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año 55
septiembre – octubre 2015
núm. 329

La homilía (Directorio homilético)


Editorial
La homilía (José Antonio Goñi)....................................... 437

Artículos
Aurelio García Macías
En torno al «Directorio homilético»................................. 441
Jordi Latorre Castillo
La predicación cristiana: del sermón a la homilía.......... 461
Sebastià Taltavull Anglada
La incidencia social de la predicación............................. 473
Dionisio Borobio
Participación y colaboración del pueblo de Dios en la
homilía ................................................................................ 487

Puntos de vista
La homilía: la experiencia de los laicos (Maria Àngels
Termes [Barcelona]; Iñaki Buldain [Pamplona]; Pedro
Miguel Bañales [Montevideo]; Charo Isaba [Estella];
Livia Navarro [Uruguay])............................................... 503
El pan para la celebración de la Eucaristía (José Antonio
Goñi)................................................................................... 512
La uniformidad litúrgica... ¿otra forma de xenofobia?
(José María Hernández Martínez)............................... 521

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434 Sumario

Crónicas
«Arquitectura de la luz. Arte, espacios, liturgia». XIII
Congreso Litúrgico Internacional (Juan de Pablos)...... 527
«El sacramento de la penitencia». XXIX Encuentro anual
de estudios de la Sociedad Argentina de Liturgia (SAL)
(Roberto Russo)................................................................. 530
«La oración litúrgica». XL Jornadas de la Asociación
Española de Profesores de Liturgia (AEPL) (Jesús R.
Folgado García).............................................................. 531
«Liturgia de las Horas. Una reforma inconclusa».
XLIII Semana de Estudio de la Asociación de Profesores
de Liturgia de Italia (Martín Salvador)......................... 533

Libros
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina
de los Sacramentos, Directorio homilético (Ramiro Gon-
zález Cougil); Jaume Fontbona, Los sacramentos de la
iniciación cristiana (Ramiro González); Dionisio Boro-
bio, Proponer la Fe. Celebrar la Vida (Guillermo Rosas);
Romano Guardini, El domingo, ayer, hoy y siempre.
Oraciones teológicas. Aportación de la liturgia a la vida del
cristiano (Josep Urdeix); Ignacio Otaño, La Buena Noticia
de la semana. Ciclo C (Josep Lligadas); Josep Lligadas,
Todos somos sacristanes (Maria Àngels Termes); Kęstutis
Palikša, La penitenza privata nel Pontificale Romano-Ger-
manico. Origini e diffusione (Juan de Pablos); Manel Nin,
La voce dell’icona. Immagine teologica e poesia nell’oriente
cristiano; Manel Nin, Uno sguardo orientale a Roma. Parole
sparse su eventi della vita della Chiesa (Martín Salvador) 537
Actas de congresos de liturgia y misceláneas reciente-
mente publicadas............................................................... 547

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Editorial

La homilía
Jesús envió a sus discípulos a predicar el evangelio a toda criatura
(cf. Mc 16,15). Por ello, la Iglesia, fiel a este mandato de su Señor,
ha explicado pública y oficialmente el evangelio juntamente con
los aspectos específicos de la fe y de la vida cristiana. Dentro de las
múltiples formas de la predicación destaca aquella que se da en
las celebraciones litúrgicas, particularmente en la misa, llamada
homilía.
En la homilía, que tiene lugar tras las lecturas bíblicas, el predicador
expone y explica, a partir de los textos sagrados, los misterios de
la fe y las normas de la vida cristiana adaptándose a las circuns-
tancias específicas de la comunidad concreta a la que se dirige,
actualizando así la buena noticia en el momento presente de un
lugar y de unas personas (cf. SC 52; Código de Derecho Canónico
767 §1). Gracias a la homilía, el creyente descubre que Dios sigue
hablando al hombre de hoy día.
La homilía forma parte de la liturgia desde sus orígenes, siendo una
herencia judía. El culto sinagogal sabático constaba de la lectura de
los textos bíblicos seguidos de un comentario homilético. En el libro
de Nehemías se nos dice que, tras el exilio, al encontrar las sagradas
Escrituras, «los levitas … leían el libro de la Ley de Dios con claridad
y explicándolo de forma que comprendieran la lectura» (Ne 8, 8).
Sabemos, además, por los evangelios, que el mismo Jesús tomó un
día la palabra en la sinagoga de Nazaret, después de haber procla-
mado un pasaje del profeta Isaías (cf. Lc 4, 15-22).
Jesús, tras resucitar, como preámbulo de la Eucaristía con los dis-
cípulos de Emaús, «comenzando por Moisés y siguiendo por los
profetas les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura» (Lc

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24, 27). Y Pablo también dirigía la palabra a las comunidades que


visitaba en el marco de la Eucaristía (cf. Hch 20, 7. 11).
El testimonio más antiguo que ha llegado a nuestros días que
describe la celebración de la Eucaristía, la Apología de san Justino
de mediados del siglo ii, señala que en la asamblea dominical
«cuando el lector ha acabado, el que preside exhorta e incita de
palabra a la imitación de estas cosas excelsas» (Apología primera 67).
En ese mismo siglo se sitúa la amonestación de la Segunda Carta
de Clemente que nos indica que los presbíteros predicaban en las
celebraciones: «no parezcamos creyentes y atentos solo cuando
nos amonestan los presbíteros, sino también una vez de regreso
en nuestras casas, recordemos los preceptos del Señor» (Segunda
Carta de Clemente 18, 3). E, igualmente, también en aquel tiempo,
Ignacio de Antioquía invitaba a Policarpo de Esmirna a «hacer una
homilía contra los oficios deshonestos» (Epistola a Policarpo 5, 1).
En los siglos posteriores encontramos grandes homiletas, particu-
larmente en los siglos iv-v como Basilio, Juan Crisóstomo, León
Magno, Ambrosio y Agustín; anteriormente habían destacado
Cipriano y Orígenes, y más tarde el papa Gregorio Magno. Estas
homilías eran consideradas como una conversación familiar de
un pastor de almas con su pueblo durante una acción litúrgica, a
partir de un texto bíblico sugerido por la liturgia.
En la alta edad media la predicación cristiana dentro de la misa
decayó. La homilía, además de separarse de la celebración, pasó a
ser temática, perdiendo la referencia a los textos bíblicos y la cone-
xión con la realidad de los fieles. Las nuevas órdenes mendicantes,
particularmente los dominicos, se dedicaron a la predicación, pero
no como en los tiempos patrísticos que partían de las lecturas
bíblicas de la celebración litúrgica, sino que convierten la homilía
en catequesis doctrinales o morales alejadas de la temática que
ofrecía la liturgia; propiamente eran sermones. Surgió incluso la
predicación fuera de la misa, en las llamadas misiones populares.
A veces se incluían en la misa, pero ajenas a la misma, esto es,
durante la celebración de la Eucaristía un predicador, desde el
púlpito, dirigía su palabra a los fieles.
El Concilio de Trento al tratar del sacrificio de la misa, en la sesión
22ª del 17 de septiembre de 1562, ordenó «a los pastores y a cada

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uno de los que tienen cura de almas, que frecuentemente, durante


la celebración de las misas, por sí o por otro, expongan algo de lo
que en la misa se lee, y entre otras cosas, declaren algún misterio
de este santísimo sacrificio, señaladamente los domingos y días
festivos» (DH 1749).
El Código de Derecho Canónico publicado en 1917, en sus cánones
mantuvo esta misma disposición aunque especificando el conte-
nido de la predicación: «Hágase una breve explicación del evan-
gelio o de alguna parte de la doctrina cristiana»; Trento había sido
más genérico: «expongan algo de lo que en la misa se lee».
El nuevo Código de Rúbricas publicado en 1960 prohibió la práctica
de predicar durante la misa, recuperando la homilía su lugar ori-
ginario, esto es, tras la proclamación de las lecturas:
Tras el evangelio, principalmente los domingos y fiestas de precepto,
hágase una breve homilía para el pueblo, si se considera oportuno.
La homilía, hecha por otro sacerdote o por el celebrante, no se super-
ponga a la celebración de la misa, impidiendo la participación de los
fieles. La celebración de la misa se interrumpe y solamente cuando
acaba la homilía se reemprende.
Gracias al sustrato preparado por el movimiento litúrgico de la
primera mitad del siglo xx, y también por influencia del contem-
poráneo movimiento bíblico, el Concilio Vaticano II en su primera
constitución Sacrosanctum Concilium, publicada en 1963, manifestó
que la homilía es una parte integrante de la celebración litúrgica,
que esta debe estar en consideración los textos bíblicos y litúrgi-
cos, y que es obligatoria en las misas de los domingos y fiestas de
precepto (cf. Sacrosanctum Concilium 24, 35 y 52).
Al poco tiempo de la promulgación de la Sacrosanctum Concilium,
en 1964, la Sagrada Congregación de Ritos y el Consilium ad exse-
quendam constitutionem de sacra liturgia publicaron la instrucción
Inter Oecumenici, el primer documento para la debida aplicación
de la constitución conciliar sobre liturgia. Respecto a la homilía,
en primer lugar, añadió a la normativa conciliar, la recomendación
de predicar en algunas otras ocasiones. En segundo lugar, explicó
cómo debía entenderse la inspiración de la homilía en los textos
sagrados. Y, finalmente, afrontó el tema de los esquemas de pre-
dicación que habían sido objeto de la discusión conciliar y que en
muchas diócesis eran de uso habitual.

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Algunas conferencias episcopales prepararon documentos o


directorios sobre la homilía, como por ejemplo la Conferencia
Episcopal Española que en 1990 publicó unas orientaciones sobre
el ministerio de la homilía bajo el título Partir el pan de la palabra.
Los libros litúrgicos revisados por indicación del Concilio Vaticano
II, recogieron las disposiciones respecto a la homilía marcadas
por la constitución Sacrosanctum Concilium y la instrucción Inter
Oecumenici, particularmente el Misal Romano y la Ordenación de las
Lecturas de la Misa.
Así, la Ordenación General del Misal Romano que figuraba en las
primeras páginas de su edición típica publicada en el año 1970,
dedicaba a la homilía en los números 41-42 y 97, y en otros núme-
ros era mencionada. Recogía la normativa ya expresada en Sacro-
sanctum Concilium y en Inter Oecumenici y añadía que la homilía
la hacía, ordinariamente, el mismo sacerdote celebrante desde el
ambón o desde la sede. Posteriormente, en la tercera edición típica
del Misal que vio la luz en el año 2002, fueron completados estos
números, que pasaron a ser 65-66 y 136. Así, se especificó el tema
del ministro de la homilía, pues había habido nuevas directrices
al respecto en los años precedentes, y se indicó también la oportu-
nidad de guardar un momento de silencio al término de la misma.
La Ordenación de las Lecturas de la Misa, publicada en el año 1969,
vio una segunda edición en el año 1981 donde fueron ampliados
sus praenotanda incluyéndose cinco números, del 24 al 27 y el 41,
recogiendo las directrices dadas hasta entonces sobre la homilía
enriqueciéndolas con algunos otros aspectos como su finalidad,
su duración, el lugar desde donde se pronuncia…
En el resto de libros litúrgicos figuran indicaciones sobre el
momento de la homilía y, en algunos, también sobre su contenido,
pero sin modificar ni ampliar la normativa que hemos expuesto.
El Código de Derecho Canónico del año 1983 dedica uno de sus cánones
a la homilía, el número 767, en el que recoge la normativa litúrgica
postconciliar que hemos indicado. Respecto a la reserva de la
homilía al ministro ordenado, en 1987, la Pontificia Comisión para
la Interpretación Auténtica del Código de Derecho Canónico emitió su
voto negativo a la posibilidad de que el obispo diocesano pudiera
dispensar esta reserva. Este voto quedó recogido con las explicacio-

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Editorial 439

nes pertinentes en el artículo 3 de la Instrucción dedicada a algunas


cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el sagrado
ministerio de los sacerdotes titulada Ecclesia de mysterio que en 1997
aprobaron ocho dicasterios romanos, a saber, Congregación para
el Clero, Pontificio Consejo para los Laicos, Congregación para la
Doctrina de la Fe, Congregación para el Culto Divino y la Disciplina
de los Sacramentos, Congregación para los Obispos, Congregación
para la Evangelización de los pueblos, Congregación para los Ins-
titutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica y
Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos.
Y fue recordado nuevamente en la Instrucción sobre algunas cosas
que se deben observar o evitar acerca de la Eucaristía Redemptionis
Sacramentum publicada en 2004 por la Congregación para el Culto
Divino y la Disciplina de los Sacramentos, donde en los números
64-68 y 74 se habla de la homilía.
La Exhortación postsinodal sobre la Eucaristía fuente y culmen
de la vida y de la misión de la Iglesia Sacramentum caritatis y la
Exhortación postsinodal sobre la palabra de Dios en la vida y en
la misión de la Iglesia Verbum Domini, que el papa Benedicto XVI
firmó en 2007 y 2010 respectivamente, trataron la homilía, en su
número 46 la primera y en sus números 59-60 la segunda, indi-
cando su sentido y contenido, su función didáctica y mistagógica,
su conveniencia u obligación, el momento de silencio que le sigue
y de quién la dice.
El papa Francisco retomó el tema de la homilía en su Exhortación
Evangelii gaudium, del año 2013. En los números 135-144 del docu-
mento, dado el efecto evangelizador de la homilía en el pueblo
cristiano, el Papa da unos consejos a los ministros de la Iglesia en
vista al contenido, forma y preparación orante de la homilía.
Finalmente, en 2014, la Congregación para el Culto Divino y la
Disciplina de los Sacramentos ha publicado un Directorio homilé-
tico, compuesto de 160 números que pretende dar respuesta a una
serie de preguntas respecto a la homilía: ¿Qué es la homilía? ¿Qué
atención exige? ¿Qué contenidos resaltar? ¿Cómo articularla? El
documento, articulado en dos partes, ha sido redactado teniendo
presentes las disposiciones de Sacrosanctum Concilium y del magis-
terio posterior, a la luz de los prenotandos del Ordo Lectionum
Missae y de la Ordenación General del Misal Romano. En su primera

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440 Editorial

parte, titulada La homilía y el ámbito litúrgico, se describen la natu-


raleza, la función y el contexto particular de la homilía, así como
algunos aspectos que la cualifican, como el ministro ordenado al
que le compete, la referencia a la Palabra de Dios, su preparación
próxima y remota, y los destinatarios. En su segunda parte, bajo
el título Ars praedicandi, se presentan ejemplos de las coordenadas
metodológicas y temáticas que se deben tener en cuenta para pre-
parar y pronunciar la homilía. Contiene además dos apéndices: el
primero, con la intención de mostrar la vinculación entre homilía
y doctrina de la Iglesia católica, señala referencias al Catecismo en
relación con algunos acentos temáticos de las lecturas dominicales
de los tres ciclos, y el segundo apéndice indica las fuentes eclesiales
post-conciliares relevantes que hablan sobre la predicación.
Este último documento es objeto de estudio del presente número
de la revista Phase. Los artículos y puntos de vista incluidos tienen
la intención de que el lector pueda profundizar sobre la homilía,
de la que tanto se ha escrito en la época postconciliar, tanto desde
un punto de vista más teórico como más práctico. En años ante-
riores de nuestra revista pueden encontrarse otros artículos que
complementen este número, como por ejemplo en 1961, 1962, 1963,
1965, 1970, 1971, 1974, 195, 1976, 1980, 1981, 1982, 1988, 1992, 1993,
1994, 1995, 1996, 2000, 2003, 2009, 2012 y 2014.
Quisiera concluir recordando el texto de la única homilía de Jesús
que ha llegado a nuestros días, un modelo breve y conciso. Fue en
la sinagoga de Nazaret, un sábado, donde tras leer un pasaje del
profeta Isaías, enrolló el libro, se sentó y le puso a decirles: «Hoy
se cumple esta escritura que acabáis de oír» (cf. Lc 4, 16-21). Con
estas palabras debería poder resumirse siempre cualquier homilía,
esto es, que en la predicación, tomando luz de los textos bíblicos
y litúrgicos, quede iluminada la existencia humana de modo que
la palabra de Dios permanece viva y eficaz, dando sus frutos en
los fieles cristianos.
José Antonio Goñi

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Phase 55 (2015) 441-460

En torno al «Directorio homilético»


Aurelio García Macías

Resumen
El autor presenta el Directorio homilético recientemente publicado por la Congregación
para el Culto Divino: señalando su estructura y sus ideas principales, entre las que
destaca el contexto litúrgico de la homilía, la naturaleza de la misma, su contenido,
su preparación y quién es ministro de la homilía. Como introducción describe los
antecedentes del Directorio.
Palabras clave: homilía, magisterio.

Abstract
The author presents the «Homiletic Directory»; it has been recently published by
the Congregation for Divine Worship. A. García points out its structure and main
ideas, among which stands the liturgical context of homily, the nature of it, its
preparation, and who is the minister for homily. As an introduction, he describes
the background of the Directory.
Keywords: homily, teaching.

Para abordar el estudio del actual Directorio homilético, considero


conveniente comenzar exponiendo de forma breve la génesis
de este documento y el iter recorrido en su elaboración hasta ser
publicado.

1. Antecedentes
Ya la Instrucción Redemptionis sacramentum, publicada por la Con-
gregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos

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442 Aurelio García Macías

el 25 de marzo del 2004 sobre algunas cuestiones a observar y evitar en


la Eucaristía, advertía algunas observaciones respecto a la homilía
en el contexto de la santa Misa. Desde una perspectiva más bien
jurídica, indicaba que corresponde hacer la homilía a los ministros
ordenados (sacerdote o diácono) y no a los fieles laicos; e insta al
obispo diocesano a vigilar y ayudar a los ministros para que capten
la importancia del «carácter de la homilía». Es sobre todo el número
67 de dicha Instrucción el que aporta algunas indicaciones más
interesantes al respecto, relacionando la homilía con los textos
bíblicos proclamados, con los textos litúrgicos de la celebración y
con los acontecimientos de la vida de los fieles.

1.1. Exhortación apostólica «Sacramentum caritatis»


El 2 de octubre del 2005 se iniciaba la XI Asamblea General Ordi-
naria del Sínodo de los Obispos con el tema La Eucaristía: fuente
y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia. En el número 47 del
Instrumentum laboris publicado el 7 de julio del mismo año se hace
referencia a «homilías mistagógicas» y «homilías temáticas». Con
las primeras se pide «introducir a los fieles en los misterios sagra-
dos que se están celebrando». Partiendo de las lecturas proclama-
das se pide iluminar con la luz de Jesucristo la vida de cada uno de
los fieles. Con las segundas, se piensa en una serie de homilías que
«durante el curso de un año litúrgico puedan presentar los grandes
temas de la fe cristiana». Es la primera que aparece la expresión
«homilías temáticas».
El trabajo del Sínodo presentado al Papa dio fruto en la Exhortación
postsinodal Sacramentum caritatis, publicada por Benedicto XVI el
22 de febrero del 2007, que dedica el número 46 a este tema. Es un
número sintético que habla de la homilía como «parte de la acción
litúrgica» e invita a los ministros ordenados a prepararla bien para
evitar «homilías genéricas y abstractas», para relacionar la Palabra
de Dios proclamada con la celebración sacramental y la vida de la
comunidad. Y recoge la propuesta ya presente en el Instrumentum
laboris de las «homilías temáticas». Dice así:
Es conveniente que, partiendo del leccionario trienal, se prediquen
a los fieles homilías temáticas que, a lo largo del año litúrgico traten

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En torno al «Directorio homilético» 443

los grandes temas de la fe cristiana, según lo que el magisterio pro-


pone en los cuatro «pilares» del Catecismo de la Iglesia católica y en su
reciente Compendio: la profesión de la fe, la celebración del misterio
cristiano, la vida en Cristo y la oración cristiana.

1.2. Exhortación apostólica «Verbum Domini»


Del 5 al 25 de octubre de 2008 se celebró en el Vaticano la XII Asam-
blea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, con el tema
La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia. Ya desde los
Lineamenta aparece el tema de la homilía muy en relación con la
cuestión a tratar en el Sínodo. Así, en el número 22, en el contexto
general de la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia, se pide a los
padres sinodales prestar especial atención al tema de la liturgia de
la Palabra, al modo de proclamar las lecturas bíblicas; y aparece una
breve mención a la homilía pidiendo que sea «resonancia límpida
y alentadora de la Palabra, ayudando a interpretar los eventos de
la vida y de la historia a la luz de la fe». Es una vaga referencia a la
dependencia de la homilía respecto de la Palabra de Dios procla-
mada y su conexión con la vida de los fieles.
Prosiguen los Lineamenta proponiendo una pregunta interesante
para la preparación de la futura asamblea sinodal: «¿La homilía es
resonancia genuina de la Palabra de Dios? ¿Qué necesidades mani-
fiesta?». El posterior Instrumentum laboris recoge las observaciones
previas de los padres sinodales y afirma que sobre la homilía se
espera «un neto mejoramiento» (núm. 33) y «un mayor empeño
en la fidelidad a la palabra bíblica y a la condición de los fieles,
ayudándolos a interpretar los eventos de la vida y de la historia
a la luz de la fe. La homilía no debería limitarse exclusivamente
al aspecto bíblico, sino que sería oportuno que incluyese también
temas dogmáticos y morales fundamentales. Con esta finalidad
resulta indispensable una adecuada formación de los futuros
ministros» (núm. 37).
Insiste, una vez más, que la homilía ha de subrayar la mutua rela-
ción entre la Palabra de Dios proclamada y la vida de los fieles.
Pero aparece, de nuevo, que en la homilía han de incluirse «temas
dogmáticos y morales fundamentales». Evoca la propuesta ante-
rior de las homilías temáticas.

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444 Aurelio García Macías

Es curioso que varios de los padres sinodales dedicaron su breve


intervención al tema de la homilía. Destacamos la intervención
del entonces obispo de Bilbao y actual cardenal arzobispo de
Valladolid, Ricardo Blázquez Pérez, en la tercera congregación
general, publicada en el Boletín del Synodus Episcoporum del día 7
de octubre de 2008. Nos fijamos en esta intervención porque una
de sus aportaciones será repetida desde entonces en todos los
documentos de la asamblea sinodal y finalmente aceptada por
el Papa en la Exhortación apostólica posterior. El citado prelado
comienza afirmando que la homilía no es algo extraño a la celebra-
ción litúrgica, sino «parte integrante de la misma» e insiste en la
debida preparación por parte del ministro. Indica tres preguntas
para la correcta preparación que lograrán el beneplácito de toda
la asamblea: «¿Qué dicen las lecturas que van a ser proclamadas
en la celebración? ¿Qué me dicen personalmente a mí? ¿Qué debo
yo comunicar a los participantes en la Eucaristía?». Además insiste
que, sin equiparar la homilía a una catequesis, su contenido ha de
ser «doctrinal, claro y vigoroso».
Tanto en la Relatio ante disceptationem como en la Relatio post dis-
ceptationem, el relator general, el cardenal Marc Ouellet, entonces
arzobispo de Québec, recogió estas preguntas señaladas por el
prelado español y dedicó el núm. 28 de la Relatio ante disceptationem
a «la importancia de la homilía», precisamente por la insistencia de
algunos padres sinodales en esta cuestión. Reconoce la importancia
de la homilía porque relaciona la Palabra de Dios con la celebración
de la santa misa. Pide a los ministros ordenados que descubran la
importancia que tiene para que la preparen bien, incluso señala la
necesidad de pasar de una «predicación moralizante» a una «pre-
dicación kerigmática». Y concluye el número cuestionando sobre
la utilidad y necesidad de elaborar un Directorio homilético general
que pueda ayudar a formar a los predicadores en el ars celebrandi.
Además, la intervención del papa Francisco, entonces arzobispo
de Buenos Aires, el 14 de octubre de 2008 en la XIV Congregación
General, advierte del peligro de limitarse a la aplicación del método
histórico-crítico para interpretar la Escritura, sin complementarlo
con el método teológico y espiritual. Y señala que la ausencia de

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En torno al «Directorio homilético» 445

este segundo nivel metodológico es causa de «cierta perplejidad


también en la preparación de las homilías».
Finalmente, en las proposiciones finales del 25 de octubre del 2008
presentadas al papa, la proposición 15 lleva por título Actualización
homilética y Directorio sobre la homilía. Sin aparecer como un tema
central de las discusiones sinodales, sin embargo, se mantiene
la propuesta de un directorio sobre la homilía, que iba tomando
cuerpo desde hacía tiempo.
El 30 de septiembre del 2010, el papa Benedicto XVI firmaba la
Exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini, que recogía
los frutos de la anterior asamblea sinodal y dedicada dos números
al tema de la homilía (núms. 59-60).
En el primero (núm. 59), observa la atención que han prestado los
padres sinodales a este tema. Recordando la constitución Sacro-
sanctum Concilium, insiste en la naturaleza de la homilía como
parte integrante de la celebración litúrgica, como actualización de
la Palabra de Dios en la vida de los fieles; insta a evitar homilías
genéricas y abstractas, preparando bien la homilía por parte del
predicador y, sobre todo, recuerda que el centro del mensaje es
mostrar a Cristo.
El segundo (núm. 60), está dedicado a la propuesta de un Directorio
homilético. Dice así:
Predicar de modo apropiado ateniéndose al Leccionario es realmente
un arte en el que hay que ejercitarse. Por tanto, en continuidad con
lo requerido en el Sínodo anterior, pido a las autoridades compe-
tentes que, en relación al Compendio eucarístico, se piense también
en instrumentos y subsidios adecuados para ayudar a los ministros
a desempeñar del mejor modo su tarea, como, por ejemplo, con un
Directorio sobre la homilía, de manera que los predicadores puedan
encontrar en él una ayuda útil para prepararse en el ejercicio del
ministerio.
Pide explícitamente la elaboración de un instrumento adecuado,
dirigido a los ministros, para ayudarles en la preparación de este
ministerio al servicio de la comunidad cristiana. Y lo denomina
Directorio sobre la homilía.

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446 Aurelio García Macías

2. Exhortación apostólica «Evangelii gaudium»


Dos años más tarde, el papa Francisco convoca la XIII Asamblea
General Ordinaria del Sínodo de los Obispos con el tema La nueva
evangelización para la transmisión de la fe cristiana, que se celebró en
el Vaticano del 7 al 28 de octubre del 2012.
En el marco general de la evangelización en las circunstancias
actuales y la necesidad de reavivar la acción pastoral de la Iglesia,
el Instrumentum laboris dedica el número 143 al tema de la homilía
como instrumento privilegiado para el primer anuncio del evange-
lio. Para ello pide, de nuevo, que las predicaciones sean preparadas
y transmitidas con cuidado, sin olvidar su carácter cristológico.
Tras la asamblea sinodal, se presentaron las propuestas al papa
Francisco con las que redactó la primera Exhortación apostólica de
su pontificado titulada La alegría del evangelio (Evangelii gaudium)
y firmada el 24 de noviembre de 2013.
La Exhortación se articula en cinco capítulos. Interesa para nuestro
tema detenerse en el capítulo tercero, titulado El anuncio del evan-
gelio, porque dedica los apartados 2 y 3 al tema que estudiamos: el
primero, a la comprensión del sentido propio de la homilía (núms.
135-144) y el otro, a su preparación (núms. 145-159).
No es el momento de exponer con amplitud la temática expuesta
en estos números. Sí que considero oportuno subrayar las claves
fundamentales expuestas por el papa Francisco en estos aparta-
dos, que no aparecían en las propuestas ofrecidas por los padres
sinodales, sino que obedecen a un interés particular del pontífice
en ampliar el contenido del tema relativo a la homilía.
En el apartado 2, titulado La homilía, podemos distinguir varias
ideas fundamentales. Comienza el papa proponiendo a los pasto-
res una seria evaluación sobre el ejercicio personal de este ministe-
rio, que refleja «la cercanía y capacidad de encuentro de un pastor
con su pueblo». Lamenta que muchas veces no sea así, sino que es
causa de sufrimiento para los fieles y para el predicador. Advierte,
también del carácter de mediador que tiene el predicador entre la
Palabra de Dios y su pueblo, porque Dios quiere llegar a los demás
por medio de su predicación.

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En torno al «Directorio homilético» 447

Sitúa la homilía en el contexto litúrgico, más explícitamente en el


eucarístico, y la considera de carácter «cuasi-sacramental». Recurre
al lenguaje catafático para decir que la homilía no es una medita-
ción, ni catequesis, ni un espectáculo entretenido, ni una clase o
charla, ni predicación moralizante, exegética o adoctrinadora, ni
siquiera un ejercicio de marketing. ¿Qué es entonces, según él? La
define como un diálogo entre Dios y su pueblo.
– Un diálogo en tono materno-eclesial en el que el predicador habla a
su pueblo «como una madre»: con cercanía cordial, calidez, manse-
dumbre, alegría. Un diálogo en el que no solo se comuniquen ideas,
verdades o valores sueltos, sino una síntesis evangélica comprensible
para los fieles.
– Insiste el Papa en la brevedad, porque, cuando esta no se respeta, afecta
al equilibrio entre las diversas partes de la celebración, al ritmo de la
misma y da más importancia a las palabras del predicador que a la
Palabra de Dios. Por eso pide que, en la homilía, el Señor brille más
que el ministro.
– Pide el Papa que la homilía oriente a la asamblea y al predicador mismo
a la comunión con Cristo en la Eucaristía.
Tras estas indicaciones sobre la homilía misma, presta una gran
atención al tema de la preparación de la predicación en el apar-
tado 3. Pide a los ministros dedicar tiempo todas las semanas, y
«tiempo de calidad», al estudio, oración, reflexión y creatividad
pastoral, incluso sabiendo el ritmo de actividades que los urge en
estos tiempos: «Un predicador que no se prepara no es espiritual;
es deshonesto e irresponsable con los dones que ha recibido». Y
propone un camino para preparar la homilía:
– Invocar al Espíritu Santo. Desde el primer momento el Papa sitúa
este camino en clave espiritual, no simplemente académica. Es el
Espíritu quien le ayuda a escuchar al texto y al pueblo y predicar en
la celebración litúrgica.
– Atender al texto bíblico. El fundamento de la predicación comienza
preguntándose por la centralidad del mensaje del texto, sin prejuicios
ni manipulaciones, con paciencia y dedicación. Este ejercicio que el
Papa llama «culto a la verdad» requiere amor, porque nadie se dedica
a lo que no ama.

