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Psicoterapia de Juego 5 PDF
Psicoterapia de Juego 5 PDF
de
bramante
o
de
papel,
para
que
le
veamos
atento,
absorto,
metérselo
en
la
boca,
arrojarlo,
volverlo
a
coger,
lanzarlo
de
nuevo,
acompasando
en
sonidos
diversos
esta
actividad
de
conocimiento
y
de
dominio.
El
niño
tiene
que
experimentar
todo:
tactilidad,
olores,
sabores,
formas,
colores.
Se
siente
feliz
si
hay
ahí
otra
persona
que
subraya
y
conforma
el
valor
de
su
objeto
de
interés
arrebatándoselo
o
nombrándoselo.
Tan
pronto
como
comienza
a
andar,
se
produce
la
explosión
de
la
curiosidad
investigadora
y
manipuladora
por
lodos
los
objetos
que
veía
sin
poder
tocar,
y
que
su
avidez
de
conocimientos
le
empuja
a
alcanzar
y
manipular,
para
utilizarlos
y
dominar
el
conocimiento
que
adquiere
de
ellos.
Todo
objeto,
sobre
todo
si
es
móvil
o
se
puede
mover,
es
un
interrogante
para
el
niño.
Es
la
edad
de
tocarlo
todo.
Pero
sobre
todo
es
la
edad
en
que,
por
las
palabras
y
el
vocabulario
enseñados
por
el
adulto,
el
niño,
al
mismo
tiempo
que
aprende
la
manipulación
técnicamente
adecuada
a
cada
objeto,
que
también
le
enseña
el
adulto,
aprende
a
estar
seguro
en
el
espacio
familiar.
Al
niño
le
gusta
encontrar
dificultades
y
superarlas;
le
gusta
el
objeto
que
se
le
resiste
y
le
gusta
vencer
el
obstáculo;
le
gusta
encontrar
límites
a
su
libertad
para
ejercitarse
en
hacerlos
caer.
Cuando
los
niños
juegan
entre
ellos,
las
reglas
que
decretan
son
a
veces
más
excitantes
que
la
actividad
lúdica
mental
o
física
en
cuestión.
A
veces,
en
sus
juegos
solitarios,
el
niño
se
impone
a
sí
mismos
reglas,
pero
es
todavía
por
el
placer
de
jugar
a
eludirlas,
por
el
gran
placer
de
hacer
trampas.
¿No
es
esto
tratar
de
dominar
lo
imposible
que,
en
la
realidad,
haría
caer
sobre
el
trasgresor
el
peso
de
la
ley?
Tener,
perder,
encontrar,
hacer,
deshacer,
rehacer
de
otra
manera,
crear,
descrear,
recrear
las
relaciones
con
los
seres
y
las
cosas,
indefinidamente,
esto
es
lo
que
parece
siempre
nuevo
y
fascinante
en
los
juegos
de
los
humanos
en
búsqueda
de
su
placer
y
de
la
conquista
de
posibilidades
siempre
renovadas
en
ellos
mismos.
Búsqueda
también
de
un
dominio
a
falta
de
dominar
la
realidad
de
la
naturaleza,
de
la
sociedad
de
la
que
el
hombre
es
siempre
tributario
y
objeto
a
la
vez.
Lo
que
el
ser
humano
quiere
poner
en
juego
es
la
organización
libre
de
los
fantasmas
de
su
deseo
para,
sin
demasiados
riesgos,
encontrar
su
placer
y
compartirlo
con
sus
congéneres.
Por
consiguiente,
el
juego
está
estrechamente
asociado
con
el
aprendizaje
del
lenguaje,
y
no
solamente
en
el
sentido
de
«hablar»,
sino
en
el
sentido
de
un
código
de
significación
de
los
gestos
y
los
com-‐
portamientos.
Para
la
comprensión
de
sí
mismo,
del
mundo
que
le
rodea
y
de
los
otros,
la
función
simbólica
continuamente
en
alerta
en
el
ser
humano
construye,
por
el
juego
con
objetos,
redes
de
analogía
y
de
correspondencia
con
la
realidad
concreta
de
las
experiencias
manipulativas
corporales
y
mentales
interindividuales.
Ser,
tener,
hacer,
coger,
dar,
amar,
odiar,
vivir,
morir,
todos
estos
verbos
no
cobran
sentido
más
que
a
través
de
los
juegos.
El
entendimiento
llega
al
niño
a
través
de
las
experiencias
lúdicas
de
fracaso
o
de
dominio
de
las
cosas
y
de
los
seres
vivos
realizadas
por
él
mismo.
