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Metalogénesis Andina: Una Revisión Sinóptica e Interpretación

Resumen- La presente contribución entrega una visión introductoria de la cadena


andina y sus yacimientos minerales, seguida por una descripción general de cada
una de sus principales provincias metálicas: las fajas ferríferas, cupríferas, de
metales preciosos, polimetálica y estañífera. Finalmente, se describen y discuten
la segmentación, la zonificación metálica transversal y la evolución metalogenética
de la cadena andina.
Aunque una parte principal de los yacimientos metalíferos andinos se relaciona
directa o indirectamente a la actividad magmática y el magmatismo calcoalcalino
ha sido dominante, al menos los principales yacimientos del orógeno se relacionan
con trastornos del régimen tectónico y de los mecanismos de generación y
emplazamiento de magmas. Tales trastornos han sido producidos por rápidos
cambios en la velocidad de convergencia de las placas tectónicas oceánica y
continental, así como por modificaciones del ángulo de convergencia, aunque
probablemente también la geometría de la corteza continental profunda ha tenido
un rol significativo.
La mayoría de los grandes yacimientos metalíferos andinos tiene edad terciaria y
se encuentra en la parte central del orógeno (10º S a 35º S) donde su corteza
continental es más profunda. Ello se interpreta en términos del mayor grado de
evolución orogénica de ese segmento andino durante el lapso Mesozoico-
Cenozoico. La relación antes señalada tiene un paralelo en la evolución
magmática-metalogénica de los arcos de islas, donde tanto la producción de
yacimientos de distinta tipología como la magnitud que ellos alcanzan crecen junto
con el desarrollo de una corteza diorítico-tonalítica. Una posible explicación de
esta analogía radica en las mayores oportunidades de interacción entre magmas,
materiales sólidos y fluidos (desde la astenósfera hasta los niveles sedimentarios
corticales) que ofrece la creciente complejidad del orógeno.

Introducción: El Cinturón Andino y sus Depósitos Minerales


En términos geológicos, el cinturón andino tiene una importancia particular como
modelo para la evolución de arcos magmáticos desarrollados cerca de la corteza
continental, en un activo, consumidor de placas, frontera de convergencia. Aunque
las anomalías magnéticas del suelo oceánico permiten seguir la historia de
convergencia del margen sólo tan atrás como el Cretácico, hay evidencia
geológica de la actividad tectónica de placas en el dominio andino durante la
época paleozoica. En consecuencia, la evolución geológica de los Andes ofrece
un marco más interesante para describir el desarrollo metalogénico del cinturón y
buscar las razones que explican el origen y la evolución geológica de sus
cinturones minerales.
El cinturón andino es un complejo sistema orogénico, que tiene su ancho máximo
(cerca de 800 km) alrededor de 18o S y comprende varias cordilleras, sierras,
plateaux, cuencas y valles. Tres cordilleras diferentes bien definidas y una sierra
se distinguen en Colombia, mientras que sólo existe una cordillera en el sur de
Ecuador. La configuración actual de la correa es relativamente reciente. Así, el
Altiplano boliviano fue una zona subsidente hasta su levantamiento del Plioceno.
El valle o las depresiones longitudinales presentan un rápido hundimiento en
algunos sectores (por ejemplo, Colombia, el sur de Chile), donde los materiales
sedimentarios y volcánicos Plio-cuaternario acumulados alcanzan hasta 5-10 km
de espesor.
Las actuales cordilleras andinas se elevan sobre la frontera occidental y noroeste
de la placa tectónica sudamericana y se enfrentan a otras cuatro placas
tectónicas, tres de ellas de tipo oceánico: las placas Nazca, Cocos y Caribe, y una
de naturaleza oceánica-continental, la placa antarica. Sólo las placas Cocos,
Nazca y Antartic presentan subducción activa (el movimiento relativo de la placa
del Caribe es de tipo transcurrent). La actividad sísmica afecta a toda la banda
andina, pero la zona de Benioff bajo el continente presenta importantes diferencias
en definición y ángulo de inmersión, alcanzando una profundidad máxima (unos
350 km) en la parte central de los Andes. La zanja oceánica también alcanza una
profundidad máxima (unos 8 km) entre lats. 22o y 25o S, donde su carrera paralell
a la costa, a unos 100 km hacia el oeste. Teniendo en cuenta las alturas
relativamente cercanas de la Cordillera Principal, esta parte del cinturón andino
presenta el principal contraste topográfico de la Tierra.
La corteza continental tiene diferentes espesores a lo largo del cinturón,
alcanzando un máximo de 70 km bajo la Cordillera Principal, entre 14o S y 22o S,
una figura cercana a la de la corteza continental bajo el Himalaya. A cambio, el
espesor de la corteza continental es pequeño o nulo bajo una parte de la región
costera de Colombia y Ecuador. Además, la corteza continental varía en espesor
transversal a la banda, aumentando primero, luego disminuyendo, hasta que se
vuelve estable en una cifra de 30-35 km bajo el escudo continental.
La presencia de grandes fallas longitudinales y transversales es un rasgo
importante de la geología andina. Los primeros han controlado el desplazamiento
vertical de los bloques tectónicos longitudinales, así como el emplazamiento
magmático y la distribución de los depósitos de metálicos. Varias de estas fallas,
como las de Romeral (Colombia) y Atacama (Chile), tienen una historia que
comenzó, al menos, durante el Mesozoico Temprano. Las fallas transversales
vinculadas a desplazamientos diferenciales de la placa continental, también han
desempeñado un papel importante en la distribución de algunos yacimientos de
mineral, por ejemplo, el pórfido Chaucha de cobre, Ecuador (Goossens y Hollister,
1973).
El cinturón andino presenta cientos de volcanes estrato y muchos de ellos son
importantes alturas del Cinturón. Se distribuyen en tres segmentos activos
principales: 5o N - 2o S (andesítico-basáltico), 16o S - 28o S (andesítico) y 37o S -
46o S (andesítico-basáltico). Sólo cinco estrato-volcanes son conocidos en una
posición más meridional (48o S - 56o S), y su composición son andesíticas. El
principal segmento volcánico: 16o S - 28o S, también presenta alrededor de
150.000 Km2 de ignimbritas de mioceno-Plioceno rio-dacíticas; algunos de los
flujos están vinculados a calderas muy grandes (hasta 30 km de diámetro, Francis
y Baker, 1978). Algunos de los volcanes andinos han proporcionado importantes
pistas para entender la génesis de los yacimientos de oros, como en los casos de
San Fernando, Ecuador (Goossens, 1972a), y El Laco, Chile (Park, 1961).
Aunque algunos autores, como Aubouin et al. (1973) y Zeil (1979), sostienen la
existencia de diferencias fundamentales entre el desarrollo geológico paleozoico y
post paleozoico del cinturón andino, estas diferencias dependen del segmento
andino y del período considerado. Ni los episodios de desarrollo marginal de la
cuenca ni las etapas de fuerte tectónica de compresión horizontal son rasgos
exclusivos de la evolución paleozoica. Por otro lado, importantes cuencas
paleozoicas sedimentarias se caracterizan por la tectónica vertical. Además, el
magmatismo calc-alcalino, tan típico de los cinturones andinos mesozoicos-
cenozoicos, es igualmente abundante durante el Paleozoico, y alcanza un pico
durante el Pérmico. Por lo tanto, la transición Parmian-Triásico ocurre en
continuidad geológica. Finalmente, las direcciones tectónicas paleozoicas y post-
paleozoicas son similares y la metalogénesis paleozoica incluye los mismos
metales depositados en la época mesozoica y cenozoica, aunque la distribución
areal de las correas metálicas es diferente. Los depósitos de cobre porfirio, un
rasgo principal de la metalogénesis andina cenozoica, se formaron en el dominio
andino al menos desde el Carbonífero (Sillitoe, 1977).
Sin embargo, algunos de los rasgos característicos del cinturón andino, por
ejemplo, la generación de grandes cantidades de magmatismo calc-alcalino, se
agudizaron en la época mesozoica y cenozoica, mientras que otros, como la
acreción de prismas oceánicos, disminuyeron su importancia relativa. La
separación de América del Sur de Africa que comenzó durante el Jurásico, no
implicaba cambios radicales en la evolución del cinturón andino, que seguía
siendo básicamente un "cinturón magmático" (Zeil, 1979). Como sugiere Coney
(1970) y otros autores, esta evolución puede describirse en términos de la
superposición de arcos magmáticos sobre el borde del continente. Esta
descripción, que es válida para el segmento andino central, también debe incluir
episodios de acreción al continente de prismas magmáticos-sedimentarios
oceánicos en las partes norte y sur del cinturón.
El desarrollo de la cuenca ensialica también fue importante durante el Mesozoico y
durante la evolución andina cenozoica. Sin embargo, algunas de estas cuencas
mesozoicas (por ejemplo, la cuenca neocomias en el centro de Chile, Aberg et al.,
1984), alcanzaron durante su evolución varias características de las cuencas
marginales.
El cinturón andino exhibe las huellas de varios episodios importantes de
compresión. Sin embargo, su intensidad era diferente a lo largo del cinturón.
Además, sólo se logró un fuerte plegado en las facies miogeosynclinales entre los
volcánicos occidentales y los terrenos continentales orientales.
El magmatismo andino mesozoico incluye series tholeiitic, calc-alcalina y alcalina.
Las series tholeiitic son características de los prismas oceánicos acretíados de los
Andes del Norte, mientras que el magmatismo calc-alcalino predominaba a lo
largo del arco magmático principal del cinturón, y el magmatismo alcalino apareció
en pequeñas cantidades, como cuerpos intrusivos y extrusivos en la región del
arco posterior. Además, la presencia de rocas shoshonóticas se ha establecido
tanto en el arco magmático Jurásico-Cretácico Inferior en Chile Central (Levi et al.,
1988) como en la región terciaria de arco trasero del noroeste de Argentina (Sasso
y Clark, 1998).
En cuanto a los yacimientos de oros más antiguos en el dominio andino, los únicos
que tienen una posible era Precambria son algunos ni y Cr en rocas ultrabáceas
de la Cordillera Oriental del Perú, así como algunos yacimientos de Ni-Cr en rocas
ultrabáceas, depósitos Cu-Fe en anfibolitos y depósitos W en granulites de las
Cordilleras Pampeanas de Argentina, que tienen menor importancia económica (Di
Marco y Mutti , 1996; Stoll, 1975).
Aunque los depósitos de ore paleozoico y post paleozoico contienen básicamente
los mismos metales, hay algunas diferencias con respecto al tipo de depósitos (por
ejemplo, no hay BIF post-Paleozoico). Sin embargo, la principal diferencia se
refiere a las enormes cantidades de ores formados después del Paleozoico,
especialmente en los Andes Central y Sur, y que generalmente se asocian a rocas
ígneas sub-volcánicas.
Las provincias metálicas post-paleozoicas aparecen como cinturones de 50 a 300
km de ancho, alargados paralelos a los Andes. Entre lats. 14o S y 30o S, donde
están presentes tres o todas las cuatro provincias, el cinturón de hierro aparece
cerca de la costa del Pacífico, seguido de los cinturones de cobre, polimetálicos y
estaño (el último, a unos 500 km de la costa). Aunque estas provincias principales
se definen por el predominio de uno o dos metales principales, contienen
depósitos de mineral de diferentes edades, tipologías y paragénesis. Tanto el
cobre como las provincias polimetálicas están presentes a lo largo de la mayor
parte de los Andes, aunque algunos segmentos son extremadamente ricos y otros
tienen una presencia escasa o nula de depósitos minerales. A cambio, el estaño y
las provincias de hierro están más restringidos a lo largo de la banda andina, pero
presentan una distribución homogénea de los depósitos de mineral.
Los Andes son uno de los cinturones orogénicos más ricos en términos de
minerales metálicos y varios de los países andinos se encuentran entre los diez
mejores del mundo, ya sea en producción o en reservas geológicas de antimonio,
bario, berilio, bismuto, boro, cobre, indio, yodo, plomo, molibdeno, nitratos, platino,
renio, selenio, plata, telurio, estaño, tungsteno y zinc (Petersen, 1977). Chile, solo,
tiene alrededor de una cuarta parte de las reservas mundiales de cobre y cerca de
un tercio de las de molibdeno. La provincia de hojalata y plata del sur de Bolivia es
bien conocida por sus depósitos "fabulosos", como Cerro Rico, Potosí, que
produjo unas 60.000 t de plata, además de los de hojalata de alto grado.
Igualmente famosas son las provincias polimetálicas y de cobre de Perú. Además,
los últimos 30 años han sido generosos en términos del descubrimiento de nuevos
yacimientos de mineral de "clase mundial", como El Indio y Escondida en Chile, y
los Andes siguen siendo considerados un objetivo de primera clase, atenuando
alrededor del 15% de la inversión mundial en exploración de minerales. Por otro
lado, se han dedicado importantes estudios científicos a esos tipos de yacimientos
de oros que están bien representados en el cinturón andino. Es el caso del pórfido
de cobre, los depósitos epitermales de Au-Ag, los depósitos subvolcólicos Sn-Ag
en Bolivia y los depósitos polimetálicos zonificados de Perú. Además, algunos
minerales industriales de los Andes presentan un interés especial, como en el
caso de los depósitos evaporíticos de Chile, Bolivia y Argentina, que contienen
enormes cantidades de potasio, litio, yodo, nitrato y borato.
La presente exposición describirá ahora las diferentes provincias metálicas de los
Andes, incluyendo una sección especial sobre los depósitos de metales preciosos
y se completará con una discusión de los principales factores involucrados en la
interpretación metal logística del cinturón.

