encontrar una verdadera «dañosi-
comprenden como determinadas condiciones de seguridad para el dad» y evitar el castigo penal de meras transgresiones formales™3.
funcionamiento de sistemas o para el goce tranquilo de determina- Para ello comprende que el daño no debe limitarse a formas irreali-
dos derechos o bienes individuales181. zables como la destrucción o grave perjuicio para la economía na-
cional. Debe considerarse de un modo más realista como un «obstá-
culo» que se coloca al ejercicio de la función pública.
Además, pretende distinguir la lesión del bien concebido de ese
377. Esto se sostuvo en general respecto de la creación de bienes intermedios. modo «como forma de daño» de la «lesión del "bien-raí/o"»384. Seña-
Así, propuestas como la de SCHÜNEMANN O JAKOBS, pero también como las
de MATA Y MARTÍN, Bienes jurídicos, pgs. 35-41. La dificultad para determi- la que esta última no es un daño, sino un peligro para el bien final,
nar la lesión de estos bienes también lleva a sostener que ello impide con que incluso es de carácter abstracto. En este sentido, agrega que la
mayor razón su puesta en peligro. Ver RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de pe- lesión de tal bien puede ser realmente inocua y la compara con la
ligro, pg. 300. Semejantes ideas también se mantienen en la dogmática ita- tentativa absolutamente inidónea. Desde esta perspectiva, es usual
liana. V. gr., MARINUCCI, Giorgio y DOLCINI, Emilio, Corso di Diritto pénale, estimar los comportamientos que se dirigen a estos «bienes ratio» co-
3'1 ed., Giuffré, 2001, pg. 568. mo una anticipación de tutela penal a través de delitos de peligro.
378. KUHLEN, Lothar, «Umweltstrafrecht-auf der Suche nach einer neuen Dog- Pero si los bienes jurídicos-penales colectivos se delimitan y la pro-
matik», en ZStW, 105 (1993), pgs. 698, 712 y 715 y ss. WOHLERS, Deliktstypen,
pg. 319, critica su justificación, al confundir funcionalidad con legitimidad.
379. Esta dificultad de lesión lleva a que la tipificación y sanción de algunos
comportamientos que afectan bienes colectivos oscile entre el Derecho ad-
ministrativo (sancionador) y el Derecho penal. Algunos supuestos de este 382. Moca A, «Reflexiones», pgs. 556-559, el mismo, «De la tutela», pgs. 134 y
tipo, SILVA SÁNCHEZ, La expansión, pgs. 128-130. 135.
380. Ello porque se pretende hacer responsable a un sujeto imputándole com- 383. Así, se refiere a infracciones formales por el incumplimiento de normas or-
portamientos de otros, ajenos a su conducta. ganizativas a través de delitos de peligro abstracto. De igual forma vincu-
381. TERRADILLOS BASOCO, Derecho penal, pg. 51, habla de la «lesión de los meca- la éstos con bienes colectivos como forma de anticipar la tutela penal.
nismos básicos de funcionamiento y la pérdida de confianza colectiva en MocciA, «Reflexiones», pgs. 551, 552, 553 y 556.
ellos». 384. Ibíd. pg. 559.

136 137
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
tección penal se refiere a ellos cabe configurar delitos de lesión38'. todo delito de peligro si la ley convierte a la seguridad en otro bien
Con este concepto se vuelve a la idea base para la elaboración de los jurídico-penal. Si la protección se dirige únicamente a una clase de
bienes intermedios como bienes representativos. Ahora no se habla bien jurídico-penal, no se puede sostener este doble perjuicio, a me-
de anticipación de tutela, pero sí se conciben esos bienes como bie- nos que el legislador proteja varios. En este sentido, es correcto el re-
nes adelantados en relación con bienes individuales, limitando el pe- chazo de GÓMEZ PAVÓN384 a los llamados delitos de lesión-peligro, si
ligro nuevamente a estos últimos. En síntesis, los delitos serían de es que la tutela penal se dirige exclusivamente a bienes jurídico-pe-
lesión si los comportamientos se dirigen a bienes colectivos deter- nales colectivos. El problema es determinar la perturbación de estos
minados y de peligro si la protección de bienes colectivos se hace bienes34".
respecto de bienes individuales. Pero los delitos de peligro abstracto
también se han relacionado con ambas clases de bienes386. Es por eso
que algunos admiten un doble perjuicio o una doble calidad de los 3.2. Perturbación de bienes jurídico-penales colectivos
delitos, de lesión para el bien colectivo y de peligro para el bien fi-
Cuando la protección de bienes jurídico-penales colectivos se
nal387. RODRÍGUEZ MOURULLO388 señala que esta configuración se da en
conecta con la de los bienes jurídico-penales individuales, es posible
advertir por qué se vincula la técnica del peligro abstracto (aunque
ni siquiera exista claridad sobre esta técnica) a estos últimos341. Su
385. V. gr., SCHÜNEMANN, «Moderne», pg. 798; ROXIN, Strafrecht, pg. 359; TIEDE- empleo se realiza como un modo de adelantar las barreras de pro-
MANN, Poder económico, pg. 36; MENDOZA BUERGO, Límites, pg. 17; SÁNCHEZ
GARCÍA DE PAZ, El moderno, pgs. 36, 38, 66 y 84.
tección respecto de esos bienes individuales y no exige su real per-
386. Ver MÉNDEZ RODRÍGUEZ, Los delitos, pg. 235 y 236; RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, turbación. Por este motivo, esos tipos se califican normalmente co-
Delitos de peligro, pgs. 299 y ss. Esta autora reconoce que se aplica la técni- mo una presunción de lesión o de peligro o como «peligro del
ca del peligro abstracto en ambas situaciones, sólo agrega que son delitos peligro» para el bien jurídico-penal342, sin que se considere una real
de peligro abstracto propios los que afectan a aquéllos orientados a la pro-
tección de bienes individuales o son «suficientemente individualizabas».
No se están protegiendo bienes individuales, sino «otros» que se orientan
a ellos. Las figuras típicas se construyen como tipos de aptitud o con aten- pefacientes o sustancias psicotrópicas)», en Derecho de la circulación (aspec-
ción a la peligrosidad general de la conducta. Para éstos propone su inter- tos civiles y penales), Ministerio de Justicia Centro de Publicaciones, Ma-
pretación como tentativas imprudentes por la infracción del deber objeti- drid, 1993, vol. 11, pgs. 153, 155 y 170; ARENAS RODRIGAÑEZ, Protección pe-
vo de cuidado. En el caso de bienes colectivos inmateriales propone la nal, pgs. 147-149 y 164-167. ESCRIVÁ GREGORI, La puesta en peligro, pgs. 106
construcción referida a los bienes intermedios representativos. La distin- y 115. Prefiere hablar de quebrantamiento que de lesión -particularmente
ción de objetos le lleva a sostener esas formas diversas de tipificación, pe- para la seguridad de circulación-.
ro que en realidad no obedecen a un resultado diverso del peligro abs- 389. GÓMEZ PAVÓN, El delito, pgs. 135 y 136. Se refiere a la seguridad del tráfico
tracto. La flata de claridad de este peligro lleva a que ella señale que no se rodado como un bien propio que puede «llegar a poner en peligro».
puede llegar a una solución global respecto de los delitos de peligro abs- 390. No es clara la afirmación de su lesión. Así, se afirma la construcción de ti-
tracto. Sin embargo, si se obedece al aspecto colectivo que se protege como pos de peligro abstracto no sólo para los bienes colectivos que se recondu-
un bien propio, es dudoso que se haya de sostener técnicas de tipificación cen a bienes individuales. ALCACER GUIRAO, «La protección», pgs. 162 y
muy diversas. 163, señala que la imposibilidad de lesionar bienes colectivos instituciona-
387. Se habla «como MATA Y MARTÍN» de deitos de lesión-peligro o peligro-le- les (sin referente individual) requiere de delitos de peligro abstracto y que
sión. Así, LUZÓN PEÑA, Curso, pg. 314; ARENAS RODRIGAÑEZ, Protección pe- por ello se afirma que se está formalmente ante un delito de lesión.
nal, pgs. 138 y ss. 391. Así, reevidencia sobre todo en ámbitos como la responsabilidad por el
388. RODRÍGUEZ MOURULLO, Gonzalo, La omisión de socorro en el Código Penal, Tec- producto. Ver HASSEMER y MUÑOZ CONDE, La responsabilidad, pgs. 57, 60, 64
nos, Madrid, 1966, pg. 148. Asimismo, ver SILVA SÁNCHEZ, Jesús María, y 65.
1
«Consideraciones sobre el delito del art. 340 bis a) l* del Código Penal 392. Ésta es la noción clásica de delitos de peligro abstracto, pero que, veremos,
(conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas, estu- aún se conserva.

138 139
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado II. Injusto penal
o propia perturbación. Pero -por otro lado- concebir los delitos de Admitir la necesaria determinación de estos bienes no lleva aneja la
peligro abstracto como presunción de un resultado también permite consecuencia de lesión o su afirmación categórica. El rechazo de es-
su conexión directa con bienes colectivos que se «suponen» afecta- ta relación inescindible se afirma no sólo porque este resultado se
dos343. Cualquiera sea el caso, bastaría la sola realización del com- pierde si se establece únicamente a partir de la realización del tipo
portamiento para presumir el resultado o adelantar la protección del (formal), sino también por la especial naturaleza del bien colectivo.
bien penal que está detrás. ¿Qué sucede cuando esta técnica se co- Ella es la que dificulta su destrucción completa, al menos por un úni-
necta con los bienes colectivos -ya por su determinación, ya por la co comportamiento. De este modo, comprendemos que se niegue tal
creación de un bien representativo-? ¿La estructura del peligro abs- posibilidad y ellos se vinculen con delitos de acumulación. Lo ante-
tracto se concibe como tipo de lesión? Si ello es efectivo, ¿es real- rior siempre que se conciba la lesión como un tipo de resultado que
mente un peligro abstracto? Sin analizar esta clase de delitos, dire- exige destrucción o aniquilamiento (material o jurídico) completo
mos que la protección penal se complica cuando se refiere del bien que se tutela. Negar la lesión de los bienes colectivos no im-
exclusivamente a bienes colectivos (aunque no dejan de tener esta plica rechazar su posibilidad de perturbación. En cualquier caso, es-
calidad aquéllos que se vinculen con bienes individuales). Si la le- tas dificultades no se pueden resolver sin antes pronunciarse acerca
sión se entiende en sentido formal, ella no es realmente tal. ¿Qué es de los problemas que aquejan la noción de resultado.
entonces? ¿Existe un resultado respecto de los bienes colectivos?
Nuevamente se está ante el interrogante acerca de la posibilidad de De momento, el hecho de atribuirles la condición de bien jurí-
afectar bienes jurídico-penales colectivos. dico-penal conlleva el reconocimiento de una determinada realidad
social que requiere de respeto para asegurar la paz y el orden en el
Hasta el momento se ha visto que la doctrina oscila entre la ne- desarrollo de las relaciones sociales y que puede verse alterada. La
gación de aquella posibilidad y su aceptación «automática» (por la mayor complejidad radica en la calidad de su sustrato. Su naturale-
realización del comportamiento típico). Ambas posibilidades se han za inmaterial y colectiva impide su detrimento físico, natural o ma-
afirmado incluso respecto de un mismo tipo penal394. Ciertamente, la terial. Este solo hecho no significa afirmar la imposibilidad de su le-
adecuada delimitación de los bienes colectivos es necesaria para po- sión, sino únicamente de su destrucción material. De hecho, no
der afirmar su efectiva afectación, pero esto no implica su lesión34". existe mayor problema en considerar lesionados bienes jurídico-pe-
nales individuales de carácter inmaterial396. De ahí que deba distin-
guirse la lesión del bien tutelado de la destrucción del objeto de ac-
393. El mero cambio de perspectiva nada aporta, ni salva las dificultades que
estos delitos presentan. Sin embargo, sí ha de destacarse que esos delitos
no logran desvincularse de bienes de carácter colectivo, pues, aunque se
conecten con bienes individuales, ello se hace en forma mediata y no di- que los bienes colectivos de referente individual (que distingue de los mo-
rectamente. dernos bienes colectivos, sin tal referencia) protegen en realidad bienes indi-
394. Por ejemplo, en los delitos contra el medio ambiente se ha entendido que viduales, pero frente a «nuevos ataques». En similar sentido SOTO NAVARRO,
la sola realización de la conducta contaminante descrita en el tipo implica La protección, pgs. 179,180,199 y ss., habla de un problema de modalidad de
lesión del bien medio ambiente. Así también se ha dicho que este bien no ataque para bienes «divisibles en intereses individuales», a los que niega el
puede lesionarse o destruirse por la ejecución del tipo, sino que sólo im- carácter colectivo. Señala que lo colectivo se refiere a su especial forma de
plica un peligro abstracto para bienes de carácter individual. En estos ca- ataque, por la creación de un «peligro abierto» que configura delitos de pe-
sos suele conectarse el peligro abstracto con bienes individuales como mo- ligro general. Pero entendemos que la forma de ataque está íntimamente re-
tivo de punición (ratio legis), aunque lo que está en juego es la afectación lacionada con la configuración del bien penal. Se trata de nuevos ataques
del bien colectivo. porque atiende a «nuevas formas de configuración» de bienes. De lo contra-
395. Ver MENDOZA BUERGO, Límites, pgs. 11-14 y 18; HASSEMER y MUÑOZ CONDE, rio su perturbación no tiene por qué representar un modo diverso de afec-
La responsabilidad, pgs. 57 y 64; CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pg. 142 y ción que los hasta ahora existentes (lesión y peligro concreto).
DOVAL PAÍS, «Estructura», pgs. 43, 45, 47, 48, 60 y 69. Incluso llega a afirmar 396. Así, la intimidad, el honor o la libertad.

140 141
r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
ción. Tampoco es fácil admitir una «lesión jurídico-normativa» de doctrinales de ver otro bien «menos abstracto» que haga las veces de
estos bienes, aun si se postula una particular noción de lesión o da- ese bien individual 402 .
ño347. No sólo es importante determinar si ellos pueden perturbarse,
Si bien la incorporación de bienes semejantes («bienes interme-
sino también cuál es la clase de efecto que en ellos se genera. Algu-
dios») no salva realmente los problemas de perturbación de los bie-
nos hablan de un efecto sobre un sistema en su conjunto. Otros, vin-
nes jurídico-penales colectivos y se llega también a una lesión for-
culan la lesión con la seguridad de bienes individuales o con presu-
mal, es importante rescatar la idea de representación que estos
puestos que le sirven para brindar tal seguridad. En general, cuando
«bienes» introducen para establecer tal perturbación. Idea relevante
se alude a la lesión del bien colectivo «aun en sentido normativo»
para poder juzgar el tipo afectación del bien colectivo y no para afir-
ella se afirma por la sola realización de la conducta típica34*, sin que
mar la creación de otro bien que, en el fondo, también es inmaterial.
realmente exista efecto alguno.
Su amplitud e inmaterialidad requieren de objetos o situaciones que
BUSTOS RAMÍREZ344 habla de un efecto amplio o difundido que lo representen. El bien jurídico-penal colectivo puede estar asociado
significa «una grave afección del funcionamiento del sistema». Des- a un objeto material -como en el incendio, las falsificaciones o los de-
taca que esta clase de efectos se ha manifestado o plasmado tanto litos contra el medio ambiente- o puede no estarlo -tráfico de dro-
desde un punto de vista cuantitativo -como cantidad de perjuicio- gas y estupefacientes, conducción bajo los efectos del alcohol o las
como material -según determinadas características, puestos o posi- drogas, etc.- En uno y otro caso es difícil afirmar la afectación del
ciones-40". No tiene mayor problema en aceptar la lesión o puesta en bien tutelado, pero la dificultad es mayor en la segunda hipótesis, si
peligro de estos bienes401. Sin embargo, ello no es tan simple (destruir falta objeto de acción. Cuando existe un objeto de acción, se da un
un bien colectivo o que éste ingrese en el ámbito de riesgo de una efecto o lesión material que ha de representar una perturbación pa-
conducta típica). En el fondo, todo radica en la calidad del bien co- ra el bien colectivo. Esto exige no cualquier destrucción ni cualquier
lectivo. Los contornos de este bien (su extensión) añaden otro aspec- objeto, sino que la destrucción sea de tal gravedad que necesaria-
to al de su inmaterialidad que no permite afirmar fácilmente su le- mente se desprenda de ella la perturbación del bien tutelado. La re-
sión sin quedarse en una pura afección formal. De allí los intentos presentación se produce con atención a la cantidad y calidad de la le-
sión material. Si falta objeto la representación se complica, pues
pareciera que nada hay a lo que se pueda atribuir tal función. Esto
no quiere decir que no se puedan aplicar criterios de gravedad y su-
397. V. gr., DE LA CUESTA AGUADO, Causalidad, pg. 70; MANSO PORTO, «La consu-
mación», pgs. 451 y 457-461. ficiencia a los comportamientos que se ejecuten, de modo que no
398. De esta forma se concibe a veces el «resultado de peligro abstracto». En es- siempre sea posible entender que su ejecución afecta aquello que la
tos supuestos, se verá que no es más que un nuevo argumento o justifica- norma protege. Lo anterior permite rechazar lesiones formales. Es-
ción para el castigo de conductas sin requerir resultado alguno. tos criterios no son nuevos. Nuestros tribunales han acudido a ellos
399. BUSTOS RAMÍREZ, «Bien jurídico», pgs. 6,11 y 13. Respecto de los delitos so- con especial intensidad en las amenazas «sobre todo como medio
cioeconómicos señala que al afectarse, de algún modo, el sistema econó- del artículo 436». En estos casos se trata de un bien individual pero
mico se afecta también a todos y a cada una de las personas. inmaterial (seguridad individual), a pesar de que esté estrechamen-
400. Destaca casos de abuso de posición dominante o monopólica exigida en
determinados delitos de carácter económico, como los delitos tributarios te vinculado con otros bienes individuales materiales (vida e inte-
en España, que se establecen o surgen a partir de determinada cantidad de
perjuicio.
401. BUSTOS y LARRAURI, La imputación, pg. 15. Aunque no se puede hablar de
«causación de un resultado», sí puede hacerse de lesión o puesta en peli- 402. Independientemente de que la lesión de bienes individuales materiales
gro de un bien jurídico. Sin embargo, la doctrina suele reconocer la difi- tampoco debe ser formal. Simplemente, ella puede producirse por un
cultad de constatar un resultado de lesión o de peligro del bien colectivo. comportamiento típico «que ha de ser adecuado y suficientemente grave»
Ver SILVA SÁNCHEZ, Delitos, pgs. 75 y 76. y es fácilmente constatable.

142 143
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
gridad física). A este respecto, sólo se considera relevante aquella que la contrapartida objetiva del disvalor de acción». Efectivamente,
amenaza que tenga suficiente gravedad e intensidad como para se ha de~separar la afectación del bien penalmente protegido de las
afectar al bien jurídico-penal403. Todo lo anterior pretende únicamen- manifestaciones de tal afectación.
te poner de relieve que la dificultad para verificar la lesión del bien
Análisis semejantes también caben en la realidad jurídico-penal
jurídico-penal colectivo es real y que se vincula con su naturaleza
nacional. El entendimiento global de la norma penal primaria (di-
(inmaterial y colectiva), pero esto no significa que no pueda pertur-
rectiva y valorativa) frente a la aplicación de la norma secundaria de
barse.
sanción permite comprender que su infracción requiere tanto la con-
tradicción del imperativo, como la afectación o «no respeto» de una
situación valorada. Además, el Derecho sólo puede regular situacio-
III. JUICIOS JURÍDICOS DE DESVALOR nes externas, que afecten a los demás, en forma individual o colecti-
No es favorable al desarrollo científico hacer abstracción de la va. Desde esta perspectiva, el principio de exterioridad se conecta
práctica legislativa y jurisprudencial, elaborando tesis que no tengan con el principio de ofensividad como una «doble exigencia» en De-
suficiente arraigo en la realidad nacional actual. Con respecto a la recho penal4*. De hecho, se parte de la base de que es necesario, al
problemática del peligro abstracto, sería cómodo admitir ¿desde un menos, un desvalor de acción407. La duda se presenta respecto de si
punto de vista político-criminal? exclusivamente una norma de de-
terminación, que permita configurar lo injusto sólo con el «desvalor»
de acción. STRATENWERTH404 señala que no es posible buscar una fun- 406. En este sentido, GONZÁLEZ CUSSAC, José Luis, «Principio de ofensividad,
damentación para dicha técnica legislativa en un injusto que elimine aplicación del Derecho y reforma penal», en PJ, 8 (1992), pgs. 7 y 8, expre-
consideraciones objetivas (relativas al resultado). Por otro lado, afir- sa que el reconocimiento del principio de ofensividad o exclusiva protec-
ma que cabe obviar o «renunciar al "resultado" en la forma de una ción de bienes jurídico-penales -que implica «exteriorización» y «materia-
lesión del bien jurídico o incluso de la de una puesta en peligro con- lidad» de un hecho- tiene como consecuencia la afirmación del carácter
valorativo de la norma penal y no sólo imperativo.
creto; pero no se puede erigir a la tentativa inidónea en prototipo de 407. Ver POLAINO NAVARRETE, Miguel, «El injusto de la tentativa en el ejemplo
hecho punible». La lesión y el peligro concreto del bien jurídico-pe- de los delitos de mera actividad y de omisión pura. Sobre el concepto jurí-
nal aparecen como modalidades de afectación que parecen no ago- dico-penal de resultado», en RPJ, 72 (2003), pgs. 62 y 64. Tampoco este mí-
tar todas sus manifestaciones, pues limita la prohibición únicamen- nimo ha sido constante, sobre todo con las teorías causales que privilegia-
te a la tentativa inidónea403. Incluso, reconoce que el error de una ban el desvalor de resultado. A partir de las teorías finalistas, se puso
concepción que relega el desvalor del resultado radica en la confu- énfasis en el desvalor de la acción. Desde esta concepción, se sostiene en
sión del «resultado exterior separable de la acción típica» con el «re- general un concepto personal de injusto, que prima a pesar de las críticas
que se han formulado al fundamento finalista. HIRSCH, Hans Joachim, La
sultado en el sentido de la teoría del ilícito que no representa más polémica en torno de la acción y de la teoría del injusto en la ciencia penal alema-
na, trad. C SUÁREZ GONZÁLEZ, Universidad Externado de Colombia, Bogo-
tá, 1993, pgs. 16,17, 21, 22 y 40-53, defiende esta configuración de lo injus-
to por la convicción de las conclusiones o efectos prácticos de la tesis de
403. Así se ha declarado que no importa la afectación del sentimiento de tran- WELZEL. Asimismo, expone varias cuestiones' pendientes en la discusión
quilidad y seguridad de las personas si las actuaciones o expresiones no de este tema. Una de ellas es, justamente, la posición que le cabe al resul-
hayan tenido siquiera la capacidad potencial para afectar de manera gra- tado. Destaca que el finalismo no pretendía separar el desvalor de resulta-
ve la seguridad de las personas. Ver C. Ap. de San Miguel, 27 de julio de do del desvalor de acción, sino mostrar que se llega a aquél a partir de és-
1997, en LexisNexis 14687. te. Siguiendo este análisis, se dice partidario de la inclusión del desvalor
404. STRATENWERTH, Acción, pgs. 97 y 98. de resultado dentro del desvalor de acción en los delitos dolosos y como
405. Respecto de la relación tentativa inidónea/peligro abstracto, ver infra ca- otro desvalor unido al de acción por una relación de riesgo, en los delitos
pítulo quinto, III. 3, 2.1. imprudentes («injusto mediato»). El mismo, «Los conceptos de "desvalor

144 145
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
también el desvalor de resultado concurre a fundar lo injusto y se que lo injusto penal se configuraría por ambos desvalores, pues va-
abandona la clásica disyuntiva entre uno u otro desvalor40*. Para arri- loraciones e imperativos van unidos. Sin embargo, esta afirmación
bar a una solución se requiere precisar qué se entiende por desvalor no es suficiente para precisar el contenido de lo injusto. Por ello, es
de resultado y qué comprende. Por de pronto, incluir en la norma necesario examinar qué conforma al desvalor de acción y al desva-
penal determinaciones y valoraciones permite adoptar una posición lor de resultado.
conciliadora respecto de la antijuridicidad, que considere tanto el
desvalor de la conducta como el desvalor del resultado404. De suerte
1. DESVALOR DE ACCIÓN

El desvalor de acción410 no presenta mayores problemas como


elemento de lo injusto penal. Sin embargo, su contenido no es uni-
de acción" y "desvalor de resultado o sobre el estado de cosas"», en J. L.
DÍEZ RIPOLLÉS y otros (Eds.), La ciencia del Derecho penal ante el nuevo siglo. forme. Su determinación que se hace indispensable frente a tesis que
Libro homenaje al profesor Doctor don José Cerezo Mir, Tecnos, Madrid, 2002, se conforman con su sola concurrencia para colmar lo injusto. De lo
pgs. 764, 765, 769, 771, 772, 777 y 779. señalado hasta ahora, la norma penal presenta una faceta imperati-
408. Esta antigua problemática se puede expresar en palabras de STRATEN- va, directiva y valorativa. Desde el imperativo, la norma rige el
VVERTH, Acción, pgs. 25 y 26: «La cuestión de si el ilícito jurídico-penalmen- comportamiento de los hombres, a través de mandatos o prohibicio-
te significativo reside, en última instancia, en la causación de determina- nes. Asimismo, orienta conductas prospectivamente. Ambas facetas
dos perjuicios a los bienes del particular o de la comunidad, en esa
medida, por tanto, en el resultado, o, si no, ya en la mera desobediencia a tienen particular relevancia si nos situamos en el examen del com-
las prohibiciones y mandatos del derecho, en esa medida, por tanto, inde- portamiento411. Pero esto no significa que estén ausentes aspectos va-
pendientemente del resultado, en la voluntad ». La inclusión de ambos lorativos. Las valoraciones también se dirigen al comportamiento.
desvalores no es una novedad. Así, CARRARA, Francesco, Programa de Dere- Un comportamiento mandado u ordenado es también valorado. Lo
cho criminal. Parte general, trad. J. Ortega Torres y J. Guerrero, Temis, Bogo- que sucede es que no se atiende a la producción misma de la situa-
tá, 1956, vol. I, pg. 69 § 58 (hablaba del «elemento moral» y del «elemento ción que la norma directamente desvalora y prohibe. En este senti-
material»).
do, se busca precisar cuál es la conducta prohibida por el Derecho.
409. Ver MAURACH y ZIPF, Derecho penal, 1.1, pgs. 271-275; ROXIN, Strafrccht, pgs.
265-272; CEREZO MIR, Curso, pgs. 154-158; MUÑOZ CONDE y GARCÍA ARAN, Comprender la antijuridicidad a modo de «contrariedad al de-
Derecho penal, pgs. 300, 301, 304 y 305; QUINTERO OLIVARES, Manual, pgs. ber» o, mejor dicho, de infracción de la pauta de conducta impuesta
277, 280 y 288-295; MORALES PRATS, «Función», pgs. 539 y 548 y ss.; RODRÍ-
por la norma, implica exigir la posibilidad de formular un juicio de
GUEZ MONTAÑÉS, Delitos de peligro, pgs. 128-132; MARTÍNEZ ESCAMILLA, La
imputación, pgs. 186-188; GIL GIL, Alicia, «Reflexiones sobre la concepción desvalor sobre los comportamientos realizados. De suerte que tal
de lo injusto, la determinación de la norma de cuidado y los criterios de
imputación objetiva», en Estudios Penales y Criminológicos (2002-2003), t.
XXIV, pg. 377, nota 1. MOLINA FERNÁNDEZ, Ántijuridicidad, pgs. 764, 802-805
y 814, reconoce ambos aspectos, pero señala que la inclusión del resultado injusto penal, admitiendo que el hecho antijurídico es más amplio que el
es voluntad del legislador. De todas formas, no deja de admitir la necesi- prohibido por la norma imperativa. Esta armonización se ha mantenido en
dad de aspectos objetivos (lesividad material), sólo que pretende desvin- nuestro desarrollo doctrinal actual. Así, CURY ÚRZÚA, Derecho penal, pg. 52;
cularlos de la norma de conducta (pgs. 27, 611, 612, 679, 680, 707 y 837 y BALMACEDA HOYOS y HENAO CARDONA, Sociedad, pgs. 20, 49, 50 y 52.
ss.). También se llega a esta doble concepción del injusto penal a partir de 410. Si bien conservamos la denominación de desvalor de acción o de acto, por
tesis como las de JESCHECK O MIR PUIG que no admiten expresamente esas su consolidación y extensión, es más adecuado hablar de desvalor de la
dos facetas de la norma penal, pero no dejan de lado la necesidad de va- conducta o del comportamiento. Ello, en cuanto este juicio de desvalor
loraciones. JESCHECK y WEIGEND, Tratado, pgs. 255-257; HUERTA TOCTLDO, So- normativo tiene por objeto tanto acciones como omisiones.
bre, pgs. 60 y 64-73. Especialmente, MIR PUIG, «Valoraciones», pgs. 87 y 90 411. A este respecto, la faceta imperativa de la norma sólo se refiere a conduc-
-al replantear su tesis-, pues entiende preferible incluir el resultado en lo tas y no a resultados.

146 147
r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado II. Injusto penal

juicio requiere observar la relación del comportamiento con los inte- picidad de antijuridicidad, frente al concreto contenido normativo
reses protegidos por la norma penal. Por lo que las valoraciones de cara' a la conducta. MENDOZA BUERGO415 señala que un elemento
también están presentes a la hora de determinar la gravedad del central de lo injusto penal es el «desvalor objetivo material de la ac-
comportamiento y, con ello, también una vinculación con el bien ju- ción». No basta con la ejecución del tipo, también se requiere que esa
rídico-penal412. Básicamente, lo desvalorado es la especial forma de acción sea «antinormativa». Entiende que son antinormativas aque-
comisión o abstención de conductas descritas en el tipo. Efectiva- llas acciones que son lesivas o peligrosas para algún bien jurídico-pe-
mente, la norma penal no puede olvidar su carácter global, aun si se nal. Sin embargo, dicho desvalor no parece referirse a la específica
concibe en su faceta determinista. Así, PAREDES CASTAÑÓN413 destaca afectación de ese bien, sino a la especial calidad de comportamien-
que la valoración de la conducta -necesaria para la antijuridicidad- tos que tienden a ello. De hecho, es la conducta la que se califica de
debe conectarse con la función de la prohibición penal de procurar «peligrosa» para un bien jurídico416.
seguridad o protección de bienes jurídicos. Entiende que de allí de- El término «desvalor» hace alusión a la formulación de un jui-
riva la dependencia directa de la valoración jurídico-penal de la con- cio de valor negativo. Tiene por objeto la especial forma o manera en
ducta con su «lesividad potencial o efectiva» para bienes jurídico-pe- que se realiza la conducta en relación con el interés penalmente pro-
nales. tegido desde el ordenamiento jurídico en su conjunto. Se valora (o
Se trata de la valoración negativa de la forma en que se realiza desvalora) el comportamiento que se realiza. No se refiere a la afec-
la conducta que afecta al bien protegido y no de la valoración de su tación ex post del bien jurídico-penal, cuya evitación directa no es ob-
efectiva afectación. Apunta a establecer la juridicidad del comporta- jeto de la norma en su faceta imperativa (primera fase). Es distinto
miento que no se agota con la sola constatación de su tipicidad, sino del juicio que se dirige a la situación posterior frente a la valoración
con su contrariedad efectiva de la norma jurídica414. Así, se separa ti- global de la norma como presupuesto de la norma penal de sanción.
Sin embargo, sí se exigen ciertos aspectos objetivos. La conexión que
se requiere con el bien tutelado no es tan intensa417, sino que mira a
la idoneidad, aptitud o capacidad de un determinado comporta-
412. Ver MiR PUIG, Derecho penal, pg. 172; el mismo, «Antijuridicidad», pgs. 10, miento para crear un estado desaprobado normativamente, al mo-
12, 17 y 21; ACALE SÁNCHEZ, El tipo, pg 73.
mento de su realización y no con posterioridad. Lo relevante es la
413. PAREDES CASTAÑÓN, José Manuel, El riesgo permitido en Derecho penal, Mi-
nisterio de Justicia e Interior. Secretaría General Técnica. Centro de Publi-
caciones, Madrid, 1995, pgs. 98, 101 y 109.
414. Así, WELZEL, Derecho penal, pg. 119; BAUMANN, WEBER y MITSCH Strafrecht,
pgs. 305 y 306; MAURACH y ZIPF, Derecho penal, t. I, pgs. 414-418, destacan 415. MENDOZA BUERGO, Limites, pgs. 392 y 393.
que sostener lo contrario (tipo de injusto) implica una «atrofia del tipo ide- 416. En este sentido es comprensible que MIR Puic, «Antijuridicidad», pgs. 8 y
al de la acción» y lleva a decir que aquel que mata en legítima defensa no ss., hable de antinormatividad como «antijuridicidad completa» (más allá
ha matado. Junto con la teoría de los elementos negativos del tipo, hay te- de la tipicidad), pero no si la separa de una «antijuridicidad objetiva» y la
sis -como la de BUSTOS RAMÍREZ- que consideran que el desvalor del acto concibe en términos amplios, a modo de infracción objetiva y subjetiva de
es parte del tipo, en cuanto a que la norma legal ya valoró la conducta y la norma. Así lo expresaba en otro momento: «la antijuridicidad deberá en-
no puede volver a hacerlo. Ver BUSTOS RAMÍREZ, Manual, pgs. 251-255, 258, tenderse como antinormatividad, esto es, como' contradicción con la regu-
259, 269-271 y 295; el mismo, Obras, 1.1, pgs. 134, 135, 634 y 868; (también, lación deseable por el Derecho penal». MIR PUIG, «La perspectiva "ex an-
«Política criminal e injusto», pgs. 169 y 170). Aunque comprende que la ti- te" en Derecho penal», en ADPCP (1983), vol. XXXVI, fase. I, pg. 11. Ello se
picidad es una actividad que va más allá de una mera actividad mecánica comprende sobre todo si se considera la antijuridicidad como un concep-
de subsunción. En este sentido, conecta la descripción del comportamien- to unitario. Ver POLAINO NAVARRETE, El injusto, pgs. 65-75.
to típico con la afectación del bien jurídico como primer nivel en la aplica- 417. Existe una relación negativa con el bien jurídico-penal. Lo que sucede es
ción de la norma penal. En similar sentido, POLITOFF L., MATUS A. y RAMÍ- que ella es evidente al determinar el desvalor de resultado. Ver MIR PUIG,
REZ G., Lecciones. Parte general, pg. 185, habla de un «primer filtro». Derecho penal, pg. 172.

148 149
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado II. Injusto penal

m o d a l i d a d d e a t a q u e e n c u a n t o ésta sea a p t a p a r a p r o d u c i r el resul- co d e b e r y n o sólo su carácter doloso o i m p r u d e n t e . En este sentido,


t a d o p e n a l d e s d e u n p u n t o d e vista ex ante. El objeto sobre el q u e re- la peligrosidad - c o m o p a r t e del desvalor d e c o n d u c t a - se presenta
cae el juicio d e valor es el c o m p o r t a m i e n t o m i s m o y n o u n efecto o en t o d a clase d e delitos 421 .
e s t a d o consecuencia d e aquél. Pero su ejecución se conecta con a q u e -
Incluso la posición subjetiva extrema de ZIELINSKI422 vincula la pe-
llo q u e p r o t e g e la n o r m a . D e este m o d o se h a n i d o d e j a n d o atrás n o - ligrosidad al desvalor de la acción, aunque pretenda hacerlo a modo de
ciones q u e configuran el desvalor d e acción ú n i c a m e n t e con base en tendencia subjetiva de lesión. Para comenzar, entiende que la contra-
consideraciones subjetivas d e d o l o y culpa y se h a abierto p a s o para dicción al deber no se satisface con la mera realización del tipo, pues
consideraciones objetivas d e peligrosidad 4 1 8 . afirma que tal contradicción se produce cuando además la acción es pe-
ligrosa. El juicio de peligrosidad lo limita a la acción cuando ésta «tien-
En consecuencia, t a m b i é n d e s d e el carácter i m p e r a t i v o d e la de finalmente a la lesión de un determinado objeto de bien jurídico» y
n o r m a (como m a n d a t o o prohibición) se d a u n aspecto valorativo señala que debe ser realizado en el «instante de la acción». En este sen-
v i n c u l a d o con el bien jurídico-penal. La peligrosidad d e la c o n d u c t a tido, vincula esta calidad de la conducta con el bien jurídico-penal, a
respecto d e aquél es lo q u e d e t e r m i n a u n desvalor d e c o n d u c t a ob- modo de tendencia o aptitud «final» para afectar dicho bien. Afirma:
jetivo 419 . Se establece u n d e b e r objetivo d e c o n d u c t a q u e se h a d e res- «No es decisiva, para la apreciación del observador objetivo, la puesta
petar. Tal d e b e r es la p a u t a q u e h a d e guiar al juez e n su valoración. en peligro "objetiva" de un objeto de un bien jurídico realmente exis-
En principio, p u e d e distinguirse u n a peligrosidad genérica d e u n a tente, sino la puesta en peligro del bien jurídico proveniente de la ac-
específica o concreta. La genérica a p u n t a a u n d e b e r general conte- ción».
n i d o e n el tipo, p u e s el legislador sólo p u e d e establecer d e b e r e s ge-
nerales d e conducta. En este sentido, el juez realiza u n a p r i m e r a va-
2. DESVALOR DE RESULTADO
loración e n relación con dicho m a n d a t o , del q u e n o surge a ú n u n a
peligrosidad concreta, p e r o sí p e r m i t e s u constatación o atribución La doble calidad d e la n o r m a p e n a l p e r m i t e t a m b i é n el e x a m e n
típica. La peligrosidad genérica n o d e t e r m i n a todavía la antijuridici- directo d e la situación d e s v a l o r a d a p o r ella. Aquí, el juicio p o n e en-
d a d d e la conducta. Para ello es necesario q u e el j u z g a d o r concrete
el d e b e r general e n u n o particular. En la d e t e r m i n a c i ó n d e lo prohi-
b i d o (del desvalor d e la c o n d u c t a ) se h a n d e p o n d e r a r d i v e r s o s inte-
reses q u e el Derecho tutela. Así, frente a la p o n d e r a c i ó n q u e realiza de peligro o lesión, por lo que no se identifica con tal situación. V. gr., COR-
el legislador, se ubica la q u e efectúa el juez p a r a el caso particular, fi- COY BIDASOLÓ, Delitos de peligro, pgs. 67 y 42-46; DE LA CUESTA AGUADO, Cau-
j a n d o el concreto d e b e r jurídico 420 . Lo relevante p a r a establecer el salidad, pgs. 233, 236, 237 y 246. Respecto del «riesgo permitido», como res-
desvalor d e u n c o m p o r t a m i e n t o es su c o n t r a r i e d a d con ese específi- puesta a la ponderación y valoración de intereses en juego, se tomarán
particularmente precisiones de PAREDES CASTAÑÓN.
421. Ello, a pesar de la conexión con un deber de conducta, que suele relacio-
narse con la imprudencia. V. gr., CORCOY BIDASOLO, Mirentxu, El delito im-
418. Así, CEREZO MIR, Curso, pgs. 116 y 154; LUZÓN PEÑA, Curso, pg. 335; MIR prudente. Criterios de imputación del resultado, PPU, Barcelona, 1989, pg. 193;
PUIG, Derecho penal, pgs. 164,172 y 173; MENDOZA BUERGO, Límites, pgs. 393- PAREDES CASTAÑÓN, El riesgo, pgs. 119 y 120; ROMEO CASABONA, «La peligro-
396; SOLA RECHE, Esteban, «La peligrosidad de la conducta como funda- sidad», pg. 951; MOLINA FERNÁNDEZ, Antijuridicidad, pgs. 384, 385 y 415.
mento de lo injusto penal», en ADPCP (1994), t. XLVII, fase. I, pgs. 173-175 422. ZIELINSKI, Diethart, Disvalor de acción y disvalor de resultado en el concepto de
y SÁNCHEZ GARCÍA DE PAZ, El moderno, pg. 45. ilícito, trad. M. SANCINETTI, Hammurabi, Buenos Aires, 1990, pgs. 147, 180
419. Más acerca de la peligrosidad al estudiar el peligro. Ver infra capítulo cuarto. y 214-221. En nuestro país, GROETAERS GAETE, Cristóbal, Delitos de peligro
420. Al valorar y ponderar los distintos intereses concurrentes en el hecho, el abstracto, Memoria de Licenciatura [inédita], Universidad Adolfo Ibáñez,
juez establece el nivel de «riesgo permitido» en términos de conducta de- Santiago, 2002, pgs. 38, 72 y 73. En este sentido, niega también el desvalor
bida. De este modo se vincula peligrosidad con riesgo permitido, siempre de acción en los delitos de peligro abstracto y propone la inclusión de un
desde una perspectiva ex ante. Ello en cuanto pueda generar una situación deber de cuidado para su adecuada configuración.

150 151
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado II. Injusto penal
fasis en la faceta valorativa de la norma. Ya no es la conducta man- Aunque todavía no se aborda la problemática del resultado, se
dada o prohibida la que se toma en cuenta ¿pues ya se determinó?, ha destacado que no siempre la destrucción del objeto de acción
sino qué es lo que la norma pretende mantener y proteger porque es- afecta al bien protegido. El desvalor de resultado dice relación con la
tima valioso para el desarrollo adecuado de las relaciones sociales, creación de un estado de afectación de bienes jurídico-penales, por
por lo que desvalora su defraudación. Cuándo se transgrede el or- lo que es jurídicamente desvalorado. La situación creada perturba ex
den jurídicamente establecido, es una cuestión que está estrecha- post (cuando se produce) al bien jurídico-penal, más allá del com-
mente conectada con aquello cuya protección se valora positiva- portamiento que la genera ¿aunque no haya efecto físicamente sepa-
mente423, es decir, con el bien jurídico-penal. Esta trasgresión se rable alguno? Se trata de un estado de perturbación no deseado por
caracteriza por la producción de un estado que desconoce la reali- la norma penal. Sin embargo, éste no se observa desde la mera in-
dad protegida y que por eso se desvalora424. En este caso, son las va- fracción de la norma de determinación (con valoración parcial). El
loraciones las que priman. La mayor cercanía con el bien jurídico-pe- comportamiento típico debe -además de concretamente peligroso
nal es evidente y se constata justamente por la producción de una (desvalor de acción)- comprometer algún interés tutelado en la for-
situación indeseada en la que éste se ve afectado425. Además, como se ma prescrita por la norma penal: sea a través de una lesión, un peli-
adelantó, lo valorado negativamente no se reduce a la sola lesión del gro concreto o un peligro abstracto. No cabe aquí profundizar al res-
bien protegido, pueden existir otras manifestaciones. Por este moti- pecto, pues la mayor parte de la investigación versa sobre este
vo, es preferible emplear la expresión afectación, afección o pertur- punto.
bación antes que perjuicio, lesión o detrimento. Aun MEZGER426 «que
separa la norma de valoración de la de determinación y considera
que sólo la primera integra lo injusto, mientras que reserva esta últi- 3. Injusto y realidad jurídica
ma a la culpabilidad» hace especial énfasis en la realización de un es-
tado jurídicamente desvalorado427. Entiende que para la configura- Una noción de injusto que incluya ambos desvalores, no sólo es
ción de lo injusto no basta la lesión del derecho objetivo, sino que sostenible en función de un entendimiento global de la norma penal,
además se requiere la perturbación de aquello valorado y aprobado sino también con relación al Derecho vigente. Una conclusión como
por el Derecho. Es por esto que habla del «interés» (tanto individual la anterior es compatible con la realidad jurídica nacional. Efectiva-
como social) en la conservación de un estado determinado. mente, nuestro Código Penal distingue entre delito consumado y de-
lito intentado e, incluso, entre tentativa y frustración, para los cuales
establece obligatoriamente penalidades distintas428. De igual forma
nuestros tribunales han aplicado tal diferencia de penalidad, según
el grado de desarrollo del delito429. Es más, el sistema de incrimina-
423. Por un lado se valora positivamente una determinada situación -a la que
el derecho le otorga protección- y, por otro lado, se valoran negativamen-
te los comportamientos que se dirigen contra dichas situaciones.
424. Esto se vinculará con una noción de bien jurídico-penal que no desconoce
sustratos reales. Así, BUSTOS RAMÍREZ, Obras, 1.1, pg. 140 (también, «Políti- 428. Art. 7 del CP en relación con los arts. 51 y 52 del mismo código. El delito
ca criminal e injusto», pg. 175), indica que «la realidad social del bien jurí- consumado merece más pena que el frustrado y éste más que el mera-
dico implica también que ha de ser afectado en su realidad social». mente intentado.
425. Incluso WELZEL, Derecho penal, pg. 15, concebía al bien jurídico como un 429. V. gr., C. Ap. de San Miguel, 22 de marzo de 2002, RDJ (2000), t. XCIX, sec.
«estado social deseable». 4a, pgs. 27-31. La sentencia «al pronunciarse acerca de la regla excepcional
426. MEZGER, Tratado, pgs. 343-345, 399 y 400. del art. 450, 1 del CP» expresa, en su considerando tercero, que la magni-
427. En general, las doctrinas que aceptan ambos tipos de norma destacan la tud de la pena «debe estar en concordancia con el preciso desarrollo hasta
producción de este estado en la determinación del injusto. Así, ROXIN, Stra- el cual llegó la agresión al respectivo bien jurídico protegido en el supues-
frecth, pgs. 265-272. to concreto, debiendo imponerse una pena menor a la fijada por la ley al

152 153
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado //. Injusto penal
ción de la imprudencia no es amplio, se reserva específicamente pa- do en el artículo 296 del Código Penal, es usual admitir la necesidad
ra delitos cuyos resultados exigen objeto de acción, como los delitos de que concurran los requisitos de «seriedad» y «verosimilitud» del
contra las personas (artículos 490-492 del Código Penal). De este mo- mal anunciado. Ambos aspectos dicen relación con el real sentido de
do, es usual rechazar la punición de conductas imprudentes sin «re- las expresiones o hechos realizados para entender que existe injusto.
sultado» (perturbación de bienes jurídico-penales)430, así como de En tal forma, el fallo de la Corte de Apelaciones de San Miguel de
aquellas que sólo configuren tentativas inidóneas431. En general, la 2001434, se pronuncia acerca de ambos requisitos. A pesar de que la
configuración y gravedad de lo injusto cambia según el grado de de- ley no exige la concurrencia de ellos, la sentencia expresamente se-
sarrollo del comportamiento. Lo injusto penal no depende exclusi- ñala - e n su considerando cuarto- que éstos son elementos esencia-
vamente de la ejecución completa de los elementos del tipo. Con- les del injusto. El considerando décimo recalca que «la situación in-
ceptos como los de tentativa inidónea, así como la práctica vestigada en este proceso no pasa de ser un hecho de insignificante
jurisprudencial y la concreta regulación legislativa colaboran en este nocividad, que no ha representado en modo alguno una lesión seve-
razonamiento432. En este sentido, se suele acudir «sobre todo en la ra o una grave puesta en peligro para la libertad de actuación y se-
práctica» a criterios de gravedad suficiente para resolver problemas guridad individual de alguna persona concreta; ergo, resulta inne-
de injusto, más allá de descripciones legales. cesaria y excesiva cualquiera sanción penal»435. El fallo vincula lo
injusto con la afectación del bien jurídico-penal, cuya real perturba-
Relaciones de este tipo son factibles de encontrar en la jurispru-
ción se ve influida por tales parámetros de gravedad o entidad sufi-
dencia nacional, particularmente, con atención al bien jurídico-penal
cientes.
y no a la concurrencia de todos los elementos del tipo. Así se expu-
so respecto de la amenaza, pero no sólo como delito, también como Por otro lado, eliminar el desvalor de resultado del injusto - a
medio para su comisión433. En cuanto al tipo de amenazas estableci- pesar de que se continúe considerando para establecer la responsa-
bilidad penal, por motivos de necesidad de pena- implica no tener-

delito consumado, en los casos de no lograrse este último resultado». En el


considerando siguiente se refiere a «los niveles imperativos de rebaja o individual (seguridad individual), es un bien inmaterial imposible de afec-
disminución de la magnitud de la pena». tar físicamente. De allí que para considerarlo perturbado se acudan a cri-
430. En general, ello se hace con relación al llamado «resultado material», que terios de gravedad suficiente. Se entiende así que TORIO LÓPEZ, Ángel,
exige efecto físico sobre un objeto de acción. Quizás por eso es que alguna «Los delitos del peligro hipotético. (Contribución al estudio diferencial de
doctrina acepta estas imprudencias, en cuanto falte sólo ese efecto. Así ve- los delitos de peligro abstracto)», en ADPCP (1981), vol XXXIV, fase. II y
remos que varios autores -como RODRÍGUEZ MONTAÑÉS- fundan en ellas III, pgs. 828, 838, 839 y 844, conciba este delito como una modalidad de
los delitos de peligro abstracto. «delito de peligro hipotético».
431. Ellas se rechazan al no ser aptas para afectar ex post bien jurídico-penal al- 434. C. Ap. de San Miguel, 12 de julio de 2001, RDJ (2001), t. XCVIII, sec. 4", pgs.
guno, por lo que se satisfacen con una peligrosidad ex ante. De modo que 145-147.
la objeción es mayor si esta inidoneidad se presenta ex ante (tentativa irre- 435. En similar sentido, C. Ap. de San Miguel, 16 de enero de 1997, RDJ (1997),
al o delito imposible). Así, BUSTOS RAMÍREZ, «Política criminal y Derecho», t. XCIV, Núm. 1, sec. 4a, pgs. 91-94. El fallo se pronuncia de un delito de ro-
pg. 38. Más sobre estas tentativas al examinarlas ante los tipos de peligro. bo con violencia o amenazas. Éste habla de medios «capaces de afectar
432. Ver POLITOFF LIFSCHITZ, Sergio y MATUS ACUÑA, Jean Pierre, «Objeto jurídi- gravemente» bienes jurídico-penales y lo vincula con la especial intensi-
co y objeto material en los delitos de tráfico ilícito de estupefacientes», en dad de la agresión. En su considerando décimo indica que «la intimida-
S. POLITOFF y J. P. MATUS (coords.), Tratamiento penal del tráfico ilícito de estu- ción, asimilada por la ley a la fuerza física empleada contra la víctima, ha-
pefacientes. Estudios de dogmática y jurisprudencia, ConoSur, Santiago, 1998, brá de revestir la suficiente entidad, en términos de riesgo presente para la
pgs. 4 y 5. incolumnidad de un bien jurídico personalísimo, que permita situarla, en
433. Esta figura tiene especial relevancia respecto de los tipos de peligro abs- el caso particular, en un mismo sitial de injusto y reproche con los actos de
tracto, por la naturaleza del bien jurídico-penal. Aunque ella tutela un bien maltrato corporal, que integran el tipo en comento».

154 155
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado

lo en cuenta como criterio de medición de la pena436. Esta eliminación


o falta de consideración no es admisible en la regulación penal na-
cional vigente. Nuestra legislación exige tomar el resultado a la ho- SEGUNDA PARTE
ra de determinar la pena aplicable, fundamentalmente por el artícu- RESULTADO Y DELITOS DE PELIGRO
lo 69 del Código Penal. Este artículo impone al juez la necesidad de
considerar específicamente la «mayor o menor extensión del mal
producido por el delito» para fijar la cuantía exacta de la pena.
En síntesis, una noción de Derecho penal que concibe la norma
no sólo de modo imperativo, sino también en su faceta valorativa,
permite privilegiar ¿según la normativa vigente? un concepto de in-
justo que no relega el desvalor de resultado a un segundo plano. La
norma penal se dirige a los ciudadanos y les prohibe determinados
comportamientos que desaprueba437. Es cierto que sólo se pueden
mandar o prohibir conductas, pero no cualquiera puede ser objeto
de prohibición. Únicamente son conductas penalmente relevantes,
aquellas que producen alguna consecuencia indeseada para la vida
social. Según lo dicho hasta ahora, difícilmente puede justificarse
una pena sin el desvalor de resultado. Resulta, ahora, indispensable
precisar el resultado dentro de la teoría del delito. Su falta de deter-
minación o mero reconocimiento formal no presta real utilidad para
un análisis coherente de las materias que se investigan. Términos ge-
nerales, vagos y sin contenido material no sirven más que de «slogan
programático», que puede ser fácilmente sustituido por otros.

436. Ver crítica que en este sentido realizan MAURACH y ZIPF, Derecho penal, t. I,
pg. 273, a la posición de ZIELINSKI.
437. Por lo demás, esta aspiración no es nueva. V. gr., PESSINA, Enrique, Ele-
mentos de Derecho penal, trad. H. González del Castillo, Hijos de Reus, 2'1
ed., Madrid, 1918, pg. 312. A pesar de que parece mantener una noción de
delito equivalente a la violación del derecho objetivo, afirma: «El derecho
no es una entidad constituida por una mezcla de deberes morales e inte-
reses materiales, siendo preciso que por un lado se nieguen dichos debe-
res y por otro se lesionen aquellos intereses, para que el derecho resulte ne-
gado».

156

L
Capitulo III

El resultado en Derecho penal

I. EL RESULTADO Y LA TEORÍA DEL DELITO

Determinar qué se entiende por «resultado» en Derecho penal y


qué es lo que comprende es un antecedente previo imprescindible
para el estudio de la dogmática del peligro abstracto «particular-
mente frente a su legitimidad». No es un término fácil de definir, ni
siquiera en las hipótesis más claras y características de delitos de re-
sultado4'*. En muchas ocasiones los efectos no se separan nítidamen-
te de los comportamientos que los originan. Así, en el homicidio, la
muerte de un sujeto no siempre se visualiza como un resultado ma-
terial externo separado de la conducta del agente. De hecho, son co-
munes los casos en los que ese delito se consuma de inmediato, ya
sea a través de un disparo, de una cuchillada directa en el corazón o
en algún otro órgano vital o producto de un choque automovilístico
o de algún otro accidente, etc.434. Se evidencia que aun en los llama-

438. Así lo destaca MERKEL, Adolf, Derecho penal. Parte general, trad. P. Dorado
Montero, B. de R, Montevideo-Buenos Aires, 2004, pgs. 41, 103 y 104.
Además, subraya el uso ambivalente de esta palabra.
439. En este sentido, muertes inmediatas impiden una diferenciación espacio-
temporal clara. Ver CS, 10 de agosto de 2004, en LexisNexis, 30661; C. Ap. de
Valparaíso, 7 de septiembre de 1989, GJ, 112, pgs. 90 y 91; CS, 31 de julio de
2001, en LexisNexis, 18948, CS, 12 de noviembre de 2002, en LexisNexis,
26085, C. Ap. de Santiago, 12 de diciembre de 2002, GJ, 270, pgs. 131-139;
CS, 28 de enero de 2003, en LexisNexis, 26174. Esta dificultad aumenta si los
tipos son de lesión. V. gr., C. Ap. de Santiago, 11 de enero de 1991, RDJ
(1991), t. LXXXVIII, pgs. 19 y 20.

159
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado ///. El resultado en Derecho penal

dos tipos de resultado es difícil, en ocasiones, separar el resultado de ción dentro de la teoría del delito44'. Por este motivo, la dogmática
la conducta que lo origina. penal se ha-ocupado de él. Su estudio se ha enfocado desde distin-
tos puntos de vista, lo que no ha permitido alcanzar una concepción
El término «resultado» se concibe ordinariamente como conse- uniforme al respecto. Las distintas acepciones van desde aquellas
cuencia o efecto de algo440, que va más allá de aquello que lo oca- que consideran la sola manifestación de la acción como un resulta-
siona o «causa». La principal dificultad radica en que esta defini- do444 a las que exigen la efectiva lesión o detrimento del bien jurídi-
ción no es la única que existe. Esto no significa que la idea de co-penal. LAURENZO COPELLO445 expone diferentes perspectivas relati-
«efecto» carezca de relevancia. De hecho, ella se suele reconocer o vas a sus distintos conceptos y funciones. Destaca que esto ha
tomar como base para las demás elaboraciones doctrinales de este llevado a trabajar con todos o con algunos de esos conceptos simul-
término. Así, la noción de consecuencia se rescata como elemento táneamente.
común de diversas acepciones441. Normalmente, cuando se habla
de resultado penal se hace referencia a la lesión o puesta en peligro De momento, existe consenso en que la mera ejecución de la
de bienes jurídico-penales. Pero tal comprensión tampoco es la úni- acción queda excluida como forma de resultado y que su exteriori-
ca en este ámbito442. Además de sentidos diversos, se le reconocen zación es un requisito necesario para que la conducta (acción) ten-
funciones distintas dentro del engranaje penal, que no son siempre ga significación penal446. Es importante no identificar la manifesta-
claras y que se han prestado para más de alguna complicación. Ello
también se evidencia en el desarrollo doctrinal que se genera
(igualmente disímil), que ha entrabado la interpretación y aplica-
ción de múltiples instituciones propias del Derecho penal. Un con- 443. COBO DEL ROSAL y VIVES ANIÓN, Derecho penal, pg. 298, nota 20, señalan que
cepto tan amplio y abstracto no es útil para la dogmática e induce las dificultades son más terminológicas y de perspectiva que reales, pues
a confusiones. parecen tener claro cuál es el resultado penalmente relevante. Quizás por
eso no terminan de despejar dudas y se contentan con señalar que en los
delitos que no exigen resultado, éste pertenece a la conducta típica, consti-
1. GENERALIDADES. INDETERMINACIÓN DEL TÉRMINO
tuida sólo por la manifestación externa de la voluntad.
444. Ver MEZGER, Tratado, pgs. 172-174; MAURACH y ZIPF, Derecho penal, t. I, pg.
El resultado como consecuencia o efecto de algo no es lo bas- 357; LUZÓN PEÑA, Curso, pgs. 334 y 348. En principio, también pudieran in-
tante preciso para prestar algún tipo de servicio para su determina- terpretarse de ese modo las expresiones de MIR PUIG, Derecho penal, pg. 171.
Señala que «en la medida en que también la conducta típica ha de "resul-
tar" efectivamente» todos los delitos describen un resultado. Pero parece
no conformarse con la sola conducta típica y requerir la perturbación del
bien jurídico-penal, cuando señala que el «resultado» -separado o no-
puede ser una lesión o una puesta en peligro de algún bien.
440. «Efecto y consecuencia de un hecho, operación o deliberación», REAL 445. LAURENZO COPELLO, El resultado, pgs. 17 y ss.
ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de la lengua española, Espasa Calpe, 22a ed., 446. Ello obedece al principio de exteriorización o «principio del hecho». A este
Madrid, 2001, t. II, pg. 1962. Participio de resultar, que viene del latín re- respecto, JAKOBS, Derecho penal, pgs. 204 y 205, parece conformarse con esa
sultare, resurtir, rebotar, derivado de saltare, saltar. COROMINAS, Joan, Breve realización externa de la acción como forma de rebultado. Señala que «que-
diccionario etimológico de la lengua castellana, Gredos, Madrid, 1961, pg. 505. da la alternativa de definir el resultado como componente de la acción»,
441. CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pgs. 129,130 y 133, precisa que esa base pero sin que aquél sea siempre necesario (como las «pasas uvas» en un pas-
común no implica negar que en muchas ocasiones el resultado material no tel). Agrega que las condiciones mínimas de injusto son las de la acción:
coincide con el resultado jurídico. «desvalor de intención» y de «objetivación», como movimiento corporal.
442. Así, HUERTA TOCILDO, Sobre, pgs. 21-24 y 52, nota 83; RODRÍGUEZ MOURULLO, Sin embargo, se ha de tener presente que no considera relevante toda mani-
Derecho penal, pgs. 271-274. Sobre todo, la monografía de LAURENZO COPE- festación externa o movimiento corporal, sino aquel que expresa un senti-
LLO, El resultado, passim. do. Tal sentido será la contradicción de la vigencia de la norma, que

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado ///. El resultado en Derecho penal
ción externa de voluntad con las consecuencias o modificaciones destruido o puesto en una situación de peligro concreto44'. Por otro
que de ella se producen 447 . En general, la dogmática penal trabaja lado, el' resultado jurídico se concibe como lesión o puesta en peli-
hoy, básicamente, con dos conceptos de resultado, uno material y gro del bien jurídico-penal 4 "'. Desde ya, advertimos semejanzas en
otro jurídico448. El resultado material, fruto del causalismo, es de ca- las expresiones (lesión y peligro concreto) que se emplean en am-
rácter natural (perceptible por los sentidos) y se concibe como efec- bos casos respecto de la perturbación de esos distintos objetos, que
to causal de la acción separable espacio-temporalmente de ella. Co- puede contribuir a la confusión de términos. Por ahora, sólo cabe
mo consecuencia que se verifica exteriormente, requiere que la subrayar la necesidad de tener a la vista la distinción que se hizo,
conducta recaiga en un determinado objeto físico, que puede ser y suele hacerse, entre objeto del delito y bien jurídico-penal.

2. R E S U L T A D O T Í P I C O Y DESVALOR DE RESULTADO

El resultado como efecto externo, independiente de la acción,


fue el criterio dominante para la construcción de la teoría del delito
debe perturbarse. Entiende que la perturbación exige la arrogación d e una desde la concepción causal-naturalística. Aunque esta concepción
organización ajena. De m o d o que el afirmar que «el no reconocimiento d e esté superada, todavía hoy se conserva este análisis respecto del re-
la vigencia d e la norma p u e d e ser completo sin que se produzca u n resul- sultado 4 ^. Puede ser que ello se deba a que la idea misma de efecto,
tado externo del delito» no significa que baste la acción, sin un resultado
consecuencia o resultado exige una determinada conexión con algún
penal. El principio del hecho permite seleccionar «fenómenos externos per-
turbadores». Incluso habla d e u n efecto «jurídico-penal» específico, distin- comportamiento humano452. Pero ¿es necesario que tal conexión sea
to d e una consecuencia material externa (pgs. 58, 59 y 201-205); el mismo,
«El concepto», pgs. 117-120; «Criminalización en el estadio previo a la
lesión d e un bien jurídico», en Estudios de Derecho penal, trad. y estudio pre-
liminar E. PEÑARANDA RAMOS, C. SUÁREZ GONZÁLEZ y M. CANCIO MELIÁ,
Civitas, Madrid, 1997, pgs. 303, 311 y 312. 449. Algunos distinguen incluso entre consecuencias materiales físicas y
447. Así, BARBERO SANTOS, Marino, «Contribución al estudio d e los delitos d e psíquicas. Ver CUELLO CALÓN, Eugenio, Derecho penal. Parte general, Bosch,
peligro abstracto», en ADPCP (1973), vol. XXVI, fase. III, pg. 491, prefiere Barcelona, 1956, t. I, pg. 325.
una noción estricta del resultado (sólo efecto externo) para evitar la dupli- 450. Éste se reconoce junto con aquellos otros efectos físicos, desde vertientes di-
cación d e este concepto. Pero esto no se evita del todo si el resultado se am- versas. Así, DEL ROSAL, Juan, Tratado de Derecho penal español. Parte general,
plía también para el desvalor d e resultado. MUÑOZ CONDE y GARCÍA ARAN, Imp. Aguirre, Madrid, 1968, vol. I, pgs. 576 y 580.
Derecho pemil, pgs. 225, 304 y 305. Parecen mantener una noción material d e 451. V. gr., CEREZO MIR, Curso, pgs. 51, 52 y 60; COBO DEL ROSAL y VIVES A N TON,
resultado (modificación externa) y ponen los delitos d e mera actividad co- Derecho penal, pg. 381; M U Ñ O Z CONDE y GARCÍA ARAN, Derecho penal, pgs.
mo ejemplo d e manifestación d e voluntad. Pero también lo vinculan con el 225, 304 y 305. En la doctrina nacional, ETCHEBERRY, Derecho penal. Parte gen-
desvalor de resultado como lesión o puesta en peligro d e u n bien jurídico- eral, t. I, pg. 184, entiende q u e es u n efecto distinto d e la acción que la ley
penal. penal describe, a u n q u e reconoce que p u e d e n o estarlo: «en el fondo siem-
448. Esta necesidad se ha dado, justamente, por las funciones que a cada u n o se pre la acción h u m a n a es sancionada por la ley en atención a las consecuen-
le atribuyen. Se destaca esta separación entre aspectos fácticos y jurídicos cias q u e d e ella se siguen, pero a veces la consideración d e estas conse-
particularmente en la doctrina italiana. N o sólo CARRARA se pronuncia así. cuencias permanece sólo en el pensamiento legislativo...». CURY URZÚA,
ANTOLISEI, Manuale, pgs. 227-232, habla d e efectos d e las acciones conecta- Derecho penal, pg. 292, parece limitar el resultado a u n efecto material, pues
dos por un vínculo causal (físico, fisiológico o psicológico) y alude también considera que el resultado jurídico nunca p u e d e faltar. De todas formas es-
a la concepción jurídica d e resultado (lesión o puesta en peligro del bien ju- tá distinguiendo d o s efectos, a u n q u e se expresa en términos d e violación
rídico). En nuestra doctrina, NOVOA MONREAL, Eduardo, Curso de Derecho del ordenamiento jurídico.
penal chileno. Parte general, Editorial Jurídica d e Chile, 3'' ed., Santiago, 2005, 452. En caso contario, sólo se tratarían de consecuencias accidentales o naturales
t. I, pgs. 245-248. irrelevantes.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado ///. El resultado en Derecho penal
causal?4"', ¿existe siempre esta clase de vínculo? Si éste se presenta, otra jurídica. Aunque ellas no se identifican, el problema está en que
¿es suficiente para atribuir un efecto o «resultado» a un comporta- el resultado se define, a la vez, desde ambas43h.
miento determinado? Semejantes interrogantes se relacionan con la
teoría de la imputación objetiva y la evolución de las teorías causa- En principio, se puede decir que el resultado externo-material
les. Si bien este tema se trata con relación a los tipos de peligro abs- coincide o se identifica con el resultado típico, si es un efecto de la
tracto, se evidencia la influencia que ejerce la noción de resultado (y acción sobre un objeto físico que la ley describe (objeto de acción)437.
no sólo la de la acción) en ese ámbito. De hecho, es posible que la Es este resultado o efecto el que se toma en cuenta para clasificar los
evolución de la teoría de la imputación objetiva se potencie justa- delitos en tipos de resultado material y tipos de mera actividad «o»
mente por la falta de claridad acerca de cuál es el resultado penal- formales. Desde este punto de vista, el efecto externo es un elemen-
mente relevante4"4. to más del tipo de resultado, necesario para que se consuma438, que
está ausente en los de mera actividad. La perspectiva jurídica, carac-
De otro lado, el «resultado jurídico» se conecta con la afectación terizada por la intervención de juicios de valor, lleva a hablar de des-
del bien jurídico-penal y no se limita a una cuestión meramente ex- valor de resultado434. A este respecto, el resultado se vincula con la
terna, que puede no existir. En general, detrás del problema hay una configuración de lo injusto penal y sirve de criterio para la distinción
valoración jurídico-normativa de un efecto material o inmaterial. Se
trata de una consecuencia valorada en forma normativamente nega-
tiva, pues afecta un interés protegido por la norma penal, cuya in-
clusión dentro de lo injusto penal se discute. Así, esta noción se se-
456. RODRÍGUEZ MOURULLO, Derecho penal, pgs. 271-274 y 276-280. Separa nocio-
para del «resultado material» (físico), en cuanto abarca también nes y funciones y afirma que esas dos nociones de resultado (natural y ju-
efectos inmateriales. Pero se distingue, especialmente, porque impli- rídica -«ofensa al bien jurídico»-) deben coexistir. Sin embargo, la pregun-
ca la concurrencia de juicios eminentemente valorativos, que no se ta es, si se tiene claro las diferentes perspectivas y funciones: ¿Es necesario
quedan únicamente en análisis empírico-naturalistas 433 . De este mo- que coexistan dos definiciones de resultado? o ¿tal necesidad se produce
do, se pueden distinguir dos perspectivas diferentes: una fáctica y por la interrelación entre perspectivas y funciones y la falta de claridad so-
bre cuál es el resultado relevante para la imposición de pena?
457. En general, quienes definen el resultado como modificación externa, sepa-
rable de la acción, lo hacen con relación al tipo, aunque le reconozcan otros
usos. Así, RODRÍGUEZ DEVESA y SERRANO GÓMEZ, Derecho penal español, pgs.
369, 370 y 421; RODRÍGUEZ RAMOS, Luis, «El "resultado" en la teoría jurídica
del delito», en CPC, 1 (1977), pgs. 50-53 y 61; CURY URZÚA, Derecho penal, pg.
453. Esta aseveración es propia del causalismo. Hoy, la ciencia destaca diversas 292; POLITOFF, L., MATUS, A. y RAMÍREZ, G., Lecciones. Parte general, pg. 176.
formas de conexión, pues no toda determinación es causal. Esto no signifi- 458. CURY URZÚA, Enrique, «Contribución a la distinción entre delitos de resul-
ca rechazar el principio causal, sino admitirlo junto con otros tipos de de- tado y de simple actividad», en RCP, 1 (1990-1993), t. XL, pgs. 70-74, se pre-
terminación. Así, BUNGE, Mario, La causalidad. El principio de causalidad en la gunta -a propósito de los delitos de hurto y robo- qué significa que la con-
ciencia moderna, trad. H. Rodríguez, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, sumación exija una modificación en el mundo exterior que se atribuya a la
1997, pgs. 464, 466 y ss. acción. Entiende que debe existir «algo que depende de un encadenamien-
454. Quizás, la fijación previa de este término (resultado) habría permitido, des- to causal». Se debe dar un «momento de desarrollo causal» separable de la
de un principio, separar la causalidad de la imputación. Así, MARTÍNEZ ES- acción y que no depende en forma directa de la dirección del autor. Así, co-
CAMILLA, La imputación, pgs. 177-191, vincula la determinación del resulta- necta el resultado con la relación causal. Mientras que en los delitos de me-
do penalmente relevante con la necesidad de que exista un nexo especial ra actividad se describe un hecho, sin considerar consecuencias posteriores
entre el comportamiento disvalioso y el resultado. que se produzcan a causa de él. La realización del hecho depende directa-
455. El que el juez haya de realizar valoraciones de aspectos de la realidad para mente de la intervención del agente.
determinar la concurrencia o no de un tipo, no implica negar su concu- 459. Así, con independencia de un resultado material, CEREZO MIR, Curso, pg.
rrencia y confundirlos con apreciaciones puramente normativas. 154.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado ///. El resultado en Derecho penal

entre delitos de lesión y delitos de peligro, según la forma en que se forzada del resultado material-físico. D E LA CUESTA AGUADO4'*4 expresa
afecte el interés protegido por la norma jurídica. Así, cabe distinguir, que las tesis dualistas o valorativas -que incorporan el desvalor de re-
por un lado, criterios o perspectivas con las que se enfoca el «resul- sultado en la antijuridicidad- equiparan el resultado típico al desva-
tado» y, por otro, funciones que a éste se le han asignado dentro de lor de resultado. Señala que si esto ocurre no es posible explicar la
la teoría del delito (ya como elemento estructural del tipo, ya como existencia de delitos de mera actividad. Por otro lado, indica que re-
elemento configurador de lo injusto). sultado típico y desvalor de resultado «siempre coinciden» en tesis
imperativas subjetivas que excluyan el desvalor de resultado del con-
tenido de lo injusto. En este caso, la justificación de los delitos de me-
2.1. Interacción simultánea de perspectivas y funciones ra actividad sería únicamente formal: si falta resultado típico también
falta el desvalor de resultado. Ciertamente, identificar ambas «formas
La precisión de la noción de resultado se complica por la falta de de resultado» tiene semejantes consecuencias: los delitos de mera ac-
separación entre perspectivas y funciones, que lleva a conservar va- tividad no se explican o tienen una justificación formal4'13. Pero si el
rias nociones de resultado y que muchas veces se confunden. Ello ha desvalor de resultado (como afectación del bien jurídico-penal) no for-
contribuido al desarrollo de una también confusa literatura. Así, es co- ma parte de lo injusto penal, ¿qué importa su ausencia?
rriente identificar el resultado típico con la lesión o puesta en peligro
del bien jurídico-penal4wl. Lo que se facilita, sobre todo, en tesis parti-
darias de un «tipo de injusto». También se favorece con algunas inter- 2.2. Problemas generales: identificación de conceptos (resultado
pretaciones de doctrinas que vinculen la norma penal (la tutela de bie- externo, resultado típico y resultado jurídico)
nes y su afectación) directamente al tipo (descripción del legislador).
JESCHECK señala que «el tipo parte, pues, de la norma y ésta lo hace del Los mayores conflictos de la mencionada confusión de catego-
bien jurídico»411. Sin embargo, no puede dejar de distinguir el resulta- rías se producen si se mantiene la relevancia de la afectación de bie-
do típico (o injusto de resultado) del menoscabo del bien jurídico-pe- nes jurídico-penales dentro de lo injusto. Esto sucede en tesis dua-
nal4'12. La combinación de perspectivas fácticas y normativas ha lleva- listas. Aunque aquí la confusión choca con mayor intensidad, no se
do incluso a exigir ambos efectos en los delitos de mera actividad40'. advierte. Así, se equiparan los delitos de mera actividad a los delitos
De este modo, a veces, se ha realizado una interpretación exagerada y formales y se fija el «resultado» en términos materiales-físicos (mo-
dificación externa)46*1. De allí que los delitos materiales sean los 11a-

460. VON LISZT, Tratado, pgs. 300-302, 455, 472 y 479, aunque separa el contenido
material de la antijuridicidad del formal, mantiene esa identificación al vin-
cular el resultado típico con el bien jurídico-penal. Quizás esto se deba a 464. DE LA CUESTA AGUADO, «Norma primaria», pg. 162.
que las propias tesis causalistas han concebido la destrucción material- 465. Tesis que funden lo injusto únicamente en el desvalor de la conducta no
física como lesión o puesta en peligro de bienes jurídico-penales. Ver MIR considerarían formal la justificación de los delitos de mera actividad.
PUICJ, Derecho penal, pgs. 158, 163, 171, 172, 225 y 229. Pero la mayoría de la 466. POLITOFF LIFSCHITZ, Derecho penal, pgs. 231-233, 249 y 250; POLITOFF, L., MA-
doctrina no hace gran distinción entre resultado típico y desvalor de resul- TUS, A. y RAMÍREZ, G., Lecciones. Parte general, pg. 176, equiparan ambas ca-
tado. Así, CEREZO MIR, Curso, pg. 111. tegorías con base en la doctrina italiana, que distingue entre delitos mate-
461. JESCHECK y WEIGEND, Tratado, pg. 274. riales y delitos formales. PÉREZ BARBERA, Gabriel, Causalidad, resultado y
462. Junto con esta separación, expresa que la antijuridicidad material («infrac- determinación, Ad-hoc, Buenos Aires, 2006, pgs. 27, 29, 37 y 42 y ss., si bien
ción») no puede ser entendida en sentido naturalístico, sino que ha de afec- se pregunta por el resultado típico expresamente en los delitos en los que
tar al bien protegido por la norma penal. Ibíd., pgs. 250, 251, 255, 275 y 282. se exige este elemento, no parece admitir otra forma de resultado. Analiza
463. Razonamiento que no es extraño si se concibe el resultado desde una per- el concepto resultado como «consecuente de una relación causal». Pero
spectiva jurídica o como desvalor de resultado, pero sí lo es si se com- también reconoce -siguiendo a BUNGE- que el principio de causalidad es
prende en términos tácticos. sólo parte del principio de determinación (pgs. 62 y ss.).

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado ///. El resultado en Derecho penal
mados delitos de resultado. En este sentido, el «resultado externo» TA AGUADO las declara elementos independientes y con contenido
se considera resultado típico y resultado jurídico-material 4 ' 7 . Un propio siempre que el resultado típico se desconecte de considera-
efecto físico-externo no tiene relevancia si no lo exige el legislador. ciones naturalistas y se defina en sentido normativo47". ¿Qué es esto
Por eso, aquel efecto se conecta con el resultado típico, pero no sig- sino una aproximación al desvalor de resultado? La no distinción de
nifica que se equipare con todo resultado jurídico-valorativo, como efectos no se da por un fundamento en la teoría de las normas, sino
afectación de bienes jurídico-penales4'". De todas formas, esta nive- por basar el juicio de valor o desvalor en el resultado típico. Es cier-
lación no se advierte, porque se habla de resultado en un doble sen- to que no es posible negar una relación entre el resultado típico y el
tido o de dos clases de resultado. Es así que MEDINA JARA4** admite «resultado jurídico-valorativo» (afectación del bien protegido), pero
delitos de lesión con resultado y delitos de lesión sin resultado, aun- ésta debe precisarse y permitir aclarar conceptos y funciones. LAU-
que sin dejar de hablar de un resultado jurídico. No es necesario RENZO COPELLO471, cuando desarrolla el resultado como elemento tí-
mantener un doble concepto de resultado, pues tampoco se han de pico o estructural, expone variadas tendencias respecto de su cone-
equiparar las distintas clasificaciones de delitos. De hecho, D E LA xión con el interés penal protegido472. Destaca que el separar varias
CUESTA AGUADO manifiesta que la equiparación entre resultado típi- funciones y nociones lleva a la utilización de múltiples definiciones
co y el desvalor de resultado se produce al fundar el juicio de des- de él47". Sin embargo, al parecer, se pretende trabajar con una única
valor en la producción del «resultado» típico. Tal fundamento no tie- definición de resultado y por eso estas funciones se entremezclan474.
ne por qué existir. Para solucionar estos problemas en las dos
nociones de injusto (objetiva y subjetiva) que expone, propone que
el desvalor de resultado no se fundamente en la teoría de las nor- 2.3. Factores que favorecen la confusión terminológica
mas, sino en el fin del Derecho penal, como lesión o puesta en peli-
gro de bienes jurídico-penales. De modo que no se requiera la pre- Quizás la falta de claridad en este ámbito se deba al empleo de
sencia de un resultado externo separable de la acción y esos dos variados significados de un mismo término, el resultado. CORCOY47'
«resultados» se logren conservar como elementos independientes.
Pero, ¿es el «resultado típico» el fin del Derecho penal? No parece
serlo según presupuestos adoptados. 470. Así considera que el desvalor de resultado se materializa en la tipicidad.
Sin embargo, luego describe el resultado en sentido natural, atribuyéndole
Más que una distinción entre fin de la norma penal y fin del De- sólo una función estructural dentro del tipo y propone redeñnir el desvalor
recho penal, es relevante separar criterios y funciones. El problema de resultado. DE LA CUESTA AGUADO, «Norma primaria», pgs. 185, 186 y
es que esta separación no se conserva, sus contornos se diluyen y 188.
esas dos nociones de resultado se tienden a aproximar. D E LA CUES- 471. LAURENZO COPELLO, El resultado, pgs. 63 y ss.
472. Resultado típico como efecto sobre el objeto de la acción, como efecto sobre
el propio bien jurídico-penal o -simplemente- como efecto físico distinto
de la acción.
473. CURY URZÚA, Derecho penal, 2005, pg. 292, entiende que esta separación con-
467. Como efecto sobre un objeto que describe el legislador (objeto de acción). funde.
468. MOLINA FERNÁNDEZ, Antijuridicidad, pgs. 665 y 666, aunque se pregunta por 474. Es así como LAURENZO COPELLO, El resultado, pgs. 155, 157, 163-165 y 167 y
qué se utiliza el mismo término «resultado» para aludir a la lesión o peli- ss., se decanta por una única noción de resultado, a través de una amplia
gro del bien jurídico-penal, señala que no todo tipo contiene un resultado concepción de resultado típico, como efecto sobre un bien jurídico -que
y cuando lo contiene no siempre éste representa el desvalor que trata de prescinde de su sustrato-. Al menos busca desligar este resultado de visio-
evitarse con la prohibición. De todas formas, mantiene una noción limitada nes naturalistas.
de resultado, restringida a la lesión de bienes jurídico-penales (pgs. 651, 475. CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pgs. 129-134, señala que la perspectiva
663, 667, 670 y 671). lingüística (como consecuencia) es la que brinda el denominador común
469. MEDINA JARA, Manual, pgs. 177-179. que une esas distintas nociones.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado ///. El resultado en Derecho penal
justifica su uso en diversos sentidos desde dos perspectivas, lingüís- lidad en la que se concreten. En cambio la idea de bien jurídico se
tica y normativa. Además -luego de exponer sus nociones tradicio- vincula con una abstracción, que difícilmente puede ser afectada
nales: material y jurídica-, admite expresamente un tercer concepto materialmente. Por este motivo, es fundamental distinguir entre ob-
de resultado, que incorpora porque no existe una clara separación de jeto del delito, objeto de la acción y bien jurídico-penal comprometi-
criterios. Describe el resultado jurídico como lesión o puesta en peli- do474. Junto con esas dificultades terminológicas, contribuye a esta
gro del bien jurídico-penal, mientras que el resultado material sería falta de claridad la constante, pero imperceptible, interacción de cri-
el efecto sobre el «sustrato del bien jurídico» separable y perceptible terios jurídicos y materiales y la omisión de criterios de relevancia
externamente476. Sin embargo, surge el problema cuando se enfrenta jurídico-penal.
a los delitos de peligro concreto. Reconoce que en ellos junto con el
resultado jurídico se produce también un resultado material: el peli- Lo cierto es que existen criterios, funciones y nociones diversos
gro para el substrato del bien jurídico. Se ve en la necesidad de in- de resultado que se entremezclan y que, a veces, ni siquiera se ad-
corporar una tercera acepción de resultado, como «lesión del objeto vierte. Esto no ha permitido un claro y útil empleo de este término en
material». Admite que esta noción trae confusión, que es una «pro- materia penal. Confusión que se evidencia particularmente en la
puesta heterodoxa», pero la justifica con atención a sus mayores comprensión de los delitos de peligro y de los delitos de mera activi-
«ventajas». Es criticable que no se refiera también a los delitos de le- dad. Ello no se salva por la incorporación de más elementos dentro
sión, en los que claramente se produce esa doble calidad del resulta- del concepto de resultado, sino por su distinción, separación y, espe-
do. Tampoco es clara cuál es la diferencia entre ese peligro y el sim- cialmente, por la fijación de aquello que determina la existencia de un
ple «peligro para el bien jurídico» de los delitos de peligro en general delito. Con este propósito cabe preguntarse -como cuestión decisi-
respecto de los bienes jurídico-penales colectivos477. va-, ¿qué tipo de consecuencia es la que al Derecho penal interesa? y
¿por qué? Se trata de establecer cuál ha de ser la consecuencia penal-
La combinación de elementos naturales y normativos se favore- mente relevante desde una determinada concepción de Derecho y de
ce a partir de las expresiones que se utilizan. Normalmente, se habla esta base poder abordar la polémica del peligro abstracto.
de lesión o puesta en peligro del objeto de la acción como resultado
típico y se identifica con el desvalor de resultado porque éste se ca- En síntesis, el resultado se considera -en general- como una
racteriza por emplear esas dos formas de afección478. La dificultad consecuencia de un comportamiento que puede ser examinado des-
también está en que las palabras «lesión» y «puesta en peligro» -que de dos puntos de vista, material y jurídico. Materialmente, se conci-
aquí se reservan a formas de perturbación del bien jurídico-penal- be como efecto causal de una acción que recae sobre un objeto que el
parecen aludir a realidades sensibles, que requieren de una materia- legislador puede o no describir, por lo que no siempre está presente.
Por ahora se dirá que el resultado jurídico corresponde a aquella
consecuencia o estado material o inmaterial negativamente valorado
por la norma penal, al afectar un bien protegido por ella. El mayor
inconveniente se produce por el hecho de que muchas veces el efec-
476. El efecto material recae específicamente sobre el objeto del delito, que pue- to material coincide con el jurídico480, por lo que ambos se vinculan
de o no coincidir con el sustratro del bien jurídico-penal. Sustrato que pue-
de ser material o inmaterial y que integra la noción de bien jurídico-penal
que aquí se acoge -siguiendo a MIR PUIG-.
477. Se verá que esta autora mantiene un concepto único de los delitos de peli-
gro, a través de un resultado de peligro comprendido a modo de lesión de 479. Ver ROXIN, Strafrecht, pg. 23. Desde un punto de vista jurídico, lo verdade-
un bien colectivo. ramente relevante es la afectación del bien protegido por la norma penal.
478. Así, algunos autores sitúan dentro del desvalor de resultado tanto efectos De allí que reiteremos la necesidad proceder a tal separación.
externos naturales, como consecuencias referidas al bien jurídico-penal. Ver 480. Así, la muerte o lesión de una persona con la lesión de la vida o integridad
GONZÁLEZ MATEOS, «Esencia», pg. 624. corporal.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado ///. El resultado en Derecho penal

o, incluso, se identifican481. Es fundamental separar ambos criterios y por su asimilación con el desvalor de resultado-, los delitos de me-
no contentarse con su mera enunciación diferenciada. Esta distin- ra actividad se identifican con los delitos de peligro e, incluso, con
ción no significa que haya que trabajar necesariamente con varios los ilícitos formales. Sin embargo, ambas clasificaciones se refieren a
conceptos de resultado y que éstos cambien según su función. aspectos diferentes. La coincidencia de esas dos clases de delitos se
facilita por la falta de una lesión o destrucción externa-física. Es po-
sible entender que basta la sola realización de la conducta típica pa-
II. DETERMINACIÓN DEL RESULTADO COMO UN CONCEPTO ra considerar consumado el delito de peligro, sin que se produzca re-
UNITARIO sultado alguno. Esto es especialmente evidente en los delitos de
peligro abstracto483, pues en general se acepta la existencia de un es-
El empleo del «resultado» en sentidos diversos y para variados tado de resultado respecto de los delitos de peligro concreto. En
cometidos no sólo complica y abulta la labor dogmática, sino tam- cambio, aquellos delitos (peligro abstracto), se describen normal-
bién la práctica de nuestros tribunales. De este modo, antes de fijar mente como figuras sin resultado, en las que basta la mera ejecución
una noción que se considere apta para el Derecho penal, conviene del comportamiento típico.
exponer brevemente algunos de los problemas que presenta seme-
jante uso. Desde esta perspectiva, la identificación de los delitos de mera
actividad con los delitos de peligro abstracto parece realizarse en tor-
no a un resultado externo típico ausente484. Sin embargo, ¿cuál es el
1. CONSECUENCIA DE LA CONFUSIÓN DE CONCEPTOS resultado que falta en esa clase de peligro?; ¿el efecto externo, sobre
un objeto de acción, es inexistente en todo tipo de peligro abstracto?
La falta de determinación de la noción de resultado tiene efec- ¿El delito de incendio no requiere la destrucción física de un objeto?
tos prácticos482, particularmente respecto de la clasificación de los de- Aquellas categorías de delito se asimilan si el resultado se fija desde
litos según los elementos del tipo y según la afectación del bien jurí- perspectivas fácticas y se admite, a la vez, la existencia de un resulta-
dico-penal. Así - a través de amplios conceptos de resultado típico o do jurídico-valorativo. La confusión de ambos «resultados» se pro-
duce por una combinación de perspectivas naturales y jurídico-valo-
rativas. De suerte que una consecuencia de esta interacción es que la
481. TERRADILLOS BASOCO, «Peligro abstracto», pgs. 790 y 791, entiende que la
no producción de un efecto material separable de la acción implica
conmoción del bien jurídico «ha de manifestarse a través de un resultado
concebido en sentido fáctico, es decir, mediante una modificación del en-
torno exterior al comportamiento examinado y separable de él espacial o
temporalmente». Pretende salvar la contradicción que significa conside- 483. CEREZO MIR, Curso, pgs. 154,155 y 115, vincula el desvalor de resultado con
rar la producción causal de un efecto respecto de los delitos de peligro, a consideraciones típicas, aunque distingue el efecto material del jurídico.
través de la atribución de un resultado doble: un resultado jurídico y un Primero señala que en los delitos de peligro abstracto basta el desvalor de
resultado fáctico. acción. Luego agrega que «la exigencia de un resultado de peligro, de un
482. SCHÜNEMANN, «Consideraciones», pgs. 211-214, destaca la importancia de peligro concreto de un bien jurídico, para la realización del tipo de peligro
la aplicación práctica, que tiene, al fin de cuentas, «la sartén por el mango». abstracto sería contraria a la ley». Ciertamente, ello es efectivo si se refiere
A pesar de que reconoce que los tribunales intentan encontrar algún apoyo a una puesta en peligro concreta, pero ¿qué es un peligro abstracto?
en la dogmática, el carácter ecléctico de ella les ha permitido elegir la solu- 484. Esta identificación se favorece en supuestos como la conducción en estado
ción material que les convenga y encontrar argumentos para fundamentar- de ebriedad o bajo la influencia del alcohol o las drogas, que carece de re-
la. Si bien la variedad de soluciones puede ser positiva, critica que los tri- sultados típicos (no existe un objeto material destruido). Ver SILVA SÁNCHEZ,
bunales no asuman todo lo que implica la posición que siguen, adoptando «Consideraciones», pg. 149. Pero, se verá que también en los delitos de pe-
soluciones ad hoc. Esto le lleva a hablar de una «dogmática sin consecuen- ligro abstracto se exige, a veces, un resultado material de esa clase (como el
cias», que no se impone y que, por ello, carece de relevancia. incendio). Entonces, ¿cuál es el resultado que falta?

