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Facultad de Postgrados

Magíster en Psicología Clínica Junguiana

Estructura y Dinámica de la Psique

Docente: Susana Toloza

RELATORÍA 3
Encuentro con la Sombra. Zweig, C y Wolf, S. (1991)

El problema de la sombra. Jung, C. G. (2001)

Las relaciones entre el yo y lo inconsciente. Jung, C. G. (2007)

Alumnas:

Valentina Basulto

Camila Ruiz-Tagle

23 Julio 2018
INTRODUCCIÓN

En el presente ensayo se integran tres textos, los que presentan distintas ideas acerca de lo

inconsciente humano.

“Las relaciones entre el yo y lo inconsciente” (Jung, 2007), es un escrito que surge

a modo de expresión de lo que el autor ha logrado captar en su trabajo durante décadas

acerca del proceso de transformación del alma inconsciente (p. 141), introduciendo y

ampliando los contenidos que vendrían tanto de lo inconsciente personal como colectivo en

tanto diferenciación para el desarrollo de la persona.

En la misma línea, para comprender los contenidos que existen en lo inconsciente,

habrá que dar cuenta de aquellos que no encajan con el ideal de la mente consciente,

integrando las partes sombrías de nuestra personalidad, dado que han sido desterrados por

sentirlos indeseables. Sin embargo, al ser contenidos reprimidos, contienen una gran

cantidad de energía psíquica, de ahí el énfasis propuesto por Jung, dado que es una fuente

importante de posibles transformaciones de lo inconsciente en tanto integración total de la

personalidad del ser humano. (Zweig y Abrams, 2012).

En “La lucha con la sombra”, Jung (2001) propone una visión sobre la

psicopatología de las masas, señalando que este tipo de fenómenos es posible de

investigarse en los propios individuos. Este es un escrito sociológico del trabajo de C.G.

Jung, donde observa los determinados fenómenos o síntomas que sufre la sociedad entre los

años 1918 y 1961, orientando a una mayor comprensión acerca de la psique humana en su

individualidad y con ello la importancia de rescatar e integrar la propia sombra para no

sucumbir a lo totalmente colectivo.

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DESARROLLO

Según Freud (cit. en Jung, 2007), los contenidos del inconsciente son “tendencias

infantiles reprimidas a causa de su carácter incompatible” (p. 145). Dicha represión estaría

dada en el comienzo de la primera infancia bajo el influjo moral del entorno, co-existiendo

a lo largo de la vida. “Mediante el análisis, las represiones son eliminadas, y los deseos

reprimidos, hechos conscientes” (p. 145). De esta forma, Freud da a entender que lo único

que alberga lo inconsciente son partes de la personalidad, que de no haber sido reprimidas,

podrían ser conscientes. Jung dirá que aparte del material reprimido, “también hay

contenidos psíquicos que han descendido por debajo del umbral de la consciencia,

incluidas las percepciones sensoriales subliminales” (p.p. 145-146). Siguiendo estas

consideraciones, lo inconsciente no sería entonces un agente meramente pasivo, donde sólo

quedan las cosas “ahí” sin más por no haber levantado la barrera de la represión, (o bien por

levantarla y se hicieran conscientes) como pensaba Freud, sino que lo inconsciente “es un

agente activo encargado en agrupar y re-agrupar sus contenidos” (p. 146). Jung deduce lo

anterior, señalando que los contenidos de lo inconsciente siguen apareciendo, aún cuando

se hayan levantado ciertas barreras de la represión, emergiendo en fantasías, sueños, etc. los

cuales no vendrían necesariamente del inconsciente personal (no todo es material reprimido

basado en la primera infancia) o de represiones personales (Jung, 2007). Así, agrega la

esfera de lo inconsciente colectivo, “donde se albergan elementos impersonales y

colectivos en forma de arquetipos” (p. 155), señalando que no todo lo que produce lo

inconsciente es lo ya conocido anteriormente (y que fue reprimido), puesto que “la mente

humana posee también ciertas funciones o tendencias que, a consecuencia de su

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naturaleza colectiva, se hallan igualmente en contradicción con las necesidades

individuales” (p. 167).

La psique colectiva comprende las partes inferiores de las funciones psíquicas, la

parte que está firmemente asentada y que, por así decirlo, discurre de forma

automática, siendo a la vez congénita y ubicua, es decir, la parte supra personal o

impersonal de la psique individual. La consciencia y nuestro inconsciente personal

comprenden las partes superiores de las funciones psíquicas, es decir, la parte que

ha sido adquirida y desarrollada ontogenéticamente” (p. 167).