Provincias metálicas en los Andes


El cinturón de hierro

Los depósitos de mineral de hierro del dominio andino (Fig. 1) pueden agruparse
en cuatro tipos: depósitos tipo BIF de la correa Nahuelbuta (Chile); dpositos de
hierro oolítico en el noroeste de Argentina y Colombia; Depósitos tipo Kiruna en
las cordilleras costeras del norte de Chile y Perú y depósitos Fe-Cu tipo skarn de
la zona Andahuaylas-Yauri en Perú. El depósito de magnetita de la estructura
volcánica de El Laco en el norte de Chile está incluido en el tercer grupo, pero se
considerará por separado, debido a las características especiales del distrito.
Los ores de hierro tipo BIF de Nahuelbuta están emplazados en rocas
metamórficas de alta presión (esquistos peliticos, cerezas y greenschists) que
tienen una edad metamórfica Carbonífera Inferior y pertenecen a un terreno acretí
(Aguirre et al., 1972). Los prismas volcánicos-sedimentarios contienen, además de
los minerales de magnetita, algunos depósitos de cromita podiforme y también
algunos cuerpos piríticos de sulfuro masivo Cu-Zn. La mineralización principal del
hierro, que está intercalada con micaschistas, se cultiva en tres áreas principales,
situadas entre 38o05' S y 38o30 ' S, cerca de 73o15' W. Las reservas de mineral
son de unos 100 M.t., que contienen 30% Fe (Oyarzun et al., 1984).
Los depósitos de hierro oolítico se encuentran en el noroeste de Argentina, donde
tienen una edad siluiana inferior, y en Colombia, donde son del Eoceno Superior
en edad. Los yacimientos argentinos se encuentran en facies marinas costeras en
la frontera oriental de un cratón central. Los minerales son oolíticos y los lechos de
hierro, depositados durante una transgresión marina, contienen chamosita
(parcialmente alterado a la hematita) como el principal mineral de hierro (Bossi y
Viramonte, 1975). Aunque la formación productiva (Zapla) se desarrolla a lo largo
de cientos de kilómetros en dirección norte-sur, los principales depósitos se
producen entre 24o S y 25o S, cerca de 65o W. Son las de Zapla, Río Iruya y
Unchimé. Sus reservas totales de pre-minería son de aproximadamente 300 M.t.
mineral, que contiene 40% De Fe (Angelelli et al., 1970).
Los depósitos oolíticos de hierro de Colombia forman parte de un cinturón NNE de
650 km de largo, entre Lagunillas (Venezuela) y Sabanalarga (Colombia), que
presenta al menos cuatro zonas de afloramientos mineralizados. La zona principal
es la de Paz del Río (6o11' N / 72o43' W), donde la formación de hierro oolítico es
de 0,5 a 8 m de espesor y se cultiva a lo largo de 57 km en dirección N30oW, con
un ancho máximo de 8 km. Los minerales contienen 42-47% Fe y 0.8-1.2% P. Paz
del Río, como otros distritos del cinturón, se formó en el Alto Eoceno, durante una
transgresión marina, como parte de una secuencia de areniscas y esquistos
depositados en la zona de transición playa-laguna. El mineral de hierro tiene una
composición aluminosa y el contenido de chert es bajo. A unos 70 km al sur de
Paz del Río, se cultiva la formación Sabanalarga, que presentan minerales de
hierro oolíticos similares (Angulo, 1978).
Los depósitos de hierro tipo Kiruna del norte de Chile se distribuyen a lo largo de
un estrecho cinturón de N a NNE en la cordillera costera entre 25o S y 31o S. El
eje de este cinturón es en estrecha coincidencia con el del arco magmático
neocomiado. Los principales distritos (por ejemplo, El Algarrobo-Penoso: 28o47' S;
El Romeral: 29o43' S), están situados entre 27o S y 30o S y sus reservas (antes
de la minería) son de unos 200 M.t. (60% Fe) con unos 2000 M.t. mineral para
todo el cinturón. La paragénesis de este yacimiento de ore tipo Kiruna incluye ti-
magnetita baja, actinolita y apatita como especie principal, así como escapolita
menor y una fase de sulfuro tardío (pirita, calcopirita menor, etc.). Ambos,
reemplazo y llenado de fracturas, se observan, pero el reemplazo es dominante en
los depósitos más grandes. Los complejos mineralizados están formados por
rocas andesíticas volcánicas y subcícticas, invadidas por cuerpos dioríticos,
probablemente comagmáticos con las rocas andesíticas (Oyarzún y Frutos, 1984).
Los complejos magmáticos de hierro presentan secciones horizontales que
originalmente eran circulares (Boquerón Chañar) o elipsoidales (El Romeral), pero
más tarde fueron modificadas por fallas de deslizamiento. En general, la falla es
intensiva y extensa en el cinturón de hierro, y los esquistos dinámicos de este
origen son frecuentes. A escala regional, la alineación de los principales
yacimientos coincide con una línea de debilidad de la corteza pre-Cretácica que
controló la frontera occidental de la cuenca neocomia (la actual Zona de Falla de
Atacama).
La alteración hidrotermal es generalizada y compleja. Sin embargo, la actinolita,
parcialmente alterada a clorito, es dominante, seguida de la silicificación y el
blanqueo de rocas. La datación isotópica (K-Ar) de los depósitos de hierro se
encuentra entre 128 Ma (Boquerón Chañar, Zentilli, 1974) y 110 Ma (Los
Colorados, Pichón, 1981, y El Romeral, Munizaga et al., 1985). Varias
determinaciones de edad en El Algarrobo (Montecinos, 1983) también están en el
lapso de 128-111 Ma, que coincide con el clímax del magmatismo mafico, pero
también con el paso del estilo "Mariana" al estilo "chileno" de la subducción de
placas oceánicas (Sillitoe, 1991).
El cinturón de hierro también incluye depósitos más pequeños de tipo vena de
hierro, así como algunos skarns de hierro, como Bandurrias, y algunos minerales
de skarn calcopirita-magnetita, como San Cristóbal, que han sido extraídos por su
contenido de cobre.
En cuanto al origen de los principales depósitos de mineral de hierro de la correa,
los fluidos neumatolítico-hidrotermales fueron considerados como un mecanismo
depositional satisfactorio por Ruiz et al. (1965), Bookstrom (1977), Oyarzún y
Frutos (1984) y otros autores, aunque existen diferencias con respecto a la fuente
de los fluidos. Sin embargo, Nystrom y Henríquez (1994) y Travisany et al. (1995),
han propuesto recientemente que estos depósitos se formaron en una etapa
magmática y más tarde sobreimprimidas por fluidos hidrotérmicos.
Los depósitos de hierro de la franja costera del Perú (Soler et al, 1986; Cardozo y
Cedillo, 1990) son similares en mineralogía a los yacimientos del Cretácico del
norte de Chile. El depósito principal es Marcona, compuesto por lentes de oro
estratiforme, alojadas en rocas carbobnticas y volcánásticas. Según Atkin et al.
(1985), su origen está relacionado con el reemplazo por fluidos hidrotermales de
rocas intrusivas subvolcánicas del Jurásico Medio.
Los depósitos de skarns de hierro-cobre de la zona Andahuaylas-Yauri en Perú se
encuentran a lo largo de un cinturón de tendencia WNW entre 13o30' S - 14o30' S
y 71o39' W - 73o39' W. Los depósitos están asociados a las poblaciones de
monzonita de cuarzo datadas en 34-33 Ma, que invaden sedimentos carbonáticos
fechados como Albian-Turonian (Noble et al, 1984; Soler et al, 1986). Los
minerales incluyen magnetita con algo de oro nativo como minerales tempranos, y
calcopirita como una fase de sulfuro posterior. Según Bellido y Montreuil (1972)
contienen las reservas de oro más altas en Perú, estimadas en 2000 M.t. (60% Fe)
por Petersen y Vidal (1996). Entre los principales yacimientos se encuentran
Huancabamba, Colquemarca, Livitaca y Tintaya, el último considerado como
depósito de cobre.
Los yacimientos de mineral de hierro de tipo El Laco Kiruna, están compuestos por
varios cuerpos de magnetita intrusivas de flujo y subvolcánicos con la misma
mineralogía, que también incluye una apatita menor. Estos cuerpos se cultivan a
través de una superficie de 1,8 km2 alrededor de un centro volcánico del Plioceno
del norte de Chile, cerca de la frontera con Argentina (Fig. 1). Los andesitas de
piroxeno son dominantes en el flujo volcánico, pero un intrusivo subvolcánico
central tiene una composición dacítica. El depósito de hierro El Laco contiene
varios cientos de M.t. de mineral de hierro, pero no ha sido ampliamente extraído.
A cambio, las peculiares características de los yacimientos han sido el de varios
estudios, así como el origen de las controversias sobre la génesis de los depósitos
(Parque, 1961; Frutos y Oyarzún, 1975; Frutos et al., 1990; Nystrom y Henríquez,
1994; Larson y Oreskes, 1994).

