TESIS DE ACCIÓN POLÍTICA Y ORGANIZATIVA: EN TIEMPOS DE
PANDEMIA Y MÁS ALLÁ
Objetivo táctico: Provocar un cambio en la correlación de fuerzas, favorable al campo
popular y revolucionario. TESIS UNO: Sobre el campo capitalista La acumulación mundial del capitalismo se desarrolla en los marcos del modelo neoliberal globalizado, del que, incluso, los países con gobiernos progresistas no se escapan totalmente. En varios países capitalistas se aplican políticas proteccionistas de sus economías (EEUU, Reino Unido y otros países europeos), acuerdos de regionalización de mercados con alcance internacional al estilo del Unión Europea, capitalismo de estado (China y en menor medida Rusia), y asistencialismo estatal que se presenta como estado de bienestar social (Suecia, Dinamarca, Finlandia, Noruega, algunos países latinoamericanos, entre otros). Estas políticas singulares no cuestionan de fondo el modelo, constituyen estrategias en la disputa geopolítica (incluye lo militar) y económica entre los distintos centros de acumulación capitalista, en donde los “estados nacionales” aunque juegan un papel, no determinan, en última instancia, la dinámica del sistema mundo capitalista. La existencia de organismos multilaterales supranacionales como la OCDE, el BM, el FMI y la OMC, entre otros, confirman que más allá de las disputas geopolíticas lideradas por los estados, solos o en alianzas, el capitalismo los subordina y les impone su lógica como sistema global de dominación ideológica, política, cultural y económica. La pandemia del COVID 19, genera una crisis sanitaria mayor que las provocadas por pandemias anteriores; su causa estructural es la privatización y mercantilización del derecho a la salud, entre otros derechos. Su aparición es producto y profundiza la crisis del capitalismo en términos estructurales, generando efectos en la economía mundial con consecuencias diferentes en los distintos países y en las clases sociales. La respuesta generalizada de los gobiernos capitalistas, incluido el colombiano, tiene como objetivo último, paliar los impactos negativos sobre la tasa de acumulación capitalista a costa del sufrimiento de los pueblos; las pocas e ineficaces medidas para contrarrestar los efectos de la pandemia están dirigidas, en lo fundamental, a neutralizar y controlar eventuales estallidos sociales. Los sistemas de salud están desmantelados y sin capacidad científica y de infraestructura para responder adecuadamente, particularmente en países como el nuestro. Los gobiernos irán desmontando las cuarentenas en la medida que el sector productivo presione la reactivación total de la economía, decisión que agravará la crisis sanitaria con consecuencias devastadoras en la salud de la población, principalmente en los sectores populares urbanos y la clase obrera. La profundización de la lucha de clases en este escenario es una realidad, la contradicción capital-trabajo transitará por un momento crucial que le plantea al campo popular enormes retos para resistir, sopena de enfrentar un escenario futuro muy desfavorable. La conocida estrategia del capitalismo de buscar permanente líneas de inversión y explotación para sostener la tasa de acumulación y de ganancia, se intensificará en medio de la crisis. Es sabido, que aunque algunos sectores de la economía se verán más afectados, otros, en cambio, resultarán favorecidos: Financiero, farmacéutico, comercialización de alimentos, entre otros. El capitalismo para mantener su ritmo de acumulación, recurrirá, incluso, a la liquidación de activos, para invertir en las esferas más rentables y dinámicas. Adicionalmente, la estrategia capitalista se dirigirá a descargar la crisis sobre los hombros del pueblo y la clase obrera, escenario que demanda contar con la capacidad de respuesta del campo popular y revolucionario. TESIS DOS: Sobre los escenarios previsibles frente a la actual crisis Al menos tres escenarios se avizoran como eventuales salidas a este momento de profundización de la crisis del sistema capitalista, (crisis global dicen otros), por efecto de la pandemia: El sistema capitalista se recicla (recompone) retomando y readecuando viejas fórmulas liberales-burguesas de tipo Keynesiano sobre el papel del Estado, particularmente en el sector de la salud, sin que logre dar una respuesta eficaz a la crisis sanitaria y, principalmente, con el objetivo de neutralizar la inconformidad popular; a la par, se profundizan medidas de corte autoritario, como la militarización de la vida y el control tecnológico de la sociedad, que son aceptadas, en principio, como necesarias para combatir la pandemia y luego se instalan de manera permanente. Este reciclaje del modelo, no abandonará en lo sustancial el modelo de acumulación neoliberal. Se consolidan cambios en la hegemonía mundial. EEUU pierde la hegemonía mundial, en un