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LA HISTORIA DE DURAN

B e r n a r d o GARCÍA MARTÍNEZ
E l Colegio de México

E L SIGLO XVI ES E L SIGLO en que se encuentran l a civilización


occidental y las grandes civilizaciones americanas. Apenas hacía
unos cuantos años que Colón había llegado a l N u e v o M u n d o y
el continente poco a poco i b a siendo descubierto y colonizado,
y las naciones indígenas conquistadas material y espiritualmente.
C o n e l descubrimiento de América se presentaron problemas
muy difíciles. E u r o p a marchaba p o r u n c a m i n o que había tra-
zado de antemano y que hasta cierto punto creía conocer cuando,
súbitamente, se encuentra frente a hombres t a n distintos y c o n
una civilización t a n ajena que e n u n p r i n c i p i o llegó a l extremo
de d u d a r si esos hombres tenían pleno uso de razón; y l a situa-
ción n o fue menos violenta y desconcertante p a r a los aborígenes.
L a historia es c o n o c i d a ; las dos culturas, que n o podían con-
v i v i r , chocaron ; y u n a de ellas tuvo que desaparecer.
Se acabaron entonces p a r a el i n d i o libertad, civilización, reli-
gión y ambiente propios. L a angustia que debió de haber sen-
tido es indescriptible. Y . p o r si esto fuera poco, quedó sometido,
reducido a l a tutela de las encomiendas. S u terrible situación fue
atenuada e n parte p o r l a labor piadosa de los misioneros cris-
tianos.
M a s aún después de haber entrado e l indio e n su nuevo e
impuesto m e d i o , el recuerdo y e l apego a sus tradiciones y l a
imborrable h u e l l a que el sufrimiento y el temor pasados dejaron
impresa en su esDÍritu. no oermitían que arraigaran bien en él las
nuevas costumbres y modos de v i d a .
N o f a l t a r o n evangelizadores que, como fray Diego Durán, se
p r e o c u p a r a n ante esto porque los indios, a l tener siempre pre-
sentes sus viejas costumbres y ceremonias, t a n impregnadas como
estaban de l a religión prehispánica, hacían u n a mezcla de cris-
LA H I S T O R I A D E D U R A N 31

tianismo e idolatría. Aún estaban "neutros", c o m o d i j o cierto


indígena ingenioso a l explicar su conducta a l mencionado f r a i l e . 1

" N o es posible [—dice D u r á n — ] darse bien l a sementera del


trigo y los frutales en l a tierra montuosa y llena de breñas y
m a l e z a si no estuviesen primero gastadas todas las raíces y cepas
que ella de n a t u r a l producía". ¿ Y cómo iban esos religiosos a
2

p o d e r extirpar los elementos paganos de la c o n d u c t a indígena


sin conocer b i e n las antiguas costumbres y creencias? Así pues,
se lanzaron a investigar el pasado indígena. Reconocieron e n -
tonces que aquellos — t a n t o soldados como religiosos— que h a -
bían destruido las fuentes de l a historia por creerlas cosa idólatra
y endemoniada habían cometido u n irreparable error, pero no
por eso desistieron y, a base de lo poco que quedaba, recons-
truyeron notablemente l a historia de los pueblos indígenas.
Esa necesidad de estudiar el pasado en bien de l a evangeli-
zación movió a fray D i e g o Durán, u n d o m i n i c o educado en
M é x i c o , a escribir su conocida H i s t o r i a . Emprendió su trabajo
teniendo como n o r m a lo que alguna vez expresó así: " p o r q u e ,
a m i pobre j u i c i o , no creo que haya cosa en el m u n d o de tra-
bajo más baldío que ocuparse toda l a v i d a el hombre trayendo
siempre entre manos lo que no entiende". Empezó a escribir
3

su libro ocupándose de los ritos v ceremonias religiosas, y sin


perder de vista su objetivo p r i n c i p a l de i n f o r m a r cómo tal o c u a l
costumbre que él veía en los indios tenía su raíz en u n a deter-
m i n a d a ceremonia antigua. Después, de seguro entusiasmado c o n
su trabajo, continuó haciendo u n a historia de l a nación m e x i -
c a n a , esta vez y a no tanto con el espíritu de u n misionero celoso
de las costumbres cuanto con el de u n historiador.

NADA NUEVO TENGO AQUÍ p a r a agregar a l a biografía del padre


D u r á n ; pero los datos que a l respecto hay son t a n escasos y tan
pocas veces se h a n mencionado, que no está por demás el re-
cordarlos.
E l cronista de su p r o v i n c i a religiosa, Agustín Dávila P a d i l l a ,
de quien más datos podrían esperarse porque lo trató personal-
mente y tal vez le debía algunos favores, lo m e n c i o n a apenas en
su H i s t o r i a de l a P r o v i n c i a de S a n t i a g o de México, y dice:
" F . Diego D u r á n , h i j o de México, escribió dos libros, uno de
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historia y otro de antiguallas de los indios mexicanos, l a cosa


más curiosa que en esta materia se h a visto. Vivió m u y enfermo
y no le hicieron sus trabajos, aunque parte de ellos están y a
impresos en la Filosofía n a t u r a l v m o r a l del padre José A c o s t a ,
a quien los dio el padre J u a n de T o v a r , que vive en el Colegio
de la Compañía de México. M u r i ó este padre el año de 1588". 4

Beristáin y Souza añadió más tarde l a fecha de su profesión


e n el C o n v e n t o I m p e r i a l de Santo D o m i n g o de México —8 de
m a r z o de 1556—, y dice que fue hijo de Juanote o A n o t e D u r a n ,
lo que es dudoso, como veremos luego. 5

H a c e cuatro décadas, Francisco Fernández del Castillo des-


cubrió, gracias a u n documento del A r c h i v o General de l a N a -
ción, en México, que D u r á n había nacido en Sevilla en 1537
y comprobó, como se había supuesto, que sabía l a lengua ná-
huatl. 9

