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Configuraciones de La Madre - Claudia I
Configuraciones de La Madre - Claudia I
La relación con la madre que tiene la narradora es algo así cómo un lazo de ausencias y presencias. La
madre, de nombre Esther, aunque no queda muy claro (o no todavía para mí) cuál es la otra Esther que
menciona como su otra madre, ronda por la casa pero como una presencia ausente. En el estudio de arte
al que no tienen acceso ni la protagonista ni sus dos hermanas mayores, Esther pasa, quizás, gran parte
del tiempo y escapa de la vista de la narradora.
A pesar de la ausencia de Esther, quien pareciera estar en una indeterminación, como si fuera una
hermana mayor que no convive con ellas, la protagonista le declara un amor profundo, y ya en
retrospectiva (no se sabe el punto preciso porque pareciera que la niña muere hacia el final) un anhelo
de amor y caricias no recibidas.
Esther, la madre, está desdibujada. Se sabe que pinta, es joven y hermosa, pero no hay mucho más que
se nos permita saber como lectores. El único evento en el que tiene una presencia fuerte en la novela es
casi al final, cuando la niña narradora, atormentada por seres indeterminados que la persiguen de día y
de noche, se esconde en el estudio. Cuando Esther entra, puede ver a dichos seres y ellos “la atacan” y
la narradora no pude defenderla. En un suceso oscurecido por la narración y lo no dicho, se asume que
Esther tiene “otra crisis” de alguna enfermedad desconocida para la protagonista y muere. Con la
muerte, Esther termina por ausentarse completamente, excepto algunas veces que el padre la menciona.
Réquiem para un muñeca rota, de Eve Gil : una madre maniquí venida a menos
Madre maniquí, así es cómo la protagonista, Moramay, una niña preadolescente, describe a su madre al
inicio de la novela. Con visitas programadas religiosamente al salón de belleza para arreglarse el
cabellos y las uñas, la madre de Moramay, Gertudris (sólo se menciona su nombre en cursivas una vez
casi al final de texto), cocina perfectamente y se mantiene esbelta y linda para el “esposo” que sólo
llega a cenar y se va cada noche. “La favorita”, no la reina, de papá, como dice la narradora. De
carácter más bien iracundo contra Moramay, va convirtiéndose en “despojos” a lo largo de la novela.
De ser la no-esposa, o amante, como después descubrirá la protagonista, preocupada profundamente
por su apariencia, irá perdiendo interés en su persona a la par que la relación con el padre comienza a
flaquear sin motivos conocidos por la narradora.
La relación entre Moramay y su madre es de sobreprotección. La madre intenta protegerla y mantenerla
dentro de los parámetros de protección y seguridad que tiene para sí, pero la presencia de Vanessa,
amiga de la protagonista, hará que esto esté de principio fuera del alcance.
La madre en El conjunto vacío se menciona sólo una vez como ausente, respecto a los cumpleaños.
Después, en la adolescencia de la narradora, desaparece. Durante la narración puede verse cómo la
madre se encuentra un poco fuera de sí, no sé si podría mencionarse que parecía estar perdiendo la
cordura. Sumergidos, tanto la madre, narradora y hermano, en un departamento que pareciera tener un
hueco, ser un búnker en el tiempo, la madre desaparece.
Luego de la ruptura de la narradora con su antigua pareja, V. vuelve al departamento de su madre. Su
hermano sigue viviendo ahí, con las mismas rutinas, como si el tiempo no hubiera pasado. Pareciera,
por algunas mencionas de la narradora, que la madre desaparecida reaparece manifestándose en
acciones a veces muy concretas y otras que anuncia sólo el paso de su estadía momentánea.
La madre, descrita como una persona inestable, no está mucho tiempo en presencia a lo largo de la
narración.