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IX. De la lectura
Conviene que todos los hermanos tengan bien cortado el pelo por
delante y por detrás con cuanto orden se pueda, observándose lo
mismo en la barba y el bigote, para que el exceso no denote
superficialidad o vicio en el rostro. Para los sirvientes es necesaria una
cuidadísima limpieza exterior e interior, tal como señaló quien dijo
“Sed limpios, porque yo soy limpio”.
Ordenamos que todos los caballeros seglares que deseen con pureza
de corazón servir a Cristo Jesús y la casa del Templo de Salomón por
un periodo determinado se les facilite, cumpliendo con la norma, un
caballo y armas adecuados y todo lo necesario para la tarea. Es más,
que ambas partes respetando la equidad fijen un precio al caballo y
que este precio quede por escrito para no ser olvidado; todo lo que el
caballero, su escudero y su caballo necesiten, que provenga de la
caridad fraternal según las disponibilidades de la casa. Si durante el
tiempo determinado del servicio, sucede que el caballo muere al
servicio de la casa, si la casa lo puede costear, el Maestre se lo
repondrá. Si al final de su estadía, el caballero desea regresar a su país,
deberá dejar en la casa por caridad, la mitad del precio del caballo, y la
otra mitad puede, si lo desea, recibirla del fondo común de los
hermanos
XLII. De la correspondencia
XLVII. Sobre escuchar las cosas acerca de las que se nos pida parecer
XLVIII. Que esta norma se aplique en todas las cosas que os sean
sustraídas
Creemos que por divina providencia fue iniciada esta nueva orden
religiosa en los santos lugares para que unieseis la milicia a la religión y
así la religión trabaje con la milicia armada y pueda herir al enemigo
sin ser culpable. Por esta razón juzgamos que debéis ser llamados
Caballeros del Temple, con gran mérito y el valor especial de la
honestidad; que podáis tener tierra, hombres y campos y los gobernéis
con justicia, e impongáis vuestro derecho tal y como está establecido.