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Educación Secundaria 22 Franciscanismo

TRABAJO A DISTANCIA AREA FRANCISCANISMO

Tema SÍMBOLOGÍA Y ESPIRITUALIDAD FRANCISCANA


Producto CONSTRUYE TU IDENTIDAD COMO PERSONA HUMANA, AMADA
POR DIOS, DIGNA, LIBRE Y TRASCENDENTE
Grado-Sección SEGUNDO “A” Y “B”
Estudiante

LA PORCIÚNCULA Y LOS NUEVOS DISCÍPULOS

Porciúncula o Nuestra Señora de los Ángeles es la iglesia conventual,


basílica patriarcal, capilla pontificia y casa matriz de la Orden Franciscana,
sita en las inmediaciones de Asís. Se denomina vulgarmente Porciúncula,
palabra italiana, diminutivo de porción, porque se levanta en una pequeña
parte o partecilla de terreno que los monjes de San Benito, sus propietarios,
dieron a San Francisco.
Cuentan las crónicas que de muy antiguo venían a la Porciúncula los
devotos romeros en tanta cantidad, que la pobre capillita, como una gallina
con excesivos polluelos, no podía cobijar a todos.
En el verano de 1216 una noche se levantó Francisco de su lecho, mientras
los demás frailes seguían durmiendo, y fue a orar a la capilla de la
Porciúncula. Estando en oración pidiendo por los pecadores se le apareció
el divino Salvador.
No iba sólo Jesús, sino acompañado de su Madre Santísima y de multitud
incontable de celestes cortesanos. El humilde Pobrecito de Cristo, abobado
por tanta grandeza, como un niño en presencia de un gran personaje, o
como un labriego al que el rey se digna visitar, no osaba levantar su rostro
ni sabía qué decir al Señor; pero el buen Jesús le alentó, diciendo: “¡Ea,
Francisco, pídeme lo que quieras en nombre de mi Madre y por Ella te lo
concederé!”, “Yo, Señor contestó Francisco, soy un pobrecito pecador, que
no sé pedir otra cosa que el perdón de mis pecados y el de mis hermanos.
Concédeme, Señor, esta gracia por el amor de vuestra Madre Santísima:
que todos los que aquí vinieren humildes y contritos reciban de Vos total
remisión de sus culpas”.
“Mucho es lo que pides, Francisco repuso el celestial Dador, pero abona tu
causa el nombre bendito de mi Madre que hace graciosa y aceptable tu
petición. Lo tienes concedido. Pero ve a mi Vicario en la tierra a que
refrende esta mi voluntad”.
Francisco no demoró el cumplimiento del mandato divino; aquella misma
mañana se fue con Fr. Maseo a Perusa a pedir a Honorio III la sanción
solemne de lo que Cristo va le había otorgado. El Papa le hizo presente
que la Curia Romana no tenía costumbre de conceder tan largas
indulgencias a ninguna iglesia, y que, por lo tanto, debía contentarse con
una de las indulgencias ordinarias. Francisco se mantuvo inflexible y
declaró terminantemente al Papa que era Dios quien le había enviado allí
a pedir esta indulgencia. El Pontífice, seducido por la gran fe de Francisco
y como alumbrado por celeste inspiración, cedió al punto, diciendo por tres
veces: “Es mi voluntad que tengas lo que pides”.
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Dichas estas palabras salió Francisco de palacio acompañado de Fr.


Maseo y regresó muy contento a Asís. Llegado el día de la consagración
de la capilla, el Santo anunció la indulgencia a los fieles que la llenaban con
estas palabras: “Hermanos, quiero enviaros a todos al Paraíso. Os anuncio
una indulgencia que la he recibido de la boca del Soberano Pontífice. A
todos los que habéis venido hoy aquí, y a todos los que vendrán cada año
el mismo día, con corazón puro y contrito, todos sus pecados les serán
remitidos. Quise obtener esta gracia para todos los días, pero no pude”.
Desde entonces la capillita miserable se hizo famosa en los últimos lindes
de la tierra; y entre sus muros viejos hallaron perdón y misericordia muchos
millones de pecadores que se acogieron a la gracia del Pobrecillo. Aun hoy,
después de muchos siglos, continúa en pie la caduca Porciúncula y
encierra todavía dentro de sus paredes el perfume del Serafín y el encanto
de la visión celeste que un día apareció en ella para consuelo y redención
de las pobres víctimas de la culpa.
Se requiere: confesión y Comunión sacramentales, visita personal a la
iglesia privilegiada y rezo en ella a intención del Papa, por lo menos, de
seis Padrenuestros, con Ave y Gloria en cada visita.
La indulgencia de la Porciúncula es, en resumen, un gran tesoro espiritual
que San Francisco alcanzó de Cristo y de la Curia Romana para enviar al
cielo a todos los humanos pecadores: a los que peregrinan en este valle de
lágrimas y a los que sufren en la cárcel del purgatorio.

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