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1 - 086-10779-2000 Fallo 2 (PROCURADURIA)
1 - 086-10779-2000 Fallo 2 (PROCURADURIA)
I. ASUNTO
II. HECHOS
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El 6 de junio de 2000, el señor Víctor Julián Ávila Ortiz, presentó ante la Procuraduría
General de la Nación, Regional Risaralda, una queja en contra del Concejal BENICIO
ZULUAGA PULGARÍN (Cfr. Folio 3 a 5)
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IV. DEL PLIEGO DE CARGOS
Al evaluar la investigación, por auto del 5 de marzo de 2002 (folios 125 a 131
cuaderno 1) se formuló Pliego de Cargos al señor BENICIO ZULUAGA PULGARIN,
identificado con cédula de ciudadanía No. 10.082.761, en su condición de Concejal
de Pereira, los cuales en resumen consisten en lo siguiente:
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Luego de efectuar transcripciones de apartes importantes de algunos de los
testimonios recibidos en el curso de la investigación indicó que los mismos
conducían a la certeza acerca de la adecuación de la conducta a la falta imputada en
el pliego de cargos, fundamento de su determinación entre otros aspectos, lo
constituyen las declaraciones de los concejales a quienes iba dirigida la capacitación.
Así por ejemplo destaca lo dicho por el concejal CARLOS ALFREDO
CROSTHWAITE FERRO quien manifestó no haber asistido a una sola clase ni haber
recibido ningún tipo de documento, así como lo señalado por el concejal LUIS
FERNANDO OSSA ARBELAEZ quien señaló que había ido como máximo dos veces
al curso.
Notificado del fallo que impuso en su contra una sanción de carácter disciplinario, el
implicado, a través de su apoderado apeló y solicitó se revocara la sanción impuesta.
Sostuvo que en parte alguna del fallo se establece que el contrato suscrito con la
entidad que impartía los cursos se hubiese hecho sin cumplir los requerimientos
legales, indica además que de acuerdo con el contrato, era obligación del Presidente
del Concejo cancelar o pagar su valor.
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Sostuvo que el concejal Carlos Alfredo Crosthwaite Ferro, al rendir versión manifestó
apenas si haber oído de un curso que se iba a dictar y que ello no es así, pues el
denunciante “fue quien `precisamente reemplazó al concejal Crosthwaite Ferro
cuando renunció al Concejo, y para el curso de Inglés con la entidad contratante, fue
precisamente la señora Marleny Tapasco, quien asistió a dicho curso en reemplazo
de quien dijo ante esa entidad investigadora que desconocía los pormenores del
caso”.
Indicó que tanto el pliego de cargos, como el auto de apertura y el fallo de instancia
es vago e impreciso lo que resulta violatorio del derecho al debido proceso.
Agregó que no puede pasar desapercibido que en virtud de mandato legal, a los
servidores públicos se les tiene que dar capacitación y concluye señalando que la
conducta atribuida como falta disciplinaria no existió. Solicita se revoque el fallo
impugnado.
VI. CONSIDERACIONES
De la nulidad impetrada.
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El Despacho observa que estas afirmaciones no fueron sustentadas, ni se estableció
con claridad qué normas resultaban violadas ni cuál el concepto de la violación o su
incidencia dentro del proceso. Se hace referencia, de manera general, a la vaguedad
en la apertura de la investigación, la formulación de cargos y el fallo recurrido.
Por supuesto que un ataque planteado de esta manera no está llamado a prosperar
pues, a la defensa técnica le cabe la carga de argumentar de manera suficiente
todas y cada una de las supuestas falencias que exhibe el procesamiento. No es
pues, efectuando sindicaciones de ilegalidad, al desgaire, sin parar mientes en que
es preciso señalar los yerros en que ha incurrido la instancia, demostrando cómo los
mismos no han sido convalidados, señalando con razones correctas su incidencia
definitiva en las garantías que dimanan del debido proceso.
Con todo, observa la Delegada que los cargos son claros al determinar que el
implicado, en calidad de Presidente del Concejo Municipal de Pereira, (i) suscribió la
orden previa s/n de fecha noviembre 25 de 1999 desconociendo las exigencias
normativas contempladas en la ley 80 de 1993, ya que no existió la real necesidad de
la contratación1, como tampoco la solicitud de los interesados en adquirir la
capacitación en cursos de inglés y el beneficio que esta reportaba al cumplimiento de
la gestión del destinatario; asimismo, (ii) que mediante orden de pago No 3332 de
diciembre 27 de ese año, ordenó cancelar al contratista la suma de $4.202.550, pago
que se realizó mediante cheque No 399006 de la cuenta No 019-00611-3 del Banco
Santander por concepto de capacitación de ingles, sin tener en cuenta que dicho
servicio no se había prestado a la totalidad de los beneficiarios en los términos de lo
orden suscrita.
