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La Universidad como centro promotor de la cultura

Algunas universidades han considerado que la formación científica y técnica no es


suficiente para cumplir los fines institucionales. Esta visión queda explícitamente
manifiesta desde sus estatutos constitutivos en los cuales, junto a la finalidad académica, se
señala de diversa manera la misión cultural que las anima.
UNO- El Título Preliminar del Estatuto Orgánico de la Universidad de Guayaquil (UdeG,
ed. 1984) menciona tres veces la palabra cultura y una la palabra artes seguramente con el
ánimo de evitar la redundancia. Y entre sus fines y funciones hace referencia a políticas
culturales, patrimonio cultural, cultura popular y cultura nacional y universal.
DOS- El artículo primero del Estatuto Universitario de la Universidad Católica de Santiago
de Guayaquil (UCSG) la define como "... Instituto de formación y cultura..."; el texto es
mucho más extenso, pero baste señalar que en los dos primeros artículos del Estatuto se cita
la palabra cultura cinco veces.
Es evidente que la idea de la actividad cultural está vinculada a la vida académica,
pensamiento que no es ajeno a las demás universidades del país. Sin embargo, este interés
manifiesto por la cultura enfrenta su primer obstáculo cuando se propone concretarlo en
expresiones que le den forma y sentido. Y es aquí donde las universidades no atinan con
acciones coherentes porque no tienen una respuesta clara para el interrogante fundamental:
para qué sirve la cultura.
La globalización, como estrategia geopolítica de carácter imperialista, constituye el punto
de partida en el análisis de cualquier problemática derivada de la crisis sistémica mundial
actual que pretenda ser abordada con rigor científico, ya que el estudio del contexto incide
en un conjunto de dimensiones, sean económicas, sociales, políticas, culturales,
ambientales, educativas u otras.
Al respecto, Pupo (2013) señala que "la globalización es un fenómeno histórico-cultural
objetivo, resultado del desarrollo de la ciencia, la técnica y la cultura en general" (p. 177).
Específicamente, los países latinoamericanos en el ámbito cultural han de ser capaces de
referenciar, con pensamiento crítico, la complejidad de los fenómenos que genera la
globalización, pues al aplicar políticas de carácter neoliberal, se privilegia el mercado en
detrimento de los derechos humanos, que son los que pautan el desarrollo de la humanidad.
El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en el discurso pronunciado en el acto de clausura
de la Tercera Convención Internacional de Educación Superior, celebrada en La Habana,
alertó sobre las consecuencias de la globalización de corte neoliberal para el planeta
Desde comienzos del siglo XX, en diferentes frentes, los centros de educación superior
asumieron el papel de promotores y difusores de la actividad cultural en el país. Lo hicieron
al crear extensiones culturales, publicaciones y emisoras, y al programar eventos que
impulsaron una agenda que en la época no era continua. Pero hacia los años sesenta
empezaron a surgir entidades culturales que les quitaron el protagonismo.
Hoy, como nunca, se siente que las universidades han tomado un nuevo impulso. Solo basta
ver las cifras de los dos claustros más importantes del país: en la Universidad Nacional este
año se programaron casi 300 eventos entre conciertos, conferencias y exposiciones.
Asistieron unas 400.000 personas, de las cuales, en promedio, un 40 por ciento venía de
fuera del alma máter.

Entre tanto, el año pasado la Universidad de los Andes realizó 182 eventos, entre otros,
presentó a 47 artistas nacionales e internacionales, programó 12 clases magistrales, montó
nueve exposiciones, proyectó 33 películas y tuvo 24 conciertos al aire libre. Esta agenda
atrajo a unas 37.000 personas.

Estas dos universidades, como tantas otras del país, tienen su propio sello: lo comercial
pasa a un segundo plano y tomar riesgos es casi un requisito. Así ofrecen propuestas
experimentales y de vanguardia que en otro lugar no tendrían cabida. A eso le suman que
sus auditorios y museos especializados nada tienen que envidiar a otros centros culturales.
Los números le dan dimensión a la apuesta: se calcula que un proyecto cultural puede
costar al año 1.000, 5.000 millones de pesos, o incluso más, en cuya financiación, además
de las universidades, suelen ayudar instituciones públicas y privadas.
El discurso que edifica es 'anormal' porque nos saca de nosotros mismos por la fuerza de lo
extraño para ayudarnos a convertir en seres nuevos, utilizando siempre materiales
proporcionados por la cultura de la época. Estamos en el corazón de la educación entendida
hermenéuticamente y no como un simple proceso de 'adaptación para la socialización' de
los individuos'.
En esta perspectiva, la educación no puede reducirse a meros procesos de enseñanza, sino
que ha de comprenderse como un complejo proceso de transmisión y renovación cultural.
Si bien es cierto que la educación es una tarea de toda la vida y que son muchos los ámbitos
que contribuyen a ella: la familia, los amigos, el trabajo, los medios de comunicación... algo
especial le corresponde a las entidades formalmente concebidas para generar posibilidades
de formación. Apuesto a que lo que hace la 'escuela' de cualquier nivel y/o enfoque
es curricularizar, esa es su razón de ser, es lo que la caracteriza como organización
educativa a diferencia de una financiera, comercial o industrial. El currículo, en
consecuencia, se sitúa como la función fundamental de la organización educativa.

Los procesos de modernización y estandarización hacia conceptos homogenizantes de la


cultura occidental inciden en modificaciones esenciales de los patrones culturales pre-
existentes y generan actitudes, en muchos casos, proclives a la depredación cultural. Se
evidencia que la crisis de América Latina tiene referentes históricos de carácter colonial y
neocolonial que trastocan valores éticos y morales, que deshumanizan y desvalorizan las
más autóctonas expresiones artísticas.
Por otro lado, el vínculo universidad-cultura debe dejar atrás concepciones elitistas que
encierran a las IES en sí mismas, como si fuesen torres de marfil, pues han de convertirse
en centros culturales dialógicos, concienciado res, problematizado res, contextualizado res.
Las claves para el desarrollo humano sostenible están en el fortalecimiento de este vínculo
para enfrentar la gran tarea de (de)colonizar la interculturalidad y la trasculturalidad.
Resulta válido acotar que los aportes teóricos sobre la tarea extensionista que, con el paso
del tiempo, fueron evolucionando y la creciente influencia de la tecnología y la
diversificación de los medios de información colocan a esta importante función
universitaria en un nuevo momento, en el cual debe asumir la responsabilidad social de
promover las culturas en un escenario que requiere de la participación activa de
universitarios y sociedad, para juntos construir una interculturalidad y transculturalidad,
generadoras de identidades y renovadoras de las memorias colectivas.

Bibliografía
https://www.oei.es/historico/pensariberoamerica/ric03a01.htm

https://www.semana.com/cultura/articulo/universidades-en-colombia-lideres-
en-la-actividad-cultural/446295-3/

https://www.semana.com/cultura/articulo/universidades-en-colombia-lideres-
en-la-actividad-cultural/446295-3/

http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0257-
43142018000100002

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