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De peste, hambre y guerra, líbranos Señor. Jehová también llamado Yahvé en el texto.
(c) En un sentido, este coronavirus se ataja con vacunas… y esperamos que vengan
muy pronto. Pero, al mismo tiempo, para vencerla hacen falta otras vacunas: Solidaridad,
creación de una sociedad humanizada, con lugar para todos, anciana y niña, nacional y
extranjera. Necesitamos un nuevo templo, una vacuna de vida.
(d) Desde ese fondo comentaré el relato más famoso del templo de Jerusalén,
construido sobre la era de Arauna, en la zona alta de la ciudad, lugar donde se detuvo la
peste de Jerusalén. Necesitamos unos nuevos templarios, nuevos masones, arquitectos y
obreros al servicio del nuevo templo de Jesús donde se podrá detener la nueva peste.
Hubo en Israel muchos templos (Betel y Mambré, Silo y Siquém, Dan y Berseba). Pero el
más famoso llegó a ser el de Jerusalén, que (conforme a una bellísima “leyenda” cúltica) fue
construido en el lugar donde se detuvo la peste de David (=la peste que suscitó David), para
recordar allí su victoria (victoria de Dios sobre la peste)…, para crear allí un espacio ritual y
social, un entorno de “gracia”, liberado de la peste.
En el X a.C. cayó en manos de David que la hizo propiedad personal y centro de su reino,
integrándola dentro de las tradiciones religiosas de Israel por medio del Arca (2 Sam 6).
Parece que el mismo David quiso construir allí un templo, un lugar de culto unificado y
oficial para el conjunto de las tribus, pero halló oposición (2 Sam 7), quizá por el mismo
carácter no israelita del lugar y por las tradiciones religiosas que allí se evocaban. Pero lo
que no pudo hacer David lo hará más tarde Salomón, su hijo de David.
Pues bien, para poner de relieve el lugar sagrado donde se construyó el templo (quizá
evocando tradiciones anteriores), la teología de Israel “construyó” un bellísimo y profundo
relato, donde el lugar del templo se vincula con la peste de David… y con la superación de
la peste. Empecemos leyendo el texto: 2Sam 24.
Volvió a encenderse la ira de Yahvé contra Israel e instigó a David en contra de ellos,
diciendo: Vete, haz el censo de Israel y Judá. El Rey ordenó a Joab y a los jefes del ejército
que estaban con él: Id por todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba y haced el
censo de la población, para que sepa cuánta gente tengo. Joab le respondió: (Que Yahvé,
tu Dios, multiplique por cien la población. y que vuestra majestad lo vea con su propios ojos!
Pero ¿qué pretende vuestra majestad con este censo? Pero la orden del rey se impuso
sobre el parecer de Joab. 14, 1‒9).
b) (Revelación y elección del castigo) Pero después de haber hecho el censo al pueblo le
remordió el corazón a David y dijo David a Yahvé: ¡He cometido un grave error! Te pido,
Yahvé, que perdones la culpa de tu siervo porque he obrado locamente. Antes de que David
se levantase por la mañana, el profeta Gad, vidente de David, recibió la palabra de Yahvé,
diciendo: Vete a decir a Yahvé: Así dice Yahvé: te propongo tres castigos: elige uno y lo
ejecutaré. Gad se presentó a David y le dijo: ¿Qué castigo escoges: tres años de hambre en
tu territorio, tres meses huyendo perseguido por tu enemigo, o tres días de peste en tu
territorio? ¿Qué le respondo a Yahvé que me ha enviado? (24, 10‒13).
c) (El ángel de la peste en la era de Arauna) David confesó: Estoy en un gran apuro.