La provincia del cobre


Los depósitos de cobre están presentes desde el norte hasta los extremos sur del
cinturón andino, y sus edades cubren el Paleozoico Superior al Pleistoceno. Los
depósitos pertenecen a una variedad de tipos, entre ellos pórfido de cobre, vena
enargitica y reemplazo, skarn, pipa de brecha, manto-tipo, sulfuro masivo, exótico,
etc. En esos depósitos, el cobre se asocia a una serie de metales, como Mo, Fe,
Au, Ag, Zn y Pb. En los párrafos siguientes, se tendrán en cuenta los rasgos
principales para cada tipo de depósito en los Andes.
Los depósitos de pórfido de cobre también están presentes a lo largo de todo el
cinturón andino (Fig. 9), donde alcanzan las marcas del mundo, tanto en tonelaje
como en grado. Además, algunos de ellos, como yacimiento de El Salvador
(Gustafson y Hunt, 1975), han sido estudiados con gran detalle, convirtiéndose en
ejemplos clásicos de su tipo. Además, la distribución de los depósitos a lo largo y
a través del cinturón andino y los hechos de que pertenecen a un amplio rango
cronológico, presentan diferentes niveles de erosión y fueron emplazados en una
variedad de rocas anfitrionas, bajo distintas condiciones tectónicas, han permitido
la construcción de una serie de modelos genéticos (por ejemplo, en relación con
los depósitos de pórfido de cobre y tectónica de placas: Sillitoe, 1972, y la parte
superior de los sistemas de porfia : Sillitoe, 1973). Por otro lado, la abundancia de
importantes depósitos y estudios sobre ellos, hacen difícil presentar una visión
sinóptica. Para ello, se recomienda encarecidamente la publicación de Camus et
al, eds., (1996), así como el artículo de Sillitoe (1992).
Sillitoe (1988), considera seis épocas de mineralización de pórfido de cobre en el
sector chileno-argentino de los Andes, desde el Carbonífero Tardío-Pérmico
Temprano hasta el Mioceno Medio-Plioceno Temprano, y también seis épocas,
desde Jurásico hasta Mioceno Medio-Plioceno Temprano, para el Perú hasta el
sector andino colombiano. Cada una de estas épocas está representada por
cinturones longitudinales de hasta 100 km de ancho, que también contienen otros
tipos de depósitos de metálicos. Sin embargo, si consideramos sólo aquellos
pórfidos de cobre que han sido seleccionados para operaciones mineras de alto
tonelaje, el campo está geográficamente restringido al sector entre 10o S y 35o S
y a aquellos depósitos de edad terciaria. Sólo ellos representan entre un 25 y un
30% de las reservas del mundo y la producción actual de cobre y molibdeno.
Como se muestra en la Fig. 9, este sector está en estrecha coincidencia con el
segmento andino que presenta una corteza continental más gruesa. Los mayores
depósitos de pórfido de cobre del segmento, como Chuquicamata y El Teniente,
alcanzan reservas de mineral (antes de la minería) hasta 50 M.t. metallic Cu
(Oyarzún y Frutos, 1980).
La mayoría de los depósitos de pórfido de cobre en los Andes están relacionados
con las poblaciones póricas dacíticas-granodiíticas, emplazadas en rocas
volcánicas o en complejos intrusivos. Aunque las poblaciones generalmente
pertenecen a la serie calc-alcalina, las rocas calcalinas shoshonitic o high-K han
sido identificadas en el distrito de Farallon Negro (Sasso y Clark, 1998). Sr
relaciones isotópicas de las poblaciones porfíricas son bajas y señalan un origen
profundo sentado. Además, sus relaciones isotópicas pb tienen un rango estrecho.
Así, en el caso de Chuquicamata y El Salvador, las proporciones isotópicas de Pb
son similares a las de la zona volcánica meridional de los Andes, cuyos magmas
no se ven afectados por la contaminación por los crustás (Zentilli et al., 1988).
Además, hay una serie de evidencias que sugieren que los magmas responsables
de los sistemas pófíricos, se elevan rápidamente a través de la corteza,
permitiendo un pequeño a nulo grado de contaminación (Maksaev y Zentilli, 1988).
En general, el proceso de emplazamiento-alteración-mineralización puede ser
generalizado como "un desarrollo magmático subvolcánico de un magma rico en
metal, donde residuales fluidos mezclados con aguas meteóricas durante la etapa
tardía de su enfriamiento" (Ambrus, 1978). Aunque la mayoría de los yacimientos
encaja bien en el modelo Lowell y Guilbert (1970), la zona filoica está bastante
ausente en algunos de ellos, como El Abra o El Teniente. El último, que ha sido
recientemente reinterpretado en términos del emplazamiento intrusivo de un alto
K, cojinete de ore, magma mafic (Skewes y Arévalo, 1997), encaja mejor en el
modelo diorítico propuesto por Hollister (1974).
Los depósitos de cobre pórfido presentan racimos espaciales y crisológicos en el
cinturón andino. Así, el lineamento Arequipa incluye cuatro importantes
yacimientos del Paleoceno (Cerro Verde, Cuajone, Quellaveco y Toquepala) a lo
largo de una banda estrecha de 150 km de largo en el suroeste de Perú (Figs. 3 y
9). Además, seis importantes yacimientos de Eoceno-Oligoceno, entre ellos
Chuquicamata, El Abra y Collahuasi, se distribuyen a lo largo de una línea N-S de
125 km, entre M.M. y Quebrada Blanca, siguiendo el importante sistema de fallas
Domeyko (Fig. 10). Otro grupo importante es el de Los Bronces-Río Blanco y El
Teniente (130 km al sur), los tres yacimientos de la edad del Plioceno.
Como se ha señalado anteriormente, muchos depósitos importantes de pórfido de
cobre en los Andes se encuentran en o cerca de grandes zonas de falla (Fig. 10).
Sin embargo, aunque este control estructural es evidente para aquellos depósitos
del tipo de acciones, como Chuquicamata, este no es el caso de los depósitos de
pórfido del tipo de tubería de brecha, como Los Bronces-Río Blanco o El Teniente
(Camus, 1975).
Los depósitos de pórfido de cobre andino tienen contenidos de Mo que oscilan
entre 0.01% y 0.1% y este metal sigue la importancia económica del cobre. Dados
los grandes tonelajes de pórfidos como Chuquicamata y El Teniente, también se
encuentran entre los principales yacimientos Mo del mundo (Ambrus, 1978). A
cambio, el contenido de oro es bastante bajo, con la importante excepción del
barrio de Faraón Negro en Argentina, donde Bajo de la Alumbrera alcanza 780
M.t. ore, que contiene 0.52% Cu y 0.67 g/t Au (Sasso y Clark, 1998).
Aunque la vena enargitica y el reemplazo cu +/- Au, Ag, Zn, Pb depósitos están
mejor representados en Perú, también son comunes en otras zonas de los
cinturones volcánicos terciarios de los Andes. Sin embargo, Petersen y Vidal
(1996) señalan que el número de depósitos enargiticos de gran y alto grado es un
rasgo inusual de la metalología peruana. Los yacimientos peruanos están bien
zonados desde Cu y Au en el centro hasta Zn y Pb en los márgenes. Entre los
principales yacimientos enargiticos en Perú se encuentran Quiruvilca, Cerro de
Pasco, Colquijirca, Huarón, Morococha, Yauricocha y Julcani (Figs. 2 y 5). El rico
depósito de oro en vena de El Indio, Chile (Fig. 4) también pertenece al tipo
enargitico. Según Sillitoe (1983), los depósitos masivos de sulfuro que llevan
enargito pueden representar los niveles superiores de sistemas de pórfido de
cobre.
El territorio peruano también está ricamente dotado en cu +/- Fe, Au, depósitos Zn
relacionados con skarns calcic, en parte como consecuencia de la amplia
distribución de rocas carbónicas mesozoicas de arco trasero, que albergan
granitooides monzonóticos terciarios (Fig. 7). Como se mencionó anteriormente,
algunos depósitos de skarns de la zona De Andahuylas-Yauri también son
importantes para su contenido de magnetita. Entre los principales yacimientos de
skarn en Perú, destacan Antamina, Cobriza, Ferrobamba y Tintaya (Petersen y
Vidal, 1996). Un segundo tipo de skarn, el anfíbolítico Cu +/- Fe skarns deposits
(Vidal et al, 1990) está representado en Perú por Raúl-Condestable y en Chile por
Candelaria (Fig. 2). Ambos están relacionados con la cuenca del Cretácico Inferior
y presentan analogías mineralógicas con respecto a los depósitos de hierro tipo
Kiruna de Perú y Chile.
Los depósitos de oros de tuberías de breccia están muy extendidos en los Andes.
Aunque muchos de ellos están relacionados con los sistemas de pórfido de cobre,
otros aparecen como mineralizaciones independientes y exhiben mucha variedad
en el diámetro de la tubería, así como en el número de depósitos en un distrito
dado. La mineralogía de los depósitos es generalmente cuprífica (con Au) o
polimetálica. Sillitoe y Sawkins (1971) produjeron una descripción detallada de los
tubos de brecha de turmalina de Cu en Chile.
Los depósitos de cobre de tipo manto se encuentran típicamente en formaciones
volcánicas de la era Mesozoica en el norte y centro de Chile (Espinoza et al.,
1996). Los depósitos son estratiformes o estratificos, pero con frecuencia también
incluyen venas, ores en brechas, stockworks, etc., que probablemente son co-
genéticos (Vivallo y Henríquez, 1998). Su paragénesis es bastante simple e
incluye chalcocita, bornita, calcopirita, pirita y hematita, la relación Cu/Fe
disminuyendo hacia afuera de los núcleos ricos en Cu. La mineralización
estratiforme de Cu, que también contiene algo de g/t Ag, fue depositada en las
masas de tierra y vesículas de los flujos de lava o en la matriz de rocas
piroclásticas. La alteración hidrotermal asociada es propítica e incluye albito,
clorito y calcita. La mineralización se produjo en el rango epitermal o mesotérmico
bajo. Estos depósitos tienen magnitudes de hasta cien M.t. ore, que contienen 1-
2% Cu (El Soldado), pero normalmente están en el rango de 1-10 M.t. ore
(Camus, 1985). Algunos depósitos típicos de este grupo son Buena Esperanza,
Carolina de Michilla, Talcuna y Lo Aguirre (Fig. 2).
Los depósitos masivos de sulfuro no son abundantes en el cinturón andino,
aunque los prismas oceánicos acrecédos de los Andes del Norte ofrecen
ambientes favorables para los depósitos de tipo Chipre, y algunos son conocidos
en el oeste de Coombia (Ortiz, 1990). Además, un importante yacimiento de
sulfuro masivo volcánico Fe-Cu-Zn, Tambo Grande, se encuentra en la esquina
noroeste de Perú, a 5o S, cerca de la frontera con Perú. En Chile, los depósitos
Cu tipo manto en Punta del Cobre (Fig. 2) y el skarn polimetálico de El Toqui, a
45o S, han sido interpretados como depósitos masivos de sulfuro por Camus
(1985) y por Wellmer et al. (1983) de manera repectiva.
Las condiciones climáticas y tectónicas favorables para la formación de
yacimientos exóticos de Cu, existían en los Andes del sur del Perú y el norte de
Chile entre 12o S y 27o S (Munchmayer, 1996). En Chile, aún se conocen doce
yacimientos de este tipo. El más grande, Exótica depositado en un amplio
paleocanal, de 2 a 4 km de Chuquicamata, la fuente de la mineralización Cu,
contenía unos 3-4 M.t. cu metálicos (antes de la minería). Cifras similares (1,2 a
3,5 M.t. metallic Cu) son dadas por Munchmayer (1996) para Damiana, en la
vertiente occidental de Cerro Indio Muerto (distrito de pórfido de cobre de El
Salvador). En general, los depósitos exóticos de Cu formados por la migración
lateral de soluciones de supergenes a partir de depósitos de pórfido de cobre. Su
mineralogía (chrysocolla, atacamite, Cu-wad) estaba controlada por las
condiciones Eh-pH de las aguas subterráneas, y su forma por la antigua topografía
alrededor del pórfido. Según Munchmayer (1996), los episodios de mineralización
exótica ocurrieron principalmente durante el Mioceno Inferior.
Los depósitos de venas de cobre están muy extendidos, en el cinturón andino y es
difícil presentar una síntesis de este tema. Sin embargo, es importante afirmar que
la minería Cu en los Andes comenzó con este tipo de depósito. En el norte de
Chile, las condiciones climáticas y tectónicas favorables produjeron un alto grado
de enriquecimiento de supergenes en los depósitos de venas Cu +/- Au,
permitiendo el desarrollo de una actividad minera altamente rentable durante el
siglo XIX.

