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Estudios sobre Realismo Científico

(André Kukla. Traducción: Nicolás Serrano)

Las variedades de Realismo


En primera instancia, se debe distinguir entre las múltiples variedades de
realismo y antirealismo. Esta poco emocionante pero escencial tarea preliminar se
vuelve aún más tediosa por la falta de nomeclatura estandarizada en la disciplina.
Tomemos “instrumentalismo”. En la literatura filosófica actual, este término suele
usarse para referirse a una forma de antirealismo que niega que los enunciados teóricos
tengan valor-de-verdad. Con igual frecuencia, sin embargo, cubre cualquier forma de
antirealismo sobre entidades teóricas. En el primer sentido del término, van Frassen no
es un instrumentalista; en el segundo sentido, lo es. En este capítulo, presento una
taxonomía de realismos y antirealismos que será, en la mayoría de los casos, utilizada a
lo largo de este libro. El uso frecuente es tomado en cuenta tanto como es posible, pero
he tenido que hacer algunas decisiones arbitrarias. Incluso, he tenido que introducir
algunos neologismos. El esquema resultante es adecuado para el propósito de ubicar las
investigaciones actuales dentro de su contexto filosófico más amplio. Tal vez, también
estimule la estandarización terminológica entre otros investigadores de la disciplina. No
debería esperarse que mi esquema sea exhaustivo respecto de todas las formas de
realismo y antirealismo que han ocupado la atención de los filósofos. Aquellas de que
las que sí me encargo constituyen, sin embargo, un conjunto de posiciones centrales.
Estas son la “secuencia principal” de visiones realistas y anti-realistas en nuestra era.

1.1 Las variedades verticales de realismo

Los realismos y antirealismos pueden ser divididos verticalmente, por la


tenuidad de los objetos a los que aluden, u horizontalmente, por la tesis afirmada o
negada respecto a estos objetos. Algunos realismos y antirealismos también tienen
diferencias de grado filosóficamente interesantes. En esta sección, la atención está
puesta en las distinciones verticales. Consideremos la siguiente secuencia de hipótesis
existenciales:

1. Los datos-sensibles, como “cosa de apariencia verdosa”, existen.*


2. Los objetos perceptibles del sentido común –palos y piedras– existen.
3. Las entidades inobservables postuladas por las teorías científicas, como los
electrones y procesos mentales inconscientes, existen.
4. Entidades abstractas atemporales como los números, conjuntos y proposiciones,
existen.

Los múltiples realismos y antirealismos verticales a ser definidos corresponden a