V a r i o s datos de gran v a l o r sacó a la luz hacia 1945 F e r -


n a n d o Sandoval, q u i e n consultó los libros de actas de los d o m i -
nicos, preciosa fuente p a r a este t e m a : D u r á n llegó a diácono
e n septiembre de 1559 y fue a O a x a c a en 1561, provincia en la
que pasó buena parte de su v i d a . H a c i a 1581 se le nombró v i c a -
r i o de l a iglesia d o m i n i c a de H u e v a p a n , en las estribaciones del
Popocatépetl, donde cree S a n d o v a l que escribió l a mayor parte
de su o b r a .
7

Por último, D u r á n mismo d a en su libro noticias de sí: pasó


su niñez en T e x c o c o (t. i , p . 12), vivió en varios pueblos que no
n o m b r a pero que deben de estar en los actuales estados de
M o r e l o s , Puebla y O a x a c a (t. n , p p . 193, 216 y 218), estudió
profundamente el'náhuatl (t. i , p. 67) y terminó de escribir en
limioio la parte ritual de su obra en 1579 y la parte histórica
en 1581, según dice al f i n a l de c a d a u n a de ellas.* Algunas veces
se refiere a u n borrador que escribió antes de hacer l a redacción
definitiva.
Respecto a l a muerte d e l historiador d o m i n i c o , Dávila d a l a
fecha de 1588 y F r a n c o l a de 1587, que es menos probable p o r -
que u n o de los documentos d e l A r c h i v o de México que se re-
fieren a él está fechado, c o m o sabemos, en 1587, en v i d a aún
de Durán.
L A HISTORIA D E D U R A N 33

Sobre l a biografía d e l padre Durán no puede decirse, a la


f e c h a , m u c h o más. Parece correcto, como entiende S a n d o v a l ,
que fuera de f a m i l i a pobre, ajena a las guerras de conquista y
a las encomiendas, pero no se sabe siquiera si sus padres vivie-
9

ron en América. C a b e n muchas conjeturas más, pero bastante


aventuradas.
U n p u n t o dudoso es l a suposición de que Juanote o A n o t e
D u r á n haya sido el padre del personaje que estudiamos, puesto
que aquél tenía tiempo de v i v i r en América — v i n o en 1528 con
M o n t e j o — cuando D i e g o nació, y no existe dato alguno relativo
a que haya hecho u n viaje a España h a c i a 1537. 10

A l g u n a s interpretaciones erróneas, hechas sin base f i r m e , h a -


bían llevado a l a composición de u n a falsa biografía del padre
D u r á n . E l padre Alonso F r a n c o , en su crónica, e igualmente
E g u i a r a , Q u e t i f , E c h a r d y otros, lo hicieron n a t u r a l de T e x c o c o
y lo l l a m a r o n Pedro, errores inadmisibles que se debieron tal
vez a l a confusión c o n u n franciscano de apellido D u r á n que
r a d i c a b a en esa c i u d a d . Además, le negaban l a p r o p i e d a d de su
o b r a , diciendo que sólo había recopilado datos p a r a u n libro
que escribió Dávila P a d i l l a . (Recuérdese que l a H i s t o r i a de D u -
rán estuvo p e r d i d a desde que se escribió hasta el siglo x i x ) . A
estos errores, C l a v i j e r o añade otro a l decir que se l l a m a b a F e r -
n a n d o . Beristáin y Souza rectificó el nombre y le restituyó su
carácter de autor de u n libro, pero no corrigió l a n a c i o n a l i d a d .
Ramírez se dio cuenta, gracias a lo que dice D u r á n mismo,
de que éste no había nacido en Tezcoco, pero creyó que era
nativo de l a c i u d a d de México, mestizo, producto d e ' u n o de los
primeros enlaces legítimos que hubo en l a N u e v a España. Parece
que el citado historiador interpretó m a l l a noticia de Dávila
P a d i l l a sobre su correligionario y que no entendió l a frase " h i j o
de M é x i c o " en el sentido de h i j o de religión de l a P r o v i n c i a de
M é x i c o , que es el correcto, como observó Fernández del C a s -
tillo. 11

E L MANUSCRITO DEL QUE SE HIZO l a p r i m e r a — y en rigor úni-


ca— edición de esta o b r a , - es u n a copia del o r i g i n a l —desapa-
1

r e c i d o — , l a c u a l se h a l l a en l a Biblioteca N a c i o n a l de M a d r i d .
Está escrita a dos columnas, con letra d e l siglo x v i , y su título
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es H i s t o r i a de las I n d i a s de N . / Y Islas y t i e r r a f i r m e . Tiene, a


l a cabeza de l a mayor parte de los capítulos, estampas i l u m i n a -
das, el conjunto de las cuales f o r m a u n Códice.
D o n José F e r n a n d o Ramírez descubrió el manuscrito y, ayu-
d a d o por el gobierno mexicano, mandó hacer u n a copia, que
se concluyó en 1854 por obra del señor Francisco González de
V e r a . Ramírez creía que l a c o p i a de l a Biblioteca de M a d r i d
estaba destinada a l a impresión — c o n malas intenciones, tal vez,
puesto que el nombre del autor se halló b o r r a d o — y que tenía,
c o m o era de esperarse, errores respecto del original.
L a obra fue d i v i d i d a en dos partes p a r a su impresión, y se
separaron las estampas del códice p a r a formar u n atlas de 49
láminas. E l tomo i , que contiene los capítulos del 1 al 68, más
una Introducción escrita por Ramírez, fue impreso durante el
Imperio, en 1867. L a s circunstancias detuvieron l a impresión,
y el resto de l a obra, con el a t l a s , no apareció sino hasta 1880,
cuando su insigne editor había ya muerto. E l segundo tomo fue
publicado bajo l a dirección de G u m e s i n d o M e n d o z a , que era
director del M u s e o N a c i o n a l , y se amplió con u n Apéndice,
por C h a v e r o , que contiene u n a amplísima explicación de 16 lá-
minas de l a colección de M . A u b i n que se añadieron a l a t l a s .
Ramírez tenía en mente hacer u n a explicación de las láminas
del Códice D u r á n , y también unas notas amplias sobre algunos
problemas planteados por l a obra, pero no llegó a realizarlas.
L a obra del padre Durán comprende u n a parte histórica y
otra ritual, y está d i v i d i d a en tres "tratados". E l primero, que
comprende l a parte histórica, tiene 78 capítulos que relatan la
historia de l a nación m e x i c a n a desde su origen hasta el f i n .
E l segundo, de 23 capítulos — q u e continúan c o n l a numeración
de los anteriores—, pertenece a l a parte r i t u a l , y d a noticias de
dioses, templos, sacerdotes y culto. E l último tratado pertenece
también a l a parte r i t u a l , tiene 3 capítulos precedidos de u n a
"epístola" y terminados c o n 19 divisiones más, no contadas como
capítulos, y se o c u p a del calendario y su ordenación, divisiones
y festividades. E n t r e los dos primeros tratados hay unos párrafos
que deben considerarse como l a introducción de la obra, ya que
exponen los propósitos que llevaron a su ejecución y fueron es-
critos con a n t e r i o r i d a d a todo lo demás.
L A H I S T O R I A D E D U R A N 35

