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Muchas veces el dialogo que establecemos con los demás o las cosas que
escribimos en nuestras redes sociales las hacemos de forma espontánea, sin mucha
premeditación. No solemos ir comparando las palabras o buscando sinónimos antes de
decirlas, sino mas bien pareciera ser algo que hemos ido desarrollando de forma innata.
Desde que decimos nuestras primeras palabras, intuimos que a través de este
medio lograremos comunicar de forma directa lo que queremos, necesitamos y
pensamos, y nos damos cuenta del efecto que va causando lo que decimos en el otro, por
tanto, vamos usando el lenguaje a partir de la interacción con el otro y lo que esperamos
obtener de aquellos.
De todas formas, las palabras, independiente del medio por el cual se expresen,
tienen efectos. Puede que nos animen, nos consuelen, nos enseñen, nos cambie el
ánimo. A su vez, la palabra escrita logra hacernos pensar, reflexionar o dar luz cuando lo
necesitamos; sin embargo, también nos pueden herir, molestar, dañar, es por ello que es
fundamental volver a ser conscientes de lo que decimos, y para ello creo que va de la
mano el hecho de pensarnos, analizarnos y saber identificar que es lo que realmente
estamos sintiendo, pensando, queriendo, para que exista sincronía en al momento de
expresarlo en palabras.
Es por ello que me hace sentido la visión de Maturana, puesto que se relaciona
directamente con el paradigma que propone Neuroartes. Por lo mismo, considero que en
nuestro quehacer profesional es fundamental que estemos constantemente pensando y
concientizarnos del poder y efecto que tienen nuestras palabras, puesto que con ellas se
genera el hacer y damos paso a que nuestras emociones vayan tomando fuerza.
Aquello también puede tener un efecto curativo o sanador para los procesos que
están viviendo nuestros pacientes. De hecho, la metodología o estrategias profesionales
que utilizamos en la práctica se puede ver potenciada si logramos tener mayor conciencia
de las palabras y el impacto que tiene en “el otro”, puesto que en el mismo proceso
terapéutico la vivencia relacional puede cobrar mayor fuerza e impactar en la vida del otro.
Bibliografía