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El concepto de persona y una conversación sobre el especismo1

Juan Camilo Osorio Alcalde


Estudiante de Filosofía y Letras
Universidad de Caldas
Juan_Camilo315@hotmail.com

Introducción

Desde el S.XVIII la humanidad se ha visto invadida por el anhelo de igualdad, gracias


a esto el hombre ha entablado disputas con las formas de segregación más tradicionales a lo
largo de su historia, a saber: racismo, sexismo o xenofobia, siendo estos los más tradicionales,
pero, a pesar de que lucha contra estas formas de discriminación se haya adelantado
enormemente, surgen, aún hoy, problemas similares.

En el afán por abolir completamente la discriminación, se introduce un nuevo


concepto conocido como especismo, que se define como la discriminación entre especies;
supone la segregación se especies menos favorecidas, es decir, la discriminación del hombre
hacia el animal, sin embargo, este nuevo concepto parte de supuestos que deben ser motivo de
estudio, por ejemplo, supone que si se debe luchar contra el especismo, es porque la
diferencia entre humano y animal no es tan marcada como se suele pensar, realizando una
personificación del animal, pero para sustentar o desacreditar la diferenciación entre humanos
y animales, debería también evaluarse un título del que, hasta ahora, el Homo sapiens es el
único ser vivo merecedor, a saber, el título de persona.

Con el fin de aclarar si resulta válido hablar de especismo, el presente escrito toma
como punto de partida la pregunta ¿A qué se le puede llamar persona? Para esto se tomarán
como base distintos puntos de vista, a fin de no postular una definición de persona
parcializada.

I. La persona como culmen de la creación

1
Publicado originalmente en: Revista filosófico y literaria Cazamoscas, ISSN: 2500-610X, ed: centro editorial
Universidad de Caldas, fasc: Memorias tercer congreso nacional de estudiantes de filosofía.
Link al artículo original: http://cazamoscas.lapenultimaverdad.com/articulo/92
Resulta difícil empezar a hablar de una definición de “persona” sin acudir a la rama
donde se acuñó el término por primera vez; si bien la etimología de la palabra remite
instantáneamente al teatro, pues significa literalmente ‘máscara del actor’, personaje, el
primer uso de la palabra ‘persona’ para referirse a un ser autónomo y con dignidad se remite
al cristianismo.

Tomando como punto de partida las escrituras del pentateuco, centralmente el


génesis, los cristianos ubican al hombre como la cúspide de la creación, pues la especie
humana aparece como creación predilecta de una entidad supraterrena. “(…) Hagamos al
hombre a nuestra imagen y semejanza. Domine sobre los peces del mar, las aves del cielo, los
ganados, las fieras campestres y reptiles de la tierra.” (Gn 1, 26b)

Desde la postura metafísica del cristianismo, el hombre se ubica como la cúspide


de la creación pero solo debido a un mandato divino, dado que esta divinidad dota al hombre
de alma sin que los animales la posean; si el supuesto de la existencia de Dios se ignora, el
argumento queda “sin piso” pues su única base es una falacia de autoridad.

Ahora bien, por mucho tiempo se acudió a la razón para señalar la diferencia radical
entre los seres humanos y los animales, lo cual resulta pretencioso dada la clasificación
taxonómica de la especie; dentro de los grandes primates, el hombre es el único con el
apelativo de pensante, Homo sapiens sapiens¸ es decir, Hombre pensante pensante. Es
llamativo el orgullo humano al auto rotularse como el dos veces pensante, relegando así a sus
primos evolutivos sin tener en cuenta que estudios posteriores sobre familias enteras del reino
animal, como los grandes simios y hasta los cetáceos dirían que las competencias cognitivas
de estas especies serían equiparables o incluso superiores a las humanas, como es el caso de
los delfines, cuyo cerebro procesa más información y más rápido que la del cerebro humano.

Frans de Waal, biólogo y primatólogo, en uno de sus estudios llegó a la conclusión


de que algunas especies de animales no solo poseen razón sino que además tienen la
capacidad de establecer empatía con sus allegados; logra esta afirmación gracias a un sencillo
experimento que consistía en poner una caja con comida al otro lado de la habitación donde
estaba la jaula de dos chimpancés adultos, la cual contaba con un mecanismo que solo se
accionaba si ambos primates halaban conjuntamente de un par de cuerdas. Waal logró
demostrar no solo el espíritu cooperativo de estos animales cuando ambos resultan
beneficiados, sino también su carácter solidario, cuando solo uno de ellos pasa necesidad.2