C u a n d o f r a y D i e g o terminó de escribir —esto es, a l finalizar


la parte histórica— d i j o algo que d a a entender que pensaba
c o n t i n u a r su trabajo. L a interpretación no es segura, pues l a
mención es confusa; de cualquier manera, no h a llegado a nos-
otros continuación alguna de l a o b r a . 13

M e parece, por otra parte, que algo se h a perdido de la


H i s t o r i a que nos ocupa. E n el tratado ra, en varias ocasiones,
h a c e referencia a puntos mencionados en el anterior, y para
remitirse a ellos da el número del capítulo en que están compren-
didos. E l autor, a l ocuparse, por ejemplo, del undécimo mes
del año mexicano, se remite a l capítulo en que habló de l a diosa
T o c i que debe ser, dice, el décimonoveno; pero en l a edición
ese capítulo es el décimoquinto. E n todas las referencias que
hace, las cuales remiten a casi todo el tratado n en f o r m a que no
dan lugar a pensar que se trate tan sólo de u n a numeración
i n v e r t i d a o m o d i f i c a d a , se nota que hubo cuatro capítulos, los
primeros de l a parte ritual, que fueron descontados, tal vez a l
h a c e r l a c o p i a conservada en M a d r i d .
A l g o más d a lugar a esta suposición, y es l a existencia de
una lámina aislada que ocupaba, en la copia, el lugar corres-
pondiente a los cuatro capítulos mencionados. Se trata de u n a
estampa con el escudo de armas de México, notablemente dis-
t i n t a en f o r m a y significado a l a que a d o r n a el capítulo relativo
a l a fundación de México en l a parte histórica. ( E n ésta, el
águila devora u n a serpiente; en aquélla u n p á j a r o ) . Algunos
de los capítulos que supongo faltantes debían de ocuparse de
algo, relacionado con esa estampa a i s l a d a . 14

D u r á n se muestra como u n autor que se basó en relatos


orales, observaciones, crónicas indígenas y, tal vez, aunque en
m e n o r grado, en los trabajos de algún historiador español. L a s
crónicas indígenas fueron l a p r i n c i p a l fuente p a r a él, y entre
ellas cabe contar códices tanto antiguos como coloniales y alguna
o b r a escrita tras l a C o n q u i s t a por algún indígena, m u y proba-
blemente en náhuatl.
Debe ser a u n a obra así a l a que frecuentemente se refiere
al citar u n a " h i s t o r i a m e x i c a n a " que le sirvió de base. T a n t o
debe haberse apegado a ella que d i j o que si algún error tuviera
su libro que se le atribuya a su fuente y " q u e no le digan mentís
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n o habiendo mentido é l " . 15


Podría pensarse que esta "historia
m e x i c a n a " n o fuese u n a obra en particular, sino varios trabajos
m u y diversos, incluso n i siquiera escritos; pero en c o n t r a de este
argumento — n o carente de fundamento, por lo d e m á s — puede
tomarse l a siguiente explicación de D u r á n a l pasar a tratar de
los tributos que recibía M é x i c o : ( G a p . 25) " L a historia m e x i -
c a n a hace en este lugar u n a digresión y p a r t i c u l a r m e m o r i a de
los grandes tributos y riquezas que entraban en l a c i u d a d de M é -
x i c o " . E l que l a " h i s t o r i a m e x i c a n a " haga en este l u g a r una
digresión y referencia a tributos parece i n d i c a r que d i c h a histo-
r i a es u n conjunto ordenado y tal vez completo. Además, en las
páginas 397 y 393 del tomo i , dice que esa " h i s t o r i a m e x i c a n a "
no concuerda c o n otras crónicas en ciertos puntos. N o podemos
saber si esa fuente estaba escrita en náhuatl, pero es posible; y
D u r á n conocía l a lengua.
E n cuanto a los relatos orales, no puede saberse n a d a de
su carácter. E l autor sólo dice en ocasiones que le dijeron tal
o cual cosa; a lo más, que el informante fue u n i n d i o de deter-
m i n a d o l u g a r , o u n conquistador, o u n religioso como fray F r a n -
cisco de A g u i l a r (t. n , p. 8 2 ) . Observaciones o investigaciones
personales suyas las cita raras veces, como, por ejemplo, l a bús-
queda de u n códice del c u a l tenía noticia que se h a l l a b a en
O c u i t u c o , cerca de H u e y a p a n , de donde fue v i c a r i o (t. n , p. 7 6 ) .
Inclusive los que, como Ramírez y C h a v e r o , lo consideraron
autor de segunda m a n o , aceptaron como válida l a suposición de
que amplió su trabajo con base en este tipo de datos. L a infor-
mación o r a l debió de haber sido más abundante por lo que
respecta a ceremonias, usos y costumbres.
Q u e D u r á n tradujo o copió algunos pasajes que aparecen en
su obra lo demuestra Ramírez de u n a m a n e r a m u y acertada,
haciendo notar l a diferencia entre el estilo literario de las piezas
oratorias que pone en boca de los personajes en l a parte histó-
rica, y el d e l resto de la o b r a : el de aquéllas es notablemente
superior y distinto. A u n q u e también cabe considerar que esas
piezas oratorias p u d i e r o n ser obra del m i s m o escritor si éste h u -
biera sido acaso ün elocuente predicador y h u b i e r a tenido más
gusto o f a c i l i d a d p a r a el sermón o el género dialogístico que p a r a
el narrativo.
LA HISTORIA D E D U R A N 37

