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EL MERCADO DE VIVIENDAS Y EL PROBLEMA PERVERSO DE LA

DESIGUALDAD.

Andres Felipe Agudelo Usuga

El presente ensayo tiene como objetivo presentar un análisis corto,


personal y reflexivo, sobre lo que se podría denominar la expansión y
desarrollo de los mercados financieros. En particular, del mercado de las
viviendas o hipotecario, y la forma cómo, la búsqueda de beneficios por
parte de grandes capitales invertidos en este sector, en ocasiones de forma
pasiva o estacionaria, pueden profundizar un problema social perverso como
la desigualdad. Lo anterior, se desarrolla con base en el informe de 2017 del
Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas sobre la
financiarización de la vivienda.

En principio resulta interesante resaltar algunos aspectos generales


sobre la forma crítica pero sutil, como la autora presenta el planteamiento
del problema público en el texto –La Desigualdad– para llegar a una serie de
recomendaciones en términos de alternativas de política que permiten
enfrentarlo en India y Portugal, a partir de instrumentos de intervención
social de largo plazo como los planes y proyectos en el marco de la agenda
2030.

El autor relaciona esta desigualdad con la imposibilidad que tienen las


familias para acceder a una vivienda digna, y que se profundiza en la
medida que las viviendas son vistas como mercancía por parte de grandes
capitales financieros que consideran este sector una oportunidad de
inversión de bajo riesgo y fácil retorno, en lugar de activos sociales para
enfrentar la pobreza y garantizar los derechos humanos fundamentales a
millones de personas por parte de los gobiernos.

Inicia sus argumento alrededor de la noción de la vivienda tradicional, y


la forma en que ha dejado de ser lo que era, es decir, ese lugar donde las
familias se dedicaban a construir un futuro para sus miembros y la sociedad.
Puntualiza:

“La vivienda ha sido financiada: valorada como una mercancía en lugar de una
vivienda humana, ahora es un medio para asegurar y acumular riqueza en
lugar de un lugar para vivir con dignidad, para criar una familia y prosperar
dentro de una comunidad. La vivienda se ha convertido en seguridad para los
instrumentos financieros, comercializados y vendidos en los mercados
mundiales. Ha perdido su vigencia como un derecho humano universal.”

En este sentido, es importante mencionar que el mercado como


institución, ha demostrado a lo largo de la historia ser el mejor mecanismo
de regulación social y generador de riqueza a partir del intercambio que allí
tiene lugar, sin embargo, esta primera afirmación del autor lleva a pensar
que existe evidencia para considerar que el exceso de mercado también
puede ser nocivo para el bienestar social. Adicionalmente, parece avivar un
debate de antaño sobre más mercado o más estado, para resolver los
principales problemas que afectan la sociedad. O si, por el contrario, ambos
se complementan en la medida que uno establece regulaciones al
funcionamiento del otro. Este último punto, es con el cual coincido y basaré
mis argumentos en el análisis tanto del mercado como del Estado.

A partir de lo anterior, resulta relevante analizar las condiciones


particulares del mercado de las viviendas, como el punto de partida del
problema en cuestión. Una primera característica puntual, se relaciona
directamente con el valor de lo que allí se transa. Un bien con un alto valor
social, las viviendas; que se deriva del valor histórico de la tierra desde un
punto de vista puramente económico.

Según el autor, “Los bienes inmuebles mundiales representan casi el 60


por ciento del valor de todos los activos mundiales o $ USD 217 billones,
con bienes inmuebles residenciales que comprenden $ USD 163 billones o
el 75 por ciento. Esto representa más del doble del PIB total del mundo.”

Al ver estas cifras resulta normal pensar que se trata de un sector


compuesto por gigantescos capitales, en búsqueda de desarrollar enormes
iniciativas de vivienda para ser tranzadas en el mercado. Y hasta este
punto, no parece ser evidente ningún problema, más aun, teniendo en
cuenta que el modelo económico predominante en el mundo, se fundamenta
en el principio de maximizar los beneficios individuales a partir del
conocimiento y el aprovechamiento de las oportunidades.

Ahora bien, el problema surge precisamente cuando esa búsqueda de


maximizar los beneficios a partir de las actividades comerciales en este
sector, se desborda. Hasta el punto de que los grandes capitales irrumpen
en países con altos índices de pobreza y desigualdad como el caso de la
India, donde casi 60 millones de familias no cuentan con una vivienda, es
decir, no perciben una garantía de este derecho fundamental, que
complementariamente, se relaciona con el acceso a servicios básicos y
protección de los más vulnerables.

la gobernabilidad democrática se socava y desplaza a un segundo plano


los derechos humanos, surge con fuerza el papel del Estado, donde su
razón debe ser precisamente en escenarios donde se requiere el
establecimiento de reglas de juego e instituciones que se encarguen de
coordinar las interacciones sociales, entre ella el intercambio y los
mercados, así como la llegada de estos grandes capitales extranjeros para
ser invertidos en viviendas. Los Estados, están llamados a establecer
instrumentos concretos para garantizar los derechos fundamentales de las
personas, entre ellos, el derecho a la vivienda. Sin embargo, la realidad de
millones de personas traspasa sin reparos la teoría, y muestra la crudeza
con la cual las viviendas son vistas como mercancía.

Esto último es consecuencia de los Estados débiles, en términos de


capacidades, reglas de juego, instituciones e instrumentos de regulación y
permeados profundamente por la corrupción como el colombiano. Y
terminan padeciendo ante la presión del mercado e inevitablemente se
profundizas las condiciones de desigualdad y pobreza, al presentarse
fenómenos como la gentrificación por el desarrollo.

Finalmente, en consonancia con lo expuesto en el texto, los Estados


deben regular, dirigir y comprometerse con el mercado privado y los grandes
actores financieros, para garantizar que las condiciones bajo las cuales se
generan las grandes inversiones sean consistentes con la realización del
derecho a una vivienda digna para toda la sociedad.

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