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Historiadespues
Historiadespues
Josep Fontana
En el segundo sentido –o, cuando menos, en una forma ambigua que implica el
primero y, sobre todo, el segundo-, encontramos la expresión como título de una
secuencia de artículos publicados en la revista británica History Today, que se inició
con uno de Christopher Hill titulado “¿Funerales prematuros?”, donde, refiriéndose a
tópicos como “la muerte del marxismo” o “el fin de la historia”, afirmaba que “tal vez
los habitantes del Tercer Mundo no estén tan seguros de que la historia se haya
acabado”.5
1
En La historia después del fin de la historia. Crítica, Barcelona, 1992. (pp. 7-16)
2
El artículo original apareció en el verano de 1989 en The National Interest; la primera traducción
castellana, en Claves, 1 (abril de 1990), pp. 85-96. Sobre los orígenes y la “financiación “ de su difusión:
J. Wiener, “Dollars for neocon scholars”, en The Nation (1 de enero de 1990), pp. 12-14. (La fundación a
que me refiero es la misma que financia a François Furet, debelador de la Revolución francesa, con un
subvención de unos 50 millones de pesetas.) Como era de esperar, ante la publicidad recibida, el libro de
Fukuyama ha sido rápidamente traducido al español (Barcelona, Planeta, 1992).
3
Las tesis de Hegel, enunciadas en primer lugar en Filosofía del derecho (341-360), se desarrollan
sobre todo en las lecciones de La razón en la historia. La cita que se hace es de Raymond Plant, Hegel.
An introduction, Oxford, Blackwell, 1983/2, pp. 233-234.
4
La primera cita es de Alan Ryan, “Professor Hegel goes to Washington”, en The New York
Review of Books (26 de marzo de 1992), pp. 7-13; la segunda, de John Dunn, “In the glare of
recognition”, en Times Literary Supplement (24 de abril de 1992), p. 6.
5
En History Today (abril de 1991). Desde entonces hasta marzo de 1992 han aparecido otros
dieciocho artículos, no siempre coincidentes con las opiniones de Hill, como era de esperar, dada la ola de
conservadurismo – o, por lo menos, de prudencia – que invade unas universidades británicas amenazadas
Las reflexiones que expongo en este pequeño volumen no tiene la pretensión de
resolver el problema –o, mejor, los problemas-, sino que aspiran, simplemente, a
ayudar a quienes se interesan por el estudio de la historia, y muy en especial a
quienes se dedican a su enseñanza, a orientarse en el laberinto de corrientes que ha
venido a reemplazar aquel mapa tan claro de nuestro territorio que hace pocos años
solía dividirse en dos o tres continentes: la historia “marxista”, la académica
conservadora y alguna supuesta “tercera vía”, como la escuela de las Annales.
El punto de partida de esta reflexión debe ser el fracaso de las expectativas que
se habían depositado en formas elementales y catequísticas del marxismo como
alternativa a la enseñanza y la investigación tradicionales. A quienes piensan que esto
es, simplemente, una consecuencia del hundimiento político y económico de los países
del Este europeo y de la Unión Soviética –esto es, a quienes confunden el curso de la
historia con el de la ciencia histórica-, les conviene recordar que ya hace mucho que
quienes nos dedicamos a enseñar habíamos descubierto, por nuestra cuenta, que
reemplazar la vieja historia de reyes y batallas por la no -tan- nueva de los modos de
producción no nos había permitido mejorar y hacer más vivo nuestro trabajo,
aproximándolo a los problemas reales de los alumnos y de su medio, y que nos
estábamos planteando estos problemas mucho antes de que se produjera la reciente
oleada “revisionista”.
7
Marx Engels Werke, 34 (Berlín, Dietz Verlag, 1973), pp. 370-375.
8
Véase, por ejemplo, Francisco Fernández Buey, Contribución a la crítica del marxismo
cientifista, Barcelona, Publicacions i Edicions de la Universitat de Barcelona, 1984.
9
Derek Sayer, The violence of abstraction. The analytic foundations of historical materialism,
Oxford, Blackwekk, 1989, pp. 126 – 149.