diferentes conjunciones de estas hipótesis y sus negaciones. De hecho, la hipótesis de
que cierto tipo de entidad existe es solo uno de los muchos tipos de realismo horizontal
a ser diferenciados en la sección 1.2. Hasta entonces, el peso de estas afirmaciones
existenciales no debería ser considerado en demasiado detalle. Deberían ser, más bien,
consideradas como categorías para posicionar cualquiera de las distinciones
horizontales que están por venir.
Hay una tendencia en los defensores de cualquiera de estas tesis verticales a
aceptar todas las otras que son menores en la jerarquía. Aquellos que creen en la
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realidad de los números no suelen tener problema en aceptar electrones, y los realistas
científicos que creen en electrones no albergan dudas sobre los palos y piedras. Sin
embargo, cada una de estas cuatro hipótesis es lógicamente independiente de las otras
tres. De hecho, no es raro encontrar ejemplos históricos de personas cuyas visiones no
se amoldaban a esta jerarquía. El caso más esclarecedor es el de la no poco común
posición que acepta la realidad de las palos y piedras, pero niega que exista cosa tal
como los datos-sensibles –esto es, la posición (-1 & 2). Un alejamiento más radical del
esquema jerárquico es representado por Platón, según quien solamente los objetos
abstractos son reales (-1 & -2 & -3 & 4).
La proposición 4 actualmente se conoce como Platonismo. El platonismo no
debería confundirse con la filosofía de Platón. A diferencia de Platón, los platónicos
contemporáneos no afirman que solo los objetos abstractos existen –todos los platónicos
contemporáneos que yo conozco se sienten cómodos tanto con las piedras como con los
electrones. Cuando quiera referirme a la visión de Platón (-1 & -2 & -3 & 4), lo llamaré
platonismo puro. La proposición 3 es realismo científico, y la proposición 2 es realismo
del sentido común. El fenomenalismo no es simplemente la proposición 1 –es la tesis
según la cual sólo los datos-sensibles existen– esto es, (1 & -2 & -3 & -4). Es útil tener
un nombre para la proposición 1 por si misma, sin la implicación fenomenológica de
que los datos-sensibles son más reales que los palos y las piedras. Sugiero el nombre
realismo de datos-sensibles. El realismo de datos-sensibles es al platonismo lo que el
fenomenalismo es al platonismo puro.
Este libro trata sobre el debate que ha dominado la discusión realista-antirealista
en la generación pasada. Convencionalmente, el debate es descripto como una batalla
entre realistas y antirealistas científicos, aunque esto no es completamente acertado o al
menos no corresponde a la definición de realismo científico dada más arriba. Si
“realismo científico” es la nomenclatura para la proposición 2 y si, como la etimología
sugiere, el antirealismo es contradictorio al realismo, entonces el platonismo puro y el
fenomenalismo tendrían que contarse entre los antirealismos científicos. De hecho, ni el
estatus de los datos-sensibles ni el de las estructuras abstractas está en juego en el
debate contemporáneo sobre el realismo científico. Asimismo, la existencia de los
objetos del sentido común tampoco está en disputa –es una presuposición de la
discusión que los palos y piedras existen. Si continuaremos llamando a este debate un
batalla entre realistas y antirealistas científicos, tendremos que decir que “realismo
científico” es la nomenclatura no solo para la proposición 3, sino para la conjunción de
2 y 3, y que el “antirealismo científico” no es solamente la negación de 3 sino que es la
conjunción de 2 y la negación de 3. Para los temas que quiero tratar, encuentro
conveniente adoptar estas definiciones la mayoría del tiempo. Algunas veces, sin
embargo, querré referirme a la proposición 3 por si misma. Usaré “realismo científico”
para este propósito también. La ambigüedad resultante se ha consagrado en el uso
corriente y ha probado ser inocua. En cualquier caso, en el más elaborado de sus dos
sentidos, realismo y antirealismos científico no son contradictorios en absoluto. Son
contrarias, a pesar de su etimología.
Dado que las dos posturas en disputa son contrarias más que verdaderamente
contradictorias, existe una diferencia entre los argumentos a favor del realismo
científico y argumentos contra el antirealismo científico. Los primeros, de ser
contundentes, establecen la falsedad del antirealismo, pero los últimos no establecen la
verdad del realismo. Por ejemplo, el argumento de que no existe una forma coherente de
distinguir las entidades teóricas de los objetos de percepción del sentido común puede