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado ///. El resultado en Derecho penal

falta de afectación del bien jurídico-penal485. RODRÍGUEZ RAMOS4"6 se y los delitos de mera actividad serían «delitos sin resultado». Recha-
pregunta si es aceptable que tesis que identifican «evento» con lesión za el resultado «jurídico» como un problema valorativo posterior,
o puesta en peligro de bienes jurídicos consideren la inexistencia de pero se preocupa de la relevancia jurídico-penal (referida al tipo). De
delitos sin resultado, «reconociendo incluso la distinción entre resul- todas formas, sostiene que una perspectiva global de resultado, co-
tado natural y resultado jurídico». Lo rechaza y afirma que existen mo la que pretende, no puede dejar de relacionarse con la lesión y la
delitos sin resultado. Por eso descarta tal noción «jurídica» de resul- puesta en peligro de bienes jurídicos488. Lo que sucede es que parte
tado, al extender disfuncionalmente su concepto e impedir distinguir de una premisa naturalista. Señala -tomando a JESCHECK- que «hay
dos categorías de delito, las que presentan problemas causales res- delitos sin efecto natural, sin resultado, pues un resultado en senti-
pecto de un efecto externo y las que no. do amplio, que no plantee problemas de nexo causal, carece de rele-
vancia dogmática»484.
Ciertamente, no es aceptable declarar la existencia de resultado
en todo delito, si se identifica con efecto físico o evento. Existen tipos
sin efectos físicos que afectan bienes jurídico-penales, como las inju- 1.1. Delitos de mera actividad y delitos de peligro. Relevancia de
rias, las amenazas, la violación de domicilio o la violación de corres- la clasificación
pondencia (secretos). La presencia o no de resultado en todo delito
no se define por la confusión o separación de perspectivas, sino por El hecho de que los delitos de mera actividad no tengan un re-
la determinación de qué es lo penalmente relevante. Figuras que sultado material físico, ¿implica que éstos coincidan con los delitos
describen sólo comportamientos pueden tener relevancia penal (sin de peligro, concreto y abstracto49"? Antes de contestar, no se ha de ol-
que exista resultado), si la norma desvalora dichas conductas y se- vidar que el enfoque material-típico es diverso del jurídico-valorati-
mejante desvalor basta para fundar lo injusto penal. En realidad, to- vo. Los delitos de mera actividad pueden ser perfectamente de le-
do depende de la perspectiva que se tome, tanto para definir el re- sión o de peligro para el bien jurídico-penal, sin necesidad de que
sultado, como para determinar su relevancia o presencia en todo haya un efecto material externo 4 ". Así, la intimidad se lesiona con el
delito. Admitir una perspectiva jurídica no tiene por qué establecer ingreso en morada ajena contra la voluntad de su morador. Por otro
una identidad entre efecto físico-externo y lesión o peligro de bienes lado, los delitos de peligro abstracto - q u e suelen considerarse deli-
jurídico-penales. La presencia de uno no determina la del otro. RO- tos de mera actividad y formales- también pueden estar configura-
DRÍGUEZ RAMOS487 conserva las bases naturales y define el resultado
en términos físicos pero con relación al tipo, en cuanto es la descrip-
ción legal la que determina su relevancia jurídico-penal. Afirma que
el «resultado» sólo sería esencial en los delitos de resultado material 488. Ibíd., pgs. 55 y 58.
489. Ibíd., pg. 51.
490. Esta identificación es más evidente respecto de los delitos de peligro abs-
tracto, que suelen concebirse como tipos sin resultado alguno, ni siquiera
485. En este sentido, algunos entienden que la distinción entre delitos de lesión jurídico. Ver BACIGALUPO ZAPATER, Manual, pg. 102. En nuestra doctrina,
y delitos de peligro se justifica con relación a la existencia de bienes jurídi- BUSTOS RAMÍREZ, y POLITOFF LIFSCHITZ, «Los delitos de peligro», pg. 48; Bus-
co-penales individuales con substrato físico-material. Quizás eso se sosten- ros RAMÍREZ, Obras, t. I, pgs. 136 y 137; NOVOA MONREAL, Curso, pgs. 245-
ga por la vinculación de la lesión y la puesta en peligro con realidades sen- 248. Cfr., NÁQUIRA RIVEROS, Derecho penal, pg. 88.
sibles. Cfr., MUÑOZ CONDE y GARCÍA ARAN, Derecho penal, pg. 303. 491. De allí que algunos admitan también en los delitos de mera actividad un
486. RODRÍGUEZ RAMOS, Luis, «El "resultado"», pgs. 50 y 51. resultado, más allá de consideraciones causales. Ver MIR PUIG, Derecho pe-
487. RODRÍGUEZ RAMOS, «El "resultado"», pgs. 53 y 61. Define resultado como nal, pgs. 171, 172 y 225; el mismo, «Antijuridicidad», pgs. 11-13. Habla de
«modificación del mundo exterior verificable, distinta en las coordenadas tipos con resultado separado o no de la conducta y señala que el desvalor
de espacio y tiempo de la conducta, pero conectada causalmente con ella y de resultado se satisface con la realización de una conducta típica lesiva o
trascendente en el ámbito jurídico penal». peligrosa.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado ///. El resultado en Derecho penal

dos como delitos de resultado material, donde la destrucción del ob- hipótesis de justificación la destrucción de objetos de acción deja in-
jeto del delito no significa lesión o puesta en peligro del bien jurídi- cólumes los bienes que se tutelan444. La distinción entre destrucción
co-penal442. Así, ¿es el incendio de basura o de algún otro objeto pro- física y afectación de bienes jurídico-penales va más allá de tales su-
pio en un lugar desolado y apartado lesivo o peligroso para la vida puestos. Así sucede en casos como el incendio y los delitos contra el
o integridad corporal de alguna persona o amenaza la seguridad co- medio ambiente - e n otros ordenamientos- 44 '. Por ejemplo, la des-
lectiva? La respuesta de preguntas de esta índole ha de tener en trucción de un objeto por medio de un fuego manejable; la adulte-
cuenta los presupuestos para la aplicación de una sanción penal (in- ración en mínimas dosis de alguna bebida o comestible que se dilu-
fracción de la norma penal primaria). ye sin dejar rastros (según el artículo 315 de nuestro Código Penal).
Ello ocurre también en delitos en los que, sin embargo, no se pro-
El comportamiento (activo u omisivo) tiene consecuencias ex-
duce una separación tan evidente entre objeto y bien, como en las
ternas que pueden ser materiales o inmateriales y que, a su vez,
falsedades, sea de documentos, de dinero o de instrumentos de otra
pueden o no perturbar bienes jurídico-penales. El «resultado» físi-
índole446. Los efectos materiales tienen además un sentido social,
co, material -si es exigido por el legislador- es elemento del tipo,
pero puede no afectar interés penal alguno 44 '. Por de pronto, en las

de confundirse el «resultado» de la acción con el desvalor de resultado. No


es necesario un resultado separable materialmente de la conducta para que
492. Así, JAKOBS, Derecho penal, pg. 210; CEREZO MIR, Curso, pg. 154; POLAINO NA- exista tal desvalor, es decir, para que se perturbe un bien jurídico-penal.
VARRETE, Delito de incendio, pgs. 25 y 26; MARTÍNEZ-BUJÁN PÉREZ, Derecho penal Admite que el vocablo resultado se utiliza en un doble sentido. También
económico, pgs. 108, 109 y 134; REY HUIDOBRO, Luis Fernando, «Cuestiones respecto de la separación entre lo natural y lo jurídico, el mismo, «Política
que suscita la persecución del delito de contaminación atmosférica», en Re- criminal y Derecho», pg. 36; BUSTOS RAMÍREZ y LARRAURI, La imputación ob-
vista del Centro de Estudios Jurídicos de la Administración de Justicia, 1 (2002), 2° jetiva, pgs. 28, 31 y 32. En similar sentido, MIR PUIG, Derecho penal, pg. 296,
semestre, pgs. 30, 33 y 34. Algunos afirman estos efectos externos, pero des- indica que el resultado puede consistir tanto en un «resultado separado de
tacan que su evitación aquí no es el fin de la norma. Así, RODRÍGUEZ MONTA- la conducta» como en la «parte objetiva de conducta descrita en un tipo de
ÑÉS, Delitos de peligro, pgs. 237 y 238; MENDOZA BUERGO, Límites, pgs. 19, 22, mera actividad». Lo importante es destacar que la separación de lo natural
24. Por eso rechaza su identificación con los delitos de mera actividad. Tam- y lo normativo no implica dejar de lado ninguno de ambos aspectos.
bién, BARBERO SANTOS, «Contribución», pgs. 490 y 491, aunque hable de le- 494. V. gr., destruir o quitar la vida a un sujeto en legítima defensa no afecta la
sión de un bien jurídico en vez de destrucción de un objeto de acción. Asi- protección de la vida, como bien jurídico-penal, pues no se entiende le-
mismo, GROETAERS GAETE, Delitos de peligro abstracto, pgs. 9, 10, 13, 37, 68, 83, sionada.
87 y 88. Separa «resultado material» del resultado normativo, si se admite la 495. La destrucción del objeto de acción es independiente de la afectación del
vigencia del principio de lesividad. Pero realiza este reconocimiento en for- bien jurídico-penal. V. gr., SILVA SÁNCHEZ, Delitos, pgs. 23-26, 39, 41, 78, 83.
ma confusa, sobre la base de la peligrosidad como un adjetivo que se puede Separa el resultado natural del jurídico y admite que un delito puede ser
predicar tanto de la conducta como del «resultado naturalístico» y de otros delito de «resultado» respecto del objeto de acción y delito de peligro
instrumentos o circunstancias. De allí la necesidad de clarificar los términos abstracto respecto del bien jurídico. Asimismo, DE LA CUESTA AGUADO,
peligro y peligrosidad. Ver infra capítulo cuarto, 1,1. Causalidad, pgs. 66, 67, 69, 141-144, 146, 189-223, 243 y 244. Distingue entre
493. CLRY URZÚA, Derecho penal, pgs. 291 y 292, pone énfasis en el resultado ma- bien jurídico y elementos que lo integran. Habla de «tipos de resultado de
terial-típico y, aunque en principio parece identificarlo con la afectación del destrucción» de tales elementos, en cuanto lo exige el respectivo tipo penal.
bien jurídico-penal, reconoce que «puede» no significar tal afección. Com- 496. Así, MUÑOZ CONDE y GARCÍA ARAN, Derecho penal, pg. 301, señalan la falsifi-
prende el resultado como un efecto en el que «se concreta la lesión o pues- cación de firma de alguien famoso sólo por pasatiempo o la confección de
ta en peligro del bien jurídico tutelado». Pero luego señala que esta conse- letras de cambio con fines didácticos. OCTAVIO DE TOLEDO Y UBIETO, Emilio y
cuencia típica «puede traducirse» en esa lesión o peligro. En el fondo, HUERTA TOCILDO, Susana, Derecho penal. Parte general, Editor Rafael Caste-
trabaja con dos nociones de resultado. BUSTOS RAMÍREZ, Obras, 1.1, pgs. 136, llanos, 2a ed., Madrid, 1986, pgs. 72-80 y 164, destacan la separación entre el
137 y 870 (el mismo, «Política criminal e injusto», pg. 172), señala que no ha aspecto material y la perturbación jurídica con un ejemplo de delito de peli-

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado ///. El resultado en Derecho penal
que permite su valoración e inclusión como objeto de protección de ceder penalmente si no se logra la real perturbación de la norma, de
una norma jurídico-penal. La norma no considera todo efecto, sino su objeto-de protección449.
sólo aquellos estimados perjudiciales para los bienes que tutela.
En consecuencia, los delitos de resultado material y los delitos
Desde esta perspectiva material (física), se requiere que exista un
de mera actividad o mera conducta pueden ser - a la vez- delitos de
objeto sobre el que recaiga la acción, que sea lesionado o puesto en
lesión o de peligro, con atención a la forma en que se afecta al bien
peligro y que haya un vínculo causal entre efecto y acción; sin per-
jurídico-penal500. También los delitos de peligro pueden ser delitos
juicio de los demás requisitos necesarios para atribuir responsabili-
de resultado material, incluso los de peligro abstracto. Una confu-
dad penal al agente447. Por otro lado, es perfectamente posible afec-
sión de las perspectivas naturales con las jurídico-valorativas puede
tar un bien jurídico-penal sin que el legislador exija efecto externo
llevar a exigir siempre constataciones causales para establecer la
material alguno. Es decir, que existan lesiones o puestas en peligro
existencia de resultado. Puede llevar a legitimar figuras que se satis-
(«resultado jurídico») sin objeto de acción. De modo que la consi-
fagan con la sola destrucción del objeto típico sin que haya afecta-
deración de éste no siempre es necesaria. Los efectos físicos pueden
ción de bien jurídico-penal alguno. Por otro lado, se podría llegar a
faltar sin que reste ilicitud a figuras penales, no impide la perturba-
sostener la impunidad o la necesidad de descriminalizar comporta-
ción de aquello que la norma penal valora y protege. Además, no
mientos carentes de objeto material y, por tanto, de resultado típico
todo efecto externo es considerado penalmente49*. En principio, se
que sí afecten bienes jurídico-penales, como el tráfico de drogas o la
ha de tratar de un efecto descrito por el legislador. Su verificación
conducción bajo los efectos del alcohol o las drogas501. Afirmar que
por el juez es un presupuesto necesario, pero insuficiente para pro-
hay delitos sin efectos materiales externos no es lo mismo que esta-
blecer la existencia de delitos que no afectan bienes jurídico-penales.
La mezcla de criterios conlleva tal identidad. Si se confunde el re-
sultado típico con el desvalor de resultado502, la falta del primero im-
gro abstracto: el expendio de medicamentos o de medios anticonceptivos plica también la inexistencia del segundo. Conclusión que no pre-
sin formalidades legales o reglamentarias (antiguo art. 343 bis del CP es- sentaría problema frente a un injusto penal conformado únicamente
pañol, actual art. 361, aunque modificado. En similares términos en nuestro
CP, art. 313 d). Separa la transferencia material de tales sustancias, como re-
sultado material, de la producción de un «peligro potencial para la salud
pública», que entienden que ha de constatarse. Reconocen que mientras
aquel efecto (resultado material) puede faltar, la afectación del bien jurídi-
co ha de estar presente en todo delito, aun cuando sostengan que ambas 499. Una opinión distinta parece sostener SAINZ CANTERO, Lecciones, pgs. 497 y
formas de «resultado» son «elementos del tipo objetivo». LUZÓN PEÑA, Cur- 567-570. Si bien se preocupa por destacar que no todo efecto externo tiene
so, pg. 349, respecto de la posesión de droga para traficar, señala que se re- relevancia penal, mantiene que tal relevancia se la brinda su inclusión en la
quiere el «resultado de la disponibilidad libre y pacífica» de la droga, pero descripción típica. Ello a pesar de que sostiene una doble configuración de
que eílo todavía no implica lesión o peligro concreto para la salud pública lo injusto penal, con preeminencia del desvalor de resultado.
ni para los «bienes conexos» de la salud, integridad y libertad de los con- 500. En este sentido, SAUER, Guillermo, Derecho penal (parte general), trad. J. del
sumidores. Por otro lado, tampoco la falsificación de moneda supone Rosal y J. Cerezo, Bosch, Barcelona, 1956, pgs. 116 y 118. Respecto de los de-
afectación de la fe pública, si no se da «inicio de la utilización o puesta en litos de mera actividad, afirma que «materialmente, es decir, desde el pun-
circulación». to de vista del injusto hay detrás de estos tipos igualmente un resultado».
497. Por todos, ROXIN, Strafrecht, pgs. 146-149. BACIGALLPO ZAPATER, Manual, 501. Este análisis puede alcanzar delitos contra bienes jurídico-penales tradicio-
pgs. 85, 86, 94, 95, 99 y 102, no menciona la causalidad ni siquiera para los nales como: injurias o calumnias, violación de domicilio o correspondencia,
delitos de resultado material, sino que exige derechamente la imputación etcétera.
objetiva -aunque entiende que ella no ha de aplicarse a los delitos de mera 502. Por eso MIR PUIG, Derecho penal, pg. 225, se ve en la obligación de señalar
actividad, pues la considera como un correctivo de la causalidad-. que «no será "resultado" ni la sola exteriorización de la conducta ni la le-
498. Ver STRATENWERTH, Strafrecht, pgs. 101 y 102. sión del bien jurídico».

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado III. El resultado en Derecho penal
p o r el desvalor d e acción, q u e se q u e d e e n el análisis d e la c o n d u c - La duda es: cuál es el resultado del que carecen o ¿carecen de ambos?
ta. Sí lo hace si lo injusto c o m p r e n d e la afectación d e e s t a d o s valora- Por él momento, se intenta despejar problemas. La clasificación de los
dos. La imposición d e p e n a s sin afectación d e bienes t u t e l a d o s con- delitos de mera actividad y de resultado material apunta a criterios des-
figura tipos formales. Los delitos formales se d i s t i n g u e n d e los criptivos-fácticos y sustentar la categoría de mera actividad no equiva-
delitos d e m e r a actividad, en c u a n t o n o a t i e n d e n a la estructura típi- le a sostener su cualidad formal509.
ca, sino a la falta d e p e r t u r b a c i ó n d e aquello q u e la n o r m a tutela 503 .
Los delitos formales no se refieren a la descripción de elementos
1.2. Aplicación práctica de criterios fácticos y normativos del re-
que realiza el tipo, sino a su lesividad. Delitos que carecen de ella, en
sultado
cuanto no existe perjuicio para bien jurídico-penal504. Esas figuras han
de eliminarse de la normativa penal, a diferencia de los delitos de mera A p e s a r d e q u e teóricamente se s e p a r a n los delitos d e r e s u l t a d o
actividad505, siempre que se mantenga una noción «material» de injusto. material y los delitos d e m e r a actividad d e los delitos d e lesión y los
Sucede que la estructura de los tipos de mera actividad se relaciona, en delitos d e peligro, su distinción n o se conserva en la práctica. N u e s -
general, con bienes jurídico-penales inmateriales -aunque de carácter tros tribunales m a n t i e n e n esta división clásica d e delitos, pero, al
individual-, como la intimidad, el honor o la libertad. De allí la supues- e x a m i n a r el r e s u l t a d o en D e r e c h o penal, t i e n d e n a hacer coincidir el
ta dificultad en la determinación de su resultado. Es más, no faltan au- desvalor d e r e s u l t a d o con su condición d e e l e m e n t o típico 510 . En es-
tores que los vinculan a tipos de peligro abstracto™. Pero si se trata de ta línea cabe traer a colación u n fallo d e la C o r t e S u p r e m a q u e m u e s -
bienes individuales inmateriales, la doctrina507, y los tribunales, no tiene tra esta confusión 511 . Se trata d e u n a sentencia q u e resuelve u n recur-
mayor problema en considerarlos lesionados o puestos en peligro con la so d e queja j u s t a m e n t e acerca d e u n delito d e m e r a actividad, q u e se
sola realización del comportamiento típico. Lo que falta es un efecto ex- concibe, a la vez, c o m o delito d e peligro abstracto. En este caso, n o
terno separable espacio-temporalmente de la acción, cuya ausencia no sólo se afecta u n interés i n d i v i d u a l inmaterial (el h o n o r ) , sino t a m -
inquieta para este tipo de bienes. Pero no ocurre lo mismo si ellos son bién u n o d e carácter colectivo (el o r d e n público). Se reclama u n a in-
colectivos. Los delitos de peligro abstracto han sido caracterizados co- fracción al a n t i g u o artículo 6, letra b) d e la Ley d e S e g u r i d a d del Es-
mo tipos de mera actividad y formales alternativa y simultáneamente™. t a d o (Ley 12927) a través d e expresiones injuriosas contra u n a

508. RODRÍGUEZ RAMOS, «El "resultado"», pgs. 53 y 54. Antes que vincular los de-
503. La identificación de ambas categorías procede de la terminología emplea- litos formales con los de mera actividad, considera mejor conectar aquéllos
da por la dogmática italiana. En general, el término «formal» refiere a la con los tipos de peligro presunto. Es adecuada tal referencia en cuanto ellos
simple realización de elementos descritos en el tipo. Desde esta perspecti- son un problema de injusto -siempre que se hable sólo de peligro presun-
va, son más adecuadas las expresiones «consumación formal» o «ejecución to-. Se entiende aquí que la vinculación con los delitos formales vale para
formal»; mientras que «delito formal» se vincula con la no afectación de todas las consideraciones del peligro abstracto que se hagan en este último
bienes jurídico-penales. No es un problema de tipo, sino de injusto. sentido y para aquellas que lleguen a similares consecuencias.
504. Más, ACALE SÁNCHEZ, El tipo, pgs. 5 y 16-23. 509. CUELLO CONTRERAS, El Derecho penal español, pgs. 522 y 533, afirma que «los
505. Claro está que también los delitos de mera actividad pueden ser «delitos» delitos de peligro abstracto son, siempre, delitos de mera actividad, con-
formales, como el mero incumplimiento de órdenes legales que ciertas au- templados desde el bien jurídico». Ello se asocia con el real custionamiento
toridades imparten a sus subordinados (v. gr., art. 226 CP). que enfrentan los delitos de peligro abstracto: la falta de perturbación de
506. Así, TORÍO LÓPEZ, Ángel, «Naturaleza y ámbito de la teoría de la imputa- bienes penales y no la ausencia de algún efecto físico-típico.
ción objetiva», en ADPCP (1986), vol. XXXIX, fase. I, pg. 44, sostiene que es 510. La interrelación práctica de criterios y definiciones en torno al resultado es
casi seguro que delitos como las injurias o las amenazas se configuren co- corriente no sólo por los tribunales nacionales. Ver ACALE SÁNCHEZ, El tipo,
mo delitos de «peligro hipotético». pgs. 61 y 163.
507. Ver MÉNDEZ RODRÍGUEZ, LOS delitos, 1993, pg. 122. 511. CS, 15 de febrero de 2000, RDJ (2000), t. XCVII, sec. 4", pgs. 44-57.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado III. El resultado en Derecho penal

autoridad pública, en este caso, un ministro de Corte. La modifica- mente relación con la afectación de bienes jurídico-penales. El efecto
ción de esta disposición no altera los criterios jurisprudenciales. De externo" derivado causalmente de una acción «puede» afectar al bien
hecho, la confusión entre resultado típico y desvalor de resultado es tutelado313. De todas formas, no conecta esa afectación con los delitos
especialmente evidente en los delitos de resultado material512. Sim- de mera actividad. Efectivamente, esta clasificación -delitos de re-
plemente, se expone este fallo como muestra de este proceder res- sultado y delitos de mera actividad- atiende exclusivamente a la
pecto de los delitos de peligro abstracto, en relación con los delitos existencia o no de un efecto externo sobre un objeto que el legislador
de mera actividad. describe (apunta a los elementos del tipo). Como se ha reiterado, a
pesar de ello, es usual que ambas categorías se vinculen con la afec-
Al conocer dicho recurso, la Corte Suprema se pregunta sobre la tación o no de algún interés penalmente protegido y se confundan
necesidad de probar o demostrar la aptitud de tales expresiones pa- criterios. Esta interacción simultánea de puntos de vista es manifies-
ra alterar el orden público, ya que es éste el bien jurídico-penal afec- ta en este fallo cuando -el considerando cuarto- expresa que la con-
tado en esta clase de delitos -junto con el honor del ofendido-. El cepción ordinaria de delitos de mera actividad «suele conducir a la
primer problema que se presenta tiene relación con la naturaleza del errada creencia de que en estos delitos, también denominados "for-
delito: si es un delito de resultado o de mera actividad, justamente males", no se requiere la existencia de un resultado ni de un nexo
por la cualidad de los intereses protegidos afectados. La Corte se causal entre éste y la acción típica. La realidad es diferente. En rigor,
plantea el problema del siguiente modo: «la naturaleza jurídica de se trata de delitos en los que la acción típica produce necesaria e ine-
esta figura en el sentido de ser un delito de resultado, a través del vitablemente el resultado, sea el peligro o la lesión del bien jurídico
peligro o la efectiva lesión de ese bien jurídico, o uno de mera o sim- protegido». No deja de conectar la afectación de bienes jurídico-pe-
ple actividad». No define los delitos de resultado y los delitos de nales con delitos de mera actividad. Sin embargo, tal reconocimien-
mera actividad sólo a partir de elementos estructurales. Vincula los to no implica que estos delitos requieran de un «resultado causal».
delitos de resultado con la lesión o peligro del bien jurídico-penal. Efectivamente, hay un error en su descripción (delitos de mera acti-
Además, pareciera entender que tal afectación de bienes no se re- vidad), pero que apunta a su confusión con delitos formales y no a
quiere en los delitos de mera actividad, identificándolos con delitos la ausencia de un efecto físico causal, que efectivamente la ley no exi-
formales. Por otro lado, el máximo tribunal -en el desarrollo de su ge para su consumación.
argumentación- recurre a la tradicional clasificación de los delitos,
en la medida que admite que no siempre el resultado material va a En síntesis, la sentencia admite la afectación del bien jurídico-
significar alguna perturbación jurídica. Señala que se ha entendido penal en ambas categorías de delitos. Lo que ocurre es que eviden-
que en los delitos de resultado material se produce un resultado con- cia la necesidad de que exista resultado aun en los delitos de mera
creto conectado causalmente con una acción típica que «puede con- actividad. Por eso habla de resultado y continúa empleando ele-
sistir en la lesión efectiva del bien jurídico protegido o en su peli- mentos o requisitos propios de efectos físicos (causalidad). A pesar
gro»; mientras que en los delitos de mera actividad, es suficiente la de ello, el fallo no puede establecer ese resultado de la misma forma
realización del comportamiento típico. en que lo hace para los delitos de resultado, que se caracterizan por
la producción de tales efectos. La Corte afirma que en los delitos de
Esto evidencia la definición de los llamados delitos de resultado mera actividad el resultado se produce necesariamente y se confor-
y de los delitos de mera actividad con base en criterios fáctico-mate-
riales. Los delitos de «resultado material» no guardan necesaria-

513. Aunque ese «puede» no sólo podría interpretarse en ese sentido (no esen-
cial), sino también como «alternativa» entre una lesión o una puesta en
512. V. gr., C. Ap. de San Miguel, 12 de julio de 1999, RDJ (1999), t. XCVI, sec. 4 \ peligro. En este último caso sería más evidente la mezcla de aspectos fácti-
pgs. 196-199. cos y aspectos jurídico-valorativos.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado III. El resultado en Derecho penal
ma por una lesión o una puesta en peligro de bienes tutelados. Ad- hablar de «relación de absoluta necesidad causal» si no se produce
mite un resultado en términos jurídico-valorativos. El problema es- esa consecuencia material-física, aunque se pretenda que siempre es-
tá en conservar también perspectivas físicas (material-típica), que di- té «necesaria» e «inevitablemente» presente517. ¿Son las expresiones
ce relación con un efecto externo y una conexión causal. Junto con ofensivas formuladas una destrucción física de algún objeto de la ac-
declarar el error de negar un resultado y una relación causal en los ción? Independientemente de los intentos por materializar esas ex-
delitos de mera actividad, la sentencia afirma que es «totalmente cla- presiones, tal comprensión de la relación causal no es un argumento
ro que esa lesión deriva causalmente de la acción típica». Señala que suficiente para suponer realidades inexistentes o alterar conceptos
«si no puede verse, no se trata de que no exista resultado y nexo cau- provenientes de las ciencias naturales. La afectación de bienes prote-
sal, sino que ambos se encuentran necesariamente presentes en tan- gidos se presenta en otro ámbito, el de las valoraciones. Esto no sig-
to se acredita la existencia de la acción típica. Podría decirse, en tér- nifica que las valoraciones sean abstracciones. Los bienes jurídico-pe-
minos simples, que existe una relación de absoluta necesidad causal nales tienen un sustrato real, que puede ser material o inmaterial,
entre la acción típica y el resultado, cuya evidencia e indiscutibilidad pero que no se identifica con el objeto de la acción. Su afectación pue-
ha conducido a la confusión antedicha de creer que no existe resul- de o no coincidir con la lesión de tal objeto material.
tado y nexo causal»514. En este caso, la principal dificultad respecto del resultado se pre-
Esta sentencia combina perspectivas naturales y jurídico-valora- senta precisamente por la naturaleza colectiva e inmaterial del bien
tivas al conectar la causalidad con la afectación del bien jurídico-pe- orden público (a pesar de que éste se precisa en el fallo según los pa-
nal que no tienen por qué coincidir. ¿Qué es lo realmente determi- rámetros de ETCHEBERRY). ES esa calidad de bienes jurídico-penales
nante?, ¿es relevante el efecto físico en todo caso? Es posible afectar -así como su forma de perturbación- la que lleva a considerar este
un bien penal sin que exista un efecto físico separable de la acción. La delito como un tipo de peligro abstracto y, a la vez, de mera activi-
confusión se favorece por la modalidad de delito de que se trata (de- dad. Existe una inclinación a combinar perspectivas, pero se produce
lito de peligro abstracto y de mera actividad). De este modo, se tien- porque no hay una cierta y segura división de ellas. Tampoco está cla-
de a evitar tener que probar la «aptitud» de la acción típica (las ro cuál es el resultado que interesa al Derecho penal. Es perfecta-
expresiones proferidas) para afectar al bien jurídico-penal involucra- mente posible que exista un delito de peligro abstracto que sea, a la
do31". Si no puede verse -al no existir una concreción fáctica- no sig- vez, un delito de resultado material. Así, en el incendio se produce la
nifica que no haya un resultado, sólo que éste no es físico-material.
Un bien jurídico-penal se puede afectar con la sola realización de un
comportamiento activo u omisivo. Sin embargo, la relación causal
¿como nexo fáctico entre antecedente y consecuente? exige la presen-
517. En similar sentido, LAURENZO COPELLO, El resultado, pg. 177. En su com-
cia de un efecto externo que se conecta a una acción516. No se puede
prensión del resultado típico como un efecto sobre el bien protegido, indi-
ca que, a veces, no es que falte una relación causal, sino que ella «no es
problemática porque no se da la posibilidad de interferencia de cursos
causales distintos». Así también, MORENO ALCÁZAR, El concepto, pgs. 435 y
436. Pero afirma que esto no implica que la conducta peligrosa coincida con
514. Cursivas añadidas. el «resultado de peligro». Precisa que no puede desconocerse que las par-
515. Se refiere específicamente al orden público, pues no hay mayor dificultad ticularidades del comportamiento típico, así como las circunstancias que lo
en entender que el bien jurídico-penal «honor» ya se encuentra lesionado rodean, «podrán tener mucha influencia en la aparición o no del resultado
-al contrario-. de peligro». A pesar de esto y de la práctica identificación del peligro con-
516. Noción que se mantiene desde un punto de vista ontológico. Desde esta creto con el abstracto, mantiene ideas clásicas del peligro abstracto combi-
perspectiva, la causalidad no es suficiente para atribuir responsabilidad nadas con otras propuestas materializadoras que no logran dotarlo de la
penal. calidad de resultado de peligro.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado ///. El resultado en Derecho penal
efectiva destrucción de un objeto, que -según su magnitud- puede TÁIN 520
destaca, ya en 1969, el esfuerzo doctrinal por brindar claridad
afectar o no el bien penal (más allá del daño al objeto incendiado)518. a un ámbito en el que, decía, «todavía domina» la imprecisión y con-
La confusión no está en creer que no existe resultado ni relación fusión. No parece que se haya avanzado mucho con los años.
causal, sino en no separar puntos de vista y ni precisar cuál es la con-
secuencia penalmente relevante. La Corte Suprema en el fallo citado
2. EL RESULTADO PENAL. PERSPECTIVA Y PROPUESTA
comprende que en toda clase de delitos se requiere un resultado, que
no puede dejar de conectar con la afectación de un bien jurídico-pe- Frente a los problemas que genera la señalada falta de claridad
nal. Quizás, la confusión de criterios o perspectivas se produce por la del término «resultado», cabe replantearse su concepto. Así lo hace
necesidad de que exista siempre un resultado desvalorado, aunque D E LA CUESTA AGUADO521 en los delitos contra el medio ambiente, al
no haya efecto físico alguno. Entonces, ¿qué es lo jurídico-penalmen- distinguir tipos que exigen también la destrucción de «elementos»
te relevante? ¿Qué es lo que la norma protege? ¿Se busca evitar o pre- del medio ambiente. Se cuestiona la necesidad de replantear catego-
venir efectos físicos? o ¿se protege la norma a sí misma? Aquí se tra- rías tradicionales, especialmente la de bien jurídico. A este respecto,
ta simplemente de despejar dudas y fijar cuál es el resultado que se menciona varias posibilidades, desde convertir el elemento natural
busca evitar y castigar, sin crear una noción nueva ni cambiar de eti- en bien jurídico, «hasta redefinir la categoría de delitos de resultado,
quetas para designar una situación que se conserva intacta514. BERIS- haciéndolos depender de la lesión del objeto directamente protegi-
do». Siguiendo esta línea, optamos por este segundo camino: redefi-
nir el término resultado según parámetros propiamente penales.
Dentro del ámbito penal, se ha de tener presente cuáles efectos son
jurídico-penalmente relevantes y constituyen, por eso, «resultado
penal». En principio, al Derecho no le interesa la destrucción mate-
518. Afectación que, en su hipótesis simple, es un clásico ejemplo de delito de rial de objetos, incluso si implica la propia afectación del bien prote-
peligro abstracto (art. 476 del CP). gido en general -si existe otro bien más valioso tutelado en concre-
519. Si bien hay autores que no parecen tener dudas acerca del resultado que al to, como en el estado de necesidad o la legítima defensa-522. Así,
derecho le interesa, no se han preocupado por efectuar mayores precisiones,
restando importancia a las confusiones y dificultades prácticas. Así, COBO DEL
ROSAL y VIVES ANTÓN, Derecho penal, pgs. 381 y 382. Conciben el resultado co-
mo resultado típico y subrayan que éste no siempre está presente, pues sólo
son relevantes aquellos efectos que por su importancia el legislador ha selec- 520. BERISTÁIN, Antonio, «El resultado y los delitos de peligro», en RFDUM, 34-
cionado para configurar los tipos. Pero no se limitan a este sentido «estricto» 35-36 (1969), pg. 445. A pesar de que parece ir en la dirección correcta res-
de resultado, pues afirman que también existe un «resultado» en los compor- pecto de un resultado que permita considerar los tipos de peligro (aun los
tamientos típicos en los que el legislador no exige su producción. Entienden de peligro abstracto) también como delitos de resultado, mantiene la vin-
que aquél pertenece al comportamiento mismo, que se satisface con la sola ex- culación de aquél con el resultado típico.
teriorización u objetivación de la voluntad. Así, el efecto típico no es el rele- 521. DE LA CUESTA AGUADO, Causalidad, pg. 144.
vante, sobre todo al mantener una noción material de injusto penal -aunque 522. Cfr., BUSTOS RAMÍREZ, Obras, 1.1, pgs. 136-140; MIR PUIG, Derecho penal, pgs.
rechacen las diversas distinciones en torno a la antijuridicidad- (pgs. 293-300). 164, 165, 171 y 175; CEREZO MIR, Curso, pgs. 154 y 155; LUZÓN PEÑA, Curso,
Semejantes elaboraciones les permiten estimar las confusiones respecto del re- pgs. 323 y 324; GARCÍA-PABLOS DE MOLINA, Derecho penal, pgs. 88-90; CURY
sultado como meros problemas terminológicos. Si bien compartimos que el URZÚA, Derecho penal, pgs. 361 y 367; NOVOA MONREAL, Curso, t. I, pgs. 313
efecto material no es esencial para lo injusto y que existe también un resulta- y 315; POLITOFF, L., MATUS, A. y RAMÍREZ, G., Lecciones. Parte general, pgs. 165
do en los tipos que carecen de aquellos efectos, hubiera sido deseable una y 166; MAURACH y ZIPF, Derecho penal, 1.1, pgs. 341-345; STRATENWERTH, Gün-
mayor determinación del resultado -que no se limitase a establecer que éste ter, Acción y resultado en Derecho penal, trad. M. Sancinetti y P. Ziffer, Ham-
simplemente «pertenece» a la conducta típica por su sola objetivación-. Ello murabi, Buenos Aires, 1991, pg. 98. Aun JAKOBS, Derecho penal, pgs. 56-58,
porque las confusiones de criterios y funciones tienen consecuencias prácticas. aunque no se refiere a bienes juídico-penales, sino a la «dañosidad social».

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casos en los q u e tal destrucción esté justificada. Tampoco interesan v a l o r a d o , a «algo» se le atribuye d e t e r m i n a d o sentido. Tampoco se
esos efectos si n o le son i m p u t a b l e s al agente, si n o le son exigibles, trata d e eliminar la idea d e tipicidad, ella, s i m p l e m e n t e , se destaca
si se p r o d u c e n d e m a n e r a fortuita o d e n t r o d e u n d e t e r m i n a d o á m - c o m o u n a p r i m e r a d e t e r m i n a c i ó n (primera valoración), insuficiente
bito d e riesgo p e r m i t i d o . Al parecer, el efecto material-físico n o es p a r a atribuir r e s p o n s a b i l i d a d penal 326 .
suficiente o, m á s bien, n o es relevante en sí m i s m o . A pesar de que las ideas de CARRARA se fijen en sentido formal, so-
En el á m b i t o d e lo jurídico, las consecuencias n a t u r a l e s tienen bre todo por los términos que emplea, no parece ser tan así. Puede de-
relevancia en c u a n t o contradicen la protección q u e confiere la n o r m a cirse que concibe el derecho protegido a modo de bien jurídico. Por
jurídica a d e t e r m i n a d o s á m b i t o s y realidades - m a t e r i a l e s e i n m a t e - ejemplo -al tratar los criterios de clasificación de los delitos según el ti-
riales-. Afirmar q u e la realidad h a d e servir d e s u s t e n t o a la n o r m a po de derecho lesionado-, indica que los delitos «naturales» se dividen
jurídica n o significa q u e t o d a realidad merezca y necesite tutela, ni en seis categorías de acuerdo con «el diverso bien a que se refiere el de-
m e n o s d e carácter penal. Semejantes d e t e r m i n a c i o n e s n o s o n m o - recho ofendido en el individuo»" 7 . Esta descripción no sólo pretende
d e r n a s . Ya CARRARA 323 decía q u e el delito n o se p e r s i g u e c o m o h e c h o destacar la vinculación de su noción de delito con la idea de un bien que
material, sino c o m o ente jurídico. H a b l a d e u n e s t a d o d e contradic- la norma protege, sino también recalcar que este vínculo permite incor-
ción, en el q u e se viola el «derecho abstracto». N o se limita a consi- porar la percepción de la realidad. Su concepción jurídica, normativa,
deraciones m e r a m e n t e legales o jurídicas, a p e s a r d e hacer referen- no se limita necesariamente a un aspecto formal. Incluso lo precisa
cia a la ley o p r e c e p t o violado. CARRARA e n t i e n d e q u e el objeto del cuando se refiere al problema de los que hoy llamamos delitos comple-
delito es el derecho a t a c a d o q u e la ley p r o t e g e y d i s t i n g u e el delito jos y al de los concursos de delitos, en caso de que no exista una tipifi-
d e las «trasgresiones d e policía», q u e sí son violaciones d e leyes q u e cación conjunta528. Al respecto, señala que el ente jurídico está compues-
p r o t e g e n la p r o s p e r i d a d y n o el derecho 524 . Separar lo jurídico d e lo to tanto del elemento material, como del elemento ideológico.
n a t u r a l n o significa q u e se d é preferencia a u n aspecto p o r sobre el
otro. Ciertamente, el Derecho se m u e v e e n el á m b i t o d e lo valorati-
vo - d e aquello q u e tiene s e n t i d o o significado-, p e r o esto n o impli-
ca despreciar la realidad, sino enjuiciarla con atención a las valora- ambos planos. Lo importante es reconocer que el normativismo no tiene
sentido sin un mundo natural. El mismo, «Fundamentos teóricos de la im-
ciones insertas en la n o r m a penal 325 . D e hecho, «algo» tiene q u e ser
putación objetiva», en ADPCP (1992), t. XLV, fase. III, pgs. 945, 946, 951, 955,
957, 958 y 963. Así también, PUPPE, Ingeborg, La imputación objetiva: presen-
tada mediante casos ilustrativos de la jurisprudencia de los altos tribunales, trad.
R García Cavero, Granada, 2001, pgs. 2 y 12. Incluso concepciones funcio-
523. CARRARA, Programa, pgs. 51 y 52 (§36, §40). nalistas, basadas en la idea de expectativas sociales, niegan la protección de
524. En varias ocasiones habla de la tutela del derecho por la ley, por lo que se- la norma por sí misma y aluden al «contenido normativo». En este sentido,
para la «ley protectora» del «derecho protegido» (ibíd., pg. 54, §42). Ade- GARCÍA CAVERO, La responsabilidad, pgs. 50 y 51, no puede dejar de vincular
más, señala que si varía tal derecho, también lo hace el precepto. Ibíd., pgs. las expectativas con el bien jurídico. Considera estos bienes como aspectos
117-120, §§149-153. de la configuración social sobre los que se conforman una serie de expecta-
525. Actualmente, la doctrina ha sabido apreciar ambos aspectos (realidad y va- tivas. De suerte que la norma penal no se protege en sí misma, sino su con-
loración), sin necesidad de que se anulen o contrapongan. SCHÜNEMANN, tenido normativo.
«La relación», pgs. 659-661, asume un punto de partida normativista pero 526. Simplemente se subraya la relevancia de lo antijurídico, de lo injusto. En es-
reconoce acierto al punto de partida de WELZEL, en cuanto se ha de consi- te sentido se acoge la declaración de REYES ALVARADO, Imputación, pg. 67, en
derar la realidad para lograr una regulación adecuada. Más precisas son de- cuanto a la pérdida de importancia de la separación entre tipicidad y anti-
claraciones como las de REYES ALVARADO, Yesid, Imputación objetiva, Temis, 3" juridicidad, pues es insuficiente la adecuación formal de una conducta a un
ed., Bogotá, 2005, pgs. 61-72,142 y 143. Necesidad de distinguir el plano na- tipo si no se perturba aquello que la norma tutela.
tural del valorativo sin que uno haya de prescindir del otro. Pero aclara que 527. CARRARA, Programa, pg. 125, §162.
la teoría finalista no se limita a reconocer esta base sino que confunde 528. Ibíd., pg. 126, §167.

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Del mismo modo en que sólo se puede tomar por base un re- lo que falta es la acción de matar, pero se da una acción intentada de
sultado material-típico conectado causalmente con una acción típica matar - q u e configura un injusto diverso533-. Comprendemos que JA-
determinada y no aquel que es fruto del azar524, el resultado penal- KOBS534 rechace la relevancia jurídico-penal de la alteración de un
mente relevante debe comprender aquello que es posible valorar ne- bien concebido como «situación valorada positivamente» y dirija su
gativamente en relación con una norma jurídico-penal53". En conse- interés a la alteración de la valoración misma, si remite aquella alte-
cuencia, el resultado se enfrenta con la norma y la necesidad de ración (del bien) sólo a un aspecto natural-físico. De todas formas,
realizar juicios de valor531. Desde esta perspectiva, el resultado se parece que distingue la afectación de bienes jurídico-penales de efec-
considera u n efecto negativo sobre el interés valorado y protegido to físicos externos (aunque conciba éstos como lesión de un bien). Se-
penalmente y -como tal- equivaldría al desvalor de resultado. No ñala que «lo que constituye una lesión de bien jurídico-penal no es
toda intervención penal requiere la efectiva destrucción o daño ma- la causación de una muerte (ésta es simplemente lesión de un bien),
terial del objeto de la acción. En muchos casos ella se produce aun- sino la oposición de la norma subyacente en el homicidio evitable».
que este daño no acontezca, como en figuras imperfectas (tentativa No es la mera causación de una muerte lo que determina la afecta-
y frustración). De hecho, es usual admitir un resultado punible in- ción de bienes jurídico-penales, sino el sentido que esa muerte tiene
cluso si falta de un efecto material-externo. Por ejemplo, ROXIN532 se- respecto de aquello que la norma protege535.
ñala que también se presenta un «resultado externo» en los delitos
de mera actividad, pero que no es separable de la conducta («ist ein
ausser Erfolg vorhanden, wenn dieser auch von der Handlung nicht abl'ós- 2.1. Perspectiva de análisis
bar ist»). Se observa la irrelevancia del sentido material-físico del re-
sultado incluso al tratar los llamados tipos de resultado material. Desde la noción de injusto examinada, se privilegia la perspec-
Así, indica que en el delito de homicidio el resultado muerte es par- tiva jurídico-valorativa. La alteración de aquello que la norma tutela
te de la acción de matar, la compone. Si ese resultado no se produce, (situación desvalorada) es lo que determina el resultado en el ámbi-
to penal. Conviene reiterar que esta opción no implica privar al
Derecho penal de sustento real. De modo que existe una realidad ju-
rídico-penalmente valorada. El problema está en que esta «materia-
lidad» se puede confundir con aquella que se proclama en el ámbito
529. Por lo que es necesaria la constatación de la relación de causalidad en aque- natural («resultado típico» como efecto material). Antes de conti-
llos supuestos en los que efectivamente concurre (si es una exigencia del ti- nuar, conviene precisar aquí el término «material». Ello porque se
po), pero como una primera determinación -insuficiente- y no siempre emplea en un sentido físico-natural y también en un sentido valora-
concurrente. Ver infra capítulo sexto, IV. 1. tivo, como contenido de la norma jurídica. La norma penal no está
530. En este sentido, el juicio de imputación objetiva completa la supresión del vacía, ella tutela «algo»536. Este algo no se limita a efectos naturales fí-
azar en la determinación de la responsabilidad penal. RODRÍGUEZ MONTA-
ÑÉS, Delitos de peligro, pg. 132. Señala que el «fin último» de toda teoría de
imputación es «rechazar aquellos resultados que no "pertenecen" a la ac-
ción y al autor, que no son "obra suya", sino del azar».
531. Las valoraciones pueden ser positivas y negativas, ya sea si miran a aque- 533. Admite que también implica una perturbación' de la paz jurídica, pero
llo que se estima valioso y que, por ello, es protegido por la norma o a los menor por la falta de resultado típico (aunque haya «ocurrido nada»).
comportamientos que se dirigen a negar dicha protección. 534. JAKOBS, Derecho penal, pg. 46.
532. ROXIN, Strafrecht, pgs. 266 y 270. En este sentido se reconoce, en general, la 535. En este sentido se entiende que hable de una «norma subyacente».
presencia de un resultado en todo delito y se reserva el efecto externo a un 536. En este sentido se analizará también el bien jurídico-penal. Así, SILVA
mero elemento del tipo. Ello, aun cuando se siga calificando este efecto co- SÁNCHEZ, «"Aberratio ictus"», pgs. 367, 370 y 372, aunque menciona que el
mo resultado y se mantenga la distinción entre delito de mera actividad y resultado sólo condiciona la punibilidad, habla de la «realidad existencial»
delitos de resultado material. Cfr. BUSTOS RAMÍREZ, Manual, pgs. 310 y 311. como soporte del bien jurídico-penal.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado ///. El resultado en Derecho penal
sicos. De allí que se hable de materialidad, como contenido, pero pre- norma. Agrega que este resultado puede ser completo sin necesidad
ferimos hablar de «soporte material», como una determinada reali- de que exista un resultado externo. Por lo que lo distingue del efecto
dad social (perceptible o no) que la norma tutela, el bien jurídico-pe- externo. Este último estaría determinado por el legislador, a modo de
nal337. Con ello se quiere enfatizar que la referencia normativa no es «alteración completa de un objeto de actuación»342. Además, señala
una concepción ideal o abstracta, pero que tampoco se identifica con que la realización de la «acción corporal» ya es un resultado -como
un efecto físico externo ni lo requiere siempre338. En este sentido son exigencia mínima del principio del hecho-343. Así lo expresa respecto
relevantes las precisiones de TERRADILLOS BASOCO334 respecto del con- de los delitos de mera actividad y entiende no pueden separarse ta-
tenido material de la antijuridicidad. Expresa que la distinción entre jantemente de los delitos de resultado. Ello se comprende mejor cuan-
lesión y puesta en peligro de un bien jurídico no radica en la «inci- do se enfrenta a su noción de acción. JAKOBS considera que la acción
dencia de la acción sobre un objeto material, sino en su relación expresa un sentido344. Tal sentido sería una «configuración de la reali-
ideal con un bien jurídico». La confusión lo material con lo natural se dad», que se imputa como «ruptura del orden vigente». Por lo que la
favorecen con nociones de antijuridicidad material como la de acción se correspondería con el no reconocimiento de la vigencia de la
LESCH340. Precisa que tal antijuridicidad «es entendida como una per- norma, que -en sus palabras- es ya una «objetivación». Mientras que
turbación de las condiciones externas que satisfacen las necesidades la realización del resultado externo es una «ulterior objetivación» que
de un individuo aisladamente considerado, o bien, como lesión cau- complementa la anterior, la aumenta cuantitativamente.
sal exterior de un interés humano jurídicamente protegido, o como
lesión de un bien (o de u n objeto) jurídico». Se puede decir que este desarrollo se debe a la consideración de
que la contradicción de la norma penal es ya un resultado suficiente,
La opción por una perspectiva normativa no sólo permite distin- es el resultado relevante penalmente. Y la acción que expresa tal sen-
guir la perturbación de bienes penales del «resultado típico», sino tido realiza ese resultado, sin que baste cualquier movimiento corpo-
también decantarse por una única concepción de resultado. No es el ral. Tampoco es necesario un resultado externo posterior. Se compar-
efecto típico lo determinante sino aquella consecuencia que la norma te la idea de que los comportamientos voluntariamente realizados
desvalora. Desde una óptica semejante JAKOBS541 habla de un resultado son, en general, expresión de sentido343, particularmente en relación
jurídico-penal, constituido por el desconocimiento de la vigencia de la

542. JAKOBS, Derecho penal, pg. 205.


537. SOTO NAVARRO, La protección, pgs. 292, 293 y 317-322. Separa la ofensa del 543. Ibíd., pgs. 174, 201, 205 y 209.
bien jurídico del «resultado material». Luego señala que ese resultado pue- 544. JAKOBS, «El concepto», pg. 116. Noción coherente con su comprensión acer-
de implicar lesión del bien jurídico si aquél no se concibe en sentido natu- ca del Derecho penal y de la sociedad. Este derecho busca contradecir todo
ralista. Con relación a la lesión del bien jurídico, prefiere una perspectiva aquello que a su vez contradiga la norma, mientras que la sociedad impli-
sociológico-normativa, que se conecta con la consideración sociológica de ca la configuración o construcción de un «contexto de comunicación». Ver
«materialidad» del substrato del bien jurídico-penal que realiza. JAKOBS, Sociedad, pgs. 18, 26 y 63. Especialmente para comprender la identi-
538. Por eso cuando se hable de injusto material o del contenido material del dad normativa de un grupo y esa comunicación normativa, el mismo,
bien jurídico-penal se hará en este segundo sentido -no físico-natural-. Norm, pgs. 30, 52, 53 y 63-70.
539. TERRADILLOS BASOCO, Derecho penal, pg. 56. 545. Cfr., BUSTOS RAMÍREZ, «Política criminal y Derecho», pgs. 36 y 38. Habla del
540. LESCH, Intervención, pg. 21. sentido de la acción en cuanto «proceso de comunicación». Además en-
541. JAKOBS, «El concepto», pg. 117. QUINTANO RIPOLLÉS, Antonio, Curso de Dere- tiende que es el bien jurídico -como fórmula que concreta una relación so-
cho penal, Revista de Derecho Privado, Madrid, 1963, pg. 215, habla de un cial- la base de la descripción típica, que tiene como presupuesto una de-
resultado jurídico que ha de estar presente en todo delito y señala que éste terminada situación de relación, dotada de sentido y significación. En este
«unas veces se refleja en un acaecimiento material, y otras [...], en un com- mismo sentido concibe la norma penal como un proceso complejo comu-
portamiento valorado en sí mismo, sin acaecimientos exteriores físicamen- nicativo, que instruye a las personas acerca de qué solución no se ha de
te perceptibles». seguir en el respectivo conflicto social.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado ///. El resultado en Derecho penal
con las normas jurídicas. De igual forma, se destacan los términos en ca del daño y vincularlo con perspectivas naturales. Quizás sea por
los que concibe dicha expresión de sentido, al configurar una deter- eso que lardea de daño suele identificarse con la lesión del bien jurí-
minada realidad. Sin embargo, no se entiende por qué se priva de im- dico-penal a través de la lesión del objeto de la acción. En este senti-
portancia a esa «realidad configurada» y se reconduce derechamente do, consideramos adecuadas las tesis que permiten abogar por un
a la infracción de la norma. Sólo cuando habla de los delitos de resul- cambio o destrucción del paradigma del daño, concebido en términos
tado alude a la «creación de un estado»"4'1 y, en este caso, únicamente materiales-naturales. Son relevantes, sobre todo, las precisiones que al
vendría a aumentar la objetivación e injusto de la acción. Es por ello respecto realiza KINDHÁUSER332. Manifiesta que en la palabra ataque
que este autor considera que la polémica entre el desvalor de la acción («Angriff») se da un elemento de sentido teleológico que permite su in-
y del resultado es irrelevante para captar la antedicha expresión de terpretación con relación a los fines que se pretenden alcanzar (fin de
sentido347. Se trata de una diferencia de intensidad o cantidad, en la norma). Descarta que ese término pueda sólo entenderse como
cuanto puede ser la «objetivación más o menos intensa, esto es, cuan- «ataque» a un objeto, si ha de existir una relación espacio-temporal en-
titativamente diferenciada»34". tre un comportamiento y su posible o real modificación. Lo anterior
Incluso si se vuelve al criterio de CARRARA34" se verá que éste impediría hablar de ataque cuando el daño no fuera perceptible.
-además de destacar el aspecto jurídico, sin olvidar la realidad- en- Por otro lado, señala que toda prohibición está orientada a la
tiende que en todo delito debe concurrir un «daño inmediato» y uno prevención de lesiones de bienes jurídico-penales, lo que evidencia
«mediato», que conecta con la perturbación u ofensa del derecho pro- una objeción práctica: en muchas ocasiones la protección se satisface
tegido por la ley. Precisamente, señala que tal ofensa es el resultado sólo con normas de puesta en peligro y no requieren la producción de
del delito, pero se preocupa de no limitar éste a un daño físico. Indica una lesión333. Aquí mismo sitúa también el centro del problema334. Las
que el daño inmediato no siempre se exterioriza en un resultado «ma- prohibiciones de puestas en peligro pierden sentido mientras más
terial», sino que también puede ser un «resultado moral». Está ha- acerquen la caracterización de un comportamiento a una lesión. Y
ciendo referencia al resultado inmaterial y pone justamente como mientras más general sea esa caracterización menos se legitiman esas
ejemplo casos como los delitos de amenaza e injuria330. Así, lo rele- prohibiciones, pues pierden su referencia a la lesión. Sin embargo,
vante es la contradicción del derecho tutelado por la norma penal, que ésta es una dificultad únicamente si se mantiene como parámetro el
acarrea un daño inmediato -material o inmaterial331- y uno mediato de la prevención de lesiones. Así, subraya que la prohibición de com-
-siempre inmaterial-. Sin embargo, es usual conservar una visión físi- portamientos aptos para lesionar no es una tutela anticipada si ella
deja de ser definida por el resultado de lesión333. De allí que sea nece-
sario mostrar que las normas de lesión y las normas de puesta en pe-

546. JAKO.BS, Derecho penal, pg. 207.


547. En este sentido su destacado ejemplo de las «pasas uvas». Además parece
englobar el resultado externo y el desvalor del resultado en un mismo sen- 552. KINDHÁUSER, Urs, Gefahrdung ais Straftat. Rechtstheoretische Untersuchungen
tido. zur Dogmatik der abstrakten und konkreten Gefahrdungsdelikte, Vittorio
548. JAKOBS, «El concepto», pg. 118. Klostermann, Frankfurt del M., 1989, pgs. 163 y'ss.
549. CARRARA, Programa, pgs. 69 y 94 (§57 y §102). 553. Señala que en la conducción en estado de embriedad no se puede decir que
550. Sin embargo, sí entiende que el «daño mediato» es un resultado de carác- el comportamiento se prohibe por ser apto para lesionar, sino que el sujeto
ter moral, en cuanto apunta al temor o espanto producido en el ánimo de no está en situación de conducir un vehículo con seguridad. Ibíd., pg. 167.
los demás ciudadanos (§187, §198, etc.). 554. KINDHÁUSER, Gefahrdung, pgs. 168-171.
551. Además del daño mediato moral. Se recuerda que habla de un «estado de 555. A este respecto, alaba la propuesta de BINDING que reconoce que estas nor-
contradicción», aunque sea para referirse a las distintas clases de entes mas de puesta en peligro levantan un segundo muro protector («ein zweit-
ideales. Ibíd., pg. 52, §39. er Schutzzoall») del bien jurídico-penal diverso de la lesión.

194 195
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado III. El resultado en Derecho penal

ligro no coinciden en sus contenidos ni en sus fines. Tiene razón ferirse al resultado como estado desvalorado: un término más global,
cuando afirma que la idea de protección de bienes jurídico-penales que manifieste las posibilidades de alteración que la norma admite,
no tiene por qué limitarse a su lesión y que también abarca su pues- como el de afectación, afección, ofensa, perturbación o agresión.
ta en peligro concreto y abstracto536. Así, se entiende que no basta con En resumen, las concepciones que admiten el desvalor de resul-
separar el efecto material típico del resultado penal. También convie- tado para configurar lo injusto y - a la vez- la separación entre delitos
ne distinguir la lesión de otras formas de alteración de los bienes tu- de resultado material y delitos de mera actividad560, conservan esas
telados, porque las normas penales no tienen únicamente por fin la dos formas tradicionales de resultado indicadas: el resultado típico y
protección de ellos frente a lesiones. En este sentido, cabe destacar la el desvalor del resultado. Aquí también se parte de la separación de
distinción de términos que realiza BINDING entre destrucción (Exis- criterios, pero se pone énfasis en la necesidad de conservar su división
tenzvernichtung) y «perturbación» (Existenzstórung)"7. Ello cobra es- y de destacar aquel resultado que al Derecho penal interesa reprimir
pecial importancia en una época en la que ya no puede decirse que la y controlar. El efecto externo separable de la acción es un elemento
lesión del bien individual sea el prototipo de delito53*. No sólo se bus- más del tipo y puede o no concurrir. Claro está que éste debe produ-
ca aquí dejar de lado los efectos físicos como forma exclusiva de re- cirse en los casos que el legislador lo considere, de lo contrario la con-
sultado, sino también olvidar este paradigma («lesión material» de ducta no sería típica. Se trata sólo de un problema de tipicidad o de
bienes individuales) y no la tutela de bienes jurídico-penales554. Esta consumación del delito y no de desvalor de resultado561. Sin embargo,
protección no reduce necesariamente el resultado a la lesión. De este
modo, es preferible emplear una expresión diversa de lesión para re-
560. LALRENZO COPELLO, El resultado, pg. 41, justifica esta unidad de criterios -co-
556. Por eso habla de tres formas de daño. Ibíd., pgs. 20, 277 y ss. y 312; el mis- mo elemento estructural de algunos tipos y como fundamento del injusto
mo, «Acerca», pg. 449; Derecho penal de la culpabilidad y conducta peligrosa, penal- precisamente en estos casos. Dice que sólo es «una consecuencia obli-
trad. C. López Díaz, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 1996, pg. gada si se admite como una realidad inobjetable la existencia de delitos de
86. "simple actividad"». Situación que en general se salva con un concepto am-
557. SOLA RECHE, La llamada, pgs. 61, 62 y 92, distingue la lesión de la «agresión» plio de resultado típico, en el que la perturbación del bien jurídico-penal no
del bien jurídico-penal. Parece utilizar este último término en un sentido requiere que haya un efecto material separable de la acción.
más amplio. Señala que incluye tanto el «intento de dañar» sin que llegue a 561. JAKOBS, «Criminalización», pg. 293; BUSTOS RAMÍREZ, Manual, pgs. 310 y 311;
la lesión, como la puesta en peligro concreto del bien jurídico y «cuando se el mismo, Obras, 1.1, pg. 870. En este sentido ha interpretado el resultado la
intenta alcanzar el objeto material sin que llegue siquiera a ponerlo en peli- doctrina española a partir de la modificación del art. 16.1 del CP español
gro». La aparente ampliación de ese concepto a otros posibles estados des- respecto del resultado del que carece la tentativa. Aunque alguna doctrina
valorados por la norma (resultados) no es tal. Ello, en principio, porque con- lo vincula con la afectación del bien jurídico-penal. Ver ALCACER GUIRAO,
tinúa refiriendo el «efecto» al objeto material y el objeto de la norma penal Rafael, Tentativa y formas de autoría. Sobre el comienzo de la realización típica,
al «comportamiento agresor». Se sitúa en la peligrosidad del comporta- EDISOFER SL, Madrid, 2001, pgs. 96, 97 y 101; SILVA SÁNCHEZ, Jesús María,
miento y por eso termina reconduciendo lo injusto a la antijuridicidad de la «La regulación del iter criminis (artículos 16-18)», en El nuevo Código Penal:
conducta. Pero mantiene referencias al resultado. Además de incluir el peli- cinco cuestiones fundamentales, J. M. Bosch, Barcelona, 1997, pg. 123; POLAINO
gro concreto en su noción de agresión -que impide considerarlo como des- NAVARRETE, Miguel, «Artículo 16», en M. COBO DEL ROSAL (dir.), Comentarios
valor de acción, especialmente por la separación que realiza entre estado de al Código Penal, Edersa, Madrid, t. I, 1999, pgs. 828, 829, 837, 852 y 853; OC-
peligro y peligrosidad-, entiende que en los delitos de mera actividad exis- TAVIO DE TOLEDO Y UBIETO, «Función», pgs. 20 y 26. En nuestro país esta dis-
te también una «agresión» al bien jurídico-penal. Sin embargo, esta última cusión no se plantea, pues el legislador (art. 7) describe las formas imper-
vinculación con el resultado no es tan clara, por la limitación del desvalor de fectas de delito en relación con la consumación del respectivo tipo (porque
resultado al resultado típico. el delito no se consuma o se da principio a su ejecución). Esta identidad del
558. Así ya lo admitía SGUBBI, «Tutela», pg. 455. desvalor de resultado con el resultado típico también se ha dado en la doc-
559. WOLTER, «Imputación», pg. 51, critica este paradigma sobre la base de la lla- trina alemana, con independencia de la existencia de un artículo semejan-
mada «paradoja de la muerte». te. Ver HIRSCH, «LOS conceptos», pgs. 766 y 779.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado ///. El resultado en Derecho penal
siempre debe presentarse la circunstancia valorada negativamente nal. Ello porque mantiene en su determinación una vinculación con
por el Derecho por oponerse a los bienes protegidos. De hecho, no se exigencias típicas (resultado típico)363. A pesar de que tal relación se
discute la presencia de un desvalor de resultado en los delitos de me- puede explicar por la separación que la autora realiza entre el resul-
ra actividad, los que en su mayoría se reconocen como delitos de le- tado típico y el resultado estructural, ¿existe siempre resultado típi-
sión del bien jurídico-penal. co? ¿Qué queda de este resultado que no sea elemento estructural?
¿Se debe conservar?, ¿por qué? No puede decirse que el efecto típico
sea ajeno a consideraciones estructurales y se requiera siempre.
2.2. Algunas reflexiones acerca de lo estructural y lo normativo
Así, LAURENZO COPELLO cita los delitos de injuria y de allanamien-
A pesar del variado uso del vocablo «resultado», se observa que to de morada (violación de domicilio)"*. En ellos, la falta de concreción
en realidad sólo una idea de él prima. Conclusión que se evidencia, en un objeto de la acción «no es un obstáculo para reconocer un "resul-
sobre todo, a partir de la perspectiva que aquí se adopta, jurídico-va- tado típico"». Efectivamente, tal inexistencia no implica eliminar posi-
lorativa. Al respecto, son relevantes las distinciones y precisiones de bles perturbaciones de bienes jurídico-penales, pero lo que sí falta es la
LAURENZO COPELLO362 en cuanto a trabajar con una única noción de re- descripción típica de un objeto y un efecto sobre él. En estos casos no
sultado. Ello, aunque lo haga a través de una interpretación amplia existe resultado típico, por lo que la terminología que emplea la autora
del «resultado típico»: no sólo estructural, sino como un efecto dis- se presta para la misma confusión que pretende evitar. Parece separar
tinto de la acción que implica la perturbación del bien jurídico-pe- aspectos típicos del desvalor de resultado en el caso del allanamiento,
nal'63. Este efecto se produce independientemente de que se perciba o cuando señala que aunque se produzca la acción de entrar, no hay per-
no por los sentidos. Es más, señala que es un efecto «causado» por la turbación del bien protegido si sus moradores no prohiben su entrada.
acción, aun si es imperceptible. Acota que lo que sucede en esos ca- En esta situación, LAURENZO COPELLO dice que lo que falta es el «efecto
sos es que ella no es problemática. Entiende que la causalidad se pro- que el tipo tiende a evitar» y que sería parte del injusto. En nuestra le-
duce casi automáticamente con la acción, al indicar que, en realidad, gislación, uno de los elementos de este tipo es la voluntad contraria del
no hay posibilidad de interferencia de otros cursos causales364. De es- morador (artículo 144 del Código Penal). Si falta no se dan todos los ele-
ta forma se comprende que la autora proponga eliminar la categoría mentos del tipo, por lo que la conducta es atípica. En cambio, si existe
de los delitos de mera actividad y plantee conservar un único criterio una voluntad permisiva posterior de sus moradores, no falta el efecto
para determinar el resultado y la clasificación de los delitos: «La in- que el tipo describe, sino el que la norma pretende impedir.
tensidad del efecto exigido sobre el bien jurídico». En su opinión to-
dos los delitos serían de resultado y se distinguirían según su inten- De esta tesis es destacable la relevancia que confiere a la pertur-
sidad: delitos de lesión, de peligro concreto y de peligro abstracto. Si bación del bien jurídico-penal, particularmente en cuanto la admite
bien son destacables estas declaraciones -especialmente al buscar para todo tipo de delitos. Esta declaración no basta. Es necesario
desvincular el resultado de consideraciones naturalísticas-, no se
comparte totalmente esta interpretación del resultado en materia pe-

565. Esta conexión impide separar adecuadamente.resultado típico y desvalor


de resultado. JESCHECK y WEIGEND, Tratado, pg. 282, aluden al resultado tí-
562. LAURENZO COFELLO, El resultado, pgs. 165 y 172-183. pico (lesión o puesta en peligro del objeto material de la acción) y lo dis-
563. Incluso no existe mayor problema en eliminar el sustrato del bien jurídico- tinguen de la afectación el bien jurídico-penal (afecta la vigencia del valor
penal si se entiende que éste ya incorpora una realidad que permite su per- protegido por el precepto). Sin embargo, la separación entre ambos se di-
turbación o alteración, como lo hace esta autora. Ibíd., pgs. 155-158. luye al aceptar un tipo de injusto en el que la descripción típica ha de in-
564. Como se ha visto, también nuestros tribunales se han pronunciado en este cluir la materia de prohibición, el bien jurídico-penal (pgs. 262-264).
sentido. 566. Ibíd., pgs. 173-175.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado III. El resultado en Derecho penal

agregar además que su presencia es independiente de la producción sión, pues no logra efectivamente desvincular criterios (naturales y
de un efecto externo separable espacio-temporalmente de la acción. jurídko-valorativos).
De suerte que el «resultado» no se vincula con un elemento del tipo La determinación del resultado no es un problema del tipo pe-
necesariamente, sino con la afectación del bien protegido por la nor- nal, sino de qué es lo que la norma protege y qué es lo que la con-
ma penal. En este sentido, se acoge aquí la falta de justificación de la tradice. Se ha de romper con la idea de que la relevancia penal de un
categoría de los delitos de mera actividad. Su rechazo no se funda en efecto radica únicamente en su descripción típica™. La unión de cri-
una confusión con los ilícitos formales, pues éstos se han de descar- terios que se evidencia en la definición de LAURENZO COPELLO -mien-
tar del orden penal al no afectar bien jurídico-penal alguno. Al con- tras conserve un efecto ligado a estructuras típicas, aunque sea jurí-
trario, reconocer que los delitos de mera actividad también exigen dico- permite entender la crítica que le formula ACALE SÁNCHEZ"**,
una perturbación penalmente relevante es lo que permite descubrir
basada en la consideración sólo «secundaria» del bien jurídico y no
la intrascendencia de la categoría como tal frente a las que requieren
en la necesidad de una única noción de resultado que lleve a con-
además un efecto físico externo"67. Si la ausencia de tal efecto no al-
servar una sola clasificación de los delitos (desde el punto de vista
tera la afectación de las situaciones tuteladas por la norma penal, la
del «resultado»). Señala que más que eliminar los delitos de mera ac-
clasificación de los delitos según su presencia no es un criterio pe-
tividad, LAURENZO COPELLO los reformula a través de la ampliación
nalmente determinante. Primero, porque no siempre existe un efec-
de la vigencia de esta categoría a la antijuridicidad. Delitos que en el
to típico y, segundo, porque aun si éste se exige y se constata su exis-
tipo no tienen resultado natural en el injusto sí lo requerirían370. Ex-
tencia, ello no basta para configurar lo injusto penal. Es un problema
plica que la autora reduce los delitos de mera actividad a hipótesis
estructural y no de injusto. De modo que tomaremos algunas de las
precisiones que realiza esta autora, sin acoger su noción de resulta- en las que no existe afectación de bien jurídico-penal alguno como
do. La mayor dificultad de su tesis radica en que mantiene la confu- «delitos de mera actividad de peligro abstracto» y entiende que re-
chace estos delitos. En este sentido, no serían más que ilícitos for-
males.

567. Ya MEZC;ER, Tratado, pgs. 177 y 178, criticaba la importancia que los autores
atribuían a esta clasificación. JIMÉNEZ DE ASÚA, Luis, La ley y el delito. Princi-
pios de Derecho penal, Hermes, 4'1 ed., México-Buenos Aires, 1963, pgs. 214 y
215, le atribuye importancia a la clasificación delitos de lesión y delitos de 568. Ello se evidencia en la mayoritaria concepción del resultado como efecto
peligro. No sólo califica de poco clara la separación entre delitos formales y externo determinado por el tipo. Ver BERISTÁIN, «El resultado», pg. 456.
delitos materiales, sino que no justifica su distinción si en todos ellos se da 569. ACALE SÁNCHEZ, El tipo, pgs. 126, 127,130-139 y 145.
un «ataque material» a algún bien jurídico-penal. Se comparte este análisis 570. Estas críticas se podrían extender a elaboraciones que claramente separen
y sé extiende a la categoría de delitos de mera actividad y de resultado ma- un resultado material de uno jurídico-penalmente relevante, pero conserven
terial, si éstos se identifican con tipos materiales y aquéllos con los formales. semejantes vinculaciones típicas. Así, POLAINO NAVARRETE, «El injusto», pgs.
Asimismo, CEREZO MIR, Curso, pg. 101, al destacar que si el resultado se 62, 73, 83-84, 87 y 88. Habla de un «resultado antijurídico típicamente rele-
comprende a modo de lesión del bien jurídico, «no tendría sentido» tal dis- vante». Por un lado, señala que este «resultado típico» se conecta con la
tinción. En nuestro país, la monografía de ILLANES SOLAR, LOS delitos, pgs. 26- lesión o puesta en peligro de bienes jurídicos y que ha de estar presente en
30, destaca que lo relevante es la vulneración del ordenamiento jurídico tan- todo delito. Pero, por otro lado, agrega que este resultado «no puede
to por una lesión como por una puesta en peligro de algún bien definirse como pura lesión de un bien jurídico (desvalor de resultado mate-
jurídico-penal. Aunque dice que es punible tanto el resultado natural como rial o naturalístico)». La lesión de un bien jurídico-penal no es siempre un
el jurídico, señala que la clasificación legal en base a ese efecto externo im- resultado material, no se equiparan. Quizás ello se pueda entender -cuando
plica atribuirle a un hecho físico una importancia desmedida. Por eso su- habla de «desvalor normativo»- en el sentido de que existen diversas for-
braya la relevancia de la categoría: delito de lesión/delito de peligro. mas de ataque de la norma penal o, más bien, de aquello que ella protege.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado 111. El resultado en Derecho penal

Por eso ACALE SÁNCHEZ precisa la noción de resultado, al cues- parte especial»373. Sin embargo, no se percata de que mediante el
tionarse acerca de cuál es el «resultado» del que carecen los tipos análisis~que realiza ya es posible diferenciar no sólo un resultado
de mera actividad. Al determinar éste -como resultado natural-tí- del otro, sino también observar cuál es el que ha de estar presente
pico-, lo separa del efecto sobre el bien jurídico-penal que sí ha de para la configuración del delito. A pesar de que el «resultado» que
estar presente en todo delito. De modo que distingue perspectivas dice primar en el desarrollo de la teoría del delito es el efecto ex-
de funciones y habla de «resultado natural» y de «resultado jurídi- terno estructural, admite que sólo está presente en las figuras que
co»'71, aun cuando no llega a pronunciarse a favor de un único con- lo exijan. Por lo que es u n problema de la parte especial sin necesi-
cepto de resultado ni manifiesta la necesidad de eliminar esa clasi- dad de declaración expresa. Quizás su dificultad para establecer la
ficación basada en los elementos del tipo572. Si bien reconoce que las preeminencia del «resultado jurídico» radique, junto con la pers-
diferencias entre el delito de resultado material y el delito de mera pectiva que adopta374, en la negación de la posibilidad de afectar di-
actividad desaparecen al constatar su injusto y que los elementos rectamente bienes jurídico-penales -al estimarlos entidades idea-
del tipo -aunque son base de lo injusto- pueden cambiar de un de- les, sin sustrato real-57".
lito a otro, no llega a decidirse acerca de cuál es el resultado penal-
mente determinante. Aunque incluso acepta que esas categorías de No existirían mayores problemas respecto del resultado si se
delitos tienen relevancia sólo para la clasificación de los tipos. De- distinguieran claramente aspectos materiales-físicos de aspectos ju-
clara no ir más allá en la determinación del resultado debido a la rídico-valorativos y se separaren debidamente los criterios estructu-
relevancia que se le ha dado a los delitos de resultado material y a rales de los referidos a la constitución de lo injusto penal. Sin em-
la relación de causalidad en la teoría del delito. Señala que se han bargo, como las nociones y funciones se mezclan tanto en la teoría
de mantener tales categorías mientras «la relación causal y el re- como en la práctica no basta con destacar sus diferencias e indepen-
sultado sigan entendiéndose como problemas pertenecientes a la dencia. Ni siquiera basta con redefinir categorías si éstas conservan
parte general del Derecho Penal y no como especiales formas de la una vinculación entre sí que favorezca la confusión de nociones y
funciones. En este sentido, D E LA CUESTA AGUADO57'1 intenta distinguir
el resultado típico del desvalor de resultado y evitar las «duplicida-
des» de la concepción tradicional y explicar satisfactoriamente los
571. ACALE SÁNCHEZ, El tipo, pgs. 89, 92,101,103,139-152,170,171 y 173, etc. En- delitos de mera actividad. Se vale del artículo 11 del Código Penal
tiende que el resultado jurídico o desvalor de resultado «se amplía no sólo español para precisar tales términos. Este artículo dispone que «los
al resultado natural, sino la nueva situación fáctica provocada por la reali- delitos o falta que consistan en la producción de un resultado sólo se
zación de la conducta típica». Así, distingue el delito de mera actividad del entenderán cometidos por omisión cuando la no evitación del mis-
delito del delito de peligro abstracto. mo, al infringir un especial deber jurídico del autor, equivalga, se-
572. Se ha visto que se mantiene, en general, esta referencia típica. Sin embargo,
es posible observar la real relevancia del resultado jurídico-valorativo a la gún el sentido del texto de la ley, a su causación. A tal efecto se equi-
hora de establecer su conexión con la conducta del agente a través del jui- parará la omisión a la acción:
cio de imputación objetiva. Así, KAUFMANN, Armin, «¿"Atribución objeti-
va" en el delito doloso», en ADPCP (1985), t. XXXVIII, fase. III, pgs. 812, 815
y 824, conserva la referencia al resultado típico pero con relación al bien ju-
rídico-penal mediante de la inclusión de un juicio normativo. Más claro es
PERDOMO TORRES, Jorge Fernando, «Algunas consideraciones dogmáticas 573. ACALE SÁNCHEZ, El tipo, pgs. 150, 151, 263 y 319-321.
sobre la regulación de la comisión por omisión en el nuevo Código Penal 574. Ello al preguntarse por cuál es el resultado de que carecen los delitos de
colombiano», en Revista peruana de doctrina y jurisprudencia penales, 2 (2001), mera actividad y no por aquél relevante para la construcción del delito, por
pg. 454, que reconoce un «mismo resultado» en los llamados delitos de me- cuanto es objeto de la norma penal.
ra actividad. Habla de sucesos valorados en sentido jurídico-penal, inde- 575. Ibíd., pgs. 123 y 124.
pendientes de la acción realizada. 576. DE LA CUESTA AGUADO, «Norma primaria», pgs. 185-187.

202 203
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado ///. El resultado en Derecho penal

«a) Cuando exista una específica obligación legal o contractual falta de desvalor de resultado 377 . Entonces, no parece ser el resul-
de actuar. tado típico el relevante.
b) Cuando el omitente haya creado una ocasión de riesgo para En verdad, se mantienen las definiciones tradicionales de am-
el bien jurídicamente protegido mediante una acción u omisión pre- bas clases de efectos. Es más, ello se observa como correcto porque
cedente». -en el fondo- los trata como conceptos diversos. Además, concede
especial relevancia al desvalor de resultado, que determina según
En primer lugar, refiere el resultado a un ámbito natural, on- pautas de la teoría de la imputación objetiva. No postulamos otra co-
tológico, que permite separar el resultado típico del desvalor de sa. Pero lo que sucede con semejantes «redefiniciones» es que ambas
resultado. Luego, agrega que es necesario distinguir aquel resul- se tienden igualmente a aproximar, puesto que sus perspectivas se
tado de la «creación de una ocasión de riesgo». De modo que el re- asimilan. Esto puede facilitar o, incluso, promover la criticada con-
sultado típico «ha de ser consecuencia de la creación por la acción fusión y duplicidad de conceptos. Sin embargo, sí es interesante el
típica de una situación de riesgo para el bien jurídico». Así conec- que hable del «grado de indemnidad» que se tutela, pues permite
ta el efecto natural con la perturbación del bien jurídico-penal. Pe- abrir las posibilidades de perturbación de tales bienes y no limitarse
ro también conserva características propias del efecto externo des- exclusivamente a su lesión. No se busca aquí «reelaborar» el con-
crito en el tipo. Señala que ese riesgo se ha de materializar en un cepto de resultado, sino de despejar dudas y establecer qué es lo re-
resultado típico para los delitos de resultado. Sería un elemento levante para la teoría del delito.
estructural presente en tales delitos «que describe el efecto de ca-
rácter ontológico seleccionado en el tipo como producido por la
2.3. El resultado jurídico penalmente relevante
acción típica, pero separado físico-temporalmente de ella». Por lo
que conserva la clásica noción de resultado típico. De otro lado, Junto con precisar diferencias, es indispensable fijar un criterio
expresa que es necesario redefinir el desvalor de resultado a par- de relevancia: qué debe concurrir para que un comportamiento sea
tir de la noción de norma primaria que mantiene y en relación con considerado delito, para aplicar una pena. De allí que destaquemos
el resultado típico. Lo concibe como «juicio negativo que merece una sola perspectiva en la noción de resultado. Sin necesidad de acu-
la transgresión del grado de indemnidad del bien jurídico garan- dir a conceptos amplios del resultado típico, que fuercen sus lími-
tizado por la norma (primaria)». Aclara que esta concepción per-
mite destacar que no toda lesión o puesta en peligro de bienes ju-
rídico-penales es contenido de la norma primaria, sino aquellas
que excedan el nivel de riesgo, al contradecir la pauta de conduc-
ta inserta en la norma. No es una real redefinición del desvalor de 577. A pesar de que el resultado típico y el desvalor de resultado se distinguen,
resultado, sino que lo conserva dentro del plano normativo, dis- mantiene las conexiones entre ellos. Así, DE LA CUESTA AGUADO, «Norma
primaria», pgs. 162,186 y 188-190, prefiere hablar de un desvalor de la con-
tinguiéndolo del ontológico. Indica que si no se excede el nivel de
ducta humana, con elementos del desvalor de acción y del desvalor de re-
riesgo, el resultado no es imputable aunque exista un resultado tí- sultado. También es confusa la exigencia de que el resultado típico se des-
pico y una relación causal que lo una al comportamiento del actor. conecte de aspectos naturales y se defina en términos normativos, como
De la misma manera que los delitos de mera actividad no requie- creación de una «situación de riesgo para el bien jurídico». Asimismo lo es
ren un resultado típico, «el desvalor de resultado implica que la el hecho de entender que el la tipicidad se materializa el desvalor de resul-
mera realización de la acción haya transgredido el grado de in- tado o entender que el bien jurídico ha de reubicarse en la tipicidad. Reser-
va sólo el aspecto formal de la antijuridicidad, pues entiende que en el ám-
demnidad normativamente establecido para el bien jurídico». Si bito interno de la norma primaria se reúnen las normas de determinación,
ese grado de indemnidad no se afecta la conducta no es típica por de conducta y de valoración.

204 205
111. El resultado en Derecho penal
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado
tesS7s, a través de la confusión de lo natural con lo jurídico. Lo fun- términos normativos. Habla del quebrantamiento de la norma pe-
damental es establecer cuál es el resultado determinante en el orden nal y critica su concepción (exclusivamente) naturalística, pero no
penal. La perspectiva jurídica muestra que exclusivamente una cla- elimina la base natural que es la que se valora. Por lo que no mira
se de consecuencia ha de estar siempre presente para que un com- la contradicción de la norma en sentido formal y requiere el ataque
portamiento sea considerado delito. Simplemente abandonamos la de intereses sociales381. Siguiendo estas ideas, consideramos como
noción físico-estructural del resultado. No es la concurrencia de efec- resultado penal aquella situación o estado creado -distinto de la
tos típicos lo que finalmente condiciona el resultado penal, sino la conducta que lo origina- con relación al bien jurídico-penal y que es
producción de un estado que contradiga lo protegido por la norma valorado en forma negativa. Se trata de una situación que contradi-
penal. Tampoco se trata de negar importancia al efecto típico, sino ce aquella que la norma penal tutela, con independencia de que
de situarlo y examinarlo en su justa medida: como efecto que ha de coincida o no con un efecto físico externo. En síntesis, se separan los
concurrir si el legislador lo incluye en la descripción típica -como planos valorativo y físico-natural y se determina el resultado con-
cualquier otro elemento del tipo- y que es base para la constatación forme criterios jurídico-valorativos. Por lo que se elimina definiti-
de su injusto. vamente la consideración física, que distingue los delitos de resul-
tado de los de mera actividad. Se comprende, así, que todos los
De esta forma, se hablará exclusivamente de «resultado pe- delitos son de resultado™2.
nal»' 7 ', no para inventar una nueva noción de resultado ni quedar-
se en un simple cambio de etiquetas, sino para fijar cuál es el «re-
sultado» que se exige para que sea posible la aplicación de una
sanción penal. Únicamente pretendemos aclarar dudas y separar
efectivamente perspectivas y funciones diversas. Así, no sólo se de-
ja fuera del resultado la sola exteriorización del comportamiento co-
mo tal, sino también aquel efecto material externo que recoge la ley
(insuficiente). Desde una perspectiva normativa, el resultado penal
se considerará un efecto del comportamiento pero sobre el objeto
protegido por el Derecho, sin que sea necesaria la presencia de un
efecto típico (cuando hay un objeto de acción o del delito). No todo
efecto interesa al Derecho penal aunque sea una exigencia típica, así
como causalidad y responsabilidad penal no se identifican. En este
sentido se pronuncia REYES ALVARADO580 al mantener el resultado en

578. Otros amplían el desvalor de resultado. Ver STRATENWERTH, Acción, pg. 29.
Concibe el resultado también como un efecto de la acción, pero en el «or-
den social», ya sea que se base en la real afectación del bien jurídico o en la
realización externa del tipo.
581. Entiende que no se consideran sólo consecuencias naturales pero el que-
579. De ahora en adelante, se hablará de resultado exclusivamente en este sen-
brantamiento de la norma sí implica «lesiones» a las reglas de la vida so-
tido.
580. REYES ALVARADO, Imputación, pgs. 40, 41, 73-78, 249 y 289-292. Por eso en-
cial. Ibíd., pgs. 74, 81 y 85.
tiende que también en la tentativa (penalmente relevante) existe un resul- 582. Si éste falta, el comportamiento no debe quedar abarcado por el Derecho
tado jurídico-penal. penal.
207
206
Capitulo IV

Indeterminación del peligro

I. COMPLEJIDADES DE LA NOCIÓN «PELIGRO»:


LA INCERTIDUMBRE DEL PELIGRO
No es correcto estudiar los tipos de peligro abstracto sin antes de-
tenerse en la noción de peligro. Es un término genérico de difícil de-
terminación. Su precisión como forma de resultado se complica por su
falta de materialidad física. Además, se aplica en diversas áreas y ma-
terias. Esto hace que se mantengan varias ideas de él según sus cam-
pos de aplicación, incluso dentro del propio ámbito penal. Desde el
punto de vista penal, el peligro no sólo es relevante para los delitos de
peligro, sino también para otras instituciones y categorías583. Así, esta
noción se utiliza al examinar la culpa en los tipos imprudentes584; como
requisito de algunas causas de justificación585; para determinar la exis-

583. Así, MEZGER, Tratado, pg. 252.


584. Ver MÉNDEZ RODRÍGUEZ, LOS delitos, pgs. 63-65. Esta vinculación se hace es-
pecialmente respecto de la noción de peligrosidad, al entender que una
conducta es realmente peligrosa cuando se infringe el concreto deber de
cuidado impuesto por la norma. Así, CONDE-PUMPIDO FERREIRO, Cándido,
«Don Eugenio Cuello Calón y los delitos de tráfico», en ADPCP (1963), vol.
XVI, fase. III, 1963, pgs. 534-537. Sobre las dificultades que ello genera en
el ámbito subjetivo, RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de peligro, pgs. 21,104 y
ss. y 184 y ss.
585. V. gr., en el estado de necesidad justificante que exige la realidad o «peli-
gro inminente» de un mal que se busca evitar, art. 10 núm. 7 del CP. Algu-
nos rechazan aquí un concepto único de peligro. Ver ROXIN, Strafrecht, pgs.
676-679. A partir esta aplicación del peligro, HIRSCH, Hans Joachim, «Peli-
gro y peligrosidad», trad. E. Sola Reche, en ADPCP (1996), vol. XLIX,

209

1
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado IV. Indeterminación del peligro
tencia o no de tentativa; al aplicar la teoría de la imputación objetiva, del latín periculum que significa ensayo, tentativa, prueba590. Del mis-
sobre todo respecto del riesgo permitido386. De igual forma, se recurre mo mbdo, como peri-tlo «del indoeuropeo» implica prueba, ensayo,
a ella en el ámbito de la criminalidad a modo de «peligrosidad crimi- etc. Su raíz per significa «hacia delante» y denota su carácter futuro.
nal» o peligrosidad del delincuente*7, etc. En este sentido, cabe plante- También pertenece a la misma familia de: empírico, experiencia, ex-
arse la posibilidad de distintas nociones de peligro o de un solo con- perimento, experto, pericia, etc. Normalmente se lo define como sinó-
cepto general con distintas funciones según su ámbito de aplicación3**. nimo de riesgo o contingencia de un mal futuro. Así lo hace la
Para comprender mejor las características propias del peligro dentro Real Academia Española591, pero también lo explica como «lugar, pa-
del injusto de peligro, conviene aislarlo de estas otras vinculaciones. so, obstáculo o situación en que aumenta la inminencia del daño».
Por este motivo, el peligro se estudiará particularmente como requisi-
to de lo injusto necesario para atribuir la responsabilidad penal5"9. En El peligro como mal futuro y el hecho de que materialmente
este sentido el peligro se estudiará como una forma de resultado. no se haya producido supuestamente «resultado»592 alguno, llevan
a considerarlo un concepto de referencia, que se vincula con las
De todas formas, hay que hacer presente que el uso múltiple de ideas (también imprecisas) de posibilidad y probabilidad 593 . Esta
esta expresión no es la única dificultad que su determinación enfren- visión se conserva también desde un punto de vista jurídico, en
ta. Los términos a los que se acude para su definición son también im- cuanto el peligro se conecta con un resultado lesivo que está au-
precisos -ya de su noción, de las características del juicio que implica sente594. Desde esta perspectiva, resulta difícil aceptar la existencia
(valoración, conocimiento, momento) o de los objetos a los que se ha- del peligro como un estado desvalorado independiente, sin que sea
ce referencia-. El peligro se concibe, en general, en términos de «pro- visto como un estadio previo a la lesión. Sin embargo, las nociones
babilidad» de que acontezca un mal futuro. Etimológicamente, viene de posibilidad y probabilidad no impiden reconocer que ellas im-
plican un estado de contingencia o incertidumbre presente595. La fi-
losofía existencialista se ha preocupado particularmente de la no-

fase. II, pgs. 510-513, 516 y 522, expone la deficiente distinción entre las 590. GÓMEZ DE SILVA GUIDO, Breve diccionario etimológico de la lengua española, F.
ideas de peligro y peligrosidad. Considera que ella no permite disinguir el De C. E., 2001, pgs. 529, 608 y 609; COROMINAS, Breve diccionario, pgs. 437 y
peligro como resultado. 496.
586. Asimismo, HIRSCH reconoce el creciente empleo del peligro y la peligrosi- 591. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario, pg. 1715.
dad dentro de la teoría de la imputación objetiva, que no comparte. Ibíd., 592. Resultado como efecto perceptble. Concepción que permite entender que
pgs. 510 y 526. «nada» ha ocurrido.
587. Esta característica se refiere a circunstancias personales del autor del deli- 593. Incluso el grado de tendencia o probabilidad se ha relacionado con consi-
to y no a una determinada forma de resultado. Este uso del término peli- deraciones subjetivas, vinculadas a un resultado «temido». Así, básica-
gro no es nuevo en nuestra doctrina. V. gr., BRAVO, Alfredo Guillermo, «El mente, concepciones subjetivas mantenidas desde perspectivas causalis-
estado peligroso», en RCP (1935), t. I, pgs. 7 y 11; LABATUT, Gustavo, «La tas, como la de von Buri.
peligrosidad de la persona natural en el proyecto de Código Penal chileno 594. Así, RODRÍGUEZ DEVESA y SERRANO GÓMEZ, Derecho penal español, pg. 428; DE
de 1938», en RCP (1938), t. IV, pg. 290. LA CUESTA AGUADO, Causalidad, pg. 128.
588. Varios autores postulan la distinción del concepto de peligro en virtud de sus 595. Ni siquiera el admitir que la situación de peligro se acompaña de un sen-
múltiples funciones, como ROXIN para el estado de necesidad. Incluso se ha timiento de temor implica negarle un aspecto objetivo. Así, BUSTOS RAMÍ-
rechazado un concepto unitario de peligro dentro del propio ámbito de los REZ y POLITOFF LIFSCHITZ, «Los delitos de peligro», pgs. 36, 37 y 41. Hablan
delitos de peligro. Así, ESCRIVÁ GREGORI, La puesta en peligro, pgs. 27-35 y 84. de la situación de peligro como una realidad objetiva, pero que también se
589. En este sentido, el peligro como resultado está estrechamente vinculado reconoce como «relación de probabilidad». Ello también se ha admitido en
con la teoría de la imputación objetiva, tanto de comportamientos como de la práctica judicial. V. gr., DÍAZ CRUZAT, Andrés, «El concepto de peligro en
resultados. el derecho», en GJ, 190, pgs. 7, 9 y 10.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado IV. Indeterminación del peligro
ción de riesgo o peligro (vinculado con la de posibilidad), que es- ternativa, ya para aludir al comportamiento, ya para hacerlo a sus
taría presente en toda elección o decisión existencial. Se ha dicho consecuencias599.
que el riesgo implícito en la decisión se funda «sobre una indeter-
La dificultad para determinar el peligro se favorece si se consi-
minación efectiva, esto es, sobre la posibilidad de que las cosas se
dera como adjetivo que se predica tanto de la conducta como del re-
desarrollen de distinta manera de aquella que decido»59*. La mayo-
sultado. Quizás ello se deba a la opinión que algunos mantienen, en
ría de la doctrina prefiere la probabilidad antes que la simple posi-
cuanto esta noción no puede configurar una realidad autónoma pro-
bilidad597. Esta preferencia no es suficiente para fijar la noción de
pia «al no ser palpable ni evidente». Así, procede como calificativo
peligro, sobre todo por la interconexión entre peligro y peligrosi-
de otras entidades (conducta o resultado). En este sentido, MÉNDEZ
dad. De allí que sea necesario establecer ambos términos dentro de
RODRÍGUEZ600 habla de la atribución del peligro al resultado como un
la teoría del delito.
«calificativo de algo» y afirma que no pueden existir peligros inde-
pendientes, que constituyan una situación en sí misma. Pero, al mis-
1. PELIGRO Y PELIGROSIDAD
mo tiempo, parece admitir una situación de peligro independiente.
De hecho, así lo hace cuando habla de resultado de peligro, que -si-
La multiplicidad de sentidos de la expresión peligro se pre- guiendo a OSTENDÓRF- pretende conectar con su noción «más "pu-
senta también dentro de la propia dogmática de los delitos de pe- ra"». Señala que este resultado existió «en términos jurídicos cuan-
ligro, principalmente, por el empleo de los términos peligro y peli- do se creó una situación, un estado de cosas -subsumible en la ley
grosidad indistintamente. La noción de peligro se vincula con de frecuencia en abstracto, en el tipo penal de peligro (estamos aquí
distintos elementos de la teoría del delito. MAURACH 598 , por ejem- hablando de una situación o acción típica)- cuyo desarrollo escapa
plo, sostiene que si ella se relaciona con la acción, apunta a la «pe-
ligrosidad ínsita» en ésta, pues atenta contra una «prohibición de
peligrosidad». Por otro lado, si se relaciona con el resultado, se tra-
ta del peligro efectivamente producido para el bien jurídico-penal.
Penalmente, es común definir el peligro tanto respecto del com- 599. De este modo, se tienden a combinar términos y sentidos. V. gr., RODRÍGUEZ
portamiento como de una determinada consecuencia que surja de DEVESA y SERRANO GÓMEZ, Derecho penal español, pgs. 427 y 428. Primero
hablan de una «situación de peligro» como una forma de resultado que
él. Se pretende aplicar el peligro a dos realidades u objetos distin- distinguen de la peligrosidad (ex ante). Pero luego hablan de la creación de
tos, sin que se adviertan diversas nociones en juego. Esto ha lleva- una «situación peligrosa» a modo de resultado, pues entienden que ella no
do a reconocer, al menos, distintos usos de esa expresión. Así, se basta si el sujeto adopta medidas necesarias y convenientes para contra-
habla de conducta o comportamiento peligroso y de situación o es- rrestar el peligro. Señalan que en tal caso no puede decirse que exista pe-
tado de peligro. Sin embargo, los términos se emplean en forma al- ligro en sentido jurídico. ESCRIVÁ GREGORI, La puesta en peligro, pgs. 92, 96
y 101-103, califica de «peligroso» tanto comportamientos como situaciones
creadas por ellos, pero también separa dos situaciones con distinto grado
de peligro. Así, distingue delitos de peligro concreto de los de peligro abs-
tracto (como peligro explícito o implícito), según se trate de una situación
o de un comportamiento. Incluso, no sólo habla de una situación que
596. ABBAGNANO, Nicola, Diccionario de filosofía, trad. A. N. Galletti, Fondo de «comportará un peligro», sino que distingue dos usos de la palabra peli-
Cultura Económica, México, DF, 1986, pg. 1022. gro. Sin embargo, el uso indistinto de expresiones para calificar situacio-
597. Así, en general, TERRADILLOS BASOCO, «Peligro abstracto», pg. 790. TORÍO nes diversas impide su distinción y favorece declaraciones como la de
LÓPEZ, «Los delitos», pg. 842, afirma que el grado de probabilidad no pue- Rocco, El objeto, pgs. 319 y 320, que considera los son correspondientes.
de ser establecido por el legislador, pero que lo importante es que la acción Entiende que sólo se diferencian según se considere el punto de vista del
sea «incuestionablemente peligrosa». sujeto activo o del pasivo.
598. MAURACH y ZIPF, Derecho penal, pgs. 283 y 284. 600. MÉNDEZ RODRÍGUEZ, Los delitos, pgs. 121-124.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado IV. Indeterminación del peligro

al control del agente». Agrega que la creación de este momento de «estado» que se produce cuando un objeto entra en el radio de ac-
incerteza es real y objetivo, aunque no exista lesión alguna'01. Re- ción de -un comportamiento, «con la probabilidad de ser lesiona-
quiere además que haya un bien jurídico dentro del radio de acción do»606. Por otro lado, habla de la peligrosidad concreta de la conduc-
del comportamiento puesto en marcha. Así, el peligro como resulta- ta como una «simple característica» de ella, que se presenta «cuando
do suele vincularse específicamente con el peligro concreto. una actuación entraña la concreta probabilidad de lesión de un obje-
to». La probabilidad de lesión aparece tanto en el peligro (como re-
En general, el peligro como cualidad se atribuye a la conducta,
sultado), como en la peligrosidad como cualidad de la conducta. Es-
que se califica de peligrosa. Así define CEREZO MIR602 al peligro. Des-
te común denominador dificulta la separación entre peligro y
de esta perspectiva, entiende que el juicio de peligro coincide con un
peligrosidad, a pesar de que se tienda a distinguir el «sentido» del
«juicio de previsibilidad objetiva» ex ante (al realizarse la acción). La
peligro según se predique de la conducta y / o del resultado.
acción sería peligrosa si «no es absolutamente improbable»603. Seme-
jante caracterización es muy amplia, pues cualquier hecho puede ca- La dificultad para definir el peligro y para distinguirlo de la pe-
talogarse de no improbable absolutamente y eso no determina la pe- ligrosidad -si es que procede- no radica sólo en semejante unidad
ligrosidad de una conducta604. Sin embargo, esta idea de cualidad terminológica, sino también en el sentido mismo de la idea de pro-
permite separar la expresión peligrosidad de la de peligro. Así, este babilidad, pues refiere a la producción de otra situación que no
autor habla de un resultado de peligro como la situación de contac- acontece. Esta idea obedece a la concepción del peligro como noción
to de un bien jurídico con la acción peligrosa. Para que sea un resul- general. Pero, ¿esta característica (probabilidad de un mal futuro) es
tado debe producirse ese ingreso del bien en el ámbito de la acción propia del término en toda su extensión? ¿No procederá separar el
y «su lesión apareciera en ese momento como no absolutamente im- juicio de peligro del resultado de su aplicación? ESCRIVÁ GREGORI607
probable». En similar sentido, HIRSCH605 afirma que el peligro es un distingue el concepto de peligro en sí mismo (instrumental) de las si-

601. SILVA SÁNCHEZ, «La regulación», pgs. 127-130, nota 329, respecto del peli- José Manuel Valle Muñiz, Aranzadi, Navarra, 2001, pg. 780; el mismo, La lla-
gro en la tentativa, habla de «realidad aparente». Se trata simplemente de mada, pgs. 78 y 79; MAQUEDA ABREU, «La relación "dolo de peligro"? "Do-
reconocer que toda realidad se conoce a través de representaciones (domi- lo (eventual) de lesión"». A propósito de la «STS de 23 de abril de 1992 -so-
nantes) de ella, aun en el ámbito empírico, sólo que en el valorativo son bre el aceite de colza-», en ADPCP (1995), t. XLVIII, fase. II, pg. 425;
evidentes. De allí que destaque la relevancia del «consenso social» en la MENDOZA BUERGO, Límites, pgs. 22-26; GRACIA MARTÍN, Luis, «Sobre la pu-
determinación del peligro. nibilidad de la llamada tentativa inidónea en el nuevo Código Penal espa-
602. CEREZO MIR, Curso, pgs. 113 y 114. ñol de 1995. (Comentario a la Sentencia de la Audiencia Provincial de Za-
603. También se refiere a la peligrosidad en esos términos al tratar la tentativa ragoza de 24 de mayo de 1996)», en RDPC, 3 (1999), 2a Época, pgs. 341 y
punible y, específicamente, cuando hace referencia al desvalor de acción. 342.
Ibíd., pgs. 105, 154 y 156. 606. Se refiere al resultado de peligro concreto. Desde un punto de vista termi-
604. La peligrosidad se vio al examinar el desvalor de la conducta: cuando ella nológico destaca la naturaleza transitiva del peligro (puesta en peligro), por
infringe el concreto mandato establecido por la norma penal, al superar los lo que reclama la concurrencia de un objeto. Sólo éste es el verdadero peli-
niveles de riesgo permitido. Sin perjuicio de que a continuación se pro- gro y propone distinguir entre delitos de peligro y delitos de peligrosidad.
fundice al respecto. 607. ESCRIVÁ GREGORI, La puesta en peligro, pgs. 102 y 103. No se trata de la usual
605. HIRSCH, «Peligro», pgs. 513-515 y 521. En general, la doctrina separa «esta- separación entre juicio y objeto, sino de distinguir para un mismo término
do» de peligro de «peligrosidad» del comportamiento. Ver WELZEL, Hans, £/ usos e hipótesis diferentes: 1) su concepto propiamente tal, como noción
nuevo sistema del Derecho penal. Una introducción a la doctrina de la acción fina- instrumental y 2) el peligro como una realidad originada al aplicar ese con-
lista, trad. CEREZO MIR, José, Ariel, Barcelona, 1964, pg. 77; SCHRÓDER, «Die cepto a los señalados objetos (acción y situación). En similar sentido, DE LA
Gefáhrdungsdelikte», pgs. 8, 9 y 14; SOLA RECHE, Esteban, «Sobre el concep- CUESTA AGUADO, Causalidad, pg. 130, manifiesta que se pueden distinguir
to de tentativa inidónea», en G. QUINTERO OLIVARES y F. MORALES PRATS (CO- dos aspectos del peligro en sentido material: la probabilidad de un mal y
ords.), El nuevo Derecho penal español. Estudios en memoria del profesor una situación propia de «anormalidad» para el bien jurídico-penal.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado IV. Indeterminación del peligro
tuaciones a las que éste se les aplica. Así, habla de dos usos de la pa- cativo» de un comportamiento determinado, pero también como «si-
labra peligro. tuación peligrosa». Considera ambas expresiones como un punto de
La precisión del peligro se hará dentro lo injusto penal. De este partida o requisito previo a la imputación del resultado de peligro
modo, se analizará desde la prohibición de la norma penal, pero sin concreto para todo delito, que requiere de concreción. Por lo que no
dejar de reconocer su carácter prejurídico*08. La perspectiva semánti- parece concebir ese primer peligro en términos de resultado o como
ca aporta ya ciertos criterios que permiten dilucidar los términos pe- una situación creada a partir de un comportamiento, sino que lo re-
ligro y peligrosidad. Así, mientras la palabra peligrosidad se suele fiere al mismo comportamiento peligroso. También habla de peli-
emplear como adjetivo calificativo de un sustantivo60", el vocablo grosidad como «peligro objetivo idóneo». De hecho, señala que
«peligro» se admite como un sustantivo propio. En este sentido, el «desde la perspectiva ex ante, al juicio normativo sobre la existencia
peligro se vincula con un estado o situación de peligro61". El proble- de un peligro objetivo idóneo para crear un riesgo grave para bienes
ma es que esa misma noción de peligro se ha empleado, a la vez, co- jurídico-penales supone la caracterización de ese hecho peligroso,
mo adjetivo. Así, CORCOY6'1 habla del peligro como «adjetivo califi- objeto del juicio, como tipo de injusto penal»"12.
También ESCRIVÁ GREGORI613, aunque distingue entre «noción»
de peligro y su «realidad», habla del peligro como «estado» en dos
sentidos diversos. Entiende que el peligro puede derivar de una ac-
608. Peligro como amenaza basada en datos tácticos pero que entra en consi- ción o de un estado. Pareciera aludir a dos estados independientes.
deración penal cuando existen criterios normativos que establecen una
distinción entre un peligro tolerado y un peligro prohibido. Así, GIMBER- Sin embargo, no logra disociar el peligro como estado del peligro
NAT ORDEIG, Enrique, «Causalidad, omisión e imprudencia», en ADPCP como noción. Así señala que «en el peligro ínsito en el estado se
(1994), vol. XLVII, fase. III, pg. 39, expresa que esta distinción se establece consideran los elementos del peligro en sí mismos». Por otro lado,
a través de normas de diligencia (cuidado debido). Ver REY HLIDOBRO, agrega que «en el peligro derivado de la acción se considera, pre-
«Cuestiones», pg. 34; HIRSCH, «Peligro», pg. 521. valentemente, la causa que lo origina». Ante la aparente considera-
609. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario, pg. 1164. Define peligrosidad como ción de dos situaciones distintas, es mejor separar la conducta y
«cualidad de peligroso» y peligroso como adjetivo: «que tiene riesgo o sus caracteres de los efectos, consecuencias o estados que de ella
puede ocasionar daño».
610. Situación que se limita, hasta ahora, al resultado de peligro concreto. BERIS-
surgen. Ahora, basta con aclarar que cuando se hable de peligro se
TÁIN, «El delito», pg. 131, habla de una perturbación propia, aun cuando se hará a modo de sustantivo, como realidad propia e independiente.
refiera a criterios de probabilidad. Lo define como «alteración desfavorable La peligrosidad, en cambio, se determina como calificativo que
de las probabilidades del riesgo jurídicamente permitido, como la lesión concurre a adjetivar una determinada realidad. En este modo, el
potencial mediante la perturbación actual de la seguridad por la probabili- peligro -como sustantivo- posee caracteres propios y no se cualifi-
dad de un daño». Aunque también parece concebirlo como estado en for- cará de peligroso, pues sería una reiteración inadecuada. Existe o
ma general, sin limitarse al peligro concreto. El mismo, «El resultado», pg. no una situación de peligro. Sin embargo, como la conducta que se
455. En nuestro medio, ILLANES SOLAR, LOS delitos, pgs. 27, 34 y 35, se refiere
a un resultado de puesta en peligro por la «realización de la situación peli-
examina puede ser indiferente o neutra respecto de la posible per-
grosa», que implica la comprobación de un resultado propio. turbación de algún bien jurídico-penal, sí procede dicha adjetiva-
611. CORCOY BIDASOLÓ, Delitos de peligro, pgs. 45-47 y 49. Ello se complica al ción.
agregar expresiones como «peligro objetivo real» y «peligro aparente ex
ante». Además utiliza el mismo término -«peligro objetivo»- desde una
perspectiva ex ante y desde una ex post. Aunque parece reservar el califica-
tivo «idóneo» sólo a la orientación ex ante, no siempre es claro. Por ejem-
plo, en los delitos contra la seguridad en el trabajo se exige la prueba de
un «peligro objetivo idóneo, ex ante y ex post, para la seguridad e higiene 612. Ibíd., pgs. 134 y 135.
de los trabajadores» (pgs. 136, 137, 143, 151, 154 y 248). 613. Ver supra capítulo tercero, segundo, pgs. 213 y 215, notas 599 y 607.

