Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
2404 PDF
2404 PDF
En los últimos lustros ha tenido lugar una convergencia intensa entre las neurociencias,
las ciencias de la conducta y la filosofía de la mente. A esta zona transdiciplinaria de traslape se
ha denominado "Ciencia Cognitiva", y su fertilidad se ha mostrado en el surgimiento de
verdaderas interdisciplinas como la Neurociencia Cognitiva, que se avoca al estudio de los
fundamentos neurofisiológicos de procesos mentales específicos, y que cuenta con una
publicación periódica (el Joumal of Cognitive Neuroscience) a partir de 1987, o la Etología
Cognitiva (Griffin, 1985), que infiere la capacidad mental de los animales mediante el estudio do la
comunicación social en grupos de animales. El "matrimonio” entre la Psicología cognitiva y la
Psicofisiología es inminente y sus características han sido establecidas (Coles, 1989). Estos
esfuerzos han empezado a llenar el hueco teórico y experimental que se había establecido entre
un acumulamiento profuso de información factual generado por las Neurociencias, y de análisis
filosóficos en el área de la Filosofía de la mente (véase Gardner, 1985; Pribram, 1986). Por
ejemplo, para algún filósofo (Hintikka, 1990), la estrecha relación entre la fenomenología de la
percepción visual −en la que se puede especificar un sistema que ubica el dónde se encuentra un
objeto y otro que lo identifica− y los datos de la neuropsicología con los que es posible trazar los
sistemas cerebrales involucrados en cada uno de los dos sistemas, llena los requisitos para
afirmar la existencia de las “leyes psicofísicas” cuya existencia ha sido largamente anhelada y
debatida por los epistemólogos.
*
Texto elaborado con auspicio del donativo del a DGAPA al proyecto “Modelos cognitivos de la mente: investigación
interdisciplinaria en ciencia cognitiva”
**
Unidad de Psicobiología y Conducta, Instituto de Investigaciones Biomédicas, UNAM e Instituto Mexicano de Psiquiatría.
En los últimos años (Díaz, 1979 y 1989) he hecho un intento por puntualizar las unidades
funcionales que caracterizan estos tres fenómenos y por establecer sus vinculas en una teoría de
procesos pautados que sintetizo a continuación. Desde el punto de vista de las neurociencias ha
existido una evolución notoria sobre la concepción de lo que constituye la unidad
anatomo−funcional de la actividad cerebral, unidad que consistentemente se ha establecido en
referencia a procesos mentales o conductas específicos. En este rubro han entrado las ideas de lo
que constituye el “engrama” o huella cerebral de la memoria, el sistema cerebral que constituye el
sustrato funcional de las sensaciones o la contraparte neuronal de funciones como el sueño, y
síntomas psiquiátricos específicos como la depresión. En este sentido ha existido una evolución
paralela de conceptos estrechamente relacionados con los métodos neurocientíficos en boga.
Por otra parte ha venido madurando también el estudio del comportamiento. De esta
forma los etólogos han propuesto que existen unidades conductuales, o pautas particulares de
expresión motora (Colgan, 1978) y los estudiosos del movimiento muscular han analizado la
conducta en términos de los parámetros mesurables de movimiento. Con todo ello es posible
afirmar que la conducta está constituida por pautas espaciotemporales de actividad muscular las
cuales se pueden analizar por su amplitud, duración, tono, frecuencia, secuencia, ritmo y cualidad
(Díaz, 1985). Finalmente, con referencia a los procesos mentales ha ocurrido también una extensa
exploración de contenidos mentales específicos que habían sido descartados por la psicología
experimental como inaccesibles o puramente subjetivos. Este abordaje se caracteriza por la
obtención de reportes verbales sistemáticos y cuantitativos en sujetos entrenados, con los cuales
es posible establecer análisis cuantitativos y estadísticos, como lo han propuesto algunos filósofos
de la mente (Dennett, 1982). Para referirse a este particular abordaje algunos psicólogos hablan
de “neomentalismo” (Paivio, 1975). De esta manera es posible proponer que la vida mental se
caracteriza por pautas espaciotemporales de actividad consciente. Lo “espacial” de lo mental se
afirma por una serie de características de procesos específicos como la percepción, la memoria o
la voluntad.
