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Título: Emisiones periodísticas en vivo y responsabilidad de los medios de comunicación. El caso "Díaz de
Vivar"
Autor: Gelli, María Angélica
Publicado en: LA LEY2000-B, 1286 - Responsabilidad Civil Doctrinas Esenciales VI, 01/01/2007, 605
Cita Online: AR/DOC/801/2001

Sumario: SUMARIO: I. Los medios y los modos de informar y comunicar. - II. La libertad expresiva y la
nueva comunicación. - III. El caso "Díaz de Vivar": la protección del honor y el honor de los jueces. - IV.
Libertad expresiva y alcance de la responsabilidad en las emisiones en vivo. Los deberes del entrevistador.
I. Los medios y los modos de informar y comunicar
Como con agudeza lo señalara Gerardo Ancarola en su comentario crítico a la sentencia recaída en el caso
"Díaz de Vivar"(1) los medios de comunicación son todos ellos diferentes entre sí. De allí, colige el autor, que
deba considerarse esa diferencia a la hora de mensurar la responsabilidad que a cada uno cabe al momento de
informar y comunicar.
Aunque a todos aquellos se les reconoce libertad expresiva -garantizada en la Constitución Nacional y los
pactos internacionales a los que la República Argentina dio jerarquía constitucional en 1994- la especificidad de
los medios de comunicación resulta a todas luces evidente. Así pues, es necesario plantearse a) si esa
singularidad es de tal entidad como para exigir diferente tratamiento a fin de menguar o acrecentar la
responsabilidad de emisores, informantes y comunicadores y, b) ante quién o quienes se debe esa
responsabilidad.
En consecuencia y en primer lugar corresponde, examinar las características diferenciadoras y la intensidad
de los distingos entre los medios de comunicación social.
En mi opinión no se trata sólo de las disparidades tecnológicas existentes entre los medios de comunicación,
sino de qué modo éstos alcanzan una difusión mayor o menor según las capacidades requeridas por los
receptores de la información y de la posibilidad de que gozan o carecen los participantes en la creación del
fenómeno comunicativo de manipular, recrear, sesgar e interferir la información en el mismo momento en que
ésta se produce y es recibida, inmediatamente, por sus destinatarios.
Si se compara la prensa escrita clásica con los medios electrónicos, se advierte que la primera exigía, cuanto
menos, conocer el idioma en que se informaba y dominar la lectura. Si se era analfabeto o se desconocía la
lengua en que el emisor se expresaba, la barrera en la comunicación era absoluta. Desde luego, la alfabetización
por sí sola no bastaba para interpretar el mensaje, pues la complejidad de los lenguajes técnicos o los diferentes
sentidos en que pueden emplearse las palabras corrientes creaban obstáculos más o menos insalvables para
atribuir sentido a lo que se leía (2).
En cambio, los medios audiovisuales y electrónicos de comunicación, en los cuales el sonido y la imagen
tienen preponderancia comunicativa, no requieren, por lo menos para un primer acercamiento a la información,
ningún aprendizaje previo. En este sentido, la televisión es el medio con más llegada al público, aunque Internet
tenga mayor alcance (3).
Así, las noticias y notas emitidas por la televisión pueden ser percibidas por el oído y la mirada sin la
interferencia de la letra escrita. Además, tanto el sonido como la imagen pueden almacenarse y difundirse en
contextos políticos, sociales o culturales diferentes a aquellos en que se registraron, con lo cual, sin la
explicación situada, pueden inducir al error. Son, también, susceptibles de edición, es decir de compaginación
del material, recortándolo, o intercalándole elementos extraídos de otras fuentes.
Si se da la última hipótesis, como se verá más adelante, pueden afectarse derechos no sólo de los
mencionados o referidos en la noticia o información, cuyo buen nombre, honor o imagen pública pueden sufrir
menoscabo, sino también del público, consumidor de la nota, defraudado en su credibilidad y expectativas.