Todos
estos
verbos
—y
sin
duda
muchos
otros—
serían
todavía
para
el
ser
humano,
antes
de
que
el
niño
haya
podido
disfrutar
de
su
motricidad
jugando,
abstracciones
mentales,
imágenes
sen-‐
soriales
arcaicas.
El
juego
es
siempre
una
esperanza
de
placer.
Este
placer,
se
obtenga
o
no,
es
una
experiencia
que
se
adquiere
siempre,
que
en
toda
ocasión
es
creadora
de
un
conocimiento
renovado
de
sí
mismo
y
a
veces
de
los
otros,
y
esto
incluso
si
el
juego,
como
se
suele
decir,
acaba
mal.
He
dicho
que
es
a
partir
de
los
seis
meses
cuando
el
niño
manifiesta
el
gusto
por
los
juegos
activos.
Por
tanto,
es
posible
observarlo
en
actividad
lúdica.
Pero
es
preciso
saber
que
algunos
niños
encuentran
también
un
placer
muy
vivo
en
una
manera
de
ser
en
apariencia
pasiva.
El
placer
de
escuchar,
de
mirar,
de
sentir,
de
observar
es
para
ellos
jugar,
o
más
bien,
por
así
decirlo,
divertirse
con
las
percepciones
que
encuentran
estando
atentos,
y
a
las
que
dan
sentido
por
la
función
simbólica
que
les
mueve
constantemente.
Debemos
respetar
estos
momentos
en
apariencia
pasivos
en
algunos
niños
que,
cuando
quieren,
son
ardientes
en
el
juego.
Hay
momentos
en
que
están
inmóviles
plácidamente
en
la
playa,
en
un
peñasco,
ocupados
en
contemplar
el
mar,
en
un
jardín
mirando
las
hojas
de
los
árboles,
las
flores,
los
pájaros,
las
nubes,
escuchando
música,
y
no
siempre
música
de
instrumentos,
sino
la
música
de
los
ruidos
de
la
vida.
Para
estos
niños,
también
es
un
gran
placer
observar
a
su
padre
en
el
trabajo,
a
su
madre,
a
artesanos,
a
obreros.
Son
placeres
pasivos,
inteligentes,
observadores,
a
veces
meditativos.
La
televisión
hereda
este
descrédito
sobre
la
aparente
pasividad
del
niño
al
que
le
gusta
mirarla.
Para
muchos
padres,
eso
se
llama
perder
el
tiempo
sin
hacer
nada.
«
¡Vamos,
a
jugar!»
Le
dicen
entonces,
si
les
sorprenden
mirando
cómo
trabajan
los
otros
o
viendo
la
televisión.
El
niño
responde
a
veces
«
¿Por
qué?
Si
me
lo
paso
bien…
»
Pero
los
padres
no
comprenden
por
qué
está
así,
inmóvil,
fascinado.
Para
ellos,
un
niño
debe
jugar.
Hay
que
saber
que
también
es
bueno,
muy
bueno
en
ocasiones,
para
un
niño
sensible
e
inteligente,
jugar
a
estar
en
silencio
consigo
mismo
y
con
el
entorno,
el
cuerpo
y
el
corazón
en
armonía
con
el
espacio
y
el
tiempo
que
pasa,
impregnándose
del
ambiente
en
el
cual
se
siente
feliz
de
vivir.
Los
adultos
parecen
temer
lo
que
consideran
el
vacío
espiritual
de
su
hijo,
quizá
porque,
en
sus
momentos
de
pasividad,
no
es
el
bienestar
lo
que
encuentran,
sino
el
rondar
de
sus
preocupaciones
y
las
inquietudes
de
sus
responsabilidades.
Tratan
de
evitar
este
vacío
espiritual
durante
sus
períodos
llamados
de
vacaciones
mediante
actividades
de
ocio.
El
resto
del
tiempo
lo
ocupan
sus
actividades
de
trabajo.
Es
preciso
que
sus
deseos,
focalizados
activamente
sobre
un
fin
preciso,
les
impidan
sentir
la
angustia
residual
en
torno
a
todo
lo
que
no
va
muy
bien
en
su
vida.
También
proyectan
este
estado
de
angustia
en
el
far
niente,
como
ellos
lo
llaman,
sobre
su
hijo
que
es
todo
ojos,
todo
oídos,
nariz
afilada,
lodo
espíritu
en
vela,
y
que
no
hace
nada.
