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HISTORIA DE LA LÓGICA

No podemos conocer la historia o cómo ha evolucionado a lo largo del tiempo el uso de la lógica en el
ser humano sin tener primero una definición básica de lo que ésta significa.

La lógica es una ciencia formal que estudia la estructura o formas del pensamiento humano (como
proposiciones, conceptos y razonamientos) para establecer leyes y principios válidos para obtener
criterios de verdad. Como adjetivo, 'lógico' o 'lógica' significa que algo sigue las reglas de la lógica y de la
razón.

Ahora bien, teniendo en cuenta este breve concepto podemos entonces preguntarnos ¿de dónde viene
la lógica?

Se suelen distinguir dos grandes periodos dentro de la historia de la lógica. El primero, que nace con
Aristóteles y concluye con Immanuel Kant, se conoce como lógica clásica. El segundo parte de la
matematización de la disciplina, y se debe a los estudios de John Venn (1834-1923) y de los citados
Boole y Frege. A este periodo se le llama de diversas maneras: lógica simbólica, lógica matemática o
álgebra lógica, dependiendo de la perspectiva que se adopte.

La Lógica Clásica
Aunque Aristóteles fue el primer pensador que desarrolló de una manera sistemática la lógica, ésta era
ya muy importante en la obra de la mayoría de los pensadores clásicos. Conviene recordar a este
respecto que la Grecia antigua manejaba un sistema filosófico y político que giraba en torno a la idea de
diálogo, de razonamiento, y en consecuencia se daba una gran importancia a la coherencia de los
argumentos, a la lógica. En esta disciplina destacaron filósofos como Zenón de Elea (hacia el 495-430
a.C.), célebre gracias a sus razonamientos dialécticos y a sus paradojas, Sócrates (hacia el 470-399 a.C.) y
Platón (428-347 a.C.).

La lógica de Aristóteles
Partiendo en gran medida de Sócrates y Platón, Aristóteles (384-322 a.C.) llevó a cabo la primera
sistematización y definición de la lógica, disciplina que diferenció de la retórica, utilizada por los sofistas
como arma dialéctica.

Según el pensador de Estagira, la retórica se caracterizaba porque servía para persuadir a partir del
estudio de las teorías adecuadas para conmover al oyente, mientras que la lógica se definía como la
teoría de la inferencia o de los razonamientos correctos.

Así, Aristóteles distinguía entre la facultad de seducir mediante la palabra y el arte de construir
razonamientos correctos, ya que es posible construir un argumento perfectamente coherente y no
convencer al interlocutor de que lo que se dice es cierto, y, en el caso contrario, se puede decir algo
lógicamente falso y convencer a los demás gracias al empleo de palabras sugerentes o incidiendo en la
emocionalidad del oyente.
Las obras que Aristóteles escribió en torno a la lógica se encuentran agrupadas dentro del Órganon
(instrumento), que contiene: Categorías, Sobre la interpretación, Primeros analíticos, Segundos
analíticos, Tópicos y Sobre las refutaciones sofísticas.

Las Categorías y Sobre la interpretación tratan el concepto y la proposición, que son el preámbulo de la
inferencia; los Primeros analíticos se centra en la teoría de la deducción, en los silogismos; los Segundos
analíticos, en la ciencia; los Tópicos, en las reglas prácticas y en los esquemas típicos de demostración, y
Sobre las refutaciones sofísticas describe la manera de descubrir los razonamientos falaces, que eran
muy habituales entre los sofistas.

Aristóteles enunció además los criterios que diferencian la lógica de otras disciplinas. Así, distinguió
entre la analítica y la dialéctica, entre la argumentación científica y la opinión, o entre los razonamientos
necesarios y los razonamientos contingentes.

Sin embargo, lo que mejor caracteriza la lógica aristotélica es el estudio exhaustivo de los silogismos –la
forma lógica más célebre– y el desarrollo de la lógica modal, que analiza los enunciados a partir de la
posibilidad (algo es posible), la necesidad (algo tiene que suceder o ser necesariamente), la
imposibilidad (algo es imposible) y la contingencia (algo sucede, pero no es necesario que suceda).

La lógica megárico-estoica
Si bien es cierto que la obra lógica de Aristóteles es la más representativa de la antigüedad, también lo
es que los lógicos megáricos y estoicos hicieron una serie de aportaciones muy importantes para el
desarrollo de la disciplina hacia el siglo v a.C.

