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Memoria e invención
en la poesía de Humberto Ak’abal
2012
MEMORIA E INVENCIÓN EN LA POESÍA DE HUMBERTO AK’ABAL
Juan Guillermo Sánchez Martínez
ISBN: 978-9942-09-069-0
6. Notas.............................................................................................. 139
“Oración al atardecer”
Humberto Ak’abal2
lectual amerindia4. Así, a mediados del siglo XX, serán los propios inte-
lectuales latinoamericanos los que comenzarán a descolonizar estos
planteamientos. Basta recordar a Mariátegui (1976) y Arguedas (1975)
en el Perú, a Ángel María Garibay en México (1993), y a Gerardo
Reichell-Dolmatoff (1963) y su valiosa contribución desde la antropo-
logía en Colombia, entre muchos otros. Junto a ellos, se deben nombrar
los etnógrafos extranjeros que con sus valiosos trabajos de campo
abrieron el camino para futuros diálogos, como Konrad Theodor
Preuss (1994) y Theodor Koch-Grünberg (1994).
8
Disponible en línea: http: //research.famsi.org/maps/maps.php?map=guatemala%20maya
(ibíd.: 159). Desde aquel año trágico de 1524, el pueblo k’iche’, como
todos los pueblos amerindios, ha resistido a los proyectos coloniales
que han intentado borrar su lengua, su pasado y sus costumbres. La
voz de los mayas no ha cesado: Humberto Ak’abal hace parte de esta
resistencia.
1
La vida de las montañas está en la voz
de sus pájaros…: panorama de la poesía
indígena contemporánea
“Salvaje”
Humberto Ak´abal
La voz
Santuario de Chicabal (fotografía tomada por Ana María Ferreira y Juan Guillermo Sánchez, 2006)
22 JUAN GUILLERMO SÁNCHEZ MARTÍNEZ
Consejo
Para quienes
no hablan nuestras lenguas:
somos invisibles (2004: 75).
Me impide avanzar
el peso de tu mano
sobre mi cabeza (1998: 473).
captación de los sonidos del mundo” (1996: 16). Y este es, precisamen-
te, el gran abismo que le ha impedido a la crítica literaria acercarse con
sensatez a este tipo de textos.
Piedras
Antes,
tan atrás
que el sol ya no lo recuerda:
la tierra era dueña del hombre.
El barranco
que está cerca de mi casa
es un caracol grande.
Refresco mi alma
con un trago de aire
de la montaña,
regado en la tierra,
revuelto en el agua.
El pueblito ponchero
lo tengo metido en mis ojos.
Sueño ‘Riscos’
siento olores
de incienso y de copal.
De lo contrario
iría triste (2000: 80).
30 JUAN GUILLERMO SÁNCHEZ MARTÍNEZ
El viento no puede
atajar un sueño.
Yo vivo aquí
pero
pienso allá.
La cargaban en hombros.
Subían,
Bajaban
lomas y montañas.
¡Cómo la querían!
Antes de cruzar
el río Negro
descansaban, tocaban
algunos sones.
Las raíces
nos mandan a contar
–por medio de las flores–
cómo es la tierra por dentro.
Pausa.
nas), cuyos caminos han ido más allá de las percepciones convenciona-
les y de los presupuestos del ‘sistema-mundo moderno/colonial’. De ahí
que, sin alejarnos de nuestra pregunta inicial (¿cómo nombrar esa ‘rea-
lidad-otra’?), resulta válido preguntarnos, un poco al azar… ¿cómo vis-
lumbrar ‘el satori’ en la poesía de Matsuo Basho? ¿Cómo asumir ‘la
noche’ y ‘el sueño’ en los versos de Novalis? ¿Cómo interpretar las can-
ciones acoli de Okot p’Bitek? ¿Cómo acercarse a ‘las correspondencias’
que atraviesan la obra de Baudelaire? ¿Cómo recrear los ‘pulowi’, los
guardianes de la naturaleza para los wayuu, de Miguel Ángel López, o
los ‘espiritëng’, los espíritus camëntsá, de Hugo Jamioy? ¿Cómo leer
siquiera el grito final de El viaje en paracaídas del gran mago Altazor?
¿Cómo dilucidar ‘las piedras’, los espantos, el canto de los pájaros en la
poesía de Ak’abal? Porque todas esas experiencias (y la lista es intermi-
nable…) sobrepasan las circunstancias lógico-racionales con las que el
‘sistema-mundo moderno/colonial’ ha configurado su propia ‘episte-
me’ y, no obstante, fueron y siguen siendo circunstancias vitales para
los poetas y para los lectores que han aceptado el reto, independiente-
mente de su procedencia.
