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La Psicosis en la Infancia
EL LIBRO que tenemos en nuestras manos lleva como título
una pregunta: ¿de qué sufren los niños?
Esta pregunta que interpela al futuro lector -quien puede
reconocerla como suya- se encarna de manera diferente cada
vez que un niño acude a la consulta de un psicoanalista.
Determinar las coordenadas estructurales de la pregunta,
recortando sus incidencias de forma dominante al ámbito de la
psicosis infantil y más particularmente al autismo, constituye
la propuesta de la autora.
Al cerrar este libro nos quedará presente que cada vez que
un analista se confronta en la clínica con la psicosis infantil,
renueva la apuesta de querer saber cómo operar desde lo
Simbólico sobre lo Real. Esa es la apuesta ética del
psicoanálisis.
Ai mée con Lacan. Acerca de la paranoia de autopunición (1999); R.S.I.: el falo (2001); Las
mujeres y sus goces (2002) y Lacan y la práctica analítica (2002). ¿De qué sufren los niños?
La psicosis en la infancia fue publicado por primera vez en 1996, traducido al portu gués
en 1997, al inglés en 2003, y próximamente será publicado en coreano.
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SILVIA ELENA TENDLARZ
L Lugar
Editorial
PROLOGO
ESTHfcLA SOL A NG-S U Á RE7.
Motivo de tapa; Pájaro con la mirada tranquila (1960). Joan Miró, Colección Thompson.
Pittsburgh.
Queda herho el depósito que marca la ley 11.723 ünpiODU cu la AIKUIIUUÜ - Frimcd in
Ai gemina
Simbólica del Nombre-del-Padre. En estos términos, la autora opta por inscribir
cslructuralmcnte el autismo en el campo de las psicosis infantiles.
No obstante, si el autismo se ubica como una consecuencia de una malformación simbólica
fundamental, eso no implica que en este caso no se puedan considerar las incidencias del
lenguaje, como incidencias negativas, puesto que éstas ponen en evidencia lo que de aquel
retoma como lo real del verbo.
De ahí se deduce que el sujeto autista es un sujeto que no se determina como falta en ser en
el ejercicio de la palabra. Por lo tanto, el registro de la demanda está ausente. Encon tramos aquí
la paradoja de un sujeto que al estar fuera del sentido, se realiza en su petrificación como
equivalente del objeto plus-de-gocc.
En este sentido, el enigma del autismo puede ser leído como la revelación de la verdad de la
estructura: el Otro no existe y como parienaire del goce, en el lugar de la inexistencia, sólo
responde el objeto a. al cual se correlaciona un modo de gozar autístico.
6 Cómo operar entonces en la experiencia analítica, teniendo en cuenta que el analista no será
el partenaire de un sujeto dividido que le dirige un pedido, ya que quiere develar el sentido del
síntoma que le escapa, sino de un sujeto que se presenta como «soy» de goce, fuera de todo
sentido y desarticulado del «yo pienso»?
Silvia Tendlarz nos expone una lectura minuciosa de tratamientos que hacen de este volumen
una rica fuente de referencias clínicas. Por lo que podemos decir que su libro es un estudio
sobre la clínica del autismo. y como tal. interroga a cada analista, para que éste dé cuenta de la
manera en que se confrontó con el imposible desde su acto.
Al terminar su lectura podemos decimos también, que la autora nos hace participar a un
debate entre analistas, sobre un problema crucial que concierne a la Etica del psicoanálisis. Esle
no es otro que el del «¿Qué hacer?» que interpela al analista, cuando debe tratar el goce que
está en juege. en un modo de rcspuetia extremo como el que presentifica el niño autista
Seriamos consecuentes con nuestra orientación si
consideráramos que esta respuesta silenciosa del autista. condensa lo que queda de indecible en
la relación inexistente entre los sexos, cuando la mediación semántica que asegura la función
fálica queda excluida del registro de lo que se transmite como Saber inscribible, de una
generación a otra.
El debate se prosigue más allá de estas páginas. Al cerrar este libro nos quedará presente que
cada vez que un analista se confronta en la clínica con la psicosis infantil, renueva la apuesta de
querer saber cómo operar desde lo Simbólico sobre lo Real. Esa es la apuesta ética del
psicoanálisis. Si el analista opta por elaborar y declarar las razones de su praxis, estará
contribuyendo al debate, para hacer avanzar el psicoanálisis.
En cuanto al niño, como propone Silvia Tendlarz. se le estará brindando la oportunidad «de
que tal vez un encuentro analítico cambie su destino»».
París, 7 de abril de 1996
INTRODUCCIÓN
Amorrortu. 1976.
2 P. Ariis.. I.'enfom el lu v¿<? fuiuÜiute soits i Anden Régtme París: Scuil. 1973
II
analistas podemos dar un paso más que lo otros en la concepción de la psicosis».*
En el Seminario III Lacan establece el mecanismo de forclusión del Nombre-de I-Padre*
propio de la psicosis, que determina el «orden» particular de la estructura psicótica. Esta
estructura es la misma en la niñez y la edad adulta, aunque su forma de presentación varíe.
A diferencia de la neurosis infantil, la psicosis infantil no existe como concepto. Este término
nunca fue utilizado por Lacan: la estructura es atemporal. La psicosis en el niño traduce la
misma estructura de la psicosis. Es por esto que no hay en Lacan una teoría específica de la
psicosis infantil sino sobre la psicosis en general. La cuestión se desplaza de lo infantil al
momento de desencadenamiento.
En la niñez se tropieza muchas veces con la dificultad de encontrar el momento de
desencadenamiento' ya sea porque queda opaco o porque muchas veces falta —como en el caso
de los niños autistas precoces—. A veces las entrevistas con los padres permiten localizarlo;
otras veces es posible establecerlo a partir del discurso mismo del paciente.
Nadia es una niña de 6 años que consulta porque escucha una vocecita que le dice que la
maestra es un demonio.''
3 J. Locan. FA Seminario. Libro II: -El yo en la teoría de Freud y en la (¿cnica psicoanalítica* (1954-55). Buenos Aires Patdós. I9S3. p.
160
4 La Jarciaiwn e» el concepto lacan i ano que nombra la exclusión de un
significante del conjunto de dignificantes que constituye el Otro. En )a psicosis recae sobre el Nombrc-dei* Padre: significante que funciona
como punto de capitón y produce cetroactivámente la /ática imatru
de las significaciones). Para el estudio de la leería lacaniana de la psicosis véase J. Lacan.El Seminario. Libro III. «Las psicosis» <1955-56).
Buenos Aires. Paitos. 1984. «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis» (1958), Escritos (1966) Buenos Aires Siglo
Veintiuno. 19SS; y el Seminario XXIII. OnticarT
«Le Sinthome» <1975-761. 6-10 (1976). Una introducción general a la teoría lacaniana pnede
encontrarse en D. Leader.Lacan para ptincipiantes Buenos Aires Mueva Era. 1996
5 La psicosis no es «na comunidad qme progresivamente hace eclosión, sino que en un momento se produce una ruptura en el fluir de la
rni*r*cnta feconj*
vida y se desencadena la psicosis Lacan habló de! de la enfermedad para referirse a ellos
6 Caso presentado por Alicia IXa* en el curso «¿Se puede curar a un mfto psicótico?» dictado por mí en lo F. O.L i!995).
Cuando la analista le pregunta cuándo comenzó a escuchar las voces por primera vez, la niña
relata que una vez el padre la castigó dejándola encerrada en su habitación, allí surgieron las
voces diciendo que el padre era malo. En este caso po demos señalar el momento de
desencadenamiento de la psicosis a partir del discurso de la paciente. La coyuntura dramática de
la que habla Lacan aquí aparece con precisión: la incidencia del padre en oposición simbólica
frente al lazo imaginario, dual, que mantiene la niña con la madre, no encuentra la inscripción
del Nombre-del-Padre en su psiquismo. El castigo no se instala como función simbólica y los
pensamientos de enojo se vuelven xenopáticos. No es ella quien piensa que el padre es malo por
encerrarla: son las voces las que lo dicen. En el agujero producido en lo simbólico aparecen las
voces alucinatorias.
Las dificultades para operar con el lugar vacante dejado por la falla simbólica impulsan a un
trabajo propio de la psicosis tanto en la infancia como en la adultez. Un niño esquizofrénico de
9 años, por ejemplo, tiene la certeza de que su padre, al mover la cabeza, desestabiliza la capa
de ozono; se erige él mismo como garante del orden del universo al indicar que puede controlar
ese desajuste por medio de un televisor que está en su cabeza.’ Este es el núcleo delirante desde
donde intenta —sin lograrlo— construir una metáfora delirante que lo estabilice. Otro niño,
analizado por Alicia Hartmann. comienza a construir su delirio de persecución a los 5 años (sin
llegar a sistematizarlo): los camiones de basura se lo pueden comer."
Eric Laurent relata el caso de un niño de 11 años con delirio parafrénico* Antes de la
entrevista con Laurent. el niño había estado tres años sin decir nada en análisis. Al interrumpir
el tratamiento, le dice a su madre que ahora sí podía hablar: hasta entonces las voces se lo
prohibían. Más aún. encuentra
cierta estabilización delirante al proclamarse «Hijo natural», porque
con esa nominación logra ordenar los fenómenos elementales que lo
acosaban desde sus cinco años.
La neurosis infantil es parte de una temporalidad bifásica de la
sexualidad, marcada por el pasaje por la pubertad. Al mismo tiempo,
funciona de modo tal que hace que toda neurosis sea infantil. La
neurosis infantil es para el adulto lo que resta de la infancia." Lo
infantil constituye la matriz de la estructura del sujeto: los elementos
de la estructura no varían, se remodelan en lo imaginario según los
mitos familiares en los que se precipita. En cambio, en el niño se
presenta un conjunto de fenómenos que permiten construirla.
Eric Laurent señala: «La infancia es el período de una elección del
deseo, pero deja en suspenso, en el mejor de los casos, una elección del
fantasma o. mejor, de su uso»." El deseo debe ser verificado por el
tratamiento del goce que irrumpe con el pasaje por la pubertad y las
posibilidades reales 1de procreación.
Michel Silvestre ' indica que la pregunta que se formula el niño es
«¿Qué desea mi madre?», dado su lugar en relación al deseo materno.
Luego se transforma y se convierte: «¿Qué quiere una mujer?», por lo
que el sujeto se confronta a la falta de un significante en el Otro que
pueda responder. Eric Laurent añade —en otro artículo— que la
respuesta se encuentra a nivel del fantasma . Se trata de un «desarrollo
11
^
4 l> tW.ocfc. . K»nr« reía i ^ |AJa.. ? , *,»►
11
A pesar de esta descripción deficitaria, presentan también fenómenos
«positivos» que expresan su particular «ser-en-el- mundo». Por ejemplo, la
memoria prodigiosa que los autistas guardan de series de objetos, poemas o
plegarias. Con ella suplen la incapacidad para utilizar el lenguaje con otras
funciones.
3. - ¿Autismos?
Desde la creación del «autismo» por Bleuler'en 1911 (para nombrar el
retraimiento en el propio mundo imaginario de la esquizofrenia) —creado sobre el
modelo freudiano del «autoerotismo», pero sin lo sexual—, el término adquirió
distintos sentidos según fuera utilizado para nombrar una patología precoz o un
estado secundario al desencadenamiento de la enfermedad. La distinción emerge
de los resultados terapéuticos. Se considera que en general los tratamientos que
producen una salida del encierro autista ocurren en psicosis cuyo «autismo»
nombraba más bien su desconexión con el mundo exterior, por lo que se trataría
de un autismo secundario.
A veces se asocia el autismo a distintas afecciones orgánicas: la esclerosis
tuberculosa de Bourneuille, la rubéola congénita, el síndrome del x-frágil,
cncefalías, entre otras. A través de distintas perspectivas (estudios orgánicos,
neurofisiológicos. neuro-bioquímicos, anatómicos y genéticos) se establecieron
resultados positivos, por lo que se indicó el origen orgánico de este síndrome.
Ahora bien, de acuerdo al tipo de definición de autismo que se utilice varían los
resultados de la búsqueda de una etiología orgánica .' 1
F.l punto de vista de Colette Soler es que no existen autismos puros. Deben ser
más bien considerados como1 un polo. « un rechazo de entrar en la alienación,
deteniéndose en el borde». " que hace que los autistas aparezcan como
«significados del Otro» (hablan por ellos y buscan un sentido a su conducta). De
este modo, la psicosis en el niño se manifiesta siempre como forma mixta. Pero,
añade, tanto en el autismo —considerado como un polo—. como en la
esquizofrenia y en la paranoia es legítimo hablar de forclusión del Nombre-del-
Padre.
Distingue a los niños autistas de los propiamente delirantes, y enumera cuatro
tipos de fenómenos que les son propios. Primero, son niños que se sienten
perseguidos por los signos de presencia del Otro, especialmente por los objetos
voz y mirada', de allí que viven la presencia del Otro como intrusiva. La segunda
característica es la anulación del Otro: parecen sordos, presentan trastornos de la
mirada. Indica que Margare! Mahler habla incluso de alucinaciones negativas. El
tercer rasgo es el rechazo de que el Otro pueda producir una intimación con la
palabra. La ausencia de la dimensión de la llamada es el complemento del rechazo
8 R y R. Lcfort. «Autume et p%>dio*e deus tignifuart •pinico el
!.'uuti%me
41992). op cit.« p 23)
9 KxptcMO* utilizada por Lacan en tu artículo «Kan con Sadc* paiu nombrar l¿ particular posición del perverso en
22 &xx
lelaoóu al foca el dnxcutido de la castración lo lleva 4 lorzor tos límite* en la pro*ec«u¿n de ta por lo que produce la
divixioa subjetiva oel portenaií*
a ser llamado por el
Otro. Y por último indica los problemas de separación del Otro, su adhesividad.
La posición de Eric Laurent consiste en plantear la acción de la forclusión del
Nombrc-dcl-Padre también en el autismo —lo que explica sus estados
alucinatorios—, y la estabilización posible dentro del autismo, sin la necesidad de
un pasaje hacia la paranoia —aunque no es excluyente—. Señala la aparente
paradoja: si hay cura y el niño sale del estado autista entonces no era autista; lo
que traduciría una paradoja propia a la cura analítica: alcanzaría con que sea
posible para que se arruine a sí misma por la inexistencia del autismo. 1 '
En el autismo el significante del Nombrc-del-Padrc no solamente está
forcluido, sino que todo lo simbólico se vuelve real. Sin embargo, en un cierto
sentido incluye al autismo en la esquizofrenia, porque en ambos casos se pone en
juego el retomo del goce en el cuerpo, que intenta añadir un órgano dado que el
lenguaje no pudo hacer el órgano/’
En otro artículo , Eric Laurent señala que en la infancia domina el campo de la
21
Juan y también Marc, dos de mis pacientes, señalan al vacío y dicen «Aquí
está». Attndí a ambos niños en contextos diferentes; nunca se cruzaron, y sin
embargo utilizan una misma frase holofrásica24 —compactación de la cadena
significante—, que no remite a un efecto de sentido sino al vacío de significación.
El orden monolítico de la cadena significante puede manifestarse por el uso de
frases fijas utilizadas para cualquier ocasión. Carla, otra paciente, dice «tía» cada
vez que ve un auto dc juguete y nombra al primo cuando encuentra un biberón; en
ambos casos los objetos son nombrados holofrásicamente con los significantes
que extrae del Otro. Las palabras no cobran una significación nueva al relacionar -
se con otras palabras, sino que poseen un sentido originario y unívoco.
Las alucinaciones son más difíciles de captar dado el aislamiento que
caracteriza a los niños autistas. No obstante, numerosas descripciones permiten
suponer su existencia —como los dc Alcx, que se tapa abruptamente los oídos, o
los dc terror descritos por Emilio Rodrigué en un niño autista —. Este último, de 3 l5
28
niño licrc en la mano sean uno y el mismo. Por ello, el niño puede intentar
agarrarlo a través dc la ventana.
Adrien. por ejemplo, es un niño de 12 años interesado casi exclusivamente en
el agua: el río. las tormentas.” Se queda pegado contra el vidrio, mirando como si
estuviera en trance. I-as pocas palabras que pronuncia aluden a estos temas. En
cierta oportunidad se acerca a la cara del analista y le dice: «Tus ojos están llenos
de colores». El analista señala en su artículo que en realidad el arco iris que ve
está tanto en los ojos del analista como a través dc la ventana. El niño constituye
una banda dc Moebius en la equivalencia ojo- ventana
Esta falta de inmersión subjetiva en la tridimensionalidad es efecto dc la
ausencia de la significación fálica. Pero no se trata dc una falla de percepción del
autista, sino dc la ausencia del organizador simbólico que distribuye y ordena las
percepciones.
Lacan se encarga dc señalarlo en su crítica a Sami-Alí. No es lo especular lo
que estructura el espacio, sino que la relación con el «aquí» y el «allí» (a los que
alude Sami-Alí en su caso) implica el sistema de oposiciones dc la estructura del
lenguaje. «En una palabra —dice Lacan—, la construcción del espacio tiene algo
dc lingüístico».'*
Cuando la medida fálica desaparece no hay agujeros que precedan a las
clavijas; los objetos pierden su tamaño y se deslocalizan. Carla repetirá una y otra
vez su pugna con objetos mucho más grandes que la pequeña valija de juguete
donde quiere introducirlos. Se pega literalmente a los demás, hasta el punto de
que por momentos tengo que sortearla para no tropezarme con ella. Un niño
autista puede temer que el avión que cruza los ciclos pase a su lado; otro pega su
boca a la del terapeuta y muestra el aplastamiento entre él y su imagen; otro
puede, desde un tercer piso, dar un paso al vacío simplemente para alcanzar el
suelo. Juan, otro niño autista. en cierta oportunidad sale, sorprendentemente, de su
indiferencia
37 M Nfctclicr. «Adneo el les metéoros». L'uuinme tt la pt)<üanahtt. op cit
38 op cil., p 12 para acercarse a uno de mis
J. I.QCJII. «Ditcuno.
ojos y mirar en su interior. ¿Qué mira? ¿Mi ojo. sus ojos reflejados o el vacío de
representación? Quedaba literalmente pegado a mí. En todos estos casos el vacío
que se aloja entre los cuerpos no se constituye como un intervalo: los objetos
resultan así demasiado alejados o excesivamente próximos.
La falta de constitución especular no impide la emergencia de fenómenos
calificados por R. y R. Lefort como «pro- toespeculares». Aparecen así fenómenos
de ecolalia y ecopra- xia; es decir, diferentes tipos de imitación verbal y motor.
En realidad, la ecolalia de la cadena significante se repite en lo imaginario .’ 9
30
//.- LA CONSTITUCIÓN DEL SUJETO
*5
«deseo». Ante el displacer, el aparato psíquico pone en marcha al deseo. Así,
paradójicamente, Freud indica en «La11 interpretación de los sueños» que el
principio de displacer moviliza al deseo . Junto a esta impronta de goce dada por
el objeto primordialmentc perdido, se produce una inscripción significante que
traza el sendero de la repetición.
Lacan, en su Seminario Vil, «La ética del psicoanálisis»/ llama a este objeto
das Dmg, la Cosa, que como tal instaura un vacío y desencadena la repetición del
imposible volver a encontrar lo mismo. En realidad, indica Lacan, el objeto está
perdido por estructura; es decir, el objeto está perdido desde siempre, esto permite
poner en marcha el movimiento propio de la pulsión.
Los términos necesidad, deseo y demanda, distinguidos por Lacan en «La
dirección de la cura», permiten ordenar esta secuencia. Define a la demanda como
«/a significación de la necesidad... que proviene del Olro en la medida en que de él
depende que la demanda sea colmada»*.
Por el hecho de hablar, el hombre se vuelve un ser de demanda. El lenguaje
antecede el nacimiento del niño. Al nacer, queda capturado en el lenguaje,
distinguiéndose así del animal. El reino del instinto, de la necesidad, queda
perdido para el hablante puesto que la necesidad se mctaforiza en demanda. La
demanda metaforiza la necesidad, sin recubrirla por completo. El resto dc esta
operación es el deseo.
Frente al grito del niño, ante la emergencia dc la necesidad, se presenta la
madre como el Otro primordial que tiene el poder discrecional de responder o no.
La necesidad del niño queda confrontada a la discontinuidad significante de la
respuesta de la madre: es la estructura del mensaje invertido —el mensaje del
Otro se le dirige como tú. pero el niño lo recibe en forma invertida, en tanto yo—.
Cuando la necesidad atraviesa el código a través del sentido otorgado por la
madre, se transforma en demanda.
