Está en la página 1de 6

Dios, si existes, !por favor! haz que yo lo sepa...

Por Jaghith Palma Salazar

Mi historia en breve es que aunque nací en una familia católica muy conservadora siempre
tuve una fe muy tibia, creía pero no me esforzaba en cumplir el Evangelio.

Cuando fui a la universidad y estudie para profesor de filosofía me topé con Marx, pero no
me sedujeron sus cantos de sirena, quien si me impacto fue Friedrich Nietzsche, filósofo
alemán del siglo XIX, uno de los padres del ateísmo moderno. Y me pareció muy seductora
su filosofía, en la que entre muchas cosas, proponía al “superhombre”, el cual creaba su
propia tabla de valores del bien y del mal, Dios estaba muerto y este superhombre era la
justificación existencial del género humano.

Lo que me atrajo fue que uno mismo podía decidir que está bien o que está mal. Nada de
religiones que impongan su ley, libertad existencial para el que sea capaz de comer del
fruto del árbol del bien y del mal. Yo quería consumar mi libertad.

Pasaron cinco años, en los que cada vez que mi conciencia me reclamaba algo simplemente
me decía a mí mismo: “El único que debería decidir si esto está mal soy yo, la conciencia
es producto de una educación y formación cristiana, es un rezago que debo superar, si de
verdad quiero ser libre. Así que decido que esto que para el resto está mal, para mí está
bien.”

Yo en el fondo reconocía que la moral enseñada por Jesús era muy buena, pero para el
rebaño. Yo debía ser un superhombre.

Finalmente, Dios se cansó de mis pecados, nula fe y vanidad y decidió que ya era hora de
que yo decida en que bando estaba, o con Dios o con el Demonio. He de aclarar que yo no
creía en el Demonio, menos aún creía en Dios.

¿Cómo fue que Dios me rescató?

Fue al comienzo gradual y al final !terrible!

Como yo me sentía un superhombre mi vanidad no tenía límites. Desde ahí fue que Dios
comenzó: hizo que todos mis proyectos, personales, profesionales y financieros se
volvieran un caos y un fracaso total. Yo me sentí profundamente humillado ante esto. Tuve
que caer en la cuenta que yo no era “super” como me lo imaginaba. Estaba muy deprimido
por esto.

Siguiente paso de Dios: me dio pistas, unos días antes de mí experiencia (que ya contaré)
una buena amiga mía me recomendó que si tenía problemas espirituales no acuda a un
psicólogo sino a un sacerdote, a cada profesional con su profesión. Yo educadamente le
contesté que no necesitaba guía espiritual, pero que le agradecía el consejo.

Tercer y decisivo paso: conocimiento, certeza intuitiva, a priori, de mi destino: el infierno.


Fue así:

Un buen día de esos, desperté y ante los ojos de mi alma vi que estaba cayendo en la más
absoluta de las caídas libres en un agujero enorme, oscuro pero iluminado de un resplandor
rojo de llamas que había al fondo. El agujero colosal era de una profundidad inmensa pero
no infinita !oh sí! tenía un fin y este era el infierno.

Yo no podía dar crédito ni a lo que veía y ni a lo que sentía, pues tenía una horrible
sensación de vértigo, y sentía un miedo profundo,  como  nunca antes lo había sentido. Y
además tuve un conocimiento intuitivo, a priori, de que por mis pecados y falta de fe tenía
merecido el infierno y que era hacia ahí que me dirigía.

Yo me asombré. ¿cómo es que me voy a un lugar que ni siquiera creo que existe?, tal vez
no importa si yo no creo que exista, su existencia (novedad para mi) puede ser
independiente de mis creencias. Tuve un conocimiento de que el infierno si existía. No
sabía cómo, pero lo sabía. Y tuve miedo de irme ahí.

Este miedo, este vértigo, este conocimiento a priori (antes de la experiencia) de la


existencia del infierno me impelieron a buscar ayuda.

Recuerdo que pensé que estaba loco, pero no me sentía desvariar ni alucinar, eso era lo
extraño – me decía, no siento que estoy teniendo una alucinación. Pero ¿no será que la
alucinación es tan poderosa que creo que es real?

Así que tuve que enfrentar a esta incógnita: ¿Estaba alucinando todo esto o era real?

Pero dentro de mí sabía que era real. Así que por si las dudas decidí seguir esta intuición y
me puse a buscar una solución.

Recordé nítidamente lo que me dijo mi amiga sobre hablar con un especialista en estos
temas, me pareció buena idea y eso hice. Fui en busca de un sacerdote a una preciosa
Catedral que había sido recientemente construida cerca a mi casa. Cuando estaba hablando
con un sacerdote (católico por cierto) le conté mi problema y le planté mis dudas: ¿estaba
alucinando? y si no lo estaba haciendo ¿Dios existe? porque si existe el infierno entonces es
probable que también exista Dios.

El sacerdote (que se volvería un gran amigo mío) me dijo que el único que podría responder
a esas cuestiones era yo mismo. Pero que si quería saber si Dios existe debía de preguntarle
a Dios mismo sobre su existencia.
¿Preguntarle a Dios? pero si yo no creía en Él...