El origen de la escuela megárica se halla en los estudios de Euclides de Megara, que fue discípulo de
Sócrates. Posteriormente, los estoicos utilizaron sus teorías para establecer su propia lógica, que de esta
forma se confunde con la megárica.

Dentro de la lógica estoica destaca el establecimiento de cinco reglas de inferencia o «indemostrables»,


que son las siguientes:

I. Si lo primero, entonces lo segundo; pero lo primero; por tanto, lo segundo.


II. Si lo primero, entonces lo segundo; pero no lo segundo; por tanto, no lo primero.
III. No a la vez lo primero y lo segundo; pero lo primero; por tanto, no lo segundo.
IV. lo primero o lo segundo; pero lo primero; por tanto, no lo segundo.
V. lo primero o lo segundo; pero no lo segundo; por tanto, lo primero.

La lógica medieval y sus principales aportes


Si la Edad Media supuso en muchos aspectos un retroceso en lo que se refiere al desarrollo de la ciencia
o la ontología, la necesidad de demostrar la racionalidad de las Sagradas Escrituras condujo a un nuevo
periodo dorado dentro de la historia de la lógica.

De esta forma, mientras la lógica de Aristóteles se centró en establecer la estructura formal de las
demostraciones científicas y la lógica contemporánea pretende elaborar una formulación axiomática de
los principios de la matemática, la lógica medieval aplicó su esfuerzo a dotar de una coherencia absoluta
a la Biblia.
Dentro de las aportaciones más reseñables de la lógica medieval destacan la prefiguración de las Leyes
de Morgan por parte de Pedro Hispano y el desarrollo por Pseudo Scoto del método de la reducción al
absurdo, que consiste en la ley según la cual «de un enunciado cuya contradicción es manifiesta se sigue
formalmente cualquier otro enunciado».

Otra teoría elemental dentro de la lógica medieval es la de “la suposición de los términos”, que sigue el
análisis de Aristóteles aunque prefigura las aportaciones de Frege. Según esta teoría, dentro de un signo
hay que distinguir entre lo que éste refiere y lo que significa, entre lo que dice y lo que denota. Así, para
los autores medievales una palabra puede hacer referencia a algo externo a ella o a sí misma.

Por ejemplo, en las frases «la rosa es roja» y «rosa es bisílaba» existen dos planos de significación del
concepto «rosa». En la primera el referente es externo a la propia palabra, mientras que en la segunda
se halla dentro de la propia expresión. Hoy día se dice que en la primera frase se «usa» a la «rosa»,
mientras que en la segunda se «menciona». Para evitar confusiones, se suele encerrar dentro de unas
comillas aquel término que es usado, y no mencionado.

La lógica de la Edad Moderna


En su rechazo frontal a las ideas medievales, los renacentistas sustituyeron el estudio de la obra de
Aristóteles por la de Platón, y la lógica se vio reemplazada por el análisis de la retórica y la dialéctica.
Pierre de la Ramée criticó el abuso de los silogismos aristotélicos y el enrevesamiento de la lógica
escolástica en sus Aristotelicae Animadversiones, y en la Dialectique redujo toda la obra del filósofo de
Estagira a una serie de rudimentos que daban cuenta de la decadencia de la lógica moderna.

Por otro lado, Francis Bacon (1561-1626) propuso, en su Novum Organum, una nueva ciencia que ya no
dependía epistemológicamente de los viejos sistemas deductivos, basados en la lógica inductiva.

La desconsideración por la lógica clásica y medieval continuó en el siglo XVIII a pesar de la diferenciación
entre lógica general y lógica trascendental establecida por Immanuel Kant (1724-1804) en su Crítica de
la razón pura. Señalada esta distinción, el pensador ilustrado alemán puso todo el peso de su
pensamiento sobre la lógica trascendental, que analizaba los procesos del conocimiento desde una
perspectiva totalmente ajena a la lógica como ciencia. No en vano, Kant creía que la lógica como
disciplina estaba concluida desde los tiempos de Aristóteles.

La Lógica Simbólica
Gottfreid Wilhelm Leibniz (1646-1716) propuso en su juventud una serie de ideas lógicas revolucionarias
que supusieron en gran medida un anticipo de lo que más tarde eclosionaría en los siglos XIX y XX. Sin
embargo, el desaliento ante la incomprensión de la época y el tamaño de la empresa que se impuso
hicieron que el pensador racionalista abandonase sus propuestas para terminar convirtiéndose en uno
de los filósofos más importantes en el ámbito de la ontología.