Este grito toca algo de lo real puesto que no está apresado por lo simbólico. El
Otro introduce en el el grito la dimensión de la significación, puesto que, como lo
señala E. Solano.' el Otro debe suponer del lado del grito un sujeto, para suponer
que ese grito es el signo de un sujeto que pide. El S : de la respuesta le da
retroactivamente el valor de un significante al grito con índice 1 y se vuelve el
significante que representa al sujeto «supuesto-pedir».
La demanda como tal es una articulación de la cadena significante. La
necesidad queda apresada en la red significante como sentido del Otro, que
traduce la incidencia de lo simbólico sobre lo real. Su más allá es el deseo como
metonimia formulado por la demanda: «El deseo se produce en el más allá de la
demanda».*'
Lacan distingue dos valores de la demanda: articulación significante y
demanda de amor. El énfasis puesto en la respuesta del Otro indica que antes que
nada la demanda como tal es de presencia o ausencia del Otro, que se desliza
entonces hacia la demanda de amor, «(el deseo) ...también se ahueca en su más acá
de la demanda» y lo enlaza a *!a demanda incondicional de la presencia y de la
11 36S FrcaC. «Lí iiUcipKttíCióa dc loa sjcñot» (1900). Ot>r*t
CnmpU- ¡as. «*p cél.
ausencia»7. La demanda de amor busca los signos de presencia del Otro
todopoderoso en forma incondicional. El Otro primordial, representado
cvcntualmente por la madre, al responder u esta demanda lo reconoce como
fallante en tanto que ella misma es confrontada a la falta. Esta dialéctica no
sutura la hiancia sino que la presentifica.
El más allá de la demanda remite a la metonimia del deseo en relación a la
articulación significante de la demanda: su más acá evoca la dependencia al Otro
primordial en su demanda de amor.
Por otra parte, lo que el niño demanda está del lado de la necesidad o del
amor, pero el deseo se sostiene en el Nombre-
5 6 Solano. «Los mAoa tkl u»o >olo- El Amalmcón * •'(&▼>. j f* J La.jn. «La dilección de la cura*, cp cu p
6C0
7 Idem.
n
dcl-Padre, en la medida que introduce una hiancia entre la madre y el niño.
2. - Los tres tiempos del Kdipo
Hn el Seminario V —«Las formaciones del inconsciente»— Lacan distingue
tres tiempos lógicos del P.dipo que luego se cristalizan en la fórmula de la
metáfora paterna."
Hn el primer tiempo el niño se identifica con el objeto de deseo de la madre,
el falo. La madre, como ser-hablante, está sometida a la ley simbólica, por lo que
el niño recibe la acción de la ley a través de ella. Pero la ley en este tiempo
lógico es incontrolada, omnipotente. La madre responde al grito del niño según su
propia voluntad, su capricho. El niño se confronta así a un Otro absoluto que
como tal es un Otro que también vehieuli/.a al lenguaje. La madre representa
también al objeto primordial. Das Diitg. goce perdido por la acción de lo
simbólico.
Por otra parte, el niño se identifica con la imagen ideal que le ofrece la
madre, y constituye su yo —en lo que Lacan llamó el estadio del espejo— como
primordialmente alienado. Se trata de «ser o no ser» el objeto de deseo de la
madre.
En el segundo tiempo se produce la inauguración de la simbolización Lacan lo
explica a través del juego del carretel descrito por Freud en «Más allá del
principio del placer»*El niño juega a tirar el objeto y luego a hacerlo reaparecer,
con la particularidad de pronunciar las palabras Fort-Da, que indican su ausencia
y presencia. Repite activamente a través del juego una experiencia que vivió
pasivamente, la partida de su madre.
Se pueden señalar distintos aspectos en esta observación :'12
I) El hecho de pronunciar una palabra para nombrar a la
í i La»va.Seminan* V. «La* formaciune* del incoa* cicmc» (1957- M|. iaWiio
9 S Frmd. «Alás allá del principio del plu^ei» Ohfut
OnqpfrlW. or «t*
10 Jai-tiue* Alai» Mil le* rcalifo ua uatlbfe dcUdlato ¿e L. estructura Jet
sr. curso «IXrl a' <ar.tanra > retomo» (I9H2 Hl) mldtfto
M madre indica que ya está simbolizada. No es sólo un objeto primordial sino
que se volvió un símbolo.
2) La simbolización introduce una mediación del lenguaje en la relación
madre-hijo.
3) Se trata de la oposición de dos fonemas, prototipo de la entrada en la
estructura del lenguaje.
4) La observación de Freud termina con el niño jugando frente al espejo y
repitiendo Fort-Da. F.sto permite ver el enlace entre lo imaginario y lo simbólico.
5) Si bien en la primera parte de su enseñanza Lacan toma esta oposición
como el paradigma de la simbolización primordial. en el Seminario XI termina por
12 V<ÜC el ct¿r*o «Je l.-A Millei *LJ oricaiack*) iuetnaja» (IS4I-I2 . (•édtio.
indicar que el objeto arrojado por el niño lo representa a él mismo.
En este tiempo del Edipo se introduce un tercer elemento, más allá dc la ley
materna, que interviene como una palabra intcrdictora: es la ley del padre, que no
interviene con su presencia sino con su palabra. El Nombrc-dcl-Padrc indica al
niño que el deseo dc la madre tiene relación con la ley del padre. La prohibición
del incesto funciona del lado materno como la interdicción de reintegrar su
producto, y del lado del niño lo separa de su identificación con el objeto de deseo
materno.
La madre pasa de ser un Otro absoluto a UII Otro lachado, que indica la
castración del Otro —«castración de la madre», según el termino empleado por
Freud y retomado por Lacan—, c incluye al niño en un orden simbólico.
El padre interviene imaginariamente para el niño privjndo a la madre de su
objeto. En lo simbólico, la castración hace que el falo como objeto imaginario del
deseo materno aparezca en lo imaginario como falta, y en lo simbólico como
significante del deseo que permite dar sentido a todos los otros significantes,
como así también la ordenación de las posiciones sexuadas. Encontramos aquí las
dos vertientes del falo en la enseñanza de Lacan: el falo metonfmico (que sostiene
la ecuación niño-falo) y el falo metafórico, como significante del deseo del Otro."
EX tercer tiempo corresponde al declive del Edipo: el n:ño j»j*í de 'er el falo
de la madre a la problemática de tenerlo
EJ padre real aparece como soporte de las identificaciones <lel Ideal del yo
que permiten la nominación del deseo. F .1 /aion encuentra un sentido a su órgano
identificándose al padre como el que tiene el falo: rccibc la promesa fálica de
que. como el padre, también recibirá el falo; puede acceder sobre la base de
aceptar no serlo. La niña se confronta al Penisrteid y tramita de distintas maneras
su falla en tener: a través del parecer (mascarada), de la maternidad, y del hacerse
amai correspondiente a la demanda de amor dirigida al parienaire.
3. - La metáfora paterna y sus variaciones
Lacan introduce la fórmula de la metáfora paterna en la «Cuestión
preliminar...». Es la metáfora que substituye el Nombre-dcl-Padre •en el lugar
primeramente simbolizado por la operación de la ausencia de la madre». 13 Lo
escribe de la siguiente manera:
Nombrc-ócl-Padre J2s¿ii^íe-4a-M5(lFc / A
\
DCMXI de (J Madre Significado al sujeto ~~ om rc c fL \j:a|0/
La escritura DM/x indica que no hay una relación directa entre el niño y el
padre, sino que está metafori/ada por el DM, que no es un deseo —cuya escritura
en Lacan es «d»—, sino que nombra un goce sin ley. El niño responde al enigma
del significado del sujeto a través de la incidencia del padre. 39
13 ) Latan. «l>c una cuestión preliminar a lodo trufamiento posible de b P'ticovi»»'. Estrilos, op. cil.. p 5 *9.
La madre no es una función: introduce a lo simbólico a través de la
inscripción de la alternancia presencia-ausencia, del Fort-Da.iy El Nombre-del-
Padre es un significante. El padre actúa por su nombre produciendo en el lugar
del Otro
40
un cfccto de significación fálica. La consecuencia que se desprende de la
distinción entre el padre real y su función simbólica es que «padre» es un
significante que se distingue dc la paternidad biológica: todo padre es adoptado.
El padre adopta a su hijo al reconocerlo como propio: el niño adopta a su padre al
consentir a la acción de su ley.
La metáfora paterna indica que si bien lo que pide el niño está del lado de la
necesidad o del amor, el deseo se sostiene por el Nombre-del-Padre, en la medida
que introduce un límite, un borde, entre la madre y el niño, cercenando la acción
fuera de ley del Deseo Materno (DM). Pero esta operación tiene un resto: toda
metáfora paterna es fallida —los síntomas dan prueba de ello—, de donde emerge
el enigma del deseo del Otro. Lacan lo indica en el Seminario XI dc la siguiente
manera: «£>i los intervalos del discurso del Otro surge en la experiencia del niño
algo que se puede detectar en ellos radicalmente —me dice eso, pero ¿qué
quiere?».'* Los términos involucrados en esta metáfora no son exclusivamente los
de la triangulación edípica —padre, madre, niño—. Hay un cuarto elemento, el
falo, que se inscribe en el Otro.
Eric Laurcnt establece una distinción entre las estructuras clínicas a partir dc
la articulación de la escritura DM/x :14 se trata dc las diferentes posiciones del
sujeto —en tanto x. significado del sujeto— en relación al deseo del Otro. Las
tres posibles significaciones que el niño toma en relación a la madre son: como
síntoma (neurosis), como falo de la madre (perversión), o como objeto del
fantasma materno (psicosis).
En contrapartida, Antonio Di Ciaccia señala que el niño, en tanto objeto
correlativo a la subjetividad de la madre, da cuerpo a fantasmas de acuerdo a la
estructura: fantasma imaginado (neurosis), realizado (perversión) y real
(psicosis).'*
En la neurosis el niño cobra valor dc síntoma: el Nombre- del-Padre se
inscribe limitando el goce materno. Lacan indica que "...el simonía del niño se
encuentro en el lugar desde el que puede responder a lo que hay de sintomático en la
estructura familiar... puede representar la verdad de lo que es la pareja en la
familia». El síntoma del niño no representa la verdad del discurso de la madre,
7
madre y la de4* la niña. La madre piensa que la inquietud está ligada a un aborto
espontáneo (en realidad la atormenta a ella misma). Elena rápidamente pone al
descubierto el enlace de su síntoma con la muerte de su abuela —de la que lleva
el nombre—. Ocurrió seis meses atrás y murió cayéndose de una banqueta. « Esta
construcción de un síntoma, con un rasgo tomado, de una manera muy precisa, de la
abuela, me parece que sitúa a la ni/¡a más del lado de la histeria que del de ¡a
fohia».**
El relato del caso sitúa tres fases del tratamiento En la primera la niña
concurre a sus sesiones con un oso peluche con el que identifica a su hermana
menor. A través de su queja por su hermana llega a contar su pesadilla: «Los
ladrones entran en su casa y arrojan los objetos por la ventana», y añade que a su
hermana no. Laurent aprovecha para separarla del oso diciéndole que los ladrones
no lo iban a robar y que podía dejarlo en la casa
En la segunda fase la formación simbólica de la iKgación introduce una nueva
secuencia: interpreta la angustia de !a nuJre regalándole un dibujo de un niño
muerto en una caja. Aparece
27 V. Palomera. *La ptueba del dc'ex.» Jel <*r<:. Loa rcifotpectni sofreí
*El c*>o Elena’*, rttudtuna
14 p 47.
28 fc‘ Laurear «a objeto en el pskoanálfois «k mftcio. di. p
entonces un despliegue imaginario en tomo a su posición, a la de su hermana, al
niño muerto entre las dos. y su articulación al deseo de su madre, que concluye en
la pregunta acerca dc dónde vienen los niños. Esto se desplaza a continuación a la
problemática fálica y a la diferencia entre los sexos.
En la tercera fase aparece el miedo de que quieran robarla. Pero el miedo
también se desplaza: de los ladrones al padre. El análisis se detiene en el punto en
el que la niña anuncia que prefiere ir al cumpleaños del niño que le interesa más
que ir a su sesión. Aquí comienza a situarse en relación a los hombres en general.
«El hecho de que tuviera seis años no cambia nada. Se encuentra con algo de los
niños — identificados como ladrones— y hay algo en ellos con lo que ella se
enfrenta, dando una interpretación persecutoria como hizo Dora».* Laurent
concluye acentuando la temática del amor al padre, fundamentalmente
insatisfecho dc esta niña, desde donde asume su deseo
c) luí fobiu: Sandy
El caso de Sandy corresponde a la observación de una niña de dos años y
medio realizada por Anneliese Schnurmann” y comentada por Lacan en el
Seminario IV.'
Durante la Segunda Guerra Mundial, Anna Freud, con la ayuda dc Dorothy
Burlingham, creó varias instituciones para niños, quienes concurrían junto con
sus madres. Luego creó un centro suplementario para bebés en Hampstead. y una
casa de campo en Essex, que servía como residencia para los niños más grandes
que eran evacuados a causa de los bombardeos. Anneliese Schnurmann era la
madre substituía de Sandy durante su permanencia en la guardería. Llega cuando
tiene siete semanas
Una noche la niña se despierta gritando: decía que había un perro en su cama
y necesitó un largo ralo para calmarse. «9
2'i Idem, r *>.
ll) A. $clin«rmo«a.Psyi ¿«nim.-jIjtu rAr cfu(d (194**
‘1 J I.Juaa EJ Mano. Libra ÍV «Las relación?* i!c objeto- llUSftAiresPaidcW, 19*5 Vés»c cap. IV
ol.a«lukclici dc
lu fnjtfircciáft*.
so
Al día siguiente expresó un miedo intenso en su cama, y días más tarde comenzó
a aterrorizarse por los perros en la calle, incluso vistos de lejos. Este episodio
duró un mes.
El padre de Sandy murió en un accidente de auto mieniras estaba en el
ejército, antes del nacimiento de Sandy. Tenía una hermana siete artos mayor que
ella, que muere de meningitis cuando Sandy tenía dos artos, y un hermano dos
años mayor. Los niños fueron evacuados por los bombardeos.
En el primer tiempo de la observación, la madre viene regularmente a verla y
se ocupa de ella. Hay una alternancia regular de presencia-ausencia, con juegos
de amor y contacto con su hija que permiten la simbolización primordial. La
madre juega a ocultarse y aparecer, y hace lo mismo con los chocolates que le
trae. Durante esa época Sandy tiene un objeto transicional: un trozo de sábana
que chupaba continuamente.
Durante el segundo tiempo, Sandy descubre la diferencia entre los sexos y
trata de orinar parada como un niño. Como no lo logra, levanta su vestido y dice
«Bicky» —palabra que utiliza para nombrar las cosas que le desagradan—
mostrando sus órganos genitales. En la observación se señala la demanda fálica
dirigida a un Otro omnipotente. Pero la diferencia entre los sexos no desencadena
el síntoma fóbico.
En el tercer tiempo, la madre se ausenta durante un mes y medio a causa de
una operación. Sandy no parecía seniirse mal por ello. Pero cuando la madre
vuelve, camina con mucha dificultad, apoyándose en un bastón. Estaba muy débil
y no podía jugar con la hija. Luego deja de ir a verla durante un tiempo porque
debe internarse para su convalecencia.
Unas semanas más tarde estalla la fobia de S.indy con la poadilla que la
despierta en medio de la noche. A pariir de entonces aumenta su angustia: no
quiere ii a dormir. Al día siguiente recibe a su observ adora ladrando, perú
cuar.do o:ro niño juega a ser un perro ella se aterroriza. Comienza J
inspeccionarse sus órganos genitales en estado de angustia, y A. Schnurman le
dice que lodo estaba bien, y que todas l>s niñas eran así, Intenta disminuir su
angustia explicándole la diferencia entre los sexos para tranquilizarla por el pie
sumo
SI
daño corporal. Pero Sandy comienza a tener miedo de los perros en la calle, y
dice incluso que teme que los perros le muerdan su sexo.
Lacan indica una progresión en el caso. Primero aparece la madre simbólica
que permite la estructuración del mundo simbólico a través de la alternancia de
presencia y ausencia. El afalicismo no introduce a la niña en el Complejo de
F.dipo (no viene del falo). No se trata del descubrimiento de la diferencia entre
los sexos (su emergencia), ni de su ausencia (cuando la madre rompe la
alternancia de presencia-ausencia). Fue necesario que la madre aparezca no
solamente como alguien que podía faltar, sino que esta falta se inscriba a través
de la manera de presentación: débil, enferma, apoyada sobre un bastón. Esto
produce la caída de la omnipotencia materna e inscribe la simbolización de la
castración materna En este punto se desencadena la fobia.
Un mes más tarde, cuando la madre vuelve sin dificultad, desaparece la fobia
de Sandy. Cuando termina la guerra, la niña vuelve a la casa y comparte la cama
con su madre, quien al poco tiempo se casa. Sandy debe cambiarse de lugar.
También el hermano vuelve a la casa, pero en lugar de que la diferencia entre los
sexos despierte su angustia, la niña no vuelve a tener trastornos. La introducción
del padre —dice Lacan— ordena la distancia entre la madre, el niño y el falo,
más allá del poder de la madre.
1.a confrontación con la «castración de la madre» produce una «decepción»
que la introduce en el Edipo —por el Penis- neid—. La fobia aparece en ese
momento como suplencia a la falla en el circuito simbólico.
Para concluir, podemos establecer una diferencia entre la emergencia de la
fobia en Juanito y en Sandy. En Juanilo la irrupción de un goce real que no entra
en la metonimia del deseo de la madre desencadena primero la angustia y luego la
fobia. La amenaza de castración pronunciada por la madre aparece como unj
manifestación del enigmático deseo del Otro que lo confronta a la fallado la
función paterna. La fobia aparece corno una suplencia imaginaria frente a la fal'.a
simbólica. F.l caballo aparece como el agente que sostiene la
<2
castración y permite una elaboración significante. La solución del deseo la
encuentra a través del fantasma del plomero que pone en juego la promesa fálica.
En cambio, para Sandy el desencadenamiento de la angustia se produce ante la
falta de la función simbólica de la madre, que introduce la dimensión del enigma;
la fobia aparece también como suplencia.
5. - Alienación y separación
Jacques-Alain Miller. al analizar las operaciones de alienación y separación en
su curso «Lo que hace insignia »,' indica dos esquemas diferentes formulados por
1
S6
manifestarse de distintas maneras: pasajes al acto suicidas, enfermedad orgánica,
anorexia, y variadas manifestaciones sintomáticas.
Desde una perspectiva de conexión del psicoanálisis con la pediatría, Ginctte
Raimbault analiza la cuestión de la incidencia del deseo de muerte de los padres
en las enfermedades de los niños. Su trabajo toma como punto de partida los
grupos «Balint». En el capítulo IX de su libro Pediatría y psicoanálisis analiza el 41
hO
La perspectiva lacaniana se contrapone a toda psicologiza- ción de la anorexia.
Más que de un cuadro clínico independiente se trata de un síntoma articulado en
una estructura. Lacan aborda la cuestión de la anorexia en distintos momentos de
su enseñanza relacionándola con diferentes conceptos :’ 1
55 Itkm
V» J Lxséfi. t.f Sewr*ei/rr kst*ir VIH -IJC liar. % kit» (IW>6|| Par.%: Senil 1^1 r :4o
entre la necesidad y la demanda. El rechazo del dejarse
alimentar protege al sujeto de la desaparición de su deseo, a causa
de su aplastamiento por la satisfacción de la demanda. En este
punto Lacan cita los «Tres ensayos» de Freud para indicar la
relación entre demanda oral y canibalismo, por lo que la oralidad
queda recubierta de un tinte sexual.
Nuevamente, en el Seminario XI Lacan retoma en dos
oportunidades la cuestión de la anorexia. Plantea a la «nada»
como paradigma del objeto oral. «El objeto a es algo Je lo cual el
sujeto, para constituirse, se separó como órgano. Vale como símbolo
Je la falta... A nivel oral, es la naJa. por cuanto el sujeto se Jes tetó Je
algo que ya no es na Ja para él. En la anorexia mental, el niño come
esa naja».'7 El objeto a se constituye por acción de la operación
lógica de separación que inscribe una falta, la cual, a nivel oral, se
inscribe como nada.
Una segunda indicación articula a la anorexia con la
contingencia de la respuesta del Otro, con la inscripción de su falta.