Así pues, en l a historia del padre Durán, a u n en el caso de


que sean muchos los elementos de copia y traducción, lo q u e
h a y de original no debió ser menos. D e m a n e r a que su trabajo
no fue fácil. Reconstruir u n a civilización destruida es c o m o
a r m a r u n edificio derrumbado del que muchas veces no quedan
planos n i cimientos y hay que buscar el lugar de cada piedra
p a r a colocarla en pie, c o n el riesgo de poner alguna que n o
pertenezca o hacerlo en lugar equivocado y provocar que tarde
o t e m p r a n o se caiga lo que se h a rehecho. Durán no tuvo que
hacer sus estudios desde el p r i n c i p i o , pero sí fue uno de los p r i -
meros, y debió encontrarse con partes que corregir, con huecos
que rellenar y con muchas cosas que difícilmente se i n c o r p o -
r a b a n en el conjunto. C o n razón se quejó de los españoles que
destruyeron fuentes y vestigios — " c o n buen celo, pero c o n poca
p r u d e n c i a " — e hicieron el trabajo tan difícil como lo verá quien
"tomase l a mesma impresa que yo, y a l cabo descubrirá de m i l
partes l a m e d i a " .
16

E n el libro de Durán hay historia y hay leyenda, como no p o -


día dejar de ser en u n a crónica o relato indígena n i en l a menta-
l i d a d de u n conquistador o u n misionero; aún hoy, no es siempre
fácil distinguir entre l a v e r d a d y l a leyenda de las historias a n t i -
guas. L o importante es saber aprovechar ambas para el conoci-
m i e n t o de las civilizaciones. M u c h o s desprecian a autores c o m o
el que nos ocupa, por sus leyendas y cuentos; pero éstos pueden
llevar a l conocimiento de l a c u l t u r a de u n pueblo tan bien c o m o
muchas narraciones objetivas.

¿ C U Á L F U E EL FRUTO del trabajo del padre D u r á n ? Desde l u e -


go, u n a obra m o n u m e n t a l en cuanto a dimensiones y a l a enor-
m e c a n t i d a d de datos que alberga. N o u n a historia completa de
la nación mexicana, porque omite muchos aspectos de l a c u l t u r a ,
concretándose, en general, a lo más objetivo y, podríamos decir,
espectacular o heroico de l a historia política, y a lo externo de
la religión. Pero los temas que toca de n i n g u n a manera los
deja confusos o a medias; antes bien, realmente no puede e x i -
gírsele que sea más detallado.
N o conviene, por otra parte, juzgar con los mismos c o n -
ceptos a l a parte ritual y a l a parte histórica que en r i g o r
38 B E R N A R D O GARCIA MARTÍNEZ

son dos obras distintas. L a segunda se parece más a u n a cró-


n i c a que a una historia, pues carece casi totalmente de opinio-
nes. T r a t a los temas con abundante información y bastante de-
tenimiento, pero tanto es el detalle que no todo puede creerse
— a p a r t e de lo que obviamente se presenta como leyenda. Es pro-
bable que tenga muchas confusiones y errores en lo que se
refiere a l a narración de hechos particulares, pues si hay unos
que saltan a l a vista en l a parte que se o c u p a de l a C o n q u i s t a ,
más debe de haberlos en lo que toca a l a historia más a n t i g u a ;
pero el conjunto y l a ordenación son correctos, l a cronología es
bastante exacta, se demuestra conocimiento de l a geografía,'espe-
cialmente de l a región de México y los volcanes, y no hay con-
tradicciones notorias. E n su mayor parte, este tratado histórico
se o c u p a de narrar batallas, y es que l a m e m o r i a de ellas debió
de haber sido lo que más debía de conservarse de l a historia
m e x i c a n a a l a llegada de los españoles.
M á s d i g n a de elogios resulta l a parte ritual. Aquí Durán es
ya u n verdadero historiador, pues o p i n a , juzga, comprueba con
base en lo que subsiste y saca provecho y enseñanza. Parece más
digno de crédito en esta parte, y claramente se nota que lo que
hay de leyenda o de descripción m a l documentada es m u c h o
menos. Desde luego, las costumbres prehispánicas aún subsistían
en v i d a de fray D i e g o y su estudio se veía facilitado por ese
h e c h o ; además, Durán, a l observar las reminiscencias de esas
costumbres, p u d o c o n f i r m a r los datos que tenía sobre su prác-
tica original, pues no existirían restos de algo que no hubiera
existido.
E n la parte que corresponde al calendario, las explicaciones
son más abundantes, y hay u n a buena interpretación de los
jeroglíficos de los a ñ o s . "
Las láminas del Códice debieron de haber sido copiadas de
pinturas indígenas y, aunque m u y europeizadas, no perdieron
su significado n i su carácter autóctono.
Si D u r á n sacó provecho de sus estudios en bien de l a evange-
lización, no menos es posible ayudar con ellos l a reconstrucción
de l a historia m e x i c a n a prehispánica. S u libro, pormenorizado
hasta lo inimaginable, está lleno de leyendas, supersticiones, he-
chicerías, magias y cosas parecidas, y desde luego no es posible
L A HISTORIA D E D U R A N 39