Sobre el punto resulta paradigmático el caso narrado por Derrida y acaecido en Francia, donde se emitió una
presunta entrevista al dirigente cubano Fidel Castro armada con las declaraciones de éste en una conferencia de
 

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prensa, incluyendo, en la supuesta nota, manifestaciones anteriores de Castro. El público recibió la imagen y el
sonido como si se tratase de un diálogo espontáneo y libre entre el periodista y el político (4).
Desde luego, la información amañada también puede generarse en la prensa escrita que publica imágenes,
cuando atribuye las tomas fotográficas a sitios geográficos que fueron recreados en los estudios de producción.
Como es habitual en la prensa amarillista, que suele ambientar las noticias para darles más espectacularidad,
aunque no necesariamente induciendo a error respecto del núcleo central de la noticia (5).
Las emisiones en vivo, en cambio, parecen destinadas a emitir lo que ocurre, lo que se dice u opina, sin
intermediarios, ni representaciones, ni intérpretes de ninguna especie (6).
Sin embargo, los presentadores de las noticias, al elegir el ángulo de las tomas o al privilegiar a algunos
protagonistas sobre otros, para que estos se manifiesten, describan o califiquen los acontecimientos que los
involucran, recrean la realidad que trasmiten. Diría que direccionan el ojo y los sentidos del espectador hacia
dónde quieren y cómo lo desean. Y aún más. Cuando se trata de entrevistas en las que el invitado narra u opina,
los gestos, las sonrisas, el énfasis o reiteración de la pregunta, el silencio por parte del conductor del programa,
por ejemplo ante lo que parece un despropósito -su conducta, en suma- contribuye a dar verosimilitud o, en
cambio, a tornar improbable lo narrado.
Por otro lado, no pueden desconocerse las diferencias entre trasmitir desde el lugar de los hechos -por caso,
cuando ha sucedido un accidente o se cubre un acto público en el que diversas personas toman la palabra- y las
emisiones en vivo, desde los estudios de producción de los programas, cuya publicidad puede anticipar la
participación de ciertos protagonistas de las notas y los temas que se han de abordar. En estos casos, la
producción y los conductores están sobre aviso acerca de lo que puede suceder -tiene, al menos, una noticia
previa referida a los temas que serán tratados y al tenor o estilo del entrevistado- aunque el hecho sorpresivo e
imprevisto siempre pueda ocurrir.
II. La libertad expresiva y la nueva comunicación
En sus orígenes, la libertad expresiva resguardaba a la prensa escrita como un medio privilegiado y
sumamente eficaz de control político.
Pero, sin duda, la facultad de publicar las ideas por la prensa sin censura previa, establecida en el art. 14 de
la Constitución Nacional, garantiza el derecho personal, humano, a trasmitir cualquier tipo de noticias,
opiniones, creencias o críticas y hasta ofertas económicas para cerrar contratos de diversa índole. Desde otra
perspectiva, también la libertad expresiva permite acercarse a la verdad, en tanto esto sea posible (7).
Pero la transformación de los medios de comunicación, con el desarrollo de nuevas tecnologías, hizo posible
una inusitada facilidad en el acceso a la información. El fenómeno se ha generalizado de tal modo, que algunos
Estados procuran crear barreras para aislar política o culturalmente a la sociedad -en defensa de sus identidades
nacionales- aunque aquellos cercos resulten insuficientes. El participar de algún modo de los beneficios de la
economía sin fronteras exige ingresar en el circuito global de la información, cuyo sentido y destinatarios es
difícil de controlar (8).
La nueva comunicación emerge de otras fuentes distintas de los periódicos, las revistas, los libros. La
capacidad de llegada y de multiplicación de los medios electrónicos -por el fenómeno de la repetición- parece no
reconocer límites. En consecuencia, lo que se diga, muestre o insinúe, respecto de personas o instituciones tiene
un alcance incontrolable aún para el mismo emisor, una vez que aquello ingresa en el flujo de las noticias.
