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FORO CONDUCTA AUTOLÍTICA

Tal y como la compañera Catalina Genoveva Araya Pradenas ha expuesto, los tratamientos
como la terapia dialéctico conductual y la terapia de grupo para la regulación de las
emociones han demostrado ser eficaces sobre las conductas autolíticas. En este sentido, la
estimulación mediante reprocesamiento por movimientos oculares conocida por las siglas
EMDR, también forma parte de aquellas herramientas que podemos utilizar en terapia para la
intervención en conducta autolítica. Actualmente, la literatura científica continua estudiando
la aplicación del EMDR como tratamiento sobre la autolesión no suicida, los pensamientos
relacionados con el suicidio y otros actos asociados. Más allá de la concepción como terapeuta
EMDR, la intervención en conducta autolítica requiere aprender a manejar nuestra propia
respuesta emocional como terapeuta para controlar posibles conductas de evitación sobre
este tema en cualquier momento del proceso terapéutico. En el contexto médico estos
usuarios pueden ser percibidos como casos perdidos, o bien los propios pacientes hacen
responsable al terapeuta de su vida. La capacidad del terapeuta para limitar errores de
actuación y dar respuesta a estas necesidades hace necesario recursos para manejar sus
emociones y resolver problemas. Asimismo, los usuarios con conductas tanto autolesivas con y
sin riesgo de suicidio requieren un proceso de psicoeducación junto a estrategias de
afrontamiento adecuadas.

El EMDR está basado en el modelo de procesamiento adaptativo de información (PAI), pese a


que no se conocen sus mecanismos específicos. El trauma original es concebido como un
incidente que se encuentra bloqueado en el sistema nervioso central, a su vez latente en la red
de memoria con un impacto negativo duradero en la vida de la persona. La experiencia
traumática es activada a partir de respuestas presentes en la actualidad como
desencadenante. Seguidamente, el recuerdo mantenido en la red de memoria es activado y se
produce la reexperimentación de elementos vinculados al trauma original (p.ej. sensaciones de
diferente naturaleza sensorial, emociones o pensamientos negativos). En este sentido, el uso
de estimulación bilateral de cada hemisferio cerebral a través de las modalidades visuales
auditivas o táctiles mientras se perciben aspectos de la red de memoria traumática ayuda a
procesar el incidente original a nivel cerebral. Trabajar con EMDR parece neutralizar aquellos
comportamientos destructivos (p.ej.autolesiones), basados en la falta de habilidades de
regulación o la “digestión” bloqueada del recuerdo traumático. Desde emociones,
sentimientos, creencias o recuerdos de autolesiones asociados a su historia. El
reprocesamiento de los recuerdos bloqueados permite eliminar la conducta autolesiva como
respuesta al tratamiento, pese a que el objetivo de la intervención es identificar el puente
afectivo de los recuerdos que han originado las creencias negativas del problema en un
contexto específico. Por esta razón, la implementación de información y herramientas de
gestión emocional es importante junto a la exploración del riesgo vital en el paciente.

La prescripción del tratamiento con EMDR está fundamentada en la efectividad de la


intervención sobre población con Trastorno por Estrés Postraumático (veteranos de guerra,
víctimas de abuso sexual y alteraciones de conducta en hombres jóvenes). De hecho, el trauma
y los eventos traumáticos se han asociado con conducta autolítica, como las autolesiones no
suicidas. Los pensamientos suicidas son otras de las áreas que comprenden el tratamiento
sobre conducta autolítica. Desde esta perspectiva, el reprocesamiento de los eventos
originales y el reemplazamiento de creencias negativas por otras de caracter positivo elegido
por el usuario fundamenta la eficacia del EMDR sobre pensamientos suicidas. Sin embargo, no
existen investigaciones publicadas sobre la efectividad secundaria de las intervenciones en
trauma, pese a que tanto el trauma como los incidentes traumáticos son reconocidos factores
precipitantes en las conductas autolíticas. Hoy en día es necesario continuar investigando
sobre la efectividad del EMDR en el tratamiento de conductas autolíticas.