No importa si tú crees o no, la existencia de Dios o su inexistencia no depende de tus


creencias. Si existe no será porque tú decidas creer en Él, existiría independientemente de
tus creencias – me dijo el sacerdote.

¿Cómo le pregunto a Dios si existe? – le inquirí

Puedes hacer como lo hizo una vez un hombre muy bueno, un francés llamado Charles de
Foucault, y su pregunta (pues él tampoco creía pero quería estar seguro) fue:

Dios, si existes, por favor, !haz que yo lo sepa! – me contestó el sacerdote. Y le preguntó
por semanas hasta que tuvo su respuesta.

¿Eso es todo? ¿Dios le contesta a los que no creen en Él? ¿A los que no tienen fe pero
verdaderamente desean saber su existencia?

Sí, Dios responde si la pregunta es hecha con respeto y con sinceridad. Dios ve el corazón –
respondió el sacerdote – puedes hacer una pregunta parecida, si lo deseas.

Bueno, yo no tenía mucho que perder y sí mucho que ganar. Además esta visión de mi
caída me daba demasiado temor para ser una simple alucinación, de algún modo, me incline
a creer que es verdad, pero mi mente me podría estar jugando una mala pasada.

Voy a preguntarle a Dios, aun cuando crea que le estoy hablando a la nada… ¿y si no me
contesta? – pregunté

Entonces ya sabrías que Dios no existe y que lo que tienes en visión es sólo una
alucinación. Sales ganando con este conocimiento sobre Dios – me aseveró el sacerdote.

¿Semanas? ¿Le tomó semanas hallar una respuesta a ese francés? ¿Por qué no fue
instantáneo? – le planteé a el sacerdote

Porque la fe debe ser probada – contestó

! Pero yo no tengo fe !

Pero si buscas una respuesta es que también buscas fe. Y esa búsqueda debe ser real, y
deseada con todo tu corazón, y eso toma tiempo. – ¿Qué pierdes si te la pasas
preguntándole a Dios sobre su existencia por unas semanas? ¿Quién se va a burlar de ti, si
no se lo cuentas a nadie? Tienes que hacerte merecedor del conocimiento de Dios, te
costará, voluntad y tenacidad, hasta que Dios te considere digno.
Bueno, bueno. ¿Dónde he de hacer esa pregunta? ¿Sólo en el templo?

Preferentemente en el templo pues es ahí donde se encuentra la Eucaristía, es decir el


cuerpo de Jesús consagrado en misa a partir de las humildes formas de un pan, la ostia, pero
preguntar en tu casa o en donde sea que estés también es bueno.

Comenzaré ahora mismo – me despedí del sacerdote y me fui a sentar en una banca del
templo – me sentía tonto y sentí vergüenza por mi pregunta, pero la urgencia de mi visión y
el temor y vértigo que sentía fueron más grandes que mi vergüenza.

Miré a el sagrario (el tabernáculo o caja donde se guarda el pan convertido en cuerpo de
Cristo) y empecé a pensar mi pregunta: a ver… si Dios me está llamando a la fe,
suponiendo que exista, lo está claramente haciendo desde su Iglesia Católica, no lo hace
desde un templo budista, musulmán o siquiera cristiano evangélico, lo hace desde la Iglesia
católica así que si existe, comenzaré preguntándole desde la Iglesia.

Dios de Abraham, Isaac y Jacob, si eso es, es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Uhm…

A ver… le preguntaré con respeto porque el que está pidiendo el favor del conocimiento de
su existencia soy yo y no Él. Además que si alguien me pide un favor y lo hace de malas
maneras yo no le haría caso, es lógico.

Mire al tabernáculo y luego al cielo: ! Dios de Abraham, Isaac y Jacob, si existes, !por
favor! haz que yo lo sepa!

Me quedé callado esperando una respuesta. Pero no pasó nada. Bueno, ese Charles de
Foucault se pasó semanas preguntando. Yo haré lo mismo.

Le pregunté cada cinco minutos a la nada, así lo sentía yo, si existía. Y nada.

Pero me dije: ¿ante un conocimiento tan grande, no vale la pena el esfuerzo? un científico
puede pasarse meses tratando de probar y contrastar hipótesis y teorías sobre la naturaleza y
yo, sobre Dios, ¿no he de tomarle el mismo empeño?

¿No es este el conocimiento más importante de todos, suponiendo que existiera Dios?

¿No es este el conocimiento más importante si de verdad llegara la conclusión de que Dios
no existe? ¿No sería mi certeza de la no existencia de Dios el conocimiento fundante del
resto de mis conocimientos?