10
Véase, sobre esto, el espléndido libro de Teodor Shanin, ed., Late Marx and the Russian road.
Marx and the “peripheries” of capitalism, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1984 (Hay trad. Cast.: El
Marx tardío y la vía rusa, Madrid, Revolución, 1988).
11
G. A. Cohen, Karl Marx theory of history. A defence, Oxford, Oxford University Press, 1978.
12
Erik Olin Wright, Andrew Levine y Elliott Sober, Reconstructing Marxism. Essays on
explanation and the theory of history, Londres, Verso, 1992, dentro de la línea del llamado “marxismo
analítico”, que se define como una fusión de filosofía analítica, social science empírica y análisis
grosera irracionalidad del infinito número de críticos que se limitan a repetir que el
fracaso de los regímenes del Este europeo “demuestra” la caducidad del pensamiento
marxiano –lo cual es tan coherente como sostener que la crisis de las cajas de ahorro
norteamericanas “demuestra” la caducidad del de Adam Smith– o contra los casos,
todavía más pintorescos, que se ofrecen alegremente a “superar” lo que ni siquiera
comprenden, integrándolo dentro de nuevos sistemas generales de pensamiento (o de
algo que tiene tales pretensiones).13
Hay que comenzar aclarando que la primera reacción que suele suscitar la
crisis de una fe es generalmente el escepticismo. Lo cual significa, en este caso, la
desconfianza ante cualquier planteamiento teórico, que puede muy bien traducirse en
formas de positivismo enmascaradas de posmodernidad, en un eclecticismo superficial
o en una sensación de que lo que necesitamos es cambiar con frecuencia el bagaje
metodológico, renovándolo de acuerdo con las modas de cada temporada.
Eso no ha sucedido ahora por primera vez. Algo semejante les ocurrió, por
ejemplo, a quienes habían compartido la visión de la sociedad y del hombre del
nazismo. Quienes se enfrentan hoy a un producto intelectual en apariencia tan
abstracto como Los dos cuerpos del rey de Kantorowicz,14 difícilmente adivinarán que
este tratado de “teología política” es el fruto del desengaño de un hombre que, siendo
profesor de la Universidad de Frankfurt, en 1933, y previendo su próxima expulsión
de ella, por el hecho de ser de origen judío, escribía al ministro de Educación de
Prusia:
económico neoclásico con los objetivos teóricos y políticos tradicionales del marxismo (p. 3). En un tono
semejante, pero con menor entidad, hay reivindicaciones bien intencionadas, pero más triviales, como la
de Colin Moers, The makung of bourgeois Europe, Londres, Verso, 1991.
13
Casos como el de Richard James Blackburn, The vampire of reason. An essay in the philosophy
of history, Londres, Verso, 1990, citado sólo a título de ejemplo y no por su especial importancia, que
tiene algunas ideas aprovechables, pero no precisamente nuevas, como su denuncia del error de los
teóricos del progreso que formularon sus tesis en términos de un único modelo de sociedad, sin advertir
que eso no surge precisamente de Marx, etc.
14
Ernst H. Kantorowicz, Los dos cuerpos del rey. Un estudio de toelogía política medieval,
Madrid, Alianza, 1985 (la edición original es de 1957)
Creía que alguien como yo, que me alisté voluntario en agosto de 1914, que he combatido,
durante la guerra y después de ella, contra los polacos en Poznan, contra la insurrección
espartaquista en Berlín y contra la república soviética en Munich, no había de temer verse
despojado de su cargo a causa de su ascendencia judía; creía que por los escritos que he
publicado sobre el emperador Federico II Hohenstaufen no necesitaría garantía, pasada ni
presente, para demostrar mis sentimientos a favor de una Alemania reorientada en un
sentido nacional; creía que mi actitud fundamentalmente entusiasta hacia un Reich dirigido
en un sentido nacional iba mucho más allá de la actitud común, determinada por los
acontecimientos.15
18
Georges Perec, La vie. Mode d´emploi, París, Hachette, 1978, pp. 25, 88-89 y 264-265.
19
Burgelin, Georges Perec, París, Seuil, 1988.