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado IV. Indeterminación del peligro
2. JUICIO (O CRITERIOS) DE PELIGRO Y OBJETO (O SITUACIONES) DE JUICIO el concepto mismo de peligro de su aplicación -como ESCRIVÁ GRE-
GORI-, es más adecuado aislar los criterios o condiciones propias del
El sentido ordinario del peligro subraya su conexión con la pro-
peligro (noción) que comparten ambas aplicaciones del término pa-
ducción de resultados indeseables que en la práctica no acontecen.
ra luego definir sus diferencias.
Es lo que se llama en general «probabilidad de lesión»614. Cuando es-
ta noción se remite al resultado, no se puede olvidar que se refiere a Normalmente, se habla de peligrosidad si el juicio de peligro
aquel efecto relevante para atribuir responsabilidad penal y no se re- «como capacidad de producir efectos dañinos» se remite a compor-
duce a la lesión. Se determinó que la destrucción de un objeto de ac- tamientos realizados y se fija en sus especiales calidades o cualida-
ción no es lo que interesa al Derecho penal (incluso si es elemento des. En este sentido se habla de peligrosidad como calificativo de
del tipo). Sólo tiene relevancia en cuanto integra o representa aque- una conducta. MIR PUIG618 la define en términos de «capacidad» de
llo que la norma penal valora y protege: el bien jurídico-penal. Es así las conductas humanas para producir «resultados típicos» o lesivos.
que tanto la lesión como la probabilidad de un mal posterior pueden Por lo que se determina que su examen se ha de realizar desde una
tener relevancia frente a la norma, si constituyen un estado a evi- perspectiva ex ante*19, al momento de su realización. Este análisis per-
tar615. La probabilidad de que acontezcan consecuencias dañinas di- mite observar las cualidades del comportamiento que se realiza y no
ce relación con los hechos y su normal ocurrencia, pero no toda pro- un estado diverso e independiente de él. De este modo, se separa la
babilidad merece ser considerada penalmente. Su relevancia peligrosidad como cualidad de la conducta del peligro como situa-
depende de la ponderación que realice el legislador en abstracto y el ción propia o forma de resultado. La escisión entre peligrosidad y es-
juez, en concreto. Semejante evaluación es propia del concepto glo- tado de peligro se hace evidente en tesis que pretenden ver en el pe-
bal de peligro. Si ello siempre concurre, ¿es necesario distinguir en- ligro caracteres de lesión620. En estos casos, ¿cuál sería la diferencia
tre peligro y peligrosidad?; ¿cuál es la importancia de distinguir jui- del peligro como resultado de la peligrosidad como atributo califi-
cio de peligro de situación de peligro y situación peligrosa?616 ¿No
basta con remitir la aplicación de ese peligro a realidades distintas?
Las dudas surgen porque esta idea de probabilidad no sólo se esta-
blece como característica inherente al comportamiento, sino también
para calificar la configuración de u n estado independiente del com- 617. VON LISZT, Tratado, pgs. 301, 376 y 382, habla de la «realidad antijurídica de
un estado», pero también de un «estado peligroso», pues éste requiere de
portamiento (peligro como estado) que lo causa617. Antes de separar
una protección o defensa penal. Asimismo, RODRÍGUEZ DEVESA y SERRANO
GÓMEZ, Derecho penal español, pg. 427; ALCACER GUIRAO, «El juicio», pg. 482.
También, CUELLO CONTRERAS, El Derecho penal español, pgs. 528, 529 y 533.
Aunque se niega a aceptar la peligrosidad como cualidad o atributo de la
conducta y la considera «un estado a comprobar ex post».
614. Desde esta perspectiva, el peligro no se consideraría en sí mismo un re- 618. MIR PUIG, Derecho penal, pgs. 171-173 y 254-257; el mismo, El Derecho penal
sultado, pues se establece con referencia a aquel resultado lesivo. Así, JA- en el Estado social, pgs. 60, 61 y 66; MUÑOZ CONDE y GARCÍA ARAN, Derecho
KOBS, Derecho penal, pg. 230, habla de «riesgo» como un complejo de con- penal, pg. 305; TORÍO LÓPEZ, «Naturaleza», pg. 34; WOLTER, Objektive, pgs.
diciones de resultado. 26 y 27.
615. Así, CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pgs. 51 y 52, reconoce que en la de- 619. En general, CEREZO MIR, Curso, pg. 154; MENDOZA BUERGO, «El delito», pgs.
terminación de semejantes estados intervienen otros factores que nada tie- 315 y 316. Ver supra Cap. II, III.l, pgs. 147-151.
nen que ver con la perspectiva causal-naturalista. 620. Ello principalmente respecto de bienes colectivos. CORCOY BIDASOLO, Deli-
616. CORCOY señala que una consecuencia obligada de la noción normativa de tos de peligro, pgs. 130,135,141-144, 226 y 227, distingue el peligro de la pe-
peligro es la distinción entre situación de peligro y juicio de peligro (en ligrosidad aun desde el tipo de norma de la que se trata. Pero se refiere al
cuanto implica una valoración que requiere un juicio y un objeto que se en- resultado de peligro sólo desde una perspectiva material -como peligro
juicia). Pero acota que la confusión de ellos es difícilmente evitable. Ibíd. concreto-, pues considera que en todos los delitos de peligro existe un re-
pgs. 52 y 53. sultado de lesión en sentido jurídico.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado IV. Indeterminación del peligro
cativo?: ¿sólo el objeto que se enjuicia? ¿Existe una real diferencia? No satisface porque la situación de peligro -aunque se conecta con
Es cierto que aceptar la concurrencia de valores permite distinguir la inminencia de otro mal- es en sí mismo un mal que al Derecho pe-
entre juicio de valor y objeto o situación valorada, pero esta separa- nal le interesa controlar y reprimir. Su vinculación con un aconteci-
ción no siempre es clara. Así, para el resultado de peligro, ¿cuál es el miento futuro no implica que no tengan una existencia actual real e
objeto valorado? ¿Es distinto del juicio? También existe un juicio, pe- independiente, al menos normativamente624. Ello se debe, principal-
ro que directamente apunta a la determinación del peligro como es- mente, al hecho de que esta noción ha dejado de ser una realidad on-
tado independiente. tológica en sí misma, para convertirse en una realidad de carácter nor-
mativo. De allí también la importancia de los juicios de valor en la
En general, la doctrina acepta la existencia de dos juicios, uno determinación del peligro. Resulta ilustrativo citar un ejemplo que to-
ex ante y otro ex post. Más allá del momento en que ellos se reali- ma BECK623 del informe sobre el medio ambiente que elabora el Conse-
zan y de los «diversos objetos», no se puede negar que ambos jui- jo de Expertos en Cuestiones Relativas al Medio Ambiente (Rat der
cios comparten características semejantes621. Lo que sucede es que Sachverstandigen für Umweltfragen). Se trata de altas concentraciones de
si el juicio apunta a una situación que surge de un comportamien- nitrato por el abono de nitrógeno en aguas subterráneas, que actual-
to y se pretende determinar como estado de peligro, el juicio difí- mente no afectan el agua corriente. A pesar de que ésta no se llega a
cilmente se distingue del objeto valorado si es que ambos presen- afectar, se constata que se produce un efecto de filtro de esas concen-
tan las mismas características (probabilidad de u n mal futuro). De traciones en el subsuelo, sin saber cómo ni cuánto durará. Pero se es-
hecho, CORCOY622 habla del distinto sentido del peligro, según si se pecifica que en algunos años o decenios habrá de alcanzar las aguas
refiere al juicio ex ante o al juicio ex post. Para separarlos, propone más profundas. La falta de aquella alteración o contaminación, no sig-
hablar de «riesgo» en el primer caso y de «peligro» en el segundo. nifica que ya no exista situación de contaminación relevante. Hay con-
El «riesgo» sería la determinación de la peligrosidad de una con- centraciones de nitrato altamente tóxicas que tarde o temprano afecta-
ducta a través del «cálculo de probabilidad de lesión cognoscible rán el agua corriente y ello depende de un hecho que no se controla,
"ex ante"». El peligro, en cambio, «será el contenido del juicio va- que ni siquiera se conoce con exactitud626. BECK compara estos riesgos
lorativo sobre una situación en la que, conforme a la ley de proba-
bilidad disponible, la lesión del bien jurídico penal individual es
consecuencia lógica de la acción, es decir, es una posibilidad lógi-
ca». Efectivamente, no puede separar el «peligro» del juicio y lo 623. Se mantiene esta idea respecto de los delitos imprudentes, pues muchos
considera su contenido, aun cuando estima que éste sólo se refie- comprenden que en ellos lo injusto se agota en el desvalor de acción y el
re a la imputación de resultados y no a la configuración de lo in- resultado es sólo una condición objetiva de punibilidad. Así, MIR PUIG,
justo (como en el primer caso: peligrosidad) 623 . Este intento de se- Función, pgs. 67-70, recomienda para ellos el uso de la técnica de los deli-
paración no satisface plenamente. tos de peligro.
624. De hecho, VON HIPPEL, Robert, Deutsches Strafrecht, Neudruck der Ausga-
be, Berlín, 1930, vol. 2 (Scientia Verlag Aalen, 1971), pgs. 100-102, alude al
peligro como «provocación de un estado» («die Herbeiführung eines Zustan-
des [Gefahr]»), aunque «como relación de probabilidad» lo vincule con la
necesidad de prevenir lesiones de bienes jurídico-penales. De igual forma
621. ACALE SÁNCHEZ, El tipo, pgs. 198 y 200. Habla del «único sentido» del peli- entiende que la clasificación de delito se hace según la distinta intensidad
gro, en cuanto probabilidad de un mal futuro, y admite que no porque es- del ataque. Son formas de ataque propias y que se desvaloran en forma in-
ta noción de peligro se pueda aplicar a diversas realidades va a dejar de te- dependiente, a pesar de que hable de mayor o menor grado de peligro.
ner un «sentido homogéneo». GRACIA MARTÍN, «Sobre», pg. 342, alude a ILLANES SOLAR, LOS delitos, pg. 34, afirma que el peligro no se vincula a la
«dos planos diferentes de proyección» del juicio de peligro. verificación de un daño, sino que implica la constatación de una realidad
622. CORCOY BIDASOLO, El delito, pgs. 205-207, respecto de delitos imprudentes desfavorable.
de peligro. 625. BECK, La sociedad, pg. 39.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado IV. Indeterminación del peligro

con los de las riquezas y señala que aquéllos «tienen algo de irreal» res- racteres de peligro, sino que la concurrencia de ellos integra o consti-
pecto o «en contraposición a la evidencia palpable de las riquezas». A tuye la situación. Para dilucidar cada término, proponemos reservar
pesar de que se remite la realidad del riesgo a alteraciones naturales o esos caracteres propios de la noción de peligro para el juicio de valor
materiales -como la contaminación de las aguas-, éstas no abarcan to- que los determina, para luego observar el resultado de su aplicación.
da realidad existente. De allí que este autor enfrente el peligro a las ri- Optamos por fijar un juicio único, un juicio de «probabilidad»630, que
quezas. Más allá de tales alteraciones y de la calidad «peligrosa» de tiene como criterios los citados caracteres de peligro (probabilidad de
esas altas concentraciones de nitrato, existe ya una situación incontro- un mal futuro). Sin perjuicio de las reiteradas dificultades que encierra
lable, cuyo manejo y duración se desconoce. Desde un punto de vista la propia noción de probabilidad, en este juicio se incluyen criterios de
normativo, la situación de peligro está presente y no se niega sólo por experiencia y de adecuación social631.
falta de alteración física de las aguas, ni porque ellas pierdan, por eso,
su valor627. La realidad del resultado de peligro se ha de observar con 2.1. Juicio de probabilidad de la conducta
relación a la situación que la norma tutela y frente a la específica per-
turbación que contempla. Si el juicio de probabilidad se dirige a la conducta, éste tiene por
fin determinar su cualidad de «peligrosa». En este sentido se exami-
Quizás en vez de preguntar qué distingue la peligrosidad del pe-
nará esta cualidad o característica, sin perjuicio de que la peligrosi-
ligro, cabría cuestionar qué es lo que ellos comparten. Básicamente, los
dad sea un tema discutido en varias materias632. A partir de esta
juicios de valor que los determinan se refieren a una tendencia o apti-
base se afirma que si el juicio de probabilidad se dirige al comporta-
tud para generar consecuencias dañinas indeseadas, con atención al
miento, éste se debe remitir al momento de su realización (ex ante)*33.
regular o normal desarrollo de los acontecimientos, la experiencia ge-
neral628. Esto también se observa ex post y es -como se ha visto- carac-
terística propia de la noción global de peligro. En realidad, podemos
sostener que se trata de unos mismos criterios, que se aplican a la con-
630. JAKOBS, Derecho penal, pg. 239, se refiere a la discusión acerca de la forma-
ducta y a sus efectos. Si bien en la conducta se puede separar el hecho ción objetiva-subjetiva del juicio de probabilidad. TORÍO LÓPEZ, «LOS deli-
mismo de sus cualidades629, en el resultado de peligro la aplicación de tos», pgs. 841 y 843, habla de la característica elasticidad del peligro. Sos-
esos criterios impide distinguir el objeto valorado del acto de juicio que tiene que es un «juicio relativo al grado de probabilidad de un
lo determina. Ello porque no se enjuicia una situación ajena a los ca- acontecimiento dañosos» y lo remite específicamente al comportamiento,
la peligrosidad. También, ZIELINSKI, Disvalor, pg. 215, sostiene que la prog-
nosis de peligrosidad que determina la contrariedad al cuidado sólo pue-
de representar un juicio de probabilidad.
626. Señala que «la bomba de relojería» ya está en marcha. El hecho que no se 631. PAREDES CASTAÑÓN, El riesgo, pgs. 172-180, estima incuestionable el empleo
afecten actualmente las aguas no significa que ese riesgo no exista ni sea de «leyes fenoménicas probabilísticas» tanto en los juicios de peligro como
actual. en los juicios de peligrosidad. Destaca su utilización para efectos explica-
627. Riesgos o peligros naturales o económicos interesan al derecho si merecen tivos especialmente en las ciencias sociales, donde no se requiere estable-
ser protegidas jurídicamente, independientemente de la clase de protec- cer conexiones deterministas o de absoluta necesidad entre dos hechos.
ción que tengan. También señala que se deben utilizar métodos de verificación empírica de
628. En este sentido, MENDOZA BUERGO, Limites, pg. 27, reconoce un momento carácter estadístico o probabilísticas. Incluso descubre la tentación de los
común en delitos de peligro concreto y de peligro abstracto. Apunta al pe- tribunales de acudir a supuestas leyes de esta clase para en realidad apli-
ligro concebido como «mera posibilidad genérica de un daño». car «ilegítimas presunciones, no sustentadas en lo absoluto en datos em-
629. Así, disparar un arma puede ser peligroso si se dirige contra una persona píricos».
o se realiza en un lugar público y concurrido, pero también puede ser ino- 632. Especialmente al examinar la tentativa. Ver infra Capítulo V, II1.2.
cuo si esa pistola es de juguete, si no está cargada, si se dispara en un cen- 633. Así ya se establecía en el X Congreso Internacional de Derecho penal, cele-
tro especialmente acondicionado para tiro al blanco, etcétera. brado en Roma el año 1969. Ver SOLA RECHE, «La peligrosidad», pgs. 174,

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado IV. Indeterminación del peligro

Según el juicio se dirija a uno u otro objeto, se distinguen perspec- valorado, perspectivas y conocimientos, pues ellos se relacionan"3'1.
tivas, conocimientos y momentos, pero ellos están íntimamente re- De todas formas, es relevante la separación que este autor realiza
lacionados entre sí. En general, la perspectiva ex ante pone al es- entre juicio de pronóstico y juicio de diagnóstico.
pectador objetivo en la posición del autor o toma su punto de vista, Utiliza esa distinción para formular dos tesis: 1) emplear una
mientras que la perspectiva ex post se remite al momento del juicio. perspectiva ex ante no lleva necesariamente a situar el enjuiciamiento
De modo que estas perspectivas se remiten a momentos distintos y al comienzo de la ejecución de la conducta, sino que puede hacerse al
cada momento delimita el nivel de conocimientos requeridos 634 . Si- final de ella'37 y 2) emplear una perspectiva ex post no impide la posi-
tuarse en la perspectiva ex post implica recurrir a circunstancias bilidad de un juicio sobre el peligro a través de juicios de pronóstico.
posteriores a la conducta del agente, empleando conocimientos Esta segunda tesis es la que suscita el mayor interés. Por una parte,
existentes al momento en que se realiza el juicio. Así, se ha preten- porque pareciera admitir un «resultado de peligro», al recurrir a una
dido separar el lugar que ha de tomar el juzgador de los momen- perspectiva ex post y aceptar juicios de peligro en ella. Por otra parte,
tos y conocimientos a los que ha de acudir. En este sentido, ALCA- porque, aunque no es seguro que realmente se esté refiriendo a una
CER GUIRAO635 señala que el «momento del juicio» puede referirse perspectiva ex post, admite la presencia de juicios de pronóstico en
tanto a las perspectivas como a los «momentos del hecho» -además momentos posteriores a la realización de la conducta típica. La falta
de distinguir grados de conocimiento-. Aunque creemos difícil ha- de claridad respecto de la adopción en este ámbito de una perspecti-
cer una separación absoluta entre oportunidad del juicio, objeto va ex post -coherente con la separación que hace entre momentos y
perspectivas- se produce porque sitúa el juicio en un momento deter-
minado de la conducta. Incluso sostiene que la única posibilidad de
juicios de peligro mediante pronósticos se da si se realizan en el mo-
mento en que comienza la conducta. En verdad, no está haciendo re-
176 y 184; el mismo, «Sobre», pg. 784; FARRÉ TREPAT, Elena, La Tentativa de ferencia a una perspectiva ex post, sino ex ante, que se abre a la posibi-
delito. Doctrina y jurisprudencia, Bosch, Barcelona, 1986, pgs. 36, 37, 390, 392, lidad de admitir conocimientos ex post, aun cuando él mismo critique
393 y 398; MIR PUIG, Derecho penal, pgs. 156 y 171-173; el mismo, El Derecho tesis que así lo hacen638.
penal en el Estado social, 60-67. En palabras de HIRSCH, «Peligro», pgs. 517 y
520: lo decisivo en dicho juicio «es su constatabilidad objetiva en la con-
creta situación temporal-espacial». Quizás, más que una perspectiva ex an-
te convendría hablar de una perspectiva «ex tune» e incluso «ex nunc», en 636. De hecho, no es inusual, por ejemplo, admitir consideraciones ex post des-
cuanto se remite al momento en que se realiza el hecho y su valoración (pe- de perspectivas ex ante y viceversa. Ver SILVA SÁNCHEZ, «La regulación»,
ligrosidad) no ha de cambiar porque ex post no se produzca el resultado pgs. 125, 126, 128, 133 y 134. Otros derechamente refieren a constatación
que consuma el tipo, ni por falta de cualquier resultado penal. Así, POLAI- del resultado de peligro a una perspectiva ex ante y con los conocimientos
NO NAVARRETE, «Artículo 16», pgs. 846-849, el mismo, «El injusto», pg. 79. que tenía el autor en ese momento, pues vinculan el peligro con un resul-
Ello aunque se refiera a la idoneidad de la tentativa o incluso a un peligro tado ex post de lesión que no se produjo. Así se ha entendido que nada hay
concreto, pues remite tal idoneidad a la calidad peligrosa inherente a la ac- t'.v post y, en este sentido, toda tentativa es inidónea. Ver BACIGALUPO ZAPA-
ción. De hecho, mantener una perspectiva semejante (ex tune) se entiende TER, Manual, pg. 102.
mejor si la peligrosidad se concibe como calidad de la conducta, que no se 637. Esta tesis no genera aquí mayor dificultad onovedad, por cuanto optamos
pierde por el hecho de que ex post no se produzca resultado alguno. MA- por hablar del momento de realización de la conducta que incluye: co-
QUEDA ABREU, «La idea», pg. 489, precisa que durante su realización ha de mienzo, desarrollo y fin.
incluir toda su fase ejecutiva. 638. Critica posiciones de autores como NÚÑEZ BARBERO que dicen utilizar un jui-
634. Así, se establece una conexión entre perspectivas, conocimientos y mo- cio ex ante, pero recurren también a consideraciones ex post. Y, sin embargo,
mentos del juicio. ALCACER GUIRAO mantiene tal confusión, al situarse todavía en un momento
635. ALCACER GUIRAO, Rafael, La tentativa inidónea. Fundamento de punición y con- ex ante y pretender acceder a conocimientos ex post (auque haciendo abstrac-
figuración del injusto, Comares, Granada, 2000, pgs. 172-181. ción de determinadas situaciones para poder efectuar pronósticos).

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7. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado IV. Indeterminación del peligro

Aunque las perspectivas se distingan de los momentos en que se A) Perspectivas, momentos y conocimientos
ha de situar el juez, es difícil aceptar en el análisis de la conducta co-
nocimientos posteriores a su ejecución, sin que se refieran efectiva- Respecto de los conocimientos que se exigen al juez, el examen
mente a esos hechos posteriores. Si bien ALCACER GUIRAO expresa que del comportamiento es fundamental. El momento en que se realiza
no utiliza la perspectiva ex ante -pues la reserva al punto de vista del el juicio determina tanto la base que ha de ser enjuiciada como en ni-
autor- no es tan claro que esta perspectiva se desvincule del mo- vel de conocimiento requerido. De allí la interrelación entre objeto,
mento de realización de la conducta (ya al comienzo, durante su de- oportunidad, perspectiva y conocimientos del juicio de probabili-
sarrollo o su culminación). De este modo, afirma que la peligrosidad dad. Cuando el juicio se dirige a la conducta, es común afirmar una
de la acción se ha de juzgar desde una perspectiva ex ante, que tiene prognosis posterior ex ante, ubicando al juez en lugar del autor. Des-
como base del juicio «los datos fácticos y conocimientos nomológicos de esta perspectiva, son relevantes los conocimientos que tenía el au-
que pudieran conocerse en el momento de la acción»h>l. Esta afirma- tor al ejecutar la conducta y no los posteriores a ella, aunque revelen
ción no obsta a la posibilidad de realizar juicios de pronóstico tam- su «real peligrosidad». No es la peligrosidad natural la que interesa
bién desde una perspectiva ex post. En este sentido se comparte aquí sino aquella objeto de la norma penal, que se aplica a un determina-
la aceptación de pronósticos ex post, sin necesidad de situarse en el do contexto práctico. En este sentido, son destacables las precisiones
ámbito de la conducta con abstracción de momentos posteriores al de ZIELINSKI'41, en cuanto a que lo verdaderamente importante es fi-
elegido (un «momento X de la conducta»), pues también el resultado jar la base que se enjuicia antes que el nivel de conocimientos reque-
de peligro se caracteriza por la amenaza de males futuros. En esta ridos. De la determinación de esta base dependen los conocimientos
perspectiva ex ante lo que se ha de mirar es la conducta y sus proyec- que han de exigírsele al observador o enjuiciador64-. Así, efectiva-
ciones, pero no interesa lo que sucedió al final. No importa que la ba- mente no existe - o no interesa- el «observador objetivo omniscien-
la no haya alcanzado a sujeto alguno, que no se haya atropellado a la te», que cuente con todos los conocimientos del hecho acaecido y de
«víctima», que el agente no haya alcanzado a llevarse los objetos que las relaciones causales643. Lo que debe apreciarse es la «situación de
pretendía apropiarse, etc. Ciertamente, todo juicio se realiza en un la acción» y no la situación completa o total. Desde este punto de vis-
momento ex post cuando el hecho a juzgar ya se ha producido, lo que ta, su conocimiento no puede ser otro que el que efectivamente tie-
buscamos determinar es si el juez se ha de poner o no en ese lugar y ne el agente, que incluye sus conocimientos especiales644. Aceptar co-
con los conocimientos que allí tenga. En este sentido, fijamos el juicio nocimientos posteriores implica agregar otras circunstancias
de probabilidad (como una prognosis postuma) que se ocupa del
comportamiento, al juzgar una conducta que ya se realizó y que se
califica de peligrosa frente a sus posibles consecuencias a la hora de
su ejecución'40. 641. ZIELINSKI, Disvalor, pgs. 214-219.
642. Distingue tres niveles de conocimiento: 1) el observador que cuenta con to-
dos los conocimientos imaginables de la situación («casi omnisciente»), 2)
el observador que cuenta con los conocimientos de un partícipe diligente
y experimentado y 3) aquel observador que tiene los conocimientos y ca-
639. ALCACER GUIRAO, «El juicio», pgs. 482, 486, 495, 502 y 506-508.
pacidades del autor.
640. ANTOLISEI, Mamulle, pgs. 233-236, refiere el juicio de probabilidad a la peligro- 643. Al respecto, sólo habrían dos posibilidades1, que la conducta no sea peli-
sidad de la conducta en cuanto implica la previsión de una consecuencia de- grosa «si el resultado no acontece» o que ella lo sea «si efectivamente éste
rivada de un estado de hecho. Esto genera confusión al vincularlo con el peli- se produjo». También, SOLA RECHE, La llamada, pgs. 79 y 82-84.
gro como resultado y no a la peligrosidad. Cuestión que ocurre con la 644. Ver MIR Puic, Derecho penal, pgs. 293 y 294; el mismo, «Antijuridicidad»,
comprensión, sin más, del peligro como probabilidad de un mal y no como un pgs. 17-19; ALCACER GUIRAO, «El juicio», pg. 493-496. La admisión de estos
estado de resultado. Ya lo dice Antolisei cuando señala que se han abandona- conocimientos en la determinación del desvalor de la conducta (como pri-
do concepciones del peligro de los antiguos criminalistas -como estado de in- mer nivel de imputación objetiva o fase previa) es la que ha generado ma-
certeza o peligro real-, sobre la base de consideraciones naturalísticas. yores críticas acerca del carácter objetivo de este juicio. Así, STRUENSEE,

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado IV. Indeterminación del peligro

adicionales. Su incorporación a la situación de la acción modifica el y otra que se le pueda atribuir responsabilidad al autor por ello. Así,
juicio de peligrosidad, que, como tal, sólo tiene lugar antes de la rea- cita el conocido caso de la «Thalidomida» o «Contergán». Indica que
lización de hecho. el hecho de que sus efectos nocivos fueran desconocidos al introdu-
cir el medicamento en el mercado, no puede llevar a afirmar que es-
El nivel de conocimientos exigidos al juez se determina por la te «peligro» no existía antes. Este hecho no se puede negar. Pero, sal-
conducta (base) que se examina, a pesar de lo disuasivas o convin- va este inconveniente separando la peligrosidad de la imputación.
centes que sean tesis que - a u n respecto de la probabilidad de la ac- Afirma que la falta de conocimiento únicamente impide imputar
ción- exijan recurrir a todos los conocimientos que se tengan al mo- aún el hecho al autor (imputación total o al autor culpable"4"). Sin
mento de enjuiciar el hecho para determinar la real peligrosidad de embargo, la naturaleza normativa del juicio de probabilidad niega
la conducta, basadas en que su conocimiento posterior no elimina su relevancia a aquellas situaciones que no sean objeto de la norma pe-
carácter peligroso anterior. En este sentido, ESCRIVÁ GREGORI"4' seña- nal. Únicamente importan condiciones cognoscibles en el caso con-
la que una cosa es establecer que una acción o situación es peligrosa creto, que sean también objeto de la norma de prohibición en el mo-
mento en que se sucedieron los hechos. De modo que se deben
excluir del juicio tanto aquellas circunstancias que no sean en con-
creto cognoscibles"47, como aquellas que están jurídicamente permi-
Eberhard, «Atribución objetiva e imprudencia», en CPC, 44 (1991), pgs. 450
y ss. FRISCH, Wolfgang, «La imputación objetiva: estado de la cuestión», tidas"48. En este sentido, existe cierta contradicción en la tesis de este
trad. R. Robles Planas, en J. M. SILVA SÁNCHEZ (Ed.), Sobre el estado de la teo- autor, pues mantiene una noción normativa del peligro y exige, a la
ría del delito, Civitas, Madrid, 2000, pgs. 56 y 57, rechaza la limitación al ti- vez, una base y un momento lo más amplio posible para su descu-
po subjetivo. Sostiene que los conocimientos especiales sirven para deter- brimiento ontológico.
minar las circunstancias que han de considerarse en el juicio de creación
del peligro desaprobado de entre todas la concurren al momento de la ac-
B) Peligrosidad de la conducta (superación del riesgo permitido)
ción. Aunque reconoce que también tiene cabida la consideración de as-
pectos subjetivos, pero no en términos naturalistas. El mismo, Tipo penal e El juicio de probabilidad no deja de ser un juicio normativo, por
imputación objetiva, trad. M. CANCIO MELIÁ y otros, Colex, Madrid, 1995, lo que el examen que efectúa el juez no se realiza desde un punto de
pgs. 80-84, 101 y 102. También, MIR PUIC, «La perspectiva», pgs. 9, 10, 12,
13, 21 y 22; MAQUEDA ABREU, «La idea», pgs. 488 y 489. Ya WELZEL, El nue-
vista meramente ontológico. Es decir, no interesan todos los hechos
vo, pg. 71, hablaba de previsibilidad objetiva, como la utilizada en el juicio realmente concurrentes ni sus «efectivas» cualidades peligrosas «de-
de la causalidad adecuada. Normalmente, para admitir conocimientos es- terminadas con posterioridad a su ejecución» si el agente no los po-
peciales dentro de lo injusto (objetivo y subjetivo) y no de la culpabilidad día conocer y si ni siquiera estaban en la mente del legislador al esta-
se separa la previsibilidad (conocimientos) del riesgo de la valoración y la blecer la respectiva norma. Por ello, hay que precisar el concreto
actuación consecuente (capacidades). VAN WEEZEL DE LA CRUZ, Alex, «Pa- contenido de la norma penal y analizar las características del com-
rámetros para el enjuiciamiento de la infracción al deber de cuidado en los portamiento frente a él. Son relevantes las cualidades del comporta-
delitos imprudentes», en RChD, 2 (1999), vol. 26, pgs. 325, 333 y 336, criti-
ca esta subjetivación de la previsibilidad objetiva, sobre todo porque opera
sólo en perjuicio del agente. Señala que esto procede de un fraccionamien-
to inadecuado del injusto imprudente, que debe considerar características
individuales: rige conocimientos y capacidades generales, independiente- 646. Ver infra capítulo sexto.
mente si en concreto puede más o menos. Entiende que la solución se ha 647. PAREDES CASTAÑÓN, El riesgo, pgs. 101 y 178. Especial referencia a las cir-
de encontrar en los conceptos de acción y omisión, que integran lo injusto cunstancias y conocimientos del momento.
y no la culpabilidad. Así, afirma que en toda imprudencia subyace una 648. En este sentido, CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pgs. 53-56 y 90. Ade-
omisión de medidas que impone la norma de cuidado y que permite solu- más, señala una serie de criterios para determinar el riesgo permitido, co-
cionar excesos y lagunas de punibilidad (pgs. 330 y 332-335). mo: la utilidad social según el ámbito en que se desarrolla la actividad, la
645. ESCRIVÁ GREGORI, La puesta en peligro, pgs. 87, 90 y 92-94. adecuación social, el principio de insignificancia, etcétera.
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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado IV Indeterminación del peligro

miento conocidas o cognoscibles al momento de su realización y se- plio, como infracción objetiva y subjetiva de la norma penal (infrac-
gún la experiencia general, en cuanto ellas son objeto de la prohibi- ción personal). Así, distingue esta antinormatividad (antijuridicidad
ción penal. De allí que los criterios de probabilidad de un mal no se- completa) de la antijuridicidad objetiva, que limita al juicio de des-
an suficientes para determinar la peligrosidad del comportamiento. valor del resultado*52. Señala que esta antijuridicidad no es antinor-
No es cualquier conducta peligrosa la que interesa, ni siquiera si lo es matividad, pues la norma primaria no puede prohibir resultados, si-
para bienes jurídico-penales en abstracto. Un comportamiento peli- no conductas"33. Precisa que sólo el desvalor de la conducta es
groso para tales bienes en general puede no serlo en particular, si es presupuesto de la antinormatividad.
que concurren otros intereses que lo justifiquen. Lo importante es que
Parece separar el contenido imperativo de la norma del conte-
sea objetivamente peligroso, en cuanto desatiende la efectiva protec-
nido valorativo. De hecho, indica que el desvalor («intersubjetivo»)
ción que confiere la norma. Desde esta perspectiva, la sola subsun-
de la conducta no integra la antijuridicidad objetiva como desvalor
ción de la conducta al tipo no es suficiente. La subsunción no es una
de infracción. Pero no puede dejar de afirmar que es parte de la an-
actividad mecánica, requiere de un juicio, adscripción. En este senti-
tijuridicidad objetiva. Este des valor es uno de los momentos que in-
do rescatamos la idea de tipo o tipicidad por sobre la de subsun-
tegra esa antijuridicidad, como presupuesto del desvalor de resulta-
ción64'. Pero la mera ejecución del tipo no implica aún desvalor de la
do y como «desvalor de peligro» para el bien jurídico-penal654.
conducta (ni menos desvalor de resultado).
Tampoco es clara su referencia del desvalor de resultado únicamen-
La antijuridicidad del comportamiento no se agota con su tipi- te a la tipicidad y no a la antinormatividad. Manifiesta que no es an-
cidad. Admitir que la determinación de los elementos del tipo exige tinormatividad plena, sin embargo, declara que si la norma trata de
una valoración del juzgador no lleva a entender que ello establece la evitar lesiones o puestas en peligro conviene partir por determinar
antijuridicidad de la conducta. POLITOFF650 precisa que la tipicidad cuáles son los hechos objetivamente desvalorados por el Derecho
constituye un «primer filtro o tamiz valorativo», que responde a la penal antes que por el desvalor de conducta653. La aparente exclusión
pregunta de si el comportamiento realiza los elementos de un tipo del desvalor de resultado de la antinormatividad se basa en un limi-
legal. El tipo se vincula a un mandato general que establece el legis- tado concepto del juicio de antinormatividad -sólo sobre la conduc-
lador y no al concreto contenido de la norma penal. Si se prefiere, ta- y en su referencia a la norma primaria656. Reconoce no sólo que la
puede hablarse de norma primaria (o contenido normativo) parcial antijuridicidad objetiva implica tanto desvalor de resultado como
y norma primaria total o general. En esta forma tiene relevancia la desvalor de conducta, sino también que ambos desvalores o mo-
referencia que hace MIR PUIG a la «antinormatividad» como antijuri- mentos (como antijuridicidad penal objetiva en su conjunto) condi-
dicidad completa'"1. Confiere a la antinormatividad un sentido am- cionan la antinormatividad relevante penalmente. Si la norma penal

652. En similares términos MOLINA FERNÁNDEZ, Antijuridicidad, pgs. 27, 611, 612,
649. LARENZ, Karl, Metodología de la ciencia del Derecho, trad. M. Rodríguez, Ariel, 679, 680, 707 y 813, separa la lesividad objetiva de la antijuridicidad (como
2'1 ed., Barcelona, 1980, pgs. 205 y ss., distingue entre concepto y tipo. Se- infracción culpable de la norma).
ñala que en el concepto (como definición) aparece la subsunción, como 653. Ibíd., pgs. 8, 11, 21, 25 y 26.
constatación de la presencia de «todas las notas distintivas» de la defini- 654. Se ha de recordar que admite que también existen valoraciones en este
ción. El tipo, en cambio, es una descripción que requiere de un juicio. desvalor intersubjetivo de conducta, pues se da una relación negativa con
650. POLITOFF, L., MATUS, A. y RAMÍREZ, G., Lecciones. Parte general, pgs. 163 y 183- el bien jurídico-penal (aunque menos evidente).
185. BUSTOS RAMÍREZ, Manual, pgs. 251-255, 258, 259, 269-271 y 295; Obras, 655. MOLINA FERNÁNDEZ, Antijuridicidad, pg. 25. Además de reconocer que las
1.1, pgs. 134, 135, 634 y 868; (también, «Política criminal e injusto», pgs. 169 conductas se prohiben en la medida en que pueden producir una lesión o
y 170), habla de un primer nivel en la aplicación de la norma penal. puesta en peligro de algún bien jurídico-penal (pg. 9).
651. MIR PUIG, «Antijuridicidad», pgs. 9, 20, 22 y 25. 656. Ibíd., pgs. 8 y 26.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado IV. Indeterminación del peligro

tiene un aspecto imperativo y uno valorativo, ambos han de afectar- Además, es común que en el caso concreto concurran distintos inte-
se para entender infringida la norma. De otra forma, no se entiende reses que hay que valorar y que el tipo, por su generalidad, no pue-
la aporía que critica de la tesis de MEZGER, al admitir que la norma de. En la determinación del contenido concreto de la norma es fun-
puede ser pura valoración si se distingue entre norma de valoración damental la ponderación que realice el juez de los distintos intereses
y norma de determinación' 37 . Agrega que si valoración y determina- concurrentes"61. Ponderación que permite fijar el nivel de riesgo per-
ción son dos aspectos o calidades de la norma, la mera oposición a mitido, que va más allá de una constatación típica general. Así, la de-
la valoración no es infracción de toda la norma penal. ¿Qué sucede terminación del concreto deber jurídico-penal limita el nivel máximo
con la sola oposición al imperativo? La infracción de una norma así de riesgo aceptable.
concebida implica oposición a ambas calidades. Otra cosa es que su De modo que los intereses concurrentes en el hecho se conside-
determinación pueda hacerse en etapas o niveles.
ran frente al objeto específico de la norma penal. De esta forma, el le-
La real peligrosidad del comportamiento surge de su efectiva gislador establece una pauta de valoración -a modo de conducta de-
contradicción con la norma penal, que determina su antijuridici- bida-, pero que requiere ser precisada por el juzgador. Pauta que fija
dad'158. Por este motivo, es fundamental determinar el contenido del el ámbito de lo injusto. En palabras de HRUSCHKA662, se trata de no ol-
mandato inserto en la norma. En este sentido, tiene razón PAREDES vidar la función de «baremo de medición» (Mafistabsfunktion) que le
CASTAÑÓN634, en cuanto a que la ley penal no confiere una protección cabe a las reglas de comportamiento desde una perspectiva retros-
ilimitada y que es necesario delimitar el alcance del mandato o deber pectiva. Las reglas o normas no se pueden considerar sólo para con-
de conducta impuesto. La descripción típica (como toda labor legis- figurar comportamientos. Si ello fuera así se produciría el absurdo
lativa) sólo puede imponer deberes generales de conducta y su in- de -conociendo lo que ha o no de hacerse- no poder juzgar poste-
fracción únicamente puede determinar una peligrosidad general660. riormente si se ha actuado o no conforme a dichas reglas. De esta
función de baremo resulta la antijuridicidad o juridicidad del com-
portamiento 663 . Así, se entiende que los criterios de riesgo permitido
permiten determinar la conducta debida, es decir, el contenido de la
657. Ibíd.,pg. 6.
658. TORÍO Lói'EZ, «Los delitos», pg. 842; el mismo, «Naturaleza», pgs. 34, 41 y
ss.
659. PAREDES CASTAÑÓN, El riesgo, pgs. 103-109, 118-128, 132 y 139. Con la dife- 661. Así ya lo mencionaba ROXIN, Claus, «Infracción del deber y resultado en
rencia de que se concibe este juicio de probabilidad normativamente, por los delitos imprudentes», en Problemas básicos del Derecho penal, trad. D. Lu-
lo que sólo importa la real peligrosidad del comportamiento, al infringir el zón Peña, REUS, Madrid, 1976, pg. 169, en el ámbito del tráfico. Ver PARE-
concreto mandato penal. No como juicio de peligrosidad abstracta, sino DES CASTAÑÓN, El riesgo, pgs. 129, 130,135, 136, 483 y ss. y 515; RODRÍGUEZ
concreta. MONTAÑÉS, Delitos de peligro, pgs. 198, 199, 205, 276 y 277; SOLA RECHE, La
660. WELZEL, El nuevo, pgs. 72 y 73, señala que todas las reglas de experiencia llamada, pgs. 85-89. Algunos entienden que la generalidad de la pondera-
generales son «abstracciones generalizadoras de acontecimientos indivi- ción de riesgos se vincula más con el fundamento del riesgo permitido que
duales», por lo que es necesario la determinación concreta de la conducta con su determinación particular, pero no dejan de afirmar su necesidad de-
respecto del un autor determinado (a través del criterio de «un hombre in- terminación. Así, REYES ALVARADO, Imputación, pgs. 114,131,132, 313 y 365,
teligente y prudente, en la situación del autor»). Algunos autores prefieren expresa que lo determinante es la conducta exigible en la situación con-
hablar «proposición prescriptiva». Ver MORALES PRATS, «Función», pgs. creta.
548-557. En similar sentido, SOLA RECHE, La llamada, pgs. 85-89. MARTÍNEZ 662. HRUSCHKA, «Reglas», pgs. 344, 345 y 348.
ESCAMILLA, La imputación, pgs. 229 y 230, al referirse a la teoría del aumen- 663. De este modo, las reglas «ya no son "mandatos", "prohibiciones" o "reglas
to del riesgo como posible criterio para determinar el nexo de riesgo que permisivas" [...], sino tipos delictivos o de justificación». Señala que las re-
une peligrosidad con resultado, destaca que las normas de cuidado no tie- glas de justificación -que se corresponden con «reglas permisivas»- están
nen por fin la disminución de los riesgos en general, sino de determinados necesariamente en un mismo plano o pertenecen al mismo sistema que los
riesgos. mandatos y las prohibiciones. Ibíd., pgs. 354-356.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado IV. Indeterminación del peligro

norma penal (como pauta de conducta). El contenido normativo es- relevante657. La infracción de este deber - p o r la superación del ries-
tablece los parámetros que fijan lo antijurídico, pues una conducta go permitido- implica la concreta peligrosidad de la conducta. Así,
peligrosa en abstracto puede no serlo en concreto. La tesis general de el comportamiento típico se desvalora en cuanto sobrepasa el má-
PAREDES CASTAÑÓN664 sobre el riesgo permitido apunta en este senti- ximo nivel de riesgo permitido 668 . El juicio de desvalor normativo
do, como criterio restrictivo del mandato jurídico-penal. Ya VON se hace con relación al específico mandato penal y no a una dispo-
LISZT66' reconocía una interpretación semejante, dentro de la antijuri- sición legislativa general. La tipicidad como juicio adscriptivo que
dicidad material. Un acto contrario a Derecho implica un ataque determina la adecuación de una conducta a un tipo establece su pe-
contra los intereses protegidos por normas penales. Señalaba que ligrosidad general, al realizarse frente a un mandato general. Este
por muy delimitados que sean tales intereses «no pueden ser total- es un primer paso, que no basta para establecer la juridicidad o an-
mente impedidos los conflictos de intereses y las colisiones de bie- tijuridicidad de la conducta.
nes jurídicos».
En este sentido, se visualizan dos etapas de este juicio de pro-
Un comportamiento que sobrepase los límites impuestos por babilidad. Una que analiza el carácter peligroso del respectivo
el riesgo permitido (como pauta de conducta concreta) es peligro- comportamiento frente a deber general impuesto por el tipo y otra
so. Su realización queda fuera de la pauta de conducta concretada que determina su peligrosidad real o concreta frente a un concreto
por el juez, por lo que es antijurídico666. En este sentido, la infrac- mandato penal. Es cierto que la tipicidad exige adscripción y que,
ción de la pauta de conducta impuesta por el concreto mandato pe- desde esta perspectiva, tipicidad implica «atribución». Pero esta
nal concurre a determinar una peligrosidad jurídico-penalmente atribución no exige aún desvalorar la conducta con relación al bien
jurídico-penal 664 . Semejante valoración (desvaloración) se conecta

664. PAREDES CASTAÑÓN, El riesgo, pgs. 48, 66, 67, 86, 88 y 128, etc. No distingue
mayormente la ponderación de riesgos de las causas de justificación, en
cuanto comparten igual fundamento. Ello, precisamente, al basar la pon- 667. JAKOBS, Günther, La imputación objetiva en Derecho penal, trad., M. Cancio
deración en distintos criterios de adecuación social frente al concreto de- Meliá, Universidad Externado de Colombia, 3l1 reimp., Bogotá, 1998, pgs.
ber jurídico-penal. 47 y 51 y ss. Reserva el riesgo permitido a la realización del tipo, pues lo
665. VON LISZT, Tratado, pgs. 336-338. Aun cuando el riesgo permitido se con- concibe como un criterio general. Habla de riesgos tolerados en forma ge-
cibe como criterio que determina comportamiento prohibido, se suele fi- neral, natural y rechaza la colisión de bienes y el cálculo de costos y bene-
jar en el tipo. Allí se ubica en general la teoría de la imputación objeti- ficios. Sin embargo, no duda de que semejante cálculo tenga influencia en
va. En todo caso, tal ubicación no es del todo clara y se discute. Por la fijación del riesgo permitido, como tampoco que detrás de su determi-
ejemplo, REYES ALVARADO, Imputación, pgs. 105 y 106, afirma que si se nación está la consideración del beneficio de la actividad. Sólo critica la
acepta el riesgo permitido como causa de justificación existen dos op- existencia de una fórmula de riesgo permitido por la falta de un criterio
ciones: 1) o el Derecho penal se interesa por todas las conductas que se válido de valoración. Pero, ¿esta crítica rige únicamente para la actividad
desarrollan según las exigencias sociales o 2) no son relevantes penal- del legislador y no para la del juzgador?
mente las conductas que sean sólo típicas, sino aquellas que además no 668. MIR PUIG, «Antijuridicidad», pg. 17, señala que «la relación negativa de la
estén amparadas por causas de justificación. Efectivamente, no puede conducta con el bien jurídico, importa la peligrosidad objetiva de la con-
darse la primera opción. Pero critica la segunda porque haría que la ti- ducta para dicho bien, en la medida en que desborde el marco del riesgo
picidad perdiera toda relevancia. ¿No es esto así? De hecho, él mismo objetivamente permitido».
admite esta pérdida al reconocer que la mera adecuación formal no tie- 669. BUSTOS RAMÍREZ, Obras, t. I, pgs. 123, 785-788, 806 y 868, etc.; el mismo,
ne importancia si no se ha atentado contra las relaciones sociales que tu- Obras, t. II, pgs. 39-43, habla de atribución al tipo, en la tipicidad. Sin em-
tela la norma (pgs. 64, 70 y 90). bargo, la refiere a la determinación del desvalor de la conducta, por lo que
666. La concurrencia de este elemento objetivo no elimina la necesidad de que recurre juicios de valor vinculados con el riesgo permitido. BUSTOS RAMÍ-
también de hayan de dar otros elementos de índole subjetiva (dolo e im- REZ y LARRAURI, La imputación objetiva, pgs. 10, 20, 21 y 24-31. Así, habla de
prudencia). un «juicio atributivo» respecto de la situación típica a modo de juicio de

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado IV. Indeterminación del peligro

con su peligrosidad concreta, que es un paso más que el juicio ne- de imputación, como propio de la concreción del deber jurídico-pe-
cesario para determinar la concurrencia de los elementos del tipo. nal y'del análisis de la conducta frente a éste672.
Así, cabe distinguir una valoración general de otra particular o
concreta. Las valoraciones más concretas las realiza el juez frente al
deber impuesto por la norma penal. Aquí el juicio establece la juri- , i. Valoración general: atribución de la conducta
dicidad del comportamiento (su desvalor), según se infrinja o no a un tipo (tipicidad).
tal deber. De este modo se conecta el desvalor de acción con su JUICIO VALORATIVO
efectiva peligrosidad. Lo que sucede es que el desvalor de acción Antijuridicidad
ya no se limita a consideraciones subjetivas, ni siquiera por finalis- .ex ante (conducta) ——i parcial.
tas como ZIELINSKI. Aun este autor afirma que una acción es con- I— 2. Valoración
traria a deber si concuerda con la descripción de la norma, es decir, concreta .
cuando es peligrosa en concreto para el bien jurídico670. Desde esta ^ S * post (resultado) — I Antijuridicidad
perspectiva, el juicio de probabilidad se vincula con la imputación completa
normativa de comportamientos 671 , en cuanto éstos no sólo se atri- o general.
buyen a un tipo sino a una norma penal concreta. Se trata de la ca-
lificación normativa de peligrosidad como requisito necesario para
imputar o asignar el comportamiento al concreto mandato penal. 2.2. Probabilidad en el resultado
De modo que el juicio normativo de probabilidad implica un juicio El juicio de probabilidad puede tener por objeto también conse-
cuencias de un comportamiento. Ya no se trata de examinar las ca-
racterísticas de una conducta, sino de determinar sus efectos, su cla-
se de consecuencia. De suerte que el juicio tiene lugar en un
momento ex post una vez realizada la conducta673. Se trata de un jui-
valor, del que resulta el desvalor del acto. Es distinto de aquéllo propio del cio jurídico-valorativo que examina la concurrencia de una situación
tipo. De hecho, reconoce que la problemática de la acción típica -si se par- desvalorada por la norma penal, en cuanto afecta o perturba el bien
te de un resultado típico- no es un problema normativo, sino natural. Su que tutela. Ahora se examina el peligro como resultado. Como «es-
concepción de atribución no es más que un juicio de valor que determina tado de peligro» también se vincula con la inminente producción de
lo antijurídico de un comportamiento. El hecho de reconocer que se refie-
re a la conducta típica y no al resultado no implica negar su inclusión en
el ámbito de lo antijurídico. Extraña este análisis, pues es uno de los pocos
que refiere la imputación normativa (imputación objetiva) al ámbito de lo
antijurídico y no al tipo. Es algo más que su tipicidad, por eso habla de 672 Cfr SILVA SÁNCHEZ, Jesús-María, El delito de omisión: concepto y sistema,
atribución. La atribución como «determinación de la situación típica», ten- Bosch, Barcelona, 1986, pgs. 134-136, habla de una concreción de sentido
dría lugar luego de establecer la situación típica, al valorar la situación re- respecto de la interpretación típica.
al frente al concreto mandato de la norma penal. En similar sentido, COR- 673 En general, el peligro se concibe como un resultado a examinar ex post,
COY BIDASOLO, El delito, pgs. 12, 20, 21, 25 y 26. aunque se vincule con la lesión. Ver SCHÜNEMANN, «Moderne», pg. 793;
670. ZIELINSKI, Disvalor, pg. 214. MÉNDEZ RODRÍGUEZ, Los delitos, pgs. 214-216, 218 y 219. Aunque limita esa
671. En general existe acuerdo en referir los criterios de riesgo permitido a la consideración, en cuanto el peligro sea un elemento típico, (ademas se de-
imputación normativa de comportamientos, aunque se conciba dentro be recordar que atribuye al resultado el carácter de mera condición objeti-
de la tipicidad. Así se refiere JAKOBS, Derecho penal, pg. 239, también res- va de punibilidad). Contra esta doctrina general, GRACIA MARTÍN, «Sobre»,
pecto de la idea de probabilidad. Al tratar la teoría de la adecuación, afir- pgs 346, 347 y 352. Señala que el resultado de peligro ha de juzgarse ex an-
ma que la probabilidad «es en el supuesto extremo un criterio de impu- te, a pesar de que distingue entre este peligro y la peligrosidad de la con-
tación». ducta.
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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado IV. Indeterminación del peligro

un mal futuro, lo que facilita su referencia a un resultado lesivo pos- pañola, que lo describe también como una «situación en que au-
terior. Esto no significa que el estado que se configura no constituya menta 1-a inminencia del daño». Es una situación particular, en la que
un mal en sí mismo respecto del bien jurídico-penal. Representa un se aumenta la proximidad de males o daño. Se trata de un estado de
mal en cuanto es una situación que la norma quiere reprimir y evi- contingencia o incertidumbre propio. Se produce un detrimento de
tar por sí sola, sin necesidad que se vincule a otra consecuencia da- las condiciones o estados de seguridad, que es en sí mismo desvalo-
ñina indeseada. Hablamos de una «situación de incertidumbre» que rado, aunque los males temidos no acontezcan. Ello constituye un
constituye una perturbación suficiente del bien tutelado. El que no mal independiente, pues la norma tutela también la conservación de
acontezca un resultado lesivo final, no implica que el peligro no ha- determinadas condiciones de seguridad que estima merecedoras de
ya existido, ni siquiera elimina la peligrosidad de la conducta. Este respeto para el desarrollo del hombre en sociedad (bien penal). La
estado presenta un desvalor propio e independiente. Tradicional- relación característica que exige el peligro -todavía como concepto
mente, ha sido su remisión a la lesión -como única forma de resulta- de relación- se da con el bien jurídico-penal677, es decir, con un de-
do- lo que ha privado al peligro de autonomía, pero esto no tiene por terminado estado valorado y protegido por la norma y no con su le-
qué ser así. Incluso opiniones que rechazan la configuración de un es- sión o destrucción. El resultado de peligro es una forma de pertur-
tado de peligro independiente no dejan de considerarlo un resultado bación propia del bien jurídico-penal, cuya independencia es más
en sí mismo. RODRÍGUEZ MONTAÑÉS674 lo concibe como un concepto re- difícil de visualizar por su tendencia a la producción de otro mal y
lacional que depende de la lesión, pero acepta la independencia de por su inmaterialidad. Esto no quiere decir que no sea en sí mismo
un dolo de peligro. Además, afirma que la existencia de un peligro un mal. Esta tendencia es característica o propia del juicio de proba-
concreto, como un elemento equiparable al resultado, es algo más bilidad678. Para ilustrar esta independencia es útil el ejemplo que em-
que la mera posibilidad de lesión y requiere de una constatación ex plea JAKOBS674 respecto de la existencia de una perturbación externa.
post7\ Es más, cuando se refiere a la crítica de KAUFMANN a los deli- Así, quien lanza una piedra desde su propio jardín aunque no al-
tos de peligro abstracto «como probabilidad de la probabilidad» se- cance a alguien crea una situación que escapa a su control o domi-
ñala que no se da un fallo lógico si el peligro se interpreta correcta- nio. De hecho, destaca que existe una perturbación externa semejan-
mente, como «resultado de una acción, considerado ex post»67h.

El hecho de que no acontezca un mal futuro que se teme y bus-


ca evitar no elimina la existencia de una situación de peligro distin- 677. Ver TERRADILLOS BASOCO, Derecho penal, pg. 56; el mismo, «Peligro abstrac-
ta del comportamiento, como tampoco su desaprobación jurídica. La to», pg. 790. Así parece entenderlo ESCRIVÁ GREGORI, La puesta en peligro,
pgs. 73 y 74, cuando alude a los «"objetos" de esa referencia» y cita bienes
falta de lesión no implica ausencia de peligro. La norma penal pue-
materiales («corporeizados») o inmateriales. En similar sentido RODRÍGUEZ
de prohibir ambos estados en forma independiente. De hecho, así MOURULLO, La omisión, pgs. 164 y 165, se refiere al peligro para los bienes
procede al configurar los tipos penales. Por ejemplo, se castiga la -en el caso del antiguo art. 489 bis- vida e integridad personal. De igual
amenaza condicional sin necesidad de alguna lesión o muerte; el forma remite el peligro al juicio de probabilidad (incluso mantiene vincu-
abandono de menores sin detrimento de su persona; la conducción laciones causales), pero señala que «de una determinada situación de he-
temeraria sin necesidad de un atropello, etc. Quizás pueda servir a cho, que existe en la realidad», se puede derivar, según ese juicio, otra pos-
la comprensión de este «resultado de peligro» relegar su tradicional terior.
concepto y subrayar una segunda acepción de la Real Academia Es- 678. En este sentido comprendemos la confusión que destaca MÉNDEZ RODRÍ-
GUEZ, Los delitos, pgs. 121 y 122, respecto del peligro, a pesar de que ella lo
conciba en forma dependiente. Señala que la indeterminación que se le
achaca al peligro (peligro concreto) se debe, básicamente, al empleo de cri-
674. RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de peligro, pgs. 7, 50, 78, 134 y 185. terios como la adecuación y la «teoría de la probabilidad» para la deter-
675. Ibíd., pg. 178. minación de la «peligrosidad del hecho».
676. Ibíd., pg. 274. 679. JAKOBS, «Criminalización», pgs. 306 y 307, nota 20.

239
238
r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado IV. Indeterminación del peligro
6 0
te aun en el «peligro potencialmente concreto» * , cuando no hubiere II. PELIGRO CONCRETO Y PELIGRO ABSTRACTO
transeúnte alguno, pero su ausencia no hubiere podido ser pronos-
ticada objetivamente. Tradicionalmente, los delitos de peligro se han ligado a la espe-
cial modalidad de comportamiento realizado y no necesariamente a
Hay que desvincularse del paradigma de la lesión o relación de un efecto determinado. Su represión se basaba en la necesidad de or-
lesión no sólo desde un punto de vista material-físico6*1, sino tam- ganizar y sistematizar conductas sociales. Pero también su punición
bién desde un punto de vista normativo. La lesión no constituye el se ha vinculado con la protección de bienes jurídico-penales colecti-
único resultado de interés penal. De este modo, son relevantes las vos, en cuanto garanticen condiciones seguras para el ejercicio de los
precisiones de KINDHÁUSER682 acerca del contenido normativo. La le- derechos. Aunque esta primera caracterización hoy se ha matizado
sión no es el único fin de la norma penal y, ciertamente, no lo es en y diversificado, ella se mantiene en general respecto de los delitos de
los delitos de peligro. A pesar de que admite que la protección de peligro abstracto. Para comprender qué constituye esta clase de pe-
bienes no implica una referencia exclusiva a su lesión y reconoce tres ligro se ha de fijar primero qué se entiende por peligro concreto. Ello
formas distintas de perturbación, conserva una concepción empírica es fundamental precisamente por la clásica definición negativa o re-
del resultado, sobre la base de criterios naturales. Afirma, respecto sidual del peligro abstracto, como aquel que no es concreto686. Al res-
de la criminalidad económica (especialmente de la estafa al crédito), pecto, se cuestiona ¿qué es lo que distingue el peligro concreto del
que sólo pueden ser bienes jurídicos aquellos que puedan ser daña- abstracto?; ¿qué caracteriza uno u otro?; ¿se distinguen por la inten-
dos de forma empíricamente comprobable6*', por lo que siempre de- sidad del peligro?, ¿su generalidad?, ¿el modo en que el legislador
be existir una relación causal que probar. Quizás por este motivo ter- configura el tipo o su necesidad de prueba?
mina reconduciendo la noción de bien colectivo a la de seguridad684.
Algunos autores se muestran a favor de un único concepto de pe-
Aun cuando mantenga criterios materiales, sí es un paso importan-
ligro. HIRSCH687 propone sustituir la clasificación delitos de peligro
te aceptar que la protección de bienes jurídico-penales no se agota en
concreto y delitos de peligro abstracto por la de delitos de peligro y
la sanción de su lesión. También existen otros estados que a la nor-
ma penal interesa prohibir y que constituyen su propio objeto68'. delitos de peligrosidad. El peligro como resultado es uno y no puede
tener la calificación de abstracto (sólo concreto)688. Entiende que así lo
exige el carácter transitivo del término peligro, que exige la presencia
de un objeto determinado. Los delitos de peligrosidad son los que

680. Esta situación es semejante a la caracterización de un peligro abstracto, 686. El concepto residual se predica de los delitos de peligro en general, al de-
que suele vincularse con la idea de un peligro potencial, hipotético o idó- finirse a partir de los delitos de lesión. Ello obedece a la definición del pe-
neo. Independientemente de lo que se verá al respecto, hay que destacar ligro como concepto de relación respecto del resultado lesivo (objeto de re-
-por ahora- que el que hable de una potencialidad concreta puede deber- ferencia), como un concepto dependiente o accesorio. Sin embargo, hoy se
se a que vincula tal situación de incontrolabilidad con bienes jurídico-pe- rechaza esta definición residual aun para el peligro abstracto por insatis-
nales individuales, aunque no estén presentes. factoria. Ver MÉNDEZ RODRÍGUEZ, LOS delitos, pgs. 211, 212 y 227-234; TE-
681. Ver supra Capítulo III. RRADILLOS BASOCO, «Peligro abstracto», pgs: 798 y 800; el mismo, Derecho
682. KINDHÁUSER, «Acerca», pgs. 448, 449 y 451; el mismo, Gefahrdung, pgs. 166, penal, pg. 53.
277 y ss. 687. HIRSCH, «Peligro», pgs. 514 y 522-524. Describe los delitos de peligro abstrac-
683. KINDHÁUSER, «Acerca», pgs. 446 y 447. to como aquellos en los que el legislador «asigna típicamente» a la conducta
684. Más adelante se expondrán sus apreciaciones del peligro abstracto como un resultado de peligro concreto, por lo que entiende que es un mismo peli-
un tipo de resultado sui generis. gro. Los delitos de peligrosidad sí pueden ser abstractos. Sin embargo, los re-
685. De modo que existen distintas pretensiones normativas y en distintos ni- chaza y propone como solución los delitos de peligrosidad concreta.
veles. 688. En contra, MANZINI, Trattato, pg. 555, para quien todo peligro es abstracto.

240 241
r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado IV. Indeterminación del peligro
pueden ser concretos o abstractos. Radica la abstracción en la conduc- peligro en el tipo y su necesaria comprobación por el juez. Con aten-
ta y no en el resultado. La peligrosidad es abstracta cuando es una ción á esas características se ha definido también al peligro abstrac-
cualidad general y es concreta cuando ella es real, pero se muestra to, en forma residual694. Semejante definición, además de insuficien-
partidario sólo de esta última689. Otros690 hablan de peligrosidad abs- te para determinar el peligro abstracto, tampoco aporta en la
tracta y de peligro concreto e intentan limitar el concepto de resultado precisión del peligro concreto. De hecho, en muchas ocasiones los ti-
de peligro a la puesta en peligro concreto de un bien jurídico-penal de- pos de peligro concreto ni siquiera exigen este peligro explícitamen-
terminado. La peligrosidad abstracta sería siempre un atributo de la te, sino que se deduce de las circunstancias descritas695. En general,
conducta, que se deja como calificativo y no como resultado propio. se pone el acento en la clase de juicio de peligro que se requiere pa-
CORCOY estima que una clasificación coherente entre delitos de peligro ra cada peligro. De este modo, se establece que el juicio que recae so-
concreto y delitos de peligro abstracto obedece a la «modalidad de re- bre el peligro concreto debe realizarse desde una perspectiva ex post
sultado de peligro» y no al grado de afectación del bien jurídico-pe- y considerando todas las circunstancias concurrentes en el hecho.
nal691. Quizás no habla de distintos grados, pero: ¿Qué es el peligro si- Por otro lado, aquél que se realiza respecto del peligro abstracto pro-
no una forma de afectación de un bien? No parece una distinción muy cede ex ante y con atención a las circunstancias presentes al momen-
relevante. En todo caso, admite esas dos formas de peligro para con- to de la ejecución del respectivo comportamiento. Asimismo, es co-
figurar tipos penales que tutelan bienes colectivos692. mún aceptar que en la situación de peligro concreto existe un
vínculo con el bien jurídico-penal, en cuanto éste entra en contacto
1. EL PELIGRO CONCRETO
con el comportamiento realizado. Se manifiesta que este peligro se
produce cuando un bien penal ingresa en el radio de acción del
Antes de examinar qué es un peligro abstracto o si corresponde comportamiento peligroso696. Ello ha permitido distinguir este peli-
mejor hablar de peligrosidad abstracta, interesa precisar el peligro gro del grado de peligrosidad del comportamiento.
concreto. Se suele entender que lo que caracteriza al peligro concre-
to es su descripción por el legislador, es decir, que sea un elemento
expreso del tipo penal693. Éste es un criterio formal que nada dice de 694. Peligro que no es elemento del tipo, por lo que no es necesaria su constatación.
su contenido material, pero que sí se conecta con la necesidad de 695. Así, el art. 349 del CP sanciona el abandono de un niño menor de diez años
prueba. Al ser un elemento del tipo, éste se debe constatar para esti- en un lugar solitario. La falta de mención del peligro no significa que el de-
mar consumado el delito. Normalmente se habla de la creación de lito no sea un tipo de peligro concreto respecto de la vida e integridad cor-
una «situación de peligro» típica constatable, pero sin especificar poral del menor.
qué es lo que constituye tal situación. Desde este punto de vista, los 696. Ver ROXIN, Strafrecht, pgs. 60, 281 y 352-355; JAKOBS, Derecho penal, pgs. 206
y 207; MAURACH y ZIPF, Derecho penal, pg. 284; CEREZO MIR, Curso, pg. 114;
principales criterios para su determinación serían: la descripción del GRACIA MARTÍN, «Sobre», pgs. 342, 346, 347; MAQUEDA ABREU, «La idea»,
pgs. 486, 490 y 491; RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de peligro, pgs. 30, 37, 38,
72, 78,101,163-166 y 183; MENDOZA BUERGO, «El delito», pgs. 314 y 315; ella
689. Solución que pasa por exigir una peligrosidad real de la conducta, sin que misma, Limites, pg. 23; MÉNDEZ RODRÍGUEZ, Los delitos, pgs. 123, 133, 134 y
se examine el resultado. Se verá que es muy semejante a los llamados de- 153; TERRADILLOS BASOCO, «Peligro abstracto», pg. 798; el mismo, Derecho
litos de aptitud o de peligro hipotético. penal, pgs. 18 y ss. Incluso esta referencia sé mantiene en tesis que conci-
690. Así, MAURACH y ZIPF, Derecho penal, 1.1, pgs. 282-284. ben al peligro en términos amplios, como una conmoción general. Así,
691. CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pgs. 150 y 247 ss. BUSTOS RAMÍREZ, Manual, pg. 263. En similar sentido POLITOFF LIFSCHITZ,
692. Si bien agrupa los delitos de peligro en torno a la tutela de bienes colecti- Derecho penal, pg. 234, habla de una «efectiva sensibilización o conmoción
vos y los distingue de los tipos de lesión, igualmente admite aquel resul- del bien jurídico» que ha de constatarse ex post, según la experiencia co-
tado de peligro (concreto y abstracto) pero para bienes individuales. mún. Auque no exige esa conexión entre bien y acción y los ejemplos que
693. Ver CEREZO MIR, Curso, pg. 111. Actualmente, se ha flexibilizado esta exigen- cita no parecen aludir a casos propios de peligro concreto (como los arts.
cia y se comprende también su incorporación implícita, en otros términos. 318 y 496 Núm. 23 del CP).

242 243
r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado IV. Indeterminación del peligro

Pero esta caracterización del peligro concreto -al exigir ingreso jurídico individual»701. Sin embargo, posteriormente alude a un re-
o contacto- facilita la vinculación de este peligro con un objeto de sultada jurídico, que se destaca por el sentido que le da al peligro
acción antes que con un bien jurídico-penal, pues parece requerir re- concreto como plus de antijuridicidad y de lesividad702. Supondría un
alidades sensibles individualizables que se encuentren con conduc- mayor desvalor que el solo peligro que se supone existente para bie-
tas peligrosas. De allí que este peligro se refiera a bienes individua- nes colectivos. Pero conecta este mayor desvalor sobre el bien indi-
les con sustrato material, que se asocian a un objeto de acción. En vidual con consideraciones materiales-físicas. En este sentido, seña-
general, cuando se habla de resultado de peligro se hace referencia a la que antes del resultado de peligro (para bienes colectivos) debe
la concreta puesta en peligro de bienes jurídico-penales individua- existir, desde una perspectiva ex ante, un «"objeto" sobre el que re-
les. De este modo, se suele citar al delito de conducción temeraria co- caiga el comportamiento peligroso», es decir, que el objeto de ese de-
mo prototipo de ilícitos en los que se produce esta clase de resulta- lito se encuentre en el «ámbito del peligro»703. Luego alude específi-
do697. Sin perjuicio de que en Chile no exista un tipo específico camente al resultado de peligro concreto ex post para el bien
semejante, la Ley 18290 regula una serie de conductas que sí impli- individual, que concibe como «"amenaza" para el bien que se en-
can tal peligro, pero como infracciones gravísimas y graves"9*. Se ci- cuentra en el ámbito de riesgo creado por el comportamiento» 704 .
ta esta figura porque muestra ese contacto (o ingreso) de bienes jurí-
Ciertamente, es difícil suponer una situación de peligro concre-
dico-penales individuales con comportamientos peligrosos. En
to para bienes inmateriales - a ú n individuales- si éste se concibe co-
nuestro medio, pueden citarse como tipos de peligro concreto tipos
como el incendio en lugares habitados o con presencia de personas mo una situación de contacto entre el bien y la conducta, en la que
(artículo 475 del Código Penal), las amenazas (artículos 296-298 del su lesión es inminente (amenaza o riesgo real)705. En este sentido,
Código Penal); o la extorsión (artículo 438 del Código Penal). comprendemos que este peligro requiera de cierta materialidad y
que se lo vincule con exigencias típicas que se han de acreditar. Sin
Incluso CORCOY699 -con una tesis global de los delitos de peligro, embargo, no tiene que ver con el tipo, sino con la clase de estado de-
en cuanto los delitos de peligro abstracto y los de peligro concreto saprobado. Su falta de descripción típica no implica que no se re-
tendrían igual estructura 700 - entiende que en los delitos de peligro quiera este resultado ni que no haya de constatarse. Muchas veces
concreto se da un «plus de antijuridicidad y de lesividad», represen-
tado por ese resultado de peligro para un bien individual. Pero no
queda claro qué constituye para la autora este tipo de resultado. Par- 701. CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pg. 131.
te con el reconocimiento de que en estos tipos se da un resultado 702. Asimismo, habla de un «peligro objetivo ex post» y de un resultado de pe-
«material» constituido por el «peligro para el substrato de un bien ligro amplio, constituido también por un «peligro potencial». Entiende que
esta clase de peligro no permite calificar a los delitos como tipos de resul-
tado de peligro en sentido material, pues ella se refiere a la «idoneidad ex
post de la conducta» para lesionar al bien jurídico-penal. Ibíd., pgs. 149 y
151-154. Si bien refiere tal idoneidad a bienes jurídico-penales de carácter
697. ROXIN, Strafrecht, pg. 352; LUZÓN PEÑA, Curso, pg. 314. De hecho, así se ex- individual, no es claro qué es una idoneidad ex post de la conducta. Entien-
presa en el art. 381 del CP español: «El que condujere un vehículo a motor de que en tales delitos no es necesaria la prueba de esta clase peligro, por
o un ciclomotor con temeridad manifiesta y pusiera en concreto peligro la lo que se satisfacen con la sola lesión del bien colectivo, sin distinguirse de
vida o la integridad de las personas, será castigado...». los delitos de peligro en general. Más acerca de esta noción general de los
698. Arts. 197 y 198 de la Ley 18290. delitos de peligro y su influencia en los tipos de peligro abstracto.
699. CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pgs. 143-145 y 155-165. Más sobre sus 703. Ibíd., pgs. 155 y 156.
consideraciones del peligro al estudiar los delitos de peligro abstracto. 704. Ibíd., pg. 162.
700. 1) Un «peligro objetivo idóneo» ex ante y 2) una lesión de un bien jurídico- 705. Algún intento se ha pretendido respecto del delito de injuria, en cuanto
penal colectivo ex post. Estructura que comparten también los delitos de le- bastaría que las expresiones injuriosas proferidas lleguen a oídos de terce-
sión. ros, sin que sea necesario que ellos las crean.

244 245
r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado JV. Jndeterminación del peligro
éste se deduce (está implícito) de los tipos en cuestión, básicamente vidual. Quizás por ello se observa alguna confusión respecto del re-
según aquello que la norma busca tutelar, como el incendio en lugar sultado en este delito. Cuando se refiere a la seguridad física entien-
habitado (artículo 475 del Código Penal)706. El peligro concreto tam- de que la intimidación ha de tener la «idoneidad» suficiente. Inclu-
bién se acepta para bienes individuales inmateriales. Así, en las ame- so habla de «peligrosidad objetiva» para la seguridad física711. Pero
nazas, principalmente como medio del delito de robo simple (artí- luego señala que «esto es, poner en peligro su vida, su salud o inte-
culo 436, 1 del Código Penal). En este sentido son relevantes los gridad corporal». Termina identificando esa idoneidad con el detri-
comentarios de Mera707 a dos sentencias - u n a de la Corte de Pedro mento efectivo de bienes jurídico-penales individuales materiales.
Aguirre Cerda y otra de la Corte de Santiago- que no se conforman La confusión se facilita por la cercanía de esos bienes con la seguri-
con el solo empleo de amenazas y exigen algo más708. Mera afirma dad personal, pero ello no priva a éste su carácter de bien jurídico-
que se ha de afectar efectivamente la seguridad física para que exis- penal. A pesar de sus declaraciones anteriores, es destacable la críti-
ta robo y no hurto709. No basta el empleo de amenazas, ni siquiera si ca que realiza a quienes se conforman sólo con la existencia de
han servido de medio para la apropiación, sino que se ha de produ- amenazas para entender afectado el bien jurídico-penal, como una
cir un «peligro concreto de cierta significación para la vida o integri- mera desobediencia712.
dad corporal de las personas»71". Refiere esta situación directamente
a la vida o a la integridad corporal y no a la seguridad física o indi-

706. Su falta de expresión no altera la necesidad de su concurrencia efectiva.


Tampoco la ausencia de este peligro en el delito de abandono de menores
(arts. 346 y 349) permite entender que no se exige un peligro concreto. De
hecho las expresiones del art. 348, 2 permiten no sancionar el abandono de
un niño de siete años, si se hiciere en una casa de expósitos.
707. MERA FIGUEROA, Jorge, «Comentario a sentencias de las Cortes de Apela-
ciones de Santiago y San Miguel sobre robo con violencia con intimida-
ción», en RCP, 3 (1990-1993), t. XL, pgs. 113-125.
708. En este sentido la jurisprudencia ha castigado por hurto conductas que se
sirven de amenazas poco reales, como el uso de un arma a fogueo -a pe-
sar del miedo que pueda causar a la víctima-. V. gr., C. Ap. de San Miguel,
30 de marzo de 1995, GJ, 178, pgs. 146-150; C. Ap. de San Miguel, 10 de
marzo de 2000, GJ, 237, pgs. 130-133; C. Ap. San Miguel, 23 de enero de
2001, GJ, 248, pgs. 231-235; C. Ap. de San Miguel, 17 de abril de 2002, en
LexisNexis, 24436; C. Ap. de Santiago, 11 de noviembre de 2003, GJ, 281,
pgs. 200 y 201; C. Ap. de San Miguel, 29 de enero de 2004, GJ, 283, pgs. 251-
253. En contra, C. Ap. de San Miguel, 27 de septiembre de 1995, GJ, 183,
pgs. 123-127; C. Ap. de San Miguel, 9 de junio de 2000, GJ, 239, pgs. 147-
150. Sin embargo, cabe destacar en ambas voto disidente que mantiene
doctrina anterior.
709. Aunque agrega que de lege lata puede ser conveniente incorporar una cir-
cunstancia agravante al hurto cometido por medio de intimidación o vio-
lencia que no alcancen a afectar la seguridad física, pero que sí generen un
real temor en la víctima -afecten el «sentimiento de tranquilidad y seguri- 710. MERA FIGUEROA, «Comentario», pg. 124.
dad»-. En este sentido, se pronuncia a favor de una noción objetiva de la 711. MERA FIGUEROA, «Comentario», pgs. 122 y 123.
amenaza y del peligro que ella implica. 712. Ibíd., pg. 118.

246 247
TERCERA PARTE
DELITOS DE PELIGRO ABSTRACTO
Capitulo V

Principales nociones del peligro abstracto

I. CONCEPCIONES MÁS EXTENDIDAS


Variadas son las nociones que existen acerca de los delitos de
peligro abstracto. En principio, ellos se determinan en forma negati-
va o residual, como aquel peligro que no es concreto. El peligro abs-
tracto no se define por su falta de descripción por el legislador y su
falta de prueba, no sólo porque en ocasiones el legislador exige ele-
mentos de peligro y de peligrosidad (artículo 313 d: sustancias me-
dicinales peligrosas para la salud; artículo 315: envenenar o infectar
comestibles, aguas o bebidas peligrosas para la salud por su nocivi-
dad o en términos de poder provocar la muerte o grave daño para la
salud713) que no se identifican con un peligro concreto, sino también
porque el peligro abstracto tiene características y elementos propios
que lo distinguen de un peligro concreto.
El artículo 313 d sanciona a quien «fabricare o a sabiendas expen-
diere a cualquier título sustancias medicinales deterioradas o adultera-
das en su especie, cantidad, calidad o proporciones, de modo que sean
peligrosas para la salud por su nocividad o por el menoscabo de sus pro-
piedades curativas». Contener consideraciones de peligro (sustancias pe-
ligrosas) no implica exigir un peligro concreto. Se contemplan dos hipó-

713. También se pueden encontrar expresiones lesivas que -aunque expresa-


mente exijan lesión o turbación- no lo son y no pueden sino referirse a una
clase de peligro. V. gr., art. 269, «los que turbaren gravemente la tranquili-
dad pública para causar injuria u otro mal a alguna persona particular o
con cualquier otro fin reprobado»; arts. 273 y 274, que se refiere a faltas y
fraudes de los proveedores con «daño grave e inevitable para la causa pú-
blica».

251
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto
tesis diferentes, aunque ambas exigen que las sustancias sean peligrosas lud, y el que a sabiendas los vendiere o distribuyere». En esta primera
para la salud. La primera se refiere a la fabricación de sustancias medici- parte; el «poder provocar» la muerte o un grave daño para la salud se
nales deterioradas o adulteradas. Que el legislador requiera que sean interpreta en términos de peligro. Pero esto no significa aún que se tra-
sustancias peligrosas por su nocividad o menoscabo de sus propiedades te de un peligro concreto. El inciso segundo sí hace mención a la peli-
curativas no implica la producción de un peligro concreto714. No se pue- grosidad: «De modo que sean peligrosas para la salud por su nocividad
de decir que la sola fabricación de tales sustancias produzca tal peligro. o por el menoscabo apreciable de sus propiedades alimenticias, y el
Distinto es el segundo supuesto, que sanciona el expendio de esas sus- que a sabiendas las vendiere o distribuyere». Tampoco permite identi-
tancias a sabiendas. La comercialización del producto nocivo o adultera- ficar esas consideraciones con un peligro concreto. Al igual que en el
do, requiere ya el contacto con bienes jurídico-penales personales713. artículo anterior, el solo hecho de envenenar, infectar o adulterar en
Una interpretación similar a la del artículo 313 d se puede realizar cualquier forma comestibles, aguas u otras bebidas, no implica produ-
del artículo 315716. En él se castiga básicamente quien «envenenare o in- cir un peligro concreto para bien jurídico-penal alguno ¿aunque sean
fectare comestibles, aguas u otras bebidas destinados al consumo pú- nocivas y estén destinadas al consumo público? Pero ambos incisos del
blico, en términos de poder provocar la muerte o grave daño para la sa- artículo incorporan también un segundo supuesto, que sí permiten de-
ducir una puesta en peligro concreto, aunque no lo mencionen expre-
samente. Se trata de la venta o distribución de tales sustancias. En este
caso, no sólo se puede perder el control de sus generales efectos dañi-
nos, sino que ellos se vinculan con bienes individuales particulares. Es
714. Así, otras disposiciones que aluden al peligro no implican una puesta en factible determinar un contacto con ellos. El artículo, además de preci-
peligro concreto, como: art. 318, que sanciona la infracción de reglas higié- sar que se han de tratar de productos «elaborados para ser ingeridos
nicas o de salubridad, en tiempo de catástrofe, epidemia o contagio, si
por un grupo de personas indeterminados», exige que dicha venta se
«pusiese en peligro la salud pública».
haga en un lugar público. El contacto entre la sustancia y bienes jurídi-
715. Esto es sin perjuicio de que sea necesario determinar la nocividad o adul-
co-penales individuales se produce efectivamente con la compra, que se
teración del producto. Además de acreditar su venta o comercialización.
Similares consideraciones pueden realizarse de otras figuras en las que considera al requerir su venta pública717. Lo desvalorado por la norma
tampoco se menciona esa clase de peligro. V. gr., art. 313 a castiga al que es ya un peligro concretable y que se puede constatar. Sin embargo, hay
«careciendo de título profesional competente o de la autorización legal- que precisar que antes de la venta y del contacto directo con el compra-
mente exigible para el ejercicio profesional, ejerciere actos propios de la dor, el solo hecho de ponerlos a disposición del público genera esa pér-
respectiva profesión de médico-cirujano, dentista, químico farmacéutico, dida de dominio de los efectos del comportamiento718. No alcanza a pro-
bioquímico u otra de características análogas, relativa a la ciencia y arte de ducir un peligro concreto, pero sí una situación de indomabilidad que
precaver y curar enfermedades del cuerpo humano, aunque sea a título
gratuito». Del ejercicio de actos propios de tales profesiones se deduce el
contacto con bienes individuales concretos. Al igual que la conducta del
núm. 3 de dicho artículo, al referirse a quien realiza diagnósticos, prescri- 717. De este modo, MENDOZA BUERGO, Límites, pgs. 45-47. Señala que es fre-
biere tratamientos o llevare a cabo operaciones o intervenciones curativas. cuente que se dé un contacto entre el producto y el consumidor, por eso
Sin embargo, no se puede decir lo mismo del comportamiento descrito en habla de una «idoneidad concreta» muy semejante al peligro concreto.
sus núms. 1 y 2. Se refiere tanto al que se atribuye semejantes calidades, Agrega que la situación es idéntica al peligro concreto si se prueba la no-
como al que ofrezca tales servicios públicamente (También aquel que pres- cividad el producto y el respectivo contacto. Declara que no es posible ha-
ta su nombre para amparar el ejercicio de funciones de ese tipo). En ambas cer iguales declaraciones respecto de delitos eri los que la conducta no «su-
conductas no se visualizan aún contactos directos con bienes individuales, ponga por sí misma» tal contacto.
pero ello no quita que baste cualquier atribución u ofrecimiento público. 718. Similares consideraciones pueden hacerse respecto de otros delitos que
Incluso hay autores que destacan esta exigencia implícita de puesta en pe- impliquen responsabilidad por producto. En este sentido, especialmente la
ligro concreta respecto de bienes jurídico-penales colectivos. V. gr., ROXIN, doctrina española y alemana. V. gr., CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pg.
Strafrecht, pg. 360 (§11/136). 259; GARCÍA CAVERO, La responsabilidad, pg. 89. En Alemania, disposiciones
716. Conductas semejantes se castigan en el §314 del StGB alemán y en el art. como las del §326 (manipulación ilegal de residuos o deshechos peligro-
365 del CP español. sos) se prestan para estas elaboraciones.

