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El Acompañamiento Terapéutico

entre lo familiar y la problemática de


la anorexia
Autora: Lic. Sandra B. Sarbia

E mail: informes@at-lazos.com.ar

El siguiente escrito está publicado en el periódico Actualidad Psicológica de edición Octubre de


2006

El Acompañamiento Terapéutico nos confronta habitualmente con situaciones clínicas que


exceden el marco de los dispositivos convencionales de tratamiento. Nos ubica en diferentes
territorios, requiriéndonos de cierta preparación para maniobrar con aquellas cuestiones
inherentes a esos espacios. Esos escenarios varían de acuerdo a la situación clínica que se
presente con cada paciente, en el momento de su vida en que se recurra al dispositivo.

En muchas ocasiones el acompañante terapéutico se encontrará acompañando al paciente


insertándose en el ámbito familiar, interviniendo allí donde están los elementos que determinaron
aquello por lo cual se requirió el mismo AT. El escenario será esa trama significante con que está
tejida la historia familiar donde está alojado (o desalojado) nuestro paciente. Muchas veces nos
preguntaremos si el paciente es aquel que suscita al AT desde el rol de acompañado o es toda esa
red familiar de la cual él forma parte.
Será relevante ubicar ¿a qué responde lo que se presenta como disruptivo, qué lugar tiene dentro
de la tradición familiar, qué expresa? y los posibles sentidos otorgados por los miembros de la
familia a aquello que se presenta como disfuncional.
Acompañar a un paciente en el medio familiar implica adentrarse en el corazón mismo de lo que
no anda o lo hace muy mal. Esto no necesariamente será bien tolerado por los miembros que
conforman ese grupo familiar, podría resultar hasta intrusivo y ser fuente de malestares. Si bien no
puede ubicarse como causa del padecimiento a lo familiar, siendo que son muchas las vertientes
que determinan que algo se produzca, estimo que podemos rastrear los elementos que
constituyen lo patológico en esa misma trama significante que liga a los miembros de ese grupo
familiar.

Fragmento de coordinación de Acompañamiento Terapéutico a Julia:

Julia es una paciente de 27 años que acaba de ser externada de un hospital situado en Capital
Federal por motivos clínicos. Fue internada por un estado de anemia muy importante que
amenazaba con su vida, mide 1,64 Mts. y pesa 38 Kg. Actualmente se encuentra compensada
orgánicamente, los médicos que la atienden estiman que su peso no podrá sobrepasar por mucho
el actual por la cantidad de años que pasó con bajo peso. Tiene un diagnóstico médico de anorexia
purgativa, come y luego se provoca vómitos, saca lo que ingiere.
Tuvo anteriormente dos internaciones psiquiátricas, la problemática de la alimentación la
acompaña desde hace varios años.
Durante la internación reciente fue acompañada por un equipo de Ats que funcionaba en el
hospital.  El psiquiatra que conduce el caso indica que la paciente continúe con AT en forma
domiciliaria, por lo que este equipo acompaña su externación durante los primeros días.

La familia de Julia está formada por su madre, su padre y una hermana mayor que ella. Ellos
residen en provincia, y como había que abonarle los viáticos al At que concurriese, su mamá
decide buscar uno que viva por la zona cercana a su domicilio. Se contacta conmigo la hermana de
la paciente solicitando mi coordinación de un At para Julia.
Me conecto con el psiquiatra. Se trataba de almorzar con Julia (a solas con ella, aunque su familia
esté presente en la casa en ese horario), registrar hechos que pudieran ser de importancia, no
impedir que ella se provocase vómitos e informar de lo más pertinente. El AT transcurriría todos
los días menos los domingos, de 13 a 15 horas.
Desde la indicación del psiquiatra algo nos sugiere que hay alguna relación entre los episodios de
anorexia de la paciente y lo familiar. Interviene separando.

Me comunico con la casa, atiende su padre (le comento que llamo por el AT a Julia) y al escuchar
de qué se trata mi llamado, me pasa de inmediato con su esposa.
La mamá de Julia tiene varios requisitos con relación a la elección de la At que concurriría (que sea
una mujer, recibida de psicóloga, que tenga formación en AT, saber cómo era su personalidad, que
viva en provincia cerca de su casa para que le salga menos, que le cobremos poco dinero, etc.,
etc., etc.)  Por la cantidad y la manera en que insiste con sus pedidos, me quedo con la sensación
de haber recibido requerimientos en exceso.
Comienza a acompañar a su hija, Silvia (una At que se viene formando conmigo en el tema, casi
psicóloga, que vive en capital pero no le molesta viajar hasta provincia)
Silvia traba una buena relación con Julia, registra en poco tiempo un hecho importante respecto
de la relación de la paciente con la comida y con su madre. Ubica que Julia se transforma cuando
su mamá insiste y hostiga con que coma «todo lo que le ha servido en el plato». Se trataba de
«comer todo».
Silvia acompaña a la paciente durante unos pocos días. De repente, a pesar que su hija se siente
bien con ella, es la madre quien interrumpe y le suspende el próximo encuentro de un día para
otro.
Interrumpe el trabajo con esta At como lo había hecho con el equipo anterior, de manera
precipitada, sin informar al psiquiatra.
Al enterarme de esto, me comunico con la hermana de la paciente y me cuenta:
que a su madre no le gustó que la At (que almorzaba con su hija) le dijera que no comía pescado y
haberle tenido que servir otra comida,
que era una pena porque a Julia le había caído bien Silvia,
que de todos modos, el problema no es Julia sino su madre que magnifica las cosas y no acepta a
ningún At,
y que me volvería a llamar si a su madre se le pasaba la molestia.
Llamo al psiquiatra, le cuento acerca de la interrupción del AT para que evaluase la situación y
proceda como crea necesario.
La At comenta que efectivamente algo de esto había ocurrido aunque con alguna diferencia, como
ella no comía eso que la madre de Julia había preparado, ésta última le ofrece prepararle otra
cosa. Y fin del AT.
Parece que la dinámica familiar está marcada por algunos excesos, esta madre saca y pone a su
antojo, se hace lo que ella quiere.
Pareciera que ella y la comida que prepara fueran una misma cosa, en este contexto, rechazar la
comida que hace, sería rechazarla a ella.