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448 Aurelio García Macías

– Comprender adecuadamente el texto. Tras la lectura atenta sigue


el estudio y la interpretación correcta. Es necesario captar el men-
saje central de cada texto y relacionarlo con la enseñanza de toda
la Escritura. Para ello, es muy importante que el predicador esté
familiarizado con la Palabra de Dios que primero escucha y estudia
para luego predicar. Y cita una expresión de santo Tomás de Aquino,
tan familiar para la Orden de los Predicadores: «comunicar a otros
lo que uno ha contemplado». Cuando el predicador ha escuchado
la palabra, incluso en el ejercicio personal de la lectio divina de la
tradición eclesial, los fieles no escuchan solo a un predicador sino a
un testigo.
– Poner un oído en el pueblo. El papa señala también que el predicador
tiene que escuchar y prestar atención al pueblo concreto al que se
dirige, para descubrir lo que ellos necesitan escuchar y lo que Dios les
quiere decir en su circunstancia determinada. Por eso, la predicación
es también un ejercicio de discernimiento evangélico. Como bien dice
el papa Francisco, quien predica ha de ser «un contemplativo de la
Palabra y también un contemplativo del pueblo» (Evangelii gaudium
154).
Por último, el Papa ofrece también una serie de indicaciones
prácticas sobre el cómo, es decir, la forma concreta de desarrollar la
predicación. Subrayo tres expresiones en las que se puede resumir
el contenido de estos números.
La primera es usar imágenes en la predicación, no solo sucesión de
ideas y conceptos abstractos, con el fin de facilitar la comprensión
del discurso a los fieles.
En segundo lugar, recomienda sencillez y claridad en la exposición de
las ideas. Son palabras de una cita del papa Pablo VI que recomen-
daba que la homilía fuera «sencilla, clara, directa, acomodada». La
sencillez exige un lenguaje comprensible y acomodado a los fieles.
La claridad exige que haya unidad temática, orden y conexión de
las frases para captar la lógica de lo que se dice.
Finalmente, el papa recomienda un «lenguaje positivo» en el que
«no se dice tanto lo que no hay que hacer sino que se propone lo
que podemos hacer mejor». No es conveniente convertir la homilía
en un ejercicio de queja, lamento y crítica, que detestan los propios
fieles, sino en una predicación positiva que siempre da esperanza.

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En torno al «Directorio homilético» 449

Valorados estos números en su conjunto, se advierte en ellos el tono


experiencial de un pastor, que conoce el ejercicio del ministerio de
la homilía en él mismo y en los demás ministros. El primer número
se centra más en el contexto litúrgico-eucarístico y, por lo tanto,
más en conexión con el título que lleva «la homilía». El apartado
siguiente parece tener una visión más amplia y, aunque sin excluir
el contexto litúrgico propiamente de la homilía, puede referirse
también a otros tipos de predicación.

3. El «Directorio homilético»
Desde la publicación de la Exhortación apostólica Verbum Domini,
la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacra-
mentos trabajaba en un Directorio sobre la homilía. La publicación
de la Exhortación apostólica Evangelii gaudium requirió la incorpo-
ración de las aportaciones del papa Francisco sobre este tema en
el texto-base del mencionado Directorio que se estaba elaborando.
El trabajo final fue publicado por la Congregación para el Culto
Divino y la Disciplina de los Sacramentos el 29 de junio de 2014
con el título Directorio homilético y firmado por el prefecto Antonio
cardenal Cañizares Llovera y el arzobispo secretario Arthur Roche.
Presentamos a continuación un breve comentario sobre su estruc-
tura y algunas ideas fundamentales de su contenido.

3.1. Estructura
El documento se articula, tras una breve introducción, en dos partes
y dos apéndices. No es casual que la introducción cite Sacrosanctum
Concilium 35, el texto conciliar que ha marcado la reflexión actual
sobre el sentido y función de la homilía.
La primera parte (La homilía y el ámbito litúrgico) describe la natu-
raleza, contexto y función de la homilía. Es la parte, podríamos
decir, más teológica del documento. Describe la comprensión
teológico-litúrgica de este elemento integrante de la liturgia de la
Palabra y su substancial referencia a la Palabra de Dios, al ministro
ordenado que le compete y a los destinatarios. La homilía tiene
que ver con la interpretación de la Palabra de Dios en su original

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450 Aurelio García Macías

y primigenio contexto, que es el litúrgico. Y subraya, siguiendo


las indicaciones del papa Francisco en la Evangelii gaudium, la
necesaria preparación próxima y remota por parte de los ministros
ordenados que realizan este ministerio litúrgico.
La segunda parte (Ars praedicandi) propone ejemplos concretos
y sugerencias para ayudar al homileta a cumplir correcta y efi-
cazmente su misión, aplicando los principios metodológicos
propuestos por este documento para la preparación y exposición
de la homilía. Se indican claves de lectura, de manera indicativa
y no exhaustiva, para considerar las lecturas bíblicas del ciclo
dominical-festivo de la misa a partir del misterio pascual de Jesu-
cristo. Por eso, parte del Leccionario del Triduo Pascual, centro del
año litúrgico, y prosigue con el tiempo de Pascua, domingos de
Cuaresma, domingos de Adviento, tiempo de Navidad, domingos
del tiempo ordinario y otras ocasiones: misa ferial, matrimonio y
exequias. Y se cita al papa Benedicto XVI que definió este modo de
proceder como «la sabia pedagogía de la Iglesia, que proclama y
escucha la Sagrada Escritura siguiendo el ritmo del año litúrgico…
en el centro de todo resplandece el misterio pascual, al que se refie-
ren todos los misterios de Cristo y de la historia de la salvación,
que se actualizan sacramentalmente».1
En los apéndices se ofrecen referencias a documentos eclesiales
importantes que han desarrollado, a los largo de estos años, las
indicaciones sugeridas ya por el Concilio Vaticano II y proponen
proseguir la reflexión para conseguir el sentido dado a la homilía
por la reforma litúrgica.
Ante las insistentes demandas de ofrecer mayor doctrina en la
homilía, el apéndice I (La homilía y el Catecismo de la Iglesia católica)
ofrece una tabla en la que se indican los números del Catecismo de
la Iglesia católica referidos a las lecturas de los domingos y de las
solemnidades. Quiere ser un recurso útil para mostrar la relación
entre el contenido de las lecturas dominicales de los tres ciclos con
los grandes temas de la doctrina cristiana. Como bien se indica en
el Directorio, «la tarea del homileta no es la de adecuar las lecturas

1 Verbum Domini 52.

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En torno al «Directorio homilético» 451

de la misa a un esquema temático predefinido», sino invitar a los


oyentes a través de sus palabras a reflexionar en la fe de la Iglesia,
tal como emerge de las Escrituras en el contexto de la celebración
litúrgica. El gran obstáculo a afrontar es evitar la antigua idea del
sermón, que aprovecha la liturgia como «ocasión» para exponer
un argumento ajeno al tiempo litúrgico y a la Palabra proclamada
en la misma celebración.
En el apéndice II (Fuentes eclesiales post-conciliares relevantes sobre la
predicación), se indica la referencia a una serie de textos de los docu-
mentos más importantes del magisterio eclesial sobre la homilía.
Conviene notar, que el documento presenta una estructura lógica
y ordenada, con un lenguaje claro y comprensible, y supone un
gran trabajo de síntesis sobre la reflexión eclesial actual sobre el
ministerio de la homilía.

3.2. Ideas principales


En realidad, el Directorio homilético no supone una originalidad
de contenido respecto a los documentos litúrgicos magisteriales
anteriores. Su gran aportación es que ofrece una síntesis teológica
del material existente, bien elaborada y propone una serie de
orientaciones prácticas para mejorar la calidad de la homilía en
las celebraciones litúrgicas.
Como indican las propias citas, los documentos que han servido
de base a este texto son la Ordenación General del Misal Romano, la
Ordenación de las Lecturas de la Misa, el Catecismo de la Iglesia católica,
la Exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini y la Exhor-
tación apostólica postsinodal Evangelii gaudium.
Se percibe en él un tono y una preocupación más pastoral que
jurídica. La perspectiva teológica de fondo quiere ser una ayuda
para iluminar a los pastores, sujetos primarios de la homilía, sobre
la importancia de este ministerio litúrgico.
En este último apartado no pretendemos hacer un resumen de las
ideas tal como están expuestas en la lógica del documento, sino
indicar algunas de las ideas vertebrales de fondo expuestas en el
documento.

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452 Aurelio García Macías

3.2.1. El contexto litúrgico


Hay una idea ya indicada por los padres del Concilio Ecuménico
Vaticano II en Sacrosanctum Concilium 35, que se prolonga a lo largo
de toda la reflexión posterior sobre la homilía y es que esta «es parte
integrante de la liturgia». No se trata de una mera instrucción, sino
que es un acto de culto con el que se glorifica a Dios Padre y se
santifica a los hombres. Por tanto, la homilía es un acto litúrgico;
no es un elemento ajeno a la liturgia o añadido a ella, sino parte
integrante de la liturgia de la Iglesia.
Por eso, citando la Ordenación de las Lecturas de la Misa 4, el Directorio
dice: «Lo que distingue la homilía de otras formas de enseñanza es
su contexto litúrgico» (Directorio homilético 11). Es importante reco-
nocer el contexto litúrgico en el que se enmarca la homilía, porque la
homilía no puede considerarse en sí misma, ajena al contexto en el
que se ubica, sino como parte orgánica de la celebración y en relación
con todos los elementos que hay en ella: las lecturas, las oraciones,
los ritos, etc. El determinado contexto litúrgico de cada celebración
es crucial para la interpretación la Palabra de Dios, y la homilía no
puede estar ajena a este elemento (Directorio homilético 16).
El contexto litúrgico es el ámbito privilegiado en el que Dios habla
a su pueblo por medio de su Palabra proclamada en la acción litúr-
gica y donde el pueblo escucha y responde a Dios. Ciertamente
no es el único ámbito donde se escucha la Palabra de Dios, pero
sí el privilegiado. Tras la escucha de la Palabra, la Iglesia siempre
ha considerado conveniente que el ministro ayude al pueblo a
comprender el mensaje de la Palabra proclamada por medio de
la homilía, siempre vinculada a la Palabra, por eso se la considera
como una «especie de prolongación de la proclamación de las
mismas lecturas» (Directorio homilético 12) ; y al contexto litúrgico de
la celebración, porque es clave imprescindible para interpretar los
textos bíblicos proclamados en la celebración (Directorio homilético
15) y elemento que condiciona a la propia homilía.

3.2.2. La naturaleza

Además de contemplar la homilía como parte integrante de la


liturgia y subrayar el contexto litúrgico donde se enmarca, el Direc-

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En torno al «Directorio homilético» 453

torio aporta también algunas claves sobre el status o naturaleza de


la homilía considerada en sí misma, como elemento propio de la
liturgia. En este punto, considero que el Directorio aporta una de
las afirmaciones más atrevidas de su contenido:
Dada su naturaleza litúrgica, la homilía posee también un significado
sacramental; Cristo está presente, tanto en la asamblea reunida para
escuchar su Palabra como en la predicación del ministro por medio
del cual el mismo Señor que habló una vez en la sinagoga de Nazaret,
ahora enseña a su pueblo (Directorio homilético 4).
Aplica a la homilía un «significado sacramental. ¿Por qué? Lo fun-
damenta en la presencia de Cristo no solo en la asamblea reunida
para escuchar la Palabra de Dios sino también «en la predicación
del ministro». Aparentemente parece una afirmación más entre
otras muchas; sin embargo, reclama un tema, bien tratado ya en
las discusiones del Concilio Vaticano II, y que, en este campo, la
exposición del Directorio supone un paso más en la clarificación
de la posición eclesial respecto a la sacramentalidad de la homilía.
La reforma litúrgica actual considera la homilía como parte de la
liturgia de la Palabra estructuralmente presente en toda celebra-
ción litúrgica. Es un verdadero ministerio presidencial a favor de
la asamblea reunida, porque por medio de ella se ayuda a los fieles
a comprender mejor los tesoros contenidos en la palabra bíblica
proclamada. Sin embargo, los padres conciliares distinguieron la
importancia dada a la homilía del valor de la proclamación de las
lecturas bíblicas. En la Constitución Sacrosanctum Concilium 7 la
homilía no adquiere el carácter sacramental atribuido a la procla-
mación de la Palabra.
Schmidt, uno de los autores que ha estudiado este tema, recuerda
que Sacrosanctum Concilium habla de la presencia de Cristo en la
lectura de la sagrada Escritura, e insiste que se suprimió la expre-
sión «et explicantur» («explicación, «interpretación») para referirse
a la homilía, pues tal aserción no parecía estar madura para ser
aprobada por el Concilio.2

2 H. Schmidt, La Constitución sobre la Sagrada Liturgia. Texto, historia y


comentario, Barcelona: Herder 1967; A. García Macías, «Christus Ecclesiae

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454 Aurelio García Macías

Sin embargo, documentos posteriores parecen indicar una lenta


aceptación de este principio. La Encíclica Mysterium fidei habla de
la presencia de Cristo «en su Iglesia que predica», aunque aplica
tal expresión al anuncio del evangelio sin circunscribirlo al ámbito
litúrgico.
La Instrucción Eucharisticum mysterium afirma que «Cristo está
presente… en su palabra, cuando se lee y se explica la Escritura».
Es evidente que engloba en la misma afirmación la proclamación
de la Palabra y su explicación.
Podemos citar también el Ordo Lectionum Missae que afirman en el
número 24 (número citado también en el Directorio):
En efecto, el misterio pascual de Cristo, proclamado en las lecturas
y en la homilía, se realiza por medio del sacrificio de la misa. Cristo
está siempre presente y operante en la predicación de su Iglesia
(Ordenación de las Lecturas de la Misa 24).
Un gran conocedor de la teología protestante, Bürki, defiende la
legitimidad de prolongar la presencia de Cristo, no solo en la pro-
clamación, sino también en su explicación litúrgica, tal como apare-
cía en el texto de la Comisión preparatoria de Liturgia del Concilio
Vaticano II. Interpretando Sacrosanctum Concilium 35 afirma que la
proclamación litúrgica se prolonga con la predicación en la homilía.
En un sentido amplio, para este autor, la predicación de la Palabra
de Dios es también Palabra de Dios. Visión no asumida totalmente
por los documentos conciliares, pero progresivamente aceptada
por algunos autores católicos.3

suae semper adest». La presencia de Cristo en las celebraciones litúrgicas, en Aso-


ciación Española de Profesores de Liturgia, La liturgia en los inicios del
tercer milenio. A los XL años de la «Sacrosanctum Concilium», Baracaldo: Estudios
Grafite 2004, 118-123.
3 B. Bürki, «Le Christ dans la liturgie, d’après l’article 7 de la Constitution
Sacrosanctum Concilium de Vatican II», Questions liturgiques 64 (1983) 204; G.
Westphal, «La prédication, présence du Seigneur», en B. Botte – H. Caze-
lles, La Parole dans la liturgie. Semaine liturgique de l’Institut Saint-Serge, Paris:
Les Éditions du Cerf 1970, 145-154; K. Barth, Dogmatique I/1, Genève 1953,
85-120; W. Kreck, Die Wirklichkeit des Wortes Gottes, München 1966; J. Jüngel,
Unterwegs zur Sache, München 1972; H. T. Goebel, Word Gottes als Auftrag.
Zur Theologie von Rudolf Bultmann, Gerhard Ebeling und Wolfhart Pannenberg,

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En torno al «Directorio homilético» 455

El Directorio prosigue este iter y afirma claramente el carácter sacra-


mental de la homilía; y cita en el número 4 el siguiente número de
la Exhortación Verbum Domini:
La sacramentalidad de la Palabra se puede entender en analogía con
la presencia real de Cristo bajo las especies del pan y del vino consa-
grados. Al acercarnos al altar y participar en el banquete eucarístico,
realmente comulgamos el cuerpo y la sangre de Cristo. La procla-
mación de la Palabra de Dios en la celebración comporta reconocer
que es Cristo mismo quien está presente y se dirige a nosotros para
ser recibidos (Verbum Domini 56).
Sin embargo, este texto del papa Benedicto XVI habla de la sacra-
mentalidad de la Palabra proclamada en la acción litúrgica, pero
no hace mención alguna a la homilía o predicación. Es cierto que
la teología actual ha subrayado el paragón existente entre la pro-
clamación de la Palabra de Dios y la comunión del cuerpo y sangre
de Cristo. En ambos está presente sacramentalmente Jesucristo,
aunque de modo diverso. Es lo que se ha denominado la «teología
de las dos mesas»: la mesa de la Palabra y la mesa del pan y del
vino eucarísticos con los que se alimenta el pueblo de Dios. Pero,
este texto no sirve para legitimar la afirmación precedente de la
sacramentalidad de la homilía. Sin embargo, el Directorio continua
con este argumento afirmando:
La homilía, en un cierto sentido, puede ser considerada en paralelo
con la distribución del cuerpo y sangre de Cristo a los fieles en el
rito de la comunión. La Palabra sagrada de Dios viene «distribuida»
en la homilía, como alimento de su pueblo (Directorio homilético 26).
Ciertamente el Directorio apuesta claramente por la sacramenta-
lidad de la homilía al considerar que, al explicar la Palabra pro-
clama, también se distribuye en ella la Palabra de Dios. Por eso,
establece cierta equivalencia entre el alimento aportado a los fieles
en la homilía y la distribución del cuerpo y sangre de Cristo. Tal
afirmación supone la presencia sacramental del mismo Jesucristo
en ambos alimentos.

Neukirchen 1972; T. Radcliffe, «The Sacramentality of the Word», en K.


Pecklers (ed.), Liturgy in a postmodern World, London–New York: Continuum
2003, 146.

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456 Aurelio García Macías

Más cauto ha sido el tratamiento dado a este tema por el papa


Francisco en la Evangelii gaudium cuando afirma que la homilía ha
de tener «un carácter casi sacramental, ya que la fe viene de lo que
se escucha» (Evangelii gaudium 142). Aunque incluye la homilía
en el ejercicio de la «escucha», reservado a la proclamación de la
Palabra de Dios; sin embargo, el «casi» sacramental no clarifica
mucho al respecto.
La Constitución Sacrosanctum Concilium y la mayoría de los docu-
mentos litúrgicos posteriores afirman la presencia sacramental de
Jesucristo en la palabra proclamada en la acción litúrgica y no en la
homilía, porque daba más importancia a la lectura que a la expli-
cación. El mencionado Directorio, último eslabón del iter recorrido,
ofrece una posición clara al respecto en favor de la sacramentalidad
de la homilía: en la homilía se distribuye la Palabra de Dios como
alimento de su pueblo.

3.3.3. El contenido

Llegados a este punto, tendríamos que preguntarnos: ¿qué es,


entonces, la homilía?
El Directorio, utilizando un recurso pedagógico –tal vez para
detectar más fácilmente las deformaciones que se quiere corre-
gir– comienza explicando «lo que no es» la homilía. No se trata
de un sermón, es decir, de una disertación sobre un tema ajeno a
la celebración litúrgica, especialmente lecturas y oraciones; ni un
ejercicio técnico de exégesis bíblica; ni una catequesis o un testimo-
nio personal del que predica. Todos estos pueden ser «elementos
eficaces», si son útiles para lograr el objetivo de la homilía; pero
no si la sustituyen.
Apoyándose en los textos de la Ordenación General del Misal Romano
65 y del Ordenación de las Lecturas de la Misa 24 se define la homilía
con los siguientes elementos:
– Es parte de la liturgia de la Palabra, como ya hemos indicado opor-
tunamente.
– Se trata de una explicación que parte de los textos bíblicos procla-
mados y que puede hacer referencia a algún otro texto litúrgico, para

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En torno al «Directorio homilético» 457

que los fieles reunidos puedan comprender mejor el mensaje que


Dios les quiere comunicar y poderlo aplicar a su propia vida. Tiene
en cuenta el misterio que se celebra a lo largo del año litúrgico y las
necesidades de los oyentes.
– Recomendada los días feriales y requerida los domingos y solemni-
dades, porque es necesaria para alimentar la vida cristiana.
– Hecha normalmente por el que preside y debidamente preparada.
– Dispone a la comunidad para participar en el sacramento celebrado.
Los textos se refieren, sobre todo, a la participación eucarística. La
homilía ha de señalar que la Palabra de Dios proclamada anticipa e
ilumina el signo sacramental posterior de la celebración.
Es importante señalar que el Directorio establece una cierta cone-
xión entre la Palabra proclamada, el misterio que se celebra en la
liturgia y la vida de los fieles. La homilía no es solo un discurso teó-
rico sobre los misterios de la fe, sino que ha de estar confeccionada
teniendo en cuenta las necesidades concretas de la comunidad
particular y ha de tener una aplicación práctica en el comporta-
miento de la vida cristiana:
El misterio pascual no solo ilumina las Escrituras proclamadas sino
que transforma también la vida de cuantos las escuchan. De este
modo, otra función de la homilía es la de ayudar al pueblo de Dios
a ver cómo el misterio pascual no solo da forma a lo que creemos,
sino que nos hace también capaces de actuar a la luz de las realidades
que creemos (Directorio homilético 22).

3.3.4. La preparación

El apartado III del Directorio dedicado a la preparación de la homilía


es el más deudor del contenido expuesto en la Exhortación Evangelii
gaudium. Una prueba de ello son las 13 citas en apenas siete páginas.
El apartado comienza considerando la preparación de la homilía
como una tarea muy importante para el homileta, que exige tiempo
prolongado –incluso en medio de un ritmo intenso de activida-
des–, para estudiar, orar, reflexionar y aportar la propia creativi-
dad pastoral al exponer su contenido. Esta advertencia, aunque
sabida y repetida, quiere llamar la atención a quienes ejercen este

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458 Aurelio García Macías

servicio para evitar las improvisaciones tan nefastas y considerar


la preparación de la homilía como una verdadera misión pastoral
que hay que vivir con responsabilidad.
Del contenido expuesto, podemos entresacar tres indicaciones que
pueden ser muy oportunas.
En primer lugar y aunque mencionado levemente, se invita a
invocar al Espíritu Santo antes de comenzar la preparación, para
que sea él quien ilumine al homileta no solo en la preparación de la
homilía, sino también, «para pedir frecuentemente y con insisten-
cia que la semilla de la Palabra de Dios caiga en terreno bueno para
santificarle a él y a cuantos lo escuchan» (Directorio homilético 35).
En segundo lugar, prosigue el tiempo prolongado dedicado a la
lectura y estudio de los textos bíblicos y litúrgicos, a considerar las
lecturas bíblicas proclamadas en la liturgia a la luz del misterio pas-
cual de Jesucristo. Es importante comprender el mensaje contenido
en los textos, por eso conviene conocer los estudios exegéticos, que
pueden resultar muy útiles, pero sin olvidar también el sentido
espiritual de la Escritura (cf. Directorio homilético 24).
Para orientar la necesaria y correcta interpretación de los textos
dedica todo un apartado señalando los tres criterios clásicos de
interpretación de las Escrituras enunciados por el Concilio Vaticano
II y sintetizados en el Catecismo de la Iglesia católica: Prestar una gran
atención al contenido y a la unidad de toda la Escritura; leer la Escri-
tura en la tradición viva de toda la Iglesia; y estar atento a la analogía
de la fe, es decir, a la cohesión de las verdades de la fe entre sí.
En tercer lugar, si la homilía se desarrolla en un contexto de oración,
se recomienda que sea preparada en un contexto de oración (cf.
Directorio homilético 26). El homileta no puede conformarse con un
ejercicio meramente académico, sino que ha de establecer un diá-
logo con la Palabra de Dios. Un diálogo orante con los textos como
puede ser la bien conocida por la tradición cristiana y recomen-
dada lectio divina, compuesta por los subsiguientes pasos: lectura,
meditación, oración y contemplación (cf. Directorio homilético 27)
y a la que el papa Benedicto XVI adjuntó la actio, para subrayar su
implicación práctica en la vida cristiana (cf. Verbum Domini 87).

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En torno al «Directorio homilético» 459

Como dice el papa Francisco, los propios predicadores deben ser


los primeros en ser heridos por la viva y eficaz Palabra de Dios
para que esta penetre en los corazones de los que los escuchan (cf.
Evangelii gaudium 150) y añade palabras duras para convencer a
los homiletas de la importancia y responsabilidad en la prepara-
ción de este ministerio litúrgico, porque un predicador que no se
prepara es «deshonesto e irresponsable» (Evangelii gaudium 145);
un falso profeta, un estafador o un charlatán vacío (cf. Evangelii
gaudium 151).

3.3.5. El homileta

El último apartado corresponde a la pregunta: ¿y quién desempeña


este ministerio litúrgico de la homilía? El Directorio homilético es
escueto en la respuesta y sigue la doctrina indicada en la Ordenación
General del Misal Romano 66. Señala simplemente dos posibilidades.
En primer lugar corresponde al ministro ordenado, es decir, al
obispo, presbítero o diácono, porque son ellos los que presiden la
celebración litúrgica. Como indicaba la Instrucción Redemptionis
sacramentum: «La naturaleza intrínsecamente litúrgica de la homi-
lía exige que solo sea proclamada por quien ha sido ordenado para
dirigir el culto de la Iglesia» (núm. 161).
En segundo lugar, habla de los guías laicos, para referirse aquellos
laicos, designados por la autoridad competente para dirigir o
moderar algunas celebraciones donde pueden ofrecer enseñanzas
válidas y exhortaciones eficaces.
Pero, más allá de estas necesarias observaciones jurídicas, el Direc-
torio menciona también la actitud con la que el homileta debe abor-
dar el ejercicio de la homilía. Ha de saber trasladar a sus oyentes
el resultado de su estudio y oración en un lenguaje comprensible,
para que quien le escuche pueda percibir sin dificultades el men-
saje de las sagradas Escrituras e incluso pueda advertir la fe del
predicador en el poder de Dios.
El homileta ha de comprender que no es él el protagonista de la
homilía, sino Cristo; que no se predica a sí mismo, sino la Pala-
bra de Dios; que la eficacia de su predicación no depende de sus

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460 Aurelio García Macías

dotes humanas, sino de la gracia del Espíritu Santo que fecunda


sus palabras para que el mensaje fructifique en el corazón de los
hombres. Y este es su máximo testimonio ante los fieles. Como nos
recuerda san Jerónimo, –en un texto citado por Benedicto XVI en la
Exhortación Verbum Domini–, la predicación se ha de acompañar
con el testimonio de la propia vida:
Que tus actos no desmientan tus palabras, para que no suceda que,
cuando tú predicas en la iglesia, alguien comente en sus adentros:
«¿Por qué, entonces, precisamente tú no te comportas así? (Verbum
Domini 60).
Aurelio García Macías
Presbítero de la diócesis de Valladolid es doctor en liturgia y trabaja
como oficial de la Congregación para el Culto Divino y la Disci-
plina de los Sacramentos, además preside la Asociación Española
de Profesores de Liturgia.

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Phase 55 (2015) 461-471

La predicación cristiana:
del sermón a la homilía
Jordi Latorre Castillo

Resumen
Han pasado cincuenta años desde que el Concilio Vaticano II restauró la práctica
homilética en el seno de la celebración litúrgica, dando un giro a la práctica de la
predicación cristiana. Pasando del sermón a la homilía se ha querido recuperar los
principios de la predicación cristiana, volviendo al discurso didáctico, mistagógico
y evangelizador de los inicios.
Palabras clave: homilía, predicación, sermón, historia de la liturgia, mistagogia.

Abstract
Fifty years have elapsed since the Second Vatican Council restored the homiletic
practice within the liturgical celebration. That restoration meant a turn in the
practice of Christian preaching. The change from sermon to homily tries to recover
the principles of Christian preaching, coming back to teaching, mystagogic and
evangelizing discourse of early Church.
Keywords: homily, preaching, sermon, history of liturgy, mystagogy.

A mediados del año 2014 la Congregación para el Culto y la Dis-


ciplina de los sacramentos publicó el Directorio homilético con el
propósito de señalar la naturaleza, el contenido y la forma de la
homilía litúrgica, después que los padres del Sínodo de los Obis-
pos sobre la Palabra de Dios, de 2008, señalasen su conveniencia.
Han pasado cincuenta años desde que el Concilio Vaticano II res-
tauró la práctica homilética en el seno de la celebración litúrgica,
después de siglos de una práctica de predicación cristiana, ajena
o paralela a la celebración sacramental.

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462 Jordi Latorre Castillo

En la presente colaboración queremos señalar la novedad apor-


tada al llamar homilía a la predicación litúrgica con respecto a la
multisecular práctica anterior.

1. Predicación, sermón, homilía


En latín encontramos diversos términos referidos al discurso
público. El término praedicatio (de praedicare, dedicar, publicar,
anunciar; no de praedicere, predecir) venía referido al pregón cele-
brativo, a la alabanza festiva. El término oratio (de orare, hablar)
se aplicaba al discurso y a la arenga, principalmente en el foro
público. El término sermo (de sero, enlazar) era referido al habla, a
la lengua, al idioma nativo de las personas y los pueblos; y signi-
ficaba también la plática o conversación. El término concio o bien
contio se refería a la alabanza pública, y al discurso o arenga en una
asamblea; mientras que el verbo concino venía aplicado al canto
coral. El término homilía, de procedencia griega, aparece en el latín
eclesiástico tardíamente, como sinónimo litúrgico de exhortación
(exhortatio); que, a su vez, significaba invitación, amonestación o
consejo.1
El término proviene de homilein, que en griego tiene el sentido de
conversar y charlar. Homilía estaba referido a la conversación infor-
mal, opuesta al logos o logía, que se refería al discurso académico de
los filósofos, o al discurso forístico de los legiconsultos y políticos.
Antiguamente se hablaba de ars praedicandi, ars concionandi, rheto-
rica ecclesiastica, y otros. Por el contrario, modernamente hay quien
habla de kerygmática para referirse a la metodología al anuncio
evangélico.2
El término homilética, referido a la predicación cristiana, surge en el
siglo xvii, de la mano de S. Göbel –que publicó su Methodologia homi-
letica en 1672– y J. W. Baier –con su Compendium theologiae homileticae
en 1677–. Se refiere a la teología y a la metodología de la predicación

1 Cf. Raimundo de Miguel, Nuevo diccionario latino-español etimológico,


Madrid 201931.
2 Cf. M. Pfliegler, Kerygmatik, Tyrolia 1965.

