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Cada uno de nosotros se siente atemorizado de las noticias que nos enteramos a través de los
medios de comunicación. En ellas podemos darnos cuenta de historias terriblemente
violentas que ocurren en las calles de nuestro estado. Aquello que sólo percibíamos de forma
lejana en poblaciones o circunstancias que nada tenía que ver con nuestra manera de vivir y
que parecía increíble se suscitaran en nuestra comunidad.
Desafortunadamente hoy en día, al salir de nuestros hogares no sabemos realmente si
podremos regresar a salvo, si pereceremos en algún tiroteo cruzado, seremos “levantados”
por secuestro o por una “equivocación”, o seremos víctimas de las llamadas amenazantes
para extorsionar tanto a gente importante como al ciudadano común.
La pregunta es: ¿cómo podemos sentirnos seguros si los miembros de las instituciones
encargadas de preservar el orden público son las primeras en ser laceradas o, en el peor de
los casos, vinculadas con actos de delincuencia?
No sabemos a ciencia cierta si estos funcionarios caídos combatían valientemente a la
delincuencia oponiéndose a los intereses de poder de estos grupos o sólo eran uno más de los
lacayos de dichas organizaciones que no obedecieron fehacientemente las órdenes de los
capos.
Los daños ocasionados a la sociedad y a sus instituciones son variables, dado que la
confianza que se tiene en estas últimas va disminuyendo rápidamente o bien ante nuestros
ojos se percibe que no es posible controlar tanta violencia y capturar a los delincuentes, por
lo que sentimientos de soledad, abandono, frustración e impotencia aumentan día a día, el
miedo generado por la incapacidad de protegernos a nosotros mismos y a nuestras familias
obliga a un sufrimiento cotidiano que genera condiciones adversas en nuestra salud física y
mental.
Ahora, las teorías psicológicas validadas en el pasado, en donde las enfermedades mentales
eran derivadas de vivencias en la infancia o generadas por eventos traumáticos muy
personales o específicos, si bien tienen un papel fundamental en la actualidad, es obligado
incluir otras variables como sus causantes, entre las que se encuentran la problemática
económica por un lado y por si fuera poco las derivadas de las sensaciones de inseguridad.
Las consecuencias de vivir bajo tanta presión genera cambios cerebrales estructurales y
neurobioquímicos que poco a poco van condicionando la aparición de las enfermedades
mentales y físicas como la depresión, los trastornos de ansiedad, la diabetes mellitus,
hipertensión arterial, etc., estas últimas bajo mecanismos neuroendocrinos bien conocidos, a
tal grado que es necesario la aplicación de tratamientos específicos psicofarmacológicos y de
psicoterapia los cuales han mostrado mejores resultados.
Es innegable que parte de lo que debemos hacer para combatir la delincuencia es la práctica
de la denuncia; sin ella estamos colocados en una posición aún más vulnerable, ya que
dejamos sin herramientas para actuar a las autoridades. Sabemos, sin embargo, que ésta en
muchas ocasiones no se realiza por el miedo a represalias por los delincuentes, ya que es
posible que éstos conozcan datos personales que los conduzcan rápidamente a nosotros o a
nuestros familiares con las consecuencias que esto implica. (p. 03)
Es un problema que afecta a todos los limeños, en los últimos años hemos visto
cómo ha ido creciendo de manera exponencial, siendo testigos de los múltiples casos
de delincuencia o lo que peor siendo víctimas de los mismos actos delincuenciales
Robo
Asesinato
Secuestro
Hurtos
Asaltos a cambistas
3. PROPUESTAS