probarse como la ruina del antirealismo científico. Pero incluso si este argumento es
sólido, no establece que el realismo científico sea verdadero, pues una prueba de que los
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objetos del sentido común y los objetos teóricos están en el mismo bote es también
compatible con el fenomenalismo o el platonismo puro. Del mismo modo, existe una
diferencia entre argumentos a favor del antirealismo y argumentos contra el realismo.
Los primeros, de ser contundentes, establecen la falsedad del realismo, pero los últimos
no establecen la verdad del antirealismo. De todos modos, estas distinciones colapsan
cuando los realistas y antirealistas científicos discuten sin que ningún fenomenalista o
platónico puro los oiga. Se presuposición compartida de que los objetos del sentido
común existen transforma una refutación del antirealismo en una prueba del realismo y
una refutación del realismo en una prueba del antirealismo. Por ejemplo, si es verdad
que no podemos distinguir los objetos del sentido común de los objetos teóricos y, si los
objetos del sentido común existen, entonces obviamente también existen los objetos
teóricos.
Como este libro trata exclusivamente del debate entre realistas y antirealistas
científicos, yo también adoptaré la presuposición de que los objetos del sentido común
existen. Deseo que se entienda, sin embargo, que esta asunción es puramente táctica. De
hecho, yo pienso que el fenomenalismo, que implica la negación tanto del realismo
como del antirealismo científico, es un candidato a ser tomado en cuenta. Aquí hay un
caso a prima facie para tal alegación. La mayoría de los argumentos intercambiados
entre realistas y antirealistas de cualquier línea involucran una comparación entre dos
niveles adyacentes en la cuaternaria cadena de entidades: los realistas sobre el nivel n
quieren empujar a los antirealistas hacia arriba desde el nivel n – 1, y los antirealistas
sobre el nivel n quieren arrastrar a los realistas hacia abajo desde el nivel n al nivel n –
1. Hay tres problemas de este tipo, correspondiendo a las n = 2, 3 y 4. Sin resultar
sorprendente, los argumentos que se recortan en estos tres debates tienen muchas
similitudes formales entre ellos. Los antirealistas que quieren mantenerse en los niveles
inferiores suelen apelar a la economía y seguridad epistémica. En cambio, los realistas
en los niveles superiores se quejan bien de que los niveles inferiores carecen de los
recursos conceptuales o explicativos necesitados para hacer un trabajo necesario, bien
de que en la pretensión de hacer el trabajo, los antirealistas inapropiadamente asumen
los recursos de los niveles superiores sin reconocerlo. Al hacer estas alegaciones, los
contendientes recurren a principios filosóficos generales que justifican bien las
restricciones antirealistas o la expansividad realista. Si estos principios son lo
suficientemente generales, existen una buena chance de que ellos pueden aplicarse
igualmente bien para elevarse de cualquier nivel n -1 a un nivel n, o descender de
cualquier n a n -1. Aquí hay un ejemplo a lo que me refiero.
Muchos realistas científicos han argumentado para moverse desde el nivel 2 al
nivel 3 sobre la base de que los antirealistas científicos utilizan tácitamente los recursos
conceptuales del nivel 3 para formular sus creencias. Digamos que T* es la tesis de que
las consecuencias empíricas de la teoría T son verdaderas. T* en efecto dice que el
mundo observable se comporta como si T fuera verdadera, pero no afirma que T es
verdadera. Van Fraassen y otros antirealistas científicos han sostenido que no puede
haber garantía racional para creer que las implicaciones teóricas de T van más allá del
contenido de T*. El argumento es que T* nos da todo el poder predictivo de T. Además,
dado que T* es una consecuencia lógica de T, debe ser por lo menos tan probable como
T. Por lo tanto, dado que no hay ningún beneficio en adoptar el contenido excedente de
T, deberíamos considerar T* como nuestra explicación total del mundo. Sin embargo,
Leplin y Laudan (1993) notan una deficiencia de aceptación en T* que, dicen, garantiza
el ascenso hasta T después de todo. Su acusación es que “[T*] es totalmente parasitaria
de los mecanismos predictivos y explicativos de T” (13, énfasis añadido). Eso es decir,
no podrías ni siquiera describir el contenido de T* sin aludir a las entidades teóricas
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postuladas por T. No podrías proclamar que el mundo observable se comporta como si


