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ABUSO PASTORAL

Algunos estilos de liderazgo están construidos sobre una falsa autoridad espiritual y dependen de la manipulación (por
falsas motivaciones o amenaza de maldiciones o pérdida de bendiciones) de la gente para su permanencia.
Todos los cristianos deberían estar inmensamente agradecidos por el cuidado pastoral que reciben, cuando este
cuidado pastoral esta apegado a las escrituras y procura su crecimiento espiritual basado en la sana enseñanza y
aplicación de las escrituras. Todo hijo de Dios necesita ser pastoreado y parte de este pastoreo involucra el hecho de
que los verdaderos creyentes deben estar sujetos en obediencia a verdaderos pastores.
Sin embargo muchas congregaciones se manejan con estilos de liderazgo abusivos. (Y no estamos hablando
necesariamente de sectas o iglesias excéntricas sino de iglesias que están convencidas de hacer las cosas bien
conforme lo que Dios les ha mandado) El liderazgo es abusivo cuando usa a las personas que pertenecen a la iglesia. El
resultado es que estas mismas personas, en lugar de experimentar el crecimiento espiritual que procuran acaban
atrapadas en un sistema que los hiere o utiliza. El problema es que la forma en que se perpetra este abuso es, muchas
veces, muy sutil, de manera que se hace difícil detectarlo, pues maneja con astucia la culpa y el temor con que viven
muchas personas.
Mientras que los escribas y los fariseos fingían tener autoridad, basados en su posición, Jesús en verdad la poseía, y,
sin necesidad de imponerla, las personas la reconocían en él.
No obstante, existen ciertas características comunes a todos los sistemas espirituales abusivos. En este artículo,
identificaremos y trataremos varias de ellas. Nos enfocaremos en las dinámicas poco saludables que establecen las
relaciones entre las personas dentro de los sistemas de abuso espiritual.
1. LA POSTURA DEL PODER
La primera característica de un sistema eclesiástico abusivo es lo que nosotros llamamos «postura de poder». Es decir,
en este modelo los líderes utilizan toda su energía para mostrar la autoridad que no tienen, exigiendo a los demás a
que se sometan a ella. Sienten la necesidad de imponerse porque su autoridad espiritual no es real, ni se basa en un
legítimo carácter piadoso, sino en una posición de poder.
Mateo incluye en el capítulo 7 de su evangelio el comentario que las multitudes hacían sobre el ministerio de Jesús:
«Cuando Jesús terminó estas palabras, las multitudes se admiraban de su enseñanza; porque les enseñaba como uno
que tiene autoridad, y no como sus escribas». (V. 28–29). Mientras que los escribas y los fariseos fingían tener
autoridad, basados en su posición, Jesús en verdad la poseía, y, sin necesidad de imponerla, las personas la reconocían
en él. Ser elegido para ocupar un cargo, hablar a los gritos, o dar ofrendas mayores que los demás no nos da
autoridad. Es Dios quien la da, y la otorga con el propósito de penetrar hasta lo más íntimo de las personas. Su
intención es fortalecerlas, servirlas, equiparlas y liberarlas para que así puedan cumplir Su voluntad, que puede o no
coincidir con el plan de los líderes. El deseo de este tipo de líderes por dominar a las personas es una clara señal de
que siguen su propia voluntad y no la de Dios.
2. LA OBSESIÓN POR EL RENDIMIENTO
En los sistemas de abuso espiritual, el poder se impone y la autoridad se legisla. Es por ello, que estos sistemas se
obsesionan por el rendimiento de sus miembros. La obediencia y la sumisión son dos palabras importantes para el
mantenimiento del sistema. Por ejemplo lo siguiente fue puesto en el boletín de la iglesia por su pastor:
“El domingo pasado, bajamos nuestro récord de 200 personas por primera vez en 13 semanas. Nuestra marca de
asistencia de 200 personas se detuvo en la semana 13. Ha ocurrido,¡hemos caído de la gracia!... Me gustaría ver que
todos nos juntemos para adorar los próximos cuatro domingos y que ayudemos a que el año termine con una
explosión. Podemos lograr que este sea verdaderamente nuestro año en la iglesia. Hemos tenido una gran asistencia,
una excelente ofrenda, y mucha participación en todos nuestros programas. Debemos crear un marco para esta nueva
década para poder «llenarnos de gracia» nuevamente”.
En primer lugar, ¿cómo obtuvieron la gracia de Dios estas personas? ¿Asistiendo a la iglesia? ¿Alcanzando a más de
200 asistentes? ¿Por qué perdieron la gracia? ¿Por perder la marca de 200 asistentes? ¡Qué visión tan tergiversada de
la gracia! Este pastor, ¿busca que los miembros se «llenen de gracia» o que se desempeñen? ¿Vamos a la iglesia para
ser motivados en nuestra confianza hacia Jesús o para que nos presionen a esforzarnos?
Una iglesia que se guía por el rendimiento consigue que las personas se acomoden a lo que dictan sus líderes, pero no
las transforma, sino que las conforma. Es muy probable que este pastor evangélico equipare la asistencia a la iglesia
con la obediencia a Cristo. Pero Dios nos enseña que él mira primero el corazón; a Dios no le interesa que hagamos las
cosas bien por las razones equivocadas. Así es, la obediencia a Dios no es negociable. Aún así, la manera de darse
cuenta de que alguien obra bien por motivos equivocados es cuando lleva la cuenta de lo que hace. ¿Por qué llevaría
alguien la cuenta de su comportamiento «piadoso» si no es porque está intentando ganar puntos espirituales con su
actitud?

