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¿Y qué puede hacer Mauricio Pozo?

Publicado en octubre 10, 2020 en Conexiones4P/Elenfoque por José Hernández

Richard Martínez renunció al Ministerio de Economía y Finanzas. Las reacciones a su salida


muestran lo poco que ha avanzado el país en ese terreno etéreo pero categórico de las ideas.
En Ecuador pesa la visión de la vieja izquierda que no es progresista: es mamerta. La izquierda
que adora al Estado y odia la empresa privada; ama repartir pero no sabe producir riqueza.

La gestión de Martínez no puede ser analizada por fuera de dos factores objetivos esenciales:
el modelo económico que lo precedió y las circunstancias dramáticas en las que tuvo que
operar. Ninguno de los dos es evocado por sus detractores. Y eso es lo realmente llamativo
porque prueba la negativa que hay en el país para pensar concreto. Muchos actores políticos
tienen una enorme facilidad para reemplazar con premisas ideológicas o deseos los
imponderables de la realidad. Eso los lleva incluso a pensar que Richard Martínez fue un
pésimo funcionario porque, en su visión, pudo pagar salarios y facturas a tiempo, pero
simplemente no quiso. No dirán que el correísmo convirtió al Estado en oficina de trabajo para
los suyos: dirán que Martínez es un neoliberal deseoso de botar funcionarios. No dirán que el
país sin el FMI no tendría ni para los salarios: dirán que el ex ministro es un entreguista que
podía abstenerse de hacer ese acuerdo. No dirán que el país está quebrado como resultado de
la eterna crisis fiscal, el huracán Correa y el coronavirus: dirán que Martínez era el
representante de las cámaras. No dirán que los esfuerzos que se piden en el acuerdo con el
FMI (esos u otros) son necesarios con o sin FMI: dirán que ese es un organismo cruel que ama
hacer sufrir a los pueblos… El resultado gracioso de todo esto, gracioso si no fuera dramático,
es esa serie de demandas ante los jueces, incluso de la Corte Constitucional, para obligar a
Martínez a pagar…

Todo aquello y todo lo que se dice en contra del FMI, como si ese organismo fuera el problema
económico, muestra que el país no avanza, no aterriza. La vieja izquierda, aliada al correísmo,
rehúsa admitir que Chávez y Maduro ya pusieron en práctica sus postulados y, por otro lado,
muchos políticos –entre ellos el Partido Social Cristiano– que no aspiran a gobernar, siguen
acariciando al electorado en lugar de decirle la verdad. El resultado real de todo esto es crudo
y está en los noticieros: el gobierno está pagando salarios y atrasos con el préstamo del FMI.

Ese es el escenario en que se instala como Ministro de Economía y Finanzas Mauricio Pozo. Un
escenario que se agrava porque los 7 meses en el cargo estarán atravesados por la campaña
electoral y el cambio de gobierno. En ese contexto, se entiende que, apenas nombrado, haya
subrayado la continuidad que piensa dar al modelo económico que rompió con el correísmo.
Su línea de trabajo está definida por el verbo fortalecer: fortalecer el programa económico.
Fortalecer los avances alcanzados. Fortalecer la dolarización.

Hombre de resultados, Mauricio Pozo anunció que se echa al hombro una tarea de pedagogo
pues anunció un diálogo nacional alrededor de los temas estructurales que siguen bloqueando
al país: poner al día la legislación laboral, dar sostenibilidad a la Seguridad Social –inviable
como está– y hacer la reforma tributaria que tendrá que llevar a cabo el próximo gobierno. No
es la primera vez que en Ecuador se habla de fortalecer una línea pragmática de pensamiento
pues, desde el Conam, creado en 1994, se ha pregonado la necesidad de modernizar al país.
Pero en las mal llamadas elites no se han dado la pena, en general, de involucrar a la
ciudadanía en ese debate que disputa, en las ideas y en los imaginarios, las líneas gruesas de
los modelos democrático y económico con las ideas fracasadas de la vieja izquierda. Que se
siguen enseñando hasta en la Universidad Católica.

Mauricio Pozo anunció que, en buena parte, asume esa tarea. Que lo haga en época electoral,
con propiedad porque hasta Correa le guardó respeto, con las cifras en la mano y con la
urgencia que el momento necesita, puede ser una ventaja. Pensar lo imposible en Ecuador es
una muestra más de confianza necia.

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