Está en la página 1de 3

POR ÁLVARO URIBE VÉLEZ * | PUBLICADO EL 13 DE

SEPTIEMBRE DE 2012
El término bacrim, bandas criminales, es un nombre que la
Policía asignó a agrupaciones de crimen y narcotráfico, no
nuevas, como equivocadamente se ha dicho, sino de vieja
data. Tal es el caso de los “Rastrojos”, y otras que han
pasado a ser más publicitadas y que corresponden a rezagos
y modalidades de delincuencia “organizada”.

Lo nuevo puede ser que desde 2008 se conocieron mejor sus


estructuras e integrantes, gracias a la Seguridad
Democrática, pues antes las autoridades apenas reconocían a
algunos de sus cabecillas.

Se acusa a nuestro Gobierno de haber generado estas bandas


por supuesta equivocada desmovilización de paramilitares.
Esto no es así: primero, venían lejos de atrás, y segundo, la
Policía informó que el 50% de sus cabecillas eran
reinsertados reincidentes, que además, estos representaban el
11% del total de las bandas.

Debo recordar que durante nuestros ocho años de mandato


hubo cerca de 53 mil desmovilizados, 35 mil paramilitares y
de las guerrillas 18 mil. Un número difícil de encontrarle
precedentes y comparaciones.

Organismos internacionales como la OEA expresaron que el


proceso fue exitoso porque la reincidencia en el delito
alcanzó el 7%, muy inferior al 10%, que es común en estos
casos.
Sin embargo, para nosotros fue enormemente preocupante
que 3.700 personas regresaran a actividades criminales. Y
nuestra política no tuvo dudas: generosidad sin impunidad
para reinsertados, y severidad para reincidentes. Por esto
último varios cabecillas fueron extraditados.

Si bien nuestro Gobierno sufrió una reincidencia del 7%, ha


sido el debilitamiento de la Seguridad Democrática lo que ha
permitido la consolidación y crecimiento de las bacrim.

Se ha dicho que las bacrim son nuevos paramilitares. No lo


son, pero pueden llegar a serlo. No lo son, porque la palabra
paramilitar se escogió para denominar bandas criminales
privadas creadas para combatir a las guerrillas.

La seguridad de nuestro Gobierno desmontó a los


paramilitares, debilitó a las guerrillas y recuperó monopolios
de combate al delito y el monopolio de justicia, que el
Estado nunca debió perder.

Actualmente, las bacrim aumentan control territorial con


extorsión, que es menos visible que el asesinato.

De continuar el debilitamiento de la seguridad, es probable


que lleguen a operar como mercenarios a sueldo para
combatir a otros delincuentes, que sustituyan al Estado y
revivan el paramilitarismo.

No existen diferencias entre las bacrim y las guerrillas.


Ambas son aliadas en el narcotráfico y tienen relativa
jerarquía criminal.
Para grandes atentados, las Farc pagan y una bacrim aporta
los sicarios. Sin embargo, este Gobierno adoptó una
legislación para supuestamente combatir a las guerrillas, y lo
doloroso es su recrudecimiento.

Esta legislación impide la iniciativa contundente contra las


bacrim, que se han duplicado. Ojalá se introduzcan
correctivos, para lo cual es importante el proyecto de ley del
senador Juan Lozano n

* Expresidente de Colombia.

También podría gustarte