A sus tempranos veinte años, Leibniz se propuso crear una notación simbólica, similar a la matemática,
que permitiese sistematizar y calcular el valor de los razonamientos. Posteriormente recogió estas ideas
en su obra de arte combinatoria, que no llegó a desarrollar por hallarse sujeto a otros proyectos y otras
obligaciones.
Leibniz pretendía elaborar un lenguaje universal que tradujese los pensamientos simples a símbolos
simples, de tal forma que al combinarlos diesen lugar a otros símbolos y notaciones simbólicas más
complejas.

La regla de construcción de estos caracteres, que llamó “característica universal”, apareció recogida en
Elementos de una característica universal. En esta obra, los símbolos se aplicaban a una relación
matemática, que permitía hacer cálculos complejos que representaban pensamientos y
argumentaciones. Por ejemplo, si al término «animal» le corresponde el número 2 (o el símbolo «a») y al
término «racional» le corresponde el 5 (o el símbolo «r»), entonces el término «hombre» es el producto
de multiplicar los dos anteriores (es decir, 10 o «ar»). De esta forma, es posible establecer una
correspondencia entre los pensamientos y los números, de tal modo que la proposición «el hombre es
un animal racional» se puede simbolizar mediante la ecuación «h = a · r» o «10 = 2 · 5».

La revolución de Boole y Frege


En 1854 se publicó Las leyes del pensamiento, obra revolucionaria del matemático inglés George Boole
(1815-1864), y 25 años después apareció la Conceptografía, del matemático alemán Gottlob Frege
(1848-1925).

Ambas obras planteaban las relaciones entre el álgebra y la lógica, aunque desde perspectivas
completamente distintas. Boole trató de elaborar un “álgebra lógica”, es decir, intentó aplicar las leyes
de las matemáticas a la lógica; Frege, por su parte, quiso crear una “lógica matemática”, es decir, una
lógica universal que pudiese servir como base al mundo de las matemáticas.

Aunque ambas propuestas fueron muy importantes dentro de la historia de la lógica y de las
matemáticas, finalmente fue la obra de Frege la que tuvo una mayor repercusión en el campo de la
filosofía y la historia del pensamiento.

El álgebra de Boole

El proyecto de Boole de establecer un álgebra lógica partía de una reflexión profunda en torno a las
relaciones existentes entre los razonamientos bien construidos o válidos y las operaciones algebraicas
más elementales, como la suma y la multiplicación.

Así, según su teoría, había que sustituir la notación de la lógica por la del álgebra, convirtiendo los
argumentos simples o las proposiciones categóricas, compuestas por un solo sujeto y un solo predicado,
en ecuaciones; los silogismos, por su parte, pasarían a ser sistemas de ecuaciones, que se podrían
solucionar a través del empleo sistemático de métodos algebraicos

La lógica de Frege

Si Aristóteles es el padre de la lógica clásica y su obra fue estudiada durante siglos por los más diversos
autores, Gottlob Frege representa el origen de la lógica simbólica moderna y a él se deben las
innovaciones más relevantes dentro de la historia de la lógica, así como la invención de una nueva teoría
de la inferencia.

El trabajo de Frege no sólo implicaba una nueva formulación simbólica de la lógica a partir del rigor de
las ciencias exactas, sino también un replanteamiento del papel que la disciplina desempeñaba con
relación a otras ciencias como la psicología y la epistemología, remontándose al sentido y al alcance de
las obras de Aristóteles.

En cualquier caso, la aportación más relevante de Frege a la disciplina fue la introducción de los
cuantificadores en la formulación de los enunciados lógicos, lo que permitió hacer frente a un gran
número de problemas planteados en la antigüedad y en el medievo que aún no habían sido resueltos de
manera efectiva.

La teoría cuantificacional es un método gracias al cual se pueden simbolizar expresiones del tipo “todo”,
“algún” o “ningún”, lo que amplía enormemente la capacidad simbólica de la lógica.

Paralelamente, Frege llevó a cabo una reconversión de la lógica proposicional, ajustándola a la


cuantificacional, axiomatizó la lógica elemental y estableció la distinción entre los axiomas y las reglas de
inferencia.

Todas estas innovaciones no sólo abrían un inmenso abanico de posibilidades para la nueva lógica
simbólica, sino que además recogían toda la tradición aristotélica y megárica-estoica, que quedaban
integradas dentro de un nuevo contexto interpretativo y simbólico.

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