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Ensayo sobre mi gusto/

Milton Herrera
Reconocimiento y origen de mis gustos y
consumo
Profesor: Alberto Chong Gutiérrez

Teoría del arte III


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resumen corto del contenido del B, tercer
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Mili Mendoza Herrera / 1995

El siguiente ensayo es sobre mis gustos, para ejemplificarlos usé una narrativa anecdótica
y aunque hablara de lecturas mejor desarrollé el contexto vivencial en el que las leí y luego
separé en un párrafo inferior las conclusiones que deduje de tales experiencias.

Entender la poesía y consumirla fue importantísimo para la construcción posterior de mi


gusto. Gracias a ella valoré la capacidad del lenguaje para transmitir ideas concretas o
libres que se adaptaran al lector y no al autor. Esta libertad creativa y mi inmersión
temprana a un régimen de escritura constante permitieron que tuviera ciertas nociones
del quehacer artístico general y reforzara el gusto por leer, importante para cualquier
campo.

Me gusta ver películas y leer sobre de ciencia ficción y cine negro detectivesco. De niño
leía cosas producidas entre los 50´s y los 80´s, así que me inculqué imágenes utópicas o
postapocalíticas que probaban su vigencia cuando prendía mi tele o andaba por mis
barrios. Ahí admiré la habilidad de las personas para desentramar ambientes que no
conocen, para ver las líneas del crimen o del problema a resolver y posteriormente
hornear el barro apestoso y sacarle ladrillos. Como la mayoría de mis gustos se arraigan a
ideales peligrosamente progresistas, pero mis fuentes educativas son antiguas a
propósito, intento ser muy crítico con ambas partes. Me atrae la idea de que la
inteligencia y sus creaciones están unidas irremediablemente al drama humano, que ellas
son el drama humano y su felicidad.

Ahora sé que me gusta la música producida por personas que fueron desdichadas en
algún momento de su vida, pero como casi todo entra en esta categoría (y no soy bueno
definiendo géneros musicales) me gusta Daniel Johnston, un hombre bipolar que pilotaba
una avioneta siempre a punto de estrellarse; Tiny Tim, un judío que murió cantando en el
escenario de un evento infantil a pesar de su anterior fama, Jeff Buckley, que descubrió su
voz ya maduro y luego se suicidó caminando al mar como Alfonsina Storini (dicen); y las
letras de Alberto Cortéz.

En consecuencia a estos gustos por música triste asumí una postura holística en la
que el espectro emocional no debe ceñirse al alcance de la felicidad pues es un
compendio de muchas más sensaciones con las que debo aprender a vivir y disfrutar. Me
hallo en la nostalgia y en el enojo, pero ideas como el pecado, el éxito personal o la
normalidad mental repercuten en mi educación y disminuyen mi rango de acción
dándoles una lectura negativa. Eso mismo sucede con el sexo y su relación con los
cuerpos; la percepción tradicional confina mi sexualidad a mis órganos reproductivos
anulando las posibilidades sensibles del resto de mi cuerpo. Poner lo vivo en paquetes y
etiquetas fáciles de manipular disminuye las cosas respecto a su relación con sistemas
más grandes. Las dicotomías evaden siempre las variables que puedo sufrir con el tiempo.
Creo que se nos percibe como una línea continua y no como la raíz bien ramada que
nuestro devenir moldea.

Tal avión

El concepto de avión me ha servido para analizar varias cosas; en él veo la vértebra de una
cultura formada de subjetividades que intenta superar sus limitaciones corpóreas a través
de las herramientas que se lo permitan. En nuestro caso son el conocimiento de nuestro
entorno, la inteligencia, e un ideal ímprobo pero probable. El orgullo e envidia que
pudiéramos tener a dimensiones distintas a la nuestra se ennoblecen al concretar el
aparato tecnológico/ espiritual/ mental/ social para lograr experimentar ese ahí. Hacerlo
sin objetivos invasivos o destructivos, sino por el puro placer de conocer (qué es volar)
enmarca todas las acciones anteriores en pura gloria. Sin embargo este clímax progresista
e ingenuo se quiebra cuando toca la realidad. Cuando dichos aparatos son usados para
fines bélicos, el avión esperanza, el avión libertad, es reemplazado por el avión napalm o
el avión bomba atómica. Pero la violencia es intrínseca al humano, a mí mismo, y evadirla
me engarrota, pero he de hallar un sitio inocuo donde lanzarla. Así, pilotar un avión es ser
responsable con la manipulación de mi conocimiento.

Lo que visto, imagen moda y consumo

Durante mi adolescencia veía cómo todos mis amigos se identificaban gratamente con
alguna corriente musical, tribu urbana o con algún cantante. Yo siempre desconfié de
estas ofertas culturales, ninguna lograba conectar con el continuum que yo sentía, así que
opté por elegir una vestimenta neutra, en lo posible, que permitiera adaptarme
fácilmente al grupo de tal o cual gusto momentáneo. Me preocupaba no creer del todo en
un grupo, no pertenecer, pero con el tiempo noté que este podría ser mi propio nicho, no
apático, sino abierto a los gustos que pudieran atravesarme en ese momento, pero
siempre neutro. De una película que ya no recuerdo descubrí que elegir mi ropa
diariamente robaba mucho tiempo y me causaba preocupaciones que consideré –en su
momento- banales, a pesar de mi gusto por las ropas y sus combinaciones. Ahora me
preocupo más por mi imagen, e intento usar lo que me gusta cuando me gusta; aún así
conservo una línea neutra y ciertos colores que me gustan, como el verde olivo, el vino, el
negro y el azul. Aún siento que mientras algunas personas no pueden atender su
vestimenta por tener que voltear hacia el hambre o el dolor traiciono mis ideales
preocupándome por la moda.

Consumo social y cultural

Mi consumo comercial está bastante limitado, no voy a muchos conciertos y normalmente


ocupo lo necesario para llevar una vida holgada, pero también derrocho mucho en
momentos. Me gustan los territorios inconstantes y valoro profundamente la capacidad
de cambio que las cosas tienen. Voy a fiestas porque son espacios donde la inmoralidad y
la violencia se permiten, y me gusta observar eso.
En base a mis precisiones anteriores creo que el mercado del arte signa a cada artista
con cierto campo estético, ciertos problemáticas que serán consecuentes con su origen,
raza, estatus económico, edad, etcétera y que luego pueden ser limitantes a la hora de
abordar problemas ajenos a su realidad. Sin embargo la subjetividad existe, y concuerdo
con Gabriel Orozco cuando dice que el estilo no existe, que lo que hace reconocible la
obra de un artista es la acumulación de soluciones que sólo él puede dar. Así, los intereses
que expuse anteriormente reflejan una dura planilla que normalmente ocupo para evaluar
mi contexto, pero que siempre estoy poniendo en duda.

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