Sin
embargo,
el
estado
de
paz
interior
que,
para
los
adultos
espirituales
se
conquista
por
el
ejercicio
de
la
meditación,
puede
ser
espontáneo
en
muchos
niños
por
otra
parte
vivos,
alegres
y
a
los
que,
como
a
todos
los
niños,
les
gusta
también
jugar
activamente
solos
y
con
compañeros.
Y
para
esos
niños,
como
para
todos
los
demás,
¡vivan
las
ludotecas!,
esos
lugares
donde
se
prestan
juegos
a
corto
plazo
a
los
niños,
que
vienen
a
dejar
unos
y
llevarse
otros.
Es
muy
importante
para
ellos
variar
los
juguetes
con
los
que
experimentan
su
sensorialidad
y
su
inteligencia.
Un
juego
que
no
oculte
ya
ninguna
sorpresa,
que
no
plantee
ningún
interrogante
es
completamente
inútil
de
guardar
ya:
molesta
al
niño.
Por
supuesto,
no
hablo
de
los
peluches,
de
la
muñeca
preferida,
de
los
pequeños
juguetes
exquisitos
que
el
niño
aprieta
contra
él,
que
abraza
contra
su
pecho
para
dormirse,
chupando
el
pulgar.
En
lenguaje
erudito,
se
los
llama
objetos
transicionales.
Son
para
él
una
parte
de
su
intimidad,
desde
que
es
pequeño
en
el
regazo
de
su
mamá,
y
un
consuelo
cuando
ella
está
ausente
y
él
la
necesitaría.
Estos
juegos
no
se
pueden
cambiar
y
no
son
de
ludoteca.
Los
juegos
de
ludoteca
son
todos
los
libros
infantiles,
todos
los
juegos
de
construcción,
los
juegos
llamados
de
ordenador
y
los
motores,
los
de
inventiva,
los
de
creatividad.
Para
un
niño,
el
hecho
de
ver
jugar
con
un
juego
que
ya
no
le
interesa
a
otro
es
siempre
muy
curioso.
Se
ve
tal
como
era
él
antes
de
conocer
el
juguete,
y
no
puedo
decirles
lo
que
piensa,
pero
he
observado
que
se
sorprende
siempre
mucho
de
ver
que
un
juego
que
no
le
interesa
ya
a
él
le
interese
a
otro.
Se
trata
también
de
enseñar
a
tolerar
que
haya
momentos
de
complicidad
y
de
paralelismo
en
las
ocupaciones
entre
los
niños
y
también
momentos
en
que
otros
niños
se
divierten
de
otra
manera.
No
son
por
eso
tontos,
contrariamente
a
lo
que
dicen
algunos
niños,
o
incluso
muchos
padres
tienen
esta
palabra
en
la
boca
cuando
ven
a
su
hijo
jugar
con
un
juego
que,
en
su
opinión,
no
es
educativo
y
les
parece
sin
interés.
Desconfiemos
de
nuestras
proyecciones
sobre
la
manera
de
jugar
de
los
niños.
No
hay
duda
de
que,
si
un
objeto
interesa
a
un
niño,
es
que
ETAPA 4
De los 6 a los 12 años
Shaefer,
Ch.;
Foy,
T.
(2000)
Ages
and
Stages,
John
Wiley
&
Sons,
Inc.
EUA
Traducción:
Mtra.
Cristina
Pérez
Agüero
La
vida
emocional
de
los
niños
en
edad
escolar
está
llena
de
altibajos,
risas
y
miedos.
El
reto
como
padres
durante
estos
años
es
entender
y
respetar
los
cambios
que
los
niños
están
experimentando
y
ayudarlos
a
superar
as
crisis
y
a
levantarse
en
las
caídas.
Aun
desean
que
usted
les
demuestre
afecto
y
atención,
pero
no
quieren
que
nadie
lo
vea
hacerlo
(¡Intente
besar
a
su
hijo
de
tercer
año
en
frente
de
sus
amigos!).
Necesitan
que
alguien
los
ayude
a
reconocer
sus
sentimientos
de
enojo
y
los
ayude
a
lidiar
con
ellos
antes
de
que
pierdan
el
control.
Necesitan
mantener
el
valor
para
superar
el
miedo
al
ridículo
frente
a
sus
compañeros,
lo
que
puede
ocasionar
que
no
tomen
riesgos
y
exploren
sus
capacidades.
Los
padres
que
hacen
estas
cosas
por
sus
hijos,
los
ayudan
a
crecer
sintiéndose
seguros
y
confiados.