El At sale despedido por la misma problemática por la que entra, aquello por lo cual está
atravesada la paciente: cuestiones atinentes a la comida, con todo lo que esto parece significar
para esta madre.
Cabe el interrogante: ¿Julia responde al accionar de esta madre con los episodios de anorexia que
acompañan su vida? Y no comer o sacar lo que ingiere parece ser la única manera de andar por la
vida de otro modo que taponada por «toda la comida que su madre prepara».

La mamá de Julia no soporta que se deje comida en el plato, como si el hambre de su hija tendría
que tener la medida exacta dada por lo que acaba de servirle. Si se rechaza lo que ella prepara, se
la rechaza a ella. Luego es ella quien rechaza dejando afuera al otro.
Julia, por ahora, no encontró otro modo de hacer con esto, aunque al precio de su propia
desaparición, corriendo serios riesgos de salud.
En ella no aparece la pregunta ¿qué quiere cuando me pide que coma «todo» lo que ha puesto en
mi plato?, pregunta que está en relación al deseo y se tratará de posibilitar en su tratamiento.
Entre otras cosas, desde el AT, se tratará que esta pregunta pueda producirse en ella.

La pregunta por el deseo:

Dice Haydée Heinrich, ubicando algunas cuestiones en torno a los «estados límite», que la
pregunta por el deseo es clave para el sujeto, para poder ubicar si se está o no alojado en el Otro.
Pregunta que a veces, en quienes presentan episodios de bulimia o anorexia, no puede ser
formulada.
Me pide que coma pero ¿qué es lo que quiere?  La primera parte de la frase, en la anorexia no
abre a la segunda, aparecen los actos que comportan estos episodios.
«…por el circuito comer-no comer-vomitar, circuito en el que no hay espacio para la producción
significante. Podríamos decir que se trata de una boca que no ha pasado del comer al hablar… la
anoréxica come -nada- como una manera de indicarle al Otro que no es con el objeto de la
necesidad con el que se alimenta el deseo…» (1)
En un intento de diferenciación, ya que una cosa es la necesidad y otra el deseo.
Para el ser hablante, la necesidad se encuentra atravesada por el registro significante y si bien
existe el intento de nombrar el objeto de la necesidad,  en cada vuelta no puede alcanzarse. Esta
diferencia entre lo esperado y lo obtenido, relanza el deseo.

El problema mayor radica en la manera particular de proponer esta diferenciación desde la


anorexia: al precio de la propia desaparición. Cierta manera de desaparecer, sustraerse del Otro
para cavar una falta, que algo le falte al Otro aunque sea al precio de su muerte. Desaparecer pero
para que su ausencia cause algo en el Otro y hacer espacio al deseo.
En el Seminario 11, Lacan señala que es en los intervalos del discurso del Otro donde se puede se
puede detectar esa pregunta por el deseo que dará lugar o no a que el sujeto se aloje en éste, es
así como «… el niño evoca comúnmente el fantasma de su propia muerte en sus relaciones de
amor con sus padres» (2) . Tratando de pescar qué lugar ocupa él para sus padres.
En la anorexia esta fantasía parece no tener lugar, más bien es actuada en lo real amenazando, a
veces, hasta con la propia muerte. La pregunta por el deseo no llega a formularse, enfrentada al
-me pide que coma- pero tomado esto como mandato.
Esta pregunta aparece frecuentemente en los niños (de diferentes maneras formulada) al buscar
qué lugar tienen para sus padres, para estos otros que lo crían. Contaba una paciente que cuando
era chica, mientras su mamá planchaba ella se le acercaba y en algún momento, se desplomaba a
su lado (¿jugando a desmayarse – morirse?) esperando alguna respuesta de su parte. Esperando
cada vez que no siguiera planchando como si nada hubiera ocurrido, esperando que su caída le
causara algo a su madre. No es sin consecuencias la respuesta que un adulto pueda dar frente a
estos juegos infantiles, se irá así configurando el lugar tiene el niño para esos otros que
intervienen en su constitución psíquica y que resultan ser tan importantes sobre todo en esos
tiempos de oro, donde ingresa lo primordial.