Pero aún más. En las emisiones televisivas -como se dijo, uno de los medios electrónicos de comunicación
de mayor alcance popular -(9) las transmisiones en directo, en vivo, se producen antes de ser emitidas, por la
acción de un sujeto que no aparece en pantalla: el director de cámaras. La ductilidad de éste para mandar al aire
-u ocultar- las expresiones y gestos del entrevistador, mientras el entrevistado narra u opina construyen relatos
paralelos o sobrepuestos que implican, también, un mensaje.
Por cierto, todos estas maneras de informar, comunicar o emitir opiniones, están amparadas por las garantías
 

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reconocidas a la libertad de expresión. Cada quien tiene derecho a emitir o construir ideas, pensamientos,
opiniones, críticas, fantasías, publicidades, propagandas, en fin, toda la gama posible de la comunicación. Pero,
bajo el paradigma liberal, está obligado a responder por ello cuando arbitrariamente cause daño a terceros (10).
III. El caso "Díaz de Vivar": la protección del honor y el honor de los Jueces
III.1. Los hechos
En un programa de la televisión abierta, el conductor entrevistó a una persona quejosa de la actuación de la
justicia en un caso en el que, sostenía, reclamaba ser parte (11).
La invitada adjudicó a la jueza -a cargo del tribunal donde tramitaba la causa en la que, según sus dichos, se
le causaba agravio- responsabilidad por excluirla del debate y connivencia con las partes en aquel proceso, en
una acción enderezada a despojarla de sus bienes, a desalojarla, a dejarla en la calle por la acción concertada
entre el administrador de la sucesión de su esposo fallecido, el consorcio de propiedad y la magistrada.
La conducta atribuida a la jueza por parte de la interrogada, se perfiló con manifestaciones acerca de que
aquélla, al ordenar el remate, había actuado en interés propio y del comprador; que se había pagado un precio vil
en la subasta y que las irregularidades del proceso habían sido "de terror", tanto como para promover el juicio
político a la magistrada.
La jueza afectada, demandó a quien había vertido las afirmaciones cuestionadas, al conductor del programa
y al canal que lo emitió, por daños y perjuicios causados por las expresiones injuriosas para su honor.
Cabe señalar que en el programa siguiente al de la emisión de las injurias, el conductor afirmó ante cámaras,
que había comprobado que la invitada no fue veraz en sus dichos y que la doctora Díaz de Vivar siempre actuó
como legal y moralmente correspondía. Esa fue también la posición que los codemandados Neustadt y Telefe
mantuvieron en la contestación de la demanda, calificando a la agraviada de prestigiosa jueza en lo Civil, de
intachable actuación en el medio.
Por otro lado, también debe decirse que en la publicidad televisiva, emitida con anterioridad al programa en
cuestión, se afirmó que se formularía una "denuncia conmovedora", en referencia a la presentación que se haría
en la siguiente emisión.
Como lo sostiene la sentencia de segunda instancia, ninguna de las afirmaciones de la demandada, en lo
referido a la actuación de la jueza en el proceso, fueron veraces ni comprobables.
III. 2. Los medios de comunicación y su contexto en Argentina
En las sociedades democráticas, los medios de comunicación contribuyen a controlar el poder. Lo hacen al
formular las críticas de los actos gubernamentales y al facilitar la visibilidad de los problemas con el solo hecho
de informar acerca de lo que sucede en el ámbito del poder público. Y ello aunque no formulen, en consonancia,
opinión alguna.
La aptitud de los medios para hacer transparentes las lacras sociales ante los lectores y las grandes
audiencias, los convierten en instrumentos apetecibles de los factores de poder, los grupos sociales, las minorías
y las personas privadas, quienes suelen dirigirse a ellos a fin de que se hagan eco de sus intereses o reclamos. El
empleo del canal comunicativo con tales fines es una decisión libre que compete tomar al medio de
comunicación. En tanto no se cometan ilicitudes, las opciones están disponibles y son de elección facultativa. Es
claro que la confiabilidad del medio de comunicación está directamente relacionada con la objetividad y
honestidad informativas, con la disposición a confirmar lo obtenido de las fuentes y con la veracidad practicada.