Referencias bibliográficas:

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2º intervención PRESOS (EN RESPUESTA A IRENE GARCÍA GARCÍA)

El comentario sobre comunidades Incels de algunos compañeros ha suscitado mi curiosidad


acerca de las conductas autolíticas en grupo. En el caso de los Incels, los compañeros han
escrito sobre foros dedicados a retoalimentar las creencias negativas sobre sí mismos a través
del apoyo de la comunidad al igual que otros espacios cibernéticos dedicados a la exacerbación
de otros trastornos psicopatológicos como la anorexia o la bulimia. La autolesión es un
elemento que puede aparecer en diversos trastornos o alteraciones de la conducta, bien como
una forma de afrontamiento o indicios sobre un posible riesgo vital para el usuario. La
autolesión es una acción lesiva deliberada hacia uno mismo que no deja de ser un mensaje
hacia los demás. En el sistema penitenciario esta conducta posee muchos más significados de
los que podemos recoger sobre la comunidad de Incels en este momento, ya que existen
evidencias de que en la población penitenciaria hay un elevado porcentaje de sintomatología
psicopatológica relacionada con la conducta autolesiva (p.ej. depresión, ansiedad y dificultad
para el control de impulsos). En este sentido el medio penitenciario también contribuye a un
mayor sentimiento de aislamiento social, favoreciendo el desarrollo de un sistema cultural
propio en esas instituciones.

El estilo de vida basado en la experiencia en prisión promueve unas pautas de conducta y


pensamientos compartidos entre los usuarios que generan su propia experiencia de reclusión.
La autolesión en esta cultura es utilizada como un medio de comunicación a nivel conductual
para expresar una determinada relación social con el entorno. Por ejemplo, el significado de
las heridas en los brazos pueden comprender la solidaridad del grupo o el ejercicio de poder
dentro de una organización jerárquica de reclusos. Incluso como una estrategia de defensa
hacia una decisión de la institución o las figuras de autoridad. Otras autolesiones son recreadas
mediante el ritual de punción con una aguja en zonas del cuerpo habituales para consumir
drogas, ayudando a mitigar la sensación de “craving” en aquellos usuarios drogodependentes
sin que existan sustancias o jeringa para la inyección intravenosa. Con frecuencia en estos
casos es necesario realizar la extracción de la aguja si se queda alojada en la zona afectada.
Estos actos con frecuencia persiguen la consecución de objetivos específicos (p.ej. el
revocamiento de una sanción, régimen disciplinario menos severo o suprimir la celebración de
juicios). Por esta razón, la conducta autolítica entre reclusos es multicausal aunque los
hombres parecen llevar a cabo un mayor número de ocasiones las autolesiones y con mayor
frecuencia frente a las mujeres.
Los problemas de control de impulsos en el colectivo masculino es un factor predisponente
frente al apoyo familiar que supone un protector hacia la conducta autolítica. La mayor tasa de
autolesiones tiene lugar entre consumidores de alucinógenos e inhalables, tranquilizantes,
cocaína, heroína y anfetaminas. Un mayor cuadro de ansiedad o la privación del consumo de
sustancias promueve las autolesiones con una proporción más elevada de tentativas de
suicidio. Los internos no desean morir sino la búsqueda del alivio sobre la distorsión emocional
que experimentan en el entorno penitenciario. Asimismo los trastornos de la personalidad son
más frecuentes en la población penitenciaria respecto a los trastornos de la personalidad (p.ej.
límite, antisocial, histriónico, narcisista, evitación y obsesivo compulsivo). La desregulación
emocional provocada por experiencias traumáticas es el elemento principal factor asociado a
la conducta autolesiva para aliviar el estrés, la tensión, la ira y la sensación de culpa. En los
hombres los niveles de Alexitimia son más altos debido a que no expresan abiertamente las
emociones negativas, puesto que culturalmente la expresión de los sentimientos es un signo
de debilidad. Los síntomas disociativos también están relacionados con las autolesiones para
aliviar estados emocionales altamente perturbadores.

El colectivo femenino está caracterizado por lesiones transitorias (p.ej. tirones de pelo o
arañazos), además de determinados trastornos de la personalidad (p.ej. límite, histriónico y
obsesivo-compulsivo). Otra característica de las autolesiones en las instituciones penitenciarias
es el formato en que se producen (p.ej. cortes y quemaduras en lugar de golpear objetos). Los
jóvenes representan el mayor porcentaje de reclusos con conductas autolíticas al igual que
ocurre en otros sectores de población, debido a los problemas de adaptación y el rechazo
hacia el régimen normativo. En este sentido, los factores que favorecen este tipo de conductas
están relacionadas con la falta de ocupación, un bajo nivel intelectual, la entrada reiterada en
prisión, el retraso en la pertenencia a una subcultura carcelaria, indefensión aprendida,
manifestar virilidad, etc.