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La predicación cristiana: del sermón a la homilía 463

litúrgica cristiana. Se centra en el contenido, forma y preparación


del discurso eclesial en el seno de la celebración litúrgica.

2. La predicación cristiana en la historia


Los ejemplos más antiguos de predicación cristiana los encontra-
mos en el Nuevo Testamento, principalmente en la obra lucana.
En el evangelio de Lucas (4), el autor nos presenta a Jesús invitado
a predicar en Cafarnaún, en el seno de la acción litúrgica de un
sábado. Después del rezo de los salmos matutinos, y de las ora-
ciones judías de Escucha Israel y de las dieciocho bendiciones,
acompañadas de otras largas bendiciones que las encuadraban,
seguía la solemne proclamación de la perasah, o sección semanal
del Pentateuco, y de la haftarah, o perícopa profética que ejempli-
ficaba en la historia del pueblo y en la predicación de los profetas
lo proclamado en el Pentateuco, que eran posteriormente comen-
tadas por la predicación del rabino. En este caso Jesús comenta la
perícopa profética que comienza en Is 61,1-3:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha
enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la
libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos;
a proclamar el año de gracia del Señor (cf. Lc 4,18-19).
Jesús comienza marcando kerigmáticamente el hoy del texto pro-
fético apenas proclamado. La Escritura no es un texto del pasado
sino un acontecimiento del presente. Por otra parte, Jesús lee el
texto profético bajo el paradigma de promesa-cumplimiento: lo
pre-dicho en la Escritura alcanza su realización en los aconteci-
mientos presentes del creyente. En él se cumple lo pre-dicho por
el profeta Isaías a los judíos desterrados en el exilio de Babilonia.
A continuación Jesús lanza una pregunta a sus oyentes, interpre-
tando sus anhelos, y responde desconcertándolos: al igual que los
profetas Elías y Eliseo tuvieron como beneficiarios de su consuelo
a personas no judías, también Jesús se dirige prioritariamente a los
otros, y no a los de su pueblo o parentesco.
Jesús, en el evangelio de Lucas, sienta las bases de la predicación
cristiana sinagogal que después desarrollarán Pedro, Esteban, y
Pablo en los Hechos de los Apóstoles.

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464 Jordi Latorre Castillo

Los padres de la Iglesia hablaban comúnmente a los fieles cristianos


en el seno de la acción litúrgica de las comunidades. La celebración
de la Eucaristía contenía la exhortación del presidente; pero tam-
bién la oración vespertina, o lucernario, además de la bendición de
la luz, y del canto de salmos vespertinos y del cántico evangélico
del Magníficat, y de la lectura de secuencias bíblicas del Antiguo y
del Nuevo Testamento, incluía una predicación del obispo, en la
que comentaba el texto bíblico apenas proclamado o algunos de
los salmos apenas cantados. De esta manera se fueron tejiendo los
ricos comentarios patrísticos a los libros bíblicos y a los salmos,
que combinan magistralmente explicación del texto y aplicación
pastoral a la vida de aquellos cristianos.
Vale la pena señalar a Orígenes de Cesarea (185-254) y a san Agustín
de Hipona (354-430) por sus estudios teóricos sobre la predicación
cristiana: su objetivo, su contenido, su forma, y sus destinatarios.
Orígenes escribió su obra Perí arjón (De principiis, en latín) donde
formula los principios de la hermenéutica cristiana y de la regla de
fe apostólica. Todo un tratado de teología fundamental, teología
sistemática y de teología pastoral. En ella va desgranando algunos
principios de predicación cristiana.3
Agustín compuso el tratado De doctrina christiana, en cuatro
libros, donde trata el método expositivo de la doctrina cristiana.4
En ella expone los fundamentos de una adecuada predicación
de la fe. Siendo él un retórico, rechaza el uso de la retórica en la
predicación litúrgica. Para él la predicación debe partir siempre
de la exposición y explicación de los textos bíblicos, que deben ser
previamente orados.
En general, los padres de la Iglesia cultivaron las distintas formas
de la oratoria de la época, pero siempre con un lenguaje familiar
que le acercase al pueblo cristiano, de forma que la predicación

3 J. Quasten, Patrología. I: Hasta el concilio de Nicea, Madrid: BAC 2004.


4 Cf. Obras completas de San Agustín. XV: Estudios bíblicos 1. La doctrina
cristiana, y Comentarios al Génesis, Madrid: BAC 1957. La obra muestra la
influencia del Orator de Cicerón, y de la Ars oratoria de Aristóteles.

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La predicación cristiana: del sermón a la homilía 465

cumpliese siempre su misión didáctica de instrucción cristiana


del pueblo.
En la edad media, los escritores hablan de ars praedicandi y de rhe-
torica christiana. En general se vive de Agustín y se avanza poco.
Dentro de esta general repetición, hay que destacar al papa Gre-
gorio Magno (540-604) con su Regla pastoral donde introduce unas
breves observaciones prácticas sobre la atención a la diversidad
de oyentes (III, 39-40; IV, 1).5
Poco a poco la predicación cristiana, sin desentenderse del todo
del ámbito litúrgico en el que ha nacido, se irá desencajando de
él. En la alta edad media la predicación cristiana dentro de la misa
fue disminuyendo. En cambio, tomarán cuerpo las predicaciones
populares en las que el sermón ocupará el centro de la atención
de los fieles; bien convocándose exclusivamente para la audición
de sermones que grandes predicadores itinerantes, bien pronun-
ciando el sermón al tiempo que los ministros van desarrollando
los ritos litúrgicos.6
Más tarde, Humberto de Romans (1200-1277), general de los
dominicos, con su obra De eruditione religiosorum praedicatorum
condicionará la predicación posterior al tomar las reglas de la
escolástica y aplicarlas a la predicación. Surgirá así una predicación
docta que dará importancia a la enseñanza: al desarrollo lógico
de un tema de doctrina cristiana, a partir de unas palabras de la
Sagrada Escritura.
Paralelamente se impulsará una predicación popular a base de
colecciones de ejemplos de vida que pretenden mover los senti-
mientos de los oyentes, reconfortando a los buenos y procurando
infundir temor a los malvados, y promover su conversión. La
predicación popular de las órdenes mendicantes se centrará en la

5 San Gregorio Magno, Regla pastoral, Madrid: BAC 2009.


6 Cabe destacar que el Ordo Romanus I (Roma, siglo viii) no se hace men-
ción alguna de la homilía, igualmente ocurrirá en varios ordines posteriores;
aunque el Ordo Romanus X (final del siglo x), que no procede de Roma, habla
del sermón o predicación, sujetándolo a la voluntad del obispo (cf. Ordo
Romanus X, 32).

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466 Jordi Latorre Castillo

formación cristiana básica: los diez mandamientos, los artículos


de la fe, los sacramentos, los cuatro novísimos…
A partir de 1400 surgirán las colecciones de predicaciones, hechas
para ser leídas por predicadores poco preparados, y que se mul-
tiplicarán en los siglos posteriores; sobre todo a partir de la apa-
rición de la imprenta. Estas homilías, al menos en su origen, eran
denominadas postillas o apostillas, debido a que venían escritas post
illa verba textus evangelii (a continuación del texto del evangelio).
El humanismo produjo un giro considerable por la restauración
de la retórica antigua clásica. Y así, en esta época, se habla de ars
praedicandi o ratio praedicandi. Se toman como modelos a Quinti-
liano y Cicerón y que pone el acento en la composición, exposición
y estilo del discurso. Nacen los sermones en el sentido moderno
del término. Cabe señalar a Erasmo de Rotterdam que, en su Eccle-
siastes seu de ratione concionandi (1535), invita a aplicar las leyes de
la retórica clásica a la predicación cristiana, pero siempre a partir
de la Sagrada Escritura.
La Reforma reacciona a esta nueva moda retórica y promueve una
aplicación popular de la Sagrada Escritura. Así el primer manual
homilético de la Reforma de Andreas Hyperius aparece publicado
como De formandis concionibus sacris seu de interpretatione scripturarum
popular (1553). También la contrarreforma se suma a esta suspicacia
frente a la retórica antigua; y así, por ejemplo, Francisco de Borja, s. j.,
en su Libellus de ratione praedicandi (1556) rechaza la retórica pagana
apelando a la retórica cristiana del Nuevo Testamento.
En esta línea, el Concilio de Trento, en la sesión XXII, del 17 de
septiembre de 1562, recomendó la predicación bíblica:
… a los pastores y a cada uno de los que tienen cura de almas, que
frecuentemente, durante la celebración de las misas, por sí o por
otro, expongan algo de lo que en la misa se lee, y entre otras cosas,
declaren algún misterio de este santísimo sacrificio, señaladamente
los domingos y días festivos.7

7 DH 1749.

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La predicación cristiana: del sermón a la homilía 467

Este mandato del Concilio deja entrever que, de hecho, se había


perdido la costumbre de la predicación cristiana, y se establece un
mínimo para que sea respetado. Por otra parte, deja entrever que
la predicación no formaba parte de la celebración ya que esta se
pronunciaba «durante la celebración de las misas».
El paso del siglo xvii al xviii marca el esplendor de la oratoria
cristiana francesa. Basta recordar los nombres de J. B. Bossuet
(1627-1704), L. Bourdaoue (1632-1704), F. Fénelon (1651-1715), y J.
B. Massillon (1663-1742). Ellos influirán grandemente en su propio
país y en otros del contexto latino hasta finales del siglo xix. Con
ellos la predicación se encumbra en los artificios de la retórica, sin
abandonar nunca el humus de la Sagrada Escritura, que sirve la
sostener y corroborar sus enseñanzas. Es el tiempo de la eloquentia
sacra, inspirada en las obras de Aristóteles y Cicerón, en la que todo
se pone en movimiento a favor de la enseñanza y demostración
de los dogmas de la fe y de los deberes de los cristianos. En los
seminarios se enseña esa sagrada elocuencia que los sacerdotes
deberán poner en práctica en sus parroquias. Paralelamente surgen
los sermonarios, o colecciones de sermones para los domingos y las
fiestas de guardar, donde se exponen discursos ya preparados de
carácter temático a fin de que los pastores, repitiéndolos, pudiesen
ilustrar la fe y las costumbres de los fieles. En esta época, los libros
de meditación, aplicarán, igualmente, los mismos principios, a fin
de excitar la devoción y la vida espiritual de los eclesiásticos y de
los fieles más cultivados.
Famoso se hizo el Sermonario abreviado de san Alfonso María de
Ligorio, traducido en varias lenguas, también en castellano;8 en
el que se proponía para cada domingo del año un tema de vida
cristiana o un artículo del Credo, desarrollados todos ellos en tres
puntos. Una breve frase o expresión del evangelio del domingo
correspondiente sirve de propósito para un discurso doctrinal o
moral. Basta ver, a título de ejemplo, los temas de los primeros
domingos del año:
Domínica primera de Adviento: Del juicio universal (Lc 21,25-33).

8 Sermones abreviados para todas las dominicas del año… y sermones acerca de
diversas materias, Barcelona 1865.

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468 Jordi Latorre Castillo

Domínica segunda de Adviento: Sobre la utilidad de las tribulaciones


(Mt 11,2-10).
Domínica tercera de Adviento: Acerca de los medios necesarios para
conseguir la vida eterna (Jn 1,19-28).
Domínica cuarta de Adviento: Del amor que nos tiene Jesucristo y
de la obligación que nosotros tenemos de amarle (Lc 3,1-6).
Domínica de la infraoctava de Navidad: En qué consiste la verdadera
sabiduría (Lc 2,33-40).
Domínica primera después de Epifanía: De la malicia del pecado
mortal (Lc 2,42-52). Etc.

3. La predicación cristiana en la actualidad


En la antesala de la renovación conciliar, el Código de Rúbricas (san
Juan XXIII, 1960) vetó la predicación durante la misa, recuperando
así la predicación su lugar originario:
Tras el evangelio, principalmente los domingos y fiestas de precepto,
hágase una breve homilía para el pueblo, si se considera oportuno.
La homilía, hecha por otro sacerdote o por el celebrante, no se super-
ponga a la celebración de la misa, impidiendo la participación de los
fieles. La celebración de la misa se interrumpe y solamente cuando
acaba la homilía se reemprende.9
Ello no significa que dicha homilía forme parte de la celebración
litúrgica, ya que esta se interrumpe y se reemprende a continuación.
El Concilio Vaticano II reafirma la pertenencia del sermón o pre-
dicación al ámbito de la celebración litúrgica, con lo que reorienta
su forma y su contenido:
Por ser el sermón parte de la acción litúrgica, se indicará también
en las rúbricas el lugar más apto, en cuanto lo permite la naturaleza
del rito; cúmplase con la mayor fidelidad y exactitud el ministerio

9 San Juan XXIII Motu proprio sobre las rúbricas del Breviario y del Misal
Rubricarum Instructum (25 de julio de 1961), núm. 474: «… Homilia vero, si fiat
ab alio sacerdote ac celebrante, non superimponatur Missae celebrationi, impediendo
fidelium participationem; proinde, hoc in casu, Missae celebratio suspendatur, et
tantummodo expleta homilia resumatur.»

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La predicación cristiana: del sermón a la homilía 469

de la predicación. Las fuentes principales de la predicación serán la


Sagrada Escritura y la liturgia, ya que es una proclamación de las
maravillas obradas por Dios en la historia de la salvación o misterio
de Cristo, que está siempre presente y obra en nosotros, particular-
mente en la celebración de la liturgia (SC 35, 2).
Contrasta con la praxis anterior, el hecho de que el sermón forme
«parte de la acción litúrgica». Por otra parte se afirma que la fuente
de la predicación es la Sagrada Escritura, que la misma Constitución
establece que sea más rica y abundante en la celebración litúrgica,
y la misma liturgia, es decir la eucología litúrgica de la misma cele-
bración, donde se expresa la fe de la Iglesia. El número 52, especifica
que, a lo largo del año litúrgico «se exponen …, a partir de los textos
sagrados, los misterios de la fe y las normas de la vida cristiana».
Los textos posconciliares hablan también de la homilía y su con-
tenido. Baste señalar, entre otros: la Instrucción Inter oecumenici
(núms. 53-55),10 la Ordenación de las lecturas de la misa (1969: núms.
24-17 y 29),11 la Ordenación general del misal romano (núms. 29, 45,
55-56, 65-66, 136, 171, 213, 309, 360, 382, y 391),12 la Instrucción
Redemptionis sacramentum (núms. 64-68 y 74),13 las Exhortaciones
Sacramentum caritatis (núm. 46)14 y Verbum Domini (núms. 59-60)15
de Benedicto XVI, hablan del sentido y contenido de la homilía,
como parte integrante de la celebración, de su función didáctica
y mistagógica, de su conveniencia u obligación, del momento de

10 Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción para la debida aplica-


ción de la Constituciónn Sacrosanctum Concilium sobre la sagrada liturgia Inter
Oecumenici (26 de septiembre de 1964).
11 Cf. Congregación para el culto divino y disciplina de los sacra-
mentos, Ordenación de las lecturas de la misa (1981, segunda edición).
12 Cf. Congregación para el culto divino y disciplina de los sacra-
mentos, Ordenación General del Misal Romano (2008, tercera edición revisada).
13 Cf. Congregación para el culto divino y disciplina de los sacra-
mentos, Instrucción sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la
santísima Eucaristía Redemptionis sacramentum (2004).
14 Cf. Benedicto XVI, Exhortación apostólica postsinodal sobre la eucaristía,
fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia Sacramentum caritatis (22
de febrero de 2007).
15 Cf. Benedicto XVI, Exhortación apostólica postsinodal sobre la palabra de
Dios en la vida y en la misión de la Iglesia Verbum Domini (30 de septiembre
de 2010).

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470 Jordi Latorre Castillo

silencio que le sigue, y de quién la dice. De esta última Exhortación


entresacamos el siguiente texto:
Ya en la Exhortación apostólica postsinodal Sacramentum caritatis,
recordé que «la necesidad de mejorar la calidad de la homilía está
en relación con la importancia de la palabra de Dios. En efecto, esta
“es parte de la acción litúrgica”; tiene el cometido de favorecer una
mejor comprensión y eficacia de la palabra de Dios en la vida de los
fieles ». La homilía constituye una actualización del mensaje bíblico,
de modo que se lleve a los fieles a descubrir la presencia y la eficacia
de la palabra de Dios en el hoy de la propia vida. Debe apuntar a la
comprensión del misterio que se celebra, invitar a la misión, dispo-
niendo la asamblea a la profesión de fe, a la oración universal y a la
liturgia eucarística (VD 59).
Benedicto XVI establece tres ejes: la palabra de Dios manifestada en
la Sagrada Escritura, el misterio celebrado en la liturgia, y la vida de
los fieles. Por lo que la homilía no es considerada una instrucción
de los fieles en las verdades y en las costumbres cristianas, sino
que es el lugar de intersección entre Dios y el pueblo cristiano, en
el seno de la celebración litúrgica.
El papa Francisco ha retomado la homilía en su Exhortación Evan-
gelii Gaudium (2013, núms. 135-144).16 Dada el efecto evangelizador
de la homilía en el pueblo cristiano, el Papa da unos consejos a los
ministros de la Iglesia en vista al contenido, forma y preparación
orante de la homilía; unos aspectos, hasta ahora olvidados en otros
textos del Magisterio, antes señalados.

4. Recapitulación: del sermón a la homilía


En la antigüedad cristiana, los padres de la Iglesia predicaron
extensamente en el seno de la celebración litúrgica, comentando las
lecturas de la Sagrada Escritura proclamadas, o los salmos apenas
cantados. En su discurso se mezclaba el comentario al texto bíblico,
con la enseñanza doctrinal, con la reflexión mistagógica, y con la
aplicación a la vida de los creyentes. Dicho discurso era conocido
comúnmente como sermón, o discurso público.

16 Cf. Francisco, Exhortación apostólica sobre el anuncio del Evangelio en el


mundo actual Evangelii gaudium (24 noviembre de 2013).

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La predicación cristiana: del sermón a la homilía 471

Con el paso de los siglos, el sermón patrístico fue perdiendo su


identidad y su lugar dentro de la celebración litúrgica. Y acabó
convertido en una predicación de carácter doctrinal y moral, para la
formación del pueblo cristiano. Dicha predicación quedó contami-
nada de la oratoria y retórica clásica en la época humanística; nacía
la oratoria sagrada cristiana, independiente de la liturgia, aunque
continuase desarrollándose fundamentalmente en las iglesias.
El movimiento litúrgico del siglo xx propugnó por devolver la
predicación cristiana al lugar y al contenido de los primeros siglos,
hablando para ello de homilía litúrgica. Finalmente, el Concilio
Vaticano II y los actores de la reforma litúrgica subsiguiente han
reubicado la predicación como parte de la acción litúrgica y le
han conferido el papel de mostrar la íntima implicación entre la
Sagrada Escritura, la liturgia, y la vida de la Iglesia y de los fieles
que la componen.17
Es por ello que el cambio de nombre de sermón a homilía no expresa
una realidad puramente formal, sino un cambio en profundidad
de un discurso que se descubre didáctico, mistagógico y evange-
lizador, al mismo tiempo. Hemos vuelto a la predicación de Jesús,
de los apóstoles, y de los padres de la Iglesia.
Jordi Latorre Castillo
Sacerdote salesiano, licenciado en ciencias bíblicas y doctor en
teología bíblica, es profesor ordinario de Sagrada Escritura en el
Instituto Superior de Ciencias Religiosas Don Bosco de Barcelona
e imparte clases también en otros centros como la Facultad de Teo-
logía de Catalunya o el Instituto Superior de Liturgia de Barcelona.

17 Para profundizar al respecto, de entre la sobreabundante bibliografía


existente, señalamos dos textos de referencia y fácil consulta: F. J. Calvo
Guinda, Homilética (Sapientia Fidei. Serie de Manuales de Teología 29),
Madrid: BAC 2003 y J. Aldazábal, El ministerio de la homilía (Biblioteca
Litúrgica 26), Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica 2006.

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Phase 55 (2015) 473-486

La incidencia social
de la predicación
Sebastià Taltavull Anglada

Resumen
El artículo muestra cómo la homilía debe tener una incidencia social porque de lo
contrario pierde su sentido. Para ello es necesario contemplar la Palabra de Dios y
a los destinatarios de la homilía, con sensibilidad social, caridad pastoral y rostro
misericordioso. Así se podrá tocar el corazón de los fieles.
Palabras clave: homilía, Doctrina Social de la Iglesia, Palabra, caridad, misericordia.

Abstract
As the article shows, the homily should have a social impact; otherwise, it loses its
meaning. It is therefore necessary to consider the Word of God and recipients of the
homily with social sensitivity, pastoral charity and merciful face, so the preacher
may touch the hearts of the faithful.
Keywords: homily, Social Doctrine of the Church, Word, charity, mercy.

La incidencia social en la vida de las personas y de la sociedad es


la dimensión que toma la predicación de Jesús cuando se refiere a
Dios y al establecimiento de su reinado. El papa Francisco dice que:
La propuesta es el reino de Dios (cf. Lc 4,43); se trata de amar a Dios
que reina en el mundo. En la medida en que él logre reinar entre
nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz,
de dignidad para todos. Entonces, tanto el anuncio como la expe-
riencia cristiana tienden a provocar consecuencias sociales (EG 180).
No tiene sentido un mensaje que no incide en la vida de la gente,
en las estructuras de la sociedad, en la mejora de las relaciones

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humanas a todos los niveles. La predicación ha de ir orientada


siempre a la conversión y esta, aunque es un don del Espíritu,
solo tiene lugar cuando implica de lleno toda la persona con sus
actitudes y proyectos.
Nuestra vivencia de fe y su transmisión van totalmente unidas a
los grandes temas de la doctrina social, al concepto de familia que
vamos promoviendo y que la Iglesia nos urge a hacer realidad, a las
responsabilidades sociales y al compromiso de solidaridad en la
edificación de una comunidad humana más justa, a la promoción
de la paz y al respeto al orden establecido por Dios en la creación,
desde la defensa de la vida en todas sus dimensiones hasta la del
medio natural en el que organizamos la convivencia humana.
Cuando en el evangelio que hemos de predicar, percibimos que
Dios se nos comunica para que contemplemos su misericordia
infinita sin límites de compasión y perdón; cuando vemos acer-
carse Jesús a los más pobres y desvalidos y su presencia se hace
curación y rehabilitación de las personas; cuando encomienda
con tanta claridad a sus seguidores la misión de evangelizar
haciéndoles discípulos misioneros, y la fuerza de la resurrección
les enardece a entregarse del todo a ella; cuando llama a la oración
como medio normal y necesario de la relación filial con el Padre,
podemos llegar a entender que alguien nos está acompañando e
inspirando en nuestra tarea pastoral y nos invita a hacer de nuestra
vida un testimonio vivo de fe. Entonces, es evidente la influencia
que tiene nuestra palabra cuando, impregnada de la Palabra de
Dios, pensada, vivida y rezada desde ella, trata de iluminar la vida
de cada día y, a la vez se deja iluminar por ella.
El pensamiento social de la Iglesia es un buen referente y un nece-
sario acompañante para que la Palabra de Dios llegue al corazón
de las personas mediante un análisis lúcido de la realidad humana,
social, económica, política, cultural y ecológica, incluso del mismo
hecho religioso y cristiano en el que estamos todos implicados. En
palabras de Jesús, su incidencia es como la sal, como la luz, como
fermento, elementos decisivos para una transformación real de la
vida de los hombres y mujeres y de sus respectivas comunidades y
grupos. El Directorio homilético, publicado por la Congregación para

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el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (29 de junio de


2014), antes de concretar las orientaciones para el Año Litúrgico,
dice en su introducción que:
El homileta ponga la Palabra de Dios en el centro de la propia vida
espiritual, conozca bien a su pueblo, reflexione sobre los aconteci-
mientos de su tiempo, busque incesantemente desarrollar esas capa-
cidades que le ayuden a predicar de manera apropiada y, sobre todo
que consciente de la propia pobreza espiritual, invoque al Espíritu
Santo como artífice principal en hacer dócil el corazón de los fieles
a los misterios divinos.

1. Contemplativos de la Palabra y del pueblo


La incidencia social tiene su origen en la observación de la realidad, en
estar atentos a las alegrías y esperanzas, a las tristezas y angustias
de las personas con las que convivimos y, con ellas y a través del
diálogo con Dios, buscamos un encuentro que sea gratificante,
salvífico en su sentido más pleno. Entre estas personas están los
más pobres, los más alejados y descartados de la sociedad, aquellos
y aquellas con las que Jesús se identifica.
El papa Francisco, refiriéndose a la preparación de la predicación,
dice que:
El predicador necesita también poner un oído en el pueblo, para
descubrir lo que los fieles necesitan escuchar. Un predicador es un
contemplativo de la Palabra y también un contemplativo del pueblo. De
esa manera, descubre «las aspiraciones, las riquezas y los límites,
las maneras de orar, de amar, de considerar la vida y el mundo, que
distinguen a tal o cual conjunto humano», prestando atención «al
pueblo concreto con sus signos y símbolos, y respondiendo a las
cuestiones que plantea» (EN 53). Se trata de conectar el mensaje del
texto bíblico con una situación humana, con algo que ellos viven, con
una experiencia que necesite la luz de la Palabra. Esta preocupación
no responde a una actitud oportunista o diplomática, sino que es
profundamente religiosa y pastoral (EG 154).
Siempre la predicación, y en concreto la homilía, tendrá que ser
un puente de dialogo entre Dios y cada uno de nosotros tanto en
nuestra experiencia individual como en la vivencia comunitaria, ya

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que Dios no solo habla a cada uno en particular, sino que también
se dirige a su pueblo, habla y escucha a su pueblo.
Poner un oído en el pueblo es estar atento a su realidad inmediata,
a su vida, e incluso hacerlo con el esfuerzo de llegar a sus raíces.
Ser contemplativo de la Palabra y, al mismo tiempo, contemplativo del
pueblo es expresión de vivir encarnado en el centro de la realidad
humana, allí donde se desarrolla la vida de la gente, allí donde hay
que sintonizar con sus alegrías y esperanzas, con sus tristezas y
angustias para que la predicación responda con nitidez a las pre-
guntas reales que la gente se hace. Es algo que el papa Francisco
también repite con frecuencia, incluso así lo dice en la Exhortación
apostólica Evangelii gaudium, 155:
Recordemos que nunca hay que responder preguntas que nadie se hace;
tampoco conviene ofrecer crónicas de la actualidad para despertar
interés: para eso ya están los programas televisivos. En todo caso, es
posible partir de algún hecho para que la Palabra pueda resonar con
fuerza en su invitación a la conversión, a la adoración, a actitudes
concretas de fraternidad y de servicio, etc., porque a veces algunas
personas disfrutan escuchando comentarios sobre la realidad en
la predicación, pero no por ello se dejan interpelar personalmente.
La predicación ha de ofrecer la posibilidad a toda persona de
sentirse personalmente interpelada. Ha de provocar siempre un
encuentro con el Señor, la oportunidad de un diálogo sincero y
fecundo, personal y también comunitario, por el tono que puede
tomar en su dimensión celebrativa.
La interpelación proviene siempre de la Palabra, ya que quien tiene
la iniciativa es Dios, Él nos amó primero. Así lo expresa el papa
Francisco:
La verdadera novedad es la que Dios mismo misteriosamente quiere
producir, la que él inspira, la que él provoca, la que él orienta y acom-
paña de mil maneras. En toda la vida de la Iglesia debe manifestarse
siempre que la iniciativa es de Dios, que «él nos amó primero» (1Jn
4,19) y que «es Dios quien hace crecer» (1Cor 3,7). Esta convicción
nos permite conservar la alegría en medio de una tarea tan exigente
y desafiante que toma nuestra vida por entero. Nos pide todo, pero
al mismo tiempo nos ofrece todo (EG 12).

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Sin embargo, a la vez procede de la misma realidad humana y social a


la que va dirigida, de donde extrae los desafíos que esta misma
realidad le hace llegar. Ya el teólogo Karl Barth se refería a la nece-
sidad del equilibrio entre la Biblia y el periódico, dando a conocer la
necesaria encarnación de la Palabra de Dios en la realidad humana,
a ejemplo de Jesús.