«Cuando la anoréxica se niega a comer, está intentando decir qué es lo que quiere: palabras, esas
palabras que hacen a lo humano, que lo insertan en una historia, que lo vinculan con el Otro, en
una dependencia distinta a la de la comida, que lo inscriben como un ser de deseo y no de
necesidad» (3)
En la anorexia el Otro confunde necesidad con amor, cree que amar a su niño es llenarlo de
comida, como si alimentarlo alcanzaría para cumplir con la función materna.
Función que incluye mucho más que el hecho de cubrir las necesidades básicas de un niño
(aunque no sin vérselas con esto), una madre mientras da de comer a su niño le habla (haciendo
entrar su bagaje simbólico), lo mira, lo sostiene. Distintas formas en que erogeniza los bordes de
un cuerpo que nace a lo pulsional. Estos bordes irán cobrando valor como sede de satisfacción al
ser contorneados por el Otro, no sin la inclusión de la demanda.
Un bebe no nace hablando, será con la interpretación de una madre sobre su llanto que hará de
ese grito una palabra. Si cuando un niño llora, su madre responde a esto dando de comer y
solamente, aparece taponando el despliegue de interpretaciones que ese llanto podría tener.
Cuántas veces una madre escucha llorar a su niño y se encuentra preguntándose ¿y ahora qué es
lo que quiere? sin encontrar respuesta, después de alimentarlo, bañarlo, abrigarlo y sosteniéndolo
en sus brazos.
¿Qué quiere un bebe cuando grita? es siempre una interpretación aunque sin ella, nunca dejaría
de gritar para pasar a hablar.
No habrá posibilidad de advenir al mundo del lenguaje si no es de la mano de otro que, atravesado
por el mundo significante, nos hable, interprete ese primer grito para convertirlo en palabra.

¿Patologías de época o un deseo al que no se hace lugar?

De la época en que se presenta a lo que se presenta en esta época.


Muchos de los primeros episodios de bulimia y anorexia se producen en tiempos cercanos a la
adolescencia, cuando la sexualidad se reordena en torno a la genitalidad que se desarrolla.
En estos tiempos, el cuerpo comienza a desarrollarse especialmente en lo atinente a la genitalidad
aunque no solamente. Habrá que pasar de la niñez a la adolescencia no sin un dolor en juego,
dolor que nos anuncia el duelo por venir. Un duelo por el cuerpo que era, por lo que significaban
los padres para él y lo que éste significaba para ellos, por las actividades que se dejan para tomar
otras, en definitiva por la infancia.
Un tiempo de duelo que se cursará con lo que se tiene y con lo que no se tiene a disposición al
momento de su intento de tramitación. Estas posibilidades o imposibilidades podrán influir en lo
por venir y tener su lugar con relación a la patología que se presente.
Si bien podemos considerar a la bulimia y a la anorexia como problemáticas por las que está
atravesada esta época (así como las adicciones, los ataques de pánico, etc. donde se presentan
más las actuaciones que la palabra), ya Freud hacía mención, encontrando relación entre anorexia
y sexualidad. Dice en el Manuscrito G (datado en enero de 1895): «La neurosis alimentaria paralela
a la melancolía es la anorexia. La famosa anorexia nerviosa de las niñas jóvenes me parece (luego
de una observación detenida) una melancolía en presencia de una sexualidad no desarrollada. (…)
indicaba no haber comido simplemente porque no tenía apetito, nada más que eso. Pérdida de
apetito: en lo sexual, pérdida de libido» (4)
Una sexualidad sin desarrollo y la posición ligada a la melancolía, ubicándola en torno a la pérdida
de libido, manifestado esto en la falta de apetito.
Tal vez este comentario de Freud nos sirva para pensar en la dimensión del deseo que no parece
abrirse desde la anorexia, un deseo al que no se hace lugar aunque el cuerpo grite.
Desde el AT se tratará de vehiculizar que el deseo se pueda poner en juego así como hacer lugar a
las palabras allí donde lo que aparece es la actuación.

Bibliografía:
«Manuscrito G. Melancolía», Tomo I, Ed.Amorrortu, S.Freud
«Duelo y melancolía», Tomo XIV, Ed.Amorrortu, S.Freud
«El sujeto y el Otro: la alienación», Sem.11, J.Lacan
«Algunas ideas sobre la anorexia», Borde R S de la neurosis, H.Heinrich
«La función de una pregunta: -¿puedes perderme?-», Imago, Estados límite 17, AAVV (H.Heinrich)
«Las indomables», G.Raimbault y C.Eliacheff
(1) Pág.79, Borde R S de la neurosis, H.Heinrich

(2) Pág.222, Sem.11, J.Lacan

(3) Las indomables, G.Raimbault y C.Eliacheff

(4) Pág.240. Manuscrito G. Melancolía, S.Freud

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