AMOR
Y
AFECTO
En
los
años
de
la
escuela
primaria,
su
hijo
necesita
mucho
amor
y
afecto-‐
pero
seguramente
no
querrán
que
otra
persona
lo
sepa
(lo
averiguará
si
trata
de
tomar
de
la
mano
a
su
hijo
mientras
caminan
hacia
la
escuela).
Los
niños
entre
6
y
9
años
continúan
luchando
por
su
independencia
al
mismo
tiempo
que
necesitan
mucho
apoyo
emocional.
Su
trabajo
durante
esta
etapa
es
dejarle
saber
a
su
hijo
que
será
siempre
amado
y
transmitir
el
mensaje
en
formas
que
sean
aceptables
por
su
hijo.
El
amor
incondicional
es
el
regalo
más
valioso
que
le
puede
dar
a
su
hijo.
El
amor
no
tiene
que
ganarse-‐
no
por
los
logros
escolares,
ni
por
la
buena
conducta
o
premios
deportivos.
Se
da
de
manera
libre
sin
ataduras.
El
amor
es
la
cosa
que
los
padres
pueden
dar
sin
medida,
pero
en
nuestra
sociedad
esto
ha
cambiado
dado
que
el
regalo
del
amor
ha
cambiado
por
los
premios
por
lograr
algo.
Es
natural
dar
a
nuestros
hijos
un
gran
beso
cuando
traen
una
buena
calificación
a
casa,
y
un
fuerte
abrazo
cuando
anotan
el
gol
que
hizo
ganar
a
su
equipo-‐
pero
si
estas
son
las
únicas
veces
en
las
que
reciben
muestras
de
afecto,
quizás
estemos
enviando
el
mensaje
equivocado.
Sus
hijos
necesitan
saber
que
los
ama
por
quiénes
son
y
no
por
lo
que
hacen.
Más
que
cualquier
cosa,
eso
es
lo
que
hace
que
los
niños
se
sientan
seguros
y
a
gusto
con
ellos
mismos
y
construyan
una
alta
auto
estima
y
una
fuerte
salud
mental.
Algunas
veces
el
dar
el
amor
de
manera
incondicional
significa
un
esfuerzo
consciente
y
conjunto.
Para
que
vea
por
usted
mismo
qué
tan
fácil
es
negar
el
afecto
si
no
hay
una
ocasión
importante
que
amerite
expresarlo,
se
dará
cuenta
de
que
mucha
de
la
atención
que
le
da
a
su
hijo
se
relaciona
con
cosas
que
tiene
que
“hacer”
por
su
hijo
como
llevarlos
a
la
escuela,
hacerles
la
cena,
o
llevarlos
a
sus
actividades.
Es
como
si
no
tuviera
un
momento
único
y
especial
para
decirle
a
su
hijo
“te
quiero”.
Y
sólo
porque
ahora
su
hijo
se
la
pasa
en
la
escuela,
con
sus
amigos
y
en
otras
actividades,
es
menos
probable
que
éste
se
acerque
a
usted
pidiéndole
un
abrazo
que
lo
reconforte.
Dedíquele
tiempo
de
calidad
“uno
a
uno”,
para
hacerle
saber
a
su
hijo
que
tan
especial
es
para
usted.
Esto
lo
puede
hacer
mientras
conduce
su
auto
o
mientras
preparan
j
untos
la
cena.
Puede
ser
al
momento
de
acostarse,
dedicándole
algunos
minutos
de
calma
para
estar
juntos.
Los
niños
sienten
su
afecto
cuando
lo
tienen
para
ellos
solos-‐
aunque
sea
por
15
minutos.
Puede
enviara
a
su
hijo
mensajes
de
amor
incondicional,
cuando
menos
lo
espere.
Cuando
camine
junto
a
su
hijo,
sorpresivamente
béselo
en
la
cabeza.
Mándele
una
pequeña
nota
en
su
bolsa
del
almuerzo
para
el
recreo
“¡Espero
que
tengas
un
gran
día!”.
Lleve
a
casa
un
ramo
de
flores
para
su
hija
o
una
sorpresa
para
su
hijo-‐
sin
que
exista
alguna
ocasión
especial.
Haga
citas
para
pasar
juntos,
tiempo
fuera
de
casa
con
cada
niño.
Hay
muchas
maneras
de
decir
“te
quiero”-‐
trate
de
encontrar
una
para
cada
día.
