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MARC ZIMMERMAN. Literatura y testimonio en Centroamérica: posiciones


postinsurgentes. Houston: LA CASA, Universidad Rafael Landívar, 2006.

Tantos años han pasado, y ahora con la Guerra Fría terminada y los centros de
interés ya en otros lugares, esto parece un espectro, una ilusión breve, un paréntesis
histórico en la longue durée braudeliana de Centroamérica. Y, sin embargo, a
pesar de todos los errores cometidos, de los caminos tomados y no tomados, la
lucha salvadoreña y la revolución cultural que parecía por lo menos tan central
a ella, son temas que fascinan todavía a algunos de nosotros. Estos confirman
o presentan un reto a nuestras creencias sobre una revolución supuestamente
popular y tercermundista, animan nuestro sentido de nostalgia y esperanza, de
dolor y pérdida, y nos llevan a cuestionar nuestras interpretaciones históricas y
políticas. (Marc Zimmerman [2002] “El Salvador at War después de la guerra”.
Revista virtual de estudios literarios y centroamericanos Istmo, 3, [artículo online
disponible en la siguiente dirección electrónica]: <http://collaborations.denison.
edu/istmo/n03/articulos/war.html>).

Con Literatura y testimonio en Centroamérica: posiciones postinsurgentes,


Marc Zimmerman nos propone recorrer las principales interrogantes que lo han
acompañado durante toda su carrera académica y su compromiso personal con el
istmo centroamericano. El autor nos sitúa así, irremediablemente, en un ejercicio
de reflexión sobre el objeto de estudio, la disciplina y nuestro propio lugar como
intelectuales, investigadores, docentes o críticos de la cultura.
El libro de Zimmerman aparece en un momento en que muchos de los
debates, de los puntos álgidos de los estudios culturales y la crítica del testimonio
han abandonado ya su lugar central en las discusiones académicas y están siendo
redimensionados por el contexto de la globalización y los giros políticos de una parte
de los gobiernos centroamericanos. El punto de partida, sugerido siempre con el prefijo
post que lo acompaña, parece señalar un lugar en el que los proyectos narrativos
de Centroamérica ya no comulgan con el deseo de la izquierda intelectual o ya no
pueden ser leídos como el síntoma de la utopía posible. En este sentido, los textos
que se recogen en el volumen remiten necesariamente a su lugar de enunciación,
que tiene lugar “después de las caídas de las macro narrativas de revolución y
nación, después de las ilusiones sobre posibles revoluciones y cambios profundos
en las economías, sociedades y culturas centroamericanas, después de las ilusiones
sobre las virtudes superiores de los que trataron de forjar las revoluciones, después
de las ilusiones de la capacidad de la producción de los intelectuales progresistas
de representar procesos verdaderamente transformadores” (9).
El volumen, dividido en dos partes (“Literatura, poesía y política en
Centroamérica” y “Novela, testimonio y Rigoberta Menchú en Guatemala”),
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recupera los trabajos del autor dedicados al estudio de la literatura y la cultura