los electrones existiesen sin mencionar a los electrones. Clendinnen (1989) deja claro
que se supone esta como una razón para creer T si usted cree T*.

El contenido predictivo de [T*] es parasitario de [T], y esto pesa en las razones


que podríamos tener para aceptar o creer en la primera. Si nosotros dudamos de la
verdad de [T] no tenemos bases para esperar las predicciones hechas por ella. . . La base
de nuestras predicciones es la confianza que tenemos en nuestra especulación sobre las
estructuras ocultas. [T*] puede ser marginalmente más probable que [T], pero al dudar
sobre la última abandonamos todos los cimientos para confiar en la primera.

La enunciación de este argumento será evaluada en su debido momento. Por lo


pronto solo deseo hacer notar el cercano paralelo entre esta crítica del antirealismo
científico desde la perspectiva del realismo científico, y la siguiente crítica del
fenomenalismo desde la perspectiva del realismo del sentido común. Cito a Lenn E.
Goodman (1992) sobre la necesidad de moverse desde el nivel 1 al nivel 2:

Consideremos la enunciación del paradigma fenomenalista: “Se me aparece un té-


mentoso”:. . . . No hay taza, ni té de hecho, presupuesto en el juicio, solo la expresión de
una única impresión subjetiva, un modelo para todas las otras impresiones subjetivas. . . .
. ¿Pero qué quiere decir identificar una sensación distintiva aquí, en la mentosidad-del-té
de la sensación presente? ¿Puede la sensación ser nombrada sin hacer referencia al
lenguaje objeto? Esa es una referencia que el fenomenalista . . . . hace gratuitamente:
desinhibidamente, el hace referencia al té, un objeto en el mundo. . . . El fenomenalista
usa términos trascendentales particulares y predicados de leyes universales para demarcar
y designar lo que él significa. . . . . El uso [fenomenalista] es totalmente parasitario sobre
el lenguaje. Allí es donde obtiene especificidad y distingue de sus nociones. Allí es donde
va para justificar y diferenciar sus afirmaciones. . . . Así que, ¿dónde está la economía?
(245-246, énfasis añadido).

Evidentemente, T es a T* en el debate del 2-al-3 lo que la descripción física del sentido


común es a la descripción fenoménica en el debate del 1-al-2. Yo no sé con cuánta
fuerza golpea este argumento del parasitismo al lector descomprometido durante su
primer lectura. En el capítulo 5, yo expongo que no es para nada convincente. Pero
ambos lados de ambos debates sobre realismo seguramente deben aceptar que los
argumentos son igualmente convincentes en ambos debates. Si usted piensa que el
argumento del parasitismo es razón suficiente para moverse del el nivel 1 al nivel 2,
entonces se ve básicamente forzado a seguir moviéndose, por las mismas razones, del
nivel 2 al nivel 3. Y si usted cree que el argumento del parasitismo no es razón
suficiente para que un realista del sentido común se vuelva un realista científico,
entonces no puede tomar el parasitismo de las descripciones como un argumento
irreprochable contra los fenomenalistas.
Más aún, ¿no son los argumentos precedentes las contrapartes 1-hacia-2 y 2-
hacia-3 del argumento de indispensabilidad de Putnam (1975a) para ir desde el 3 al 4?
Según Putnam, el hecho de que las teorías científicas requieran de las matemáticas para
su formulación es razón suficiente para creer en la existencia de los objetos
matemáticos. Es difícil pensar en una buena razón para aceptar uno de estos tres
argumentos y rechazar cualquiera de los otros dos (asumiendo, desde luego, que las
acusaciones sobre parasitismo e indispensabilidad son verdaderas). Así que parece que
si usted se abstiene del fenomenalismo por el parasitismo de las descripciones
fenoménicas, usted podría bien estar comprometiéndose tanto con el realismo científico
como con el Platonismo.
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Aquí hay otro ejemplo de lo mismo. Benacerraf (1965) ha discutido contra el