Cinturones metálicos dorados y plateados


El oro y la plata fueron los principales señuelos para los conquistadores españoles
en los países andinos, y sus depósitos ocultos, junto con los de cobre, son hoy el
primer objetivo para las empresas de exploración minera.
En los Andes septentrionales, Colombia ha sido un importante productor de oro, el
primero del mundo en la época colonian. Aunque la producción de oro de este
país se obtiene principalmente de depósitos tipo placer y veta, también hay varios
yacimientos de oro de lodo, como los de California, Segovia, Frontino y Marmato
(Fig. 4), algunos de ellos relacionados con sistemas de pórfido de cobre, como
California y Marmato (Sillitoe et al., 1982). A cambio, no hay depósitos de plata
importantes en Colombia, y este metal es un subproducto de la minería de oro. Es
interesante recordar que el platino fue descubierto por primera vez en depósitos
de placer colombianos y que este país fue el único productor de platino en el
mundo hasta 1819 (Angulo, 1978).
La minería del oro comenzó en la época colonial en Ecuador con el famoso
yacimiento de Portovelo (Fig. 4) y con muchas pequeñas venas Au-Ag y depósitos
de oro placer. (1992), los yacimientos de oro y las perspectivas en Ecuador
pertenecen a la vena epitermal (Portovelo, Pilzhum y Molleturo), tipo skarn
(Nambija y Pachicutza), stockwork-vein (Chinapitza), brecha intrusiva (Gaby) y
cobre pórfido (Fierro Urco), además de los depósitos de placer. Su edad es
jurásica para algunos depósitos (Nambija, Chinapitza), pero la mayoría de ellos
son de edad terciaria. Al igual que en los yacimientos colombianos, la plata está
subordinada al oro en la mayoría de los depósitos ecuatorianos de metales
preciosos.
Una visión general de los yacimientos de oro en Perú fue presentada por Noble y
Vidal (1994). Este país tiene una larga e importante historia como productor de oro
y plata, que comenzó en la época prehispánica. Noble y Vidal (1994), clasifican los
yacimientos de oro peruanos (Fig. 5) en los siguientes grupos: 1- Venas de cuarzo
de la edad paleozoica y mesozoica: a) Cinturón Pataz-Buldibuyo (Pataz, Parcoy,
etc.); b) Región de Santo Domingo-Ananea (Ananea, Santo Domingo, etc.); c)
Cinturón Nazca-Ocoña (Calpa, Ishihuinca). 2- Sistemas de rodamientos de oro de
la edad cenozoica: a)Depósitos de pórfido y skarn au-bearing (Michiquillay,
Tintaya, etc.); b) Oro sedimentario alojado en roca (Yauricocha, Utupara, etc.);
Depósitos polimetálicos y de metales preciosos, subdivididos en: -Sistemas
polimetálicos (Quiruvila, Sayapullo, etc). -Depósitos epitermales de los sistemas
de venas Ag-Au tipo adularia-sericita (Cailloma, Arcata, etc.) y de sistemas de
sulfato ácido de alto nivel (Yanacona, Ccarhuaraso, etc.). En julcani, la etapa de
ácido-sulfato se desarrolló entre dos etapas de la alteración de la adularia-sericé.
3- Ores mineros a granel (Yanacocha, Hualgayoc). 4- Depósitos de placer
cuaternario.
Aunque Perú ocupa el tercer lugar en la producción actual de oro entre los países
andinos (después de Chile y Colombia), esta situación debería cambiarse pronto,
debido a una serie de importantes proyectos mineros, como la mina Pierina de
Barrick, cerca de Ancash, programada para una producción de 22 t Au/año
(equivalente a la producción total de oro de Perú en 1993).
La plata es también un metal abundante en muchos yacimientos hidrotérmicos en
las rocas volcánicas de la Cordillera Occidental del Perú, apareciendo en
minerales primarios independientes (argentita, proustito, etc.) o secundarios (ag,
acantita, etc.), así como en inclusiones de minerales plateados o soluciones sucias
en galena y Cu sulfominerals (tetraedrita, etc.). A cambio, Ag se encuentra
comúnmente sólo en soluciones sólidas o inclusiones en galena y sulfominerales
en los depósitos alojados por rocas sedimenteras en las cordilleras occidental y
oriental (Bellido y Montreuil, 1972). Entre los principales yacimientos ricos en Ag
se encuentran Quiruvilca (polimetálicos; Ag/Au 100) y los depósitos efitérmicos de
San Juan de Lucanas: Ag/Au 160; Distrito de María Luz-Huachacolpa: Ag/Au 450
y Julcani: Ag/Au 65 (Noble y Vidal, 1994).
Los depósitos subcívolticos del Mioceno de la parte central y sur de la Cordillera
Real, al oeste de la región del Altiplano de Bolivia, son más conocidos por sus
venas Sn-Ag, así como por los depósitos de venas Sb. Sin embargo, también
están relacionados con las venas polimetálicas y los stockworks en la zona límite
con la región de Altiplano. Entre los distritos polimetálicos, La Joya (Long et al.,
1992) ha demostrado un potencial importante como depósito de oro y plata con
reservas antes de la minería de 10 M.t. de mineral de óxido, que contiene 1.65 g/t
Au y 20 g/t Ag Los minerales están presentes en fracturas de un cuerpo dacítico
intrusivo y fueron depositados a altas temperaturas (300o-550o C) de fluidos
salinos. Se distribuyen en cuatro colinas: Kori Kollo, Llallagua, Quiviri y La Joya.
Aunque hay importantes yacimientos de Au-Ag en Chile, la mayoría de ellos
vinculados a la actividad magmática subcálica de la era del Mioceno en los altos
Andes, en un gran número de depósitos Au está más bien relacionado con Cu y
Fe. Además, hay muchos depósitos Ag importantes del tipo "Guanajuato" que
están casi desprovistos de contenidos Au.
La producción de oro en Chile alcanzó un pico en 1938 con unos 11 t De Au, en su
mayoría procedentes de depósitos de placer, y luego descendió gradualmente a 2-
3 t/año entre 1955 y 1970. Un rápido aumento comenzó en 1980 (6 t), pasando a
12 t en 1981 y a 18 t en 1982, como resultado del descubrimiento y desarrollo del
yacimiento de oro enargitico de alto grado de El Indio, el primero de una serie de
descubrimientos en el cinturón volcánico terciario de los Andes entre 26o S y 31o
S (Cuadra y Dunkerley, 1991; Sillitoe, 1991). En 1996, se alcanzó una producción
de 53 t.
Los yacimientos hidrotermales chilenos de oro son jurásicos al Mioceno Superior
en edad y sus mineralizaciones son en brechas hidrotermales, venas, stockworks
y diseminaciones (Sillitoe, 1991). Aunque la mayoría de los depósitos De Au +/-
Cu corresponden a venas relacionadas con el plutón mesozoico, sólo dos distritos:
Los Mantos de Punitaqui y El Bronce (Fig. 5) tenían contenido au de más de 10 t.
El resto de los depósitos de más de 10 t Au fueron clasificados por Sillitoe (1991)
en cuatro tipos: 1-Alta sulfuración, epitermia (Choquelimpie, Guanaco, El Hueso,
La Coipa, La Pepa, Nevada/Pascua y El Indio-Tambo). 2- Baja sulfuración,
epitermia (Faride, San Cristóbal, Fachinal). 3- Tipo pórfido (Marte, Lobo, Refugio).
4- Contacto distal, metasomático (Andacollo). Con la importante excepción del
yacimiento andacollo del Cretácico (Reyes, 1991; Oyarzun et al., 1996), todos
ellos son de edad terciaria. Como señalan Gemutz y otros autores, El Indio,
Nevada y el distrito de Maricunga (La Coipa, La Pepa, Marte, Lobo, Refugio, etc.)
se encuentran sobre un segmento andino caracterizado por una zona plana de
subducción, que también incluye los pófirios au-ricos del distrito de Faraón en
Argentina (Sasso y Clark, 1998).
De los depósitos que contienen más de 10 t Au enumerados anteriormente, sólo
seis depósitos tienen ratios Ag/Au superiores a 10 (Choquelimpie, Faride, San
Cristóbal, El Guanaco, La Coipa y Fachinal). La Coipa (Ag/Au 98), es un depósito
Ag-Au.
Chile fue un importante productor de plata en el siglo XIX (300 t en 1873, 15% de
la producción mundial total). Entre los principales distritos plateados se encuentran
los de Huantajaya, Caracoles, Tres Puntas, Chañarcillo y Agua Amarga (Fig. 6).
Son depósitos epitermales de tipo vena de baja sulfuración, alojados en rocas
estratificadas pertenecientes a las facies de transición volcánica-sedimentaria de
las cuencas marinas de arco trasero jurásico y cretácico. La mineralización de
plata incluye una variedad de especies de sulfuro (argentita, proustito, pirargirite,
etc.), y los procesos de supergenes son responsables de la deposición de
minerales secundarios (Ag nativo, cerargítato, etc.) en zonas de oxidación muy
ricas (Ruiz et al., 1965).
Una revisión de los depósitos de metales preciosos y básicos en Argentina por
Gemuts et al. (1996) menciona el yacimiento de plata paramillos, (Mendoza) y el
yacimiento de oro de Gualilán como las minas más antiguas de Argentina
(Gualilán data del siglo XVII). La exploración moderna antes de 1960 se centró en
depósitos de metales preciosos y básicos de alta calidad como Mina Angela (vena
Ag-Pb-Zn-Au), Farallón Negro (vena Mn-Ag-Au) y El Aguilar, un depósito masivo
de sulfuro de sedex en la provincia de Jujuy. Después de 1960, se detectó y
perforó una serie de prospectos de pórfido de cobre. Varios de ellos son ahora la
base de una importante industria minera en Argentina. Además, después del
descubrimiento de El Indio, se exploró rápidamente la frontera argentina de los
Andes y se descubrieron una serie de yacimientos de metales preciosos (algunos
de ellos muy cerca de los chilenos, por ejemplo, Lama en la vecinidad del
yacimiento Pascua). Además, un grupo de geólogos del gobierno descubrió los
distritos Cerro Vanguardia y El Dorado en el Macizo de El Deseado (provincia de
Santa Cruz) en el sureste de Argentina. Ambos distritos incluyen epitermia, baja
sulfuración, Au-Ag y venas polimetállicas. Están relacionados con el episodio
magmático ácido del Jurásico Medio, en las condiciones tectónicas previas a la
ruptura asociadas a la ruptura de Gondwana (Giacosa et al., 1988; Echavarría y
Etcheverry, 1998).

La provincia polimetálica
La provincia polimetálica (Fig. 11) está presente a lo largo de todo el cinturón
andino, aunque sus principales yacimientos se encuentran en el segmento
peruano, que también presentan estratos sedimentarios carbonáticos gruesos y
extendidos. Además, aunque se conocen yacimientos paleozoicos, algunos de
ellos importantes como el depósito Zn-Pb-Cu de Los Bailadores, en Sierra
Nevada, Venezuela (Carlson, 1977) o El Aguilar en el noroeste de Argentina, la
mayoría de los depósitos son mesozoicos o cenozoicos en edad.
El Aguilar (23o13' S / 65o42' W), un depósito de sedex Pb-Zn-Ag en cuarcitas
ordovícicas, representa la mayor concentración paleozoica de Pb-Zn en América
del Sur (Sureda y Martin, 1990), con unos 30 M.t. de minerales (12% Pb+Zn; 100
g/t Ag). El hecho de que una intrusión plutónica del Cretácico modificó
térmicamente el depósito original y se formaron algunos cuerpos de mineral de
tipo skarn, oscureció la génesis del depósito, ahora bien establecida como una
mineralización de sedex. Otros ores Pb-Zn-Ba en sedimentos clásicos de
Ordovícico son los de Pumahuasi (22o17' S / 65o33' W). Forman parte de un
cinturón que continúa durante unos 500 km al norte, hasta la zona de Sucre en
Bolivia (Sureda et al., 1986).
Aunque los depósitos polimetálicos mesozoicos y cenozoicos están presentes en
los Andes del Norte (Colombia y Perú), la mayoría de estos depósitos tipo vena se
han extraído para la plata. Además, los depósitos polimetálicos están mal
representados en el territorio chileno, a excepción de la Cordillera Patagoneana,
entre 46o00' S y 47o20' S. Así, las rocas clastic-carbonáticas intercaladas con
volcanes andesíticos de la cuenca de arco trasero del Jurásico y cretácico inferior,
albergan principalmente venas de plata epitermales o depósitos Cu o Fe tipo
skarn. A cambio, se desarrolló una rica provincia polimetálica en el territorio
peruano, que puede explicarse en parte por la distribución generalizada de
sedimentos marinos mesozoicos, incluyendo abundantes facies carbonacáticas
(Fig. 7).
Durante el Triásico Superior, el mar avanzó desde el norte, y alcanzó los 13o S
(Audebaud et al., 1973), cubriendo el dominio de la cuenca Pucará, una banda de
tendencia NW entre 76o W-77o W a 9o S y 72o W-74o W a 14o S, donde se
depositaron sedimentos clásicos y carbonaticos. Hacia el oeste, la cuenca también
recibió lavas andesíticas. La sedimentación marina continuó durante el Lias,
cuando la cuenca se dividió en dos sectores (norte y sur). Estos sectores se
unieron en el Dogger y se separaron de nuevo durante el Malm por un importante
bloque positivo de tendencia del noroeste. Durante el Malm y el Cretácico Inferior,
la sedimentación marina continuó -en asociación con los volcáns andesíticos- sólo
en la cuenca suroeste. Sin embargo, una nueva transgresión marina durante el
Albebio -el mar que viene esta vez desde el sur- cubrió la zona de las actuales
cordilleras occidentales y orientales del Perú, y el mar permaneció allí hasta el
Cretácico Superior (Senonia). Así, las condiciones paleogeográficas eran
favorables para el depósito de rocas carbonáticas en el territorio peruano. A
cambio, las cuencas contemporáneas en el territorio boliviano sólo recibían
sedimentos clásicos, a excepción de algunos carbonatos de la época
Campaniana-Maastrichtian (Pareja et al., 1978).
os ricos yacimientos polimetálicos estratospáticos, con grados Zn muy altos, se
encuentran en las rocas sedimentarias del Triásico-plataforma Liassic de la
cuenca Pucará (Amstutz y Fontboté, 1987; Cardozo y Cedillo, 1990). Son, en
parte, del tipo del Valle del Misisipi, como San Vicente, ubicado en las facies
orientales de la cuenca, y Shalipayko, en la parte occidental, que también incluye
algunos depósitos que presentan influencia volcánica, por ejemplo, Carahuacra,
San Vicente, que ha sido el mayor productor Zn de Perú está en rocas
sedimentarias de llanuras de marea, lagunas y facies de arrecifes carbonacéticos.
El yacimiento estratiforme Cercapuquio Pb-Zn en el centro del Perú (Cedillo,
1990), alojado por sedimentos lagunares de la edad del Alto Jurásico, también
exhibe fuertes semilaridades a los depósitos del Valle del Misisipi.
Alrededor de 80 yacimientos y prospectos de minerales Zn-Pb (Ag-Cu) de 80
estratos de origen se conocen en la Formación Valanginiana a Aptian Santa,
depositada en una cuenca efímera (Cardozo y Cedillo, 1990). Entre los principales
yacimientos se encuentran Huanzala (Fig. 7) y El Extraño (9o09' S / 78o05' W).
Varios rasgos de estos depósitos de mineral indican un origen sin diagenético, por
ejemplo, la presencia de rimitas que involucran los minerales minerales del mineral
(Samaniego, 1980). Sin embargo, también hay evidencias de actividad hidrotermal
y metamorfismo de contacto afectó a los depósitos.
Los yacimientos de minerales estratificados de la Formación Casma (Albian
Medio) son ricos en eshalerita y barita y tienen contenidos menores de Cu, Pb y
Ag. Los principales yacimientos de este grupo, Leonila Graciela (Vidal, 1987), en
11o51' S / 76o37' W, están alojados por rocas volcán-sedimentarias alteradas.
Los yacimientos de plomo-zinc (plata) de estratos están alojados por rocas de
carbonato del Cretácico Superior en Hualgayoc (Fig. 7), Cordillera Occidental del
norte del Perú (Cardoso y Cedillo, 1990). Muchos de los depósitos se encuentran
en la Formación Chulec (por ejemplo, Carolina, Porica), así como en la Formación
Pulluicana (por ejemplo, Yanacancha, Quijote). Aunque fueron extraídos desde la
época colonial española para sus minerales de plata, los depósitos del distrito de
Hualgayoc fueron posteriormente extraídos para sus minerales polimetálicos (Zn,
Pb, Cu, Ag) debajo de las zonas de oxidación y enriquecimiento de supergenes.
Como señaló Canchaya (1990), el origen de los yacimientos estratificados del
distrito sigue siendo oscuro, a pesar del gran número de estudios geológicos ya
realizados.
En el noroeste de Argentina, hay una serie de depósitos de sulfuro polimetálicos
(Cu, Pb, Zn) en rocas carbonaticas de la edad terciaria temprana del Cretácico
Superior (Sureda et al., 1986). Los depósitos se dispersan a lo largo de una
estrecha banda N-S de 150 km entre 24o10' S / 64o23' W y 25o15' S / 65o06' W.
Sin embargo, tanto su tonelaje como su grado son bajos.
El principal yacimiento enargitico de Cu-Pb-Zn-Ag de Colquijirca (Fig. 7) a unos 8
km al sur del Cerro de Pasco está alojado en la serie Terciaria La Calera, formada
por sedimentos clásicos y rocas carbonaticas, con frecuentes intercalaciones de
chert y tuffíticas. Aunque este depósito ha sido clasificado tradicionalmente como
un reemplazo hidrotermal (Mc Kinstry, 1936), Lehne (1990) propone un origen
singenético, considerando la ropa de cama y otras características sedimentarias
de los minerales. El espesor de las camas de los ores es normalmente inferior a 2
m y están separados entre sí por camas de esquisto.
La mayoría de los depósitos polimetálicos hidrotérmicos en Perú (Soler et al.,
1986; Cardozo y Cedillo, 1990) están asociados al intrusivo subvolcánico de la
edad del Mioceno en la parte norte y central del país. Aunque es posible que
algunos de los depósitos considerados como Mioceno, como Uchucchacua sean
el Eoceno Tardío-Oligoceno Temprano en edad (Soler y Bonhomme, 1988, citado
por Cardozo y Cedillo, 1990), el Mioceno sigue siendo un período metalogénico
principal para este y otros tipos de depósitos de metal. Cardozo y Cedillo (1990)
clasifican los depósitos polimetálicos hidrotérmicos de la edad del Mioceno en
cinco grupos: 1- Depósitos complejos, incluyendo tanto la sustitución como las
venas. Normalmente están zonados y son ricos en sulfosalts Cu-As. Cerro de
Pasco, Huarón, Morococha etc, están incluidos en este grupo. 2- Cuerpos de
Skarn, algunos de ellos asociados con venas, como Santander y Milpo-Atacocha.
3- Venas, alojadas por rocas sedimentarias mesozoicas y volcánicos Oligoceno-
Mioceno, por ejemplo, Colqui, Casapalca, etc. 4- Cuerpos irregulares, skarns,
venas y diseminaciones relacionadas con el baño Cordillera Blanca. Este grupo
incluye los skarns polimetálicos de Magistral, Antamina y Contonga, así como las
venas polimetálicas con plata y tungsteno de Pusajirca.
El cinturón del Mioceno de los yacimientos de minerales polimetálicos en Bolivia
se encuentra al oeste de la provincia de Sn-Ag y representa una extensión
sothward del cinturón peruano del Mioceno. Su marco geológico (intrusivos
subvolcólicos del Mioceno alojados por rocas clasmáticas paleozoicas) es similar
al del cinturón de estaño. Entre sus principales yacimientos se encuentran Laurani,
San Andreas, Berenguela, Carangas, Negrillos y Garcí Mendoza. Laurani,
principal, es un depósito por zonas, asociado a un complejo andesítico-dacítico,
cruzado cortado por una población riolítica y por diques, directamente relacionado
con la mineralización (Ahlfeld, 1967; Routhier, 1980).
Otra extensión hacia el sur del cinturón polimetálico del Mioceno está
representada por las venas Pb-Zn-Ag (Cu, Bi) en el noroeste de Argentina
(provincias de Salta y Jujuy). Los principales distritos, Pan de Azúcar (22o43' S /
66o06' W), La Esperanza (24o14' S / 66o34' W) y La Concordia (24o10' S / 66o24'
W), están vinculados a cúpulas daciadas, y su su especialidad incluye galena,
esquihalerita, chaléterita, pirita, tetraécido etc. Los principales depósitos de este
grupo tienen antes reservas mineras de hasta 0,26 M.t. mineral, que contiene 5-
11% Pb, 1-6% Zn y 200-500 g/t Ag (Sureda et al., 1986).
En la Cordillera Patagónica de Argentina y Chile, entre 46o y 52o S, existen
numerosos depósitos polimetálicos alojados por rocas paleozoicas, mesozoicas y
cenozoicas de diferentes tipos. Márquez (1988) describe un patrón general de
zonificación, con Mo, W en o alrededor de rocas intrusivas graníticas centrales y
Pb-Zn, Cu, Au y Ag en la periferia. Según este autor, las rocas graníticas
responsables de la mineralización son el Mioceno en edad.
Al menos en el caso de los depósitos polimetálicos chilenos de la Cordillera
Patagónica, es posible que pertenezcan a diferentes edades de mineralización
aunque estas edades siguen siendo inciertas. Así, los depósitos de Pb-Zn-Ag-(Cu)
se producen entre 46o00' S y 47o20' S, alojados por rocas metamórficas
paleozoicas (filaites y mármoles de origen marin) invadidos por granitoides post
paleozoicos (Ruiz y Peebles, 1988; Schneider y Toloza, 1990). El yacimiento
principal, Mina Silva (46o33' S / 72o24' W) está compuesto por minerales Pb-Zn
(Ag) de alta calidad, con contenidos menores de cobre, que forman cuerpos
lenticulares alojados en piedra caliza metamórfica. Aunque Ruiz y Peebles (1988)
interpretaron el depósito como una mineralización singenética paleozoica.
Schneider y Toloza (1990) argumentan que todos los depósitos de oros del distrito
(que también incluyen yacimientos estratóricos y no estratificados en rocas
jurásicas) están relacionados con el magmatismo calc-alcalino desarrollado en un
entorno de arco trasero mesozoico.
El otro distrito importante de este cinturón es El Toqui, a 45o00' S / 71o58' W,
descrito por Wellmer et al. (1983) y Wellmer y Reeve (1990). El distrito, que cubre
unos 25 km2, contiene varios cuerpos en una formación del Cretácico Inferior
formada por rocas volcánicas silíceas y sedimentos marinos clásicos y
carbonáticos, invadidos por pórfidos portadores de cuarzo. La unidad volcánica
basal es transversal por las venas Zn-Pb-Ag y está superpuesta por flujos
andesítico-riolíticos y sedimentos clastic-carbonáticos, que albergan los cuerpos
de mineral de sulfuro estaptoides. Se localizan en tres niveles estratigráficos, en
las zonas entrelazadas de rocas carbonáticas con esquistos negros o horizontes
piroclásticos, y contienen Zn-Pb-Cu o simplemente Zn como metales económicos
principales, mientras que Ag se recupera como un subproducto. El cuerpo de
mineral más grande, San Antonio, se superpone a un alféizar pórfico de cuarzo,
parcialmente alterado y mineralizado. Algunos alimentadores de mineralización
transversales, y la alteración hidrotermal basal y la mineralización, han sido
reconocidos en el distrito. Wellmer y Reeve (1990) interpretaron la génesis de los
depósitos del distrito de El Toqui en términos de mineralización masiva de sulfuros
en el ambiente volcánico submarino de un sistema de arco trasero abortado, en el
límite de tiempo Jurásico-Cretácico.