No se trata ya sólo de la dialéctica entre la demanda y el deseo, sino
de la posición del sujeto en relación al deseo del Otro. El niño como
objeto pone en juego su propia desaparición en la operación de
separación, tal como se presenta en el caso de la anorexia mental.
En el «Discurso de clausura de las jomadas sobre las psicosis en
el niño» (1967) Lacan evoca a la anorexia mental como ejemplo
contrapuesto al mito de lacomplementariedad armónica entre la
madre y el hijo.'’ Esta concepción, ampliamente difundida entre los
analistas de niños, que lleva a! maiemaje. desconoce que la
dialéctica entre la alienación y la separación inscribe una falta que
va en contra de la armonía dd < ■ hábitat materno» —la anorexia es
demostrativa al respecto.
La última referencia de Lacan que repertoriaré en esta sene
pertenece al Seminario «Les non-Jupes errent» (Los desengañados
se engañan) (1973-74). Lacan señala el caso Ce un.» paciente que
e'taba tan preocupada por ^aber 'i comía, qce par*
^7 J Lacun Seminario XJ. «Lo» cualio .oiucpu. »
p. no.
58 J ••Dirimí» de clausuro » (NA?* op.vil |i. II
eo
desalentar ese saber estaba dispuesta a dejarse morir de hambre.”
En esta época Lacan define al inconsciente en «Televisión»
como un «saber que trabaja» y que aloja al goce de sentido ( jouis-
stns).*' Esta orientación introduce la vertiente de goce involucrada
en la anorcxia. La voluntad de no-comer resulta en muchos de estos
casos solidaria de su horror al saber, del rechazo neurótico frente al
saber acerca de la castración. Su no-querer saber nada traduce la
posición del sujeto frente a su goce.
Esta secuencia nos permite visualizar distintos aspectos tratados
por Lacan a través de su enseñanza: la agresividad narcisista; la
dialéctica entre la necesidad, el deseo y el goce; la nada como
objeto oral (que se distingue de la nutrición); la posición del sujeto
frente al enigmático deseo del Otro; y su relación al goce. Todas
estas cuestiones están presentes en el tratamiento de un sujeto que
llega a la consulta con su anorcxia. Sin duda, la relación entre estos
términos varía en la psicosis y en la neurosis. De allí la necesidad
de un diagnóstico diferencial que permita visualizar cómo se
modula la nada como objeto en cada uno de estos casos.
En el caso de anorcxia en niños pequeños nos volvemos a
encontrar con un síntoma articulado en una estructura. Los niños
psicóticos pueden ser anoréxicos como parte de las trastornos
correlativos a la falta de constitución de un cuerpo: faltan los
agujeros, tampoco experimentan la necesidad de comer puesto que
el cuerpo está mortificado sin el efecto «viviente» que otorga la
significación fálica. En los niños neuróticos es legítimo retomar las
consideraciones de Lacan antes señaladas. El trastorno no es
vincular, responde a una estrategia del sujeto frente a su deseo en
tanto que toma como objeto a la nada.
V# J I Ajan. Stmwutio XX t. «Ia*s non djpct erré ni» «1971-74) inédito, iluso «Jcl 4 <k abni de
1974.
Mi J l^ca*. «Tclcv»*.»«}»*• «I973V Pfiiimnáhri*. fia» íWru* uiMi Kai\ clona Anagrama, IV'*?.
p ^ 4 y •#>
62
III. - ALGUNAS INDICACIONES
DE LACAN
64
nada que ver en la cuestión. De lo que ella se ocupo es de otros objetos a que
son los niños».'
I. - LOS AÑOS 50
Las referencias que examinaremos a continuación perte- ncccn a los dos
Seminarios anteriores a «Las psicosis»; es decir, se ubican antes de la
formalización de la forclusión del Nombre-del-Padre, y el desarrollo conceptual
que lleva a cabo en la «Cuestión preliminar...» (1958).
1) K1 caso Dick de Melanie Klein
En 1930 Melanie Klein publica en «La importancia de la formación de
símbolos en el desarrollo del yo» el análisis del caso de un niño esquizofrénico
de 4 años. Antes que nada señala su inhibición del yo y la incapacidad para
tolerar la angustia.
La descripción del niño concuerda con lo que sería el cuadro de «autismo
infantil precoz»: pobreza de vocabulario y desarrollo intelectual, ausencia de
angustia o dolor, indiferente a la presencia de la niñera, no juega, mantiene una
actitud negativa y de oposición, rechaza alimentarse. Kn la sesión corre
alrededor de la analista como si fuera un mueble más. Melanie Klein concluye
que para el niño todo es igualmente indiferente puesto que está inmerso en la
realidad
A pesar de la indiferencia que manifiesta Dick a los juguetes que le presenta
la analista, ella interpreta de inmediato, y es esta intervención que resulta el
objeto de interés para Lacan.
Melanie Klein relata: « Tomé entonces un tren grande. J o coloqué junto a uno
más pequeño y los designé «Tren papá» y «Tren Dick-. Entonces él tomó el tren
que yo había llamado Dick. lo hizo rodar hasta la ventana y elijo: -Estación ».
Expliqué: *Lu estación es ata mita; £>írfc
70
15 Idem
oportunidad gritó «Mamá». Pero el significante «Señora» era el que
nombraba todas las figuras del Otro.
A partir del significante «El lobo», R. y R. Lefort indican que el niño
construye su delirio: de allí su diagnóstico de psicosis paranoica. De este
significante Lacan indica que es esencialmente la palabra reducida a su médula:
« Ven aquí ustedes el estado nodal de la palabra. El yo es aquí completamente
caótico, la palabra está detenida. Pero sólo a partir de ¡El lobo.' podrá ocupar su
lugar y constituirse».‘ Los Lefort señalan la función transferencia! de este
:
?1
cuerpo y a los animales de un libro dc imágenes.
Luego Roberto saca unos zapatos del placard de las enfermeras y se los pone.
Este comportamiento ilustra el «empuje-a-La-Mujer» propio de la psicosis, que
R. Lcfort señala ya con el advenimiento1 del significante «Señora».
Al comentar el caso. Colette Soler ' estructura una secuencia en la serie de
nombres que utiliza para referirse al Otro como real: «Señora» designa al Otro
del goce: «Mamá» nombra la pérdida real de la presencia: y el significante «el
lobo» suple al significante del agujero en el Otro —segün la hipótesis dc R. y R.
Lefort—, a la forclusión del Nombre-del- Padre. y substituye al significante
«Señora». Del análisis dc este caso R. y R. Lefort extraen consecuencias relativas
a la posición del niño psicóticoen la cura, que retomaremos más adelante.
3) Lang y la psicosis en el niño
El I o de febrero dc 1955 J. Lang presenta una exposición titulada «El abordaje
psicoanalítico de la psicosis en el niño» en la Sociedad Francesa de
Psicoanálisis . comentada por Lacan al día siguiente en su Seminario.
14
74
a esta exposición. A partir del fantasma de cuerpo desmem brado que
«algunos de ustedes reconocieron» —dice— en la esquizofrenia, indica que una
«investigación reciente* —sin decir cuál es— señala la articulación entre la
madre del esquizofrénico y la que fue su niño en el momento en que estaba en su
vientre: un cuerpo diversamente cómodo o molesto.
Hasta aquí vemos que el comentario de Lacan retoma lo expresado ya por P.
Aulagnicr; es más: indica que estas consideraciones no le pertenecen. Pero añade
algo nuevo en su conclusión: ese cuerpo es subjetivado como un objeto a, un
puro real. Es decir, que no se restringe a las categorías de lo simbólico y lo
imaginario para explicar por qué ese cuerpo queda como real, sino que establece
que se vuelve un objeto a para la madre. La madre de un niño autista de 3 años
—por ejemplo— relató con total indiferencia que en el momento de dar a luz
tuvo un dolor de vientre y pensó que tenía ganas de ir al baño. En el inodoro
descubrió con sorpresa la llegada del niño.
Esto anticipa la formulación de un objeto en el fantasma de la madre. Sólo la
inscripción de la falta permite que un niño sea deseado. Su falla petrifica al niño
como un objeto real puesto que falta la común medida fálica.
En esta misma clase Lacan introduce consideraciones esenciales en torno a la
cuestión de la separación. No ya en torno al objeto perdido que puede significar
para la madre el momento del parto —como lo señala Aulagnicr—, sino qce
indica que el corte en cuestión no es entre el niño y la madre sino con las
«envolturas». En el conjunto pre-espeeular que es el objeto a, las envolturas son
elementos del cuerpo. De allí que lu separación sea de estas envolturas.
2) La Holofrase
I-i holofrase se produce por la petrificación de! S que im pide que el sujeto
pueda ser representado por otro ci^nin.Biiic en tanto el S ; no se constituye como
tal. La falta de constitución de la operación de separación impide la inscripcif®
ck m
li
intervalo donde se ubique el deseo. No hay retroacción significante, por lo que el
discurso del paciente no es dialcctizable ni subjetivable.
En el trabajo sobre este tema, Alexander Stevens repertoria tres referencias
de Lacan: los Seminarios I. VI y XI.'* Lacan toma este término de la lingüística,
pero le da un sentido específico en relación a sus conceptualizacioncs teóricas.
El adjetivo «holofrásico» aparece en la literatura en 1866. Globalmcntc la
holofrase quiere decir que la frase entera es aglutinada como una sola palabra.
En el Seminario I Lacan define la holofrase: «...hay frases, expresiones que no
pueden descomponerse v que se refieren a una situación tomada en su conjunto:
son las holofrases».'" En este seminario. Lacan intenta demostrar el carácter
discordante del campo imaginario y simbólico. Retoma este concepto para
mostrar que no hay ninguna transición posible entre los dos planos. Toma como
ejemplo una frase utilizada por los habitantes dc las islas Fidji, en la que
pronuncian una serie de sílabas ininteligibles como una frase fija. Esta holofrase
se pronuncia en un estado de «inter- miradas», de intersubjetividad imaginaria.
Lacan señala que forma parte ya dc una estructura simbólica.
La segunda referencia pertenece a la clase del 3 dc diciembre de 1958 del
Seminario VI —«El deseo y su interpretación*» *' Allí aproxima la holofrase a la
interjección ¡Pan!. ¡Socorro!, y la identifica a la unidad dc la frase. El sujeto es
el grito mismo, y se puede reducir al emisor que grita «¡Pan!». Subraya así la
estructura monolítica del .sujeto en la holofrase.
La tercera referencia pertenece al Seminario XI. en el que acentúa la
solidificación de la cadena significante. Lacan dice: «Esta solidez, esta captación
masiva de la cadena significante primitiva impide ia apertura dialéctica que se
76
manifiesta en el fenómeno de la creencia» 1' En el lugar de la creencia neurótica
se instala la certeza en la psicosis.
Después del Seminario XI 1-acan no vuelve a- hablar de la holofrase. En su
lugar desarrolla la cuestión Me la emer* gcncia del S, solo. Cuando el
significante está holofraseado. permanece identificado al S,. sin que se produzca
una falla del sujeto y sin que reenvíe a otro significante. El sujeto no está
barrado y no puede ser representado frente a otro significante: el sujeto es un
monolito con la holofrase. En la psicosis el sujeto está identificado al S,. La falta
de intervalo entre S, y S» impide la emergencia del deseo del Otro: en su lugar
aparece el goce del que el sujeto se vuelve su objeto.
Jacques-Alain Miller diferencia dos valores del Si, solo, y en su articulación
al S :.” El S, solo es el significante fuera de la serie; el S ; junto al S : expresa la
articulación significante. Existe una equivalencia lógica entre el S, como
significante del Ideal y el objeto a. En las operaciones de alienación y separación
se inscriben sucesivamente en el mismo lugar. «La alienación pone de relieve el
sujeto del significante mientras que la separación pone de relieve el sujeto del
goce»,1' dice Miller. Pero la identificación del sujeto con el objeto a —que se
produce en la separación—, muestra la relación entre la representación
significante del sujeto a partir del rasgo unario y su ser de goce.
Esta articulación permite entender cómo la identificación del psicótico con el
S, expresa simultáneamente su elección de ser como realización en la posición de
objeto o .34
psicosis el par S rS está holofraseado sin caída del objeto a. que queda del lado
2
del sujeto: objeto en más o él mismo objeto del Otro. En la debilidad el S,-S>
está holofraseados, sin caída del objeto a. pero este queda incluido en el Otro no
barrado: es el Otro el que dice «Pienso», el no piensa y no es más que el eco del
Otro sin ninguna interrogación acerca del deseo del Otro (como en la neurosis).
Annv Cordié retomó hace poc^* la cuestión del retraso mental en un libro con
un título sugestivo: lx>s retrasados no existen/' Parte de la idea de que el fracaso
escolar está relacionado con los ideales de nuestra actual sociedad de consumo.
En realidad, hasta que no se creó la escolaridad obligatoria y los tests de
inteligencia para la ubicación del niño en su clase correspondiente no existía el
concepto dc debilidad mental. En cierta manera es un concepto contemporáneo.
Plantea que la demanda dc saber proveniente del Otro logra obturar la emergencia
del deseo, por lo que se crea lo que llama una «anorexia escolar»: el niño no
quiere saber nada, queda preso de una inhibición a nivel de la eseolarización.
Luego de estas consideraciones generales se ocupa del tema de la «debilidad
mental». Indica que para Lacan la inteligencia es la posibilidad de leer entre
líneas, de comprender lo que se dice más allá de las palabras. En esc sentido, el
débil mental no se aparta del sentido literal, el equívoco permanece inaccesible
para él. dc allí que se aferra a lo que cree que es la verdad de lo dicho. En
79
realidad, la holofrase detiene la movilidad significante, por lo que los
pensamientos no resultan dialectizablcs.
Dicc: « Esta contracción holofrásica ofrece la apariencia de íjtie el sujeto se fija
en un significado dado, no puede entender ninguna otra cosa que lo que .se constru-
yó de una vez para siempre. Repite sus convicciones sin que el sentido pueda
desarrollarse y la reflexión enriquecerse». Esto produce una distorsión del
u
80
deslizamiento del querer decir, una ausencia de lógica y de rigor en el
razonamiento. De allí que la expresión del débil mental es pobre, chata,
repetitiva; su discurso es estereotipado y banal.
4) El niño como condensador de goce y objeto del fantasma materno
En octubre de 1967 Lacan pronuncia el discurso de clausura de las Jornadas
sobre las psicosis en el niño organizadas por Maud Mannoni. Este artículo
antecede al movimiento estudiantil francés del año siguiente, pero tiene ya un
énfasis puesto en el tema de la libertad.
Comienza con una crítica a la antipsiquiatría. en particular a las exposiciones
realizadas en el mismo congreso de Ronald Laing —«Metanoia: Algunas
experiencias en el Kingsley Hall de MLondres»—" y de David Cooper
—«Alienación mental y alienación social».
La concepción antipsiquiátrica afirma que el «loco» es el chivo expiatorio de
la sociedad, son los que protestan contra el orden social, y en realidad la
«normalidad» corresponde a la alienación burguesa. Buscan la etiología de la
esquizofrenia en situaciones y circunstancias sociales en tas que se pone en juego
tal atribución. Establecen una oposición entre falta de libertad y locura. El
prejuicio psiquiátrico crea al «enfermo», de donde surge la nominación «anti-
psiquiatría». El tratamiento consiste en cambiar el «paradigma»: no se trata de
curarlo sino de ayudar a liberarse.
Laing da un ejemplo clínico en este sentido. El paciente de 25 años vivía
aterrorizado por su «angustia de castración*, y se paseaba desnudo
«conuafóbicamente». Este joven sentía que su cuerpo estaba muerto y que.
además, el lado izquierdo era femenino y el derecho masculino. Laing considera
que el
33 R Laing. «Metanoia Algunas e*pciienci:»s en d Kitjpil cf Hall ic Londres •. en M. Mannoni y otroi. Pw/m
¡ H f a n f i t Bkbos *ir?i ?!•••/» ViMÓn. 1971
34 O. Cooper. «Alienación mental y cl*e*úciO?> en M Vlemuni
y otros. Psicosis infantil, of cil
>
cuerpo del paciente era como un «cementerio» en el que habían sido enterrados
los familiares muertos dc varias generaciones. Un día toma una pistola y la
disparó sobre los genitales de otro paciente. Ni el analista ni el otro paciente
sabían que estaba descargada puesto que el arma hizo un ruido de verdad. A
partir de este incidente disminuyó su angustia de castración. Laing concluye:
«Ninguna interpretación podía ser tan primitiva como esa acción dramática
completamente impredecible e imposible de repetir. En Kingsley Hall tenemos la
esperanza de contar con un lugar donde puedan ocurrir cosas semejantes».* A
nuestro entender, esta perspectiva es comportamentalista. no se detiene en el
discurso del paciente puesto que no actúa sobre lo dicho.
Lacan retoma esta cuestión desde otra perspectiva: los límites de la libertad
sugerida por «cierta práctica» funciona como señuelo y como su propio límite. El
paradigma en cuestión está más bien dado por la determinación del automatismo
del lenguaje que por lo social. No obstante, resulta sensible a los efectos de
segregación que producen las estructuras sociales y señala la incidencia en ese
sentido del progreso de la ciencia. Nadie se libera dc los procesos inconscientes.
Se intenta liberar al pacientc del peso social, pero no puede liberarse de sí
mismo. La libertad del hombre está acotada por el determinismo significante.
En otra conferencia de la misma época —«Breve discurso a los psiquiatras»
(noviembre de 1967)—* enfoca la segregación del loco por parte del psiquiatra y
vuelve sobre el tema del racismo y los campos de concentración. El punto está
entonces en la posición dc los analistas frente a los fenómenos de segregación,
puesto que la ética del psicoanálisis concierno a esas «formaciones humanas» que
refrenan al goce, y que en el racismo «c expresan como intolerancia dc otro goce.
En realidad. la crítica dc Lacan no se dirige tanto hacia el movimiento dc
segregación qur denuncia la antipsiquiairía,
zf
.15 R. l.Aiig. tu., p. >5.
36 J l-xm. -Petii i|967|.
K2
sino que pone el átenlo en la relación del loco al significante y a su objeto de
goce.
Esto permite abordar la cuestión de la posición del niño en la homeostasis
del goce dc la relación de los padres, que da como resultado la neurosis, la
perversión o la psicosis.
Un aspecto en particular es resaltado por Lacan en el artículo dc Cooper.
aunque sin nombrarlo: «...para obtener un niño psieótico hace falta al menos el
trabajo de dos generaciones. El propio niño es el fruto de ese trabajo en la tercera
generación».31
En ese sentido. Cooper dice en su artículo: « Para comprender lo que está en
juego en la dinámica familiar del esquizofrénico, es necesario llevar el estudio
hasta la tercera generación, y asi allí lo que está en germen como factor
psicotizante. En función de su propia historia personal (de ese « accidente» que
sobrevino en la relación con sus ascendientes). los padres se encuentran en
situación de no poder reservar a su descendencia otro lugar que el de
esquizofrénico..
El «accidente» en cuestión expresa la falla simbólica que se transmite de
padre a hijo, y que en curso de tres generaciones puede producir en un sujeto la
forclusión del Nombre-del-Padre que lo incluye en la estructura psicótica.
Podemos considerar un ejemplo. El padre de Alberto, un niño autista dc 2
años que recibí hace algunos años, explica que es suya la «culpa» de la
enfermedad: cuando nació no había lugar para él; estaba preparado para ser
padre dc un hijo, no de dos. El bisabuelo había ocupado un lugar importante en
la política argentina y llamó con su nombre a su hijo Raúl júnior fue un gran
amigo dc su hijo, pero al ser padre no pudo jamás entrar en contacto con el niño
al que también d o su propio nombre. El padre de Alberto vivió aislado, muy
unido a su madre y con enormes dificultades de contacto cor tu entorno. Al
nacer su primer hijo lo llamó también Raúl, na niño particularmente listo que
retoma la genealogía patemx Con
37 J La.an. -Disturbo 4c cláLiurj.. •*. op cit , p t
38 l> Coopct. op. cif.. p.
SJ
ese primer nacimiento comenzaron las dificultades entre esposa y madre, con la
consecuente depresión de la madre de Alberto. Al nacer el segundo niño, no
buscado, la madre no se había sobrepuesto aún a la depresión; tampoco encontró
auxilio del lado paterno: un segundo niño, al que no podía dar su nombre, no
tenía para él un lugar simbólico. Esto muestra bien cómo, de los mismos padres,
un hijo puede ser psicótico y otro no: depende del lugar que ocupa en el deseo de
los progenitores y cuáles son las coyunturas simbólicas puestas en juego con su
nacimiento. La fractura simbólica que produce la psicosis es impredccible de
antemano. Aun cuando este padre no tuviera lugar para un segundo hijo, por
ejemplo, la función paterna podría haberse articulado de otra manera a través de
suplencias extraídas del universo simbólico familiar.