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En efecto, resulta de la mayor importancia destacar que al contrato estatal –noción acuñada en la
Ley 80 de 1993-- subyace como consustancial el interés general, de tal suerte que toda contratación
pública que no tenga como fin inmediato la solución de necesidades públicas, se torna de suyo en
innecesario y, por contera, materializa un abuso de la función pública o un desvío del poder, actuación
que ha de encontrar replica por la vía penal o disciplinaria --o ambas-- según sea el caso. Bien lo
expresa el art. 3 de la Ley 80 de 1993: “DE LOS FINES DE LA CONTRATACIÓN ESTATAL. Los
servidores públicos tendrán en consideración que al celebrar contratos y con la ejecución de los
mismos, las entidades buscan el cumplimiento de los fines estatales, la continua y eficiente prestación
de los servicios públicos y la efectividad de los derechos e intereses de los administrados que
colaboran con ellas en la consecución de dichos fines. (...)”
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De lo anterior, se observa, que en la redacción de los cargos endilgados hay
coherencia; no generan incertidumbre o confusión, razón por la cual no son de recibo
las argumentaciones expuestas y en consecuencia, la causal de nulidad no esta
llamada a prosperar.
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dado que no existía la real necesidad de la contratación, mucho menos existe
constancia de la consulta y/o solicitud de los interesados en adquirir tales cursos de
inglés por el método de la “musicoterapia”, como se analizará más adelante.
El servidor público está sujeto, no apenas a normas legales, sino también a los
cánones superiores de la Constitución Política, las cuales obligan el respeto de
principios como el de planeación y economía. La Delegada no discute la posibilidad
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de contratar directamente o suscribir órdenes de servicio con fines de capacitación,
pero ello no implica discrecionalidad, o capricho en la escogencia del servicio que se
contrata. Es claro que toda contratación lleva implícita la exigencia al contratante de
observar los principios que la gobiernan y su inaplicación o desconocimiento, se
erigen en falta disciplinaria.
Por otra parte, de las declaraciones vertidas por los supuestos “beneficiarios” de la
Orden de servicios, claramente se advierte la inutilidad que representaba la misma,
la total ausencia de planeación para su suscripción y la falta de consideración para
con los administrados, al destinar sumas de dinero sin que previamente se contara,
siquiera, con un análisis acerca de su utilidad y aprovechamiento.
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Nótese como el supuesto “beneficiario” del curso ni siquiera se enteró oficialmente
que éste se llevaría a cabo y pese a ello se pagó tal curso como si el servicio se
hubiese prestado, lo que no quiere decir que dicha conducta pueda ser imputable a
la firma que ofrecía el curso, ya que su no aprovechamiento es claro que obedece a
la ausencia absoluta de planeación por parte del implicado suscriptor de la orden, lo
que ya denota la clara irresponsabilidad con que éste manejaba, entonces, los
recursos públicos cuya administración le fue confiada.
6. Por su parte el concejal LUIS FERNANDO OSSA ARBELAEZ (Cfr. folios 39 y 40)
si bien manifestó haber recibido un portafolio con un curso de inglés también indicó
que había estudiado inglés en Estados Unidos por seis meses por lo que si había ido
en dos oportunidades al curso no lo había hecho tres.
Queda así patente la falta de planeación por parte del implicado, entonces
Presidente de la Corporación, en la ejecución de los gastos con cargo a los recursos
públicos.
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8. El valor de la orden para sufragar los costos de un curso que se desarrolló en las
condiciones que se han probado, sin duda afectó considerablemente el patrimonio
público, máxime si se tiene en cuenta que con anterioridad a la suscripción de la
orden, que puede calificarse de “liberalidad” del implicado, no existió ningún estudio
de conveniencia para contratar un curso de inglés.
A esto debe agregarse el ítem de que, a la afectación del patrimonio del Concejo,
sobreviene el enriquecimiento sin causa de un tercero, a saber, la firma N.L.C.
Editores, por un valor de $ 4.245.000.00
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De las falencias probatorias alegadas por la defensa
Pues bien, es garantía integrante del derecho de defensa, el derecho que asiste a
todo implicado de solicitar las pruebas de descargo que estime pertinentes y es claro
que en la oportunidad procesal prevista, el implicado solicitó las pruebas que estimó
necesarias y tales elementos se incorporaron a la investigación, luego de ser
realmente necesario, conducente y pertinente dicho testimonio habría sido solicitado
y su práctica se hubiese verificado.
Nótese empero, que las irregularidades atribuidas tienen que ver con el momento de
la suscripción y pago, dada la inobservancia de los principios contractuales en
dicha etapa; no se ha referido en el pliego, aspecto alguno que se refiera al momento
de su ejecución. No hay datos nuevos que pudiese aportar el interventor ya que está
acreditado que los beneficiarios de la orden ni siquiera asistieron, ya que no se
efectuó ningún análisis, como ya se dijo acerca de lo necesario y útil que era la
suscripción de una orden de servicios en las condiciones descritas.
