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Resumen Magnavacca: Realistas y nominalistas

Realismo y nominalismo entendidos como términos filosóficos, si se entienden en relación con


la historia de la filosofía indican una toma de posición ante el tema de “la querella de los
universales”. Esta querella, tiene que ver o implica de manera fundamental los término en un
sentido lingüístico. Distingue la autora entre términos particulares y universales, a saber:
“conozco a esa mujer admirable” es un término particular que hace referencia a algo concreto,
individualiza aquello que es designado por el mismo, en este caso: esa mujer admirable, es un
término que designa a una mujer singular. En cambio: la Rosa, la flor, el hombre, son términos
universales, es decir designan no a un individuo particular sino a una generalidad, más
concretamente los términos universales designan, especies y géneros. La querella de los
universales implica la pregunta por el estatus ontológico, pues no estamos aquí ya en el plano
lingüístico sino metafísico, que tiene la especie a la que el término universal se refiere. ¿Cuál es
pues el estatus ontológico de las especies designadas por estos términos universales? ¿En qué
consisten las especies por ejemplo, designadas con los términos de : Hombre o Rosa? Una vez
delimitado el problema, la autora se propone abordar la historia del mismo en la que destaca
tres momentos, a saber: El de su antecedente, la mediación entre antigüedad tardía y
medioevo, y el momento de la recepción medieval. El antecedente se puede encontrar en la
Isagoge de Porfirio, del siglo III, la cual es una introducción a las Categorías de Aristóteles.
Entre los dilemas allí propuestos por el autor, sobre los que afirma no dará respuesta a los
mismos están: “Si los géneros o las especies son realidades subsistentes por sí mismas o si sólo
residen en el intelecto humano, esto es, si son entidades lógicas predicables. De ser realidades
subsistentes, si son corpóreas o incorpóreas. Si éstas subsisten de manera independiente de
las cosas sensibles o están ligados a estas”. Beocio retoma las cuestiones propuestas por
Porfirio en la Isagoge exponiendo el problema en dos niveles en los que por un lado identifica
las especies como esencias desde una perspectiva platónica, y por otro lado identifica estas
mismas especies como predicados mentales desde una perspectiva claramente Aristotélica,
con lo cual hay un intento de conciliación entre las perspectivas platónica y Aristotélica.
Algunos, posteriormente en el siglo IX como Juan Escoto Erìgena, optaran por la solución
platónica por ejemplo en lo que concierne al primer punto de las cuestiones planteadas por
Porfirio, posición según la cual en géneros y especies subsisten por sí mismas.

A partir de siglo XII el problema de los universales adquiere una mayor relevancia y surge una
interpretación que se aparta de la concepción tradicional platónica afirmando que los
universales no subsisten separadamente sino en las cosas. Esta posición, como la planteada
por Guillermo de Champeaux, establece que los universales subsisten en las cosas, siendo por
ejemplo la esencia: Hombre una única substancia en la que cada hombre particular o individual
se distingue uno de otro por los accidentes, tales como altura, color, mas todos comparten una
única esencia que está íntegramente y completa en cada uno de ellos. Cada individuo sería una
modificación de la única sustancia específica. Abelardo criticará esa posición señalando
inconsistencias fundamentales, indicando que un género o esencia no se encuentra íntegra y
plenamente e idéntica en cada individuo del que participa. En el extremo opuesto de esta
posición se encuentra la llamada nominalista, la cual postula que en la realidad no hay nada
universal sino todo lo contrario, la realidad está compuesta por particulares. El término
“Hombre” en este caso no designa algo universal, sino que solo remite a seres particulares. El
término hombre posee realidad física, en tanto que por ejemplo puede ser una emisión de la
voz para nombrar o referirse a una realidad concreta y particular, por lo cual posee en este
caso un carácter de signo. Según esta posición nominalista los universales solo poseen
realidad en el intelecto. Esta posición serà extremada màs adelante como es el caso del inglès
Guillermo de Ockham, para el cual nisiquera existen universales en tanto conceptos o
abstracciones en el intelecto, sino que son nombres que remiten a entidades particulares, las
cuales poseen cierta similitud. Tal posición implica incluso la negación de una determinada
universalidad dada en el intelecto como abstracción. Tales posiciones en constante disputa
durante el medioevo se mantuvieron como lo afirma la autora, con una predominancia del
realismo de corte platónico, sobre el nominalismo aristotélico.

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