No obstante, aquel fenómeno de la comunicación deslizándose hacia los dominios de los operativos de
prensa ha merecido la atención crítica de los medios independientes quienes, para seguir siéndolo, resisten el ser
instrumentados por los intereses (12).
En Argentina, dónde la credibilidad social en las instituciones jurídicas para resolver los conflictos de interés
ha bajado ostensiblemente en las últimas décadas, la presión sobre los medios de comunicación se ha
intensificado. Distinguir la veracidad de las ofensas alegadas por los ciudadanos o la justicia de los reclamos de
 

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los eventuales afectados por todo tipo de acciones públicas o privadas se convierte, para los periodistas y
productores de noticias, en una tarea compleja. Por otro lado, las grandes o pequeñas denuncias pueden, en
determinados contextos, aumentar el número de lectores o las audiencias, o constituir una fuente adicional de
recursos (13).
En ese contexto de frenesí informativo -que, reitero, es una opción libre y protegida de los medios- pueden
afectarse los derechos de terceros.
III.3. La protección del honor y el honor de los jueces
La prohibición de censura previa impide la revisión anterior a la publicación pero no bloquea la
responsabilidad ulterior en caso de daños al honor, la imagen, la identidad de terceros.
En el precedente "Campillay" la Corte Suprema creó la regla en virtud de la cual el derecho a informar, que
integra la libertad expresiva, no genera responsabilidad aunque la noticia que afecte la reputación de las
personas resulte a la postre inexacta, si el medio-ante la imposibilidad práctica de verificarla- la atribuye a la
fuente de dónde la tomó, utiliza un tiempo de verbo potencial o deja en reserva el nombre de los implicados
(14). De esa regla emana la doctrina de la exoneración de responsabilidad por citar de la fuente, recaudo que no
impide la difusión de la noticia.
Ahora bien, en los casos en que las noticias que se emiten, se refieran a la actuación de los funcionarios
públicos, existe un interés público mayor en el conocimiento de aquéllas, dado que están directamente ligadas al
control del poder en las democracias. El derecho a la información de la actividad pública y de cómo la ejercen
sus actores, constituye una libertad preferida directamente relacionada con el proceso democrático. Existe, pues,
una protección débil del honor del funcionario frente a la garantía fuerte de la que gozan los particulares en
resguardo de su propia honorabilidad. Este criterio fue el origen de la doctrina de la real malicia, mediante la
cual se deparó alguna protección al funcionario público, en caso de que la noticia que afectaba su honor
resultara inexacta y aquel probara que quien la publicó lo hizo a sabiendas de su falsedad o con total
despreocupación acerca de si era verdadera o no (15).
No obstante, la Corte Suprema en el caso "Costa" distinguió entre categorías de funcionarios involucrados
en las noticias injuriosas y reconoció la protección al honor -según aquellas jerarquías- relacionada con el grado
de notoriedad pública del afectado. A título de ejemplo, el tribunal destacó la diferencia entre un ministro de
gobierno y un anónimo empleado de una repartición estatal, circunstancialmente vinculado con un asunto
público (16).
Como se advierte, la situación de los jueces se encuentra más cercana a la de un ministro de gobierno que a
la de un anónimo empleado. Pero, es cierto, como lo señala la Cámara en el caso "Díaz de Vivar", que un
magistrado se encuentra impedido de participar en el debate público acerca de las causas en las que interviene
como juez. En consecuencia puede afirmarse que una de las razones -descubrir la verdad- que convierte a la
libertad expresiva en un derecho preferido, no es aplicable cuando se trata de la información acerca de la
actuación procesal de los jueces o de la crítica a ellos. Sin embargo, aún así, queda en pie el fundamento del
control del poder, mediante la información y la crítica para que el honor de los jueces reciba una protección más
débil.