Lacan critica a continuación la concepción de lo prevcrbal puesto que la
estructura es la del lenguaje. Para ello toma el artículo «Génesis de la palabra en
el niño autista» de Sami- Ali —citado ya—. Sami-Ali parte de la idea de que la
génesis de la palabra no está mediatizada por el lenguaje sino por la síntesis del
mundo, síntesis inicial que apunta a constituir objetos simbólicos estables en un
espacio abierto al otro. El niño crea una equivalencia entre los objetos y su
cuerpo (proceso simétrico) de donde emergen los símbolos.
En esta concepción, lo imaginario (de la relación del niño con la madre)
precede a la constitución de lo simbólico. Es más. lo imaginario es prevcrbal.
Dice: « Sobre ese fondo de objetos que se corresponden unos a otros reflejando la
correspondencia fundamental del propio cuerpo y del objeto materno, hace
aparición la palabra».''
Frente a esta posición Lacan indica la prevalencia significante, la
construcción simbólica del espacio, la presen- cia de alucinaciones en el caso
estudiado y critica el mito de la relación del niño con la madre. Y dice: «lx>
importante no es que el objeto iransicioaal preserve la autonomía del niño, sino
que el niño sirva o no de objeto transicional para ia madre».40
El «objeto transicional» es un concepto creado por Winnicott para nombrar
el objeto que se4 sitúa en el espacio intermedio entre el bebé y la futura relación
con el objeto. ' Lacan dicc de ellos: «...son esos objetos, medio reales, medio
irreales, a los que el niño se aferra por medio de una especie de enganche, como
por ejemplo una pumita de su sábana o de un babero... no le otorgamos ni una
realidad plena ni un carácter plenamente ilusorio
Este objeto es experimentado como parte del yo y no obstante está fuera de
él. Los fenómenos transicionales posibilitan la distinción entre el yo y el no-yo.
El objeto transicional representa al pecho materno o el objeto de la primera
relación. A la larga puede transformarse en un objeto fetiche. Esta afirmación
dio lugar a las distintas consideraciones que se encuentran en la literatura
psicoanalítica en lomo al objeto fetiche de los niños psicóticos. El objeto
transicional permite la transición del bebé de un estado en el que se encuentra
fusionado con la madre, a uno de relación con ella pero ya como objeto separado.
El niño puede encontrarse en distintas posiciones en tanto objeto: puede ser
mediatizado por el objeto transicional, fuente de las equivalencias simbólicas; o
real, objeto del fantajmt materno, condensador de goce, separado del cuerpo.
El fantasma de la madre antecede lógicamente a la posición del niño en la
estructura. Cuando el niño realiza la posición de objeto en ese fantasma no logra
ya posicionars* como sujeto frente al objeto causa del deseo. El niño obtura ia
castración materna en lo real, sin mediación simbólica
84
40 J Lacan. «Discurso Je it»a*ar¿ op. til, p O
41 0 W Winnicdl. «Objeto* ir*vk ion-íes > ícoo-kc ■»» iaittmio» fitofidud i Barcelona Cedí «a I9S2
42 J Lacan ti Sf*’inéirh> IJbnt iV. «La región c< otjcio»
Bueno* Aine* Fatdó&. 1994. p. 129
8.5
III. - LOS AÑOS 70
1} El lugar del niño en el discurso parenta!
La disimetría entre los sexos produce lugares diferentes para el hombre >• la
mujer en tanto padres. Para la mujer, es importante constatar el lugar que otorga
a la palabra del padre en la promoción de la ley que regula el deseo: para el
hombre, se vuelve crucial transformar a una mujer en su falta, en el objeto que
causa su deseo, ya que a través de ese movimiento muestra su relación con la
falta propia dc la estructura.
En la «Cuestión preliminar» (1958) Lacan dice en relación a la madre:
« Pero sohre lo que queremos insistir es sobre el hecho de que no es sólo de la
manera en que la madre se aviene a la persona del padre de lo que convendría
ocuparse, sino del caso que hace de su palabra, digamos el término, de su
autoridad, dicho de otra manera del lugar que ella reserva al Nombre-del-Padre en
la promoción de la ley».**
En uno y otro caso queda enfatizada la posición frente a la castración. Del
lado dc la madre se expresa por su relación a la ley del padre; del lado del padre,
el hombre puede no erigirse en ley. y entonces su deseo tiene como causa a la
mujer, a quien decide darle un hijo. Lacan afirma que el objeto a para un hombre
es una mujer —y eso le permite ser padre— pero que para la mujer lo son sus
propios hijos, en tanto que se vuelven una forma de tratamiento de su falta-cn-
tener, de su Penisneid. El riesgo es que sin la mediación paterna el niño como
objeto a suture la falta dc la mujer aportándole un complemento de ser.
La madre es el significante del objeto dc goce primordial, por lo que está
prohibido. El padre —como función— es el obstáculo para el acceso a este
objeto. El sujeto no es el niño —eso nos conduciría a una concepción familiarista
—, sino que como tal debo ubicarse entre los tres términos. La novela familiar
explica la manera en que el sujeto es separado de su
I l.tcaa. «IX «r.a iucMkVn prclúm ru.r op cH . p. 560
K6
objeto primordial, cómo fue afectado por esa pérdida, cómo surgió su fantasma y
que goce recuperó de esa catástrofe.
La primera modalidad en que se introduce la relación entre los padres en el
psiquismo del niño es el fantasma del coito parental. Una niña de 4 años me
cuenta que durante la noche se despertó porque escuchó ruidos. Asustada, se
puso a llorar pensando que eran ladrones. En realidad los padres se encontraban
en medio de una violenta disputa que formaba parte de su modalidad de divorcio.
Pero esta escena constituye ya un segundo tiempo que resignifica otra anterior.
Una noche escucha también ruidos en la habitación de los padres. Se levantó
porque pensó que eran ladrones. No sabe qué es lo que vió. Estaban «roncando».
Sin ser vista se volvió a acostar. El fantasma de los ladrones es ya el velo
fantasmático con el que cubre lo imposible de la inscripción de la relación
sexual; pero, al mismo tiempo su explicación retoma la connotación sexual que
para ella no resulta aún posible descifrar.
F.l «padre-versión» (pére-version, homofónico en francés con «perversión»)
es una nueva manera de referirse a lo que antes era la metáfora paterna: no a
partir del Nombre-del- Padre. del amor al padre, sino a partir de la causa de su
deseo. El padre debe demostrar cómo arreglárselas con el goce, con lo que no
tiene nombre. Eric Laurent indica: «£/ tugar de! pudre ya no se deduce de que
transmita el falo —¡o que definía a la metáfora paterna — sino en tamo que dé una
solución, que presente un semblante, que dé una versión de ¡o que es el objeto a ».
16
46 J Ljcüa. «La equivocxión «5cl sujeto «apuesto saber*. Momenw# (lucialeA en to experiencia unaUUea
Bucoot Aires- VUnunci.il. 1987
47 E Lnureni *£1 objeto en el psicoanálisis con niAox». op cil inexistente. Ella enunciaba con su
miedo la vendad secreta del padre, rechazada por la madre: y al mismo tiempo
lloraba en el lugar de la madre El efecto depresivo es el resultado de la caída del
deseo En el segundo caso, la depresión de Picrre es el efecto del «impasse sobre
el Otro» —como lo expresa Lacan— por parte del padre, que involucra la
posición de la madre como objeto causa del deseo para el padre.
90
IV. - TRATAMIENTOS
91
17
Reparte a
él es objeto a. atraído y rechazado por el significante «*.
continuación los fenómenos bajo la escritura del 5 y del objeto a:
pulsación por un lado, excitación y estupor por el otro. Por otra
parte, señala que el testimonio de Margare! Mahler permite
visualizar el peso del automatismo mental en la infancia, y que en
definitiva, la verdadera simbiosis se produce con el significante.
Concluye: «IM psicosis simbiótica según Mahler. es el automatismo
mental. En este sentido, es justamente el fondo y no el origen genético
18
de la psicosis». '
0 líe», p I TU.
100
enjuego la fantasía que el niño tiene en relación a su marido en
tanto pene-vela (objeto aludido en la sesión) escondido en el
interior del analista que intenta destruir, es decir le da una lectura
edípica. Le dice: « Ya ves. Sammy, creo que tienes miedo de lo que
sucedería si continuáramos teniendo relaciones de amistad. Te
preguntas lo que haría mi marido y lo que pensarían tu padre y tu
madre».'" En realidad, trata de convencerlo de la acción paterna
desde una posición de alter-ego sin obtener ningún resultado. En la
medida en que ella se instala en un eje puramente imaginario la
analista termina por responder a una agresión del niño casi con una
cachetada, frenada por la cara de terror del niño.
Podemos puntuar una serie de trastornos. El niño se desplaza
continuamente de un modo mctonímico en sus tabulaciones
siguiendo la homofonía de la lengua, sin una construcción
delirante. De allí que las historias incoherentes que construye no
produzcan un efecto de sentido. Desde el inicio del tratamiento
aparecen neologismos —por ejemplo, «cara bonita», el
«pensamiento» o el «fastidio»—, que si bien no son palabras
nuevas que incluye en la lengua, tienen un sentido personal.
Las interpretaciones de la analista promueven la produc ción
psicótica. La analista encuentra sentido a todo lo que dice el niño,
y Sammy termina por tener la convicción de la «lectura de
pensamientos». Cada vez que dibuja le pide que anote el
pensamiento propio del dibujo. Y por más que McDougall intenta
convencerlo de lo insensato de esa idea. Sammy mantiene su
creencia en este fenómeno elemental
Las ideas de muerte del sujeto que reaparecen incesantemente
en el relato y su hipocondría (dolores de corazón, de estómago, de
los genitales, de apéndice) son abordados lateralmente, aunque en
realidad traducen la marera de retorno del goce sobre el cuerpc
propio de la esquizofrenia. Las interpretaciones que recibe lo
enloquecen y aumentan sus fabulaciones puesto que la analista
intenta hacerle reconocer la diferencia entre los sexos, que para el
no tiene inscripción.
La icorfa kleiniana de los pechos buenos y malos utilizada en las
interpretaciones erotizan la relación con el niño, y a toda costa
quiere ver los genitales de su analista.
Bn un momento Sammy le dice claramente que ella habla
demasiado; en otro se rebela contra el paradigma que rige todas las
intervenciones de la analista: frente a un dibujo dice que ese un
10 Idem, p <»T
101
tesoro encerrado en una caja, y si ella insiste en pensar que es un
pene todo está estropeado de entrada.
Al final del tratamiento —los padres deciden enviarlo a una
escuela especializada en los E.E.U.U.—, todas las interpretaciones
estarán orientadas por este pensamiento contratransferencial del
fastidio que le produce a McDougall la interrupción del
tratamiento, aunque el material muestra que en el niño predomina la
emergencia de fenómenos persecutorios. En un momento, ante el
robo que se produce en su casa, Sammy llega a tener la convicción
de que el ladrón es el marido de la analista.
Se constituye una secuencia que termina por cristalizarse en la
idea: «Todo me mira», momento en el que el mundo comienza a
cobrar una significación personal, y tiene como objeto privilegiado
la mirada. Esta serie comienza en transferencia. El niño comienza
por llamar a uno de sus dibujos: «Los ojos de Douggi —como llama
a su analista— que lo ven lodo». La certeza de la lectura de
pensamientos termina por situar a la analista en el lugar del objeto
mirada. A continuación llama a otro dibujo: «Dios con sus ojos que
lo ven todo», para terminar afirmando que los objetos lo miran.
La emergencia del objeto mirada va acompañado por la
aparición de trastornos imaginarios. De golpe las cosas le parecen
alejadas, las personas de su alrededor, aunque no cambian de
tamaño, se vuelven minúsculas. En otro momento tiene la
impresión que el mundo se inmoviliza o que él mismo queda
sumergido en sus visiones y al volver no sabe en qué pensaba o
cuánto tiempo transcurrió La percepción de los objetos vacilan y
Sammy tiene la impresión que las casas suben y bajan, que se
mueven Aparecen alucinaciones visuales y olfativas asociadas a un
delirio que construye en lomo al ntétro: lo fascina, quiere tocarlo y
liene un sentimiento inefable asociado a el.
102
Mientras que el mundo continúa desvaneciéndose —las paredes
se desintegran, el libro devora sus propias páginas—en Sammy
aumentan sus ideas de muerte, de las que habla con una gran
reticencia. De hecho, en su última sesión hace un dibujo que titula:
«Yo mueito». La analista lo interpreta como expresión de sus
sentimientos depresivos por la interrupción de la cura; el niño lo
relaciona con un personaje persecutorio.
Joyce McDougall tuvo noticias de Sammy dieciséis años
después. En cuanto al devenir del niño expresa lacónicamente que
pasó muchos años en la escuela a la que lo enviaron, y que durante
ese tiempo la institución impidió que tuviera noticias suyas.
Termina su libro mostrando la conformidad de Sammy con la
publicación y se cuida muy bien de dar información que contradiga
la supuesta «neurotización» que supone que produjo el tratamiento.
12 Idem, p 17.
están solos ni en peligro en la lucha por encontrarse a sí mismos», 1'
dice.
Lo que para el prisionero de un campo de concentración es su
realidad exterior, para el niño autista es su realidad interior: ambos
ICC'
parecen estar convencidos de la inminencia de la muerte. Recoge
algunas características que presentaban los «musulmanes» —se les
llamaba así a los prisioneros que se habían resignado a la muerte
sin oponer resistencia si ésta era la voluntad de los SS (o de Alá)—
y los compara con el comportamiento de los niños autistas.
Su estudio del autismo corresponde a las teorizaciones de la
Egopsychologie. Plantea que el autismo infantil nace del
convencimiento original de que uno no puede hacer nada respecto
de un mundo que ofrece ciertas satisfacciones, pero no las que uno
desea, y esto sólo de manera frustrante. Se retira a la posición
autista. El mundo que parecía insensible hasta entonces aparece
como destructor. Toma como modelo el «marasmo» y el
«hospitalismo infantil» teorizados por Spitz: los niños están
convencidos que el mundo es sólo frustrante y destructor, por lo
que loman una posición de pasividad extrema. Lo diferencia dc la
psicosis simbiótica infantil descrita por M. Mahler; en este caso el
niño puede establecer por lo menos el contacto con una persona, su
madre, lo que le permite desarrollar su aptitud de relacionarse.
Critica la interpretación kleiniana del autismo como temor del
mundo por proyección de su agresividad (como lo plantea
Rodrigué), puesto que el factor cuantitativo no explica por qué
algunos niños se vuelven autistas y otros no. « Creo que la causa
inicial Je la retirada es más bien la correcta interpretación del niño
de las emociones negativas que le procuran las figuras más
significativas de su medio»". dice. Concluye que la tragedia dc estos
niños es que no poseen experiencias más benignas que compensen a
ia negativa.
En su libro presenta tres historiales clínicos. Uno de ellos —
Lanrie—. a pesar dc un notable progreso, resultó ser un
13 lik.it. r 126
14 Ifcn: p V»
11)4
fracaso; el de Joey es considerado como un éxito relativo.
Bruno Betielheim resulta particularmente sensible al trato que
recibieron estos niños por sus padres y se encarga de señalar los
casos de hostilidad. En el caso de Laurie. por ejemplo, señala que al
internarla la madre manifestó dos deseos: que no le cortaran sus
largos cabellos, porque los adoraba, y que se diese a la pequeña un
tratamiento de electrochoques. Los padres de Marcia se casan sin
amor, a la espera que la madre pudiese superar su depresión por la
muerte de su primer marido. Ellos no deseaban, dice Bcttclheim,
que Marcia existiese: el padre para estar a solas con la madre, la
madre para sacarse de encima al marido. Los padres de Joey se
casaron para consolarse mutuamente de sus pérdidas de seres
queridos durante la Segunda Guerra Mundial. Al nacer Joey. la
madre no quiso verlo, lo consideraba «una cosa más que una
persona-, «no quería cuidarlo ni darle de mamar», lo ignoraba;
nadie nunca lo tocaba, lo acunaba o jugaba con él.
El caso más patético de los presentados es el de Laurie, dado
que muestra cómo una niña que llega a los 7 años muda y
totalmente inerme logra hacer grandes progresos —en el libro se
incluyen algunas fotografías de las construcciones que la niña
alcanzó a hacer— que terminan en la nada dado que los padres la
sacan del tratamiento para terminar internándola en un hospital
público para niños deficientes mentales. Cuando Bettelhcim la va a
visitar a esa institución la ve igual que en su primer encuentro:
había perdido todas sus adquisiciones, y no respondía a nadie ni a
nada.
El caso de Joey resulta verdaderamente ejemplar del trabajo de
la psicosis. Dominique y Cérard Miller, al cotnenrar este caso,
indican su itinerario de ser el niño-máquina a ser el niño de la
máquina: ” el niño logra una estabilizac ion a través de la creación
de una máquina eléctrica construida por é mismo que mostraba a
quien quisiera escucharlo
Joey llega a la Escuela Ortogénica de Chicago a los *> añe s y
ntediocomo si fuera un máquina. Cuando hacía algo pateo*
15 I) y C Miller **EI niái> nt^uir i». .S'usttrrt.i 5 (|*<4)
IC'5
funcionar por contro! remoto, era un «hombre mecánico»
movido por máquinas constituidas por engranajes y transmisores
creados por él y luego fuera de su control.
El niño sólo tenía existencia cuando la máquina funcionaba,
sino permanecía parado sin moverse. Luego de una pausa de
inmovilidad ponía en marcha la máquina que funcionaba a gran
velocidad hasta que se producía una explosión que consistía en que
Joey tiraba una lámpara de radio o una bombilla eléctrica —era
particularmente hábil para procurarse esos objetos, y si no los
encontraba utilizaba una botella o cualquier objeto frágil—. F.n el
momento de la explosión corría hacia todos lados gritando
«¡Crac!» «¡Crac!» o «¡Explosión!». Una vez que el objeto lanzado
se destrozaba Jocy moría con él.
Para poder vivir. Joey se representa como máquina a través de
complejas instalaciones constituidas por bombillas, cabos de
cuerdas y lámparas: respiraba con un carburador, comía con un
gran motor, y dormía con un aparato complejo fabricado con cinta
adhesiva, cartón, trozos de alambre y otros objetos diversos —en el
libro se encuentra la fotografía— instalado a los pies de la cama.
Tendía en el suelo un hilo imaginario y se conectaba con su fuente
de energía eléctrica. Necesita enchufarse a través de su pantomima
para poder funcionar En definitiva. Bettelheim indica que se
encontraban frente a un «robot»: sus maquinarias formaban parte
de sus «prevenciones» para protegerse del mundo exterior.
El «enchufarse» es interpretado por Bettelheim como la
posibilidad de recibir amor —en contrapunto a su historia afectiva.
Lo ejemplifica con la siguiente anécdota. Un día Jocy deja de
funcionar porque había sallado un plomo. La educadora le ofrece
un bombón, el niño acepta y en ese momento dice que sus hilos se
arreglaron. Bettelheim concluye: -Alimentado con amor, la energía
vital volvía a fluir».'*
D. v G. Millcr señalan ues fases en este tratamiento. En *
la primera fase —que corresponde a su llegada a la Escuela— el
niño es una máquina; sus «•prevenciones» también concier nen al
lenguaje: construye su propio código y utiliza ncologis-
15 Idein, 3IS
106
mos que cambia incesantemente para que no se sepa su
significación. Al mismo tiempo humaniza a las máquinas y
establece diferencias entre ellas.
Al cabo de un año se inicia la segunda fase, como resultado dc
la oposición de los educadores frente a las prevenciones
alimenticias de Jocy. El niño distingue entonces entre las máquinas
buenas y malas. Por otro lado, comienza sus construcciones
delirantes en tomo a la analidad. asociados a un niño llamado Ken.
En la tercera fase sitúan la emergencia subjetiva de Joey a
través de la creación dc dos significantes: el indiecito de
«Connecticut» y los furgones «Hennigan». Connecticut se
descompone en connect - l - cut, y Hennigan en Hen - I - gan. Joey
logra representarse por dos significantes fundamentales para una
máquina, connect (conectar) y cut (cortar). De esta manera, la
construcción simbólica comienza a separarlo del goce que lo
maquiniza. Dc lo simbólico emerge una identificación imaginaria
con otro niño, Milchell, su alter ego especular: empezó a imitarlo, a
constituir un «como si». De allí emergen nuevas producciones
delirantes — el «Chiekenpox» de donde surge una serie de dibujos
dc la gallina eléctrica encinta de un feto eléctrico, que da a luz una
gallina-pollito que lo representa— que toman el relevo de las
máquina».
