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Seminario de investigación

Estudiantes: Luisa Juliana Sánchez Zea y Liz Valentina Salas Ríos


Título de investigación: Construcción de memoria histórica de las Madres de Soacha:
visibilización, verdad y resistencia.

Revisión de literatura

En el marco del conflicto armado colombiano las ejecuciones extrajudiciales abarcan un


considerable número de víctimas, algunas identificadas y otras no. En consecuencia,
familiares de las personas que sufrieron estas violaciones por parte de miembros del
Ejército Nacional, se han agrupado y fundaron colectivos como el de las Madres de Soacha.
Entonces, si consideramos que la memoria histórica se construye desde las víctimas por
medio de las movilizaciones que hacen para exigir de justicia y como expresión de
resistencia, se hace necesario conocer los registros que hay acerca de las acciones que
han desarrollado las Madres de Soacha, así como también definir cuáles de estas
contribuyen a la construcción de memoria.

El concepto de memoria histórica aparece, según Jelin (2002), en los años 80’s en el
contexto de las conmemoraciones al genocidio Nazi y se define como “ un espacio de lucha
política, y no pocas veces esta lucha es concebida en términos de la lucha «contra el
olvido»: recordar para no repetir” (p.6). En este sentido, la construcción de memoria desde
ese componente político refiere no solo a la alusión y registro de eventos históricos del
pasado sino a la manifestación que se hace desde el seno social como expresión de
resistencia al silencio, justicia y reconciliación. Después, Jelin expone que “abordar la
memoria involucra referirse a recuerdos y olvidos, narrativas y actos, silencios y gestos”
(p.17), lo que incluiría manifestaciones culturales, plantones, marchas, pancartas y
recopilación de testimonios.

Para el caso de Colombia, la construcción de memoria histórica se hace en relación al


conflicto, la guerra y la violencia interna que ha permeado la historia del país durante
muchos años. Según el Centro Nacional (2015), institución pública comprometida con la
consolidación de memoria histórica en Colombia, la memoria es una estrategia de
participación y reparación de víctimas que “busca reunir y recuperar los testimonios orales,
textos, documentos o cualquier información que permita reconocer los hechos de violencia
y que permita visibilizar y dignificar a las víctimas del conflicto armado, a sus familiares y
demás personas que hayan intentado prevenir estas violaciones a los derechos humanos”
CNMH (p.10).

En este sentido, en Colombia el conflicto armado ha permeado considerablemente las


relaciones sociales, políticas y culturales, siendo la construcción de memoria histórica una
estrategia fundamental para entenderlas. De manera que, dicha estrategia prioriza y
visibiliza las voces de las víctimas, quienes pueden ser muy diversas entre sí y diferir en
edad, sexo, género, condiciones socioeconomicas y nivel de afectación por la violencia. De
acuerdo al Centro Nacional de Memoria Histórica, principal establecimiento público que
recoge, compila y analiza las violaciones en el marco del conflicto armado colombiano, la
memoria histórica también brinda un escenario para el diálogo, la negociación y el
reconocimiento de las diferencias, integrando a los distintos actores del conflicto. (Área de
Memoria Histórica, 2009). En este sentido, diversos colectivos e individuos se han
apropiado de este mecanismo como una forma de resistencia y voz, convirtiéndose en
actores activos en la búsqueda de la verdad y la justicia (p.34).

Asimismo, esas víctimas participan en la construcción de memoria en su nombre, en el de


su familia, como líderes de una comunidad o se integran en movimientos sociales. Es este
último el pertinente para abordar el movimiento de las Madres de Soacha, conformado por
las madres, esposas y hermanas de los jóvenes del municipio de Soacha que fueron
desaparecidos y luego asesinados por el ejército colombiano, haciéndolos pasar como
guerrilleros, cuando en realidad eran totalmente ajenos a este tipo de grupos armados
ilegales (Ávila, 2019).

Dichas ejecuciones extrajudiciales, conocidas bajo el eufemismo de “Falsos positivos”, son


producto de distintas investigaciones por parte de organizaciones civiles y periodísticas,
tanto a nivel nacional como internacional (Pachón, 2009), pues a día de hoy, constituyen un
escándalo frente al cual la justicia ha sido ineficiente y un crimen de Estado que, según
Chambliss (1989, pág. 184), este consiste en:

La comisión de acciones que están previstas en la ley como delitos y son cometidas por
funcionarios que actúan en nombre del Estado, en tal sentido, la criminalidad organizada de
Estado (State organized- crime) no incluye en su definición aquellos actos que solo crean un
beneficio individual a los funcionarios que participan en él, por el contrario se refiere a la
violación de las normas penales como parte de una política oficial.

De manera que, si bien las ejecuciones extrajudiciales no son objeto de una política y
gobierno específico, estas tuvieron su incremento y dilatación durante la administración de
Alvaro Uribe Velez (Cárdenas, 2013). De acuerdo a la Oficina del Alto Comisionado para los
Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas se habla de 3.000 víctimas
entre 2004 y 2008, esto como producto de la política de la Seguridad Democrática
(Cárdenas, 2013) que pretendía erradicar los grupos guerrilleros. Por el contrario, de
acuerdo a Mónica Pachón (2009) “se descubrió que en el afán de reportar bajas de parte de
la guerrilla -y por ello recibir estímulos como días de vacaciones o puntos para su
promoción interna-, miembros del ejército secuestraban jóvenes de barrios de las periferias
urbanas, para luego asesinarlos y reportarlos como bajas guerrilleras”. Siendo así, Se
evidencia algo caracteristico de un crimen de Estado según Zaffaroni (2012): la violación al
Estado de derecho se justifica por una política de seguridad.

Ante estos hechos y la tardía justicia frente a los responsables, el colectivo Madres de
Soacha deciden organizarse para dignificar y dar a conocer los asesinatos de estos jóvenes
víctimas de las ejecuciones extrajudiciales por parte de las fuerzas armadas colombianas.
Esto a través de la construcción de memoria histórica que les ha permitido “comprender el
lugar que asume el sujeto, en el que este es capaz de reconstruir y re-significar su propia
historia e incorpórala en el presente, agenciando procesos transformadores a nivel
personal, político y social.” (Ávila, Galindo & Ramírez, 2018. pag. 32). Mediante narrativas
físicas, simbólicas y visuales, el colectivo ha emprendido una labor pedagógica y política al
manifestarse en espacios públicos, haciendo demandas sociales frente a los hechos
ocurridos entre 2004 y 2008 con los jóvenes del municipio de Soacha. Así como también
han participado activamente en la búsqueda de justicia y verdad, con la ayuda de
organizaciones sociales. (pag. 37). Estas acciones, enmarcadas como como construcción
de memoria histórica, también generan resistencia en cuanto se desdoblan en contra de un
poder determinado. En este sentido, buscan modificar la realidad imperante y ejecutar
transformaciones sociales.(pag. 38). Tal como mencionan Ávila, Galindo & Ramírez (2018)

Se originan a partir de situaciones en las que individuos y comunidades se ven expuestos de


forma repentina o permanente, lo cual permite el encuentro entre quienes comparten la
misma vulnerabilidad. Se trata de acciones que, en principio, parecen pequeñas
modificaciones en sus entornos, para luego, al sumarse, convertirse en significativas
transformaciones sociales, desde la cotidianidad.

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