La idea que le pedimos al lector es que considere mientras lee este libro
que ese lugar, al que los antiguos mayas llamaban Xibalbá, el ‘lugar del
temor reverente’, es real y palpable. Es real porque a lo largo de mile-
nios, millones de seres lo han creído real y han conformado su entorno
material para adoptarse a esa realidad. El mundo maya en que entra-
mos es un mundo de magia viva (30).
“Para quienes”
Humberto Ak’abal
Hablo para
taparle la
boca
al silencio (Ak’abal, 2000: 92).
(…) A nivel legal, países como Nicaragua y Colombia han realizado las
modificaciones jurídicas pertinentes en aspectos fundamentales para
25
los pueblos indígenas, como la autonomía .
“El día que me falte el suelo/volaré” (2002: 87), dice Ak’abal: por-
que siempre habrá una salida, una escapatoria, una forma de denun-
ciar, de pugnar por la libertad en esta poesía. Ak’abal es abiertamente
político en muchos de sus textos, y en ninguno de sus libros deja de
sugerir la lucha por la tierra o de emplear la ironía a propósito de las
instituciones que promueven la discordia, la injusticia o la intolerancia.
En Guardián de la caída de agua (2000), sobresale “Aguacero”, la última
parte del poemario, la cual reproduce escenas dramáticas sobre la
pobreza, el hambre y la indiferencia de los siglos. En Tejedor de palabras
(1996), “Hojas Rotas”, también la última parte del poemario, vuelve
MEMORIA E INVENCIÓN EN LA POESÍA DE HUMBERTO AK’ABAL 41
Al día siguiente
de lo que había ocurrido,
El miedo caminaba
en el aire.
Las lomas,
los cerros,
los barrancos, los
pueblos viejos
tienen secretos encantadores
y de ahí mi deseo de sacarlos a pasear
en hojas de papel.
Su voz de tejedor,
de vendedor de miserias,
colérica y triste,
era ya una voz lejana.
Y esa tarde,
¡esa tarde! camino al
cementerio lloré.
Volví solo
y me hice hombre (1996: 67).
Un hoyito en
el pecho
y uno en la cola;
si lo soplás canta.
50 JUAN GUILLERMO SÁNCHEZ MARTÍNEZ
Juguete de patojitos
pobres.
Nuestros abuelos
lo entregaron a las montañas,
a los peñascos y a las colinas:
lo pusieron en la voz de los pájaros:
kuxkultew, b’uqpurix, chajilsiwan…
52 JUAN GUILLERMO SÁNCHEZ MARTÍNEZ
Por lo demás, más allá del término apropiado para nombrar esta
nueva producción, interesa sumergirse en esta poesía como un abismo
más del gran ‘texto’ –complejo y contradictorio, en la infinita defini-
ción de Barthes (1994)– de la cultura nativa de las Américas. En 1971,
Barthes dice en el ya clásico estudio El susurro del lenguaje que el ‘texto’
es siempre paradójico, se sitúa en el límite de la enunciación, es mucho
más que la clásica categoría de ‘libro’ como ‘objeto’, de la ‘palabra’ como
propiedad privada de un ‘autor’: el texto “…no se detiene en la (buena)
literatura; no puede captarse en una jerarquía ni con base a una simple
división en géneros. Por el contrario (o precisamente), lo que lo cons-
tituye es su fuerza de subversión respecto a las viejas clasificaciones”
(1994: 75). Según Barthes, el texto se demuestra y se sostiene en el len-
guaje, su naturaleza es la ‘travesía’.
Mi pueblo
me vio salir en silencio.
La ciudad con su bulla
ni cuenta se dio
de mi llegada.
Dejé de ser campesino
y me hice obrero.
No sé si adelanté
o retrocedí (2004: 190).
La pregunta que surge aquí es: ¿hasta qué punto las poéticas
occidentales pueden abordar la poesía contemporánea en lenguas indí-
genas? La conclusión con la que cierra Jean Cohen el último párrafo del
último capítulo de Estructura del Lenguaje Poético, es iluminadora:
Pero este lazo significante-denotación no es necesariamente natural.