d a r l e fe a todo é l ; pero sí aprovecharlo íntegro. Así como es, l a


o b r a de Durán resulta, como dice Ramírez, u n a historia r a d i c a l -
mente mexicana, c o n fisonomía española, donde junto c o n los
18

relatos de los hechos reales tuvieron que conservarse las p a l a -


bras de los dioses, las hazañas fabulosas de los héroes, las h e c h i -
cerías y las fantasías. L a s historias más antiguas de todos los
pueblos son así, y esto no constituye u n defecto en l a obra del
p a d r e Durán, sino u n a c u a l i d a d , porque además de representar
al pueblo mexicano tal c u a l era, suple l a falta de u n a auténtica
historia indígena, que no debe de haber sido diferente.
A l ser, en esencia, u n a historia indígena, da u n cuadro de
la evolución de l a nación m e x i c a n a pintado por los mismos m e -
xicanos, que, mejor que cualquier otra cosa, expresa vivamente
la situación y los sentimientos d e l pueblo a m e d i d a que su nación
se asentaba, se fortalecía, comenzaba su expansión política y
territorial y, encontrándose en pleno apogeo, era conquistada.
Por ejemplo, en las elocuentes palabras que su autor puso en
boca de los personajes históricos se retratan los sufrimientos de
la peregrinación, l a inseguridad da los primeros años — a c o m -
pañada de u n a g r a n h u m i l d a d — , el desarrollo, las conquistas
y e l goce de l a gloria y del poder —expresado con gran orgu-
l l o — , el temor causado por las predicciones de la caída y el
heroísmo mostrado ante ésta. Se notan en ellas también l a c u l -
t u r a , l a fe y las exquisitas educación y cortesía tan propias de
los indígenas.
Gracias a esto c u p o a Ramírez decir con razón que l a histo-
ria de Durán representa a l v i v o a l pueblo mexicano y permite
que le veamos mover, le oigamos discurrir y sintamos lo que
siente como si nos encontráramos entre é l . 19

Durán d a en su obra, como nadie, u n a idea clarísima de l a


i m p o r t a n c i a extraordinaria de lo religioso en todos los aspectos
de l a v i d a m e x i c a n a precortesiana; de cómo no había activida-
des desligadas de ellas y de cómo l a a c t i v i d a d p r i m o r d i a l m i s m a ,
la ocupación que h o n r a b a y distinguía, l a guerra, era u n rito.
M u c h o s aspectos particulares de l a historia prehispánica
están m u y bien recalcados en esta o b r a : l a gran i m p o r t a n c i a del
famoso y discutido Tlacaélel, príncipe de México, cabeza efec-
t i v a del I m p e r i o por más o menos sesenta años; la a u t o r i d a d
40 B E R N A R D O GARCÍA MARTÍNEZ

de las opiniones de los reyes de T e x c o c o en los asuntos de l a


T r i p l e A l i a n z a ; el temor y respeto de los indígenas tributarios
de México hacia su metrópoli y quienes la gobernaban; las rela-
ciones — m u y curiosas en v e r d a d — entre México y los varios
reinos enemigos que tenía por vecinos y c o n los que celebraba
l a guerra florida.
Y en cuanto a las leyendas, que hemos notado que son abun-
dantes y de valor, hay u n a que es m u y interesante y significa-
t i v a : l a que narra cómo M o c t e z u m a i envió a unos sabios he-
chiceros a investigar el pasado de su nación y cómo éstos re-
m o n t a r o n hasta cierto punto conocido el camino que habían
seguido los mexicanos en su v e n i d a a l centro del país. D e ahí
en adelante el c a m i n o era desconocido y sólo su m a g i a los llevó
a l a misteriosa Aztlán. E l hecho de que esa leyenda prehispánica
i n d i q u e sólo u n trozo del c a m i n o de l a peregrinación, parece
señalar que los antiguos mexicanos mismos ignoraban parte m u y
importante de su h i s t o r i a .
20

S i n que su autor se lo propusiera, l a obra que nos ocupa h a


llegado a ser también u n documento p a r a l a historia de l a
evangelización de los indios, pues señala y trata de combatir
defectos notables, que debieron de ser m u y comunes entre los
misioneros poco diligentes y que p r o v o c a r o n u n a conversión
p o c o sincera. D o s notas a l respecto hechas por D u r a n son m u y
ilustrativas:

E n u n a , critica lo que podemos l l a m a r carencia de sentido


pedagógico por parte de frailes que trataban a los indios como
a seminaristas y no como a personas que desconocían comple-
tamente el cristianismo: en u n a ocasión fue a oir a u n predicador
que a l verlo "conociéndome [—dice—] entender l a lengua,
quísose esmerar y tomó p o r tema r e f u l s i t sol yelipeos áureos,
etc., y empezó a tratar del resplandor divino y de las divinas
personas, que n i él se entendió n i los oyentes le entendieron
quedándose todos en tinieblas y aún yo m u y desabrido de ver
cuán poco atinamos a dar en el blanco de lo que los indios h a n
menester porque el ministro que quisiere subir l a cuerda ¡un
p u n t o más de lo que al bajo j u i c i o de indio combiene hará
disonancia y aprovechará m u y poco porque en empezando el
L A H I S T O R I A D E D U R A N 41

i n d i o a perder el hilo de lo que trata y trae entre las manos,


y de sus puertas adentro oye l a voz de Jacob y p a l p a las manos
de Esaú, que es estar haciendo rayas en el suelo o contando
piedrezuelas sin prestar m a l d i t a l a atención, deseando que acabe
y se quite de allí porque no le entiende cuanto d i c e " . 21

En otra, reprende a los misioneros que hacen su trabajo con


poco celo, sin c u i d a d o , sin preocuparse de si lo que enseñan
es correcto o h a sido b i e n entendido, " y comen y beben y duer-
men tan sin c u i d a d o como si no hubieran de dar a D i o s cuenta
de los que por sus culpas se v a n a l i n f i e r n o " . 22

Faltas semejantes debieron haber sido la causa de fracasos


sufridos en l a evangelización, y el origen de muchas conversio-
nes de indios, hechas sólo por guardar las apariencias o acaso
sinceramente, pero con errores de doctrina.