2. Tocar a la puerta del corazón


La observación de la realidad puede ser hecha de muchas maneras,
según la intencionalidad de quien se sitúa ante ella. Por ello, no
es lo mismo una lectura sociológica, histórica, científica o incluso
meramente contemplativa, que una lectura creyente o, aún más,
evangélica. En este sentido, podemos entender la misión de la
Doctrina Social de la Iglesia que es totalmente evangelizadora.
San Juan Pablo II, al escribir la Encíclica Centesimus annus dice
que «la Doctrina Social tiene de por sí el valor de un instrumento
de evangelización» (CA 54) y el Compendio de Doctrina Social de la
Iglesia añade que esa Doctrina Social «se desarrolla en el encuen-
tro siempre renovado entre el mensaje evangélico y la historia
humana» (CDSI 67).
No estamos, pues, ante temas solo de estudio o de verificación
científica, aunque solo sea desde las ciencias humanas. Se trata
de la fe, de algo íntimo, de un encuentro que llega al corazón. Por
ello, la observación de la realidad, la mirada sacramental, la que
desde lo visible sabe captar sin dificultad lo invisible, el misterio.
Y ello, por su incidencia social, es algo fundamental en la misión
de la Iglesia, tal como lo expone el Compendio en el número citado
anteriormente diciendo que la Doctrina Social:
Es un camino peculiar para el ejercicio del ministerio de la Palabra y
de la función profética de la Iglesia. En efecto, para la Iglesia enseñar
y difundir la doctrina social pertenece a su misión evangelizadora
y forma parte esencial del mensaje cristiano, ya que esta doctrina
expone sus consecuencias directas en la vida de la sociedad y
encuadra incluso el trabajo cotidiano y las luchas por la justicia en el
testimonio a Cristo salvador. No estamos en presencia de un interés
o de una acción marginal, que se añade a la misión de la Iglesia, sino

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en el corazón mismo de su ministerialidad: con la doctrina social,


la Iglesia anuncia a Dios y su misterio de salvación en Cristo a todo
hombre y, por la misma razón, revela al hombre a sí mismo. Es este
un ministerio que procede, no solo del anuncio, sino también del
testimonio (CDSI 67).
El Sínodo de los Obispos sobre la nueva evangelización para la trans-
misión de la fe ha insistido mucho en reconocer en el mundo de hoy
nuevas oportunidades para la evangelización. En su mensaje al
Pueblo de Dios dice que
Toda obra del hombre es un espacio en el que, mediante el trabajo, él
se hace cooperador de la creación divina. Al mundo de la economía
y del trabajo queremos recordar cómo de la luz del evangelio surgen
algunas llamadas urgentes: liberar el trabajo de aquellas condiciones
que no pocas veces lo transforman en un peso insoportable con una
perspectiva incierta, amenazada a menudo por el desempleo, espe-
cialmente entre los jóvenes; poner a la persona humana en el centro
del desarrollo económico; y pensar este mismo desarrollo como
una ocasión de crecimiento de la humanidad en justicia y unidad.
El hombre, a través del trabajo con el que transforma el mundo, está
llamado también a salvaguardar el rostro que Dios ha querido dar
a su creación, también por responsabilidad hacia las generaciones
venideras (núm. 10).
El papa Francisco, en su reciente encíclica Laudato si’ lo expone con
todo detalle, tanto en lo que hace referencia a las actitudes perso-
nales como en la responsabilidad que todos tenemos en cuanto
acción global sobre nuestro planeta.
Importa el corazón. La Palabra de Dios toca a sus puertas y pide
que sean abiertas de par en par, porque lo que más necesita nuestra
generación de hoy es una palabra de ánimo que genere confianza.
En la homilía que el papa Francisco pronunció en el santuario de
Nuestra Señora de Aparecida, durante la Jornada Mundial de la
Juventud, señaló tres sencillas actitudes con el fin de ayudarnos
a todos, pastores del pueblo de Dios, padres y educadores, y
transmitir a los jóvenes los valores que los hagan artífices de una
nación y de un mundo más justo, solidario y fraterno: mantener
la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría. Creo que

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este es el cometido de toda homilía y de todo acto de comunicación


humana que llega al corazón. La razón es que:
Dios camina a nuestro lado –lo dice el mismo papa Francisco– y en
ningún momento nos abandona. Nunca perdamos la esperanza.
Jamás la apaguemos en nuestro corazón. Seamos luces de esperanza.
Tengamos una visión positiva de la realidad.
Al invitarnos a alentar la generosidad de los jóvenes, nos pide que
les ayudemos a ser protagonistas de la construcción de un mundo
mejor: son un motor poderoso para la Iglesia y la sociedad.
Ellos no solo necesitan cosas. Necesitan sobre todo que se les pro-
pongan esos valores inmateriales que son el corazón espiritual de
un pueblo, la memoria de un pueblo: espiritualidad, generosidad,
solidaridad, perseverancia, fraternidad, alegría; son valores que
encuentran sus raíces más profundas en la fe cristiana.
Para que todo ello sea posible hace falta que el predicador que
comunica la Palabra de Dios sea el primero en dejarse interpelar
por ella. Son importantes estas preguntas: Qué dicen las lecturas
proclamadas? ¿Qué me dicen a mí personalmente? ¿Qué debo decir a la
comunidad, teniendo en cuenta su situación concreta? Ya lo advierte
san Agustín al decir que «pierde tiempo predicando exteriormente
la Palabra de Dios quien no es oyente de ella en su interior».

3. La predicación, un ejercicio de caridad pastoral


La incidencia social de la predicación tiene que ver con la trans-
formación que quiere llevar a cabo, siempre desde la Palabra de
Dios. Tanto es así que no se explicaría adecuadamente si no fuera
desde lo más nuclear del evangelio, la caridad. «La caridad es la
vía maestra de la doctrina social de la Iglesia» (Caritas in veritate
2), de ahí –sigue diciendo– que:
Todas las responsabilidades y compromisos trazados por esta doc-
trina provienen de la caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la
síntesis de toda la ley (cf. Mt 22,36-40). Ella da verdadera sustancia a
la relación personal con Dios y con el prójimo; no es solo el principio
de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño
grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones
sociales, económicas y políticas. Para la Iglesia –aleccionada por el

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evangelio–, la caridad es todo porque, como enseña san Juan (cf. 1Jn
4,8.16) y como he recordado en mi primera Carta encíclica Dios es
caridad (Deus caritas est): todo proviene de la caridad de Dios, todo adquiere
forma por ella, y a ella tiende todo. La caridad es el don más grande que
Dios ha dado a los hombres, es su promesa y nuestra esperanza.
Por otra parte, «la homilía es parte de la acción litúrgica y tiene
el cometido de favorecer una mejor comprensión y eficacia de la
Palabra de Dios en la vida de los fieles» (SC 46) y:
Constituye una actualización del mensaje bíblico, de modo que se
lleve a los fieles a descubrir la presencia y la eficacia de la Palabra de
Dios en el hoy de la propia vida. Debe apuntar a la comprensión del
misterio que se celebra, invitar a la misión, disponiendo la asamblea
a la profesión de fe, a la oración universal y a la liturgia eucarística.
Por consiguiente, quienes por ministerio específico están encargados
de la predicación han de tomarse muy en serio esta tarea (VD 59).
Siempre habrá que hacer el esfuerzo de hacer llegar la Palabra de
Dios al corazón de los fieles:
Buscar, encontrar y expresar la verdad en la «economía» de la caridad,
pero, a su vez, se ha de entender, valorar y practicar la caridad a la luz
de la verdad. De este modo, no solo prestaremos un servicio a la cari-
dad, iluminada por la verdad, sino que contribuiremos a dar fuerza
a la verdad, mostrando su capacidad de autentificar y persuadir en
la concreción de la vida social. Y esto no es algo de poca importancia
hoy, en un contexto social y cultural, que con frecuencia relativiza la
verdad, bien desentendiéndose de ella, bien rechazándola (CV 2).
¿Por qué la predicación es un ejercicio de caridad pastoral? Sencillamente
porque hace posible que la Palabra de Dios incida en la vida de
las personas sobre su comportamiento particular y en la vida de
la sociedad con el fin de transformarla según la voluntad de Dios.
Esta incidencia tiene su origen en la misma Palabra que se encarna
en la realidad de la vida de las personas y de los pueblos.
De forma genial lo explica el papa Francisco en su exhortación
apostólica Evangelii gaudium al decir que:
El desafío de una prédica inculturada está en evangelizar la sín-
tesis, no ideas o valores sueltos. Donde está tu síntesis, allí está tu
corazón. La diferencia entre iluminar el lugar de síntesis e iluminar

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ideas sueltas es la misma que hay entre el aburrimiento y el ardor


del corazón. El predicador tiene la hermosísima y difícil misión de
aunar los corazones que se aman, el del Señor y los de su pueblo. El
diálogo entre Dios y su pueblo afianza más la alianza entre ambos y
estrecha el vínculo de la caridad. Durante el tiempo que dura la homi-
lía, los corazones de los creyentes hacen silencio y lo dejan hablar
a él. El Señor y su pueblo se hablan de mil maneras directamente,
sin intermediarios. Pero en la homilía quieren que alguien haga de
instrumento y exprese los sentimientos, de manera tal que después
cada uno elija por dónde sigue su conversación. La palabra es esen-
cialmente mediadora y requiere no solo de los dos que dialogan sino
de un predicador que la represente como tal, convencido de que «no
nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor,
y a nosotros como siervos vuestros por Jesús (2Cor 4,5) (EG 143).
Por la caridad pastoral se llega al corazón, lugar donde el diálogo
entre Dios y nosotros toca el punto más íntimo de la persona e
incide en sus actitudes.

4. La sensibilidad social del predicador


Uno se pregunta: ¿acaso no es ejercicio de la caridad todo el esfuerzo del
predicador para comunicar la Palabra de Dios siendo el primero en dejarse
interpelar por ella? Ciertamente que se puede y se debe contar con
un texto escrito que ponga en evidencia la preparación y que sea
expresión de inquietud pastoral, oración y estudio, pero, como
exhorta la misma Asamblea sinodal y queda recogido en la exhor-
tación apostólica Verbum Domini, se ha, de tener presentes estas
preguntas: ¿Qué dicen las lecturas proclamadas? ¿Qué me dicen a
mí personalmente? ¿Qué debo decir a la comunidad, teniendo en
cuenta su situación concreta? Ya lo advertía san Agustín al decir
que «pierde el tiempo predicando exteriormente la palabra de
Dios quien no es oyente de ella en su interior». El ministerio de la
predicación es la práctica de la caridad en la verdad porque desde
la caridad pastoral comunica la Palabra de Dios, a Cristo mismo,
Palabra del Padre, camino, verdad y vida. Por ello, es tan exigente
que reclama nuestra coherencia de vida, no solo de maestros en
la fe, sino testigos de Cristo resucitado, aquellos que creemos de
verdad lo que anunciamos, que vivimos lo que creemos y que

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predicamos realmente lo que vivimos. Palabra de Dios y doctrina


social de la Iglesia, que es su explicitación y concreción en los
lugares y tiempo, pilares fundamentales en nuestro ministerio de
evangelización.
Refiriéndose a la hermosa tarea del que predica el evangelio, el
papa Francisco dice que:
Hablar de corazón implica tenerlo no solo ardiente, sino iluminado
por la integridad de la revelación y por el camino que esa Palabra ha
recorrido en el corazón de la Iglesia y de nuestro pueblo fiel a lo largo
de su historia. La identidad cristiana, que es ese abrazo bautismal que
nos dio de pequeños el Padre, nos hace anhelar, como hijos pródigos
–y predilectos en María–, el otro abrazo, el del Padre misericordioso
que nos espera en la gloria. Hacer que nuestro pueblo se sienta como
en medio de estos dos abrazos es la dura pero hermosa tarea del que
predica el evangelio (EG 144).
Como dice san Juan Pablo II «la dimensión teológica se hace
necesaria para interpretar y resolver los actuales problemas de la
convivencia humana» (CA 55).
Este texto encabeza la primera parte del Compendio de la doctrina
social de la Iglesia como punto de partida para hacer realidad la
reflexión que incidirá directamente en la lectura de la Palabra de
Dios y su contextualización en los ambientes en los cuales tiene
que encarnarse. La fuerza de su incidencia está en ella misma y la
extiende por contagio quien tiene la misión de hacerla llegar. Será
importante que esta misión cuente sobre todo con la sensibilidad
social del predicador, lo cual significa su inserción en la realidad
humana y social y su encarnación en la vida de las personas y de
su pueblo. Esta incidencia, si se dan las condiciones expuestas,
manifiesta la cercanía gratuita de Dios que se expresa en toda
experiencia religiosa, ya que en ella:
Se revelan como elementos importantes, tanto la dimensión del don
y de la gratuidad, captada como algo que subyace a la experiencia
que la persona humana que hace de su existir junto con los demás
en el mundo, como las repercusiones de esta dimensión sobre la
conciencia del hombre, que se siente interpelado a administrar
convivial y responsablemente el don recibido. Testimonio de esto es

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La incidencia social de la predicación 483

el reconocimiento universal de la regla de oro, con la que se expresa,


en el plano de las relaciones humanas, la interpelación que llega al
hombre del misterio: «Todo cuanto queráis que os hagan los hombres,
hacédselo también vosotros a ellos» (Mt 7,12) (CDSI 20).

5. Incidir con la predicación de la misericordia


El papa Francisco dice que «la preparación de la predicación
requiere amor» y que «a partir de este amor uno puede pararse
cuanto tiempo sea necesario, con una actitud de discípulo: Habla,
Señor, que tu siervo te escucha» (EG 146). Es la primera condición,
ya que orar es escuchar y difícilmente se puede predicar si antes
no se ora escuchando. El predicador, citando a san Juan Pablo II,
Debe ser el primero en tener una gran familiaridad personal con la
Palabra de Dios: no le basta conocer su aspecto lingüístico o exegé-
tico, que es también necesario; necesita acercarse a la Palabra con
un corazón dócil y orante, para que ella penetre a fondo en sus pen-
samientos y sentimientos y engendre dentro de sí una mentalidad
nueva (Pastores dabo vobis 26) (EG 149).
Incluso –dirá–:
No es bueno olvidar que «en particular, la mayor o menor santidad
del ministro influye realmente en el anuncio de la Palabra» (Pastores
dabo vobis 25). Como dice san Pablo, «predicamos no buscando agra-
dar a los hombres, sino a Dios, que examina nuestros corazones» (1Te
2,4). Si está vivo este deseo de escuchar primero nosotros la Palabra
que tenemos que predicar, esta se transmitirá de una manera u otra
al pueblo fiel de Dios: «de la abundancia del corazón habla la boca»
(Mt 12,34) (EG 149).
Siguiendo con la necesidad de la escucha de la Palabra y de la aten-
ción a la vida de la gente, y que todo ello tomado de forma conjunta
incida en su realidad humana y social, hace falta que:
Si uno quiere adaptarse al lenguaje de los demás para poder llegar a
ellos con la Palabra, tiene que escuchar mucho, necesita compartir la
vida de la gente y prestarle una gustosa atención (EG 158).
El papa Francisco quiere compartir sus inquietudes sobre la
dimensión social de la evangelización. Así lo expresa en el capí-
tulo IV de la Exhortación apostólica Evangelii gaudium. De ahí, es

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importante que dejemos la cuestión abierta para extraer de ella


la riqueza que contienen sus inquietudes. Todo ello para sacar
conclusiones sobre la incidencia social de la predicación. Lo expone
con afirmaciones contundentes que nos acercan a la realidad de los
pobres para conocerla y vivirla desde nuestro ministerio pastoral.
Es una llamada que nos hace el Señor, en primer lugar, para nues-
tra propia conversión, y, a la vez, para que compartamos aquello
que realmente nos hará sintonizar y empatizar con la fuente de lo
que tendremos que comunicar. Como él mismo dice, se centra en
dos grandes cuestiones: 1) la inclusión social de los pobres, y 2) el
bien común y la paz social. Algo que en nuestro trabajo pastoral
no podemos olvidar.
Incidiremos en la marcha de nuestra sociedad según el manda-
miento del amor evangélico si «de nuestra fe en Cristo hecho pobre,
y siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la preocupación
por el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad»
(EG 186), y si los temas que propone nos son de cada vez más fami-
liares: unidos a Dios escuchamos un clamor, fidelidad al Evangelio
para no correr en vano, el lugar privilegiado de los pobres en el
Pueblo de Dios, economía y distribución de los bienes, cuidar la
fragilidad, el bien común y la paz social y el diálogo social como
contribución a la paz. Aspectos tan importantes como la abolición
de la pena de muerte y la supresión de la carrera de armamentos
urgen ser también anunciados y forman parte de una predicación
fundada en la misericordia que Jesús transmite en nombre de Dios.
Finalmente, quiero referirme al tema de la misericordia, que el papa
Francisco trata con detalle y con amplia fundamentación bíblica en
muchas ocasiones a lo largo de toda la exhortación apostólica. Entre
otros, cito los números 37, 44, 88, 101, 112, 114, 179 y 193. En este
último, Francisco empieza su reflexión bíblica con estas palabras
que centran la actitud del predicador y de donde parte la fuerza
de la incidencia social de lo que comunica y contagia:
El imperativo de escuchar el clamor de los pobres se hace carne en
nosotros cuando se nos estremecen las entrañas ante el dolor ajeno. Relea-
mos algunas enseñanzas de la Palabra de Dios sobre la misericordia,
para que resuenen con fuerza en la vida de la Iglesia.

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La incidencia social de la predicación 485

La reflexión queda abierta con la propuesta del año jubilar de la


misericordia que ha hecho el papa Francisco. Tema clave para
nuestra predicación y para su incidencia social en nuestras comu-
nidades y ambientes, ya que con ella se transciende el ámbito
propiamente eclesial y se hace anuncio universal. Me remito a la
invitación que hace a la necesidad de contemplar el misterio de la
misericordia para ser también nosotros su signo visible y eficaz.
Palabra y testimonio siempre unidos en una predicación que sea
invitación y vehículo de conversión.
Predicar la misericordia nos conduce a la contemplación de Dios
que es amor y tener claro –como dice el papa Francisco en la Bula
Misericordiae vultus–:
Es propio de Dios usar misericordia y especialmente en esto se
manifiesta su omnipotencia (núm. 6).
La misión que Jesús ha recibido del Padre ha sido la de revelar el
misterio del amor divino en plenitud. «Dios es amor» (1Jn 4,8.16),
afirma por la primera y única vez en toda la Sagrada Escritura el
evangelista Juan. Este amor se ha hecho ahora visible y tangible en
toda la vida de Jesús. Su persona no es otra cosa sino amor. Un amor
que se dona y ofrece gratuitamente. Sus relaciones con las personas
que se le acercan dejan ver algo único e irrepetible. Los signos que
realiza, sobre todo hacia los pecadores, hacia las personas pobres,
excluidas, enfermas y sufrientes llevan consigo el distintivo de la
misericordia. En él todo habla de misericordia. Nada en él es falto
de compasión (núm. 8).
La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia.
Todo en su acción pastoral debería estar revestido por la ternura con
la que se dirige a los creyentes; nada en su anuncio y en su testimonio
hacia el mundo puede carecer de misericordia. La credibilidad de la
Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compa-
sivo. La Iglesia «vive un deseo inagotable de brindar misericordia»
(EV 24) (núm. 10).
Si en todo momento, para la incidencia social de la predicación me he
referido a la importancia de la escucha de la Palabra de Dios y su
repercusión en la forma de vivir la vida cristiana, el año jubilar y
cualquier oportunidad que se nos presente tiene que poder ofrecer
una profunda vivencia de la enseñanza de Jesús: «Sed misericor-

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diosos, como el Padre vuestro es misericordioso» (Lc 6,36). El papa


Francisco nos dice que:
Es un programa de vida tan comprometedor como rico de alegría y
de paz. El imperativo de Jesús se dirige a cuantos escuchan su voz
(cf. Lc 6,27). Para ser capaces de misericordia, entonces, debemos
en primer lugar colocarnos a la escucha de la Palabra de Dios. Esto
significa recuperar el valor del silencio para meditar la Palabra que
se nos dirige. De este modo es posible contemplar la misericordia de
Dios y asumirla como propio estilo de vida (núm. 13).
De esto se trata, del propio estilo de vida, tanto en su dimensión
personal como social, siempre siguiendo a Jesús que ha hecho
realidad en nosotros el amor misericordioso del Padre para que
lo anunciemos desde nuestro testimonio de vida.
Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona y Presidente de la Comisión de
Pastoral de la Conferencia Episcopal Española.

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Phase 55 (2015) 487-502

Participación y colaboración
del pueblo de Dios en la homilía
Dionisio Borobio

Resumen
El artículo indica cómo el pueblo de Dios puede participar y colaborar en la homilía.
Comienza fundamentando cómo la participación es un elemento constitutivo de una
eclesiología integral. Después describe cómo hablan los documentos oficiales sobre
la preparación de la homilía y la colaboración de los laicos. Finalmente, propone
la experiencia vivida al respecto, desde hace más de 30 años, por el autor con un
grupo-comunidad de una parroquia de Salamanca.
Palabras clave: homilía, preparación, participación, laicos.

Abstract
The article indicates how the people of God can participate and collaborate in the
homily. First of all, the author points out participation as a constitutive element of
a comprehensive ecclesiology. After that, he reviews the official documents about
the preparation of the homily and the collaboration of the laity. Finally, he proposes
his own experience since more than 30 years ago with a group-community from a
parish in Salamanca.
Keywords: homily, preparation, participation, laity.

El objetivo de este breve artículo es mostrar cómo la participación


del pueblo de Dios es un elemento constitutivo de una eclesiología
integral, no solo en las diversas mediaciones que implica la realiza-
ción de las diversas dimensiones de la misión en general (palabra:
martiria; culto: leiturgia; caridad: diaconia; comunión: koinonia), sino
también, en su medida y modo adecuados, en algunas funciones

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que normalmente corresponde desempeñar a quienes han recibido


un ministerio específico para ello. Entre estas funciones creemos
puede contarse la «participación y colaboración del pueblo de
Dios en la homilía». Pero, ¿cuáles son los fundamentos en que se
basa, y cuáles las posibilidades de esta participación colaboradora?

1. Un pueblo participante
Uno de los aspectos más importantes de la eclesiología del Vaticano
II, así como de las orientaciones posteriores del magisterio de la
Iglesia en sus diversos documentos, es el que se expresa con las
palabras: «sacerdocio universal», «pueblo de Dios», «comunión
en la misión», «participación», «apostolado», «colaboración»,
«corresponsabilidad»…1 No es necesario que nos detengamos
en comentar textos concretos al respecto. Pero queremos afirmar
desde el principio que esta participación solo será posible si en la
vida existe una comunidad participante a todos los niveles, y en
este caso si existe una comunidad participante en todo lo que se
refiere a la celebración o acción litúrgica. Es evidente que no todos
los miembros de una comunidad pueden o deben participar de la
misma manera en la aceptación y desempeño de la diversidad de
servicios y ministerios litúrgicos.

2. Una participación litúrgica «integral»


Mucho se ha escrito y se escribe sobre la «participación litúrgica»
y las características que implica, según lo que afirman los mismos
documentos:2 Debe ser «interna y externa», «consciente y activa»,
«piadosa y ferviente», «en cuerpo y alma», «personal y comuni-
taria», «activa y contemplativa», «silenciosa y sonora». Cada una
de estas calificaciones implica una actitud, un contenido vital, una
determinada forma de expresión o acción («per ritus et preces»)…Y

1 Baste recordar los siguientes documentos: Lumen gentium, Sacrosanctum


Concilium, Gaudium et spes, Dei Verbum, Ad gentes, Apostolicam actuositatem,
Código de Derecho Canónico, Evangelii nuntiandi, Christifideles laici, Redemptoris
missio…
2 Solo en Sacrosanctum Concilium se habla de ello abundantemente: núms.
11, 14, 28, 29, 48, 31.

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todo ello con un objetivo último fundamental: actualizar el misterio


en la vida personal y comunitaria; sintonizar la mente y el corazón
con el misterio celebrado; llevar transformadoramente este miste-
rio a todos los momentos de la vida. La realización y vivencia de
esta participación «integral» es siempre una «tarea pendiente»,
un ideal a perseguir, una pedagogía a practicar, una mistagogia
a activar. Se trata de algo sobre lo que siempre hay que volver, no
solo por y para una aplicación personal, sino también por y para
un diálogo y animación comunitaria. Pues sin la corrección, el
estímulo, el testimonio de los demás, no será posible avanzar en
esta participación.

3. Una participación en la sinfonía de las palabras


La participación y colaboración del pueblo en la homilía, cree-
mos debe entenderse también como una de sus aportaciones a la
comprensión y vivencia de la presencia eficaz de Dios en y por la
Palabra, que se manifiesta en una «sinfonía de palabras», en torno a
la Palabra referente y central (Escritura), por las que Dios anuncia y
llama, revela y comunica su misterio, interpela e ilumina el sentido
de la vida, ilustra la mente y convierte el corazón, abre la vida a
un horizonte único de esperanza. Esta diversidad de palabras está
presente en las introducciones, el canto, las oraciones (eucología
menor), la oración universal, los himnos litúrgicos, la confesión
de fe, las bendiciones sobre todo plegaria eucarística (eucología
mayor)…, y también en la homilía o palabra ministerial de quien
preside. Porque esta palabra de la homilía, si quiere desplegar
toda su eficacia, debe armonizarse y encontrar su expresión
proporcional y adecuada con el contenido esencial de la Palabra
referente.3 Todas las palabras de una celebración deben apoyar,
ahondar, suscitar la vivencia acogedora, la aceptación gozosa, la
transformación eficaz que persigue la Palabra, moviendo los diver-

3 Cf. SC 24: «En la celebración litúrgica, la importancia de la Sagrada


Escritura es muy grande. Pues de ella se toman las lecturas que luego se expli-
can en la homilía, y los salmos que se cantan, las preces, oraciones e himnos
litúrgicos están penetrados de su espíritu, y de ella reciben su significado las
acciones y los signos».

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sos estratos o registros de la persona: actitud y voluntad, razón y


fe, sentimiento y acción, apertura a su novedad y compromiso de
realización en la vida.

4. Sentido y función de la palabra ministerial u homilía


Son muchos los lugares «magisteriales» en los que se habla y
explica el sentido y funciones de la homilía. Recordamos los fun-
damentales, sin pretender hacer un comentario o explicación de los
mismos. La homilía es parte de la acción litúrgica, pues la eficacia
de la Palabra aumenta con una explicación viva»; alimenta la vida
cristiana, y es también actualización del misterio que se celebra.4
Bajo la definición de homilía, que ha de hacerse sobre un texto
sagrado, se entiende la explicación, bien de algún aspecto de las
lecciones de la Escritura, bien de otro texto tomado del ordinario o
del propio de la misa del día, teniendo en cuenta tanto el misterio
que se celebra, como las necesidades peculiares de los oyentes».5
Por tanto, la homilía debe ser a la vez: a) explicación del contenido
de la Palabra de Dios; b) aplicación a la vida y necesidades de la
comunidad; c) implicación en la acción ritual o acontecimiento
celebrativo. Tiene que tener en cuenta, por tanto, el misterio que
se celebra y que se expresa en la Palabra y los signos; la vida que
vive la comunidad concreta, con sus problemas y esperanzas; y la
celebración concreta de que se trata, con sus características de fiesta
(domingo o festividad ), tiempo litúrgico (Adviento o Cuaresma)…

5. Preparación de la homilía
Dada la trascendencia de la homilía, todos los documentos hablan
de la importancia de su preparación.6 Esta preparación puede

4 Cf. Ordenación General del Misal Romano 9 y 41.


5 Inter Oecumenici 53-54.
6 Cf. Véanse los documentos citados en la nota 1. Destacamos, por su
especial insistencia y explicación: Evangelii nuntiandi 43; Verbum Domini 59;
Christifideles laici 14, 51, 61; Ordo Lectionum Missae 24; Evangelii gaudium 135-
159, Directorio homilético 10-11.

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incluir diversos elementos y medios personales, como son: la


meditación personal, la oración, el estudio del sentido de los textos
del día y de la fiesta que se celebra, la lectio divina, la lectura com-
parada en sus diversos contextos… Pero también puede o debe
incluir, según circunstancias, una preparación común, dialogada,
en grupo o pequeña comunidad. A ello se refieren, de una u otra
forma, los documentos oficiales, como puede verse en los textos
que recogemos y comentamos brevemente:

5.1. Constitución «Dei Verbum» 25


Los fieles … acudan de buena gana al texto mismo: en la liturgia, tan
llena del lenguaje de Dios; en la lectura espiritual, o bien en otras
instituciones o con otros medios, que para dicho fin se organizan
hoy por todas partes, con aprobación o por iniciativa de los pastores
de la Iglesia.
Se indican los diversos medios que se ofrecen para hacer una
lectura espiritual de la palabra, entre los que señala el puesto que
ocupa en la liturgia.

5.2. Exhortación «Evangelii nuntiandi» 73


Hablando de la necesidad de «ministerios diversificados» en la
Iglesia, para la evangelización, insiste en la preparación común.
Para los agentes de la evangelización, se hace necesaria una seria
preparación. Tanto más para quienes se consagran al ministerio de
la Palabra.
El ejercicio del servicio o ministerio de la evangelización requiere
una preparación y un conocimiento de la Palabra.

5.3. Carta apostólica «Dies Domini» 40


Es preciso que la escucha de la Palabra de Dios proclamada esté bien
preparada en el ánimo de los fieles por un conocimiento adecuado
de la Sagrada Escritura y, donde sea posible pastoralmente, por ini-
ciativas específicas de profundización de los textos bíblicos, especialmente
los de las misas festivas… Son muy loables, pues, las iniciativas con
las que las comunidades parroquiales, preparan la liturgia domini-

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cal durante la semana, comprometiendo a cuantos participan en la


Eucaristía –sacerdotes, ministros y fieles–, a reflexionar previamente
sobre la Palabra de Dios que será proclamada. El objetivo al que se
ha de tender es que toda la celebración, en cuanto oración, escucha,
canto, y no solo la homilía, exprese de algún modo el mensaje de la
liturgia dominical, de manera que este pueda incidir más eficazmente
en todos los que toman parte en ella. Naturalmente se confía mucho
en la responsabilidad de quienes ejercen el ministerio de la Palabra.
A ellos les toca preparar con particular cuidado, mediante el estudio
del texto sagrado y la oración, el comentario a la palabra del Señor,
expresando fielmente sus contenidos y actualizándolos en relación
con los interrogantes y la vida de los hombres de nuestro tiempo.
El texto, además de insistir en una buena proclamación de la Pala-
bra, recuerda la importancia de una profundización en los textos,
y alaba las iniciativas de preparación en común en las pequeñas
comunidades o grupos, de manera que el mensaje central se
difunda en todos los elementos de la celebración.

5.4. Carta apostólica «Novo milenio ineunte» 39


Se refiere expresamente a la escucha, oración y preparación común,
lo que incrementará «el compromiso cotidiano de las comunidades
y de los grupos cristianos» (núm. 40).
Tanto las personas individualmente como las comunidades recu-
rren ya en gran número a la Escritura, y entre los laicos mismos son
muchos quienes se dedican a ella con la valiosa ayuda de estudios
teológicos y bíblicos [...] Es necesario, en particular, que la escucha de
la Palabra se convierta en un encuentro vital, en la antigua y siempre
válida tradición de la lectio divina, que permite encontrar en el texto
bíblico la palabra viva que interpela, orienta y modela la existencia.
Se exhorta, tanto a las personas individualmente como a las peque-
ñas comunidades y grupos, a un diálogo, estudio y meditación
sobre la Escritura, como alimento vivo de la evangelización y
catequesis. En ello puede percibirse la importancia palabra litúr-
gica para la eficacia de otras palabras de anuncio del evangelio.