contexto de equilibrio dinámico en la disputa política, económica y militar entre los principales centros o bloques geopolíticos de acumulación, en el marco de la globalización capitalista. El capitalismo accede a nuevos planos de inversión y acumulación capitalista, en medio de la pandemia: industria farmacéutica, inversión en títulos del tesoro, comercialización de alimentos, inyección de recursos estatales para empresas y bancos sumado a garantías para el pago de créditos, mayor endeudamiento de los países con la banca internacional, entre otras. La división internacional del trabajo capitalista, acentúa el papel de nuestros países como productores de materias primas, profundizando la dependencia del rentismo; simultáneamente, los diferentes países de Nuestra América se alinean con las estrategias políticas y militares de uno u otro centro geopolítico de acumulación y dominación. La hermana República Bolivariana junto a Cuba, serán objeto de la agudización de la agresión imperialista gringa. Colombia jugará un papel activo como “cabeza de playa” de una invasión militar, tras la cortina de humo de la Operación Orión en contra del narcotráfico. Se presentan o afirman salidas de corte reformista en algunos países, bajo la égida de partidos progresistas y socialdemócratas que conciben que puede existir un capitalismo “no salvaje”. Recurriendo a fórmulas Keynesianas renovadas que le asignan un papel más protagónico a los estados en materia económica y en la prestación de servicios de bienestar social. Estrategia que resulta funcional al capitalismo, legitiman la democracia clasista burguesa y cumplen un efecto contendor o neutralizador de la lucha de clases. Este escenario, se perfila como la opción para diversos movimientos sociales y políticos que bajo la aspiración de un “gobierno de transición”, ven la alternativa reformista como la única viable por el momento, con el riesgo, tal como ha sucedido, de sufrir golpes de estado, duros o blandos, en favor de la reinstauración del modelo neoliberal. Se perfilan, con posibilidades reales, salidas revolucionarias bajo la premisa de que se canalice, en conciencia revolucionaria, la creciente inconformidad popular que, además, se traduzca en profundización de la lucha de clases con perspectiva socialista. Implica en lo inmediato, adelantar de forma planificada un proceso de acumulación de fuerzas que en el mediano plazo desgaste y le genere una crisis de poder (crisis de gobernabilidad llaman algunxs) al régimen dominante: Construcción de la unidad de acción y programática; renovación de las formas organizativas y de lucha, sin abandonar pero si rectificando en las tradicionales; fortalecer y consolidar embriones de poder popular en diferentes ámbitos y escenarios geopolíticos; radicalizar las luchas sociales transcendiendo la mera exigencia reivindicativa de respuesta estatal, etc. TESIS TRES: Sobre el campo popular, democrático y revolucionario en Colombia Un ciclo de ascenso de la lucha popular que precisa dar un salto cualitativo Asistimos a un ciclo de ascenso de las luchas populares, desde hace unos diez o doce años, que se ha venido manifestando en protestas y movilizaciones rurales y urbanas sostenidas en el tiempo y con alcance nacional; el surgimiento de espacios de coordinación sectorial, intersectorial, temáticos, regionales y nacionales que tienden a mantenerse y proyectarse programáticamente, aún en medio de debates y tensiones internas; la irrupción protagónica en la movilización y la protesta, el último tiempo, de sectores populares y de clases medias en las ciudades; la concertación de pliegos que se perfilan como insumos para una plataforma de lucha común; la inconformidad y la indignación expresadas el 21N se cualifica políticamente bajo la consigna por la caída del régimen político (en cabeza de Iván Duque), aún se mantiene en la coyuntura de la pandemia. Es necesario ponerla con fuerza nuevamente en el escenario de lucha, trascendiendo análisis simplista de que el gobierno de Duque es torpe (claro lo es), que, si acaso, sólo conduciría a un cambio de presidente que podría venirle bien al régimen para oxigenarse. El gobierno y el estado responden a unos intereses de clase; en consecuencia, la crisis de gobernabilidad que agitamos debe apuntar, en el mensaje concreto a las masas, a generar una crisis de poder de la clase dominante y a legitimar la necesidad de instaurar poder popular. Ese ciclo de ascenso, aún no logra consolidarse en una propuesta alternativa, la pandemia logra, en alguna medida, neutralizar el estallido social; principalmente, ha sido canalizado por la izquierda reformista y, en menor medida, por propuestas alternativas y de construcción de poder popular. El último momento de ese ciclo a partir del 21N, mostró una tensión entre tres grandes tendencias: a) una vía reformista, que