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TESIS DE ACCIÓN POLÍTICA Y ORGANIZATIVA: EN TIEMPOS DE

PANDEMIA Y MÁS ALLÁ

Objetivo táctico: Provocar un cambio en la correlación de fuerzas, favorable al campo


popular y revolucionario.
TESIS UNO: Sobre el campo capitalista
La acumulación mundial del capitalismo se desarrolla en los marcos del modelo neoliberal
globalizado, del que, incluso, los países con gobiernos progresistas no se escapan
totalmente. En varios países capitalistas se aplican políticas proteccionistas de sus
economías (EEUU, Reino Unido y otros países europeos), acuerdos de regionalización de
mercados con alcance internacional al estilo del Unión Europea, capitalismo de estado
(China y en menor medida Rusia), y asistencialismo estatal que se presenta como estado de
bienestar social (Suecia, Dinamarca, Finlandia, Noruega, algunos países latinoamericanos,
entre otros). Estas políticas singulares no cuestionan de fondo el modelo, constituyen
estrategias en la disputa geopolítica (incluye lo militar) y económica entre los distintos
centros de acumulación capitalista, en donde los “estados nacionales” aunque juegan un
papel, no determinan, en última instancia, la dinámica del sistema mundo capitalista. La
existencia de organismos multilaterales supranacionales como la OCDE, el BM, el FMI y la
OMC, entre otros, confirman que más allá de las disputas geopolíticas lideradas por los
estados, solos o en alianzas, el capitalismo los subordina y les impone su lógica como
sistema global de dominación ideológica, política, cultural y económica.
La pandemia del COVID 19, genera una crisis sanitaria mayor que las provocadas por
pandemias anteriores; su causa estructural es la privatización y mercantilización del
derecho a la salud, entre otros derechos. Su aparición es producto y profundiza la crisis del
capitalismo en términos estructurales, generando efectos en la economía mundial con
consecuencias diferentes en los distintos países y en las clases sociales. La respuesta
generalizada de los gobiernos capitalistas, incluido el colombiano, tiene como objetivo
último, paliar los impactos negativos sobre la tasa de acumulación capitalista a costa del
sufrimiento de los pueblos; las pocas e ineficaces medidas para contrarrestar los efectos de
la pandemia están dirigidas, en lo fundamental, a neutralizar y controlar eventuales
estallidos sociales. Los sistemas de salud están desmantelados y sin capacidad científica y
de infraestructura para responder adecuadamente, particularmente en países como el
nuestro. Los gobiernos irán desmontando las cuarentenas en la medida que el sector
productivo presione la reactivación total de la economía, decisión que agravará la crisis
sanitaria con consecuencias devastadoras en la salud de la población, principalmente en los
sectores populares urbanos y la clase obrera.
La profundización de la lucha de clases en este escenario es una realidad, la contradicción
capital-trabajo transitará por un momento crucial que le plantea al campo popular enormes
retos para resistir, sopena de enfrentar un escenario futuro muy desfavorable. La conocida
estrategia del capitalismo de buscar permanente líneas de inversión y explotación para
sostener la tasa de acumulación y de ganancia, se intensificará en medio de la crisis. Es
sabido, que aunque algunos sectores de la economía se verán más afectados, otros, en
cambio, resultarán favorecidos: Financiero, farmacéutico, comercialización de alimentos,
entre otros. El capitalismo para mantener su ritmo de acumulación, recurrirá, incluso, a la
liquidación de activos, para invertir en las esferas más rentables y dinámicas.
Adicionalmente, la estrategia capitalista se dirigirá a descargar la crisis sobre los hombros
del pueblo y la clase obrera, escenario que demanda contar con la capacidad de respuesta
del campo popular y revolucionario.
