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Introducción
Con el fin de aclarar si resulta válido hablar de especismo, el presente escrito toma
como punto de partida la pregunta ¿A qué se le puede llamar persona? Para esto se tomarán
como base distintos puntos de vista, a fin de no postular una definición de persona
parcializada.
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Publicado originalmente en: Revista filosófico y literaria Cazamoscas, ISSN: 2500-610X, ed: centro editorial
Universidad de Caldas, fasc: Memorias tercer congreso nacional de estudiantes de filosofía.
Link al artículo original: http://cazamoscas.lapenultimaverdad.com/articulo/92
Resulta difícil empezar a hablar de una definición de “persona” sin acudir a la rama
donde se acuñó el término por primera vez; si bien la etimología de la palabra remite
instantáneamente al teatro, pues significa literalmente ‘máscara del actor’, personaje, el
primer uso de la palabra ‘persona’ para referirse a un ser autónomo y con dignidad se remite
al cristianismo.
Ahora bien, por mucho tiempo se acudió a la razón para señalar la diferencia radical
entre los seres humanos y los animales, lo cual resulta pretencioso dada la clasificación
taxonómica de la especie; dentro de los grandes primates, el hombre es el único con el
apelativo de pensante, Homo sapiens sapiens¸ es decir, Hombre pensante pensante. Es
llamativo el orgullo humano al auto rotularse como el dos veces pensante, relegando así a sus
primos evolutivos sin tener en cuenta que estudios posteriores sobre familias enteras del reino
animal, como los grandes simios y hasta los cetáceos dirían que las competencias cognitivas
de estas especies serían equiparables o incluso superiores a las humanas, como es el caso de
los delfines, cuyo cerebro procesa más información y más rápido que la del cerebro humano.
Podrá decirse entonces, en resumidas cuentas, que el concepto de persona está enmarcado
por la conciencia del sujeto de sí mismo, y esto abre la puerta para que se discuta si el
lenguaje es parte imprescindible de esta conciencia que hace del hombre una persona.
La inquietud de un zoólogo inicia al ver que ciertos cetáceos, como los delfines, en
ocasiones usaban su reflejo en el tanque de la exhibición para verse su aleta dorsal, con el
tiempo demostró que no solo los delfines, sino también los primates, percibían su presencia
como propia. Lo cual derivó en muchos estudios psicológicos que demostraron que los
animales que el hombre tiene por superiores3, poseen su misma capacidad de reconocimiento,
lo cual desemboca en que si estas especies complejas poseen cualidades similares al hombre
podrían ser también agentes morales y por lo tanto, víctimas de discriminación, debido a que
el auto reconocimiento los convierte en sujetos capaces de una moral.
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En la segunda fase del experimento, solo uno de los chimpancés tenía hambre, de todas formas, su compañero,
le ayuda halando la cuerda para que el hambriento obtenga comida.
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Los primates, delfines, cánidos, felinos, incluso los cerdos.
Ahora bien, ¿qué tal si la señal culmen de autonomía radica en la comprensión y
uso del lenguaje? Según muchos partidarios de Scheller el eslabón que falta enunciar en la
transformación del medio en mundo es el análisis de las experiencias en términos lingüísticos.
Pero estudios de primatólogos como Allen y Beatrice Gerdner en los que se lleva más lejos la
investigación de autoconsciencia, han intentado enseñar a los grandes simios el lenguaje de
señas usado por sordomudos y han demostrado que al menos especies como los grandes
simios - gorilas, chimpancés y orangutanes - tienen la capacidad de poseer lenguaje.
Por su parte, escuelas filosóficas preocupadas por la moral como los utilitaristas,
tienen argumentos en favor de la aplicación del concepto de persona a los animales, al menos
a las especies más complejas, pues alegan que el carácter moral de un individuo está presente
independientemente de sus cualidades físicas; Singer habla de esto sin tocar aún el tema
animal: "Las diferencias entre individuos no se ajustan a líneas raciales, (...) sexo (...), o grado
de inteligencia" (Singer, 1991, pp.31 - 32)
Peter Singer postula un concepto de persona un tanto problemático que puede ser
alabado por los grandes grupos en pos de los derechos animales pero que a su vez, excluye a
muchos seres humanos de ostentar una personalidad; sostiene que los animales y los seres
humanos poseen igualdad en tanto que son susceptibles al dolor; esto se contrapone a las
teorías mecanicistas de filósofos como Malebranche, que sostienen que las reacciones de los
animales no son en sí mismas sentimientos sino meras respuestas a estímulos, para defender
esta idea, Malenbranche patea a un perro alegando que el chillido no es una expresión
quejumbrosa sino una respuesta sonoro al estímulo, en ese caso, una patada. Ciertamente,
todas las pasiones del cuerpo son respuestas a estímulos que la maquinaria recibe, pero,
Singer ignora completamente a los Humanos que por distintas razones han perdido su
capacidad de sentir dolor en ciertas partes del cuerpo, les quita automáticamente la categoría
de personas; sin embargo, se puede responder a esto afirmando que los seres humanos con
alguna patología en el sistema nervioso aún poseen la capacidad de distinguir lo que es
benéfico o nocivo para ellos, al igual que los animales que poseen sentidos más desarrollados,
por ejemplo, las ratas: si bien el olor del veneno no les causa en sí mismo un dolor. Ellas son
conscientes de que todo lo que huela de manera similar podrá causarles daño.