Mejor es caer en manos de Yahvé, que es compasivo, que caer en manos de los
hombres. Yahvé mandó entonces la peste contra Israel, desde la mañana hasta el tiempo
señalado. Y desde Dan hasta Berseba murieron setenta mil hombres del pueblo. Y el ángel
extendió su mano contra Jerusalén para asolarla.Y Yahvé se rrepintió del castigo y dijo al
ángel que estaba asolando al pueblo: ¡Basta! ¡Detén tu mano! Y el ángel de Yahvé estaba
junto a la era de Arauna, el jebuseo. Entonces, viendo el ángel que estaba hiriendo al
pueblo, David dijo a Yahvé: ¡Soy yo el que ha pecado, soy yo el culpable! ¿Qué han hecho
estas ovejas? Carga tu mano sobre mí y sobre mí casa (familia). (24, 14‒17)
d) (Un altar para la Yahvé, un templo contra la peste) Y Gad fue a decirle a David
aquel día: Vete a edificar un altar a Yahvé en la era más Arauna, el jebuseo. Así compró
David la era y los bueyes de Arauna por cincuenta siclos de plata: construyó allí un altar a
Yahvé, ofreció holocaustos y sacrificios de comunión; Yahvé se aplacó con el país y cesó la
mortandad en Israel (2 Sam 24,18‒25).
A) Desmesura del rey. El riesgo de una política y de un poder que quiere dirigirlo todo
(24,1-9). El riesgo de un poder total. El texto es enigmático y parece que Dios mismo es
causante de la contradicción: hace rey a David, pero luego no quiere que numere a su
pueblo y lo organice, como otros reyes de este mundo. Así se dice que ardió la ira de Yahvé
como fuego imprevisible que no puede controlarse.
B) Revelación del castigo: los tres males, la peste, el hambre y la guerra (24,10-13). El
pecado de David consiste en colocar su reino sobre el plano de otros reinos, conforme a la
mesura humana. El pecado está en dominar, en tomar todo el poder, en organizar con
violencia (con dinero y guerra) la vida de los hombres.
Este tipo de política parece necesaria pero coloca al hombre en manos de los duros
poderes de la tierra: la peste, el hambre, la guerra. Esos males que el profeta Gad
desvela y presenta ante David como consecuencia de su falta de confianza en Dios (es
decir, de su pretensión de dominio absoluto) muestran los tres tipos de violencia normal de
nuestra historia. Ellos son el signo más salientes de la fragilidad del hombre, de su situación
de fuerte desamparo sobre el mundo.
Pues bien, una vez que David ha querido construir un reino fundado en su poder quedar
en manos de los tres grandes poderes de la violencia de la vida y de los hombres, en la
línea de los cuatro jinetes del Apocalipsis. Que son en el fondo los tres males de David más
la muerte. Ha contado David a su pueblo, ha entrado en la lógica de búsqueda, de lucha y
fracaso del mundo. Es normal que el profeta descorra el abanico de males que se abren a
sus ojos. Vivimos sobre un mundo sometido a los poderes (violencias primordiales) del
hambre (lucha económica), guerra (enfrentamiento social) y peste (enfermedad
incontrolada).
C) El ángel de la peste (24,14-18). Conforme a este relato simbólico (con fondo mítico)
David puede escoger y escoge la peste, que le parece más directamente vinculada al Dios
de la misericordia y la ira divina. Hambre y guerra se encuentran más relacionadas con la
obra de los hombres... En manos de la peste/ira queda David (todo el reino) y así viene a
castigarle el ángel de Yahvé, personificado como rostro maléfico de Dios: es principio
irracional de muerte dentro de una historia donde los humanos han querido controlarlo todo.
David hizo las cuentas de su pueblo, como si pudiera dominar la vida de los hombres; los
numera, los ordena en dimensión de guerra. Pues bien, Dios le recuerda por su ángel de la
peste que la vida/muerte no puede calcularse. El Dios que actúa en todo el texto es Dios de
vida: lleno de misericordia (cf 24,14). Pero, al mismo tiempo, se ha venido a develar como
Señor de muerte: en su poder estamos sustentados. Si en un momento dado queremos
controlar el mundo (calcular a los humanos, pensar que los podemos dominar) caemos en
manos de la violencia irracional que se expresa como peste.
