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Con todos los datos recabados, el seleccionador deberá evaluar cada candidatura y
elaborar un informe de valoración apoyándose en aquella información que sea más
relevante para la adecuación de cada persona con el puesto. Así, una vez más,
deberemos volver a revisar los resultados obtenidos en la fase de análisis de los
requisitos del puesto y del perfil de candidato. De acuerdo con estos datos,
determinaremos qué elementos o criterios de valoración fundamentales emplearemos
en la evaluación de cada candidatura. De esta manera, compararemos elementos como
el nivel de formación académica, el grado de experiencia profesional, el perfil del
candidato y los factores de rendimiento asociados al puesto con las habilidades y
conocimientos que los candidatos hayan ido demostrando a lo largo de las sucesivas
fases del proceso. Los elementos de valoración pueden ser tan variados como
requerimientos tenga el puesto: experiencia en un determinado sector, el conocimiento
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Una vez elegidos estos elementos, el seleccionador deberá clasificarlos por orden de
importancia según los factores de rendimiento. En este sentido, podremos cotejar
aquellos requisitos más importantes con las características básicas de cada candidato.
Esto nos permitirá ponderar qué peso específico tiene la presencia de cada uno de estos
elementos en la valoración final de cada candidatura, de tal manera que si un candidato
ha demostrado poseer uno de los requisitos pero no otro, deberemos saber qué peso
ha de tener para nuestra valoración la presencia del uno y la ausencia del otro.
Tras esta fase, nos centraremos en recopilar toda la información procedente de las
distintas técnicas de selección llevadas a cabo. Con toda la información disponible sobre
cada candidato, estableceremos el sistema de valoración que vamos a seguir para
discriminar entre las distintas candidaturas. Existen distintas maneras de evaluar a los
candidatos, aunque la mayoría son complementarias entre sí. Esto implica que
podremos utilizar simultáneamente varias de ellas en un mismo proceso. La idea es dar
más peso a unas u otras dependiendo de la naturaleza del proceso, la empresa y el
puesto.
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Llegados a este punto, el objetivo de realizar una última entrevista es que intervengan
las personas con las que el candidato contratado se va a relacionar de forma a directa.
Habitualmente son los jefes o supervisores inmediatos y los directivos de distintos
departamentos o áreas. De esta manera, obtendremos un último criterio de valoración
añadido basado en factores como la afinidad personal, la empatía o la simpatía existente
entre el candidato y sus futuros supervisores. Como es comprensible, no todas las
empresas deciden realizar este tipo de entrevistas y lo cierto es que no se trata de una
prueba imprescindible. En todo caso, hay que reconocer que la información que nos
aporta la entrevista final puede resultar un elemento crucial para tomar la decisión final
de contratación.
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que antes de tomar la decisión final acerca de la contratación, nos cercioremos de que
entre los candidatos o el candidato mejor posicionado y sus jefes de sección existe un
cierto feeling que permita asentar una relación personal y profesional fluida. Puede ser
un elemento crucial puesto que a veces las diferencias personales pueden causar
conflictos que pueden afectar al rendimiento del trabajador e incluso el ambiente de
trabajo. Así, la entrevista final nos permitirá asegurar un clima interno estable tanto a
nivel profesional, valorando la competencia del candidato, como a nivel personal,
evitando que se produzca una incompatibilidad o choque de caracteres.
Además de las ventajas que acabamos de describir, la realización de una entrevista final
puede también sernos útil a dos niveles:
- Cuando hay varios candidatos que han sido objetivamente valorados como
válidos para ocupar el puesto a nivel profesional que además garantizan el éxito
y la eficacia profesional por igual.
- Una vez elegido el candidato idóneo, tanto a nivel personal como profesional, la
entrevista final puede suponer un buen punto de encuentro para acabar de
tratar temas relacionados con la contratación. En el marco de esta entrevista,
podemos negociar elementos relacionados con las condiciones de trabajo, la
fecha de incorporación, los niveles salariales o la jornada laboral. Al mismo
tiempo, podemos aprovechar para presentar el profesional contratado al resto
de miembros del equipo o del departamento en el que se va a incorporar.
A continuación, analizaremos algunas de las fases que puede seguir esta última
entrevista:
Preparación de la entrevista
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Planificación de la entrevista
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presente que la gestión de este apartado será compartida por el seleccionador y las
personas representantes de la empresa que vayan a intervenir en la entrevista.
Desarrollo de la entrevista
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sin su participación activa. Aun así, no deberá perder el hilo de la conversación, pues
tendrá que analizar las respuestas y reacciones del candidato igual que si estuviera
formulando las preguntas él mismo. En algunos casos podrá llegar a intervenir en el
desarrollo de la entrevista para matizar, aclarar o corregir algún aspecto relacionado con
las fases previas.
Análisis de la entrevista
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ambiente de consenso entre todos los actores que han intervenido en el proceso y, muy
especialmente, el seleccionador.
Entendemos la adecuación como el punto de intersección entre los requisitos que exige
el puesto y las características tanto personales como profesionales del candidato. A su
vez, esta adecuación vendrá inevitablemente mediada por una serie de factores
externos como el clima laboral de la empresa, las condiciones ambientales de trabajo,
las relaciones humanas, la política de la organización, etc.
