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Vida práctica / Autoayuda
AMIGOS DE LA NATURALEZA
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El texto bíblico ha sido tomado de la versión Reina Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en
América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.
Reina-Valera 1960® es una marca registrada de la American Bible Society, y puede ser usada
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Las citas bíblicas señaladas con NVI se tomaron de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional.
© 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional.
Las citas bíblicas señaladas con LBD se tomaron de la Santa Biblia, La Biblia al Día. © 1979
por la Sociedad Bíblica Internacional.
El texto bíblico indicado con «NTV» ha sido tomado de la Santa Biblia, Nueva Traducción
Viviente, © Tyndale House Foundation 2008, 2009, 2010. Usado con permiso de Tyndale
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América. Todos los derechos reservados.
Usadas con permiso.
Producto 495626
ISBN 0-7899-1704-1
ISBN 978-0-7899-1704-1
Impreso en Colombia
Printed in Colombia
Neil y Rich
Septiembre de 2001
Notas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 243
de ver el castigo que enviaría Dios. Aunque solo fuera eso, Jonás
estaba preparado para tener su buena sesión de autocompasión,
y los únicos huéspedes invitados eran «yo, mí y conmigo». El
profeta estaba enojado porque la gente de Nínive se había arre-
pentido al escuchar su predicación, y sabía que Dios (¡a diferen-
cia de él mismo!) es «clemente y piadoso, tardo en enojarse, y de
grande misericordia, y que se arrepiente del mal» (Jonás 4:2). Él
quería que la ciudad quedara destruida, pero al parecer, Dios se
inclinaba más a perdonar a sus habitantes si se arrepentían. Así
que Jonás se enojó.
Entonces el Señor le hizo una pregunta; la misma que noso-
tros nos tenemos que hacer: «¿Haces tú bien en enojarte tanto?»
(Jonás 4:4). Jonás trató de ignorar la cuestión que Dios le estaba
señalando, y Dios decidió darle al profeta una lección objetiva.
He aquí el resto de la historia:
Y preparó Jehová Dios una calabacera, la cual creció sobre
Jonás para que hiciese sombra sobre su cabeza, y le librase
de su malestar; y Jonás se alegró grandemente por la calaba-
cera. Pero al venir el alba del día siguiente, Dios preparó un
gusano, el cual hirió la calabacera, y se secó. Y aconteció que
al salir el sol, preparó Dios un recio viento solano, y el sol hi-
rió a Jonás en la cabeza, y se desmayaba, y deseaba la muerte,
diciendo: Mejor sería para mí la muerte que la vida. Enton-
ces dijo Dios a Jonás: ¿Tanto te enojas por la calabacera? Y él
respondió: Mucho me enojo, hasta la muerte. Y dijo Jehová:
Tuviste tú lástima de la calabacera, en la cual no trabajaste,
ni tú la hiciste crecer; que en espacio de una noche nació, y
en espacio de otra noche pereció. ¿Y no tendré yo piedad de
Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte
mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y
su mano izquierda, y muchos animales? (Jonás 4:6-11)
Como sucede hoy con la mayor parte de la gente, el esta-
do de humor de Jonás se basaba en las circunstancias. Cuando
Raíces de la ira
Dios reveló que a Jonás le importaban más su comodidad y
el bienestar de una planta que las almas de un pueblo. Al igual
que Jonás, hoy en día muchos creyentes están atascados en su
ira y, como consecuencia, llevan una vida de aflicción. Una ma-
dre nos escribía diciendo:
Cómo actúa
en ti la
ira
CUERPO
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2 Corintios 3:6
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Siste
salen las ramas del sistema nervioso periférico, que tiene dos
canales diferentes. Uno de los canales es el sistema nervioso
somático. Ese sistema es el que regula los movimientos de los
músculos y del esqueleto. Es el que está controlado por nues-
tra voluntad. En otras palabras, siempre que tengamos la salud
física adecuada, podemos tomar la decisión mental de mover
nuestros miembros, sonreír y hablar. Claro, el sistema nervioso
somático recibe órdenes de nuestra voluntad. No hacemos nada
sin pensarlo primero. La respuesta de la acción al pensamiento
puede ser tan rápida que apenas estemos conscientes de la se-
cuencia, pero esta siempre se produce. (Aunque se producen
movimientos musculares involuntarios cuando el sistema se de-
teriora, como es el caso de la enfermedad de Parkinson).
El otro canal es el sistema nervioso autónomo, que regula
todas nuestras glándulas y trabaja junto con nuestras emociones.
No tenemos un control directo del funcionamiento de nuestras
glándulas por medio de nuestra voluntad. De la misma manera,
no tenemos un control volitivo directo de nuestras emociones,
entre ellas el sentimiento de enojo. Nuestra voluntad no pue-
de hacer que nos caiga bien una persona por la que sentimos
animadversión. Podemos tomar la decisión de ser amables con
esa persona, aunque no nos caiga bien, pero no nos podemos
decir que dejemos de sentir animadversión hacia ella, porque
no nos es posible manejar así nuestras emociones. Sin embargo,
cuando reconocemos que estamos enojados, podemos controlar
la forma en que vamos a expresar esa ira. Podemos mantener
nuestra conducta dentro de ciertos límites, porque eso es algo
sobre lo cual nuestra voluntad tiene control. Y ciertamente te-
nemos control sobre lo que pensamos y creemos, y eso es lo que
controla lo que hacemos y la forma en que nos sentimos.
que el suyo sería uno de ellos. Los rumores eran totalmente falsos,
pero el empleado estaba furioso porque creía que eran ciertos.
Cuando el jefe logró que se calmara, pudo convencer al emplea-
do descontento que no había sucedido tal cosa. El hombre dejó
de estar enojado con su jefe, pero es muy posible que se sintiera
algo enojado consigo mismo… y con la gente que hizo circular
el rumor.
No son los sucesos mismos los que inician nuestras respues-
tas fisiológicas. Tampoco son las glándulas suprarrenales las que
dan inicio a la liberación de la adrenalina. Lo que sucede es
que nuestros cinco sentidos recogen los sucesos externos, y los
envían en forma de señal a nuestro cerebro. Entonces la mente
interpreta esos datos y toma decisiones, y eso es lo que determi-
na la señal que va desde el cerebro y el sistema nervioso central
hasta el sistema nervioso periférico. El cerebro no puede fun-
cionar sino en la forma en que lo programe la mente. Por eso la
renovación de nuestra mente nos transforma (Romanos 12:2).
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