considera que lo electoral es el escenario idóneo para canalizar políticamente la inconformidad y la protesta social; b) una salida pacifista, centrada en la defensa e implementación de los acuerdos de paz; y c) una salida alternativa, que plantea avanzar en la construcción de poder popular sin descartar otros escenarios de acumulación de fuerzas al servicio de este objetivo. El 21N, también evidenció un tipo e cuestionamiento a las formas tradicionales de organización, como la sindical, a la par que se daba el surgimiento de nuevas formas organizativas populares y estudiantiles, y expresiones anarquistas cobraban protagonismo en la movilización que, siendo plausible, tienden a desestructurar las dinámicas organizativas y de articulación, per sé. Este ciclo de ascenso de las luchas sociales en Colombia, se da en un contexto de luchas anti neoliberales en Nuestra América en Chile, Haití y Brasil, también en Europa y EEUU, que nos presenta un escenario propicio para su articulación política y organizativa, que trascienda la realidad organicista y burocrática actual. Las movilizaciones populares que buscan revertir los golpes o el descalabro de proyectos progresistas y democráticos, así como frenar el retorno a fondo de políticas neoliberales en Brasil, Ecuador y Bolivia, lo mismo que la lucha de los pueblos Cubano y Venezolano en defensa de la revolución, son procesos con los que también se debe buscar articulación, en tanto hay una convergencia de razones y propósitos políticos estructurales. En esa perspectiva, el fortalecimiento cualitativo de los instrumentos existentes (CLOC Vía Campesina, Alba de los Movimientos Sociales, el FRU y otros), es una tarea central del momento. Sintonizarnos con las masas, mirando tanto hacia adelante como hacia atrás Subsiste una especie de fractura de subjetividades y mentalidades entre la izquierda y los movimientos sociales, que significa que no logramos interpretar con acierto la realidad del movimiento de masas, tanto de sus expresiones más avanzadas como de las más conservadoras: reproducimos discursos reformistas, bajo el falso supuesto de tomarle el pulso a las masas; no politizamos (concientizamos) la inconformidad para transformarla en rebeldía popular; las contradicciones en la izquierda provocan tensiones al interior de las organizaciones sociales. La revolución es una tarea del presente, en esa perspectiva debe darse nuestra actuación ideológica y política. No hay lugar para manidos discursos que relativizan o ponen en tela de juicio su vigencia y que, en última instancia, terminan siendo contrarrevolucionarios. Buena parte de la denominada izquierda colombiana (reformista) se inclina por una salida en los linderos de la democracia burguesa, que resultará siendo funcional al capitalismo. Para sectores como DLP, la alianza MOIR- Partido Verde, y el Progresismo, en sus diferentes tendencias, en la Colombia Humana, la salida debe darse en el marco de la institucionalidad burguesa en alianza con supuestos sectores reformistas del establecimiento, aspirando a una suerte de apertura democrática que dé al traste con los sectores más retardatarios de la burguesía colombiana y permita el desarrollo de una especie de capitalismo nacionalista. Las tensiones a su interior se reducen a quién es el candidato presidencial: Petro, Robledo, Fajardo, el de DLP. En ese juego, la izquierda revolucionaria no debe entrar. No es la hora de la conciliación o contemporización de clases. A lo sumo, podrían ser viables acuerdos puntuales para intentar reformas políticas anti neoliberales, p.e. la derogatoria de la ley 100. El trabajo de la oposición debe centrarse en el desgaste del régimen, desde posturas independientes. La lucha institucional es un escenario de acumulación de fuerzas, no de posicionamiento político personal o grupal. Debe estar al servicio del fortalecimiento del poder popular y ser un instrumento para desgastar al régimen, no para aceitarlo; de ninguna manera debe propiciar tensiones en el campo popular; en tal caso, es mejor descartarlo. Debemos priorizar la lucha política directa de las masas sobre la lucha institucional, esta última sólo resulta válida en la medida que contribuya al proceso de acumulación de fuerzas en un sentido táctico y estratégico. De otra manera, resulta funcional al poder dominante y deforma la conciencia revolucionaria del pueblo. Sobre el sujeto revolucionario y la unidad del campo popular Desde hace varios años está al orden del día el debate teórico- conceptual y político sobre el sujeto revolucionario. Se configuran concepciones, teorías y tendencias ideológicas y políticas al respecto. Desde nuestra concepción marxista del mundo y de la historia: el materialismo histórico y el materialismo dialéctico, la lucha de clases como motor de las transformaciones revolucionarias sigue