DE LA LECTURA de l a obra algo puede indagarse sobre l a visión


que tenía su autor del indígena y de su c u l t u r a ; de su actitud
h a c i a ellos. C o m o misionero debió de haber sentido aprecio por
los indios y varias citas que hace en su libro v menciones sobre
sus informantes i n d i c a n que los trató ampliamente. P o r otra
parte, debe pensarse que los indios no pondrían información tan
copiosa como l a que le dieron en manos de u n español que les
fuera extraño u hostil. E n sus párrafos, Durán se muestra c o m o
amante de los indios, pero sin llegar a ser u n apologista. E n
el discurso de su obra, cuantas veces viene a l caso, hace notar
sus cualidades y las reconoce, pero no las pondera n i exalta,
sino por excepción. P i n t a a los indios como inteligentes, hábiles,
astutos, valerosos, correctos y morales, pero terriblemente d i a -
bólicos por su religión v sus prácticas sangrientas. Y esto, p a r a
el buen fray D i e g o , es u n defecto que opaca todas las demás
virtudes, v por ello es que Durán no llegó a ser u n a d m i r a d o r
de l a civilización indígena.
R a r a s veces trata D u r á n a los indios con adjetivos realmente
despectivos. D e hecho sólo lo hace a l p r i n c i p i o , en su p r i m e r
capítulo, en que los l l a m a cobardes, pusilánimes y obcecados
— m u y insistentemente— y los hace descendientes de los judíos
con todos los defectos que u n cristiano de esa época podría
42 B E R N A R D O GARCÍA MARTÍNEZ

atribuir a aquéllos. E n este lugar expone sus razones p a r a su-


poner que los indígenas son de ascendencia hebrea, pero el
asunto no lo vuelve a tocar más. L o s juicios que en esa parte
de su obra expresa parecen diferentes en espíritu, y hasta llegan
a estar en contradicción con las opiniones del resto, por lo que
puede pensarse, con muchas reservas, que fueron tomados de
algún otro escritor español.

E n las observaciones que D u r á n hace de la religión indíge-


n a — n a d a favorable a ésta, desde l u e g o — hay aspectos inte-
resantes. P a r a él fueron realmente envidiables la fe y l a devoción
de los indios por sus antiguos dioses, muestra su admiración y
se lamenta amargamente de que no sean iguales los sentimientos
de esos mismos indios h a c i a el cristianismo. 23
E n unas frases
puso como ejemplar el fervor indígena: " n o dejará de causar
contento y recreación el oírlo y leerlo y el ver l a curiosidad con
que los indios edificaban los templos a sus dioses y cómo Jos
a d o r n a b a n y pulían. Y ahora, p a r a Dios, hay quien diga que
basta una iglesia de adobe bajita y no m u y g r a n d e " . 24
Exhorta
a los misioneros a que trabajen por despertar en los indios
sentimientos iguales p a r a c o n l a religión cristiana, y atribuye
los males a l a poca energía y apatía con que muchos de aquéllos
realizan su labor. '

D u r á n expone claramente en sus páginas cuán grande era


el poderío de M é x i c o y cuán fuerte la dominación que ejercía
sobre las provincias conquistadas, pero no expresa opiniones
a l respecto, y casi no reprueba las matanzas de las guerras
— c o m o hace con las de los sacrificios—, limitándose a notar que
" e r a n cosa que causaba g r a n p i e d a d y compasión", frase repe-
t i d a innumerables veces en l a o b r a ; antes bien, parecen más
duros los reproches que hace a los conquistadores españoles por
los varios excesos que cometieron. E s que Durán juzga a los
mexicanos y a sus obras como si él mismo fuese u n mexicano
de l a época de los tecuhtlis, no de las provincias, sino de M é x i c o
o de T e x c o c o , u n noble tal vez, b i e n educado y buen observa-
dor, guerrero, c o n sentido del honor y respetuoso de su rey, pero
cristiano fervoroso.
L A HISTORIA D E D U R A N 43

EL ESTILO LITERARIO de Durán —lenguaje del siglo x v i — no


es f i n o n i p u l i d o , n i m u y correcto desde el punto de vista gra-
m a t i c a l ; si bien no carece, n i m u c h o menos, de acertadas me-
táforas y de elegantes expresiones. M a s l a característica sobre-
saliente de su estilo es el ser común y sencillo, casi como el
lenguaje hablado. Ramírez lo l l a m a pobre y desarreglado, y no
se e q u i v o c a , pero no hay que entender por ello que es vulgar
o i n c u l t o . P o r causa de las defectuosas puntuación y ortogra-
fía de su lenguaje — q u e se h a corregido en l a edición hasta
donde h a sido posible sin apartarse m u c h o del o r i g i n a l — se
confunde en varias partes el lector, pero no es difícil desvanecer
la confusión c o n el cambio de u n a c o m a o de u n a preposición.
El autor no l o g r a , a veces, completa c l a r i d a d en su relato,
pero cuando su propósito es dar u n a explicación logra hacerlo
sin rodeos y c o n precisión.
C o m o l a o b r a de Durán es u n a historia m u y a l v i v o y de
m u c h o colorido, el lenguaje tan usual y tan sencillo que tiene
no resulta i n a p r o p i a d o del todo, y es ilustrativo y bastante agra-
dable. S i n embargo, no son pocas las ocasiones en que, debido
precisamente a lo común y n a t u r a l que es, este lenguaje re-
sulta impropio p a r a ser escrito, y da lugar a repeticiones o e n u -
meraciones tediosas, a corroboraciones innecesarias y, lo que es
peor por cuanto que suele provocar que se p i e r d a el hilo de l a
lectura, digresiones que no siempre son breves.