Habilidades
Parentales
para
propiciar
amor
y
afecto
§ De
el
amor
de
manera
libre
y
sin
ataduras.
§ Ame
a
sus
hijos
por
quienes
son
y
no
por
lo
que
hacen.
§ Hágase
el
hábito
de
darles
a
sus
hijos
señales
de
amor
todos
los
días.
§ Trate
de
dedicarles
tiempo
a
sus
hijos,
estando
uno
a
uno.
§ Respete
el
afecto
que
su
hijo
siente
por
algún
maestro
o
amigo.
Evite
§ Darle
a
su
hijo
señales
de
amor
y
afecto
únicamente
cuando
han
logrado
algo.
§ Hacer
comentarios
que
vinculen
el
amor
con
una
conducta
en
particular
(por
ejemplo,
“Te
quiero
porque
eres
muy
inteligente”).
§ Dejar
pasar
el
día
sin
darle
un
mensaje
claro
de
amor
y
afecto
a
su
hijo.
§ Ridiculizar
las
experiencias
de
su
hijo.
Alegría
y
Enojo
Una
fuente
de
alegría
para
los
niños
entre
6
y
9
años
es
un
buen
chiste.
Sus
habilidades
verbales
ahora
son
mejores
y
pueden
manipular
el
significado
de
las
palabras.
Las
bromas
como
“¿Qué
tiene
dientes
y
no
muerde?,
El
peine”,
son
especialmente
geniales
pues
ponen
a
prueba
la
inteligencia
de
los
adultos;
esto
permite
a
los
niños
sentirse
superiores,
sólo
por
un
momento.
Es
una
etapa
en
la
que
a
los
niños
les
gustan
los
libros
de
adivinanzas
y
bromas
para
probar
su
desarrollo
mental.
Esto
les
permite
desarrollar
un
pensamiento
flexible
y
creativo
mientras
se
divierten.
El
humor
puede
ser
utilizado
en
esta
etapa
para
suavizar
las
tensiones
de
aquellos
momentos
de
mal
humor
antes
de
que
exploten
de
manera
agresiva.
Por
ejemplo,
Laura
de
8
años
estaba
de
mal
humor
porque
su
padre
le
dijo
que
barriera
el
piso.
Su
gimoteo
constante
hizo
que
su
padre,
Guillermo,
le
dijera
“Ahí
lo
tenemos,
el
club
de
los
tristes”,
se
sentó
y
continuó
diciendo
“Ninguno
de
nosotros
va
a
reír
hasta
que
tú
lo
hagas.
Nada
de
carcajadas
ni
risitas,
no
se
permite
que
alguien
esté
feliz
aquí”
Mientras
Guillermo
continuó
con
su
rutina
de
“los
tristes”,
Laura
comenzó
a
reír.
“No
te
atrevas”,
le
dijo
Guillermo.
“No
se
permiten
risas
hasta
que
hayas
terminado”.
Entre
más
bromeaba
Guillermo,
más
bobo
le
parecía
a
Laura
y
de
pronto
ya
estaba
saltando
y
riendo
con
su
papá,
haciéndole
cosquillas.
Este
pequeño
ejercicio
de
“boberías”
le
ayudó
a
Laura
a
desarrollar
el
sentido
del
humor-‐
el
cual
es
más
que
sólo
la
habilidad
para
hacer
bromas.
Es
una
actitud
que
puede
terminar
con
la
tensión,
dar
un
respiro
a
la
vida,
poner
los
problemas
en
perspectiva
y
ayuda
a
los
niños
a
aprender
a
manejar
su
enojo.
El
enojo
es
una
emoción
que
los
niños
en
edad
escolar
siguen
luchando
por
controlar.
Ahora
son
más
capaces
de
poner
sus
sentimientos
en
palabras
y
pueden
dirigirse
de
manera
asertiva
a
un
niño
que
ha
tomado
un
juguete
de
ellos,
“¡Hey,
dámelo!”.
Pero
aun
son
propensos
al
impulso
físico
de
empujar
o
golpear,
cuando
las
palabras
no
funcionan
tan
bien.
Su
habilidad
para
controlar
el
enojo
en
vez
de
actuarlo
es
un
paso
importante
en
el
desarrollo
en
esta
edad.
La
tarea
de
los
niños
en
aprender
cómo
expresar
de
manera
constructiva
su
enojo.
Usted
puede
ayudar
a
su
hijo
a
reconocer
los
sentimientos
de
enojo
y
lidiar
con
ellos
antes
de
que
salgan
de
su
control.