más vigente que nunca. Bajo el concepto de lo popular, como Congreso de los Pueblos, reivindicamos a un sujeto plural colectivo que puede y debe construir una identidad popular, que reconozca la diversidad de cosmovisiones étnicas y sociales, así como su potencial colectivo revolucionario, en el marco de un programa socialista. Adentro de ese sujeto colectivo, el papel de la clase obrera y el campesinado sigue siendo estratégico, sin perjuicio del reconocimiento de la crisis ideológica en que se encuentra el sindicalismo y la necesidad de reinventar el trabajo revolucionario al interior de la clase obrera. Surgen y se consolidan nuevos movimientos sociales, algunos conciben y enfocan su actuación política adentro de las fronteras de un discurso liberal de los DDHH, que resulta nocivo para una concepción clasista de las luchas sociales. No pocos, incluso, surgen para cuestionar la vigencia y potencialidad de la clase obrera y el campesinado como sujetos revolucionarios, recogiendo y deformando algunas de sus banderas. Otros, se postulan claramente en la lucha de clases y una estrategia revolucionaria. Unos y otros están en nuestro camino y qué hacer político e ideológico, los primeros nos planean la tarea de trascender su limitada concepción de lucha, y los segundos se constituyen como hermanos de clase y de lucha. Dentro de estos últimos se destaca el feminismo popular revolucionario; los sectores populares urbanos que confrontan el modelo neoliberal de ciudad; el ambientalismo anticapitalista; el movimiento estudiantil y juvenil, que se reconoce como sector y también como clases populares; lxs migrantes que luchan contra la xenofobia y hacen parte de la clase obrera más precarizada; los movimientos étnicos- culturales que no se extravían en los vericuetos del post modernismo contemplativo, que los aísla y atemporiza de un proyecto de unidad popular, bajo el falso discurso del riesgo de su homogenización y desnaturalización. La alianza revolucionaria obrera, campesina y popular (en su amplia concepción) sigue siendo una tarea estratégica para hacer realidad el sujeto revolucionario (en plural). En esa perspectiva, el Congreso de los Pueblos ha definido la necesidad de avanzar en la concreción de un Frente Popular y Revolucionario Internacionalista, en cuya concreción los instrumentos políticos y organizativos de articulación sectorial, temática, regional y nacional existentes, constituyen la base para su construcción. A su interior, debemos agitar permanentemente esta consigna. La coyuntura y las tareas concretas de salud y alimentación El actual contexto es un escenario de oportunidad política que nos presenta varias posibilidades de acción, por un lado aquellas de carácter más reivindicativo, es decir exigencias frente al estado que hacen parte de un momento de nuestra lucha, y por otro acciones desde nuestra autonomía, que son expresión de una propuesta de sociedad y poder popular. La crisis sanitaria, es un escenario para profundizar la lucha contra el modelo neoliberal, particularmente por un sistema de salud pública (aspecto reivindicativo). El discurso de defensa de lo público debe trascender el marco liberal-burgués, dotándolo de contenido popular-revolucionario. En esa perspectiva, la lucha por una salud pública, no se reduce a exigir la responsabilidad estatal; debe significar, principalmente, el empoderamiento de lxs trabajadorxs de la salud en la gestión de la política, el reconocimiento de la ciencia y el conocimiento popular y ancestral, el control social popular de la política de salud, la necesidad de una política integral cuyo enfoque fundamental sea la prevención, contrario al curativo funcional a la industria farmacéutica. Ello no es óbice para la exigencia de respuesta eficaz a la pandemia que permita neutralizarla. En resumen, en tanto constituye un escenario de disputa, el enfoque de poder popular debe estar claramente presente. La lucha por el derecho a la alimentación, debe darse en el marco de la soberanía y la autogestión alimentaria. No se reduce a un tema de abastecimiento que bien podría garantizar el gobierno, sino que tiene que ver con la imposibilidad de acceso real para la gran mayoría del pueblo colombiano, que se va a agravar como efecto inmediato de la crisis económica, que significará la disminución dramática de ingresos de la clase trabajadora, cuya mayoría depende del rebusque diario y la minoría que tiene empleo formal paulatinamente lo irá perdiendo, en la medida que las empresas buscarán la disminución de los costos laborales (capital variable) para mantenerse a flote. En tal sentido, la producción, rural y urbana, y la distribución de alimentos mediante circuitos populares, es una tarea inmediata. Simultáneamente, por supuesto, hay que acompañar y apoyar las acciones populares en demanda al gobierno de