5.5. Exhortación «Sacramentum caritatis» 45


Junto con el Sínodo, pido que la liturgia de la Palabra se prepare y se
viva siempre de manera adecuada [...]En esta perspectiva sacramen-

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tal de la revelación cristiana, el conocimiento y el estudio de la Palabra


de Dios nos permite apreciar, celebrar y vivir mejor la Eucaristía…
Para lograr todo esto es necesario ayudar a los fieles a apreciar los
tesoros de la Sagrada Escritura en el leccionario, mediante iniciativas
pastorales, celebraciones de la Palabra y la lectura meditada (lectio
divina).
El texto no solo exhorta a la preparación de la Palabra; destaca
también su carácter sacramental; y anima a «iniciativas pastorales»
con los fieles sobre la Palabra, que ayuden a «celebrar y vivir mejor
la Eucaristía».

5.6. Exhortación postsinodal «Verbum Domini» 30


San Jerónimo recuerda que nunca podemos leer solos la Escritura.
Encontramos demasiadas puertas cerradas y caemos fácilmente en el
error. La Biblia ha sido escrita por el Pueblo de Dios y para el Pueblo
de Dios, bajo la inspiración del Espíritu Santo. Solo en esta comunión
con el Pueblo de Dios podemos entrar realmente, con el «nosotros»,
en el núcleo de la verdad que Dios mismo quiere comunicarnos … La
eclesialidad de la interpretación bíblica no es una exigencia impuesta
desde el exterior; el libro es precisamente la voz del pueblo de Dios
peregrino, y solo en la fe de este pueblo estamos, por decirlo así, en
la tonalidad adecuada para entender la Escritura.
Estas afirmaciones sobre la relación de la Palabra con el pueblo
y para el pueblo, a la vez que destacan su eclesialidad, invitan a
una lectura e interpretación que cuente con la fe y el diálogo con
el pueblo.

5.7. Exhortación postsinodal «Verbum Domini» 52


Así pues, es necesario entender y vivir el valor esencial de la acción
litúrgica para comprender la Palabra de Dios. En cierto sentido, la
hermenéutica de la fe respecto a la Sagrada Escritura debe tener siempre
como punto de referencia la liturgia, en la que se celebra la Palabra de
Dios como palabra actual y viva [...] Exhorto, pues, a los Pastores de
la Iglesia y a los agentes de pastoral a esforzarse en educar a todos
los fieles a gustar el sentido profundo de la Palabra de Dios que se
despliega en la liturgia a lo largo del año, mostrando los misterios
fundamentales de nuestra fe. El acercamiento apropiado a la Sagrada
Escritura depende también de esto.

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El texto subraya la relación entre liturgia y Palabra. Una verdadera


hermenéutica tiene en cuenta el origen litúrgico de la Palabra, y
la liturgia como ámbito de interpretación de la Palabra. De ahí la
importancia de una hermenéutica comunitaria de la Palabra para
cada celebración litúrgica.

5.8. Exhortación postsinodal «Verbum Domini» 53


En la relación entre Palabra y gesto sacramental se muestra en
forma litúrgica el actuar propio de Dios en la historia a través del
carácter performativo de la Palabra misma. En efecto, en la historia de
la salvación no hay separación entre lo que Dios dice y lo que hace
… Igualmente, en la acción litúrgica estamos ante su Palabra que
realiza lo que dice. Cuando se educa al Pueblo de Dios a descubrir el
carácter performativo de la Palabra de Dios en la liturgia, se le ayuda
también a percibir el actuar de Dios en la historia de la salvación y
en la vida personal de cada miembro.
Educar al pueblo a que comprenda la eficacia sacramental de la
Palabra, es ayudarle a que viva la presencia de la historia de la
salvación en la liturgia y en su vida personal.

5.9. Exhortación postsinodal «Verbum Domini» 59


La homilía constituye una actualización del mensaje bíblico, de
modo que se lleve a los fieles a descubrir la presencia y la eficacia
de la Palabra de Dios en el hoy de la propia vida. Debe apuntar
a la comprensión del misterio que se celebra, invitar a la misión,
disponiendo la asamblea a la profesión de fe, a la oración universal
y a la liturgia eucarística. Por consiguiente, quienes por ministerio
específico están encargados de la predicación han de tomarse muy en
serio esta tarea…que se preparen para la homilía con la meditación
y la oración, para que prediquen con convicción y pasión.
La homilía debe tratar de unir eficacia de la Palabra, misterio
celebrado, renovación de la fe y misión asumida en la vida. Y nada
mejor para eso que la meditación, la oración y el diálogo sobre su
contenido con el pueblo fiel. Se insiste a continuación en la anima-
ción bíblica de toda pastoral, instando a que esté presente en todas
las actividades, grupos o movimientos (cf. núm. 73).

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5.10. Instrucción «Sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de


los fieles laicos en el sagrado ministerio de los sacerdotes»
Esta Instrucción, en el artículo 2, 2, se refiere a la participación de
los laicos en la Palabra de esta manera:
Los fieles no ordenados participan según su propia índole, a la fun-
ción profética de Cristo, son constituidos sus testigos y proveídos
del sentido de la fe y de la gracia de la palabra. Todos son llamados
a convertirse, cada vez más, en heraldos eficaces «de lo que se
espera» (cf. Heb 11,1). Hoy, la obra de la catequesis, en particular,
mucho depende de su compromiso y de su generosidad al servicio
de la Iglesia.
Y en el art. 3, 2, después de recordar que la homilía pertenece al
obispo, sacerdote o diácono, afirma:
Es lícita la propuesta de una breve monición para favorecer la mayor
inteligencia de la liturgia que se celebra y también cualquier eventual
testimonio siempre según las normas litúrgicas y en ocasión de las
liturgias eucarísticas celebradas en particulares jornadas (jornada
del seminario, del enfermo, etc.), si se consideran objetivamente
convenientes, como ilustrativas de la homilía regularmente pronun-
ciada por el sacerdote celebrante. Estas explicaciones y testimonios
no deben asumir características tales de llegar a confundirse con la
homilía.
Es evidente que no se trata directamente de nuestro tema, pero
si se pueden proponer algunas «moniciones» o algún «eventual
testimonio» por parte de los fieles, es lógico que esto se prepare
anteriormente por el «equipo litúrgico», teniendo en cuenta un
diálogo sobre la Palabra que se proclamará en la celebración.

6. ¿Cómo entiende el papa Francisco la participación y cola-


boración del pueblo en la homilía en «Evangelii gau-
dium»?
Merece la pena que nos detengamos en este aspecto, ya que supone
una aportación importante, con sus notables insistencias.7

7 Evangelii gaudium 135-159.

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6.1. Cómo entiende el papa la homilía


Destaca, en primer lugar, la importancia de la preparación de la
homilía, no solo para los ministros sino también para los fieles:
De hecho, sabemos que los fieles le dan mucha importancia; y ellos,
como los mismos ministros ordenados, muchas veces sufren, unos
al escuchar y otros al predicar (núm. 135).
Y, después de recordar el puesto que en el Nuevo Testamento se le
atribuye a la Palabra o predicación de Jesús y los apóstoles (cf. núm.
136), sitúa la homilía en su contexto litúrgico propio de diálogo de
Dios con su pueblo:
La homilía es un retomar ese diálogo que ya está entablado entre el
Señor y su pueblo. El que predica debe reconocer el corazón de su
comunidad para buscar dónde está vivo y ardiente el deseo de Dios,
y también dónde ese diálogo, que era amoroso, fue sofocado o no
pudo dar fruto (núm. 137).
En ese diálogo, el que predica debe contar con «el corazón» de su
comunidad, es decir, con sus problemas, alegrías y esperanzas, en
la dinámica de la acción eucarística (cf. núm. 138). Y, recordando
que la homilía debe ocupar un tiempo proporcional («ni larga ni
corta»), recurre a la imagen maternal de la Iglesia, que el predica-
dor debe aplicar:
La buena madre sabe reconocer todo lo que Dios ha sembrado en su
hijo, escucha sus inquietudes y aprende de él. El espíritu de amor
que reina en una familia guía tanto a la madre como al hijo en sus
diálogos, donde se enseña y aprende, se corrige y se valora lo bueno;
así también ocurre en la homilía [...] La prédica cristiana, por tanto,
encuentra en el corazón cultural del pueblo una fuente de agua viva
para saber lo que tiene que decir y para encontrar el modo como tiene
que decirlo (núm. 139).
En este lugar se refiere directamente a la necesidad de escuchar,
aprender, y contar con lo que el pueblo vive y siente, con las formas
de expresión y con eso que llama «su corazón cultural», la «prédica
inculturada» (cf. núm. 143), de modo que la homilía sea lenguaje
elocuente y comprensible.
Es evidente que la homilía no debe confundirse con una «predi-
cación puramente moralista o adoctrinadora», o con una clase de

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Participación y colaboración del pueblo de Dios en la homilía 497

exégesis, ni debe detenerse en «verdades abstractas» o «fríos silo-


gismos» (cf. núm. 142), sino que debe comunicar verdad y belleza,
ardor y animación en el amor, la fe y la esperanza del pueblo fiel.
Y todo ello ejerciendo un ministerio de mediación en el diálogo
entre Dios y su pueblo:
La palabra es esencialmente mediadora y requiere no solo de los
dos que dialogan sino de un predicador que la represente como tal,
convencido de que «no nos predicamos a nosotros mismos, sino a
Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por
Jesús» (2Cor 4,5) (núm. 143).

6.2. La preparación de la predicación


En el capítulo III de la Exhortación apostólica se detiene directa-
mente en el tema de la preparación, con sugerencias que pueden
aplicarse al tema que tratamos.
– Hay que dedicar un «tiempo prolongado» de estudio, oración,
reflexión, a preparar la predicación (cf. núm. 145).
– Este tiempo no debe ser solo personal, sino también comunitario,
aunque se deba reducir el tiempo dedicado a otras tareas (cf. núm.
145).
– Lo exige el mismo ministerio, la honestidad y responsabilidad res-
pecto al pueblo.
– Porque la misma preparación requiere atención especial al texto
bíblico, fidelidad y humildad ante la Palabra, amor a un «Dios que
nos ha querido hablar» y sigue hablándonos (cf. núm. 146).
– No se trata de detenerse en cuestiones de exégesis o pequeños
detalles, sino de «descubrir cuál es el mensaje fundamental, el que
estructura el texto y le da unidad» (cf. núm. 147).
– El predicador debe «personalizar la Palabra», es decir, vivir lo que
dice la Palabra «con un corazón dócil y orante», de modo que pueda
transmitir su mensaje con ardor, sentimiento y convicción, pues «de
la abundancia del corazón habla la boca» (Mt 12, 34) (núm. 149).
«Quien quiera predicar, primero debe estar dispuesto a dejarse
conmover por la Palabra y a hacerla carne en su existencia concreta»
(núm. 150).
– Cuando no se ha preparado antes la predicación, dejándose penetrar,
escuchando y orando la misma Palabra, el predicador corre peligro

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de parecer «un falso profeta, un estafador o un charlatán vacío»


(núm. 151).
– Para que no sea así recuerda la importancia de la «lectura espiritual»
(lectio divina), que consiste «en la lectura de la Palabra de Dios en un
momento de oración para permitirle que nos ilumine y nos renueve».
Se trata de una lectura orante que convierte y se transforma en vida
(cf. núms. 152-153).
– Si a esto se une «un oído en el pueblo», es decir, una atención a la
realidad del pueblo, que se manifiesta en sus sentimientos, su cul-
tura, su fe, sus preocupaciones, sus alegrías y sus penas, sus signos
y símbolos…, entonces la predicación será más cercana, elocuente,
y eficaz (cf. núm. 154).8
– En esta escucha puede ser muy elocuente el incluir en algunas oca-
siones especiales, el testimonio o experiencia humana de algún fiel,
por ejemplo: cuando se trata de «la alegría de un reencuentro, las
desilusiones, el miedo a la soledad, la compasión por el dolor ajeno,
la inseguridad ante el futuro, la preocupación por un ser querido,
etc..», una celebración en circunstancia especial (por ejemplo, con-
firmación, matrimonio, aniversario, exequias…) (cf. núm. 155).
– También ayudarán no poco los diversos recursos pedagógicos, y
la adaptación del lenguaje (cf. núms. 155-157). Pues, «si uno quiere

8 Merece la pena citar el texto completo, porque afecta al núcleo del tema
que tratamos: la participación del pueblo en la homilía: «El predicador necesita
también poner un oído en el pueblo, para descubrir lo que los fieles necesitan
escuchar. Un predicador es un contemplativo de la Palabra y también un
contemplativo del pueblo. De esa manera, descubre “las aspiraciones, las
riquezas y los límites, las maneras de orar, de amar, de considerar la vida y el
mundo, que distinguen a tal o cual conjunto humano”, prestando atención
“al pueblo concreto con sus signos y símbolos, y respondiendo a las cuestiones
que plantea”. Se trata de conectar el mensaje del texto bíblico con una situa-
ción humana, con algo que ellos viven, con una experiencia que necesite la
luz de la Palabra. Esta preocupación no responde a una actitud oportunista
o diplomática, sino que es profundamente religiosa y pastoral. En el fondo
es una “sensibilidad espiritual para leer en los acontecimientos el mensaje
de Dios” y esto es mucho más que encontrar algo interesante para decir. Lo
que se procura descubrir es “lo que el Señor desea decir en una determinada
circunstancia”. Entonces, la preparación de la predicación se convierte en un
ejercicio de discernimiento evangélico, donde se intenta reconocer –a la luz del
Espíritu– “una llamada que Dios hace oír en una situación histórica determi-
nada; en ella y por medio de ella Dios llama al creyente”» (núm. 154).

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Participación y colaboración del pueblo de Dios en la homilía 499

adaptarse al lenguaje de los demás para poder llegar a ellos con la


Palabra, tiene que escuchar mucho, necesita compartir la vida de la
gente y prestarle una gustosa atención» (núm. 158). Sin olvidar que
este lenguaje ha de ser generalmente «positivo».

7. «Directorio homilético»
El Directorio homilético recuerda los documentos en los que se habla
de la homilía, y está más directamente inspirado en la propuesta
del papa Francisco al respecto. Ofrece algunas sugerencias sobre el
tema que nos ocupa. Después de recordar que la homilía debe ser
pronunciada solo por los obispos, sacerdotes o diáconos, añade que
también pueden ser ofrecidas «enseñanzas válidas y exhortaciones
eficaces por guías laicos bien preparados» (núm. 5). Y, sin duda es
«bastante apropiado que un homileta sepa poner en relación los
textos de una celebración con los hechos y cuestiones de actuali-
dad» (núm. 7). Pues es necesario también que la homilía tenga muy
en cuenta «las necesidades de la comunidad particular» (núm. 8).
Más directamente se refiere al tema de la preparación en el capí-
tulo III, del que destacamos algunos párrafos. Al preparar con el
método lectio divina la predicación añade que hay que tener en
cuenta los «miembros del cuerpo de la Iglesia que se reunirán el
domingo» (núm. 32), y el «contexto de la comunidad que se reúne
para escuchar la Palabra» (núm. 33).
En realidad, estas breves referencias no añaden nada de especial a
lo expuesto en el apartado anterior. Solo cabe destacar la repetición
de que hay que tener en cuenta las situaciones y el contexto de la
comunidad concreta.

8. Una posibilidad hecha vida y experiencia


De lo recordado anteriormente se deducen varias conclusiones
fundamentales: 1) Que la preparación de la homilía implica
también la participación del pueblo, de los fieles laicos. 2) Que la
homilía debe tener en cuenta los «destinatarios», su situación y
sus circunstancias. 3) Que algunos de estos destinatarios pueden
participar como «colaboradores» en el contenido y aplicaciones

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de la homilía. 4) Que esta colaboración puede ser en un «antes» de


preparación, en un «en» testimonial, o en un «después revisivo».
Lo que proponemos a continuación es la realización hecha vida de
esta posibilidad, durante más de 30 años, en la parroquia Nues-
tra del Carmen de Salamanca, sobre todo a partir de un grupo-
comunidad (unas 25 personas), que nos reunimos todos los lunes
(de 19.30 a 21.00 h.), teniendo como contenidos fundamentales de
diálogo: la Palabra del domingo siguiente, la Eucaristía celebrada
el domingo anterior, la vida y el compromiso.
La dinámica del encuentro se desarrolla siguiendo estas secuen-
cias:
a) Encuentro con la vida: Se comienza comentando sobre los aconteci-
mientos más importantes en la comunidad; informando sobre la
situación de algunos enfermos; y dando cuenta del cumplimiento
del compromiso hecho en la reunión anterior.
b) Revisión de la celebración del domingo: Se revisa la celebración, comen-
zando por los agentes:
– El sacerdote que presidió: su actitud, su capacidad de comuni-
cación, su mistagogia, y sobre todo su homilía (lenguaje, tono,
contenido, cercanía al pueblo, realismo, coherencia…). El pueblo
percibe todo. La aceptación de la corrección es la clave para inten-
tar mejorar siempre.
– Los diversos servicios y ministerios: monitor (si lo ha habido)
lector/a, acogida, colecta, música y cantos (salmista, coro), ofren-
das y símbolos especiales (si los ha habido).
– Participación de la asamblea: la que ha sido, la que puede ser para
mejorar… Sugerencias y propuestas.
c) Comentario de las lecturas del domingo siguiente: Se leen seguidas las
lecturas por quienes van a proclamarlas en la celebración. Sigue un
comentario de todos y cada uno de los participantes (se procura que
intervengan todos) a los tres textos en su conjunto. Todos disponen
de un material adecuado al respecto. En esta «hermeneútica grupal»
o «circularidad de la palabra», se expresan interpretaciones, pregun-
tas, dificultades, referencias a la vida concreta con sus problemas,
sus alegrías y esperanzas. Finalmente el sacerdote que dirige aclara
algunas cuestiones surgidas, y resume el contenido.

phase 329 2015.indb 500 14/10/15 14:32:30


Participación y colaboración del pueblo de Dios en la homilía 501

d) Aplicación a la homilía: El sacerdote que dirige la reunión es el que va


a presidir la Eucaristía del domingo. Su homilía debe recoger, tener
en cuenta lo que se comentó en el grupo. No tiene ya que «inventarse
el contenido», sino darle coherencia, adaptar el lenguaje, aplicar el
ars annuntiandi al contexto eucarístico celebrativo, y a la situación de
los destinatarios. Si esto es así, la participación del pueblo fiel en la
homilía se hace realidad concreta en el momento «antes», y realidad
elocuente incluso en el momento de la celebración (sobre todo si hay
algún testimonio por circunstancia especial).
e) Compromiso y símbolo: Al final del comentario, siempre se piden su-
gerencias para un compromiso durante la semana (por lo general en
el orden de la caridad, justicia), acompañado de un símbolo (cósmico,
religioso, devocional), de modo que lo que hemos comentado se lleve
a la vida y no quede en el olvido.
f) Oración e interiorización: Normalmente se hace desde la lectura del
salmo correspondiente, el silencio y la oración espontánea, conclu-
yendo con un canto.

9. Conclusión
Si la participación del pueblo en la celebración debe ser integral,
también debe incluir la homilía. Los documentos hablan de «par-
ticipación», «colaboración», «tener en cuenta la vida, problemas y
situaciones del pueblo», aplicar «el lenguaje a su cultura» … Esta es
una tarea que debe realizar el ministro que predica, pero también
puede contribuir a la misma el pueblo, sobre todo en la preparación
de la homilía. Las formas pueden ser diversas: con la escucha de
sugerencias, en un «grupo bíblico», en un «equipo litúrgico», en
una «pequeña comunidad de fe»…Lo importante es que en esa
preparación se escuche, se acoja, se aprenda de lo que el Espíritu
inspira en el mismo pueblo desde la interpretación de la Palabra,
y su aplicación a la vida. Una de estas formas, es la que hemos pro-
puesto, porque la hemos vivido y la estamos viviendo desde hace
más de 30 años. Soy consciente de que, no obstante los diversos
escritos y esquemas de homilía que se ofrecen (y personalmente
he ofrecido hace un tiempo),9 nada sustituye la percepción de los

9 Ya en 1974, en el Secretariado de Liturgia de la Diócesis de Bilbao, se


realizó un trabajo en colaboración para publicar unos Guiones de homilía. Un

phase 329 2015.indb 501 14/10/15 14:32:30


502 Dionisio Borobio

otros destinatarios, su interpretación, su sensibilidad, su realismo,


y en definitiva su ayuda. Sobre todo, cuando no se trata solo de
«opiniones al vuelo», sino de experiencia vivida, de propuesta y de
aprendizaje, de comunidad de fe que interpreta la Palabra, la vida
y la celebración para renovar su comunión eclesial dando razón de
su esperanza. Es una forma de relacionar la lex credendi, con la lex
orandi y con la lex vivendi, que deben conducir a la lex comunicandi.
Dionisio Borobio
Sacerdote oriundo de Bilbao, doctor en teología litúrgica y licen-
ciado en filosofía, ha dedicado su vida a la docencia de la liturgia y
de los sacramentos hasta su reciente jubilación como catedrático
de la Universidad Pontificia de Salamanca.

poco más tarde, se publicaron tres libros recogiendo este material: D. Borobio,
El riesgo de predicar. Guiones para la homilía y elementos para la celebración, Bilbao:
Desclée de Brouwer 1975-1977 (Ciclo C: 1975; Ciclo A: 1976; Ciclo B: 1977).

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Puntos de vista

La homilía: la experiencia de los laicos

¿Qué importancia das a la homilía en el conjunto de la celebración


litúrgica?
En la Eucaristía dominical la homilía tiene gran importancia. Cierto
que lo primero y más importante es la Palabra de Dios y el memorial
del Señor, pero el tipo de homilía –que normalmente va asociado
a un estilo de celebrar– marca el conjunto de la celebración. Por
ello le doy mucha importancia.
Maria Àngels Termes (Barcelona)
Sinceramente, las homilías no lo considero lo más principal de la
misa, aunque hay sacerdotes que transmiten buenas ideas o trans-
miten una buena catequesis para la comprensión de la misma, y
esta no sea solo pasar un rato. Siempre estoy más atento a la liturgia
de la Palabra, y me nutre más en mi fe.
Iñaki Buldain (Pamplona)
Creo que es muy importante, una buena homilía ayuda mucho a
una buena celebración, por el contrario una mala homilía puede
desmerecer a toda la celebración.
Pedro Miguel Bañales (Montevideo)
Le doy bastante importancia. Hay lecturas, tanto del Antiguo
Testamento como del Nuevo Testamento, no es tanto en el caso del
evangelio; que creo que deben ser explicadas y adaptadas a nuestra
época. Las costumbres y modo de vida de aquellos tiempos, a los
que tenemos hoy en día, creo que han sufrido una modificación

phase 329 2015.indb 503 14/10/15 14:32:30


504 Puntos de vista

considerable y puede conllevar a una mala interpretación por parte


del oyente; teniendo en cuenta que, por lo que se observa en misa,
la gente en cuanto oye una palabra que hoy consideramos que esta
fuera de contexto (por ejemplo, la lectura de san Pablo en la cual
dice «mujer sé sumisa a tu marido…» la gente ya no escucha lo que
sigue, que al hombre le dice que la mujer es templo de Dios y que
le debe respeto absoluto hacia ella…, el concepto de la gente es de
un machismo tremendo, cuando ser templo de Dios es una de las
mayores honras que nos ha podido otorgar el Señor a la mujer).
En el caso de las lecturas del evangelio, creo que todas están muy
bien definidas, y en el caso de la utilización de parábolas, son muy
asimilables; y generalmente, el sacerdote en la homilía las explica
muy bien; son muy claras.
Por tanto, considero que en la homilía se deben disipar ideas con-
fusas y hacernos ver cuál es su mensaje, al día de hoy, en nuestra
vida, en nuestra forma de comunicarnos, en nuestra relación con
los demás.
Charo Isaba (Estella)
Cuando la homilía está basada en la explicación y actualización de
la Palabra de Dios me parece muy enriquecedora, le doy mucha
importancia y creo que no debiera omitirse, aunque sea breve.
Livia Navarro (Uruguay)

¿Qué esperas de una homilía (contenido, estilo, duración, pedagogía...)?


Como he dicho en la primera respuesta, lo más importante de
la Eucaristía es la Palabra de Dios y el memorial del Señor. Esto
porque el Dios de Jesucristo es un Dios que se da y se nos da, y lo
revivimos en cada Eucaristía repitiendo el memorial del Señor y
leyendo la Palabra de Dios. Este Dios que se nos da es una perenne
novedad. Es un Dios que no exige de nosotros adoración, sino una
sencilla acción de gracias y que, a su vez, nosotros también nos
demos a los demás. Pero esto tan sencillo, no es fácil. La rutina
fácilmente ahoga la perenne novedad de Dios, tanto en los curas
como en los fieles.

phase 329 2015.indb 504 14/10/15 14:32:30


Puntos de vista 505

Por eso yo espero de la homilía una explicitación de este darse


de Dios a partir de los fragmentos bíblicos leídos. Situarlos en el
contexto histórico, y desgranar alguno de los múltiples aspectos
de esta novedad del Dios que se nos da aplicado a la situación
concreta actual en general o en el barrio o en la comunidad. Situar
los textos desde la acción de Dios, cómo esta acción nos da vida y
provoca una respuesta personal y colectiva. Es muy importante
el tono positivo de la homilía: Dios se nos da, eso ya es suficiente
motivo de optimismo; y nuestra respuesta nunca puede ser una
carga pesada impuesta (homilías introspectivas moralizantes),
sino una respuesta agradecida al don de Dios que conllevará
abrirse a los demás.
Pero no hace falta explicar minuciosamente cada fragmento
bíblico... Hay suficientes domingos en nuestra vida como para
querer decirlo todo en una homilía. Basta con uno, dos o como
máximo tres aspectos. Recuerdo las homilías de un jesuita que
enunciaba al principio los tres puntos que trataría, después los iba
enumerando y explicitando de forma clara y sin divagaciones en
no más de diez minutos.
En resumen: homilía corta, que explicite algún aspecto del don de
Dios, cómo este don conduce a darse, todo ello con un lenguaje
claro y tono positivo.
Y si no se sabe muy bien qué decir o no se ha podido preparar la
homilía, es mucho mejor dejar unos instantes de silencio medi-
tativo.
Maria Àngels Termes (Barcelona)
Casi la respondo en la primera. Prefiero una buena pedagogía,
catequesis. No muy largas, pero sí una buena explicación o incluso
nos hagan pensar. Hay lecturas más difíciles de entender, y creo que
la homilía tiene esa función, ya que nadie mejor que el sacerdote
para hacerlas entender.
Iñaki Buldain (Pamplona)
Espero que la homilía sea relativamente breve, de 10 a 12 minutos,
con conceptos claros, que haga referencia a la Palabra de Dios

phase 329 2015.indb 505 14/10/15 14:32:30


506 Puntos de vista

proclamada uniéndola al presente, a algún punto en concreto de la


sociedad o de la comunidad. En caso de ser la celebración de alguna
fiesta o solemnidad que en la homilía se haga referencia a la misma.
Que no esté desconectada de la Palabra ni de la realidad, que no
sea una clase magistral, que pueda ser comprendida por todos.
Pedro Miguel Bañales (Montevideo)
Del contenido, me remito a la explicación antes citada. El lenguaje
es muy importante. O bien porque sean niños, o porque sean per-
sonas mayores, tiene que ser un lenguaje llano, con palabras bien
definidas, que no lleven a una dualidad. No se puede utilizar un
léxico, voy a decir culto, porque la gente no está a ese nivel. Por des-
gracia, somos muy simples y desconocemos el lenguaje del clero.
Duración… pues en una misa para niños considero que tiene que
ser más breve que en una homilía para adultos y me parece muy
apropiado que se les haga participar. Es una forma de retarles para
que estén atentos en las lecturas y evangelio; les gusta intervenir.
Y en el caso de los adultos, observando a la gente, que en cuanto
pasa de 10 minutos, se empieza a mirar el reloj, intentar hacer un
resumen (difícil y laborioso, pero posible) global.
He observado, bastantes veces, que se tiende a ir explicando lec-
tura por lectura, casi repitiéndola, que conlleva a un poco de tedio.
Cuando el enlace de las mismas, es mucho más breve y sencillo de
entender. Aunque para el sacerdote, entiendo que conlleva a un
trabajo mucho más costoso.
Charo Isaba (Estella)
Espero que la homilía me ubique y me aclare lo que se está cele-
brando, que me dé pautas a tener en cuenta en mi vida de fe; que
se me comunique con un lenguaje sencillo pero digno, que dure
lo necesario para dar un mensaje concreto, que no sea reiterativa,
ni se extienda con ejemplos que distraen o dispersan del mensaje
central, no por extensa es de mejor calidad. Valoro una homilía
«aterrizada», ubicada en el tiempo y entorno social en el que se
predica, que no deje entrever sólo conocimientos intelectuales
(bíblicos o teológicos) si no que muestre profundidad en el men-
saje y que refleje el interés, el conocimiento y el verdadero amor

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Puntos de vista 507

por el ministerio del que predica y por la asamblea a la que se está


dirigiendo.
Livia Navarro (Uruguay)