Puede ser simplemente el resultado de un aprendizaje cultural, la con-
secuencia de una ascensión social llevada a cabo a partir de sus prime-
ros años en la conciencia del hombre civilizado. De hecho, depende, tal
como algún día trataremos de demostrar, de la estructura de la lengua,
la cual asimismo es un reflejo de nuestra cultura. Nada se opone a prio-
58 JUAN GUILLERMO SÁNCHEZ MARTÍNEZ
En aquellas noches
de fuego, de ocote y leña,
ella contaba cuentos…
“Fuego de ocote”
Humberto Ak’abal
¿Qué tendrá?
“Ojo le dieron,
alguno lo deseó en la calle
-dijo la viejita-.
Hay que curarlo”.
60 JUAN GUILLERMO SÁNCHEZ MARTÍNEZ
Hojas de ruda
y un trago de guaro.
“Salí, salí,
dejá de joder al muchachito.
¡Ah, ah, ah!
¡Ójalá, ójala, ójala!
Jat, jat, jat, andate, andate…”.
Subiendo montes
y cruzando valles
fuimos en busca del curandero.
El señor Tzun
era un viejecito alegre.
Tomó un tecomate31
y cantó dentro de él…
Si un niño
tiene amarrada la lengua,
se le lleva a la cueva
de boca grande.
El niño entra
a buscar la llave de su voz.
Un camino, un río
y la piedra en medio.
Él temblaba de miedo
porque lo buscaban
para descuajarle la cabeza.
Él pudo huir,
y al otro día
la piedra también se había ido (2002: 29).
Los espantos
son los poetas del susto (2002: 168).
Dejémonos de babosadas:
de que hay espantos,
¡los hay!
Pero
los espantos tienen
que ser meros (2000: 33).
En la poza
rodeada de flores blancas,
a la mitad de la noche, un
espanto se bañaba.
En el barranquito
vivía un espanto.
Después de muerto
rascarás el infinito.
Se te acabarán las uñas.
El gato aparecía
por las noches.
¡Asustaba!
Se reía,
se carcajeaba.
70 JUAN GUILLERMO SÁNCHEZ MARTÍNEZ
Ahora bien, por el mismo camino, pero con las palabras de otra
lengua maya,
…los pueblos de habla quiché de los altos de Guatemala conciben a los
nawales y, de esa manera, difieren tanto de los tzotziles como de los
mayas yucatecos. En general, los especialistas usan el término ‘nawalis-
mo’ para describir la idea de que un animal o espíritu compañero que
está ligado al ser humano desde su nacimiento. Para los quiché el nawal
es ‘el espíritu del día’ en que nace un niño. Estos espíritus también están
asociados con las poderosas deidades de las cuatro regiones, los gran-
des mundos, los señores de la tierra que ascienden como nawales a las
vigas a medianoche, por arriba de los médium chamanes, para comu-
nicarse por medio de ruidos y voces con el público asustado que se
sienta en el suelo. Para los quiché la palabra también se aplica directa-
mente a las almas de sus antepasados fallecidos… (2001: 181).
Ronda en mí.
De vez en cuando
sale a mirar por mis ojos,
y se pone triste (2000: 85).
Luna,
candil de la noche,
fuego blanco,
luz encaladora.
Yo corrí a decirle
a mi mamá
que el árbol de durazno
estaba llorando.
Ella se río:
“sólo se está cambiando de ropa”.
Nunca se sabe
en qué fecha del año
florece la yerbabuena.
El patojo terco
seguía mirando hacia atrás,
se enredó en algunas raíces
y se cayó.
Comenzó a chillar.
del Siglo de Oro, Ak’abal recoge expresiones con la misma risa y con el
mismo gusto. Hay uno fascinante:
Nunca limpiés
la sartén de fríjoles
con tu lengua,
los que hacen eso
se vuelven chismosos (“Chismoso”, 2004: 68).
Sobre este punto hay un dato muy interesante y es que gran parte
de la teoría sobre la traducción, concuerda con que las expresiones más
difíciles de traducir son precisamente las que Ak’abal traduce (claro, si
tenemos en cuenta que Ak’abal escribe primero en su lengua nativa). Al
respecto, dice Gerard Genett: “hay que lograr que el lector sepa ‘enten-
der en clishé’ la traducción como lo habría entendido el lector o el
oyente primitivo, e inmediatamente volver de la imagen o del detalle
concreto en lugar de demorarse allí” (1989: 266). ¿Cómo lograrlo? Sólo
hace falta leer “B’uqpurix”:
B’uqpurix, pájaro de
mal agüero.
Si en el camino te sale
de derecha a izquierda,
es buena seña;
si corre al contrario,
te jodiste (1998: 345).