TESIS DOS: Sobre los escenarios previsibles frente a la actual crisis
Al menos tres escenarios se avizoran como eventuales salidas a este momento de
profundización de la crisis del sistema capitalista, (crisis global dicen otros), por efecto de
la pandemia:
El sistema capitalista se recicla (recompone) retomando y readecuando viejas fórmulas
liberales-burguesas de tipo Keynesiano sobre el papel del Estado, particularmente
en el sector de la salud, sin que logre dar una respuesta eficaz a la crisis sanitaria y,
principalmente, con el objetivo de neutralizar la inconformidad popular; a la par, se
profundizan medidas de corte autoritario, como la militarización de la vida y el
control tecnológico de la sociedad, que son aceptadas, en principio, como necesarias
para combatir la pandemia y luego se instalan de manera permanente. Este reciclaje
del modelo, no abandonará en lo sustancial el modelo de acumulación neoliberal.
Se consolidan cambios en la hegemonía mundial. EEUU pierde la hegemonía
mundial, en un contexto de equilibrio dinámico en la disputa política, económica y
militar entre los principales centros o bloques geopolíticos de acumulación, en el
marco de la globalización capitalista. El capitalismo accede a nuevos planos de
inversión y acumulación capitalista, en medio de la pandemia: industria
farmacéutica, inversión en títulos del tesoro, comercialización de alimentos,
inyección de recursos estatales para empresas y bancos sumado a garantías para el
pago de créditos, mayor endeudamiento de los países con la banca internacional,
entre otras. La división internacional del trabajo capitalista, acentúa el papel de
nuestros países como productores de materias primas, profundizando la dependencia
del rentismo; simultáneamente, los diferentes países de Nuestra América se alinean
con las estrategias políticas y militares de uno u otro centro geopolítico de
acumulación y dominación. La hermana República Bolivariana junto a Cuba, serán
objeto de la agudización de la agresión imperialista gringa. Colombia jugará un
papel activo como “cabeza de playa” de una invasión militar, tras la cortina de
humo de la Operación Orión en contra del narcotráfico.
Se presentan o afirman salidas de corte reformista en algunos países, bajo la égida de
partidos progresistas y socialdemócratas que conciben que puede existir un
capitalismo “no salvaje”. Recurriendo a fórmulas Keynesianas renovadas que le
asignan un papel más protagónico a los estados en materia económica y en la
prestación de servicios de bienestar social. Estrategia que resulta funcional al
capitalismo, legitiman la democracia clasista burguesa y cumplen un efecto
contendor o neutralizador de la lucha de clases. Este escenario, se perfila como la
opción para diversos movimientos sociales y políticos que bajo la aspiración de un
“gobierno de transición”, ven la alternativa reformista como la única viable por el
momento, con el riesgo, tal como ha sucedido, de sufrir golpes de estado, duros o
blandos, en favor de la reinstauración del modelo neoliberal.
Se perfilan, con posibilidades reales, salidas revolucionarias bajo la premisa de que se
canalice, en conciencia revolucionaria, la creciente inconformidad popular que,
además, se traduzca en profundización de la lucha de clases con perspectiva
socialista. Implica en lo inmediato, adelantar de forma planificada un proceso de
acumulación de fuerzas que en el mediano plazo desgaste y le genere una crisis de
poder (crisis de gobernabilidad llaman algunxs) al régimen dominante:
Construcción de la unidad de acción y programática; renovación de las formas
organizativas y de lucha, sin abandonar pero si rectificando en las tradicionales;
fortalecer y consolidar embriones de poder popular en diferentes ámbitos y
escenarios geopolíticos; radicalizar las luchas sociales transcendiendo la mera
exigencia reivindicativa de respuesta estatal, etc.