Según lo mencionado al comienzo, lo primero que se llevaría a la consciencia al levantarse

las represiones personales, serían elementos personales, pero también irían adheridos

elementos de lo inconsciente colectivo (Jung, 2007). El problema vendría a ser cuando se

asimilan los contenidos que fueron liberados de lo icc colectivo, como si fueran de lo

inconsciente personal, dando paso a una inflación psíquica, dado que habría una disolución

de la personalidad en sus pares de opuestos. Dado que en la psique colectiva no hay

contradicciones, tampoco hay diferenciación entre virtudes y vicios. Sin embargo, Jung nos

prevé del conocimiento de lo inconsciente con la analogía de ser “semejantes a Dios”, en

tanto conocer todo aquello que desconocemos (no todo material reprimido es de lo

inconsciente personal) y asimilarlo, es sucumbir a lo colectivo, por tanto, desconocer lo

propio e individual en nosotros. Justamente, dice Jung, la contradicción “sólo se produce

cuando da comienzo el desarrollo de la persona en la psique y la razón vislumbra la

naturaleza incompatible de los opuestos. La represión de la psique colectiva es lisa y

llanamente una necesidad del desarrollo de la personalidad” (p. 170). Hay que
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diferenciarse, puesto que el elemento diferenciador, es el individuo. Así, la consecuencia de

asimilar lo colectivo es coartar el desarrollo de la personalidad, imponiéndose una forma

particular de lo inconsciente colectivo que se asimila como personal, deviniendo inflación

psíquica. Cuando los contenidos que llegan a la consciencia (que vienen con material del

inconsciente personal y colectivo), se toman como exclusivamente personales, éste intenta

crear una totalidad (por cierto, parcial), en tanto existiría un recorte más o menos arbitrario

de aquellas partes de la psique colectiva que no encajan con dicha totalidad, pasándose por

alto y siendo olvidados o bien, siendo reprimidos o negados (Jung, 2007). “En Aras de una

imagen ideal, se sacrifica un número excesivo de rasgos humanos universales” (p. 178). Al

recorte de la psique colectiva, Jung lo llama persona. Sin embargo, se debe poner atención

nuevamente a la inflación psíquica, en tanto la máscara que ocupa la persona, “transmite la

engañosa sensación de ser individual” (p. 178), olvidando que es parte de la psique

colectiva. Jung señala (2007) que al analizar a la persona (lo que se aparenta ser), quedaría

al descubierto la máscara, que es la que da la sensación de ser individual, evidenciando que

la persona es parte de lo colectivo y no sólo de lo personal. Aún cuando la consciencia del

yo es idéntica a la persona, y por ello se sienta personal, el sí mismo inconsciente no podrá

ser reprimido hasta el punto de no hacerse notar. Dicho de otra forma, la persona que

pretenda “cortarse por sí misma”, suscitará reacciones por parte de lo inconsciente junto a

represiones personales, que darán “cabida a conatos de desarrollo individual ocultos tras

la envoltura de fantasías colectivas” (p. 179), llevando así a la consciencia contenidos que

anteriormente ni se sospechaban. Jung (2007) señala que a mayor identificación con la

persona, más influjo de lo inconsciente colectivo, existiendo una pérdida de dirección por

parte de la consciencia, que comienza a ser guiada por un proceso inconsciente e

impersonal, siendo desplazada sin notarlo.


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Como hemos visto, detrás de la máscara de la persona, irán quedando partes ocultas

de nuestra personalidad, tales como emociones y conductas no deseadas por la consciencia,

lo que ha sido en llamar la sombra personal. Zweig y Abrams (2012), refieren ésta como

Aquella parte del psiquismo inconsciente contiguo a la consciencia, aunque no

necesariamente aceptado por ella. De este modo, la personalidad de la sombra,

opuesta a nuestras actitudes y decisiones conscientes, representa una instancia

psicológica negada que mantenemos aislada en el inconsciente, donde termina

configurando una especie de personalidad disidente. (p. 35).

Así, la sombra sería una especie de compensación a la unilateralidad de la mente consciente

por no parecerle aceptable. La sombra personal comienza a configurarse durante la

infancia, al mismo tiempo que nos vamos identificando con los aspectos ideales de nuestra

personalidad. Al ser reforzadas las partes ideales por el entorno que nos rodea, vamos

arrojando (la sombra) a un saco, para seguir siendo merecedores del amor que los otros nos

propician. Los contenidos que sean desterrados “encierra facetas infantiles, apegos

emocionales y sistemas neuróticos como aptitudes y talentos que no hemos llegado a

desarrollar. (p. 17), siendo variantes de cultura en cultura según lo que sea aceptado como

“deseado”, o en su defecto, rechazado por las mismas (Zweig y Abrams, 2012). Sin

embargo, como aquello que ha sido desterrado hace parte por igual de nuestra personalidad

total, es que podemos entender junto a Jung que se haya referido a que “la sombra contiene

un 90 % de oro puro” (p. 54), puesto que lo reprimido contiene una gran energía psíquica.