Platonismo respecto de los números sobre la base de que hay una cantidad
indefinidamente grande de vías conflictivas para identificar los números con los
conjuntos. Los ordinales de Von Neumann y los ordinales de Zermelo (inter alia) son
dos concepciones conjuntistas de los números igualmente viables. Por lo tanto, sostiene
Benacerraf, no tenemos razón en principio para decir que los números son en realidad
una o la otra. La razón de Benacerraf para rechazar el movimiento desde el nivel 3 al
nivel 4 tiene una obvia contraparte en el debate del 2-hacia-3: la subdeterminación de
las teorías científicas por toda posible información empírica. Según este argumento, el
hecho de que cada teoría tenga rivales empíricamente equivalentes implica que no
tenemos fundamentos para creer ninguno de ellos. Los méritos y falencias del
argumento de subdeterminación son examinadas en el capítulo 5 y 6. Cualquiera sea
nuestra evaluación final del argumento, sin embargo, parece convincente que tenemos
que aplicar el mismo juicio al argumento de Benacerraf (asumiendo que tanto las teorías
científicas como los números son subdeterminados por sus bases evidenciales). Si usted
piensa que el anti-Platonismo acerca de los números se sigue del hecho de que hay una
cantidad indefinidamente grande formulaciones conjuntistas que capturan todas las
propiedades numéricas, entonces usted debería también rehusarse a creer en las
entidades teóricas de la ciencia por el hecho de que hay una cantidad indefinidamente
grande de rivales empíricamente equivalentes a cualquier teoría científica dada.
Esta línea de pensamiento sugiere una via posible para efectuar una por lo
menos parcial resolución del debate entre realismo y antirealismo científico, incluso si
se prueba la imposibilidad de presentar una demostración directa de cualquier hipótesis
que sea persuasiva para el bando rival.
Puede ser que todos los argumentos importantes, inconcluyentes como puedan ser, para
moverse del nivel n – 1 al nivel n, o para escatimar tal movimiento, se apliquen con
igual fuerza a todo n. Semejante estado de cosas aún no nos diría precisamente cuáles
entidades existen. Pero sí nos diría que los dos puntos intermedios en la jerarquía –
creencia en los objetos del sentido común pero no en las entidades teoréticas, y creencia
en las entidades teoréticas pero no en las entidades abstractas – son insostenibles como
puntos de detención. Esto es decir, es posible que cualquier ímpetu que podamos tener
para ir desde los datos-sensibles hacia los palos y rocas nos propulsase todo el camino
hasta los números, e inversamente, que cualquier razón para rehusarse a movernos
desde los electrones a los números podría precipitarnos todo el camino en retroceso
hasta el fenomenalismo. El resultado sería que las únicas posiciones defendibles son el
fenomenalismo y un catálogo ontológico que contenga los cuatro tipos de entidades. En
cualquier caso, las proposiciones 2 y 3 tendrían que tener el mismo valor de verdad. Por
lo tanto, el antirealismo científico, definido como la adhesión a (2 & -3), se encontraría
refutado, mientras que el realismo científico, definido como la adhesión a (2 & 3), se
mantendría en carrera como un fragmento del catálogo ontológico. Para estar seguros,
esta es meramente la idea para un argumento. Pero mi sospecha es que puede hacérselo
funcionar. Hablando autobiográficamente, mi actual opinión sobre el problema del
realismo científico puede ser representada como (2 & 3) V (-2 & -3). Yo pienso que los
objetos del sentido común y los objetos teóricos están en el mismo bote, pero no estoy
seguro de cual es dicho bote.
Dejo ahora de lado esta estrategia argumentativa y vuelvo al debate entre los dos
puntos intermedios en la jerarquía de entidades. He invocado el tópico más general
solamente para enfatizar que incluso si uno de estos lados fuese a ganar la escaramuza
circunscripta entre el realismo científico y el antirealismo, eso no habría necesariamente
implicado una victoria absoluta. Bajos las reglas de confrontación de este debate, el
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realismo científico gana si presenta una prueba persuasiva de que la proposición 2


implica la proposición 3. Esto es, desde luego, compatible con que 2 y 3 sean ambas
falsas. De modo similar, el antirealismo científico gana si puede ser demostrado que la
proposición 2 implica la negación de la proposición 3, lo cual es también compatible
con la que 2 y 3 sean ambas falsas. Por lo tanto, cualquier “victoria” puede ser
acomodada por el fenomenalismo y el Platonismo puro, así como por los muchos otros
puntos de vista que son muy exóticos para ser mencionados.