Hasta el momento, hemos puesto en marcha dos grandes fases o procedimientos que,
aplicados con rigor, deben garantizarnos un alto grado de certeza sobre la adecuación
entre el candidato escogido y el puesto de trabajo a cubrir: por un lado, está el análisis
estratégico de las necesidades de selección, basado en la descripción del puesto, la
obtención de datos sobre la empresa y la determinación de los factores de rendimiento.
Por otro lado, está la puesta en marcha de todo el proceso de reclutamiento, selección
y valoración de candidatos. Si se han seguido los distintos pasos expuestos de forma
meticulosa, deberíamos asegurarnos haber logrado contratar un profesional válido,
comprometido con el proyecto y dispuesto a integrarse en el puesto de trabajo. Pero
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aún nos quedaría una tercera y última etapa para cerrar el proceso de selección de
personal. Se trata de la fase de integración y seguimiento del rendimiento del candidato.
Este último proceso es fundamental puesto que permitirá apuntalar la adecuación del
trabajador al puesto, mejorará su rendimiento potencial y proporcionará una primera
medida de control sobre el éxito en su desempeño laboral.
Este proceso solo tiene sentido en el marco de una contratación indefinida. Entendemos
que, en aquellos trabajos de tipo temporal, la integración del trabajador en la empresa
no llega nunca a ser una necesidad real.
En todo caso, nos encontramos en un momento crítico y difícil de gestionar. Hay que
tener presente que el éxito de todo el proceso realizado hasta ahora dependerá de esta
integración. En el fondo, trabajar con personas conlleva siempre un cierto grado de
riesgo e incerteza, pues por mucho rigor que se haya mantenido en la aplicación del
método de selección, siempre pueden surgir imprevistos no calculados en un inicio:
desde la renuncia injustificada de un candidato que parecía motivado con el puesto y el
proyecto, hasta el repentino cambio de actitud y comportamiento, una vez realizada la
contratación, pasando por la falta de adaptación de la persona a sus compañeros y un
sinfín más de otras posibilidades negativas. En todo caso, la única posibilidad de
minimizar la opción de que esto suceda es diseñando y aplicando un buen modelo de
acogida, integración y seguimiento de los candidatos.
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Una vez alcanzado el acuerdo final entre las dos partes, la falta de agilidad en la
formalización del contrato pude suponer un elemento de duda e inseguridad
para el candidato, más en el caso de que el candidato esté prestando sus
servicios a otra empresa y tenga que avisar de que abandona el puesto. En estas
situaciones, el lapso de tiempo entre que su selección, la salida de su actual
empresa y la firma del nuevo contrato, debe ser lo más corto posible para el
beneficio de ambas partes. Si este elemento no se resuelve satisfactoriamente
correríamos el riesgo de generar recelos y falta de confianza en el profesional
que acabamos de contratar.
Para evitar casos como los que acabamos de exponer es muy conveniente
sistematizar una cronología estandarizada de pasos a ejecutar cada vez que se
produzca una nueva contratación en la organización.
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- Especificar, en dicha carta o más adelante, los términos básicos que rigen el
convenio laboral actualizado de la profesión, la retribución exacta del puesto,
el tipo de contrato, la política de vacaciones, el horario laboral y otros
aspectos administrativos de interés para el trabajador.
- Explicar el procedimiento básico y los usos que la empresa suele utilizar en
materia administrativa.
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4.3.2 El seguimiento
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Ahora bien, existe una diferencia elemental entre los procesos de seguimiento y las
evaluaciones de rendimiento y se basa fundamentalmente en el factor temporal. No se
puede esperar el mismo rendimiento de un trabajador que lleva tan solo tres días en la
empresa que de otro que está totalmente integrado en ella. En cualquier caso, la
obtención de los resultados esperados es una cuestión únicamente de tiempo, ya que
con la paulatina integración del profesional en la organización, el rendimiento
aumentará gradualmente. Aun así, debemos establecer los parámetros básicos para
valorar si el candidato sigue les pautas de desarrollo profesional adecuadas o no. En este
sentido, resultará básico establecer primero el tiempo de adaptación que consideramos
aceptable para cada puesto.
Por lo tanto, la actuación debe estar preparada y sincronizada adecuadamente para que
resulte efectiva. Debemos tener a punto herramientas de medición que permitan
estandarizar los distintos procesos de evaluación que realicemos. Al mismo tiempo, hay
que considerar un criterio adecuado sobre el que realizar todas nuestras mediciones,
que variará según la naturaleza del puesto y que puede ser tan diverso como el nivel de
ventas, el tiempo destinado a realizar una determinada tarea, el volumen de trabajo
realizado por día, el número de llamadas atendidas, etc.
Finalmente, la medición del desempeño de las funciones del puesto debe realizarse
acorde con las pautas temporales que hayamos considerado necesarias para la
integración total del trabajador. Es decir, lo que debemos evaluar es la progresión que
sigue el candidato a lo largo del período de adaptación. Para realizar este tipo de
mediciones, deberemos prefijar de antemano ciertos tiempos del proceso en los que
realizar los controles. Al mismo tiempo, tendremos que determinar cuál es el nivel
adecuado de rendimiento para cada uno de estos controles y qué valor de desempeño
consideramos que es el normal o el que marca el valor 100%. A modo de ejemplo:
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Semana 1 50%
Semana 2 65%
Semana 3 80%
Semana 4 90%
Semana 5 100%
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