78 JUAN GUILLERMO SÁNCHEZ MARTÍNEZ
“El choco”
Humberto Ak’abal
Wuuj: “idos ahora a aquella casa (…) allí se os llevará vuestra raja de
ocote y vuestro cigarro y allí dormiréis” (Recinos, 2003: 55). La prueba
que les ponen los de Xibalbá a los primeros padres es que encendiendo
los cigarros y el ocote que se les sean entregados, no los consuman y los
entreguen intactos al amanecer. Los primeros gemelos son vencidos; los
segundos, no.
Aquí
como ocote apagado,
acuclillado en una acera,
ciego de luces de colores,
sordo de bocinas y ruidos,
recuerdo.
Fragancia de montañas,
olor a estiércol de carneros,
olor a hierba,
olor a pueblo…
Oración al atardecer…
Ese es el poema con que Ak’abal cierra su libro Grito:
Creadores de lo que se ve
y de lo que no alcanzamos a ver;
Nawales dueños de la salida del sol,
de las alas del viento
del silencio de la noche,
del reposo del aire;
ombligo del cielo y de la tierra,
guardianes de la vida.
82 JUAN GUILLERMO SÁNCHEZ MARTÍNEZ
Nawales protectores
de las esquinas del mundo,
tráigannos la paz
y la bendición de los manantiales
del gran dueño Ajaw del universo (2004: 204).
¡Oh tú, hermosura del día! ¡Tú, Huracán; tú, Corazón del cielo y de la
tierra! ¡Tú, dador de la riqueza, y dador de las hijas y de los hijos! Vuelve
hacia acá tu gloria y tu riqueza; concédeles la vida y el desarrollo a mis
hijos y vasallos (…) Que no encuentren desgracia ni infortunio (…)
Concédeles buenos caminos, hermosos caminos planos (…) Y tú, Tohil;
tú, Avilix; tú, Hacavitz, bóveda de cielo, superficie de la tierra, los cuatro
rincones, los cuatro puntos cardinales, ¡Que sólo haya paz y tranquili-
dad ante tu boca, en tu presencia, oh Dios! (Recinos, 2003: 156).
(Recinos, 2003: 107). Algo nos hace pensar que Ak’abal abre su poema
consciente de estos episodios míticos: “creadores de lo que se ve/ y de
lo que no alcanzamos a ver”.
Figura 1
Los cuatro sectores cósmicos y el centro del mundo; Códice Madrid, pp 75 y 76
(Tomado a su vez de De la Garza, 1998: 141)
Llegó un tiempo
y los obligaron a callar
y se volvieron piedras.
Tempestades: Kaqulja,
Kaqulja, Kaqulja…
Por eso invocar al Corazón del Cielo, invocar la fuerza del hura-
cán, de la tempestad, del relámpago, es tomar también la voz del adivi-
no, del sacerdote, del chamán; es conjurar con la palabra:
Nuestra amiga Bárbara Tedlock, chamán iniciada en la tradición qui-
ché, considera que el rayo es una metáfora de raíz en el lenguaje y las
creencias rituales de estos mayas de las tierras altas. Según su descrip-
ción, los adivinos de Momostenango sienten el rayo en la sangre y los
músculos de sus cuerpos, y lo conciben haciendo que hable su sangre.
La capacidad de adivinar y revelar las intenciones de los antepasados se
finca en la capacidad de los adeptos para sentir el rayo en la sangre a
través de su propio pulso (2001: 198).
La carcajada de Kaqulja
es en el trueno
el fin del invierno.
Un arcoiris confirma la
voz de la tempestad (1998: 63).
Raíz y sangre…
Finalmente, después de este documentado ‘juego intertextual’
entre el archivo colonial y la obra de Ak’abal, nos vamos a detener en
dos palabras que impregnan cada uno de los versos del poeta guatemal-
teco: raíz y sangre.
Caminemos,
entremos,
es el templo natural del maíz.
Matas de milpa,
risas de mazorca.
Recojamos en matates,
llenos de redes,
el mulco se recoge en morrales.
Sanates juegan,
chocoyos parlan,
tan negros y tan verdes.
sólo la historia, es sólo el pasado, es sólo la memoria que está ahí y que
no podemos borrar. Porque Ak’abal es claro: “no es el peso de la carga
lo que duele, lo que duele es el peso de la indiferencia” (Entre el maya-
k’iche’ y el castellano, ver epílogo). La gran diferencia con él es que al
final, como después de la tapixca, es posible la esperanza, es posible
continuar el camino con los pies descalzos llenos de lodo. Así termina
“Raíz y Sangre”:
En mi lengua
poesía se dice:
Aqaktzij
(palabramiel)
Je’ltzij
(bellapalabra)
Pach’umtzij
(trenzapalabra)
En fin,
no sé para qué sirve,
aún así
insisto.