3. OBEDIENCIA ENFERMIZA

Un ejemplo de esta actitud en muchas iglesias es una congregación donde los que servían en ese ministerio debían
rendir cuentas a los dirigentes de sus actividades diarias minuto por minuto. Los dirigentes evaluaban si habían
utilizado el tiempo sabiamente, «de la manera que Dios quiere que lo usemos». A muchos los confrontaban por no
leer la Biblia el tiempo «suficiente» que los líderes habían señalado. Cuestionaban a los que usaban quince minutos
para ducharse en vez de diez. Este sistema no fomenta la obediencia a Dios, sino a su errada interpretación de
espiritualidad.
¿Son importantes la obediencia y la sumisión? Sin duda. Así lo reconocía Pablo: «Sométase toda persona a las
autoridades que gobiernan» (Ro 13.1). Y Pedro también exhortaba a someterse: «vosotros los más jóvenes, estad
sujetos a los mayores» (1Pe 5.5). El autor de Hebreos también indica rotundamente: «Obedeced a vuestros pastores y
sujetaos a ellos» (He 13.17). Sin embargo, para lograr un equilibrio, debemos sumar a estos versículos un pasaje con
importancia paralela. Consideremos las palabras de Pedro y de los otros apóstoles ante el concilio: «Debemos
obedecer a Dios antes que a los hombres» (13.17). Fuera de contexto, la obediencia a los líderes se ve como una
práctica de sana teología. Si agregamos el contexto, veremos que sólo es apropiado obedecer y someternos al
liderazgo cuando la autoridad que ejerce procede de Dios.

Son muchos los motivos por los que los seguidores obedecen a sus líderes sin cuestionar nada: por evitar vergüenza,
por obtener aprobación de alguien o por mantener intactos su estatus espiritual o su posición en la iglesia. Esta no es
una obediencia legítima; es puro egoísmo. Si no viene de un corazón que ama a Dios, no puede ser obediencia.