252 253
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto

escapa al control del agente. Ello se produce con el envenenamiento o sunción de Derecho. Quizás la impugnación de ambas (presunción
adulteración en alto nivel o grado de grandes cantidades de agua o con «o» teoría del peligro abstracto y teoría del peligro general) radique
graves adulteraciones o deterioros en comestibles que salen al mercado en que ellas llegan a un mismo resultado: el posible castigo de com-
o se distribuyen. Por la cercanía de la distribución con la venta el legis- portamientos carentes en concreto de todo peligro723, es decir, el
lador iguala ambas conductas, aplicándoles la misma pena. castigo por su sola realización. Esto explica que la teoría del peligro
La determinación del peligro abstracto no sólo pasa por estas general luego se haya «generalizado» como otra fórmula o funda-
dificultades típicas, sino también por la amplitud de los tipos pena- mento del peligro abstracto724. En este sentido, es usual fundamentar
les que se califican de ese modo, pues no parecen vincularse con bie- los delitos de peligro abstracto en una peligrosidad general o esta-
nes jurídico-penales específicos719. En general, el peligro abstracto se dística del comportamiento típico.
rechaza como forma de resultado. Se entiende que, a lo más, se re-
mite a una característica del comportamiento 720 . Sus nociones más 1. TESIS TRADICIONALES
tradicionales lo reducen a un mero motivo de incriminación (ratio le-
gis). De hecho, esta clase de delitos se presenta como forma legisla- A partir de consideraciones como la de BINDING, se reconduce la
tiva que permite el castigo de conductas que se suponen peligrosas, idea de peligro abstracto a una mera presunción de resultado, en la
pues generalmente producen consecuencias dañinas para bienes ju- que basta la realización de la conducta típica. Pero ni siquiera es cla-
rídico-penales. Los delitos así configurados se suelen fundar en una ro qué es lo que se presume: la peligrosidad de la conducta, el resul-
presunción de Derecho o en la sola peligrosidad general del com- tado de peligro o el de lesión725. Tampoco existe acuerdo acerca de la
portamiento típico. Aunque ambas ideas estén relacionadas, ellas se clase de presunción de que se trata (de Derecho o simplemente le-
han presentado como argumentos o teorías diferentes. Así lo enseña gal). En principio, se establece como una presunción iure et de iure
BINDING721, cuando presenta distintos puntos de vista frente a la se- del peligro726. Esta es la visión más tradicional de esta clase de deli-
paración entre tentativa de lesión y puesta en peligro consumada. Si
bien admitía esta relación y rechazaba los dos argumentos722, enten-
día que la «teoría del peligro abstracto» se basaba sólo en una pre- 723. Ibíd., pgs. 380 y 399, nota 4. «Aufganz anderem Wege gelangt die dritte Theo-
rie zwar nicht zu dem wissenschaftlich, aber zu dem praktisch gleichen Ergebniss,
dass ecltte Gefdhrdungsverbrechen die Gefahr tatsachlich fehlen kónne».
719. Incluso se duda que los delitos de peligro abstracto se vinculen si quiera 724. Ver infra capítulo quinto, I y II.
con algún bien jurídico-penal o, simplemente, tienen una relación lejana 725. La duda acerca de la presunción de la peligrosidad de la conducta o del re-
con él (peligrosidad). Ello, sobre todo, si se conciben en base a presuncio- sultado de peligro se favorece por la confusión terminológica esgrimida
nes o como meros tipos de desobediencia o tipos formales. entre peligro y peligrosidad. Pero también se discute si la referencia es al
peligro o a la lesión, Ver MÉNDEZ RODRÍGUEZ, LOS delitos, pgs. 135 y 184. Se
720. Así, específicamente tesis que lo conciben como peligrosidad concreta del
comportamiento o concreta tendencia o aptitud para afectar bienes jurídi- verá que se presume ella misma peligrosidad de la conducta más que el re-
co-penales. sultado. Así parece que lo hace BINDING, Die Normen, vol. I, pgs. 380-382
721. BINDING, Die Normen, vol. I, pgs. 376-384. A pesar de este reconocimiento, (Ver nota 26), cuando afirma que el legislador «stelle eine praesumptio juris
se verá que su concepción de los delitos de puesta en peligro no se identi- et de jure für die Gefahrlichkeit der Handlungsweise auf: diese sei nicht konkret,
fica exclusivamente con la puesta en peligro concreto. Asimismo, la sola sondern "abstrakt gefahrlich"». Si bien señala que esta teoría ni siquiera se
referencia a los delitos de puesta en peligro (Gefá'hrdungsdelikte), que dis- plantea si la presunción se ha de referir a la peligrosidad de la acción o a
tingue de los delitos de mera desobediencia (Ungehorsamdelikte), no impli- la puesta en peligro consumada.
ca que considere aquéllos sólo como puestas en peligro concreto y que 726. De allí que se prefiera hablar de delitos de «peligro presunto» o «peligro
identifique éstos con peligros abstractos. presuntivo», sobre todo en la doctrina italiana. Ver ANTOLISEI, Manuale, pg.
266; BETTIOL, Derecho penal, pgs. 264, 265; MANZINI, Trattato, 1933, pg. 555;
722. También rechaza la teoría de la peligrosidad general -como ratio legis- que
RODRÍGUEZ MOURULLO, Derecho penal, pgs. 279 y 280; el mismo, La omisión,
permite el castigo por la pertenencia de la conducta al grupo de compor-
pgs. 169 y 170; QUINTERO OLIVARES, Manual, pgs. 333 y 334.
tamientos catalogados de peligrosos.

254 255
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto

tos. De hecho, en nuestro país su conservación ha suscitado su re- que su debida impunidad no es del todo satisfactoria710. Cita casos
chazo dentro del orden penal por inconstitucional. BUSTOS RAMÍREZ como el ele quien dispara en una cama vacía, de la que la «víctima»
y POLITOFF727 se muestran contrarios a la introducción y conservación se acaba de levantar o quien lo hace al corazón de un sujeto que lle-
de estos delitos por contradecir garantías y principios constituciona- va un chaleco antibalas. Aun cuando sostiene que no es posible con-
les básicos, sobre todo, el principio procesal de presunción de ino- figurar una tentativa de homicidio si «se introduce un factor de ries-
cencia. Destacan que este fundamento se ha introducido por medio go que va más allá de lo que sería lícito dentro de las relaciones
de interpretaciones jurisprudenciales 728 , pues no aparece en la ley. sociales», asocia el reconocimiento de este factor con un bien parti-
Cabe recordar que BUSTOS RAMÍREZ critica la necesidad de recurrir a cular -la «seguridad ciudadana»- respecto del que propone la crea-
esta técnica legislativa para proteger bienes jurídico-penales colecti- ción de ese delito especial. Habla de «afectar» este bien jurídico con-
vos72', por entender que el hecho de que ellos sean complementarios creto, a modo de bien «institucional», referido a otros bienes
de bienes jurídico-penales individuales, no significa que los delitos jurídico-penales «concretos»73'.
se configuren para proteger estos últimos. Afirma que eso sí sucede ETCHEBERRY7,2 concibe también los delitos de peligro abstracto
en los delitos de peligro abstracto, pues el tipo se pone en relación
como una presunción de peligro del bien jurídico-penal, en la que
con bienes individuales. Considera que no habría necesidad de re-
basta la realización formal del tipo™. Es destacable su intento de cla-
currir a esos delitos respecto de bienes jurídico-penales colectivos si
sificar las diversas figuras de peligro abstracto en varias categorías
ellos se caracterizan debidamente (determinan), al permitir la cons-
bajo una idea común, básicamente, la de seguridad. Los agrupa en
trucción de tipos de lesión o de peligro concreto. Sin embargo, en
los delitos contra la seguridad. No sólo incluye hipótesis que aten-
otra oportunidad propone la creación de un «delito particular» res-
tan contra el orden y la seguridad pública, sino también el incendio
pecto de situaciones de tentativa inidónea o delito imposible en las
y los estragos. Aquí tienen relevancia algunas apreciaciones que re-
aliza respecto del delito de incendio. A pesar de reconocer que exis-
te discusión sobre su calificación, lo considera un delito de peligro
abstracto. Si bien habla del medio del que se presume el peligro734,
727. BUSTOS RAMÍREZ y POLITOFF LIFSCHITZ, «LOS delitos de peligro», pgs. 38-41. entiende que es más que una mera presunción, pues no basta con
Asimismo, BUSTOS RAMÍREZ, Obras, t. I, pgs. 800 y 873; el mismo, Obras, t.
II, pgs. 309-311 (también «Los delitos de peligro», en Control social, pgs.
327-329); Manual, pgs. 264 y 265; POLITOFF LIFSCHITZ, Derecho penal, pgs.
234-236. BUSTOS RAMÍREZ, Obras, 1.1, pgs. 140 y 141 («Política criminal e in-
juso», pg. 176), considera que ni siquiera se puede hablar de des valor de
acción, menos de desvalor de resultado. Parece entender que se presume 730. BUSTOS RAMÍREZ, Juan, «Castigo o impunidad de la tentativa inidónea: un
la misma peligrosidad de la conducta, aun cuando aluda a una presunción falso dilema», en Estudios en honor del profesor Octavio Pérez-Vitoria, Bosch,
del peligro. Afirma que lo que se presume es la «base misma» del delito, Barcelona, 1983, t. I, pgs. 99-101.
su injusto. El mismo, «Los delitos», pg. 329. Así se han calificado hipótesis 731. En este sentido, la tutela de ese bien particular (seguridad) se considera
clásicas de peligro abstracto, como la conducción en estado de ebriedad. una forma de tutela previa respecto de tales bienes concretos.
Ver VILLALOBOS RÍOS, Sergio, FIGUEROA ASTE, Renzo y MAGGIOLO CARO, Juan 732. ETCHEBERRY, Derecho penal. Parte general, 1.1, pg. 227; el mismo, «El objeto»,
Carlos, Conducción bajo la influencia del alcohol y estado de ebriedad, ConoSur, pgs. 60 y 61; El derecho penal en la jurisprudencia. Sentencias 1875-1966, Edi-
Santiago, 1999, pgs. 39-42. Aunque muestran cierta confusión jurispru- torial Jurídica de Chile, Santiago, 1987, t. I, pg. 148.
dencial a la hora de concebir estos delitos. Por una parte, se califican de de- 733. Aunque no señala de qué presunción se trata, de sus términos se puede in-
litos formales y, por otra, se conciben como tipos de peligro (¿formales o ferir que apunta a una presunción de Derecho.
de mera actividad?). 734. En general, cuando trata los delitos contra la seguridad vuelve a definir los
728. MÉNDEZ RODRÍGUEZ, LOS delitos, pg. 138, precisa que la labor jurisprudencial delitos de peligro abstracto como una presunción por el medio empleado.
consagra definitivamente estos delitos como tipos formales. ETCHEBERRY, Alfredo, Derecho penal. Parte especial, Editorial Jurídica de Chi-
729. BUSTOS RAMÍREZ, Obras, t. II, pgs. 191 y 192 (también, «Los bienes», pg. 198). le, 3a ed., Santiago, 1998, t. IV, pgs. 262-340.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto

que se aplique fuego a algún objeto -aunque sea ajeno- 7 ". En este que la falta de peligro implica la no punición de una conducta7'8. Vin-
sentido, precisa los términos utilizados por el legislador nacional y culan además el fin del legislador penal con la impunidad del auto-
advierte de la aplicación de doctrinas extranjeras a otras realidades. consumo, como autolesión. Señalan que el consumo individual no es
Señala que nuestra ley habla de «incendiar» y no de «pegar» o «po- relevante sin un daño social, que basan -como R O X I N P - en la «posi-
ner» fuego7"1. Más que esta separación de expresiones, lo relevante es bilidad real que, de ese uso determinado, pudiera seguirse la difu-
la explicación que brinda a semejante vocablo. Entiende que «incen- sión incontrolable de sustancias que pongan en peligro la salud y la
diar» no exige cualquier fuego, sino que se ha de tratar de un «fue- libertad de los demás».
go ingobernable». De modo que la sola destrucción de un objeto por Por lo que para determinar el tráfico punible no basta la mera
medio del fuego es insuficiente. ejecución del comportamiento típico, sino que aquél ha de suponer
A pesar de que POLITOFF se muestra partidario de esta noción un riesgo o capacidad de «difusión incontrolada» de las drogas
clásica, se destaca el tratamiento que confiere -junto a MATUS 737 - a prohibidas. ¿Reconocer la existencia de un «peligro real» y no pre-
otro de los supuestos característicos de peligro abstracto, el tráfico sunto para bienes jurídico-penales implica afirmar su puesta en pe-
ilícito de drogas y sustancias estupefacientes. En este caso, ambos ligro concreto? Este interrogante se plantea a lo largo de todo el de-
autores dejan claro que la presunción de la base de lo injusto (su «an- sarrollo dogmático de estos delitos, pues sus distintas acepciones se
tijuridicidad material»), se refiere a una determinada noción de es- asocian a los cuestionamientos de legitimidad que enfrentan. Dudas
tos delitos que no tiene por qué conservarse. Admiten que presumir que surgen al pretender castigar penalmente conductas sin afectar
de Derecho la peligrosidad del comportamiento y prescindir de la bienes jurídico-penales, es decir, de simples desobediencias. Este
«realidad del peligro», implica la transformación de estos tipos en cuestionamiento tiene especial relevancia en aquellas propuestas
delitos de mera desobediencia o ilícitos formales. Si bien esta funda- que -como ésta- proclaman un estado desvalorado diverso de la
mentación no es la única que lleva a semejante consecuencia o iden- conducta y que no calza con las formas tradicionales de perturba-
tificación, cabe subrayar que esta coincidencia se produce por la ción penal (lesión y peligro concreto de bienes individuales). Así,
aplicación de pena aunque no exista peligro alguno. Esta compren- ellos se configuran como delitos de «peligro abstracto», pero no co-
sión de los delitos de peligro abstracto permite su confusión con de- mo presunción de Derecho.
litos formales, en cuanto falte todo estado desvalorado por la norma
Por otro lado, el hecho de que conductas como el incendio, el
penal. Pero ellos no tienen relación con los delitos de mera actividad,
tráfico ilícito de drogas o la conducción en estado de ebriedad o ba-
pues la destrucción de un objeto de acción es independiente de la
perturbación de algún bien jurídico-penal. Estos autores entienden jo los efectos del alcohol o las drogas sean típicos ejemplos de deli-
tos de peligro abstracto ha llevado a vincular éstos con comporta-
mientos generalmente peligrosos, como motivo de punición740. De
este modo, sería suficiente la valoración del legislador y el juez se li-

735. En ese caso serían suficientes los delitos contra el patrimonio (daño). 738. Así lo hacen citando a CRAMER (CRAMER, Peter, «Comentarios previos
736. Por ejemplo, el CP español utiliza expresiones como: «provocaren un in- §306/3''», en A. SCHÓNCKE y H. SCHRÓDER, Strafgesetzbuch. Kommentar, 25''
cendio» (art. 351) o «prendiere fuego» (art. 354), pero también habla de ed., Munich, 1997).
«incendiario», en el incendio de bienes propios (art. 357) y de «incendiaren 739. ROXIN, Strafrecht, pg. 18, justifica el sanción penal por la venta de drogas,
montes...» (art. 352), que son las hipótesis que aquí interesan. Aun así, la no sólo por el peligro para consumidores irresponsables, sino especial-
dogmática española no entiende satisfecho el delito de incendio con la so- mente por la «incontrolabilidad» de su difusión («ivirá durch die andernfalls
la la destrucción de objetos por la mera aplicación de fuego. Ver MORENO eintretende Unkontrollierbarkeit ihrer Verbreitung»).
ALC AZAR, El concepto, pgs. 468 y ss. 740. Así, la concepción mayoritaria de los delitos de peligro abstracto, sobre to-
737. POLITOFF LIFSCHITZ y MATUS ACUÑA, «Objeto jurídico», pgs. 17-19 y 44-47. do en el ámbito alemán. V. $r., BELING, Ernst V., Die Lehre vom Verbrechen,

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto

irritaría a constatar la realización de una conducta formalmente típi- 2. PRINCIPALES DIFICULTADES


ca. Basta con determinar que ella pertenece a una clase de compor- En general, tipos que carecen de todo resultado se explican a
tamientos que se catalogan de peligrosos741. No es necesario acredi- través de esta forma legislativa. Así -junto con comportamientos ge-
tar un resultado de lesión o de peligro, ni siquiera la peligrosidad neralmente peligrosos-, también es usual citar como expresiones de
misma de la conducta. La labor del juez se conforma con verificar peligro abstracto supuestos que se configuran como meras desobe-
que ella reviste caracteres de peligrosidad general, porque pertenece diencias o infracciones formales742. Nuestro legislador también con-
a una clase de comportamientos considerados peligrosos por el le- templa figuras que obedecen a este esquema formalista. Una de ellas
gislador. Si esta fundamentación exime de la prueba de una peligro- es la que contempla el artículo 226 del Código Penal (párrafo 4°, Tí-
sidad concreta, entendemos que esta noción se basa también en una tulo V). Esta disposición establece el castigo de determinados fun-
presunción (de la peligrosidad concreta). La legitimidad de estas cionarios judiciales por el solo hecho de no cumplir las órdenes le-
propuestas - y de las que posteriormente se formulen- depende bá- galmente impuestas por las autoridades superiores competentes.
sicamente de la noción de injusto penal que se sostenga. De modo Aunque reconoce amplios motivos o fundamentos para zafarse de la
que no habría problema si basta la peligrosidad general de la con- responsabilidad por tal incumplimiento 741 , igualmente se castiga al
ducta para fundar lo injusto. funcionario por ese solo hecho. En similar sentido, el artículo 496
núm. 1 sanciona como falta una especie de desobediencia subsidia-
ria o «bolsillo». Contempla la conducta de cualquiera que «faltare a
Tubinga, 1906 (reimp., Aalen, 1964), pg. 217; el mismo, Esquema de Derecho la obediencia debida a la autoridad dejando de cumplir las órdenes
penal. La doctrina del delito-tipo, trad. S. Soler, Depalma, Buenos Aires, 1944, particulares que ésta le diere, en todos aquellos casos en los que la
pg. 46. De igual modo en la doctrina más moderna, HASSEMER, Persona, pg. desobediencia no tenga señalada mayor pena por este Código o por
55; HASSEMER y MUÑOZ CONDE, La responsabilidad, pgs. 29 y 30; JESCHECK y
WEIGEND, Tratado, pgs. 283 y 284; MAURACH y ZIPF, Derecho penal, t. I, pgs.
leyes especiales». Asimismo, la punición general de actos preparato-
283 y 284; STRATENWERTH, Strafrecht, pg. 103. También, CUELLO CONTRERAS, rios tampoco presenta materialidad suficiente como para configurar
El Derecho penal español, pgs. 76-79, 522, 523 y 533; MIR PUICJ, Derecho penal, una conducta punible. Básicamente, porque su sanción penal reque-
pgs. 233, 234 y 354; CEREZO MIR, Curso, pg. 111; RODRÍGUEZ DEVESA y SE- riría de una conducta delictiva posterior para conformar un injusto
RRANO GÓMEZ, Derecho penal español, pgs. 427 y 428; LUZÓN PEÑA, Curso, pg. penalmente relevante744. Son muestra de estas hipótesis los artículos
314; el mismo, «Conducción», pg. 138. Sin embargo, podría decirse que 445 y 481 74 \ El primero castiga la fabricación, expendio o tenencia de
abre la posibilidad para otras nociones. Así -si bien se refiere al peligro sin
calificativo-, señala que la sola creación de una «situación peligrosa» no es
suficiente y si el agente adopta medidas adecuadas para contrarrestar el
peligro, pues «no puede decirse que haya peligro en sentido jurídico». Se
conserva esta idea de motivo incluso respecto de bienes personales que se 742. De allí que se hable de delitos de peligro abstracto no sólo como presun-
perturban por lesiones o peligros concretos. Ver ZUGALDÍA ESPINAR, José ciones de derecho, sino también como simples infracciones administrati-
Miguel, «Los delitos relativos a la prostitución como delitos de peligro abs- vas o de «policía». Ver MORALES PRATS, «La estructura», pgs. 487 y 488.
tracto contra la libertad sexual: consecuencias concúrsales para el proxe- 743. Además de admitir la posibilidad -o, más bien, deber- de no cumplir una
neta y el cliente», en J. LÓPEZ BARJA DE QUIROGA y J. M. ZUGALDÍA ESPINAR orden evidentemente contraria a la ley, permite incluso tal incumplimien-
(coords.), Dogmática y ley penal. Libro homenaje a Enrique Bacigalupo, Marcial to siempre que haya motivo fundado para dudar de la autenticidad de la
Pons, Barcelona, 2004, pgs. 1271 y 1272. orden.
741. Se castigarían comportamientos típica o generalmente peligrosos. Ver Ro- 744. Utilizando expresiones de JAKOBS, se trataría de una intolerable intromi-
XIN, Strafrecht, pgs. 281, 282, 355 y 356; COBO DEL ROSAL y VIVES ANTÓN, De- sión o injerencia en un ámbito privado. JAKOBS, «Criminalización», pgs.
recho penal, pgs. 327 (nota 38) y 328. En doctrina italiana, MARINUCCI y DOL- 309, 310, 298 y 313.
CINI, Corso, pgs. 548, 562 y ss. Pero también hablan de una peligrosidad 745. Sin perjuicio de que la sanción de actos preparatorios sea más notorio si se
concreta («reati di pericolo solo aparentemente astratto»), aunque el peligro no presenta respecto de delitos que son en sí mismos discutibles. V. gr., art.
sea un elemento expreso del tipo -como en el incendio-. 181 del CP contempla la falsificación de punzones, cuños o cuadrados

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto

llaves falsas, ganzúas u otros instrumentos «destinados conocida- mientos que no produzcan resultado alguno o que ni siquiera sean
mente para efectuar el delito de robo y no diere descargo suficiente» objetivamente peligrosos permite entender el rechazo de estos deli-
acerca de ello. El segundo apunta a quien es «aprendido con bombas tos. La conexión de los delitos de peligro abstracto con semejantes
explosivas o preparativos conocidamente dispuestos para incendiar justificaciones y supuestos -incluso con los actos preparatorios, aun-
o causar alguno de los estragos...». Estas figuras no se distinguen de- que no se destaque expresamente- se debe, quizás, a una antigua
masiado del castigo basado en una presunción de Derecho, pues concepción de ellos como ilícitos menores que se completaban con la
basta la ejecución del supuesto descrito en el tipo sin que sea nece- sola infracción de ley. Así, algunos han entendido que la calificación
sario resultado penal alguno. En el hecho es posible aplicar penas sin de estos tipos como meras desobediencias se basa en la idea arrai-
que exista peligro alguno74'1. Sucede lo mismo con tipos que se basan gada de que dicha infracción constituía por sí misma un mal744. Se ha
en la peligrosidad general de un comportamiento. de advertir el posible retorno de estas ideas si la intervención penal
se despoja de fundamentos materiales, básicamente, si se mantiene
En todos estos casos se pueden llegar a castigar conductas ab- una noción formal de injusto penal. Por otro lado, también se ha de
solutamente inocuas. Quizás por eso los delitos de peligro abstracto tener cautela con tesis que pretenden limitar esta técnica o hacerla
se basen tradicionalmente en presunciones y cualidades generales compatible con principios y estructuras penales preestablecidas a
de peligro. De hecho, aunque ellos se sostengan como fundamentos cualquier costa. Así como es rechazable la creación artificial de bie-
diversos, llegan a las mismas consecuencias o conclusiones747. De nes jurídico-penales, también lo es crear nociones «legítimas» que
modo que ambos generan las mismas críticas. Por lo que ellas se di- -en el fondo- escondan otros conceptos. Esto se presenta en varias
rigen a esta concepción clásica (se base en uno u otro argumento), tesis que intentan su transformación o reconversión en delitos de pe-
pues pone en duda principios elementales del Derecho penal dentro ligro concreto7"0. El reconocimiento de esta técnica como deseable y
de un Estado democrático de Derecho748. El castigo de comporta- útil no debe llevar a introducir elementos ajenos a su noción para ha-
cerla compatible con principios y características penales fundamen-
«destinados a la fabricación de moneda; punzones, matrices, clisés, plan-
chas o cualesquiera otros objetos que sirvan para la fabricación de bonos,
acciones, obligaciones, cupones de intereses o de dividendos, o billetes de
banco cuya emisión haya sido autorizada por la ley; timbres, planchas o 749. BACTCALUPO ZAPATER, Enrique, «Problemas dogmáticos del delito de tráfi-
cualesquiera otros objetos destinados a la fabricación de papel sellado o es- co ilegal de drogas», en Estudios sobre la parte especial del Derecho penal, Akal,
tampillas...». r ed., Madrid, 1994, pgs. 474 y 475.
746. Ésta es la principal dificultad que han de sortear los delitos de peligro abs- 750. Aunque se verá que la deformación de este peligro es más evidente cuan-
tracto. do se le trata como lesión, tanto de bienes como de normas, ambas tesis
747. Así, mientras MATA Y MARTÍN, Bienes jurídicos, pg. 53, los identifica. MEN- implican una transformación. Así, se destaca la propuesta de lege ferenda
DOZA BUERGO, Límites, pgs. 77, 80 y 82, los separa como fundamentos dis- para el delito de conducción en estado de ebriedad o bajo la influencia de
tintos, pero reconoce que comparten conclusiones. Básicamente porque las drogas o del alcohol (antes de la modificación introducida por la Ley
también la teoría del peligro general establece «una relación de implican- 19.925 en enero de 2004) de ORMEÑO, Carmen y GRANADA, Jorge, «El ma-
cia necesaria entre la consideración de la peligrosidad como mera ratio de nejo en estado de ebriedad y las presunciones», en Escritos de Derecho Pe-
la incriminación, que no se integra como elemento expreso del tipo y la nal, Universidad Católica de Temuco. Escuela de Derecho (2003), pg. 56. Se for-
afirmación de que, por ello, ella misma no debe ser comprobada por el mulen partidarios de esta transformación (peligro concreto) y hablan
juez». En similar sentido, RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de peligro, pg. 238, luego de la lesión del bien jurídico-penal. Pero de todas formas hay algo
señala que «en muchos puntos, se implican mutuamente». más. Postulan una doble regulación: 1) una figura administrativa de mera
748. Pone en entredicho no sólo el principio de protección de bienes jurídico- infracción de tránsito y 2) una figura penal, cuando se lesiona un bien ju-
penales, el de culpabilidad y el de proporcionalidad, sino también impor- rídico. En general, la vinculación con la puesta en peligro concreto se hace
tantes principios procesales, como la presunción de inocencia y el /'// dubio respecto de bienes individuales. Ver MATA Y MARTÍN, Bienes jurídicos, pgs.
pro reo. Ver infra capítulo quinto, III.2. 81-85.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto

tales7". Independientemente de las diversas modalidades legislati- do, se trata de admitir una presunción inris tantum o simplemente
vas utilizadas, se propone aquí indagar (lege lata y legeferenda) sobre legal que implica una inversión de la carga de la prueba 7 ' 4 . Esta prue-
el peligro abstracto desde una perspectiva jurídico-valorativa. ba negativa (ausencia de peligro o de peligrosidad del comporta-
miento) tampoco se ve libre de críticas, principalmente por afectar el
principio in dubio pro reo y, en definitiva, el principio de culpabili-
II. EVOLUCIÓN DE LAS TESIS ACERCA DE LOS TIPOS dad 7 ''.
DE PELIGRO ABSTRACTO A partir del reconocimiento de esta clase de figuras típicas -que
incluyen algunos elementos de peligro- se ha pretendido salvar, con
Luego de las dificultades que presentaran las concepciones clá- diversos argumentos, los cuestionamientos constitucionales que en-
sicas de peligro abstracto, apareció una suerte de tipo intermedio, traña el presumir de Derecho la responsabilidad penal. De este mo-
entre el peligro concreto y el abstracto. Básicamente, su precisión se do han surgido las distintas construcciones doctrinales. Ellas aluden
debió a la inclusión de algunos elementos de peligro o peligrosidad a los delitos de peligro abstracto en general, aunque se les atribuyan
en la descripción típica, sin que por ello se exija la puesta en peligro otras nomenclaturas 7 ' 6 . Así, TORÍO LÓPEZ7'7 -que habla de «delitos de
concreto de bienes jurídico-penales. SCHRODER7'2 destacó una especie
de «combinación» entre elementos de peligro abstracto y de peligro
concreto. De ahí que se califiquen como «delitos de peligro abstrac-
to-concreto». En estos supuestos se prescinde de consideraciones del
caso en concreto para establecer la concurrencia del elemento de pe- 754. Muchas opiniones que parten de la concepción tradicional del peligro abs-
ligro. Señala que la decisión del juez se limita a constatar una peli- tracto como presunción de derecho pretenden salvar su reconocimiento
grosidad abstracta, pues ha de considerar elementos generales"'. No penal a través de la prueba negativa del peligro (inexistencia). Ver BERIS-
se trata de una peligrosidad general supuesta por el legislador, pero TAIN, «El resultado», pgs. 456, 459 y 460; el mismo, «El delito», pgs. 160-
162; QUINTERO OLIVARES, Gonzalo, Manual de Derecho penal. Parte general, F.
tampoco el juez ha de verificar una peligrosidad concreta -como MORALES PRATS y J. M. PRATS CANUT (colabs.), Aranzandi, 3'1 ed., Navarra,
posteriormente sostendrá alguna doctrina-. Sólo se admite la posi- 2002, pgs. 281 y 334. Así también propuestas que lo basan en la peligrosi-
bilidad de comprobar en concreto la ausencia de todo peligro. Su dad general de la clase de conductas, como MIR PUIG, Derecho penal, pg.
inexistencia implicaría la atipicidad del comportamiento. En el fon- 234.
755. Más detalle al examinar los problemas de legitimación en el siguiente
apartado.
756. BARBERO SANTOS, «Contribución», pg. 495.
757. TORÍO LÓPEZ, «Los delitos», pgs. 828, 831 y 838 y ss.; el mismo, «Naturale-
751. En este sentido, puede hacerse un símil con teorías causales, por la incor- za», pgs. 43 y 44. Además de extender esta interpretación a figuras que no
poración de correctivos normativos. De este modo, BUSTOS RAMÍREZ y Po- contemplen expresamente esos elementos de peligro, propone la prueba
LITOFF LIFSCHITZ, «Los delitos de peligro», pg. 42, señalan que toda teoría positiva de la peligrosidad de la conducta. Sigue la tesis de Gallas que ad-
que incorpore correctivos dentro de la causalidad «para fines del derecho» mite esta peligrosidad dentro del desvalor de acción y habla de «delitos de
es una «seudo teoría de la causalidad», toda teoría del peligro que pres- peligro posible». La dificultad de estas ideas está en requerir la aptitud pa-
cinda de consideraciones matemáticas y estadísticas -propias de la noción ra producir un peligro como un estadio previo al peligro concreto. Por eso
de probabilidad- es una «seudo teoría sobre el peligro». hablan de peligro del peligro. De este modo se comprende la crítica que
752. SCHRODER, «Die Gefáhrdungsdelikte», pgs. 17 y ss. Asimismo, BAUMANN, formula KAUFMANN a GALLAS, respecto de su fallo lógico. BUSTOS RAMÍREZ,
WEBER y MITSCH, Strafrecht, pgs. 120 y 121 (§ 8, 44); TIEDEMANN, Poder eco- Manual, pg. 265, critica la denominación de «delitos de peligro hipotético»
nómico, pg. 149; el mismo, Lecciones, pg. 182. de TORÍO LÓPEZ, en cuanto entiende que todo peligro es hipotético. Precisa
753. «Er hat sich vielmehr die Frage vorzulegen, ob Handlungen dieser Art allgemein que si lo que se quiere es señalar que se ha de acreditar determinada «con-
ais geeignet erscheinen, schadliche Erfolge hervorzurufen». SCHRODER, «Die misión» del bien jurídico-penal, basta con hablar de delitos de peligro con-
Gefáhrdungsdelikte», pg. 22. creto.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto

peligro h i p o t é t i c o » - se ha servido del reconocimiento d e estas figu- objeto protegido7"1. Así se evidencia en la conexión con multitud de
ras (que i n c o r p o r a n ciertos e l e m e n t o s d e a p t i t u d o peligrosidad) pa- bienes o con una generalidad como un todo, propio de los bienes ju-
ra afirmar la necesidad n o d e u n a p r u e b a en contra, sino d e u n a rídico-penales colectivos. Precisamente, la tutela penal de estos bie-
p r u e b a positiva d e la concreta peligrosidad del c o m p o r t a m i e n t o . De nes a través de los tipos de peligro abstracto se ha criticado por su
amplitud e inmaterialidad, que no permite su lesión. En este sentido
hecho, él m i s m o a d m i t e q u e las elaboraciones doctrinales actuales
se vio que alguna doctrina propone recurrir a un bien intermedio, re-
h a n i n t e n t a d o la «transformación d o g m á t i c a del g r u p o » d e los tipos
presentante o representativo. Esto no es muy diferente de la segunda
d e peligro abstracto™. acepción de peligro común que este autor describe y que se relaciona
Cabe destacar que SCHRÓDER7"' concibe dentro de los delitos de -como se dijo en su momento- con la calidad inmaterial del sustrato
peligro concreto aquellos que refiere al peligro común. Si bien realiza del bien colectivo. Así, GÓMEZ PAVÓN7*1' critica la denominación de de-
semejante inclusión con atención a la descripción típica de tales ele- litos de «peligro en general» y considera que se ha de preferir la de
mentos, las situaciones de peligro común -en los términos en los que «peligro general» o peligro común, al tratarse de un peligro para una
lo explica- no obedecen en realidad a puestas en peligro concreto de colectividad. Conecta esta clase de peligro directamente con bienes
bienes jurídico-penales. Del mismo modo en que se consideran figu- colectivos como bienes propios que se protegen en forma desvincula-
ras que incorporan elementos expresos de aptitud o peligrosidad co- da de bienes jurídico-penales individuales. Por este motivo, SCHRÓ-
mo tipos intermedios o, más tarde, como una precisión de los delitos DER expresa que el peligro concreto igualmente ha de reducirse a un
de peligro abstracto, ese «peligro común» («Gemeingefahr») no se pue- peligro individual y la noción de peligro común ha de reservarse só-
de representar como un estado de contacto o ingreso de un bien jurí- lo para la inundación, como peligro para un número grande e inde-
dico-penal determinado en el ámbito de riesgo de una conducta típi- terminado de personas7"2. Pero, ¿qué peligro propone reducir a las
ca peligrosa. De hecho, SCHRÓDER expresa que este peligro es un inundaciones, si el peligro común, según él, se satisface con el peligro
término ambiguo y que se ha tener cautela en su empleo (reducirlo). de un solo bien?
Pero señala que éste se puede entender, al menos, en dos sentidos: 1) No se ha de confundir la «realidad» del peligro con una puesta en
cuantitativamente, como una puesta en peligro de una multitud de peligro concreto. La separación entre peligro común y peligro abstrac-
objetos jurídicamente protegidos y 2) como puesta en peligro de la to se produce básicamente por la relación de éste con tipos de meras
«generalidad». En este último caso, la puesta en peligro de un único desobediencias o infracciones policiales. Se trata de la tradicional co-
objeto basta como motivo de punición, pues ese objeto sería repre- nexión del peligro abstracto con presunciones o con conductas regu-
sentante de aquella generalidad («dieses Objekt sei "Rep rusentan t" der larmente peligrosas, que en el caso concreto pueden no presentar peli-
Allgemeinheit gezvesen»). Señala como ejemplo delitos relativos a sus- gro alguno. En ellas el peligro sería solo motivo de su punición. Incluir
tancias explosivas, delitos relativos a la circulación y al transporte. De
este modo se han interpretado también los delitos de tráfico ilícito de
drogas o sustancias estupefacientes, característicos supuestos de peli-
gro abstracto. En realidad, el peligro común o general no se distingue
del peligro abstracto, particularmente respecto de la naturaleza del 760. Ambas clases de delito no dejan de vincularse. Así también en la doctrina
nacional, ETCHEBERRY, £/ derecho penal, t. I, pgs. 148 y 149; el mismo, El de-
recho penal en la jurisprudencia. Sentencias 1875-1966, Editorial Jurídica de
Chile, Santiago, 1987, t. III, pgs. 151 y 461.
761. GÓMEZ PAVÓN, El delito, pgs. 93 y 94. MERKEL, Derecho penal, pgs. 44 y 45,
758. TORIO LÓPEZ, «LOS delitos», pg. 827. DE LA CUESTA AGUADO, Causalidad, pgs. describe los delitos de peligro general en la forma en que suelen hacerse
15,120,121,134-141,145-147,180 y 225 y ss., habla del abandono de los de- los delitos de peligro abstracto. Habla de clases de acciones cuyas caracte-
litos de peligro abstracto por «nuevas figuras». MENDOZA BUERGO, Límites, rísticas generales representan cierto peligro. Expresa que esos delitos obe-
pgs. 23, 36 y 41, considera que lo más adecuado es hablar de delitos de pe- decen a la peligrosidad ordinaria de las conductas y a la gran dificultad
ligrosidad, pero mantiene la denominación tradicional argumentando para distinguir en forma segura y simétrica los tipos de peligro concreto
simplemente su arraigo o consolidación doctrinal. de los de mera desobediencia.
759. SCHRÓDER, «Die Gefáhrdungsdelikte», pgs. 23-25. 762. SCHRÓDER, «Die Gefáhrdungsdelikte», pg. 25.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto
situaciones que en el hecho puedan resultar inocuas ha llevado, desde con esta categoría y pretenden su recalificación. De esta segunda
BINDING, a identificar los delitos de peligro abstracto con aquellas infrac- manera-concibe la propuesta de SCHRÓDER y la de una serie de otros
ciones formales7"1. Quienes identifican el peligro común con un peligro
autores, pero - e n el fondo- también pretenden «cargar» material-
concreto han entendido que en supuestos como las inundaciones o los
incendios, siempre se da un peligro, que la ley supone. Sin embargo, es- mente estos tipos767. Ambas vías no se distinguen mayormente. Lo
tas figuras -particularmente el incendio- muestran que no siempre se cierto es que ante la imposibilidad de sustraerse de los delitos de pe-
presenta un «peligro real», por lo que se han vinculado también con fi- ligro abstracto (como técnica vigente y de lege ferenda), se prosiguió
guras de peligro abstracto. De hecho, varias opiniones rechazan la cata- la senda de restricción de su comprensión y aplicación, mediante di-
logación de los delitos de peligro común como tipos de peligro concreto versos fundamentos. En el fondo, la recalificación de estos tipos tam-
por semejantes dificultades7"4. Aunque no se les niega su carácter de de- bién se basa en el reconocimiento de cierto contenido material, sólo
lito, reconduciéndolos a meras infracciones de policía. ¿Qué sucede en- que además se los denomina diferente. Realmente, las diversas no-
tonces? Frente a estas situaciones es relevante observar que no siempre ciones que se mantienen de estos delitos se conectan con problemas
los delitos de peligro abstracto se han concebido en la misma forma. de legitimación. De allí el esfuerzo doctrinal por señalar argumentos
que los restrinjan o doten de cierto contenido material. Por este mo-
1. ¿ « A D I Ó S » A FUNDAMENTOS TRADICIONALES? tivo, MENDOZA BUERGO768 analiza los delitos de peligro abstracto con
atención a sus dificultades dogmáticas y de legitimación y los agru-
Frente a los problemas suscitados por la aplicación de los deli- pa según los distintos argumentos que se han dado para solucionar
tos de peligro abstracto, la doctrina los rechaza o se preocupa por su tales conflictos. Así, separa modelos o sistemas de solución de acuer-
fundamentación material. En este sentido, MÉNDEZ RODRÍGUEZ765 se- do con los principales postulados dogmáticos.
ñala que hay dos caminos. El primero lo representan aquellas doc-
Cabe destacar desde ya que muchos de los intentos por explicar
trinas que pretenden dotar estos delitos de cierto contenido mate-
o justificar estos tipos no logran zafarse de las conclusiones obteni-
rial766. La segunda vía se refleja en tesis que se muestran insatisfechas
das por sus postulados más tradicionales (presunción de Derecho y
peligrosidad general). Diversas teorías -con variados fundamentos-
llegan a las mismas consecuencias: básicamente, la posibilidad de
763. Justamente por esta inclusión de comportamientos carentes, en el hecho, sancionar penalmente conductas en el hecho absolutamente inofen-
de todo peligro, VON HIPPEL, Deutsches Strafrecht, pgs. 101 y 102 destaca- sivas. En su mayoría son tesis que se conforman con la «peligrosidad
ba la tendencia de la «nueva literatura» de concebir como infracciones de general» del comportamiento típico769. Así, aquellas que asimilan el
policía los delitos de puesta en peligro abstracto o general y cita de ejem- peligro abstracto con la imprudencia, sea a través de una infracción
plo la conducción a exceso de velocidad (aun cuando precisa que tales
infracciones no tienen un sentido fijo. Ibíd., pgs. 103 y ss.). De allí la opo-
sición del peligro abstracto con el peligro «común» que requeriría la pre-
sencia en concreto de un peligro efectivo. Pero ¿significa eso un peligro
concreto en los términos establecidos? 767. Así, comienza con propuestas italianas sobre la verificación ex ante de la
764. Así, RODRÍGUEZ DEVESA y SERRANO GÓMEZ, Derecho penal español, pg. 428, ci- peligrosidad del comportamiento, conservando los delitos de peligro abs-
ta al delito de incendio como ejemplo de delitos de peligro común. Expre- tracto en sentido estricto (presunción iuris et de ture). Ibíd. pgs. 176-207.
sa que el que el peligro sea motivo de punición no basta para que sean re- 768. MENDOZA BUERGO, Límites, pgs. 89-335. En este sentido, también WOHLERS,
almente tipos de peligro. Y considera que los delitos de peligro sólo Deliktstypen, pg. 299, destaca la necesidad de legitimar estos delitos y, ai
pueden ser de peligro concreto. mismo tiempo, resaltar su heterogeneidad estructural, que le lleva a pro-
765. MÉNDEZ RODRÍGUEZ, LOS delitos, pgs. 167 y 168. poner un estudio particularizado de cada tipo (pgs. 306 y ss.).
766. De este modo, agrupa posturas que exigen la prueba del peligro -más bien 769. Compartimos la afirmación de RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de peligro, pg.
de la efectiva peligrosidad de la acción- y aquellas que presentan «tipos 241, en cuanto a que esta teoría está en la base de muchas de las tesis que
"cargados"». Ibíd., pgs. 168-175. elaboran modelos correctivos del peligro abstracto.

268 269
r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto

objetiva 770 y / o subjetiva 771 del d e b e r d e c u i d a d o . La e q u i p a r a c i ó n d e incluso la p r o p u e s t a d e KINDHÁUSER q u i z á s n o distinga m u c h o sus


estas tesis con u n a peligrosidad general se p r o d u c e s i e m p r e y cuan- r e s u l t a d o s d e aquéllas q u e r e c o n d u c e n estos tipos a infracciones del
d o la sola infracción del deber d e c u i d a d o s u p o n g a ya la peligrosi- c u i d a d o d e b i d o . La p r e t e n d i d a solución d e los delitos d e peligro
d a d y la consecuente s u p e r a c i ó n del nivel d e riesgo p e r m i t i d o . Es abstracto a través d e la lesión d e u n bien jurídico-penal a m p l i a d o
decir, si la realización del c o m p o r t a m i e n t o descrito p o r el tipo im- t a m p o c o es original ni m o d e r n a . BINDING 775 - a u n q u e critica la teoría
plica ya la asunción del riesgo p e n a l m e n t e relevante. del peligro abstracto c o m o p r e s u n c i ó n d e D e r e c h o - a d m i t e d o s p o -
sibilidades p a r a la protección d e situaciones distintas del peligro
En general, se b u s c a n s u p e r a r c u e s t i o n a m i e n t o s a través d e concreto (a m o d o d e p u e s t a s en peligro «condicionadas»: «bedingten
c o m p o r t a m i e n t o s peligrosos o « i m p r u d e n t e s » , cuya peligrosidad o Gefáhrdungen»). U n a d e ellas es la ampliación del objeto d e tutela p o r
infracción del c u i d a d o d e b i d o se s u p o n e d e su m e r a ejecución 772 . Así el legislador. A d m i t e q u e esto implica la transformación del delito d e
ocurre (se hable d e « i m p r u d e n c i a s sin resultado» o d e «tentativas p u e s t a en peligro en u n tipo d e lesión77'1. Reconoce q u e esta transfor-
i m p r u d e n t e s » ) , sobre todo, si lo injusto p e n a l se conforma sólo con m a c i ó n n o i m p i d e q u e se llegue a lo m i s m o : el castigo d e comporta-
u n desvalor subjetivo d e acción 773 . La situación n o cambia en p o s t u - m i e n t o s ni siquiera peligrosos 777 . S i m p l e m e n t e , parece buscarse u n a
lados q u e c o n s t r u y e n estos delitos c o m o tipos d e lesión del bien ju- justificación p a r a el castigo d e c o n d u c t a s por su sola realización.
rídico-penal colectivo, si la realización del c o m p o r t a m i e n t o implica
tal lesión. De esta forma, c o m p r e n d e m o s q u e ROXIN 774 considere q u e En semejante sentido CARRARA77S admitió un daño efectivo respec-
to de bienes configurados de modo colectivo. Así lo sostiene para deli-
tos contra la seguridad pública (delitos políticos propios o directos).
Aunque se refería a una lesión del Estado como perjuicio de un «dere-
770. BREHM, Wolfgang, Zur Dogmatik des abstrakten Gefahrdungsdelikt, J. C. B. Mohr cho universal» o «derecho abstracto» en el que todos tienen interés77',
(Paul Siebeck), Tubinga, 1973, pgs. 89 y ss.; RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de
peligro, pgs. 128,135-137, 221, 287, 297, 298 y 304 y ss. Asimismo, ROXIN, Stra-
frecht, pg. 357, aunque alaba la propuesta de FRISCH acerca de los delitos de
aptitud, considera que la introducción de «imprudencias sin resultado» es la 775. BINDINCJ, Die Normen, vol. I, pgs. 390-397. Esto sucede incluso en tesis que
idea más convincente. También en nuestro país GROETAERS GAETE, Delitos de postulan un particular desvalor de resultado.
peligro abstracto, pgs. 78 y 82-86, introduce este deber para integrar el conte- 776. También reconoce la posibilidad de que junto con la lesión de este bien am-
nido del desvalor de acción en estos delitos. Si bien no menciona expresa- pliado se ponga en peligro uno individual, concreto. Así, se pone en el ca-
mente su carácter objetivo o subjetivo, se entiende que lo hace en el primer so de un peligro para la seguridad de la existencia de un barco individual
sentido al rechazar la identificación de ambos tipos en un plano subjetivo. junto con la lesión de la «seguridad de tránsito» y de la confianza justifi-
Ello a pesar de que elimine el principio de lesividad de la teoría del delito. cada de que no existan peligros («Nicht sowohl die Daseinsgewissheit des ein-
771. Así, SCHÜNEMANN, «Moderne», pg. 798. zelnen Schiffes oder Zuges wird in Frage gezogen, somit gefáhrdet. Die Siclierheit
772. En este modo compartimos la declaración de JAKOBS, La ciencia, pg. 22, des Verkehrs und das berechtigte Vertrauen zu seiner Gafahrsfreiheit wird durch
acerca de la urgente necesidad de desarrollo de los delitos de peligro abs- Bereitung von Hindernissen aufder Fahrbahn oder im Fahnoasser verletzt»). Es-
tracto, a menos que se quiera reducir los delitos imprudentes de resultado te caso sería semejante al «bien intermedio», como técnica legislativa. Ver
a un nombre para esos delitos, en los que exista un resultado como condi- MENDOZA BUERGO, Límites, pg. 55.
ción objetiva de punibilidad. 777. Si bien es cierto que los tipos de peligro abstracto no requieren la prueba
773. Aunque se vio que ni siquiera los subjetivistas mantienen esta noción y re- de una puesta en peligro concreto de algún'bien individual, ello no quiere
conocen, al menos, peligrosidad general. Crítica frente a la noción de in- decir que baste la sola realización de tipo. Así, se verá que ni siquiera BIN-
justo que se ha de mantener respecto de los delitos de peligro es la opinión DING se desvincula de un particular efecto para estos tipos -no como pre-
de HERZOC;, «Límites», pg. 325. Señala que «habría que promover que el sunciones-, sobre todo cuando los conecta con el «peligro común» (Ge-
Derecho penal de riesgo encuentre sus límites allí donde el fundamento meingefahr).
del injusto no sea sólo la subjetivación propia de la lesión de un deber, por- 778. Asimismo, CARRARA, Programa, pgs. 121-123, 259 y 260 (§§156-160, 373 y 374).
que una referencia al injusto de resultado no da para más». 779. Como «derecho de que sea respetado aquello en lo cual todos tienen inte-
774. ROXIN, Strafrecht, pg. 358. rés».

270 271
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto

lo concibe como un daño inmediato efectivo para ese «derecho abs- t a d o (jurídico) d e lesión en t o d o delito. De m o d o q u e siempre se ha
tracto». Pero también reconoce que este daño puede ser mediato, pues d e i m p u t a r u n a lesión ex post del bien p r o t e g i d o - a d e m á s d e u n «pe-
sólo muy pocos individuos lo sienten o, quizás, ninguno. Igualmente ligro objetivo idóneo» ex ante7*6-. Ya n o considera válido m a n t e n e r la
entiende que repercute -incluso materialmente- en todos los «asocia- distinción entre delitos d e lesión y d e peligro. Lo q u e s u c e d e es q u e
dos» por la violación del derecho que a todos corresponde. La sufi- en los delitos d e peligro se lesiona ex post u n bien colectivo y en los
ciencia de esta lesión es más notoria cuando se refiere a los delitos po-
delitos d e lesión u n o d e carácter individual 7 8 7 . Así, sostiene u n con-
líticos indirectos7*". Señala que en ellos no es necesario un daño efectivo
y que «el daño universal encuentra su efectividad en la simple ofensa cepto u n i t a r i o d e delitos d e peligro, c o m o delitos d e lesión d e bienes
del derecho atacado, cuando ésta es perfecta en sus condiciones espe- colectivos. Sin e m b a r g o , reconoce u n r e s u l t a d o d e peligro d e s d e u n a
ciales»7"'. El problema es entender que el daño o perturbación se pro- perspectiva material e n los tipos d e peligro concreto respecto d e bie-
duce con la sola ofensa del derecho, como infracción de ley o, mejor di- nes jurídico-penales individuales. Ello se d e b e a la confusión entre
cho, con la realización de la conducta típica. aspectos físicos q u e se integran en el tipo (efecto típico) y jurídico-
valorativos (afectación d e bienes jurídico-penales).
También h o y se f u n d a m e n t a n d e ese m o d o los delitos d e peli-
gro abstracto 7 " 2 . Si bien es rescatable la separación q u e a l g u n o s a u t o - A u n q u e m u c h a s tesis n o parecen a p o r t a r a r g u m e n t o s n u e v o s
res realizan entre d a ñ o material y d a ñ o jurídico™3, m u c h o s conside- respecto d e las clásicas, p u e d e n observarse ciertas formas d e peligro
ran q u e basta la ejecución del tipo p a r a e n t e n d e r q u e se lesiona el m á s allá d e constataciones formales. Así, CORCOY d e b e separar tres
bien tutelado. D e esta m a n e r a , CORCOY 784 p r e t e n d e salvar p r o p u e s t a s m o d a l i d a d e s d e r e s u l t a d o . C u a n d o a l u d e al r e s u l t a d o d e p u e s t a e n
formales a través d e u n a concepción global d e los delitos d e peligro peligro concreto p a r a bienes individuales, se refiere a la descripción
con base en la a u t o n o m í a del bien jurídico-penal colectivo y en u n a conjunta d e diversos m o d o s d e afectación d e varios bienes. Expresa
m i s m a estructura d e delito 78 '. C o m p r e n d e q u e se d e b e d a r u n resul- q u e existe u n «plus d e antijuridicidad y lesividad» frente a la lesión
del b i e n colectivo y cita el caso d e la c o n d u c c i ó n temeraria 788 . Se tra-
ta del r e s u l t a d o d e peligro concreto, a u n q u e lo describa c o m o tenta-
780. V. gr., delitos contra la justicia, contra la tranquilidad pública, la fe públi- tiva i m p r u d e n t e d e lesión d e u n bien individual 7 8 4 . De esta forma,
ca, la salud pública, etcétera. habla d e u n s e g u n d o juicio d e i m p u t a c i ó n q u e se a ñ a d e a la i m p u -
781. Precisa que su idea de derecho universal no la refiere al Estado, sino al con-
tación d e la lesión del bien jurídico-penal colectivo 790 . Sin e m b a r g o ,
junto de sus «asociados», con atención a sus intereses y derechos comunes.
782. Ver SOLER, Derecho penal, pgs. 281 y 282. Aunque hablaba de «idoneidad ge- reconoce q u e la legislación p e n a l h a r e g u l a d o m o d a l i d a d e s distintas
nérica», cuando vincula esta técnica con los bienes colectivos, sólo acepta d e r e s u l t a d o d e peligro, tanto p a r a bienes i n d i v i d u a l e s c o m o p a r a
la posibilidad de lesionar dichos bienes.
783. Así, en los delitos contra el medio ambiente, MANSO PORTO, «La consuma-
ción», pgs. 451 y 457-461, no identifica destrucción del bien jurídico-penal
con destrucción física-material. Habla de lesión en términos jurídicos: co- 786. Aunque incluso habla de una lesión ex ante de los bienes jurídico-penales
mo lesión de las condiciones de seguridad o de la pretensión de validez colectivos.
del bien jurídico. Muy similar a los términos que emplea KINDHÁUSER. 787. Así, sólo considera válida la clasificación delitos según la clase de bienes
784. CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pgs. 21-23,135-144, 217-225 y 371 y ss. jurídico-penales que afectan, individual o colectivo. Aunque rechacemos
785. Básicamente: la puesta en peligro ex ante del bien jurídico-penal colectivo la lesión automática de los bienes jurídico-penales, sí destacamos la vin-
y su lesión ex post. Son criticables sus consideraciones acerca del resultado, culación que realiza entre los delitos de peligro y los bienes colectivos, por
sobre todo la tercera noción que propone (como resultado sui generis). Por la importancia de la naturaleza de objeto jurídico.
una parte se desliga del resultado o daño material y habla de afectación, 788. CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pgs. 144 y 145.
pero, por otra parte, propone la configuración de los delitos de peligro abs- 789. Se entiende que remite la imprudencia al resultado de lesión, pero esto no
tracto como tipos de mera actividad. Por ello se ve en la necesidad de in- quiere decir que no se exija dolo de peligro, propio de estos tipos. De he-
corporar ese otro resultado a modo de lesión del «objeto del delito». Ver cho, así lo admite posteriormente. Ibíd., pgs. 147 y 148.
supra capítulo tercero, 1.2, 2.3. 790. Ibíd., pgs. 148 y ss.

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i. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto
bienes colectivos. Con lo que se complica su anterior unificación de una referencia a la clase de comportamientos generalmente peligro-
los tipos de peligro a través del resultado jurídico de lesión (del bien sos, como motivo de incriminación796. Al respecto, es rescatable su in-
colectivo). Incluso dice que existen también delitos de peligro con- tento por limitar la aplicación del Derecho penal a través del res-
creto para bienes colectivos y delitos con resultado de «peligro po- guardo de una esfera privada que procede de la calificación del
tencial» para bienes individuales y colectivos. autor como «ciudadano» y no «enemigo del bien jurídico». Así, ha-
De este modo, considera al peligro potencial como forma de re- bla de anticipaciones de tutela intolerables797. Entiende que el princi-
sultado de peligro791. Igualmente, declara que este peligro no puede pio del bien jurídico es uno de los motivos que contribuye a esas an-
ser interpretado en sentido material como el peligro concreto. Seña- ticipaciones. Pero justifica los delitos de peligro abstracto en ciertos
la que no es más que la «idoneidad ex post de la conducta para le- ámbitos que considera vitales y que exigen organización. Se trata de
sionar»742. En este caso duda de que exista un plus de antijuridicidad la protección de ciertos estándares de comportamiento, ya porque
porque no es necesario acreditar un resultado de peligro. Entonces, no se puede confiar en el control de sus indeseables consecuencias o
no sería resultado de peligro, al menos no de carácter material. Se re- porque sea necesario «posibilitar decisiones masivas y homogé-
fiere a aquellas hipótesis en las que el tipo incluye elementos de ap- neas»798. En este sentido, si la sola realización del comportamiento tí-
titud (delitos de peligro abstracto-concreto o delitos de aptitud). Di- pico es ya una desviación del estándar, su castigo no se distingue
ce que éstos son asimilables a los delitos de peligro abstracto estricto. mayormente de aquel que se basa en una imprudencia o en una le-
Entonces, ¿es necesario un resultado distinto de la lesión del bien ju- sión del bien jurídico-penal fruto de la sola ejecución del tipo799.
rídico-penal colectivo? Es destacable esta asimilación en cuanto a
que la inclusión del legislador de elementos de aptitud no cambia su
carácter de peligro abstracto791. Semejante integración no implica que
796. JAKOBS, Derecho penal, pgs. 210, 212 y 213 (6/86, 6/88); el mismo, «Crimi-
se traten de bienes de diversa naturaleza ni que requieran de otras nalización», pg. 307, nota 20. Asimismo, describe combinaciones entre pe-
clases de tutela penal, por enfrentar formas de ataque diferentes. La ligro abstracto y concreto. Incluso reconoce la introducción de elementos
específica descripción es un aspecto formal no determinante para la de idoneidad. Es más, señala que los delitos de peligro abstracto se for-
catalogación de delitos de peligro abstracto. mulan como delitos de mera desobediencia. La única restricción vendría
por la aplicación de criterios de bagatela.
JAKOBS794 reconoce la transformación lesiva de los delitos de pe- 797. Critica la intervención penal en una serie de conductas que invaden ese
ligro abstracto, especialmente, respecto de los delitos contra el me- ámbito interno y no constituyen una perturbación externa. Básicamente
dio ambiente. Habla de la lesión de la «aprovechabilidad del medio conductas que infringen el «principio del hecho». V. gr., actos preparato-
ambiente», en caso de que ya no se pueda «actuar en la confianza» rios, tentativas de participación (§30 StGB) y algunos delitos contra la se-
de que éste no haya sido dañado79". Sin embargo, mantiene, a la vez, guridad del Estado (§§129 y 129 StGB). JAKOBS, «Criminalización», pgs.
295-298, 303, 304 y 311-313; el mismo, Derecho penal, pg. 210.
798. JAKOBS, «El concepto», pg. 120; el mismo, «Criminalización», pgs. 301, 307-
309 y 323; Derecho penal, pg. 210-212 (6/86a). SANTANA VEGA, La protección,
791. CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pg. 152. También habla de un peligro pg. 103, manifiesta que en los tipos de peligro los frenos del resultado de-
que no se sabe si es concreto o potencial. saparecen, pues éste se diluye, sustituyéndose por la «estandarización» de
792. Ibíd., pg. 154. comportamientos. Esta protección de estándares se explica en la postura
793. Ver infra capítulo sexto, 1.3, 3.3. de JAKOBS por la necesidad de supervivencia de los sistemas sociales. Ver
794. JAKOBS, «Criminalización», pg. 308, nota 22. También hace un símil con la SILVA SÁNCHEZ, «¿Directivas...?», pg. 566.
manipulación de productos alimenticios y de instrumentos quirúrgicos. 799. Ello se condice con sus proposiciones respecto de la lesión de bienes, co-
795. Entiende que la imposibilidad de confiar en su no alteración -como per- mo el medio ambiente, sobre todo al pretender salvar problemas de puni-
turbación de certidumbre- configura ya esa lesión de aprovechabilidad. ción ilegítima de estadios previos a la lesión (actos preparatorios) a través
No como una lesión del objeto de la acción, sino como una lesión de la «re- de bienes anticipados que se lesionan. JAKOBS, «Criminalización», pgs. 313-
lación del titular del derecho con el objeto». 322. Esta lesión esconde una anticipación, que no salva por sí misma la le-

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto

Igualmente, reconoce q u e estas desviaciones s o n formas d e adelan- delito de incendio del §306 StGB, que es justamente uno de los prototi-
t a m i e n t o respecto d e la lesión del bien jurídico, a u n q u e precisa q u e pos de delitos de peligro abstracto. Sin embargo, también señala el in-
cendio como un supuesto de peligro abstracto fundado en la protec-
n o es m a y o r q u e e n la tentativa acabada, p o r lo q u e n o contradice las
ción de comportamientos estandarizados 810 . En otro lugar indica que la
reglas generales. estandarización depende de que se regulen comportamientos sociales
Esta argumentación (protección de estándares) no le sirve para y se refiere a dos grupos de supuestos. En el primero (se generaliza la
todos los delitos de peligro abstracto, pero sí engloba diversas hipóte- tendencia al daño) estaría el incendio, pero de edificios habitados804. La
sis o tipos, como: el incendio, el falso testimonio o la conducción en es- presencia conocida o cognoscible de personas dentro del edificio no es
tado de ebriedad. Parece agrupar bajo un mismo fundamento delitos la hipótesis que se comprende como delito de peligro abstracto. Esta
que se han justificado o clasificado en forma diferente, ya por la peli- presencia implica un contacto directo de la acción peligrosa con bienes
grosidad general de conductas, la protección de «bienes intermedios» jurídicos-penales individuales, propio de un peligro concreto. En gene-
o por tratarse de acciones en masa. De hecho también reconoce como ral, conservar diversas nociones para conceptuar el peligro abstracto
delitos de peligro abstracto supuestos en los que se lesionan objetos facilita que autores como JAKOBS prefieran, coherentemente, un trata-
que representan a un bien, como la verdad en el proceso para la ade- miento diferenciado de los delitos que se configuran de ese modo 80 '. De
cuada administración de justicia800. Junto con la aceptación de tipos que todas formas, rechaza aquellos que no son en lo absoluto peligrosos sin
protegen estándares y de aquellos que requieren de un bien represen- un comportamiento delictivo posterior806 -además de los que invaden
tativo «menos abstracto», incorpora otro grupo problemático de delitos el ámbito interno-.
de peligro abstracto que no calza con los anteriores801. No propone la
justificación ni rechazo de estos supuestos, sino su enriquecimiento por Es cierto q u e la sanción p o r la sola desviación del e s t á n d a r n o se
medio de una reconducción a la imprudencia8"2. Cita como ejemplo el d i s t i n g u e d e m a s i a d o del castigo b a s a d o e n la lesión del bien colecti-
vo, p e r o JAKOBS parece requerir algo m á s . A u n q u e n o r m a l m e n t e se
a d m i t a q u e esas tesis llegan a consecuencias similares y él m i s m o se
refiera a u n a c o n d u c t a a b s t r a c t a m e n t e peligrosa y a u n a «perturba-
gitimidad de pena, aunque se fundamente en la protección de «normas de ción per se»*m, p u e d e afirmarse q u e éste n o se conforma realmente
flanqueo» para asegurar la confianza de los «potencialmente afectados»).
MENDOZA BUERGO, El Derecho, pgs. 62 y 63, nota 121. Señala que tesis como
la de STRATENWERTH y CORCOY «suponen en buena medida una funcionali-
zación de conceptos claves de Derecho penal», como también la transfor-
mación de algunos instrumentos para hacer frente a esas nuevas realida- 803. JAKOBS, «Criminalización», pg. 307; el mismo, Derecho penal, pg. 210.
des de la llamada sociedad del riesgo. 804. Lo señala como ejemplo en los tipos que se justifican por necesidades de
800. JAKOBS, Derecho penal, pgs. 213. estandarización, cuando el comportamiento es en sí mismo perturbador.
801. Ibíd., pgs. 213 y 214 (6/89). También reconoce que el legislador para con- JAKOBS, Derecho penal, pg. 211.
figurar estos tipos recurre a veces a ciertas «cautelas», al exigir idoneidad 805. ROXIN, Strafrecht, pg. 356; TORÍO LÓPEZ, «Los delitos», pgs. 827, 835 y ss.;
del comportamiento para dañar e incluso la puesta en peligro de bienes. RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de peligro, pgs. 297-299; MORALES PRATS, «La
JAKOBS, La ciencia, pgs. 124 y 125. estructura», pgs. 488 y 491.
802. Se asemeja a la clasificación de SCHÜNEMANN, «Moderne», pg. 798: delitos 806. Así, la producción sin permiso de armas automáticas. Aunque reconoce
de peligro abstracto con «bienes intermedios espiritualizados», acciones en que la presentación armada a reuniones públicas ante un grupo numeroso
masa y aquéllos compatibles tentativas imprudentes. ROXIN, Strafrecht, pgs. de personas (27 VersammlG) puede implicar un peligro general. JAKOBS,
356 y 357, aunque no considera este supuesto como una clase propia de de- «Criminalización», pg. 307 y 311. Precisa -desde un comienzo- que no to-
lito de peligro abstracto, sí lo incluye en los delitos de peligro abstracto do delito de esta clase se ha de legitimar, ni siquiera como infracción ad-
«clásicos», alabando la propuesta de BREHM y HORN de reconducirlos a ti- ministrativa. Ello a pesar de su noción normativa del delito y de la posibi-
pos imprudentes sin resultado (infracción del deber objetivo de cuidado y lidad de que las figuras de peligro abstracto fueran concebidas como tipos
no sujetivo como Schünemann) incluso antes que delitos de aptitud. En ge- de lesión del «derecho de la seguridad». JAKOBS, Sociedad, pgs. 45-49.
neral, diremos que no son clases diversas de tipos de peligro abstracto, si- 807. Su formalización parece mayor si se piensa que al Derecho penal sólo le in-
no distintas soluciones respecto de una sola modalidad de delito. teresa mantener la fidelidad de la norma y agregar que la desviación del

276 277
r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto
812
con la sola ejecución del tipo. Dentro de la protección de estándares posibles cursos de daño» . Dicha perturbación se produce cuando
(de comportamientos que requieren observancia de reglas) distingue el autor pierde el dominio de su acción. Concibe como perturbación
dos grupos de delitos: los que describen comportamientos externos aquello que «escapa a la capacidad de organización del autor y de
en sí mismos perturbadores, donde el legislador generaliza la ten- los partícipes o se deja salir de su ámbito de organización». Esta jus-
dencia al daño, y los que determinan también una perturbación ex- tificación no parece satisfacerse con la sola ejecución del comporta-
terna por medio de una generalización808. Señala que en ambas hipó- miento típico.
tesis la anticipación no es mayor que en tentativas acabadas. Así, SOTO NAVARRO813 admite la lesión de los bienes colectivos a tra-
aunque exprese que la perturbación externa se define como una vés de la delimitación concreta de su contenido material y rechaza
«arrogación en general», su asimilación con la tentativa exige mayor una vinculación necesaria con estructuras de peligro abstracto. No
precisión. Manifiesta que sólo se puede responder de contextos sub- acepta concreción para todo «bien colectivo», pues rechaza la califi-
jetivos si existe una conducta externa que así lo permita809. En la ten- cación de colectivos de algunos bienes jurídico-penales (los que pue-
tativa no basta que el sujeto actúe conforme a su representación, ni den descomponerse en bienes individuales). Se destaca que propone
tampoco que comience la ejecución de tipos que supongan una anti- la concreción de la lesión en el mismo plano en el que determina los
cipación de tutela penal. Sostiene que es necesario que el autor se contornos del bien jurídico-penal colectivo: desde una perspectiva
arrogue una organización ajena también por su comportamiento ex- sociológico-normativa. Así, rechaza tanto nociones ideales de lesión,
terno. Señala que su intento por legitimar estos delitos va más allá como las meramente naturalistas, pues conecta el método funciona-
de la «subjetivización» del daño. Afirma que en ellos el comporta- lista con la realidad social valorada. Señala que la lesión se configu-
miento típico «crea un peligro -al menos- abstracto de irrupción in- ra como una perturbación de la función social de determinado sub-
mediata, y no a través del comportamiento posterior de las personas sistema comunicativo, que puede darse por «impedimento u
responsables, en una organización ajena»810. Agrega que si se quiere obstaculización de la misma». ¿Es posible por una acción indivi-
imponer la interpretación subjetiva, el agente ha de «haberse intro- dual? Para sostenerlo refiere esa perturbación al individuo, como
ducido en una relación cuyo control ya no puede impedir»811. De «un perjuicio a sus posibilidades de acción (o posibilidades de uso)».
suerte que exige -por el principio del hecho y la idea de ciudadano- Pero, ¿qué significa esto?: ¿es un perjuicio individual -para el «por-
una perturbación externa también en los delitos de peligro abstrac- tador» del bien- o la realización del comportamiento implica la per-
to, que no se puede únicamente suponer o generalizar. Afirma que turbación de la respectiva función? Cita ejemplos como la adminis-
la conducta abstractamente peligrosa sólo puede ser definida legíti- tración de justicia814. Las conductas son lesivas, en cuanto «afectan»
mamente como perturbación externa «por la incalculabilidad de los la función jurisdiccional: la sustracción de un conflicto reservado a
la administración de justicia, el empleo de la administración de jus-
ticia para crear conflictos sociales y el impedir u obstaculizar la so-
lución de un conflicto por la administración de justicia. Más gráfico,
estándar sólo es penal si este derecho convierte los «estándares cognitivos quizás, es el caso de las falsedades, al afectar la función de objetos
en normas». JAKOBS, «El concepto», pgs. 119 y 120; el mismo, La ciencia, pgs. concretos en el tráfico jurídico. Distingue la falsificación del uso del
12 y 22. Pero aquí cabe preguntarse ¿qué es lo que hace que un estándar de- objeto falsificado. Agrega que sólo la segunda implica lesión del bien
je de ser civil o administrativo y pase a tener, en su concepto, relevancia pe-
nal? En este momento, su noción de perturbación externa es fundamental.
808. JAKOBS, Derecho penal, pg. 211, el mismo, «Criminalización», pgs. 308 y 309.
809. JAKOBS, «Criminalización», pg. 305.
810. JAKOBS, La ciencia, pg. 13. KINDHÁUSER, «Acerca», pg. 448, utiliza similares
términos para expresar el menoscabo de un bien jurídico-penal como «una 812. Ibíd., pgs. 312 y 307.
(intolerable) determinación ajena de la relación entre el bien y su titular». 813. SOTO NAVARRO, La protección, pgs. 272, 306 y 317-322.
811. JAKOBS, «Criminalización», pgs. 301 y 302. 814. SOTO NAVARRO, La protección, pgs. 322-326.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto
colectivo por la introducción del objeto en dicho tráfico: desde el ello realiza una interpretación forzada de éste817. Habla de la necesi-
momento en que esos objetos o documentos «salen del ámbito de dad d e q u e «el bien jurídico, por medio de un portador como míni-
disposición del sujeto»; mientras que los primeros serían figuras de mo (ex ante indeterminado), entre en la zona de peligro».
peligro.
No es tan claro que admita la lesión automática o formal de bie- 2. «RESTRICCIÓN» O RECALIFICACIÓN DE DELITOS
nes jurídico-penales colectivos. Ello se muestra, sobre todo, en su po- DE PELIGRO ABSTRACTO
sición frente a delitos como el incendio o la conducción bajo la in-
fluencia del alcohol, pues busca revelar una lesión formal de la sola Más allá de las acotaciones anteriores, varias doctrinas que pre-
ejecución del comportamiento típico, que critica. Sin embargo, niega tenden dotar a los delitos de peligro abstracto de cierto contenido
que tales tipos protejan bienes colectivos, en cuanto es posible divi- material se asemejan a la afirmación automática de lesión del bien
dirlos en bienes individuales815. Lo único colectivo sería la modali- jurídico-penal. ¿Hasta qué punto se logra dotar de contenido a los
dad de ataque con relación a bienes individuales tradicionales, ca- delitos de peligro abstracto, limitando su aplicación? MENDOZA
racterizada «por su potencialidad ofensiva» para una pluralidad BUERGO818 califica de «formales» una serie de propuestas doctrinales
indeterminada de personas. Así, centra el contenido de lo injusto en que, en general, se satisfacen con la sola realización de la conducta
la creación de un «peligro abierto» que requiere estructuras típicas típica. Aunque se muestra escéptica ante la propia clasificación que
de peligro general. Rechaza los delitos de peligro abstracto, al con- realiza, la justifica por los resultados a que llegan esas propuestas.
cebirlos como mera tipificación de infracciones administrativas o de En cualquier caso, ha de subrayarse que esgrimir argumentos diver-
conductas por su peligrosidad general, que afectan los principios de sos para explicar estos delitos no implica que sean tipos distintos ni
seguridad y lesividad. Pero también objeta su configuración como que, efectivamente, se fundamenten en criterios materiales. De he-
delitos de lesión porque no se refieren a un bien colectivo de conte- cho, ni siquiera tesis que aluden a un resultado particular se salvan,
nido concreto. Es más, no niega esta configuración porque no se los pues no llegan a consecuencias diferentes que las que afirman una
considere bienes colectivos, sino porque pretende desvincular la lesión automática del bien colectivo o una infracción automática del
afectación del bien jurídico-penal de su naturaleza, como si no exis- deber de cuidado. En este sentido, se verá especialmente la tesis de
tiera alguna situación que esa pluralidad de personas compartiera. KINDHÁUSER, que reconoce un «resultado» propio a los delitos de pe-
De allí que los remita sólo a bienes individuales. ¿Por qué no son ap- ligro abstracto pero con base en la afectación (lesión) de la seguridad
tas, como ella afirma, las tradicionales formas de ataque para tales o condiciones de seguridad como de un bien particular.
bienes? ¿Acaso esa pluralidad tiene alguna relevancia? ¿Por qué
Ciertamente, existen diversas nociones de delitos de peligro
igualmente habla de delitos de peligro general? De hecho, respecto
abstracto, incluso respecto de un mismo autor. De allí que muchos
de los delitos contra la salud pública, afirma: «Ciertamente existe un
propongan un tratamiento diferenciado de las figuras que califican
interés común en que se garantice la salud de los consumidores que
-en principio- de «peligro abstracto». También se utilizan otras de-
concurren al mercado para adquirir determinados productos, pero el
nominaciones para caracterizarlos o para separar diversas modali-
titular del bien jurídico protegido sigue siendo el individuo»816. En
dades de delito. Ya SCHRÓDER aludía a los delitos de peligro abstrac-
esta forma, pretende hacer compatible la estructura de esta clase de
peligro («peligro abierto») con la puesta en peligro concreto. Para

817. Ibíd., pgs. 212 y 229. Ahora sí declara que la forma de ataque («peligro con-
creto») se vincula con el bien jurídico-penal y que los delitos de peligro ge-
neral apuntan a una perspectiva distinta, la de la pluralidad indetermina-
815. SOTO NAVARRO, La protección, pgs. 179, 180, 199-208, 213 y 228. da de sujetos.
816. Ibíd., pg. 205. 818. MENDOZA BUERGO, Límites, pgs. 276-300 y 337.

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto
to-concreto, luego se hablará de delitos de aptitud; delitos de peli- posibilidad de acreditar la adecuación de la acción para poner en pe-
grosidad; delitos de «peligro hipotético»; delitos de peligro abstrac- ligro un bien jurídico-penal. Por eso sus declaraciones son poco cla-
to «puros», «propios» o «impropios»; etc. Existen propuestas que no ras. Señala que estos delitos no se han de entender como presuncio-
hacen esas precisiones, pero que igualmente combinan diversas nes de Derecho, pero que tampoco puede descartarse su aplicación
acepciones o fundamentos en la descripción que realizan de los de- si se constata que no existe peligro. ¿Se aplican de todas formas?, ¿se
litos de peligro abstracto819. Así, GÓMEZ PAVÓN820 parte de la criticada admite o no el castigo penal si se prueba que en el caso concreto no
concepción del peligro abstracto basada en una presunción de Dere- hubo peligro? Finalmente, rechaza estas figuras del campo penal - a
cho y señala que se ha de admitir la prueba en contra de la existen- pesar de su limitación- y propone de legeferenda la configuración de
cia del peligro (presunción legal). Así, parece ser partidaria de una tipos de peligro concreto821. ¿Cuál es la relevancia de distinguir fun-
prueba negativa de la falta de peligro en el caso concreto. Afirma damentos o de emplear variadas denominaciones si, en realidad, se
que no se debe castigar penalmente si se comprueba que «jamás» se llega a lo mismo: la sanción penal por la sola ejecución de la con-
pudo poner en peligro el bien tutelado. Sin embargo, también incor- ducta típica? Esos argumentos no sólo no se distinguen, sino que no
pora consideraciones que aluden a la prueba positiva de una con- se diferencian de los clásicos o tradicionales.
creta aptitud o peligrosidad de la conducta. Menciona que ella ha de
ser «adecuada» para producir un peligro y que se ha de permitir la
3. HACIA UN DESVALOR DE PELIGRO ABSTRACTO PROPIO

A partir de la constatación de que distintas tesis llegan a unas


mismas consecuencias y de la necesidad de dotar de contenido ma-
819. JESCHECK y WEIGEND, Tratado, pg. 283, explican los delitos de peligro abs-
tracto sobre la base de la peligrosidad general de la conducta, pero tam- terial a los delitos de peligro abstracto, la doctrina buscó superar
bién consideran tales aquellos en los que se abandona al juez la determi- concepciones basadas en la exclusiva peligrosidad general del com-
nación de esa peligrosidad general por un elemento de «aptitud». Ver portamiento 822 . Así, se reconoce en estos delitos un desvalor distinto
HASSEMER y MUÑOZ CONDE, La responsabilidad, pgs. 76-80; POLAINO NAVA- del desvalor de acción. Se trata de distinguir un efecto más allá de la
RRETE, Derecho penal, pgs. 618 y 619, aunque alude a su noción tradicional conducta y de su cualidad general de peligrosa. Semejantes declara-
(motivo de incriminación o presunción de peligro), entiende que se con- ciones se hacen sobre un desvalor de conducta fundado en su peli-
suman con la «creación de una situación potencialmente peligrosa». Aña-
grosidad general. La mayoría de las tesis que se proclaman en este
de que su configuración se basa en la presunción legal de una situación de
peligro. También se refiere a los delitos de peligro hipotético, en los que se sentido se basan en la constatación una peligrosidad ex ante real, ob-
crea una «situación objetiva de peligrosidad», pero agrega: que la misma jetiva o concreta. Por lo que no cabe hablar de un desvalor distinto
conducta porta. Por ello prefiere hablar de «delitos de "peligro intrínsi- de la conducta si éste se determina según su peligrosidad concreta.
co"». MACHADO RUIZ et al., Derecho penal, pgs. 470-478, parten de la peli- De esta forma HIRSCH823 se refiere a las figuras de peligro abstracto
grosidad general del comportamiento. Sin embargo, también parecen exi- como delitos de peligrosidad, pues considera que la calificación de
gir algo más: al menos, la prueba positiva de la efectiva peligrosidad del
comportamiento. Ello se deduce principalmente de los ejemplos que
muestran. Así, la conducción bajo la influencia del alcohol y de otras sus-
tancias requiere la real perturbación de facultades del conductor o el trá-
fico de drogas exige su posibilidad de difusión, de modo que ponga en 821. Ibíd., pgs. 276-278.
peligro la salud pública. En la literatura argentina, SOLER, Derecho penal, 822. La idea de peligrosidad general se extendió como fundamento global de
pgs. 280 y 281, afirma que el legislador los describe con atención a la pe- los delitos de peligro abstracto. Aunque era, en un principio, mayoritaria
ligrosidad general de la conducta -como el porte ilegal de armas-. Pero en Alemania; mientras que en países, como España, dominaba la presun-
también habla de hipótesis en las que el bien jurídico-penal se lesiona -co- ción de Derecho. Ver RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de peligro, pgs. 239-244.
mo la fe pública-. 823. HIRSCH, «Peligro», pgs. 514-516. Si bien ya KESSLER proponía hablar de de-
820. GÓMEZ PAVÓN, El delito, pgs. 124-126, 143, 144, 272 y 275. litos de peligrosidad.

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto
tipos de peligro se ha de limitar a la producción de una puesta en pe- significa que no haya de recurrirse a tales criterios para determinar
ligro concreto -por el carácter transitivo del término, que reclama la lo injusto penal, como se dijo para el delito de incendio - q u e sólo uti-
presencia de un objeto determinado-. Distingue entre peligrosidad liza la expresión «incendiar»-.
abstracta y peligrosidad concreta. Reserva los «delitos de peligrosi-
dad abstracta» para la noción tradicional de tipos de peligro abs-
tracto y los «delitos de peligrosidad concreta» para aquellas figuras 3.1. De la presunción legal a la peligrosidad concreta
en las que es preciso constatar tal peligrosidad, al ser exigencia del de la conducta
tipo. Ya en los años setenta, BARBERO SANTOS826 requiere comprobar la
En general, se trata de admitir la prueba positiva de determina- idoneidad de la conducta para producir el peligro que la ley busca
dos factores de riesgo respecto de comportamientos que afectan a evitar. Si el legislador incorpora elementos de peligro o peligrosidad
una generalidad (bien jurídico-penal colectivo), sin que haya de pro- ya no es suficiente la prueba de la falta de peligro para no castigar
ducirse una lesión o puesta en peligro concreto de bienes jurídico- penalmente. Es necesario comprobar la concreta peligrosidad, apti-
penales individuales específicos. Aunque estos efectos no se pro- tud o idoneidad del comportamiento típico. Posteriormente, esta
duzcan, muchos reconocen que debe haber «algo más» que la exigencia se extiende más allá de los tipos que contienen elementos
conducta típica, que el Derecho desvalora. No bastaría admitir la expresos de aptitud o peligrosidad. La prueba positiva de esos ele-
prueba de la inexistencia de un peligro en la situación concreta co- mentos se exigió por vía interpretativa -como parte de su injusto-
mo lo mantuvo SCHRÓDER para las figuras que incorporan expresa- para toda una clase de delitos que antes se colmaban con la mera pe-
mente tales elementos824. Ello se sostiene no sólo por los cuestiona- ligrosidad general o supuesta. TORÍO LÓPEZ827 reclama la demostra-
mientos que suponen esta inversión de la carga de la prueba ción de esta aptitud como elemento material del tipo de delito. Aun-
específicamente respecto del principio in dubio pro reo, sino por la de- que lo hace únicamente, según él, para una modalidad de los delitos
manda de un contenido material, de un comportamiento «lesivo». de peligro abstracto que califica de «delitos de peligro hipotético».
De este modo, se requiere la determinación de la aptitud o idonei- Pero sólo excluye infracciones ético-sociales o religiosas e injustos
dad concreta de la conducta típica para poner en peligro al bien ju- administrativos 828 . Dentro de aquella modalidad (peligro hipotético)
rídico-penal. Nuestro legislador penal también acude a exigencias
de esta clase a la hora de describir ciertas conductas. Así, se destacan
los ya citados artículos 313 d. y 315 del Código Penal, que exigen que
determinadas sustancias (medicinales, comestibles o bebestibles)
Utos de peligro, pgs. 149 y 154, habla de «puesta en peligro potencial» como
que se hayan deteriorado o adulterado sean «peligrosas para la sa- «idoneidad ex post de la conducta para lesionar». Aunque lo refiere a bie-
lud por su nocividad»825. Pero su falta de consideración explícita no nes individuales afirma que es discutible que haya algo más («plus de an-
tijuridididad») que aquello que se exige para los tradicionales delitos de
peligro abstracto.
826. BARBERO SANTOS, «Contribución», pgs. 492 y 493. Aunque no es tan clara su
824. TIEDEMANN, Lecciones, pg. 182, concibe los supuestos que incluyen elemen- decisión por una prueba positiva de la concurrencia de determinados ele-
tos o cláusulas de aptitud como tipos intermedios, «menos que un delito mentos del comportamiento, pues también admite como otra solución po-
de peligro concreto y más que un delito de peligro abstracto». sible la inversión de la prueba respecto de la inexistencia del peligro (pgs.
825. Así también supuestos que se expresen en términos de «poder» afectar la 489 y 495).
vida o la salud, como el art. 403 bis o el mismo art. 315, 1. HASSEMER y MU- 827. TORÍO LÓPEZ, «Los delitos», pgs. 828, 831 y 838 y ss.
ÑOZ CONDE, La responsabilidad, pgs. 72 y 73, señalan que el requisito de «no- 828. Se refiere a los delitos de peligro posible, en la terminología de GALLAS. Pe-
cividad» en los delitos contra la salud pública se ha de entender como «ap- ro es discutible la limitación que formula para una sola clase de delitos,
titud o idoneidad de una sustancia para provocar daños en la salud, la pues es dudoso que esos «otros supuestos» (violaciones ético-sociales o re-
integridad o la vida de las personas». Por otro lado, CORCOY BIDASOLO, De- ligiosas y delitos de desobediencia o -como él mismo señala- injustos ad-

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto

incluye supuestos clásicos de peligro abstracto, como el falso testi- para colmar lo injusto penal, la determinación concreta de la peli-
monio, el cohecho829 o los delitos contra la salud pública, aunque grosidad del comportamiento típico, sin que baste su sola ejecución,
también suma otras hipótesis que no se consideran tal: como el deli- ni la posibilidad de acreditar la ausencia de todo peligro en el caso
to de abandono de menores y la amenaza simple830. A partir de allí, concreto (prueba negativa). Incluso quienes rechazan esta peligrosi-
es común en doctrina hablar de delitos de aptitud y delitos de peli- dad concreta por entender que los tipos se transforman en delitos de
grosidad, según si esos elementos se incluyen expresamente en los peligro concreto, estiman que la solución correcta se ha de situar en
tipos o se incorporan por medio de su interpretación teleológica831. la peligrosidad del comportamiento. RODRÍGUEZ MONTAÑÉS833 objeta
esta «transformación» y considera que los problemas de legitimidad
Las tesis más modernas avanzan hacia este reconocimiento (ne-
que enfrentan los delitos de peligro abstracto se resuelven por la va-
cesidad de constatar la peligrosidad concreta), con independencia de
loración ex ante de la peligrosidad de la conducta -dentro del desva-
las nomenclaturas que se utilicen y de las figuras que se conciban de lor de acción-, pero sobre la base de la infracción del deber objetivo
ese modo832. En definitiva, son doctrinas que consideran suficiente de cuidado (tentativa imprudente o imprudencia sin resultado). En
el fondo, también pretende recurrir o admitir la peligrosidad de la
conducta, pero se queda en una cualidad general, no constatable en
concreto. También es criticable que su propuesta de solución se sitúe
ministrativos) sean realmente tipos de peligro abstracto. En este sentido, en el desvalor de la conducta (y general) cuando afirma que el re-
semejantes figuras son rechazables. sultado o el desvalor de resultado ha de conformar también lo in-
829. No distingue si se requiere o no obtener la pretensión que se busca, pero justo penal. No se logra comprender cómo una «imprudencia sin re-
este delito «como tipo de peligro» se satisface con la oferta y / o la acepta- sultado» soluciona los cuestionamientos de legitimidad que
ción de premios y dádivas en general. enfrentan los tipos de peligro abstracto en su concepción. ¿Se logra
830. En general, el delito de abandono de menores es un delito de peligro con- eso sólo con reconocer que existen ámbitos especiales en los que la
creto de la vida e integridad del menor afectado. Pero, es comprensible es- norma de cuidado es susceptible de tipificación o determinación le-
ta inclusión si -como en la amenaza- se alude a la seguridad individual co-
mo el bien jurídico-penal afectado. Ello no porque se haya de recurrir a los
gislativa?834
tipos de peligro abstracto, sino por la naturaleza inmaterial del bien en Lo cierto es que la peligrosidad genérica de una clase de com-
cuestión que dificulta la producción de las tradicionales formas de pertur-
bación de bienes (lesión y puesta en peligro concreto). Aunque normal- portamientos antecede la admisión de la prueba positiva de su con-
mente, se ha visto, no hay mayor problema en admitir esta perturbación currencia, sobre todo tesis que asimilan esa peligrosidad (general)
para bienes individuales.
831. También se han utilizado otras denominaciones para estos delitos de acuer-
do con la exigencia típica de esos elementos. Así, ESCRIVÁ GREGORI, La puesta
en peligro, pgs. 73, 105 y 116; prefiere: delitos de «peligro explícito» y delitos to», pgs. 799, 801-805, 813 y 814; MENDOZA BUERGO, Límites, pgs. 135, 138,
de «peligro implícito». Clasificación que se limita a un aspecto meramente 335-338 y 392 y ss.; ella misma, «El delito», pgs. 305-307, 317, 318 y 324;
formal. Ver COBO DEL ROSAL y VIVES ANTÓN, Derecho penal, pg. 327. DE LA MAQUEDA ABREU, «La idea», pgs. 481, 485, 486 y 490; SILVA SÁNCHEZ, Deli-
CUESTA AGUADO, Causalidad, pgs. 15, 120, 121, 134-141, 145-147, 180 y 225 y tos, pgs. 26, 73-80, 82-84, 99 y 130; el mismo, «... Protección penal», núm.
ss., habla de delitos de «idoneidad lesiva» o de «peligro hipotético». POLAI- 4285, pgs. 2, 3 y 5, nota 45 y núm. 4286, pg. 3; 'La expansión, pgs. 125 y 127;
NO NAVARRETE, Derecho penal, pgs. 618 y 619, alude a delitos de «peligro in- «Consideraciones», pgs. 149-152, 156 y 158. Aunque la «real peligrosidad»
trínseco» y MORALES PRATS, «La estructura», pgs. 488 y 491, a delitos de peli- que afirma respecto de estos últimos delitos (conducción bajo influencia
gro abstracto de «stricto sensu» o «lato sensu». ROMEO CASABONA, «La del alcohol o las drogas) no es tan clara. Identifica esta peligrosidad con
peligrosidad», pgs. 943 y 949-953, utiliza expresiones como las de HIRSCH y una situación de «peligro real». Además, habla de lesión del bien colectivo
opta por: delitos de «acción peligrosa» y «delitos de peligrosidad», etcétera. y de peligro abstracto de bienes personales a la vez.
832. Ver FRISCH, «An den Grenzen», pg. 93; WOHLERS, Deliktstypen, pgs. 298 y 299; 833. RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de peligro, pgs. 198, 199, 264 y 269.
TERRADILLOS BASOCO, Derecho penal, pgs. 55-57; el mismo, «Peligro abstrac- 834. Ibíd., pgs. 135 y 136.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto
con la imprudencia833. En realidad, de la determinación de la infrac- gador son las mismas. La necesidad de interpretación o «reinterpre-
ción del deber genérico de cuidado a la prueba concreta de peligro- tación»"teleológica es fundamental. Todavía no se explica el motivo
sidad hay «un paso». Ello siempre que se entienda que se infringe el de esta incorporación si el legislador no lo ha hecho. Creemos que
concreto mandato impuesto por la norma penal. Esta determinación ello sólo puede venir de un reclamo normativo con atención al con-
no implica la conversión de los delitos de peligro abstracto en deli- tenido de lo injusto penal, qué es lo que la norma tutela.
tos de peligro concreto. Según los términos precisados, la puesta en En nuestro país, CURY837 parece comenzar a orientar en este sen-
peligro concreto de bienes jurídico-penales requiere de una situación tido la noción del peligro abstracto -aunque lo reserve como posible
de contacto entre el bien jurídico-penal y la conducta ya peligrosa, a propuesta futura-. Al principio, describe esta clase de peligro según
través de su ingreso al ámbito de riesgo de dicha conducta. Por su la peligrosidad general de una forma de comportamiento, sin exigir
parte, la capacidad real de la conducta para perturbar al bien jurídi- un resultado externo. Señala que en estos delitos el legislador sólo
co-penal es una cualidad verificable ex ante y no se identifica con una requiere la realización de una determinada conducta «a la cual se le
situación de peligro concreto como la descrita83*1. La infracción del reconoce eficacia para causar, por lo general, la efectiva lesión o
concreto mandato penal determina la antijuridicidad de la conduc- puesta en peligro del bien jurídico». Esa eficacia general constituiría
ta, por lo que ha de concurrir en todo delito. La duda es si, ¿esta pe- el motivo de su incriminación. De todas formas, no acoge una no-
ligrosidad es realmente un peligro abstracto?; ¿es esta cualidad sufi- ción de peligro abstracto como presunción iure et de iure. Critica este
ciente para proceder penalmente? argumento como medio para el castigo penal por la sola desobe-
Esta última duda se presenta porque el análisis y desarrollo de diencia, pues este castigo procede aunque se pruebe que no existió
los tipos de peligro abstracto ha tenido lugar frente a semejante cues- peligro alguno y se haya tomado todo tipo de medidas de cuidado"*.
tionamiento, especialmente, por su falta de lesividad. De modo que También rechaza que haya de probarse una puesta en peligro con-
muchas de las elaboraciones que conciben estos delitos con base en creto en todo caso, pues debilitaría profundamente la protección de
una aptitud o peligrosidad concreta logran su cometido (justifica- bienes jurídicos e implicaría un derroche procesal. A pesar de que
ción) si conforman lo injusto penal únicamente con el desvalor de ac- parece partidario de la peligrosidad general834, puede decirse que se
ción. Sin embargo, esto no se soluciona si se entiende que la ofensi- aproxima a posiciones que entienden que lo que se prohibe es una
vidad real del bien jurídico-penal no se produce con la sola aptitud conducta en concreto peligrosa. En este sentido, afirma que «la cues-
de la conducta, ni siquiera si ella es concreta. Desde ya, es meritoria tión no radica en la prueba del peligro, sino en la de la peligrosidad
esta limitación de los delitos de peligro abstracto por la ampliación intrínseca de la acción». Es así que sostiene que el problema estriba
de los elementos de peligrosidad a figuras que no los contemplan ex- en una confusión entre acción y resultado, que lleva a sustituir la
presamente a través del contenido de injusto (interpretación teleoló- preocupación por la peligrosidad de la acción por una «causación
gica). En consecuencia, no habría diferencia entre una y otra moda- actual del peligro». Estima que falta la tipicidad de la acción peli-
lidad legislativa de peligro abstracto (delitos de aptitud y delitos de grosa si se adoptan medidas precautorias y se evidencia una volun-
peligrosidad o de peligro hipotético), pues las exigencias para el juz- tad de evitación.