TESIS TRES: Sobre el campo popular, democrático y revolucionario en Colombia
Un ciclo de ascenso de la lucha popular que precisa dar un salto cualitativo
Asistimos a un ciclo de ascenso de las luchas populares, desde hace unos diez o doce años,
que se ha venido manifestando en protestas y movilizaciones rurales y urbanas sostenidas
en el tiempo y con alcance nacional; el surgimiento de espacios de coordinación sectorial,
intersectorial, temáticos, regionales y nacionales que tienden a mantenerse y proyectarse
programáticamente, aún en medio de debates y tensiones internas; la irrupción protagónica
en la movilización y la protesta, el último tiempo, de sectores populares y de clases medias
en las ciudades; la concertación de pliegos que se perfilan como insumos para una
plataforma de lucha común; la inconformidad y la indignación expresadas el 21N se
cualifica políticamente bajo la consigna por la caída del régimen político (en cabeza de Iván
Duque), aún se mantiene en la coyuntura de la pandemia. Es necesario ponerla con fuerza
nuevamente en el escenario de lucha, trascendiendo análisis simplista de que el gobierno de
Duque es torpe (claro lo es), que, si acaso, sólo conduciría a un cambio de presidente que
podría venirle bien al régimen para oxigenarse. El gobierno y el estado responden a unos
intereses de clase; en consecuencia, la crisis de gobernabilidad que agitamos debe apuntar,
en el mensaje concreto a las masas, a generar una crisis de poder de la clase dominante y a
legitimar la necesidad de instaurar poder popular.
Ese ciclo de ascenso, aún no logra consolidarse en una propuesta alternativa, la pandemia
logra, en alguna medida, neutralizar el estallido social; principalmente, ha sido canalizado
por la izquierda reformista y, en menor medida, por propuestas alternativas y de
construcción de poder popular. El último momento de ese ciclo a partir del 21N, mostró una
tensión entre tres grandes tendencias: a) una vía reformista, que considera que lo electoral
es el escenario idóneo para canalizar políticamente la inconformidad y la protesta social; b)
una salida pacifista, centrada en la defensa e implementación de los acuerdos de paz; y c)
una salida alternativa, que plantea avanzar en la construcción de poder popular sin descartar
otros escenarios de acumulación de fuerzas al servicio de este objetivo.
El 21N, también evidenció un tipo e cuestionamiento a las formas tradicionales de
organización, como la sindical, a la par que se daba el surgimiento de nuevas formas
organizativas populares y estudiantiles, y expresiones anarquistas cobraban protagonismo
en la movilización que, siendo plausible, tienden a desestructurar las dinámicas
organizativas y de articulación, per sé.
Este ciclo de ascenso de las luchas sociales en Colombia, se da en un contexto de luchas
anti neoliberales en Nuestra América en Chile, Haití y Brasil, también en Europa y EEUU,
que nos presenta un escenario propicio para su articulación política y organizativa, que
trascienda la realidad organicista y burocrática actual. Las movilizaciones populares que
buscan revertir los golpes o el descalabro de proyectos progresistas y democráticos, así
como frenar el retorno a fondo de políticas neoliberales en Brasil, Ecuador y Bolivia, lo
mismo que la lucha de los pueblos Cubano y Venezolano en defensa de la revolución, son
procesos con los que también se debe buscar articulación, en tanto hay una convergencia de
razones y propósitos políticos estructurales. En esa perspectiva, el fortalecimiento
cualitativo de los instrumentos existentes (CLOC Vía Campesina, Alba de los Movimientos
Sociales, el FRU y otros), es una tarea central del momento.
Sintonizarnos con las masas, mirando tanto hacia adelante como hacia atrás
Subsiste una especie de fractura de subjetividades y mentalidades entre la izquierda y los
movimientos sociales, que significa que no logramos interpretar con acierto la realidad del
movimiento de masas, tanto de sus expresiones más avanzadas como de las más
conservadoras: reproducimos discursos reformistas, bajo el falso supuesto de tomarle el
pulso a las masas; no politizamos (concientizamos) la inconformidad para transformarla en
rebeldía popular; las contradicciones en la izquierda provocan tensiones al interior de las
organizaciones sociales. La revolución es una tarea del presente, en esa perspectiva debe
darse nuestra actuación ideológica y política. No hay lugar para manidos discursos que
relativizan o ponen en tela de juicio su vigencia y que, en última instancia, terminan siendo
contrarrevolucionarios.