Cuando
vea
que
su
hijo
se
está
enojando,
identifique
el
sentimiento
“Veo
que
te
estás
enojando
mucho”.
Después
ofrézcale
a
su
hijo
una
forma
positiva
de
expresar
el
enojo
(en
vez
de
negarlo
o
reprimirlo):
§ Enseñe
a
su
hijo
a
contar
hasta
10
antes
de
que
haga
cualquier
cosa.
Esto
le
dará
oportunidad
de
pensar
antes
de
actuar
de
manera
impulsiva.
§ Ayude
a
su
hijo
a
practicar
formas
de
expresar
el
enojo
en
palabras.
Dígale
“Dime
como
te
sientes
ahora
y
porqué
te
sientes
así”.
Al
verbalizar
los
sentimientos
del
enojo,
los
niños
aprenden
a
ser
asertivos
y
además
responsables
de
su
comportamiento.
§ Guíe
a
su
hijo
en
actividades
para
sacar
el
enojo
que
lo
pueden
ayudar
a
sentirse
mejor:
dibujar
el
enojo
en
un
papel,
arrugar
un
papel
periódico,
correr,
golpear
una
almohada.
Estas
formas
de
actividad
física
alivian
el
enojo
sin
herir
a
otros.
Es
muy
importante
enseñar
a
sus
hijos
cómo
responder
a
los
sentimientos
de
enojo
a
través
de
su
propio
ejemplo.
Esto
es
especialmente
importante
cuando
su
hijo
observa
la
manera
en
que
usted
reacciona
al
enojo
de
su
hijo.
Trate
de
no
enojarse
porque
su
hijo
está
enojado.
Si
su
hijo
le
grita
cosas
hirientes
y
usted
hace
lo
mismo
con
él,
no
le
está
enseñando
que
herir
los
sentimientos
de
ira
persona
no
es
una
forma
apropiada
de
verbalizar
el
enojo.
Es
importante
mantener
el
control
de
sus
propias
emociones
cuando
su
hijo
está
furioso.
Su
habilidad
para
regular
su
propio
enojo
le
mostrará
a
su
hijo
cómo
se
hace.
Habilidades
Parentales
para
ayudar
a
los
niños
a
manejar
la
alegría
y
el
enojo
§ Cómprele
un
libro
de
adivinanzas
y
utilícelo
diariamente
para
fomentar
su
desarrollo
mental.
§ Use
el
humor
para
sortear
aquellos
momentos
de
tensión
o
de
mal
humor
antes
de
que
los
niños
tengan
oportunidad
de
estallar
de
manera
agresiva.
§ Recuerde
que
la
habilidad
para
mantener
los
sentimientos
de
enojo
bajo
control
en
vez
de
actuarlos
es
un
paso
importante
en
esta
etapa
de
desarrollo.
§ Cuando
vea
que
su
hijo
se
está
enojando,
identifique
el
sentimiento
“Veo
que
estás
muy
enojado”.
Después
ofrezca
una
manera
positiva
para
expresar
la
agresión.
§ Enseñe
a
su
hijo
a
responder
a
los
sentimientos
de
enojo
con
su
propio
ejemplo.
Evite
§ Estropear
las
bromas
de
sus
hijos
adivinando
todos
sus
acertijos.
§ Utilizar
el
enojo
para
persuadir
a
su
hijo
que
ya
no
esté
de
mal
humor;
intente
con
formas
más
divertidas.
§ Estallar
enojado
cuando
su
hijo
exprese
la
emoción
del
enojo.
§ Castigar
a
su
hijo
cuando
manifiesta
enojo.
Manejo
del
Temor
Tan
pronto
como
los
niños
superan
los
temores
de
los
monstruos
y
duendes
imaginarios
de
la
edad
preescolar,
pueden
desarrollar
una
serie
de
miedos
nuevos
basados
en
la
conciencia.
Los
niños
en
edad
escolar
están
más
pendientes
de
los
demás
y
de
sí
mismos
como
miembros
de
un
grupo,
tienen
una
necesidad
más
fuerte
de
ser
aceptados
por
sus
compañeros.
Esto
los
hace
temerosos
de
cometer
un
error,
parecer
tontos
o
sentirse
avergonzados.
Estos
miedos
pueden
atemorizarlos
tanto
que
pueden
evitar
probar
nuevas
cosas
y
explorar
el
mundo.
Observe
si
su
hijo
manifiesta
señales
de
temores
que
lo
inhiban.