centroamericana desde los años ochenta y permite situar desde el presente su
recorrido académico, que abarca desde la literatura insurreccional de las décadas de
los sesenta, setenta y ochenta, hasta los debates en torno a la crítica testimonial, los
impactos de la globalización en el sistema literario centroamericano y los nuevos
movimientos sociales tras las luchas insurreccionales y la consolidación de los
procesos democratizadores durante los noventa.
A pesar de que el libro recoge una miscelánea de textos (la revisión de su trabajo
escrito junto con John Beverley, la vida intelectual guatemalteca de las décadas
sesenta y setenta, la poesía salvadoreña y su evolución hasta los años ochenta,
la política cultural nicaragüense durante la Revolución Sandinista y la figura de
Rigoberta Menchú antes y después del premio Nobel, entre otros), lo cierto es que
el propio Marc Zimmerman actúa como un eje vertebrador de los mismos y genera
otra mirada sobre el objeto de estudio, pero también sobre uno de los críticos que
mayor atención ha dedicado a la producción centroamericana.
Literatura y testimonio en Centroamérica: posiciones postinsurgentes puede ser
leído entonces, como testimonio de una época, de un trayecto personal, académico y
político. Puesto que el volumen se ocupa de publicaciones previas (algunas de ellas
revisadas y ampliadas, otras reproducidas íntegramente) es conveniente resaltar que
uno de los hallazgos del libro reside precisamente en su estructura y disposición
en bloques, que permite una lectura transversal en la que se intuyen los cambios,
los avances, las revisiones y nuevos enfoques sobre los temas abordados. En este
sentido, la obra ofrece una suerte de historia de la crítica testimonial a través de
los estudios de uno de sus principales precursores, pero más allá de eso, también
abre puntos de fuga para nuevas reflexiones y revisiones de lo que han supuesto los
Estudios Culturales y los Estudios Subalternos (junto con la crítica del testimonio)
en relación a la literatura centroamericana y sus procesos insurreccionales del siglo
XX. Probablemente, son los capítulos dedicados a la figura de Rigoberta Menchú
los que mejor evidencian estos procesos a partir de las polémicas que, desde la
publicación de Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia no han
dejado de sucederse en el espacio académico estadounidense. Marc Zimmerman
enriquece todos estos debates con su propio posicionamiento ético y político
ante los mismos, y nuevas perspectivas que profundizan y recontextualizan sus
principales polémicas. El autor anticipa ya algunas de estas cuestiones cuando, al
abordar la figura de Rigoberta Menchú después de la concesión del Premio Nobel,
sostiene: “nuestras macro-teorías son teorías nómadas sobre sujetos nómadas;
es decir, que son teorías de la imposibilidad teórica” (170). La certeza de esa
imposibilidad teórica constituye el hilo conductor de un trabajo que intenta reubicar
el foco de los estudios culturales en el conflictivo espacio en que surgieron y en el
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cuestionamiento permanente de sus efectos. Esta parece ser también la respuesta


que el autor encuentra a la pregunta que cierra la introducción: “Ahora, en un
mundo ‘post’ 9/11, me pareció un buen momento para presentar este trabajo y ver
qué valor tendrá cuando la resistencia ya no parece tan romántica o encantadora.
Pero ¿qué haremos entonces para lograr un mundo mejor?” (18).
En definitiva, la lectura del último libro de Zimmerman ofrece al lector una
mirada crítica que traspasa las fronteras del momento álgido en que se plantearon
las relaciones entre literatura y política en los años ochenta y propone una visión que
permite resituar las nuevas narrativas de los noventa, entendiendo su fragmentariedad
y discontinuidad como un puente (y no como ruptura) que todavía puede ser
escenario de lucha, compromiso y reflexión crítica.

Universidad de Valencia GEMA D. PALAZÓN SÁEZ

ADRIÁN CURIEL RIVERA. Novela española y boom hispanoamericano. Hacia la


construcción de una deontología crítica. Mérida: UNAM, 2006.

Nos dice el diccionario de la Real Academia que la deontología es “la ciencia


o el tratado de los deberes”. Extrapolando esta definición el libro de Curiel indaga
cómo “debe ser una novela” según los escritores del ámbito de las letras hispánicas
que participaron en la redefinición de las literaturas nacionales durante los años
del boom y la década final del franquismo. Esta época viene marcada por un sinfín
de intercambios literarios y editoriales en ambos lados del Atlántico que el autor
documenta de manera extensiva (y, a menudo, erudita) en las cuatrocientas páginas
de su libro. Partiendo del año 1962, fecha que coincide con la composición de La
ciudad y los perros de Vargas Llosa y Tiempo de silencio de Luis Martín-Santos, el
autor examina el intercambio formal y estético que se gestó en la década de los 60
cuando los escritores del boom se erigieron como estandartes de la experimentación
formal y compromiso social en la novelística del momento al tiempo que sus
coetáneos en la península pasaron de la novela realista social de posguerra a una
renovación estética y formal previa a la transición democrática. Curiel identifica
tres premisas básicas para los escritores españoles de este momento: la novela “debe
ser” compromiso social pero no evasión; “debe ser” indagación del lenguaje pero
no testimonio social objetivo; y, finalmente, “debe ser” un retorno a la narratividad
pero no un experimento lingüístico de difícil comprensión.
El autor llega a esta conclusión tras un recorrido de cinco capítulos, tres de los
cuales se dedican a la novela española de la (pre-/post-) transición y otros dos al

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