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A pesar de lo anterior, y justamente debido a que muchos de estos contenidos

inconscientes se encuentras sombríos, no podemos verlos directamente. Sólo podemos

acceder a la sombra de forma indirecta a través de rasgos y acciones de los demás, como

por ejemplo cuando admiramos o rechazamos intensamente, situación en la que podemos

decir que la sombra ha sido proyectada en los otros.

Otra forma de reconocer lo sombrío, es través del humor (deja entrever más de lo

que se ve a simple vista, y generalmente quienes rechazan la sombra suelen carecer de

sentido del humor), también es pedir feedbacks con el fin de poner en evidencia cómo nos

ven los demás, examinando nuestros lapsus (tanto linguales, conductuales como

perceptivos) y por último, analizando nuestros sueños y fantasías donde la sombra suele

encarnar a alguien del mismo sexo (Zweig y Abrams, 2012).

En relación a lo anterior, cabe mencionar que el proceso de análisis junguiano apunta en la

dirección de integración de aspectos inconscientes o sombríos, implicando una mayor toma

de consciencia. Este encuentro con nuestros aspectos sombríos puede llegar a ser

paralizante, obligándonos a enlentecer el paso y mirar las evidencias que esta nos entrega.

Por otra parte, también existe la esfera de la sombra colectiva, expresada en los

medios de comunicación (en la maldad humana), en los malos tratos conyugales y abusos

infantiles que salen hoy a la luz del día (Zweig y Abrams, 2012).

En la medida que la fuerza inconsciente de las masas crece, lo mismo ocurre con la maldad

humana y podemos ser presa fácil de ella. Lo único que podemos hacer ante ésta para

protegernos, es desarrollar nuestra consciencia individual. Algo que ocurre en el nivel

personal es que aquellos contenidos que van a parar a la sombra, involucionan a estadios

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previos de desarrollo, y al rechazar una parte de la personalidad, ésta termina volviéndose

hostil (Zweig y Abrams, 2012). Como comenta Jung (2011), cuando una excitación

compensatoria de lo inconsciente de un individuo no es integrada en la consciencia

conduce a una neurosis (p. 211), y así mismo ocurre en lo colectivo.

Así, la posibilidad de un cambio reside sólo en nuestra actitud psicológica. Dado que el

único peligro reside en el humano (la sombra es sólo peligrosa cuando la dejamos de lado),

debiéramos fomentar una relación con el inconsciente que nos permita expandir nuestra

identidad, integrando las partes sombrías a nuestra personalidad total. De esta forma

logramos un mayor autoconocimiento, un mejor encause de nuestras emociones negativas,

nos libramos de la culpa y vergüenza y por último, nos hacemos cargo de nuestro yo

alienado (Zweig y Abrams, 2012).

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CONCLUSIÓN

Los textos revisados hacen inercia hacia un mismo sentido: ser conscientes de los

contenidos que surgen de lo inconsciente tanto personal como colectivo como única forma

de permitirle al alma humana la sobrevivencia en tanto individuo. No es tarea fácil, puesto

que como hemos revisado, desde temprana edad vamos edificando una imagen ideal en

detrimento de lo que no encaja en este ideal del yo, proyectando así las partes más sombrías

de nuestro inconsciente. Sin embargo, Jung señala implícitamente, ¡aún hay esperanza!,

puesto que en lo sombrío hay un tesoro por descubrir en tanto recordatorio de nuestra

naturaleza total. Como psicólog@s, tomamos la importancia de ver y reconocer ése “oro”

existente en cada uno de nosotr@s como forma de conocer nuestra personalidad completa y

con ello, poder acompañar a nuestros pacientes de manera más imparcial hacia aquellos

aspectos que han sido desmerecidos por no ser ideales. Así, la urgencia de reconocer la

sombra parece evidente dadas las consecuencias que esto puede contraer, en tanto

identificación con la máscara como algo personal, olvidando que la misma es una parte de

lo inconsciente colectivo, por tanto, de aspectos indiferenciados, dificultando cada vez más

reconocer al propio individuo personal.

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REFERENCIAS

- ZWEIG, C Y WOLF, S. (1991) Encuentro con la Sombra. Introducción, primera y

segunda parte

- JUNG, C.G., (1947) El problema de la sombra, en, Jung, C. G. (2001), Civilización en

Transición, Madrid: Trotta, OC 10.

- JUNG, C. G. (1928) Las relaciones entre el yo y lo inconsciente, en Jung, C.G (2007),

Dos escritos sobre psicología analítica. Madrid: Trotta, OC 7.

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