Bien leído, el pasaje habla de gracia: del Dios grande que nos permite vivir en la ciudad
amenazada por la muerte, el Dios que dice al ángel destructor (ya basta! Ese es Yahvé para
David y el redactor genial de nuestro texto. La peste existe, nos rodea siempre,
acompañada por el hambre y guerra, en trilogía inexorable. Está la peste cerca, como
amenaza de dura destrucción que suena allí donde la vida parece triunfadora (cuando
estamos más seguros, cuando hacemos las cuentas orgullosas de aquello que tenemos y
podemos por el censo). Está la peste a nuestra puerta, como expresión del reverso de Dios,
de la otra cara de nuestra orgullosa certeza de fuertes triunfadores. Pues bien, en medio y
por encima de esa peste, se desvela el perdón de Yahvé que detiene a la muerte.
Simbólicamente, el texto dice que David pide perdón y que Dios se “arrepiente…”.La
Biblia Litúrgica, (miércoles de la semana 40) cambia el orden de los versos 16 y 17,
poniendo el arrepentimiento y súplica de David antes del perdón de Dios. Con eso ha roto, a
mi entender, la más profunda lógica del texto. Dios no se arrepiente y cesa en su violencia a
causa de la conversión de los humanos sino todo lo contrario: es el perdón de Dios (su
gracia) el que suscita la plegaria y conversión del hombre. Desde el perdón de Dios es
necesaria nuestra de súplica (pecamos! y recibe densidad el templo.
D) Altar para Yahvé (24,18-25). El ángel de la peste se detiene ante la era de Arauna y
cesa su trilla de muerte. Dios revela así, en la vieja ciudad jebusea, sobre la roca del trigo,
su misericordia creadora. Eso significa que la vida del mundo recobra su sentido: a pesar de
los pecados del reino (censo de David), hay un lugar donde los hombres pueden recordar y
celebrar gracia: la era o roca de Arauna, el jebuseo. Así termina la historia de David y el
capítulo antiguo de luchas y conquistas de los israelitas. Han hallado sobre el mundo un
lugar para implorar el don de gracia de Dios y celebrar sus sacrificios.
- Era y roca. La era es lugar de reunión a las afueras de la ciudad; allí está la roca, piedra
dura que impide que el grano de trigo se hunda, lugar donde se celebra la fiesta de la
cosecha con sus sacrificios. Este dato ha suscitado muchas suposiciones. Puede pensarse
que todo el texto es una leyenda cultural jebusita, cananea, aceptada en un momento
posterior por los israelitas. Otros añaden que Arauna era el rey/sacerdote del culto pagano
anterior, integrado luego en el culto judío... Sea como fuere, el hecho es que la tradición del
templo de Jerusalén conserva en su mismo relato fundante, la memoria de un pagano
(jebuseo) en cuya era detuvo Dios la ira.
-El templo es memorial de gracia: es recuerdo del Dios que detiene por siempre su ira
dejando que el pueblo perviva. Como respuesta a esa gracia se eleva el altar, se ofrecen
sacrificios, se construye un templo y se puede orar pidiendo a Dios perdón por los pecados.
Esta es, en la Biblia Hebrea la última de las grandes teofanías. Dios se ha manifestado
como “ángel de salvación” en medio de la peste… Dios sigue abriendo para los hombres un
futuro de gracia a pesar del “pecado…”. Para los judíos, ese lugar de “gracia de Dios” ha
sido el templo de Jerusalén, construido sobre la era de Arauna, en la parte alta de la ciudad
(en Sion), en el lugar del Pan Compartido.
‒Ese templo de Jerusalén, construido sobre la Era de Arauna, será para siempre el
lugar de la memoria de la gran peste vencida (superada) por el Dios del perdón y de la
gracia. Por eso, en los momentos de peste, los judíos han subido siempre al templo, es
decir, al entorno del templo, donde han colocado al aire libre (al viento de la altura) a los
enfermos, orando y convirtiendo el templo (el Santo de los santos) en un tipo de hospital de
campaña para los apestados.
Judíos, cristianos y musulmanes conservamos el recuerdo de aquel templo, unos para
llorar su destrucción (judíos), otros para descubrir que su verdad ha culminado en el mesías
(cristianos) y, otros finalmente, para mantener allí la memoria de Abrahán y del sacrificio de
Isaac antes de la peste del tiempo de David.
HOJA DE TRABAJO
- responda las preguntas según el texto en su cuaderno.