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Por último, resulta absolutamente insostenible que en este estado del proceso, la
defensa alegue una omisión que sólo es imputable a la parte acusada, como si fuera
admisible alegar la propia torpeza a favor de quien la aduce.
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el Estado deba sufragar, en aras del derecho a la educación, toda clase de cursos
sobre los que no se ha efectuado siquiera el más mínimo análisis de conveniencia.
En ese sentido, también la Constitución indica que todos los colombianos tienen
derecho a la vivienda y no por ello puede el Presidente del Concejo Municipal
destinar recursos públicos para la compra de vivienda bajo el supuesto de garantizar
dicho derecho fundamental. O porque el derecho al uso creativo del tiempo, al
descanso y a la recreación sean derechos constitucionales, no puede simplemente el
Presidente del Concejo, tras ese telón, pagar un viaje colectivo, por ejemplo, a
Disneyworld, a los miembros del Concejo.
14. Es claro que en Colombia la educación básica -que es la que debe garantizar el
Estado- no es gratuita a pesar de haberse ratificado el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales desde 1968; es más la Ley General de
la Educación, sólo establece el derecho a la educación gratuito para los hijos del
personal de educadores, directivo y administrativo del sector educativo estatal y los
miembros de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional muertos en servicio
activo.
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fundamental, se contrató la suma de $4.202.550, para un curso sobre el que no se
efectuó siquiera la consulta a los beneficiarios, acerca de su utilidad o por lo menos
intención de disfrutar.
Elemento subjetivo
15. Concluyó el Procurador Judicial Treinta y Ocho (38) de Pereira (Risaralda) que la
conducta se ha verificado a título de culpa.
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En atención a las anteriores consideraciones la Corte concluye que no
asiste razón al actor, por lo que en relación con el cargo expuesto en la
demanda la Corte declarará la exequibilidad de la expresión “o
realizados con culpa gravísima” contenida en el numeral primero y del
parágrafo del artículo 44 de la Ley 734 de 2002…”.
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En consecuencia, si la conducta se calificó a título de culpa, si además de ello no se
indicó ningún grado o clase de culpa, una interpretación benigna no podría indicar
que se trató de culpa gravísima. Así las cosas la conducta debe ser considerada no
como gravísima sino como grave, aplicando en este aspecto la Ley 734 de 2002, por
contener aspectos más favorables al implicado.
Adecuación normativa
Así las cosas, para faltas graves la Ley 200 de 1995, vigente al momento de los
hechos, establecía la sanción de multa entre once (11) y noventa (90) días,
suspensión en el cargo hasta por el mismo término. La Ley 734, vigente al momento
del fallo, prevé, en el artículo 44, para éste comportamiento la sanción de suspensión
en el ejercicio del cargo e inhabilidad especial. Por su parte el artículo 46 ibídem
señala que la suspensión no será inferior a un mes ni superior a doce meses
17. Los artículos 28 y 29 de la Ley 200 de 1995, vigente al momento de los hechos,
señalan cuáles son las sanciones principales y accesorias que corresponden a un
comportamiento irregular; el límite de las mismas se establecía en el artículo 32 de
ese estatuto.
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En el presente caso se ha comprobado la existencia de faltas graves (aplicando la
ley 734), para las que el Código de 1995, preveía la sanción de multa entre once (11)
y noventa (90) días, suspensión en el cargo hasta por el mismo término.
Se observa que para efecto de la Graduación de la falta se aplica la ley 734 de 2002,
por ser en ese aspecto más favorable, en tanto que para la tasación de la
correspondiente sanción se aplica la derogada Ley 200 de 1995, significa lo anterior
que la Delegada, en salvaguarda del principio de favorabilidad estima que lo
jurídicamente viable es la aplicación de ambas leyes en lo que favorecen al
implicado, es decir, esta situación permite la aplicación de una lex tertia2 al combinar
dos disposiciones claramente divisibles contenidas en estatutos sobre los que se
presenta un tránsito legislativo.
Por tanto, es del caso señala que la sanción procedente no es la destitución sino la
SUSPENSIÓN de funciones.
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art. 29-3 de la Ley 200 de 1995 que a la letra expresa: “Art. 29. SANCIONES
PRINCIPALES. Los servidores públicos estarán sometidos a las siguientes
sanciones principales: (…) 3. Suspensión de funciones sin remuneración hasta
por noventa (90) días, para quienes se encuentren vinculados al servicio.”. Para
efectos de la ejecución de la misma, así se le hará saber al Presidente del Concejo,
una vez cobre ejecutoria este proveído. (art. 94 Ley 200 de 1995; art. 45 No. 4 Ley
734 de 2002).
RESUELVE:
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JFRC/ES
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