Buena parte de la denominada izquierda colombiana (reformista) se inclina por una salida
en los linderos de la democracia burguesa, que resultará siendo funcional al capitalismo.
Para sectores como DLP, la alianza MOIR- Partido Verde, y el Progresismo, en sus
diferentes tendencias, en la Colombia Humana, la salida debe darse en el marco de la
institucionalidad burguesa en alianza con supuestos sectores reformistas del
establecimiento, aspirando a una suerte de apertura democrática que dé al traste con los
sectores más retardatarios de la burguesía colombiana y permita el desarrollo de una
especie de capitalismo nacionalista. Las tensiones a su interior se reducen a quién es el
candidato presidencial: Petro, Robledo, Fajardo, el de DLP. En ese juego, la izquierda
revolucionaria no debe entrar. No es la hora de la conciliación o contemporización de
clases. A lo sumo, podrían ser viables acuerdos puntuales para intentar reformas políticas
anti neoliberales, p.e. la derogatoria de la ley 100. El trabajo de la oposición debe centrarse
en el desgaste del régimen, desde posturas independientes.
La lucha institucional es un escenario de acumulación de fuerzas, no de posicionamiento
político personal o grupal. Debe estar al servicio del fortalecimiento del poder popular y ser
un instrumento para desgastar al régimen, no para aceitarlo; de ninguna manera debe
propiciar tensiones en el campo popular; en tal caso, es mejor descartarlo. Debemos
priorizar la lucha política directa de las masas sobre la lucha institucional, esta última sólo
resulta válida en la medida que contribuya al proceso de acumulación de fuerzas en un
sentido táctico y estratégico. De otra manera, resulta funcional al poder dominante y
deforma la conciencia revolucionaria del pueblo.
Sobre el sujeto revolucionario y la unidad del campo popular
Desde hace varios años está al orden del día el debate teórico- conceptual y político sobre el
sujeto revolucionario. Se configuran concepciones, teorías y tendencias ideológicas y
políticas al respecto. Desde nuestra concepción marxista del mundo y de la historia: el
materialismo histórico y el materialismo dialéctico, la lucha de clases como motor de las
transformaciones revolucionarias sigue más vigente que nunca. Bajo el concepto de lo
popular, como Congreso de los Pueblos, reivindicamos a un sujeto plural colectivo que
puede y debe construir una identidad popular, que reconozca la diversidad de
cosmovisiones étnicas y sociales, así como su potencial colectivo revolucionario, en el
marco de un programa socialista. Adentro de ese sujeto colectivo, el papel de la clase
obrera y el campesinado sigue siendo estratégico, sin perjuicio del reconocimiento de la
crisis ideológica en que se encuentra el sindicalismo y la necesidad de reinventar el trabajo
revolucionario al interior de la clase obrera.
Surgen y se consolidan nuevos movimientos sociales, algunos conciben y enfocan su
actuación política adentro de las fronteras de un discurso liberal de los DDHH, que resulta
nocivo para una concepción clasista de las luchas sociales. No pocos, incluso, surgen para
cuestionar la vigencia y potencialidad de la clase obrera y el campesinado como sujetos
revolucionarios, recogiendo y deformando algunas de sus banderas. Otros, se postulan
claramente en la lucha de clases y una estrategia revolucionaria. Unos y otros están en
nuestro camino y qué hacer político e ideológico, los primeros nos planean la tarea de
trascender su limitada concepción de lucha, y los segundos se constituyen como hermanos
de clase y de lucha. Dentro de estos últimos se destaca el feminismo popular
revolucionario; los sectores populares urbanos que confrontan el modelo neoliberal de
ciudad; el ambientalismo anticapitalista; el movimiento estudiantil y juvenil, que se
reconoce como sector y también como clases populares; lxs migrantes que luchan contra la
xenofobia y hacen parte de la clase obrera más precarizada; los movimientos étnicos-
culturales que no se extravían en los vericuetos del post modernismo contemplativo, que los
aísla y atemporiza de un proyecto de unidad popular, bajo el falso discurso del riesgo de su
homogenización y desnaturalización.
