Está en la página 1de 3

Coyuntura Social

La región chocoana tiene hace décadas dos principales determinantes los cuales
son: los grupos armados y la minería ilegal. Ambas, han orquestado con la escasa
gestión pública, las difíciles condiciones geográficas y la fumigación con glifosato,
fueron caldo de cultivo para que estallara la profunda crisis de derechos humanos
y en especial la dignidad humana de sus habitantes.

Una de las determinantes para esta situación es la presencia de grupos armados


ilegales. Las Farc ocupan el departamento de norte a sur, literalmente: sus
hombres armados están en Juradó, en la frontera con Panamá; en el río Atrato,
desde Acandí hasta Quibdó; en el norte, en el alto y medio San Juan, desde
Condoto hasta Sipí.

En muchos de esos municipios también hacen presencia el ELN y los grupos


armados ilegales que surgieron de la desmovilización de las Autodefensas Unidas
de Colombia, Los Urabeños. Estos últimos están en Bahía Solano, Nuquí, litoral
del San Juan y Medio y Bajo Baudó, así como en los centros urbanos de Quibdó e
Itsmina.

Todos estos grupos tienen dominio sobre el territorio: impiden el relevo


generacional, y por lo tanto productivo, al reclutar menores de edad y jóvenes,
obligan a la producción de cultivos ilícitos, cobran extorsiones, restringen la
movilidad, hacen bloqueos alimentarios, desplazan y confinan a la población civil.
Con unas u otras cifras, la crisis humanitaria en Chocó se agrava. Cada mes la
Defensoría sigue sacando comunicados que dan cuenta de cómo empeora la
situación, específicamente en enfermedades prevenibles que están asociadas a lo
que los estudiosos del tema denominan el hambre oculta. 

Entre otros problemas generados por el conflicto armado están las fumigaciones
con glifosato, que causan serios impactos a los cultivos agrícolas y de pan coger,
como lo ha señalado en los últimos años la Corte Constitucional. Esto es
especialmente grave en el Chocó, porque ya sus suelos por sí mismos tienen baja
fertilidad y por eso la agricultura no puede ser un sector estratégico.

Precisamente, el hecho de que su renglón económico sea casi todo minero, es


otro de los riesgos de la región que tiene el 76 % de sus municipios con
actividades de extracción de oro y platino, según datos recolectados por la
Defensoría del Pueblo. Y aunque solo tres unidades mineras tienen licencia
ambiental, el Sistema de Información Minero Colombiano reportó que el
departamento produjo el 98 % del platino y el 37 % del oro nacional.  Esto quiere
decir que se explota sin cumplir con la legislación ambiental y las repercusiones
sobre la capacidad de los pueblos para alimentarse disminuyen por la destrucción
de fuentes hídricas y el cauce navegable

Las condiciones laborales vinculadas al mercado de la minería ilegal son


inexistentes. El impacto sobre empleo, pobreza y trabajo se genera a partir de la
influencia del mercado en otras ramas de la economía desde su condición misma
de informalidad. De esta forma, dado que el uno de los sectores de más alto
ingreso efectivo de la economía se encuentra mayoritariamente en situación de
ilegalidad, los mercados paralelos tienden a replicar esta misma situación.

La condición de ruralidad está directamente relacionada con las peores


condiciones laborales tanto de ingreso, como de seguridad. En zona rural, el
mercado de la minería ilegal sólo permite obtener un ingreso de subsistencia a la
mayor parte de la población participante.

La minería como actividad económica ha sido evaluada en varios países como un


sector de especial atención, por cuanto si bien aumenta los ingresos nacionales,
contribuye al detrimento del desarrollo regional (Sachs y Warner, 2001), pero
especialmente a la precarización institucional en las regiones donde es
directamente explotado el mineral. Para nuestro caso, la condición de ilegalidad
agrava la tendencia a la precarización, el trabajo no remunerado y el aumento de
la situación de pobreza, especialmente en zona rural.

También podría gustarte