“En mi lengua”
Humberto Ak’abal
Krik-krik-krik-krik…
krik-krik-krik-krik…
Las notas graves
las de los viejos.
Las notas dulces
las de las hembras.
Y las notas agudas
las de los grillos jóvenes.
B’ir, b’ir, b’ir, b’ir…
b’iri, b’iri, b’iri’, b’iri…
krik-krik-krik-krik… (2002: 84).
Después de su muerte me
entregaron lo que ella
había dejado para mí:
un jarro viejo.
Camposanto de flores,
flores de muerto, arcos
de ciprés. Ramas
de pino, coronas.
Es día de difuntos.
- Tomate un trago
- y el muerto toma.
La tarde
no porta más el peso del día
y cae detrás del cerro de Chojoyam.
cantan:
klis, klis, klis, klis…
sólo el texto a dos columnas que presenta “el mismo poema” en las dos
lenguas, sino, por supuesto –como se ha venido demostrando– el
poema que en su estructura misma combina las dos lenguas. Como
Ezra Pound (1994) ideando el libro/Uno en sus Cantos50 o como Derek
Walcott (1994) mezclando el francés, el inglés y el castellano en sus
poemas Caribe51, así mismo Ak’abal combina sus lenguas. Buscando
un horizonte multilingüe y multicultural, estos poemas experimentan
y abren nuevos caminos para el diálogo:
K’urupup,
k’urupup,
k’urupup…
Es el pajarito cantador
de la noche.
Sus plumas, grises y negras.
Cuando el sol se va
el k’urupup comienza a cantar.
K’urupup,
k’urupup,
k’urupup…
del k’iche’ no son fonemas dispersos, sino palabras con significado den-
tro de su cultura, sugeridas por los sonidos mismos de la naturaleza. No
importa que el lector desconozca la lengua y estos vocablos le suenen
extraños; en eso consiste el reto del lector. Como nos decía Reyes sobre
sus jitanjáforas, el placer está en degustar esas vibraciones insospecha-
das del lenguaje.
Ruidal
como caída
de cargamento de leña,
lloradera de patojitos,
ruido de hojalatas…
- Aquí estoy,
¿para qué me quieren?
do la poesía como ese caracol que se cierra sobre sí mismo, pero esa cer-
teza no disipa la duda del lector no indígena, pues la magia, al fin de
cuentas, se toca con la poesía y la ‘extrañeza’.
En el texto que abría este capítulo leíamos: “mis textos son bre-
ves y escritos de manera sencilla, sin rebuscamientos de lenguaje, hablo
de lo que está al alcance de mis ojos, de mis oídos, de mis recuerdos…”
(2006: XX). Leña, patojitos, hojalata, el espíritu de los muertos, el zajo-
rín, todos son referentes cotidianos para el campesino maya k’iche’. El
mérito de Ak’abal está en escoger de todas las circunstancias cotidianas,
el instante preciso para pintar, el momento que congrega la revelación,
el intervalo que proyecta la extrañeza, la ‘otredad’. Así lo explica Paz en
El arco y la lira: “la extrañeza es asombro ante una realidad que de
pronto se revela como lo nunca visto (…) En su forma más pura y ori-
ginal, la experiencia de la ‘otredad’ es extrañeza, estupefacción, paráli-
sis del ánimo: asombro” (1986: 128).
La luz
es un puñal de fuego,
cae de punta.
El reflejo
es el grito del río,
la herida
es agua clara (2000: 74).
112 JUAN GUILLERMO SÁNCHEZ MARTÍNEZ
Sombra:
noche pequeña
al pie de cualquier árbol (2000: 41).
O “Para empezar”:
Lunes:
pesado bostezo
en la boca de la semana (2000: 44).
Llovizna: plática
de la capa de paja y
la sombrilla (ibíd.: 342).
Es primavera:
la colina sin nombre
entre la niebla (ibíd.: 345).
Un viejo estanque:
salta una rana ¡zas!
chapalateo (ibíd.: 343).
Admirable
aquel que ante el relámpago
no dice: la vida huye (ibíd.: 346).
de pasta a pasta
una Antología
de la Poesía Universal (1998: 397).
En el paraíso terrenal
estaba el árbol de la vida.
No había pecado,
no había muerte.
El esfuerzo de olvidar
también es poesía (“Esfuerzo”, 1998: 51).