Las faltas más graves de lenguaje de fray D i e g o se h a l l a n


en las palabras del todo impropias e inadecuadas que usó p a r a
designar cosas de i n d i o s : "centuriones", "ayuntamientos", "sa-
raos", "virreyes", " c a b i l d o s " , "maestres de c a m p o " , "sargentos",
" j u b i l e o s " , " h e b d ó m a d a s " y otras. E s cierto que l a mayoría de
los conceptos indígenas no h a n llegado, aún hoy, a ser traducidos
con propiedad, pero n u n c a h a n faltado palabras más adecua-
das que las que usó Durán. Él lo hizo así, de seguro por estar
muy acostumbrado a l lenguaje español y a sus pensamientos
occidentales. T a n es cierto esto, que llegó a poner en boca de
indios frases que éstos j a m á s hubieran d i c h o : " e n toda l a re-
dondez de l a t i e r r a " ( u n f u n c i o n a r i o de Ahuízotl, t. i, p . 379,
44 B E R N A R D O GARCÍA MARTÍNEZ

y el rey de T a c u b a , t. i , p. 415) y, l a más notable, "este nuevo


m u n d o " , (Guauhtémoc, t. n , p. 5 6 ) .
Las piezas oratorias que transcribe son de u n estilo más f i n o
y rico, como y a h u b o ocasión de señalarlo. E n cuanto a los
nombres nahuas, como el autor conocía bien esa lengua, están
correctamente escritos, y no son frecuentes las corrupciones.

LA HISTORIA DE DURAN se v i o en algunas ocasiones menospre-


c i a d a debido a que fue víctima de u n verdadero embrollo que
se formó alrededor de las historias de Acosta y de T o v a r . T o d o
surgió de que José de Acosta basó u n a parte de su famosa H i s -
t o r i a n a t u r a l y m o r a l de las I n d i a s en l a Relación del o r i g e n de
los i n d i o s que h a b i t a n esta N u e v a España según sus historias
—el llamado Anónimo o Códice Ramírez— del jesuita J u a n de
T o v a r , y a que copió ésta parcialmente. T o v a r había sido ayu-
d a d o por Durán y por ello las obras de éstos tienen partes "casi
idénticas, y, p o r ende, también semejanza c o n l a de A c o s t a .
Desde que apareció l a obra de Acosta, en 1590, hasta que
Ramírez descubrió el Anónimo, en 1856, se tuvo a A c o s t a p o r
plagiario de D u r á n , porque Dávila P a d i l l a — e n el párrafo que
cité a l p r i n c i p i o de este t r a b a j o — lo daba a entender así. C u a n -
do salió a l a luz l a H i s t o r i a de Durán, las semejanzas existentes
fortalecieron esa falsa opinión.
Si u n a vez descubiertos el Anónimo y la H i s t o r i a de las
I n d i a s de Durán se h u b i e r a colocado a aquél como puente entre
ésta y l a H i s t o r i a de Acosta, como debió ser, todo se h u b i e r a
corregido; pero se le puso en p r i m e r lugar, y se supuso que h a -
bía sido escrito p o r u n indígena d e l estado secular a mediados
del siglo x v i , t r a d u c i d a a l castellano por T o v a r , y usada como
base p o r D u r á n , A c o s t a y otros. Se le bautizó con el nombre
de su descubridor, y el flamante Códice Ramírez fue puesto, a
iniciativa de d o n A l f r e d o C h a v e r o , en u n o de los lugares más
sobresalientes entre las fuentes p a r a l a historia de México.
En 1860 apareció u n a nueva versión d e l Códice Ramírez
j u n t o c o n u n a carta de T o v a r a Acosta y otra en respuesta, que
revelaron que T o v a r escribió dos veces su obra, y que u n a de
sus versiones fue hecha c o n ayuda de u n d o m i n i c o y prestada
L A H I S T O R I A D E D U R A N 45

al jesuíta A c o s t a . Se comprendió poco después que el Códice


Ramírez y su gemelo fueron obra de T o v a r , y finalmente, en
1885, Eugéne Beauvois confirmó que el autor original, el fraile
d o m i n i c o que ayudó a T o v a r , el que merecía los honores dados
al Códice Ramírez, había sido fray D i e g o Durán.
Ramírez supuso que el Anónimo había sido escrito a me-
diados del siglo de la C o n q u i s t a , pero no lo fue sino h a c i a 1587,
por los años en que murió Durán, según se desprende de una
de las cartas mencionadas.
L u i s L e a l d a algunas pruebas más de que Durán fue el autor
o r i g i n a l : d a más "detalles que T o v a r y cita fuentes que éste
o m i t e ; usa aztequismos que T o v a r c a m b i a por palabras espa-
ñolas y, cuando aquél n a r r a algunos hechos en p r i m e r a persona,
el segundo c a m b i a , al copiar, por el impersonal de tercera. 25

H A S T A LA FECHA, y dentro de lo que he podido averiguar, no


se h a hecho u n estudio amplio de D u r á n y de su obra' L o s ha
h a b i d o breves o parciales, sobre algunos aspectos de su v i d a o
de su obra solamente, y también p a r a relacionarlo con T o v a r
y A c o s t a y resolver el asunto del plagio. Son trabajos notables
y hechos con m u c h o acierto; pero aún queda por hacer lo
más i m p o r t a n t e : u n a valoración de l a obra, u n a consideración
científica y a m p l i a sobre l a i m p o r t a n c i a y l a u t i l i d a d de ella,
c o m o obra seria y fidedigna — n o por lo que dice sino por lo
que u n a buena interpretación p u e d a sacar de e l l a — , digna de
ser empleada en el estudio de la civilización precortesiana y del
indígena desde la fundación de México hasta los años de la
evangelización.