La provincia de estaño
De las diferentes provincias metálicas andinas, el cinturón de estaño presenta el
mayor grado de definición y especificación. Por lo tanto, todos los principales
yacimientos se encuentran en el territorio boliviano, a lo largo de un cinturón de
noroeste a NS, hasta 500 km de la frontera occidental del continente, y hasta
ahora, no se han encontrado ores de estaño a lo largo del territorio chileno.
Además, la provincia de estaño se encuentra en la parte central del cinturón
andino, donde la corteza continental actual alcanza el espesor máximo (Figs. 8, 9
y 11).
Aunque los principales yacimientos de la provincia metálica de estaño tienen una
edad terciaria o mesozoica inferior y se encuentran en la Cordillera Real de
Bolivia, los depósitos de estaño de la edad paleozoica se conocen en el territorio
argentino. Además, es posible que algunos depósitos menores de estaño en la
Cordillera Caraballa de Perú, cerca de la frontera boliviana, estén relacionados
con granitooides Pérmicos (Clark et al., 1983).
Los depósitos de estaño paleozoico argentino se encuentran en dos áreas de las
cordilleras pampeanas (Fig. 12). Los de la zona norte son de tipo vena o greisen;
su edad es Cámbrico a Siliano y sus minerales incluyen cassiterita, wolframita y
minerales sulfurosos. Los depósitos de la zona sur son pegmatitas y tienen una
edad Cámbrico a Ordovícica (Malvicine, 1975). Su interés es más científico que
estrictamente económico.
El cinturón de estaño de Bolivia (Turneaure, 1971), puede dividirse en dos
segmentos. Norte a partir de 18o S, las tendencias del cinturón NW y la mayoría
de los depósitos tienen una edad Jurásica Superior Triásico-Baja. A cambio, en el
segmento sur -así como en la parte central de la banda- los depósitos del Mioceno
Sn-Ag son dominantes. Mientras que los depósitos de oros de la edad mesozoica
inferior están relacionados con rocas graníticas, los de la edad del Mioceno son
asociados a cuerpos subvolcánicos ácidos. La fuerte alteración hidrotermal
asociada a ambos tipos de depósitos, dificulta la determinación de la composición
original de las rocas ígneas mineralizadoras. Sin embargo, su alto carácter potosío
y peraluminoso, es reconocido, así como la probable participación del material de
la corteza en la generación de sus magmas. Esta participación es coherente con la
mayor distancia de la provincia de estaño con la posible situación de las zonas
paleo-subducción (durante el Triásico-Jurásico y el Mioceno, respectivamente). Es
interesante notar que la parte sur del cinturón de estaño coincide con una rica
subpro provincia de Sb (Bolivia fue el tercer productor mundial de Sb y tiene unos
200 depósitos de este metal, Routhier, 1980). Hacia el este de la provincia de
estaño, hay varios depósitos polimetálicos (principalmente ricos en Ag). Este
hecho surge la cuestión de si la parte sur de la provincia de estaño se encuentra
hacia el este o más bien superpuesta a la más grande polimetálica.
Las rocas anfitrionas tanto para los cuerpos ígneos como para los depósitos de
estaño de todo el cinturón son rocas metasedimentarias clasicas paleozoicas, que
son los productos de una sedimentación detritica que comenzó ya en el Cámbrico,
en una cuenca marina intercratónica poco profunda pero persistente (Zeil, 1979) y
continuó hasta el Devónico Medio, cuando las condiciones cambiaron de marina a
continental, pero el hundimiento de la cuenca -y la sedimentación- persistió hasta
el Mesozoico. Los afloramientos de estas monótonas series de esquistos y
areniscas -de 10 a 20 km de espesor- conforman una parte importante de la actual
Cordillera Real, donde se encuentran la mayoría de los depósitos bolivianos de
estaño de todo tipo y edad.
Se conocen dos tipos de depósitos de estaño de la edad jurásica del Triásico
Superior-Bajo. Los más abundantes corresponden a las venas Sn-W asociadas a
la alteración del tipo greisen, dentro de pequeños bañolitos (por ejemplo, Yani,
Sorata) o en la zona metamórfica de contacto impresa por los bañolitos en las
rocas huésped sedimentarias del Paleozoico. La edad del emplazamiento de los
baños es en el lapso de 257 a 150 M.a. (Grant et al., 1980). Entre los principales
distritos se encuentran los de Sayaquira, Caracoles y Araca. Ninguno de ellos
alcanza la magnitud de los depósitos terciarios de Sn-Ag.
El otro tipo de depósitos de estaño del Triásico Superior-Bajo Jurásico, que se
encuentra a lo largo de una banda noroeste, al norte de 19o S, presentan el
control estratobound de los ores. Aunque este tipo de depósito de estaño no es
económico en las actuales condiciones de precio de estaño, su origen (depósito
singenético o epigenético de los ores) plantea un problema interesante (Schneider
y Lehmann, 1977). Como afirma Lehmann (1985, 1990), las rocas anfitrionas de
los depósitos de estaño de estratos son rocas metasedimentarias paleozoicas
inferiores, que son invadidas por granitos y granodioritas.
Kellhuani, uno de los tres principales yacimientos de estaño de tipo estratoboundo
(Lehmann, 1985; 1990) se encuentra a unos 15 km al norte de La Paz. Alrededor
de 10 M.t. de oro, que contiene 0.5% Sn, se distribuyen en las unidades
cuarticicas de la Formación Silurian Catavi, mientras que no hay ores presentes en
los estratos de esquisto negro intercapa. El ore ha sido extraído de varios
horizontes cuar cuar cuar cuar cuar cuar cuar cuar cuar cuar cuar cuartices en el
distrito de 16 x 4 km, en el distrito de tendencia noroeste. Aunque el carácter
estratificado de la mineralización (que es a la vez concordante y discordante)
favorece un origen sedimentario singenético, los estudios de Lehmann (1985)
presentaron importantes evidencias de la deposición epigenética-hidrotermal de
los minerales (que incluyen alrededor de 25 especies minerales, varias de ellas
sulfuros y sulfosalts, además de cassiterita, el mineral económico). Una evidencia
principal es el carácter zonical de los halos geoquímicos y la alteración hidrotermal
del distrito alrededor del pórfido de granito de Chacaltaya -fechado en 213 +/- 5
Ma- una distribución en la que la cassiterita ocupa una posición distal. El hecho de
que la alteración de la sericita asociada al metálico de la cassiterita produjera una
edad similar a la de la intrusión granítica, es considerado por Lehmann (1990)
como una confirmación adicional para el origen epigenético de este distrito del
Triásico Superior.
Los depósitos de estaño terciario (Sillitoe et al., 1975; Grant et al., 1976, 1980;
Francis et al., 1981) están relacionados con cuerpos intrusivos subvolcólicos,
parcialmente brecciados, a un alto nivel de emplazamiento, que transversalan las
formaciones clasicas paleozoicas. (1979), distinguidos dos grupos cronológicos.
La primera está formada por 26 a 20 M.y. viejas rocas intrusivas que se cultivan
entre lats. 16o30' S y 19o50' S, y están asociados a varios depósitos importantes,
como Catavi y Llallagua. Sin embargo, los depósitos más ricos de Sn-Ag (Cerro
Rico, Chorolque, etc., Fig. 8), están relacionados con un segundo grupo más joven
(17-12 Ma) de cuerpos subcánicos que se cultivan entre el lat. 19o S y el norte de
Argentina. La asociación de estas intrusiones ácidas a materiales ignimbéticos es
frecuente. Por lo tanto, el distrito de Potosí está asociado a una gran fuente
ignimbética: la caldera resurgente de Karikari. (1980) distinguieron dos tipos de
depósitos de estaño en este cinturón, que denominaron "porfiric" y "non porphyric".
El primer grupo incluye depósitos tan importantes como Llallagua, Cerro Rico y
Chorolque. Aunque su principal mineralización económica es de tipo vena,
también contienen, en su conjunto, unos 80 M.t. de mineral diseminado con una
calificación de 0,3% Sn, que todavía está lejos de alcanzar el interés económico,
pero representa una reserva importante para el futuro. Cinco rasgos geológico-
mineralógicos principales son comunes a los depósitos de este grupo: 1-La
mineralización se centra en pequeñas (1-2 km2) poblaciones póricas, emplazadas
bajo o whitin tuberías volcánicas. 2- Se observan varios pulsos de intrusión y
breccificación. Algunas existencias se convierten en tuberías de brecha. 3- Las
poblaciones y sus rocas anfitrionas han sufrido una alteración hidrotermal
feldespata intensa y penetrante, en la que predominan la sericcita y la turmalina.
4- La mineralización es muy compleja. Los principales sulfuros que acompañan a
la cassiterita son pirita, estanita, calcopirita, eshalerita y arsenopirita. 5- La
mineralización diseminada es anterior a la de alta calidad tipo vena. La datación
radiométrica de la isotopía Sr ha dado como 20 años De en Llallagua, 15-14 Ma
en Cerro Rico y 17-12 Ma en Chorolque (Grant et al., 1980).
Los magmas relacionados con la mineralización del estaño suelen tener una
evolución petrológica muy diferenciada (Lehmann, 1990). Aunque algunos
magmas relacionados con los pórfarios bolivianos de estaño son evolucionados, al
igual que en Karikari, Potosí, donde peraluminosas, altas proporciones iniciales Sr
isotópicas (0.707-0.716) magmas, evolucionaron de andesita a toscanita (Grant et
al., 1980), en general, los pórfidos de estaño se asocian sólo con rocas
subvolcánicas moderadamente fraccionadas de composición riodacítica. Sin
embargo, el reciente artículo de Dietrich et al. (1999) proporcionó evidencia
analítica (datos de inclusiones de fusión) para el origen de los magmas de pórfido
de estaño boliviano mediante la mezcla de fundidos silíclicos de alta evolución
-que contienen fenrítas de cuarzo- con fracciones de fusión basálticas andesíticas,
en un reservorio de crustánallo superior. Volveremos a esta sección sobre
magmas andinos.
En el grupo de depósitos "no pórficos" se incluyen mineralizaciones de tipo vena
Sn, alojadas en rocas clasmáticas paleozoicas que no están relacionadas con el
afloramiento de cuerpos intrusivos (excepto diques). Entre ellos se encuentran los
Colquiri (fluorita-esquiruteto-cassiterita); Huanuni, Santa Fe y Morocala
(cassiterita) y Tasna (cassiterita, con Bi y Cu en la fase de sulfuro) depósitos
(Grant et al., 1980)
Las venas de estaño y plata en el noroeste de Argentina (Sureda et al., 1986)
representan la extensión hacia el sur del cinturón de estaño boliviano. El depósito
principal, Pirquitas (22o44' S / 66o27' W) está alojado en rocas paleozoicas
clasicas fuertemente plegadas. Su paragénesis incluye fases altas de To (pirrotita,
cassiterita, arsenopirita, etc.) y baja To (esquihalerita, galena, sulfominerales, etc.),
ambas cristalizadas a niveles subvolvol volcánicos poco profundos. La nota media
del depósito es 1.1% Sn y 500 g/t Ag.

