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Las mutaciones de los X–Men1

Escrito por: Martín Bonfil Olivera Publicado en: La ciencia y sus alrededores 


 

Creados por Stan Lee y Jack Kirby en 1963, los X-Men han protagonizado un gran número
de cómics, teleseries, películas y vídeojuegos © Marvel Comics.

Quienes disfrutamos de la ciencia ficción seria no podemos evitar el ligero malestar que nos
ocasionan las películas y las historietas con supuestas explicaciones científicas que son más
bien marañas de errores y malentendidos.

En el caso de los X–Men, el punto central es que se trata de “mutantes”: individuos que


tienen una “mutación”. Y aquí comienzan los problemas: usé comillas porque lo que en los
X–Men se considera mutación no tiene nada que ver con el concepto biológicamente
correcto: sencillamente, un cambio en la información contenida en el material genético
(ADN).

El ADN contiene instrucciones (genes) para fabricar proteínas (y para controlar a otros
genes). Y las proteínas son máquinas moleculares que llevan a cabo la mayoría de las
funciones de la célula viva. Hay enfermedades, como la anemia falciforme, causadas por el
cambio de una sola de los tres mil 200 millones de letras de nuestro ADN. Pero no es
concebible una mutación que conceda poderes paranormales.

1
Recuperado de: http://www.thecult.es/la-ciencia-y-sus-alrededores/las-mutaciones-de-los-x-men.html el
14 de agosto de 2016.
Sin embargo, no es ese el malentendido más importante (después de todo, poniéndose así
de estricto no se puede hacer ficción), sino la idea de que un individuo puede “mutar”
súbitamente (debido, digamos, a alguna radiación rara). Para ello se necesitaría que el ADN
de todas sus células sufriera el mismo cambio simultáneamente: algo imposible. De hecho,
todos sufrimos mutaciones constantemente en células aisladas de nuestro cuerpo (en
ocasiones desafortunadas, esto puede dar origen a un cáncer). Pero el individuo como un
todo no muta.

Para tener un mutante de cuerpo entero se necesita que el óvulo o el espermatozoide de sus
progenitores hayan sufrido la mutación. Cuando se unen y el óvulo fecundado comienza a
dividirse, la mutación pasará a todas las células del nuevo individuo.

La idea de los mutantes como monstruos dañinos que se producen de golpe es uno de los
grandes malentendidos de la biología. En parte es causa del rechazo a toda posibilidad de
manipulación genética. Y es que, si lo pensamos con cuidado, ningún ser vivo es
exactamente igual a otro, porque ninguno tenemos exactamente la misma información
genética. En el fondo, todos somos mutantes.
Discriminación y mutantes
Los X–Men se han caracterizado por algo especial y distinto: presentan una subtrama sobre
derechos humanos y discriminación. En la tercera entrega de su saga cinematográfica (X-
Men: The Last Stand, Brett Ratner, 2006) este tema es central, pues se plantea el
descubrimiento de una “cura” para los mutantes: una inyección que instantáneamente
corrige la mutación del ficticio “gen X” que les confiere sus poderes.

La sociedad teme y hasta odia a los X–Men y demás mutantes por ser diferentes (y
poderosos). Por ello su archienemigo, el mutante Magneto, harto de ser maltratado, decide
lanzarse a una guerra para sustituir de una vez por todas a los anticuados Homo sapiens por
la raza superior de los mutantes. Así, en este ámbito de fantasía científica se discuten temas
que, en el mundo real, afectan a muchos tipos de minorías que no sólo no tienen “poderes
especiales”, sino que se encuentran en franca desventaja: minusválidos, negros, indígenas,
homosexuales, bisexuales y demás orientaciones sexuales alternas, e incluso las mujeres
(considerada minoría no por el porcentaje de la población que representan, sino por el trato
discriminatorio al que todavía son frecuentemente sometidas).

El punto polémico de la película de Ratner es qué debe considerarse “normal” y qué


“anormal”. ¿Son los mutantes enfermos, o simplemente diferentes? ¿Qué pasaría, ya en la
vida real, si alguien descubriera una “cura” para la homosexualidad, o bien, como ya
sucede, un método para “blanquear” a los negros? ¿Qué ocurrirá cuando, no dentro de
tanto, se vuelva posible elegir el color de piel u ojos, o las capacidades físicas y hasta
intelectuales de los bebés? Se trata ya no sólo de cuestiones científicas, sino sociales y
éticas, que dejan de ser ficticias y se vuelven urgentes.

A veces, hasta la ficción comercial tiene sus dimensiones profundas.

Copyright © Martín Bonfil Olivera. Publicado en Milenio Diario. Reservados todos los
derechos.

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