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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret, o Jesucristo, nació hacia el año 5


a.C. en un establo de Belén, en Judea, cuando esta
provincia pertenecía al Imperio Romano. Sus padres
fueron José (carpintero) y María. Según la tradición
cristiana Jesús fue "concebido por obra y gracia del
Espíritu Santo". El ángel Gabriel fue enviado a una
excelente joven llamada María. Él le dijo que ella
tendría un hijo que gobernaría como rey para
siempre. El hijo, Jesús, nació en un establo, donde
unos pastores lo visitaron. Después, una estrella guió
a unos hombres del Oriente hasta él. Aprendemos
quién les hizo ver la estrella, y cómo se salvó a Jesús
de los esfuerzos que se hicieron por matarlo.

Su infancia y juventud trascurrieron en Nazaret, en Galilea, ayudando a su padre


José en la carpintería y estudiando las tradiciones judías de la época. En fechas
festivas acompañaba a sus padres a Jerusalén, como ocurrió a los 12 años,
cuando demostró su sapiencia ante los doctores del Templo. Dieciocho años
después Jesús fue bautizado, y entonces empezó la obra de predicar y enseñar el
Reino, para la cual Dios lo había enviado a la Tierra. Para que lo ayudaran en esta
obra, Jesús escogió a 12 hombres y los hizo sus apóstoles.

Jesús también hizo muchos milagros. Alimentó a miles de personas con solo unos
pescaditos y unos cuantos panes. Sanó a los enfermos y hasta levantó a los
muertos. Finalmente, aprendemos acerca de las muchas cosas que le sucedieron
a Jesús en el último día de su vida, y cómo lo mataron.

Hacia el año 28 d.C., en Jerusalén, Jesús fue traicionado por su discípulo Judas
Izcariote y capturado por orden del Sanedrín, el Consejo de Jueces judíos. El
Sumo Sacerdote Caifás lo acusaba de blasfemar contra la religión judía
proclamándose como el "Mesías" o "Hijo de Dios". Fue entregado al gobernador
romano Poncio Pilatos, quien por presión de los aristócratas judíos y la
muchedumbre lo envió a la crucifixión.

Jesús fue llevado al monte Gólgota o Calvario, en las afueras de Jerusalén. Allí
murió crucificado a la edad de 33 años. Según los evangelios canónicos, resucitó
a los tres días de su muerte y cuarenta días después ascendió al cielo para unirse
a Dios Padre.
Seguir a Jesús es una conveniencia para nosotros porque es la única forma
infalible de seguir adelante con éxito, en un mundo tan agitado y desordenado
como el actual, un mundo descompuesto que cada vez se pondrá peor y en el cual
tenemos que vivir nos guste o no. Pero la principal razón por la que debemos
seguir a Jesús, es porque es el único camino hacia la Vida Eterna.

Porque seguir a Jesús nos trae Bendición: Cuando Dios creó al hombre, lo primero
que hizo fue bendecirlo, pero por su desobediencia y el pecado, perdimos esa
bendición. Sin embargo, esas bendiciones podemos recuperarlas a través de
Jesucristo, porque Él vino no solo a salvarnos, sino también a deshacer las obras
del diablo.

Seguir a Jesús nos enseña a tener fe: La fe es la única capaz de mantenernos


firmes en medio de tanta adversidad. Sin fe nada es posible. Seguir a Jesús nos
da autoridad para vencer obstáculos, porque en Jesucristo somos más que
vencedores.

Jesús nos da un propósito en la vida: Fuimos creados por Dios con un propósito
divino ya predeterminado y solo a través de Él podremos descubrir cuál es.

Nos da paz: Jesucristo vino a traernos paz, pero no una paz común, sino una paz
que sobrepasa todo entendimiento, porque es esa verdadera paz interior, la que
se siente aún en medio de la peor tormenta. Nos trae gozo: El gozo en Jesucristo
es diferente a la felicidad que nos ofrece el mundo, porque la felicidad del mundo
depende de lo que se tiene, mientras que el gozo en el Señor depende de nuestra
íntima relación con Él, aunque no tengamos nada.

Jesús nos da prosperidad: La prosperidad de Dios se deriva de su bendición y la


Palabra de Dios dice que la bendición de Dios es la que enriquece y no añade
tristeza con ella, porque esta es una prosperidad integral. Porque seguir a Jesús
nos da protección: Porque cuando creemos en Jesucristo, se crea un vallado
protector tan poderoso, que el enemigo jamás podrá derribar. Porque seguir a
Jesús nos da sabiduría: Dios se nos revela a través de su Santo Espíritu,
permitiéndonos conocerlo y develando sus maravillosas promesas para nosotros.

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