La alianza revolucionaria obrera, campesina y popular (en su amplia concepción) sigue
siendo una tarea estratégica para hacer realidad el sujeto revolucionario (en plural). En esa
perspectiva, el Congreso de los Pueblos ha definido la necesidad de avanzar en la
concreción de un Frente Popular y Revolucionario Internacionalista, en cuya concreción los
instrumentos políticos y organizativos de articulación sectorial, temática, regional y
nacional existentes, constituyen la base para su construcción. A su interior, debemos agitar
permanentemente esta consigna.
La coyuntura y las tareas concretas de salud y alimentación
El actual contexto es un escenario de oportunidad política que nos presenta varias
posibilidades de acción, por un lado aquellas de carácter más reivindicativo, es decir
exigencias frente al estado que hacen parte de un momento de nuestra lucha, y por otro
acciones desde nuestra autonomía, que son expresión de una propuesta de sociedad y poder
popular.
La crisis sanitaria, es un escenario para profundizar la lucha contra el modelo neoliberal,
particularmente por un sistema de salud pública (aspecto reivindicativo). El discurso de
defensa de lo público debe trascender el marco liberal-burgués, dotándolo de contenido
popular-revolucionario. En esa perspectiva, la lucha por una salud pública, no se reduce a
exigir la responsabilidad estatal; debe significar, principalmente, el empoderamiento de lxs
trabajadorxs de la salud en la gestión de la política, el reconocimiento de la ciencia y el
conocimiento popular y ancestral, el control social popular de la política de salud, la
necesidad de una política integral cuyo enfoque fundamental sea la prevención, contrario al
curativo funcional a la industria farmacéutica. Ello no es óbice para la exigencia de
respuesta eficaz a la pandemia que permita neutralizarla. En resumen, en tanto constituye
un escenario de disputa, el enfoque de poder popular debe estar claramente presente.
La lucha por el derecho a la alimentación, debe darse en el marco de la soberanía y la
autogestión alimentaria. No se reduce a un tema de abastecimiento que bien podría
garantizar el gobierno, sino que tiene que ver con la imposibilidad de acceso real para la
gran mayoría del pueblo colombiano, que se va a agravar como efecto inmediato de la crisis
económica, que significará la disminución dramática de ingresos de la clase trabajadora,
cuya mayoría depende del rebusque diario y la minoría que tiene empleo formal
paulatinamente lo irá perdiendo, en la medida que las empresas buscarán la disminución de
los costos laborales (capital variable) para mantenerse a flote. En tal sentido, la producción,
rural y urbana, y la distribución de alimentos mediante circuitos populares, es una tarea
inmediata. Simultáneamente, por supuesto, hay que acompañar y apoyar las acciones
populares en demanda al gobierno de satisfacción del derecho a la alimentación. Las
acciones directas de las masas para procurarse alimento son inevitables, debemos apoyarlas
y conducirlas de tal manera que sean acciones organizadas que no deriven en
aprovechamiento de avivatos para obtener lucro personal, o que adrede sean provocadas
para justificar la represión y una mayor restricción de libertades.
Estamos en un escenario en el que es más evidente la explotación y la miseria del pueblo
colombiano. Situación objetiva que debe traducirse en conciencia de clase y en acción
política revolucionaria. Es necesario trascender el discurso reivindicativo de pedir respuesta
estatal, a uno alternativo en el que el pueblo avizore la necesidad del poder popular,
iniciando por la solidaridad de clase que confronte el altruismo burgués que concibe al
pueblo como objeto de caridad y de limosnas, vaciando de contenido los derechos a la
salud y la alimentación.