Necesitará
respetar
este
miedo
y
al
mismo
tiempo
buscar
formas
de
ayudarlo
a
superarlo.
Por
ejemplo,
si
su
hijo
no
quiere
intentar
jugar
un
juego
de
habilidades
en
un
parque
recreativo
(como
el
tiro
al
blanco),
no
lo
obligue.
Puede
temer
de
fallar
y
sentirse
avergonzado
y
ese
temor
debería
ser
respetado.
Pero
porqué
no
intenta
jugar
usted
el
mismo
juego.
Si
usted
falla,
muéstrele
a
su
hijo
cómo
puede
reírse
de
ello
y
no
dejar
que
eso
le
afecte
respecto
a
su
autoestima.
Existen
muchas
oportunidades
para
mostrarle
a
su
hijo
que
no
hay
razones
para
temer
cometer
errores.
Si
intenta
una
nueva
receta
para
la
cena
y
sabe
horrible,
su
reacción
a
esta
“falla”
le
enseñará
a
su
hijo
una
lección
importante.
No
jure
que
nunca
más
tratará
de
hacer
algo
nuevo,
esto
le
demostraría
a
su
hijo
evitar
probar
cosas
nuevas
y
tomar
riesgos
por
el
temor
a
la
decepción
o
al
ridículo.
En
ves
de
ello,
ríase
de
ese
desastre,
admita
que
siempre
que
intente
algo
nuevo
corre
el
riesgo
de
equivocarse,
pero
que
la
siguiente
vez
espera
que
las
cosas
tengan
un
mejor
resultado.
Enfatice
que
todos
los
errores
que
cometemos
son
en
realidad
experiencias
de
aprendizaje.
Perdone,
no
sólo
sus
propios
errores,
también
los
de
su
hijo.
Trate
de
no
ser
crítico
cuando
su
hijo
intente
algo
nuevo
y
falle.
Esto
alimenta
el
miedo
a
los
nuevos
retos.
Si
pinta
su
bicicleta
con
pintura
en
spray
y
mancha
todo
el
piso
del
patio,
respire
profundo
antes
de
hacer
algo.
Una
respuesta
basada
en
el
enojo
podría
ser
“¡Esta
es
la
última
vez
que
pintas
algo!
¡Mira
el
desastre
que
has
hecho!”.
Tenga
por
seguro
que
su
hijo
estará
de
acuerdo
en
que
no
puede
hacer
cosas
por
sí
mismo.
Temerá
intentar
algo
la
próxima
vez.
En
su
lugar,
dígale
que
la
próxima
vez
que
desee
pintar
algo,
debe
asegurarse
que
el
piso
está
cubierto
con
periódicos.
Esto
convierte
el
error
en
una
experiencia
de
aprendizaje
y
deja
la
puerta
abierta
para
que
lo
intente
de
nuevo,
sin
temor.
El
miedo
al
fracaso
y
a
lo
embarazoso
es
común
en
la
edad
escolar,
y
con
paciencia
y
ánimo
los
niños
superarán
estas
inhibiciones.
Sin
embargo,
hay
algunos
miedos
que
no
deberían
aparecer
en
niños
de
esta
edad.
Si
su
hijo
sigue
teniendo
los
mismos
miedos
que
los
de
edad
preescolar,
que
ya
debía
haber
superado
(como
los
miedos
a
los
animales,
la
oscuridad
o
los
payasos),
es
tiempo
de
hacer
algo.
Recomendamos
un
programa
de
desensibilización
sistemática
para
superarlos.
La
desensibilización
sistemática
es
un
término
psicológico
utilizado
para
de
manera
lenta
y
gradual
presentar
a
la
persona
el
objeto
o
circunstancia
a
la
que
le
temen,
con
la
que
se
sienten
a
disgusto
y
amenazados.
Ha
escuchado,
por
ejemplo,
que
las
personas
que
temen
volar
en
los
aviones
pueden
ser
entrenadas
para
superar
este
miedo
en
pequeñas
etapas,
primero
los
llevan
al
aeropuerto,
después
a
la
entrada
del
avión,
después
al
avión
mismo,
luego
a
un
asiento,
después
un
pequeño
viaje
de
unos
minutos,
y
finalmente
un
vuelo
real.
Con
este
mismo
método
de
pequeños
y
graduales
pasos,
puede
ayudar
a
su
hijo
a
superar
muchos
tipos
de
miedos.
Vamos
a
tomar
el
ejemplo
del
temor
a
la
oscuridad.