4. REGLAS IMPLÍCITAS

En los sistemas de abuso espiritual se controla la vida de las personas por reglas explícitas e implícitas. Las reglas
implícitas son las que no se expresan en voz alta, que gobiernan a las iglesias o familias poco saludables. Como no se
expresan en voz alta no nos damos cuenta de que están allí hasta que las rompemos.
Este tipo de reglas permanecen implícitas, ya que si las examináramos a la luz de un diálogo adulto nos mostrarían
instantáneamente cuán ilógicas, insalubres y anticristianas son. Es por eso que el silencio se convierte en la pared de
protección, pues resguarda la posición de poder del líder de cualquier cuestionamiento.
Si alguien entra en desacuerdo abierta o públicamente, rompería el silencio, y posiblemente sería castigado. Sin
querer, descubriría que existe una regla. Cuando alguien se encuentra con reglas implícitas por quebrarlas sin
intención, podemos llegar a sufrir cualquiera de estas dos consecuencias: abandono (que lo ignoren, lo pasen por alto
o lo rechacen) o bien legalismo agresivo (será cuestionado, censurado e incluso en algunos lugares lo maldecirán).
Las reglas implícitas tienen un poder increíble. Existe abuso espiritual cuando la autoridad del líder está por encima de
las Escrituras. En los sistemas de abuso espiritual existe una «paz fingida», la misma que denunciaba Jeremías cuando
decía: «Los profetas dicen “paz, paz”, cuando en realidad no existe tal». Si simulamos estar de acuerdo, cuando en
realidad no lo estamos, lo que logramos es una paz y unidad fingidas con un trasfondo de tensiones y murmuración.
Esto dista mucho de «preservar la unidad y la paz en el Espíritu Santo» que debería ser el sello de las iglesias cristianas
sanas. Es decir, debería poder hablarse cualquier tema, y en algunos puntos estar de acuerdo o en desacuerdo y sin
embargo poder seguir discutiendo el tema libremente, si las dos partes están de acuerdo. O de lo contrario decidir
suspender la charla por algún tiempo si es que trae algún tipo de tensión.

5. FALTA DE EQUILIBRIO
Un sistema de abuso espiritual se caracteriza por su enfoque desequilibrado de cómo vivir la fe cristiana. Se observa
en dos extremos:
a) El objetivismo extremo: En este enfoque La autoridad se basa solamente en el nivel académico e intelectual, en vez
de fundarse en la intimidad con Dios, obediencia y sensibilidad al Espíritu Santo. Todo debe explicarse racionalmente y
seguir un proceso tradicional, religioso y encajonado más que de las escrituras. Consideremos los inicios de la iglesia «
[los sumos sacerdotes] al ver la confianza de Pedro y de Juan, y dándose cuenta de que eran hombres sin letras y sin
preparación, se maravillaban, y reconocían que ellos habían estado con Jesús» (Hch 4.13). La confianza y autoridad
que mostraban Pedro y Juan se debían a que habían andado con Jesús y que estaban «llenos del Espíritu Santo» (Hch
4.8).
b) Subjetivismo extremo: Con este enfoque se decide lo que es verdadero basándose en los sentimientos y las
experiencias, y se les da más importancia que a lo que la Biblia declara. En este sistema, las personas no pueden saber
o entender la verdad (aún si realmente la entienden y conocen) hasta que el líder de su aprobación personal o «reciba
una revelación espiritual de parte del Señor». En esta clase de sistemas, resulta más importante actuar de acuerdo a la
palabra que ha recibido el líder para usted, que actuar de acuerdo a lo que usted sabe que es verdadero según las
Escrituras.
Los cristianos demasiado subjetivos con frecuencia consideran a la educación como mala o innecesaria. Afirman que
todo lo que necesitamos lo enseña el Espíritu Santo. («Después de todo, ni Pedro ni Timoteo fueron a la universidad o
al seminario…»). Lo cierto es que Pedro sí fue al seminario. Jesús le enseñó tanto la verdad objetiva como la
experiencia subjetiva. El seminario de Timoteo fue Pablo. Esto se debe a que en esa época se enseñaba con el método
rabínico de enseñanza. Es decir, vivir y experimentar la vida con un mentor espiritual. El discipulado de Pedro duró tres
años. Aún después de que Timoteo empezara su ministerio, continuó «el seminario» a través de las cartas. Tenga
cuidado con aquellas personas que le dan importancia espiritual al hecho de carecer de formación académica, o a
aquellos que basan su autoridad en haber recibido determinada formación académica.

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