La respuesta del gobierno de Duque a la pandemia, priorizando la economía capitalista
sobre la salud y el bienestar social, es coherente con sus intereses de clase, no podemos
entenderla o caracterizarla, ingenuamente, como una respuesta torpe porque sería
desconocer su esencia clasista e indirectamente legitimarlo. Nuestra crítica y denuncia debe
dirigirse a cuestionar la esencia clasista del estado y el régimen político. De esta manera, el
pueblo entenderá que no puede esperar soluciones de parte del gobierno, a pesar de que el
país cuenta con los recursos para hacerlo y, que por el contrario, debe confiar en su propia
fuerza movilizadora y la solidaridad de clase. Esta solidaridad debe concebirse y
proyectarse como una expresión de poder popular, no como simple altruismo.
Nuestro trabajo en la coyuntura y el mediano plazo, debe irse proyectando hacia la
creación, el fortalecimiento y la consolidación de embriones de poder popular a nivel rural
y urbano: Control de territorios, instituciones y gobiernos populares, economía popular,
guardias populares, campesinas y étnicas, etc. De estas tareas ya están dando cuenta
nuestros procesos campesinos en algunas regiones, cuya experiencia es importante
socializar y replicar, incluso a nivel urbano.
La coyuntura y la paz
La búsqueda de una solución política negociada, es un escenario que tiende a agotarse.
Tanto por el incumplimiento de los acuerdos de La Habana y la suspensión de las
negociaciones con el ELN con la pretensión de que esta guerrilla se desmovilice y
claudique aceptando condiciones unilaterales, como por la negativa del gobierno nacional a
dar curso a las negociaciones de pliegos con los sectores populares. Adicionalmente, el
gobierno de Duque descarta de plano una participación vinculante de la sociedad. El
discurso de la paz debe articularse a una agenda alternativa popular, democrática y
revolucionaria, que envíe el mensaje al país de que la paz es una bandera histórica que se
conquista con el poder popular.
Más allá de la coyuntura
Articulación programática de las luchas agrarias y urbanas.
Acumular política y organizativamente en lo urbano y avanzar en la concreción de
expresiones de poder popular.
Superar el gremialismo en las luchas obrero- sindicales (lucha económico-reivindicativa
por encima de la lucha política).
Transitar de la resistencia a la ofensiva político-ideológica. Provocar un salto cualitativo en
las masas populares frente a la lucha de clases: de clase en sí a clase para sí (conciencia de
clase).
Fortalecer y cualificar las formas tradicionales de organización y lucha, al tiempo que
reconocemos, articulamos y potenciamos las nuevas.
Radicalizar la lucha popular (agudizar las contradicciones de clase) para consolidar el ciclo
de ascenso y transitar hacia un cambio de período (cambio en la correlación de fuerzas
hacia un período pre revolucionario). Recuperar el auge de movilización y lucha logrado el
21N y posteriores.
Profundizar la articulación y la construcción internacionalista del bloque popular de lucha.
La comunicación popular y la lucha ideológica: Al orden del día la batalla de ideas
“Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o dicho en otros
términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo
tiempo, su poder espiritual dominante” (La Ideología Alemana).
Antonio Gramci, con base en la concepción marxista, reafirma que la ideología está
asociada a los intereses de clase y plantea como una tarea fundamental: trabajar por una
cultura que confronte al capitalismo (lucha contra hegemónica: contra la pretensión del
capitalismo de imponer su ideología como cultura global, como ideología planetaria).
La información en el capitalismo es una mercancía y como toda mercancía reproduce el
capital, tanto en términos materiales como ideológicos (espirituales). Si para la burguesía
los medios de comunicación son un instrumento para el ejercicio del poder; para el pueblo,
los propios hay que concebirlos como un factor del nuevo poder: el poder popular.
Si para la burguesía sus medios de comunicación son instrumentos de imposición de sus
ideas para mantener las relaciones materiales de dominación; para el pueblo, los propios
deben ser instrumentos de producción y reproducción de ideas revolucionarias y de
emancipación social, cultural, política y económica. Sin miedo, sin ambigüedades, sin
sesgos reformistas y sin vacilaciones. A la guerra mediática de la burguesía, que no es más
que la imposición de su pretendida cultura como global, debemos responder con la lucha
popular comunicativa: alternativa y alterativa. No hay lugar para el pacifismo o la
conciliación comunicativa, es un escenario de claudicación que conduciría a la derrota
estratégica de los pueblos que luchan por su liberación.