Para
comenzar
el
proceso
de
desensibilización
sistemática
del
miedo
a
la
oscuridad
de
un
niño
que
duerme
sólo
con
la
luz
encendida,
recomendamos
un
método
que
permite
ir
graduando
el
nivel
de
iluminación
con
un
apagador
que
lo
permite,
el
cual
puede
adquirir
en
una
ferretería
por
muy
poco
dinero.
Una
vez
instalado,
utilice
un
lápiz
o
crayón
para
marcar
el
apagador
con
ocho
grados,
especiados
de
lo
más
iluminado
a
lo
más
oscuro.
Esto
guiará
su
progreso
conforme
vaya
disminuyendo
la
iluminación.
La
noche
que
planee
comenzar
el
proceso
de
desensibilización,
explíquele
a
su
hijo
que
ha
pensado
en
un
juego
que
lo
ayudará
a
superar
su
miedo
a
la
oscuridad.
Céntrese
en
el
aspecto
divertido
del
juego,
dígale
a
su
hijo
que
la
primera
noche
puede
atenuar
la
luz
con
el
apagador
tanto
como
él
quiera.
Si
elige
el
más
iluminado,
dígale
que
está
bien.
La
noche
siguiente,
explíquele
cuidadosamente
que
ahora
usted
va
a
graduar
la
luz.
Dígale
que
si
duerme
toda
la
noche
con
esta
intensidad
de
luz,
lo
recompensará
al
día
siguiente
(hágale
saber
cuál
será
el
premio
exactamente,
y
asegúrese
de
que
puede
dárselo
de
inmediato
a
la
hora
que
despierte).
Si
su
hijo
lo
llama
o
se
levanta
durante
la
noche,
cálmelo
pero
no
lo
dé
el
premio
por
la
mañana.
Sin
embargo,
anímelo
y
dígale
que
seguramente
lo
hará
mejor
la
siguiente
noche.
Si
logra
dormir
durante
toda
la
noche,
dele
el
premio
por
su
logro.
Deje
el
apagador
en
ese
nivel
hasta
que
logre
dormir
tres
noches
consecutivas
con
ese
grado
de
iluminación.
Después
mueva
el
apagador
al
siguiente
grado,
siga
la
misma
rutina
(con
la
recompensa
incluida)
por
tres
noches
más.
Conforme
el
programa
de
desensibilización
avance,
su
hijo
se
irá
adaptando
a
una
habitación
más
oscura.
Finalmente,
cuando
el
nivel
de
iluminación
llegue
a
la
marca
más
baja
justo
antes
de
la
completa
oscuridad,
coloque
una
lámpara
de
noche
cerca
de
la
cama
y
utilícela
en
lugar
de
la
iluminación
habitual.
Quizás
pueda
avanzar
hasta
conseguir
que
duerma
con
la
habitación
totalmente
oscura
o
con
la
luz
del
baño
encendida.
Un
niño
que
duerme
de
manera
confortable
durante
la
noche,
sólo
con
la
lámpara
de
noche,
ya
no
debe
ser
considerado
como
que
le
teme
a
la
oscuridad.
Este
ejemplo
le
debe
dar
una
ida
de
cómo
es
la
desensibilización,
con
pasos
graduales
con
una
recompensa
y
reforzadores;
puede
ser
utilizada
con
los
niños
para
casi
todo.
Habilidades
parentales
para
ayudar
a
su
hijo
a
manejar
el
temor
§ Observe
en
su
hijo
posibles
temores
que
lo
inhiban.
§ Respete
el
temor
de
sus
hijos
a
sentirse
avergonzado
y
busque
formas
para
ayudarlo
a
superarlo.
§ Muéstrele
a
su
hijo
que
usted
también
comete
errores.
§ Use
los
errores
como
una
oportunidad
para
aprender.
§ Utilice
la
desensibilización
sistemática
para
ayudar
a
su
hijo
a
superar
el
miedo
a
la
oscuridad,
los
animales,
los
payasos,
etc.
Evite
§ Castigar
a
su
hijo
por
cometer
un
error.
§ Obligar
a
su
hijo
en
situaciones
que
pueden
avergonzarlo.
§ Criticarlo
cuando
trata
de
hacer
algo
nuevo
y
lo
hace
un
poco
mal.
§ Forzarlo
de
repente
a
enfrentar
un
miedo,
como
encerrarlo
en
una
habitación
oscura
para
superar
el
miedo
a
la
oscuridad,
o
lanzarlo
a
una
alberca
para
superar
el
miedo
al
agua.