835. Por ello cabe destacar una cierta tendencia a identificar la peligrosidad con la 837. CLRY URZÚA, Derecho penal, pgs. 292 y 293.
infracción del deber de cuidado. Así, MATA Y MARTÍN, Bienes jurídicos, pg. 70. 838. Así, es relevante el ejemplo que se citará más adelante del conductor que
836. Así, MENDOZA BUERGO, Límites, pgs. 43-46. Expresa que la confusión a ve- regresa a su casa «algo embriagado».
ces se produce por los términos que utiliza el legislador, lo que no quita 839. Sobre todo, cuando vuelve a reiterar que estos delitos se «perfeccionan me-
que en ocasiones sí se configuren en la realidad como tipos de peligro con- diante la sola ejecución de la acción típica, porque ésta, generalmente, es
creto, como sucede con la venta de productos adulterados. hábil para crear una situación de peligro real».

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto

Por u n lado, es cierto q u e la doctrina todavía n o d i s t i n g u e sufi- pone de la sola realización del comportamiento descrito en el tipo (aun-
cientemente entre peligrosidad d e la conducta y r e s u l t a d o d e peli- que se reserve al tipo). Las diversas tesis del peligro abstracto distin-
gro. Pero, por otro lado, t a m p o c o está d e t e r m i n a d a la idea d e resul- guen la peligrosidad general de la peligrosidad concreta. Y únicamen-
t a d o p e n a l m e n t e relevante" 4 ", ni m e n o s - c o m o se ha v i s t o - la d e te para esta segunda peligrosidad se admite la prueba en concreto.
peligro abstracto. Ello p e r m i t e a v e n t u r a r acerca d e la posición d e es- Semejante distinción se observa desde la perspectiva que aquí se adop-
ta. No es que la peligrosidad general se suponga sin más, sino que la
te autor d e n t r o d e la doctrina nacional. N o sólo p u e d e m o s t r a r s e co-
conducta tiene esta calidad cuando se atribuye a un tipo. El juez reali-
m o u n p r i m e r intento d e exigir m á s q u e la sola ejecución del tipo en
zaría una primera determinación (atribución) según un mandato gene-
los delitos d e peligro abstracto - a u n q u e conserve la idea d e peligro- ral del legislador. En este sentido, una conducta puede ser atípica tan-
sidad g e n e r a l - , sino q u e es posible sostener q u e t a m p o c o se limita a to si el sujeto que bebe alcohol no conduce o si el conductor no bebe,
afirmar la peligrosidad concreta d e la c o n d u c t a típica. A este respec- como si el conductor bebe pero se preocupa de tomar muchos cafés y
to, entra en consideración el contexto q u e utiliza p a r a el desarrollo espera varias horas antes de conducir, de modo que la alcoholemia ya
d e su exposición. Señala c o m o ejemplo la situación del c o n d u c t o r no dé positivo. Pero si un sujeto conduce un vehículo con alcohol en su
e m b r i a g a d o q u e p a r a regresar a su casa t o m a t o d a s las m e d i d a s d e sangre (alcoholemia positiva) y toma medidas de resguardo (toma ca-
precaución necesarias: c o n d u c e l e n t a m e n t e p o r calles n o concurri- fé o conduce lentamente), ¿la conducta deja de ser típica? Es difícil se-
d a s o m u y poco y se p r e o c u p a especialmente d e c u m p l i r t o d a s las ñalar que no calza con el tipo y que la conducta no es peligrosa en ge-
n o r m a s del tránsito. En este caso, e n t i e n d e q u e la acción n o es peli- neral, pero ella puede no ser peligrosa en concreto. Así, ¿es suficiente
conducir un vehículo con alcohol en la sangre? Además del nivel de al-
grosa y que, en consecuencia, n o es típica 84 '. Pero ¿es realmente u n
cohol en la sangre es necesario que se afecten las facultades del con-
p r o b l e m a d e tipicidad? Se trata d e u n sujeto q u e presenta niveles d e
ductor. Los efectos que produce el alcohol son relativos y se establecen
alcohol en la sangre y q u e está c o n d u c i e n d o u n vehículo. ¿ Q u é rele- según condiciones del sujeto y las circunstancias en las que se encuen-
vancia tiene q u e se p r e o c u p e d e conducir p o r calles n o concurridas, tras4:. La conducción es realmente peligrosa si el sujeto que conduce con
a m u y lenta velocidad y c u m p l i e n d o las d e m á s reglas del tránsito? alcohol en su organismo además tiene sus facultades perturbadas, de
Por el m o m e n t o , es destacable el rechazar la p e n a d e u n a conducta modo que su conducta supera los niveles de riesgo permitido. La su-
no peligrosa si en concreto el agente ha a d o p t a d o m e d i d a s d e cui- peración del riesgo permitido permite imputar un comportamiento, en
d a d o a d e c u a d a s y suficientes. cuanto éste contradice el concreto contenido normativo del mandato
penal. Aún así, ¿qué ocurre con la afectación del tráfico rodado si se
CURY confiere una importancia fundamental a la voluntad de evi- adoptan medidas de resguardo adecuadas, como las que señala CURY?
tación del sujeto pero no se limita a ella, pues exige considerar medi- Aunque se superen los niveles de riesgo permitido, la seguridad del
das objetivas de cuidado. En principio pudiera entenderse que si se tráfico rodado puede no alterarse. Luego se analizarán algunos su-
dan ambos requisitos la conducta no sería peligrosa en general, por lo puestos de esta clase, teniendo en cuenta la distinción que aquí se rea-
que no se realiza el tipo. Sin embargo, ello no es tan simple. La adop- liza entre elementos del tipo y el contenido normativo (parcial y total).
ción de medidas de cuidado en el caso concreto se vincula, más bien,
con la prueba positiva de la peligrosidad de la conducta, pues no la su-

840. CURY distingue la peligrosidad de la conducta del resultado de peligro, pe-


ro mantiene una confusión respecto del resultado. Parece concebirlo sólo 842. Más adelante se examinarán las características de este delito. Por ahora,
desde una perspectiva material, aunque no logra separarla del todo de la hay que decir que las distinciones que se realizan se complican con las mo-
perturbación del bien jurídico-penal. Ver supra capítulo tercero, II.1, 1.1. dificaciones introducidas a la Ley 18.290, art. 115 B, en cuanto basta un de-
841. Así también se ha visto que comprende ese control, como falta de tipici- terminado porcentaje de alcohol en la sangre para entender que el sujeto
dad, DE LA CUESTA ACUADO, aunque lo hace con atención a una idea de pe- conduce en estado de ebriedad (igual o superior a 1,0) o bajo los efectos del
ligro que obedece a una situación real de riesgo. alcohol (0,5-0,9).

290 291
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto
3.2. Delitos de peligrosidad: ¿desvalor especial? que es dudoso que tal peligrosidad sea en sí misma una perturba-
ción. Aunque tal afirmación sea cierta, lo cuestionable es que la rea-
Admitir la concreta peligrosidad de la conducta parece no ser lice con atención a un resultado típico. Eso lo lleva a sostener que tal
suficiente ni siquiera para quienes la han propuesto. De hecho, TO- perturbación no existe porque no se requiere que un bien jurídico-
RIO LÓPEZ"4' afirma que lo hipotético de los delitos de peligro hipoté-
penal entre en contacto con alguna conducta peligrosa. Efectiva-
tico está en que el juez, además de acreditar la peligrosidad de la mente, este contacto no se presenta en los delitos de peligro abstrac-
conducta (desvalor «real» de acción), debe constatar si en la situa-
to847. Por eso señala que la peligrosidad no es más que una
ción concreta «ha sido posible un contacto entre acción y bien jurí-
«posibilidad de perturbación». Pero esta posibilidad, ¿significa, co-
dico», un «desvalor potencial de resultado»844. Distingue la descrip-
mo ella afirma, que se presenta al menos ese desvalor «potencial» de
ción típica de lo jurídicamente prohibido y concibe la imputación
resultado?
objetiva en un plano normativo-valorativo. Aunque la distinción se
desvanece al conservar la imputación objetiva dentro de la tipicidad Lo que sí no es extraño es que el mismo TORÍO LÓPEZ califique
sin mayor precisión. De hecho, ello facilita las confusiones criticadas esos delitos como delitos de peligro posible -en los términos de GA-
respecto del resultado penalmente relevante y el efecto físico sobre LLAS848-, si ellos se satisfacen con la aptitud de un comportamiento
un objeto de acción. TORÍO LÓPEZ sostiene que una construcción va- para producir un peligro (incluso lesión) para el bien jurídico-penal.
lorativa de la tipicidad no llega a consecuencias muy distintas de la Este autor pareciera requerir algo más que la concreta peligrosidad
teoría de la adecuación típica o causalidad adecuada. Habla de la re- de la conducta a través de ese particular desvalor de resultado, pero
levancia jurídico-penal de la conexión causal como exigencia de res- no lo logra realmente. ¿Cuál es la diferencia entre ese «posible con-
ponsabilidad penal. Por eso requiere un resultado «potencial». El tacto» entre bien y acción y la peligrosidad concreta como aptitud
que se haya de considerar criterios de adecuación y del fin de la nor- para producir un peligro? ¿En qué consiste tal contacto? Si éste se
ma para determinar la responsabilidad penal no implica seguir vin- determina, ¿es posible un contacto si el bien jurídico-penal es colec-
culados a concepciones causales-naturalistas, sin perjuicio de que ta- tivo? No lo es si, al menos, se refiere a un contacto semejante al que
les vínculos hayan de constatarse en caso de que concurran se requiere para configurar una puesta en peligro concreto. Desde
(exigencia del tipo). LAURENZO COPELLO843 llega a similares conclu- esta perspectiva, cabe también la crítica lógica que formula KAUF-
siones porque no separa la perturbación del bien jurídico-penal de la MANN 84 ', en cuanto se trate de la sola posibilidad de la posibilidad de
tipicidad -aunque sí pretende distinguir el resultado estructural del lesión o del peligro del peligro para bienes jurídico-penales. Seme-
resultado típico-84". A partir del reconocimiento de esta aptitud de la jante crítica no se puede evitar en todas las tesis que requieran úni-
conducta se cuestiona si, ¿no implica ya la admisión de una «situa- camente la peligrosidad de la conducta (aunque sea concreta), como
ción especial del bien jurídico» que se suma a la conducta? Señala cualidad del comportamiento que señala la probabilidad evidente
de un mal futuro. Sin embargo, varias de las propuestas doctrinales
que se pronuncian de este modo - m á s que olvidar que se alude a
una cualidad de la conducta- conectan esta peligrosidad con un par-
843. TORÍO LÓPEZ, «LOS delitos», pgs. 845-847.
ticular riesgo, ya como un especial desvalor de acción o desvalor de
844. Asimismo, LAURENZO COPELLO, El resultado, pgs. 180 y 182; MORALES PRATS,
«La estructura», pgs. 492 y 498. MATUS ACUÑA, Derecho penal, pgs. 149 y
resultado. De hecho, incluso quienes basan los delitos de peligro
150, destaca que esta configuración presenta dos ventajas: 1) evita la críti-
ca de automatismo de la constatación de la relevancia típica de esta figura
y de su injusto y 2) no exige un juicio ex post de un concreto peligro.
845. LAURENZO COPELLO, El resultado, pgs. 178 y ss. 847. Si ello se exigiera, sí cabe afirmar la real conversión de los delitos de peli-
846. Así, se pregunta si es posible identificar en estos delitos un «resultado tí- gro abstracto en delitos de peligro concreto.
pico» y explica que se trata de saber si en ellos se produce alguna pertur- 848. Cfr. GALLAS, «Abstrackte», pgs. 174, 176 y 180 y ss.
bación del bien jurídico-penal, «como un auténtico "resultado"». 849. KAUFMANN, Das Schuldprinzip, pg. 155.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto

abstracto en la peligrosidad general de la conducta o en una simple ¿la libre disposición de la droga es un efecto material? En este caso,
presunción hacen declaraciones respecto de un necesario «resulta- la simple tenencia -que incluye disposición- de la droga podría en-
do». tenderse como efecto externo en cuanto se considera a la droga co-
mo objeto material del delito. Aun así, ¿cuál es el resultado penal-
En este sentido, LUZÓN PEÑA**' entiende que en estos tipos se
mente relevante? Sostiene que ello todavía no implica la afectación
describen comportamientos en atención con su peligrosidad general
de la salud pública ni de ningún otro bien relacionado. En general,
y agrega que esto ha hecho que se consideren como delitos de peli-
se entiende que esa disposición del sujeto no es la relevante, pero en-
gro presunto y no real. A pesar de ello, más adelante señala que
tonces ¿cuál es?
siempre ha de estar presente un «resultado jurídico»831, que también
puede estar conformado por el peligro abstracto de algún bien jurí- TERRADILLOS BASOCO832 -partidario de estos delitos de aptitud o
dico-penal. Expresa que en los delitos de resultado material se re- de peligro hipotético- también se pronuncia en este sentido respec-
quiere además un «resultado material o formal». Pero reconoce que to de los fundamentos más tradicionales de los delitos de peligro
éste no siempre coincide con el resultado jurídico. El resultado ma- abstracto (su noción residual). Señala que ellos también han de ser
terial también puede ser independiente de la lesión o puesta en pe- interpretados en forma compatible con las garantías penales, «enfa-
ligro concreto del bien jurídico-penal, aunque entiende que «en todo tizando la necesidad de un juicio de desvalor sobre el resultado».
caso coincide con una peligrosidad abstracta o futura». Pone de Entiende que no se puede hablar de delitos de peligro si éste está
ejemplo la posesión de drogas que exige el «resultado de la disponi- completamente ausente y admite que el hecho de que a veces la «le-
bilidad libre y pacífica de la droga» por parte del sujeto, sin que ese sividad» no esté expresamente contenida en el tipo no significa que
«resultado» implique lesión o peligro concreto del bien tutelado. Se el juez (intérprete) no deba incorporarla, pues ninguna conducta de-
trata de separar -como se dijo en su momento- el efecto material-fí- lictiva puede prescindir de ella833. Es más, pone en duda la califica-
sico del resultado penal. Más claro se muestra en el ejemplo que ci- ción de los delitos de peligro abstracto como delitos de mera activi-
ta del delito de falsificación. Una cosa es crear un objeto falso con dad y acepta que también aquéllos implican un resultado material
apariencia de verdadero o alterarlo de alguna forma y otra distinta distinto de la conducta ejecutada, en cuanto el peligro abstracto «su-
es que se afecte la fe pública. Indica que esta perturbación (¿«lesión pone remoción o aminoración de la situación de seguridad previa-
o puesta en peligro concreto»?) sólo se da con «el inicio de la utili- mente existente»834. De este modo, habla de una conducta peligrosa
zación o puesta en circulación» del objeto. No por separar efecto so- y de un «peligro real». Añade que no es realmente relevante separar
bre un objeto de acción de afectación del bien jurídico-penal, aquel un juicio ex ante de un juicio ex post si se entiende que el juicio de pe-
efecto se identifica con la peligrosidad de la conducta, aunque sea ligro excede el ámbito del comportamiento. Si esto sucede, ya no
abstracta. Dos puntos cabe destacar de las declaraciones de este au- puede expresar sólo una cualidad de aquél. Por eso señala que el jui-
tor: 1) que pretenda ver un «resultado» ya en la peligrosidad abs- cio debe versar tanto acerca de las características del comportamien-
tracta del comportamiento y, especialmente, 2) que siempre se ha de to como de sus efectos. Así, pretende aplicar el juicio de probabili-
presentar un resultado jurídico, que puede ser también abstracto. Es- dad a dos realidades distintas, sin que baste la sola peligrosidad de
ta última declaración se conecta con la clase de perturbación que la conducta. Afirmación que le lleva a vincular esta forma de «resul-
permite los bienes jurídico-penales colectivos. La circulación de un tado» con la naturaleza del bien jurídico-penal y no con una mayor
documento o moneda falsa o su introducción en el mercado ¿es le- o menor proximidad de peligro, pues lo importante es que éste exis-
sión o puesta en peligro concreto de la «fe pública»? Por otro lado,

852. TERRADILLOS BASOCO, «Peligro abstracto», pgs. 814 y 815.


850. LUZÓN PEÑA, Curso, pgs. 313 y 314. 853. Ibíd., pg. 794.
851. Ibíd., pg. 349. 854. Ibíd., pgs. 796, 798-802 y 804.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto
te s3 \ Reitera no sólo que la conducta es peligrosa, sino también que A pesar de lo anterior, mantiene cierta confusión con los crite-
el peligro es real aunque no se exija su comprobación para un deter- rios d e probabilidad. Por eso se ve en la necesidad de subrayar que
minado objeto material o jurídico8"'1. el juicio de previsibilidad se realiza en la imputación objetiva con in-
dependencia de la «peligrosidad abstracta de la conducta». También
En semejante sentido, MÉNDEZ RODRÍGUEZ837 considera insufi-
destaca la dificultad para determinar el resultado861. Dificultad que
ciente el desvalor de resultado propuesto por TORÍO LÓPEZ. Señala
hace evidente al precisar las circunstancias que ha de considerar el
que también en esos supuestos de peligro hipotético se ha de exigir
juez (concretas y ¡o abstractas). Si se trata del examen de una situa-
un «desvalor real de resultado constituido por la existencia efectiva
ción que genera una determinada conducta - d e un resultado- se han
de un resultado peligroso». Lo importante es si realmente éste se
de considerar todos los factores o circunstancias concurrentes en el
produjo. Se refiere a las mismas hipótesis de delito respecto de las
momento de su producción862. La posibilidad de que el peligro abs-
que admite un resultado peligroso. No deja de aludir a un resultado
tracto sea un resultado particular y no una cualidad de la conducta
específico por el hecho de que utilice el adjetivo peligroso. Sin em-
-aunque se conciba como desvalor de acción- no se elimina por el
bargo, la falta de claridad no viene tanto por las expresiones que
hecho de negar un resultado de peligro concreto. Se trata de otra si-
emplea como por su posterior explicación. Indica que sólo desde «la
tuación. Sí es claro que si se admite como situación o estado que «re-
existencia material de un resultado» es posible la aplicación de cri-
sulta» de un comportamiento, su producción va más allá de éste y
terios de imputación objetiva838. Más claras son propuestas como la
ha de verificarse ex post de acuerdo con las circunstancias presentes
que formula D E LA CUESTA AGUADO834 para los delitos contra el medio
al momento de su producción. Si se habla de un «resultado de peli-
ambiente. Aunque alude a la idoneidad general respecto de la sub-
gro abstracto», admitir que el juez debe tomar en cuenta circunstan-
sunción de un comportamiento al tipo, luego concibe tales delitos
cias concretas al momento de su producción no debe confundirse
como tipos de resultado. Afirma que en ellos se crea una «situación
con la constatación de un resultado de peligro concreto. Si no se re-
de peligro derivada de la aptitud peligrosa o de la idoneidad lesiva
quiere esta clase de resultado, no ha de comprobarse. Entendemos
de la conducta»8*". Agrega que el juez ha de constatar no sólo la ido-
que la consideración de circunstancias que concurren en concreto no
neidad lesiva o «peligrosidad abstracta», sino también la creación de
se identifica con una puesta en peligro concreto, por lo que no hay
un «riesgo real» o «efectivo» para cualquier persona.
que probar una situación de contacto entre un bien jurídico-penal y
una conducta peligrosa. A pesar de ello, puede ser relevante para la
determinación de una situación de peligro abstracto - e n caso de que
sea posible- el criterio que propone para seleccionar las circunstan-
855. Señala que «no condicionar la pena a la constatación del riesgo supone la cias que el juez ha de examinar. Habla de la «dominabilidad por el
"volatilización" de la exigencia de ilicitud material». actor del desarrollo de la acción» y entiende que son relevantes las
856. Incluso habla de un doble juicio: de peligrosidad y del resultado de peli-
gro, que requiere la producción de un riesgo.
circunstancias que él domina863. Por lo que si toma «medidas de se-
857. MÉNDEZ RODRÍGUEZ, LOS delitos, pg. 186. guridad pertinentes y adecuadas» para evitar el resultado, su con-
858. ¿A qué tipo de materialidad se refiere? Si apunta a la perturbación del bien ducta no sería típica864.
tutelado por la norma, es correcta su referencia a criterios normativos de
imputación.
859. DE LA CUESTA AGUADO, Causalidad, pgs. 175-178, 231, 246, 265 y 267. Tam-
bién MARTÍNEZ-BUJÁN PÉREZ, Derecho penal económico, pgs. 108-110, 113 y 861. DE LA CUESTA AGUADO, Causalidad, pgs. 234-239.
114, comienza calificando los tipos de peligro abstracto por la peligrosidad 862. Así, hemos señalado -siguiendo a ZIELINSKI- que es la base que se exami-
general de la conducta, pero luego los considera no sólo delitos de peligro na la que determina el momento y los conocimientos requeridos.
real, sino que los describe como delitos de daños autónomos (sui generis). 863. Ibíd., pgs. 238 y 239.
860. DE LA CUESTA AGUADO, Causalidad, pgs. 122,123,138,140, 157, 170,' 230-232 864. Al respecto, se dirá que la adopción de medidas de seguridad tendrán di-
y 245. versa repercusión según el momento u oportunidad en que se adopten.

296 297

i
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto
86
WOLTER ' también alude a un particular desvalor, ya como in- 867
ción de la conducta . Nuevamente se presenta la duda, para que
justo o desvalor de peligrosidad («Gefahrlichkeitsunrecht») o como pueda'ser un resultado: ¿Peligro real equivale a peligro concreto o se
desvalor de resultado primario («primaren Erfolgsunrechts»). Sin em- ha de identificar derechamente con la peligrosidad concreta del
bargo, admite esta clase de injusto exclusivamente para los delitos comportamiento?
de peligro abstracto que denomina «impropios», en los que no bas-
ta el peligro como mero motivo de punición. Básicamente, se refiere En general, estas doctrinas no se sitúan fuera del desvalor de ac-
al delito de incendio (§306 StGB), aunque permite hacerlo extensivo ción. Sin embargo, sí pretenden exigir algo más que la sola realiza-
a otros delitos que se vinculen «abstractamente» con la lesión o ción del comportamiento típico. Lo que sucede es que no logran
puesta en peligro de bienes individuales. Para delitos de peligro abs- identificar un efecto real, sino que se mantienen en la descripción de
tracto que califica de «propios», en los que se tutelan bienes colecti- una cualidad de la conducta que se ha de verificar en el caso con-
vos, como en las acciones en masa, no tiene mayor problema en con- creto (peligrosidad concreta). Igualmente, tal exigencia no se identi-
formarse con el peligro como motivo de incriminación de conductas. fica siempre con aquella peligrosidad y es posible configurar un es-
Lo interesante de su propuesta es la interpretación restrictiva que tado distinto de una concreta cualidad del comportamiento típico
hace de los delitos de peligro abstracto, aunque se limite a una clase que al Derecho le interesa prohibir. Así, WOHLERS habla de tipos de
de ellos (impropios). Se refiere a un injusto propio e independiente «creación de riesgo» con base en comportamientos peligrosos868. Pro-
del desvalor de acción, que se suma a él. De allí que hable de desva- pone una nueva sistematización y un estudio particular para deter-
lor de resultado primario, como un efecto o consecuencia que exce- minar su legitimidad de estos delitos869. A pesar de este estudio, le-
de el desvalor de acción, pero que no alcanza a producir una lesión gitima la categoría de delitos de peligrosidad concreta sobre una
o puesta en peligro concreto del bien jurídico-penal («sekundares Er- especial situación de peligro, no sólo en el ámbito del incendio o la
folgsunrecht»). El problema es que esta autonomía del desvalor de ac- conducción en estado de ebriedad, sino también en los delitos me-
ción no es realmente tal. Ello se evidencia de su configuración como dioambientales. Se refiere a la creación de una «situación de peligro
desvalor de peligrosidad, a través de riesgos adecuados o aptos que indominable» (unbeherrschbare Gefahrsituation), cuando ya no puede
han de enjuiciarse ex ante. Aunque precise que tal peligrosidad ha de compensarse por el hecho ni por otras personas870.
ser objetiva o real («Schaffung eines objetiven Gefahrlichkeitsunzverts»), En este sentido se destacan tesis que permiten reconocer un des-
no deja por eso de situarse todavía dentro del desvalor de acción. valor distinto del desvalor de la conducta. No son propuestas real-
Así, compartimos la acotación de MENDOZA BUERGO866 acerca del ca- mente novedosas. Ya BINDING871 admite -independientemente de la
rácter puramente nominal de este «desvalor de resultado». No pue- ampliación del bien jurídico con su consecuente lesión- un efecto
de ser un verdadero resultado si se conserva como un riesgo ade- distinto de la conducta que no es posible identificar con una lesión
cuado de lesión que ha de examinarse ex ante, aunque aluda a una ni con un peligro concreto. Habla de una perturbación o conmoción
peligrosidad concreta. Pero de todas formas ella justifica la inclusión
de esta tesis dentro de los delitos de peligro abstracto con desvalor
de resultado con base en dos argumentos: el que se caracterice como
una «real posibilidad» de producción de una lesión y el que tal po- 867. Ibíd., pgs. 179 y 180.
sibilidad se pueda distinguir «al menos lógicamente» de la realiza- 868. WOHLERS, Deliktstypen, pgs. 306-309.
869. Distingue dos categorías generales: aquellos que comprenden formas de
comportamiento que afectan directamente intereses protegidos (delitos de
resultado y delitos de peligro concreto) y aquellos que pueden afectarlos.
Dentro de ésta, separa tres subcategorías: delitos de peligrosidad concreta;
865. WOLTER, Objektive, pgs. 25, 26, 76 y ss., 109 y ss. y 356; el mismo «Imputa- delitos acumulativos y delitos preparativos («Vorbereitungsdelikt»).
ción», pgs. 31, 41, 110, 112 y 132. 870. WOHLERS, Deliktstypen, pgs. 314, 315, 339 y 340.
866. MENDOZA BUERGO, Límites, pg. 178. 871. BINDING, Die Normen,vo\. I, pgs. 372, 373, 375, 376, 387 y 388.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto

en la seguridad de la existencia de un bien (Gefahrdung ist immer Ers- estado o situación, pero que no se limitan a una cualidad del com-
chütterung der Daseinsgewissheit). Aun cuando no separa formas di- portamiento. Son ilustrativos algunos de los ejemplos que cita, co-
versas de peligro y rechaza derechamente los delitos de peligro abs- mo el de incendio de cosa propia sin las debidas precauciones o la
tracto, no se puede decir que identifica esta «conmoción» o resultado creación de una señal errónea «adecuada» («geeignet») para hacer
de peligro con un resultado de peligro concreto872. Por una parte, ca- insegura la navegación, que afecta a las embarcaciones que pudie-
be recordar que la objeción que formula a los tipos de peligro abs- ran acercarse. Son situaciones que no implican u n peligro concreto
tracto se dirige únicamente a aquellos que se satisfacen con una pre- para bien penal alguno, pues no requiere su presencia. Pero tam-
sunción de Derecho, pues así se concebía tradicionalmente esta clase poco parecen satisfacerse con la sola realización del comporta-
de peligro. De igual forma refuta la teoría del peligro general. Se su- miento, ni siquiera con su peligrosidad concreta87*. De allí que ten-
braya la crítica que realiza a la sanción de conductas carentes de to- ga razón TORÍO LÓPEZ877 cuando afirma que este autor no entiende
do peligro o en las que éste se presume873. Así, se pone en el caso de por peligro sólo el peligro concreto, pero no creemos que se limite
quien realiza un incendio en la playa, pero da aviso a tiempo a todos únicamente a aceptar la peligrosidad de la conducta - e n cuanto
los barcos que pudiesen entrar en su radio de luz. En este caso en- ella sea idónea para lesionar algún bien jurídico-penal-, sino que
tiende que se elimina todo peligro y que constituye una desobe- va más allá. Permite clarificar esta idea, la conexión que BINDING
diencia inofensiva874. realiza de esta forma de prohibición penal o grupo de acciones con
el peligro común. Entiende que se castiga una conducta de este ti-
De otro lado, reconoce que el legislador también ha de prohi- po como consumada, aunque no ingrese un bien en su radio de ac-
bir conductas graves, en las que la no producción del resultado se ción, sólo cuando el peligro abre sus puertas a una generalidad de
deba sólo a una casualidad875. Ya se señaló una de las posibilidades bienes jurídicos. Es decir, cuando quiere «atrapar a cualquiera que
que describe para solucionar esta cuestión: la ampliación del obje- se le acerque», mientras esa generalidad se le «pueda» acercar878.
to de tutela. Pero ésta se rechazó por cuanto nada añade a la reso- De hecho, el mismo TORÍO LÓPEZ deja abierta esta posibilidad -aun-
lución del problema. La otra posibilidad dice relación, justamente, que expresamente circunscriba su tesis a la antedicha peligrosi-
con la prohibición de determinadas acciones o formas de acción, d a d - al señalar que «en el sentido de las normas, el peligro es en
que no incluyan aquéllas no peligrosas. Incorpora conductas que todo caso una situación real que compromete la estabilidad del ob-
sean «aptas» o «adecuadas» para perturbar o alterar determinado jeto de protección»874.

872. Ello se mantiene aún a pesar de que en ocasiones hable de una puesta en
peligro en el caso concreto, exija un efectivo «contacto» entre el bien y la
situación peligrosa («... Kontaktes zwischen Gut und gefahrdrohcnder Sachla-
ge») y ponga ejemplos como el delito de abandono de menores. Ibíd., pgs.
383, 384 y 388-390. 876. De hecho, el delito de incendio básico (del art. 476) es un clásico tipo reco-
873. Ellas no pueden escapar del reproche más grave de injusticia. «Seine Sat- nocido como peligro abstracto. Por otro lado, se ha visto que es usual in-
zungen aber kónnten dan Vorwurf schwerer Ungerechtigkeit nicht entgehen». corporar elemento de aptitud o idoneidad en estos tipos.
Ibíd., pg. 386. 877. TORÍO LÓPEZ, «Los delitos», pg. 830.
874. En esta situación se puede decir que el sujeto que crea el riesgo evita que 878. «Wenn nur die Gefahr ihre Pforten für eine Allgemeinheit der Rechtsgüter geóff-
se le escape de las manos, mantiene su domino, por lo que no parece ya te- net hat, also ergreifen will jedes, das ihr nahe kommt, warend eine Allgemeinheit
ner importancia su punición. Podría entenderse como un desistimiento ihr nahe kommen kann». BINDING, Die Normen, vol. I, pg. 397.
que excluye el peligro penalmente relevante. 879. Se ha visto que ni siquiera en su propuesta personal pretende quedarse so-
875. Ibíd., pgs. 390-397. Así, hablaba de «puestas en peligro condicionadas», lo con el desvalor de acción, aunque se limite a un «desvalor potencial de
que concibe como tentativas consumadas. resultado».

300 301
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto
3.3. Peligro concreto, peligrosidad concreta y peligro real modo específico. Básicamente, vincula esos bienes, como medios pa-
ra el desarrollo libre de los individuos, con la posibilidad de dispo-
La perspectiva normativa es fundamental para el análisis de
ner de ellos en forma segura y tranquila882. Afirma que la privación
aquello que se devalora. Asimismo, el admitir que existen diversos
o intervención de esta posibilidad constituye también un menosca-
estados -que no se limitan ni confunden con la lesión- que la norma
bo. Precisa que la puesta en peligro abstracto afecta condiciones de
penal desvalora y que también hay bienes jurídico-penales de natu-
seguridad que posibilitan el disfrute despreocupado de los bienes.
raleza colectiva, permite abrir paso hacia un posible resultado de pe-
Su lesividad es genuina, pues el bien también pierde valor al no po-
ligro abstracto. Lo importante es determinar si ello es así o simple-
der ser utilizado racionalmente por completo. Confiere al peligro
mente esta técnica se satisface con el puro desvalor de acción, como
concreto y al abstracto una estructura similar, en cuanto ambas for-
peligrosidad ex ante genérica o concreta.
mas de menoscabo afectarían la seguridad -aunque en el peligro
En principio, se destacan todas aquellas proposiciones que dis- concreto la desprotección del bien es mayor883-. Aquí mismo reside
tinguen un efecto o consecuencia que excede la conducta, sin que se la mayor dificultad de su tesis. Sostener que la puesta en peligro abs-
identifique con su peligrosidad, ni siquiera concreta. En varias oca- tracto constituye un menoscabo a la seguridad o a «patrones de se-
siones se alude a un peligro «real» o «efectivo» que no se dirige a guridad tipificados»884 no se diferencia mayormente de su identifica-
examinar ex ante si el comportamiento es apto para afectar bienes ju- ción con la lesión de un bien ampliado. Esto sucede al dirigir la
rídico-penales por sobrepasar los límites del riesgo permitido. Pero, tutela penal a la seguridad como un bien propio. La crítica se funda,
aquel «peligro» no se asimila tampoco a una situación ex post de sobre todo, si se entiende que tales patrones o parámetros están de-
puesta peligro concreto y si se hace, ya no se puede seguir hablando terminados por el legislador y que basta la realización de la conduc-
de delitos de peligro abstracto (conversión). La posibilidad de afir- ta por él descrita para entender «perturbada» (lesionada) la seguri-
mar un riesgo real que no se identifique con una peligrosidad de la dad en el disfrute despreocupado de bienes jurídico-penales88".
conducta ni con un resultado de peligro concreto es lo que interesa Además, su concepción también integra elementos subjetivos, que
precisar. En este sentido, algunos autores hablan de un específico da- pueden llevar a interpretar este resultado de puesta en peligro abs-
ño. KINDHÁUSER880 se pronuncia de este modo respecto del peligro tracto en forma meramente subjetiva. Así, cuando alude a la tran-
abstracto: daños «sui generis», propios e independientes. Esta afir-
mación tiene particular interés con relación a su concepción de daño
o menoscabo penalmente relevante, que no se limita a la lesión, ni la
tiene por único referente™'. De modo que se prohiben comporta- 882. Básicamente, reconduce todo bien a la protección de la libertad, de allí que
mientos aunque no se produzcan lesiones. Pero no significa todavía sea tan importante su resguardo incluso a través de asegurar una disposi-
un argumento nuevo de tesis clásicas. ción despreocupada de bienes. Así, concibe la integridad corporal en tér-
minos de autonomía personal y señala que la «autodeterminación» sobre
El hecho de que existan normas penales con contenido propio y la propia integridad es un presupuesto para la participación social.
que el peligro puede conformar un único fin permite comprender la KINDHÁUSER, Derecho penal, pg. 69.
883. Afirma que en esta clase de peligro la integridad del bien depende de «in-
existencia de resultados de peligro. De igual forma, su análisis acer- fluencias heterónomas».
ca del «resultado» de peligro abstracto es coherente con su admisión 884. KINDHÁUSER, «Acerca», pgs. 449 y 451; el mismo, Gefahrdung, pgs. 310 y ss.;
de bienes jurídico-penales colectivos, que también se perturban de Derecho penal, pgs. 81, 82 y 84.
885. MENDOZA BUERGO, Límites, 136-138, además de criticar la lesión automáti-
ca de la seguridad por la ejecución del tipo, destaca que su concepción no
se distingue de la teoría de la peligrosidad general, si tales parámetros de
880. KINDHÁUSER, Gefahrdung, pgs. 19, 20 y 280 y ss.; el mismo, «Acerca», pgs. seguridad son fijados por el legislador. En similar sentido, SCHÜNEMANN,
448-452; Derecho penal, pgs. 80 y ss. «Consideraciones», pg. 198; RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de peligro, pgs.
881. Así se vio a la hora de examinar la norma y el resultado. 255 y 265-267.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto
quilidad del sujeto o la posibilidad de disponer tranquilamente de RODRÍGUEZ MONTAÑÉS8*7 señala, respecto del conocimiento que
un bien y expresa que la «preocupación o angustia» ¿como fenóme- exige el peligro concreto, que el autor ha de ser consciente «de que
no sicológico-social? ha de ser considerada. Pero señala que esa pre- el objeto de bien jurídico protegido entra en el ámbito de eficacia de
ocupación o «disposición despreocupada» no apunta a un estado si- su actuación típica peligrosa, dejando, desde ese momento, de ser
cológico-social, sino a la valoración racional que realiza una persona segura su protección con los medios del ámbito organizativo al que
del riesgo. De todas formas, ambas ideas (bien seguridad y la tran- pertenece, que deja de encontrarse en situación de controlar y evitar
quilidad o preocupación) facilitan la crítica de su posición respecto con seguridad su lesión...». Esta falta de control es notoria en esa cla-
de los delitos de peligro abstracto. se de peligro básicamente por la proximidad que se da entre el bien
jurídico-penal y la conducta peligrosa888. Pero no significa que ella no
Sin embargo, se rescata la posibilidad de que exista un resulta-
pueda darse en otras situaciones, en las que no exista semejante con-
do propio e independiente del resultado de lesión, que no se identi-
tacto. De hecho, luego afirma esta característica como propia del jui-
fica con un peligro concreto. También pueden existir otros «estados»
cio de peligro. Este juicio exige al autor afirmar «su inseguridad so-
que requieran represión y control penal. Es cierto que el peligro abs-
bre la capacidad de evitación de la lesión, su falta de control sobre la
tracto presenta una estructura similar al peligro concreto, pues lo
situación, que deja de estar en sus manos...». Es así que CORCOY884
dos se vinculan con determinadas condiciones de seguridad. Ambas
vincula un concepto práctico de peligro con el peligro concreto, a
formas de peligro comparten ciertos caracteres. Pero ¿son identifica-
modo de «perturbación de la existencia de certeza en la evitación de
bles? Una situación de riesgo no se presenta de igual forma en todo
la lesión» del bien jurídico-penal, que queda en «grave desamparo».
caso. Es relevante destacar no sólo que un bien también pierde valor
Lo que le lleva también a admitir aquí una «lesión sui generis». El que
aunque no se transforme sustancialmente, sino también que el peli-
este contacto no se produzca no significa que no haya otra modali-
gro -en general, como estado desvalorado- implica cierta pérdida de
dad de peligro penalmente relevante. También pueden existir y de
control del agente. De este modo KINDHÁUSER886 describe la puesta en
hecho existen normas penales que tienen por fin otra clase de peli-
peligro concreto como una forma de supresión o privación del con-
gro, llámese peligro común, general, real, abstracto, potencial o hi-
trol sobre la integridad del bien jurídico-penal, que interpreta inde-
potético. El problema en la tesis de KINDHÁUSER es que su noción de
pendientemente como un conflicto de libertad sui generis («der Ent-
seguridad no sirve, como señala MENDOZA BUERGO840, como fin de las
zug der Kontrolle über die Integritat des Gutes ist ein rechtsgutsbezogener
Freiheitskonflikt sui generis und keinesweg ein axiologisch belangloses
Vorstadium einer Verletzung»). El que este factor sea propio de una si-
tuación de peligro no debe llevar necesariamente a identificar el pe- 887. RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de peligro, pgs. 163-166.
ligro concreto con el abstracto. Es este estado de incertidumbre co- 888. Así, RODRÍGUEZ MONTAÑÉS señala que uno de los elementos del peligro
mún el que puede prestarse para tal confusión. Por ello, este autor concreto que el autor ha de conocer es la «proximidad física e inmediatez
incluso va más lejos y considera ambos peligros como formas de me- temporal de la posible lesión». ífríd., pgs. 164, 165 y 183.
noscabo a la seguridad. Lo que sucede es que esta falta de control es 889. CORCOY BIDASOLO, «Resultado», pgs. 337 y 338. Esto se relaciona con su no-
evidente en una situación de puesta en peligro concreto porque exis- ción unitaria de los tipos de peligro -como delitos de lesión de bienes co-
lectivos-. Pero puede prestarse a confusión el que hable de peligro con-
te un concreto bien jurídico-penal que ha ingresado en el ámbito de creto respecto de bienes colectivos y que luego lo reconduzca a la lesión de
riesgo de una conducta peligrosa. De allí que la doctrina suela vin- esos bienes. Peligro concreto y peligro abstracto no se diferencian. Tampo-
cular esta falta de control del agente con el peligro concreto. co tiene relevancia, pues serían formas de ¿lesión?
890. MENDOZA BUERGO, Limites, pgs. 143-145. Rechaza una legitimación material
basada sólo en una idea semejante de seguridad y afirma que la peligrosi-
dad concreta de la conducta no puede ser dejada de lado. Ciertamente, la
peligrosidad concreta ha de concurrir siempre, pues es parte del desvalor
886. KINDHÁUSER, Gefahrdung, pgs. 277 y ss. de la conducta. Pero esto no es suficiente.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto
normas de los tipos de peligro abstracto. Su propuesta no es útil por- Son tipos que se estructuran básicamente como meras desobedien-
que se queda en una abstracción que no permite la real configura- cias. Así, el incumplimiento de órdenes de determinados funciona-
ción de un estado penalmente relevante. Así, sus distinciones y pre- rios o, incluso, de cualquiera que deba obediencia a alguna autori-
cisiones no logran una efectiva concreción, pues el peligro abstracto dad (artículos 226 y 496 núm. 1 del Código Penal). Típicos supuestos
se satisface con la suposición de una lesión para el bien seguridad de esta clase son también el mero porte ilegal de armas (artículo 199
por la mera ejecución del tipo. y artículos 9 y 11 de la Ley 17798); la fabricación, venta o distribu-
ción de armas prohibidas (artículo 288 del Código Penal) o la sola or-
ganización con fines ilícitos (artículo 292 del Código Penal). De otro
III. HIPÓTESIS Y PROBLEMAS lado, están delitos clásicos que no se discuten mayormente, en los
que se dice se protegen instituciones fundamentales, como la admi-
Más allá de propuestas que pueden reputarse de formales, to- nistración de justicia (artículos 206-212, 223, 269 bis, etc. del Código
davía se conservan los fundamentos clásicos de los tipos de peligro Penal); la administración pública (artículos 233 y ss. del Código Pe-
abstracto. Tampoco tesis que se pronuncian a favor de un desvalor nal); la seguridad exterior (hipótesis contempladas en el título I del
de acción especial se desvinculan totalmente de ellos. De hecho, el libro II) o la fe pública (en general falsificaciones del título IV del li-
mayor avance respecto del contenido material de estos delitos se ob-
bro II). Como se destacó, este grupo de delitos suele vincularse con
serva en el tránsito de la verificación de la falta de peligro en el caso
otros bienes «menos abstractos» que representan a esos bienes co-
concreto (prueba negativa) a la constatación de una peligrosidad
lectivos (bien «intermedio», espiritualizado o con función de repre-
concreta de la conducta típica (prueba positiva). Lo que se busca
sentación) y que se entienden lesionados con la ejecución de la con-
destacar en este apartado es que dentro de un mismo grupo de deli-
ducta típica. También hay supuestos que se describen con atención a
tos se han incluido distintas nociones. Esto explica que incluso auto-
un posible riesgo para bienes jurídico-penales que no necesitan estar
res que los rechazan admiten que ellos incluyen hipótesis que no se
presente ni siquiera dentro del ámbito de riesgo del comportamien-
satisfacen con meras presunciones o justificaciones genéricas para
to típico, como el incendio del artículo 476 -que, a diferencia del ar-
legislar891. Toda esa evolución se explica no sólo por las dificultades
que estos tipos enfrentan para legitimarse como forma de tutela pe- tículo 475, no requiere presencia de personas en el lugar incendia-
nal válida, sino también por los términos que emplea el legislador do-, el tráfico ilícito de estupefacientes (artículo 3 de la Ley 20000) o
para regularlos. Existen variadas formulaciones legislativas. Ello ha la conducción en estado de ebriedad, bajo la influencia de las drogas
contribuido a la falta de acuerdo respecto de las concretas hipótesis o del alcohol (artículo 196 E en relación con el 115 A de la Ley 18290).
que se configuran como delitos de peligro abstracto842. De igual forma, existen tipos que expresan ciertos elementos de ap-
titud, idoneidad, nocividad o peligro posible (específicamente los
De un lado, hay figuras que se limitan a describir comporta- que del §14, título VI), que se han de verificar. Como se puede ob-
mientos en los que su sola realización amerita una sanción penal. servar, la panorámica es amplia y tiene estrecha relación con la for-
ma en que los delitos de peligro abstracto han sido concebidos y re-
gulados.

891. HASSEMER y MUÑOZ CONDE, La responsabilidad, pgs. 76-80, señalan que den-
tro de los delitos de peligro abstracto también se incluyen supuestos en los 1. CLASIFICACIÓN Y CALIFICACIÓN
que el legislador exige cierta «nocividad» en términos de «idoneidad o po-
sibilidad evidente» de generar efectos lesivos.
La diversidad que reina en este ámbito permite entender por
892. En este sentido JAKOBS, Derecho penal, pgs. 212-214 (6/87, 6/88), apunta que qué muchos autores clasifican estos delitos en diversas categorías o
no sólo no está claro cuáles delitos son de peligro abstracto, sino que tam- pretenden introducir ilícitos «nuevos». Así, sostienen la necesidad
poco hasta qué punto lo es cada uno. de brindarles un tratamiento diferenciado. Esta variedad e indeter-

306 307

1
r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto
minación aumenta si aún se conserva la distinción entre delitos de de acciones en masa o normas con función organizativa. También
resultado material y delitos de mera actividad, pues -como se ha vis- distingue los delitos que protegen bienes intermedios espiritualiza-
to- ambos pueden ser de peligro abstracto893. ROXIN894 habla de deli- dos y agrega dos categorías más: delitos basados en la ausencia o in-
tos de peligro abstracto clásicos; acciones masivas (Massenhandlun- fracción de alguna autorización o control administrativo («Prüfste-
gen); delitos con «bien jurídico intermedio espiritualizado» y delitos llendelikte») y los delitos de acumulación. Estos cuatro casos
de aptitud abstracta (abstrackte Eignungdelikte). En realidad, se limita comparten -como característica común- la falta de lesividad del
a citar dentro de cada grupo ejemplos distintos, como el incendio en comportamiento, aunque ello sea más evidente en los delitos acu-
los delitos de peligro abstracto clásicos o la conducción en estado de mulativos.
ebriedad como una acción masiva. Pero su análisis se complica
En general, los delitos de peligro abstracto se han dividido en
cuando se observa un poco más las distintas explicaciones que se
dos grupos. Básicamente, se separan aquellos que se muestran como
han dado para éstos, desde SCHRÓDER hasta FRISCH. ROXIN sitúa den-
simples infracciones de reglas o se justifican por presunciones de
tro de los que denomina delitos de peligro abstracto clásicos todas
Derecho o formas de comportamientos que se consideran en sí mis-
aquellas figuras que se refieren a la peligrosidad general del com-
mas peligrosas mediante una determinación legislativa (peligrosi-
portamiento, que tampoco se distingue del fundamento de las ac-
dad general de la conducta) de aquéllos que pretenden salvar algu-
ciones en masa. Es más, no deja de señalar esta peligrosidad respec-
nas objeciones que tal concepción acarrea por la incorporación de
to de la última categoría que menciona (delitos de aptitud), pues no
algún contenido material de injusto -ya se alegue su reconducción al
requiere un resultado de peligro concreto.
tipo imprudente o se afirme la necesidad de constatar la peligrosi-
SCHÜNEMANN895 realiza una clasificación similar. Distingue deli- dad concreta del comportamiento-. De esta forma, WOLTER898 habla
tos de peligro abstracto que protegen «bienes intermedios espiritua- de delitos de peligro abstracto propios y delitos de peligro abstracto
lizados», acciones en masa y delitos de peligro abstracto compatibles impropios («eigentlichen» y «uneiggentlichen abstrackten Gefahrdungss-
con tentativas imprudentes o imprudencias sin resultado. Reserva la traftaten»)m>. Los primeros se caracterizan por la infracción de deter-
solución de la imprudencia -aunque como infracción del deber sub- minadas reglas, de modo que se tipifican formas de conducta que
jetivo de cuidado- para delitos problemáticos, que no se salvan por dejan al peligro sólo como motivo de incriminación. Parece reservar
la incorporación de un bien representativo ni se explican por la pa- en este grupo aquellos delitos que se basan en la simple peligrosidad
sividad del comportamiento en cuestión. Así se manifiesta expresa- general del comportamiento, pero no se preocupa por encontrar al-
mente JAKOBS896, que agrupa los tipos de peligro abstracto de igual gún otro fundamento900. De allí que cite conductas en masas como las
modo. Pero además se preocupa de justificar las acciones en masa que se dan en el tráfico rodado. Éstas no son las únicas que se pue-
sobre la base de la necesidad de automatizar ciertos ámbitos a través den fundar así, pero sí suelen conformarse con esta idea como sufi-
de la observancia de reglas, especialmente en el tráfico rodado o se- ciente. Los delitos de peligro abstracto impropio presentarían, en
guridad en la circulación. En este sentido, MENDOZA BUERGO897 habla

898. WOLTER, Objektive, pgs. 276-282.


893. KINDHÁUSER, Derecho penal, pg. 77. Destaca este aspecto como circunstancia 899. Sin embargo, también distingue entre delitos de peligro con causalidad
que dificulta sostener la homogeneidad de estos delitos. potencial general («Risikodelikte mit potentieller Kausalitat»); delitos de le-
894. ROXIN, Strafrecht, pgs. 356-360. sión potencial («potenttielen Verletzungsdelikte»); delitos con bien jurídico
895. SCHÜNEMANN, «Moderne», pg. 798. intermedio espiritualizado y propone los Prüfstellendelikte (aquellos que
896. JAKOBS, Derecho penal, pgs. 210-214. Aunque su reconducción a la impru- exigen infracción de autorización administrativa). Sin embargo, sólo pro-
dencia no se identifique precisamente con la infracción de un deber subje- pone la solución interpretativa a través del injusto de peligrosidad o «des-
tivo de cuidado. valor de resultado primario» para los que califica de impropios (incendio).
897. MENDOZA BUERGO, Límites, pgs. 52-65. 900. Ver MENDOZA BUERGO, Limites, pgs. 181 y 182.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto

cambio, conflictos respecto de lo injusto penal y del principio de cul- renciado para las diversas clases de delitos de peligro abstracto. Co-
pabilidad. No se dice exactamente cómo se explican, su fundamen- mo servio, propone designar como «delitos de peligro hipotético» a
to, ya que entiende que se han de restringir por medio de una inter- aquel grupo que requiere constatación de la concreta peligrosidad
pretación teleológica. Se refiere específicamente al incendio, del comportamiento, en cuanto apto o idóneo para producir un re-
supuesto clásico de estos delitos, cuando no cree algún riesgo de pe- sultado. De modo que se ha de dar tanto un desvalor «real» de ac-
ligro objetivo adecuado: si el sujeto se asegura que ningún hombre ción como un desvalor «potencial de resultado». Luego separa otras
se encuentre en el edificio que incendia. En similar sentido, HIRSCH901 dos categorías: delitos de peligro abstracto que consisten en la viola-
propone utilizar la expresión delitos de «peligrosidad abstracta» pa- ción de reglas ético-sociales o religiosas y delitos de peligro abstrac-
ra figuras que recurren a argumentos clásicos y la de delitos de «pe- to identificables con delitos de desobediencia o infracciones admi-
ligrosidad concreta» para los que exigen la constatación de una con- nistrativas o de policía. Sin embargo, cabe poner en duda la real
creta peligrosidad de la conducta típica. Por su parte, MORALES calidad de tipos de peligro abstracto de estas últimas clases, así co-
PRATS902 opta por delitos de peligro abstracto «stricto sensu» en el pri- mo también de todas las que se justifican por sí mismas. Más que su
mer caso y de delitos de peligro abstracto «lato sensu» para los cono- cuestionamiento como delitos de peligro abstracto, ¿merecen éstos el
cidos delitos de peligro hipotético. calificativo de delitos?
Pero también se han utilizado denominaciones semejantes en En síntesis, las diversas clasificaciones separan las nociones tra-
sentido diverso. RODRÍGUEZ MONTAÑÉS903 habla de delitos de peligro dicionales de delitos de peligro abstracto de las que pretenden su
abstracto propio para designar tanto los que describen conductas ge- restricción. Pero también cabe otra advertencia respecto de los su-
neralmente peligrosas como los que exigen ciertos elementos de ap- puestos típicos. Es posible distinguir dos grandes grupos con aten-
titud que hayan de acreditarse, en cuanto tipos que se dirigen a la tu- ción al bien jurídico-penal: los que protegen bienes jurídico-penales
tela de bienes individuales o «individualizables». Para estos delitos colectivos no tan vinculados con bienes de carácter individual -co-
propone el enriquecimiento a través de la imprudencia. Por lo que mo la administración pública o la seguridad del Estado- y los que
serían delitos de peligro abstracto impropios los que protegen bienes tutelan bienes jurídico-penales colectivos que evidencian una rela-
colectivos no reconducibles a bienes individuales y que se completan ción más estrecha con aquellos bienes -como la salud pública, el nor-
mediante la incorporación de bienes jurídicos intermedios que se «le- mal y seguro desarrollo del tráfico rodado, etc.-. Ciertas dudas ca-
sionan». En este sentido cuestionamos la crítica que esta autora reali- ben acerca de si las nuevas figuras o categorías que incorpora la
za de la tesis de MAYER, al afirmar que la introducción de «nuevos doctrina ¿son realmente diferentes? o ¿son modalidades de tipos de
conceptos para expresar las mismas ideas» sólo sirve para complicar peligro abstracto? Más que la duda acerca de si son delitos de peli-
más las cosas904. Pero también cabe la crítica si se emplean unos mis- gro abstracto, el problema radica en que no se han abandonado no-
mos términos para expresar ideas distintas. De otro lado, TORÍO LÓ- ciones clásicas, incompatibles con postulados penales y que no alu-
PEZ905 destaca particularmente la necesidad de un tratamiento dife- den realmente a peligro alguno. A este respecto, tiene relevancia la
crítica global que formula OTTO906 a estos delitos -más que por los di-
versos ámbitos en los que ellos se insertan- porque no presentan
orientaciones de protección uniformes. ¿Por qué coexisten figuras
clásicas de peligro abstracto con formas intermedias o con aquellas
901. HIRSCH, «Peligro», pgs. 514-516.
902. MORALES PRATS, «La estructura», pgs. 488 y 491. Otros, como MUÑOZ CON-
a las que se les reconoce u n determinado contenido de injusto? Pue-
DE, distinguen entre auténticos delitos de peligro abstracto, delitos de pe-
ligro abstracto-concreto y delitos de peligro hipotético.
903. RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de peligro, pgs. 298-300 y 304.
904. Ibíd., pg. 279.
905. TORÍO LÓPEZ, «Los delitos», pgs. 827, 828 y 835 y ss. 906. OTTO, «El abuso», pg. 463.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto
de decirse que hay dos posibilidades. Por un lado, que no haya real- típico, ya se basen en la infracción de un deber de cuidado, en la le-
mente nada que los una y que sencillamente deban separarse como sión de- un bien colectivo o en una infracción a determinados están-
ilícitos distintos, más que proponer un tratamiento diferenciado. O, dares de conducta, etc. En general, las dificultades se vinculan con el
queda la alternativa de que existan aspectos comunes que haya que principio de culpabilidad. Por ahora, se busca poner de manifiesto
rescatar y proceder así a fijar los delitos de peligro abstracto y sus di- que los diversos aspectos que se discuten se presentarán a la luz de
versas hipótesis907. Antes de resolver este cuestionamiento, conviene un injusto material que no se colma únicamente con un desvalor de
observar las principales críticas que se formulan a esta categoría de acción -aunque sea concreto y objetivo-. No se tocan aquí todos los
ilícito penal. aspectos que se debaten respecto de esta técnica legislativa. Básica-
mente, se trata la discusión que genera hablar de formas anticipadas
de tutela penal.
2. DIFICULTADES FUNDAMENTALES

Muchas son las críticas que se han hecho a los tipos de peligro 2.1. Anticipación e iter criminis
abstracto. La particular configuración de estos delitos choca con
principios y categorías penales básicas. Fundamentalmente, se Concepciones negativas de los delitos peligro abstracto (elemen-
muestran como estructuras de difícil justificación frente a la vigen- to que no aparece en el tipo) favorecen tesis sobre presunción o su-
cia del principio de protección de bienes jurídicos o de ofensividad. posición del peligro. Se ha visto que ellas fundan críticas sobre la fal-
Ello, en cuanto basta la sola realización del comportamiento típico ta de lesividad de estos delitos, ya se dirija la presunción al resultado
para su castigo penal. Es un problema relativo al contenido de in- de peligro o a la peligrosidad de la conducta. Esta misma compren-
justo. Por lo que la respuesta depende de la noción de injusto penal. sión favorece el empleo de esta técnica legislativa, pues facilita las
Normalmente se le asigna un contenido material, ya se sitúe dentro exigencias de prueba. En cualquier caso, las dificultades no se pue-
de un específico desvalor de acción o de un desvalor de resultado den evadir al enfrentarse a las formas imperfectas de ejecución del
(potencial o primario). De allí que los problemas de legitimidad se delito. Uno de los problemas que surge en torno a estos delitos dice
mantengan en injustos que se satisfacen con un desvalor de acción relación con su posible identificación con esas formas y con la posi-
concreto si se entiende que estos delitos se conforman con la mera bilidad de que ellos mismos puedan ejecutarse de modo imperfecto.
suposición de peligro o genérica peligrosidad de la clase de com- Es su vinculación con tentativas inidóneas lo que ha motivado la ne-
portamientos. Así, se observa que la mayoría de las críticas se diri- cesidad definir esta cuestión90*. Para ello, fijaremos previamente qué
gen a las concepciones más clásicas, que se conformarían como in- conductas conforman esos grados previos de desarrollo del delito.
justos formales. Sin embargo, ellas se han de extender a todas las
tesis que se limitan a admitir la sola ejecución del comportamiento Como se sabe, en nuestro país se distingue entre delito consu-
mado, delito frustrado y delito intentado o tentativa de delito y se

907. La confusión en la separación e inclusión dentro de los delitos de peligro


abstracto clásicos o propios de conductas que impliquen actuaciones en 908. ALCACER GUIRAO, La tentativa, pgs. 228, 231, 232, 237 y 241-243, aclara que
masas o la protección de bienes intermedios, quizás se deba al hecho de cabe identificar la tentativa inidónea con los delitos de peligro abstracto si
que comparten un mismo fin de la norma. Incluso se ha visto que autores se sostiene un mismo juicio de peligro para ambos. Por ello afirma que MIR
como JAKOBS y ROXIN no se preocupan demasiado por señalar restricciones PUIG no puede llegar a igualarlos si distingue entre una peligrosidad obje-
a estas formas. Lo propio de un delito de peligro abstracto radica real- tiva ex ante y una peligrosidad estadística, aunque reconoce que su postu-
mente en la clase de bien jurídico-penal involucrado, pues su forma de ra puede interpretarse diferente -por su «revaloración», aunque formal,
afectación exige una determinada configuración típica, que no calza con del desvalor de resultado- si se entiende que también se exige una peli-
una lesión ni con una puesta en peligro concreto. grosidad objetiva ex ante en la tentativa inidónea.

312 313
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto
909
establece para ellos distinta penalidad . Supuestos que se caracteri- afecta el nivel de injusto, pues supone la concurrencia de uno de me-
zan por la falta de «resultado» -al menos el típico- y que presentan nor gravedad respecto de aquel que exige la infracción de la norma
problemas con tipos que se definen por esa ausencia. En realidad, lo penal primaria completa. Cabe recordar que ni siquiera la consuma-
que falta en esos grados previos a la consumación es la realización ción formal implica todavía la afirmación de lo injusto penal (pre-
completa del comportamiento descrito en el tipo. En la tentativa só- sencia de algún resultado penal). Por otra parte, es posible que una
lo se da comienzo a la acción, mientras que en el delito frustrado la ejecución imperfecta sí constituya un injusto particular913. En este
acción se completa pero no está presente el efecto típico9'". Por eso sentido OCTAVIO DE TOLEDO y HUERTA TOCILDO914 afirman que existe
ambas modalidades de desarrollo se pueden dar en figuras que des- también u n tipo de injusto en el «delito intentado». Si bien es un ti-
criben comportamientos y efectos. Pero, los llamados delitos de me- po de injusto diverso del delito consumado, aquél se configura por
ra actividad -por su estructura- pueden darse únicamente en grado el «alto riesgo» de afección del bien jurídico. Precisamente allí radi-
de tentativa911. Se de trata de un problema de consumación formal912, ca la mayor dificultad para el castigo de esas dos formas imperfec-
con relación a los elementos del tipo. A pesar de ello, también se tas de delito: su fundamentación o naturaleza de delito.
El problema fundamental de estos grados previos a la consu-
mación radica en el fundamento de su castigo penal. Además, esta
dificultad entronca con otra: si la sanción de la tentativa constituye
909. Art. 7 del CP. En otros ordenamientos -como el español y el alemán- se ha-
o no una anticipación penal915. Anticipación que, según dijimos, tie-
bla de consumación versus tentativa acabada o inacabada.
910. Así lo ha interpretado nuestra doctrina. Ver CURY URZÚA, «Contribución»,
ne relevancia con atención al contenido de injusto penal. A ello se su-
pgs. 70 y 72. man las diversas nociones de tentativa (y su contenido). De suerte
911. De modo que se trata de una diferencia estructural-típica que -según se di- que conviene determinar qué constituyen esas fases previas, especí-
jo- no es determinante penalmente. Por lo que tampoco se considera pe- ficamente las distintas modalidades de tentativa -idónea, inidónea o
nalmente relevante la distinción entre tentativa y frustración, a menos que imposible e irreal-. Para enfrentar la polémica de la idoneidad o ini-
la diversa intensidad se pueda presentar en un mismo tipo penal (delitos doneidad de la tentativa importa establecer, previamente, el sentido
de resultado material), de modo que implique un diverso grado de injus- que aquí se le atribuirá a dichos términos. En general, cuando se ha-
to. En este caso, el legislador puede establecer distintos grados de pena se-
gún el nivel de desarrollo que el tipo permita, sin necesidad de establecer bla de idoneidad de la tentativa se alude a formas de comporta-
dos categorías independientes. Basta, quizás -como en CP español- con mientos aptos (objetos, medios y / o sujetos) ex ante para producir la
distinguir entre tentativa acabada y tentativa inacabada. consumación del respectivo tipo. A partir de aquí, las diferencias en-
912. POLAINO NAVARRETE, «Artículo 16», pgs. 848 y 849, expresa que la sosteni- tre idoneidad e inidoneidad se dispersan. Normalmente, se ha en-
da inidoneidad ex post de toda tentativa -por falta de «resultado»- es tal tendido que la peligrosidad ex ante de la conducta caracteriza tanto
sólo desde la perspectiva de la consumación. Quizás esta declaración sea
necesaria en el Derecho español por los términos que utiliza el actual art.
16 NCP al regular la tentativa: indica que se da principio a la ejecución del
delito «practicando todos o parte de los actos que objetivamente deberían 913. Se recuerda la diferencia establecida entre simple perturbación externa y
producir el resultado...». Hablar de «resultado» puede inducir a confusión perturbación real de algún bien jurídico-penal.
-sobre todo si se regulan tentativa y frustración juntas- respecto de la ido- 914. OCTAVIO DE TOLEDO y HUERTA TOCILDO, Derecho penal, pgs. 451 y 452. Así, ya
neidad de la tentativa y su posibilidad de punición. Ello no sucede en se reconozca en la tentativa un injusto de menor grado o, incluso, se ad-
nuestro derecho, toda vez que este problema se reconduce a la consuma- mita en ella un injusto propio o independiente. Ver HIRSCH, «LOS concep-
ción (para que se «consuma» o para su «complemento»). Así, CURY URZÚA, tos», pgs. 767 y 779; POLAINO NAVARRETE, «El injusto», pgs. 66-74.
Enrique, «La teoría del principio de ejecución en la tentativa», en RCP 915. Así, para SÁNCHEZ GARCÍA DE PAZ, El moderno, pgs. 20-30 y 80-99, el peligro
(1963), t. XXII, pgs. 175 y 176, señala que el principio de ejecución no se re- concreto no constituye anticipación, pues lo entiende parte del «injusto
quiere de un hecho o una acción, sino «del crimen o simple delito, en el originario» que le sirve de referencia para determinar aquélla. Por ello,
sentido de tipo delictivo tal como aparece descrito en el texto legal». considera la tentativa idónea de esta forma.

314 315
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto
la tentativa idónea como la inidónea (no la irreal ni la supersticiosa) se exige peligrosidad919. Aquí se dejan atrás tanto nociones subjetivas
y que lo que las distingue es que en la primera existe además un pe- del desválor de la conducta, como aquellas que se bastan con una pe-
ligro real ex post9lb. También se sostiene que se diferencian en el ámbi- ligrosidad genérica. Se precisó que este desvalor reclama la concreta
to de la peligrosidad, es decir, ex ante917. Esta última tendencia se vin- peligrosidad del comportamiento. De modo que aun si lo injusto se
cula con el desarrollo que ha experimentado el propio contenido del limitara a él, no sería suficiente una peligrosidad estadística.
desvalor de acción o de conducta. Así, algunas tesis aceptan la puni-
La confusión puede surgir del empleo de iguales calificativos
ción de la llamada tentativa inidónea si implica, al menos, peligrosi-
(idoneidad o aptitud) al definir la noción de peligrosidad que con-
dad general o estadística de la conducta918. En ocasiones, ni siquiera
forma el desvalor de conducta. Por lo que es necesario precisarlos en
el ámbito de la tentativa. La peligrosidad concreta de la conducta,
por su «idoneidad» para producir el resultado penal, se estableció
916. Así, no sólo tesis objetivas. Ver FARRÉ TREPAT, La Tentativa, pgs. 32, 36 y 37; como elemento necesario para determinar su antijuridicidad (desva-
MARTÍNEZ ESCAMILLA, La imputación, pg. 155; HUERTA TOCILDO, Sobre, pgs. lor de acción)920, aunque insuficiente para su punición. Es un requi-
52, 53 (nota 83), 55, 57 y 60; MUÑOZ CONDE y GARCÍA ARAN, Derecho penal, sito mínimo común para todo delito que se examina por un juicio de
pgs. 417 y 418; SILVA SÁNCHEZ, «La regulación», pgs. 123, 126, 128 y 130; el probabilidad ex ante -respecto del bien jurídico-penal-. Si falta esta
mismo, El delito, pgs. 216 y 217. También predomina en nuestra dogmáti- «idoneidad», la conducta intentada es, en general, irrelevante, pues
ca. Labatut, 7a ed., 1992, pg. 182; ILLANES SOLAR, Los delitos, pgs. 26 y 37; falta ese primer desvalor. En este sentido es común hablar de tenta-
BUSTOS RAMÍREZ, Obras, t. I, pgs. 137 y 1051; NOVOA MONREAL, Curso, pg.
tiva irreal o «delito imposible»921, sin perjuicio de que algunos refie-
247. POLITOFF L., MATUS A. y RAMÍREZ G., Lecciones. Parte general, pg. 373,
hablan de «peligro objetivo-material de realización del tipo». Parecen
apuntar a un criterio formal, de consumación. Describen -más bien- la in-
dependencia del peligro, aunque hablen de un adelantamiento de punibi- pesar de que el derecho alemán que admite la punición de dicha tentativa
lidad. Señalan que el peligro no se refiere necesariamente al peligro de le- (§§ 22 y 23 StGB), Ver JESCHECK y WEIGEND, Tratado, pgs. 569-572.
sión de un bien jurídico-penal y que el legislador también protege bienes 919. La preferencia de criterios subjetivos permite el castigo de tentativas ini-
a través del peligro. En contra sí se manifiesta, GRACIA MARTÍN, «Sobre», dóneas. Así, sucedía en el antiguo CP español (1973), art. 52, párrafo se-
pgs. 341-344, 347, 349 y 353-359, al criticar la Sentencia de la Audiencia gundo: «A los autores de tentativa de delito se les impondrá la pena infe-
Provincial de Zaragoza de 24 de mayo de 1996, que admite esta exigencia. rior en uno o dos grados, según el arbitrio del Tribunal, a la señalada por
Entiende que ni siquiera se requiere peligrosidad de la acción para que la la ley para el delito consumado. La misma regla se observará en los casos
tentativa sea punible. Ello porque mantiene un concepto formal, según la de imposibilidad de ejecución o de producción del delito». Por otro lado,
descripción típica y el principio de ejecución. Aun cuando afirma que si el StGB alemán no distingue, §23.1 «La tentativa de un criminal será siem-
existe tal peligrosidad la tentativa es idónea. pre punible. La tentativa de una falta será punible sólo cuando la ley lo de-
917. Se tiende a sostener que mientras la tentativa idónea requiere una peligro- termine así expresamente» [(1) «Der Versuch eines Verbrechens ist stets straf-
sidad objetiva de la conducta, la inidónea se completa con una peligrosi- bar, der Versuch eines Vergehens nur dann, wenn das Gesetz es ausdrücklich
dad meramente subjetiva, radicada en los planes del autor. Pueden inter- bestimmt»].
pretarse de ese modo propuestas que entienden que la tentativa inidónea 920. De modo que se trata de una peligrosidad objetiva-subjetiva y concreta.
es aquella no peligrosa y vinculan la idoneidad con la peligrosidad ex an- 921. En general, se entiende que la tentativa irreal se presenta cuando se utili-
te del comportamiento. Ver SOLA RECHE, «Sobre», pgs. 780-782; CEREZO zan medios u objetos inexistentes o irreales (error de tipo inverso), que al-
MIR, Curso, pg. 105; MIR PUIG, Derecho penal, pgs. 338, 348 y 349. Su tesis se gunos identifican con una inidoneidad absoluta. Por otro lado, se habla de
ha de matizar con sus actuales precisiones en torno a la importancia de las delito imposible cuando se actúa en la creencia de que se está realizando
valoraciones para la norma penal y para lo injusto. un ilícito penal que en el hecho no existe (error de prohibición inverso).
918. Ver MIR PUIG, Derecho penal, pg. 354. En este sentido WOLTER, «Imputa- Ver MAURACH, Reinhart, GÓSSEL, Kart Heinz y ZIPF, Heinz, Derecho penal.
ción», pgs. 110, 111 y 133, rechaza su punición basada en un desvalor me- Parte general, trad. (7a ed.) J. Bofill, Astrea, Buenos Aires, 1995, t. II, pgs. 54-
ramente subjetivo y entiende que el injusto del hecho requiere la posibili- 65; JESCHECK y WEIGEND, Tratado, pg. 572. Su distinción no tiene mayor im-
dad real de lesión o puesta en peligro concreta del bien jurídico-penal. A portancia, pues en cualquiera de los dos casos se está realizado un com-

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto

ran esta «inidoneidad ex ante» a la tentativa «inidónea»'22. En reali- Ahora, cabe determinar cuál es la situación que se ha de produ-
dad, la idoneidad e inidoneidad de la tentativa se refieren -más que cir o ha de faltar para calificar una tentativa de idónea o de inidónea.
a la aptitud o calidad de los medios, objetos o sujetos- a la posibili- En este sentido, la problemática de la tentativa suele entroncar tam-
dad de que ella sea sancionada con pena; es decir, de que sea puni- bién con la noción de peligro y su naturaleza. La punición de la ten-
ble923. En este sentido se toma la idoneidad (punibilidad). tativa se admite, en general, con base en un peligro real para el bien
jurídico-penal desde una perspectiva ex post. Tal vinculación es co-
A partir de los postulados que se acogen, se entiende que el aná-
rriente en concepciones materiales de injusto penal que requieren
lisis de la tentativa idónea no se satisface con una perspectiva exclu-
además un desvalor de resultado constituido por ese peligro, que se
sivamente ex ante. Sin perjuicio de que toda tentativa se muestra
identifica con un peligro concreto925. De lo dicho se puede advertir
«inidónea» ex post para producir el resultado que contempla el tipo
que no se consuma, ya por falta de efecto típico, ya porque no se ha
completado la conducta típica. Ello no quiere decir que no se pro-
duzca resultado penal alguno que haga admisible su punición. El 925. Ya VON LISZT, Tratado, pg. 301 y, en general, concepciones que no se con-
asunto es determinar si de todas formas se justifica alguna reacción forman únicamente con un elemento subjetivo para conformar lo injusto
penal. De modo que la «idoneidad punible» tiene por base la peli- penal. Ver CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pgs. 49, 50, 141, 142, 145 y
grosidad del comportamiento. Por lo que aquella idoneidad es más 147; SÁNCHEZ GARCÍA DE PAZ, El moderno, pg. 26; ALCACER GUIRAO, La ten-
amplia como concepto que la aptitud que se ha de dar para deter- tativa, pgs. 8, 9, 13, 14, 241, 442, 447, 450 y 451; BUSTOS RAMÍREZ, Obras, 1.1,
minar la peligrosidad de la conducta, sin perjuicio de que ellas pue- pg. 137. Incluso MIR Puic, Derecho penal, pg. 354, que sólo en el último
tiempo confiere mayor relevancia la resultado. BINDING, Die Normen, vol. I,
dan coincidir según la noción de injusto penal que se mantenga424.
pgs. 374-376, describe la esencia de la tentativa -citando a VON ROHLAND-
en la puesta en peligro, pero luego lo considera falso («Allein ich darfmich
Leiden dieser Bundesgenossen nicht freuen; denn ich halte ihre Behauptung für
falsch»). Entiende que ello no permitiría la distinción entre intento y con-
portamiento no peligroso ex ante que debe quedar impune «ya que ni si- sumación en los delitos de peligro o puesta en peligro. Señala que la ten-
quiera existe desvalor de acción». Ellos señalan que sus semejanzas per- tativa se paraliza mucho antes, por lo que no se alcanza a poner en duda
mite considerar a ambos dentro de la categoría del «delito putativo». Tam- la existencia del bien. Sin embargo, finalmente reconoce que ambos con-
bién hay autores que identifican delito imposible con tentativa inidónea, tienen una agresión al conjunto de bienes jurídicos, intento de lesión y
Ver BUSTOS RAMÍREZ, Obras, t. II, pg. 291 («Castigo», pg. 91). puesta en peligro consumada coinciden («Aber darin, dass sie einen Angriff
922. SOLA RECHE, «Sobre», pgs. 780, 781 y 784, el mismo, La llamada, pgs. 40, 64- auf den Rechtgüterbestand enthalten, stimmen Verletzung-Versuch und vollen-
73 y 164 y ss.; FARRÉ TREPAT, La Tentativa, pgs. 395 y 397-404. dete Gefdhrdung in der Tat überein»). De modo que ellos solamente se distin-
923. Así, MOLINA FERNÁNDEZ, Antijuridicidad, pg. 787, señala que esta tentativa guen por el grado de desarrollo del ataque. Por lo que es un problema que
es la única cuya punición no se discute. No se trata sólo de un examen de se vincula con los elementos del tipo. Se comprende así que en general se
calidad y aptitud de los medios y de los objetos, sino de los requisitos ne- rechace la punción de tentativas en delitos de peligro, salvo que se ponga
cesarios para poder proceder penalmente. BUSTOS RAMÍREZ, Manual, pgs. en peligro otro bien protegido. En general nuestra doctrina exige esta co-
310, 311 y 421, expresa que la problemática del iter criminis se vincula con nexión material, Ver KÜNSEMÜLLER LOEBENFELDER, «¿Tiene futuro...?», pgs.
la lesión o la puesta en peligro del bien jurídico-penal, en cuanto indica el 41-45. Así se entiende incluso si, en ocasiones, se habla de «peligrosidad»
ámbito hasta el cual se puede extender la punibilidad. concreta, pues no siempre está claro el límite entre peligrosidad y estado
924. Ver FARRÉ TREPAT, La Tentativa, pgs. 32, 33 y 279. MUÑOZ LORENTE, José, La de peligro. CURY URZÚA, «La teoría», pgs. 182, 187, 188, 191 y 193. Aunque
tentativa inidónea y el Código Penal de 1995, Tirant lo Blanch, Valencia, 2003, critique las teorías que reclaman un peligro real para el bien jurídico-penal
pgs. 109 y 110, destaca que lo que determina la punibilidad de la tentativa por pretender referirse a un problema previo (el de la ejecución o «princi-
-si bien se refiere a la tentativa inidónea- no es su expresa exclusión en la pio de ejecución» de la tentativa), es destacable la separación que realiza
descripción típica, sino «sostener un concepto de injusto que admita la entre la descripción típica y el juicio de valor posterior que implica la an-
sanción de aquella figura y que, además, no exista una decisión del legis- tijuridicidad. El requerir tal peligro no implica -como afirma- «transferir
lador contraria a su punibilidad». el análisis, condicionando la investigación sobre la tipicidad a la afirma-

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto
que un mismo concepto y contenido de tentativa puede ser conside- nos idoneidad e inidoneidad que se manejarán desde una particular
rado idóneo o inidóneo según la configuración de lo injusto penal. noción de injusto penal. La peligrosidad ex ante es un requisito co-
Por lo tanto, el contenido de la tentativa idónea no es uniforme, sino mún a toda clase de delitos, pero insuficiente desde la perspectiva de
relativo. Desde un enfoque material es coherente el rechazo general injusto penal admitido928. Por ello, para considerar punible o idónea
de la punición tanto de la tentativa irreal como de la inidónea92*1. De la tentativa también debe producir un resultado penal -que, por su-
igual forma, comprendemos la vinculación de la «idoneidad puni- puesto, no ha de ser el exigido por el tipo- 92 '. CARRARA'3", además del
ble» con la idea de un peligro que se ha de producir, a modo de pe- dolo, fundaba la necesidad de imputar penalmente tentativas en el
ligro concreto. Sin embargo, este efecto no se requiere en injustos «riesgo corrido». Si bien no expresa la clase de riesgo, sí afirma que
que se satisfacen sólo con el desvalor de acción927. Como se puede ob- éste debe ser una realidad actual y no futura. Peligro que, en un de-
servar, la discusión es extensa, no sólo en cuanto a los términos em- terminado momento, «existe verdaderamente como hecho», pues la
pleados, sino también respecto del fundamento que se considera pa- consideración de peligros futuros lleva al castigo por la sola mala in-
ra admitir o no la punición de las diversas figuras relativas al tención. Así, señala que la inexistencia de tal peligro o elemento ma-
desarrollo del delito. Aquí simplemente se busca precisar los térmi- terial implica la falta de idoneidad y, por tanto, de la tentativa misma.
En síntesis, se ha de separar la noción de tentativa de la califica-
ción de idoneidad. Ciertamente, la tentativa, como forma imperfecta
ción previa de la antijuridicidad, sin advertir que es contradictorio preten-
del delito, tiene directa relación con el tipo y su consumación'31. En es-
der valorar un ente de cuya existencia aún se duda, como si se quisiera
sostener que un cuadro es un cuadro porque es bello». Esta exigencia no
tiene por qué invertir el orden lógico de análisis.
926. Al respecto, elaboraciones que rechazan su punición por no lograr afectar 928. Algunos comprenden que esta peligrosidad es una suerte de desvalor de
al bien protegido. V. gr., BUSTOS RAMÍREZ, Manual, pgs. 310 y 426-429; el resultado «potencial», un injusto de peligrosidad. En este sentido, tampo-
mismo, «Política criminal y Derecho», pg. 38; Obras, t. II, pgs. 299-303; Po- co existe acuerdo en la configuración propia del desvalor de acción en la
LITOFF, L., MATUS, A. y RAMÍREZ, G., Lecciones. Parte general, pgs. 373 y 374. literatura española, lo que se apoya legalmente con el art. 16, inciso 1",
De igual modo, existen fallos que hablan de una tentativa de delito impo- NCP español, que se conforma con la peligrosidad ex ante del comporta-
sible. Así, se cita el caso de una falsificación de un instrumento con el cual miento para considerar idónea o punible la tentativa. Ver LAURENZO COPE-
se pretende inscribir un inmueble ya inscrito a nombre de otra persona. El LLO, El resultado, pg. 180; CEREZO MIR, Curso, pg. 105.
fallo no sólo entiende que no es posible la falsificación, sino que esa false- 929. De otro modo, la conducta estaría consumada y no en grado de tentativa.
dad no es tal. Se afirma que no se altera la fe pública, aún a pesar de faltar Además, pierde importancia el grado de frustración desde esta perspecti-
a la verdad. C. Ap. de Chillan, 4 de agosto de 1938, en RCP (1938), t. IV, va. Este sólo se ha de considerar en cuanto se produzca un efecto material
pgs. 436 y 437. Asimismo, Ver C Ap. de San Miguel, 5 de octubre de 2000, externo, por lo que sólo puede tener mayor interés respecto del grado o ca-
en G], 245, pgs. 184-188. lidad del desistimiento o arrepentimiento. De hecho, ya no se distingue en-
927. La idoneidad de la tentativa se vincula, básicamente, con su legitima pu- tre tentativa y frustración en doctrina extranjera.
nición, según si ella infringe o no el principio de ofensividad o lesividad 930. CARRARA, Francesco, Teoría de la tentativa y de la complicidad o del grado en la
-determinado por el contenido de injusto que se tenga-. En este sentido, fuerza física del delito, trad. V. ROMERO GIRÓN, Rodamillans SRL, Buenos Ai-
concepciones subjetivas extremas del injusto se conforman con una volun- res, 2000, pgs. 59, 61-63, 68, 96 y ss. Así, entiende que existe tentativa cuan-
tad manifestada contraria a la norma o a lo que ella protege. Mientras que do se interrumpen los acontecimientos o «no se produce el efecto pertur-
otras posiciones subjetivas más moderadas entienden que el fundamento bador del derecho hacia el cual propendían los actos mismos del agente».
de la punición de la tentativa está en el desvalor de acción, que exige tam- 931. Distintos son los llamados tipos de emprendimiento o de empresa, en los
bién la peligrosidad del comportamiento. Como se puede apreciar, tam- que el legislador equipara la punibilidad de la tentativa al grado de con-
poco existe un criterio uniforme dentro de las posturas sujetivas, en cuan- sumación. Es una cuestión de gravedad de pena discutible político-crimi-
to a qué conforma el desvalor de acción. Así, GRACIA MARTÍN, «Sobre», pgs. nalmente -pues elimina la atenuación que significa un menor nivel de de-
348, 351 y 354. Sostiene que para la configuración del desvalor de acción sarrollo del delito-, pero que no tiene por qué afectar el contenido de
«basta con la puesta en práctica del dolo del hecho típico». injusto de la tentativa y, por tanto, su legitimidad. Un típico ejemplo de es-

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7. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto

te sentido, es un menor grado de desarrollo y una anticipación de tu- va se reservaba para delitos especialmente graves y que así se ha de
tela respecto de los elementos del tipo y también del específico fin de interpretar también según los principios y caracteres propios del De-
la norma penal particular. Sin embargo, ello no determina aún su ido- recho penal, específicamente el de mínima intervención1"4. Una no-
neidad o punibilidad. Sería una anticipación legítima, en cuanto se re- ción jurídica de resultado, como la aquí sostenida, se limita a exami-
quiera que un bien jurídico-penal sea puesto en peligro. También es nar las situaciones desvaloradas por la norma penal. De allí que
un resultado propio, que al Derecho penal le interesa reprimir y pre- cabría pensar en una tentativa que configure un «resultado de peli-
venir. Este concurre a fundar lo injusto penal -como núcleo básico de gro abstracto» -si ello es factible y necesario-. Pero la admisión de la
punición- y no implica anticipar las barreras de protección penal más tentativa en delitos de peligro abstracto es otro problema. Indepen-
allá del límite permitido. Como se ha puesto de manifiesto, la relación dientemente de que se afirme o no un resultado de esta clase, ahora
con el tipo y su consumación es una cuestión puramente formal y no se busca subrayar que desde los postulados aceptados la tentativa
dice relación con la afectación del bien protegido. Si normalmente se tiene interés penal si muestra un desvalor de conducta y un resulta-
consideran formas de perturbación o de desvalor de resultado sólo la do prohibido por la norma penal w . Es por esto que la dificultad es
lesión o el peligro concreto, se comprende por qué se requiere que es- mayor si se trata de admitir una tentativa en los delitos de peligro
ta tentativa represente, al menos, esta última clase de peligro. abstracto. Aunque no se determine aún la noción que de ellos se ten-
ga, podría rechazarse de antemano esta opción, en cuanto no alcan-
Otro problema es admitir la tentativa en los delitos de peligro. ce a conformar alguna clase de resultado^.
Si en general se acepta la presencia de un peligro concreto ¿qué pa-
sa con la tentativa en los delitos de peligro concreto? ¿Es posible? Te-
óricamente"'2, no hay mayor problema en aceptar la punibilidad de 2.2. Legitimidad de los delitos de peligro abstracto
la tentativa en estos delitos. Así lo permite el artículo 7 del Código
Los cuestionamientos a los que están sometidos los delitos de
Penal para los crímenes y simples delitos sin distinción. Quizás, por
peligro abstracto se vinculan con la estructura o fundamentación de
este motivo ella se admita incluso para los tipos de peligro abstrac-
lo injusto penal. De allí que MENDOZA BUERGO1"7 exprese que las ob-
to'". Sin embargo, también es cierto que -desde antiguo- la tentati-

934. Al respecto, CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pgs. 49, 50 (nota 71), 141,
ta forma de castigo se da en la hipótesis que sanciona el art. 450, 1 del CP. 142 y 273. Reconoce que la impunidad de la tentativa en delitos de peligro
Ver ROXIN, Strafrecht, pg. 282; COBO DEL ROSAL y VIVES ANTÓN, Derecho pe- es consecuencia de una interpretación de los delitos sobre la base de tales
nal, pg. 435. También se suele distinguir de estos tipos los «delitos de ten- principios, específicamente derivados del carácter de ultima ratio del Dere-
tativa», aunque se produce una equiparación semejante, v. gr., POI.AINO cho penal. Sin embargo, expresa que sí se han castigado en la práctica, aún
NAVARRETE, «El injusto», pgs. 85-88. en tipos de peligro abstracto, como el tráfico de drogas.
932. CARRARA, Programa, pg. 260 (§§376, 375), admite la noción de tentativa res- 935. REYES ALVARADO, Imputación, pgs. 85 y 108, junto con exigir la presencia de
pecto de los que llama «delitos sociales», pero, a la vez, entiende que en un resultado jurídico-penal, afirma que también se han de aplicar los prin-
ellos debe existir la «potencialidad de la violación del derecho concreto». cipios propios de la teoría de la imputación objetiva: el riesgo desaproba-
El mismo, Teoría, pgs. 62 y 63, reconoce que en otra época -tanto alguna do y la realización de ese riesgo en el resultado.
importante doctrina, como alguna legislación- se dejaba impune la tenta- 936. Se admiten etapas previas a la consumación-sin importar la noción de pe-
tiva de delitos leves. Ver SILVA SÁNCHEZ, «Consideraciones», pg. 164. En ligro abstracto- en concepciones sujetivas formales de injusto, como las de
nuestro país, MATUS, RAMÍREZ y CASTILLO, «Informe», pg. 24; MATUS ACU- GRACIA MARTÍN, «Sobre», pg. 345. Pero, en general, ello se rechaza. De esta
ÑA, Derecho penal, pg. 80; BUSTOS RAMÍREZ, Manual, pgs. 311 y 426. forma se manifiesta GUZMÁN DALBORA, José Luis, Estudios y defensas pena-
933. V. gr., SILVA SÁNCHEZ, Delitos, pgs. 56 y 57. RODRÍGUEZ RAMOS, «El "resulta- les, LexisNexis, Santiago, 2005, pgs. 54-57, específicamente respecto de las
do"», pgs. 57 y 61, admite esta posibilidad, al considerar los delitos de pe- asociaciones ilícitas.
ligro abstracto como delitos de mera actividad. En contra, BUSTOS RAMÍREZ, 937. MENDOZA BUERCO, Límites, pgs. 112 y 113. En similar sentido, BARBERO SAN-
Manual, pgs. 311 y 426. TOS, «Contribución», pg. 487 y 488.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto

jeciones de legitimidad surgen de una cuestión dogmática. Las prin- constitucional se hace evidente respecto del merecimiento de pena,
cipales críticas aluden a la infracción de principios clásicos de atri- pero también con relación a su necesidad. No se explica realmente
bución penal, como los de lesividad; culpabilidad (en sentido am- la intervención penal en estos supuestos y se afirma la infracción
plio)4™; mínima intervención; ultima ratio e incluso legalidad; entre del principio de mínima intervención, ultima ratio y fragmentarie-
otros434. La mayoría de las críticas se reconducen a la infracción del dad441. Todas estas críticas son manifiestas frente a hipótesis funda-
principio de culpabilidad, en cuanto se pretende extender la respon- das en la presunción de peligrosidad o peligro y en la peligrosidad
sabilidad penal más allá de la culpabilidad del agente. Así sucede si genérica de la conducta típica. De modo que ellas se dirigen a las
se tienen en cuenta hechos injustos ajenos: si se castiga al agente sin nociones clásicas, «propias» o «puras» de peligro abstracto. Ade-
que su conducta afecte algún bien jurídico-penal o se acepta la in- más, las críticas proceden siempre que se mantenga una idea ma-
versión de la carga de la prueba de la existencia del peligro (probar terial de lo injusto penal, que no se colme con la sola adecuación tí-
su inexistencia) y se castigue si no puede acreditarlo. Se sostiene que pica. Por ello se entiende que toda la discusión se reduce a la
basta la mera realización de la conducta típica para afirmar su res- incriminación de comportamientos absolutamente inocuos o ino-
ponsabilidad penal. RODRÍGUEZ MONTAÑÉS440 señala que el principio fensivos442. Se trata de rechazar supuestos que se configuran como
de culpabilidad implica tres cuestiones diferentes: 1) infracción del delitos de mera desobediencia, de simple sospecha o como injustos
principio de lesividad por falta de desvalor de resultado y de un administrativos o de policía. Este rechazo se hace evidente en tipos
desvalor «objetivo» de acción, 2) violación del principio de respon- que describen conductas individualmente inocuas y que se com-
sabilidad subjetiva y 3) violación propia del principio de culpabili- pletan por acumulación de otras de la misma especie441. En esta for-
dad, en el sentido de imputar un peligro general o supuesto. Tam- ma, una de las principales ventajas político-criminales de los deli-
bién admite una manifestación procesal (cuarta acepción) de este tos de peligro abstracto sería también su más grande obstáculo444.
principio, que equivale a la vulneración del principio de presunción Como se ha visto, son esas cuestionadas concepciones las que han
de inocencia y del in dubio pro reo. En realidad, es la ausencia de pe- motivado el desarrollo de una variedad de tesis respecto de estos
ligro efectivo lo que afecta al principio de culpabilidad y choca con delitos. Sin embargo, tal desarrollo no ha logrado zanjar las difi-
el principio de lesividad o de exclusiva protección de bienes jurídi- cultades que ellos presentan. Así, porque distintos argumentos no
co-penales. Ello, ciertamente, repercute en su atribución subjetiva logran diferenciarse de aquellos tradicionales -como la necesidad
-que implica que se presuma tanto un aspecto objetivo como uno de determinar los contornos del bien jurídico-penal que permiten
subjetivo-. De suerte que todo redunda o se resume en la contradic-
ción del principio de culpabilidad por falta de lesividad, que hace
que se discuta la constitucionalidad de estos tipos.
941. Ver SÁNCHEZ GARCÍA DE PAZ, «La criminalización», pg. 685.
La falta de real perjuicio para algún bien jurídico-penal es lo 942. A ellos se dirigen las críticas constitucionales. En nuestra doctrina ver BUS-
que explica el rechazo de las figuras de peligro abstracto a través TOS RAMÍREZ, Manual, pgs. 102, 106, 107 y 260. Asimismo, SCHRÓDER, «Die
de la violación de los mencionados principios. Su cuestionamiento Gefáhrdungsdelikte», pg. 15; BACIGALUPO ZAPATER, «Problemas», pgs. 158-
160; OCTAVIO DE TOLEDO y HUERTA TOCILDO, Derecho penal, pg. 165; MORA-
LES PRATS, «La estructura», pgs. 487 y 488; MACHADO RUIZ et al., Derecho pe-
nal, pgs. 474 y 475; MARINUCCI y DOLCINI, Corso, pg. 563; ZAFFARONI, ALACIA
y SLOKAR, Derecho penal, pgs. 491 y 492.
938. Básicamente, en el sentido de imputar un peligro presunto o general.
943. FRISCH, «An den Grenzen», pgs. 91 y 92; MENDOZA BUERGO, «El delito», pgs.
939. BARBERO SANTOS, «Contribución», pgs. 492-496; MATA Y MARTÍN, Bienes ju-
301, 325 y 326; ALCACER GUIRAO, «La protección», pgs. 159, 160 y 164.
rídicos, pgs. 4-6 y 54; COBO DEL ROSAL y VIVES ANTÓN, Derecho penal, pg. 327,
nota 38; ALCACER GUIRAO, «La protección», pgs. 157-160 y 164; SOTO NAVA- 944. Así, MENDOZA BUERGO, Límites, pgs. 82-84, al rechazar una «relación de im-
RRO, La protección, pgs. 171 y 176. plicancia necesaria» entre la peligrosidad general de la clase de comporta-
940. RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de peligro, pgs. 247-250. mientos y la falta de prueba de esa peligrosidad en concreto.