Si el concepto de persona no recae en el hombre por mandato divino ni por el


hecho de ser único portador de la razón, ni mucho menos por que el ser humano sea el único
ser capaz de entablar empatía ¿podría ser la conciencia su principal diferencia con los
animales? Max Scheller argumenta en El puesto del hombre en el cosmos que la diferencia
radical entre hombres y animales se halla en la forma como cada uno interpreta el mundo;
Scheller le da un nuevo significado a la palabra espíritu al afirmar que este no es más que la
capacidad de X o Y especie de alterar su entorno: “El animal no puede llevar a cabo ese
peculiar alejamiento y sustantivación que convierte el entorno en mundo.” (Scheller, 1874,
p.23)

Podrá decirse entonces, en resumidas cuentas, que el concepto de persona está enmarcado
por la conciencia del sujeto de sí mismo, y esto abre la puerta para que se discuta si el
lenguaje es parte imprescindible de esta conciencia que hace del hombre una persona.

II. Una objeción al concepto de ‘sí mismo’

Es innegable que el ser humano posee conciencia de su lugar en el mundo, por


ejemplo, si a un ser humano cualquiera se le pone frente a un espejo, éste podrá decir con
certeza que se trata de él mismo. Esta es la muestra más básica de conciencia de sí, sin
embargo y aunque esta postura de la conciencia de sí también fue ampliamente aceptada
como una diferencia entre los hombres y animales, estudios modernos han derrocado esta
postura.

La inquietud de un zoólogo inicia al ver que ciertos cetáceos, como los delfines, en
ocasiones usaban su reflejo en el tanque de la exhibición para verse su aleta dorsal, con el
tiempo demostró que no solo los delfines, sino también los primates, percibían su presencia
como propia. Lo cual derivó en muchos estudios psicológicos que demostraron que los
animales que el hombre tiene por superiores3, poseen su misma capacidad de reconocimiento,
lo cual desemboca en que si estas especies complejas poseen cualidades similares al hombre
podrían ser también agentes morales y por lo tanto, víctimas de discriminación, debido a que
el auto reconocimiento los convierte en sujetos capaces de una moral.

2
En la segunda fase del experimento, solo uno de los chimpancés tenía hambre, de todas formas, su compañero,
le ayuda halando la cuerda para que el hambriento obtenga comida.
3
Los primates, delfines, cánidos, felinos, incluso los cerdos.
Ahora bien, ¿qué tal si la señal culmen de autonomía radica en la comprensión y
uso del lenguaje? Según muchos partidarios de Scheller el eslabón que falta enunciar en la
transformación del medio en mundo es el análisis de las experiencias en términos lingüísticos.
Pero estudios de primatólogos como Allen y Beatrice Gerdner en los que se lleva más lejos la
investigación de autoconsciencia, han intentado enseñar a los grandes simios el lenguaje de
señas usado por sordomudos y han demostrado que al menos especies como los grandes
simios - gorilas, chimpancés y orangutanes - tienen la capacidad de poseer lenguaje.

Esta capacidad de comprensión de su entorno en términos lingüísticos les brinda un


nivel de interacción con este similar al de los humanos y dado que estos animales tienen la
habilidad de interactuar con su medio, ya no como entorno sino como mundo, también se les
puede asignar la categoría de persona.

Por su parte, escuelas filosóficas preocupadas por la moral como los utilitaristas,
tienen argumentos en favor de la aplicación del concepto de persona a los animales, al menos
a las especies más complejas, pues alegan que el carácter moral de un individuo está presente
independientemente de sus cualidades físicas; Singer habla de esto sin tocar aún el tema
animal: "Las diferencias entre individuos no se ajustan a líneas raciales, (...) sexo (...), o grado
de inteligencia" (Singer, 1991, pp.31 - 32)

Sabiendo que utilitaristas como Singer rechazan la diferenciación cualitativa, resulta


menester abordar ahora la personificación que ellos otorgan a los animales.

III. La Personificación para Peter Singer:

Peter Singer postula un concepto de persona un tanto problemático que puede ser
alabado por los grandes grupos en pos de los derechos animales pero que a su vez, excluye a
muchos seres humanos de ostentar una personalidad; sostiene que los animales y los seres
humanos poseen igualdad en tanto que son susceptibles al dolor; esto se contrapone a las
teorías mecanicistas de filósofos como Malebranche, que sostienen que las reacciones de los
animales no son en sí mismas sentimientos sino meras respuestas a estímulos, para defender
esta idea, Malenbranche patea a un perro alegando que el chillido no es una expresión
quejumbrosa sino una respuesta sonoro al estímulo, en ese caso, una patada. Ciertamente,
todas las pasiones del cuerpo son respuestas a estímulos que la maquinaria recibe, pero,
Singer ignora completamente a los Humanos que por distintas razones han perdido su
capacidad de sentir dolor en ciertas partes del cuerpo, les quita automáticamente la categoría
de personas; sin embargo, se puede responder a esto afirmando que los seres humanos con
alguna patología en el sistema nervioso aún poseen la capacidad de distinguir lo que es
benéfico o nocivo para ellos, al igual que los animales que poseen sentidos más desarrollados,
por ejemplo, las ratas: si bien el olor del veneno no les causa en sí mismo un dolor. Ellas son
conscientes de que todo lo que huela de manera similar podrá causarles daño.