Referencias bibliográficas:

Ahmadieh Jurdi, A. (2016); Autolesiones en el medio penitenciario. (Tesis doctoral) Universidad


de Extremadura, España. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?
codigo=3883792

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Murray, C.D. (2014). Fox J. Do Internet self-harm discussion groups alleviate or exacerbate self-
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TERCER COMENTARIO

El tema sobre el dolor crónico y el suicidio que han propuesto las compañeras Maria de los
Ángeles Cuesta Cuesta Fernández y María Ortega Goizueta, como psicólogos requiere un
apartado especializado en esta población. Como respuesta a la pregunta sobre los factores de
riesgo se ha comprobado que el dolor crónico es un factor influyente en los intentos de
suicidio a causa de la vivencia de malestar continuado. En este sentido, los problemas para
dormir, una mala percepción de la salud mental, las condiciones de dolor crónico
concomitante y los episodios frecuentes de dolor intermitente fueron predictores del riesgo
vital en los usuarios con dolor crónico. No obstante, las características del dolor (p.ej. tipo,
duración, intensidad y gravedad) y el estado físico (p.ej. interferencia del dolor) parecen estar
poco relacionadas con el riesgo de suicidio. Otros factores no relacionados con el dolor de
forma directa comprenden los siguientes:

- Factores sociodemográficos (p.ej. estar desempleado o discapacitado)

- Síntomas depresivos

- Problemas de ira

- Hábitos nocivos (p.ej. fumar, el abuso de alcohol y otras drogas)

- Adversidades de la niñez o la edad adulta

- Antecedentes familiares (p.ej. depresión y suicidio)

- Factores psicosociales (p.ej. dolor catastrofista, desesperanza, percepción de ser una carga,
sentirse un perdedor o sentimiento frustrado de pertenencia)

Estos pacientes pueden experimentar desesperanza y aislamiento debido a su dolor, y


soportan muchas pérdidas en sus funciones laborales y respecto a su rol familiar. En algunos
casos los usuarios vulnerables además reciben la prescripción de medicamentos
potencialmente letales en las dosis adecuadas, como los opioides para mitigar el dolor que
suelen ser el método más común para el suicidio. Estos usuarios tienden a resistirse a buscar
atención psicológica, pese al malestar tanto físico como emocional que presentan por miedo a
que sus síntomas de dolor sea minimizados o percibidos como un reflejo de un trastorno
mental subyacente. Sin embargo, la intervención psicológica mediante el trabajo con
estrategias de afrontamiento del dolor proporciona un alivio importante sobre estos factores
de riesgo. Otras intervenciones psicoterapéuticas fundamentadas en la adquisición de
habilidades de afrontamiento para minimizar la catastrofización y la kinesiofobia, la terapia de
relajación y el tratamiento cognitivo conductual de los trastornos del sueño pueden reducir las
secuelas psicológicas del dolor, mitigando el riesgo de suicidio. Por esta razón, los
pensamientos suicidas pueden ser modificados a través de intervenciones dirigidas basadas en
la valoración integral del riesgo suicida en usuarios con dolor crónico, así como la
incorporación de un componente de prevención del suicidio en las guías de actuación sobre
dolor crónico.

El Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales DSM 5 ha resaltado la importancia


patológica de las autolesiones no suicidas, incluyendo esta categoría como una alteración
específica por primera vez. Esta categoría es considerada una condición de estudio adicional
que no supone un diagnóstico oficial, resaltando conductas o problemas que merecen una
mayor investigación. De hecho, la autolesión no está asociada con una enfermedad mental en
particular y puede constituir un problema independiente. Una persona con trastorno
depresivo mayor puede ser diagnosticada con autolesión no suicida o sin. Estos hechos no
dejan de reflejar un problema que refleja la necesidad de que el usuario se haga daño a sí
mismo o acabe poniendo fin a su vida. Por esta razón, la intervención sobre conductas
autolesivas podría ayudar a predecir el acto suicida con especial atención a conductas como el
abuso del alcohol, la conducción de riesgo, implicarse en conductas promiscuas o relaciones
emocionales de abuso en pacientes con dolor crónico. Los usuarios específicos que presentan
con frecuencia autolesiones corresponden a la población con fibromialgia, seguidos de
aquellos que presentan osteoartritis y artritis reumatoide. En concreto, los usuarios con
fibromialgia muestran un peor estado de salud, experimentan más síntomas de depresión, un
incremento del dolor corporal y de la sensación de fatiga. Las adversidades durante la infancia
y la adultez como el trauma físico o infantil están correlacionados con la presencia de
autolesiones, además de encontrarse asociado a una conducta que ayuda a mitigar el dolor
tanto físico como emocional. Estas conductas también están asociadas a la presencia de
depresión con un mayor riesgo de pensamientos suicidas que lleven a poner fin a la vida del
usuario con dolor crónico.

Referencias bibliográficas:

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