324 325
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto

admitir su lesión' 41 - o no llegan a una mejor solución. En este últi- en su determinación y concreción material. Independientemente de
mo caso, se cita la admisión de prueba de la inexistencia de todo la crítica que se formule a los diversos intentos dogmáticos por do-
peligro en el caso concreto, pues cambia una presunción de Dere- tar de contenido material a estos tipos, el principal conflicto es que
cho por una legal que contradice el principio in dubio pro reo y afec- ellos siguen coexistiendo con sus nociones e hipótesis más tradicio-
ta de igual modo al principio de culpabilidad1'40. nales y cuestionables. En este sentido, tienen razón propuestas de
autores -especialmente de la llamada escuela de Frankfurt448- que
Ante este panorama, semejantes nociones acerca del peligro entienden que el Derecho penal no es el lugar adecuado para con-
abstracto no pueden tener cabida en un Derecho penal que conserve templar este tipo de comportamientos, pues es incapaz de solucio-
sus exigencias fundamentales de imputación. El núcleo del proble- nar sus problemas y enfrentar sus causas44'. También existen opinio-
ma se puede resumir en el castigo de comportamientos que ni si- nes partidarias de su admisión en casos excepcionales, si existen
quiera son peligrosos en concreto. Los delitos de peligro abstracto especiales necesidades político-criminales para ello"50. Sin que sean
configurados de ese modo deben eliminarse del orden penal y re- aceptables consideraciones puramente políticas, se analizarán a con-
servarse a otras ramas del Derecho, ilícitos de otra índole. Así como tinuación algunos preceptos del Código Penal a la luz de una con-
meras infracciones éticas o religiosas no tienen la calidad de ilícitos cepción material de injusto45'.
penales447, tampoco tipos que vulneren garantías y principios pena-
les básicos han de considerarse tales. La realidad e incremento del
empleo de esta técnica legislativa ha justificado el interés doctrinal
948. HASSEMER propone reducir el Derecho penal a un núcleo y plantea la crea-
ción de un «Derecho de intervención» para la recepción de figuras propias
de una sociedad de riesgos. Así, HASSEMER y MUÑOZ CONDE, La responsabi-
945. En este sentido, la tesis de CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pgs. 212- lidad, pgs. 41, 43-46 y 55. También reconoce que si se han de utilizar deli-
213. TERRADILLOS BASOCO, «Peligro abstracto», pgs. 813 y 815, señala como tos de peligro abstracto, se han de dotar de contenido material (pg. 118).
HASSEMER, «Rasgos», pgs. 248 y 249. En similar sentido, SILVA SÁNCHEZ, La
solución tanto la determinación del bien colectivo como la necesidad de
definir las conductas que constantemente se muestren incompatibles con expansión, pgs. 155-167, habla de un «Derecho penal de dos velocidades» e
ellos. KINDHÁUSER, a pesar de su propuesta global, se encarga específica- incluso de uno de «tres velocidades», para incorporar modelos de menor
mente de afirmar el daño de los delitos de peligro abstracto por normas de gravedad dentro del Derecho penal -menos garantías para conductas me-
peligro abstracto propias. Cita supuestos tradicionales como el incendio o nos graves, no sancionadas con penas de prisión-. Otros autores derecha-
el falso testimonio, pero aun así reconoce que la infracción de las normas mente reservan su castigo a otras ramas del derecho. Así, en la criminali-
de peligro abstracto no basta y afirma que su injusto debe satisfacer el ni- dad económica, MOCCIA, «Reflexiones», pgs. 555-561.
vel de Derecho penal nuclear. KINDHÁUSER, «Acerca», pgs. 451 y 452; el 949. Sin embargo, ello ha de matizarse, pues tales objetivos tampoco se logran
mismo, Derecho penal, pgs. 87 y 89; Gefahrdung, pg. 20, 339 y ss. El punto es del todo en la criminalidad violenta tradicional. Ver RODRÍGUEZ ESTÉVEZ, El
si esto se logra con la idea de seguridad como un bien propio. Derecho, pg. 152.
946. TORÍO LÓPEZ, «LOS delitos», pg. 827; RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de peli- 950. Así, SÁNCHEZ GARCÍA DE PAZ, El moderno, pg. 104.
gro, pg. 269; ROXIN, Strafrecht, pg. 356; KINDHÁUSER, Derecho penal, pg. 80. 951. En este sentido, HERZOC, «Límites», pg. 325, señala que «habría que pro-
947. Incluso en estos casos se ha de tener cautela. LAMO DE ESPINOSA, Emilio, De- mover que el derecho penal de riesgo encuentre sus límites allí donde el
litos sin víctima. Orden social y ambivalencia moral, Alianza, Madrid, 1993, fundamento del injusto no sea solo la subjetivación propia de la lesión de
pgs. 18, 20, 38 y 44, rechaza hipótesis muy variadas como delitos que con- un deber...». Así, se rechazan las figuras clásicas de peligro abstracto (pre-
sidera sin víctima, por entender que obedecen a transacciones voltuntarias sunción y peligrosidad general) en nociones que no agotan lo injusto pe-
entre adultos, pero ilegales en función de la moral. Así, agrupa la homo- nal con el solo desvalor de acción. V. gr., MÉNDEZ RODRÍGUEZ, Los delitos,
sexualidad, la prostitución, la pornografía, el consumo de drogas con el pgs. 136-138, 161-163 y 207. De allí que ellos no se admitan en nuestro pa-
tráfico de drogas, el aborto, la eutanasia consentida, la cooperación al sui- ís y, en general, en la dogmática de peíses vecinos. Ver VÍTALE, Gustavo L.,
cidio, entre otras. El mismo reconoce que se meten problemas muy distin- «Estado constitucional de derecho y Derecho penal», en AA VV, Teorías ac-
tos dentro de un mismo saco, pero pretende igualarlos frente a la adecua- tuales en el Derecho penal. 75° Aniversario del Código Penal (argentino), Ad-
ción del Derecho penal. hoc, Buenos Aires, 1998, pgs. 92 y 93.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado V. Principales nociones del peligro abstracto
Es necesario reconocer que no siempre es posible resolver todas cipio de ofensividad, como el de mínima intervención. Si bien un
las dificultades que los delitos en general presentan y que también examen semejante se ha de realizar caso a caso, es posible presentar
se han de sancionar conductas complejas. Esto no obsta a un pro- un cuadro general al respecto. De suerte que son criticables algunos
nunciamiento acerca de la adecuación de figuras penales. Desde es- supuestos de nuestro Código Penal en los que ni siquiera es posible
ta perspectiva, rechazamos el castigo penal de supuestos carentes de introducir consideraciones normativas de injusto por vía interpreta-
toda perturbación, cuya configuración se admita únicamente sobre tiva, pues constituyen una «real anticipación» de tutela penal (ya se
la base de la infracción del tipo penal. En este sentido se pueden ci- trate de la punición de actos preparatorios o de delitos de tentativa).
tar algunas modificaciones introducidas por la Ley 19640 a los deli- Así, en el ámbito de la falsificación de documentos de crédito del Es-
tos cometidos por funcionarios públicos en el ejercicio de sus cargos, tado o de sellos -tipos de por sí complejos, por la naturaleza del pe-
que de algún modo se contradicen4'2. Por un lado, ella deroga dispo- ligro-. Son particularmente criticables las figuras contempladas en
siciones referidas a la «anticipación y prolongación indebida de fun- los artículos 177 y 191, pues sancionan la simple tentativa de falsifi-
ciones públicas» y, por otro lado, se introducen elementos que per- cación. Especial mención merece el artículo 181 que castiga penal-
miten la sanción penal con la sola realización del tipo. En este último mente la sola falsificación de «punzones, cuños o cuadrados desti-
sentido se observa la modificación del delito de cohecho (artículo nados a la fabricación de moneda; punzones, matrices, clisés,
248) pues incorpora la posibilidad de sancionar penalmente por la planchas o cualesquiera otros objetos que sirvan para la fabricación
mera solicitud o aceptación que hiciere el empleado público de ma- de bonos...». Se dispone una pena aun cuando la falsificación se di-
yores beneficios o derechos para realizar una conducta propia de su rija a otros objetos que se destinen a la falsificación de moneda, bo-
cargo, sin que sea necesario que los haya recibido ni que haya reali- nos u otros documentos del Estado. Se trata de un acto preparatorio
zado dicha conducta. Se presenta como un delito meramente formal, de difícil justificación y prueba, que se agrava con la disposición del
por el mero cumplimiento del tipo1™. artículo 191, al establecer la pena incluso por la tentativa de falsifi-
cación de esos otros objetos'53. En similar sentido, resultan discuti-
Por de pronto, no hay mayor discusión en que se deban recha-
bles supuestos contemplados en los artículos 270 (respecto de la ro-
zar todos aquellos comportamientos que infrinjan el principio del
tura intencional de sellos puestos por orden de autoridad pública);
hecho4"4. Es así que la punición de actos preparatorios y de tentativas
artículos 277 y 278 (que castiga a banqueros, dueños o administra-
inidóneas es generalmente objetada. Sin embargo, esta objeción no
dores de casas de azar y a quienes concurrieren a jugar a dichas ca-
es tan generalizada respecto de comportamientos en los que existe
sas); artículo 282, con relación al prestamista que no diere respaldo
una infracción al deber. Su admisión o rechazo -como se precisó- de-
de la prenda o seguridad recibida, entre otros.
pende específicamente lo injusto penal. Desde los postulados que
aquí se acogen, esas figuras son rechazables por carecer de pertur- Este análisis no presenta mayor dificultad respecto de nociones
baciones a bienes jurídico-penales, por lo que afectan tanto el prin- formales del peligro abstracto. Sin embargo, la concepción actual
más extendida acerca lo hace compatible con una idea material de lo
injusto penal. Se entiende que el juez ha de constatar la peligrosidad
952. Así, la derogación de los arts. 216-219 del Libro II, título V, §1 del CP ver- de la conducta típica en el caso concreto. Esta tesis tampoco es sufi-
sus modificaciones de algunas hipótesis de cohecho. ciente si se admite que el contenido de lo injusto no se satisface con
953. En esta forma, CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pgs. 242 y 243, alaba la el solo desvalor de la conducta, aun cuando se entienda éste en tér-
derogación de los delitos de anticipación, prolongación y abandono de minos objetivos (se exija una peligrosidad concreta). Así, quedan por
funciones y destaca la importancia de que los delitos que afecten el buen
funcionamiento de la administración pública no se conciban como «meros
delitos funcionarios o de infracción de deber», pues han de afectarse inte-
reses generales y no la organización interna de la administración. 955. Ellas son muy semejantes a otras hipótesis discutibles que se sitúan en el
954. V. gr., SANTANA VEGA, La protección, pgs. 159-165. ámbito de la preparación. V. gr., art. 445 o art. 481 del CP.

328 329
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado

analizar otros interrogantes. ¿Es ésta su noción propia o sólo cabe


para determinadas hipótesis de peligro abstracto? Si esa idea se con-
serva, aun para algunas figuras, ¿cabe rechazar esta técnica legislati-
va y referirla a otro sistema normativo o ella se ha de aceptar excep-
cionalmente? ¿Es factible formular una teoría única que englobe sus
distintas formas de manifestación, de un modo compatible con los
Capitulo VI
principios y garantías fundamentales dentro de la concepción de De-
recho penal que aquí se mantiene? ¿Es preciso sacrificar garantías
para una protección eficiente? ¿Hay que flexibilizarlas? Al conferir Propuestas de solución
valor al resultado penal, sin que se conciba en términos naturalistas
ni se limite a lesiones de bienes jurídico-penales individuales, se han
de rechazar los delitos de peligro abstracto también si se consideran
tipos que requieren únicamente la peligrosidad concreta del com-
portamiento. Los comportamientos deben tener consecuencias pe- I. DELITO DE PELIGRO ABSTRACTO COMO DELITO DE
nalmente relevantes. La intervención penal se justifica sólo cuando
RESULTADO. DETERMINACIÓN DE LA INCERTIDUMBRE
se crean estados de grave perturbación para el orden social, que im-
posibilite el desarrollo del individuo como persona. Esta idea no im- PENALMENTE RELEVANTE
pide una interpretación conforme a las exigencias de la realidad ac-
tual. No elimina la aplicación de principios de imputación penal, En la dogmática de los delitos de peligro es tradicional la dis-
mas permite que ellos puedan adaptarse sin necesidad de conside- tinción entre tipos de peligro concreto y tipos de peligro abstracto.
rar todas sus manifestaciones y extensión. Así, no es preciso que Pero, ¿por qué se distingue? o, mejor dicho, ¿tiene alguna impor-
siempre haya que verificar una relación causal -como en la omisión tancia esta distinción si en los delitos de peligro abstracto el peligro
o en conductas que no produzcan efectos físicos-externos- y puede se presume? Es más, ni siquiera se presume el resultado de peligro,
flexibilizarse, ya que no es esencial. Sin embargo, requerir siempre sino la peligrosidad misma de la conducta. ¿Es esto propio del De-
una imputación normativa del resultado no significa que este víncu- recho penal? Ya se han rechazado tales afirmaciones en este ámbito,
lo ha de darse en todos los casos de la misma manera956. así como todas aquellas propuestas que lleguen a establecer como
fundamento de los delitos de peligro abstracto la mera peligrosidad
general de la clase de comportamientos. Sin embargo, el examen ha
de continuar, pues la doctrina que exige la concreta peligrosidad de
la conducta tampoco satisface. La idea de peligrosidad (concreta u
objetiva) se añade como elemento objetivo del desvalor de la con-
ducta, que no se colma sólo con el dolo o la imprudencia. Más allá
de que pudiera entenderse que estos delitos se estructuran única-
mente sobre la base de este desvalor y se acepten o rechacen según
el contenido de injusto penal, tiene interés determinar si ello ocurre
realmente de ese modo o ¿existe algo más que el Derecho desvalo-
956. Así, la realización del riesgo prohibido en el resultado no se presenta de la
misma forma si el resultado implica la lesión de un bien jurídico-penal ma- ra? A continuación, se estudiarán tipos construidos a través de la
terial (como la vida o la integridad corporal) frente a otro que exija la le- técnica del peligro abstracto, así como hipótesis que se configuran
sión de un bien jurídico-penal inmaterial (como el honor, la intimidad o la por este medio en otros órdenes jurídicos que de alguna manera se
libertad), como tampoco si el resultado es una puesta en peligro concreto. vinculan con el nuestro -por su posible incorporación en el medio

330 331
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
37
nacional-' . Ello se hará no sólo frente a supuestos de lege lata y le- nidos y fines. De allí que también sostenga un contenido específico
ge ferenda, sino, particularmente, con atención a la práctica jurídica para las normas de peligro abstracto9"0. Esto lo logra a través de una
o «política criminal en lo pequeño»958. Este estudio tiene por fin in- determinada noción de bien jurídico-penal que le permite afirmar
dagar acerca de la real (práctica) noción de los delitos de peligro un «daño sui generis», como perturbación de «la posibilidad de dis-
abstracto y presentarla conforme a un determinado modelo de De- poner despreocupadamente de los bienes»"1'. El problema es que
recho penal e injusto. Por este motivo, tiene particular relevancia re- configura tal daño por la creación del bien jurídico-penal seguridad,
cordar los presupuestos de los que se parte para esta presentación y que se afecta con la mera realización de la conducta. En realidad,
que son los que guiarán su desarrollo. concibe los tipos de peligro abstracto como delitos de lesión. El su-
puesto quiebre del paradigma de lesión sólo se hace en términos fí-
sico-materiales. Aquí también radica la mayor crítica que se puede
1. POSIBILIDAD DE QUE EXISTA UN RESULTADO
formular a su posición. Ciertamente, los aspectos de seguridad van
DE PELIGRO ABSTRACTO
unidos a los estados que se pretenden proteger en los delitos de pe-
Los puntos de referencia para el examen de los tipos de peligro ligro. Pero esta obvia consideración no lleva a la configuración de se-
abstracto son variados, pero se pueden resumir en dos: el resultado mejante bien y su consecuente lesión. La principal dificultad de su
o perturbación penal y el objeto jurídico de tutela. Abandonada la tesis es que no aporta realmente algo nuevo a la dogmática del peli-
identificación entre «resultado» típico (efecto físico-externo) y resul- gro abstracto, si se entiende que con la realización del comporta-
tado penal, es necesario establecer si es posible hablar de un resulta- miento típico se lesiona la seguridad o la posibilidad de disponer de
do de peligro abstracto. A este respecto, es fundamental la perspec- los bienes despreocupadamente.
tiva normativa. Se han destacado aportes que en este punto han El hecho de que su propuesta no solucione realmente conflictos
hecho formulaciones tan antiguas como las de BINDING, pero tam- de legitimidad, no es motivo suficiente para rechazar el reconoci-
bién tan modernas como las de KINDHÁUSER. BINDING admitía la miento de que existen normas penales con distintos contenidos y
construcción de supuestos de peligro con contenido propio, en cuan- que son independientes entre sí. El problema radica, más bien, en el
to configuraban una específica forma de afectación de bienes jurídi- contenido de seguridad que este autor asigna a las normas de peli-
co-penales. Modernamente, es KINDHÁUSER quien avanza en este gro abstracto, pero no al hecho de que estas normas existen y no han
sentido y proclama la destrucción del paradigma de lesión o daño**. de referirse a la lesión del bien tutelado, ni a su puesta en peligro
Luego de presentar algunas incongruencias por la referencia de los concreto. El reconocimiento de una variedad de estados desvalora-
tipos de peligro a los de lesión, descarta que esta última sea el único dos por ella es fundamental. Lo que sucede es que el peligro como
fin de la norma penal y precisa que se han de distinguir sus conte- concepto de referencia complica tal precisión. Aunque la idea de
probabilidad de un mal futuro no se desconecte de él como juicio de
probabilidad, la probabilidad misma sí puede ser desvalorada como
tal por la norma sin que se requiera la producción del mal962. De es-
957. Básicamente el sistema jurídico-penal español, con algunas referencias al ta forma, se parte de la independencia del peligro como estado jurí-
sistema alemán. Frente a supuestos como los delitos medio ambientales y dico-penal relevante, sin que este reconocimiento haya de limitarse
algunos supuestos socio-económicos. exclusivamente al peligro concreto.
958. Expresión de HASSEMER de la que se vale SILVA SÁNCHEZ para observar la
aplicación práctica de algunos principios penales fundamentales. SILVA
SÁNCHEZ, Jesús María, «Nuevas tendencias político-criminales y actividad
jurisprudencial del Tribunal Supremo», en AP, XVII (8-14 abril), 1996-1, 960. KINDHÁUSER, Gefahrdung, pgs. 277 y ss.
pg. 251. 961. KINDHÁUSER, «Acerca», pgs. 451, 452.
959. Ver supra capítulo tercero, II.2, 2.1. 962. Así, se separó el juicio de probabilidad del objeto valorado.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
¿Toda situación de peligro implica en todo caso el ingreso o con- no es mayor, hay que destacar la consideración de criterios materia-
tacto de un bien con una conducta peligrosa? No parece que sea ne- les qué aludan a un peligro efectivo del conductor inexperto ya en
cesariamente así. Ya BERISTÁIN963 (1969) admite la posibilidad de cali- una hipótesis formal, pues sólo exige la falta de permiso como factor
ficar los delitos de peligro abstracto como «delitos de resultado» y determinante. Por este motivo, tal conducta se eliminó del ámbito
define al peligro como algo real. Si bien parte de la noción conven- penal. Quizás BERISTÁIN no llega a un mayor desarrollo respecto del
cional de estos tipos (presunción de Derecho) «aunque también abre peligro abstracto porque no logra separar el «resultado» de los efec-
la posibilidad de una prueba en contra», cabe destacar su análisis tos exigidos por el tipo967.
respecto de la conducción de vehículos sin permiso para ello. Resca- Admitir la relevancia del desvalor de resultado dentro de lo in-
ta la apertura que realiza el Tribunal Supremo en el terreno de la an- justo, no lleva a identificar resultado con lesión. Aquí es fundamen-
tijuridicidad para evitar el excesivo formalismo964. Señala que los co- tal la noción de norma y de bien jurídico-penal. La norma puede te-
rrectivos que se realizan en ese ámbito se apoyan en la capacidad o ner diversos contenidos y, con ello, variadas modalidades de
pericia del conductor. Reconocía una materialidad a través de un perturbación de la situación que tutela. En este marco se determina-
«contenido efectivo de peligro» o de lesión que proviene del riesgo rá la noción del peligro abstracto. Por de pronto, se reitera el recha-
que surge de toda conducción en la que la persona «no ha demos- zo de todas aquellas propuestas que se basan en la suposición del
trado su capacidad para hacerlo peritamente»963. Alaba que la Ley de peligro, ya por una presunción o por otro fundamento. Será necesa-
1962 haya recogido alguno de estos criterios por la incriminación del rio estudiar con más detalle y caso a caso, los supuestos que aludan
que condujere sin haber obtenido el correspondiente permiso y no al a un peligro (o peligrosidad) penalmente relevante. Conviene subra-
que lo hiciere sin estar autorizado legalmente966. Si bien la diferencia yar la incoherencia de algunas tesis que procuran mantener una do-
ble estructura de lo injusto penal y conservar, a la vez, ideas de los
tipos de peligro abstracto basadas en anticipaciones que no requie-
963. BERISTÁIN, «El resultado», pgs. 445, 455 y 457. ren desvalor de resultado alguno968. De otro lado, la adopción de una
964. Ibíd., pgs. 459 y 460. perspectiva normativa requiere algunas precisiones para evitar
965. Ver DEL ROSAL, Juan, «Meditación crítica sobra la modificación de los deli- malentendidos. El tomar por base sólo aquello que se considera pe-
tos de la circulación (Ley de 8 de abril de 1967)», en ADPCP (1968), vol. nalmente relevante según una valoración normativa, no implica la
XXI, fase. I, pgs. 6, 29 y 30. Afirma que se trata de un injusto administrati-
vo, pero explica su elevación penal por la falta de habilitación técnica pa-
ra conducir. CEREZO MIR, José, «Problemas fundamentales de los delitos
contra la seguridad del tráfico», en ADPCP (1970), vol. XXIII, fase. III, pgs.
597, 598, 601 y 602, no lo concebía como un delito de mera desobediencia. pericia del conductor impide dejar de considerarlo como un delito formal.
Considera que la conducción sin permiso es una conducta generalmente Así, CAMARCO HERNÁNDEZ, César, «La Ley de 9 de mayo de 1950 sobre uso
peligrosa, sobre la base de quien conduce de ese modo normalmente no y circulación de vehículos de motor y algunos de sus principales proble-
tiene la pericia necesaria para ello. Así, lo considera como una forma de mas», en ADPCP (1962), vol. XV, fase. I, pgs. 31, 32, 38 y 39, lo concibe co-
peligro abstracto, entendido en base a la peligrosidad general o estadística mo un delito formal «o» de mera conducta. Ésta es una identificación
de la conducta. Fundamenta su punición en razones ético-sociales y polí- errada. Lo que sucede es que en este caso se reunían ambas categorías. De
tico-criminales. Tanto es así que propone incriminar «otras infracciones de allí la necesidad de su derogación.
peligro abstracto» que se conservan dentro del ámbito administrativo (Có- 967. Ibíd., pg. 456. Así, BUSTOS RAMÍREZ, Obras, 1.1, pgs. 136 y 137, expresa que
digo de la Circulación). «no ha de confundirse desvalor de resultado con el resultado de la acción».
966. Una interpretación semejante se admitía incluso durante la vigencia de la En otros términos, NOVOA MONREAL, Curso, pg. 247, señala que los «delitos
Ley de 1950, pues en su preámbulo se indicaba que uno de sus fines era de resultado externo» no se asimilan a los delitos de lesión, sólo guardan
«evitar el peligro social» del uso ilegítimo de vehículos a motor. Sin em- coincidencia por mera casualidad.
bargo, la evidencia del castigo por la sola conducción sin el correspon- 968. Así, la propuesta de RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, que configura estos delitos co-
diente permiso y la dificultad que llevaba el rechazar su punición por la mo imprudencias sin resultado o tentativas imprudentes.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
renuncia de toda consideración táctica, sino que ésta no es determi- ha establecido que dentro del análisis del contenido u objeto de la
nante. El resultado no se desvincula de la realidad social (material o norma~penal los bienes de naturaleza colectiva también ocupan un
inmaterial). Simplemente, no toda realidad social que genera conse- lugar. No sólo los bienes personales requieren de resguardo penal.
cuencias interesa al Derecho penal. Por otro lado, su determinación La realidad muestra que la persona humana requiere de determina-
normativa no basta -ni su mera inclusión típica* 9 - para establecer la dos contextos sociales para desarrollarse como tal. En este sentido,
responsabilidad penal. Es necesario que concurran todos los factores ya no se puede negar la relevancia penal de los bienes colectivos. De
y elementos de imputación penal tanto objetivos como subjetivos. hecho -como se vio-, estos bienes presentan una larga historia en el
De este modo, se pone en evidencia la existencia de un sustrato real sistema criminal. No porque en la actualidad ellos cobren especial
dentro de la noción de resultado penal. Así, la perturbación que sig- relevancia ha de pensarse que son una «creación» moderna. Sí, se ha
nifica el resultado entronca con la idea de bien jurídico-penal, no co- de tener especial cuidado con la tentación de designar con este nom-
mo una noción formal o abstracta, sino con contenido o sustrato. bre cualquier infracción normativa como supuesta justificación para
su castigo penal. Este formalismo se combate si se tiene en cuenta
que existen necesidades sociales reales, íntimamente relacionadas
2. NECESIDAD DE PRECISAR EL OBJETO DE TUTELA con la persona y la sociedad en la que se desenvuelve. Se presentan
Ante la determinación de delitos de peligro abstracto cabe pre- situaciones colectivas que han de respetarse, pues permiten la parti-
guntarse, ¿hay objetos que requieran de esta forma de tutela? ¿Pue- cipación social y posibilitan la adecuada convivencia entre los hom-
de hablarse de situaciones cuya perturbación no se explique por una bres. Aunque no toda necesidad social merece el calificativo de pe-
nal, no se puede negar la presencia de bienes colectivos acreedores
lesión o una puesta en peligro concreto? Se trata del examen de la ca-
de tutela penal.
lidad de determinados objetos jurídicos que puedan exigir un parti-
cular modo de protección penal. De esta forma, se puso de mani- Frente al reconocimiento penal de bienes colectivos, se observó
fiesto que la naturaleza del bien jurídico-penal reclama una tutela que ellos no dejan de vincularse con la técnica de peligro abstracto,
acorde con ella. Así se evidencia en la forma en que se estructuran ni siquiera si se pretende la protección mediata de bienes jurídico-
los respectivos tipos. Por ejemplo, el bien jurídico-penal «vida» pue- penales individuales. Las dificultades que evidencia tal reconduc-
de ser lesionado o puesto en concreto peligro a través de específicos ción se deben tanto a la falta de claridad acerca de estos delitos
efectos sobre la propia vida del hombre; mientras que bienes como como a la indeterminación que afecta a los mismos bienes jurídico-
la intimidad, el honor o la seguridad individual se consideran per- penales colectivos. De allí que los delitos de peligro abstracto se con-
turbados o lesionados por la realización de conductas que se esti- ciban como tipos de lesión si se dirigen a esos bienes, pero se consi-
man graves, sin ningún otro efecto físico-externo470. Hasta ahora, se deren formas de anticipación de tutela respecto de bienes
individuales (posibilidad de peligro o lesión, peligro potencial, idó-
neo o apto). Sin embargo, aquí se parte de la autonomía de los bie-
nes de naturaleza colectiva y de la posibilidad de que existan nor-
969. Por eso se prefiere afirmar la desconexión del resultado penal con consi-
mas que regulen perturbaciones independientes entre sí, sin que el
deraciones meramente típicas.
970. Estos efectos no existen o no tienen relevancia en bienes inmateriales. Su peligro se refiera a la lesión. SOTO NAVARRO971 se pregunta acerca de
perturbación no exige consecuencias físicas. Esto no significa que no se
presenten consecuencias externas de otra índole, que expresen una forma
de alteración del estado penalmente tutelado, como el perjuicio de las re-
laciones sociales de quien se ve afectado en su honra (desprestigiado). Se
mostró que este reconocimiento no enfrenta mayores problemas respecto (sobre objeto de acción) sin que se afecte aquello que se tutela. Así, la des-
de bienes inmateriales individuales. Pero no sucede lo mismo con bienes trucción controlada de pastizales por medio de fuego.
inmateriales colectivos, en los que incluso pueden existir efectos físicos 971. SOTO NAVARRO, La protección, pgs. 281, 307, 319, 320 y 322.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
la estructura típica que presentan estos bienes. Señala que su deter- su lesión, sea material o normativa. Esto tiene particular incidencia
minación exige aclarar, previamente, tanto la materialidad de los en la realidad social y jurídica actual. Hoy ya no se puede decir que
bienes colectivos, como su carácter lesionable. Es cierto que precisar la lesión de bienes jurídico-penales individuales sea el modelo bási-
el objeto de la norma penal es fundamental para comprender tam- co de delito. En este contexto el fin de la norma penal es clave, pues
bién cuál es el estado jurídicamente desvalorado. De igual modo es se inserta en esta realidad. De suerte que no se cierra a otros estados
elemental la delimitación previa del resultado penal y su relevancia que exijan y reclamen tutela penal.
dentro de la teoría del delito. Pero comenzar por preguntarse acerca
del carácter lesionable de los bienes colectivos supone desde ya
3. «RESULTADO» DE PELIGRO ABSTRACTO
orientarse en una sola dirección, la lesión. Por este motivo, una res-
puesta afirmativa le permite identificar la configuración típica de Los efectos de las conductas no son sólo físicos. Tampoco se
ellos con una estructura lesiva972. puede decir que se identifican con la lesión de bienes jurídico-pena-
En su momento cuestionamos la posibilidad de lesionar bienes les. Las normas tienen distintos contenidos, distintas pretensiones
jurídico-penales colectivos, ya porque se entienda que su lesión se de respeto, y el peligro es uno de sus posibles contenidos. No pare-
produce por la mera ejecución del tipo (formal) o porque se consi- ce que éste se reduzca a un peligro concreto en términos de ingreso
dere imposible su producción a partir de un único comportamiento de un bien jurídico-penal en la zona de riesgo de una conducta peli-
típico (delitos acumulativos). Esas formas no se justificarían confor- grosa en concreto. De hecho, esa suerte de tipo intermedio «entre el
me a las premisas aquí adoptadas. Ellas deben quedar fuera del or- peligro abstracto y el peligro concreto» que se reconoce a partir de la
den penal y, quizás, remitirse a un «Derecho de intervención» del descripción legal de determinados elementos de peligro surge por
que habla HASSEMER o a un Derecho administrativo sancionador. Es- no poder encuadrar «cierto peligro» dentro de un peligro concreto ni
ta crítica no quiere decir que no sea apta una determinada forma de dentro de un peligro abstracto. Así también se habla de, por ejemplo,
tutela penal973. La vinculación entre bien y tipo de tutela no se debe un peligro común o general que se revela como una situación de
negar. Otra cosa es la determinación de la modalidad de tutela. Por amenaza o riesgo respecto de una «generalidad», de bienes jurídico-
lo que la posibilidad de una perturbación diferente está por verse. penales colectivos. Pero este peligro es considerado un peligro con-
Simplemente conviene poner en evidencia, junto con la vinculación creto y no abstracto, aunque no se advierte que se suele conectar con
de la técnica del peligro abstracto con estos bienes, la relevancia del clásicas hipótesis de peligro abstracto, como el incendio. Quizás, la
resultado penal y la posibilidad de que la norma penal considere di- separación entre peligro común y peligro abstracto se deba a que se
versos estados en forma independiente. No sólo se descarta la limi- conservan nociones clásicas de peligro abstracto. Algo parece que
tación de la perturbación penal a la lesión material-física, sino tam- falta en la determinación del peligro como estado de resultado. Así,
bién se asume la apertura a modalidades diversas de la «lesión se evidencia tanto de propuestas doctrinales como de un examen
normativa». La afectación de bienes jurídico-penales no se reduce a práctico. Para intentar dar luces acerca del peligro penalmente rele-
vante son relevantes ambos análisis. De todas formas, queda por ver
si existen elementos comunes en las diversas nociones e hipótesis
que se estudia, que revele o no cierta unidad y que justifique un tra-
972. Así sostiene la lesión de estos bienes no sólo a partir de su delimitación tamiento unitario o uno diferenciado.
-como CORCOY-, sino también de semejante constatación. De todas formas,
es meritorio el reconocimiento de cierta materialidad en la perturbación de
estos bienes, sin remisiones a formas de tutela anticipada. 3.1. Bases para una teoría del «peligro abstracto»
973. Así, CASTALDO, «Técnicas», pgs. 182 y 183, destaca para la criminalidad
bancaria la homogeneidad de la técnica empleada, aunque refiera la incri- Ante el desarrollo expuesto de las diversas nociones y funda-
minación del peligro a una «anticipación del umbral de la tutela». mentos que se han mantenido respecto de los delitos de peligro abs-

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución

tracto, interesa destacar aquellas que no se limitan a consideraciones Incluso la interpretación que realiza TORÍO LóPEZy7h de su doctrina
«de lasque se sirve para su propia tesis» no deja de aludir a una situa-
formales. Sin perjuicio de que muchas de las que así lo afirmen no lo
ción real de peligro. Señala que no puede afirmarse que el peligro sea
logren. De todas formas, la doctrina no ha dejado de intentar dotar un concepto que carece de realidad. Agrega que «en el sentido de las
de un contenido material a estos tipos. Por otro lado, hay tesis en las normas, el peligro es en todo caso una situación real que compromete
que -sin proponérselo o sin reconocerlo- se puede ver la referencia la estabilidad del objeto de protección». Semejante referencia impacta
a una situación de riesgo real o efectivo. De momento, se destaca la en este caso porque, aunque explica que la noción de peligro de BIN-
propuesta de BINDING que, si bien no alude al peligro abstracto, ha- DING es amplia, entiende que su noción no se limita a un peligro con-
bla de un estado particular de peligro que no se reduce a una típica creto, sino que incluye la peligrosidad de la acción (desvalor de acción).
puesta en peligro concreto. Rechaza los delitos de peligro abstracto De allí que la propia propuesta de TORÍO LÓPEZ se quede dentro del
del ámbito penal porque los concibe sólo como presunciones de De- desvalor de la conducta. En este sentido, cabe observar que la idea de
recho. En este mismo sentido, objeta la teoría del peligro general co- peligro real o efectivo se tiende a confundir con una peligrosidad real,
mo una tesis formal. Por este motivo, parte de su exclusión como cuando no se identifica derechamente con un peligro concreto. Si se ad-
mite la existencia de un peligro que no se confunde con una situación
forma de peligro. Sin embargo, se ha visto que no cabe identificar su
de contacto entre bien y conducta peligrosa (peligro concreto), ¿qué
propuesta de delitos de puesta en peligro («Gefahrdungsdelikt») úni- clase de peligro es? ¿Es un peligro penalmente relevante?
camente con un peligro concreto. Así, señala que en la puesta en pe-
ligro de u n bien se divisa una conmoción en la seguridad de su exis- No se discute realmente la relevancia penal del «peligro abs-
tencia974. Pero afirmar que sostiene una concepción amplia de peligro tracto», pues constituye, desde antiguo, uno de los principales fines
no se deduce únicamente de esta idea, sino de las explicaciones que de la norma penal. Sí, importa precisar qué clase de peligro es o si,
presenta para algunos supuestos de riesgo. Particular interés mues- ¿es efectivamente un peligro? A este respecto, interesa destacar que
tra el ejemplo que cita en el caso de prender fuego en una playa en también BINDING habla de prohibiciones de puesta en peligro. Es de-
la que encallan normalmente embarcaciones. Destaca que afecta a cir, admite la existencia de normas con un contenido propio de peli-
las embarcaciones que pudieran acercarse, por lo que no requiere el gro. De igual modo, tiene relevancia la clase de situación que se bus-
efectivo ingreso de alguna de ellas en la zona de riesgo que surge del ca tutelar, el tipo de bien jurídico-penal. Esta «generalidad», como
incendio. Esto se conecta con la idea de peligro común o general. un todo, se vincula con la necesidad de resguardar determinado ám-
Afirma que no es necesario que exista bien alguno en el ámbito de bito colectivo necesario para el normal y adecuado desarrollo de la
influencia del peligro975. Se refiere específicamente a un peligro que actividad en cuestión, que en el caso expuesto se trata del tráfico de
abre sus puertas a una generalidad de bienes jurídicos; puede alcan- embarcaciones. JAKOBS977 admite que existe una clase de peligro si-
zar a cualquiera que se le acerque, mientras esa generalidad se le milar al que señala BINDING en los delitos de peligro abstracto. Si
pueda acercar. Se puso de manifiesto que varios autores identifican bien se pone en la situación clásica (peligrosidad general) y habla de
un peligro general, en estos términos, con una puesta en peligro con- una perturbación «perceptible ex re», indica que también cabe un pe-
creto. Ello es fruto de la interpretación que algunos hacen de la tesis ligro similar al que concurre cuando un sujeto lanza una piedra des-
de BINDING sólo como un peligro concreto, básicamente por su re- de su jardín a un transeúnte. Apunta que este peligro también exis-
chazo a los tipos de peligro abstracto. Pero, recordemos, se dirige ex- te si no hay ningún transeúnte presente, siempre que ello no se
clusivamente a una noción de ellos. hubiera podido pronosticar ex ante en forma objetiva. Pero, ya seña-
laba para el caso de que el transeúnte estuviera presente que, aun-
que no fuera alcanzado por la piedra, mientras sobrevolara los lími-

974. «Gefahrdung ist immer Erschütterung der Daseinsgewissheit». BINDING, Die


Normen, vol. I, pgs. 372, 373 y 387. 976. TORÍO LÓPEZ, «LOS delitos», pg. 830.
975. BINDING, Die Normen, vol. I, pg. 397. 977. JAKOBS, «Criminalización», pgs. 306 y 307, nota 20.

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tes de su finca, ello constituía una perturbación externa978. Deja de mo resultado de peligro, se entiende que sus acotaciones se dirigen
ser interno aquello que «escapa a la capacidad de organización del al conjunto jde tipos de peligro. De hecho, al expresar su noción de
autor y de los partícipes o se deja salir de su ámbito de organiza- resultado de peligro sigue a ÓSTENDORF984 y se preocupa de aclarar
ción». Así, habla de la «punibilidad de lo que ya no es dominable». que este autor se limita a los delitos de peligro concreto. A contrario
Además, como ya se recalcó, expresa que también en los tipos de pe- sensu, ella no realizaría tal restricción. Indica que, en su opinión,
ligro abstracto se ha de dar una perturbación externa. Aunque alude «existió un resultado peligroso en términos jurídicos cuando se creó
a una «perturbación per se», señala que una conducta abstractamen- una situación, un estado de cosas -subsumible en la ley de frecuen-
te peligrosa sólo puede ser definida legítimamente como perturba- cia en abstracto, en el tipo penal de peligro (estamos aquí hablando
ción externa «por la incalculabilidad de los posibles cursos de da- de una situación o acción típica)- cuyo desarrollo escapa al control
ño»974. También se ha de añadir su declaración sobre el buen juicio del agente».
del legislador: «Un legislador juicioso no regula nunca procesos que Nuestra doctrina también realiza consideraciones semejantes.
están fuera de sus posibilidades de control cuando cualquiera sabe En este sentido, hay que recalcar las explicaciones de POLITOFF y M A -
que ese control no existe»980. KINDHÁUSER981 también recurre a este TUS985 respecto del delito de tráfico de drogas. Señalan que u n factor
ejemplo para expresar que ya existe un ataque en el hecho de lanzar relevante para determinar el daño social en estos ilícitos es la exis-
la piedra, sin importar si acierta o no a la víctima. Entiende que ello tencia una «difusión incontrolable» de tales sustancias que pongan
manifiesta que la víctima ha de protegerse no sólo cuando la lesión en peligro la salud y libertad de los demás. Asimismo, se puso énfa-
está prohibida, sino también cuando lo está la puesta en peligro982. sis en el análisis de ETCHEBERRY986 de la expresión «incendiar» a tra-
El empleo de términos de este estilo no es una excepción. En es- vés de la exigencia de un «fuego ingobernable». POLAINO NAVARRETE
te sentido, conviene recordar varias opiniones que así lo hacen, so- precisa que su consideración exclusiva como acción de «prender
bre todo al tratar figuras específicas de peligro abstracto. MÉNDEZ fuego», con independencia del desarrollo que alcance, constituye un
RODRÍGUEZ983 realiza una crítica generalizada al deficiente trato dog- criterio naturalista-causal desconectado del sentir y significado que
mático de los delitos de peligro y entiende que se debe a la negativa se le atribuye a los respectivos objetos materiales. Si bien esta idea da
sistemática a ver en ellos un resultado. Si bien parece limitarse a los más certeza, dificulta la «viabilidad normativa de su aplicación». Un
delitos de peligro concreto, pues son los que suelen reconocerse co- concepto normativo repercute sobre la protección del bien jurídico-
penal, aunque sea compleja su determinación. Para precisar lo que
constituye un incendio comprende también un aspecto funcional, en
978. También los núms. 25 y 26 del art. 496 del CP puede interpretarse de este
modo. Así, núm. 25: «El que arrojare a la calle por balcones, ventanas o por
cualquier otra parte agua u objetos que puedan causar daño»; núm. 26: «El
que tirare piedras u otros objetos arrojadizos en parajes públicos, con ries- 984. Destaca que sólo se refiere a los delitos de peligro concreto porque este au-
go de los transeúntes, o lo hiciere a las casas o edificios, en perjuicio de los tor concibe los delitos de peligo abstracto como delitos de mera actividad,
mismos o con peligro de las personas». en los que se «renuncia al resultado» (ÓSTENDORF, «Grundzüge des kon-
979. JAKOBS, «Criminalización», pg. 312. kreten Gefáhrdungsdeliktes», en JuS [1962], pg. 443).
980. Ibíd., pgs. 295 y 296. 985. POLITOFF y MATUS, «Objeto jurídico», pgs. 16-19. En similar sentido, ROXIN,
981. KINDHÁUSER, Gefahrdung, pgs. 164 y 165. En similares términos SOLA RECHE, Strafrecht, pg. 18.
La llamada, pgs. 61, 62 y 92, parece utilizar la palabra «ataque». 986. ETCHEBERRY, Alfredo, Derecho penal. Parte especial, t. III, pgs. 461-465; el mis-
982. Sin embargo, la afirmación que realiza de este peligro como un ataque se mo, El derecho penal, t. III, pgs. 151,152 y 154. Esta referencia a un fuego que
confunde al identificar este ataque (Angriff) con una cualidad del compor- escapa al control del agente se destaca en tesis que califican este peligro co-
tamiento, como común denominador entre la prohibición de lesión y la mo un peligro concreto, sin exigir presencia o contacto con bienes jurídico-
prohibición de puesta en peligro. penales individuales. V. gr., POLITOFF, L., MATUS, A. y RAMÍREZ, G., Leccio-
983. MÉNDEZ RODRÍGUEZ, LOS delitos, pg. 122. nes. Parte especial, pg. 474.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
cuanto el objeto no ha de estar destinado a incendiarse. Pero subra- no lesiona ni pone en peligro concreto la fe pública. Dice que ello «no
ya que esto no basta. Este criterio se ha de concretar con atención al se dará hasta el inicio de su utilización o puesta en circulación». Pe-
bien jurídico-penal. De allí que culmine con una noción normativo- ro no aclara a qué clase de afectación corresponde esta situación. Es
funcional de esta expresión. relevante la admisión de semejante exigencia aun contra el tenor ex-
Esta orientación se ha dado también en supuestos típicos que se preso del legislador. Así lo pone de relieve SOTO NAVARRO. SU intro-
satisfacen con su sola ejecución. Ello sucede especialmente en figu- ducción puede no ser necesaria por el tipo, pero, ¿qué sucede con lo
ras cuya necesidad de pena no se suele discutir, como las falsedades. injusto penal? Por otra parte, se ha de recordar que esta autora no
SOTO NAVARRO987, que propone determinar los bienes colectivos en
considera colectivos aquellos bienes que se refieren o reconducen a
sentido funcional para afirmar su lesión, separa dos formas de ata- bienes individuales. La norma no deja de tener en cuenta contextos
que. Habla de la falsificación propiamente tal, por la sola alteración colectivos. Por eso, SOTO NAVARRO habla de un «peligro abierto»990,
o adulteración del documento, y de la utilización del objeto falsifi- que se caracteriza por su «potencialidad ofensiva» para una plurali-
cado, que exige su introducción en el tráfico jurídico. Sólo esta utili- dad indeterminada de sujetos. De esta forma pretende dirigir esos
zación constituye lesión del bien jurídico-penal colectivo, desde que bienes a los delitos de peligro general o común. Aquí sí se da un pe-
los objetos «salen del ámbito de disposición del sujeto». Considera ligro que se ha de determinar. ¿Se presenta éste porque se dirige a
que la sola falsificación constituye un peligro para tales bienes, si bienes individuales? No parece ser así.
esos objetos alcanzan una apariencia de autenticidad y el sujeto tie- También se ha procedido de esta forma en otras áreas del tráfi-
ne la finalidad de introducirlos en el tráfico. Señala que aunque este co jurídico o comercial. Como típicas figuras de este estilo, se pre-
elemento subjetivo no se exija expresamente, ello no impide su con- senta la adulteración de comestibles, bebidas o medicamentos y su
sideración implícita en todo delito de esta clase. De todas formas, es comercialización o venta. Básicamente -como en la falsificación-, la
criticable que hable de peligro para los bienes colectivos cuando to- doctrina no se conforma con la sola alteración del producto. Nor-
da su propuesta se encamina a afirmar la lesión a través de su ade- malmente, se destaca que es su comercialización o distribución la re-
cuada delimitación. Además, determina ese peligro por un aspecto levante justamente porque el agente pierde el control del producto y
subjetivo que no tiene incidencia en la configuración de situaciones de sus generales efectos nocivos. CORCOY991 explica que en el fraude
objetivas desvaloradas488, sin perjuicio de que su consideración sea alimentario la puesta en peligro de la salud de los consumidores re-
necesaria para la configuración del desvalor de la conducta. quiere que el producto nocivo haya «salido del ámbito de dominio
de quien lo ha elaborado, distribuido o comercializado y encontrar-
En similar sentido, LUZÓN PEÑA989 separa un «resultado» mate-
se, en ese sentido, en el mercado». Otro supuesto paradigmático de
rial-formal de la real afectación del bien jurídico-penal como «resul-
peligro abstracto que se enmarca en el ámbito del tráfico, aunque ya
tado jurídico». Señala que la fabricación de un objeto falso todavía
del tráfico rodado, es la conducción en estado de ebriedad o bajo la
influencia del alcohol o las drogas. A pesar de las últimas reformas
de este ilícito en nuestro país, no se dejarán de mostrar los conflictos
987. SOTO NAVARRO, La protección, pgs. 323 y 324.
que presenta y las doctrinas más extendidas. La dogmática españo-
988. En este sentido también la crítica que formula JAKOBS, Derecho penal, pg.
212, a esta clase de delitos, pues implica una injerencia en el ámbito inter- la, al menos, sostiene que la sola presencia de cierto grado de alco-
no del «autor» que no respeta el principio del hecho. hol en al sangre no es suficiente. En este sentido, BUSTOS RAMÍREZ942
989. LUZÓN PEÑA, Curso, pg. 349. Distintas denominaciones se han empleado
para designar la tutela de un determinado ámbito en el que las relaciones
jurídicas se puedan desarrollar con tranquilidad, transparencia y seguri-
dad. Si bien se suele hablar de fe pública es preferible hablar de tráfico ju- 990. SOTO NAVARRO, La protección, pgs. 179 y ss.
rídico o de las relaciones jurídicas. ROXIN, Strafrecht, pg. 23, acude a la pu- 991. CORCOY BIDASOLO, Delitos de peligro, pgs. 155 y 257.
reza del tráfico probatorio (Reinheit des Beweisverkehrs). 992. BUSTOS RAMÍREZ, Manual, pg. 260.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado
VI. Propuestas de solución
expone la modificación de la legislación española (LO 3/1989) que cesita la presencia de una víctima. Como no exige la presencia de un
requiere además la influencia del alcohol en la conducción. Aunque determinado bien jurídico-penal no existe peligro concreto. Esto,
señala que esta exigencia implica su transformación en tipos de pe- ¿implica necesariamente una peligrosidad típica o general? Tanto la
ligro concreto. Ella se encuadra, más bien, en la necesidad de que presunción como la peligrosidad general han objetado en su mo-
exista una perturbación efectiva del bien jurídico-penal que no se mento. Pero esos fundamentos (clásicos) se han de considerar si se
identifica con aquel peligro, pues el conductor no necesita encon- mantienen constantes en la determinación del peligro abstracto, de
trarse con alguien*". El problema es que se parte del peligro abstrac- modo que no habría otro peligro, sino una presunción o suposición
to como presunción de Derecho. Desde esta perspectiva, es cuestio- rechazable. Se trata de averiguar si realmente se requiere una situa-
nable la creación de estos delitos si la conducción no está realmente ción de peligro particular -diversa del peligro concreto-, o tal «rea-
influida por la ingesta de alcohol994. lidad» se queda en generalidades o, a lo más, se satisface con un des-
valor objetivo de acción. Lo que ocurre es que en muchas ocasiones
3.2. ¿Estado de peligro real? la doctrina no puede dejar de reclamar la concurrencia de un peligro
real, sin que se aclare su condición. TERRADILLOS BASOCO997 señala que
La exigencia de un peligro real o efectivo se tiende a identificar en los delitos de peligro abstracto «el peligro es real y la conducta
con una puesta en peligro concreto o con una peligrosidad concreta peligrosa» aunque no sea necesaria su constatación respecto de un
de la conducta995. MiR PuiG996 alude a la «realidad de la peligrosidad concreto «objeto (material o jurídico)»998. Esto le lleva a declarar que
estadística» para referirse a los delitos de peligro abstracto, a modo no es relevante distinguir el ámbito del juicio ex ante del que cabe en
de «apariencia de idoneidad ex ante». Cita precisamente la conduc- el juicio ex post. Sostiene que el juicio de peligro, en cualquiera de sus
ción bajo los efectos del alcohol, en la que no se requiere que un con- modalidades, excede del ámbito del comportamiento. Pero lo más
creto bien jurídico-penal resulte puesto en peligro, por lo que no ne- llamativo de su propuesta no es la referencia a un riesgo, sino la re-
visión que postula de la confusión de estos tipos con delitos de me-
ra actividad999. Si bien su distinción no se sitúa en un ámbito norma-
tivo, admite en los delitos de peligro abstracto un resultado que no
993. BACIGALUPO ZAPATER, «Problemas», pg. 155, rechaza la referencia de este se configura como efecto físico descrito por el tipo. Expresa que si el
delito a un peligro abstracto fundado en acciones consideradas en sí mis- peligro abstracto también «supone remoción o aminoración de la si-
mas peligrosas. Sobre la base de un favorecimiento o promoción real del
tuación de seguridad previamente existente», en ellos se da un «re-
consumo de drogas afirma que el legislador va más allá de la peligrosidad
general de la conducta. Se trataría de una zona más cercana a la lesión que sultado material» diferente de la conducta del agente.
sólo puede ser «aquella en la que el peligro representado por la acción se
concreta respecto del bien jurídico». Más que un peligro concreto, no se
El problema es que en muchas ocasiones se confunde un «peli-
conforma con la sola peligrosidad de la conducta y requiere su vinculación gro real» con una «real peligrosidad». Aunque también se vincula
real con el bien jurídico-penal. De hecho, agrega que el tipo exige «afirmar con otras nociones de peligro abstracto más modernas -aunque no
de alguna manera la peligrosidad genérica del aspecto exterior de la ac-
ción en relación al bien jurídico» (pg. 167).
994. Así, QUINTERO OLIVARES, Manual, pg. 334, afirma que la falta absoluta de
997. TERRADILLOS BASOCO, «Peligro abstracto», pgs'. 798-802 y 804. Hablar del
peligro debería dar lugar a la exclusión de tipicidad. Así, pretende admitir
peligro abstracto como un peligro real o un daño autónomo no es real-
la posibilidad de una prueba en contra.
mente extraño. Ver MARTÍNEZ-BUJÁN PÉREZ, Derecho penal económico, pgs.
995. Ver DE LA CUESTA AGUADO, Causalidad, pgs. 122,123,138,140,157,158,162,
109 y 113. Ello se evidencia incluso en tesis más antiguas. Así, ESCRIVÁ GRE-
170, 230-232 y 245. Habla de un peligro real o efectivo que no respecto de GORI, La puesta en peligro, pgs. 102 y 102, alude a una situación propia de
una persona en concreto, sino a cualquiera. Pero se refiere a un peligro po- anormalidad.
tencial que «se concreta» y a un riesgo efectivo como peligro concreto. 998. Habla de un objeto en el que se materialice el bien jurídico.
996. MIR PUIG, Derecho penal, pg. 354. 999. TERRADILLOS BASOCO, «Peligro abstracto», pg. 796.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
menos problemáticas-, como el peligro potencial, apto, idóneo o hi- ducta. En este sentido, se destacan algunas expresiones de MENDOZA
potético e incluso como lesión del bien tutelado. En este sentido, SIL- BUERGO1002 al mencionar la lesividad que la conducta ha de mostrar.
VA SÁNCHEZ1000 estima que el delito de conducción en estado de ebrie- Indica que lo que decide aquella lesividad no es la lesión de la con-
dad o bajo la influencia del alcohol o las drogas requiere, además de fianza abstracta en el cumplimiento de la norma de un copartícipe
la influencia de tales sustancias en el conductor del vehículo, afectar hipotético, «sino que el autor lleve a cabo una conducta cuyos posi-
negativamente la seguridad del tráfico. Pretende reclamar una de- bles efectos lesivos no puede controlar, ni tampoco la posible vícti-
terminada perturbación del bien jurídico-penal. La dificultad está en ma evitar». Si bien hablar de «posibles efectos» puede conducir a la
que la concibe al mismo tiempo como lesión del bien colectivo tráfi- idea de probabilidad, ello no es sinónimo de peligrosidad. Esta idea
co rodado o seguridad en la circulación y como un peligro abstracto se estableció como propia de todo juicio de peligro, por lo que la
para bienes jurídico-penales personales. A ello (separación de bienes comparte tanto la determinación de la cualidad peligrosa de un
de diversa clase) se suma la combinación de diversas nociones de comportamiento como un determinado estado desvalorado por la
peligro abstracto. Sin embargo, insiste después en que la afectación norma penal. Además, la autora no se queda en una simple proba-
de la seguridad del tráfico debe tener suficiente entidad, que se tra- bilidad, sino que le asigna determinados caracteres: falta de control
te de una «puesta en peligro» típicamente relevante. Ahora recono- del agente e imposibilidad de evitación de la víctima.
ce un peligro para el bien colectivo. Pero vuelve a hablar de peligro-
sidad real. Es poco clara la situación de peligro y la clase de bien
jurídico-penal que afecta. De todas maneras, admite que los delitos 3.3. Tratamiento unitario de los tipos de peligro abstracto
de peligro abstracto son delitos de peligro real y no de peligro con-
creto y los denomina «delitos de peligro real-abstracto»1001. Si se Durante la exposición de las nociones e hipótesis de delitos de
aceptan bienes colectivos autónomamente protegidos, también la peligro abstracto se ha puesto de manifiesto la multiplicidad de cri-
norma los tutela frente a «algo». El asunto es determinar si la pro- terios y fundamentos. A tal variedad colabora la disímil descripción
tección se queda en una característica del comportamiento -general que de ellos realiza el legislador. Esto ha propiciado la formulación
o concreta- o en una situación o estado de perturbación específico y de diversas clases de tipos. Básicamente, se presentan dos corrientes:
en qué casos. 1) la admisión de distintas modalidades de delitos de peligro abs-
tracto, por lo que se reclama un tratamiento dogmático diferenciado
Actualmente, la mayoría de las tesis que reconocen contenido y 2) la evidencia de tipos diferentes, que se han de calificar de otros
material a los tipos de peligro abstracto se mantienen dentro del des- modos. Pero ambas también se han combinado. Así, TORIO LÓPEZ1003
valor de acción. Se ha sostenido que la dificultad para asignar tal separa varias especies de delitos de peligro abstracto -admitiendo
materialidad a un desvalor de resultado obedece no sólo a la inde- un tratamiento diferenciado- a la vez que propone una calificación
terminación, inmaterialidad y dependencia de los bienes colectivos, particular para un determinado tipo: los «delitos de peligro hipoté-
sino especialmente a la conservación del paradigma de lesión. Sin tico». La diversidad legislativa es evidente1004, ¿significa esto que
embargo, no se deja de hacer referencia a la necesidad de un riesgo
real. Incluso propuestas que se manifiestan expresamente en la sen-
da del desvalor de acción no se conforman con señalar la presencia
1002. MENDOZA BUERGO, Límites, pg. 139. Así también los destacados términos
en concreto de un comportamiento peligroso. En varias ocasiones se que emplea TORÍO LÓPEZ respecto de la noción de peligro de BINDING den-
va más allá de una peligrosidad concreta como atributo de la con- tro de la peligrosidad (objetiva) de la conducta.
1003. TORÍO LÓPEZ, «Los delitos», pgs. 827, 828 y 835-839.
1004. Incluso se evidencia dentro de un mismo tipo penal. Así lo destaca Po-
LAINO NAVARRETE, Delito de incendio, pgs. 69 y 95, respecto del incendio. Se-
1000. SILVA SÁNCHEZ, «Consideraciones», pgs. 149, 152,155 y 158. ñala que el casuismo exagerado dificulta la reducción metódica de las dis-
1001. Ibíd., pg. 159. tintas figuras legales.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
sean delitos diferentes? Ello dependerá del contenido e interpreta- uso de términos diferentes. Por otro lado, no se puede dejar de re-
ción de cada figura en particular, por lo que requerirá un examen es- cordar la conexión entre la mayoría de las propuestas doctrinales
pecífico, caso a caso. Sin embargo, puede realizarse un análisis ge- acerca del peligro abstracto. Se observa cierta continuidad en la ar-
nérico de los tipos de peligro abstracto más corrientes o comunes y gumentación de distintas nociones. Ello se manifiesta no sólo en la
formular una propuesta global. Por de pronto, es dudoso que todos coincidencia entre diversos fundamentos de las tesis más modernas,
los supuestos que señala TORÍO LÓPEZ sean delitos de peligro abs- sino en que muchas de ellas ni siquiera logran diferenciarse de las
tracto, así las infracciones ético-sociales o religiosas y los delitos de nociones más convencionales (presunción y peligrosidad general).
mera desobediencia, ilícitos administrativos o de policía. Si no afec- De hecho, MENDOZA BUERGO no pudo dejar de percatarse que mu-
tan algún bien jurídico-penal, son injustos meramente formales. Su chos postulados llegan a las mismas consecuencias. Es más, recuer-
regulación no ha de ser penal. De allí que este autor entienda que da que cuando el Proyecto Alternativo de Código Penal alemán pro-
ellos han de eliminarse del Derecho p e n a l m \ En consecuencia, sólo puso la incorporación de tipos que exigían la ausencia o infracción
tendrían la calidad de delitos de peligro abstracto los que denomina de autorizaciones administrativas (los hoy vigentes «Prüfstellendelik-
de peligro hipotético, que además de un desvalor «real» de acción te»)mo, se reconoció que ellos no dejaban de ser delitos de peligro
exigen un «desvalor potencial de resultado». abstracto, pues no cambiaba el hecho de que no era necesario cons-
tatar la peligrosidad de la acción individual.
A este respecto, ROXIN1006 sostiene que el hecho de que el legisla-
dor incorpore elementos de aptitud (con relación a los llamados De allí que MENDOZA BUERGO1011 afirme que las conexiones entre
delitos de aptitud o de peligro abstracto-concreto) no cambia su con- las distintas tesis hacen perfectamente posible una consideración fi-
dición de delitos de peligro abstracto. También RODRÍGUEZ MONTA- nal conjunta de ellas, que considera útil para la elaboración de una
ÑÉS1007 se expresa de ese modo al comprender que esos elementos propuesta global. Por eso es que -cuando se pronuncia acerca de
aluden a la relevancia lesiva general de la conducta valorada ex an- cuáles considera mejores- habla de «un intento de reconstrucción
te, como requisito de todo tipo de peligro abstracto. Asimismo, criti- propio de esta categoría delictiva», como si fuera un solo delito. Úni-
ca el empleo de nuevos términos para señalar las mismas ideas, pues camente indica que un examen pormenorizado de las diversas tesis
sólo conduce a complicar más las cosas1008. Si considera que en todos permite visualizar algunos matices y diferencias que no han de per-
los delitos de peligro abstracto se ha de dar un mismo contenido derse de vista. Además, sostiene que este análisis se hace bajo un ob-
-imprudencia sin «resultado»- no se explica por qué mantiene un jetivo común o único: el de aportar una solución a las dificultades
tratamiento diferenciado1009, que puede complicar más que el mero para legitimar los delitos de peligro abstracto1012. En este sentido, tie-
ne mérito estudiar los diferentes conceptos y argumentos que se han
atribuido a los tipos de peligro abstracto para rechazar aquellos que
carecen de consideraciones materiales y no porque todos hayan de
1005. Ibíd., pg. 847. conservarse. Esto le permite criticar postulados formalistas y resca-
1006. ROXIN, Strafrecht, pgs. 359 y 360. tar los que requieren de un desvalor material de acción (por una pe-
1007. RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de peligro, pg. 20.
ligrosidad objetiva o concreta). Es así que, en otro momento, señala
1008. Así, respecto de «delitos de peligrosidad» de MEYER, ibíd., pg. 297. Sin
perjuicio de que también el uso de los mismos conceptos en diversos sen- que la opción por concebir los delitos de peligro abstracto como un
tidos genera similar confusión. En este sentido, conviene recordar las pro- conjunto de delitos diferentes se prefiere únicamente frente a sus
pias complicaciones del empleo que esta autora hace del término «bien ju-
rídico intermedio».
1009. Efectúa tal declaración sobre la base del bien tutelado, según si se refieren
o no a bienes personales. Pero no elimina la consideración del bien colec- 1010. MENDOZA BUERGO, Limites, pg. 59.
tivo, ya que no llega tan lejos como SOTO NAVARRO, al negar tal condición 1011. Ibíd., pgs. 337 y 338.
a los vinculados a bienes individuales. 1012. Ibíd., pg. 90.

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VI. Propuestas de solución
r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado
tiene mucho sentido conferirles un tratamiento diverso. En este sen-
concepciones más tradicionales1013. De modo que la necesidad de sos-
tener un tratamiento diferenciado se justificaría si se mantienen esas tido, cabe lá erítica de MARTÍNEZ ESCAMILLA"11S a la variedad de crite-
concepciones. Afirmación que se ha de extender a todas las pro- rios doctrinales en la teoría de la imputación objetiva -especialmen-
puestas que se queden en un ámbito formal. También presenta algu- te para la realización del riesgo en el resultado-. Esa diversidad no
nas dificultades que genera la consideración diferenciada, como la se justifica si todos ellos responden a una idea rectora común, a una
de optar por una denominación única o genérica1014. Pero, igualmen- sola filosofía. Entiende que la diversidad que se presenta en este ám-
te prefiere una: «delitos de peligrosidad». Concluye, que las diversas bito es fruto del desarrollo del pensamiento problemático. Es, preci-
categorías obedecen tanto a la técnica de tipificación como a las ca- samente, el examen caso a caso lo que ha contribuido a esta multi-
racterísticas del bien jurídico-penal. plicidad de nociones. Un tratamiento diferenciado de estos delitos
no se justifica a partir del solo hecho de que se utilicen distintas fór-
Si, a pesar de los matices legislativos, la situación que se prote- mulas legislativas. Lo contrario contribuye a oscurecer el análisis y
ge es la misma (de la misma calidad o naturaleza) y ella requiere de compresión de figuras penales, las que se han de observar para de-
similares condiciones de tutela, las particularidades de cada tipo só- terminar qué se exige realmente.
lo concurren a definir cada ilícito en particular. Lo relevante es des-
tacar cuál es la idea que está detrás de la protección que confiere el
legislador penal. La unidad no se opone a la variedad y distinción, II. FIGURAS DE PELIGRO ABSTRACTO Y DESARROLLO
sino a la confusión y al desorden. Es posible hablar de «unidad en la JURISPRUDENCIAL
diversidad». Las mayores dificultades en el examen de los supues-
tos que se reconocen como figuras de peligro abstracto radican en el Más allá de argumentos y calificaciones diferentes""', no se deja
hecho de que todavía no se han eliminado sus nociones clásicas. de aludir a unos mismos supuestos de peligro. De allí la semejanza
Ello, aunque ni siquiera tesis que basan lo injusto penal en el solo en conclusiones y la continuidad en el desarrollo de los diversos
desvalor de la conducta -como la de ZIELINSKI1013- se presentan en postulados dogmáticos, que lleva a admitir un tratamiento unitario.
términos formales y reclaman cierta peligrosidad. Quizás este trata- Para mayor claridad, se prefiere conservar un único calificativo pa-
miento tenga su origen en la separación que hacía BINDING entre los ra los delitos que se estudian. Se toma una noción amplia de peligro,
delitos de peligro y los ilícitos de policía o mera desobediencia, co- en los términos de BINDING (Gefahrdung), que no se reduce a una
mo expone TERRADILLOS BASOCO1016. Pero siempre que los tipos de pe- puesta en peligro concreto y se opta por hablar de delitos de puesta
ligro abstracto se sitúen en ese segundo grupo. Por este motivo, tie- en peligro abstracta. De hecho, así se manifiesta la dogmática penal
ne razón este autor cuando señala que si se acepta que los delitos de en general, especialmente la alemana (konkretes/abstraktes Gefahr-
peligro abstracto sólo pueden «dar cobijo a supuestos de peligro dimgsdelikty™. Desde esta perspectiva, la idea de peligro se vincula
real»1017, se ha de extender el «doble juicio sobre peligrosidad de la
conducta y sobre el resultado de peligro» para todos aquellos a los
que se les designe tal denominación. De momento, si las diferentes
hipótesis legislativas se reservan para una misma idea de peligro, no 1018. MARTÍNEZ ESCAMILLA, La imputación, pgs. 172-174 y 260.
1019. MORALES PRATS, Fermín, «Técnicas de tutela penal de los intereses difu-
sos», en J. Boix REIG (din), Intereses difusos y Derecho penal, Cuadernos de De-
recho Judicial, XXXVI, Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 1994,
pgs. 77, 78 y 90, señala que el peligro debe dilucidarse más allá de discu-
1013. MENDOZA BUERGO, «El delito», pg. 314.
siones nominales, incluso que debe estar por encima de la polémica for-
1014. MENDOZA BUERGO, límites, pgs. 35, 37, 38 y 43.
malista del peligro intermedio, potencial o hipotético.
1015. ZIELINSKI, Disvalor, pgs. 214-221.
1020. Ver SCHÜNEMANN, «Moderne», pgs. 793, 797 y 798; OTTO, «Konzeption»,
1016. TERRADILLOS BASOCO, «Peligro abstracto», pg. 800.
pgs. 362 y ss.; STRATENWERTH, Strafrecht, pg. 103; KUHLEN, «Umweltstra-
1017. Ibíd., pg. 801.
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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
con aquello que la norma tutela. Partiendo de la base de que los efec- afirma que la tesis que los concibe con base en una presunción de
tos de las conductas no son sólo físicos y que tampoco se limitan a la Derecho obedece a una interpretación de los tribunales de justicia'"21.
lesión de bienes jurídico-penales, el peligro es un estado suficiente- De modo que sin esta interpretación ellos no serían determinados de
mente relevante. Para averiguar qué es un peligro abstracto, si es esa manera. El influjo jurisprudencial se evidencia sin necesidad de
que es un estado distinto o no se presume, no basta la perspectiva ley, pero puede repercutir en la labor legislativa. Como ejemplo, ca-
dogmática. Ella ya muestra que en varias ocasiones se alude a un be destacar la fuerza de las consideraciones del Tribunal Supremo
riesgo que no se supone y no se identifica con un peligro concreto en español en el delito de tráfico ilícito de estupefacientes. BACICALUPO
términos de ingreso de un bien jurídico-penal en la zona de riesgo ZAPATER1"- destaca que la modificación de 1983 del antiguo artículo
de una conducta peligrosa. Aunque no se advierta, es usual vincular 344 del Código Penal español se debió a la aplicación que los tribu-
hipótesis de peligro abstracto con delitos de peligro común o gene- nales hacían de él. La exigencia de una tenencia que debía «promo-
ral. Peligro que se suele conectar con bienes colectivos, en cuanto se ver, favorecer o facilitar» el uso o consumo de droga -como cual-
entiende que se afecta a una «generalidad». Así, se citan delitos co- quier otra conducta de tráfico- se cambió por un criterio
mo el incendio, delitos relativos a la circulación (tráfico rodado) o simplificado que se empleaba en la práctica. Se distinguió entre el fa-
delitos relativos al tráfico de drogas. Como los supuestos de puesta vorecimiento del consumo y la tenencia con fin de traficar. Este aná-
en peligro son muchos y su examen requiere de un estudio particu- lisis se mantiene en el artículo 368 del actual Código Penal espa-
larizado, sólo se tomarán para la investigación de esta clase de peli- ñol101'. Castiga actos que impliquen tal promoción, favorecimiento o
gro las hipótesis más clásicas o paradigmáticas. facilitación, pero también a quienes «posean» drogas «con aquellos
fines».
1. JUSTIFICACIÓN DE UN ANÁLISIS PRÁCTICO A pesar de la influencia de criterios prácticos en el legislador pe-
nal, es interesante la crítica que este autor realiza. Ello, aunque se re-
No se puede negar la relevancia de la labor jurisprudencial, no fiera a la modificación del antiguo artículo 344, pues el artículo 368
sólo en la aplicación del Derecho, sino en su creación misma. Sin em- no cambia mucho. Señala que el tipo de favorecimiento constituye
bargo, ella se muestra especialmente determinante a la hora de exa- un «tipo superfluo» que evidencia una mala técnica legislativa1"24.
minar los delitos de puesta en peligro abstracto. Su influencia se re- Ciertamente, si la posesión o tenencia es un requisito de toda otra
vela precisamente por la confusión y combinación de criterios conducta de tráfico y ella exige menos requisitos, sólo esa hipótesis
dogmáticos que existen. La acción de la jurisprudencia puede desta- será aplicada. Las demás no tendrían relevancia, especialmente si to-
carse en dos sentidos. Por un lado, en ocasiones se adelanta al trata- dos los supuestos tienen asignada igual pena. Así, entiende que se
miento doctrinal de diversos asuntos. Actúa imponiendo ideas y cri- reconduce el tipo de tráfico a u n «delito de peligro abstracto». Lo ca-
terios propios, sin necesidad de apoyo legal. Por otro lado, la lifica de este modo por la sola exigencia de ese elemento subjetivo
práctica jurisprudencial tiene también la cualidad de tomar tesis (fin de tráfico), sin «efecto» alguno. De modo que limita el «peligro
dogmáticas, reforzarlas y arraigarlas como factores de decisión.
En el primer sentido, nuestros tribunales han influido en la no-
ción los tipos de puesta en peligro abstracto. Así, BUSTOS RAMÍREZ 1021. BUSTOS RAMÍREZ, Obras, t. II, pgs. 310 y 311; Mmntal, pgs. 264 y 265. Así
también lo destaca SCHÜNEMANN.
1022. BACICALUPO ZAPATER, «Problemas», pgs. 156 y 164.
1023. El actual art. 368 del CP español conserva tales referencias: «Los que eje-
frecht», pgs. 711 y 712; FRISO i, «An den Grenzen», pgs. 74 y 91 y ss. En cuten actos de cultivo, elaboración o tráfico o de otro modo promuevan,
otro sentido, sólo cabe recordar la propuesta de HiRsai, «Peligro», pgs. favorezcan o faciliten el consumo ilegal de drogas tóxicas, estupefacientes
514 y 515, que prefiere hablar de delitos de peligrosidad para el conjunto o sustancias psicotrópicas, o las posean con aquellos fines...».
de ilícitos que exigen cierta peligrosidad de la conducta. 1024. BACICALUPO ZAPATER, «Problemas», pg. 157.

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución

abstracto» a una concepción formal. No comprende por qué el legis- tá en los términos que emplea, pues pueden interpretarse en sentido
lador conserva las otras hipótesis de tráfico sin, al menos, modificar subjetivo. La expresión «con el objetivo de que sean consumidas o
la pena. usadas por otro» puede entenderse como simple finalidad, aunque
también permite deducir el elemento de riesgo relacionado con la
De todas formas, la sanción penal no se puede explicar sin al- promoción del consumo. Una interpretación adecuada conecta esta
guna relación con el bien tutelado, a menos que se acoja una noción
expresión con la idea de facilitación o promoción del consumo. Ello
formal de injusto. Ni siquiera postulados que fundan lo injusto pe-
no sólo porque se castiga con la misma pena que la del llamado mi-
nal en el desvalor de acción han de aceptar la punición de una te-
crotráfico, sino porque omite como verbos rectores la tenencia o po-
nencia basada sólo en su finalidad1025. Es cierto que si todos los su-
sesión y habla de adquisición, transferencia, suministro o facilita-
puestos tienen asignada igual pena se ha de entender, en principio,
ción.
que todos ellos deben tener el mismo nivel de injusto. De otra forma,
es criticable la técnica legislativa, pero no sólo por desigual e injusti- De todas formas, resulta más evidente la influencia de criterios
ficada, sino también por su falta de legitimidad. Para evitar la mala prácticos en el ámbito de la conducción de vehículos en estado de
técnica legislativa y la sanción indiscriminada, junto con su distin- ebriedad. El antiguo artículo 121 de la Ley 17105 (sobre alcoholes,
ción del autoconsumo, todas las hipótesis se han de igualar respecto bebidas alcohólicas y vinagres) hacía referencia únicamente al «de-
de un mismo desvalor (o resultado). Puede verse que no toda in- sempeño» en estado de ebriedad, sin que se exigiera expresamente
fluencia práctica es positiva y que ha de coordinarse con principios la conducción del vehículo ni determinada influencia del alcohol en
y garantías penales, a lo que colabora la labor dogmática. Nuestra el conductor1027. Agregaba que no era necesario que ella causara da-
legislación no parece estar a salvo de semejantes críticas. Así sucede ño alguno, pero se incluían también daños o lesiones leves si es que
en la regulación nacional del tráfico de drogas, aunque es más evi- se producían. Disposición que se conciliaba con el aún vigente artí-
dente en la legislación sobre conducción de vehículos en estado de culo 330 del Código Penal1028. Por otro lado, el artículo 122 de esa ley
ebriedad. En este sentido, la Ley 20000/2005, específicamente su ar- se limitaba a conceder a los órganos públicos de control la facultad
tículo 4. Este artículo se incorpora para sancionar con menor pena la para adoptar cualquier medida, siempre que fuera inmediata, para
conducta de los pequeños traficantes («microtráfico»). Conductas determinar el grado de alcohol en la sangre1024. Pero no había criterio
frecuentes, que se estiman excesivamente castigadas. El tipo no cam-
bia mucho del antiguo artículo 5 de la Ley 19366, también incluye la
posesión y porte. La diferencia está en la cantidad de sustancia. To-
davía puede vincularse la tenencia con la promoción (inducción, 1027. Art. 121: «Todo maquinista de embarcación y de ferrocarriles, como asi-
promoción o facilitación) del uso o consumo de las sustancias"i:<1. El mismo todo conductor de vehículos motorizados o a tracción animal,
riesgo puede estar en el inciso 2°. Éste castiga con igual pena a quien guardafrenos o cambiador que se desempeñe en estado de ebriedad, será
«adquiera, transfiera, suministre o facilite a cualquier título peque- castigado con presidio menor en su grado mínimo y multa de medio a dos
ñas cantidades de estas sustancias, drogas o materias primas, con el sueldos vitales, aunque no cause daño alguno, o sólo cause daños mate-
riales o lesiones leves. Se reputarán leves, para estos efectos, todas las le-
objetivo de que sean consumidas o usadas por otro». El problema es- siones que produzcan al ofendido enfermedad o incapacidad por un
tiempo no mayor de siete días».
1028. Art. 330: «El maquinista, conductor o guardafrenos que abandonare su
puesto o se embriagare durante su servicio, será castigado...». Disposición
1025. Así, se ha visto que hasta finalistas extremos como ZIELINSKI admiten que tiene su origen en los arts. 72 y 73 de la Ley General de Ferrocarriles
otros elementos en el desvalor de la conducta, como su peligrosidad ex an- de 6 de agosto de 1862.
te. 1029. Carabineros o Policía de Investigaciones debían tomar «medidas inme-
1026. El objetivo de su incorporación sólo radica en impedir penas altas para diatas para someter al conductor a un examen científico tendente a deter-
castigar la conducta de «microtraficantes» (Boletín núm. 2439-20). minar la dosificación del alcohol en la sangre o en el organismo».

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VJ. Propuestas de solución

a l g u n o para d e t e r m i n a r c u á n d o el c o n d u c t o r estaba e n e s t a d o d e afirma que constituye una presunción de tal estado y termina conde-
e b r i e d a d o bajo la influencia d e l alcohol. nando por conducción bajo la influencia del alcohol. Es particularmen-
te destacable el voto disidente de la Ministra Camposano. Se pronun-
A u n q u e n o había reglas p a r a d e t e r m i n a r a m b o s estados, sí era cia por absolver al condenado al no dársele valor conclusivo a la
habitual el recurso d e los tribunales a juicios o investigaciones reali- prueba de alcoholemia, única existente en el proceso. Expresa que co-
z a d a s p o r el Servicio Médico Legal""". Los informes del Servicio mo ella no determina el estado de ebriedad y carece de valor probato-
m a n t i e n e n c o m o criterios: la configuración del e s t a d o d e e b r i e d a d a rio tampoco puede constituir una presunción para estimar que la con-
partir d e al m e n o s 1,0 g r a m o s d e alcohol p o r mil d e sangre, m i e n t r a s ducción se realizó bajo la influencia del alcohol. No deja de llamar la
q u e la influencia del alcohol se d e t e r m i n a entre 0,5-0,9 g r a m o s d e al- atención que la falta de vinculación con esas tasas de alcohol en la de-
cohol e n la sangre. Estos e l e m e n t o s se utilizaban r e c u r r e n t e m e n t e terminación de tales estados se aviste aun en sentencias que se pro-
por n u e s t r o s tribunales para e n t e n d e r q u e se c o n f o r m a b a n tales es- nuncian de hechos en los que la conducción produce consecuencias le-
tados. Pero a u n así, existía la posibilidad d e q u e esos criterios n o fue- sivas materiales para otros bienes jurídico-penales1" \ Si tal declaración
ran c o n s i d e r a d o s o, al m e n o s , n o fueran d e t e r m i n a n t e s a la hora d e se realiza en circunstancias en las que se constata un daño material, ello
ha de ser más evidente en supuestos en los que no se exigen otros re-
establecer el ilícito penal. D e suerte q u e la alcoholemia n o se consi-
sultados. Es así que no cabe confundir la alcoholemia con el estado de
d e r a b a u n a p r u e b a única o terminante 1 0 , 1 . ebriedad, ni siquiera con la influencia del alcohol'"".
Así, casos en los que incluso se ocasionan ciertas lesiones (leves) a
La crítica q u e se p o d í a formular a la anterior legislación era la
otros participantes del tráfico, como la sentencia de la Corte de Apela-
ciones de Santiago de abril de 19901"'2. La Corte manifiesta que el infor- omisión d e u n a efectiva conducción del vehículo. Sin e m b a r g o , tal
me de alcoholemia por sí solo no es suficiente para establecer el estado crítica sólo procedía respecto del a n t i g u o inciso 4° del artículo 121 d e
de ebriedad por no estar corroborado por otros elementos. Aunque la Ley 17105. A q u e l inciso permitía el castigo penal incluso d e a q u e -
llos sujetos q u e fueren s o r p r e n d i d o s e n circunstancias q u e hicieren
p r e s u m i r q u e se a p r e s t a b a n a conducir u n vehículo. Situación q u e se
eliminó e n m a y o d e 2002, con la Ley 19806. A partir d e allí, las sen-
1030. V. gr., CS, 16 de marzo de 1989, GJ, 105, pgs. 89 y 90; C. Ap. de Punta Are-
nas, 2 de mayo de 1991, RDJ (1991), t. LXXXVIII, sec. 4'\ pgs. 96-100; CS,
20 de marzo de 1995, en LexisNexis, 23204; CS, 23 de septiembre de 1998,
GJ, 157, pgs. 114-119; C. Ap. de San Miguel, 23 de diciembre de 1997, GJ, 1033. En este sentido, SILVA SILVA, Hernán, El delito de manejar en estado de ebrie-
210, pgs. 165 y 166. En este sentido, VILLALOBOS Ríos, FIGUEROA ASTE y dad. Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2000, pgs. 160-172 y 182-184, ci-
MAGUIÓLO CARO, Conducción, pg. 39. ta un conjunto de fallos. También respecto del «manejo simple» (sin otros
1031. Ver C. Ap. de Arica, 28 de noviembre de 1988, GJ, 106, pgs. 58-60; C. Ap. resultados). Sin embargo, no es muy clara su noción acerca de este delito,
de San Miguel, 6 de agosto de 1997, GJ, 206, pgs. 169 y 170; C. Ap. de San ni siquiera respecto del resultado. Primero, considera otras consecuencias
Miguel, 24 de septiembre de 1997, GJ, 207, pgs. 146-148; C. Ap. de San Mi- para bienes de diverso tipo y habla de un delito pluriofensivo (pgs. 35-38,
guel, GJ, 210, pgs. 165 y 166; CS, 27 de agosto de 1998, RDJ (1998), t. XCV, 41 y 42). En segundo lugar, entiende que los delitos materiales son aque-
sec. 4", pgs. 133-139; C. Ap. de San Miguel, 8 de julio de 1998, RDJ (1998), llos que exigen un «resultado» externo, pero identifica modificación ex-
t. XCV, sec. 4", pgs. 147 y 148; CS, 10 de septiembre de 1991, RDJ (1991), t. terna con perturbación de bienes jurídico-penales (pg. 40). Igualmente
LXXXVIII, sec. 4 \ pgs. 105 y 106; C. Ap. de Santiago, 3 de diciembre de expresa que este delito es un tipo de peligro abstracto, que -por un lado-
2004, GJ, 294, pg. 178. En igual sentido, GFUENTES ROJAS, Katherine, Aná- concibe como delito de peligro presunto y -por otro- como un tipo que
lisis jurisprudencial del delito de manejo en estado de ebriedad, Memoria de Li- exige la puesta en peligro del bien protegido penalmente.
cenciatura [inédita], Universidad de Talca, Santiago, 2004, pgs. 24 y 25. 1034. VILLALOBOS Ríos, FIGUEROA ASTE y MAGGIOLO CARO, Conducción, pg. 48,
Así lo entendió nuestra jurisprudencia desde un principio, ver MARINKO- además de separar este medio de prueba de los efectos que el consumo de
VIC VERDUGO, Mario, Código Penal (concordado, con Jurisprudencia y Doctri- alcohol genera en el organismo, precisa que la ebriedad es un «estado psí-
na), Ediciones Encina, Santiago, 1968, t. IV, pg. 76. quico» que se caracteriza por una alteración pasajera de las potencias
1032. C. Ap. de Santiago, 5 de abril de 1990, GJ, 118, pgs. 54-56. provocada por un exceso en dicho consumo.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado Vi. Propuestas de solución

tencias exigían la efectiva conducción del sujeto para su sanción""". incriminación penal en ambos casos. En cualquier caso, interesa des-
En cualquier caso, el criterio jurisprudencial introdujo este análisis tacar la modificación introducida por la actual definición del estado
aun antes de la modificación",3'\ Quizás, esa reforma se haya debido de ebriedad y del desempeño bajo la influencia del alcohol. Ello, pre-
a semejante proceder. Es así que la conducción de un vehículo es uno cisamente, a partir de la «tipificación» de criterios jurisprudenciales.
de los requisitos básicos para entrar a analizar esta figura. La con- Así, los incisos 2° y 3° del artículo 115 B (antiguos incisos 4" y 5° del
ducción efectiva es necesaria pero insuficiente, pues es indispensa- artículo 115 A)1041 disponen: «Sin perjuicio de lo anterior, se entende-
ble verificar la «forma» en que se conduce, es decir, el estado en que rá que hay desempeño en estado de ebriedad cuando el informe o
se encuentra el conductor frente a su conducción"1,7. prueba arroje una dosificación igual o superior a 1,0 gramos por mil
de alcohol en la sangre o en el organismo.
En enero de 2004, la Ley 19925 derogó el libro segundo de ley de
alcoholes, que contenía los mencionados artículos, y dispuso la in- «Se entenderá que hay desempeño bajo la influencia del alcohol
corporación de esas conductas en la Ley 18290 (de tránsito). Esta mo- cuando el informe o prueba arroje una dosificación superior a 0,5 e
dificación no sólo regula diversas conductas en una misma ley, sino inferior a 1,0 gramos por mil de alcohol en la sangre. Si la dosifica-
que fija legalmente criterios empleados por nuestros tribunales. La ción fuere menor, se estará a lo establecido en el artículo precedente
conducción de vehículos bajo la influencia del alcohol, como tam- y en el núm. 1 del artículo 198, si correspondiere».
bién la que se hacía bajo la influencia de drogas, se regulaban en la Se observa que el legislador penal no hace más que incorporar
ley de tránsito, aunque como infracción gravísima (antiguo artículo la práctica de recurrir a los criterios impartidos por los informes del
197 núm. 1)"KS. La conducción bajo la influencia del alcohol pasa de Servicio Médico Legal para la determinación del estado o circuns-
infracción gravísima a falta (artículo 196 G)low; mientras que la que tancias en las que se encuentra el sujeto que conduce. Fijación que
se realiza bajo los efectos de las drogas pasa de infracción gravísima puede llevar a una ampliación en la incriminación de conductas por
a simple delito (artículo 196 E)1"40. Se observa una ampliación en la la fácil aplicación de este artículo. Pero, no hay que olvidar el inciso
1° del artículo 115 B. Éste dispone que para determinar el estado de
ebriedad del sujeto, así como el hecho de encontrarse bajo la in-
1035. Ver C. Ap. de Santiago, 4 de junio de 2003, GJ, 276, pgs. 171-173; C. Ap. de
Santiago, 21 de enero de 2003, GJ, 271, pgs. 147 y 148; C. Ap. de Santiago,
fluencia del alcohol, el tribunal puede considerar «todos los medios
27 de enero de 2005, GJ, 295, pgs. 237 y 238. de prueba, evaluando especialmente el estado general del imputado
1036. C. de Ap. de Santiago, 27 de marzo de 1990, RDJ (1990), t. LXXXVII, sec. en relación con el control de sus sentidos, como también el nivel de
4', pgs. 16 y 17. alcohol presente en el flujo sanguíneo...». De modo que el nivel de
1037. Así se dirá que no sólo es relevante un determinado nivel de alcohol en el alcohol en la sangre sería un factor más a considerar por el juez pa-
organismo, ni la efectiva conducción de un vehículo, sino que ese alcohol ra establecer ambos estados. Lo fundamental sería evaluar el control
en el sujeto «influya» o «afecte» realmente la conducción.
de los sentidos o facultades del agente.
1038. Art. 197. «Son infracciones o contravenciones gravísimas, las siguientes:
1. Conducir un vehículo bajo la influencia del alcohol, estupefacientes o Estas consideraciones pueden perder relevancia por lo estable-
sustancias sicotrópicas...». cido en los incisos siguientes. Todo parece reducirse a la cantidad de
1039. Prescribe que «la infracción de la prohibición establecida en el inciso se- alcohol en la sangre. Entender que ambas situaciones (estado de
gundo del artículo 115 A, cuando la conducción, operación o desempeño
fueren ejecutados bajo la influencia del alcohol y no se ocasione lesiones ni
ebriedad e influencia del alcohol) se constituyen por la sola concu-
daño alguno, será sancionada con multa de una a cinco unidades tributa-
rias mensuales y la suspensión por un mes de la licencia para conducir». La
Ley 20068/2005 derogó el epígrafe y sanciona la conducta en el art. 196 C. 1041. Disposición modificada en diciembre de 2005, Ley 20068. Es una reforma
1040. Castiga la conducción que se realice «en estado de ebriedad, o bajo la in- puramente formal. Ver Boletín núm. 999-15, aparece como una indicación
fluencia de sustancias estupefacientes o sicotrópicas» con presidio menor del Senador Novoa en orden a suprimir los incisos 3°, 4° y 5° del art. 115
en su grado mínimo y multa de 2-10 UTM. A, «consultando con ellos un artículo 115 B nuevo».

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución

rrencia de un determinado nivel de alcohol en la sangre puede lle- una serie de conductas que implican cierta alteración o adulteración
var a la aplicación automática de los tipos, configurándolos como ilí- de las condiciones medioambientales preexistentes, como provocar
citos de desobediencia. Sucede que cuando nuestros tribunales acu- vertidos o emisiones, que «puedan perjudicar gravemente el equili-
dían a tales criterios ellos eran libres para su apreciación. El brio de los sistemas naturales»1044. Asimismo, contempla la posibili-
legislador conserva esta idea. Admite la necesidad de enjuiciar el dad de que «el riesgo de grave perjuicio fuese para la salud de las
«estado general» en el que se encuentra el sujeto, con especial refe- personas». La reconducción de esos «resultados» a los delitos de pe-
rencia al «control de sus sentidos», y establece la alcoholemia como ligro abstracto no se hace a su criticada noción de presunción o peli-
una prueba más. Puede ser que éste no se haya representado la po- grosidad general, sino a la idea de peligro potencial, apto o idóneo
sibilidad de una aplicación mecánica del precepto, por la mera su- (peligrosidad concreta)1043. De modo que se insertan dentro de sus
peración niveles de alcohol. Independientemente de los peligros postulados más modernos.
mencionados, sólo se quiere advertir de la innegable influencia prác- Esta idea de peligrosidad concreta, idónea o apta se facilita jus-
tica. El Derecho está destinado a su aplicación, por lo que existen re- tamente a partir de regulaciones como el citado delito medioam-
laciones recíprocas con la realidad. De allí que los criterios jurispru- biental español, además de ser la noción actual más aceptada. Qui-
denciales sean también decisivos para la adecuada comprensión de zás, se mantenga semejante concepción por la distinción que
la clase de ilícitos que aquí se estudian. preceptos como el anterior realizan respecto del perjuicio que re-
quieren. Hablar, por un lado, de posible afectación del equilibrio en
2. PRINCIPALES SUPUESTOS DE PELIGRO ABSTRACTO EN LA los sistemas naturales y, por otro, de peligro de perjuicio grave para
JURISPRUDENCIA la salud de las personas puede llevar a confusión. Parece que se es-
tuvieran tutelando bienes diferentes104^ A partir de los postulados
La variedad de figuras típicas es amplia, pero el ámbito propio
de esta modalidad de peligro se ha radicado en general en el ámbi-
to del tráfico (jurídico, rodado, comercial, etc.) en conexión con otros
bienes jurídico-penales colectivos, como la salud pública. Así, se ci- una puesta en peligro concreta, pues se entendía que éste debía afectar di-
tan como hipótesis clásicas el incendio; la conducción en estado de rectamente la salud de alguna persona (como bien personal). ¿Peligro gra-
ebriedad o bajo la influencia del alcohol o las drogas; el tráfico ilíci- ve es igual a peligro concreto? Ellos no son sinónimos, pero para evitar
to de estupefacientes; delitos de falsedades (de documentos u obje- esa interpretación el art. 325 del nuevo CP optó por hablar de «riesgo de
tos en general); el porte o tenencia ilegal de armas; la adulteración de grave perjuicio». Aunque se refiera al peligro abstracto como peligro po-
sible o potencial, esa expresión tampoco tiene por qué conectarse con esa
bebidas, comestibles y de medicamentos; entre otras. En la actuali- comprensión del peligro abstracto.
dad, se han incorporado especialmente en el área medioambiental y 1044. Similares términos se observan en nuestra legislación en ámbitos más eco-
económica1042. Por ejemplo, la regulación del llamado delito ecológi- nómicos. En este sentido pueden citarse algunas hipótesis reguladas en el
co o contra el medio ambiente se reconoce como un tipo de peligro Código Tributario, como el artículo 97 núm. 4: «Las declaraciones mali-
particular que no coincide con una puesta en peligro concreto. De es- ciosamente incompletas o falsas que puedan inducir a la liquidación de
ta forma se interpreta el artículo 325, inciso 1°, del Código Penal es- un impuesto inferior al que corresponda...».
pañol, pero no así su anterior redacción"143. Este artículo menciona 1045. Ver MENDOZA BUERCO, «El delito», pgs. 305, 3,16 y 317.
1046. Así también lo critica TERRADILLOS BASOCO, Juan, «La protección penal del
medio ambiente en el nuevo Código Penal español. Luces y sombras», en
Estudios Penales y Criminológicos, XIX (1996), pgs. 302 y 303, precisamente
1042. Sin que ello limite la referencia de este peligro a otros supuestos actuales, porque entiende que el medio ambiente como bien jurídico-penal colecti-
como en el ámbito de la genética o de la seguridad en el trabajo. vo es un bien autónomo que requiere de una tutela propia. Lo que lo lle-
1043. El antiguo art. 347 bis del CP español contemplaba la producción de un va a afirmar la técnica del «peligro abstracto» como exigencia impuesta
«peligro grave» para la salud de las personas que era interpretado como por las características del bien tutelado (pgs. 301 y 316-320).

