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III.

INTERPRETACIÓN Y FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LA


MORAL.

La interpretación y fundamentación filosófica de la moral es, además del modo de


concebir la experiencia moral y del planteamiento fundamental del saber ético, otro
elemento de gran importancia para la constitución de la Ética como disciplina
filosófica.

1. La fundamentación empirista: Dentro de la tradición filosófica empirista se


registran en el siglo XX posiciones éticas diferenciadas: el hedonismo de
Schlick, el intuicionismo de Moore, Prichard y Ross, el emotivismo ético de
Ayer y Stevenson, el prescriptivismo de Hare, y posturas más evolucionadas
y lejanas a los presupuestos del neopositivismo lógico, como son las de
Austin, Nowell-Smith, Toulmin, Hampshire, Urmson, G.J. Warnock, etc.
Otros autores, como Russell, han sufrido una evolución compleja: del
intuicionismo al emotivismo puro, y de éste a una combinación de elementos
emotivistas con una teoría del interés y del deseo, etc. Posiciones éticas de
corte positivista, psicologista y utilitarista caben perfectamente dentro de esta
tradición.

a) Presupuestos filosóficos generales:


En sus orígenes el empirismo fue la modalidad bajo la que la filosofía de la
Ilustración se desarrolló en Inglaterra y Escocia. Como todas las filosofías de la
Ilustración, y en contraposición a las filosofías de otros períodos históricos, el
empirismo es en términos generales un racionalismo crítico, abstracto y analítico,
aunque dentro de la Ilustración el empirismo británico sea la posición opuesta al
racionalismo innatista, ontologista o logicista que se desarrolló en Francia y
Alemania. El empirismo es racionalista en el sentido de que la razón es el principio
único de investigación, que se emplea primeramente para demoler todos los
conocimientos recibidos por tradición de cuya génesis la razón crítica no haya sido
testigo y parte activa. La filosofía ilustrada quiere iniciar verdaderamente desde el
principio, desde un principio que no presupone nada.

La característica que distingue la tradición empirista de otras filosofías de la Ilustración es


el principio según el cual la sensación compendia y contiene radicalmente todo el saber
(principio empirista). El problema que al empirismo se le plantea es que, tanto en el
lenguaje ordinario como en el lenguaje científico y moral, usamos conceptos (alma, bien,
etc.) y hablamos de relaciones (causalidad, finalidad) a las que no responde una precisa
sensación. Pues bien, para ese sistema filosófico se trata de meras ficciones, o más
bien de un modo abreviado y cómodo de referirse a un conjunto de experiencias
sensibles. A los conceptos abstractos y a las relaciones se ha de aplicar el análisis,
esto es, se ha de reducir lo complejo a lo simple, lo universal inteligible a lo singular
observable.

Un ejemplo sencillo, referible únicamente al atomismo lógico, lo aclarará: la


expresión «la época moderna es materialista» debería analizarse así: «hay muchas
personas actualmente vivientes que tienen creencias materialistas, y hay pocas
personas, o ninguna, actualmente vivientes, que no tienen creencias materialistas»;
el análisis debería proseguir hasta llegar a sustituir la expresión «creencias
materialistas» por otra más simple, etc. De modo semejante, la causalidad (el fuego
causa calor) será reducida a la constatación de una sucesión temporal constante entre
dos sensaciones (después de ver fuego siento siempre calor) y a la consiguiente
expectativa que se origina en el sujeto (una vez visto el fuego espero comenzar a
sentir calor). Importa concretamente notar que, en el análisis, las proposiciones
universales no resultantes de una inducción operada sobre la totalidad de las cosas
singulares posibles quedan automáticamente degradadas a proposiciones generales
(la proposición «el hombre es mortal», por ejemplo, se reduciría en el análisis a algo
así como «todos los hombres que hemos conocido hasta el momento han muerto»).
Cabe concluir, con Urmson, que el análisis expone «de modo general las
aplicaciones metafísicas del empirismo [...] Es sólo una explicación exacta y
explícita del procedimiento utilizado por Berkeley para describir el mundo físico, y
por Hume en el estudio de la causalidad».

La conclusión más difundida entre los analíticos de nuestro siglo es que la Ética
debería quedar reducida en último término a una lógica del razonamiento moral, que
definiría los conceptos morales, las relaciones de éstos entre sí y con los conceptos
no morales, y que determinaría cuál es su uso legítimo.

El efecto común de las diversas formas que el reduccionismo gnoseológico


empirista ha adoptado en nuestro siglo, ha sido una enorme dificultad para admitir
una concepción normativa sustancial del bien humano. Esta dificultad ha dado lugar
a una notable esterilidad filosófica. Como señala G.J. Warnock: «De hecho, la
realidad es a mi juicio que los planteamientos de la filosofía moral en lengua
inglesa, que se han sucedido durante este siglo, han sido, a pesar de la agudeza
muchas veces admirable de sus autores, extraordinariamente estériles. Ciertas
cuestiones sobre la naturaleza y el fundamento del juicio moral que fueron
consideradas, al menos en el pasado, de importancia capital, no sólo no han sido
examinadas por las recientes teorías, sino que éstas parecen sostener
deliberadamente que sobre esas cuestiones no queda nada útil que decir». Y el
mismo autor concluye su estudio del intuicionismo, emotivismo y prescriptivismo
señalando que «gran parte de las más recientes teorías morales ha sido evasiva en
sus objetivos y estéril en sus resultados».

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