Es el momento recordar y poner en marcha algunas de las propuestas sobre
comunicaciones, en el marco del mandato del CDP sobre cultura, diversidad y ética de lo
común:
 Defensa de la diversidad cultural, la vivencia de la interculturalidad, rompiendo con
las distintas estrategias que utiliza el modelo capitalista generador de desarraigo de
los saberes, las identidades y las culturas.
 La exigencia de la adopción de políticas sociales que respeten las características
culturales, de los pueblos indígenas, grupos étnicos y sectores sociales.
 El fortalecimiento y constitución de un sistema de comunicación popular que
comprenda: a) creación de un canal televisivo y/o radio de carácter popular con
cobertura masiva; b) construcción de medios de comunicación alternativos (radio
comunitaria, televisión, internet, prensa); c) fortalecimiento de las movilizaciones y
herramientas de lucha cultural y medios populares; d) articulación con medios
alternativos internacionales.
La batalla de las ideas, constituye una primera línea de confrontación en esta coyuntura e
incluye varios frentes: la disputa comunicacional, la disputa cultural e ideológica, la disputa
contra las iglesias reaccionarias que alienan a las comunidades, entre otros. En
consecuencia, nuestros instrumentos comunicativos y culturales deben estar a la altura de
ese escenario de la lucha de clases. En las recientes gestas populares en nuestro continente,
la comunicación jugó un papel político preponderante en la información, la agitación y la
organización. Irrumpió como un factor fundamental, ocupando un escenario que en
adelante será imprescindible para las luchas populares. En las actuales condiciones de
aislamiento que nos impone el capitalismo ante su ineficacia para contrarrestar los efectos
de la pandemia, la comunicación popular cobra aún mayor importancia, se constituye en el
escenario político e ideológico de confrontación fundamental.
Las bases éticas del sistema capitalista que se pretenden universales, se desnudan
develando su contenido individualista, mercantilista, y depredador de la naturaleza y la
propia humanidad. Una nueva ética fundamentada en la solidaridad, lo colectivo y las
relaciones armoniosas con la naturaleza, se abre paso.

Hacia una plataforma de lucha común


La unidad popular y revolucionaria requiere de instrumentos alrededor de los cuales se
concrete y dinamice. Para trascender la unidad de acción hacia la programática, es
necesario construir colectivamente una plataforma de lucha, cuyo contenido tenga un
alcance estratégico. Ante la inevitabilidad y necesidad de que incluya reivindicaciones
concretas, nuestra tarea es politizar lo reivindicativo; quiere decir, que reconociendo su
importancia y pertinencia, su tratamiento político debe estar dirigido a concientizar a las
masas acerca de la imposibilidad de lograrlo en los linderos del sistema capitalista; en
consecuencia, reconocer la necesidad de aprestarse a luchas más profundas en sus alcances
y propósitos políticos, que pasa por arrancarle al régimen y no esperar que sea una
concesión, las reivindicaciones concretas como producto de la movilización y la fuerza
popular.
Existen muchos pliegos sectoriales, temáticos, regionales y nacionales que son los insumos
para formular una plataforma de lucha de esas características y alcances políticos. El
Congreso de los Pueblos puede proponer algunos lineamientos desde los mandatos del
Congreso de Tierras, territorios y Soberanías, el Congreso de Paz, y las propuestas que los
sectores, regiones y comisiones han venido formulando.
En esta coyuntura se han venido agitando propuestas en torno a: la salud (derogatoria de la
ley 100), la condonación de la deuda externa y la moratoria de los intereses de la deuda, el
uso de las reservas internacionales para enfrentar la crisis de la salud y la alimentación, la
reforma agraria integral y la soberanía alimentaria, la emergencia carcelaria, entre otras,
que son prioridades actuales para muchos movimientos sociales. Esas propuestas debemos
apoyarlas tanto en su agitación política como en la formulación de su contenido.

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