satisfacción del derecho a la alimentación. Las acciones directas de las masas para procurarse alimento son inevitables, debemos apoyarlas y conducirlas de tal manera que sean acciones organizadas que no deriven en aprovechamiento de avivatos para obtener lucro personal, o que adrede sean provocadas para justificar la represión y una mayor restricción de libertades. Estamos en un escenario en el que es más evidente la explotación y la miseria del pueblo colombiano. Situación objetiva que debe traducirse en conciencia de clase y en acción política revolucionaria. Es necesario trascender el discurso reivindicativo de pedir respuesta estatal, a uno alternativo en el que el pueblo avizore la necesidad del poder popular, iniciando por la solidaridad de clase que confronte el altruismo burgués que concibe al pueblo como objeto de caridad y de limosnas, vaciando de contenido los derechos a la salud y la alimentación. La respuesta del gobierno de Duque a la pandemia, priorizando la economía capitalista sobre la salud y el bienestar social, es coherente con sus intereses de clase, no podemos entenderla o caracterizarla, ingenuamente, como una respuesta torpe porque sería desconocer su esencia clasista e indirectamente legitimarlo. Nuestra crítica y denuncia debe dirigirse a cuestionar la esencia clasista del estado y el régimen político. De esta manera, el pueblo entenderá que no puede esperar soluciones de parte del gobierno, a pesar de que el país cuenta con los recursos para hacerlo y, que por el contrario, debe confiar en su propia fuerza movilizadora y la solidaridad de clase. Esta solidaridad debe concebirse y proyectarse como una expresión de poder popular, no como simple altruismo. Nuestro trabajo en la coyuntura y el mediano plazo, debe irse proyectando hacia la creación, el fortalecimiento y la consolidación de embriones de poder popular a nivel rural y urbano: Control de territorios, instituciones y gobiernos populares, economía popular, guardias populares, campesinas y étnicas, etc. De estas tareas ya están dando cuenta nuestros procesos campesinos en algunas regiones, cuya experiencia es importante socializar y replicar, incluso a nivel urbano. La coyuntura y la paz La búsqueda de una solución política negociada, es un escenario que tiende a agotarse. Tanto por el incumplimiento de los acuerdos de La Habana y la suspensión de las negociaciones con el ELN con la pretensión de que esta guerrilla se desmovilice y claudique aceptando condiciones unilaterales, como por la negativa del gobierno nacional a dar curso a las negociaciones de pliegos con los sectores populares. Adicionalmente, el gobierno de Duque descarta de plano una participación vinculante de la sociedad. El discurso de la paz debe articularse a una agenda alternativa popular, democrática y revolucionaria, que envíe el mensaje al país de que la paz es una bandera histórica que se conquista con el poder popular. Más allá de la coyuntura Articulación programática de las luchas agrarias y urbanas. Acumular política y organizativamente en lo urbano y avanzar en la concreción de expresiones de poder popular. Superar el gremialismo en las luchas obrero- sindicales (lucha económico-reivindicativa por encima de la lucha política). Transitar de la resistencia a la ofensiva político-ideológica. Provocar un salto cualitativo en las masas populares frente a la lucha de clases: de clase en sí a clase para sí (conciencia de clase). Fortalecer y cualificar las formas tradicionales de organización y lucha, al tiempo que reconocemos, articulamos y potenciamos las nuevas. Radicalizar la lucha popular (agudizar las contradicciones de clase) para consolidar el ciclo de ascenso y transitar hacia un cambio de período (cambio en la correlación de fuerzas hacia un período pre revolucionario). Recuperar el auge de movilización y lucha logrado el 21N y posteriores. Profundizar la articulación y la construcción internacionalista del bloque popular de lucha. La comunicación popular y la lucha ideológica: Al orden del día la batalla de ideas “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante” (La Ideología Alemana). Antonio Gramci, con base en la concepción marxista, reafirma que la ideología está asociada a los intereses de clase y plantea como una tarea fundamental: trabajar por una cultura que confronte al capitalismo (lucha contra hegemónica: contra la pretensión del capitalismo de imponer su ideología como cultura global, como ideología planetaria). La información en el capitalismo es una mercancía y como toda mercancía reproduce el capital, tanto en términos materiales como ideológicos (espirituales). Si para la burguesía los medios de comunicación son un instrumento para el ejercicio del poder; para el pueblo, los propios hay que concebirlos como un factor del nuevo poder: el poder popular. Si para la