NOTAS

1
Diego D U R Á N , H i s t o r i a de las I n d i a s de N u e r a España y islas de
T i e r r a F i r m e . La publica con un atlas de estampas, notas e ilustraciones, José
F. Ramírez. Tomo i, México, Imp. de J. M . Andrade y F. Escalante, 1867;
tomo II, y atlas, México, Imp. de Ignacio Escalante, 1880. Tomo ir, p. 268.
2
I b i d . , pp. 68-69.
3
I b i d . . . p. 71.
46 B E R N A R D O GARCÍA MARTÍNEZ

* Agustín DÁVILA PADILLA, H i s t o r i a de l a fundación y d i s c u r s o de la


P r o v i n c i a de S a n t i a g o de México, de l a O r d e n de P r e d i c a d o r e s . 3* Ed., pró-
logo de A . Millares Cario, México, Academia Literaria, 1955. (Grandes Cró-
nicas Mexicanas, i ) . Es facsímil de la edición de 1625. p. 653.
s J. Mariano BERISTÁIN Y SOUZA, B i b l i o t e c a H i s p a n o a m e r i c a n a S e p t e n -
t r i o n a l . Publicada por José Toribio Medina. Santiago de Chile, Imprenta
Elzeviriana, 1897. Tomo i, p. 442.
<¡ Francisco F E R N Á N D E Z DEL CASTILLO, "Fray Diego de Durán", A n a l e s
d e l M u s e o N a c i o n a l de Arqueología, H i s t o r i a y Etnografía, iv:3 (México, ene-
ro-diciembre 1925), pp. 223-229. El documento está fechado en junio de 1587;
se trata de una acusación que hace Durán contra el padre fray Andrés de Ubilia
por quitar imágenes, reliquias y libros a unos predicadores, predicar contra
unos frailes y otras faltas graves. Junto a este documento hay otro que dice
que Durán fue intérprete en un litigio en 1586. Se encuentran ambos en el
Ramo de Inquisición, tomo 232, fs. 192-93 y 227-51.
Fernando SANDOVAL, "La relación de la Conquista de México en la
H i s t o r i a de Fray Diego Durán", en: Hugo D Í A Z - T H O M É y otros, E s t u d i o s
de historiografía de la N u e v a España. Introducción de Ramón Iglesia. Mé-
xico, El Colegio de México, 1945. pp. 53-55.
s Y a en 1578 llevaba escrita buena parte del libro, pues en su capítulo
94 sitúa la Conquista cincuenta y siete años atrás.
9 Fernando SANDOVAL, o p . c i t . , p. 52.
10 Véase Francisco A . de ICAZA, D i c c i o n a r i o autobiográfco de con-
q u i s t a d o r e s y p o b l a d o r e s de N u e v a España, Madrid, 1923, tomo H, pp 349-50.
" F E R N Á N D E Z DEL CASTILLO, op. cit., p. 228.
i= De ella hay una reimpresión mala, sin adición alguna, hecha en
1951 (México, Editora Nacional); y una traducción al inglés, ésta sí con
magníficas notas y una introducción, pero que abarca sólo lo principal de
la parte histórica —no la ritual—, aparecida en 1964 (Nueva York, Orio
Press).
Durán dice así: " . . . y porque de aquí en adelante me obligan a ha-
cer otro tratado de las cosas pasadas desde este punto hasta estos infelices y
desdichados tiempos. . ." Entiendo que quiso decir que los sucesos recientes
requerían un ruevo volumen.
« A propósito de esa posible falta nada observaron Ramírez ni el se-
ñor Vera. Las referencias que hace Durán se encuentran en la parte ritual,
en las pp. 278, 286, 292, 295, 297 y 298; se refieren a los capítulos nu-
merados por el autor como 12 y 23, 5 y 18, 16, 19, 22 y 12, 11, y 6 res-
pectivamente, pero que en la copia de Madrid y en la edición figuran como
octavo, décimonoveno, primero, décimocuarto, décimosegundo, décimoquinto,
décimooctavo, octavo, séptimo y segundo de la parte ritual.
" Diego D U R Á N , o p . c i t . , tomo i, pp. 494-95.
i « Diego D U R Á N , o p . c i t . , tomo n, p. 72.
LA H I S T O R I A D E D U R A N 47

" I b i d . , p p . 254-55.
is J. F. RAMÍREZ, "•Introducción" a Diego D U R A N , op. cit., tomo i,
p. XII.
1 9
Ibid., pp. XII-XIII.
2" Diego D U R Á N , o p . c i t . , tomo i, cap. 27.
2 1
Diego D U R A N , op. c i t . , tomo u, pp. 178-79.
22 7¿/'¿., p. 146.
2 3
ibid., pp. 200-202.
2i 7fó/., p. 82.
25 Respecto a las relaciones de la H i s t o r i a de Durán con las obras de
Acosta y de Tovar, véase el trabajo de E. O ' G O R M A N en la edición por él
preparada de Joseph de AcosiA, H i s t o r i a n a t u r a l y m o r a l de las I n d i a s , Mé-
xico, Fondo de Cultura Económica, 1962 (Biblioteca Americana, Serie de
Cronistas de Indias); el trabajo de Luis L E A L , " E l Códice Ramírez", H i s t o -
ria M e x i c a n a , H i : l (México, julio-septiembre 1953), pp. 11-33; y también
la "Introducción" que J. F. R A M Í R E Z hizo al Anónimo publicado en Her-
nando ALVARADO T E Z O Z Ó M O C , Crónica m e x i c a n a . . . p r e c e d i d a d e l Códice Ra-
mírez, m a n u s c r i t o d e l s i g l o xvi i n t i t u l a d o Relación d e l o r i g e n de l o s i n d i o s
h a b i t a n esta N u e v a España, según sus h i s t o r i a s , y u n e x a m e n de a m b a s
o b r a s , a l c u a l va a n e x o u n e s t u d i o de cronología m e x i c a n a p o r el m i s m o se-
ñor O r o z c o y B e r r a José M Vieil editor México Imp y Lit de Ireneo Paz
1878 (Biblioteca Mexicana). '

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