Metalogénesis andina
Magmas andinos y depósitos de oros
Las rocas magmáticas son dominantes en el cinturón andino y la mayoría de los
depósitos de ore se asocian directa o indirectamente a la actividad magmática.
Una parte importante de las rocas extrusivas e intrusivas de la edad paleozoica a
cenozoico pertenecen a la serie calc-alcalina, aunque las rocas tholeiitic están
presentes en los prismas oceánicos acrecidos de los Andes septentrionales, y
tanto las rocas shoshoniticas como las alcalinas están asociadas a la serie
calcárica. A excepción de las rocas tholeiitic, la composición química e isotópica
de las rocas ígneas andinas sugiere que sus magmas se originaron a partir de
fuentes y mecanismos comunes a variables. Este punto se ilustra por las fuertes
similitudes en la composición química e isotópica de rocas de diferentes entornos
y edad como los granitooides paleozoicos de la Cordillera Frontal en Argentina
(87Sr/86Sr (i) - 0.7053 - 0.7070; Caminos et al., 1979) y los andesitas Plio-
Cuaternarios de los Andes Centrales (87Sr/86Sr (i) a 0.7051 - 0.7077; Pichler y
Zeil, 1972; Mc Nutt et al., 1975). El modelo general (López-Escobar et al., 1977,
1979, 1995; Thorpe y Francis, 1979) consideran que los magmas andinos se
originan en la zona del Manto Superior entre la placa oceánica subduciada y la
corteza continental. El modelo también considera la participación de derretidos y
fluidos de las capas superiores de la placa subductora, como un mecanismo de
disparo para la fusión parcial en el manto, una contibución que ha sido sostenida
por la isotopía Be-10 (Morris et al, 1985). La composición final de los magmas
andinos se explican entonces en términos de diferente contribución de la placa
oceánica, grados variables de fusión parcial de materiales del manto, diferentes
procesos de cristalización fraccionaria durante el auge de los magmas y posible
contaminación en su paso a través de la corteza continental. Una fuente
alternativa propuesta para los magmas andinos generados en zonas con una
gruesa corteza continental, son los niveles más bajos de la corteza (por ejemplo,
Pichler y Zeil, 1972; Mc Kee et al., 1994). La participación del manto se derrite
interactuando con los derretidos derivados de la corteza en el reservorio profundo,
también ha sido considerada y sostenida por Sr isótopo (por ejemplo, Deruelle y
Moorbath, 1993, para las lavas de los Andes centro-sur).
La incorporación de materiales crujientes y sedimentarios a los magmas durante
su paso por la corteza está bien establecida como mecanismo para el
emplazamiento del Batholith Costero del Perú (descrito en el importante libro de
Pitcher et al., eds., 1985, y considerado como un modelo para el emplazamiento
de baño en los Andes). Aunque este proceso implica la continuación (desde 102
Ma a 60 Ma) "canibalística" de rocas estratificadas, el hecho de que eran
principalmente volcánicos, con una composición química e isotópica similar a los
magmas del batholith, implica que no se produjo ningún cambio de composición
sensible.
Sin embargo, es posible que los materiales de la corteza contribuyan al
enriquecimiento del magma en elementos de tipo LIL (por ejemplo, K, Rb, Ba) y
elementos incompatibles (por ejemplo, Cu, Mo, Pb), por asimilación parcial de
materiales de crustábización. Por lo tanto, las rocas volcánicas mesozoicas
normales de alta K y shoshonitic, intermedias a mafic, mesozoicas en el centro-
norte de Chile, difieren sólo por su contenido en K, Rb y Ba, elementos no LIL que
permanecen casi constantes (Oyarzún et al., 1993).
En consecuencia, varias fuentes son posibles para contribuir con metales y
metaloides a los depósitos de oros andinos relacionados con procesos
magmáticos, y los datos isotópicos son relevantes para evaluar su importancia
relativa.
Dos elementos son más relevantes en términos de sus proporciones isotópicas
para evaluar posibles fuentes de ore. Son las relaciones isotópicas de Pb para los
metales y las relaciones isotópicas S para los metaloides. Sin embargo, Pb tiene
una fuerte tendencia a acumularse en la corteza y la interpretación de sus
proporciones isotópicas en términos de fuentes para los ores no se aplican
necesariamente a otros metales como Cu, Zn o Mo. Además, donde las rocas del
país son volcánicas o volcánicas-planas con una edad y composición similares a
las de los intrusivos, las proporciones isotópicas de Pb no son útiles para
discriminar entre el metal proporcionado por el magma del metal extraído del país
rocas por fluidos hidrotermales o metamórficos. Esta situación es bastante común
para los depósitos metálicos de minerales en las rocas mesozoicas y cenozoicas
del cinturón andino.
Existen numerosos estudios sobre las proporciones isotópicas de Pb en rocas
ígneas andinas y depósitos de oros. En general, concluyen que diferentes fuentes
participan en grados variables de acuerdo con los ajustes tectónicos de las rocas y
los depósitos de oros. Así, Puig (1988, 1990) señala el rango relativamente
estrecho de las relaciones isotópicas de Pb en los yacimientos de oros andinos,
interpretados por este autor en términos de procesos de mezcla de reservorios
durante la evolución andina. Sin embargo, también estableció alguna relación
entre las relaciones isotópicas de Pb y el ajuste tectónico de los depósitos. Por lo
tanto, los minerales polimetálicos en rocas volcánicas-sedimentarias de la cuenca
del Cretácico Inferior, que son tectonamente extensiónas, en Chile, son menos
radiogénicos que los que se encuentran en rocas jurásicas similares. Estos
resultados son consistentes con la conclusión de Fontboté et al. (1990) para los
depósitos estratificados en los Andes: los relacionados con las rocas mafic o
intermedias tienen proporciones isotópicas de Pb que apuntan a una fuente de
manto, mientras que aquellos depósitos relacionados con rocas ígneas felsicas o
sedimentos presentan proporciones isotópicas de acuerdo con un "orogénico"
(reciclado de corteza baja y superior). También señalan que los isótopos Pb de los
ores son más radiogénicos en aquellos depósitos situados hacia el este. Petersen
et al., (1993), ampliando el estudio anterior de Macfarlane et al. (1990),
propusieron cuatro provincias isotópicas de Pb para los Andes centrales, de W a
E: Región costera del Perú y norte de Chile, Altos Andes (Perú, Chile, Bolivia,
Argentina), Andes Orientales (Perú, Bolivia, Argentina) y estribaciones orientales
de los Andes. Se sugiere una fuente profunda para las dos antiguas provincias,
una fuente de esquisto-cama para los depósitos de ore de los Andes orientales y
una fuente de craton para las estribaciones orientales de los Andes.
En cuanto a la isotopía 32S/34S, los diferentes estudios coinciden en cuanto al
origen magmático del azufre en la mayoría de los depósitos metálicos sulfurosos
de la banda andina. En el caso de los sistemas de pórfido de cobre, d34S en
minerales sulfurosos está muy cerca de la norma meteorológica (por ejemplo; -3
o/oo en El Salvador, Field and Gustafson, 1976; -1.4 o/oo en Chuquicamata,
-2.1o/oo en Río Blanco y -3.1 o/oo en El Teniente, Sasaki et al., 1984). Este es
también el caso de los sulfuros en depósitos de ore de magnetita (por ejemplo,
pirita menor en El Laco, Vivallo et al., 1994). En cuanto a los depósitos de sulfuro
estratificado, los que se ubican en rocas sedimentarias volcánicas, volcánicas o
detritict gruesas tienen d34S cerca del estándar meteorológico. A cambio, los
alojados en rocas sedimentarias incluyendo esquistos negros generalmente tienen
d34S en el -10 a -40 o/oo, lo que sugiere el efecto de la actividad bacteriana sobre
los iones de sulfato de origen magmático (Spiro y Puig, 1988). Una excepción
importante es el yacimiento Zn-Pb de San Vicente "Valle de Mississippi" en Perú,
que presenta valores d34S positivos y homogéneos entre +6.9 o/oo y +13 o/oo,
que se interpretan en términos de reducción bacteriana del sulfato sedimentario
enriquecido con 34S (Gorzawski, 1990).
Aunque la estrecha relación entre los magmas y los yacimientos de ore andina
está bien establecida, muchos aspectos de esta relación siguen siendo poco
comprendidos o apenas están empezando a aclararse. En los párrafos siguientes,
algunos de estos aspectos se examinarán brevemente.
Los depósitos de cobre porfirio son los depósitos mejor estudiados en el cinturón
andino y posiblemente en el mundo. Tienen bajos índices 87Sr/86Sr (i), índices
d34S muy bajos y, al menos los del tramo Eoceno-Oligoceno en el norte de Chile,
tienen proporciones isotópicas de Pb mucho más estrechas que las de todos los
demás tipos de depósitos de oros o las rocas intrusivas y volcánicas de todas las
edades en la actual Zona Volcánica Central (Zentilli et al., 1988). Los modelos
generalmente aceptados (por ejemplo, Sillitoe, 1973) sitúan sus intrusivos
porfíricos sobre la cúpula de las batolitas calccalinas. Sin embargo, como señalan
Maksaev y Zentilli (1988), los pórfidos Eoceno-Oligoceno, la última actividad
magmática importante registrada en la cordillera Domeyko, antes de un
desplazamiento de 50 a 150 km hacia el este del cinturón magmático, son más
bien un rasgo anómalo del magmatismo calcácalo. Los magmas de pórfido
tuvieron que cruzar una corteza engrosada, consecuencia de la etapa
comprensiva Incaica del Eoceno Superior (una condición en común con los
pórfidos del Paleoceno del Suroeste del Perú y con los pórfidos del Plioceno del
centro de Chile). Sin embargo, exhiben el menor grado posible de contaminación
de la corteza. Por lo tanto, un rápido estilo diáprico de ascenso a través de la
corteza de magmas profundamente generados ha sido propuesto por Maksaev y
Zentilli (1988) para los pórfidos. Este modelo no es consistente con las simples
relaciones de los depósitos de pórfido de cobre con los baños normales que
implica el modelo de Sillitoe (1973).
Varios estudios (por ejemplo, Baldwin y Pearce, 1982; López-Escobar y Vergara,
1982) han tenido la intención de encontrar alguna relación significativa entre la
composición química de rocas intrusivas de baja alteración asociadas a los
depósitos de pórfido de cobre y su "productividad" en términos de mineralización
porfírica. Sin embargo, no se encontró ninguna diferencia significativa con
respecto a las rocas intrusivas contemporáneas "no productivas". La única
excepción fue un contenido más pequeño de Y y Mn observado por Baldwin y
Pearce (1982) en los pórficos "productivos" del distrito de El Salvador (norte de
Chile).
Sin embargo, la posibilidad de que los sistemas de pórfido de cobre no estuvieran
relacionados con los baños calcácalicos normales, sino con los cuerpos maficos
ricos en magnetitas de magnitud batolítica, fue recientemente aumentada por
Behn y Camus (1997). Estos autores consideraron la presencia de grandes
anomalías magnéticas de enobra y NWN que presentan coincidencia espacial con
depósitos de pórfido de pórfido de Eoceno-Oligoceno entre 18o S y 27o S, en
términos de reservorios magmáticos maficos de los que posiblemente se
derivaban sistemas de pórfido de cobre.
Aunque el magmatismo calc-alcalino se ha asumido como la fuente de sistemas
de pórfido de cobre, es bien sabido que la mineralización principal está
estrechamente asociada al metaomatismo de potasio. Skewes y Arévalo (1997)
han propuesto una atrevida interpretación alternativa a su relación para el caso de
El Teniente, donde el ore Cu (Mo) se encuentra en andesitas biotéticas ricas en K,
que albergan pórfidos dioríticos y dacíticos de cuarzo. En lugar de la interpretación
tradicional (es decir, los andesitas fueron alterados hidtotermicamente por los
pórfidos), consideran que los andesitas representan un magma intrusivo rico en
ore, alto-K. Teniendo en cuenta el análisis químico publicado por Camus (1975),
estos andesitas, si se interpretan como rocas primarias, deben clasificarse como
absarokites (basalto shoshonitico) según el diagrama de Peccerillo y Taylor
(1976). Es interesante el hecho de que se han establecido magmas de alto K o
shoshonitic en el complejo Farallón Negro (Sasso y Clark, 1998), relacionados con
la mineralización porfírica Cu (Au).
Además, el modelo de Skewes y Arévalo (1997) está cerca del concepto de
mineral-magma, que se ha aplicado en Chile para explicar el origen de los
depósitos de hierro tipo Kiruna desde 1931, con un grado variable de aceptación.
Aunque esta teoría (por ejemplo, Nynstrom y Henríquez, 1994) ha sido objeto de
objeciones sobre la base de datos mineralógicos y fisicoquímicos, está volviendo a
ser una reescritura.
El hecho de que las rocas ígneas terciarias relacionadas con la mineralización de
Sn-Ag en el sur de Bolivia tengan un carácter peraluminoso y relaciones isotópicas
altas (i) (0.707 - 0.716), sugiere una significativa paticipación de la corteza
continental en su petrogénesis (Schneider, 1987). Sin embargo, el reciente artículo
de Dietrich et al. (1999) presentó datos analíticos que también apoyan la
participación de derretidos andesíticos a basálticos (mezclados con derretidos
riolíticos de alto desarrollo en los reservorios superiores de corteza) en la génesis
de los pórfidos de estaño boliviano terciario. Por lo tanto, los magmas máficos
pueden desempeñar un papel más importante en la génesis de los depósitos de
oros andinos que aún reconocidos. Además, el mecanismo de mezcla de magma
propuesto por Drietich et al. (1999) puede ser útil para explicar la génesis de otros
tipos de depósitos andinos, como los depósitos de hierro del Cretácico tipo Kiruna
del norte de Chile, donde existen evidencias para la participación de magmas
tanto maficos como alcalinos, F, Cl ricos.
Finalmente, aunque la mayoría de los depósitos de oros andinos están asociados
a la actividad magmática, que ha sido casi permanente en el cinturón, la actividad
matallogenética parece bastante discontinua y relacionada con perturbaciones
tectónicas significativas que descolocaron abruptamente los cinturones
magmáticos. Por lo tanto, pueden haber ocurrido condiciones favorables para la
mezcla de diferentes tipos de magmas durante estos episodios disruptivos, que se
discutirán en la siguiente sección.