Para solucionar el problema de la posibilidad de excluir a algunos seres humanos


del concepto de persona se acuñan dos términos que recogen la realidad de la persona como
destinatario de derechos y por tanto agente moral: persona humana y persona no humana;
esta distinción, un tanto más acertada, propone que todo ser que en su constitución básica
tenga la potencialidad del movimiento, desarrollo cerebral de cualquier tipo o de interacción
con el mundo y al que la sumatoria de estas condiciones le dé la capacidad de sentir placer o
dolor y lo haga consciente de lo benéfico y lo perjudicial para sí, debe ser considerado una
persona, sea humano o no humano.

Singer dice que el error de la humanidad fue haber buscado cimentar las bases de la
igual en igualdades cualitativas (Singer, 1999 p.39)

Cuando decidimos que todos los seres humanos, independientemente de


su raza, credo o sexo, son iguales, ¿qué es lo que estamos afirmando? Los que
desean defender las sociedades jerárquicas, no igualitarias, han señalado a
menudo que, sea cual fuere el método de demostración elegido, simplemente no
es verdad que todos los seres humanos sean iguales. Nos guste o no, tenemos
que reconocer el hecho de que los humanos tienen formas y tamaños diversos,
capacidades morales y facultades intelectuales diferentes, distintos grados de
benevolencia y sensibilidad ante las necesidades de los demás, diferentes
capacidades para comunicarse con eficacia y para experimentar placer y dolor.
En suma, si cuando exigimos igualdad nos basáramos en la igualdad real de
todos los seres humanos, tendríamos que dejar de exigirla.

Dicho esto, puede suponerse que esto mismo ocurre con el caso de los animales; que
el hombre se centra más en buscar una diferencia radical que en ver las semejanzas, no
obstante aunque puede que los animales tengan derecho a la protección no puede compararse
el grado de responsabilidad que estos tendrían con la sociedad, de aquí se desprende que en lo
concerniente a las responsabilidades del hombre frente a los animales pueda acudirse no a una
promulgación de derechos oficiales e individuales que otorguen a los animales la categoría de
seres autónomos sino más bien, una especie de deberes indirectos frente a los animales en
consonancia con las argumentaciones Kantianas.

Aunque los postulados de Kant proponen que los seres humanos tienen deberes
indirectos con los animales hay que aclarar que no se deben tomar en cuenta las razones dadas
por él, pues sostiene que los animales carecen de razón y por tanto de autonomía pero a lo
largo de este escrito se ha intentado mostrar al animal - al menos a los mamíferos superiores -
como seres autónomos y consientes de sí.

IV. ¿Puede la persona no humana poseer intereses que deban ser considerados?

Con respecto al punto de la igual consideración de los intereses propuesto por Peter
Singer, surge un problema porque si bien se mostró anteriormente que algunas especies
animales tienen conciencia de sí mismos y de su impresionante capacidad para aprender e
interpretar el lenguaje, son pocos los individuos de estas especies que han podido acceder al
aprendizaje de los idiomas del hombre - sin negar que los demás sujetos posean su propio
dialecto privado - lo que dificulta nuestra comprensión de sus intereses.

Resulta difícil comprender los intereses de la persona no humana, dada la brecha


lingüística que se abre, más aún, porque no se puede tener certeza de su conciencia política,
estética o incluso moral, de ahí se sigue que las especias más complejas, como los grandes
simios, cetáceos caninos y felinos, puedan no poseer más intereses directos que la satisfacción
de sus necesidades básicas; con el postulado de los intereses indirectos se está afirmando la
autoridad del hombre sobre las especies animales, sin embargo no se está diciendo que esa
autoridad no deba tomarse como la posibilidad de disponer a voluntad de la persona no
humana, dado que ésta posee autonomía, se debería ver más bien como la consolidación de
una vocería en favor de los que no pueden hablar.

Extrapolando lo anterior, la persona humana, debe convertirse en el guardián de la


persona no humana y, aunque se desconozcan completamente los intereses que deben ponerse
en consideración por parte de los animales, sí es deber del Hombre al menos velar por el
bienestar animal.