Con estas evidencias es posible proponer que los tres fenómenos, aparentemente
dispares, están constituidos por procesos de características generales comunes, por ser pautas
espaciotemporales de actividad y sugieren que constituyen aspectos diversos de un proceso
unitario, es decir, que se trata de constructos multidimensionales. Tales pautas constituyen parte
de los procesos de un ser vivo y pueden ser abordadas desde perspectivas diferentes, sin que por
ello se opte por ningún dualismo metafísico, sino por un monismo ontológico y un pluralismo
epistemológico. Me explico: se supone que existe un proceso vital fundamental único en su
esencia, pero múltiple en sus manifestaciones, de tal manera que aunque se trata de un solo
proceso, éste puede manifestarse y abordarse de maneras distintas. La “naturaleza última” de tal
proceso no es únicamente “material” o “espiritual” y no es posible especificarlo más allá de afirmar
que se trata de un fenómeno neutro en el sentido de que es físico y psíquico simultáneamente,
digamos que es “psicofísico”. Do hecho varios investigadores han producido nociones similares,
como la teoría holográfica del neurofisiólogo Pribram (1986, 1990); la teoría del Orden Implicado
del físico Bohm (1986) o las nociones actuales del doble aspecto, que parten de Spinoza (Globus,
1988; Díaz, 1989). Esta idea se ha aplicado para analizar uno de los fenómenos mentales mejor
estudiados desde sus diversos ángulos constitutivos: la emoción (Díaz, 1990). En efecto, la
emoción tiene aspectos subjetivos de sensación, conductuales de expresión motora −como los
gestos faciales, perceptuales de reconocimiento− y fisiológicos, tanto cerebrales como autónomos
y humorales. La unidad final de estos aspectos ha sido postulada por varios teóricos (Plutchik,
1982; Leventhal, 1984; Averill, 1988). Se han dado esfuerzos similares con referencia a la
memoria (Pribram, 1986), la percepción (Held, 1989) o la cognición (Coles, 1989). De la misma
manera, la Psicobiología ha madurado como una auténtica interdisciplina que ofrece teorías
nuevas e integrativas de orden psicofísico y un paradigma de procesos (O'Connor, 1990).
4) La relación entre “observador” y “objeto” constituye uno de los aspectos del problema en
el que inciden diversas nociones psicofísicas. Clásicamente se da una separación tajante
entre el mundo de los fenómenos físicos y de los fenómenos psicológicos, pero él hecho
de que estos mundos entren en algún tipo de relación a través de la percepción o el
conocimiento evoca la necesidad de teorizar sobre la naturaleza de tal relación. Esta
discusión ha sido uno de los temas filosóficos que han intrigado a los físicos desde la
revolución cuántica y relativista de los años veinte (véase Elitzur, 1989; Goswami, 1990)
pero en la actualidad la discusión interesa también a los neurocientíficos (Pribram, 1990;
Sperry, 1980, 1985) y a los filósofos de la mente. Por ejemplo, para Snyder (1983) y para
Ben-Zeev (1989) existe una relación indivisible entre el observador y el objeto, constituida
por una situación especifica, pero la esencia de tal situación, o sea de la observación,
persiste como un problema particular. Como parte sustancial de este asunto se encuentra
la pregunta sobre la esencia de una persona, sobre el “yo” o el “ser”. Esto constituye una
especie de “teoría del sujeto” en la cual se debe elegir si el “yo” es una esencia
permanente −sustancial o no− una construcción psicológica o neurofisiológica, una
ilusión o una noción de psicología vulgar (véase Díaz, 1989 y Meehl, 1989 para una
discusión más amplia).