¿Qué grado de atención mantienes en la homilía (sigues el contenido, te


distraes con facilidad...)?
Depende de la duración y el contenido. Siguiendo con el ejemplo
del jesuita... había otro jesuita que hacía una exégesis minuciosa de
los tres textos leídos que duraba más de media hora. En el primer
caso yo seguía toda la homilía y al llegar a casa incluso podía
apuntar los puntos tratados y las ideas que había escuchado. En
el segundo caso, mi atención era prácticamente nula.
Actualmente la homilía que escucho la sigo con bastante atención
porque siempre hace hincapié en cómo la Palabra de Dios nos
ayuda a vivir positivamente la vida. Pero tengo que admitir que
a veces desconecto...
Creo que es importante destacar que muchos domingos la con-
versación espontánea a la salida de misa es sobre alguna idea de
la homilía, remitiéndola a la Palabra de Dios escuchada y a su
aplicación práctica.
Maria Àngels Termes (Barcelona)
Pues la atención depende del contenido de la misma y de la
duración. Pero me gusta siempre destacar algo en ella para la
maduración de mi fe.
Iñaki Buldain (Pamplona)
Generalmente sigo el contenido y no me distraigo. Algunas pocas
veces, cuando la homilía es demasiado larga o el sacerdote se va por
las ramas en conceptos abstractos medio como que me desconecto.
Pedro Miguel Bañales (Montevideo)
Sigo su contenido con bastante atención. No me distraigo con
facilidad. Pero considero que la homilía es una parte continua
de la liturgia, que no se puede separar del resto. El asistir a misa,

phase 329 2015.indb 507 14/10/15 14:32:30


508 Puntos de vista

para mí, es participar desde el principio hasta el final, sobretodo


escuchando, reflexionando, ver como lo aplico a mi vida en lo que
oigo, que debo rectificar en mi aptitud. Cada misa es un aprendi-
zaje nuevo. Siempre se aprende algo diferente, útil y nuevo. Y por
supuesto, el momento de la consagración, es el momento sublime.
Pensar que en ese momento Dios se hace presente ante nosotros
y que posteriormente vamos a tomar su cuerpo en la comunión,
para mi creencia es el mayor regalo que recibo de Dios en la misa.
No puedo ver la homilía como un capítulo diferente al resto. La
homilía es un nexo con la comunión. Una vez que has comulgado,
en el momento de la oración, de la meditación, tiene que estar pre-
sente lo comunicado en la homilía y recapacitar sobre lo escuchado
para aplicarlo a nuestra vida cotidiana.
Charo Isaba (Estella)
Sigo la homilía con atención y de lo que voy escuchando fijo alguna
idea (una o varias) que más me «resuenan» para confrontarla con
mi vida.
Para mantener la atención en una homilía creo importante que
quien predique lo haga expresándose de forma clara, amena,
que utilice correctamente los signos de puntuación para que el
mensaje sea dinámico y logre mantener expectación, además del
lenguaje que se utilice es importante la claridad de las ideas, como
presentarlas y como desarrollarlas. Todo esto ayuda a mantener
la atención en la homilía.
Livia Navarro (Uruguay)

Además de la homilía, ¿recibes formación cristiana de otras maneras


(cursos, lecturas, grupos...)?
Sí. En lo que se refiere a cursos, hace años asistía a más, sobre todo
bíblicos. Ahora la formación se centra en lecturas y en el grupo
parroquial. En este, los dos cursos anteriores tratamos el tema
de la Eucaristía estudiando el sentido de cada parte, también
desde el punto de vista histórico. Este año estamos trabajando
las parábolas.

phase 329 2015.indb 508 14/10/15 14:32:30


Puntos de vista 509

Centrándome en la Eucaristía dominical para mí es importante leer


los textos bíblicos antes y también algún comentario sobre ellos.
Me ayuda también a situar y complementar la homilía. De alguna
manera la homilía no debería ser solo del cura.
Maria Àngels Termes (Barcelona)
Me gusta formarme a través de libros y lectura espiritual.
Iñaki Buldain (Pamplona)
Sí, participo regularmente de las actividades de la Comisión Arqui-
diocesana para la Liturgia, he cursado el trienio de Teología para
Laicos y asistido a cursos sobre las Sagradas Escrituras.
Pedro Miguel Bañales (Montevideo)
Sí. Considero que es una formación imprescindible. El tiempo de
una misa es, aproximadamente, tres cuartos de hora. Se limita a
unas lecturas predeterminadas o a una celebración puntual y la
homilía se centra solo en ello. Y eso, para mí, no es adquirir un
aprendizaje y educación religiosa. Hay mucha fe, mucha historia,
muchos conceptos y creencias, mucha moralidad y enseñanzas,
que en una homilía es imposible enseñar y menos aprender. Y si
encima eres catequista, no se puede transmitir el sentido religioso
si no se tiene una base sólida y no personal.
Además, en la misa no puedes aclarar muchas dudas y preguntas
que te haces y tienes. No es un acto participativo individual. Para
ello considero que están lo que comentas: cursos, lecturas, grupos,
etc. Y tiene que haber debate entre nosotros (siempre guiados y
asesorados por un sacerdote), porque eso nos hace rectificar, o bien
confirmar, nuestra creencia religiosa. Y ello nos lleva a una unidad
de transmisión de la religión, que para mí es básico. No hacer de
la religión una adaptación personal a nuestra vida.
Charo Isaba (Estella)
Sí, he recibido cursos de formación como agente de pastoral y a
nivel académico, participo en grupos parroquiales, en catequesis
de adultos y en actividades de la diócesis.
Livia Navarro (Uruguay)

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510 Puntos de vista

¿Buscas una parroquia o un cura para la misa que «predique bien» y te


satisfaga?
Actualmente voy a una parroquia del barrio, pero no a la mía. Y
una de las razones (obviamente no la única) es la homilía... porque
el párroco siempre dice lo mismo, siempre repite las mismas ideas
prescindiendo totalmente de las lecturas del día. Como he dicho
antes, la homilía denota también un cierto estilo de celebrar... y
según el estilo también se crea un tipo de comunidad. Y yo no me
siento a gusto con la comunidad de mi parroquia.
También debo decir que de vez en cuando me gusta asistir a misa
en otras iglesias. En general no para buscar una homilía mejor,
pero sí para no caer en la rutina. Porque los curas son humanos y
por mucho que lo intenten acaban repitiéndose y va bien escuchar
otros estilos.
Tal vez estaría bien que la homilía no fuera una exclusiva de los
sacerdotes... Eso permitiría que otras personas las hicieran y
hubiera variedad.
María Angels Termes (Barcelona)
A las misas, muchas veces busco un horario acorde con mis tareas
del fin de semana. Si me voy fuera, no saco la excusa de no poder
ir, hay horarios para todos los gustos. Aunque sí tengo preferencia
en la parroquia de mi infancia.
Iñaki Buldain (Pamplona)
No, generalmente participo de la misa en mi comunidad aunque.
Soy consciente de que muchos fieles van a una misa u otra bus-
cando un cura que «predique bien», no interesándoles otros aspec-
tos de las celebraciones ni valorando la comunidad.
Pedro Miguel Bañales (Montevideo)
No, referente a buscar un cura determinado. Y considero que no
es bueno. Aunque se tenga una preferencia por un sacerdote, es
humano y la percepción es muy particular. Y como tal, puede
tener una forma muy específica de entender la religión. Además,
a cuantos más sacerdotes oigas, todos van a transmitir un mismo

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Puntos de vista 511

concepto de distinta forma. Por lo que te hace tener una amplitud


más grande de lo que se quiere transmitir y ver en unos lo que en
otros no llegas a ver y sentir. No podemos buscar lo que queremos
oír, sino lo que debemos oír, y eso creo que se adquiere escuchando
a la mayor cantidad de curas posibles.
Referente a acudir a una parroquia en particular, creo que es
absurdo. Yo acudo a participar de la misa, me da igual en que
iglesia. Siempre consideraré que es un privilegio, sea donde sea
el poder estar.
Charo Isaba (Estella)
Hasta ahora no me ha sucedido el tener que buscar donde se pre-
dique bien, y participo en una parroquia por la comunidad toda
y sus actividades pastorales en general, no me limito a evaluar la
homilía para mi permanencia en ella, pero es reconfortante escu-
char buenas homilías, preparadas con la buena intención de ayudar
a crecer a la comunidad, según la experiencia y posibilidades de
quien predica.
Livia Navarro (Uruguay)

phase 329 2015.indb 511 14/10/15 14:32:30


512 Puntos de vista

El pan para la celebración de la Eucaristía


José Antonio Goñi

El pan, junto con el vino, constituyen los dos elementos esencia-


les de la misa. Ambos son imprescindibles para poder celebrar
este sacramento, ya que Jesús, en la Última Cena, momento en el
que instituyó la Eucaristía, vinculó ambas especies a una nueva
realidad: el pan se transformaba en su cuerpo que iba a ser entre-
gado a la muerte y el vino se convertía en su sangre que iba a ser
derramada en la cruz.
Tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio,
diciendo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced
esto en memoria mía.» Después de cenar, hizo lo mismo con la copa,
diciendo: «Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que
se derrama por vosotros.» (Lc 22,19-20).
Desde entonces las comunidades cristianas, fieles al mandato de
Jesús («haced esto en memoria mía»), se han reunido en torno a
una mesa con pan y vino para celebrar la Eucaristía, memorial de
la muerte y resurrección de Jesucristo.
Pero ¿vale cualquier tipo de pan para la celebración? La disci-
plina eclesiástica ha mantenido unas constantes al respecto a
lo largo de la historia al considerar el uso de ambas especies de
institución divina.
El Código de Derecho Canónico y la Ordenación General del Misal
Romano nos ofrecen la normativa vigente respecto al pan y el vino
que se deben emplear en la celebración eucarística. En estas páginas

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Puntos de vista 513

vamos a detenernos en las indicaciones que nos ofrecen respecto


al pan eucarístico.
El Código de Derecho Canónico, en los cánones 924 y 926, detalla la
siguiente disciplina:
924 §1 El sacrosanto Sacrificio Eucarístico se debe ofrecer con pan y
vino, al cual se ha de mezclar un poco de agua.
§2 El pan ha de ser exclusivamente de trigo y hecho recientemente,
de manera que no haya ningún peligro de corrupción.
§3 El vino debe ser natural, del fruto de la vid, y no corrompido.
926 Según la antigua tradición de la Iglesia latina, el sacerdote, don-
dequiera que celebre la Misa, debe hacerlo empleando pan ázimo.
La Ordenación General del Misal Romano, en el apartado primero de
su capítulo quinto (núms. 319-324), indica lo siguiente al respecto:
319. La Iglesia, siguiendo el ejemplo de Cristo, ha usado siempre, para
celebrar el banquete del Señor, el pan y el vino mezclado con agua.
320. El pan para la celebración de la Eucaristía debe ser exclusiva-
mente de trigo, confeccionado recientemente y, según la tradición
de la Iglesia latina, ázimo.
321. La naturaleza misma del signo exige que la materia de la
celebración eucarística aparezca verdaderamente como alimento.
Conviene, pues, que el pan eucarístico, aunque sea ázimo y hecho
de la forma tradicional, se haga en tal forma que el sacerdote, en la
Misa celebrada con el pueblo, pueda real­mente partirlo en partes
diversas y distribuirlas, al menos, a algunos fieles. No se excluyen con
eso de ninguna manera las hostias pequeñas, cuando así lo exige el
número de los que van a recibir la sagrada Comunión y otras razones
pastorales. Pero el gesto de la fracción del pan, que era el que servía
en los tiempos apostólicos para denominar la misma Eucaristía,
manifestará mejor la fuerza y la importancia del signo de la unidad
de todos en un solo pan y de la caridad, por el hecho de que un solo
pan se distribuye entre hermanos.
322. El vino para la celebración eucarística debe ser «del fruto de
la vid» (cf. Lc 22, 18), es decir, vino natural y puro, sin mezcla de
sustancias extrañas.

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514 Puntos de vista

323. Póngase sumo cuidado en que el pan y el vino destinados a la


Eucaristía se conserven en perfecto estado: es decir, que el vino no
se avinagre y que el pan no se corrompa ni se endurezca tanto como
para que sea difícil luego partirlo.
324. Si después de la consagración o en el momento la comunión
el sacerdote toma la comunión cae en la cuenta de que no se había
puesto vino en el cáliz, sino agua, dejando esta en un vaso, pondrá
vino y agua en el cáliz, y lo consagrará, repitiendo la parte de la
narración que corresponde a la consagración del cáliz, sin que por
eso se considere obligado a repetir la consagración del pan.
Según esto el pan destinado para la celebración de la Eucaristía
debe ser de trigo y ázimo, aparecer verdaderamente como ali-
mento y elaborarse de tal manera que pueda partirse en varios
fragmentos.

1. Pan de trigo
Sin lugar a dudas Jesús empleó pan de trigo en la Última Cena. La
Iglesia considera de institución divina esta característica del pan;
por tanto, inmutable (cf. SC 21). Por eso siempre se ha celebrado la
Eucaristía con pan de trigo. «Por consiguiente no es materia válida
para la Eucaristía pan elaborado con otras sustancias, aunque sean
cereales, ni tampoco es válido aquel pan que lleva mezcla de una
sustancia diversa del trigo en tal cantidad que, según la valoración
común, no se puede llamar pan de trigo».1
De modo que, el ingrediente para elaborar el pan destinado para la
celebración de la Eucaristía no está sujeto a la inculturación, esto es,
a la adaptación según las culturas de los diferentes pueblos donde
se celebre la Eucaristía. No es por tanto posible que cada pueblo o
cada cultura utilice para celebrar la Eucaristía el tipo de pan que
comen ellos habitualmente. Así, por ejemplo, que en Latinoamérica
se empleara, en lugar de pan de trigo, pan de maíz, que es el que

1 Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacra-


mentos, Instrucción Redemptionis Sacramentum (25 de marzo de 2004), núm.
48; cf. Sagrada Congregación para la Disciplina de los Sacramentos,
Instrucción Dominus Salvator noster (26 de marzo de 1929), núm. 1.

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Puntos de vista 515

allí se come.1 Y tan poco se permite, en la fabricación del pan para


la Eucaristía, mezclar con el trigo otras sustancias, «como frutas,
azúcar o miel».2 El pan debe ser exclusivamente de trigo.
Incluso no se permiten modificaciones en el ingrediente empleado
para la elaboración del pan a los celíacos, esto es, aquellas personas
que padecen una enfermedad intestinal crónica que les impide
tolerar el gluten, proteína presente en algunos cereales, como el
trigo, la cebada, la avena, por lo que les es imposible recibir en la
comunión el pan consagrado, que se elabora con harina de trigo. La
solución que se debe adoptar con aquellos fieles que padecen esta
enfermedad es administrarles la comunión bajo la sola especie de
vino3 pues tanto en una especie como en la otra se recibe a Cristo
íntegro, tal y como definió el Concilio de Trento.4
No obstante, está permitido el uso de formas con poca cantidad de
gluten, siempre y cuando «en ellas permanezca cantidad suficiente
para obtener la panificación, no se les hayan añadido materias
extrañas y se emplee para su confección un procedimiento que no
desnaturalice la sustancia del pan».5 De tal modo que los celíacos
que toleran levemente el gluten pueden comulgar con estas formas
especiales.

1 Otros elementos de la celebración han sido modificados según la cultura


donde se celebre la Eucaristía. Así, en Japón, la genuflexión ha sido sustituida
por la inclinación de la cabeza, tal y como se saludan y se manifiestan respeto
allí. O en Zaire, donde la procesión de presentación de dones se hace al ritmo
del canto, ya que la danza es un elemento importante de la cultura africana.
2 Cf. Redemptionis Sacramentum 48.
3 Cf. Código de Derecho Canónico (1983), can. 925; Comisión Episcopal de
Liturgia de la Conferencia Episcopal Española, Nota sobre la comunión
de los celíacos (20 de febrero de 2003).
4 Cf. Concilio Ecuménico de Trento, Sesión XXI (16 de julio de 1562):
DS 1729 y 1733.
5 Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta circular a los
presidentes de las Conferencias de los Obispos Questo dicasterio (19 de junio de
1995).

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516 Puntos de vista

2. Pan ázimo
En la Eucaristía, la Iglesia latina emplea pan ázimo, esto es, pan
sin levadura.
En la primera Eucaristía de la historia, acaecida en la última cena,
se empleó pan ázimo. Jesús se había reunido con sus discípulos
para celebrar la cena pascual, la conmemoración anual de la salida
del pueblo judío de Egipto, el paso de los hebreos, gracias a la
intervención de Dios, de la esclavitud a la libertad (cf. Ex 3,7-8;
12,12.14). En esta cena se comía pan ázimo imitando al pueblo
hebreo que había cenado con pan ázimo en la noche que salió
de Egipto, porque no había habido tiempo suficiente para que
fermentara (cf. Ex 12,39).
No obstante, las primeras comunidades cristianas no dieron
importancia a este hecho, ya que celebraban la Eucaristía con pan
fermentado. Posiblemente pretendían marcar de este modo la
diferencia entre la cena pascual veterotestamentaria y la nueva
cena pascual instituida por Jesús. Así, a simple vista, los judíos
podían percatarse de que su cena pascual no era la misma que la
cena pascual de los cristianos,6 ya que Jesús había modificado su
significado.
Durante el primer milenio de historia del cristianismo se siguió
empleando pan fermentado. Fue a partir del siglo ix cuando en
Occidente se empezaron a levantar voces defendiendo el uso de
pan ázimo.7 Poco a poco en la Iglesia latina se fue implantando el
pan ázimo en la celebración eucarística. Son diversas las razones
que se barajan como motivo de este cambio: el deseo de utilizar
pan que fuera lo más blanco y bonito posible, el deseo de mostrar
una mayor diferencia entre la Eucaristía y la comida habitual, la
defensa de la pureza del pan sin fermento, el deseo de imitar la

6 Recordemos que los primeros cristianos eran considerados como un


grupo dentro del judaísmo. Los apóstoles continúan con las prácticas reli-
giosas judías (cf. Hch 3,1). La separación entre judíos y cristianos se produce
en el Concilio de Jerusalén, celebrado hacia el año 49 (cf. Hch 15,1-29).
7 Cf. Alcuino, Carta XC. Ad fratres Lugdunenses: PL 100, 289A; Rabano
Mauro, De clericorum institutione, I, 31: PL 107, 318C.

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Puntos de vista 517

pascua judía, las resonancias bíblicas del pan ázimo…8 No obstante


la Iglesia oriental siguió celebrando la Eucaristía con pan fermen-
tado con levadura. El Concilio de Florencia afirma este doble uso de
pan de trigo ázimo o fermentado en la Iglesia occidental y oriental,
respectivamente, y la validez de ambos tipos de pan como materia
para la Eucaristía.
Asimismo que el cuerpo de Cristo se consagra verdaderamente en
pan de trigo ázimo o fermentado y en uno u otro deben los sacerdotes
consagrar el cuerpo del Señor, cada uno según la costumbre de su
Iglesia, oriental u occidental.9
Por eso la Ordenación General del Misal Romano especifica que el
pan ázimo se utiliza únicamente en la Iglesia latina ya que, como
ya hemos dicho, la Iglesia oriental celebra la Eucaristía con pan
fermentado.

3. Verdadero alimento
La Eucaristía para que sea significativa debe aparecer como ver-
dadero alimento.
Los judíos durante su peregrinar por el desierto hacia la tierra
prometida se alimentaron con el maná, el pan que Dios les daba
(cf. Ex 16,4; Dt 8,2-3). Jesús, tomando esta imagen del Antiguo
Testamento, se designó a sí mismo como el verdadero «pan bajado
del cielo» (Jn 6,51), como el verdadero alimento que nos sustenta
en nuestro peregrinar hacia la patria definitiva. Así, en la Última
Cena, ofreció a sus discípulos como alimento su cuerpo y su sangre
representados en el pan y en el vino («tomad y comed; tomad y
bebed»: Mt 26,26-27). Y en cada Eucaristía se nos ofrece a noso-
tros como alimento. Jesucristo es el alimento que nos sostiene en
nuestro peregrinar por este mundo hasta que se produzca nuestro

8 Cf. J.A. Jungmann, El Sacrificio de la Misa. Tratado histórico-litúrgico,


Madrid: BAC 21953, 665; J. Aldazábal, La Eucaristía, Barcelona: Centre de
Pastoral Litúrgica 1999, 294.
9 Concilio Ecuménico de Florencia, Bula sobre la unión con los griegos
Laetentur caeli (6 de julio de 1439): DS 1303.

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518 Puntos de vista

encuentro definitivo con él. Dos de los prefacios dedicados a la


Eucaristía recogen esta idea: «su carne es alimento que nos for-
talece, su sangre es bebida que nos purifica»,10 «en la Eucaristía él
se hace comida y bebida espiritual, para alimentarnos en nuestro
viaje hasta la Pascua eterna».11
Por tanto, la misma naturaleza de la Eucaristía exige que la
materia de este sacramento aparezca como verdadero alimento.
Esta característica pertenece, pues, a la propia esencia de este
sacramento.
Sin embargo, ¿cómo compaginar que la Eucaristía aparezca como
verdadero alimento con la necesidad de que el pan sea ázimo?
¿Cómo hacer para que el pan ázimo que se emplea en la celebra-
ción eucarística parezca visiblemente pan? Alguno ha llegado
a decir, caricaturizando, que es más fácil creer que las especies
eucarísticas son el cuerpo y la sangre de Jesucristo que creer que
el pan utilizado en la celebración sea realmente pan. Y, en cierta
medida, no le falta razón. Difícilmente las pequeñas obleas que
se emplean habitualmente en la Eucaristía, blancas como la nieve
y de un grosor mínimo, suscitan en nosotros la imagen del pan.
Sería deseable que, con el fin de que el signo del pan sea expresivo,
se confeccionaran unas obleas más consistentes y sustanciosas, de
color tostado y con sabor de pan, aún siendo ázimo.

4. Fracción del pan


La Ordenación General del Misal Romano (núm. 321) indica que el
pan eucarístico debe confeccionarse de tal manera que pueda
partirse en varios fragmentos. Así se podrá realizar uno de los
cuatro gestos que en la Eucaristía provienen del mismo Señor: la
fracción del pan (cf. Mt 26,26).
Aunque en nuestras misas podemos decir que este gesto pasa
casi desapercibido por el uso de formas individuales y una única

10 Misal Romano reformado por mandato del Concilio Vaticano II y promul-


gado por su santidad el papa Pablo VI, Prefacio I de la santísima Eucaristía.
11 Misal Romano reformado por mandato del Concilio Vaticano II y promulgado
por su santidad el papa Pablo VI, Prefacio III de la santísima Eucaristía.

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Puntos de vista 519

forma un poco más grande, debemos recordar la importancia que


tuvo en los tiempos apostólicos cuando las primeras comunidades
cristianas de tal manera valoraban este gesto que daba nombre a
la celebración eucarística (cf. Hch 2,42; 20,7)
Para que este gesto recupere expresividad en la celebración sería
conveniente emplear varias hostias grandes que se puedan partir
y distribuir entre los fieles. De este modo tendría mas relevancia
la fracción del pan, ya que se invertiría más tiempo en realizar
este gesto, y sería visible, e incluso audible, por la comunidad
reunida. Además, durante la comunión, se recibiría un pan par-
tido, fraccionado, que nos evoca, por una parte, el cuerpo de Jesús
destrozado en su pasión y muerte en la cruz. Y, por otra parte, se
manifestaría la índole comunitaria de este sacramento, esto es,
que todos los que compartimos un mismo pan formamos parte
de un mismo cuerpo, el cuerpo de Cristo,12 como nos recuerdan
los números 83 y 321 de la Ordenación General del Misal Romano.
Por tanto, las hostias individuales, que no es necesario fraccionar,
aunque son válidas, resultan menos significativas. De ahí que
incluso la Ordenación General del Misal Romano (núm. 321) afirme
que estas hostias pequeñas se emplean solo «cuando así lo exige
el número de los que van a recibir la sagrada comunión y otras
razones pastorales».13

12 Cf. 1Co 10,17; Didaché o Doctrina de los doce apóstoles, IX, 4: D. Ruiz Bueno
(ed.), Padres apostólicos, BAC: Madrid 1950, 86.
13 En contra de esta afirmación señala la reciente instrucción de la Congre-
gación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos Redemptionis
Sacramentum (25 de marzo de 2004) en el número 49 que: «según la costum-
bre, sean usadas sobretodo formas pequeñas, que no necesitan una fracción
ulterior». No obstante esto no tiene sentido cuando este mismo documento,
en la línea anterior, ha recordado el texto del número 321 de la Ordenación
General del Misal Romano referente a la fracción del pan y al uso de las hostias
pequeñas: «cuando lo exige el número de los que van a recibir la sagrada
comunión y otras razones pastorales». Ante esta disonancia en la normativa
eclesial emanada de Roma creemos oportuno recordar que tiene una mayor
importancia normativa la Ordenación General del Misal Romano que una Ins-
trucción de una congregación romana.

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520 Puntos de vista

4. Estado del pan


El pan que se usan para celebrar la Eucaristía debe estar en per-
fecto estado, es decir, «que el pan no se corrompa ni se endurezca
tanto como para que sea difícil luego partirlo», como nos indica
el Código de Derecho Canónico (can. 924 §2) y la Ordenación General
del Misal Romano (núm. 323).
José Antonio Goñi
Doctor en liturgia y jefe de redacción de la revista «Phase».

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Puntos de vista 521

La uniformidad litúrgica...
¿otra forma de xenofobia?
José María Hernández Martínez

Acabo de regresar de Zimbabue y, entre tantos recuerdos emotivos,


aún resuena en mi corazón el eco jubiloso de las Eucaristías que he
podido celebrar con el pueblo, tanto en la parroquia suburbial de
San Carlos Lwanga, en la periferia de Harare, como en la iglesia
de San Pedro, centro de la misión de Zhomba, situada en plena
zona rural.
Ha sido mi cuarto viaje a este país, en el que he pasado incluso
un entero año sabático, pero no por ello deja de impresionarme la
realidad de esta joven Iglesia zimbabuana: la vitalidad de su fe, el
profundo sentido religioso, la capacidad de acogida e integración,
la fuerte vivencia comunitaria, la abundancia de vocaciones... y, en
particular, la belleza y la hondura de sus celebraciones litúrgicas.
Es un pueblo que sabe celebrar, y que lo hace con el alma y con
todo el cuerpo, de manera multitudinaria y vibrante, pero también
ordenada y ajustada a las exigencias de la acción litúrgica en cada
momento concreto. ¡Y no tienen prisa! Recuerdo, por ejemplo, que
durante la Semana Santa ninguna de las celebraciones principales
duró menos de cuatro horas.14
Pero esta experiencia gozosa, que considero un verdadero regalo
de Dios, se ha visto empañada en este último viaje por una sor-
presa desagradable. La exigencia de conformar las celebraciones

14 Me lo decía un amigo zimbabuano: «Vosotros los europeos tenéis relojes,


nosotros los africanos tenemos tiempo».

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522 Puntos de vista

litúrgicas con las pautas y fórmulas literales del Rito Romano está
obligando a introducir una serie de cambios que son extraños, si
no ya contrarios, a los valores y patrones culturales de esta Iglesia
zimbabuana. Esta imposición externa –que los Obispos han de
secundar con mejor o peor gana– ignora el valor de las adapta-
ciones hasta ahora realizadas y bloquea las posibilidades de una
inculturación más profunda, a la que aspiran legítimamente las
Iglesias africanas. Basta recordar aquí el discurso programático del
beato papa Pablo VI en Kampala (31-07-1969), donde el Pontífice
resaltaba:
La expresión, esto es, el lenguaje y el modo de manifestar la fe única
puede ser múltiple; en consecuencia, puede ser original, adaptado
a la lengua, el estilo, el carácter, el genio y la cultura de quien pro-
fesa esa única fe. Desde este punto de vista, un cierto pluralismo no
solo es legítimo, sino deseable. Una adaptación de la vida cristiana
en los ámbitos de las actividades pastorales, rituales, didácticas y
espirituales no solo es posible, sino incluso favorecida por la Iglesia.
La renovación litúrgica es un vivo ejemplo de esto...15
Lejos de promover un cristianismo a la vez católico y africano, con
estos cambios rituales se está imponiendo una forma de expresión
y celebración de la fe que, por ser ajena y extraña a la cultura de la
Iglesia local, viene a resultar irrespetuosa y alienante, además de
artificial y empobrecedora. Se confunde así la unidad sustancial del
rito romano querida por el Concilio Vaticano II (cf. SC 38) con esa
rígida uniformidad que el propio Concilio desechaba (cf. SC 37). Y
me atrevo a decir también que, para las culturas que han sufrido
los efectos destructores del colonialismo europeo, este tipo de
imposiciones no hacen sino reabrir las heridas del pasado.
Para no quedarnos en las consideraciones generales, será bueno
poner algunos ejemplos concretos que ilustren y clarifiquen el
sentido de lo que aquí decimos.
Comenzando por lo más simple, en la respuesta al saludo del
sacerdote ya no se podrá decir (el Señor, la paz...) «esté también

15 AAS LXI (1969) 573-578, cit. 577.

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Puntos de vista 523

contigo», pues, para ajustarse al tenor literal de la edición típica


latina del Misal, ahora se deberá responder: «y con tu espíritu».
Aunque tenga un trasfondo bíblico y tradicional venerable, esta
fórmula refleja una concepción antropológica muy distante de la
mentalidad africana –sumamente reacia a nuestras dicotomías
occidentales– y, como forma de expresión, resulta bastante arti-
ficial y extraña. Si ya es dudoso que esa simple sustitución evite
el peligro de una banalización del saludo, lo más probable es que
ahora ya no signifique nada.
Otra modificación impuesta es la supresión de la bendición que
el sacerdote daba a los laicos que van a proclamar las lecturas en
la liturgia de la Palabra. Conociendo el valor y la fuerza que tiene
la palabra en la cultura africana, se comprende la importancia del
ministerio del lector –aunque no sea instituido– y la conveniencia
de resaltarlo con una bendición litúrgica. En el contexto de Zimba-
bue, además, el gesto de arrodillarse ante el sacerdote para recibir
su bendición entronca directamente con los usos de la cultura local,
donde uno se dirige a la autoridad desde una altura más baja y
requiere su aprobación para intervenir en público. De este modo,
tanto el gesto de arrodillarse como las palabras de bendición venían
a resaltar, además del servicio del lector, también el ministerio del
presidente. Con la supresión se pierden estos elementos valiosos
sin ganar nada a cambio (quizá se gana en simplicidad y tiempo,
pero eso –como sabemos– no es un valor para los africanos… ¡al
contrario!).
Un último ejemplo, y de gran calado, es la nueva modificación
impuesta en las fórmulas eucológicas. En la cultura del pueblo
zimbabuano –no entro aquí en sus variantes étnicas– uno nunca se
dirige directamente a un superior, sino que trata siempre de hacerlo
a través de un intermediario. En la liturgia eucarística, esta forma
de mediación jerárquica se expresaba en una fórmula eucológica
peculiar en la que se comienza pidiendo a Cristo que presente al
Padre la oración de su Iglesia: «Señor nuestro Jesucristo, decidle al
Padre: Tu familia te dice...» (sigue a continuación la petición corres-
pondiente, dirigida ya al Padre: «Dios Padre nuestro, tú que... haz

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524 Puntos de vista

que...», para concluir diciendo: «Y todo esto se lo presentamos


al Padre que vive y reina contigo...»). Para nuestra mentalidad
occidental –y, desde luego, en comparación con el estilo ritual
romano– esta estructura oracional puede parecer excesivamente
complicada y redundante. Pero así es como este pueblo se expresa
y se relaciona con la autoridad, hasta el punto de que, de no hacerlo
así, se consideraría una falta de respeto. Y nuevamente surge la
pregunta: ¿qué se gana con forzarles a esto?
Como sacerdote católico, en ninguna de las veces que he concele-
brado la Eucaristía en Zimbabue me he sentido extraño. Aunque
no manejara la lengua vernácula, las palabras y los gestos me
resultaban muy familiares. Si se quiere, podría decir que en cada
una de esas celebraciones era claramente perceptible «la unidad
sustancial del rito romano». Y también podía reconocer algo mucho
más importante: la catolicidad de la Iglesia, expresada en su rica
diversidad de formas rituales. Las diferencias que he mencionado
–y otras muchas que se podrían aducir– son variedades legítimas,
que no rompen la unidad, sino que la evidencian y embellecen
más.16 Por eso, considero que la uniformidad que se pretende
imponer es, más que una pobreza, una falta de respeto. Diría más:
un verdadero atentado.
Quizás ahora se comprenda el sentido de la pregunta, un tanto
provocadora, con que he titulado este punto de vista: La uniformidad
litúrgica... ¿otra forma de xenofobia? En su sentido etimológico, la
xenofobia denota el miedo a la diferencia. Un miedo visceral que
a menudo se torna en odio y rechazo excluyente. Seguramente,
no es esta la intención de quienes promueven los cambios litúrgi-
cos mencionados. Pero a veces el miedo se disfraza de prudencia
y la inseguridad nos hace ver fantasmas y peligros imaginarios
(pueden ser también reales, pero el miedo los agranda). Los rasgos
peculiares de la celebración eucarística en la Iglesia católica de
Zimbabue fueron aprobados ad experimentum y vienen practicán-

16 Entre las múltiples y valiosas indicaciones que hace el papa Francisco


en la Evangelii Gaudium, cf. en particular a este respecto los núms. 115-118.