Y con esta resolución, me pase dos semanas completas preguntándole periódicamente a la


nada-Dios, (así lo sentía), si existía.
Al día ocho me preguntaba porque seguía preguntando, pero seguía viéndome caer al
infierno, así que esa era la razón de porque seguía preguntándole a lo que yo sentía como la
nada. Pero todo tiene un límite y yo había llegado a este para el día catorce o quince.
Entonces una noche, mientras estaba paseando por los parques de mi distrito, sentí que ya
no podía seguir así, así que cobré ánimos y le dije a Dios: ya no puedo más,  voy a dejar de
preguntar hoy si no tengo ninguna respuesta, estoy al límite, voy a rendirme esta noche,
ahora mismo para ser exacto, así que por última vez, de ahí ya no lo haré más, si existes ,
por favor, haz que yo lo … iba a decir que yo lo  sepa, pero en ese instante una gaviota
(vivo algo lejos del muelle de mi ciudad) se estrelló contra un cable de energía eléctrica que
estaba exactamente encima mío y cayó frente a mí, y entonces lo sentí, sentí en mi corazón
que Dios me había puesto ese animalito herido frente a mí para que yo lo curase y realice
un acto de amor con su criaturita. Sentí que era la respuesta a la pregunta, lo supe, por
ciencia infusa (es decir por un conocimiento que se recibe directamente de Dios) que hacer
un acto de amor, la oportunidad de realizar un acto de amor era la prueba de su existencia,
válido sólo para mí, con conocimiento infuso solo comprensible para mí.

Me alegré muchísimo por esta respuesta y decidí atender lo mejor que podía a esa pobre
ave, pero 3 o 4 días después murió. Pero yo estaba muy feliz porque la visión de mí mismo
cayendo al infierno, desapareció.

Así estuve hasta que pasó un mes desde que comencé a preguntarle a Dios sobre su
existencia. Entonces me sobrevinieron unas dudas enormes: ¿no habrá sido una
coincidencia nada más? ¿Acaso no me la había pasado haciéndole preguntas a Dios y tomé
como respuesta un hecho fortuito?

Pero una parte de mi me decía: ¿y ese conocimiento que sentiste que venía directo de Dios?
¿Ese conocimiento obtenido por ciencia infusa que te dio la certeza interior que venía de
Dios?

Sin embargo, las dudas eran terribles, ¿no me habré autosugestionado y nada más? ¿no
habrá sido esa visión de caída una alucinación?

Bueno, me dije, yo nunca he tenido alucinaciones, así que o estoy completamente loco y
tengo alucinaciones o de verdad Dios se ha comunicado conmigo. Esa misma mañana volví
a preguntarle a Dios si existía de verdad o era sólo autosugestión.

Pasaron dos días de agonía, Dios no me respondía nada, no tenía otro conocimiento infuso
ni ningún evento de prueba, ni nada.

Después de haber estado tan feliz por saber a ciencia cierta la existencia de Dios, otra vez
tenía dudas, así que una noche, paseando cerca de una hermosa plaza de mi ciudad, le dije a
Dios: Ya no sé si creer en tu existencia, todo parece una locura y tú no me dices nada, creo
que estoy autosugestionado, y estoy de nuevo en mi límite, ya no puedo seguir con estas
dudas, necesito una respuesta y si no me respondes nada, entonces sabré que no existes, por
favor Dios, tú, que eres un Dios de amor, si existes, házmelo saber – entonces me quebré
interiormente y le dije a Dios remecido interiormente: Dios! ayúdame, ya no puedo más,
ten piedad de mí, ayúdame por favor… en ese preciso instante escuché la voz de un
jovencito que decía lo mismo que yo: Dios, ayúdame, ya no puedo más ten piedad de mí,
ayúdame por favor…

Y tuve de nuevo otro conocimiento infuso, supe que de nuevo me había puesto frente a mí,
a alguien, esta vez a una persona, para que le ayudase. Sentí en mi corazón que me decía:
Yo soy un Dios de amor, como tú dices, acá tienes otra oportunidad para amar. Así sabrás
que Yo Soy.

Yo apenas daba crédito a lo que estaba pasando, pero aproveché la ocasión, y me dirigí al
joven que estaba sentado a un lado de la vereda, me acerqué y le dije: te escuché y vengo a
ayudarte, por favor cuéntame ¿Qué te hace tan infeliz?

El joven estaba sorprendido de mí, pero viendo que no tenía nada que perder me contó sus
problemas y yo, para mi gran sorpresa tenía la respuesta y solución a ellos, justamente esa
misma mañana, se le ocurrió una situación parecida y no supe porque me pase horas
tratando de hallar una buena solución, no supe, porque lo hacía, simplemente supe que tenía
que hacerlo.

Cuando el jovencito se levantó y me agradeció de todo corazón la ayuda, yo estaba


exultante, ahora ya sabía, sin dudas, que Dios existía, que Dios le habla a quien le invoca de
corazón, aun cuando sea pasado un mes, me alegré de haberlo intentado y de haber
persistido.

Sé que para alguien que no sea yo no tiene sentido, pero para mí, que lo sé por ciencia
infusa, esa fue la prueba de la existencia de Dios. Desde entonces creo.

¿No crees en Dios? ¿No te gustaría saber con seguridad su existencia? Prueba lo que yo
hize. Espero te sirva este pequeño trabajo mio. Por cierto, no es ficción es muy real.

También podría gustarte