Bettelheim da por terminado el tratamiento en el punto en un
supuesto renacer del autismo a través del trabajo reparador de la
Escuela: según su deseo, tal como señalan D. y G. Miller.
Tres años después Jocy va de visitu a la Escuela con la máquina
de su invención: un convertidor de corriente alterna en continua
que cargaba con él dc la misma manera que la máquina que trajo a
su llegada al establecimiento. El efecto estabilizador de la nueva
máquina está dade por la localización del goce en un aparato con el
que se libera de su experiencia invasora.
Las prótesis imaginarias que propone Bettelhe m son
insuficientes para lograr un progreso duradero en los tratamientos.
Podemos oponer los dos casos: Laurie fuera ik:l contexto
imaginario que le permitía sostener un cuerpo wtielre a su punto dc
partida; Joey —cuyo punto de p¿.rtidü fue 4111
o?
duda mucho más productivo— encuentra la salida en la
construcción de un aparato, en el lugar de la metáfora delirante, que
le permite encontrar un orden peculiar en el interior de su
estructura, volviéndose un caso paradigmático de estabilización
delirante.
4. - Fran^oise Dolto: el caso Dominique (1971)
Fran^oisc Dolto perteneció a la Escuela freudiana de París.'*
Llevó a cabo cierto número de desarrollos conceptuales a partir de
su rica experiencia en el trabajo con niños. Siguiendo la orientación
de Lacan. pone el énfasis sobre lo simbólico y en la especificidad
del deseo en el ser viviente. Pone el acento en las «imágenes
inconscientes del cuerpo» que funcionan en todo momento como
una síntesis actual de experiencias emocionales repetidamente
vividas a través de sensaciones crógenas. Define al autismo como
una enfermedad simbólica de la relación con el entorno. 1’ Aparece
como una ruptura simbólica del narcisismo del sujeto. La psicosis
del niño se constituye en relación al Edipo no resuelto de los
padres. Su libro más conocido sobre este tema es el análisis del
adolescente llamado Dominique. Examinaremos exclusi- vamente
este historial clínico, sin tomar en consideración los desarrollos
teóricos formulados en sus otros libros.
Dominique Bel tiene 14 años en el momento de la consulta. Es
derivado para un diagnóstico y una consecuente ubicación escolar
(repite tres veces el mismo grado). Al comienzo se lo consideraba
como un «débil simple», pero después de la pubertad tiene una
evolución hacia la esquizofrenia.
Dominique mantiene una sonrisa estereotipada, con los ojos
semiccrrados: al salir de la escuela, si nadie se lo impide, sigue a
cualquiera; aunque habla, no responde a las preguntas; dibuja y
hace modelados estereotipados de artefactos mecánicos (aviones y
autos, jamás barcos): tiene cierta desorienta
17 VeM ComtpHuM* püpkaiimiwitiéiti. . . o p ck.. p p I J O -
143
IX F. l>*o. t.%! «'nú/# des Pan*’ Rabril Luffoni I9Í5.
ción espacio-temporal; no tiene noción de las proporciones, piensa
que algo grande y voluminoso puede meterse indife- rcnciadamente
en una caja pequeña como en una grande; tiene pánico a bañarse y
lo aterroriza que pasen por agua sus calcetines; no tiene amigos,
juega un poco con autos pequeños; lee; no comprende nada de
cálculo pero está obsesionado con ello; tiene comportamientos
10*
extravagantes: los objetos no deben cambiar de lugar, y. sobre todo,
cuenta historias que inventa, pero más que una Tabulación se trata
de delirios.
El desencadenamiento se sitúa a los 2 años y medio, frente al
nacimiento de la hermanita: reacciona con angustia al ver mamar a
la hermana pues no quería verla «comerse a la mamá». Comienza
entonces sus crisis de oposición, cólera y rabia, y pasa por períodos
de mutismo e insomnio.
Podemos leer la dirección que Dolto le imprime a lu cura a
partir de la indicación de trie Laurent: Fran^oise Dolto intenta
hacerle creer a Dominique que su padre —el padre Ideal— tiene
cierta incidencia sobre él, aunque en verdad se desinteresa
completamente.1 Esto produce un cierto alivio en el niño, aunque de
corta duración. '* Es decir que hay un empuje a neurotizarlo cuyo
alcance es fragmentario.
La madre de Dominique indica desde sus primeras entrevistas
que hace de madre y de padre a la vez, puesto que el marido tiene
una presencia muy variable; es mis. los nifioi no ven la diferencia
cuando el padre no está pues ella se entiende muy bien con ellos.
De hecho, estas diferencias quedan solapadas e indica que al
conocerse con su marido los unió ser «hermanos en la miseria**, en
los trastornos afectivos que cada uno de ellos padecía.
Frente a esta declaración F. Dolto intenta rescatar al padre de
entrada, por lo que le dice a Dominique: «Repito a Dominique
delante de su madre que e! hecho de tfin et podre no esté en casa a
menudo no quiere decir que r.o cuente, que ya sabe que la madre ha
actuado ríei*\j>re ¿e acuerdo a una decisión tomada en común»
19 E Lamín. «Hjv un fin ¿r ¿Ratiti* pora VJ% niéo*» rf «i. pi 1>.1|
20 F Dolto. F.t Dt*iu bueno* Aires Sí {lo v«ii un
19 ?y p. .12
IP>
Al mismo tiempo introduce una precisión de valor: Dominique
no es un niño débil mental, aunque lo parezca, sino un niño
psicótico inteligente. Lo que prima es la estructura de la psicosis —
con un diagnóstico positivo— y no los resultados escolares y el
aspecto deficitario que puede presentar.
En la segunda entrevista volvemos a encontrar la orien tación
particular dc la cura que inventa a un padre. El padre de Dominique
dice durante la entrevista que su hijo es de otro planeta, que no es
como ellos. Dolio responde a ello acentuándole a Dominique el
interés que tiene el padre por él y la molestia que se tomó en ir a
verla.
Entre tanto, en el transcurso dc las entrevistas aparecen los
trastornos del lenguaje (trastornos gramaticales que expresan un
trastorno generacional —«Es mi madre de mi padre»-; neologismos
— «odesaba», fusión entre ordeñar y la palabra francesa baiser que
significa tener relaciones sexuales—; desplazamientos metonímicos
entre las palabras que lo llevan de un tema al otro; habla en tercera
persona, y expresa asi su ser hablado por el Otro. Señala algunas
alucinaciones: «Muchas veces veo ratones, no sé dónde los veo,
pero los veo». Por otra parte, la transferencia hacia su analista
rápidamente toma un cariz delirante, por lo que tiene la certeza que
ella va a actuar sobre él.
La interpretación cdípica es utilizada nuevamente en la quinta
sesión. El niño solfa acostarse en la cama de la madre. Dolto
intenta introducir la prohibición paterna, cuando en realidad el
padre no objeta que sus hijos se pasen a la cama con su esposa
cuando el no está, Ix dice: «...en la ley de todos los hombres... está
prohibido que los muchachos se acuesten con sus madres... pero
pregúntale a tu padre, te dirá lo mismo que te he dicho, es la ley de
todos los hombres*.''
En realidad, trata dc salvar al pudre, de inventárselo, por todos
los medios. Ante un juego que para Dolto tiene un carácter perverso
—juega a ser la mujer—, le interroga si acaso sería posible hacerlo
delante del padre. Para su
21 lie ai. p 19.
sorpresa Dominique responde que el padre se divierte con ello. Por
lo que ella concluye: «Bueno, ahí ¡¡enes, si el padre dice que eso
está permitido, es que está permitido»,2'- pero aclara en una nota al
pie de página que ante la duda prefirió hacer una referencia al
11(1
padre.
El tratamiento es interrumpido porque el padre de Dominique
consideraba un gasto inútil, que perdían tiempo y dinero, que sólo
eran charlatanerías, que el niño no podía extraer nada útil de verla,
que lo único que se podía hacer era mandarlo a una escuela dc
aprendizaje para retrasados.
Dolto rápidamente acude a sostener al Padre y concluye —
contra toda evidencia—: «Pienso que esta voluntad del padre, si se
opone a la continuación de la psicoterapia, podrá ser tomada por
Dominique como un destete en relación conmigo, una separación sin
traumatismo demasiado grande: porque Dominique es muy positivo
para acoger todo lo que viene de su padre y actualmente eso. para su
estructura, es algo que hay que preservar».-'
Si bien Fran^oise Dolto mantiene todo el tiempo un discurso
analítico —se opone al «adiestramiento» educacional del niño
psicótico, se dirige al sujeto, opera con la transferencia—, su
concepción de un posible pasaje de la psicosis a la neurosis a través
de una inyección simbólica de la ley paterna fallida, lo lleva a
afirmar que Dominique fue curado de su regresión psicótica y está
en curso una elaboración tardía de sus componentes edípicos. AI
tratamiento dc la psicosis debería sucederle el tratamiento de la
neurosis.
La secuencia de este final dc tratamiento se puedo resumir en
afirmaciones contrastantes: la madre dice que el padre dice que no
sirve para nada tratarse. Dolto dicc que lo que e I pidre dice es ley;
pero el padre no habla: la madre y Dolio interpretan su silencio, y
Dominique es habiado por el Otro materno, cuya alienación es
reproducida por la conducción Je la cura.
22 Wcm. p 9-i
2* IScm p 156
Francés Tustin publicó su primer libro en 1972 llamado Autismo
v psicosis infantil. Posteriormente publicó varios más: Estados
autfsticos en los niños (1981), Barreras autistas en pacientes
neuróticos (1987) y El cascarón protector (1992). Trabajó en
diferentes instituciones para niños hasta llegar a ser la jefa de lu
Child Guidance Clinic de la Tavistock Clinic.
Define al autismo como «un estado centrado en el cuerpo, con
predominio de las sensaciones que constituye el núcleo del sí
III
mismo».2* Diferencia el sentido general del síndrome específico
descrito por Leo Kanner. Habla de un autismo primario normal que
no debe confundirse con el autismo patológico que produce la
psicosis infantil. Por otra parte, su inclusión del concepto de
«estados autfsticos» da cuenta de la posibilidad de salida del
autismo psicógeno a través de un tratamiento analítico. Su
definición amplia de autismo le permite hablar de estados autísticos
tanto en la neurosis como en la psicosis.
Parte de la idea de que los niños autistas protegen su
vulnerabilidad engendrando la ilusión de tener una envoltura
exterior a su cuerpo, como una cáscara dura.
En los primeros años de vida los niños autistas toman
conciencia de una manera particularmente dolorosa y dramá tica de
su separación con la madre. Se sienten brutalmente arrancados de
una madre que sentían como una parte de su cuerpo. Para protegerse
de ese daño corporal y excluir otros trastornos ulteriores se
protegen encapsulándose rígidamente. Su protección incluye ciertas
sensaciones corporales sentidas como protectoras, de allí las
manipulaciones de objetos, el balanceo o los movimientos
estereotipados. Por otra parte, plantea que existe una predisposición
genética para este tipo de encapsulamiento
Critica la idea de Kanner de que las madres de los niños
24 F TiitiOn, b'.tUtttis ««/tofiVH m níA»* llVhh P.ntJt»* Hj^don 1992. P 21
auristas son frías e intelectuales; considera que padecen más bien
una depresión, lo que las lleva a disminuir su atención hacia el
bebé. Durante la depresión recurren al niño que llevan en su vientre
para que las acompañe y reconforte. El nacimiento del bebé es
vivido como una pérdida, porque inconscientemente no querían que
salga de su cuerpo, porque al hacerlo queda un sentimiento de
soledad sentido como un «agujero negro». La separación produce
una depresión postnatal también en el bebé, y en la causalidad se
incluyen factores hormonales. El encapsulamiento lo protege de
esta amputación.
A modo de ejemplo podemos tomar el caso de John, quien le fue
derivado a los tres años y siete meses con un diagnóstico de
autismo." Por entonces, su principal interés era golpear superficies
con los dedos o hacer girar objetos redondos. Los padres se
empezaron a preocupar por él porque no aprendía a caminar y por la
naturaleza extraña de su juego: hacía movimientos extraños con las
III
manos, agitaba los dedos frente a su cara de una manera estrafalaria
y tiesa. En la primera entrevista el niño empujó la mano de la
terapeuta para que hiciera girar un trompo, y luego hizo girar su
pene a través de los pantalones mientras que con la otra mano
jugaba en torno de su boca con movimiento giratorios. Esta
secuencia le permite identificar la escasa diferenciación que existía
entre los movimientos del trompo y los del propio cuerpo. A partir
del material presentado, y utilizando sobre todo las pocas palabras
que presenta el niño, Tustin rápidamente comienza a interpretarle al
niño su deseo de volver al vientre materno y la impresión invasora
de que la mam i «no está». Con el curso del tratamiento el niño
comienza a hablar y es el quien introduce la idea de un «agujero
negro con un pinche feo» ligado a su sentimiento de pérdida y
aparente destrucción. El tratamiento concluye tres años más tarde
cuando el nifio I ogra integrarse a una escuela normal
La idea de Tu»im es que el autismo se genera por una lesión
psíquica que provoca una «depresión elemental»- IJJC
25 F Tuau' fla’rerat uatht*' ni '1^1"
Aire* AmortOfTw !<***>. cap. IV.
III
produce la detención masiva del desarrollo emocional y cognilivo.
Este concepto queda asociado a la «depresión psicótica» de
Winnicott (1958) y a la pena que experimentan estos niños referido
por Margaret Mahler (1961). El prototipo de esta depresión es
formulado en términos de «agujero negro» por su paciente John.
Diferencia el tipo dc protección que se produce en la
esquizofrenia y en el autismo. En algunos casos el autismo se
desarrolla como una protección contra la desintegración
característica dc la esquizofrenia. Cuando el autismo cede, la
esquizofrenia latente aparece. Ambas son protecciones contra el
«agujero negro» dc la depresión.
En la esquizofrenia las niños son confusos y embrollados. Hay
una vaga conciencia de la separación con la madre. Puede
producirse un desarrollo confuso aunque en forma fragmentada y
extravagante. En cambio, los niños autistas están fijos, su
desarrollo está detenido. Siguen un curso estrecho y anormal, pero
no desorganizado como en la esquizofrenia. Tienden a protegerse
de las experiencias aterrorizadoras. El niño esquizofrénico fantasea
—por identificación proyectiva— que se esconde en el cuerpo de la
madre, por lo que se vuelve demasiado dependiente. El autista se
envuelve en sensaciones corporales creando su envoltura
protectora: se vuelve insensible a sensaciones tales como el dolor.
No tienen conciencia de sí c ignoran su dependencia dc los otros.
Sin juegos y sin sensaciones normales (que los hace parecer ciegos
o sordos) el desarrollo mental no está estimulado por lo que
parecen deficientes.
Tustin señala que los niños autistas no distinguen los objetos
animados e inanimados. Se trata de una «ecuación adhesiva» (se
pegan contra los objetos) más que de una «identificación
adhesiva». Se rodean de objetos duros con los que se sienten en
ecuación en forma bidimensional Estos objetos no los diferencia de
su cuerpo. Los llama «objetos amistas», que corresponde a lo que
Winnicott llamaba «objetos subjetivos». Lu función de estos
objcios es protegerlos de un ataque corporal y de lu aniquilación
total Pero esta pseudo- proCección le impide entrar en contacto con
»ercs humanos
U
que lo cuiden y que podrían ayudarlo a modificar sus terrores.
El tratamiento consiste en sacar al niflo dc su mundo
bidimensional. pegado a las superficies, y maniobrar para engendrar
objetos y figuras de sensaciones. Al llegar al tratamiento estos
niños parecen flotar. John, por ejemplo, miró al techo y dijo que
estaba allí arriba. A Tustin le pareció que el niño se refería a una
experiencia fuera del cuerpo, como reacción a la separación
terrorífica dc la madre.
En general los tratamientos resultan dc buen pronóstico: los
cuatro niños que trató al final del tratamiento parecían
relativamente normales. Un poco tímidos e hipersensiblcs.
sociables, algunos ligeramente obsesivos. Dos hicieron estudios
universitarios y progresaron normalmente.
Propone que los analistas hagan sentir su presencia y no dejen
que se los ignore. Tratar de hacerles entender que la ausencia de la
madre nutricia no puede ser evitada a través de los objetos autistas.
Poco a poco, a través de la «transferencia infantil», los niños se
vuelven capaces de soportar la ausencia del objeto y aparece el
deseo de volverlo a encontrar. Distingue la transferencia del autista.
que lleva sobre su analista su no-relación con los padres, de la
infantil, en la que el analista representa el seno nutricio que permite
perder sus barreras.
La coherencia y la firmeza del terapeuta les permite desarrollar
una creencia en la continuidad de la existencia y pueden establecer
contactos con la gente.
En su propuesta de trabajo incluye a los padres El marco de la
sesión debe ser claramente definido: horarios, objetos de la casa y
del consultorio, para diferenciar los lugares. Eso ayuda —a su
entender— a tomar consciencia de <us límites corporales y saber
que están envueltos por una piel protectora. Los niños comien/.an
entonces a sentirse seguros con el terapeuta, como paso anterior a
incluirse en el mundo.
6. - Donald Mellzer: la bidimensionalidad (1975)
Meltzer y su grupo de colaboradores llevaron a cabo MI estudio
sobre el autismo a partir de la teoría kleimatu > «Id trabajo de
Esther Bick sobre la identificación adhesiva —'anterior a la
identificación proyectiva kleiniana, caracterizada por la relación
piel a piel—. Plantean una forma especial de disociación llamada
desmantelamiento, cuyo caso extremo es la desmentalización
( mindlessness), en el que se paraliza la vida mental. El estado
it
autista se caracteriza por esta suspensión inmediata y transitoria de
la actividad mental. Este proceso se realiza pasivamente, sin
sadismo, y no se acompaña de angustia ni de dolor. Los niños
desmantelan su yo en sus distintas capacidades perceptuales de ver,
tocar, oír, oler, etc., por lo que el objeto se reduce a una
multiplicidad de eventos unisensuales en los cuales los aspectos
animados c inanimados se confunden y son indiferenciables.
El autismo es definido como un trastorno en el desarrollo que
afecta a niños inteligentes cuando se produce una alteración severa
en el contacto con la madre por un estado depresivo grave.
La dimensionalidad es un concepto que utiliza como parámetro
del funcionamiento mental. Este concepto es susceptible de un
desarrollo que lleva a distinguir las diferentes dimensionalidades
en función de los mecanismos en juego en el psiquismo.
El mundo unidimensional es radial, tiene su centro en el self
desde donde parten los impulsos hacia los objetos.
FJ mundo hidimensional concibe al objeto como una superficie
puesto que el yo también es una superficie sensible que percibe las
cualidades sensibles del objeto. En este mundo no cabe la
introyección de los objetos, ni el pensamiento o la memoria; nada
cambia y e! tiempo es circular. Aquí funciona la identificación
adhesiva, que en el desarrollo normal antecede a los procesos de
disociación c idealización que según Melanie Klein inician el
desarrollo humano —es decir, previo a la posición esquizo-
paranoidc—. Esta posición es comple- tamente original dentro del
movimiento kleiniano —señala Laurent—pues no recurre a los
mecanismos esquizoides para explicar la psicosis.
2 6 E Lutrcti. «IX: * up cu
II*
Con la identificación proyectiva comienza a funcionar el mundo
tridimensional-, y con el advenimiento de la posición depresiva se
alcanza la tetradimensionalidad.
Distingue dos tipos de fenómenos en los estados post- autistas:
la obsesionalización: ritualización y fragmentación que no tiene
nada que ver con la estrategia obsesiva de un sujeto en relación a la
castración; y la fetichización del objeto.
En cuanto a la dirección del tratamiento. Mcltzer indica: «...era
necesario que el terapeuta fuera rapaz (le movilizar la atención
suspendida del niño en su estado autista. para traerlo nuevamente al
contacto transferencia Esto se traduce en una disponibilidad
corporal directa del analista frente a los requerimientos del niño
que dan cuenta —para Melt/.er— de su sensualidad oral. Da el
ejemplo de Timmy que ponía su boca cerca de la del analista
mientras este hablaba y parecía comerse sus palabras.
El analista debe ayudar a constituir un objeto en un espacio
interior, es decir propiciar la identificación intróyectiva que permita
incorporar un objeto continente del espacio para acoger los objetos
no dañados. El dispositivo analítico apunta a crear un límite, un
continente que pueda contener al niño.