En la República Argentina no existen dudas acerca de que el judicial es un poder del Estado cuyas
atribuciones consisten en resolver los conflictos que se le presentan -administrar justicia y efectuar,
eventualmente, el control de constitucionalidad. Así, como integrantes del poder estatal, están sujetos al
escrutinio público, deben dar a publicidad su actuación en el proceso -las sentencias- y son responsables por su
desempeño. De ese modo, guardando la mesura y prudencia necesarias para preservar su investidura y el
derecho de las partes, nada impide que esclarezcan a la opinión pública cuando los términos de las resoluciones
-necesariamente técnicos no alcancen para despejar las dudas acerca de su obrar. Lo que no le está permitido a
un magistrado es polemizar o anticipar opinión acerca de las controversias que deba resolver.
Por otro lado, el honor de los jueces depende más de la autoridad obtenida por ellos -en términos de
 

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consideración por su conducta e idoneidad- que del resguardo del poder institucional que detentan. El caso
"Díaz de Vivar" constituye un buen ejemplo de ello. En efecto, el propio periodista demandado debió reconocer,
en la emisión siguiente de su programa, las calidades profesionales de la jueza y la corrección de su obrar como
magistrada.
III. 4 Las reglas de la sentencia
En el caso "Díaz de Vivar" no quedaron dudas acerca de la entidad injuriosa de las manifestaciones vertidas
por la invitada a un programa de televisión, en perjuicio del honor de la jueza. Afirmaciones que no tenían
asidero alguno, ni en los hechos ni en el derecho aplicado. La reparación exigida a aquella entrevistada
resultaba, pues, ajustada a derecho.
Pero la Cámara extendió la responsabilidad por el daño causado al entrevistador del programa en vivo y al
canal de televisión donde aquel se emitió.
Esa decisión del tribunal causó preocupación en los medios periodísticos pues la sentencia parecía adjudicar
una responsabilidad objetiva al entrevistador y al canal de televisión por los dichos de una entrevistada durante
la emisión de un programa en vivo.
Sin embargo, considero que en el caso "Díaz de Vivar" se adjudicó responsabilidad subjetiva a los
codemandados. Y ello, no sólo por la afirmación de la Cámara en tal sentido.
Si bien es cierto que el tribunal utilizó la doctrina "Costa" para diluir la aplicación del criterio de la "real
malicia" a los jueces, merecedores -según la Cámara- de una protección fuerte a su honor (17) por otro lado,
tuvo por acreditado que el periodista obró con negligencia acerca de la veracidad de la fuente que estaba
presentando, en el mismo momento de la emisión del programa.
Así, de la sentencia surge que un presentador de entrevistas en vivo no responde por las eventuales injurias
de su entrevistado si a) acredita que obró con diligencia acerca de la comprobación de la veracidad de lo
expresado; b) si se limitó a oír los dichos sin hacerlos propios, ni alentarlos de ningún modo; c) aclaró que eran
expresiones de su entrevistado; o, d) expresó que no le constaban o no había verificado las afirmaciones allí
vertidas.
Cualquiera de esas conductas eximen al entrevistador y al canal de responsabilidad. Por ello, la alternativa a)
jugaría en el supuesto en que el periodista y su producción conocieran el tenor de las manifestaciones que se
harían en el programa. Como por ejemplo, si antes de ser emitido se efectúa publicidad acerca de ello. Es, por
otro lado, lo que se tuvo por probado en el caso "Díaz de Vivar".
Como se advierte, se trata del empleo de la doctrina "Campillay", adaptada al especial medio de los
programas de televisión en vivo.
En efecto, la Cámara parte del supuesto de que es posible adjudicar a la fuente, la información que se
propala si el conductor no toma partido de modo alguno por aquélla.
IV. Libertad expresiva y alcance de la responsabilidad en las emisiones en vivo. Los deberes del
entrevistador
Como ya se dijo, los medios de comunicación social en general y los electrónicos en particular constituyen
vehículos privilegiados de la denuncia pública.