Uchi’ja
(boca de la casa),
puerta.
Ub’oq’och ja
(ojos de la casa),
ventanas.
Uwi’ja
(cabellos de la casa),
techo.
Raqan ja
(pies de la casa),
corredor.
Utza’n ja
(nariz de la casa),
esquinas.
Upam ja
(estómago de la casa),
interior.
Ja,
casa (2002: 63).
Palaj nuwachaq,
cara de mi culo.
Maj unam,
no tenés madre.
Ujolom xk’ub’,
cabeza de tenamaste.
Pachal rij,
petacudo.
Uraqan ch’ok,
patas de sanate.
Yutu’t uxikin,
orejas encojidas.
Sal urij,
jiotoso.
Nin,
hediondo (2004: 115).
De plumaje café
y anaranjado.
Ch’ik es su canto,
ch’ik es su nombre.
Es el pajarito
pedidor de la lluvia (2000: 18).
Cantos de animales…
En la antología Antigua y Nueva palabra que ha preparado
Miguel León Portilla para Aguilar, encontramos un texto en prosa de
Ak’abal, titulado Al lado del camino, en donde entendemos los alcances
del k’iche’, la atmósfera que propone y los procedimientos que sigue
Ak’abal en la creación de su poesía:
…Lengua desprendida de la naturaleza, que al hablarla es como masti-
car hojas de ciprés: rústica, dulce y sencilla (…) En la confección de mis
poemas echo mano de tres recursos. Uno es el lenguaje directo: planteo
un cuadro. Otro son las metáforas e imágenes. Y cuando siento que las
palabras no son capaces de darle cuerpo a lo que quisiera, recurro a la
onomatopeya, de la que está salpicada la lengua de mis abuelos; porque
este es un lenguaje que no va a los sentidos sino al espíritu, en un inten-
to de trasladar el sonido natural a la hoja de papel (2004: 754).
“Las huellas”
Humberto Ak'abal
De acuerdo con Ordóñez, creo que es desde las dudas, desde las
indefiniciones, desde el gusto, desde la subjetividad, desde la concien-
cia del investigador de sus propias obsesiones como lector, y desde el
juego que surge Memoria e invención en la poesía de Humberto Ak’abal.
La Poesía es fuego,
quema dentro de uno
y dentro del otro.
Sino, será cualquier cosa,
no poesía (Ak’abal, 1998: 509).
Te mando un fraterno
abrazo,
Humberto
Ak’abal
las definiciones de este diccionario, así como la escritura de las palabras en lengua
indígena. No obstante, es de aclarar que la grafía de algunos vocablos varía entre
el diccionario y la escritura de Ak’abal, principalmente en la grafía de las vocales
y de la /q/ y la /k/. Ak’abal mismo nos previene sobre los peligros de esta polémi-
ca en su texto Entre el maya-K’iche’ y el castellano: “Ak’abal es el nombre de uno
de los días del Calendario ceremonial de la luna, se traduce como ‘aurora’ o ‘ama-
necer’, y aunque no suene bien la combinación de un nombre latino con un nom-
bre maya, no es mi culpa y no me avergüenzo. Algunos se escandalizan porque lo
escribo con K’, otros lo escriben con C’ y recientemente las academias dicen que
debe escribirse con Q’, no tengo nada en contra del esfuerzo por encontrar el
signo apropiado para escribirla de la mejor manera posible, sin embargo mi nom-
bre o apellido, como quiera verse, ha sido conocido así con K’ por lo que cambiar-
la a estas alturas equivaldría a corregir mis documentos y una infinidad de pape-
les, por lo que opto por dejarlo así, pero, otros han dicho que escrito así ya no sig-
nifica ‘aurora’ o ‘amanecer’, este es un sencillo disparate, porque el significado de
las palabras nació cuando se nombraron las cosas y no cuando se comenzaron a
escribir” (ver epílogo).
8 En este mapa, el cual se puede consultar en línea en la página de la Fundación
para el Avance de los Estudios Mesoamericanos (FAMSI) (http: //research.
famsi.org/maps/maps.php?map=guatemala%20maya), podemos observar clara-
mente las tierras bajas de Tikal hacia el Norte y las tierras altas del lado de
Kaminaljuyú hacia el Sur, todo esto dentro del territorio maya que atraviesa
México, Guatemala, Belice, El salvador y Honduras.
