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Contra el pesimismo
A. Gramsci
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Instituto de Estudios Marxista-Leninistas
había sido iniciada en marzo precedente por la sección de Turín con la moción
que se iba a presentar en la inminente conferencia nacional del partido que
precisamente debía celebrarse en Turín, campaña que sin embargo no había
encontrado repercusiones importantes (en la conferencia de Florencia de la
fracción abstencionista, celebrada en julio de 1920, antes del segundo
congreso, fue rechazada la proposición hecha por un representante de L'Ordine
Nuovo de ampliar la base de la fracción, convirtiéndola en comunista, sin la
limitación abstencionista que prácticamente había perdido gran parte de su
razón de ser). El Congreso de Livorno, la escisión durante dicho congreso,
fueron ligados al segundo congreso de la Internacional, a sus veintiún
condiciones, fueron presentarlas como una conclusión necesaria de las
deliberaciones formales del segundo congreso. Este fue un error y hoy
podemos valorar toda su extensión debido a las consecuencias que ha tenido.
En verdad las deliberaciones del segundo congreso eran la interpretación viva
de la situación italiana, como de toda la situación mundial, pero nosotros, por
una serie de razones, no nos movimos para nuestra acción, partiendo de lo que
sucedía en Italia, de los hechos italianos que daban razón al segundo
congreso, que eran una parte y de las mas importantes de la sustancia política
que animaba las decisiones y las medidas organizativas tomadas por el
segundo congreso; nosotros nos limitamos a insistir sobre las cuestiones
formales, de pura lógica, de pura coherencia, y fuimos derrotados, porque la
mayoría del proletariado organizado políticamente nos juzgó equivocados, no
vino con nosotros, a pesar de que teníamos de nuestra parte la autoridad y el
prestigio de la internacional que eran grandísimos y en los cuales nos
habíamos confiado. No habíamos sabido conducir una campaña sistemática
tal, que nos pusiera en grado de alcanzar y obligar a la reflexión a todos los
núcleos y los elementos constituyentes del partido socialista, no habíamos
sabido traducir al lenguaje comprensible de todo obrero y campesino italiano el
significado de cada uno de los acontecimientos italianos de los años 1919-
1920; no habíamos sabido, después de Livorno, poner el problema de por qué
el congreso había tenido aquella conclusión, no habíamos sabido poner el
problema prácticamente, de manera de encontrar la solución, de manera de
continuar con nuestra específica misión que era la de conquistar la mayoría del
proletariado. Fuimos, es necesario decirlo, arrastrados por los acontecimientos,
fuimos, sin quererlo, un aspecto de la disolución general de la sociedad italiana,
convertida en horno incandescente donde todas las tradiciones, todas las
formaciones históricas, todas las ideas prevalecientes se fundían a veces sin
residuo: tenían una autojustificación a la que tenazmente nos adheríamos, que
ninguno se salvaba, que nosotros podíamos decir que habíamos previsto
matemáticamente el cataclismo, cuando los otros se arrullaban en la más beata
e idiota de las ilusiones.
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