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
preestablecidos, el medio ambiente, como bien jurídico-penal colec- cación del antiguo artículo 347 bis por el nuevo Código Penal espa-
tivo, puede regularse como bien, sin que la consideración de aspec- ñol obedece a reclamos establecidos por largo tiempo. TERRADILLOS
tos personales le prive de independencia. Otra cosa es que se vincu- BASOCO1049 expresa que este Código no hizo más que sumarse al con-
le con bienes personales y se tutelen ambos. Ocurre también así en senso general acerca de la necesidad de tutelar el medio ambiente.
delitos como el incendio1047, la conducción en estado de ebriedad o No se oyen voces muy distintas en nuestro medio1030. Sin embargo,
bajo los efectos del alcohol o las drogas o el tráfico ilícito de estupe- su inexistencia determina que no se tomen éstos como modelo para
facientes, donde la seguridad o salud pública se conectan claramen- el estudio de los delitos de puesta en peligro abstracto. El análisis ju-
te con la vida e integridad corporal de las personas «que no se exi- risprudencial se centrará en el mencionado ámbito del tráfico. Pero
gen para la configuración de su propio perjuicio». A pesar de dos serán los supuestos básicos de esta clase de peligro, por su inte-
semejante formulación legal, no se deja de afirmar la existencia de rés, extensión y aplicación: el tráfico ilícito de estupefacientes y la
un «peligro abstracto», real u objetivo. conducción de vehículos en estado de ebriedad o bajo la influencia
El hecho de que tipos como medioambental no tengan cabida del alcohol o las drogas. Lo anterior no impide hacer mención a al-
aún en nuestra legislación, no le resta importancia104K. Su recepción gunos supuestos especialmente problemáticos frente a los postula-
-como ha sucedido en otras ocasiones- no sólo es posible, sino que dos desde los que aquí se parte, como las falsificaciones o el porte
se muestra como un reclamo ante las exigencias del presente. Con ilegal de armas.
miras a tal introducción, cabe especialmente la consideración de cri-
terios dogmáticos y jurisprudenciales. En el caso español, la modifi-
2.1. La conducción de vehículos en estado de ebriedad,
bajo la influencia del alcohol o las drogas
Frente al panorama expuesto acerca de la regulación actual del
1047. También se avista un peligro de esta clase en el envío de cartas o enco- delito de conducción en estado de ebriedad, bajo la influencia del al-
miendas explosivas que afecten o puedan afectar la vida o integridad co- cohol o las drogas, los problemas se incrementan respecto de su ca-
poral de las personas (403 bis del CP). Sólo que además exite una vincu- lificación como tipos de puesta en peligro abstracto. Si bien la dero-
lación mayor con un bien jurídico-penal determinado (vida y salud) del
gación del inciso 4° del antiguo artículo 121 de la Ley 17105 se
destinatario. Así, POLITOFF, L., MATUS, A. y RAMÍREZ, G., Lecciones. Parte es-
pecial, pg. 176, describen el empleo de este medio como un peligro común encaminó a restringir la aplicación de este ilícito, al exigir la efectiva
para personas indeterminadas (junto con la muerte o lesión, o su peligro conducción, las modificaciones posteriores parecen ir en la senda
de producción, del destinatario). contraria. Así ocurre con la mencionada incorporación de criterios
1048. Es posible encontrar alguna figura penal relativa a ciertos elementos o as- del Servicio Médico Legal en la determinación del estado del con-
pectos del medio ambiente, como el art. 289 del CP, aunque limitada y de ductor (incisos 2° y 3° del artículo 115 B). Señalar que el estado de
escasa «por no decir nula» aplicación. En este sentido la crítica que le for- ebriedad y la influencia del alcohol en el organismo se producen a
mulan MATUS ACUÑA et al., «Análisis», pgs. 31, 32 y 34 y proponen un pro-
partir de determinadas tasas de alcohol en la sangre produce una pe-
yecto global de Derecho penal del medio ambiente. A la hora de estable-
cer la clase o estructura de delito que emplearán, manifiestan que ella
depende del objeto de protección. Consideran diversas formas. Primero,
proponen un delito de grave contaminación que entienden como delito
de resultado. Entendemos que se concibe como lesión. Así, también ha- 1049. TERRADILLOS BASOCO, «La protección», pg. 294.
blan de figuras de puesta en peligro, en -por ejemplo- el caso de produc- 1050. Exigencia que no es nueva en nuestro país. Ver SHARP VARGAS, Peter A.,
ción, transporte o almacenamiento no autorizado de sustancias contami- «La necesidad de un Derecho penal ecológico», en RDUC (1993), passim.
nantes. También admiten la configuración de delitos de mera actividad Aunque estos reclamos se intensifican actualmente. Así, MATUS ACUÑA et
para aquellos tipos relativos al Sistema de Evaluación Ambiental, como al., «Análisis», pgs. 14-18, 28, 38, 39 y 44-47; MATUS ACUÑA, Derecho penal,
cualquier delito «tradicional» que afecta a la administración (pgs. 48 y 49). pgs. 11, 12 y 225-229.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
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ligrosa formalización del delito. Como se precisó, pierden relevancia GARCÍA ARAN"" realiza tales advertencias, porque entiende que
las facultades que se conceden a los tribunales para apreciar los he- la seguridad en el tráfico rodado constituye un bien penal propio
chos y valorar la efectiva influencia del alcohol en el sujeto y en la -aunque también reconoce que se pueden afectar otros bienes (bie-
conducción. No tiene sentido evaluar el «estado general» del con- nes personales relacionados)- y que las conductas crean un riesgo,
ductor vinculado con el control de sus facultades o sentidos (artícu- pues «ponen en peligro tal bien jurídico». Afirma que esto se mani-
lo 115 B, inciso 1°). Tampoco importa la posibilidad de acudir a to- fiesta todavía más con la derogación en 1983 de la mera conducción
dos los medios de prueba. sin el permiso correspondiente. Esa conducta «no conlleva necesa-
riamente la creación de un riesgo para la seguridad en el tráfico».
A) Formalización u «objetivación» de los elementos del delito Ella se elimina del ámbito penal mientras se mantiene como delito la
sola negativa a practicarse determinadas pruebas legalmente esta-
El determinar el estado de ebriedad o la influencia del alcohol a blecidas. Esta regulación es discrepante y curiosa, porque no siem-
partir de específicas tasas de alcohol, lleva a un sistema de prueba pre recuerda la calidad del Derecho penal, sus principios y caracte-
tasada que elimina la libre valoración del juez. GARCÍA ARAN 10 " criti- rísticas. De todas formas, se destaca que la regulación española de
ca el peligro que significa conferir a la alcoholemia un valor proba- este ilícito no basa la influencia del alcohol ni el estado de ebriedad
torio decisivo, respecto de la regulación española. Sostiene que la en el solo nivel de alcohol presente en la sangre. Esta exigencia nun-
impregnación alcohólica es un indicio que ha de valorarse, junto a ca se ha hecho. Incluso más, la ley penal española más antigua exi-
otros elementos, «como las circunstancias de la conducción, la acti- gía que la ingesta de alcohol produjera la efectiva incapacidad del
tud del procesado anterior y posterior a la detención...». Por eso, se- conductor para conducir su vehículo con seguridad. Por lo que no
ñala que quien niega a realizarse la prueba de la alcoholemia ha de toda «embriaguez» era suficiente. GÓMEZ PAVÓN10"4 reconoce que
absolverse por falta de prueba. La legislación española no contiene nunca se ha conocido la «conducción alcohólica». Sin embargo, se
una disposición semejante a la nuestra (artículo 115 B en relación con puede hablar de un «proceso se objetivación» en las reiteradas mo-
los artículos 196 E y 196 C). Conserva la libertad para apreciar la in- dificaciones legales, por la eliminación de consideraciones sobre una
fluencia del alcohol presente en la sangre. Pero omitió consideracio- particular influencia del alcohol en el sujeto10".
nes como las anteriores, al establecer como delito la sola negativa del
sujeto a practicarse la prueba de alcoholemia (artículo 380 del Códi- La objetivación se observa en la disminución de requisitos relati-
go Penal español). Figura que se reconoce como «delito de desobe- vos a las capacidades del conductor. La Ley de 1950 sobre uso y circu-
diencia grave». Por lo que el peligro de incorporar un artículo de es- lación de vehículos de motor requería la incapacidad del sujeto para
te estilo en nuestra legislación penal está latente. Hoy, dicha
negativa es apreciada por el juez como un antecedente calificado, al
que puede dar valor suficiente para establecer el estado de ebriedad
o la influencia de sustancias estupefacientes o sicotrópicas (artículo do o influencia, lo que no impide que ella tenga valor de presunción co-
mo una prueba más que ha de concurrir en el proceso de acreditación.
190)1""2 mañana, ¿podría ser un «delito» independiente? Así, el citado voto disidente de la Ministra de Corte de Apelaciones Cam-
posano, pero es un razonamiento jurisprudencial general. Ver C. Ap. de
Santiago, 1 de abril de 1987, RD] (1987), t. LXXXIV, sec. T, pgs. 31-37.
1053. GARCÍA ARAN, «Conducción», pgs. 627 y 628.
1051. GARCÍA ARAN, Mercedes, «Conducción de vehículos bajo la influencia del 1054. GÓMEZ PAVÓN, El delito, pgs. 38, 44, 45, 69, 89 y 127 y ss.
alcohol», en RJC, 3 (1987), t. LXXXVI, pg. 644. 1055. En este sentido se habla de «objetivación» del delito: influencia del alco-
1052. Se ha de recordar que el antiguo art. 190 la consideraba como presunción hol en el conductor, sus capacidades. DEL ROSAL, «Meditación», pgs. 20 y
legal del estado de ebriedad o de intoxicación por estupefacientes o sus- 21, critica esta conducción. Si basta la conducción en ese estado, entiende
tancias sicotrópicas. Pero, la jurisprudencia no acogía la inexistencia de que se deja en «desamparo» al procesado y se «produce una especie de
esta prueba como presunción de la concurrencia de un determinado esta- "relajamiento"».

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
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conducir con seguridad"'" . CUELLO CALÓN""7 explica «al comentar esta cohol por parte de nuestros tribunales por falta de «apoyo legal»,
ley» que no se considera la dosis de alcohol ingerida, sino el «efecto» pues esta- determinación, aparentemente, ha dejado de ser una fa-
que éste produce en el conductor. La cantidad no importa porque su cultad del tribunal""11. La influencia efectiva del alcohol o las drogas
efecto cambia según la «receptividad» del conductor y la calidad de las ya no tiene relevancia frente a la determinación de niveles o grados
bebidas consumidas. Ello se condice con su consideración de esta figu- de alcohol en la sangre del agente. Son esos niveles los que estable-
ra como un delito en el que se produce un «peligro grave» para la se-
cerían la influencia del alcohol y el estado de ebriedad. Por eso es
guridad colectiva, creando una «situación de peligro»""". Pero el legis-
lador de 1962 modificó esa incapacidad por la exigencia de una complejo el análisis de actuales fundamentos jurisprudenciales. El
influencia «manifiesta», para luego (1967) contentarse sólo con el voca- riesgo de automatismo, formalización y objetivación es evidente a
blo «influencia». Actualmente, el artículo 379 sigue esta línea y habla partir de las últimas modificaciones de este delito.
únicamente de la influencia de drogas o bebidas alcohólicas. Pero re- Por el momento, se advierten los riesgos de la interpretación de
conoce que la jurisprudencia no cambió la exigencia de un estado de los preceptos que regulan este delito. Es fundamental resaltar la co-
incapacidad en la conducción con la alteración producida en 1962, sino
únicamente con el artículo 340 bis a) 1°, que ya contempla sólo la in- herencia en una interpretación conjunta (sistemática) de las diversas
fluencia del alcohol en el conductor. normas que se aplican, especialmente conforme a lo injusto penal.
Para ello, es clave considerar la descripción que se contiene en el
A pesar de las modificaciones de la legislación española (de «in- mencionado inciso 1° del artículo 115 B y evitar que se pierda o ca-
capacidad» para conducir a la sola «influencia» de sustancias). GÓ- rezca de sentido. Se trata de orientar un determinado proceder prác-
MEZ PAVÓN mantiene que la tendencia jurisprudencial de presumir la tico, aunque sería conveniente su adaptación legislativa. Se han de
influencia, a partir de determinadas tasas, puede ser cómoda en su coordinar todos los incisos de dicho artículo, sin limitar la determi-
aplicación práctica, pero de difícil apoyo legal1059. Se sigue conside- nación de toda influencia a tasas de alcohol preestablecidas. Así tam-
rando la «influencia» como un efecto de la sustancia nociva en las fa- bién se pretende evitar la introducción en el ámbito penal de figuras
cultades del conductor que le impiden conducir en forma segura. de desobediencia, como la que contempla el artículo 380 del Código
Por su parte, el StGB alemán (§316) conserva la necesidad de que el Penal español, por la mera negativa de practicarse pruebas legal-
sujeto no se encuentre en situación de conducir con seguridad1060. Se mente establecidas.
exige la inseguridad en la conducción (Fahrunsicherheit) como uno de
los elementos objetivos del tipo. Sin embargo, semejantes considera- Ante esta posible formalización en el ámbito nacional, tienen
ciones no parecen tener cabida en la actual legislación nacional. especial interés algunas referencias de autores españoles. GÓMEZ PA-
VÓN1062 afirma que de cualquier forma el aspecto «subjetivo» sigue
Tampoco sería posible criticar la presunción de la influencia del al-
siendo determinante1063, en cuanto se requiere la influencia en el su-
jeto de las sustancias que consume (alcohol o drogas) y no basta su
sola ingesta. Además, relaciona esa influencia con el bien jurídico-
1056. Art. 1 sanciona a «el que condujere un vehículo de motor bajo la influen-
cia de bebidas alcohólicas, de drogas tóxicas o de estupefacientes que le
coloquen en un estado de incapacidad para realizarlo con seguridad».
1057. CUELLO CALÓN, Eugenio, La Ley penal del automóvil, Bosch, Barcelona, 1950, 1061. Así, en fallos en los que se aplicaban las ideas contenidas en los informes
pgs. 33 y 34. del Servicio Médico Legal se contienen expresiones que admiten que su
1058. Ibíd., pgs. 23 y 24. También, CONDE-PUMPIDO FERREIRO, «Don Eugenio», consideración obedece a la «soberana apreciación de los sentenciadores».
pg. 540. Ver C. Ap. de San Miguel, 19 de noviembre de 1998, RDJ (1998), t. XCV,
1059. GÓMEZ PAVÓN, El delito, pg. 49. sec. 4d, pgs. 266-268.
1060. §316: «Wer im Verkehr (§§ 315 bis 315 d) ein Fahrzeug führt, obwohl er infol- 1062. GÓMEZ PAVÓN, El delito, pgs. 44, 52, 53, 99, 136 y 143.
ge des Genusses alkoholischer Getránke oder anderer berauschender Mittel nicht 1063. Se ha de precisar que el aspecto subjetivo alude a un determinado estado
iií der Lage ist, das Fahrzeug sicher zu führen...». del sujeto y no a elementos subjetivos del tipo.

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penal, quebrantando los principios que conforman la seguridad del Similares términos utiliza nuestro legislador al definir quién es con-
tráfico. Señala que puede tratarse de cualquier disminución o mer- ductor, artículo 2 de la Ley 18290: «toda persona que conduce, ma-
ma de las facultades del sujeto, sin llegar a una incapacidad total1064. neja o tiene control físico de un vehículo motorizado en la vía públi-
Considera la protección que brinda este tipo como una tutela antici- ca; que controla o maneja un vehículo remolcado por otro; o que
pada, al castigar «antes de que surja la situación que el conductor no dirige, maniobra o está a cargo del manejo directo de cualquier otro
podría dominar por sus especiales condiciones». Más que confor- vehículo...». Precisa que la mayoría de la regulación del tráfico es
mase con la producción de una situación posterior (lesión o peligro concreción del principio de conducción dirigida. El conductor de ve-
concreto de bienes personales), parece considerar suficiente la mera hículos bajo la influencia del alcohol o las drogas «no es dueño en to-
posibilidad de que el conductor no domine la situación por sus es- do momento de los movimientos del vehículo». Se preocupa de cla-
peciales condiciones. Ello porque la conducción de vehículos en ese rificar esa «obligación del dominio del vehículo». Entiende que se
estado no considera efectos sobre otros bienes jurídico-penales y, en trata de un dominio normal, pero no total. Es destacable la sentencia
general, se basta con la posibilidad o «potencialidad» de que ellos se de 1962 que cita para distinguir este efecto de la sola desobediencia.
produzcan. De hecho, se refiere a una aptitud respecto del propio Sus argumentos esbozaban la necesidad de «poner realmente en pe-
bien jurídico-penal colectivo. Habla de efectos que «pueden llegar a ligro la seguridad del tráfico». Sin embargo, no se termina de com-
poner en peligro la seguridad del tráfico». Por eso, esta autora se prender por qué rechaza la posibilidad de un estado propio de afec-
contenta con la disminución de facultades del conductor que le oca- tación del bien protegido autónomamente. Reconoce que la razón de
sionen una incapacidad menor o parcial (no total). Esto se conecta incriminar esta conducta es la probabilidad de que, ante cualquier
con su posición algo confusa respecto de los delitos de puesta en pe- obstáculo o accidente que se presente, el conductor «sea incapaz de
ligro abstracto. Rechaza la presunción de Derecho y sostiene que se superarlo, por no tener el pleno dominio del vehículo»1067. Pero lue-
ha de admitir la prueba en contra (prueba negativa), a la vez que go lo menciona de otra manera cuando alude a los delitos de peligro
afirma que se ha de acreditar la efectiva aptitud de la conducta abstracto: sólo como motivo de incriminación, por tratarse de accio-
(prueba positiva) para afectar al bien jurídico-penal. Culmina recha- nes que, «generalmente, siempre o a veces, ponen en peligro el bien
zándolos y proponiendo su conversión de legeferenda en tipos de pe- jurídico protegido»1068. Revela nuevamente la falta de claridad sobre
ligro concreto. qué desvalora la norma realmente.
A pesar de este análisis, admite que la única interpretación vá- Quizás su objeción a considerar un peligro propio para este bien
lida se ha de dar en el campo del bien jurídico-penal y que la segu- colectivo se deba a la confusión que existe entre las nociones peligro
ridad del tráfico rodado es un bien propio, que se tutela con inde- real y peligro concreto (sin nombrar el peligro abstracto). Afirma que
pendencia" 6 '. También lo dota de contenido, al señalar precisos la exigencia de incapacidad para conducir en forma segura, según la
principios que se pueden quebrantar10,,6. Junto con el principio de antigua legislación de 1950, implicaba la «creación de un peligro
confianza y el de seguridad, entiende que el principio fundamental concreto para la seguridad del tráfico»1069. ¿Es posible poner en peli-
es el de la conducción dirigida. Cita el Real Decreto Legislativo gro concreto esta clase de bienes jurídico-penales? Es difícil aceptar
339/1990 que, en su artículo 11, señala que «los conductores deberán un peligro concreto para la seguridad del tráfico si no hay bienes ju-
estar en todo momento en condiciones de controlar sus vehículos...». rídico-penales individuales en contacto. Admitir tal peligro lleva a

1064. Ello porque se habla de «influencia» y no de incapacidad.


1065. Señala que «el bien jurídico atacado de una manera directa e inmediata es 1067. GÓMEZ PAVÓN, El delito, pg. 136.
la seguridad del tráfico». GÓMEZ PAVÓN, El delito, pgs. 91, 96 y 97. 1068. Ibíd., pg. 272.
1066. Ibíd., pgs. 99-104 y 141. 1069. Ibíd., pgs. 44, 131 y 138.

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que GÓMEZ PAVÓN rechace propuestas como las de CÓRDOBA RODA107" B) Riesgo y tráfico rodado
o MUÑOZ CONDE1071 que ponen énfasis en esa incapacidad de condu- La labor interpretativa es clave en la represión de delitos. De mo-
cir en forma segura por falta de control del conductor. Sin embargo, do que la despenalización de esta figura se justifica si su interpreta-
comparte igualmente la necesidad de «restringir» la amplitud de la ción no se conforma con lo injusto penal. Cabe recordar la adverten-
«redacción gramatical», aunque sostenga que no es necesario acudir cia de BERISTÁIN1074 respecto de la introducción de correctivos por la
a una interpretación que «fuerza» la «literalidad del precepto»1072. jurisprudencia del Tribunal Supremo cuando la conducta incluso se
Parece estar justificando la actual redacción legal. Ciertamente, no se refería a la conducción de un vehículo sin el correspondiente permiso.
puede forzar el tenor legal. Pero ello se produciría si, para castigar A pesar de que este tipo tiene carácter formal, los jueces intentaron
aquella conducta, se requiere el peligro concreto de bienes persona- restringirlo en el ámbito de lo antijurídico. Este autor precisa que se
les o, incluso, su lesión. Nada impide que la interpretación de los pretendió conferirle un tratamiento de delito material a través de un
elementos incluidos en el tipo se haga conforme a lo injusto penal. «contenido efectivo de peligro» por el «riesgo que implica toda con-
Es más, tal interpretación se ha de llevar a cabo en todo caso. De he- ducción por persona que no ha demostrado su capacidad para hacer-
cho, ella misma entiende que la interpretación de la influencia del al- lo peritamente». Como no se logró mantener una interpretación se-
cohol en la sangre se ha de conectar con el bien jurídico-penal, es de- mejante, la disposición hubo de ser derogada del ámbito penal. En
cir, con su perturbación. Como no logra justificar la construcción de este caso, sí podría sostenerse que se trataba de una interpretación for-
tipos de puesta en peligro abstracto, propone de lege ferenda su sus- zada por la evidente formalidad del precepto. Esos correctivos no
titución por un delito de peligro concreto1073. Pero así se deja de cas- eran aptos para el supuesto al que pretendían aplicarse, pero quizás sí
tigar la conducción en un determinado estado de incapacidad y se lo sean para una conducta que no se basa en el incumplimiento de re-
pasa a un tipo de conducción temeraria. quisitos legales, sino en la creación efectiva de una particular situación
que a la norma penal interesa reprimir con atención al específico bien
que tutela. De hecho, actualmente, la «influencia» de las sustancias
nocivas prohibidas en el sujeto se vincula con el bien jurídico-penal.

1070. CÓRDOBA RODA y GARCÍA ARAN (dir.), Comentarios, pgs. 1692, 1694, 1695 y La ingesta de alcohol y de otras sustancias nocivas (drogas) no
1701 y ss., sobre la base de la autonomía del bien seguridad del tráfico, es relevante por sí misma, ni siquiera si se admite que ellas influyen
manifiesta que es necesario que la conducción bajo la influencia del alco- en las facultades del sujeto, y se exige la real conducción de un ve-
hol o las drogas pueda generar un «riesgo grave para la seguridad del trá- hículo. Es necesario que los efectos de tales sustancias en el organis-
fico». Aunque parece confundirlo con una peligrosidad ex ante, cabe des- mo repercutan en la conducción, de modo que el sujeto se muestre
tacar que no lo trata como una mera peligrosidad. Ello especialmente al incapaz de hacerlo. En este sentido ha procedido también la prácti-
entender que ese riesgo se produce o genera a partir de la conducción:
«Que la conducción genere la objetiva y efectiva realidad de un riesgo...». ca anglosajona respecto de la conducción de vehículos bajo los efec-
Pero se trata de un riesgo específico para la seguridad del tráfico. tos del alcohol, sin hacer alusión a una puesta en peligro concreto de
1071. MUÑOZ CONDE, Francisco, Derecho penal. Parte especial, Tirant lo Blanch, 15'1 bienes personales «como la conducción temeraria». No sólo se ha de
ed., Valencia, 2004, pg. 690. Estima necesario recurrir a una interpretación considerar la efectiva conducción de un vehículo, sino el «modo» en
teleológica y también sistemática. El bien jurídico-penal es la seguridad que se lleva a cabo107'. La conducción, en esté sistema, se regula se-
del tráfico y «debe exigirse por lo menos que se haya creado con el hecho gún un estado peligroso («driving in the vehicle in its currcnt state
un riesgo para la circulación», aunque no se pongan en peligro concreto
bienes jurídico-penales individuales (no se exige).
1072. Ibíd., pg. 141.
1073. Así se comprende la derogación de estos delitos. Ver COBO DEL ROSAL, Ma- 1074. BERISTÁIN, «El resultado», pg. 460.
nuel (coord.), Derecho penal español. Parte especial, Dykinson SL, Madrid, 1075. SMITH, John Cyril y HOGAN, Brian [Smith & Hogan], Criminal Law, Lexis-
2004, pg. 777. Nexis, 10'' ed., Gran Bretaña, 2002, pgs. 506 y 507.

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would be dangerous»)1"7*, que puede deberse a una condición del con- Es relevante la vinculación que la jurisprudencia española reali-
ductor o a una condición del vehículo. De allí que se hable de una za de las-exigencias que establece este delito (artículo 379 del Códi-
conducción peligrosa (dangerous driving). go Penal español) con el bien jurídico-penal. SILVA SÁNCHEZ1079 desta-
La conducción de vehículos en estado de ebriedad y bajo los ca la introducción jurisprudencial del principio de exclusiva
efectos del alcohol o las drogas no parece preocupar demasiado en protección de bienes jurídico-penales a partir de la distinción doctri-
nuestro medio. Así lo demuestran, sobre todo, las últimas modifica- nal entre «realización aparente» y «realización efectiva» del tipo. Así,
ciones legales. En general, la doctrina nacional califica este delito el Tribunal Supremo dispone la atipicidad de una conducta que, si
como tipo de peligro abstracto, pero no profundiza mayormente en bien calza con los elementos descritos por el tipo, no afecta bien ju-
su estudio. Se le dirigen las críticas que se formulan a los delitos de rídico-penal alguno. En este sentido, optamos -siguiendo a MIR
PUIG, aunque no en sus mismos términos- por hablar de antijuridi-
peligro abstracto en su conjunto, sin que se aluda a estos ilícitos en
cidad completa frente a una antijuridicidad parcial que se da por la
particular. En este sentido, SILVA SILVA1077 lo describe como delito de
subsunción de una conducta al tipo. Interesa destacar que no es su-
peligro presunto. Pero, también los considera como tipos pluriofen-
ficiente una adscripción típica y que es necesario afectar aquello que
sivos, en cuanto toma en cuenta consecuencias para bienes jurídico-
la norma protege, es decir, que se produzca la situación que ella des-
penales distintos de la seguridad del tráfico rodado (bienes perso-
valora. SILVA SÁNCHEZ analiza este delito desde esta perspectiva. De
nales). De todas formas, parece ir en la senda correcta cuando
modo que no basta con determinado nivel de alcohol en la sangre, ni
expresa que la conducción de vehículos en ese estado causa peligro
siquiera con determinada influencia del consumo de esas sustancias,
al bien jurídico-penal colectivo por la conducción «toda vez que
si no se afecta al bien jurídico-penal. Así, critica una sentencia de
cualquier persona puede ser atropellada o impactada, o ese vehícu- 1981 de la Audiencia Provincial de Cuenca que afirma la responsa-
lo motorizado puede chocar con otro»1078. Semejante interpretación bilidad penal por conducir sólo en estado de ebriedad sin peligro de
cabe en nuestro Derecho, no sólo por la destacada definición de con- personas o bienes1080. Señala que una conducción lenta (15 km por
ductor del artículo 2 de la Ley 18290, sino especialmente por el inci- hora) «puede hacer que una determinada ingestión alcohólica no
so 1° del artículo 115 B. Esta tendencia puede observarse en el razo- afecte a la seguridad del tráfico, por no disminuir los reflejos del su-
namiento de alguna jurisprudencia. jeto por debajo de lo preciso para hacer frente a tal modo de con-
ducción». Entiende que una conducción semejante requiere menos
reflejos rápidos. En el fondo, se muestra la relatividad de los efectos
1076. Ello sin perjuicio de los criterios que se indican para la determinación de del alcohol (también de las drogas) respecto de la afectación del bien
tal estado: 1) forma de conducción esté «muy por debajo» de lo que se es- jurídico-penal. La relatividad no se refiere sólo a la influencia de sus-
pera de un conductor competente y cuidadoso y 2) que sea obvio para un
tancias en el sujeto, sino también a la influencia en la conducción, se-
conductor competente y cuidadoso que esa forma de conducir es peligro-
sa. Road Traffic Act 1991, «2A (1) For the purposes ofsections 1 and 2 above a gún condiciones externas de lugar, espacio y tiempo o rapidez. Indi-
person is to be regarded as driving dangerously Ifland, subject to subsection (2) ca que con una misma tasa de alcohol «habrá delito o no en función
below, only if¡. de las características somáticas del sujeto, en función de las circuns-
(a) the way he drives falls far below what would be expected ofa competent and tancias en las que tenga lugar la administración de la sustancia...»1081.
careful driver and
(b) it would be obvious to a competent and careful driver that driving in that
way would be dangerous.
(2) A person is also to be regarded as driving dangerously for the purposes ofsec-
tions 1 and 2 above if it would be obvious to a competent and careful driver that 1079. SILVA SÁNCHEZ, «Nuevas tendencias», pgs. 252 y 253.
driving in the vehicle in its current state would be dangerous...». 1080. SILVA SÁNCHEZ, «Consideraciones», pgs. 158 y 159.
1077. SILVA SILVA, El delito, pgs. 35 y ss. 1081. Ibíd., pg. 157. En similar sentido, GÓMEZ PAVÓN, El delito, pgs. 52, 69 y 103;
1078. Ibíd., pgs. 41 y 42. CÓRDOBA RODA y GARCÍA ARAN (dir.), Comentarios, pg. 1703.

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SILVA SÁNCHEZ1082 afirma que toda interpretación de esta disposi- hoy no sólo se niega este único factor, sino que -junto con la in-
ción penal que no signifique un «peligro real, aunque genérico o abs- fluencia del alcohol en el organismo- se entiende que se ha de afec-
tracto» del bien jurídico-penal ha de llevar a su derogación. No es tar la seguridad del tráfico. Se ha exigido que el perjuicio de las fa-
suficiente la influencia de las sustancias en la conducción de vehícu- cultades del conductor implique un peligro abstracto para este bien
los, sino que además ella ha de «producir una afectación de la segu- jurídico-penal. A este respecto, es destacable un pronunciamiento de
ridad del tráfico». Hasta aquí se admite la relevancia de una real per- la Audiencia Provincial de Cuenca de septiembre de 2004108\ No to-
turbación del bien jurídico-penal y se habla de un peligro real para do consumo influye en el sujeto y no toda influencia es relevante. Se-
que pueda considerarse la conducta como delito. Sin embargo, lue- ñala que las facultades o reflejos del conductor han de estar dismi-
go se muestra cierta confusión respecto de la clase de perturbación y nuidas o, incluso, abolidas «hasta el punto de no permitirle, con
de la categoría de bien jurídico-penal. Expresa que tal afectación entera frialdad, ser dueño absoluto de sus actos, ni, por consiguien-
constituye una lesión del «bien jurídico espiritualizado» y «puesta te, del movimiento de su vehículo», impidiendo una conducción se-
en peligro abstracto» de bienes personales o patrimoniales. Si bien gura'08'1. Efectivamente, la sentencia declara que no es un delito for-
habla de puesta en peligro abstracto, refiere esta situación a bienes mal, por lo que se ha de afectar el bien jurídico-penal. De igual
jurídico-penales individuales que no son objeto (directo) de la nor- forma, admite que ese bien es la seguridad del tráfico viario. Sin em-
ma penal. El bien tutelado es la seguridad del tráfico y la situación bargo, indica que tampoco es un delito de resultado, ni siquiera de
que la norma penal desvalora se vincula a él. En cualquier caso, se peligro concreto1087. Ciertamente, no es un delito de peligro concreto,
rescata su primera declaración respecto de la necesidad de «afectar» pues si así fuera hablaríamos de otro tipo: una conducción temera-
realmente la seguridad del tráfico. Así, reclama la necesidad de que ria. Esta afirmación, ¿impide que exista otro peligro? Quizás el he-
sean delitos de peligro real y, por eso, los llama «delitos de peligro
real-abstracto». El problema es que se conserva la referencia al bien
jurídico-penal individual, que lleva a entender los tipos de puesta en
peligro abstracto como peligro potencial o posible.
1085. SAP Cuenca de 2 de septiembre de 2004 (JUR 2004, 255191) (Ponente Ló-
A pesar de ello, no se deja de exigir la afectación de la seguridad pez-Calderón Barreda).
del tráfico como creación de un determinado peligro1"83. Así, la juris- 1086. Describe que «la conducción de tales vehículos requiere, inexcusable-
mente, unas condiciones psicosomáticas del dominio absoluto del vehí-
prudencia española retorna de algún modo a fundamentos antiguos, culo y sus mandos, dominio que puede verse afectado por la ingestión de
incluso después de la ley de 1962 que modificó la incapacidad por la bebidas alcohólicas, las cuales dificultan, cuando no imposibilitan, el ma-
influencia manifiesta. Si bien esta sola consideración llevó a algunos nejo del automóvil en condiciones de seguridad, propia y para los demás
tribunales a admitir el castigo por determinadas tasas de alcohol1084, usuarios de la vía pública...». En similar sentido, SAP Jaén de 15 de junio
de 1998 (ARP 1998, 2874) (Ponente Cáliz Covaleda). Es necesario que el
conductor haya consumido alcohol, que ese consumo haya influido en él
y que «le coloque en una situación o estado de incapacidad o descontrol
para conducir, o lo que es lo mismo que se manifieste o se haga aparente
1082. SILVA SÁNCHEZ, «Consideraciones», pgs. 149-153, 155 y 156. una conducción anormal o peligrosa, o con el riesgo para el tránsito de
1083. Ver VIVES ANTÓN, Tomás S. (coord.), Comentarios al Código Penal, Tirant lo personas o las cosas». Ideas muy semejantes a' los criterios jurispruden-
Blanch, Valencia, 1996, pgs. 1715 y 1716; CONDE-PUMPIDO FERREIRO, Cán- ciales sostenidos a mediados del siglo pasado, aun después de la deroga-
dido (dir.), Código Penal. Doctrina y jurisprudencia, Trivium, Madrid, 2000, ción de esta exigencia por la ley de 1962 que regula esta materia. De he-
pg. 558. Así incluso respecto de su regulación anterior [art. 340 bis a) 1°], cho esta última sentencia cita otras tantas del Tribunal Supremo como del
el mismo, Derecho penal. Parte especial, Colex, 2a ed., Madrid, 1990, pg. 476. Tribunal Constitucional (la mayoría de los años sesenta, aunque algunas
Se ha de recordar el claro rechazo de la referencia a bienes personales por de 1987 y 1989) en apoyo de esta argumentación.
autores como CÓRDOBA RODA y GÓMEZ PAVÓN. 1087. Asimismo, Ver SAP Girona 13 de agosto de 2004 (JUR 2004, 255281) (Po-
1084. SAP Granada de 22 de septiembre de 2000 (Ponente Rodríguez Cano). nente Ramírez Souto).

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cho de que la Audiencia Provincial describa el riesgo para la seguri- rando quinto, que: «... Realizó una serie de maniobras, todas carac-
dad de tráfico como un peligro «latente», aunque «próximo y per- terísticas propias y distintivas del ejercicio de conducción del vehí-
sistente» se deba a una errada noción del resultado. culo por cuanto siempre mantuvo una posición que por sí misma le
El resultado -como aquella situación que la norma penal desva- entregaba la posibilidad de controlar la situación, aun cuando no lo-
lora- no se limita necesariamente a la lesión y puesta en peligro con- grara hacerlo por su ebriedad». Lo que sí hay que advertir es que la
creto de bienes jurídico-penales. Si el bien tutelado es la seguridad libertad que los tribunales tienen para apreciar el posible efecto de la
del tráfico viario, la situación que la norma desvalora ha de dirigir- ingesta de alcohol en el organismo del conductor peligra con la ac-
se a ella. Nuestros tribunales también lo han entendido así. Se acep- tual regulación.
ta que el bien «afectado» es la seguridad del tráfico1088, incluso se ha En general, la falta de claridad en la exigencia de un peligro pa-
sostenido su «puesta en peligro»1089. La cantidad de alcohol y drogas ra la seguridad del tráfico rodado -como bien autónomamente tute-
ha de influir en las facultades del agente de tal forma (tal entidad) lado- no procede sólo de la limitación de la noción de resultado y su
que repercuta en la conducción segura del vehículo -como fin de la referencia a la lesión o puesta en peligro concreto, sino también de
norma penal-. La jurisprudencia nacional no suele pronunciarse de una confusión respecto del bien jurídico-penal. No se divisa clara-
esa manera, como sí lo hace la española. En este sentido, cabe su- mente el fin de la respectiva norma penal y la tutela de estos bienes
brayar una sentencia del Juzgado de Garantía de Nueva Imperial1"40 se combina (o dirige directamente) a la protección de bienes jurídi-
de octubre de 2001 que, no sólo estima el estado de ebriedad del con- co-penales individuales. En este sentido, una serie de sentencias re-
ductor sin que exista examen de alcoholemia, sino que además dis- conocen la seguridad del tráfico como bien jurídico-penal y admiten
pone que los distintos antecedentes de los que deduce tal forma de la exigencia de un peligro (incluso de una «puesta en peligro»), pe-
conducción, «en su conjunto, demuestran un efecto de la ingesta al- ro lo conectan con bienes personales, que lleva a hablar indistinta-
cohólica en el imputado de grave disminución o pérdida de sus per- mente de peligro para la seguridad de tráfico y de peligrosidad, ap-
cepciones, sentidos, reflejos y conciencia, provocando un alto riesgo titud o idoneidad ex ante de la conducta. Esto se facilita por la actual
al manejar vehículos motorizados». El que no existan consideracio- noción de los tipos de puesta en peligro abstracto como delitos de
nes en este sentido en nuestro medio no significa que falten mencio- aptitud, peligrosidad o de peligro hipotético1092. Pero no ha elimina-
nes relativas a una situación de peligro real. Así, fallos que aluden a do el desarrollo de argumentos que reclaman un verdadero peligro
una situación especial de control en la conducción de vehículos. De para el bien jurídico-penal seguridad del tráfico1093.
esta forma, la sentencia del Tribunal del Juicio Oral en lo Penal de
Antofagasta109' de 13 de septiembre de 2002 dispone, en su conside-

1092. Ver SAP Madrid de 5 de septiembre de 2001 (JUR 2001, 312913) (Ponen-
te Varillas Gómez). En similar sentido, una serie de sentencias que reco-
1088. V. gr., C. Ap. de Santiago, 27 de marzo de 2003, GJ, 273, pg. 160. nocen un riesgo para la seguridad del tráfico lo conectan con bienes in-
1089. Así, un fallo de C. Ap. de San Miguel, 10 de septiembre de 1991, RDJ dividuales. Así, SAP Las Palmas 24 de mayo de 2004 (JUR 2004, 183755)
(1991), t. LXXXVIII, sec. 4a, pgs. 166-171, respecto de la conducción de ve- (Ponente Santana Vega); SAP Santa Cruz de Tenerife de 5 de diciembre
hículos con placa patente falsa. Se reconocen dos bienes jurídico-penales de 2003 (JUR 2004, 58998) (Ponente Requena Juliani); SAP Tarragona de
colectivos protegidos: la fe pública y la seguridad del tránsito. La senten- 5 de mayo de 2003 (JUR 2003, 239623) (Ponente Casas Cobo); SAP Ma-
cia expresa que más que referirse a la fe pública son conductas que se drid de 16 de septiembre de 2002 (ARP 2002, 838) (Ponente Gómez de Li-
«vinculan con una puesta en peligro de la seguridad colectiva», «por tra- nares).
tarse de elementos cuya autenticidad es relevante para la seguridad del 1093. SAP Bilbao de 23 de junio de 2004 (JUR 2004, 293912) (Ponente Real de
tránsito». Asúa Liona), es particularmente gráfica. Habla de un «estado de altera-
1090. JG de Nueva Imperial, 30 de octubre de 2001, GJ, 259, pg. 129. ción» de las facultades del conductor tal que genere «un peligro para la
1091. TOP de Antofagasta, 13 de septiembre de 2002, en RPP, 3 (2002), pgs. 67-76. seguridad que no exige traducirse en una infracción de normas reglamen-

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VI. Propuestas de solución
2.2. Tráfico ilícito de drogas y otras sustancias estupefacientes
Apelaciones de San Miguel también de 19971097 -que parte de la men-
En el ámbito de los delitos de tráfico ilícito de drogas u otras cionada'doctrina de la Corte Suprema- destaca que la escasa canti-
sustancias estupefacientes, la exigencia de un peligro real o efectivo dad de droga impide apreciar que esté «notoriamente destinada a
es más recurrente. Esta consideración se facilitaba en la Ley 19366. un comercio ilegal de estupefacientes»1098. Se apunta que de los he-
Sin embargo, esto cambió con su sustitución por la Ley 20000 que chos no resulta adecuado jurídicamente «tener por comprobado que
viene a recoger ciertos aspectos aquí discutidos. El tipo contempla- la conducta atribuida al procesado haya generado un peligro objeti-
do en el artículo 5 de la Ley 19366 permitía una interpretación acor- vo para la salud pública»1099. Este tribunal mantiene este análisis, in-
de con los fines del precepto (bien tutelado) y del Derecho penal en cluso a pesar de que exista confesión del procesado. Así, en un pro-
general1044. Nuestra jurisprudencia también ha entendido que la sa- nunciamiento de octubre de 2000 afirma que la confesión no es
lud pública es el bien tutelado. De modo que ella debe afectarse por idónea para comprobar la existencia del delito1100. Tampoco conside-
la conducta típica. Así -hasta ahora-, se afirma que se trata de un de- ra suficientes los antecedentes que obran en el proceso. Se admite
lito de peligro, en el que se ha de constatar la existencia de un «peli- que se trata de un delito de peligro «real y efectivo» para la salud pú-
gro cierto y real» para el bien jurídico-penal. Es más, estas conside- blica. Habla de una «amenaza actual» del bien jurídico-penal que en-
raciones se hacen sobre una doctrina reiterada de la Corte Suprema tiende ha de «emanar, de manera indubitable, de la acción misma
que se estima preeminente1095. En este sentido los tribunales han sos- ejecutada, su objeto material, sus medios, modalidades, etc.». El fa-
tenido la absolución de imputados, cuya conducta no constituye un llo absuelve al procesado por estimar que la posesión de menos de
supuesto de tráfico. Por ejemplo, la Corte de Apelaciones de San Mi- un gramo de pasta base no puede «poner en serio peligro la salubri-
guel en fallo de 1997in% absuelve por falta de tráfico, fundado en ele- dad colectiva». Es decir, el destino de la droga se determina en base
mentos objetivos relativos a la cantidad de droga y a las circunstan- a criterios objetivos.
cias en las que se desarrolla la conducta. Se señala que la ínfima
cantidad de droga incautada no permite establecer que su tenencia A) El tráfico. Peligro real y cierto
estaba destinada al tráfico ilícito, sin que se pueda acreditar el peli-
gro para la salud pública. Se ha sostenido que el destino al tráfico o La amenaza real para el bien jurídico-penal no se desconoce, ni
comercio ilícito es un elemento del tipo necesario para que se afecte relega. De hecho, un fallo de la Corte Suprema de mayo de 20031101
al bien jurídico-penal. El peligro para la salud pública se vincula con
la noción de tráfico. En este sentido, otra sentencia de la Corte de
1097. C. Ap. de San Miguel, 21 de noviembre de 1997, en LexisNexis, 14908. Son
reiterados los pronunciamientos que mencionan el peligro para la salud
pública, v. gr., C. Ap., de Santiago, 25 de enero de 2000, GJ, 235, pg. 156; C.
Ap. de San Miguel, 25 de enero de 1999, RDJ (1999), t. XCVI, pgs. 129-131.
tarias ni en la causación de resultado lesivo alguno». También Ver SAP
Zaragoza de 7 de mayo de 2004 (JUR 2004, 181290) (Ponente Guardo La- 1098. Cita en apoyo de esta interpretación una serie de sentencias del máximo
tribunal. Se destacará la necesidad de considerar la cantidad de droga, así
so); SAP Madrid de 17 de noviembre de 2003 (JUR 2003, 317659) (Ponen-
como otras circunstancias objetivas, frente a consideraciones subjetivas de
te Ventura Faci). este tipo.
1094. Ello, básicamente, porque no determinaba su punición en base a conside-
raciones subjetivas. 1099. Así también son destacables algunos fallos de primera instancia, aunque
los recursos ante la Corte Suprema no hayan prosperado a su favor por
1095. CS, de 25 de mayo de 1995, GJ, 180, pgs. 92-94; CS, 13 de junio de 1995,
motivos de interposición. Ver CS, 29 de agosto de 2001, en LexisNexis,
RDJ (1995), t. XCII, sec. 4'\ pgs. 107-111; CS, 3 de noviembre de 1998, RDJ 22582, respecto de la sentencia del Tribunal de Letras de Rancagua de 23
(1998), t. XCV, sec. 4'\ pgs. 225-228. de marzo de 2001.
1096. C. Ap. de San Miguel, 2 de octubre de 1997, en LexisNexis, 21528. Asimis-
1100. C Ap. de San Miguel, 16 de octubre de 2000, en LexisNexis, 21628.
mo, C. Ap. de Rancagua, 18 de junio de 2003, en LexisNexis, 26740.
1101. CS, 12 de mayo de 2003, en LexisNexis, 26416.

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ratifica una doctrina reiterada respecto de la naturaleza de delito de posibilidad» de que la sustancia «escape al ámbito de custodia del
peligro de esta figura, sin que baste el solo portar, transportar o po- tenedor"»'*11".
seer cierta cantidad de droga. Afirma que lo fundamental en este de- Otra interesante sentencia es la de la Corte de Apelaciones de
lito es que se trate de una conducta de tráfico. La doctrina de la Cor- San Miguel de diciembre de ese mismo año1104 -que, como se ha vis-
te recurre al sentido natural y obvio de este término (traficar) y to, suele seguir la doctrina de la Corte Suprema en sus pronuncia-
entiende que el «comportamiento típico consiste en "difundir" o mientos-. Este fallo no sólo reconoce la salud pública como bien ju-
"distribuir" la droga entre los integrantes del grupo social». Aunque rídico-penal colectivo y que una pequeña cantidad de droga no
se señala que las conductas del inciso segundo del artículo 5 son pre- permite establecer el destino al tráfico, sino que vincula esas consi-
sunciones legales de tráfico, desestima la declaración de que ellas só- deraciones con una conducta particular de tráfico. Se afirma como
lo se desvirtúan a través de la prueba de alguna de las dos circuns- conducta de tráfico ilícito aquella que la doctrina más especializada
tancias que contempla el mismo inciso (consumo personal y uso considera tal. De suerte que son las que «consisten en hacer posible
médico). Afirma que la presunción se desvirtúa por cualquier prue- la circulación incontrolada de una sustancia prohibida entre un nú-
ba en contra. La Corte funda tal crítica en que admitir lo anterior mero indeterminado de consumidores finales, mediante la promo-
equivaldría acoger una presunción de Derecho inconstitucional. Sin ción, facilitación o inducción de su uso o consumo». Auna el sentido
embargo, una verdadera presunción de Derecho no admitiría prue- del término traficar con el bien tutelado en orden a determinar la si-
ba de ninguna clase, ni siquiera del consumo personal o del destino tuación que prohibe la norma penal. Dentro de este contexto, tiene
médico de la droga. Además, la sentencia no se queda en la acepta- relevancia mostrar el desarrollo jurisprudencial respecto de la apli-
ción de cualquier prueba en contra, sino que realiza consideraciones cación de la atenuante del artículo 11 número 7 (reparar el «mal»
positivas. De otro modo, no se entiende la relevancia de determinar causado), antes de la prohibición establecida en el artículo 32 de la
la noción de traficar, si no ha de verificarse. Señala una serie de he- Ley 19366. De suerte que fue necesaria declaración expresa del le-
chos que concurren contra la apreciación de u n delito de tráfico, pe- gislador para su no precedencia en estos delitos. Así, la sentencia de
ro que se constatan efectivamente. Así, la reducida cantidad de dro- la Corte de Apelaciones de San Miguel de agosto de 19961'05 expresa
ga y su escasa concentración; el hecho de que la droga estuviera que esta atenuante era aplicable bajo el imperio de la Ley 18403. Des-
envasada en dos bolsas y no en papelillos; el no haber encontrado di- taca que este delito implica un peligro colectivo, en cuanto afecta a
nero en poder de los procesados y, sobre todo, el que la sentencia im- la salud pública. Se sostiene que el peligro común que estos delitos
pugnada «no alude en parte alguna ni al menor indicio de que los originan puede repararse o mitigarse. Es más, este desarrollo doctri-
encausados hayan traficado, en el sentido de "difundir" o "distribuir" nal tiene larga data en nuestra Corte Suprema. Ya en el año 1977 la
la droga entre otros participantes en el grupo social, o siquiera a uno Corte estimaba que dicha atenuante no se limitaba a ilícitos en los
de ellos». Entiende que la conducta del agente no satisface los pre-
supuestos del delito de tráfico ilícito de drogas. Semejante trascen-
dencia de los efectos de las drogas se ha sostenido en legislaciones
que castigan incluso la tenencia de sustancias para el consumo per- La pena será de un mes a dos años de prisión cuando, por su escasa can-
sonal. Por ejemplo, en la legislación argentina (artículo 14 de la Ley tidad y demás circunstancias, surgiere inequívocamente que la tenencia
23737)1102. La sanción penal de esta figura se ha fundado en la «mera es para uso personal».
1103. GARCÍA VÍTOR y GOYENECHE, Régimen, pgs. 58-60, 75 y 76, entienden que
este fundamento implica la consideración de futuras acciones de puestas
en peligro. En todo caso, reconsidera este supuesto como una hipótesis de
peligro abstracto que ha de trascender, de algún modo, el ámbito de lo
1102. Art. 14 de la Ley 23737: «Será reprimido con prisión de uno a seis años y privado.
multa de (ciento doce mil quinientos a dos millones doscientos cincuenta 1104. C. Ap. de San Miguel, 31 de diciembre de 2003, en GJ, 282, pgs. 237 y 238.
mil australes) el que tuviere en su poder estupefacientes. 1105. C. Ap. de San Miguel, 12 de agosto de 1996, en GJ, 194, pgs. 117 y 118.

382 383
T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
que se exigían sólo lesiones de bienes jurídico-penales individua- pañola ha reaccionado ante una «nueva» práctica jurisprudencial del
les'"^. Admitía que el delito de tráfico ilícito de drogas era un tipo de Tribunal Supremo que pretende reducir este tipo a delitos de peligro
peligro que afecta la «salubridad pública» y que entraña «un peligro abstracto concebidos como delitos de peligro presunto. Ello se ha
colectivo o común, que el legislador castiga precisamente en razón producido por la aplicación de informes del Instituto Nacional de
de que afectan a la salud de los habitantes en general, sin atender a Toxicología que establecen niveles mínimos de toxicidad de la dro-
si algún bien jurídico individual ha sido concretamente quebrantado ga o principios activos puros a partir de los cuales se considera que
por la acción delictiva». Concluye que lo que pretende evitar el le- se afectan las facultades o funciones físicas y psíquicas de las perso-
gislador penal es ese «peligro colectivo», susceptible de reparación. nas. La consideración de estos criterios por algunas sentencias des-
de fines de 2003 se ha criticado precisamente porque contraría la co-
Estas ideas se mantienen incluso en fallos que rechazaban la
rrecta (constitucional) interpretación de otros delitos de puesta en
aplicación de la atenuante. Por ejemplo, la sentencia de la Corte Su-
peligro abstracto -como los que afectan la seguridad del tráfico-, re-
prema de abril de 19931107 argumenta para ello que el bien jurídico- ducen la consideración del bien jurídico-penal y excluyen la aplica-
penal «ha sido puesto en situación de amenaza», pero que se trata de ción del principio de insignificancia""'. Lo anterior se condice con la
un «daño eventual» que no puede ser reparado. Aunque luego agre- incriminación de la simple tenencia de drogas u otras sustancias es-
ga que tal circunstancia no se acoge porque el delito «no es de resul- tupefacientes con la mera finalidad de tráfico"1". Se ha de reaccionar
tado sino de mero peligro», como si el peligro no fuera un resultado
penalmente relevante. Al respecto, es particularmente interesante el
voto en contra del Ministro GARRIDO MONTT. Precisa que el mencio- las consideraciones de ROXIN. En contra, BUSTOS RAMÍREZ, Juan, Coca coca-
nado artículo no alude a la reparación del «resultado» o de la efecti- ína: entre el derecho y la guerra (política criminal de la droga en países andinos),
va «lesión» del bien jurídico-penal. Señala que la noción de «mal PPU, Barcelona, 1990, pg. 103. Niega la legitimidad del castigo penal de
causado» tiene un alcance mucho más amplio y su aplicación no só- conductas de tráfico ilícito con base en la inexistencia de bien jurídico-pe-
lo se justificaría por la menor gravedad de la conducta. En todo ca- nal alguno. Por eso habla de una «guerra» contra la droga y de una «po-
so, reafirma la aplicación de esta atenuante a través de su segunda lítica criminal de terror» (pgs. 109 y ss.).
1109. Así, CÓRDOBA RODA y GARCÍA ARAN (dirs.), Comentarios, pgs. 1553, 1554 y
parte (ulteriores perniciosas consecuencias). Lo interesante de la ad-
1558-1560. Rechaza consideraciones formales y menciona que los actos de
misión de esta circunstancia radicaba en el reconocimiento de que tráfico implican «tener el control directo o mediato de la puesta en circu-
estos delitos también implican un mal que norma penal desvalora, lación de las drogas tóxicas...». Aunque se habla de una «capacidad obje-
más allá del concreto perjuicio de bienes personales (que no son su tiva ex ante de difusión», se expresa la necesidad de que se ponga en pe-
fin). Además, cabe también la reparación, por ejemplo, a través del ligro la salud pública como otro requisito indispensable. Todas las
trabajo en un centro de rehabilitación. conductas consideradas independientemente deben tener «entidad bas-
tante para poner en peligro el bien jurídico protegido, en el sentido otor-
gado al mismo, y capacidad objetiva ex ante de difusión, mantenimiento
B) Entre lo objetivo y lo subjetivo del mercado o expansión del consumo ilegal».
En general, la dogmática penal también ha entendido que no ca- 1110. Sin embargo, ello no ha de llevar a una interpretación subjetiva que no ten-
be afectar la salud pública (como bien jurídico-penal) sin que exista ga en cuenta elementos objetivos y consideraciones de antijuridicidad ma-
terial. Así, se expresa que tal finalidad ha de «cristalizar» en un destino ob-
posibilidad de difusión de la droga1108. En este sentido, la doctrina es- jetivo (natural) de las sustancias nocivas al tráfico o comercio ilícito. Ibíd.,
pgs. 1572 y 1575-1577. Ver también, QUINTERO OLIVARES (dir.), MORALES
PRATS (coord.), Comentarios, pgs. 1365, 1366 y 1371-1374; CONDE-PUMPIDO
1106. CS, 18 de mayo de 1977, en RCP, 1 (1977), t. XXXVI, pgs. 87 y ss. FERREIRO (dir.), Código Penal, pgs. 534 y 535. Aunque esta tenencia también
1107. CS, 27 de abril de 1993, en GJ, 155, pgs. 83-88. se considera en términos subjetivos, lo que dificulta su distinción de la te-
1108. MACHADO RUIZ et al., Derecho penal, pgs. 476 y 477; COBO DEL ROSAL, Dere- nencia para el consumo no punible. Ver VIVES ANTÓN (coord.), Comentarios,
cho penal español, pgs. 156 y 757. En la doctrina alemana se ha de recordar pgs. 1689-169; BAJO FERNÁNDEZ (dir.), Compendio, pgs. 670 y 671.

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7". VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado Vi. Propuestas de solución
ante esta tendencia del Tribunal Supremo español, sobre todo con Los Ministros señalan que es necesario que la «materia que se
base en la consideración del bien jurídico-penal y su necesaria per- trafica tenga la idoneidad suficiente para producir ese riesgo de pe-
turbación. Esta tendencia expresa un contrasentido con los criterios ligro que la ley trata de evitar». Para ello, reconocen que el bien tu-
hasta ahora expuestos en esta materia y, como se reconoce, con las telado es la salud pública y que se ha de afectar realmente, pero no
apreciaciones prácticas del delito de conducción de vehículos bajo parecen concebirlo con total autonomía. Se entiende que hablen de
los efectos del alcohol o las drogas. Por eso se ha sostenido que esta «riesgo de peligro» y no de un peligro determinado, pues vinculan
situación «sólo puede ser recibida con perplejidad dogmática y con la tutela de la salud pública con el resguardo de bienes jurídico-pe-
preocupación político-criminal»"". Semejante escenario es el que se nales individuales. Precisan que de las disposiciones legislativas se
presenta hoy en nuestro país con la introducción de criterios del Ser- desprende que el bien tutelado es la salud pública, «ya que dichas
vicio Médico Legal en el ámbito del tráfico rodado. conductas constituyen un riesgo de peligro cierto y evidente para
Sin embargo, también se encontrará en materia de tráfico de alterar la salud mental y física de un individuo». A pesar de esta
drogas -vigente la Ley 19366- sentencias que caminaban en el senti- declaración algo confusa, concluyen que la escasa cantidad de la
do de la legislación española, aun sin apoyo legal. Con la antigua ley, droga - q u e se mezcla con cloruro de sodio (sal)- es «inocua para
la dificultad se presentaba respecto de las hipótesis del inciso se- colocar en peligro la salud pública». Más clara es la sentencia de la
gundo del antiguo artículo 5, pues mencionaba una serie de con- Corte de Apelaciones de Rancagua en un pronunciamiento de ju-
ductas que se entendían como tráfico y que se han interpretado co- nio de 2003"'\ Manifiesta la insuficiencia de la cantidad de droga
mo presunciones legales de él. Tal inciso señalaba que «se para dar por establecido el delito de tráfico. Y sostiene que es «muy
entenderán que trafican los que, sin contar con la autorización com- dudoso que la salud pública pudiera estar amenazada por esa can-
petente, importen, exporten, transporten, adquieran, transfieran, tidad de sustancia». Tampoco se ha probado algún acto de venta,
sustraigan, posean, suministren, guarden o porten consigo tales sus- por lo que no se puede dar por acreditado que la droga se destina-
tancias o materias primas, a menos que justifiquen que están desti- ra a ello.
nadas a la atención de un tratamiento médico o a su uso personal ex- De otro lado, también se presta para cierta confusión la recon-
clusivo y próximo en el tiempo». La forma en que estos supuestos se ducción que algunos fallos realizan a elementos subjetivos. A este
describían llevaba a pensar que se trataban de presunciones de trá- respecto, una sentencia del Tribunal de Letras de Puerto Montt de
fico que admiten prueba en contra (de alguna de esas dos circuns- 1999"'4 considera irrelevante la cantidad de droga para determinar la
tancias). Así, algunos fallos han entendido que la sola concurrencia concurrencia del delito, pues afirma que lo determinante es la «fina-
de cualquiera de estas conductas implicaba el tráfico, a menos que se lidad acreditada de traficar» con una sustancia nociva. Sin embargo,
pruebe su uso o consumo personal exclusivo y próximo o su destino la mayoría de las sentencias que recogen consideraciones subjetivas
médico. En este sentido se pronuncia un fallo de la Corte Suprema pretenden acreditar el destino al tráfico a partir de consideraciones
de septiembre de 2001 " i: . Sin embargo, existe un importante voto en objetivas. Se trata de un análisis de los hechos con relación al bien ju-
contra de dos Ministros (Libedinsky y Juica) a favor de la casación rídico-penal. Básicamente, se tienen en cuenta la cantidad y calidad
de fondo de oficio a través de la necesaria vinculación de las con- de las sustancias objeto de la conducta, así como las especiales cir-
ductas descritas por aquel inciso con el bien jurídico-penal, por lo cunstancias en que se lleva a cabo la conducta.'En este sentido, cabe
que no basta su sola ejecución.

1113. C. Ap. de Rancagua, 18 de junio de 2003, en LexisNexis, 26794.


1111. CÓRDOBA RODA y GARCÍA ARAN (dirs.), Comentarios, pg. 1554. 1114. CS, 15 de enero de 2001, en LexisNexis, 17986, rechaza casación de oficio
1112. CS, 27 de septiembre de 2001, en LexisNexis, 22506. de sentencia de segunda instancia que confirma este pronunciamiento.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución

citar un fallo de la Corte de Apelaciones de San Miguel de 1999'"\ artículo 5, agrega dos supuestos un tanto discutibles. En primer lu-
Expresa que es presumible que la droga encontrada en poder de la gar, el artículo 4, inciso primero, sanciona la sola posesión de pe-
imputada no estuviere destinada a la comercialización sino a su con- queñas cantidades de droga sin la autorización competente" 18 . Des-
sumo personal exclusivo. Ello, a partir de la poca cantidad de droga cripción que ni siquiera se contempla en el Código Penal español.
encontrada y de la circunstancia de que se trataba de un macetero Ciertamente, no cabe sostener todavía -como BACIGALUPO ZAPATER-
con marihuana, «sin que exista ningún indicio de la existencia de ac- la irrelevancia del artículo 3 por la incorporación de este inciso, pues
tos de comercialización ilícita». En otras ocasiones se ha entendido castiga con menor pena la posesión cuando se trata de pequeñas
que la «presunción» no ha sido desvirtuada, determinando el desti- cantidades. Pero no elimina completamente aquella crítica. Ello,
no de las sustancias nocivas al tráfico. Pero aun en estos casos, se ha porque lo normal es que el sujeto sea sorprendido en posesión de ta-
entendido que no se puede establecer el consumo personal o el uso les sustancias, como elemento común de las distintas hipótesis. Lo
médico de las sustancias si no se toman en cuenta circunstancias que que puede llevar a constituir este inciso como figura base. Aunque
permiten hacerlo. Por ejemplo, el pronunciamiento del Tribunal de la alusión a pequeñas cantidades de sustancias sí configura un lími-
Letras de Antofagasta de abril de 2000""1, que admite aquel destino te entre una u otra conducta típica. De todas formas, el mayor peli-
a partir de la gran cantidad de droga incautada; el hecho de portar gro de este supuesto es que se desvincule totalmente del bien jurídi-
tal cantidad en horas de la noche; en un lugar céntrico de la ciudad; co-penal (salud pública) y de su necesaria afectación. Esto es así,
en posesión de cierta cantidad de dinero y varios teléfonos celulares. porque parecen eliminarse consideraciones objetivas en torno a tal
En general, se destacan criterios de gravedad vinculados con la can- perturbación, básicamente por la supresión de una de las circuns-
tidad y calidad de la droga para entender configurado el delito de tancias objetivas (gran cantidad de droga) para evaluar ese perjuicio.
tráfico, en cuanto afecten la salud pública como bien jurídico-pe- A pesar de ello, se conservan algunas consideraciones de este tipo.
nal ,u7 . En este sentido, el artículo 4, inciso tercero, conserva la calidad de la
droga como un factor determinante para establecer si semejante por-
Mientras la doctrina española aparentemente viene de vuelta te configura este ilícito o implica una situación de consumo personal
ante interpretaciones de este ilícito como delito de peligro presunto, exclusivo y próximo en el tiempo"19. Sin embargo, entendemos que
sentencias como la del Tribunal de Letras de Puerto Montt parecen también amplía la posibilidad de considerar otras circunstancias ob-
haber inspirado a nuestro legislador penal en términos similares a la jetivas (como la cantidad de dinero que se porta; lugares; hora; ins-
regulación española. Así, la actual Ley 20000 junto con mantener la trumentos hallados, etc.) en la determinación del hecho punible. Así,
tradicional figura de tráfico (artículo 3) regulada en el mencionado al agregar que también se entiende que falta un consumo personal y
próximo «cuando las circunstancias de la posesión, transporte, guar-

1115. C. Ap, de San Miguel, 9 de agosto de 1999, en G/, 230, pgs. 149 y 150. Tam-
bién ver CS, 7 de enero de 1999, RDJ (1999), t. XCVI, sec. 4", pgs. 5-16; C.
Ap. de San Miguel, 9 de agosto de 1999, RDJ (1999), XCVI, sec. 4'\ pgs. 1118. Art. 4, inciso 1°: «El que, sin la competente autorización posea, transpor-
202-204. te, guarde o porte consigo pequeñas cantidades de sustancias o drogas es-
1116. Con relación al fallo de CS, 14 de febrero de 2001, en LexisNexis, 18126. tupefacientes o sicotrópicas, productoras de dependencia física o síquica,
Otras sentencias fundamentan la existencia del delito sobre la base de la o de materias primas que sirvan para obtenerlas, sea que se trate de las in-
mencionada presunción pero con atención a circunstancias objetivas, es- dicadas en los incisos primero o segundo del artículo 1, será castigado...».
pecialmente relacionadas con la cantidad de droga incautada. Ver CS, 25 1119. Art. 4, inciso 3: «Se entenderá que no concurre la circunstancia del uso o
de marzo de 2003, en LexisNexis, 28373. consumo personal exclusivo y próximo en el tiempo, cuando la calidad o
1117. Así lo ha hecho la CS con frecuencia, ver CS, 30 de mayo de 1994, en Le- pureza de la droga poseída, transportada, guardada o portada no permi-
xisNexis, 12946. C. Ap. de Valparaíso, 30 de octubre de 2001, en LexisNexis, ta racionalmente suponer que está destinada al uso o consumo descri-
23523. to...».

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
da o porte sean indiciarías del propósito de traficar a cualquier títu- de una noción normativa de peligro, son destacables consideracio-
lo». Ello, a pesar de que lo exprese con relación a un propósito. nes como-las de RODRÍGUEZ MONTAÑÉS"21, aunque respecto del peli-
La segunda figura que contempla el artículo 4, inciso segundo, gro concreto. Subraya que esas nociones ponen de relieve que el ele-
sí adolece de los vicios que reclama BACIGALUPO ZAPATER para el ca- mento esencial del peligro «es que el bien jurídico se encuentra en
so español, pues se orienta en el sentido subjetivo del artículo 368. una situación en la que su lesión no puede ser evitada con seguridad
Este supuesto permite el castigo de quien «adquiera, transfiera, su- a través de los medios normales, en la que se deja la existencia del
ministre o facilite a cualquier título pequeñas cantidades de estas bien jurídico a merced de un curso causal que el sujeto ya no puede
sustancias, drogas o materias primas, con el objetivo de que sean controlar». Esta descripción es relevante, no sólo por radicarse en el
consumidas o usadas por otro». De modo que, junto con indicar que núcleo de una concepción normativa de peligro, sino porque se re-
se trata de pequeñas cantidades, precisa el fin u objetivo como de- fiere a una determinada situación en la que se encuentra el bien ju-
terminante. A pesar de ello, no puede decirse que apunte al simple rídico-penal con caracteres propios de peligro, sin que implique in-
porte o tenencia, sino que requiere cierta relación entre sujetos por la greso de un bien en la zona de riesgo de una conducta. Se destaca la
adquisición, transferencia, suministro o facilitación de sustancias. pérdida de control del agente, que deja el bien jurídico-penal ex-
Aquí cobra relevancia el significado de las expresiones que el legis- puesto a una situación que la norma penal desvalora por sí misma.
lador emplea. Términos que evidencian la vinculación con el favore- Lo que sucede es que esta situación de incontrolabilidad es eviden-
cimiento, promoción o inducción en el uso o consumo de las sustan- te respecto de una puesta en peligro concreto"22, al existir bienes ju-
cias, que permiten su conexión con la hipótesis clásica de tráfico. rídico-penales en contacto directo con la conducta típica peligrosa.
Entonces, a partir de estas conductas también es posible tomar en Pero esto no significa que la pérdida de dominio, con la consecuen-
cuenta factores objetivos que permitan su configuración. Por lo que te exposición del bien jurídico-penal, no se produzca si tal contacto
se da un supuesto de tráfico y lo único que justifica una menor pena falta. Así, se deduce cuando habla del «juicio de peligro» en general.
es la cantidad de droga encontrada. De hecho, nuestros tribunales Indica que el autor debe afirmar «su inseguridad sobre la capacidad
continúan exigiendo la necesidad de un peligro conectado con la de evitación de la lesión, su falta de control sobre la situación, que
cantidad y pureza de la droga"2". deja de estar en sus manos»"23. También se visualiza al tratar del do-
lo de peligro, que entiende ha de considerar aspectos objetivos. Se-
ñala que «la clave no es el grado de probabilidad del resultado, sino
la dominabilidad del peligro»"24. Cita como límites objetivos a la de-
III. DELITOS DE «PUESTA EN PELIGRO ABSTRACTO»

Hasta el momento, se observa que no toda constatación de peli-


gro se da de la misma manera. Es así que, desde antiguo, se habla de
otra clase de peligro (común, general, real, efectivo), aunque muchas 1121. RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de peligro, pg. 37.
veces se pretenda identificar con un peligro concreto. La vinculación 1122. Así, RODRÍGUEZ MONTAÑÉS manifiesta que se ha de hablar de peligro con-
de la idea de peligro común o real con la puesta en peligro concreto creto «desde el momento en que el bien jurídico protegido entra en el ám-
se remonta a algunas interpretaciones de la noción de peligro de bito de eficacia de la acción típica peligrosa y deja de ser segura la evita-
ción de la lesión». Afirma que la situación se hace «crítica respecto de
BINDING. Pero también ella se rechaza. No se debe olvidar la cone-
cierto encuentro, sin poder ser dominada o controlada con seguridad».
xión entre bien jurídico-penal y modalidad de tutela. Sobre la base Ibíd., pgs. 37, 38, 163 y 164.
1123. Claro está que la referencia a la evitación de lesión se hace en considera-
ción a una situación de puesta en peligro concreta que se conecta mucho
más con ella, pero no niega la independencia del peligro -como en el ca-
1120. Así, C Ap. de San Miguel, 11 de enero de 2006, G/, 307, 2006, pgs. 217 y so de la conducción temeraria-.
218. 1124. RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Delitos de peligro, pgs. 102,103, 166, 186 y 188.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
terminación del dolo de peligro, el «grado de peligro, dominabilidad empleo del principio del aumento del riesgo para dicha determina-
o posibilidad de control del riesgo, "protección"». Es por eso que no ción"24; Mientras se refiera a la infracción del deber de cuidado con-
puede dejar de admitir que los delitos de puesta en peligro abstrac- tenida en el concreto mandato penal, el riesgo prohibido sigue radi-
to -aunque basa su materialidad en la peligrosidad ex ante de la con- cándose en la conducta.
ducta y en la reconducción a la imprudencia- «han de representar
un peligro real para bienes jurídicos, han de manifestar su relación
1. PROPUESTA DE RESULTADO: LA «INCONTROLABILIDAD» COMO
efectiva con el bien jurídico en el caso concreto y no sólo como mo-
ESTADO DE INCERTIDUMBRE NORMATIVAMENTE DESVALORADO
tivo o presunción del legislador»" 2 '. Únicamente, señala que es irre-
levante la producción de un resultado de peligro concebido como Sobre la base de diversos criterios (doctrinales y jurisprudencia-
puesta en peligro concreta, que -justamente- no es fin de la norma les), se han sostenido ciertos aspectos de peligro respecto de figuras
penal. tradicionales de puesta en peligro abstracto. Se destaca la pérdida de
En la determinación de la puesta en peligro abstracto, cabe re- control de la situación del sujeto que realiza una conducta típica pe-
cordar que ya BERISTAIN"2" se pronunciaba a favor de su considera- ligrosa. Tal característica es fundamental para bienes jurídico-pena-
ción como delitos de resultado y que define al peligro como algo re- les colectivos que, por su naturaleza, no pueden ingresar en el ám-
al. De igual forma, facilita la comprensión de este peligro como una bito de una conducta peligrosa, sin que este impedimento cierre las
forma de resultado a juzgar ex post el precisar que lo que define esta puertas a otra forma de peligro también real. En estos casos, el ries-
circunstancia más que la presencia de un efecto posterior a la acción go que la norma penal desvalora se configura como un «estado de
es su independencia de la conducta"27. En forma algo confusa MAR- incontrolabilidad» en sí mismo considerado. Se trata de la creación
TÍNEZ ESCAMILLA"2* también habla de un aspecto de desvalor de re- de un estado o situación de incontrolabilidad que escapa al dominio
sultado con relación al riesgo. Señala que el riesgo permitido pre- del agente. Ella no ha de confundirse con argumentos que sustentan
senta un segundo aspecto relativo al desvalor de resultado, además esta clase de delitos en conductas que requieren ser dominables en
de la peligrosidad ex ante. Esta idea se fundamentaría en la teoría del forma estandarizada" 3 ". En este sentido se pronuncia JAKOBS con re-
incremento del riesgo. De suerte que el riesgo deja de ser caracterís- lación a las necesidades de una sociedad que se caracteriza por con-
tica de la conducta para ser una «realidad, un "estado" derivado de tactos anónimos y que requieren ser compensados a través de «es-
la conducta y conceptualmente separable de ella». En este caso, se tándares normativos»" 31 . Lo importante es que efectivamente se
está refiriendo a la producción misma del peligro como estado des- pierda el dominio de la situación concreta de un modo relevante pa-
valorado por la norma penal. Más que vincularse con la teoría del in- ra el bien jurídico-penal. Se manifiesta como un estado tal que, sin
cremento del riesgo, ello se conecta con la idea del fin de la norma exigir que un bien ingrese en el ámbito de riesgo de un comporta-
penal. El peligro de producción de un resultado no es todavía resul- miento peligroso, puede «alcanzar» a cualquiera que se le acerque.
tado. Quizás por eso MARTÍNEZ ESCAMILLA sigue a GIMBERNAT en la Tal situación se puede granear como una especie de «tornado», «hu-
relevancia del criterio del fin de la norma para determinar el nexo
entre la lesión del deber de cuidado y el resultado penal y critica el

1129. Expresa que la incapacidad de este principio para definir el nexo entre la
lesión del deber de cuidado y el resultado radica en la falta de referencias
1125. Ibíd., pg. 298. normativas. Ibíd., pgs. 227 y ss.
1126. BERISTAIN, «El resultado», pgs. 445, 457 y 455. 1130. Así, la crítica de Orro, «El abuso», pg. 463, respecto de delitos de incen-
1127. En este sentido, MAQUEDA ABREU, «La idea», pg. 490. dio o aquellos contra la seguridad de tráfico.
1128. MARTÍNEZ ESCAMILLA, La imputación, pgs. 207, 208, 215 y 216. 1131. Ver especialmente JAKOBS, La ciencia, pgs. 17 y 25.

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
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racán» o «remolino»" que perturba una situación de estabilidad gas se requiere que el conductor haya conducido un momento al me-
que a la norma penal interesa tutelar o tiene por fin. Esta turbación nos en condiciones tales que la alteración de sus facultades y senti-
no exige la presencia de algún bien jurídico-penal individual. El ries- dos por la influencia de las sustancias tóxicas en su organismo no le
go por la pérdida de control de otras consecuencias puede afectar hayan permitido el control del vehículo. Lo relevante no es sólo que
esos otros bienes, pero no son el fin directo de esta clase de normas el alcohol o las drogas influyan en el sujeto que conduce, sino que
penales. Esta situación de incontrolabilidad representa una situación además tal influencia repercuta en la conducción de vehículos de
de riesgo en sí misma relevante. Es una perturbación suficiente, un forma que la seguridad del tráfico rodado se vea amenazada de mo-
peligro real, que se desvalora como tal y que no se conecta con otros do real11". Esta amenaza no exige la presencia de otros conductores
resultados para su tutela penal, ni se supone de la sola realización de en el área de riesgo, pues entonces se trataría de una conducción te-
una conducta. meraria con peligro concreto de bienes jurídico-penales individuales
agravada por el consumo consciente de tales sustancias. En este sen-
La situación descrita no necesita mantenerse en el tiempo, bas-
tido, el Código Penal español contempla además de la conducción
ta que se haya producido un momento siquiera. Se trata de un mo-
temeraria con peligro concreto de bienes personales y la sola con-
mento de descontrol del agente suficiente para exponer al bien jurí-
ducción bajo la influencia del alcohol o las drogas, una conducta se-
dico-penal a una amenaza efectiva. Así, en el delito de incendio no
mejante a la señalada como supuesto agravado. De este modo, el ar-
se exige la presencia de individuo alguno en el área de fuego, pero
tículo 381 en su inciso segundo dispone que «en todo caso, se
se requiere que las llamas que destruyen un objeto produzcan una
considerará que existe temeridad manifiesta y concreto peligro para
combustión que deje de ser manejable para el sujeto que prendió di-
la vida o la integridad de las personas en los casos de conducción ba-
cho fuego, de modo que pudiera alcanzar a cualquiera que se le acer-
jo los efectos de bebidas alcohólicas con altas tasas de alcohol en
que. Utilizando el ejemplo de BINDING, prender fuego en la playa
sangre y con un exceso desproporcionado de velocidad respecto de
cerca de un puerto en el que arriban embarcaciones no requiere la
los límites establecidos».
presencia de alguna; basta con que pudieran acercarse al lugar y ser
alcanzadas por ellas. El peligro ya existe con independencia de la En el tráfico ilícito de drogas, la situación de incontrolabilidad
presencia de bienes jurídico-penales individuales, pues su protec- en la difusión de la sustancia nociva exige la consideración de las cir-
ción no es fin de la norma. El contenido de la prohibición se satisfa- cunstancias del hecho, pues normalmente no se constata su venta o
ce en este caso con una situación de riesgo para la seguridad en la comercialización directa. Sin embargo, la posesión o tenencia de la
navegación que se pone en peligro con la generación de ese «torbe- sustancia no significa que se ha de omitir la configuración de tal si-
llino» o «remolino» de llamas que arden más allá del dominio de tuación. Es necesario tener en cuenta el conjunto de elementos obje-
aquel que prendió el fuego. De otro lado, en la conducción de vehí- tivos y subjetivos presentes, de modo que las circunstancias permi-
culos en estado de ebriedad o bajo los efectos del alcohol o las dro- tan establecer su presencia. Así, es fundamental la cantidad y
calidad de la droga, las condiciones en que opera el sujeto, el lugar

1132. WOHLERS, Deliktstypen, pgs. 323, 324, utiliza expresiones similares en tipos
penales económicos (fraude de subvenciones, de créditos o capitales), 1133. Se trata de una disminución de las facultades del conductor que impide j
aunque para graficar su dificultad de legitimación. Estos términos se han la conducción de vehículos con seguridad; un perjuicio de las facultades •
empleado para graficar efectos, no problemas, aunque en otros asuntos. o sentidos necesarios para conducir. Ver MACHADO RUIZ et al., Derecho pe- \
Así, STRUENSEE, «Atribución objetiva», pg. 449, se expresa para la evolu- nal, pg. 476; CEREZO MIR, «Problemas», pg. 596; JOSHI JUBERT, Ujala, «Con- j
ción y desarrollo de la teoría de la imputación objetiva. Señala que ella currencia de culpas y conducción bajo la influencia de bebidas alcohóli- [
«despliega el efecto de un remolino que atrae y ahoga en su seno a todo cas. (Comentario a la STS de 25 de octubre de 1988)», en ADPCP (1989), t
el tipo objetivo». vol. XLII, fase. II, pgs. 744 y 748. |

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
donde se encuentra, los instrumentos de elaboración y materia pri- tutela otras situaciones que consideran aspectos colectivos en forma
mas, la cantidad de dinero que se halla y otros factores de los que se autónoma. Por ejemplo, en hipótesis de falsificación se entiende que
deduzca la difusión incontrolada de la droga, como la posesión de no basta la sola alteración o adulteración de documentos, papeles o
varios aparatos de telefonía celular móvil para contactos y comer- dinero, sino que el objeto ha de salir del poder del agente. En esta
cialización. Por lo que se ha de considerar los sujetos, los medios, el forma, se ha visto que autores como SOTO NAVARRO1135 reclaman la in-
lugar de comisión y demás condiciones que rodean los hechos. Se troducción del objeto falseado en el tráfico jurídico, pero tienen difi-
trata de una prueba positiva y no de la inversión de la carga de la cultades a la hora de explicar este requisito frente al tipo que sólo ha-
prueba de un peligro que se presume y que es de dudosa legitimi- bla de falsificar. Ello, precisamente porque no es un problema de
dad"34: toda vez que si no se logra desvirtuar la prueba se ha de con- tipo sino de injusto, en cuanto la conducta se ha de poner en relación
denar al procesado, con la consiguiente infracción del principio in con el bien jurídico-penal en cuestión. Similares elaboraciones caben
dubio pro reo, así como del principio de presunción de inocencia y, en respecto del falso testimonio o perjurio. A este respecto, JAKOBS1136 ci-
definitiva, del de culpabilidad. Esta situación también se puede ob- ta el caso del testigo que miente acerca de su edad, aunque solucio-
servar en otras hipótesis del Código Penal que no pueden explicar- na este problema a través de otro bien representativo o representan-
se sino por un peligro de esta clase. Así, el artículo 323 que castiga a te que es el que realmente se «afecta». Sin perjuicio de que, a veces,
quien «destruyere o descompusiere una vía férrea o colocare en ella esta mentira influya en lo injusto, en cuanto determina la habilidad
obstáculos que puedan producir el descarrilamiento, o tratare de del testigo.
producirlo en cualquiera otra manera». Ello, porque no requiere el
paso de ferrocarril alguno, ni que existan personas presentes dentro Las normas penales contienen determinadas pretensiones de
del radio de la conducta que se estima peligrosa, pero tampoco cual- respeto de bienes y en distintos niveles. Cada pretensión desvalora
quier destrucción u obstáculo es relevante o supone ya un riesgo. cierto estado que, si se produce, vulnera la norma porque el bien ju-
rídico-penal se afecta. Ciertamente, este estado de puesta en peligro
abstracto es más claro en bienes colectivos estrechamente vinculados
2. CASOS O HIPÓTESIS COMPLEJOS con bienes jurídico-penales individuales, pues éstos pueden lesio-
narse o ponerse en peligro concreto. Sin embargo, dirigir la tutela a
La situación descrita es reconocible en delitos como el tráfico ilí- bienes colectivos más institucionales no lleva implícita aún una for-
cito de estupefacientes o la conducción de vehículos en estado de malización (suposición o falta de perjuicio). Los bienes jurídico-pe-
ebriedad o bajo los efectos del alcohol o las drogas. Sin embargo, nales colectivos -no sólo los institucionales- no pueden ser puestos
existen supuestos que se citan como figuras de puesta en peligro en peligro concreto, pues su naturaleza lo impide. Afirmar su lesión
abstracto en los que tal situación es difícilmente observable. Puede es difícil, si se entiende que el bien ha de destruirse o de desparecer
ser que ellos sean ilícitos formales o que efectivamente su constata- del mundo del Derecho. Aunque también puede ser fácil si simple-
ción sea compleja. Así, son casos problemáticos figuras como las fal- mente se supone o si se considerara la acumulación de conductas se-
sificaciones en general o el falso testimonio. En realidad, esta situa- mejantes. La puesta en peligro dejó de ser una noción natural que
ción de puesta en peligro abstracto se complica en bienes colectivos depende de la producción futura de otro mal. Es un término norma-
más institucionales en los que la relación con bienes jurídico-penales tivo que se considera para configurar un determinado estado nega-
individuales es muy lejana. Esta clase de peligro se objeta con rela- tivo para los fines de protección de la norma penal.
ción a una lesión o un peligro concreto de esos bienes. Pero la per-
turbación no se dirige contra ellos si se reconoce que la norma penal

1135. SOTO NAVARRO, La protección, pgs. 323 y 324.


1136. JAKOBS, Derecho penal, pg. 213. Asimismo, TORÍO LÓPEZ, «Los delitos», pg.
1134. Así, BUSTOS RAMÍREZ, Coca-cocaína, pg. 82. 840.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución

En realidad, no se podría hablar de puesta en peligro abstracto Las prohibiciones penales no se limitan a destrucciones físicas
de bienes colectivos, si se afirma que éstos no pueden ser puestos en externas-ni a afecciones de situaciones individuales. Los bienes jurí-
peligro concreto, que su lesión es sólo teórica y que el peligro abs- dico-penales colectivos no se lesionan por una conducta individual
tracto se determina con atención a ellos. Esta dificultad aumenta al pero sí son afectados, sí son puestos en peligro. Se trata, más bien, de
no situar correctamente el «referente individual» que todo bien pe- una única forma de perturbación penalmente relevante. Ella se pro-
nal ha de tener y exigir la perturbación de algún bien jurídico-penal duce cuando se da la situación que contradice la específica preten-
individual. Perturbación que se «muestra» excesivamente lejana (o sión de respeto del bien contenida en la norma penal. Se podría só-
no se muestra) en algunos bienes colectivos. En este sentido, MORE- lo hablar de una puesta en peligro sin más. Hecho que no se
NO ALCÁZAR1"7 se pronuncia acerca de bienes que califica de difusos. distingue de lo que sucede con bienes jurídico-penales individuales
Expresa que la dificultad está en justificar un contenido mínimo de inmateriales, como el honor o la intimidad. Así, el honor de una per-
injusto respecto de algún bien jurídico-individual, pero que no por sona no se destruye o elimina con expresiones o conductas que con-
eso dejan de tener un referente individual"3*. Señala que, por la na- figuran una injuria o calumnia. Tampoco cabe visualizar una puesta
turaleza de estos bienes, su contenido de injusto se integra por su so- en peligro concreto como ingreso de un bien en el ámbito de riesgo
la puesta en peligro o por «micro-lesiones». Lo interesante es desta- de una conducta peligrosa. Pero el bien tutelado sí es puesto en pe-
car cómo explica la intervención penal respecto de situaciones que ligro. Es más, se vio que en general no existe mayor problema en ad-
afectan estos bienes. Manifiesta que ello se debe a que la afectación mitir su lesión por la sola ejecución de la conducta. Funcionan como
del bien colectivo (bien inmediatamente afectado) no sigue una úni- «bienes individuales institucionales». La reserva de la expresión
ca dirección respecto de la perturbación de los bienes individuales puesta en peligro abstracto se hace en relación con la noción de
que están detrás, «sino que se divide en tantas direcciones distintas puesta en peligro concreto precisada para bienes jurídico-penales in-
como personas se encuentren en relación con el bien difuso puesto dividuales materiales, pero no respecto del propio bien colectivo. No
en peligro o lesionado, lo cual lleva a que la intensidad del ataque se es concreto porque no se produce el contacto propio de este peligro,
diluya de tal forma que normalmente resultará imposible encontrar pero es un peligro real y suficientemente relevante. La situación de
un curso causal concreto que por sí mismo justifique la acción penal, incontrolabilidad se produce con independencia de que ella se vi-
y aunque pueda haberlo ello no evita que el resto de los sujetos in- sualice más en algunos bienes jurídico-penales colectivos que en
mersos en el círculo de influencia del bien difuso se vean también otros.
afectados». Subraya como fundamental, que la afectación abarque a
una pluralidad de sujetos y que sea lo suficientemente relevante"3y.
Habla de un resultado de peligro en sentido objetivo y admite que la 2.1. Falsedades
falta de efectos separados espacio-temporalmente no impide distin- El hecho de que determinadas figuras reconocidas como peligro
guir tal resultado de la peligrosidad de la conducta"4". abstracto no permitan observar una situación de riesgo como la aquí
descrita, no significa que ella no se presente. Tampoco se debe en-
tender que este estado siempre se produce. Existen casos en los que
1137. MORENO ALCÁZAR, El concepto, pgs. 343-348.
1138. Los considera bienes autónomos pero como elimina el carácter colectivo
a todo aquel que tenga un referente individual detrás, habla aquí también
de una autonomía en «sentido débil».
1139. Recurre a la física del caos para buscar apoyo al consenso acerca de un mí- que basta que el juez compruebe que la conducta pertenezca a la clase de
nimo contenido de injusto respecto de estos bienes jurídico-penales. Ibíd., comportamientos que prohibe el legislador, como si sólo exigieran la pe-
pg. 347, nota 622. ligrosidad general de la conducta. Por otro lado, admite la posibilidad de
1140. Sin embargo, se ha de precisar que su noción del peligro abstracto no es defensas que permitan «enervar» el peligro en el caso concreto, que viene
del todo clara. Lo considera un resultado de peligro pero también afirma a permitir la prueba en contra. Ibíd., pgs. 430-440.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
no existe una situación más allá de la conducta realizada. En estos cabe aplicar una pena de multa si del proceso puede presumirse fun-
supuestos, la sanción penal resulta difícil de justificar. Procede su re- dadamente que esa posesión, tenencia o porte «estaba destinada a fi-
chazo frente a una noción material de injusto como la que aquí se fi- nes distintos que los de alterar el orden público, atacar a las Fuerzas
ja. Típicos casos complejos son las falsedades. Pero esto no elimina Armadas o a las de Orden y Seguridad Pública o a perpetrar otros
la verificación de un peligro real en términos de incontrolabilidad. delitos». Ideas que han recogido nuestros tribunales a la hora de cas-
Algo se dijo acerca de la falsificación de documento, que deben salir tigar penalmente esta figura, dejando impune supuestos en los que
de las manos del agente sin que sean controlables los efectos de su no se evidencia tal destino al no afectar el bien tutelado, como el por-
introducción en el tráfico jurídico. Por ejemplo, en delitos como el te de armas de fuego inservibles"41. En este sentido, no se compren-
falso testimonio, quien presta una declaración falsa dentro de un de por qué la modificación que introdujo la Ley 20014 de mayo de
proceso pierde el control de los efectos de sus dichos -según su cali- 2005 mantiene este criterio respecto de la posesión de armas sin per-
dad y gravedad- dentro del respectivo proceso. No cualquier falta a miso o inscripción e incorpora, a la vez, figuras que ni siquiera exi-
la verdad tiene efectos sobre la correcta actuación de la administra- gen semejante posesión y se sancionan con pena de presidio'142. Así,
ción de justicia, sino sólo aquella que tenga relación directa con al- el artículo 9 A, que hoy se agrava todavía más, castigaba con presi-
gún hecho objeto del proceso, cuya repercusión quien la formula ya dio menor en su grado mínimo al que: «1° No siendo poseedor, te-
no pueda evitar o controlar. Es fundamental la vinculación de los he- nedor o portador de un arma de fuego inscrita, adquiera las muni-
chos declarados con el objeto del proceso, en términos de calidad y ciones o cartuchos a que se refiere la letra c) del artículo 2;
gravedad suficientes. También en algunos delitos económicos en los 2° Siendo poseedor, tenedor o portador de un arma de fuego
que se protegen determinados mercados resulta difícil la constata- inscrita, adquiere municiones o cartuchos que no correspondan al
ción de este «remolino». Semejante efecto se produce cuando se rea- calibre de ésta;
liza la conducta típica y ésta implica una infracción de las reglas que
lo rigen de tal magnitud que no asegura que los inversores y demás 3° Vendiere municiones o cartuchos sin contar con la autoriza-
interesados sigan confiando en el mercado y decidan no acudir a él. ción respectiva;
Lo importante es que los efectos de la conducta del agente escapan 4° Estando autorizado para vender municiones o cartuchos,
a su control. No toda infracción de reglas que rigen los mercados es omitiere registrar la venta con la individualización completa del
penalmente relevante. En estos casos, más que acudir a la «creación» comprador y del arma respectiva». Pocos meses después, esta situa-
de un bien intermedio representativo, se entiende que se han de em- ción no le satisface al legislador. La Ley 20061 de septiembre de 2005
plear criterios de gravedad suficiente para interpretar la conducta en precisa que estas conductas se sancionarán con presidio en cual-
relación con el bien tutelado. quiera de sus grados. La falta de coherencia del legislador se aprecia
aún más al contrastar esta regulación con el artículo 496 núm. 12 del
Código Penal que castiga como mera falta una conducta en la que sí
2.2. Porte o tenencia ilegal de armas se evidencia una puesta en peligro. Tal disposición sanciona con
multa de 1-4 UTM a quien «dentro de las poblaciones y en contra-
Otra figura especialmente compleja resulta el delito de porte o
tenencia ilegal de armas. La Ley 17798 sanciona dos hipótesis de
porte o tenencia ilegal de armas, la tenencia particular (artículo 9) y
el porte público de armas sin autorización (artículo 11). La sola te-
nencia de armas de fuego sin autorización o sin inscripción aparece 1141. Ver C. Ap. de Santiago, 22 de abril de 1991, en RDJ (1991), t. LXXXVIII,
sec. 4a, pgs. 33 y 34.
difícilmente explicable dentro del ámbito penal, pues se asemeja 1142. La única modificación dice relación con la forma en que se señala el des-
bastante a un ilícito de mera desobediencia, salvo por el riesgo que tino de las armas. De la expresión «no estaba destinado a...» se pasa a
implica el arma en sí. De hecho, ambos artículos expresan que sólo «destinada a fines distintos...».