Singer dice que el error de la humanidad fue haber buscado cimentar las bases de la
igual en igualdades cualitativas (Singer, 1999 p.39)
Dicho esto, puede suponerse que esto mismo ocurre con el caso de los animales; que
el hombre se centra más en buscar una diferencia radical que en ver las semejanzas, no
obstante aunque puede que los animales tengan derecho a la protección no puede compararse
el grado de responsabilidad que estos tendrían con la sociedad, de aquí se desprende que en lo
concerniente a las responsabilidades del hombre frente a los animales pueda acudirse no a una
promulgación de derechos oficiales e individuales que otorguen a los animales la categoría de
seres autónomos sino más bien, una especie de deberes indirectos frente a los animales en
consonancia con las argumentaciones Kantianas.
Aunque los postulados de Kant proponen que los seres humanos tienen deberes
indirectos con los animales hay que aclarar que no se deben tomar en cuenta las razones dadas
por él, pues sostiene que los animales carecen de razón y por tanto de autonomía pero a lo
largo de este escrito se ha intentado mostrar al animal - al menos a los mamíferos superiores -
como seres autónomos y consientes de sí.
IV. ¿Puede la persona no humana poseer intereses que deban ser considerados?
Con respecto al punto de la igual consideración de los intereses propuesto por Peter
Singer, surge un problema porque si bien se mostró anteriormente que algunas especies
animales tienen conciencia de sí mismos y de su impresionante capacidad para aprender e
interpretar el lenguaje, son pocos los individuos de estas especies que han podido acceder al
aprendizaje de los idiomas del hombre - sin negar que los demás sujetos posean su propio
dialecto privado - lo que dificulta nuestra comprensión de sus intereses.
En el modelo de una sociedad menos segregada frente a las especies más ‘débiles’
resulta vital la ruptura de la vieja costumbre de creer que el ser humano es la cúpula de la
naturaleza, sí es indiscutible que el desarrollo de la humanidad como especie ha marcado la
transformación del mundo, pero no puede distanciarse totalmente del curso natural que éste
toma.
Kant sostiene que los seres humanos tienen deberes indirectos con los animales,
pueden ser medios para fines; ser un ‘entrenamiento’ para que, en el momento en el que un
individuo deba comportarse en sociedad, no actúe de manera moralmente incorrecta. El autor
menciona que esto se debe a la carencia de razón por parte de los animales y aunque ésta
última afirmación, en la actualidad resulta ser falsa – como ya se mostró en capítulos
anteriores – el argumento kantiano sí puede adaptarse a la distinción entre persona humana y
persona no humana.
Por su parte, utilitaristas como Bentham y Mill, aunque sugieren que tanto
humanos como no humanos tienen igual derecho a la consideración moral, también advierten
que debido a los distintos grados que poseen de cualidades de personalidad y de razón, no
deberían ser tratados de la misma manera. Por ejemplo, si bien un perro puede experimentar
felicidad o tristeza, no podrían tener la misma conciencia de dicho sentimiento que tendría un
Homo sapiens sapiens.
Las mujeres, hasta el S.XX, no eran consideradas agentes políticos. No tenían, por
ejemplo, derecho al voto. La prohibición del voto sí constituye una discriminación, pues una
mujer tiene conciencia de la importancia del voto. Si se pretende aplicar el término
discriminación a la realidad de los animales de hoy, esto supondría un absurdo, pues un perro
no sabe lo que es un voto; por esto, no podrían promulgársele a los animales derechos en el
sentido pleno, pues todo derecho tiene como consecuencia un deber y los animales aun no
tienen el grado de conciencia que implica asumir un deber; resulta mejor establecer deberes
para los hombres que tengan como consecuencia unos psudoderechos para los animales.
Todo se resume a afirmar que el maltrato animal no puede ser catalogado como una
forma de discriminación sino como una mala conciencia del hombre frente a la naturaleza, por
esto el especismo es un imaginario de la cultura del S.XXI.
A manera de conclusión, cabe preguntarse si los animales que cumplen con las
características de la persona son conscientes del rechazo que el hombre les da, porque hay que
entender que para que haya discriminación es necesario que la minoría rechazada sea
consciente de que está siendo privada de derechos; en caso tal de que los animales no posean
esta conciencia, no podría hablarse de discriminación y por tanto, el término especismo sería
absurdo.
Referencias bibliográficas