Su posición dista del furor curandi. En el caso de Timmy resume
el tratamiento de cuatro años con la conclusión lacónica de
«resultados significativos por momentos pero aI fin Je cuentas
decepcionantes». * Incluso en el caso de Piffie, paciente analizada
:
118
actividades; el nivel de la constancia del funcionamiento
intelectual; la impresión general de un clínico experimentado.
En su trabajo, Pccters constata que estos niños son lentos en sus
adquisiciones: sólo conocen lo que se les enseña. Nunca conocerán
lo que no se les haya enseñado. Resulta esencial la elección de las
«aptitudes» del niño que serán desarrolladas.
«Hay que ser realistas —dice Peeters—, inclusive con un
programa ideal, el adulto autista no alcanzará una autonomía
completa. El mejor de los programas no hará de un niño autista
deficiente mental un adulto sin déficit. Es un handicap crónico ; hasta
un adulto autista dolado permanecerá demasiado ingenuo, en
términos sociales, como para vivir de manera completamente
autónoma».
Esta perspectiva es una viva encarnación del discurso amo,
puesto que desde un criterio puramente ideológico se eligen las
aptitudes más «útiles» y se «programa» a los niños para que se
adapten a un sistema de significaciones determinado. El sujeto
queda elidido, y aquello que resulta singular, lo que podría volverse
la marca de su unicidad, se borra en la adquisición estereotipada de
ciertas conductas. Esta posición traduce una herencia psiquiátrica
en la que lo subrayado es el déficit; en este caso, es llamado
mental, y los comportamientos socialmente utilizables intentan
suplirlo.
V- UNA
PERSPECT
IVA
LACANIAN
A DE
TRATAMIE
NTO
El concepto de curación no es
psicoanalítico. lo que no impide que un
sujeto consulte para aliviarse de su
sufrimiento. Lacan indica que existen tres
incurables en psicoanálisis: la estructura, la
división del sujeto, y el goce: se pueden
deshacer los síntomas, pero el sujeto no se
cura del fantasma sino que lo atraviesa, lo
que implica una pérdida de goce.
Lacan se refiere a la cura de la siguiente
manera: «La cura es una demanda que parte
de la voz del sufriente, de alguien que sufre de
su cuerpo o de su pensamiento ».' Lacan no
dice que sea un respuesta sino que es una
demanda —de curar su sufrimiento, de
obtener un sentido a lo que le sucede—. Pero
en esa demanda se desconoce la satisfacción
asociada a su padecimiento, su goce —que
está más allá del bien del sujeto—. Por otra
parte, la demanda no es un deseo.
El analista no rechaza la demanda
terapéutica, puesto que el efecto terapéutico
es posible a través de un alivio sintomático.
Pero a diferencia de las psicoterapias, que
producen cierto alivio pero logran hacer
callar al paciente, le permite encontrar las
palabras verdaderas que nombren ese sufrir:
Lacan lo llamó el «bien decir».
El tratamiento de niños psicóticos relanza
esta pregunta acuciante a partir de la
particular posición del sujeto e» la
estructura. Hemos examinado ya distintas
tentativas de res~ ponder a esta cuestión.
Abordaremos ahora esta problemática desde
una perspectiva lacaniana, donde se pone en
juege ir.ít que la noción de curación la
«estabilización» que el psicótico logra
obtener en el interior de su estructura.
I J. Lacan. «Televisión»», p 88 .
1:1
Casi treinta años después, Leo Kanncr llevó a cabo un
seguimiento de los once casos estudiados en 1943. Ellos dan cuenta
de la multiplicidad de destinos posibles que van desde estudios
universitarios e inclusión social al estado de profunda apatía y
aislamiento. Kanner se pregunta qué es lo que determina en cada
caso el curso diferente del autismo.*' Una constatación, no
obstante, se impone: la mayor parte de los niños de mejor
evolución fueron tratados en forma individualizada, o en escuelas
especializadas.
Dice: « Uno no puede impedirse pensar que la admisión en un
Hospital del Estado fue equivalente a una sentencia por vida que se
acompañó de la desaparición de las extraordinarias hazañas de
memoria; del abandono del combate anterior, patológico pero activo,
por el mantenimiento de la presencia; de la pérdida del interés por lo
objetos, a lo que se agrega una relación fundamentalmente pobre con
las personas, en otras palabras, un repliegue completo en la casi
nada».19
Esos niños fueron agrupado con pacientes severamente
deficitarios, en un caso lo admitieron a título de «guardería».
Los dos casos de mejor evolución fueron los de Donald y
Fréderick. Los retomaremos brevemente.
Donald fue visto por primera vez en octubre de 1938. a los
cinco años. En su historia evolutiva relatan que al año podía cantar
con mucha precisión. Antes de los 2 años manifestó una «memoria
inhabitual» para las caras y los nombres. Rápidamente, aprendió el
alfabeto de un lado y del otro y contaba hasta cien. Pero no
preguntaba ni respondía a las preguntas, salvo si se enlazaban a
ritmos. Le gustaba estar solo. A partir del segundo año desarrolló
una «manía de hacer dar vueltas a los cubos, cacerolas y otros
objetos redondos». También sacudía la cabeza hacia un lado y
hacia el otro. Hacía movimientos estereotipados con sus dedos,
cruzándolos en el aire. Tenía innumerables rituales verbales. Si se
lo contrariaba gritaba. Las palabras tenían para el un sentido
específico e inflexible. Repetía ecolálicamente las frases que
utilizaban para dirigirse a él. Hablaba dc sí en tercera persona. Y al
19 licr
comunicarse con los otros utilizaba expresiones sin sentido.
Una vez iniciado el tratamiento empezó a hablar en primera
persona, aprendió a leer y a tocar el piano, sus juegos se volvieron
más imaginativos y variados, aunque enteramente ritualizados.
En octubre de 1939 lo enviaron a una escuela e hizo rápidos
progresos. En el informe de 1941 indican que si bien mejoró
mucho, sus dificultades de base seguían siendo evidentes. Su
conversación consistía en preguntas obsesivas que eran inagotables,
al estilo: ¿cuántos días hay en una semana, años en un siglo, siglos
en la mitad de un milenio?
En 1945 Kanner visitó a Don en una granja donde los padres lo
habían enviado a vivir. Los granjeros lograron resultados
interesantes al enlazar las estereotipias del niño a actividades
prácticas. Por ejemplo, le hicieron utilizar su preocupación por las
medidas pidiéndole que cavara un pozo del cual tenía que tomar la
profundidad. En una oportunidad en que comenzó a calcular
interminablemente los surcos de trigo le hicieron contarlos a
medida que los araba.
El último informe escrito por la madre es de 1970, cuando tenía
36 años: « Don es soltero y vive en casa con nosotros... Desde que
aprobó sus estudios universitarios en 1958 trabaja como cajero en el
banco local —notable utilización de sus cálculos ininterrumpidos
—... Su distracción principal es el golf, al que juega 4 o 5 veces por
semana en el club local y en donde ha garuido seis trofeos en
competencias... Es secretario de la escuela dominical en la Iglesia
presbiteriana... es muy dotado para ios idiomas... juega bien al
bridge. La falta de iniciativa parece ser su secuela más importante.
Participa poco de las conversaciones y no demuestra ningún interés
por el seto opuesto».*
Fréderick les fue dirigido a los 6 años, en mayo del 42. por
dificultades de adaptación. No jugaba como los otros niños. Lo
aterrorizaban los objetos mecánicos: la batidora, la aspiradora, el
ascensor. Se comportaba como si a su alrededor no hubiera otras
personas. Si se acercaban a él, se alejaba. Perseveraba con las
mismas cosas, ordenaba sus objetos de la misma manera.
Pronunciaba palabras ininteligibles o repetía palabras en eco.
En setiembre de 1942 fue inscrito en la Escuela Devereux y
permaneció allí hasta 1965. A los 26 años era un muchacho
agradable y pasivo cuyo principal interés era la música. Formaba
parte de un coro y era el responsable de los altoparlantes durante
las fiestas de Carnaval. Pasaba solo los fines de semana en la
ciudad, y era autónomo en sus compras personales.
Cuando deja la escuela se va a vivir con sus padres. El útlimo
informe es de 1970, cuando tenía 34 años. Los padres lo pusieron
en contacto con un Taller protegido del condado y en el Centro de
Aprendizaje Profesional, donde le consiguieron un trabajo rutinario
con máquinas duplicadoras; tiene un buen desempeño.
Ninguno de estos historiales especifica el tipo de trata miento
recibido o el destino de los fenómenos psicóticos presentados en la
infancia. Examinaremos a continuación nuestra propuesta de
trabajo con niños psicóticos.
2.- La dirección de la cura
Partiré de la oposición de las secuencias clínicas de una niña
neurótica y un niño autista; ambos tienen cuatro años/
Luego de una internación hospitalaria por un cuadro severo de
bronquitis espasmódica, María retoma sus sesiones en forma
diferente a como lo hacía hasta entonces: no quiere desprenderse
de los brazos de su madre y llora desconsoladamente en el
transcurso de la sesión. Frente a su llanto, tomo una plastilina.
hago una lágrima, la liro sobre el
5 V&it S TerJkj'’'. «¿lavcrprciJf *1 nAo iühmi'- F.f Caldtr* 4i 11 ** 6 ).
escritorio y digo: «Son lágrimas, caen». María instantánea mente
deja de llorar, comienza a jugar con las plastilinas mientras que me
habla del abuelo muerto que se fue al cielo.
Desde el comienzo de la consulta. Alex rehúsa categóricamente
a entrar solo al consultorio. Un día. cierro la puerta antes de que
pase la madre y le digo que no entra. El niño permanece unos
instantes frente a la puerta, y luego se sienta delante mío del lado
izquierdo, dándome la espalda, sin mirarme. Reproduce la misma
posición que tomó cuando entraba con la madre: se sentaba frente a
ella del lado izquierdo y manipulaba sus objetos ignorando nuestro
diálogo y presencia. Durante veinte minutos desplaza sus cubos
guardando silencio en esta posición. Me quedo sentada, sin
moverme ni decir nada. Cuando finalmente el niño se da vuelta y
me mira, corto la sesión.
Desde entonces, Alex entra solo y una serie de efectos se
manifiestan paulatinamente: comienza a utilizar un mayor número
de palabras y frases comprensibles, se dirige a mí y a los otros con
la voz y la mirada, e incluso aprende a leer y a escribir. De hecho,
algunos meses después, la madre me cuenta durante una entrevista,
con sorpresa, un progreio del niño: antes era completamente
indiferente a su imagen e» el espejo; ahora se mira, se reconoce y
dice su nombre. Es decir, hay una constitución especular como
efecto del tratamiento de lo real a partir de lo simbólico.
En los dos casos la intervención analítica apunta u la
separación del objeto. Pero la inscripción de esta operación lógica
marca la diferencia. En el autismo hay alienación pero falta la
separación: la primera se traduce en el uso holofrásico del lenguaje
en intermitencia con su mutismo o jergu indiferenciada; la segunda
produce la positivación del ob_wio En la neurosis, ambas
operaciones se instauran, y dejar corno resto el enigma del deseo
del Otro.
Para María, interpreto que un objeto puede separarse del cuerpo
—en este caso las lágrimas— la angustia dejeiui- denada por la
intrusión del enigma del deseo del One. representada en este caso
por la acción del discurso n édico sobre su cuerpo, cede de
inmediato, y la niña puede dij.pl eaai
Fréderick les fue dirigido a los 6 años, en mayo del 42. por
dificultades dc adaptación. No jugaba como los otros niños. Lo
aterrorizaban los objetos mecánicos: la batidora, la aspiradora, el
ascensor. Se comportaba como si a su alrededor no hubiera otras
personas. Si se acercaban a él. se alejaba. Perseveraba con las
mismas cosas, ordenaba sus objetos dc la misma manera.
Pronunciaba palabras ininteligibles o repetía palabras en eco.
En setiembre de 1942 fue inscrito en la Escuela Devcreux y
permaneció allí hasta 1965. A los 26 años era un muchacho
agradable y pasivo cuyo principal interés era la música. Formaba
parte de un coro y era el responsable de los altoparlantes durante las
fiestas de Carnaval. Pasaba solo los fines de semana en la ciudad, y
era autónomo en sus compras personales.
Cuando deja la escuela se va a vivir con sus padres. El ütlimo
informe es de 1970. cuando tenía 34 años. Los padres lo pusieron en
contacto con un Taller protegido del condado y en el Centro dc
Aprendizaje Profesional, donde le consiguieron un trabajo rutinario
con máquinas duplicadoras; tiene un buen desempeño.
Ninguno de estos historiales especifica el tipo dc tratamiento
recibido o el destino de los fenómenos psicóticos presentados en la
infancia. Examinaremos a continuación nuestra propuesta de trabajo
con niños psicóticos.
2.* La dirección de la cura
Partiré de la oposición de las secuencias clínicas de una niña
neurótica y un niño autista; ambos tienen cuatro años . 5
124
frente a la puerta, y luego se sienta delante mío del lado izquierdo,
dándome la espalda, sin mirarme. Reproduce la misma posición que
tomó cuando entraba con la madre: se sentaba frente a ella del lado
izquierdo y manipulaba sus objetos ignorando nuestro diálogo y
presencia. Durante veinte minutos desplaza sus cubos guardando
silencio en esta posición. Me quedo sentada, sin moverme ni decir
nada. Cuando finalmente el niño se da vuelta y me mira, corto la
sesión.
Desde entonces, Alex entra solo y una serie de efectos se
manifiestan paulatinamente: comienza a utilizar un mayor número
de palabras y frases comprensibles, se dirige a mí y a los otros con la
voz y la mirada, e incluso aprende a leer y a escribir. De hecho,
algunos meses después, la madre me cuenta durante una entrevista,
con sorpresa, un progreso del niño: antes era completamente
indiferente a su imagen en el espejo; ahora se mira, se reconoce y
dice su nombre. Es docir, hay una constitución especular como
efecto del tratamiento de lo real a partir de lo simbólico.
En los dos casos la intervención analítica apunta a lu separación
del objeto. Pero la inscripción de esta operación lógica marca la
diferencia. En el autismo hay alienaciór. pero falta \& separación: la
primera se traduce en el uso holofrásico del lenguaje en
intermitencia con su mutismo o jerga indifcrenciada; la segunda
produce la positivaciór del objeto. En la neurosis, ambas
operaciones se instauran, y dejan como resto el enigma del deseo del
Otro
Para María, interpreto que un objeto puede separarse Jel cuerpo
—en este caso las lágrimas—; la angustia desencadenada por la
intrusión de! enigma del deseo del Otro, representada en este caso
por la acción del discuiso médico sobre su cuerpo, cede de
inmediato, y la niña puede dejplcg a* su cadena asociativa en
relación a la reciente muerte de su abuelo. La dirección de la cura
ratifica la extracción del objeto: esta operación precede al
tratamiento y la instala en la estructura neurótica.
Para Alex. en cambio, el objeto está positivizado: él mismo es el
objeto mirada que se ofrece como complemento del Otro. Mi
intervención apunta a la producción de una hiancia entre el sujeto y
el objeto que el niño encarna, de modo que suture la falta del Otro.
Se trata de introducir cierta discontinuidad en su inercia real de
goce. I-a dirección del tratamiento hacia el agujero y la hiancia
posibilita que el niño comience a hablar y que aparezcan rudimentos
imaginarios.
Resta la paradoja del tratamiento de una operación que no puede
ser inscrita —la separación—, y que. sin embargo, produce efectos
subjetivos. Esta perspectiva permite que el niño no quede
petrificado en la posición de objeto en el fantasma materno. El
analista se dirige al sujeto que se manifiesta en esporádicas
palpitaciones que indican su presencia en lo real, y estas puntuales
escansiones actúan sobre los tres registros: extracción de goce,
hiancia en la estructuración holofrásica del lenguaje, textura
imaginaría dada por la constitución del espacio simbólico.
Distintos psicoanalistas de orientación lacaniana han abordado la
cuestión de la dirección de la cura en niños autistas,
F. Koehler (París) indica: «La clínica del autismo debe operar
sobre el corte y no sobre el matemaje. se trata de producir una falta
que autorice el acceso a la palabra».1'
Leonardo Rodríguez (Melboumc) señala —siguiendo a los Lefort
— la importancia de adoptar una «actitud pasiva» —que requiere
una escucha activa y el trabajo silencioso del analista— en el
trabajo con niños autistas para facilitar los «intentos del sujeto de
dividir al Otro, articular una demanda y extraer el objeto del Otro».‘
Esta afirmación toma como base la dificultad para el desarrollo de
la Irans- fcrencia en el autista por ausencia del Otro (lugar del
significante y del deseo): presencia real de la que no es posible
extraer un objeto.
Lo ilustra con el caso dc un niño de cinco años que presenta los
rasgos clásicos de una forma severa dc autismo. Al comienzo del
tratamiento, el niño lo ignoraba totalmente o si tocaba alguno de
sus autos le empujaba la mano sin mirarlo. Su juego repetitivo
consistía en alinear dos autos, siempre lo mismo, constituyendo así
una especie de holofrase con los objetos. Decidió no hacer nada y
limitarse a cortar la sesión, a lo que el niño se resistía pasivamente:
parecía no enterarse. De a poco surgieron algunos significantes al
disminuir su «intrusión» sobre sus objetos.
Un día rechaza salir al terminar la sesión. «Se dirigió entonces a
un rincón deI consultorio, mirando la pared y dándome la espalda.
Insistí en que debía irse pues habíamos terminado. Se dio vuelta,
furioso, me tomó de ¡a mano y me llevó al rincón, el mismo donde él
se había puesto antes, y me dejó allí, mirando la pared» * El niño
comienza a dirigir un llamado, al mismo tiempo que lo constituye
como un doble real dada la ausencia del registro imaginario. El
12*
punto en que se interrumpe este relato clínico es en el que el niño
comienza a darle algunos dc sus objetos, lo que muestra que han
adquirido para él un valor significante (lo que les permite entrar en
circulación).
A diferencia de la neurosis, en la que se apunta a una
rectificación subjetiva, aquí el analista procede por una
rectificación del Otro, para modificar su posición de puro real. Para
ello —dicen R. y R Lefort—, el analista consiente a prestar su
cuerpo para el trabajo analítico del rr.ño
El libro El nacimiento del Otro de Rosinc y Roben Lefori es
paradigmático de un abordaje clínico-topológico del ajtumo.' El
análisis de Marie-Franifoise da cuenta del impesse que conduce la
falta dc articulación entre lo real y lo simbohco y la presencia de
una superficie sin agujero.
i Idem. p. 9T
4 R ; R. Lcfcfl. t.l r.ucimir.Uf uft Otra (I9S0). P»
198*
Vicente Mira (Madrid) da cuenta de una secuencia de análisis
con una niña autista. *' Sara tiene 3 años en el momento de la
consulta. De entrada se plantea cómo hacer actuar lo simbólico
sobre lo real. La traen porque no aprende a hablar, no se interesa
por nada alrededor de ella, y a veces está muy agitada por crisis de
cólera. Cuando se le acercan reacciona con pánico, y por momentos
se queda completamente inmóvil. Se expresa con gestos; utiliza la
mano de su madre para conseguir lo que busca. A veces se deja
acariciar, pero cuando comienza a molestarse da pequeños
golpecitos sobre la parte del cuerpo que está en contacto con ella.
En cuanto al uso del lenguaje, sólo balbucea algunas sílabas. A raíz
de una luxación congénita bilateral de la cadera debe ser
inmovilizada desde los 4 hasta los 16 meses. La madre sufrió una
depresión al final del segundo embarazo y al comienzo del
embarazo de Sara. La niña tenía siempre una expresión triste, no
sonreía, y se ponía rígida cuando la tomaban en brazos.
De entrada. Mira señala el efecto pacificador que tiene sobre ella
su no intervenir y funcionar como pura presencia. Para ello, respeta
tos límites que la niña le propone: cuando le acerca una muñeca la
niña le da unos golpecitos en la mano, evita entonces traspasar el
límite en relación a su cuerpo. Entretanto, la niña mantiene su
mirada fija en el vacío. Pero del Otro real que es el analista para la
niña, toma un objeto —su agenda— y comienza a manipularla en
sus sesiones. Pero esc no-actuar produce en cierta ocasión la
somnolencia de su analista, que se despierta cuando escucha el ruido
de la niña al caerse de la silla. Descubre entonces que su pasividad
sostenía el «trabajo» de inscripción de una falta en el Otro, aunque
más no sea por su mirada, y que, al ausentarse para dormitar. Sara
no puede más que caerse en lo real para agujerear esc Otro. A
continuación se pone a agujerear y desgarrar papeles. A partir de
allí se construye una secuencia en la que interviene un circuito de
objetos.