1.2 Las variedades verticales de realismo

En esta sección, distingo entre las tesis de realismo semántico, metafísico, y


epistémico. Yo no pienso que mis definiciones sean excéntricas, pero tampoco sostengo
haber capturado algún sentido común o uso influencial. En particular, mis realismos no
se alinean muy bien con los realismos “semánticos”, “metafísicos” y “epistemológicos”
de Horwich (1982). Definiré estas tesis horizontales respecto a las entidades teóricas
primero.
Realismo Semántico (o más propiamente realismo semántico científico) es la
perspectiva de que las declaraciones sobre entidades teóricas deben entenderse
literalmente: “Los electrones están fluyendo desde el punto A al punto B” es verdad si y
solo si los electrones están de hecho fluyendo del punto A al punto B. Llegar a afirmar
esto aún no implica comprometerse con la postura de que los electrones alguna vez
fluyen de un punto a otro, o de que los electrones existan, o de que nosotros podríamos
alguna vez descubrir que los electrones existan incluso si lo hicieran. El realismo
semántico es el lógicamente más débil de los tres realismos horizontales. La tesis que lo
niega – instrumentalismo – es por lo tanto la forma más fuerte de antirealismo
horizontal. Según los instrumentalistas, la pregunta sobre si los electrones existen ni si
quiera es una pregunta bien formada. Los instrumentalistas consideran los términos
teóricos como herramientas no interpretadas para la sistematización de observaciones y
hacer predicciones.
Reduccionismo es la perspectiva de que las entidades teóricas son
“construcciones” hechas a base de materiales más familiares – canónicamente, que los
términos teóricos pueden ser definidos en un lenguaje que refiera exclusivamente a
objetos del sentido común. El que el reduccionismo este estimado como una perspectiva
realista o antirealista depende de a que se lo esté comparando. Por un lado, implica lo
que hemos llamado realismo semántico: si las afirmaciones sobre entidades teóricas
equivalen a afirmaciones sobre objetos del sentido común, entonces, dado que los
últimos son evaluables en valores de verdad, también deben serlo los primeros. Por el
otro lado, el reduccionismo viola un sentimiento – o sospecha – realista al cual aún no
hemos dado un nombre. La sospecha del realista científico es que el mundo de objetos
perceptibles es más pequeño que el mundo entero. Llamemos a esta tesis realismo
metafísico. Según los realistas metafísicos, es muy factible que existan objetos teóricos
que no son parte del mundo observable. Si los electrones son tales objetos, entonces el
reduccionismo no se aplica a los electrones. El negar el realismo metafísico es alegar
que el mundo y el mundo observable son uno. Un nombre razonable para esta posición
es el de positivismo. El instrumentalismo y el reduccionismo son dos especies de
positivismo – porque el mundo y el mundo observable son uno si las afirmaciones
teóricas no-poseen-valores-de-verdad, o si son reducibles a afirmaciones
observacionales. Algunas otras conexiones conceptuales son que el realismo metafísico
(tanto como el reduccionismo) implica el realismo semántica y que el reduccionismo
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puede ser rechazado sobre la base del instrumentalismo o el realismo metafísico.


Realismo epistémico es la tesis de que podemos llegar a conocer que las
entidades teóricas existen. De hecho, este es solo uno de muchos grados de afirmaciones
del realismo epistémico. Nuevamente, utilizo una única formulación como un
representante temporal de cualquier miembro de una clase mucho más grande a ser