La posibilidad de hacer visible ante una platea inconmensurable la crítica al accionar de los poderes del
Estado, de las corporaciones o de simples contradictores en conflictos privados genera un cúmulo de
información y notas, en ocasiones originadas en rumores o en operativos de prensa. De ese modo, el crecimiento
de la información genera concretos peligros para el honor de las personas.
Ahora bien. Dado que la censura previa está descartada corresponde, como lo hizo la Cámara, discernir la
responsabilidad de las emisiones en vivo a través de los deberes de los entrevistadores.
Desde luego, sin exigir la prueba de las afirmaciones que se realizarán, cabe distinguir si a) el periodista
 

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tiene -en la pre-producción de la nota- conocimiento del tenor de las denuncias o declaraciones que se harán; b)
el periodista desconoce totalmente la línea que seguirá el entrevistado. Si se da la primera alternativa y se trata
de aseveraciones sobre funcionarios públicos o sobre cuestiones de fuerte interés público, es razonable aplicar la
regla de la real malicia: el ofendido debe probar que el periodista conocía la falsedad de la noticia o que actúo
con grave negligencia acerca de si era verdadera o no. Si, en cambio, se da la hipótesis b) el periodista debe: no
convalidar lo que se dice, con palabras o con gestos; deslindar su posición; requerir acerca de la fundamentación
o pruebas que avalan lo dicho; o utilizar cualquier forma expresiva que indique sin lugar a dudas que no está
alentando o avalando al entrevistado en sus afirmaciones. Si no lo hace, será subjetivamente responsable por
ello.
Finalmente y como se planteó al comienzo de esta nota, cabe preguntarse si la eventual responsabilidad por
la emisión de informes que resultan falsos, se circunscribe a los daños personales al honor, la imagen, la
intimidad o si el destinatario de la información también puede verse afectado y, en tal caso, en cuáles derechos.
Sin duda, la credibilidad de la audiencia se ve afectada por las entrevistas armadas, la publicidad comercial o
la propaganda política vestida de información. A propósito de ello, en Francia se formalizó una acción judicial
por la emisión de una falsa entrevista al dirigente político Fidel Castro, desestimada por falta de legitimidad
activa. Sin embargo, aunque el reproche ético es sustantivo, en estos casos no cabe como sanción más que el
abandono de la audiencia.
Especial para La Ley. Derechos reservados (ley 11.723)
 (1) "Díaz de Vivar, Elisa M. c/Neustadt y otros" CNCiv., sala I, 1999. Con nota de ANCAROLA, Gerardo,
"Una sentencia irrazonable", La Ley 2000-A, 301.
 (2) La escuela elemental, en sus primeros cursos, proporciona un claro ejemplo de la diferencia que existe
entre reconocer los signos lingüísticos, leyéndolos, y atribuir significado a las palabras claves y sentido a las
expresiones en el discurso escrito.
 (3) En ese sentido, la televisión es el medio con más llegada al público, aunque la Internet tenga mayor
alcance. Este último medio, de extensión incontrolable, requiere algún entrenamiento previo para su uso;
equipos más costosos y complejos que el aparato de T. V; el pago de aranceles al servidor y el entrar en algunos
sitios y el dominio de una jerga compleja para los todavía analfabetos virtuales.
 (4) El caso de gran repercusión en Francia, fue comentado por Derrida, quien sostuvo que la falsificación
violó un contrato, a lo menos implícito, entre el productor y el consumidor. Conf. DERRIDA, Jacques, en
diálogo con STIEGLER, Bernard, "Ecografías de la televisión. Entrevistas filmadas", ps. 66167, EUDEBA.
Buenos Aires, 1998.
 (5) El periodismo amarillista o sensacionalista utiliza agregados de circunstancias, tiempo y lugar no reales
que constituyen recursos discursivos destinados a causar impacto en público y aumentar las ventas. En
ocasiones se recurre a actores presentándolos como los verdaderos protagonistas de los sucesos. La veracidad
del producto final depende de cuán engañosos sean los añadidos.
