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Jonas
Jonas
JONÁS
PROPÓSITO DE JONÁS
Este libro revela que Dios deseaba la salvación de los gentiles y que les extendía su gracia. Aunque Dios
había establecido una relación de pacto solamente con Israel, no abandonó al resto de la humanidad. El
mensaje de Jonás se dirigió a la poderosa nación de Asiria, que tenía como capital a Nínive.
MARCO HISTÓRICO
El profeta Jonás probablemente visitó Nínive durante los días gloriosos del Imperio Asirio. Como del 885 al
665 a.C., los asirios dominaron el mundo antiguo. Numerosos pasajes del AT hablan de hostigamiento de
fuerzas asirias contra Judá e Israel durante esos años. Allá por el año 841 a.C., Jehú, rey de Israel, se vio
obligado a pagar tributo a Salmanasar III de Asiria. Este tipo de acoso continuó por más de un siglo, hasta
que Israel por fin sucumbió ante las fuerzas asirias cerca del año 722 a.C. Jonás no quería ir a Nínive,
capital del cruel enemigo asirio, y mucho menos que se arrepintieran y recibieran el perdón de Dios.
Cuando Jonás por fin obedeció, los de Nínive se arrepintieron, tal como lo temía el profeta. Algunos
eruditos relacionan la conversión masiva de Nínive con las reformas religiosas de Adad-Nirari III (rey asirio,
811–783).
APORTE A LA TEOLOGÍA
La enseñanza del libro de Jonás es una de las más elevadas del AT. El tema central es la universalidad de
la salvación de Dios, su amor y providencia generosa, la cual no es patrimonio exclusivo de ningún pueblo,
ni siquiera el israelita. Este designio universal de la salvación divina se opone al exclusivismo en que cayó
la comunidad judía. En este sentido, el libro de Jonás se suma a Isaías 19.23–25 y al libro de Rut. La
resistencia de Jonás primero y después su tristeza por la conversión de Nínive, que impidió temporalmente
el cumplimiento del juicio de Dios, representan claramente la idea del particularismo judío.
Por otra parte, el libro nos enseña que aun los más categóricos vaticinios de Dios contra los pueblos que no
son judíos manifiestan la voluntad misericordiosa de Dios. Él solo espera alguna muestra de
arrepentimiento para dar su perdón, porque también a los gentiles les es concedida la posibilidad de la
conversación. Con Jonás estamos a un paso del evangelio.
La historia nos dice que los asirios eran crueles y despiadados, que no les importaba sepultar vivos a sus
enemigos, desollarlos vivos o ensartarlos en postes afilados a pleno sol. En los cuatro capítulos de su libro,
Jonás traza sus experiencias y las lecciones que aprendió.