delineada más tarde. Antirealismo epistémico, la postura de que la existencia de
entidades teóricas no puede ser conocida, es también llamada empirismo constructivo.
Su más importante partidario – y quien acuño la frase – es Bas van Fraassen (1980).
Van Fraassen y otros usan en algunas ocasiones “empirismo constructivo” tal como fue
definido. Pero el mismo término es también empleado para referirse a partes
variablemente más grandes de la filosofía de Van Fraassen. Un punto comúnmente
incluido es la alegación de que los científicos adoptan – o solo necesitan adoptar – una
actitud especial de “aceptación” hacia las teorías científicas, la cual es diferente tanto de
la creencia como de la total indiferencia. Así que no toda refutación del empirismo
constructivo en el sentido amplio es una refutación del empirismo constructivo en el
sentido restringido. A menos que sea indicado de otro modo, yo utilizaré el termino
“empirismo constructivo” para referirme a la negación del realismo epistémico.
Si las afirmaciones sobre electrones no poseen valores de verdad, entonces
seguramente uno no puede tener ningún conocimiento sobre los electrones. Por ende, el
empirismo constructivo está supuesto por el instrumentalismo. La suposición no
funciona vice-versa, sin embargo, pues uno puede aceptar que “los electrones existen”
posee valor de verdad y negar que nosotros podamos llegar a tener una base adecuada
para decidir si es verdadera. De hecho, van Fraassen explícitamente apoya el realismo
semántico, y usualmente lo incluye en el paquete que va bajo el nombre de “empirismo
constructivo”. Sin embargo, el realismo semántico no juega ningún rol esencial en el
desarrollo de las otras perspectivas de Van Fraassen sobre la ciencia. Es una mera
conseción a las poderosas consideraciones a su favor. Estas consideraciones no serán
ensayadas aquí.
Los realismos y antirealismos horizontales son orthogonales a las opciones
verticales discutidas en la sección 1.1. Por lo tanto, hay muchas variedades de
fenomenalismo: (1) fenomenalismo instrumentalista, el cual afirma que el lenguaje
sobre objetos-físicos es una mera herramienta para organizar y predecir los datos-
sensibles; (2) fenomenalismo reduccionista, el cual sostiene que el lenguaje sobre
objetos-físicos puede ser traducido al lenguaje de datos-sensibles y (3) fenomenalismo
empírico-constructivo, según el cual nosotros nunca podríamos saber que los objetos
físicos existen, incluso si lo hicieran. El fenomenalismo positivista es la disyuntiva de 1
y 2. también existen tres clases de anti-Platonismo. El anti-Platonismo empírico-
constructivo es la visión de que incluso si los números y otras entidades abstractas
existen, nosotros nunca podríamos saberlo. Argumentos para esta posición se han hecho
sobre la base de una teoría causal del conocimiento: dado que las entidades abstractas
no están ni en el tiempo ni en el espacio, ellas no pueden entrar en una relación causal
con nosotros, por lo tanto, gracias a la teoría causal del conocimiento, nosotros no
podemos tener conocimiento de ellas, incluso si existen (Benacerraf 1973; Field 1980).
En este punto, me despido del realismo semántico y metafísico, de los muchos
antirealismos y del Platonismo y el fenomenalismo. De aquí en más, el tópico será
únicamente el realismo científico epistémico y su contrario, el antirealismo científico
epistémico (también conocido como empirismo constructivo respecto a entidades
teóricas). Dada esta restricción de alcance, me siento libre para abreviar estas etiquetas
como “realismo” y “antirealismo”, respectivamente.
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1.3 Los grados de Realismo Epistémico