Lejos de ser una especulación estéril, la teorización actual sobre el problema mente-
cuerpo constituye el fundamento para conceptualizar, no sólo las nuevas interdisciplinas sino la
delimitación, definición y campo de acción de disciplinas tradicionales como la Psicología y la
Psiquiatría o incluso algunas que a primera vista no parecerían incidir en el problema como la
teoría musical. En efecto, la ubicación de la Psicología en el campo del saber, sea como una
disciplina biológica, social, cognitiva o humana, depende en esencia de la solución explícita que
se dé al problema mente-cuerpo (Bunge, 1990; McLarty, 1990). La orientación del psiquiatra
como un neurocientífico aplicado, como un psicoterapeuta, como un experto en ciencias de la
conducta patológica, como un “antipsiquiatra” o como un científico social, depende también de
sus creencias sobre la relación entre lo mental, lo fisiológico, lo conductual y lo social (Stevenson,
1977; Sullivan, 1990). La pertenencia, o falta de ella, de la parapsicología al cuerpo de las
ciencias, y la probabilidad de identificar y replicar sus objetos de estudio, se establecen por los
conceptos de la relación entre lo psíquico y lo físico (Alcock, 1987). Los fundamentos de la teoría
musical descansan también sobre la participación (o no) de la mente y el cuerpo, lo objetivo y lo
subjetivo y la relación entre el lenguaje natural y sus referentes materiales o proposicionales
(McLarty, Braun y Benítez, 1990). Es así que para Agmon (1990) la teoría musical es parte de la
ciencia cognitiva. Vemos de esta forma que el abordaje del problema mente-cuerpo continúa
siendo un reto de interés, no sólo para la filosofía, las neurociencias, y la ya no tan nueva
transdisciplina de la ciencia cognitiva, sino que tiene amplias repercusiones de orden práctico sin
que olvidemos que se trata de una cuestión existencial de la mayor relevancia.
Referencias
Agmon, E. (1990), Music Theory as Cognitive Science: Some Conceptual and methodological
issues, Music Perception 7: 285-308.
Alcock, J.E. (1987), Parapsychology: Science of the Anomalous or Search for the Soul? Behavioral
and Brain Sciences 10: 553-643.
Ben-Zeev, A. (1989), Explaining the Subject-Object Relation in Perception, Social Research 56: 1-
18.
Bohm, D.J. (1986), A New Theory of the Relationship of Mind and Matter, The Journal of the
American Society for Psychical Research 80:113-135.
Bunge, M. (1980), The Mind-Body Problem. A Psychobiological Approach, New York, Pergamon.
Bunge, M. (1990), What Kind of Discipline is Psychology: Autonomous or Dependent, Humanistic
or Scientific, Biological or Sociological? New Ideas in Psychology 8: 121-137.
Coles, M.G.H. (1989), Modern Mind-Brain Reading: Psychophysiology, Physiology, and Cognition,
Psychophysiology 26: 251-269.
Colgan, P.W. (1978), Quantitative Ethology, New York, Wiley.
Crick, F., Koch, C. (1990), Towards a Neurobiological Theory of Consciousness, The
Neurosciences 2: 263-275.
Churchland, P.S. (1986), Neurophilosophy: Toward a Unified Science of the Mind/Brain,
Cambridge, The MIT Press.
Dennett, D.C. (1982), How to Study Human Consciousness Empirically, Synthese 53: 159-180.
Díaz, J. L. (1979), Un enfoque sistémico de la relación mente-cerebro: hacia una reconciliación del
determinismo y el libre albedrío, en: La conciencia (Fernández-Guardiola, A., editor),
México: Trillas, pp. 107-120.
Díaz, J. L. (1989), Psicobiología y conducta: rutas de una indagación, México: Fondo de Cultura
Económica.
Díaz, J. L. (1989), La tradición de Spinoza y la neurociencia contemporánea, Ciencia y Desarrollo
15 (88): 51-65.
Díaz, J. L. (1990), La nueva faz de la emoción; aspectos y niveles de la investigación sentimental,
Salud Mental 13 (4): 7-17.