Este trabajo muestra bien que la «pasividad» propuesta en
14» V. Vlira r¿ d KMotno» H
la dirección dc la cura no es un no hacer nada, sino que implica
eslar átenlo al trabajo del niño en su esfuerzo por producir una
hiancia en lo real donde poder alojarse como sujeto.
Annie Cordié publicó un libro en el que a partir de un caso
clínico analiza la cuestión de la psicosis infantil y, al mismo
I2X
tiempo, da algunas indicaciones en torno a la dirección de la cura."
Sylvie tiene 3 años en el momento de la consulta: no habla, no
camina, tiene trastorno dc alimentación, grita incesantemente, le
aterrorizan ciertos objetos —en particular los esféricos—. su
rigidez alterna con movimientos estereoripados que consisten en
golpear con un material plástico que sostiene con su mano derecha,
también rechina sus dientes. La madre expresa su deseo dc no
volver a ver a su hija para no escuchar sus gritos. Dice: «Esto no
puede durar, es ella o yo». Es más. le pregunta a la analista si
durante el transcurso del tratamiento Sylvie no podía quedarse con
ella. La niña permaneció con sus padres hasta los 7 años: un estado
agudo de despersonalización con alucinaciones la lleva a entrar en
un hospital de día en París, por lo que pasa a vivir con su abuela
paterna.
Durante el primer tiempo del análisis A. Cordié llevaba en
brazos a Sylvie mientras la niña gritaba: la apretaba muy fuerte para
calmarla. Entre tanto, nombraba los objetos que veía de pasada.
Frente al espejo le hablaba de la niña y dc ella. También se le
ocurrió hablarle cantando y variando los ritmos. Le nombraba
partes del cuerpo. Una vez más tranquila. la sentó al lado dc la
mesa, y la niña comenzó a golpear ese objeto. Cordié respondía con
el mismo ritmo o variándolo, al mismo tiempo que introducía
palabras. Lentamente le niña comenzó a explorar el cuerpo dc su
analista utilizando como instrumento la mano de Cordié que ella
dirigía. Todas estas maniobras de contacto iban acompañadas de
algunas interpretaciones. Una de ellas resulta clave: vincula su
rechazo de caminar con un episodio traumático ocurrido en la playa
y le dice: «A lo mejor creiste que al meterte en la arena habías
perdido tus pies». A partir de esta intervención se produce un
trabajo alrededor de los pies, primero exploratorio de los de una y
de otra, y luego comienza a caminar. La nominación simbólica de
los pies, que intenta simbolizar lo que fue para ella una pérdida real
—si no tiene pies no puede caminar— restituye la función y pone
en marcha su ideación delirante. La niña dice mucho tiempo
después que creyó que las olas del mar la querían comer. Sylvic
logra una estabilización en su adolescencia por identificación con
Lisa, la educadora que se ocupó de ella. Pero su destino depende
del enlace obtenido con lo simbólico, de lo contrario permanecen
como simple «muletas» fácilmente derrumbablcs.
I2y
3) El trabajo institucional con niños psicóticos
Maud Mannoni creó la Escuela experimental de Bonneuil- sur-
Marne en 1960 en oposición a las instituciones conven cionales, lo
que se llamó por entonces el «estallido de las instituciones» (sigue
la orientación antipsiquiátrica ). En ese lugar se recibe, sin
15
130
deseo. Pero ese ir y venir se presenta en forma diferente según se
trate de un niño neurótico, perverso o psicótico.
Plantea al niño amista como la prolongación del cuerpo de la
madre: el niño y la madre hacen uno, el niño sólo tiene sitio como
sobrecarga narcisista de la madre. Estos niños pasan temporadas en
Bonneuil en alternancia con otros lugares. Considera que la ruptura
en lo real producen efectos en la madre y el hijo. Dice: «.Medióme
la ausencia, ambos tienen la posibilidad de metaforizar su relación
con el otro».'' A su entender, es deseable que el niño cambie de
lugar cuando establece una estereotipia adaptativa.
Su posición en torno a este tipo de tratamientos es
excesivamente optimista: con la separación, el niño autista
conquista la rcapropiación simbólica de su cuerpo que había
abandonado al poder real de su madre, por lo que comienza a desear
y a hablar.
Ahora bien, al poner el acento sobre la fusión de los cuerpos
termina reduciendo el concepto de Otro simbólico planteado por
Lacan en un « Otro ambiental a tratar, esencialmente, el Otro
familiar», dice Ph. Lacadée. De allí que crea una institución para
4
132
distinguen dc un tratamiento propiamente dicho. 1 * Con los niños
neuróticos el trabajo en la institución toma como referencia las
entrevistas preliminares en psicoanálisis; con los psicóticos se
sitúan en el marco preliminar a una cura posible.
Anne Lysy-Stcvens se interroga sobre el estatuto particu lar de
las intervenciones, que se llevan a cabo en esta institución: no son
ni interpretaciones ni puramente acciones. Concluye que se trata dc
no dar sentido a las acciones del niño sino de intervenciones que
apuntan al sujeto, dc producir la emergencia de ladimensión
subjetiva sin cristalizar por ello un sentido. Da dos ejemplos.
Emmanuel es un niño autista agitado que se golpea la cabeza contra
las puertas. Un «inter- viniente» le traza una línea en el piso, entre
la puerta y él, y le dice que no puede atravesarla. A partir dc este
límite el niño comienza a jugar con sus bordes, organiza su esjsacio
y comienza a decir algunas palabras. Otro niño, que solía esca-
17 V Bj¿o. -Lintf iturion le tcIaisc chei lente*», Pulrs &m¿rr 4
(1992)
IS A Slncü. «Le Cc«ftil «r ckoix». Mr üof I H99$)
19 Sievc#», «La climqtt; psyctupjl/iíqu: tic ifetittli**
d'cmfanu- Ler JrmIUis Gmrfit ! (ISt9>
20 A Lyty-SlcveM •Itrcrvontioa cc intciprvi «ti:.»* Le* i*
Cownf 4 <1992».
parse de la institución, recibió un día una intervención paradójica.
Al escaparse, lo van a buscar en auto, y en el momento de
alcanzarlo, en lugar de detenerse, lo saludan y se van. F.l efecto
sorpresivo hace que el niño vuelva solo.
4) Carla, una niña autista
Presentaré el caso de Carla, quien está en tratamiento desde
hace un año. :i
Los padres consultaron cuando ella tenía 3 años y medio,
enviados por la psicopedagoga del jardín. Carla casi no habla ba, o
si lo hacía, pronunciaba algunas palabras sueltas o se sumergía en
un soliloquio ininteligible. Algunas conductas eran llamativas: olía
todo y repetía en forma estereotipada «huele a pata». No lograba
integrarse al jardín, costaba darle de comer, mantenía un fugaz
contacto visual con las personas. Se entretenía buena parte del día
con algunos rituales: sacaba los libros de la biblioteca, rompía
papeles; tocaba los objetos, pero no jugaba.
Dos momentos articulan su tratamiento e indican el pro greso
I t*
desde su consulta hasta los efectos que produce en ella la cura
analítica.
Los trastornos espaciales aparecieron ya desde sus primeras
entrevistas: cuando intenté acercarme mientras vaciaba la biblio -
teca, se detuvo inmediatamente y retrocedió de espaldas mirando al
vacío. Ni toleraba mi proximidad ni me miraba. Este compor -
tamiento se repitió en una ocasión en la que tropieza y cae: se
levantó, no lloró, y sin darse vuelta repitió «mamá», mientras que
se acercaba a su madre hasta quedar pegada. Reaccionaba de la
misma manera ante mi negativa a que hiciera ciertas cosas No
lograba entrar sola al consultorio, lloraba si la madre se alejaba.
Tiempo después, ya en confianza, se desplazaba tan pegada a mi
cuerpo que tenía que sortearla para no tropezar con ella La falla
simbólica impide la estructuración del espacio: no hoy ni
demasiado lejos ni demasiado vena.
hl uso holofraseado del lenguaje se presentaba de diferentes
manetas. No paraba de hablar en un soliloquio ininteligible 21 S.
TcndfcfJ. xian > c*!b«fc ci te iI995i i«édi:o
134
donde lentamente pude reconocer trozos de palabras con inversiones
de letras, que junto a los fragmentos de frases traducen la estructura
de las «frases interrumpidas» en la psicosis. Frente a este bloque
monolítico aparecían palabras que tenían sentido pleno: remitían a
un objeto puesto en continuidad metonímica con la palabra, pero
que, aislado, no producía efectos de significación. Llegaba al
consultorio, sacaba de la canasta un auto y decía "tía", y luego un
biberón y repetía el nombre de su primo. Esto lo hacía en forma
estereotipada sin construir un juego ni hacer algún uso de esos
objetos.
En el transcurso del tratamiento fue trayendo frases que escucha
y repite. Carla es hablada por el Otro. Se nombraba a sí misma en
tercera persona: "Carla. Carla", hasta finalmente responder "¿qué?,
o decía "Chau Carla, me voy", como si le hablara a otra persona. Se
encerraba a oscuras en el placard del consultorio. Su alienación en
el Otro hace que repita en forma de órdenes las indicaciones
maternas: "come”, "tomá", ”andá'\ En lo imaginario, nos
encontramos con una niña sin imagen: para ella no hay un otro, sólo
un Otro que vocifera. En su lugar aparecen fenómenos proto-
cspcctacu- lares en la ecolalia y la ecopraxia que se expresan en el
interior de la sesión.
El Otro es real por la falla simbólica propia de la psicosis Por
momentos se presentaron estados de excitación maníaca en los que
no paraba de cantar, reír y hablar como si se dirigiera a otro, que
pueden hacer suponer un estado alucinatorio. ¿Acaso escuchaba
voces’’ Decido dejar de hablar en sus sesiones y me limito a
pequeños gestos para evitar reduplicar con mis palabras el Otro real
que vocifera en las voces: mi silencio intenta disminuir el fenómeno
alucinatorio.
Seis meses después de la iniciación del tratamiento co mienza a
hablar de mi llamándome "Siva*. un significante que extrae del
discurso materno. \!i ausencia no está simbolizada., es real; Carla
reproduce conmigo la misma de>eperaciín que ante la ausencia de
su madre: grita y llora <i no me* ve. ¡>erc se calma ni bien llego, y
entra al consultorio entusiasmad*
Entre tamo, con mucha dificultad, la madre comienza sus
entrevistas analíticas conmigo y pone a trabajar lo inasimilable en
lo simbólico de una muerte. El asesinato de la bisabuela de Carla
por parte del bisabuelo que luego se suicida, todo esto frente a su
hija de dos años inicia una secuencia. Esta niña, ya madre,
\3i
abandona a su vez a sus tres hijos y los entrega al cuidado de la
mujer que la adoptó a ella misma. La madre de Carla tendrá
primero una hija que muere de toxoplasmosis poco tiempo después
de nacer; luego, abortará espontáneamente; por último nace Carla.
Para esta mujer quedan sólo dos lugares para una niña: o muerta o
loca. Al cabo de tres generaciones nos encontramos con la psicosis
de Carla como forclusión del significante del Nombre-del- Padre.
Relata también un fantasma con el que se complace en su
intimidad: «hacerse curar por un médico». Esta declaración muestra
bien cuál es el lugar de Carla en el fantasma materno: la niña
enferma cristaliza su lugar de objeto del cuidado del otro. Cuando
Carla mejora, la madre queda obsesionada por ideas de muerte. O
loca o muerta traduce entonces su lugar como objeto condensador
de goce materno.
En el transcurso de las sesiones un objeto se vuelve privilegiado
para Carla: un pequeño caballito que busca en la caja de juegos ni
bien entra al consultorio, lo nombra, le acaricia la cabellera, lo
abraza, besa, e incluso desplaza jugando. A veces me lo entrega,
añadiendo un objeto al Otro que soy para ella (según la fórmula de
los Lefort (A+a) que expresa la falta de operación de separación).
Un día establece la secuencia: canta el feliz cumpleaños en
tercera persona, como probablemente se lo cantaron unos días
antes; luego vuelve a cantarlo, y substituye «Carla» por «caballito».
Se encierra en el placard con el caballito y dice «chau»; pone el
caballito en el placard y cierra la puerta Me apresuro a salir de mi
silencio para cortar la sesión y decir «chau caballito», mientras la
conduzco fuera del consultorio. Mi intervención apunta a la
separación a través del objeto que logra extraer del Otro. Al
finalizar la sesión siguiente, guarda el caballito y dice «chau
caballito». Este significante queda enlazado a su análisis. Carla
pide por él cuando no viene a sesión, y rechaza todos los caballos
de juguete que la madre le compra.
Carla comienza a armar pequeñas frases y utiliza más palabras.
Se dirige a los otros con la mirada, pide cosas y parece más
coñeciada. Hace pequeñas travesuras con una mirada picara: quiere
sacar uno de mis libros y para lograrlo hace que corra mi silla
diciéndome: «Permiso Siva» mientras me sonríe (recordemos que
miraba al vacío).
Produjo incluso un desplazamiento: abandonó el caballito; en
lugar de acariciar su cabellera, comenzó a locar tímida mente mi
136
cabello cada vez que entra al consultorio. Aprove cho la ocasión para
hacerle cosquillas en la nariz con mi pelo e instauramos así un
pequeño juego que Carla reproduce con alegría.
Esta niña, que se pegaba a ciegas a la madre ante cualquier
contrariedad, pone a funcionar esta separación en lo real en relación
a la madre. Una vez, al entrar la madre al consultorio arma el
siguiente circuito. Carla entra con la madre, se encierra en el
placard. y después se va del consultorio. Cierra la puerta y deja a la
madre adentro del consultorio, la madre abre la puerta y sale a su
vez. Carla entra, cierra la puerta, y deja a su madre fuera.
Lentamente se instaura un transitivismo entre ella y yo. Si llora
se acerca a mí y me pregunta por qué lloro. Si yo hago algo ella le
pregunta a Carla qué es lo que hace.
La dirección de la cura apunta a una operación simbólica desde
lo real. Los «como si» imaginarios los extrae Caila de su medio
escolar, en particular de una niña que tiene su misino nombre.
Conocemos la precariedad de las curas que intentar producir un
sostén imaginario: dejan de funcionar con facilidad. Tanto el
silencio —sustracción de la voz—. como la despedida del objelo que
queda fuera del Otro sostenido poi el corte de sesión, guardan esta
misma dirección.
Estas modificaciones en Carla fueron el resultado Je ia
discontinuidad en lo real que produjo mi intervención que O I KVE la
extracción de un objeto: le permite distinguir ias palabras >
comenzar a hablar, entrar en la dialéctica de la demanda —pío-
pía del automatismo de la cadena significante—, y dirigirse
a los otros.
El destino dc la relación con el cabello siguió su recorrido en el
curso de la cura por el desplazamiento me ton (mico operado del
caballito a mi cabello. Esto posibilita una construcción especular
solidaria a operar con la extracción imposible del objeto.
Tiempo después, comienza la sesión cortando papelitos y
tirándolos por la ventana mientras se despide de ellos; luego se
quila las gomitas que sujetaban las dos colitas dc su cabello y me
dice —transitivamente— que Carla se las ponga. Me las pongo,
peinándome con trencitas (como ella). Toma un marcador verde, me
pinta unos trazos sobre los labios, hace lo mismo con los de ella.
Frente a la imagen dc su doble —en que me vuelvo al reproducir su
propia imagen— me sonríe con alegría, y por primera vez me
abraza y se queda en esa posición durante unos instantes. Dice
luego «anteojos» —que utilizo en las sesiones y que ella se niega
obstinadamente a usar— y busca un par en la caja de juegos sin
encontrarlo.
A la sesión siguiente viene con anteojos puestos —que le pidió a
la madre antes de salir de su casa—, con una muñeca Barbie y una
cola de cabello postiza para la muñeca. Pero no se lo coloca a la
muñeca sino que añade a mi cabello el objeto postizo, luego de
haberme hecho las dos colitas. Al partir no deja de mi lado ese
objeto en más. sino que me lo saca y lo pone en el cabello de ella.
Sale así peinada del consultorio. El objeto comienza entonces a
circular de un lado y el otro —del lado del Otro y del sujeto—, sin
producir una extracción, pero posibilitando su cesión. Distingue el
analista como objeto dc los objetos de intercambio. Al salir, veo
que el circuito especular se cierra: la madre está también peinada
como ella > lleva sus anteojos puestos a partir de la insistencia de
su hija dc ponerse los suyos propios.
A partir de entonces Carla comienza a hablar notablemente
mejor, aunque sigue cambiando letras y sílabas dc lugar Sus
diálogos con interlocutores imaginarios se vuelven más claros y
persisten hasta el momento de la redacción dc este trabajo.
Pregunta y responde, y repro- ducc diálogos que probablemente
escuchó en su entorno
A partir de entonces Carla comienza a hablar notablemente
mejor, aunque sigue cambiando letras y sílabas de lugar. Sus
diálogos con interlocutores imaginarios se vuelven más claros y
13B
persisten hasta el momento de la redacción de este trabajo. Pregunta
y responde, y reproduce diálogos que probablemente escuchó en su
entorno.
El caballito es un objeto diferenciado por el significante. Al
deslizarse al cabello se apoya sobre lo real del pelo que ella toca y
sobre todo en la estructura de lalengua.2: Se instaura así una
secuencia significante que opera como una construcción dada por la
metonimia de los objetos.
Por otra parte, los objetos privilegiados en su trabajo conciernen
a la voz y la mirada. Sobre mi boca escribe su trazo significante con
el marcador —debemos tener presente la incidencia de mi silencio
en la dirección de la cura—; mi mirada queda enmarcada en el
significante «anteojos».
Estela Solano me sugirió —en una comunicación personal— que
Carla encuentra su suplencia en el anudamiento de los tres registros
en el analista tomado como objeto imaginario. en sus consecuencias
sobre la imagen; simbólico, en el desplazamiento metonímico; y
real, en el rasgo real. Sin duda queda entonces abierto el
interrogante de cómo podrá lograr sostener fuera del dispositivo
analítico este mundo que se estructura así para ella.
5. - El análisis infantil de una psicosis desencadenada en la
adolescencia
Quisiera detenerme en el caso de un análisis i nfamil de u*a niña
que desencadena su psicosis en la adolescencia. F.l caso fue
presentado en mi curso por Agueda Hernández < Bueno» Aires),
quien la atendió en la infancia con un diagnóstico presuntivo do
neurosis, y que la vuelve a tomar en tratamiento una vez
desencadenada su psicosis. 3’
22 Lutr»i¿t*4i. escrito !0<k> justo, es «n toncepio Iratíoa» qtc Jotrn» la sonotu
anictior a la c&tfSiUraLtón d*Js \o- ¿I
2y A Hernández. «Reíalo Ce liu ¿Murotii inlaml% *\JcJ
IM
La primera consulta se lleva a cabo a los 8 años: Ana tenía
miedo dc perderse en el interior del colegio, dc que un día la
dejaran sin darse cuenta. En este punto retoma la historia familiar.
La abuela materna abandona el hogar para irse con un hombre y
deja a la hija internada en un colegio.
Solfa pegarse a una de sus compañeras del colegio, con lo que
lograba cierta tranquilidad. Presentaba otros trastornos: miedos a
los insectos y animales, agorafobias, ataques de angustia
inesperados, insomnio, miedo a los profesores y compañeros de
clase: se vuelve la «rara» del colegio. Aparecen ideas paranoides
difusas que no se sistematizan como un delirio. La inquietud
inefable que presenta no aparece en ese momento como fenómeno
elemental. La relación imaginaria con sus pares le brinda cierta
estabilidad. No obstante, tiene problemas con la alimentación y la
defecación. Está muy inquieta por la perdida de sus excrementos
porque podría «debilitarse». Mantiene la misma ideación en
relación a la comida: come demasiado para no «debilitarse» y luego
termina vomitando. A veces termina vomitando «nada».
Un sueño se destaca dentro del material que presenta que será
retomado más tarde luego del desencadenamiento de la psicosis:
«Está detrás de Uliscs. apoyada junto a él en una tabla de surf, con
la misma postura, y así recorren los mares y luchan juntos. Ulises se
enfrenta a los hombres y ella a las mujeres».
Este primer tramo de análisis concluye con la construcción de
una cajita en la que dice Ana, aloja su «nada y los miedos». Ceden
los síntomas y mantiene su estabilización imaginaria, que se
refuerzan con consultas puntuales.