De los tres realismos horizontales, el realismo epistémico es el único que


permite una variación en grados filosóficamente interesante. ¿Cómo serían los grados
del realismo metafísico? ¿Acaso un alto grado de él significaría que existe una enorme
cantidad de entidades inobservables? Pero a nadie la importa si solo una pequeña
porción de los términos teóricos denotan entidades trascendentes, o cuantos de ellos lo
hagan. La única pregunta filosóficamente interesante es si hay o no entidades
inobservables. La situación es diferente con el realismo epistémico. Aquí hay cuatro
grados de realismo epistémico que vale la pena distinguir. Estas distinciones de grado
epistémico pueden hacerse respecto de cualquiera de los realismos verticales. Sin
embargo, los explicaré de forma completa solo para el caso de las entidades teóricas.
La primera y más fuerte opinión es la de que nosotros sabemos que nuestras
mejores teorías científicas actuales son verdaderas. Contra esta posición formuló
Putnam (1978) su "inducción desastrosa": todas nuestras teorías científicas pasadas han
terminado siendo consideradas falsas, por lo tanto es avasalladoramente probable que la
ciencia futura llegue a considerar nuestras teorías actuales como falsas. Esta es de hecho
una razón para no apoyar la opinión de que nuestras teorías actuales son verdaderas sin
una mayor consideración. Como todas las inducciones basadas en mera enumeración,
sin embargo, la fuerza de su conclusión es poco satisfactoria. Tengo más para decir
sobre el estatus de la inducción desastrosa en el capítulo 2. Por lo pronto, solamente
observemos que ella no cancela la posibilidad de que nuestras mejores teorías actuales
sean reconocidas como verdaderas.
Adecuada o erróneamente, la inducción desastrosa ha impulsado a muchos
realistas epistémicos a debilitar sus afirmaciones a lo siguiente: lo que sabemos es que
nuestras mejores teorías actuales están cerca de la verdad. Esta formulación del
realismo epistémico ha sido exhaustivamente discutida - y severamente criticada - por
Laudan (1981). Su principal problema, según Laudan, es que el concepto de
aproximadamente verdadero no está ni cerca de ser lo suficientemente claro como para
soportar todo el peso filosófico que se le está haciendo soportar. Más aún, si los
términos teóricos de las teorías aproximadamente verdaderas tienen que referir a
entidades, entonces la segunda tesis puede ser objeto de la misma inducción desastrosa
que la primera - ya que las ontologías de las mejores teorías de otras épocas han sido
rutinariamente modificadas por la ciencia posterior (flogisto, calórico, el ether, espacio
absoluto, etc)
Una tercera versión del realismo epistémico dice que tenemos una garantía
racional para creer que nuestras mejores teorías actuales son verdaderas, o para creer
que están cerca de la verdad. Este movimiento desde el conocimiento a la creencia
racionalmente asegurada pone la tesis fuera del alcance de cualquier inducción
desastrosa, pues no es para nada obvio que no pueda haber una serie temporal de
creencias teorías cuyos cambios se precipiten debido a descubrimientos empíricos e
innovaciones conceptuales, tal que (1) cada miembro de esta serie es falsa y sin
embargo (2) la creencia en cada uno de ellos ha sido racionalmente asegurada en su
momento. Incluso puede discutirse que esta rama del realismo epistémico sea inmune al
problema que más molesta a Laudan - la vaguedad del concepto de aproximadamente
verdadero - pues seguramente tengamos garantías de hacer lo mejor que podemos con
conceptos vagos algunas veces.
Una evaluación de la precedente posición nos demandaría establecer si la
creencia en nuestras mejores teorías actuales está de hecho garantizada. No deseo
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sobrellevar esta carga evaluativa. El realismo epistémico del que yo quiero hablar es
incluso más débil que la tercera variedad. Afirma solamente que es lógicamente y
nomológicamente posible alcanzar un estado que garantice la creencia en una teoría.
Tal vez es una locura creer en cualquiera de las teorías que los científicos han ideado
hasta ahora. Pero es por lo menos posible que la ciencia ideara un día una propuesta
teórica que garantice nuestra tentativa de asentimiento. Esta es la opinión que Leplin
(1997) ha llamado realismo epistémico mínimo. Es una doctrina muy débil, en lo que a
realismos epistémicos respecta (si bien muestro en mi capítulo 5 que, contra Leplin, no
es la tesis más débil que aún califique como una rama del realismo epistémico). Se sigue
que su negación es una forma muy fuerte de antirealismo epistémico - lo de que no
podemos tener nunca fundamentos adecuados para creer en ninguna teoría. Este es el
grado de antirealismo epistémico que van Fraassen defiende bajo el nombre de
"empirismo constructivo", y es a lo que denominaré "empirismo constructivo" de ahora
en adelante. De hecho, procedo a darme la licencia de usar ocasionalmente un simple
"realismo" o "anti-realismo" en lugar de "realismo epistémico mínimo sobre entidades
teóricas" y su negación constructivo-empirista.

1.4 Cosas por venir

El resto del libro está dedicado a examinar el debate entre realistas epistémicos mínimos
sobre entidades teóricas (en adelante, realistas) y empiristas constructivos (antirealistas).
Mi conclusión será que ninguno de los lados ha ganado una ventaja decisiva sobre su
adversario. De hecho, las recientes discusiones entre realistas y antirealistas han
mostrado una tendencia a admitir, o por lo menos a concebir la posibilidad, de que
ningún bando pueda tener los recursos para persuadir a un defensor racional del otro
campo para cambiar su perspectiva. Las distintas moralejas que se han extraído de esta
situación se discuten en el último capítulo. La postura que respaldo termina siendo muy
similar a la más reciente posición de van Fraassen (1989), a saber que las diferencias
entre realistas y antirealistas son de hecho irreconciliables, pero que la defensa de
cualquier doctrina es, sin embargo, irreprochable. Van Fraassen, de un modo bastante
irreprochable, combina esta postura con el antirealismo; yo no lo hago. No hay mucho
de interés por decir acerca de esta particular diferencia de opinión. La diferencia más
interesante es que yo no pienso que la tesis de la irreconciabilidad irreprochable
requiera las radicales novedades epistemológicas que van Fraassen avoca. Esta la fuerte
nota con la que cierro mi investigación.

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