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
vención a los reglamentos disparare armas de fuego, cohetes, petar- que afirma JAKOBS para situaciones de esta clase. El que pueda pro-
dos u otros proyectiles». ducirse^ un accidente se deduce de circunstancias que el sujeto no
A este respecto, JAKOBS1143 critica, como acto preparatorio, la pro- puede controlar. Es este peligro el que la norma penal ha de reprimir
ducción de armas de fuego automáticas sin permiso, que por sí sola y no la sola contradicción de reglas o normas de otras ramas del De-
carece de peligro. Lo mismo cabría decir respecto del porte sin cum- recho que no afecten bien jurídico-penal alguno1143. De esta forma, re-
plimiento de los requisitos correspondientes. Sin embargo, este au- sultan criticables los supuestos «penales» introducidos por el nuevo
tor entiende que sí cabe fundamentar la responsabilidad penal por el artículo 9 A, sin perjuicio de que también lo sea el aumento de pena
peligro que entrañan -aunque habla del peligro de una conducta fu- que sufrieron las hipótesis de los artículos 9 y 11 sin considerar al-
tura- conductas en dos ámbitos: 1) aquel que afecta «contactos» so- guna perturbación penal1146. No deberían ser ilícitos penales figuras
ciales a los que cualquiera está llamado y 2) el que se refiere a cier- cuyo injusto no se basa en perturbaciones a bienes jurídico-penales.
tos objetos que nunca pueden ser utilizados para fines legales o que Han de quedar fuera del orden penal, no sólo conductas de mera
sólo pueden hacerlo en contadas ocasiones. Dentro del primer caso desobediencia, sino también aquellas que se basen en la mera peli-
se destacan, especialmente, la prohibición de quien convoca a una grosidad del comportamiento. Según los postulados que aquí se aco-
reunión de armas a los integrantes de su servicio y la prohibición de gen, el solo desvalor de la conducta no es suficiente para justificar
concurrir armados a reuniones. En el segundo ámbito, señala algu- una reacción penal. ¿No es propio del orden penal recurrir a él cuan-
nos supuestos de infracción de la Ley de armas, en cuanto su libre do los recursos de otras ramas se hayan agotado o no existan y se ex-
producción puede afectar la seguridad cognitiva que requiere la vi- plique por motivos de necesidad y merecimiento? ¿Juegan en el ám-
gencia de la norma. Se pregunta por la posibilidad de limitar la res- bito penal exclusivamente criterios de prevención? Las nuevas
ponsabilidad penal hasta el punto de que sea conciliable con el prin- formas de incriminación parecen explicarse siempre por la necesi-
cipio del hecho. En este sentido, manifiesta que la prohibición de dad de prevención aunque no afecten bienes jurídico-penales, bas-
presentarse armados a reuniones públicas todavía se puede fundar tando que pudieran hacerlo. Las necesidades preventivas parecen
en el «peligro general» que implica portar armas ante una amplia
concurrencia de personas, pues aunque el sujeto armado tenga la
mejor de las intenciones puede ocurrir un accidente o causar daño.
Pero si se castiga únicamente por hechos futuros, no existe motivo 1145. A ello se suma la dificultad de la noción de «tenencia» o «porte» para le-
alguno para no castigar por pensamientos. Éste es el riesgo que se gitimar la intervención penal. Se destaca especialmente en el ámbito de
corre en figuras como éstas. las drogas. STRUENSEE, Eberhard, «Los delitos de tenencia», trad. F. Cór-
doba, en Problemas capitales del Derecho penal moderno, Hammurabi, Bue-
La mera infracción de normas administrativas, policiales o de nos Aires, 1998, pgs. 107 y ss., habla de un «traspié legislativo». Cuestio-
na la legitimidad de los que llama «delitos de tenencia», no sólo porque
orden no justifica la intervención penal. Distinto es que el porte o te- la tenencia (de armas) no puede remitirse a la conducta positiva de ad-
nencia de armas de fuego sin permiso o sin inscripción se realice en quirir el arma o a la de su empleo, ni a la omisión de abandonar tal te-
lugares públicos, en reuniones tumultuosas o en circunstancias en nencia, sino también porque no se puede justificar sobre la base de un de-
las que el sujeto armado ya no pueda responder por el funciona- lito permanente. Figura superflua que remite además a una conducta
miento del arma en particular1144. De allí que se subraye el peligro antijurídica previa.
1146. Sin embargo, destaca la modificación de la Ley 19975/2004, con el art. 288
bis. «El que portare armas cortantes o punzantes en recintos de expendio
de bebidas alcohólicas que deban consumirse en el mismo local, sufrirá la
1143. JAKOBS, «Criminalización», pgs. 309-311. pena de presidio menor en su grado mínimo o multa de 1 a 4 UTM.
1144. ¿No es más conforme al orden penal dar esta connotación únicamente al Igual sanción se aplicará al que en espectáculos públicos, en estableci-
porte o tenencia que signifique un peligro real por la falta de control de la mientos de enseñanza o en vías o espacios públicos en áreas urbanas por-
situación del sujeto armado? tare dichas armas, cuando no pueda justificar razonablemente su porte».

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución

justificarlo todo. Pero ¿es de este modo cómo procede el Derecho pe- diciones -con la fórmula de la conditio sine qua non- que se funda en
nal? ¿Hasta qué punto se legitima una prohibición penal sobre la ba- aspectos-naturales1149. La sola consideración de la causalidad en estos
se de la prevención sin pretender anular la libertad? Son relevantes términos extendía excesivamente la responsabilidad penal a todos
criterios de necesidad, pero también de merecimiento. Tanto el prin- los hechos que aparecían como condición del efecto externo típico.
cipio del hecho como el de culpabilidad son logros penales, que no Por este motivo, la doctrina se preocupó por introducir correctivos a
pueden renunciarse sin perjuicio del individuo y sus derechos. Pero, la causalidad y restringir el ámbito de lo punible. Más allá de las crí-
junto con la infracción de estos principios, la sanción indiscriminada ticas que se formulen a las diversas teorías de la causalidad1150, se ad-
de conductas que impliquen desobediencias, actos preparatorios o la mite la necesidad de introducir criterios normativos independientes
consideración de cualidades personales del agente, recarga excesi- de la conexión causal1151.
vamente el aparato punitivo del Estado (colapso del sistema). De allí De esta forma, se reserva la consideración de esos criterios para
que el recurso penal se justifique únicamente cuando se trate de la imputación objetiva y se retoma así esta teoría1152. Su desarrollo no
comportamientos que alteren en forma grave situaciones funda-
mentales para la vida de relación social y siempre que no existan
otras formas de reacción que puedan restablecer el orden alterado. 1149. Ver BUSTOS RAMÍREZ, «Imputación», pg. 106; BUSTOS RAMÍREZ, Juan y HOR-
MAZÁBAL MALARÉE, Hernán, «Significación social y tipicidad», en Control
social, PPU, Barcelona, 1987, pgs. 216, 217, 222 y 223. En este sentido se
conserva, en general, esta teoría y su fórmula. FRISCH, Tipo penal, pgs. 29-
IV. IMPUTACIÓN OBJETIVA COMO TEORÍA DE RESPONSABILIDAD 31; KAUFMANN, «Atribución», pgs. 810 y 824; GIMBERNAT ORDEIG, «Causa-
PENAL lidad», pgs. 9 y 43; el mismo, La causalidad en la omisión impropia y la lla-
mada «omisión por comisión», Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2003, pgs.
Vincular u n hecho punible con un sujeto determinado es nece-
20-22, 26-30 y 35; TORÍO LÓPEZ, «Naturaleza», pgs. 35, 37 y 41; DE LA CUES-
sario para proceder penalmente. El poder asignar o atribuir una TA AGUADO, Causalidad, pgs. 32, 45 y 47; LUZÓN PEÑA, Diego-Manuel,
conducta a «su autor» es lo que se busca al indagar acerca de la re- «Causalidad e imputación objetiva como categorías distintas dentro del
lación que existe entre ambos. En este sentido, el término «imputa- tipo e injusto. (Comentario a la Sentencia del TS 20-5-1981», en Derecho pe-
ción» se utiliza para indicar a quién «pertenece» el hecho por el que nal de la circulación. (Estudios de la jurisprudencia del Tribunal Supremo), PPU,
cabe aplicar una sanción penal1147. Así, la teoría de la imputación ob- 2'1 ed., Barcelona, 1990, pgs. 34-38 y 42; GÓMEZ BENÍTEZ, José Manuel, Cau-
jetiva ha resurgido en este proceso de atribución. El empleo de esta salidad, imputación y cualificación por el resultado, Ministerio de Justicia, Ma-
drid, 1988, pgs. 15-28, 34, 37 y 54.
noción no es actual, sino que se remonta a épocas pretéritas, sobre
1150. Ello sobre todo respecto de la imposibilidad de averiguar que un hecho es
todo con HEGEL1148. Sucede que ella cae luego en desuso con la llega- causa sin que antes no se sepa que ya lo es. Ver BACIGALUPO ZAPATER, Ma-
da del positivismo naturalista que puso énfasis en un efecto físico nual, pg. 97; JAKOBS, Derecho penal, pgs. 227-229; HILGENDORF, Eric, «Rela-
externo y en la relación de causalidad que lo une con una acción de- ción de causalidad e imputación objetiva a través del ejemplo de la res-
terminada. Allí tiene cabida la teoría de la equivalencia de las con- ponsabilidad penal por el producto», trad. M. Martín Lorenzo e I. Ortiz
de Urbina Gimeno, en ADPCP (2002), t. LV, fase, único, pgs. 96, 97 y 101.
1151. Si bien CURY URZÚA, Derecho penal, pgs. 300 y 303, considera que no con-
viene emplear esta teoría en forma autónoma (sin la causalidad), admite
1147. Concepción que prima en la actualidad. Ver RUEDA MARTÍN, María Ángeles, que ella es particularmente relevante en casos en los que no se puede re-
La teoría de la imputación objetiva del resultado en el delito doloso de acción. (Una currir a la causalidad, como en los delitos de comisión por omisión (omi-
investigación, a la vez, sobre los limites ontológicos de las valoraciones jurídico-pe- sión impropia).
nales en el ámbito de lo injusto), J. M. Bosch, Barcelona, 2001, pgs. 52 y 52. 1152. Ver ROXIN, Claus, «Reflexiones sobre la problemática de la imputación en
1148. Se destaca el empleo de este término en orden a separar un hecho propio el Derecho penal», en Problemas básicos del Derecho penal, trad. D. Luzón
(«su obra») de aquello que sucede por casualidad. Así también las tesis de Peña, REUS, Madrid, 1976, pgs. 128, 133, 145 y 146, que rescata esta pers-
LARENZ y HONIG. pectiva normativa introducida por HONIG al ámbito penal.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
ha culminado y existen variadas propuestas respecto de su noción, do creado1133. Sobre esta base se expondrán los problemas que a con-
contenido y ubicación sistémica. Es más, la mera expresión «impu- tinuación se presentan, dentro del marco jurídico que aquí se acoge.
tación» presenta diversos sentidos. Básicamente, es posible recono- La posición que se presenta es sólo una perspectiva de análisis. Sin
cer una imputación amplia que mira a todas las relaciones que se perjuicio de que se muestren algunas opiniones divergentes, no se
han de dar entre un sujeto y un hecho para que pueda aplicársele entrará en esta problemática que - d e por sí- justificaría un trabajo
una pena. En este sentido se habla, tanto de imputación objetiva, co- independiente.
mo de imputación subjetiva e imputación individual o personal (cul-
pabilidad)1133. Aunque se limite la referencia de esta expresión única-
mente a la atribución del hecho injusto -como determinación previa 1. RELEVANCIA DEL NEXO CAUSAL
indispensable para el reproche personal-" 34 , no existe acuerdo sobre La relación de causalidad surge con fuerza a partir de la teoría
qué constituye la imputación objetiva. Sin embargo, sí cabe rescatar causal de la acción que se apoya en la producción de un efecto físico
aspectos comunes que se mantienen en sus diversas nociones. En ge- externo, una modificación en el mundo real. Así, la causalidad apa-
neral, se entiende que un resultado es objetivamente imputable a la rece como un vínculo que une una acción con un efecto externo, una
conducta típica del agente, cuando es concreción del riesgo prohibi- relación necesaria entre un antecedente y un consecuente. Indepen-
dientemente de las críticas que se dirijan a este vínculo y de las di-
versas teorías que se han sostenido, lo cierto es que la causalidad se
muestra como una conexión diversa de la imputación objetiva. Esta
diferencia se apoya en sus distintos ámbitos de interacción y crite-
1153. Todas esas formas de atribución serían necesarias para considerar a un
sujeto como autor de un delito («autor culpable») y, en este sentido, serí-
rios1136. La relación causal se reserva para la realidad material y la im-
an expresión del principio de culpabilidad. Ver MiR PUIG, Santiago, «Sig- putación objetiva para un ámbito jurídico-valorativo. Aunque am-
nificado y alcance de la imputación objetiva en Derecho penal», en Mo- bas confluyen en la determinación de la responsabilidad penal. Por
dernas tendencias en la ciencia del Derecho penal y en la criminología, este motivo, se sostiene la restricción de la causalidad por medio de
Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid, 2001, pgs. 397- la imputación o su reemplazo. La excesiva relevancia de la causali-
402 y 407. Precisa que imputación como atribución de sentido («adscrip- dad obedece a una noción de lo injusto penal basada en la lesión ma-
ción») se da en toda expresión que requiera interpretación. HRUSCHKA, terial-física del bien jurídico-penal1157. Sin embargo, ella ha decaído
«Reglas», pgs. 346, 350 y 351, habla de una «imputación de segundo ni-
vel», como imputación de la culpabilidad que incluye la determinación de
lo injusto penal por la aplicación de «reglas de comportamiento». CANCIO
MELIÁ, Manuel, «Algunas reflexiones sobre lo objetivo y lo subjetivo en la
teoría de la imputación objetiva», en E. MONTEALEGRE LYNETT (coord.), Li- 1155. Así, la creación de un riesgo prohibido y su realización en el resultado son
bro homenaje al Profesor Günther Jakobs. El funcionalismo en Derecho penal, los pilares o principios básicos en los que se funda esta teoría. V. gr., MAR-
Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2003, vol. I, pg. 225. Señala TÍNEZ ESCAMILLA, La imputación, pgs. 38 y 39; REYES ALVARADO, Imputación,
que la meta de todo el proceso de imputación jurídico-penal es la deter- pgs. 78, 210, 259, 291-310, 341 y 361; el mismo, «Fundamentos», pgs. 961,
minación de la culpabilidad, que lo domina. Por este motivo, algunos au- 962, 964 y 968; POLITOFF, L., MATUS, A. y RAMÍREZ, G., Lecciones. Parte gene-
tores van más allá y expresan que la imputación alcanza incluso al siste- ral, pgs. 181 y 182.
ma procesal-penal. Así, WOLTER, «La imputación», pgs. 65, 88 y 89. 1156. BUNGE, La causalidad, pgs. 467, 470 y 481, admite el principio causal pero
1154. Por eso MIR PUIG señala que primero tiene que haber algo negativo (algo precisa que tiene un dominio limitado, además de destacar que existen
que afecte algún bien jurídico-penal) que reprochar. En general, se utili- otros tipos de determinación que el causal. Señala que la causa es un con-
zará el término imputación en sentido restringido para indicar el especí- cepto que pertenece a lo ontológico, que, aunque es prescindible con fre-
fico vínculo que une un comportamiento con un resultado. Así lo precisa cuencia, en ocasiones es indispensable.
FRISCH, «La imputación», pgs. 31-34 y 48, que reconoce una imputación 1157. Ver GALLAS, Wilhelm, «Zum gegenwártigen Stand der Lehre vom Verbre-
amplia o global con relación a la determinación de un autor responsable. chen», en ZStW 67 (1955), pg. 34.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
por el reconocimiento de que la causalidad no es suficiente aun en Presentan estructuras diferentes. Aunque se diga que en la omisión
los casos en que se presenta. Así, en el ejemplo clásico de un sujeto se realiza una conducta positiva diversa de la mandada y que no es
que dispara a otro con intención de matarle y la víctima herida es una mera inactividad, el resultado no se puede conectar directa-
trasladada al hospital donde muere finalmente por falta de la aten- mente a una acción, sino a un «no hacer». Es así que desde una pers-
ción médica debida. Es más, la conexión causal no siempre existe. pectiva normativa -más bien típica- comisión y omisión se siguen
Ello se evidencia sobre todo respecto de los delitos de omisión"5". No separando. De suerte que los delitos de comisión se vinculan con
es posible hablar de una real causalidad y se recurre a una causali- una prohibición y delitos de omisión impropia o comisión por omi-
dad hipotética («cuasicausalidad») e incluso a una causalidad «le- sión con un mandato 1 " 1 .
gal». En este último sentido se pronuncia ROXIN115", al entender que
Es así que JAKOBS"62 afirma que todavía existe un obstáculo para
la omisión puede presentar una «conexión legal con el resultado». Se
determinar la equivalencia entre la acción y la omisión si ello se si-
trata de una apreciación jurídica, pero no de estructuras fácticas des-
gue buscando en un ámbito externo, pues las estructuras lógico-
critas por el tipo. El vínculo que une una conducta omisiva con el re-
objetivas son diversas1163. Precisa que lo determinante es el funda-
sultado no es igual a la relación causal que une un efecto físico con
mento jurídico, que es único para las diversas formas de comporta-
una acción. Desde esta perspectiva, se admiten reflexiones que nie-
miento. En este sentido analiza la norma penal dentro del contexto
gan la determinación de su injusto a partir del resultado. Esto no
social, pues la configuración de la sociedad «no se plasma en tales
quiere decir que no subsista el problema de conectar el resultado con
naturalismos (acción/omisión) o en estructuras lógico-materiales
la conducta omisiva1"". Si bien la omisión y la acción ya no se en-
ajenas a ella»1164. El contenido de las normas es el mismo en cuanto
frentan desde un punto de vista naturalista, su análisis estructural-
material o «lógico-material» conserva las diferencias entre ambas.

1161. HRUSCHKA, «Reglas», pg. 345; MIR PUIG, Derecho penal, pgs. 308 y 309. SIL-
1158. POLITOFF LIFSCHITZ, Derecho penal, pgs. 274, 275 y 279; CURY URZÚA, Dere- VA SÁNCHEZ, El delito, pgs. 135-137, 146, 149 y 157-159, distingue comisión
cho penal, pg. 303; ETCHEBERRY, Derecho penal. Parte general, t. I, pgs. 201- y omisión con base al contenido de sentido típico, según la naturaleza de
203; el mismo, El derecho penal, t. I, pg. 117. la pretensión de protección del bien penal. Aunque admite que en ambos
1159. ROXIN, Claus, «La causalidad en la omisión», en La ciencia del Derecho pe- existe un sustrato común (juicio sobre la realidad), se realiza aquello que
nal ante el nuevo siglo. Libro homenaje al profesor Doctor don José Cerezo Mir, no es debido y una discordancia con las expectativas de tutela de bienes
Tecnos, Madrid, 2002, pgs. 965 y 966. Tal consideración no presentaría (pgs. 122, 136, 148).
problemas si se mantiene en el ámbito jurídico-normativo. Pero si se ha- 1162. JAKOBS, Günther, La imputación penal de la acción y de la omisión, trad. J. Sán-
bla en términos puros de causalidad cabe la crítica que le dirige BUSTOS chez-Vera Gómez-Trelles, Universidad Externado de Colombia, Bogotá,
RAMÍREZ al teologismo, respecto a la «aparente» superación del causalis- 1996, pgs. 27-30 y 50; el mismo, «El concepto», pg. 116.
• mo y la reducción de la acción (conducta) al «resultado» material. Ver 1163. Expresa que la «casual formación de la organización del destinatario» só-
BUSTOS RAMÍREZ, «Imputación objetiva», pgs. 114-119 y 130; BUSTOS RAMÍ- lo afecta la estructura de la norma. JAKOBS, La imputación penal, pgs. 58 y
REZ y LARRAURI, La imputación, pgs. 10-13. Por otro lado, PUPPE, La imputa- ss.
ción, pgs. 12, 14, 43 y 60, se pronuncia a favor de una causalidad real y so- 1164. Así ya lo admite ROXIN, «Infracción», pgs. 151-156, luego de citar la posi-
bre esta base pretende fundar toda la teoría de la imputación objetiva. Sin ción contraria de MEZGER y las opiniones de SCHRODER, SPENDEL y KAUF-
embargo, no deja de considerarla en términos valorativos (causalidad de MANN, que se decantan por un comportamiento activo. Presenta al ele-
la infracción del deber). mento causal como factor que determina el hacer positivo del negativo.
1160. De esta forma, RODRÍGUEZ MUÑOZ, José Arturo, «Consideraciones sobre la Pero admite que lo relevante es averiguar el «sentido jurídico» de una
doctrina de la acción finalista», en ADPCP (1953), vol. VI, fase. II, pgs. 223 conducta, por la aplicación de todos los criterios de imputación. El mis-
y 224. Además reconoce plena razón a NIESE en cuanto la producción del mo, «En el límite entre comisión y omisión», trad. D. Luzón Peña, en Pro-
resultado solo se puede determinar personalmente «con arreglo al círcu- blemas básicos del Derecho penal, REUS, Madrid, 1976, passim, muestra la
lo del deber» que le atañe al agente. los conflictos en la distinción entre comisión y omisión. Separación que no

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
ambas estructuras son formas de organización. Para reafirmar tal ciones naturales, sino por la lesión de deberes propios de un ámbito
declaración recurre a la consideración de HEGEL de que todo man- de organización1167. Así, se llega a igualar la imputación para la res-
dato se funda en una prohibición o que detrás de toda prohibición ponsabilidad penal por acciones y omisiones sobre la base de la in-
existe un mandato. En el primer caso, sostiene que el mandato pue- fracción de un concreto deber impuesto por la norma. En este senti-
de formularse como «prohibición de abandonar el dominio sobre la do, se entiende que siempre existe una posición de garante respecto
propia organización y dejar que las cosas sigan su curso»1163. Agrega del deber que al sujeto corresponde y respecto de ese deber se de-
que «toda configuración dañina del ámbito de organización infrin- termina la «conducta» que le era exigible1168.
giría una prohibición». Pero también entiende que la «obligación ori- También aquí se acoge este análisis, en cuanto la distinción en-
ginaria» comprende un mandato" 66 . Habla del «deber de mantener el tre acción y omisión no tiene relevancia desde un plano normativo.
ámbito de organización en una situación inocua, ya sea no motiván- Ello, particularmente, según el contenido de la norma penal del que
dose el titular -siguiendo una prohibición- a una configuración pe- se parte1164. De modo que la infracción del concreto deber o mandato
ligrosa, ya sea eliminando él de nuevo mediante medidas apropia-
das tal configuración si es que ya ha aparecido -esto es, siguiendo
un mandato-». Justamente, señala como ejemplo la conducción de
automóviles y el incendio (prender fuego que amenace daño). El 1167. Ibíd., pg. 51. A este respecto, JAKOBS, La imputación objetiva, pgs. 13,24,30,31
mandato aparece como una necesidad de eliminar los peligros que y 128, fija esta imputación normativa con relación a ámbitos de competen-
surjan en el ámbito de organización propio. Señala que en este sen- cia, que determina en torno a roles. En general, la distinción naturalista es
tido los primeros deberes son los de «aseguramiento en el tráfico». irrelevante, así, GARCÍA CAVERO, La responsabilidad, pgs. 154, 165, 166 y 167.
De modo que «quien domina un objeto material debe cuidar que los En la doctrina nacional, NÁQUIRA RIVEROS, Derecho penal, pg. 119.
contactos de otras personas con el objeto permanezcan indemne». 1168. REYES ALVARADO, «Fundamentos», pgs. 949-951, 956 y 967; el mismo, Im-
Por eso concluye que la responsabilidad penal no se origina por ac- putación, pgs. 47-50, 72, 84, 212, 308, 362 y 391, iguala acciones y omisio-
nes, sobre la base determinadas funciones de garante según ámbitos de
competencia. Afirma que los sujetos son garantes respecto de determina-
das actividades. Así, por ejemplo, no se puede hacer responsable al re-
partidor de periódicos de la mala redacción de un artículo. Este autor va
es realmente relevante desde un punto de vista normativo. GIMBERNAT más allá y entiende que tampoco existen omisiones desde un punto de
ORDEIG, «Causalidad», pgs. 41-43, 49 y 58, habla de una «equivalencia va- vista óntico. Pero resulta que para afirmar esto recurre a la acción que le
lorativa» entre acción y omisión. Ambas formas de comportamiento son era exigible, por lo que no deja de emplear una perspectiva normativa.
intercambiable a través del empleo de criterios de imputación objetiva. VAN WEEZEL DE LA CRUZ, «Parámetros», pgs. 334-336, destaca la conexión
De modo que lo relevante es la presencia de circunstancias que generen entre acción y omisión respecto del ilícito imprudente. Señala que ellas
un riesgo jurídicamente prohibido y no si aquéllas tienen su origen en una son intercambiables, pues se produce un «entrecruzamiento» del deber de
acción o en una omisión. Posteriormente, en otro lugar, este autor habla cuidado (funda imprudencia) con el deber que emana de la posición de
de una tercera forma de ejecución de tipos porque conserva matices típi- garante (funda omisión). Lo que se favorece con su tesis: en toda omisión
co-materiales y no meramente normativos en la distinción entre acción y subyace una omisión de las medidas que impone la norma de cuidado
omisión. Así, habla de una acción causal de un resultado, de la omisión (pg. 330). Pero, semejante equiparación se produce siempre si se entiende
de una acción debida y de la ruptura de cursos causales salvadores ajenos que toda norma penal establece deberes de conducta y que los sujetos
(y propios). Sin embargo, no deja de notar una equivalencia entre comi- obligados tienen posición de garantes respecto de la actuación que se les
sión y omisión cuando expresa que la transformación de lo lícito a lo ilí- impone.
cito (creación de un riesgo prohibido) se puede «reconducir normativa- 1169. Se recuerda que entendemos que la norma penal presenta una doble cali-
mente» tanto a la actividad como a la inactividad del agente. Ver dad, imperativa y valorativa. Aun SILVA SÁNCHEZ, El delito, pgs. 175-177
GIMBERNAT ORDEIG, La causalidad, pgs. 81-84, 97 y 98. -quien separa comisión y omisión según el concreto contenido de la nor-
1165. JAKOBS, La imputación penal, pgs. 24, 25, 38 y 40. ma, que concibe sólo como imperativo- admite que esa separación es irre-
1166. Ibíd., pgs. 33, 34, 41, 43 y 48. levante desde una perspectiva funcionalista. Se pueden sustituir los debe-

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado
VI. Propuestas de solución
penal no es un requisito exclusivo de la imprudencia o de la omi- De otro lado, tampoco es posible hablar de una relación causal
sión, sino que ha de darse en todo delito. Pero aseveraciones como en aquellos delitos en los que no se exige la producción de algún
éstas no han de llevar al desprecio de la realidad en la que las valo- efecto físico separable espacio-temporalmente de la acción. De mo-
raciones se sustentan" 70 . Lo que sucede es que en el delito de acción do que la causalidad, como relación que une una acción con un efec-
doloso de resultado material esta infracción es evidente y no necesi- to externo material, se limita a los llamados delitos de resultado
ta traerse a colación para atribuir responsabilidad penal. En estos de- (efecto) material. Nuevamente, se evidencia una estructura diversa
litos la preocupación se centra en la imputación de ese resultado ma- entre la multiplicidad de tipos penales. En este caso, tal distinción no
terial a la conducta. Pero esto no significa que la conducta no haya se percibe en el tipo de norma, pues «se describa o no este efecto» los
de desvalorarse. Aunque por eso se solía reservar la imputación ob- delitos de comisión se fundan en una norma prohibitiva. Lo que
jetiva (como imputación de «resultados» materiales) para esos tipos. ocurre es que las normas penales describen comportamiento huma-
La contradicción del comportamiento con el deber impuesto por la nos reales, al igual que las situaciones que se tutelan tienen un sus-
norma penal -ya por la creación de un riesgo no permitido o por el trato real (bien jurídico-penal). En este sentido, entendemos que tan-
incremento del riesgo por sobre lo permitido- se estableció como re- to la relación de causalidad como la imputación objetiva tomen por
quisito indispensable para su concreta peligrosidad. En este sentido base la realidad social que se valora. Así también el desarrollo de la
se determina el desvalor de la conducta presente en todo delito. Pe- teoría del delito ha tenido lugar a través del examen del comporta-
ro lo injusto penal no termina aquí y tal riesgo ha de traducirse en miento humano1171. Por eso LARENZ1172 cuando introduce la idea de
una situación que la norma desvalora. De suerte que la producción imputación objetiva lo hace respecto de la acción, para separar el he-
de tal situación sea concreción de la infracción del deber que el agen- cho propio (eigene Tat) de aquello que ocurre por casualidad. Desta-
te tenía que cumplir. ca la importancia de atribuir una acción al autor como su hecho pa-
ra poder atribuir responsabilidad. Se le critica que reserve esta
imputación al ámbito de la conducta humana, como una etapa pre-
via a la atribución de responsabilidad penal. Quizás, semejante críti-
ca se formule porque no sólo reafirma una relación entre imputación
res de acción y los deberes de omisión sin que el «comportamiento» se objetiva y antijuridicidad objetiva, sino porque afirma que la antiju-
modifique frente al sistema. Esta irrelevancia sistémica se suma al reco- ridicidad presupone la imputación objetiva. Análisis que se acepta si
nocimiento de un sustrato común para comisión y omisión (pasividad se tiene en cuenta que también toma la idea de «imputatio» de KANT
también es una conducta) y al hecho de que en ambos casos se realiza una
conducta indebida y existe discordancia entre lo realizado y las expectati-
y la separación entre «imputatio facti» e «imputatio iuris», en el senti-
vas de protección de bienes.
1170. En este sentido se dirige la crítica que formula al normativismo, particu-
larmente a la equivalencia entre acción y omisión que sostiene FREUND,
SCHÜNEMANN, Bernd, «Sobre el estado actual de la dogmática de los deli- 1171. Así, tanto la teoría de la acción causal de de VON LISZT como la teoría de
tos de omisión en Alemania», trad. S. Bacigalupo, en Omisión e imputación la acción final de WELZEL.
objetiva en Derecho penal. Jornadas Hispano-Alemanas del Derecho penal en ho- 1172. LARENZ, Karl, Hegels Zurechnungslehre und der Begriffder objektiven Zurech-
menaje al Profesor Claus Roxin con motivo de su investidura como Doctor «Ho- nung, Scientia, Aalen, 1970, pgs. 61, 83 y ss. En el ámbito penal se destaca
noris Causa» por la Universidad Complutense de Madrid, Madrid, pgs. 15 y la tesis de HONIG que pone de relieve la insuficiencia de la causalidad pa-
16. Señala que el principal error radica en el uso tautológico de predica- ra establecer la relación entre acción y resultado. Sin embargo, su tesis no
dos de valor, al no considerar la referencia del valor a la realidad. Un sis- apunta a un vínculo realmente objetivo, pues se basa en el fin objetiva-
tema funcional incluye la consideración de estructuras lógico-objetivas. mente perseguible. Ver FRISCH, «La imputación», pgs. 22-24 y 26, que su-
Este autor declara -sobre la base del principio de dominio- que la omi- braya que esta nueva teoría se preocupa del carácter injusto de los resul-
sión es equivalente a la comisión cuando «presupone un control actual so- tados producidos (dentro de cursos causales ya delimitados se establece
bre el suceso equiparable en intensidad a ese control» (pg. 22). cuáles de ellos son injustos).

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
do de HRUSCHKA1173. Pero esta base fáctica no debe llevar a críticas co- otro lado, tampoco la causalidad carece de toda valoración. También
mo las que formula BUSTOS RAMÍREZ1174, en cuanto esta teoría posibi- se pued'e+iablar de una suerte de «imputación normativa» en rela-
litaría ampliaciones mayores que la propia relación causal. Ello, por- ción con los elementos del tipo, como sucede con cualquier otro ele-
que justifica tal critica en la no consideración de la causalidad mento del tipo1178. Pero no se trata de una imputación completa res-
-cuando se presente- y en el hecho de que se comience por el resul- pecto de lo injusto penal. Se ha de recordar que esta noción de
tado, para luego buscar cualquier criterio normativo de imputación. imputación se toma en un sentido restringido, pues la «imputación
Esto se evita precisamente si se parte de un comportamiento huma- final» de un hecho a un sujeto como su agente (autor culpable) re-
no que ha de valorarse. La consideración de la realidad social no eli- quiere también de la imputación de la culpabilidad. Quizás, para
mina la necesidad de efectuar juicios de valor. De hecho, existe distinguir la determinación de la causalidad de la imputación obje-
acuerdo en que la imputación objetiva obedece a criterios eminente- tiva convenga emplear para aquélla el término «atribución»1179, sin
mente normativos, que se han de conectar con el bien jurídico-penal perjuicio de que, además, sea necesario establecer el concreto desva-
y su forma de afectación1175. lor de la conducta. Sin entrar en las discusiones acerca de la deter-
minación de la causalidad, sus obstáculos no deben llevar a la elimi-
En este sentido, MIR PUIG1176 sostiene que el Derecho no puede nación de la realidad, como base de imputación1180. Esto no significa
abandonar estructuras de la realidad, pero esto no significa que la que toda conducta humana sea relevante penalmente. Es aquí don-
imputación objetiva no tenga un sentido jurídico. Señala que lo prin- de entran los criterios de imputación objetiva para separar hechos
cipal es la afectación de algún bien jurídico-penal y describe la im- relevantes de aquellos que no lo son.
putación objetiva como una «conexión entre la lesión o puesta en pe-
ligro típica» y la conducta del agente, al exigir una «determinada Ciertamente, una misma melodía musical se escucha y aprecia
relación de riesgo». Aunque describe esta relación respecto de un re- en forma diferente por quienes la oyen, pero esto no significa que
sultado típico y conecta perturbación del bien jurídico-penal con el deje de ser la misma pieza musical. Así como los rayos del sol que
tipo, no se puede decir que se limite a la determinación de un resul- llegan a un grupo de viajeros que duermen son los mismos pero al-
tado típico. Lo que se evidencia no sólo al declarar que la base o ra- gunos de ellos se levantan y siguen su camino, otros se dan la vuel-
zón primera para la incriminación de una conducta radica en la afec- ta para continuar durmiendo toda la mañana y otros sólo duermen
tación de algún bien jurídico-penal, sino al fijar que el resultado no un poco más. Las dificultades para conocer la realidad no llevan a
necesita ser un efecto externo separado de la conducta. Es más, asig- negar su existencia, pues de otro modo no es posible su conocimien-
na la mayor importancia a la imputación objetiva en los delitos de to. Otra cosa es que exista una actividad del intelecto humano al mo-
mera actividad, en orden a delimitar la responsabilidad penal" 7- . Por

lí 78. De este modo, toda valoración es un proceso de atribución de un hecho.


1173. Separación que toma de Daries. HRUSCHKA, «Reglas», pg. 346. Sin embar- En este sentido, se admite la intervención de valoraciones de vínculos
go, semejantes nociones se remontan a Aristóteles y su formulación penal causales y no para considerarlos sinónimo de un nexo normativo (impu-
a PÜFENDORF. Ver KAUFMANN, «Atribución...», pg. 807. tación objetiva en sentido estricto) como PUPPE, La imputación, pgs. 46, 57
1174. BUSTOS RAMÍREZ, «Imputación», pg. 117. y ss.
1175. Se recuerda que también la causalidad implica juicios valora ti vos, en 1179. Así se refiere BUSTOS RAMÍREZ a la determinación de la situación típica, en
cuanto ha de ser apreciada por el juzgador, al igual que cualquier otro ele- cuanto la tipicidad es más que una mera actividad de subsunción. BUSTOS
mento del tipo. Más allá va HILGENDORF, «Relación», pg. 94, al declarar es- RAMÍREZ, Obras, 1.1, pgs. 135, 140, 633, 634, 640-642, 785, 863 y 871; el mis-
ta relación como normativa y restar así importancia a la teoría de la im- mo, «Imputación», pg. 131; BUSTOS RAMÍREZ y HORMAZÁBAL MALARÉE,
putación objetiva. «Significación», pgs. 227-231.
1176. MIR PUIG, «Significado», pgs. 394, 396-401 y 408. 1180. Pero esto tampoco significa que siempre haya de constatarse un vínculo
1177. Ibíd., pg. 405. causal de la forma en que PUPPE lo hace.

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i. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
mentó de conocer los hechos, por lo que tampoco se podría hablar A este respecto, una sentencia de 1941 plantea esta problemáti-
de elementos descriptivos «puros» si siempre se realizan apreciacio- ca aunque sin emplear esta terminología"83. Se trata de un caso en el
nes valorativas. Además, los hechos tienen distintos sentidos, según que un sujeto es herido gravemente pero muere producto de la falta
el contexto dentro del que se observan. De allí que una cosa sea con- de atención médica oportuna. El fallo expresa que surge el problema
siderar la conducta humana y otra que ésta tenga relevancia jurídi- de determinar quién es el autor de la muerte. Lo será únicamente
co-penal. El que vayan quedando en el camino supuestos de hecho aquél que realizó la acción que fue su «causa precisa y necesaria» o
irrelevantes no elimina su reconocimiento como base de lo injusto si también será responsable el que ocasionó una lesión incapaz de
penal. En este sentido mantenemos la distinción entre causalidad e provocar la muerte por sí sola, pero la «origina» gracias a la concu-
imputación objetiva, aunque ambas se presenten como formas de rrencia de circunstancias ajenas a su voluntad. Habla de una «causa
atribución jurídica (imputación amplia). El examen del hecho se ha- extraña» o que aparece con posterioridad y señala que el Código Pe-
ce conforme a la norma penal, según lo que ella describe y valora o nal no se preocupó por su influencia, pues es cuestión más filosófica
desvalora. Su contenido y fin determina lo injusto penal y en este que jurídica. Finalmente, las consideraciones de la sentencia culmi-
ámbito se establece la relevancia del comportamiento que se juzga. nan con la afirmación de que el espíritu del legislador busca elimi-
Aquí, el funcionalismo sistémico se presenta como una herramienta nar la teoría de la equivalencia de las condiciones y en el caso de
útil para enfrentar estos procesos de atribución1181. Ello, en cuanto la concurso de causas distingue aquella que es «precisa y necesaria»
operación del sistema delimita las relaciones relevantes para él y, en para fundar la responsabilidad penal. De este modo, pretende resol-
este sentido, se ha de considerar específicamente el «sistema jurídi- ver el problema «causal» a través de la teoría de la causa necesaria.
co-penal». Así, PINA ROCHEFORT"82 no rechaza bases naturales del Pero no es un problema causal. Por eso se habla de causa necesaria
análisis sistémico. Al determinar la imputación de hechos conocidos, o se plantea el problema de la relevancia jurídico-penal de la causa-
explicables y evitables, señala que ellos no se extraen sólo de la na- lidad. Es más, el fallo utiliza otra palabra (originar) para la conduc-
turaleza, sino también de la determinación de quien tenía el «deber ta del que hiere y no tiene la capacidad suficiente para producir por
de evitarlo». Y este deber se establece de la observación de sistemas sí misma el resultado" 84 . Además, se trata de interrupciones en el
según sus propias estructuras. Por eso conserva la diferencia entre proceso de imputación del resultado y la causalidad se desvía pero
causalidad e imputación objetiva. Distinción que, desde antiguo, se no se interrumpe1185. La interrupción o interferencia se produce en el
cuestiona nuestra jurisprudencia.

1181. En este sentido se toma la consideración de contextos sociales que resca- 1183. C. Ap. de Santiago, 23 de diciembre de 1941, en RCP (1941-42), t. V, pgs.
ta JAKOBS. Ver JAKOBS, La imputación objetiva, pgs. 13, 14, 21 y 92. REYES AL- 280 y 281.
VARADO, «Fundamentos», pgs. 960-963, afirma que la imputación objetiva 1184. Hoy no ha variado mucho este tratamiento en nuestra dogmática. Así, se
como teoría se establece con base a precisas funciones dentro del sistema ha pretendido manejar estos casos dentro del ámbito de la causalidad, pe-
penal. Respecto a esta idea unitaria (1 teoría), critica la referencia a crite- ro sin dejar de hacer mención a la teoría de la imputación objetiva. Es más,
rios de imputación objetiva, que pueden entenderse como correctivos de se ha mantenido incluso el empleo de términos diversos para hacer la de-
causalidad. Así también, MORENO ALCÁZAR, El concepto, pgs. 251, 444, 451- bida separación entre causalidad e imputación objetiva. En este sentido,
453, 463 y 513, con relación a la causalidad pero entendida desde la física GUZMÁN DALBORA, Estudios, pgs. 316-321, habla de una conducta que da
del caos como «causalidad débil». «ocasión» al resultado penal y de otras a las que éste se ha de atribuir. Si
1182. PINA ROCHEFORT, Juan Ignacio, Rol social y sistema de imputación, J. M. bien concibe esta atribución en términos de causalidad jurídicamente re-
Bosch, Barcelona, 2005, pgs. 240-245 y 250-261; el mismo, «Causalidad», levante, no puede evitar vincularla a la imputación objetiva. Expresa que
pgs. 521-529. También afirma que la observación de la causalidad dentro ésta representa un perfeccionamiento de aquella atribución «causal».
del sistema ya es una «observación jurídica». Pero ello se comparte en 1185. Ver FRISCH, Tipo penal, pg. 32. También se entiende que PUPPE, La imputa-
cuanto considera que su incorporación es una opción más, cuando el le- ción, pgs. 89,120,121,123,128,130 y 150, habla de interrupción en este sen-
gislador la incluye dentro del tipo (pgs. 516 y 520). tido. Aunque se pronuncia en términos causales, no deja de referirse al

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
ámbito de la imputación objetivo-normativa. Y, en este caso, cabría autor (como autor culpable). Para su determinación no bastan consi-
sancionar a aquel que provoca las lesiones como homicidio frustra- deraciones descriptivas, sino que se han de aplicar criterios jurídico-
do si el agente tenía dolo de matar y el resultado muerte podría im- normativos. El examen de lo injusto se ha de contrastar con el con-
putarse a los facultativos encargados de su cuidado si ella se ocasio- tenido déla norma penal. Se estableció que esta norma presenta dos
nó por la falta de atenciones médicas debidas. Por lo que el calidades o facetas -como dos caras de una misma moneda-: direc-
facultativo en posición de garante sería responsable de la muerte en tiva y valorativa. Ella valora situaciones sociales y las protege frente
comisión por omisión. De todas formas, es un delito (homicidio) en a conductas que las alteran o perturban. En este sentido se dirige a
el que el resultado conlleva un efecto material externo, por lo que el las personas, mandando o prohibiendo comportamientos que vul-
tipo exige una conexión causal con una acción. Esto no quiere decir neran aquellas situaciones. De modo que -como diría HRUSCHKA- las
que la conducta humana no se considere en tipos que no realizan se- normas penales pueden ser observadas desde una perspectiva pros-
mejante exigencia. Simplemente, ello es más evidente en esta clase pectiva, que dirige conductas, y desde una perspectiva retrospecti-
de delitos. Por eso, la sentencia manifiesta que siendo el delito «ex- va, que permite el juicio posterior de conductas en cuanto hayan
presión de la acción del hombre, es necesario que ésta sea la causa afectado o no la situación tutelada penalmente. Se admite el examen
del efecto dañoso en que consiste el hecho punible»"86. La causalidad tanto del comportamiento como de sus efectos desde la perspectiva
se ha de tener en cuenta si el tipo describe un efecto sobre un objeto del bien jurídico-penal. Así, el desvalor de la conducta se determina
de acción, con independencia de la clase de afectación del bien jurí- considerando también aspectos valorativos, al infringir el concreto
dico-penal. Se trata de un elemento más dentro del respectivo tipo deber contenido en la norma por la creación de un riesgo no permi-
que puede o no tener repercusión directa con el objeto tutelado. Des- tido o por el aumento de un riesgo permitido sobre los niveles tole-
de este punto de vista, es cierto que la causalidad no siempre está rados"87. Se habla de peligrosidad concreta del comportamiento res-
presente (delitos por omisión y los llamados delitos de mera activi- pecto de la probabilidad ex ante de afectación del bien jurídico-penal.
dad) y no es suficiente en los casos en que sí se requiere, como en el Se trata de una relación más lejana con el bien protegido por la res-
caso anterior. pectiva norma, al examinar sólo una calidad o característica de la
conducta «apta» ex ante para perturbar" 88 . No se juzga lo efectiva-
mente ocurrido, es decir, u n estado ex post. Pero esto no significa que
2. IMPUTACIÓN OBJETIVA: NEXO NORMATIVO O DE ANTIJURIDICIDAD no se desvalore la conducta con relación a la norma penal y su con-
Cualquiera sea la estructura del tipo penal, la determinación del tenido. De hecho, es normal aceptar la creación del riesgo prohibido,
hecho punible reclama la intervención de juicios de valor que esta- a modo de desvalor, dentro del ámbito de la antijuridicidad. Aunque
blezcan lo injusto penal para proceder con el juicio de reproche a su algunos autores no se pronuncien así, no dejan de incluirlo en lo in-
justo penal (básicamente por la concepción de un tipo de injusto).

ámbito normativo de la imputación objetiva. Junto con aludir a la causa-


lidad de la infracción del deber de cuidado, se preocupa de este tema 1187. Así, desde el comienzo del desarrollo de esta teoría, ROXIN, «Reflexiones»,
cuando introduce su «requisito de continuidad» de cadenas causales pgs. 136 y 144, admite que la imputación de la conducta también se de-
prohibidas como requisito adicional de imputación. La causalidad existe termina por circunstancias contenidas en la norma penal. Además, dis-
o no existe. Así, REYES ALVARADO, «Fundamentos», pg. 946, critica excesos tingue la norma del tipo, al formular que se trata de la «norma en la que
de la teoría causal, que admite interrupciones de nexos causales que la na- se basa el tipo».
turaleza desconoce totalmente. El mismo, Imputación, pgs. 21, 45, 334-336, 1188. Quizás por este motivo FRISCH, Tipo penal, pgs. 94-98 y 103-107, considere
359, 360, 366 y 405. que la creación de un riesgo desaprobado tiene su ubicación en la con-
1186. Pero ya se sabe que el «efecto dañoso» no tiene relación con la alteración ducta típica y reserve la imputación objetiva únicamente a la atribución
de objetos de acción, sino con la afectación de bienes jurídico-penales. de resultados.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
Por ejemplo, FRISCH"*9 separa la creación de este riesgo de la teoría Se recuerda que la imputación objetiva se toma en sentido es-
de la imputación objetiva y lo sitúa en la conducta típica, pero tam- tricto, específicamente, como vínculo que une el resultado con el
bién concibe esa teoría dentro del tipo. En general, la doctrina se pro- comportamiento prohibido del agente y no desde la perspectiva glo-
nuncia de este modo respecto de su ubicación sistemática. bal del principio de culpabilidad (desde la norma penal secundaria
de sanción). Se parte de principios compartidos que refieren esta im-
Sin embargo, poner énfasis en una valoración normativa global putación a la asignación de resultados a comportamientos que han
permite sostener ambos desvalores como juicios de antijuridicidad. creado riesgos jurídicamente prohibidos, en cuanto aquéllos son ex-
De suerte que el vínculo que los conecta ha de darse en los mismos presión o concreción de esos riesgos. De modo que la imputación ob-
términos. En esta línea BUSTOS RAMÍREZ, concibe la imputación obje- jetiva requiere la determinación del desvalor de conducta y del des-
tiva dentro de la antijuridicidad1190, pero la limita el desvalor de re- valor de resultado1194. La imputación, como forma de atribución de
sultado, pues ubica el desvalor de acción dentro de la tipicidad119'. un resultado penal a un comportamiento peligroso prohibido, se re-
De todas formas, no restringe la tipicidad a una operación mecánica serva específicamente a criterios de atribución normativos. Es nor-
de subsunción, pues determina el desvalor de la conducta. Semejan- mal hablar de una «relación de riesgo»" 9 '. Sin embargo, más que una
te análisis se explica por una idea parcial acerca de la norma penal. relación de riesgo, aquí se prefiere el término «nexo» o «relación de
Entiende que ella sólo puede prohibir o mandar conductas y nunca antijuridicidad», como ligamen que une ambos desvalores desde el
resultados. Por eso sólo sitúa el desvalor de resultado en la antijuri- fin de la norma penal"96. STRUENSEE1197 se refiere a la «relación de an-
dicidad (con atención a las valoraciones que se hallan en todo el or-
denamiento jurídico)1192, así como su imputación. Que el resultado se
desvalore -desde una perspectiva más amplia- considerando todas
las valoraciones insertas en el orden jurídico, no significa que la con- 1191. BUSTOS RAMÍREZ, Obras, t. II, pgs. 93, 634, 868 y 869; BUSTOS RAMÍREZ, y
HORMAZÁBAL MALARÉE, «Significación», pgs. 225 y 226. TORÍO LÓPEZ, «Na-
sideración del comportamiento no implique un juicio de desvalor turaleza», pgs. 33, 41 y 44, expresa que esta teoría tiene un papel central
normativo, pues también ha de ser valorado con atención al tipo y al en la antijuridicidad. Habla de una «conexión teleológica» y -aunque se
bien que tutela1193. Lo que sucede es que son juicios que se dirigen a refiere a la peligrosidad de la conducta- señala que al desvalor de acción
objetos distintos y en momentos distintos. Por otro lado, ¿por qué el se conecta posteriormente el desvalor de resultado.
vínculo que une el desvalor de resultado con el desvalor de acción 1192. Aunque esta declaración puede resultar extraña si se advierte que alude
a un «resultado» como proceso causal, es decir, como un efecto físico se-
se ha de situar en la antijuridicidad si uno de ellos se ubica en la ti- parable de la conducta que se excluye de la tipicidad y reserva a la anti-
picidad? El resultado se enfrenta a un juicio de desvalor normativo juridicidad. Y en este sentido, habla de imputación de resultados.
como estado que perturba algún bien jurídico-penal y no por la afec- 1193. Tampoco se niega que en la tipicidad se realicen valoraciones, si se en-
tación de algún objeto de acción. Si ambos desvalores conforman lo tiende que toda determinación de sentido requiere un juicio de valor y no
injusto penal, ¿no es lógico que el ligamen que los conecta determi- es una operación meramente mecánica. Pero se trata de una valoración
más genérica que no se realiza frente al concreto contenido del mandato
ne también lo injusto? Una respuesta negativa no sería coherente. penal.
1194. Sin perjuicio de que el desvalor de la conducta implique a su vez otros
procesos de atribución (de elementos objetivos y subjetivos), como tam-
bién la propia determinación del desvalor de resultado.
1189. ídem. 1195. Ver MIR Puic, Derecho penal, pg. 241; REYES ALVARADO, Imputación, pg. 300.
1190. En este sentido, señala que la causalidad «resulta inservible para ligar el 1196. Así doctrinas que hablan de una conexión entre ambos desvalores. WOL-
resultado al comportamiento típico, ya que lo que interera no es el resul- TER, «La imputación», pgs. 70-75. Expresa que entre el desvalor de acción
tado naturalemente considerado, sino el resultado como afección a un y el desvalor de resultado existe una «unidad jurídica de valoración».
bien jurídico (lesión o puesta en peligro del bien jurídico)». BUSTOS RAMÍ- Ello, a pesar de que separe esos desvalores según la distinción entre nor-
REZ, Obras, t. II, pg. 38. ma de conducta y norma de valoración. MARTÍNEZ ESCAMILLA, Margarita,

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
tijuridicidad» o «relación de contrariedad al deber» para expresar la conforme a Derecho, donde no tienen relevancia consideraciones hi-
atribución del resultado producido a la conducta contraria al deber potéticas, sino el examen de la situación conforme al específico obje-
impuesto por la norma penal. Luego señala dos formas en las que se to de la norma penal 120°. De modo que este análisis no cobra relevan-
manifiesta esta relación: 1) el fin de protección de la norma o su ám- cia sólo como un criterio posterior a la determinación del desvalor
bito de protección y 2) la consideración del comportamiento alterna- de conducta y del desvalor de resultado. Todavía falta la conexión
tivo conforme a Derecho. De este modo, el fin de protección de la entre ellos. Como relación que une el desvalor de la conducta con el
norma tiene relevancia al determinar el desvalor de la conducta, pe- desvalor de resultado o resultado penal, ella no puede darse en un
ro también al precisar el desvalor de resultado1148. Esa primera apli- ámbito diferente al de estos desvalores. En este sentido MARTÍNEZ ES-
cación de criterios normativos dentro de la conducta permite situar CAMILLA121" opta por ubicar el ámbito de protección de la norma den-
la acción y la omisión en el mismo plano, respecto de la infracción tro de la realización del riesgo en el resultado. Afirma que la consi-
del deber de conducta impuesto por la norma penal. Por lo que la di- deración de esta idea como un criterio posterior a la realización del
ferencia entre una y otra forma de comportamiento no interesa jurí- riesgo jurídicamente relevante y su realización en el resultado se de-
dicamente y sólo atiende -como diría JAKOBS- a su específica forma be a una específica «relación de riesgo» que no tiene por qué acep-
de organización. Por otro lado, no se discute la referencia al fin de la tarse. Esto no significa que rechace la existencia de un vínculo espe-
norma para la selección del resultado penalmente relevante"94. Así se cífico, sino que él se aprecia en la realización o concreción del riesgo
ha destacado con relación al comportamiento alternativo correcto o y no se vincula con la determinación del resultado frente a un com-
portamiento alternativo conforme a Derecho1202. Si se acepta un nexo
de esta clase - q u e una ambos desvalores- opinamos que su natura-
leza también se manifiesta en un ámbito jurídico-valorativo. Tal de-
«¿Relevancia de los comportamientos alternativos conformes a derecho terminación se hace específicamente a partir de una doble configu-
en la imputación objetiva del resultado?», en E. GIMBERNAT, B. SCHÜNE-
ración de lo injusto penal, a través de una norma con dos calidades:
MANN y J. WOLTER (Eds.), Omisión e imputación objetiva en Derecho penal. Jor-
nadas Hispano-Alemanas del Derecho penal en homenaje al Profesor Claus Ro- directiva y valorativa. Se trata de poner en contacto el resultado pe-
xin con motivo de su investidura como Doctor «Honoris Causa» por la nal con la conducta desvalorada desde el fin de la concreta norma
Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 1994, pgs. 106 y 107, mani-
fiesta este específico vínculo como realización de del desvalor de acción o
de la peligrosidad por la cual se prohibe la conducta. En similar sentido
ya se manifestaba frente al tipo imprudente, CEREZO MIR, Curso, pgs. 179-
188; LUZÓN PEÑA, Diego-Manuel, «Infracción de reglamentos y fin de pro-
tección de la norma. (Comentario a la Sentencia TS 14-2-1978», en Derecho 1200. A pesar de la influencia de la tesis de ROXIN, ya no es la creación de un
penal de la circulación. (Estudios de la jurisprudencia del Tribunal Supremo), riesgo no permitido el principal criterio para resolver este tema. Así, es-
PPU, T ed., Barcelona, 1990, pg. 67. También en nuestra dogmática, BUS- pecialmente, GIMBERNAT ORDEIG, ENRIQUE, Delitos cualificados por el resulta-
TOS RAMÍREZ, Obras, t. I, pgs. 641 y 871. Si bien parece reservar la imputa- do y causalidad, Centro de Estudios Ramón Areces, Madrid, 1990, pgs. 141,
ción objetiva al del desvalor de resultado, explica que se trata de estable- 145, 146. Señala que la norma penal no impone deberes de conducta para
cer la «conexión» entre desvalor de acción y de resultado. MATUS ACUÑA, impedir resultados en general sino resultados determinados. Lo relevan-
Derecho penal, pg. 150 y 151, habla de una «relación específica», aunque lo te es que lo que haya sucedido sea lo que la ley quiere evitar. También JA-
hace sólo respecto de la peligrosidad de la conducta en supuestos relati- KOBS, La imputación objetiva, pgs. 114, 120 y 121, rechaza la consideración
vos al medio ambiente. de aspectos hipotéticos y reserva la solución al ámbito de la planificación
1197. STRUENSEE, «Atribución», pgs. 449, 450, 453 y 457. y del principio in dubio pro reo.
1198. Sólo cambia el objeto y la perspectiva de la que se examina. 1201. MARTÍNEZ ESCAMILLA, La imputación, pgs. 171, 177, 186-189, 227, 229, 234,
1199. Así, GIL GIL, «Reflexiones», pgs. 388, 394 y 399. Aunque sí se presentan al- 268 y 324.
gunas críticas por su generalidad e imprecisión. Ver REYES ALVARADO, Im- 1202. Como nexo o vínculo siempre se refiere a un comportamiento realizado
putación, pgs. 311, 317, 329 y 376. efectivamente y no a uno supuesto o hipotético.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución

penal. Quizás tenga razón REYES ALVARADO1203 y no sea correcto ha- tractas por la mera ejecución formal del tipo y exigir alguna cone-
blar de criterios de imputación objetiva, en cuanto se mantenga una xión COR bienes jurídico-penales. En general, esta posición demanda
noción unitaria de imputación objetiva (como teoría). De modo que la ejecución de conductas típicas concretamente peligrosas. Por lo
las ideas de fin de la norma, realidad y sistema se consideren como que han admitido criterios de imputación a la conducta. Sin embar-
principios rectores de semejante imputación. go, aquí no sólo se rechaza la comprensión formal de los delitos de
puesta en peligro abstracto, sino que también se ha establecido aque-
lla peligrosidad como exigencia de todo desvalor de conducta. De
3. PROBLEMAS DE IMPUTACIÓN EN LOS DELITOS DE PUESTA suerte que comparte la aplicación de criterios normativos para la
EN PELIGRO ABSTRACTO atribución de comportamientos típicos. Pero todavía falta el examen
La imputación objetiva, ya como restricción de la causalidad ya de la imputación objetiva como nexo o ligamen normativo entre el
como su reemplazo, pretendía aplicar exclusivamente a los llamados desvalor de conducta y desvalor de resultado.
delitos de resultado material. Aunque su desvinculación de conside-
raciones causales permitió su consideración en tipos de omisión im- 3.1. Imputación del comportamiento
propia o comisión por omisión, no alcanza a los delitos de puesta en
peligro abstracto. Si bien se reconoce que en algunos supuestos exis- Como se ha expuesto, la actual dogmática de los tipos de pues-
ten efectos físicos externos y relación causal, se rechaza el empleo de ta en peligro abstracto tiende a reclamar la necesidad de constatar la
esta teoría respecto de estos tipos como delitos de mera actividad1204. concreta peligrosidad del comportamiento típico. Semejante decla-
En realidad, la exclusión de la imputación objetiva de resultados se ración se condice con la necesidad de aplicar criterios de imputación
justifica si se conciben como tipos sin resultado penal, es decir, como objetiva también para los llamados delitos de mera actividad, es de-
delitos formales. La falta de perturbación de algún bien jurídico-pe- cir, para todos los delitos. Básicamente, se trata de considerar la pro-
nal impide su imputación, pues nada hay que imputar al comporta- ducción de un riesgo jurídicamente prohibido o el incremento de un
miento del agente12113. De todas formas, se presentan tesis que se con- riesgo permitido por sobre los niveles autorizados1206. De este modo,
forman con la aplicación de semejantes delitos sobre la base de una esa «imputación» determina la real peligrosidad de un comporta-
presunción de peligrosidad o peligrosidad general de la conducta. miento típico, que posibilita el juicio de desvalor que realiza el juez
Pero también existen posiciones que reconocen cierta materialidad desde una perspectiva ex ante. En este sentido, se acepta la aplicación
en estos delitos y que reclaman la aplicación de algunos criterios de este criterio también para los delitos de puesta en peligro abs-
normativos de imputación. Se trata de no admitir realizaciones abs- tracto. De hecho, ello es más evidente en doctrinas que rundan esos
delitos en una peligrosidad semejante. Así, TORÍO LÓPEZ1207 destaca la
peligrosidad de la conducta por la efectiva contradicción de la nor-
ma, que constituye el centro de la teoría de la imputación objetiva.
1203. REYES ALVARADO, «Fundamentos», pg. 960. Se refiere específicamente a la consideración del fin de la norma y de
1204. En este sentido, se limita la imputación objetiva a delitos que exigen un la «adecuación típica» como factores de atribución penal para todo
«resultado» típico. POLITOFF LIFSCHITZ, Derecho penal, pg. 272, menciona
que esta teoría recobra la relevancia del resultado pero lo limita a un efec-
to típico, que -se ha dicho- no siempre coincide con la afectación del bien
penalmente tutelado. 1206. JESCHECK y WEIGEND, Tratado, pg. 307; REYES ALVARADO, Imputación, pgs. 89
1205. Sin perjuicio de que puedan existir efectos físicos causales que se puedan y ss.; JOSHI JUBERT, «Concurrencia», pgs. 735, 741 y 742; CURY URZÚA, De-
atribuir a la conducta del agente sin que tengan relación con el bien que recho penal, pgs. 290 y 292; POLITOFF LIFSCHITZ, Derecho penal, pgs. 272 y 273.
la norma tutela, como sucedería -por ejemplo- en el caso de destrucción 1207. TORÍO LÓPEZ, «LOS delitos», pgs. 844-847; el mismo, «Naturaleza», pgs. 34,
de basura por medio de fuego sin peligro para el bien que resguarda el 41 y ss. Ver MENDOZA BUERGO, Límites, pgs. 443-447; SILVA SÁNCHEZ, «Con-
delito de incendio. sideraciones», pg. 157.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
delito1208. Quizás, más que aludir a la creación de un riesgo o peligro forma de resultado. De hecho, la doctrina no se preocupa mayor-
jurídicamente prohibido convendría hablar de la realización de u n mente d& la imputación objetiva de puestas en peligro concreto12".
comportamiento en concreto peligroso como primer nivel de impu- ¿Cómo se separa la creación de un riesgo jurídico-penalmente rele-
tación objetiva, en orden a establecer la responsabilidad penal por el vante de su «concreción» ex post? Una cosa es la aceptación de di-
hecho1204. Como no se discute la aplicación de criterios de imputación versos estados desvalorados por la norma penal con atención a las
de comportamientos -ya como primer nivel de imputación o como situaciones que se tutelan y otra es precisar cómo se ha de proceder
fase previa a la imputación de resultados1210-, no será necesario dete- para su atribución1212. Es más, la precisión de un estado jurídicamen-
nerse en esta problemática. te desvalorado (como desvalor de resultado o resultado penal) tam-
bién es necesaria para establecer la necesidad de un nexo con la con-
Sin embargo, la teoría de la imputación objetiva en ilícitos de
ducta que se desvalora. El resultado depende del tipo de prohibición
puesta peligro abstracto se limita a este ámbito. Ello obedece, bási-
de que se trate. A partir de la aceptación de la existencia de un esta-
camente, a una noción de injusto penal que se satisface con el des-
do que la norma penal desvalora también en los tipos de puesta en
valor de conducta (injusto de peligrosidad). Aunque esta teoría se
peligro abstracto, la preocupación por este vínculo normativo tam-
admita para toda clase de ilícitos penales, ella no se ha desvincula-
bién se genera.
do totalmente de teorías causales. ¿La ausencia de efectos físicos se-
parables de la acción, impide la imputación de resultados? El pro-
blema se suele reconducir a la lesión bienes jurídico-penales. Pero 3.2. ¿Imputación del resultado?
¿qué lesión?, ¿cómo se imputa ésta? Normalmente, la falta de lesión
lleva a negar la imputación de resultados, como si no existiera otra La necesidad de que en los delitos de puesta en peligro abstrac-
to se cree un riesgo ex ante prohibido o que exceda de los límites per-
mitidos no presenta mayores problemas. La dificultad radica en que
ese riesgo se exprese o concrete en el resultado prohibido. De modo
1208. TORÍO LÓPEZ, «Naturaleza», pgs. 34, 35 y 42-47; REYES ALVARADO, Imputa- que la duda no se presenta respecto de la posibilidad de un resulta-
ción, pgs. 81-85, 100, 101, 106, 207 y 305; el mismo, «Fundamentos», pgs. do y de que requiera imputarse, sino de qué imputación se trata, có-
956 y 965; REY HUIDOBRO, «Cuestiones», pgs. 33 y 34. Cfr. GIL GIL, «Refle- mo se procede, con qué criterios. Lo propio de la imputación objeti-
xiones», pgs. 377, 378 y 387. va en sentido estricto es esa relación normativa o de antijuridicidad
1209. En este sentido se pronunciaba SILVA SÁNCHEZ, «Aberrado ictus», pgs. 368 entre el estado desvalorado por la norma y el comportamiento
y 369, al examinar el problema del error en el golpe. Señala como presu-
puesto de la imputación objetiva la existencia de un riesgo determinable concretamente peligroso. La situación contenida en las normas de
objetivamente ex ante en la conducta del agente. MARTÍNEZ ESCAMILLA, La puestas en peligro abstracto -caracterizada como una suerte de «re-
imputación, pg. 47, afirma que con independencia de la estimación de es- molino» o «tornado», se visualice o n o - no exige mantenerse en el
ta determinación como objeto o no de la imputación objetiva, lo cierto es tiempo. Basta con que ella se haya producido un momento siquiera
que la mayoría de los problemas que se conservan bajo el criterio de rea- para que la pretensión de respeto de la norma penal se vulnere. Así,
lización del riesgo son reconducibles a la creación de un riesgo penal- el conductor que ha consumido alguna sustancia nociva que altere
mente relevante. Por otro lado, REYES ALVARADO, Imputación, pgs. 101,102,
propone hablar siempre de riesgo permitido y abandonar la denomina-
ción «deber objetivo de cuidado», al ser un principio de imputación obje-
tiva aplicable a todos los delitos, dolosos y culposos.
1210. BUSTOS RAMÍREZ, Obras, 1.1, pg. 634, habla de un primer nivel de aplicación 1211. Justamente su dificultad favoreció la creación de tipos de peligro abstrac-
de la norma penal. Así, expresa que la antijuridicidad obedece a una se- tos.
gunda valoración que está integrada por dos momentos: 1) imputación 1212. Que ello sea más fácil con un resultado lesivo -aunque sólo si es material-
objetiva del resultado al riesgo creado por la conducta típica y 2) la au- no significa negar la imputación para establecer la responsabilidad penal
sencia de causas de justificación (pgs. 863 y 867-871). por otras formas de resultado.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
sus facultades (alcohol o drogas) ha de poner en marcha un vehícu- res como RODRÍGUEZ DEVESA1214 -que conciben la puesta en peligro
lo y conducirlo efectivamente en forma descontrolada aunque luego abstracto como un mero motivo de punición, peligro general o esta-
se detenga en la siguiente cuadra. Si bien esta forma de resultado (re- dístico- han entendido que no basta la creación de una situación pe-
molino) no se evidencia con tal claridad en otros bienes colectivos, ligrosa si el que la realiza toma las «medidas convenientes para con-
los criterios de gravedad suficiente permiten establecer la situación trarrestar el peligro nacido de su acción»1215. En todo caso, esta
de desprotección del bien jurídico-penal colaboran a ello. Es más, exclusión de peligro se refiere a la determinación de la específica
existen algunos tipos que protegen bienes colectivos de tal magnitud forma de resultado que estos ilícitos exigen1216. Como se ha estableci-
que la sola realización de la conducta peligrosa descrita en el tipo no do, la imputación objetiva no se reserva realmente a la determina-
sólo es peligrosa en concreto, sino que implica por sí misma tal si- ción del resultado, sino al vínculo que lo conecta con una determi-
tuación de incontrolabilidad. No se trata de suponer o presumir un nada conducta humana, ya desvalorada jurídico-penalmente. De
estado de perturbación de la mera ejecución del tipo, como se criti- todas formas, procede precisar este vínculo normativo siempre que
có en su momento de tesis clásicas y de otras que llegan a lo mismo. exista un resultado penal con relación a algún comportamiento hu-
Son casos en los que una vez creado el riesgo prohibido ex ante esca- mano. Este vínculo puede no existir o puede referirse al comporta-
pa al control del agente por la naturaleza de las conductas -su gra- miento de la propia víctima. En esos casos, no procede establecer
vedad-, que genera riesgos reales. Estas situaciones son muy excep- responsabilidad penal por el resultado. Se trata de determinar si el
cionales y básicamente se reducen a conductas relativas a riesgos resultado producido es concreción o expresión del comportamiento
nucleares y algunas otras relacionadas con sustancias explosivas. Pe- concretamente peligroso o se debe a un factor ajeno1217. En este senti-
ro en la mayoría de estos ilícitos se separa, aunque no físicamente, do, tiene particular relevancia el sentido que asigna el fin de protec-
un estado de peligro de un comportamiento peligroso. ción de la norma penal en la valoración de tal nexo1218. Con ello, el
En general, se puede decir que quien crea una fuente de peligro
o, mejor, quien realiza un comportamiento en concreto peligroso de-
be controlarlo, es decir, debe tomar medidas de resguardo adecua-
das. Básicamente, es destacable como elemento de atribución la idea cargados de la transfusión. TORÍO LÓPEZ, «Naturaleza», pg. 37, señala que
de «dominio de la fuente de peligro». El dominio de la conducta por un resultado no puede ser objetivamente imputado si no existe una real
posibilidad de control, es decir, si «falta la dominabilidad objetiva».
la adopción de medidas de cuidado adecuadas para mantener el
1214. RODRÍGUEZ DEVESA y SERRANO GÓMEZ, Derecho penal español, pg. 428. Así
control de la situación impide la vulneración de la norma por la cre- también BINDING, Die Normen, vol. I, pg. 386, lo expresaba en el supuesto
ación de un estado de indomabilidad desvalorado1213. Incluso auto- del incendio en una playa si quien lo realiza advierte a los navegantes de
su propósito. En similares términos, JAKOBS, Derecho penal, pg. 213. En
nuestra doctrina, CURY URZÚA, Derecho penal, pgs. 282-284.
1215. Cursiva añadida.
1213. En este sentido, GIMBERNAT ORDEIC, «Causalidad», pgs. 22, 46 y 47, desta- 1216. Así, se podría distinguir entre la exclusión de semejante estado de peligro
ca la relevancia de la conducta omisiva o activa. Cita como ejemplo de y la peligrosidad misma de la conducta según tales medidas se hayan
irrelevancia de la omisión el caso tradicional de los «pelos de cabra» que adoptado antes de la realización de la conducta peligrosa prohibida o
se destinan a la fabricación de pinceles. Aquí, la omisión de la desinfec- posteriormente.
ción previa a la entrega de tales pelos se debe a que el hecho continúa ba- 1217. NÁQUIRA RIVEROS, Derecho penal, pg. 112.
jo el control del omitente. Por otro lado, ilustra la irrelevancia de una ac- 1218. A este respecto se destacan las aportaciones de GIMBERNAT ORDEIG, Delitos
ción a partir de un caso de transfusión de sangre contaminada con SIDA. cualificados, pgs. 140 y ss. De igual modo, sobresalen ideas semejantes pa-
En este supuesto, no era relevante la transfusión misma sino la omisión ra esta clase de delitos en la doctrina más moderna, aunque sólo sea para
previa relativa al test que se debía aplicar a la sangre para determinar su precisar el peligro propio del desvalor de acción. Ver MENDOZA BUERGO,
contaminación. Esa omisión era relevante porque los responsables deja- «El delito», pg. 322. MATUS ACUÑA, Derecho penal, pg. 151 si bien pretende
ron de tener el control de la fuente de peligro al pasar la sangre a los en- referir el nexo de imputación a la conducta peligrosa, agrega que ello se

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución

juez ha de establecer si el peligro que surge queda o no abarcado por curso causal excede los límites del fin de la norma penal. En princi-
el objeto de la norma. Es decir, si su producción está dentro del con- pio, alude a los tradicionales delitos de resultado, a los que se refie-
texto de la situación que regula la norma penal1219. re normalmente la aplicación de estos criterios. Pero se preocupa por
desvincular el análisis de consideraciones meramente físicas o natu-
La admisión de esta idea como principio rector de la imputación rales. Señala que las lesiones de bienes jurídico-penales de los deli-
objetiva del comportamiento y del resultado se sostiene sin perjuicio tos de resultado son relevantes como manifestación de lo injusto pe-
de que sea útil acudir a mecanismos adicionales que permitan des- nal y no como datos naturalísticos1222. A pesar de la expresión
cubrir el objeto de regulación frente a la concreta situación de hecho «injusto», pudiera aún pensarse que considera tales datos en cuanto
que se valora1220. FRISCH1221 subraya que el resultado no se imputa si el sean parte del tipo y mantiene la referencia de la imputación objeti-
va a delitos que exijan efectos físicos sobre objetos de acción. Sin em-
bargo, tiene el cuidado de aclarar que el resultado ha de mostrarse
produce «de modo que la infracción administrativa tenga que ver especí- «como una discrepancia de la situación jurídicamente deseada». Ello
ficamente con el peligro surgido y éste resulte abarcado por el fin de pro- permite también entender que la imputación objetiva no se limita
tección de la norma». tampoco a la lesión y que existen otros estados desvalorados por la
1219. También JAKOBS, La imputación objetiva, pgs. 116-119, 123, 127 y 128, recu- norma que han de vincularse al comportamiento del agente. Conec-
rre a un solo criterio: resultados producidos de modo planificables o que
ta lo injusto con la producción de consecuencias cuya evitación esta-
su evitación fuera planificable. A este respecto, PEÑARANDA RAMOS, Enri-
que, SUÁREZ GONZÁLEZ, Carlos y CANCIO MELIÁ, Manuel, Un nuevo sistema ba jurídicamente garantizada. FRISCH afirma que un resultado no
de Derecho penal. Consideraciones sobre la teoría de la imputación de Günther puede ser objetivamente imputado si nada tiene que ver con la par-
Jakobs, Ad-Hoc, Buenos Aires, 1999, pgs. 109 y 110, critican la parquedad ticular infracción de derecho. Así, habla de un resultado injusto
de la imputación de resultados de este autor versus su elaboración acerca cuando es «consecuencia específica» de dicha infracción.
de la imputación de comportamientos. Le reprochan especialmente la fal-
ta de una teoría general del resultado. En este último sentido se acoge la Por tanto, el ámbito de protección de la norma penal tiene un rol
crítica que se le formula, pues habla de un efecto causal que se limita a en la determinación de comportamientos prohibidos y de resulta-
una concepción tradicional de «resultado», como modificación externa. dos, pero es fundamental a la hora de averiguar la vinculación que
Aquí se prefiere -siguiendo a REYES ALVARADO-, considerar el fin de la existe entre esas dos parcelas de lo antijurídico. De allí que sea pre-
norma como una idea que ha de regir el juicio en torno al nexo jurídico
ferible distinguir entre tipicidad y antijuridicidad, o -si se quiere-
que une desvalor de conducta y desvalor de resultado, más que un crite-
rio de imputación. entre antijuridicidad parcial y antijuridicidad completa desde de la
1220. Así, las destacadas consideraciones sistémicas. De otro lado, PUPPE, La im- norma penal primaria1223. Con tales expresiones únicamente se pre-
putación, pgs. 61, 65, 98, propone un método para verificar este nexo, aun tende destacar que la antijuridicidad completa no se da con la sola
cuando lo refiera a una conexión causal. Plantea separar el criterio del fin
de la norma de la causalidad de la infracción del deber de cuidado e im-
poner ésta por sobre la idea de realización del riesgo prohibido en el re-
sultado. Señala como criterio el que todas las condiciones o características 1222. Ello se comprende en su concepción de la imputación objetiva como teo-
del comportamiento que infringe el deber de cuidado aparezcan o figuren ría que determina el carácter injusto del resultado.
en la «explicación causal como parte necesaria de la condición suficiente 1223. En este sentido se recuerdan tanto las declaraciones de MIR PUIG (aunque
para la aparición del resultado». Esta propuesta puede ser interesante pa- parece referir la antijuridicidad completa a la norma penal secundaria) co-
ra examinar el nexo normativo, en cuanto el resultado desvalorado debe mo las de REYES ALVARADO. Este último sólo resta importancia a la distin-
ser explicación de la conducta peligrosa prohibida de otros factores o ele- ción entre tipicidad y antijuridicidad, si se admite una teoría de la impu-
mentos. Pero es criticable si se mantiene como conexión causal. Así se tación objetiva que determina el contenido de lo injusto. REYES ALVARADO,
acoge la crítica que le dirige, REYES ALVARADO, Imputación, pg. 239. Imputación, pgs. 67 y 73. De modo que lo relevante es establecer lo antiju-
1221. FRISCH, «La imputación», pgs. 29, 48-51, 55 y 65-67; el mismo, Tipo penal, rídico y no la coincidencia formal de la conducta con el tipo. Lo que no
pgs. 67, 75, 76, 86 y 109-114. significa que ambas categorías sean idénticas.

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado VI. Propuestas de solución
ejecución del tipo, aunque su constatación implique un juicio se atri- De este modo, si empleamos el clásico ejemplo de conducción
bución normativa. Tampoco se trata de negar importancia a las dos de vehículos en estado de ebriedad o bajo los efectos del alcohol o
bases sobre las que se establece la responsabilidad penal: antijuridi- las drogas, la sola conducción con determinados niveles de alcohol
cidad y culpabilidad. Lo importante es no confundir tipicidad con u otras sustancias sicotrópicas o estupefacientes no es suficiente pa-
antijuridicidad completa (no como antinormatividad 1224 ) y evitar que ra atribuir responsabilidad penal. La atribución de esta conducta al
el juez se quede en una atribución objetiva pero general de la con- tipo del artículo 115 A de la Ley 18290 con relación al artículo 196 E
ducta al supuesto de hecho descrito por el tipo. Si se quiere simpli- y 196 C de la misma ley constituye el primer nivel de determinación
ficar la estructura del delito, sería más conveniente acudir a estruc- de la responsabilidad penal. Se trata de la constatación de su tipici-
turas normativas de imputación y hablar de imputación objetiva o dad, con base en la valoración de una peligrosidad general de la con-
imputación del hecho e imputación subjetiva o imputación al sujeto ducta. Además de ese nivel de alcohol o del consumo de drogas, es
como autor culpable. En este sentido, MIR PUIG1225 entiende que se ha necesario que las sustancias afecten las facultades del sujeto, pues su
de abandonar la concepción de injusto y culpabilidad como dos as- influencia es relativa. Una conducción semejante es peligrosa en
pectos del delito completamente separados, pues todos son expre- concreto, al superar los límites del riesgo permitido. Interpretación
sión del principio de culpabilidad. Tal consideración obedece a un que se condice con el inciso primero del artículo 115 B, que permite
concepto global de imputación como imputación personal o teoría al tribunal considerar todos los medios de prueba para establecer el
de responsabilidad total, que autores como HRUSCHKA pretenden «estado general» del conductor «en relación con el control de sus
reivindicar desde antiguas nociones del concepto de imputación o sentidos». Sin embargo, aunque supere los niveles de riesgo permi-
imputatio122b. tido, puede ser que no se afecte la seguridad del tráfico rodado si el
conductor toma medidas adecuadas para ello, como una conducción
lenta por calles sin mucho tránsito, respetando todas las demás re-
1224. Como antinormatividad puede confundirse con la infracción «completa» glas del tránsito. Para afectar el bien tutelado es necesario que el con-
(culpable) de la norma primaria, necesaria para la aplicación de la secun- ductor cree con su conducta una situación de descontrol, al dejar de
daria. Así ocurre con tesis como las de MOLINA FERNÁNDEZ o MIR PUIG. ser segura la conducción que realiza. Así, la pérdida de control del
1225. MIR PUIG, «Significado», pg. 400. De hecho, en otra oportunidad habla de vehículo ha de ser concreción de la infracción del deber que el agen-
antijuridicidad completa y la distingue de la antijuridicidad objetiva. Pe- te tenía que cumplir. De este modo, la falta de control del vehículo
ro, entiende que ella es completa, e implica antinormatividad, cuando no debe ser concreción, por ejemplo, de la pérdida de un neumático,
existe una infracción objetiva y subjetiva de la norma. Refiere lo imputa-
ble a la infracción personal de la norma. ¿Qué queda de la culpabilidad?
de alguna otra falla técnica o de la acción de un tercero.
Todavía señala que excluía la posibilidad personal de motivación y con-
serva la «motivabilidad normal». Por eso dice que quizás convenga ha-
blar de «responsabilidad penal» antes que de culpabilidad. MIR PUIG, TIPICIDAD ANTIJURIDICIDAD CULPABILIDAD
«Antijuridicidad», pgs. 27 y 28. - Atribución de la - Desvalor de conducta - Juicio de
1226. De esta forma se hablaba de «imputatio plena». Ver REYES ALVARADO, Im- conducta a un tipo. y de resultado. reproche al
putación, pg. 119. En similar sentido ROXIN, Claus, «"Culpabilidad" y "res- autor por el
ponsabilidad" como categorías sistemáticas jurídicopenales», trad. D. Lu- 1° valoración: 2a valoración: (concreta)
(general) injusto que
zón Peña, en Problemas básicos del Derecho penal, REUS, Madrid, 1976, pgs. realizó.
210 y ss., habla también de una teoría de la responsabilidad referida a la Peligrosidad general a; Peligrosidad (Imputación
culpabilidad. Si bien separa ésta del injusto y expresa que su determina- de la conducta, ade- concreta de la total: autor
ción obedece a principios político-criminales que derivan de los fines de más de consideracio- conducta por creación c) Imputación culpable).
la pena, tal responsabilidad no deja de referirse a una categoría normati- nes subjetivas de dolo riesgo prohibido. objetiva
va de imputación. Afirma que «lo decisivo no es el poder actuar de otro e imprudencia. (nexo
modo, sino que el legislador desde puntos de vista jurídicopenales quie- b) Resultado: situación
de incontrolabilidad normativo)
ra hacer responsable al autor de su actuación».

432 433
Conclusión

1. Los delitos de peligro abstracto se conciben en general como


tipos sin resultado y, con ello, como formas de anticipación de tute-
la. Las anticipaciones se determinan según un objeto de referencia.
La intervención penal ha de tener por objeto un núcleo mínimo de
injusto. De modo que constituye anticipación penal toda aplicación
de pena por conductas que no alcancen ese mínimo. En este senti-
do, se requiere determinar previamente lo injusto penal, además de
qué constituye un resultado penalmente relevante. Su precisión de-
pende de qué perspectivas se adopten.
2. La determinación de lo injusto lleva al examen de la norma
penal. La norma no se reduce a un mero imperativo, ni es pura va-
loración, sino que tiene dos calidades o facetas (directiva y valorati-
va). Una noción global o unitaria de la norma penal conduce al exa-
men de lo que ella valora y desvalora. Ambas valoraciones se
determinan conforme a una específica noción de Derecho penal. Se
parte de la base de que éste ha de servir al hombre y, por ello, la tu-
tela que presta no debe desvincularse de sus necesidades. No toda
necesidad es penal, sino sólo aquella cuya satisfacción sea elemen-
tal para asegurar el orden social.
3. De este modo, un bien penal -en cuanto satisface una nece-
sidad penal- es situación o estado indispensable para el desarrollo
de la vida en comunidad, cuya tutela permite a los hombres confiar
en su conservación y con esa confianza desenvolverse libremente.
De allí que merezca «respeto». Como «situación respetable» se va-
lora y protege penalmente (bien jurídico-penal). En este modo, en-
tendemos que las normas contienen determinadas pretensiones de
respeto de bienes y en distintos niveles. Las necesidades que los bie-

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T. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado Conclusión

nes satisfacen no son ideales ni abstractas, por lo que ellos tampoco la «peligrosidad» como característica del comportamiento -que de-
lo son. El hombre -como ser social- se desenvuelve dentro de deter- termina^ su desvalor- del «estado de peligro», como consecuencia
minada realidad social. El bien jurídico-penal tiene un sustrato real, desvalorada (resultado).
con independencia de que sea material-físico o inmaterial. Tutelar 7. El principal problema de los delitos de peligro abstracto se
bienes no es sinónimo de tutelar abstracciones, así como el adoptar vincula con la posibilidad de aplicar penas sin que exista peligro al-
una perspectiva normativa no implica negar la realidad que le sirve guno, castigando conductas absolutamente inocuas. De hecho, no
de sustento a la norma. sólo las tradicionales nociones de peligro abstracto (presunción de
4. También existen bienes jurídico-penales colectivos. La concu- peligro y peligrosidad general de la conducta) llegan a estas conse-
rrencia conjunta de aspectos personales y colectivos para determinar cuencias, sino también concepciones doctrinales que pretenden re-
la calidad penal de un bien no impide la existencia de bienes indivi- solver este problema. Así, se muestra cierta «evolución» (material)
duales y colectivos autónomos. La protección de bienes colectivos en las concepciones de delito de peligro abstracto, sin que se refieran
-aunque se ponga a la persona como referencia- no exige vincula- a ilícitos diferentes. Son rechazables todas las tesis que lleguen a esa
ción con bienes individuales. Tampoco la protección de bienes indi- misma conclusión. Puede decirse que la mayor «evolución» se pro-
viduales requiere una conexión con bienes colectivos por existir un duce en el tránsito de argumentos relativos a la peligrosidad general
interés social para su tutela penal. No existe entre ellos una relación de la conducta a los que requieren la constatación de una peligrosi-
de subordinación o superioridad, aunque pueden vincularse legal- dad concreta. Esta concepción tampoco satisface en una noción de
mente. Se trata de una «vinculación eventual», que se presenta si la injusto que no se colma únicamente con el desvalor de la conducta.
norma penal tutela conjuntamente varios bienes (tipo compuesto o
8. Aceptar la existencia de un resultado de peligro (como estado
complejo).
desvalorado por la norma) no significa que se reduzca a una puesta
5. Desde una perspectiva normativa, el resultado obedece a una en peligro concreto en términos de «ingreso» de un bien penal en el
situación o estado que surge del comportamiento del agente y que radio de acción de una conducta peligrosa. Aunque no se advierta ex-
contradice aquel que la norma penal tutela, por lo que es valorado presamente, es usual vincular clásicas hipótesis de peligro abstracto
negativamente por ella. En este sentido, la clasificación de los deli- (como el incendio) con delitos de peligro común o general. Este peli-
tos de resultado material y delitos de mera actividad no tiene rele- gro se suele conectar con bienes jurídico-penales colectivos y se ca-
vancia, pues atiende a un problema estructural vinculado con los racteriza como un estado de amenaza o inseguridad por la pérdida
elementos del tipo. Todos los delitos son de resultado en cuanto re- de control del agente en el desarrollo de su conducta. Aquí surge otra
quieren la alteración de un estado que la norma penal tutela. Estado dificultad, la de configurar a la «seguridad» como un bien jurídico-
que puede revestir distintas modalidades según el específico conte- penal propio que se entiende lesionado por la sola ejecución del com-
nido normativo. Así, entendemos que existen distintas pretensiones portamiento típico. La suposición de esta lesión no se distingue de las
normativas cuya perturbación genera formas de resultado diversas. tesis clásicas criticadas. Admitir la existencia de bienes jurídico-pena-
les colectivos no implica aceptar su lesión. Es más, ella difícilmente se
6. La expresión «peligro» se pretende aplicar a realidades dis- produce sin suponer la concurrencia de comportamientos ajenos al
tintas, sin advertir las diversas nociones en juego. La peligrosidad se agente y durante cierto espacio de tiempo.
distingue del peligro. La conducta y sus características se separan de
sus efectos o consecuencias, como los juicios de valor de los objetos 9. La complejidad para determinar los delitos de peligro abs-
valorados. Si el juicio de valor (como «juicio de probabilidad») se di- tracto se favorece con los términos que emplea el legislador. La di-
rige al comportamiento, tiene por objeto determinar su cualidad de versidad es evidente, pero no determinante. Lo fundamental es el
peligroso, pero si se dirige a sus consecuencias, se determina la con- objeto y fin de la norma penal. Si bien cabe un examen caso a caso,
currencia o no de un estado de peligro. De este modo, distinguimos el análisis de tipos de peligro abstracto más tradicionales descubre

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r. VARGAS PINTO: Delitos de peligro abstracto y resultado Conclusión
una idea común detrás que permite elaborar una propuesta global. tiva. En este sentido, se alude a la realización de un comportamien-
No existe una real variedad entre las doctrinas examinadas, sino una to concretamente peligroso como primer nivel de imputación objeti-
continuidad en su desarrollo. De hecho, los supuestos típicos que se va, frente a la creación de un riesgo no permitido como criterio de
analizan no cambian -básicamente, figuras contra la salud pública, el imputación objetiva del comportamiento. La realización de ese ries-
tráfico rodado o, incluso, el tráfico comercial-. Lo determinante es la go en el resultado sería el segundo nivel de imputación, que deter-
idea que está detrás de la protección que confiere el legislador. La mina el vínculo normativo. Este vínculo también existe en los tipos
unidad no se opone a la variedad (legislativa), sino a la confusión. Es de peligro abstracto si se admite la realidad de este peligro como una
posible hablar de «unidad en la diversidad», por lo que no se justifi- forma de resultado penalmente relevante. En esta determinación se
ca un tratamiento diferenciado para los delitos de peligro abstracto. trata de poner en contacto el resultado penal con la conducta desva-
El principal problema en el examen de las distintas figuras radica en lorada según el fin de la concreta norma penal. Se excluyen efectos
que se conservan aún las nociones tradicionales de peligro abstracto. ajenos a la conducta del agente, con atención a aquellos que la nor-
ma prohibe.
10. Un análisis práctico muestra que la jurisprudencia exige, en
muchas ocasiones, la concurrencia de un peligro real que afecte al
bien tutelado. Este peligro se malinterpreta como peligrosidad con-
creta de la conducta o como puesta en peligro concreto. De hecho, es
difícil de aceptar un peligro concreto para bienes jurídico-penales
colectivos. El resultado de peligro no se reduce a ese peligro. Los de-
litos de peligro abstracto son tipos de peligro, cuyo injusto se funda-
menta en la idea de pérdida de control o dominio por la realización
de una conducta concretamente peligrosa de quien tenía el deber de
controlarla. En este sentido, el «estado de peligro abstracto» se de-
termina como creación de una «situación de incontrolabilidad» que
la norma busca reprimir y evitar. Situación que, sin exigir el ingreso
de un bien penal en el radio de acción de una conducta concreta-
mente peligrosa, ya genera un peligro suficientemente relevante.
Ella se revela como una especie de «tornado» o «remolino» que en-
vuelve al bien jurídico-penal colectivo y que puede alcanzar a cual-
quiera de los miembros del colectivo sin necesidad de que lo haga.

11. No hay mayor problema respecto de la imputación objetiva


del comportamiento en los delitos de peligro abstracto. La produc-
ción de un riesgo jurídicamente prohibido se exige para todo delito.
La teoría de la imputación objetiva se determina en términos estric-
tos como una relación o nexo que se presenta entre la creación de tal
riesgo (desvalor de conducta) y el resultado penal (desvalor de re-
sultado). Es un nexo normativo que conecta ambos desvalores des-
de el fin de la norma penal. Es preferible conservar una noción uni-
taria (aunque restringida) de imputación objetiva y acudir a
principios rectores antes que hablar de criterios de imputación obje-

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