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Garrincha

Comenzó a jugar al fútbol en el equipo de la modesta empresa de tejidos en donde trabajaba


desde niño. Pasó luego al Petrópolis, del que siguió en imparable ascensión al Vasco de
Gama, Fluminense y San Cristóbal. La siguiente etapa fue la más victoriosa al fichar por el
club de sus amores, el Botafogo de Río de Janeiro.

Desde finales de 1956 se hizo jugador insustituible, además de ser ya desde entonces un fijo
de la selección. Su apoteosis llegó en el Mundial de Chile de 1962, donde conquistó el
segundo título mundialista de los cinco que suma la selección brasileña, líder de entre los
campeones.

Garrincha alcanzaría a figurar en el equipo de Brasil en el Mundial de Inglaterra en 1966,


donde no pudo sumar el esperado tercer título. La derrota en la primera ronda eliminatoria y
la posterior lesión en un menisco, de la que nunca se recuperó, le transformaron en un ser
huraño e indisciplinado y le llevaron a la bebida.

De ahí a su acelerada decadencia sólo hubo un corto trecho: en muy poco tiempo pasó por
varios equipos menores (Portuguesa, Atlético Juniors de Barranquilla...), hasta que recaló
en 1970 en el Flamengo de Río de Janeiro, donde prácticamente dio por concluida su
carrera futbolística. Se casó en tres ocasiones y tuvo en total de trece hijos. Una de sus
esposas fue la célebre cantante brasileña Elsa Solares, con la que tuvo una hija. Mané
Garrincha vivió los últimos años de su vida en el pueblo de Bangú, en una zona de favelas.
Su última esposa fue Wardeleia. Falleció en 1983, víctima del alcoholismo.

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