9 En los testimonios indígenas de la conquista, como el Popol Wuuj, los Anales de
los Cakchiqueles y la Historia General de las Cosas de la Nueva España, Pedro de
Alvarado es llamado Tonatiuh o Donadiú, una de las voces nahuatl con las que se
nombraba al gran astro, el sol, entre las culturas mesoamericanas. Es posible que
el color rubio del cabello del conquistador haya sido una de las razones, así como
su implacable determinación para llevar a cabo masacres y guerras. Basta con
recordar la carnicería del Templo Mayor en la ciudad de Tenochtitlán, unos meses
antes de dirigirse hacia el territorio maya, triste episodio en el que Tonatiuh ase-
sina a cientos de indígenas, los cuales estaban celebrando la fiesta de
Huitzilopochtli (Sahagún, 2003, 1091, Libro XII, cap. 19).
10 Muy cerca de la región de Totonicapán, a la que pertenece el pueblo de Momos-
tenango, hay varias montañas (lugares ceremoniales) alrededor de las cuales gira
la espiritualidad de los pueblos mayas: la montaña de Waqibal, cerro tutelar de
Momestenango, lugar del 6 (número sagrado), lugar del árbol, del origen, de la
creación; la montaña de Pascual Ab’aj en Chichicastenango (Región del k’iché); el
santuario Maya de Chicabal, muy cerca de Quetzaltenango, antigua Xelajú, entre
muchas otras. Cada una de estas montañas son templos en los que a diario se
practican ceremonias en torno a los nawales y al Gran Dueño Ajaw (señor) del
universo, entre cantos de pájaros, ocote, copal y agua florida. Sobre este gran tema
nos detendremos en el capítulo 2.1 Magia y tradición: ceremonias, conjuros,
rezos, consejos.
MEMORIA E INVENCIÓN EN LA POESÍA DE HUMBERTO AK’ABAL 141
36 Nombro sólo estos tres documentos, porque son los que más cercanía tienen con
el pueblo k’iche’ de las tierras altas de Guatemala y, por ende, con el pueblo de
Ak’abal. No obstante, soy consciente de que en este corpus podrían incluirse el
Rabinal Achí y los documentos coloniales de las tierras bajas, como los Libros del
Chilam Balam. Eso sin contar, por supuesto, con todo el material precolombino
tanto de las tierras altas como de las bajas.
37 Conceptos trabajados con detenimiento por Angel María Garibay en Poesía
Nahuatl (1993). Claudio Guillén en Entre lo Uno y lo Diverso (1985) también
vuelve sobre ellos, empleándolos como fenómenos de la poesía universal.
38 En algunos poemas Ak’abal no traduce ciertas palabras y algunas de esas palabras
hacen referencia a dioses, objetos o lugares sagrados. Creo que de esta manera
Ak’abal demuestra su respeto por eso que nombra. En este caso Ajaw significa rey,
dueño, amo, dios (Ajpacaja, 1996: 4).
39 “Los solsticios son los momentos en los que el sol está sobre uno de los dos tró-
picos: Cáncer, 21-22 de Junio, el días más largo del año en el hemisferio boreal, y
el más corto en el austral; Capricornio, 21-22 de diciembre, la noche más larga del
año en el hemisferio boreal y la más corta en el austral” (De la Garza, 1998: 60).
Nótese que el Solsticio de Verano (21-22 de Junio) ha sido una fecha ritual no
sólo en los pueblos mesoamericanos, sino en todos los pueblos amerindios.
Prueba de ello es el Inti Raimy, la fiesta del Sol celebrada por los Incas, la cual,
durante la colonia y con ayuda de los procesos de aculturación, se fue confun-
diendo con la Fiesta católica del Corpus Christi.
40 “Consta de 56 hojas o dobleces pintados por ambos lados, con la peculiaridad de
que el reverso se halla cabeza abajo si se compara con el anverso. Cada doblez o
página tiene casi 23 x 12, 2 cm (…) Al igual que los otros tres códices mayas, tam-
bién éste está pintado en el papel hecho de la corteza del amate (del género de los
ficus)” (León-Portilla, 2003: 94).
41 Aquí debemos tener en cuenta que la geografía de las culturas mesoamericanas
determina el rostro de sus dioses. La gran cantidad de volcanes, así como la pre-
sencia en el Golfo de México de constantes huracanes, explica un poco la impor-
tancia de las tempestades y los terremotos para la memoria maya. De hecho, la
palabra huracán es maya y significa ‘una pierna’, como no lo recuerda Recinos
(2003: 166).