Tectónica andina y depósitos de oros


Aunque la actividad magmática proporciona la fuente directa y los mecanismos
para la generación de depósitos de oros en la banda andina, la tectónica controla
no sólo la producción y emplazamiento de magmas, sino también los canales para
los fluidos de cojinetes de oros. Además, aunque la asociación entre rocas
volcánicas plutónicas y coevalianas es un rasgo normal del magmatismo andino,
las proporciones entre los volúmenes de magmas intrusivos y extrusivos ha sido
muy variable, el vulcanismo se ve favorecido durante las etapas de estiramiento y
el plutonismo aumentando con los pulsos tectónicos compresivos.
Tanto la evolución geológica como la metalieña del cinturón andino durante el
tramo Mesozoico-Cenozoico, se pueden explicar de forma consiste en las
interacciones de las placas litosféricas continentales y oceánicas. Entre las
principales consecuencias de esta interacción se encuentran la continua
producción de magmas calcácalicos, la acreción al continente de prismas
oceánicos, el desarrollo de cuencas de arco posterior, la ocurrencia de varios
episodios orogenéticos, la formación de zonas de mega-falla y la generación de
depósitos de orales.
La acreción post paleozoica de prismas oceánicos ocurrió durante la época
terciaria en los Andes del Norte (Colombia y Ecuador), cuando se incorporó un
complejo sedimentario mafico-marino mesozoico a la frontera occidental del
continente. Excepto por algunos ores podiformes peridotíticos y para algunos
cuerpos masivos de sulfuro (Ortiz, 1990) este episodio tuvo poca importancia
metalogenética directa.
Dos estilos de subducción han sido reconocidos por la evolución tectónica de los
Andes centrales y centrales del sur (Uyeda y Kanamori, 1979): un tipo Mariana de
bajo estrés, para el span Jurásico-Cretácico Inferior, y el tipo compresivo chileno
de subducción desde el Cretácico Superior. El paso entre ambos regímenes
(relacionado con el desplazamiento hacia el oeste de América del Sur después de
la desintegrada de Gondwana), lo que implica un ángulo más superficial para la
losa de subducción, se produjo para el segmento chileno entre 108 y 100 Ma
(Sillitoe, 1991), en estrecha coincidencia con las edades de una serie de depósitos
en el dominio neocomian back-arc cuenca. Esta cuenca, que alcanzó una etapa
de "cuenca marginal abortada" en Chile (Levi y Aguirre, 1981) y un carácter
marginal recto en Perú (Atherton y Webb, 1989), y donde alcanzó un máximo de
hundimiento en el Albian, recibió varios miles de metros de lavas mafic y
sedimentos marinos. Alrededor de 110 Ma, numerosos depósitos Fe de tipo Kiruna
y depósitos de estratos y skarn tipo Cu (varios de ellos ricos en magnetita), se
formaron en rocas volcánicas o sedimentarias de la cuenca. Entre ellos se
encuentran los Fe-Cu skarns de Eliana (112 Ma), Monterrosas (110 Ma) y Hierro
Acari (109 Ma) en Perú (Petersen y Vidal, 1996), los depósitos Fe tipo Kiruna de la
franja costera en Chile: Los Colorados (110 Ma), El Algarrobo (128-111; Ma;
Montecinos, 1983) y varios yacimientos de Cu en el centro de Chile, como El
Soldado (110 Ma) y Lo Aguirre (113 Ma; Munizaga et al., 1988). Poco después
(112-105 Ma) el pórfido andacollo de cobre también fue emplazado (Sillitoe, 1988).
Esta coincidencia es sorprendente, teniendo en cuenta que las condiciones de
extensión todavía prevalecieron en la cuenca Huarmey del Perú en ese momento.
Como señala Sillitoe (1988, 1991), el cambio hacia el este del magmatismo en los
Andes chileno-argentinos de los tiempos Jurásico al Mioceno, han producido
varios cinturones de depósito de ore N-S, coincidente con la posición del cinturón
magmático contemporáneo-argentino. Incluyen depósitos de pórfido de cobre
desde el Albian. Aunque el cambio hacia el este se ha interpretado en términos de
un ángulo más plano de la losa subductora, debido a una aceleración a la tasa de
convergencia de las placas tectónicas, el machanismo no se entiende
completamente. Por lo tanto, como afirmaN Sasso y Clark (1998) para la etapa del
Mioceno Medio: "Por lo tanto, el arco no se desplace hacia el este (Davidson y
Mpodozis, 1991) sino, dentro de los límites del error de la técnica de datación
40Ar/39Ar, ensan ampliado instantáneamente en el Mioceno Medio". Otro ejemplo
de desplazamiento magmático y metalogenético horizontal repentino hacia el este,
es el del cinturón Andahuaylas-Yauri Cu-Fe skarns, unido por Noble et al. (1984) a
un cambio en la geometría de la subducción debido a la orogenia incaica.
Como explican Scheuber y Reutter (1992), el componente de tensión normal al
límite de la placa produce estructuras de acortamiento o extensión de la corteza,
mientras que el componente paralelo al límite de la placa (en caso de
convergencia oblicua) provoca desgarramiento longitudinal.
Dos importantes zonas de falla en el norte de los Andes chilenos se interpretan en
términos de subducción oblicua. Son las zonas de fallas de Atacama y Domeyko,
a las que están asociadas muchos depósitos de oros de alto tonelaje (Fig. 10). La
Zona atacama Foult (AFZ) representa una zona de debilidad más antigua de la
corteza que se reactivó en el Cretácico Inferior, como consecuencia de una
convergencia de placas N20oE, la placa aluk oceánica procedente del NNW
(Pardo-Casas y Molnar, 1987). La convergencia de placas oblicuas generó
cizallamiento regional en movimientos dominantes de deslizamiento sinistral, hasta
varias décimas de km (Bonson et al, 1997). Durante el Cretácico Inferior, los
magmas y sus fluidos derivados, responsables de los depósitos Fe y Cu-Fe de tipo
Kiruna como Manto Verde, se centraron en sitios dilatales e intersecciones de
fallas en la AFZ (Thiele y Pincheira, 1987; Bonson et al., 1997).
La Zona de Falla Domeyko también se interpreta en términos de una convergencia
oblicua, esta vez la placa oceánica (Farallón) procedente del SW con una tasa de
convergencia de 12 cm/año. Esta zona de falla también se considera como una
estructura temprana, a lo largo de la cual se produjo un profundo reajuste de la
corteza (Perry, 1953 en Maksaev y Zentilli, 1988). Sin embargo, esta vez el
proceso siguió un importante pulso de compresión (la compresión inca). Durante
un corto lapso (10 Ma) en el límite del Eoceno-Oligoceno, varios de los depósitos
de pórfido de cobre más importantes de los Andes (Fig. 10) fueron emplazados a
lo largo de la zona de falla, que tenía un desplazamiento dextral dominante.
Una falla de llave inglesa importante en Perú es el Sistema de Fallas huara
(Petersen y Vidal, 1996) que tiene una dirección N a EN y se produce en el
ambiente quebradizo del Batholith Costero, a lo largo de un curso Lima-Cerro de
Pasco. Varios depósitos masivos de sulfuro volcanógenos, así como importantes
distritos polimetálicos (por ejemplo, Casapalca, San Cristóbal, Colqui) pueden
estar relacionados con esta zona de falla (Petersen y Vidal, 1996).
Como señalan Maksaev y Zentilli (1988), las zonas de megasestancias tienen
relaciones complejas con los depósitos de magmas y de los oros. Probablemente
representan grandes zonas de debilidad dentro de la corteza, que tienen cierto
control sobre los caminos de los magmas en ascenso. Sin embargo, esos magmas
también contribuyen a la debilidad de la zona, afectando las propiedades
reológicas de las rocas. En consecuencia, se mejora el proceso de
desgarramiento debido al componente de tensión paralela (Scheuber y Reutter,
1992). Por otro lado, aunque la mayoría de los depósitos de pórfido de cobre de
tipo bursátil de los Andes (por ejemplo, Chaucha en Ecuador, Goosens y Hollister,
1973) están relacionados con fallas importantes, otros depósitos importantes,
como los del "Arequipa lineament" (Hollister, 1974) o El Teniente (Camus, 1975),
no presentan controles estructurales evidentes (aunque su alineación apunta a
controles profundos sentados).
Por lo tanto, la génesis de los principales depósitos andinos, aunque controlarse
por la posición del arco magmático y favorecida por estructuras como las
desgarradoras zonas de faul, debe estar relacionada con profundas
perturbaciones sentadas, afectando las relaciones geométricas y fisicoquímicas
entre la placa oceánica subductora, la astenosfera y el límite del manto-crust. Este
concepto, ilustrado por ejemplo, por el modelo Sasso y Clark (1998) para la
ampliación del Mioceno Medio del arco magmático y la génesis de los depósitos
de porfirio Cu (Au) en Argentina, puede explicar por qué los depósitos andinos
más grandes se formaron durante un tramo tan corto de "pulsativo" como los
establecidos para los depósitos de tipo Kiruna en el norte de Chile (Oyarzún y
Frutos, 1984) y para los depósitos de pórfido de cobre a lo largo de todo el
cinturón andino (Sillitoelito , 1988).