Fodor, J. (1983), Modularity of Mind, Cambridge, MIT Press.
Gardner, H. (1985), The Mind's New Science, New York, Basic Books.
Globus, G. (1988), Existence and the Brain, The Journal of Mind and Behavior 9: 447-455.
Goswami, A. (1990), Consciousness in Quantum Physics and the Mind-Body Problem, The
Journal of Mind and Behavior 11: 75-96.
Griffin, D.R. (1985), Animal Consciousness, Neuroscience Biobehavioral Reviews 9: 615-622.
Hatfieid, G. (1988), Neuro-Philosophy Meets Psychology: Reduction, Autonomy, and Psychological
Constrains. Cognitive Neuropsychology 5: 723- 746.
Held, R. (1989), Perception and its Neuronal Mechanisms, Cognition 33: 139-154.
Hintikka, J. (1990), The Cartesian Coqito, Epistemic Logic and Neuroscience: Some Surprising
Interrelations, Synthese 83: 133-157.
McLarty, M.H. (1990), An Examination of Modern Psychology Through Two Philosophies of
Knowledge, The Psychological Record 40: 273-288.
McLarty, M.H., Braun, W.H., Benitez, V.P. (1990), The Foundation of a Scientific Theory of Music,
The Psychological Record 40: 491-504.
Meehl, P. (1989), Psychological Determinism or Chance: Configural Cerebral Autoselection and
the Tertium Quid, en: Science, Mind and Psychology (Maxwell, M.L., Savage, C.W., eds.),
Lanham/Nueva York: University Press of America, pp. 211-257.
Mishkin, M., Appenzeller, T. (1987), The Anatomy of Memory, Scientific American 256: 80-89.
Natsoulas, T. (1983), Concepts of Consciousness, The Journal of Mind and Behavior 4: 13-59.
O'Connor, K. (1990), Towards a Process Paradigm in Psychophysiology, International Journal of
Psychophysiology 9: 209-223.
Paivio, S. (1975), Neomentalism. Canadian Journal of Psychology 29: 263-291.
Penrose, R. (1990), Precis of The Emperor's New Mind. Concerning Computers, Minds, and the
Laws of Physics, Behavorial and Brain Sciences 13: 643-705.
Popper, K.R., Eccles, J.C. (1977), The Self and its Brain, New York: Springer.
Pribram, K.H. (1986), The Cognitive Revolution and Mind/Brain Issues, American Psychologist 41:
507- 520.
Pribram, K.H. (1990), Prolegomenon for a Holonomic Brain Theory, Springer Series in Synergetics
45: 150-184.
Quine, W.V. (1989), Mind, Brain, and Behavior, an: Progress in Behavioral Studies (A. J.
Brownstein, ed.) pp. 1-6. Hillsdale, Lawrence Erlbaum.
Raichle, M.E. (1990), Exploring the Mind with Dynamic lmaging, The Neurosciences 2: 307-315.
Rose, S.P.R. (1980), Can the Neurosciences Explain the Mind? Trends in Neurosciences 3: i-iv.
Snyder, D. M. (1983), On the Nature of Relationships Involving the Observer and the Observerd
Phenomenon in Psychology and Physics, The Journal of Mind and Behavior 4: 389-400.
Sperry, R.W. (1980), Mind-Matter Interaction: Mentalism, Yes, Dualism, No, Neurosciance 5:195-
206.
Sperry, R.W. (1985), Changed Concepts of Brain and Consciousness: Some Value Implications,
Zygon, Primavera, pp. 21−32.
Stevenson, L. (1977), Mind, Brain and Mental IIlness, Philosophy 52: 27−43.
Sullivan, M. D. (1990), Organic or Functional? Why Psychiatry Needs a Philosophy of Mind,
Psychiatric Annals 20: 271−277.
Wolfe, A. (1991), Mind, Self, and Computer: Artificial Intelligence and the Sociology of Mind,
American Journal of Sociology 96: 1073−1096.