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Puntos de vista 525

dose con normalidad desde hace muchos años, sin que esto haya
ocasionado el más mínimo problema. Lejos de atentar contra la fe,
estas peculiaridades culturales favorecen su expresión y vivencia
gozosa. Para que la liturgia sea efectivamente culmen et fons de la
vida de la Iglesia es preciso que se encarne en la cultura concreta
del pueblo cristiano. Ojalá que quienes tienen la responsabilidad
de tomar decisiones en este ámbito lo tengan más en cuenta.
José María Hernández Martínez
Sacerdote claretiano, profesor de sacramentos y escatología en
la Facultad de Teología de Granada.

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Crónicas

«Arquitectura de la luz.
Arte, espacios, liturgia»
XIII Congreso Litúrgico Internacional
Monasterio de Bose, 4-6 de junio de 2015
Durante los días 4, 5 y 6 de junio tuvo lugar en el monasterio de
Bose (Italia) el XIII Congreso Litúrgico Internacional, que anual-
mente organiza el mencionado monasterio en colaboración con
la Oficina Nacional para los Bienes Culturales Eclesiásticos de la
Conferencia Episcopal Italiana y del Consejo Nacional de Arqui-
tectos, Planificadores, Paisajistas y Conservadores. En esta ocasión
el tema tratado fue Arquitectura de la luz. Arte, espacios, liturgia.
El congreso comenzó con la intervención del monje Goffredo
Boselli, quien subrayó la importancia del tema elegido como
punto de encuentro de liturgistas y arquitectos. Tras su discurso
inaugural, se dieron lectura a varios mensajes de saludo enviados
por el cardenal Pietro Parolin, secretario de estado de la Santa Sede,
por el patriarca de Constantinopla Bartolomeos I, Nuncio Galan-
tino, secretario general de la Conferencia Episcopal Italiana, del
cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto
Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Stefano Russo, director
de la Oficina Nacional para los Bienes Culturales Eclesiásticos de
la Conferencia Episcopal Italiana. Este acto inaugural concluyó
con la presentación del volumen con las actas del Congreso del
año precedente.
Abrió la mañana la ponencia del prior del monasterio Enzo Bianchi,
que, tras mostrar desde la propia experiencia la importancia de
la luz como elemento fundamental de la arquitectura litúrgica, a
partir del análisis de la propia iglesia del monasterio, ha trazado

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528 Crónicas

el perfil bíblico de la luz, primera palabra de Dios según el libro


del Génesis y símbolo de Cristo en los escritos joánicos, luz que
las tinieblas no pueden apagar, aunque sea un pábilo tenue y
vacilante. Después, Philippe Markiewicz, monje de Ganagobie,
arquitecto y fundador de la revista Arts Sacrés, ha hablado sobre
el papel dado a la luz en el monasterio de Bose cuyo edificio fue
realizado e ideado a partir de la exigencia y de la experiencia de la
comunidad, recordando cómo en la antigüedad la luz natural tenía
suma importancia en la arquitectura pues no existía la iluminación
eléctrica. Albert Gerhards concluyó la sesión matinal analizando
el significado de la luz para la teología y la antropología cristiana
a partir de textos de la tradición patrística (la himnografía ambro-
siana y el canto bizantino del lucernario), relacionando estos datos
con la arquitectura litúrgica contemporánea.
Por la tarde, en primer lugar, Jean-Pierre Sonnet, profesor de Anti-
guo Testamento de la Pontificia Universidad Gregoriana, expuso la
visión bíblica de la luz, comenzando desde el Génesis, pasando por
el Éxodo hasta llegar a los relatos evangélicos de la transfiguración
y la resurrección. Angelo Lameri, profesor de liturgia y de sacra-
mentaria en la Pontificia Universidad Lateranense, ha afrontado
el tema de la luz en referencia con la liturgia, particularmente el
papel del cirio pascual y del pregón pascual. Finalmente, Andrea
Dall’Asta, director de la Galería San Fedele de Milán, expuso la
relación de la luz con el arte cristiano, y en particular con la arqui-
tectura, utilizando un amplio repertorio fotográfico.
El segundo día del Congreso se abrió con la intervención de Paolo
Tomatis, profesor de la Facultad Teológica de Italia septentrional,
el cual propuso una reflexión sobre la experiencia de la luz en la
liturgia inspirándose en el versículo 10 del salmo 36: «En tu luz
podemos ver la luz», donde el creyente debe ver cada cosa a la
luz de Dios. Siguió la relación de Sigurd Bergmann, profesor de
la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología de Trondheim,
quien analizó diferentes edificios sagrados del norte de Europa,
sugiriendo la idea de que la arquitectura debía celebrar el don de
la vida como don de luz, en contraste con la oscuridad que carac-
teriza las latitudes nórdicas. Terminó la sesión matutina con una

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Crónicas 529

panorámica sobre proyectos de iluminación de los lugares sagra-


dos de diferentes iglesias y catedrales ofrecida por la arquitecta
Donatella Forconi.
Por la tarde intervinieron el arquitecto Martin Struck, que ha
ilustrado por medio de las imágenes algunas nuevas soluciones
arquitectónicas de la luz en contextos históricos y geográficos
diferentes, el liturgista Joaquim A. Félix de Carvalho que explicó la
capilla Árbol de Vida del seminario de Braga y, finalmente, el artista
Kim En Joong y el histórico del arte Denis Coutagne debatieron
del arte de las vidrieras como vehículo de la Luz.
Tras la cena, en la iglesia románica de San Segundo, a la luz de las
velas, Maddalena Crippa, actriz de reconocimiento internacional,
recitó textos de los padres de la Iglesia, de la tradición mística
hebrea, textos poéticos y textos de grandes arquitectos, con inter-
medios musicales por Fabio Mina.
La tercera y última jornada se inició con el análisis del papel de
la luz en la iglesia contemporánea de Santa María a Marco de
Canaveses, del arquitecto Álvaro Siza, realizado por quien fuera
su párroco hasta 2001, Nuno Higino, profesor de filosofía de la
Universidad «Fernando Pessoa» de Porto. Prosiguió la mañana
con la intervención del arquitecto Santiago Calatrava Valls, que
presentó diferentes bocetos y proyectos realizados a lo largo de
su carrera.
Concluyeron el Congreso Stefano Russo, director de la Oficina
Nacional para los Bienes Culturales Eclesiásticos de la Conferencia
Episcopal Italiana y el prior del monasterio de Bose Enzo Bianchi
Juan de Pablos

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530 Crónicas

«El sacramento de la penitencia»


XXIX Encuentro anual de estudios de la
Sociedad Argentina de Liturgia (SAL)
Pilar, 1-4 de junio de 2015
«El sacramento de la penitencia» ha sido el tema convocante para el
XXIX Encuentro de Estudios de la Sociedad Argentina de Liturgia
como aporte para el próximo Año Jubilar sobre la misericordia.
El encuentro se desarrolló del 1 al 4 de junio de 2015 en la casa
«El Cenáculo», Pilar (Buenos Aires). El primer día el presbítero
Dr. Gustavo Irrazabal tuvo la ponencia inicial: El sacramento de la
penitencia, su situación actual. Fue una profunda reflexión teológica-
pastoral a la luz de su propia experiencia como docente y sacer-
dote. Por la tarde la Rabina Silvina Chemen desarrolló el tema:
Celebraciones penitenciales del pueblo judío, deteniéndose en varios
pasajes del Antiguo Testamente. Fue una ponencia sumamente
rica que despertó mucho interés y diálogo entre los participantes.
Esta ponencia fue complementada por la visión neotestamentaria,
a cargo del Lic. José Luis D’Amico.
El segundo día fue el presbítero Dr. José Caamaño el encargado de
iluminar la reflexión con la conferencia: El sacramento de la penitencia
en el magisterio actual. El conferencista hizo un aborde dogmático-
magisterial del sacramento de la penitencia. El tema se comple-
mentó con la ponencia del presbítero Dr. Roberto Russo desde
la perspectiva litúrgica: El sacramento de la penitencia: evolución
histórica de su celebración. Presentó las diversas formas celebrativas
que tuvo el sacramento de la reconciliación, desde la estructura
de «ex-comunión» presentada en el Nuevo Testamento hasta la
estructura de «reconciliación» presente en el Ritual de Pablo VI.
Durante la tarde el presbítero Dr. Mario Haller presentó El Ritual
de la penitencia de Pablo VI.
El tercer día el presbítero Lic. Francisco Iglesias a través de su
ponencia Elementos «penitenciales» en el rito de la misa, se detuvo a
presentar actitudes y gestos penitenciales durante la celebración
de la Eucaristía. Posteriormente el R.P. José Carlos de Souza, sac,
presentó la ponencia La sede de la penitencia a lo largo de la historia.

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Crónicas 531

Por la tarde trabajó en talleres sobre diversas celebraciones en


vistas del año santo de la misericordia.
El último día en la mañana los distintos grupos presentaron las
sugerencias y celebraciones para el próximo año santo de la mise-
ricordia.
Cada día, la jornada quedaba jalonada con la celebración de la
Eucaristía, laudes y vísperas.
El martes por la noche se realizó la asamblea anual de los socios,
analizando la vida y funcionamiento de la SAL. Se determinó
hacer un encuentro conmemorativo de los XXX años de la SAL,
en la ciudad de Buenos Aires, en el mes de abril.
Roberto Russo

«La oración litúrgica»


XL Jornadas de la Asociación Española de
Profesores de Liturgia (AEPL)
Cuenca, 25-27 de agosto de 2015
En el Seminario Conciliar «San Julián» de Cuenca, ciudad
patrimonio de la humanidad, a lo largo de los días 25, 26 y 27
de agosto, han transcurrido las XL Jornadas de la Asociación de
Española de Profesores de Liturgia (AEPL) que han tenido como
tema la reflexión sobre «La oración litúrgica». De manera inin-
terrumpida, la AEPL ha estudiado durante los cuarenta años de
su existencia diversos temas que ayuden a la comprensión de la
celebración litúrgica por medio de las cuales «se ejerce la obra de
nuestra redención» (SC 2).
Las jornadas se abrieron con el saludo del vicario general de
la diócesis de Cuenca que en nombre del obispo nos dio la bienve-
nida y nos exhortó a que tuviéramos unos días de fecundo estudio.
A continuación, Aurelio García Macías, presidente de la AEPL,
centraba el tema de las diversas disertaciones recordándonos que

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532 Crónicas

«quien ora: hace confesión de fe, pues cree en Dios; busca a Dios
y desea, por tanto, entrar en comunión con él; dialoga con Dios,
escucha y acoge la palabra que de él proviene».
El primer día de estudio tuvo como ponente principal a monseñor
Piero Marini, presidente del Comité Pontificio para los Congresos
Eucarísticos Internacionales y, que fue maestro de las celebraciones
pontificias en tiempos del papa san Juan Pablo II. Durante todo el
encuentro monseñor Marini nos acompañó y presidió, además, las
diversas celebraciones de la Eucaristía. Su disertación tuvo como
título La oración litúrgica. Una reflexión actual que nos ayudó a cono-
cer cómo la oración cristiana debe ser eminentemente litúrgica.
Tras la conferencia inaugural nos trasladamos a la iglesia catedral
de Santa María y San Julián de Cuenca donde tuvimos, como
punto central de la primera jornada, la Eucaristía. Posteriormente
pudimos contemplar la belleza del templo catedralicio, reflejo del
esplendor del resucitado, y escuchar la música del recientemente
restaurado órgano. A primera hora de la tarde tuvimos la suerte
de escuchar la reflexión del padre benedictino Juan Javier Flores,
actualmente rector de la Pontificia Universidad San Anselmo de
Roma. Bajo el título ¿Responde la Liturgia de las Horas a la comunidad
orante de hoy?, el monje benedictino, tras un análisis de la situación
actual del Oficio Divino, de su aceptación y de algunos modelos de
adaptación, presentó diversos retos y perspectivas futuras para la
correcta celebración del Oficio en el que la Iglesia «alaba al Señor
e intercede por la salvación de todo el mundo» (SC 83).
La segunda jornada comenzó tras el rezo de las laudes en la capilla
del Seminario conquense. El jesuita Carlos del Valle pronunció la
primera de las conferencias (Arrodíllate y creerás) donde expuso la
importancia de la corporalidad para una correcta oración litúrgica.
El profesor Félix María Arocena culminó la actividad académica de
la mañana al hacer un exhaustivo y sabroso repaso por los Grandes
maestros de la oración litúrgica, centrándose, principalmente, en los
del pasado siglo y recordando que, «a partir de la segunda mitad
del siglo xx, los maestros de oración son los libros litúrgicos, sus
introducciones y el Catecismo de la Iglesia católica». La tarde tuvo
como acto reseñable la asamblea ordinaria de la AEPL que, tras las

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Crónicas 533

informaciones ordinarias, decidió que el próximo año las Jornadas


tuvieran lugar en Madrid bajo el título: Liturgia, vida y postmoder-
nidad. Tras la asamblea visitamos el magnífico museo diocesano
y la ciudad de Cuenca, visitas culturales que se unieron a la de la
biblioteca del Seminario Conciliar. La actividad culminó a los pies
de la patrona de la ciudad en la iglesia de la Virgen de la Luz, ante
cuya imagen celebramos la Eucaristía.
Las jornadas concluyeron con la ponencia del cisterciense Gerardo-
Luis Martín, La litúrgica como experiencia la vida mística, que, desde
su experiencia monástica, nos invitó a adentrarnos en el misterio
de la celebración litúrgica para un encuentro vivo con el Señor. Tras
ella, el encuentro culminó en la capilla del Seminario «San Julián»
donde en la Eucaristía, como en todos los encuentros, ofrecimos
el sacrificio por los miembros que han fallecido a lo largo de este
curso. La misa se convierte así en la fuente y el culmen de estos
días de reflexión y convivencia de los miembros de la AEPL. El
próximo año nos reuniremos en Madrid para compartir los frutos
que a lo largo de la propia investigación y vivencia personal han
dado de sí estos días en Cuenca.
Jesús R. Folgado García

«Liturgia de las Horas.


Una reforma inconclusa»
XLIII Semana de Estudio de la Asociación de
Profesores de Liturgia de Italia
Palermo, 31 de agosto-4 de septiembre de 2015
La Asociación de Profesores de Liturgia de Italia ha dedicado su
reunión anual del 31 de agosto al 4 de septiembre en el convento
de Baida de Palermo, teniendo como tema la Liturgia de las Horas.
Una reforma inconclusa.

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534 Crónicas

La promoción de la Liturgia de las Horas como oración de la Iglesia,


querida por el Concilio Vaticano II, tiene todavía que mostrar todo
su valor para la vida cristiana. Bajo este perfil, la misma historia
–antigua y reciente–, de este capítulo de la vida litúrgica, desde
el punto de vista de la forma ritual, se presenta como un «trabajo
abierto» más que como un «objetivo cumplido».
En la espera de una segunda edición de la Liturgia de las Horas en
italiano, ha parecido oportuno reflexionar sobre la problemática
y las posibilidades pastorales de la Liturgia de las Horas como
«oración de la Iglesia» y como «oración de las horas», siendo su
faceta celebrativa la que traza la valorización de este acto litúrgico.
Conviene considerar la propuesta ritual actual para verificar por
un lado su «visibilidad» respecto a las características y exigencias
de nuestro tiempo y por otro su capacidad de «hacer vivir» una
auténtica experiencia de fe.
El congreso, a partir de la propuesta de la Liturgia de las Horas
a la luz de las indicaciones conciliares, ha pretendido sacar a la
luz algunas condiciones y algunos elementos fundamentales que
permiten a esta oración litúrgica expresar su fuerza espiritual para
todos los creyentes.
El primer día, tras la oración inicial y el saludo del presidente de
la Asociación, Luigi Girardi, tuvo lugar la primera ponencia titu-
lada La Liturgia de las Horas hoy. Condiciones para una oración posible
y deseable por Michel Van Parys, abad de la abadía italo-bizantina
de Santa María de Grottaferrata.
El martes por la mañana intervinieron Pietro Sorci, de la Facultad
Teológica de Sicilia «San Juan Evangelista» de Palermo, que habló
sobre la Formas de una Liturgia de las Horas popular en la historia y
Elena Massimi, de la Pontificia Facultad «Auxilium» de Roma,
que trató La reforma de la Liturgia de las Horas: elecciones y nudos
irresolutos. Tras la comida hubo dos ponencias: Andrea Grillo, del
Pontificio Ateneo «San Anselmo» de Roma, con Espacio-tiempo de
la Liturgia de las Horas en la cultura tardo-moderna y Jerônimo Pereira
Silva, liturgista de Brasil, con Una «oración presente en el tiempo».
Experiencias de inculturación y de adaptación de la Liturgia de las Horas.

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Crónicas 535

La mañana del miércoles intervinieron Giuseppe Busani, del


Estudio Teológico del Colegio Alberoni de Piacenza, con su inter-
vención titulada «Para ti el silencio es alabanza». La dimensión
poética de la Liturgia de las Horas y Morena Baldacci, de la Ponti-
ficia Universidad Salesiana de Turín, con su intervención titulada
«Es tiempo de unir las voces… y dejar que la gracia cante». El canto
en la Liturgia de las Horas. La tarde del miércoles estuvo dedicada
a la asamblea general de la Asociación y a un foro de profesores.
El jueves por la mañana contó con la participación de Loris Della
Pietra, del Instituto de Liturgia Pastoral «Santa Justina» de Padua,
que habló de La Liturgia de las Horas como gesto y de Daniela Musu-
meci, liturgista de Catania, que trató de Las emociones de la oración
de la Iglesia. Por la tarde se organizó una visita turística del lugar.
El último día, Roberto Vignolo, de la Facultad Teológica de Italia
septentrional, trató de responder a la pregunta ¿Cuál imagen y
cuál experiencia de Dios en los salmos?
Martín Salvador

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Teología de la Palabra
a la luz de la “Dei Verbum”
Por Armand Puig. CPL libri 20. 368 págs.
Un estudio profundo de lo que la Constitución
Conciliar sobre la Divina Revelación nos ofrece para
conocer mejor el valor de la Palabra de Dios para
los cristianos.

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Libros

Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los


Sacramentos, Directorio homilético (Cuadernos Phase 224), Barce-
lona: Centre de Pastoral Litúrgica 2015, 142 pp.

El Directorio homilético emanado ámbito litúrgico, estudia la natura-


de la Congregación para el Culto leza e identidad de la homilía, los
Divino y la Disciplina de los Sacra- criterios objetivos para interpretar
mentos con fecha del 29 de junio de la Palabra de Dios en la liturgia
2014, va precedido por un Decreto y las orientaciones en orden a su
firmado por el cardenal Cañizares, preparación. La segunda parte con
como prefecto y A. Roche como el título Ars praedicandi ejemplifica
arzobispo secretario del mencio- las «coordenadas metodológicas
nado dicasterio romano. El Decreto y de contenido» que debe conocer
expone bien los orígenes y evo- el homileta y tenerlas en cuenta al
lución del Directorio y al mismo preparar y ejecutar la homilía. Se
tiempo su objetivo y contenidos. ofrecen claves de lectura para el
El tema de la homilía y subsidios ciclo dominical-festivo de la misa
en relación con la misma, lo habían arrancando del núcleo del año litúr-
tratado ya los obispos del Sínodo gico. También se hacen alusiones a
sobre la Palabra (Verbum Domini las misas feriales, de matrimonio
59-60) y anteriormente el papa y de exequias. En estos ejemplos
Benedicto XVI en Sacramentum se ponen en práctica los criterios
caritatis 46. El papa Francisco ha evidenciados en la primera parte: la
tratado la homilía con rasgos muy tipología, la primacía de la perícopa
pedagógicos en Evangelii gaudium evangélica, el orden de las lecturas,
135-144. la conexión entre la liturgia de la
Palabra y la Eucarística, etc.
Las fuentes en que las que se inspira
el Directorio son la Constitución El Directorio termina con dos apén-
Sacrosanctum Concilium, los preno- dices. El primero con el título La homi-
tandos del Ordo Lectionum Missae, la lía y el Catecismo de la Iglesia católica,
Ordenación General del Misal Romano muestra el nexo entre la homilía y
y los dos documentos sinodales la doctrina de la Iglesia católica en
indicados arriba. El Directorio se relación con los tres ciclos domini-
ha estructurado en dos partes: la cales (A, B, C), aportando algunas
primera sobre la homilética en el alusiones temáticas del Catecismo de

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538 Libros

la Iglesia católica respecto a las lec- papas, de los prenotandos de algu-


turas dominicales. Es muy amplio nos libros litúrgicos, del Código de
este apéndice que aporta muchas Derecho Canónico y de documentos
citas del Catecismo. Pero ofrece de algunas Congregaciones de la
un material muy rico de conteni- Curia Romana.
dos doctrinales y sapienciales. El
En definitiva estamos ante un
segundo titulado Fuentes eclesiales
Directorio precioso y práctico para
postconciliares relevantes sobre la pre-
potenciar y mejorar la calidad de
dicación señala las referencias a los
las homilías. Debería ser un libro
textos de documentos conciliares
de cabecera para obispos y pres-
y postconciliares más destacados
bíteros. Es de agradecer a quienes
sobre la predicación. Se recogen
lo reclamaron como una preciosa
textos de las cuatro Constituciones
ayuda a los homiletas.
conciliares y de Presbyterorum ordi-
nis, del magisterio de los últimos Ramiro González

Jaume Fontbona, Los sacramentos de la iniciación cristiana (Biblio-


teca Litúrgica 45), Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica 2014,
426 pp.

El Centre de Pastoral Litúrgica de misterios que sustentan la fe y la


Barcelona nos ofrece en la colección vida en Cristo. El autor estructura
«Biblioteca litúrgica» este precioso su obra en cinco grandes bloque o
volumen que tiene como autor al partes, después de una breve intro-
ilustre profesor Jaume Fontbona, ducción (pp. 11-13) y pocas páginas
presidente del mismo CPL, pro- dedicadas al tema de la unidad de
fesor de la facultad de teología de la iniciación cristiana (pp. 15-18).
Cataluña y director de la revista
La primera parte (introductoria)
Phase. En la colección mencionada
versa sobre el concepto de sacra-
que él también dirige ha publicado
mento arrancando del Catecismo de
Ministerio de comunión (1999), La
la Iglesia católica, el paso del myste-
Cena del Señor, misterio de Comunión
rion al sacramentum centrándose en
(2007) y Ministerio ordenado, minis-
san Agustín, Hugo de san Víctor,
terio de Comunión (2009).
Pedro Lombardo, santo Tomás y
El presente volumen que recen- la evolución posterior (teólogos y
sionamos arranca de la profunda concilios). Incluye también la mis-
unidad de la iniciación cristiana, tagogía como teología apoyada en
como camino de inserción y con- la tipología, aplicada al sacramento
figuración del hombre con Cristo (liturgia) y se detiene en este como
y la Iglesia. Es el medio por el que acontecimiento de salvación al que
uno se hace cristiano o pasa de no aquel se refiere.
iniciado a iniciarse en los grandes

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Libros 539

La segunda parte es la bíblica. En cena ordinaria y pascual judía; los


ella el autor analiza los testimo- testimonios del Nuevo Testamento
nios de la Sagrada Escritura sobre sobre la Eucaristía. El autor ofrece
los sacramentos que integran la unas conclusiones interesantes
iniciación cristiana. Trata primero sobre el testimonio del Nuevo Tes-
el testimonio del Nuevo Testa- tamento sobre la Eucaristía (pp.
mento sobre el bautismo (capítulo 115-116). Dice que en este capítulo
2) abordando el bautismo de Juan, «se apunta cómo la Última Cena
el de Jesús (realizado por Juan), de Jesús se convierte en modelo y
el bautismo cristiano (en el libro fundamento, el tipo (=la figura), del
de los Hechos de los Apóstoles, actual sacramento de la Eucaristía»
en el período apostólico y posta- (p. 11). Cita al papa Benedicto XVI
postólico, el testimonio del Nuevo afirmando de la Última Cena de
Testamento sobre el don y los dones Jesús que «es el acto de fundación
del Espíritu, lo que más tarde será de la Iglesia, porque se da él mismo
la confirmación o crismación). y crea, de esta manera, una nueva
En esta parte –dice el autor– «se comunidad, una comunidad unida
puede descubrir cómo el bautismo en la comunión consigo mismo» (p.
de Jesús pone los fundamentos del 11). El cardenal Kasper al respecto,
futuro bautismo cristiano, en dos dice que la Última Cena «no solo
grandes momentos celebrativos, revela recapitulándola, su misión,
en torno al agua (muerte y resurrec- sino su esencia más profunda: ser
ción de Jesús) y entorno a la unción de Dios y para Dios y, en eso mismo,
(don del Espíritu). Más tarde, esta ser para todas las personas» (p. 12).
unción bautismal se convertirá en
La tercera parte es histórica y la
el sacramento de la confirmación o
más extensa. Hace un recorrido
de la crismación» (p. 11).
desde los primeros siglos hasta
Luego Fontbona aborda el testimo- las puertas del Concilio Vaticano
nio de la Sagrada Escritura sobre II. Comienza con el testimonio del
la Eucaristía (capítulo 3). Lo hace primer milenio sobre la iniciación
partiendo del trasfondo vetero- (capítulo 4). Parte de la Tradición
testamentario de la ofrenda y del apostólica, la Didascalia de los apósto-
sacrifico para iluminar la Eucaris- les, las Constituciones apostólicas, el
tía; la ofrenda y el sacrificio van Ordo Romanus XI, concluyendo con
precedidos de la presencia de Dios los tres modelos de la iniciación de
(reconocida como segura por el los orígenes (pp. 124-125). Durante
oferente); el autor señala algunas el primer milenio se realiza una
condiciones necesarias para que el transformación de los tres momen-
sacrificio ofrecido sea eficaz (lim- tos de la iniciación cristina en tres
pieza, un sacerdote, un maestro del sacramentos distintos (capítulo 5).
ritual, asegurar la presencia divina, Durante los primeros siglos sobre
alimentos de calidad); distintos todo en la Eucaristía, la «ley de la
tipos de sacrificios y ofrendas; la oración» configura la «ley de la

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540 Libros

fe»: lo que se reza es lo que se cree Concilio de Trento (capítulo XII),


(capítulos 6-8). Las anáforas de las el movimiento de protesta de las
distintas Iglesias y el testimonio de tres figuras de la Reforma, Lutero,
las grandes mistagogías expresan y Calvino y Zwinglio y la respuesta
explican de modo casi insuperable católica de Trento. El autor termina
lo celebrado y profesado por la fe el capítulo con un balance histórico
de las comunidades (capítulos 6-8). hasta el movimiento litúrgico del
Es esta una muy buena aportación siglo xx (pp. 261-265). Nos deja así
de Fontbona al tema. a las puertas del Vaticano II.
Más tarde, la reflexión teológica al La cuarta parte es la parte siste-
tener que explicar lo que se veía y mática. El autor la describe así:
oraba, conducirá a expresar la fe «intenta asumir la reflexión bíblica
en la Eucaristía apartándose de y patrística, pasando por la esco-
la misma celebración eucarística lástica, la Reforma y el Concilio
(capítulo 9-10). La Eucaristía cobra de Trento, junto con la celebración
una gran importancia durante el litúrgica y el trabajo ecuménico y
segundo milenio. En los inicios así poder presentar una reflexión
de este, tiene lugar el cambio de ordenada sobre los tres sacramen-
horizonte de comprensión y se tos de la iniciación cristiana, des-
consolida con la escolástica (pp. tacando su unidad y su diversidad
228-229). Pero ya no se explica la celebrativa». Lo hace mediante un
Eucaristía desde la celebración o primer capítulo (el 13) en el que
como imitando la Última Cena de reflexiona de modo ordenado sobre
Jesús, sino como sacramento del el bautismo y la confirmación en
cuerpo y de la sangre del Señor. La perspectiva ecuménica y apoyán-
perspectiva se centra ahora en el dose en la obra de dos teólogos
modo cómo Cristo está realmente representativos del diálogo ecu-
presente en las especies eucarísti- ménico entre Oriente y Occidente
cas, crece la devoción al Santísimo (Zizioulas, ortodoxo y Tillard,
Sacramento, hechos que facilitarán católico). El autor termina el capí-
la aparición de la Reforma protes- tulo con las conclusiones sobre la
tante como reacción a la Iglesia unidad de la iniciación cristiana
católica. Fontbona termina esta (p. 290). El capítulo 14 lo dedica
parte con un capítulo dedicado al a la reflexión sistemática sobre la
testimonio de la praxis litúrgica Eucaristía. Para ello Fontbona se
medieval de Oriente y Occidente apoya en la síntesis teológica de
(capítulo 11). En el Oriente destaca Tillard. Estructura su síntesis en
la importancia de la espiritualidad torno a estas proposiciones: 1) La
eucarística de Nicolás Cabasilas Iglesia pide al Padre el Espíritu que
(siglo xiv), redescubierta en el siglo realiza su comunión (pp. 293-310);
xx. El capítulo último de esta parte 2) La Iglesia manifestada como
histórica, lo dedica Fontbona al comunión (pp. 310-314); 3) El Amén
testimonio de la Reforma y del de la anáfora, sello de la comunión

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Libros 541

(pp. 314-323); 4) El memorial de la partir de la reforma del Concilio


Pascua del Señor (pp. 323-333); 5) Vaticano II, plasmada en los rituales
La liturgia después de la liturgia emanados de dicho Concilio y del
(pp. 333-334) y 6) dedicada a las Misal Romano de Pablo VI. El autor
conclusiones (pp. 335-336). lo hace en tres capítulos (16-18). La
El capítulo 15 lo dedica al acuerdo celebración del bautismo (Capí-
entre Iglesias y comunidades cris- tulo 16) incluye estos apartados: el
tianas de Occidente durante el siglo catecumenado, los elementos de la
xx. Es la dimensión ecuménica. celebración bautismal, el aconte-
Los acuerdos han tenido lugar cimiento celebrado y el bautismo
sobre todo después del Concilio de los niños. La celebración de la
Vaticano II. El autor se refiere a confirmación (capítulo 17) com-
tres fundamentales: el primero, de prende estos apartados: Los signos
la Concordia de Luenberg (1973), y las palabras de la confirmación,
firmado por las Iglesias europeas el acontecimiento celebrado y una
de tradición luterana y reformada. mirada hacia la acción pastoral. La
Versa sobre la presencia real de celebración de la Eucaristía (18)
Cristo en la Eucaristía en relación incluye los apartados siguientes:
con el acto de comer y beber. El estructura de la celebración, las
segundo, documento católico-lute- diversas estructuras eucarísticas
rano versa sobre la cena del Señor tipo, familias de anáforas orien-
(1978). Recoge una convergencia tales, las plegarias eucarísticas
sobre la noción de memorial; la pre- del Misal Romano de Pablo VI. El
sencia real y verdadera del Señor autor concluye el volumen con una
en la Eucaristía; la Eucaristía como amplia bibliografía (pp. 409-426).
sacrificio sacramental y la comu-
Estamos ante una obra muy madu-
nión eucarística como recepción
rada, ágil, escrita en un estilo claro,
real del cuerpo y sangre del Señor.
la mayoría de los capítulos resultan
El tercero es el documento de Lima
breves, con abundante aparato crí-
(1982). Ha sido firmado por los
tico que no es obstáculo para servir
anglicanos, ortodoxos, protestan-
a los agentes de pastoral y a los mili-
tes y católicos. Este documento
tantes de Acción Católica, como
presenta la Eucaristía a la luz de
desea y espera el autor. Felicito
la Trinidad destacando estos cinco
cordialmente a Jaume Fontbona
aspectos: acción de gracias al Padre,
que en este volumen ofrece, como
memorial de Cristo, invocación del
indica su apellido, una buena fuente
Espíritu, comunión de los fieles y
para entender la iniciación cristiana
banquete del reino.
y al Centre de Pastoral Litúrgica de
La quinta parte es la litúrgica. Ana- Barcelona presidido por él.
liza la celebración de los tres sacra-
mentos de la iniciación cristiana a Ramiro González

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542 Libros

Dionisio Borobio, Proponer la Fe. Celebrar la Vida (Dossiers CPL


135), Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica 2015, 129 pp.