burguesía sus medios de comunicación son instrumentos de imposición de sus ideas para mantener las relaciones materiales de dominación; para el pueblo, los propios deben ser instrumentos de producción y reproducción de ideas revolucionarias y de emancipación social, cultural, política y económica. Sin miedo, sin ambigüedades, sin sesgos reformistas y sin vacilaciones. A la guerra mediática de la burguesía, que no es más que la imposición de su pretendida cultura como global, debemos responder con la lucha popular comunicativa: alternativa y alterativa. No hay lugar para el pacifismo o la conciliación comunicativa, es un escenario de claudicación que conduciría a la derrota estratégica de los pueblos que luchan por su liberación. Es el momento recordar y poner en marcha algunas de las propuestas sobre comunicaciones, en el marco del mandato del CDP sobre cultura, diversidad y ética de lo común: Defensa de la diversidad cultural, la vivencia de la interculturalidad, rompiendo con las distintas estrategias que utiliza el modelo capitalista generador de desarraigo de los saberes, las identidades y las culturas. La exigencia de la adopción de políticas sociales que respeten las características culturales, de los pueblos indígenas, grupos étnicos y sectores sociales. El fortalecimiento y constitución de un sistema de comunicación popular que comprenda: a) creación de un canal televisivo y/o radio de carácter popular con cobertura masiva; b) construcción de medios de comunicación alternativos (radio comunitaria, televisión, internet, prensa); c) fortalecimiento de las movilizaciones y herramientas de lucha cultural y medios populares; d) articulación con medios alternativos internacionales. La batalla de las ideas, constituye una primera línea de confrontación en esta coyuntura e incluye varios frentes: la disputa comunicacional, la disputa cultural e ideológica, la disputa contra las iglesias reaccionarias que alienan a las comunidades, entre otros. En consecuencia, nuestros instrumentos comunicativos y culturales deben estar a la altura de ese escenario de la lucha de clases. En las recientes gestas populares en nuestro continente, la comunicación jugó un papel político preponderante en la información, la agitación y la organización. Irrumpió como un factor fundamental, ocupando un escenario que en adelante será imprescindible para las luchas populares. En las actuales condiciones de aislamiento que nos impone el capitalismo ante su ineficacia para contrarrestar los efectos de la pandemia, la comunicación popular cobra aún mayor importancia, se constituye en el escenario político e ideológico de confrontación fundamental. Las bases éticas del sistema capitalista que se pretenden universales, se desnudan develando su contenido individualista, mercantilista, y depredador de la naturaleza y la propia humanidad. Una nueva ética fundamentada en la solidaridad, lo colectivo y las relaciones armoniosas con la naturaleza, se abre paso.
Hacia una plataforma de lucha común
La unidad popular y revolucionaria requiere de instrumentos alrededor de los cuales se concrete y dinamice. Para trascender la unidad de acción hacia la programática, es necesario construir colectivamente una plataforma de lucha, cuyo contenido tenga un alcance estratégico. Ante la inevitabilidad y necesidad de que incluya reivindicaciones concretas, nuestra tarea es politizar lo reivindicativo; quiere decir, que reconociendo su importancia y pertinencia, su tratamiento político debe estar dirigido a concientizar a las masas acerca de la imposibilidad de lograrlo en los linderos del sistema capitalista; en consecuencia, reconocer la necesidad de aprestarse a luchas más profundas en sus alcances y propósitos políticos, que pasa por arrancarle al régimen y no esperar que sea una concesión, las reivindicaciones concretas como producto de la movilización y la fuerza popular. Existen muchos pliegos sectoriales, temáticos, regionales y nacionales que son los insumos para formular una plataforma de lucha de esas características y alcances políticos. El Congreso de los Pueblos puede proponer algunos lineamientos desde los mandatos del Congreso de Tierras, territorios y Soberanías, el Congreso de Paz, y las propuestas que los sectores, regiones y comisiones han venido formulando. En esta coyuntura se han venido agitando propuestas en torno a: la salud (derogatoria de la ley 100), la condonación de la deuda externa y la moratoria de los intereses de la deuda, el uso de las reservas internacionales para enfrentar la crisis de la salud y la alimentación, la reforma agraria integral y la soberanía alimentaria, la emergencia carcelaria, entre otras, que son prioridades actuales para muchos movimientos sociales. Esas propuestas debemos apoyarlas tanto en su agitación política como en la formulación de su contenido.