 (6) El discurso narrativo interpreta necesariamente. Como es sabido el término hermenéutica deriva de
Hermes, el dios griego que llevaba el recado de los dioses. Así pues, interpretar es siempre llevar un mensaje de
uno a otro, quien lo recibe pasado por el filtro personal del mensajero. En consecuencia, la pretensión de
objetividad siempre es relativa.
 (7) He desarrollado los tres tipos de razones y fundamentos de la libertad expresiva en el paradigma liberal
-derecho sustantivo de la persona-; medio controversial para descubrir la verdad y garantía del debido proceso
democrático en GELLI, María Angélica, "Libertad de expresión en Argentina: los desafíos de la nueva
comunicación" en publicación colectiva del instituto de Investigaciones jurídicas y Sociales "Ambrosio I.,
Gioja". Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Universidad de Buenos Aires, "El Cuarto Poder. Expresión,
información y Comunicación Social" (Coordinador Héctor Sandler), p. 206, Ed. Ediar, Buenos Aires, 1999.

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 (8) El dilema es crucial para los países con costumbres ancestrales en los que se rechaza el pluralismo
cultural o determinadas emisiones son interpretadas como ofensas a las creencias religiosas. Tal el caso que se
planteó en India a la que llegaban noticieros televisivos de otros países en los que se daba cuenta de corridas de
toros, práctica que hería la sensibilidad religiosa de gran parte de la población. También desde la defensa de
otros valores, se ha planteado en Francia la aplicación de la excepción cultural, destinada a controlar o limitar
los productos audiovisuales, de origen norteamericano, en beneficio de la producción francesa. Los términos del
debate incluyeron el papel del Estado; de los usuarios de los medios en una democracia y del uso del espacio
público. (Conf. DERRIDA, ob. citada, pág. 61).
 (9) Tal como lo señala Ancarola, "la televisión -nos guste o no- reina casi soberanamente en las preferencias
populares". (Conf. ANCAROLA, Gerardo, ob. citada).
 (10) Aunque no es el tema específicamente tratado aquí, debe decirse que Internet genera problemas
específicos, uno de los cuales, no menores por cierto, es el de la atribución de responsabilidad ante eventuales
afectaciones a la intimidad, la seguridad, el honor, los derechos intelectuales, la lealtad comercial, la protección
de la niñez.
 (11) El programa -Tiempo Nuevo- era conducido por el periodista Bernando Neustadt y se emitía por Canal
11 de Televisión.
 (12) Un escritor de la envergadura de Tom Wolfe -periodista del Washington Post y del New York Herald-
describió en una de sus novelas, las relaciones de intereses entre cierta prensa sensacionalista y grupos
minoritarios de gran poder en los Estados Unidos; las manifestaciones de protesta, armadas para ser emitidas por
televisión; las crónicas de un periodista que sesga la información, distorsiona las fuentes y hace carrera con ello.
Tom Wolfe, "La hoguera de las vanidades", Ed. Anagrama Barcelona, 1998. En especial, pág. 146; 197/207;
212/216; 247 y ss;282/291;
 (13) Es el caso de las notas pagas, dónde la publicidad es emitida como información, o las campañas de
prensa para presionar a los que deben decidir. Suele resultar curiosa la aparición de los involucrados, sobre todo
en la televisión, cuando las sentencias judiciales están prontas a ser dictadas.
 (14) "Campillay c. La Razón", Fallos 308:789 (1986) Consid. 7° (La Ley 1986-C, 411).
 (15) La doctrina de la real malicia fue una creación de la Corte Suprema de los Estados Unidos en "New
York Times vs. Sullivan" 376 US 254 (1964) Una versión argentina de aquella, en "Gesualdi" C.S. (1996) (La
Ley, 1997-B, 753).
 (16) "Costa", Fallos: 310:510 (1987) consid. 14 (énfasis agregado) (La Ley 1987-B, 269).
 (17) Consid. XI.

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