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ABC LUNES 9/10/2006 Opinión 3

| LA TERCERA DE ABC |

UNA MUY PARTICULAR MEMORIA HISTÓRICA


... Las guerras civiles son duras; he ahí la suprema lección de la Historia. Pero
también son la oportunidad de gestos generosos y ayudas inesperadas incluso a los
enemigos lacerantes. ¿Por qué no recordamos también estos aspectos positivos?
Ellos nos ayudarían a superar los rescoldos con más eficacia aún que el olvido...

L pensamiento me devuelve a aque- —así lo advirtió Jovellanos, antes de otras europeas. Los visigodos hicieron su-

E llas mañanas del 22 y 23 de julio de


1969. Se celebraba un pleno de las
Cortes, no para debatir sino para ejecutar
1812— los súbditos gozan de libertad. Tal
es el secreto profundo, que ahora nos empe-
ñamos en olvidar. Un patrimonio hereda-
ya la lex romana. El Fuero de León precede
en el tiempo a la Carta Magna. Muchos an-
tes de que se creara la Cámara de los Comu-
la preceptiva ceremonia del juramento co- do es el que da la forma decisiva. Y aquella nes —y no tengo suficientes palabras de
mo, desde siglos, reclamaba la institución mañana del 22 de julio allí estábamos, sim- elogio para ella— ya se reunían en Cortes
de la Monarquía: las Cortes juran el futuro ples testigos, para recibir responsablemen- los miembros del tercer Estado. La liber-
rey y reciben a su vez el juramento. Una te al futuro Rey. tad fue formulada en las leyes de Guadalu-
circunstancia meramente coyuntural hizo No faltaban los sectores decepcionados pe. Y es España quien se adelanta a procla-
que yo me encontrara allí, pues los recto- porque se saltaba uno de los escalones de mar el derecho de gentes. Hubo errores,
res de Universidad teníamos asiento en la la trayectoria dinástica. Pero la presencia sin duda; ningún pueblo puede presumir
Asamblea. Como nos colocaban por orden de ésta resultaba indudable. La herencia de páginas en blanco, pero si meditamos
alfabético de apellidos se dio el hecho de clave estaba en dos hechos fundamentales: profundamente sobre lo que la Monarquía
que junto a mí estaban Adolfo Suárez y Fer- aceptar el pasado —a fin de cuentas los significa hallaremos, como se intentó ya
nando Suárez, cuyo decisivo papel en la acontecimientos no pueden repetirse— y en 1969 la plataforma suficiente y necesa-
transición es por todos reconocido y debi- construir el futuro sobre las bases que mar- ria para construir con seguridad el futuro.
damente valorado. Para mí era un momen- caba la trayectoria de nuestra legitimidad. Y permítanme que, en un gesto de reconoci-
to de especial alegría. miento, evoque aquí la memoria de quie-
Para mí y para muchos que, desde uno u
otro sector de la sufrida España, habíamos
venido suplicando a Dios que el amor susti-
M uchas veces, cuando repaso textos
que hacen el elogio de la transición
española poniéndola como ejemplo, me
nes como López Rodó, Carrero Blanco, o
Fernández Miranda, decidieron seguir ese
camino.
tuyese al odio y permitiese borrar, si no los pregunto a mi mismo: ¿habría sido posible
hechos, si la secuela que de los mismos se
derivaran. Aprendí mucho de mis vecinos
de escaño, y por eso les guardo reconoci-
si se hubiese elegido un camino distinto,
aquel que se aparta de la trayectoria euro-
pea? Pues los historiadores debemos recor-
L a senectud me permite ahora evocar
aquellas mañanas luminosas. Creía,
de buena fe, que estaba en marcha el propó-
miento y afecto. dar a nuestros lectores que la Monarquía sito formulado desde 1947 por el que hacía
es una forma de Estado típicamente euro- cabeza de la Dinastía: «Para todos los espa-

L as guerras civiles son duras; he ahí la


suprema lección de la Historia. Pero
también son la oportunidad de gestos gene-
pea. Algunas veces recurrimos al titulo de
rey para designar a los portadores de un
poder personal en otras culturas, pero se
ñoles». Había llegado la hora de deponer
los odios, barrer las distancias y sin recla-
mar abjuraciones ni engaños, entrar en el
rosos y ayudas inesperadas incluso a los trata de un abuso de lenguaje. La Monar- futuro. Temo mucho que me estaba equivo-
enemigos lacerantes. ¿Por qué no recorda- quía nace como consecuencia del encuen- cando de punta a punta. El odio no perdona
mos también estos aspectos positivos? tro entre tres vectores, el del ius romano, el ni renuncia a lo suyo. Y vuelve a aparecer
Ellos nos ayudarían a superar los rescol- de la konigtum germánica y la definición ante nosotros pretendiendo decirnos que
dos con más eficacia aún que el olvido. Du- del hombre como persona asistida por esos solo es Historia lo que conviene a los propó-
rante años, mientras maduraba en mi ca- derechos naturales que llegó a definir el sitos políticos de cada hora. La memoria
rrera y profesión de historiador, aceptan- cristianismo. pertenece únicamente a la voluntad indivi-
do las circunstancias que me había tocado La Monarquía hispana avanzó, en mu- dual. Ahora se trata de imponerla desde un
vivir, fui descubriendo y valorando el chos aspectos, con paso más firme que determinado sector confundiendo poder
acierto de quienes pensaban que la solu- con legitimidad. Hace ya mucho tiempo
ción a tantos dolores recíprocos no podía que Jacobo Burckhardt el mejor historia-
venir sino del restablecimiento de esa legi- dor europeo nos hizo una seria adverten-
timidad histórica que es la Monarquía; cia. Cada generación recibe su pasado co-
pues ella sitúa la cabeza y representación mo un patrimonio. Puede encerrarse en él
del Estado por encima de las diversas fac- negándose a avanzar, grave error; puede
ciones que tienden a constituirse en el se- intentar destruirlo volviendo a la nada,
no de la sociedad. error todavía más grave. Pero puede em-
La Monarquía no es un régimen político plearlo como un capital, la parábola de los
sino una forma de Estado, capaz de acomo- talentos, y hacerlo fructificar. Los pueblos
dar los instrumentos institucionales de go- que eligen la destrucción de su pasado, aña-
bierno a las diversas circunstancias que día, están condenados a sucumbir en ma-
marcan los tiempos, cambiantes. Hace ya nos de tiranos que se erigen en conducto-
muchos siglos, documentos tan importan- res. Él, curiosamente, utilizaba el término
tes como el de Casa y Corte de Pedro IV, el alemán, fuhrers.
Ordenamiento de Alcalá de Alfonso XI y Desde mi propia amargura pido a Dios
las disposiciones de las Cortes de Toledo que nos ayude a recobrar el sentido. Dejen
de 1480, habían hecho una definición ex- a los historiadores, a todos, hacer su traba-
haustiva. Rey y reino se entienden median- jo. Sólo la verdad, sin paliativos, puede ha-
te un contrato explícito que está fijo en la cer libre al hombre.
ley. Mientras ésta se cumple, especialmen-
te en sus estructuras constitucionales LUIS SUÁREZ FERNÁNDEZ
de la Real Academia de la Historia

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