La zonificación metalogénica y la evolución del cinturón andino

En esta sección se tratarán tres temas principales: la segmentación tectónica de


los Andes, la distribución de las diferentes provincias metálicas y la evolución
metal logística del cinturón.
Al igual que con muchos temas centrales de la metalogénesis andina, las
implicaciones de las segmentaciones tectónicas de los Andes en términos de
magmatismo y depósitos de oros fueron el primer aumento por Sillitoe (1974),
quien propuso 16 límites tectónicos entre Oo (Carnegie Ridge) y 44o S (Chile
Ridge). Algunos de estos límites, que se propusieron sobre la base de estructuras
principales, actividad sísmica y volcánica, unidades morfológicas principales,
afloramientos de terreno antiguo y la intersección con crestas oceánicas, coinciden
con los límites longitudinales de los cinturones metálicos. Por lo tanto, el cinturón
de estaño está restringido a tres segmentos, rodeado por los límites 5 (límites
norte del cinturón de los volcanes centrales recientes de los Andes y del bloque
Altiplano-Puna) y 8 (límite norte del Domeyko y la cordillera hacia el oeste paso en
el cinturón longitudinal de los volcanes recientes).
La segmentación tectónica andina es el resultado de una serie de
heterogeneidades a lo largo del cinturón, que se compone de terrenos antiguos y
jóvenes y bloques tectónicos. Entre los primeros se encuentra el Macizo
Precámbrico Arequipa, en el suroeste de Perú (Petford y Atherton, 1995), mientras
que la Cordillera Occidental de Colombia está formada por un prisma oceánico del
Cretácico aclamado al continente durante la época terciaria. Si se tienen en cuenta
las heterogeneitas de la corteza continental, la geometría del continente, las
complejidades en las placas oceánicas (por ejemplo, las crestas) y la variación en
la velocidad y el ángulo de convergencia entre las placas (y sus consecuencias en
la zona de subducción), la segmentación longitudinal es una consecuencia natural.
Sin embargo, las relaciones entre los límites tectónicos y los cinturones metálicos
son bastante inciertas en términos de causa-efecto. Por lo tanto, la povince de
estaño puede ser, en parte, una consecuencia de la corteza continental más
gruesa entre los límites 5 y 8, que podría haber favorecido el proceso de mezcla
de magma propuesto por Dietrich et al. (1999). A cambio, la pausa del cinturón de
hierro al norte del límite 9 puede interpretarse en términos del mayor grado de
erosión que afectan a la serie del Cretácico Inferior, lo que resulta en el desroofing
de los niveles de baño. En general, los niveles de erosión se han considerado un
factor importante para explicar la distribución de las correas metálicas en los
Andes (Petersen, 1970; Goossens, 1972b). Este factor puede ser importante a
escala regional y local, por ejemplo, los niveles de erosión más profundos del
flanco occidental peruano de los Andes pueden ser favorables para el cultivo de
depósitos de pórfido de cobre (Petersen, 1970). Además, diferentes niveles de
erosión en el cinturón de estaño de Bolivia exponen al Triásico a depósitos
jurásicos de Sn-W relacionados con rocas plutónicas sentadas más profundas en
la parte norte del cinturón y depósitos terciarios Sn-Ag asociados a complejos
subvolcánicos poco profundos en el segmento sur.
Además de los niveles de erosión, se han considerado otros factores para explicar
las discontinuidades longitudinales de las provincias metálicas andinas (Oyarzún,
1985, 1990). Así, las condiciones paleogeográficas mesozoicas en el Centro del
Perú fueron favorables a la abundante deposición de sedimentos carbonáticos, un
factor considerado favorable para el rico desarrollo de la provincia polimetálica en
este país. A cambio, esta provincia está menos desarrollada en Bolivia, donde la
mayoría de las series sedimentarias tienen una composición clasica, un hecho que
parece confirmar esta hipótesis. Sin embargo, los sedimentos carbonicos
mesozoicos en Chile albergan depósitos de cobre o plata, y los minerales Pb-Zn
están mal representados (excepto en la Cordillera Patagónica). En consecuencia,
la presencia de rocas sedimentarias ricas en carbonatic aparecen como un factor
contribuyente, pero no como un factor decisivo.
La presencia de "dominios metálicos" (Routhier, 1980), definidos como volúmenes
de la corteza continental que están dotados de un potencial metalizado especial
durante largos tiempos geológicos, no es una buena explicación para la
segmentación metálica andina longitudinal. De hecho, aunque las provincias
metálicas paleozoicas y post paleozoicas andinas son de naturaleza similar, su
diferente distribución geográfica no es coherente con el concepto de dominios
metálicos. Por lo tanto, incluso los cinturones Sn-W, que tienen una posición
coherente "continental" en las tres épocas geológicas, presentes, sin embargo,
diferentes situaciones latitudinales.
Es probable que la respuesta esquiva sea una combinación de factores, que
implican tectónica de placas, mezcla de magma, la naturaleza de las rocas
anfitrionas, los niveles de erosión regional, etc. Por ejemplo, el hecho de que los
segmentos andinos entre 26o30' S y 30o30' S parezcan anómalamente ricos en
oro, es interpretado por Sasso y Clark (1998) en términos de una astenosfera de
acaparamiento, una ruptura transversal en la losa subductora y una contaminación
mínima por litologías de corteza. Por lo tanto, tanto Cu como Au se consideran
directamente aportados por la astenosfera a la zona de fusión parcial en la cuña
litosférica superpuesta.
En cuanto a la zonificación transversal del cinturón andino, el hecho de que las
rocas ígneas volcánicas y subvolcánicas modernas también presentan tal
zonificación (con magmas alcalinos y ricos en K a mayor distancia de la actual
trinchera oceánica, Palacios y Oyarzun, 1975). Aunque se han considerado los
mismos factores propuestos para explicar la segmentación longitudinal para la
zonificación transversal, la placa tectónica ha recibido una atención importante.
Así, Sillitoe (1972) propuso un modelo "geostill" basado en elementos metálicos
proporcionados por la placa de subducción a la zona de fusión de la losa
litosférica, y Oyarzún y Frutos (1974) un modelo similar, pero basado en los
elementos "aniónicos", como el azufre y los halógenos.
La distribución de las provincias de Cu y Sn metalliv a ambos lados del océano
Pacífico, presenta una notable "simetría de reflexión", con los cinturones de cobre
más cerca de las trincheras oceánicas y los cinturones de estaño en una posición
interior. En el margen asiático, este acuerdo comprende la posición preferida de
Cu en los arcos de las islas, y de Sn (W) en la frontera continental. Esta simetría
sugiere que la zonificación metálica andina es una consecuencia de un
mecanismo geológico general, al menos con respecto a sus provincias mejor
definidas y mutuamente excluyentes (la provincia de Sn es muy pobre en Cu y
casi no hay Sn en la provincia de Cu). La búsqueda de este mecanismo postulado,
implica la selección de aquellos rasgos geológicos que aparecen como más
significativos en términos de metalología regional, y el examen crítico de sus
posibles funciones. Desde esta perspectiva, la hipótesis de Ishihara (1977, 1978)
presenta un interés especial. Este autor considera dos tipos de series magmáticas:
el magmas magnetita (oxidante) y los imeniticos (reductores). El hecho de que se
requiera un carácter oxidante del magma para la separación del azufre como SO2,
un paso necesario para permitir la actividad mineralizadora posterior de este
elemento (Burnham y Ohmoto, 1980) hace que la serie de magnetitas sea
favorable para mineralizaciones de sulfuro. A cambio, el carácter reductor de la
serie ilmenitica (debido a una mayor contaminación mediante la reducción de
rocas sedimentarias en los diques de la corteza superior) favorece la
mineralización del estaño (como Sn2+ no se incorpora a los minerales
petrográficos, que es el caso de (Sn4+). La presencia (aunque no exclusiva) de
granitooides de tipo S, pertenecientes a la serie ilmenitica de Ishihara, en los
cinturones magmáticos orientales de Bolivia y Argentina (Ishihara, 1977, 1981;
Llambías, pers. com. 1984) es coherente con este modelo. También es
consistente el hecho de que los cinturones de magia occidental que contienen
mineralización de magnetita y sulfuro incluyen sólo granitooides de tipo I,
pertenecientes a la serie de magnetitas (Ishihara y Ulriksen, 1980). Además, estas
relaciones son similares a las reportadas por Ishihara (1977, 1978) para el este de
Asia. Allí, la provincia de Sn en la frontera continental se asocia a los granitooides
ilmeniticos y la provincia sulfophile de arco de isla (Cu, Mo, Pb, Zn) a rocas
magmáticas de la serie de magnetitas. La participación de la losa oceánica
subduciada en el proceso se mantiene por una relación precisa establecida en
Japón entre la velocidad de convergencia de las placas y la "productividad" de
diferentes segmentos de arco en términos de azufre volcánico (Ishihara, 1981).
Aunque la importancia de la tectónica de placas en términos de metalogénesis
andina está bien sostenida, también es cierto que la evolución tectónica y
magmática de algunos segmentos andinos incluye períodos en los que el proceso
de subducción se perturó o exhibió poca actividad. Es el caso, por ejemplo, de la
cuenca del Cretácico Inferior en Perú (Atherton y Webb, 1989) y Chile (Levi y
Aguirre, 1981). Es posible que en estas circunstancias participen mecanismos más
complejos, como el propuesto por Márquez et al. (1999) para el cinturón volcánico
mexicano, que involucra tanto un proceso asthenospheric plume y subduction-
related, o el modelo propuesto por Sasso y Clark (1998) para el segmento andino
entre 26o30' S y 30o30' S, ya mencionado en esta revisión.
La comparación de la evolución metallogeña post-Paleozoica del cinturón andino
con la de los arcos de la isla, por ejemplo, el arco Fidji, revela interesantes
similitudes, especialmente en términos de aumento tanto en el número de
diferentes tipos de depósitos de ore como en la magnitud alcanzada por los más
grandes. Para el caso de los arcos de la isla, esta evolución es paralela al
desarrollo de una corteza tonática diorítica. Así, en Fidji (Colley y Greenbaum,
1980), esta corteza fue desarrollada durante el Terciario, después de una etapa de
vulcanismo tholeiitic y andesítico y episodio compresivo. No sólo el número y la
magnitud de los depositos de sulfuro aumentaron considerablemente, sino
también el número de metales involucrados y el número de tipos de depósitos
metálicos (de uno: sulfuros de macizo a cuatro, incluyendo depósitos de pórfido de
cobre).
En cuanto al cinturón andino es sorprendente el número de depósitos importantes
de la edad terciaria, así como su distribución en o alrededor de la parte central de
los Andes (10o S a 35o S), donde la corteza continental alcanzó su espesor
máximo. Es el caso de todas las provincias metálicas, excepto el cinturón de hierro
(aunque el importante depósito de magnetita de Plioceno de El Laco está en los
Altos Andes a 23o49' S). Ciertamente, el posible efecto de los niveles de erosión
debe considerarse un factor contribuyente, ya que las rocas intrusivas
hippabysales o subvolcánicas tertiarias normalmente se erosionan a un nivel que
es favorable tanto para la exposición como para la preservación de la mayoría de
los tipos de depósitos hidrotermales. Sin embargo, ninguno de los depósitos de
pórfido de pórfido preterciario bien conservados en los Andes alcanza el orden de
magnitud de los terciarios más grandes, y lo mismo es cierto para otros tipos de
depósitos, como los del cinturón de estaño boliviano.
En términos metalógenos, una corteza evolucionada implica un mayor grado de
complejidad estructural, mejores oportunidades para la mezcla de magma,
contribuciones de estratos sedimentarios con diferentes composiciones químicas,
etc. Además, una serie de niveles geológicos, desde la astenosfera hasta los
estratos sedimentarios pueden participar en la generación y diferenciación de
magmas y en la génesis de los yacimientos de mineral resultantes de su
emplazamiento e interacciones con las rocas anfitrionas y fluidos en los niveles
superiores de la corteza.

Reconocimientos-La actual contribución tiene una gran experiencia en una tesis


doctoral presentada en la Universidad de París Sud en 1985, bajo la dirección
alentadora del Prof. R. Brousse. A lo largo de este estudio y los últimos 15 años,
he tenido la oportunidad de discutir este asunto con los profesores. G.C. Amstutz,
B. Lehman, B. Levi y P. Routhier, así como con muchos colegiados de los países
andinos, entre ellos los doctores F. Ortiz (Colombia), R. Carrascal y C. Vidal
(Perú), W. Avila (Bolivia), M. Brodtkorb, J. Llambías y R. Sureda (Argentina), y J.
Frutos, Palacios (Argentina). Estoy muy en deuda con ellos, así como con otros
geólogos andinos con los que he tenido menos contacto personal pero, como
muchas personas, se han beneficiado de sus importantes conribuciones a la
metalogénesis andina, como los doctores A. Clark, U. Petersen, R. Sillitoe y F.
Camus.
También reconozco la amable invitación del Dr. C. Schobbenhaus y de los
editores Profs. T. Filho y J. Milani para participar en esta importante publicación, y
a los críticos que trabajaron para pulir las ideas y la presentación de mi
manuscrito. Por último, mi agradecimiento a Angélica por los dibujos que ilustran
este papel y a Ricardo, por su ayuda para terminar mi manuscrito en difíciles
circunstancias logísticas.

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