42 A propósito de esta cita, Ak’abal me ha dicho que para los mayas de las tierras
altas la palabra adecuada es kabawil, cuya traducción es ‘ídolo’. “A manera de
explicación: kawil, literalmente traducido es ‘dos miradas’, y qabawil, se traduci-
ría como: ‘nuestras dos miradas’. Pero, en el caso que nos ocupa se refiere a una
deidad, a un ídolo, lo que en k’iche’ se dice kabawil” (ver epílogo).
43 Dice Miguel León-Portilla en Literaturas Indígenas de México: “con este texto
redactado en 1528, nació una nueva forma de literatura indígena. Aprovechando
las potencialidades de la escritura alfabética, el hombre indígena transmitirá a
cuantos lo lean y escuchen lo que él considera que es la verdad de su mensaje. En
el encuentro de Dos Mundos, justamente a raíz de la violencia del mismo encuen-
tro, los vencidos, dueños desde tiempo inmemorial de la tinta negra y roja de sus
códices, se apropian de esos otros signos, con los que desde muchos siglos antes
144 JUAN GUILLERMO SÁNCHEZ MARTÍNEZ
se comunicaban entre sí los belicosos forasteros que habían llegado de más allá de
las aguas inmensas” (2003: 171).
44 Ver el apartado Quisiera ser / sencillo como un árbol. / Aún menos / como una tabla.
45 Ver “Entre patojitos” (1998: 79), “Despedida de la Lluvia” (2002: 23), “La casca-
bel” (2002: 97), “Menú” (1998: 37), “El curandero” (1998: 31), entre muchos otros
poemas.
46 Sobre la relación entre la obra de Juan Rulfo y el mundo indígena ver Ortega de
Lemos, María Luisa. “El llano en llamas y Pedro Páramo. Recreaciones de una
memoria ancestral” (Osorio Garcés, 2007).
47 Sobre este tema regresaremos en la segunda parte de este capítulo: 3.2 Es como
verme de espaldas o verme de lejos…: Las paradojas de la traducción
48 Ver principalmente sus libros Motivos de Son, Sóngoro Cosongo y West Indies, Ltd.
Allí, con la repetición de sonidos como /ng/ y el repiqueteo constante de las pala-
bras agudas en poemas como “Si tu supiera”, “Canto Negro”, “Semsemayá”, etcé-
tera, Guillén consigue dialogar con los tambores africanos y la fonética propia de
algunas lenguas africanas.
49 A partir del Canto IV, la descomposición paulatina de la lengua, hace que Altazor
juegue con los sonidos más allá de su significado. Desde luego, el canto VII es el
grito final en busca de un nuevo lenguaje que logre transmitir el desconcierto.
50 La ambiciosa obra de Pound persigue –como años atrás lo había soñado
Mallarmé– el gran libro que contenga todos los mundos, todas las lenguas, todas
las historias, todas las versiones, todos los modelos políticos y económicos, todos
los héroes. Es esta la razón por la cual sus versos están salpicados de latín, griego,
mandarín, castellano, inglés, francés, italiano, etcétera.
51 Ver poemas como “Cul de Sac Valley”, “Silabario Escolar” o “La luz del mundo”,
entre muchos otros… Aquí Walcott escenifica las huellas de un pasado colonial.
Latín, francés, inglés, español recorren sus versos.
52 Médico tradicional.
53 Ver la última parte del Capítulo 1: Cuando la aldea está de cabeza/ los murciélagos
están de pie…: divagaciones teóricas…
54 Compilación de poesía breve de todos los tiempos y todas las latitudes. Las dos
notas introductorias reflexionan sobre la brevedad y sobre las consecuencias de
una imagen visual intensa en la memoria del lector.
55 Dice Ak’abal en “Entre el maya-k’iche’ y el castellano”: “cuando yo era niño habla-
ba un castellano rudimentario y no podía pensar en esta lengua, mis respuestas
siempre las pensaba en k’iche’ y mentalmente las traducía al castellano, esto me
causaba muchos problemas porque parecían incoherentes. Con el paso del tiem-
po he aprendido a usarlas independientes, hoy puedo hacer la diferencia entre las
dos lenguas, cuando hablo maya-k’iche’ pienso en maya-k’iche’, y cuando hablo en
castellano pienso en castellano” (ver epílogo). No obstante, como vamos a demos-
trar enseguida, aun sabiendo separar las lenguas, Ak’abal k’icheiza el español en su
poesía; esta mixtura surge, por eso, de la voluntad y no de la imposibilidad.
56 En Ri Upalaj ri Kaq’ik’. El rostro del viento, este poema vuelve a aparecer (2006:
126), pero con un subtítulo entre paréntesis: (onomatopoesía). La lectura del
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