En una obra de contenidos esti- de lo ritual-simbólico por medio de


mulantes, sintéticos y bien orde- los signos sacramentales, como las
nados, Dionisio Borobio reflexiona obras de caridad y misericordia.
sobre los urgentes retos que nuestra
El libro parte (capítulo 1) con una
cultura postmoderna presenta a
caracterización del fenómeno
la Iglesia tanto desde la dimen-
religioso en la actualidad, conclu-
sión evangelizadora (Proponer la
yendo que el momento de crisis
fe) como desde la dimensión de la
y de cambios que vivimos puede
sacramentalidad cristiana (Celebrar
convertirse en un momento de
la vida).
renovación y creatividad. Conti-
¿Cómo proponer, parte preguntán- núa (capítulo 2) afirmando que
dose el autor, lo que afirmamos ser la experiencia religiosa necesita
«plenitud» a quienes se mueven expresarse ritual y simbólicamente,
instalados en la relatividad? ¿Cómo como muestran numerosas inves-
hacer creíble el sentido de vida cris- tigaciones contemporáneas, de
tiano a quienes les mueven otros modo que se habla de un «retorno
sentidos y objetivos? ¿Es creíble de lo sagrado». Reafirma la convic-
hoy nuestra «oferta sacramental»? ción de que la sacramentalidad se
Como declara explícitamente el funda y enraíza en la misma expe-
autor, no pretende dar respuestas riencia antropológica del hombre.
definitivas, ni generalizar, ni abso- Luego aborda (capítulo 3) la dimen-
lutizar sus propuestas, sino plan- sión simbólica y ritual tanto en su
tear el tema desde una perspectiva definición como en su importancia
abierta y dialogante. Y así lo hace para el hombre, y muestra cómo en
en el curso de su obra. el mundo actual el hombre practica,
de hecho, una serie de ritualidades
Constatando de partida la distancia no religiosas cuya lectura profunda
entre la fe profesada, celebrada y puede ser el punto de partida para
vivida por los cristianos, desde los una evangelización fundamental.
practicantes hasta los indiferentes, Prosigue estableciendo (capítulo
el autor se propone mostrar, a partir 4), entre aquella ritualidad reli-
de una aproximación al fenómeno giosa difusa y la sacramentalidad
religioso actual, cómo el hombre cristiana, tanto una continuidad
religioso no puede renunciar a su (antropológica-religiosa) como
referibilidad trascendente ni a su una discontinuidad (específica-
ritualidad referente e identificante, mente cristiana). Establecido esto
y cómo, a partir de ellas, es posible plantea (capítulo 5) la irrenuncia-
avanzar hacia una religiosidad cris- ble necesidad de los sacramentos
tiana que suponga tanto la vivencia de la iniciación cristiana para que

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Libros 543

el homo religiosus pase a ser homo entre evangelización y liturgia,


christianus, afirmando con claridad proponiendo redescubrir la mutua
que sin ellos no puede haber una conexión e implicancia entre estas
verdadera sacramentalización en dos dimensiones fundamentales de
la Iglesia; en este capítulo el autor la vida eclesial. Recurre para ello
resume y repropone contenidos a la Biblia y la historia de la Igle-
que ha tratado ampliamente en sia, así como a Evangelii gaudium,
otras de sus múltiples obras. Se del papa Francisco, destacando la
pregunta (capítulo 6) qué hacer dimensión social de la liturgia y los
para que los sacramentos, que son sacramentos. La conclusión gene-
invitación a creer, a celebrar y a ral (capítulo 8) refuerza la intención
practicar, sean creíbles en el mundo abierta y dialogante del autor, pro-
actual, y ofrece con realismo y gran poniendo claramente el potencial
sensibilidad cultural y religiosa, evangelizador de la celebración
pistas para revitalizar no solo la litúrgica y sacramental, pero en el
liturgia de la Iglesia, sino también contexto realista de la actual situa-
la «liturgia del prójimo», que el cris- ción de la fe y con respeto por las
tiano está llamado a vivir juntas. búsquedas y aspiraciones de la
Finalmente, el autor se centra (capí- cultura postmoderna.
tulo 7) explícitamente en la relación
Guillermo Rosas

Romano Guardini, El domingo, ayer, hoy y siempre. Oraciones teoló-


gicas. Aportación de la liturgia a la vida del cristiano (Cuadernos Phase
228), Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica 2015, 78 pp.
El Cuaderno Phase 228 recoge una cia (su diócesis), pronto empezó
trilogía de textos de Romano Guar- su labor tanto en el campo de la
dini: sobre el domingo (cómo nos pastoral con la juventud como en
enfrentamos hoy con el mandato el universitario. En este último
de santificar las fiestas), sobre la destacó como filósofo y también
oración (unos ejemplos sobre qué como teólogo. Pero, además, todos
nos mueve a rezar y cómo) y sobre estos campos se encuentran entre-
el sentido de la liturgia (para ver lazados en él con su vinculación al
cómo entendía la liturgia Guardini movimiento litúrgico. Su compro-
y cómo quería que fuera enten- miso con este movimiento se hizo
dida). muy explícito en la carta abierta
que, para defender el contenido del
El profesor Guardini (1885-1968)
mismo, escribió, en 1940, al obispo
es una figura compleja. A pesar
de Maguncia.
de haber nacido en Verona (Italia),
desarrolló toda su labor pastoral No se puede decir de él que fuera
y magisterial en Alemania. Orde- un liturgista, pero pocos como él
nado sacerdote en 1910 en Magun- han despertado en muchos el inte-

phase 329 2015.indb 543 14/10/15 14:32:32


544 Libros

rés por la liturgia, para conocerla los textos escritos, bien fueran
en su sentido más profundo, y por los dictados, una vez repasados y
la celebración de la misma, a fin corregidos, todos recorrían juntos
de vivirla como corazón de la vida el camino de la imprenta, para ser
cristiana. editados y entrar en la aventura
de ser distribuidos por el ancho
Prolífico escritor y notable confe-
mundo a fin de obtener una mayor
renciante. A fin de cuentas, no obs-
difusión.
tante, ambas facetas acababan con-
fundiéndose porque, bien fueran Josep Urdeix

Ignacio Otaño, La Buena Noticia de la semana. Ciclo C (Emaús 124),


Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica 2015, 252 pp.

Este libro ofrece una reflexión muy mensaje que Jesús nos dejó con
actual y muy cercana sobre el evan- sus palabras y con sus hechos.
gelio de los domingos y principales Una publicación, por tanto, que
fiestas, para que acompañe la vida sin duda será muy útil para todo
del cristiano a lo largo de toda la aquel que quiera vivir su fe como
semana. una fuerza gozosa y renovadora en
medio de nuestro mundo.
El lector se encontrará en estas
páginas, en primer lugar, con el En el presente volumen se encuen-
texto evangélico correspondiente tran los evangelios de los domingos
a cada domingo o fiesta, y luego, y fiestas de los tiempos litúrgicos
una reflexión breve, incisiva, que del ciclo C, así como los evange-
no se queda en un comentario indi- lios correspondientes a los días
vidualista o moral, sino que sitúa la del Calendario de los Santos que
palabra de Jesús como Buena Noti- se celebran como solemnidades, o
cia para toda la realidad humana: bien que se celebran como fiestas
la más personal y espiritual, y al pero que si coinciden en domingo
mismo tiempo la más social y colec- lo sustituyen. En próximos años se
tiva. Para ayudar a vivir, en la vida publicarán los volúmenes corres-
cotidiana, el caudal de novedad pondientes a los ciclos A y B.
y de fuerza transformadora del
Josep Lligadas

Josep Lligadas, Todos somos sacristanes (Celebrar 93), Barcelona:


Centre de Pastoral Litúrgica 2015, 92 pp.

Una publicación breve y sencilla, aspectos básicos de la pastoral


destinada a todas aquellas per- litúrgica. Estas páginas quieren
sonas que quieran formarse en ayudar a conocer un poco más los

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Libros 545

medios materiales que tenemos creta que denominamos sacristán o


para ayudarnos a vivir nuestras sacristana como si hay unas cuantas
celebraciones litúrgicas. O sea: personas que realizan estas funcio-
los espacios, la distribución de los nes. Porque siempre hay tareas que
lugares, el uso y el valor de cada hay que hacer entre todos. Es lo que
uno de los libros, la diversidad quiere expresar el título: Todos somos
de tiempos y de momentos, las sacristanes.
cosas importantes y las que no lo
Pero, como dice su autor, este libro
son tanto, el ambiente que se ha
no solo quiere ser útil a los encar-
de crear, el papel que juega cada
gados de la liturgia, sino también
elemento, cada objeto, cada utensi-
a todos aquellos que llevan a cabo
lio… y también cómo ayudar para
otras tareas pastorales y están
que la palabra sea escuchada como
interesados en formarse cristiana-
se debe, pero también el canto, la
mente: un catequista, por ejemplo,
música, el silencio…
desarrollará mejor su misión si
Este libro se dirige, ante todo, a todos conoce las cosas básicas de la litur-
aquellos que de una u otra forma gia. Pues si esto es así, seguro que
se encargan de que en la celebra- esta publicación será muy útil en
ción litúrgica todo esté a punto. Y este sentido.
esto, tanto si existe esta figura con-
Maria Àngels Termes

Kęstutis Palikša, La penitenza privata nel Pontificale Romano-


Germanico. Origini e diffusione (Bibliotheca Ephemerides Liturgicae».
Subsidia 172), Roma: Centro Liturgico Vincenziano – Edizioni
Liturgiche, 60 pp.

En los siglos v-vi, la penitencia nueva praxis: la posibilidad de


canónica antigua perdía gradual- repetir la confesión. La verdadera
mente su función: muchos cris- novedad de la penitencia traída por
tianos, por debilidad o por negli- los monjes fue que carecía, al inicio,
gencia, recaían en el pecado tras la de un ritual. La penitencia que en la
reconciliación, sin haber corregido antigüedad era un proceso comuni-
su vida en el camino penitencial. tario, en la edad media, se convierte
Esto llevó a buscar nuevos métodos en una práctica que sólo afecta a
pastorales, además de la penitencia Dios y al penitente. Esto conlleva
canónica. la interiorización de la penitencia.
El movimiento misionero de los El presente libro examina la fuente
monjes irlandeses y la colonización litúrgica del siglo x, esto es, el rito
de algunas zonas del continente de la penitencia privada en el Ponti-
contribuyeron a la difusión de la fical Romano-Germánico, explicando

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546 Libros

su contexto histórico, pastoral y Romano-Germánico, examinando


teológico, individuando sus fuen- el lugar y la fecha de composición
tes literarias y bíblicas, analizando de este libro litúrgico, sus destina-
la teología emergente. tarios, la relación del Pontifical y los
libros penitenciales utilizados en la
La obra recorre tres etapas: 1) el
parroquia; 3) el análisis del ordo de
estudio del periodo desde la lle-
la penitencia privada en el Pontifical
gada de la confesión insular al con-
Romano-Germánico, individuando
tinente europeo, teniendo en con-
sus fuentes literarias, bíblicas y
sideración la situación sociológica,
patrísticas así como estudiando la
la materia teológica y legislativa y
teología emergente.
la praxis pastoral de la época; 2) el
contexto inmediato del Pontifical Juan de Pablos

Manel Nin, La voce dell’icona. Immagine teologica e poesia nell’oriente


cristiano, Città del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana 2014, 262 pp.

Este volumen contiene una serie que hemos visto en la ciudad de


de meditaciones sobre el año litúr- nuestro Dios» (Sl 47,9) se actualiza
gico que el autor ha compuesto en la comunidad orante.
teniendo la mirada en dos aspec-
El libro no pretende ser un estudio
tos fundamentales en todas las
lenguas cristianas, pero de modo exhaustivo de los himnos cristianos
especial en las orientales: la com- orientales siríacos y bizantinos,
posición himnográfica del Oficio sino que sólo tiene en consideración
de las grandes fiestas tanto siría- los de las grandes fiestas litúrgicas.
cas como bizantinas, mostrando la El volumen tampoco quiere ser un
dimensión poética de la teología tratado de iconografía cristiana.
oriental, y el contenido teológico de Su objetivo es descubrir el valor
la poesía cristiana oriental, esto es, estético y la relación con la belleza
la himnografía y su relación con los de aquel que es «el más bello de
textos eucológicos, manifestando todos los hombres» (Sl 44,3), evi-
cómo los iconos se convierten en un denciando la relación entre aquello
comentario visible de los troparios que en la liturgia se reza con aquello
y del conjunto de los textos litúr- que se ve con los propios ojos.
gicos, y viceversa, esto es, cómo Enriquecen el libro algunas repre-
estos textos de poesía teológica sentaciones artísticas de la tradi-
comentan las imágenes, iconos que ción oriental que, además de tener
son teología en sí mismos. De tal una función decorativa, ilustran de
modo que el autor intenta ver cómo modo teológico los himnos.
«aquello que hemos oído, aquello

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Libros 547

Manel Nin, Uno sguardo orientale a Roma. Parole sparse su eventi


della vita della Chiesa, Città del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana
2015, 148 pp.
El presente volumen del monje temas de actualidad. El tercero se
benedictino de Montserrat, Manel compone de algunos artículos
Nin, archimandrita, rector del Pon- vinculados al ministerio del papa
tificio Colegio Griego de Roma, Benedicto XVI. El cuarto comenta
recoge los artículos que en los últi- acontecimientos eclesiales en rela-
mos años ha ido publicando en ción con Oriente. Y, finalmente, en
L’Osservatore Romano. Se trata de el quinto capítulo encontramos las
un válido instrumento para acer- notas necrológicas de dos sacer-
carse a la tradición litúrgica del dotes vinculados durante toda su
Oriente cristiano. El libro está dis- vida con el Oriente cristiano y con
tribuido en capítulos temáticos. el Pontificio Colegio Griego: mon-
El primero recoge comentarios a señor Eleuterio Fortino y el archi-
textos litúrgicos orientales y patrís- mandrita Oliver Razquez.
ticos, publicados en la Pascua de
2008. El segundo capítulo contiene Martín Salvador

Actas de congresos de liturgia


y misceláneas recientemente publicadas
Manuel Belli – Andrea Bozzolo – Andrea Grillo – Doriano
Locatelli, Celebrare per credere. La forma rituale della fede ecclesiale
e la realizzazione simbolica dell’umano, Milano: Glossa 2015, 193 pp.
Han sido publicadas las actas del Cuatro artículos componen el libro:
Congreso de Estudio celebrado La cuestión litúrgica del movimiento
en marzo de 2014 en la Escuela de litúrgico (D. Locatelli), Del movi-
Teología del Seminario de Bérgamo miento litúrgico a la «Sacrosanctum
(Italia), que tuvo como objetivo con- Concilium». La historia de un «res-
tribuir a la comprensión del papel sourcement» (Andrea Grillo), Sím-
intrínseco de la ritualidad en la mani- bolo-Rito-Sacramento. Modelos de
festación de la fe, teniendo presente interpretación teológica (A. Bozzolo)
el debate sobre el lugar de la liturgia y La antropología del rito. La cuestión
que no debe ser ni un intelectualismo fenomenológica de la evidencia y la
desencarnado ni un ceremonialismo forma singular de la fe (M. Belli).
puramente exterior.

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548 Libros

Inos Biffi, Liturgia, Sacramenti, Feste (Opera Omnia, Spirito e Litur-


gia), Milano: Jaca Book 2015, 624 pp.
El presente volumen recoge un la convicción de que la cuestión
grupo de artículos de I. Biffi apa- litúrgica se resolvería con la llegada
recidos en diversos momentos y de los nuevos ritos, teológicamente
circunstancias. Su lectura revela más ricos y litúrgicamente más
la evolución de este liturgista en auténticos.
un arco de quince años. Él tenía

Goffredo Boselli (ed.), Architettura, liturgia e cosmo, Comunità di


Bose: Edizioni Qiqajon 2015, 260 pp.
Arquitectura, liturgia y cosmos fue libro afrontan la delicada relación
el tema del XII Congreso Litúrgico entre el edificio eclesial y la crea-
Internacional de Bose que tuvo ción, estudiándose los fundamen-
lugar del 29 al 31 de mayo de 2014. tos cosmológicos de la arquitectura
Las ponencias que se impartieron litúrgica.
durante esos días conforman este

Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los


Sacramentos (ed.), Sacrosanctum Concilium. Gratitudine e
impegno per un grande movimento di comunione ecclesiale, Ciudad del
Vaticano: Libreria Editrice Vaticana 2015, 320 pp.
El presente volumen recoge las ción conclusiva de Arthur Roche,
intervenciones y la mesa redonda secretario de la Congregación para
del Congreso Internacional orga- el Culto Divino y la Disciplina de
nizado por la Congregación para los Sacramentos. Unas ponencias
el Culto Divino y la Disciplina de tratan de modo general la Constitu-
los Sacramentos que tuvo lugar en ción, ya sea en referencia al Concilio
Roma del 18 al 20 de febrero de 2014, Vaticano II (lectura hermenéutica
con ocasión de los 50 años de la adecuada) o al propio documento
promulgación de la Constitución (perspectivas históricas, redacción
conciliar sobre liturgia Sacrosanc- del texto, claves teológicas, claves
tum Concilium. Juntamente con las pastorales). Otros autores tratan
intervenciones y la mesa redonda temas más particulares como las
del Congreso, encontramos el liturgias orientales, la enseñanza de
mensaje del papa Francisco a los la liturgia, el arte, las traducciones,
participantes, las homilías y dis- la piedad popular o la inculturación.
cursos del cardenal Cañizares y La mesa redonda ofrece una visión
del cardenal Parolín, el saludo del panorámica de la situación actual
rector de la Pontificia Universidad de otros ritos litúrgicos occidentales:
Lateranense, sede donde se desa- ambrosiano, bracarense, cartujano,
rrolló el Congreso, y la interven- hispano-mozárabe o lionés.

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Libros 549

Luigi Girardi (ed.), Liturgia e emozione. Atti della XLII Settimana


di Studio dell’Associazione Professori di Liturgia (Bibliotheca «Ephe-
merides Liturgicae» – «Subsidia» 174), Roma: CLV – Edizioni
Liturgiche 2015, 295 pp.
El presente volumen, liturgia y de los hechos y de las vivencias
emoción, recoge las actas de la XLII emotivas que puedan traducirse
Semana de Estudio de la Asocia- en una pastoral litúrgica más ilu-
ción de Profesores de Liturgia de minada, atenta a las situaciones
Italia, en las que intentaron evi- humanas en las que pueda mani-
denciar y valorar el lugar de las festarse el amor de Dios revelado y
emociones en la celebración de la donado en Cristo. La complejidad
fe. En las ponencias se proponen del tema hace que esté tratado de
criterios y métodos para analizar modo interdisciplinar donde la
la componente emotiva de nuestro ciencia litúrgica dialoga con la teo-
celebrar, a través de los lenguajes logía fundamental, las ciencias cog-
del rito, para alcanzar una lectura nitivas, la filosofía, la sociología.

Walter Kasper, La liturgia de la Iglesia. Obra completa de Walter


Kasper - Volumen 10 (Presencia Teológica 228), Santander: Sal Terrae
2015, 552 pp.

Dentro de la publicación de las escritos referentes al sacramento


obras completas del cardenal del orden están incluidos en el
Walter Kasper, cuya traducción volumen 12 de la Obra completa,
del alemán está llevando a cabo la dedicado a La Iglesia y sus minis-
editorial santanderina Sal Terrae, terios, mientras que los textos en
acaba de aparecer el volumen los que reflexiona sobre el debate
número 10, dedicado a la liturgia. ecuménico en torno al bautismo, la
Los textos incluidos en el libro Eucaristía y el ministerio ordenado
tocan temas de teología litúrgica y se recogen en los volúmenes 13 y 14
de los sacramentos, concretamente dentro de los Escritos de ecumenismo.
el bautismo, la Eucaristía, la peni-
tencia y el matrimonio. Aquellos José Antonio Goñi

Asociación Española de Profesores de Liturgia, A los 50 años


de la Constitución «Sacrosanctum Concilium» (Culmen et Fons 16),
Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica 2014, 114 pp.
Esta publicación recoge las ponen- Profesores de Liturgia en el verano
cias impartidas en el encuentro de 2013. Corresponden a las tri-
anual de la Asociación Española de gésimo octavas Jornadas de esta

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550 Libros

Asociación que se celebraron en la obispo de León. Además de ser


ciudad castellana de Ávila, del 27 miembro de la AEPL y de haber
al 29 de agosto. sido presidente de dicha Asocia-
ción, ha dedicado toda su vida al
El tema central del encuentro fue
estudio y reflexión de la liturgia,
una conmemoración de la Cons-
primero como profesor de litur-
titución Sacrosanctum Concilium
gia en la Universidad Pontifica de
en el quincuagésimo aniversario
Salamanca, posteriormente como
de su promulgación (4 diciembre
presidente de la Comisión Episco-
1963-2013). Esta efemérides fue un
pal de Liturgia, y otros encargos, de
acontecimiento de gran relevan-
la Santa Sede, como miembro de la
cia eclesial, que suscitó innume-
Congregación para el Culto Divino
rables publicaciones y congresos
y la Disciplina de los Sacramentos.
por todas las naciones, y al que se
Desde su conocimiento teórico y
sumaron también otras instancias
vivencial, nos ubica en la entraña
eclesiales en España. La Asociación
litúrgica de la Constitución Sacro-
Española de Profesores de Litur-
sanctum Concilium; y contextualiza
gia no podía permanecer ajena a
las demás intervenciones.
este evento eclesial sin sumarse al
sinfín de reconocimientos públicos Los siguientes capítulos exponen
programados. Es más, era un deber tres temas importantes, presentes
dedicar unas Jornadas a modo de de modo transversal en el texto
homenaje a esta magna Consti- de la Constitución y que pueden
tución del Concilio Ecuménico ayudarnos, desde una perspectiva
Vaticano II, porque forma parte interdisciplinar, a reflexionar sobre
de la entraña de la tarea de los pro- el contenido del documento que
fesores y cultores de liturgia. Por tratamos. Se trata, por tanto, de
eso, el título dado a esas Jornadas releer el texto de la Constitución
expone de modo gráfico y sintético desde la perspectiva cristológica,
el motivo más que el contenido de eclesiológica y mariológica.
las mismas A los 50 años de la Cons-
titución «Sacrosanctum Concilium». La perspectiva cristológica (pp.
55-69) es abordada por el magnífico
La intención de las citadas Jornadas profesor Mariano Ruiz, profesor de
no fueron tanto un tema de estudio la Facultad de Teología de Valencia
a tratar entre todos –como estamos y asesor teológico de la Comisión
acostumbrados en otras Jornadas–, Episcopal de la Doctrina de la Fe.
sino vivir ese encuentro como un El verdadero eje en torno al cual
homenaje a la Constitución Sacro- gira Sacrosanctum Concilium es la
sanctum Concilium, que es un hito liturgia entendida como el ejercicio
referencial para la misión litúrgica del sacerdocio de Jesucristo y la
que nos une a todos. actualización de su misterio pas-
El volumen comienza con la lec- cual a través de la acción de la Igle-
ción inaugural (pp. 19-54) enco- sia. Como dice la Constitución, los
mendada a Julián López Martín, apóstoles no solo fueron enviados

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Libros 551

para anunciar la resurrección, sino para el cumplimiento de su misión


también para realizar la obra de la respecto a los hombres de hoy y
redención mediante el sacrificio y de mañana» (Dominicae cenae 13).
los sacramentos, haciendo evidente Quien lee atentamente Sacrosanc-
que Cristo está siempre presente tum Concilium descubre la intui-
en su Iglesia, principalmente en ción que hay en ella: de la reforma
las acciones litúrgicas, tal como litúrgica conciliar no se pasa única-
indica el novedoso número 7 de mente a la renovación de los ritos,
Sacrosanctum Concilium. La liturgia, sino a la renovación de la Iglesia en
por tanto, es opus Trinitatis y opus su totalidad.
hominis; opus Christi y opus Ecclesiae. Por último, Corrado Maggioni
José Manuel García Cordeiro, expone la perspectiva mariológica
obispo de Bragança, trata el tema de de esta Constitución (pp. 85-107).
la Iglesia y la liturgia (pp. 71-84). Él, Él es sacerdote, religioso mont-
que fue estudiante y profesor en el fortiano, capo ufficio de la Congre-
Pontificio Ateneo San Anselmo de gación del Culto, profesor en los
Roma; rector del Pontificio Colegio centros Marianum y Anselmianum
Portugués en Roma y consultor de de Roma; pero, sobre todo, un gran
la Congregación para la Educación liturgista, un gran mariólogo, un
Católica y, actualmente, obispo y gran conocedor de la celebración
pastor de la diócesis de Bragança, del misterio de María. Bien sabe-
conoce muy bien las implicaciones mos todos que la referencia mario-
eclesiológicas de esta Constitución. lógica en Sacrosanctum Concilium
En la Carta Dominicae cenae del 24 se concentra en el número 103 de
de febrero de 1980, san Juan Pablo II esta Constitución, que ha supuesto
afirmó con gran fuerza que «existe un estímulo para el incremento
un vínculo estrechísimo y orgánico eclesial de la piedad mariana y el
entre la renovación de la liturgia embrión de notables publicaciones
y la renovación de la Iglesia. La posteriores, como, por ejemplo, la
Iglesia no solo actúa, sino que se colección de Misas de la Virgen.
expresa también en la liturgia, vive La homilía de la misa que clausuró
de la liturgia y saca de la liturgia las las XXXVIII Jornadas de la Aso-
fuerzas para la vida. Y por ello, la ciación Española de Profesores de
renovación litúrgica, realizada de Liturgia que tuvo lugar en la cate-
modo justo, conforme al espíritu dral avilesa presidida por el obispo
del Vaticano II, es, en cierto sen- del lugar Jesús García Burillo.
tido, la medida y la condición para
poner en práctica las enseñanzas Estas páginas estimulan, por tanto,
del Concilio Vaticano II que que- el conocimiento y vivencia de la
remos aceptar con fe profunda, sagrada liturgia como fuente espi-
convencidos de que, mediante el ritual de la vida cristiana.
mismo, el Espíritu Santo ha dicho
a la Iglesia las verdades y ha dado
Aurelio García Macías
las indicaciones que son necesarias

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Ahora, en el CPL,
las hostias
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