V. La persona humana como guardián de la persona no humana

En el modelo de una sociedad menos segregada frente a las especies más ‘débiles’
resulta vital la ruptura de la vieja costumbre de creer que el ser humano es la cúpula de la
naturaleza, sí es indiscutible que el desarrollo de la humanidad como especie ha marcado la
transformación del mundo, pero no puede distanciarse totalmente del curso natural que éste
toma.

La naturaleza es caprichosa y antiguamente se ha visto cómo pueden


desencadenarse extinciones masivas en las que no necesariamente sobreviven las especies
mejor adaptadas sino más bien las más afortunadas; nada evita que esto le pase también a la
raza humana.

El irrespeto del Hombre hacia los animales corresponde precisamente a la creencia


de que no depende del resto de la naturaleza; el hombre construye una jerarquía natural en
forma piramidal, con él en la cúspide, cuando la naturaleza se ha desarrollado de una manera
circular en la que todos los organismos dependen de los demás, es decir, piense por un
momento un mundo en el que los seres aparentemente más insignificantes, los insectos, se
extinguen. Ciertamente para muchos esto será un alivio, pero se desequilibraría no solo la
cadena alimenticia sino también el proceso de polinización de casi todas las especies
vegetales que habitan el planeta, evidentemente, la catástrofe tocaría al ser humano quien en
las primeras etapas de la extinción no se daría ni por enterado.

Kant sostiene que los seres humanos tienen deberes indirectos con los animales,
pueden ser medios para fines; ser un ‘entrenamiento’ para que, en el momento en el que un
individuo deba comportarse en sociedad, no actúe de manera moralmente incorrecta. El autor
menciona que esto se debe a la carencia de razón por parte de los animales y aunque ésta
última afirmación, en la actualidad resulta ser falsa – como ya se mostró en capítulos
anteriores – el argumento kantiano sí puede adaptarse a la distinción entre persona humana y
persona no humana.

Sin caer en afirmaciones peyorativas, dado lo anteriormente expuesto sobre la


capacidad racional de los animales, es correcto expresar que ciertamente la posibilidad de
transformación del mundo en esta época recae sobre los hombros de la humanidad, por esto se
puede proponer un nuevo argumento al estilo kantiano en el que, los animales sean vistos no
como un grado inferior al hombre sino en una relación de reciprocidad, pero aun así dándole
primacía a la vida y a la dignidad humana.

Por su parte, utilitaristas como Bentham y Mill, aunque sugieren que tanto
humanos como no humanos tienen igual derecho a la consideración moral, también advierten
que debido a los distintos grados que poseen de cualidades de personalidad y de razón, no
deberían ser tratados de la misma manera. Por ejemplo, si bien un perro puede experimentar
felicidad o tristeza, no podrían tener la misma conciencia de dicho sentimiento que tendría un
Homo sapiens sapiens.

Las mujeres, hasta el S.XX, no eran consideradas agentes políticos. No tenían, por
ejemplo, derecho al voto. La prohibición del voto sí constituye una discriminación, pues una
mujer tiene conciencia de la importancia del voto. Si se pretende aplicar el término
discriminación a la realidad de los animales de hoy, esto supondría un absurdo, pues un perro
no sabe lo que es un voto; por esto, no podrían promulgársele a los animales derechos en el
sentido pleno, pues todo derecho tiene como consecuencia un deber y los animales aun no
tienen el grado de conciencia que implica asumir un deber; resulta mejor establecer deberes
para los hombres que tengan como consecuencia unos psudoderechos para los animales.

Todo se resume a afirmar que el maltrato animal no puede ser catalogado como una
forma de discriminación sino como una mala conciencia del hombre frente a la naturaleza, por
esto el especismo es un imaginario de la cultura del S.XXI.

A manera de conclusión, cabe preguntarse si los animales que cumplen con las
características de la persona son conscientes del rechazo que el hombre les da, porque hay que
entender que para que haya discriminación es necesario que la minoría rechazada sea
consciente de que está siendo privada de derechos; en caso tal de que los animales no posean
esta conciencia, no podría hablarse de discriminación y por tanto, el término especismo sería
absurdo.

Referencias bibliográficas

- Biblia, Traducción de Jerusalem. Editorial San Pablo.


- Singer. P (1999). Animal liberation. Madrid. Trotta.
- Singer. P (1991). Ética práctica. Barcelona. Ariel.
- Scheler. M. (1870). Libros dot.com
http://biblio3.url.edu.gt/Libros/2012/LYM/el_puestoDelHombre.pdf

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