Cuando termina el colegio secundario, a los 17 años, se produce
el desencadenamiento de la psicosis como efecto dc la vacilación
imaginaria que le produce un encuentro sexual. Durante el último
año de estudios aparecen ideas crotomaníacas en relación a un
compañero que le impiden estudiar. Pero el episodio maníaco se
produce a la vuelta del viaje de egresados y requiere una internación
(que dura un mes).
Ana dice que en ese viaje conoció a Jaime y salió con él. Lo veía
por todas partes, en cada hombre que pasaba, con la convicción de
que le enviaba mensajes por la radio y la televisión. También
escuchaba voces que decían palabras relativas al sexo: ella las
incluyó en su organización delirante. Vuelve del viaje con la
convicción de que Jaime la vendría a buscar para casarse con ella.
En el camino los carteles se lo indicaban, cada elemento era
interpretado en el sentido de su convicción erotomaníaca.
Una ve/, que logra compensarse, duda si realmente Jaime la
quería, pero al mismo tiempo sigue teniendo la certeza —a pesar
que él se negó a recibirla c incluso hizo decir que se fue al
extranjero— de que la ama. El núcleo delirante del postulado
140
erotomaníaco se mantiene aunque la estabilización lograda le
permite no buscar ponerlo a prueba y el encuentro queda
postergado.
Al salir de su internación rcinicia su análisis. Trae al poco
tiempo un sueño y un cuento. En el sueño aparece una mujer que.
ante el requerimiento de un hombre, se levanta el vestido, y al
hacerlo ve su cuerpo desintegrado, como una pura nada. Frente al
vacío aparece el «arrebato» —como llama a su delirio pasional— y
los mensajes alucinatorios.
En su cuento, retoma las temáticas de su preocupación inicial:
perderse en el interior del colegio. Dos alumnos, uno de ellos Ulises
—como en su sueño— entran a escondidas al colegio durante la
noche. A través de mensajes cifrados y signos misteriosos
descubren la presencia de habitantes nocturnos que aparecen cuando
todo queda en silencio. Uno de ellos desaparece, el otro. Ulises. se
enfrenta a lo inefable Tal vez este cuento explique la inquietud que
invadía a ota niña al ir al colegio y retome algunos de los mensajes
indescifrables que emergían en forma aislada y la aterroriza ban. La
construcción de un delirio —el erotómano— permite hacer un
tratamiento creativo de estos fenómenos y transformarlos en una
producción artística.
6. - El destino de la cura
¿Cuál es el destino de la cura de los niños autistas" Colette
Soler se muestra un tanto escéptica: *LOT rcjxi-
MI
lados obtenidos no van más allá del progreso en el plano de la norma
y en el plano educativo... Se civilizan un poco... Pero se encuentra
siempre el mismo obstáculo: la separación imposible» 2*. Lo que no
debe frenar el trabajo posible con los niños psicóticos.
El resultado del trabajo analítico con Roberto es una cierta
pacificación, «domesticación», un « cierto dominio a través del
significante de una libido o un goce desarrimado». 2* Esto lleva a los
Lefort a preguntarse si el saber producido no lo volvió simplemente
débil por una sumisión al discurso del Otro sin la caída del objeto.*
De todas formas, esta pacificación tiene sus matices —como lo
señala C. Soler—: en un acceso de cólera intenta estran gular a una
niña. Este pasaje al acto no tiene consecuencias a sus 4 años; pero,
mayor, el resultado podría ser diferente.
Tomemos el caso dc un pasaje al acto homicida de un niño.
Francesc Vilá *’ (Barcelona) presenta el caso de un niño que
7
142
llamaba. Durante nueve días piensa sobre la manera de sacárselo
de encima —dónde esperarlo, con qué instrumento matarlo—; lo
mata con tres puñaladas con el cuchillo de la cocina de su madre. Se
queda al lado del cadáver y no ofrece ninguna resistencia cuando
vienen a buscarlo.
Francesc Vilá lo encuentra internado en un Servicio Infanto-
Juvenil para hacerle un diagnóstico. El niño no puede ser juzgado
por ser menor de edad. Luego de su pasaje al acto pasa por un
período de agitación con experiencias de despersonalización que
finalmente ceden, pero también el delirio queda abortado sin que
nada venga en su lugar. Este caso presenta la particular posición de
un niño que construye un delirio paranoico y que luego del pasaje al
acto homicida, la falta de sanción simbólica le impide subjetivar su
acto, por lo que queda al decir de su analista en un statu quo ante,
que lo deja en un curso parafrénico —sin delirio sistematizado—.
La cura del niño autista puede concluir en una estabilización
dentro de una estructura psicótica. El análisis le ofrece a estos niños
la posibilidad de salir del encierro autista y esbozar una vida. En
cambio, para los niños que presentan ideas delirantes, el destino de
su estabilización depende del trabajo de la psicosis.
Algunos casos presentan diferentes soluciones delirantes.
Examinaremos los presentados por E. Koehler (París), E. Berenguer
(Barcelona) y R. Sonnabend (Barcelona).
E. Koehler presenta el caso de una niña esquizofrénica de 12
años que se sentía perseguida por un enjambre de abejas. 2* Salta,
grita y sacude la cabeza murmurando cosas incoheren tes, tiene
accesos de cólera, golpea a los adultos o a los niños en la cabeza,
sólo habla con onomatopeyas o en ecolalia. En el transcurso de la
cura Maria-Louisa comenzó a comprar cajas de plástico de colores
para encerrar las abejas. Cuando logra localizar sus alucinaciones
en la cuja, éstas ceden: modalidad de construcción de un aparato
para localÍ 2 ar el goce invasor (que produce cierta mejoría en la
pacieric).
Enric Berenguer presenta el caso de Mar. una niñ* d« f
28 F Kocltlrr. «La puMiqiL' aral>iiqtf :ac les airtmec Cvrijrc oí preti**». L m. op. cil
años cuando comienza ia cura. 1 '* En el primer tiempo se pasea por
el consultorio a la deriva: muerde los muebles, golpea a cualquiera.
De a poco, comienza a mirar a su analista en una especie de
fascinación que la lleva a pegarse al analista con su boca al punto
14?
que lo babea todo el tiempo. La boca y la superficie —constituida
por el cuerpo del analista— son puestos en una continuidad sin
agujeros.
En cierto momento, el analista le interpone un «no» a este
pegoteo. De allí en más. la niña comienza un movimiento de
alternancia de ir y venir que concluye en la extracción de un objeto
del analista: le abre la camisa, le arranca un pelo del pecho y se
queda mirándolo detenidamente. También le saca los anteojos y se
los pone en la boca. Este objeto extraído del Otro, su analista,
permite la creación de un circuito de objetos que se substituyen
unos a otros.
En otro artículo. Enric Berenguer presenta la continuación de la
cura 1 " en la que se distinguen dos fases —erotomaníaca y
persecutoria— que se organizan en torno al objeto mirada. En la
primera fase. Mar «se daba a ver»; en la segunda, la niña
manifestaba ataques de pánico frente a los aparatos eléc tricos,
especialmente los luminosos, que expresaban se sen timiento de
«estar perseguida por la mirada» de cualquier punto luminoso. Esta
secuencia termina en una pacificación.
Ruth Sonnabend examina la cuestión de la circulación de objetos
dados 1 bajo transferencia —erotomaníaca— en una niña de 11
años.* Marta consulta por primera vez al comienzo de su
cscolarización: la maestra encontró que la conducta de la niña era
atípica. Durante la primera entrevista la madre revela un dato
importante Marta tiene miedos extraños frente a un rayo de sol. dice
que e.s un lobo que la va a comer. Pero esta interpretación delirante
no logra sistematizarse como un delirio sino que permanece como
una ideación aislada. En las entrevistas, trac muñecas que tienen
como misión ayudarla a destruir al analista.
y
M BuMolt K BereignKf K Calve!. «La queaioa ¿htujiic «Je b
t ... of ¿H.
30 I.
E Be'crfycr. «Er^onianie ei per* caí toa*. **f«•*#. ..• op til
*1 K Scxtnabcad. «TiaQitol én>toau»iaijK ches míe fiüctie de on*c sai». /. op. til.
Esos pequeños otros imaginarios se desdoblan ininterrumpida mente.
Cuando la analista intenta llamarla por su nombre, pide que se la
llame como uno de sus personajes.
Esta primera secuencia es interrumpida: la madre decide recurrir
ai saber médico. Cinco años más tarde, la vuelven a traer a la
consulta: la aparición de la menstruación desencadena su delirio. No
quiere salir de su casa y se queda encerrada en su habitación
144
mirando las revistas en las que aparecen los personajes de series de
televisión. Por otra parte, permanece gran parte del tiempo
encerrada en sus monólogos con las pequeñas muñecas de las que
no se separa.
En su primera sesión. Marta trae las fotos de los personajes de
las series: las fotos le hablan y ella habla con las fotos. A veces
incluso la llaman por teléfono o van a visitarla. La mayor parte del
tiempo sus diálogos se refieren a historias de familia. Un día Marta
le lleva a la analista un papel que contiene nombres de parejas.
También incluye el nombre del hombre que ama, cuyas iniciales
coinciden con las de la analista. Escribe entonces uno y otro
nombre. Ese papel incluye un dibujo —un corazón con las iniciales
de la analista y las suyas propias— que da cuenta de la instalación
de la transferencia en la vertiente crotomaníaca. A partir de allí
surge la primera demanda: que le traiga focos del personaje amado.
Simultáneamente, aparecen sus temores persecutorios relacionados
con un perro, un niño y un borracho.
R. Sonnabend se interroga sobre el valor de las fotos. Concluye
que se trata de objetos de goce, que la completan y que manifiestan
la imposibilidad de separación. Desde esta posición, la analista
decide poner en su consultorio una revista con las fotos del pesonaje
que reclama. Al mismo tiempo Marta deja de traer sus fotos, porque
como tiene que salir temprano tomaron frío Pide llevarse una del
consultorio, a lo que la anal isla accede, instaurando así una
secuencia de objetos de circulación en substitución a esos objetos
iniciales con lo* que se desplazaba, operación que posibilita cierto
sostén para el sujeto
En un trabajo colectivo, E. Laurent aborda nuevamente la
cuestión del tratamiento de niños psicóticos.Indica que el
12 E Laurrnt y col.. Ps> ¿fea nal y se ivei les ctioill*. u» * (1985*86).
\AÍ
hecho de que el niño se acostumbre a la presencia del analista no
alcanza, es necesario buscar una intervención que posibilite una
apertura dialéctica. Este punto dc aplicación es el síntoma. que debe
distinguirse de la masa de fenómenos patológicos que presenta el
niño en su posición específica. El analista, al instaurarse —a través
de la transferencia— en el lugar de recepción del síntoma, permite
que se aislen las coordenadas simbólicas dc su historia y su lugar de
objeto en el fantasma materno. De esta manera, el analista queda
situado en una posición tercera, y al mismo tiempo que se vuelve el
pivote alrededor del cual se produce la recomposición simbólica, se
produce un efecto de localización dc goce. Opera entonces como un
«interviniente real» que produce un corte que permite la extracción
del goce del campo del Otro, lo que conlleva modificaciones
sintomáticas.
¿De qué naturaleza es el objeto que se desplaza metoní-
micamcnte en los tratamientos dc niños psicóticos?
Tusíin habló de la importancia de hacer ceder el objeto autista —
siempre el mismo— para producir la posibilidad de substituciones
con otros objetos. Meltzer se refirió a la presencia de objetos
fetiches. Todos estos objetos inmutables no están simbolizados y
tienen una función específica: forman pane del cuerpo del niño,
traducen la imposibilidad de ceder el objeto —por la falla de
operación dc separación—; son reales, no transicionales. La
substitución de este primer objeto —que puede ser modificado, pero
en tal caso vuelve a guardar la misma fijeza— se produce, en todos
los casos presentados en la literatura analítica, bajo transferencia.
El trabajo analítico permite introducir al niño en el proceso dc
simbolización que lo lleva a demandar y hacer circular objetos que
tienen un valor simbólico —el símbolo representa al objeto en su
ausencia, sin esta operación los objetos no pueden intercambiarse—.
Los circuitos personales constituidos por el deslizamiento
meionímico de objetos pueden tener una función de suplencia que
pacifica al niño en tanto que aparecen bajo transferencia, por lo que
el objeto-analista logra sostener el anudamiento que, en términos
lacanianos. toma el valor de sinthonie. Estas
ur.
secuencias son diferentes a la creación de un aparato condensador
dc goce —como en el caso Joey—. pero, en definitiva, y de acuerdo
a las distintas posibilidades simbólicas, tienen la misma función
estabilizado™.
V. Baio presenta el trabajo de la psicosis dc Kim que ilustra
esta orientación.” Kim llega a la institución «L'Antcnne 110" a los 6
años con una boya náutica negra que golpeaba sin cesar con un lado
y otro de su mano mientras que mantenía su oreja pegada a ella. El
niño evitaba la mirada y no hablaba con nadie. Se limitaba a comer
los restos que encontraba en el plato de su educadora. Un día le
pregunta: «¿Tenés miedo de los cocodrilos?». Y la educadora
responde cantando: «Sobre el borde del Nilo, los cocodrilos se
fueron, no hablemos más de ello». Busca a continuación otra boya
negra, una cámara, en los garages. Kim recorre junto a la educadora
los garages en busca de su cámara a zig-zag entre las gomas. Luego
quiere comprar camioncitos, y después pide detenerse sobre los
túneles de donde salen autos y camiones.
Señala entonces que cuanto más se metonimiza el circuito
boyas-garages-camiones, más se socializa Kim y comienza su
trabajo psicopedagógico. Comienza a hablar, comer y mira, al punto
de aprender a leer y a escribir. El niño «se produce» como sujeto a
partir de la construcción meto- nímica en el espacio que se desliza
luego a una construcción metonímica en el saber. «A partir de esta
construcción, de ese deslizamiento de un objeto a otro, el sujeto
apunta a introducir una negativización, una falta, un agujero en el
Otro. Un agujero no en lo simbólico sino en lo rea!».
u
1«T
REFLEXIONES FINALES
Nuestro punto de partida fue una pregunta: «¿De qué sufren los
niños?». El subtítulo acentuaba nuestro interés particular por el
problema de la psicosis. Sin embargo, no fue dejado de lado el
análisis de otros trastornos que provocan sufrimiento. Estudiamos
las modalidades de la neurosis, la debilidad mental, las
perturbaciones anoréxicas. los estados depresivos y la incidencia del
deseo del Otro en la aparición de la angustia. La cuestión de la
dirección de la cura fue particularmente enfatizada en el estudio de
la psicosis, clave de lectura de los casos clínicos.
Más que concluir quisiera dejar abiertas las preguntas que el
trabajo clínico nos impone. Los tratamientos de niños que presentan
una franca sintomatología psicótica se confrontan con las mismas
dificultades que tienen los de los adultos psicóticos: manejo de la
transferencia y posición del analista, tipo de intervención, y
orientación de la cura hacia una acotación delirante o hacia la
creación de una suplencia estabilizadora.
Pudimos constatar que el autismo infantil forma parte de la
psicosis, y no es equivalente a debilidad y rciraio eventualemente
futuros Sin embargo, queda abierto el problema de por que algunos
niños responden tan favorableirente a los tratamientos y otros no,
por qué algunos mantienen las suplencias construidas en sus análisis
y otros las deirumbaa fácilmente.
Hablar del autismo como de un «estado» (al estilo «Je Tustin)
permite mantener abierta la posibilidad de «na salida. No obstante,
la precocidad de su emergencia er¡ el simdroaie descrito por Kanner
y la inercia en que se sumergen los autistas exige continuar el
trabajo de investigación. La perspectiva de la creación de una
«suplencia» es un preliminar a un trabajo posible con niños autistas.
Los autores que hemos estudiado recortaron los historiales en
función de sus orientaciones teóricas. Más allá de la cuestión de la
pertinencia de sus articulaciones conceptuales, podemos rescatar la
existencia de una serie de fenómenos y de respuestas a las
intervenciones que se repiten en uno y otro historial. Estas series
admiten una interpretación desde la orientación lacaniana. 20
1«T
Otro materno. Sammy denuncia, a través de la ironía esquizofrénica,
las interpretaciones prét-ii-porier de su analista. que decodifican sus
palabras en terminología kleiniana sin alcanzar por ello su
subjetividad.
Meltzer se ocupa del tratamiento del espacio en el autismo y
estudia el mecanismo de «desmantelamiento». diferente del
«clivaje» kleiniano. No trata ya al autista esforzándose por
introducir la nominación de los objetos —según la tradición
kleiniana—. sino que busca introducir agujeros en estos sujetos
«bidimensionales* a través de la transferencia. Meltzer ubica los
fenómenos simbólicos en lo imaginario, por lo cual valora más el
límite y el continente. En cambio, R. y R. Lcfort ponen el énfasis
sobre el agujero en la estructura. El dispositivo analítico se reduce a
una construcción de un continente, un límite, que contiene al niño.
Los libros de F. Tustin. de accesible lectura en los distintos
niveles de formación teórica, ponen el acento en la depresión que se
aloja en los «estados autistas»: su confrontación resulta clave para
la salida posible que encuentra a través de los tratamientos
analíticos.
Finalmente, el enfoque educativo, al estilo del método
TEACCH. resulta parcial: no trata a! niño, sólo le eiueña conductas
socialmentc adaptadas que borrar lo particular Je cada sujeto.
En cambie, la original posición de los Lefor. nos introdixe sr las
sinuosidades de la cura analítica del niño autista En la orientación
lacaniana5 encontramos el acento puesto —como lo señala Ene
Laurcnt — sobre la estabilización en el interior de la estructura.
Esta estabilización es solidaria de la invención de suplencias que
operan en el lugar de la falla simbólica.
La mayor parte de los autores se abstuvieron de representar una
intrusión en el universo cerrado del niño. La única posibilidad de
intervenir en el caso del niño autista es poder quedar próximo a él
sin representar una amenaza persecutoria. A partir de allí gran parte
de las secuencias clínicas expuestas en el último capítulo dieron
cuenta de los progresos de los niños en tratamiento. La reserva con
que los casos, en su mayor parte, son presentados demuestra que no
se trata de un furor curandi, sino simplemente de dar oportunidades
para que la vida de estos niños se desarrolle en mejores condiciones.
Se trata de explorar caso por caso y acompañar al niño en su
trayectoria singular de un mundo habitable para él.
Cordié dice en la conclusión de su libro: «No hablemos de
«r curación* enmo algunos alardean de ello. Más bien de *estar
mejor», de vivir mejor, de una vida no exenta de sufrimiento, sino de
una vida que uno mismo se puede administrar, que permite tener su
lugar en la sociedad, y ya no más en el asi lo».'
Podemos parafrasear a Freud cuando decía, en relación a la
neurosis, que los tratamientos debían transformar el sufrimiento
neurótico en una «miseria común». Tal vez podamos afirmar lo
mismo en relación a los niños psicóticos. Después de todo, el
sufrimiento concierne a lo infranqueable de cada vida, y lo que
finalmente cuenta son las posibilidades subjetivas que cada
individuo dispone y pone en juego para volver vivible la propia
existencia.
Si pensamos que toda vida está constituida por una mezcla de
encuentros y destino, brindemos la oporcunidad a estos niños de
que, tal vez, un encuentro analítico cambie su destino.
2 Cf E Latrsni, L'auhfrtr t: la op cit.
3 A Cordie. La tmfnju. .. op al p 2*1
1«T
BIBLIOGRAFÍA
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Original en inglés: Aulistic States in Children. Londres: Routlcdgc.
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1990.
F. VILÁ. «Un niño mata a un niño». Malentendido 5 (1989).
D. W. WINNICOTT, «Objetos transicionales y fenómenos
transicionales», Realidad y juego. Barcelona: Gedisa, 1982. Original
en ingles: Playing and Reality. London: Tavistock Publications.
1971.
ÍNDICE
PRÓLOGO por Esthela Solano-Suárez..................................................7
INTRODUCCIÓN..................................................................................II
I. LACAN Y LA PSICOSIS EN LA INFANCIA.....................................17
1) La clinlca psiquiátrica del niño...................................................17
2) El "autismo infantil" de Leo Kanner.........................................18
3) ¿Autismos? ....................................................................................20
4) Autismo y psicosis.........................................................................22
5) Los fenómenos psicóticos en la infancia.....................................26
6) Cuerpo y espacio en niños autistas..............................................30
U. LA CONSTITUCIÓN DEL SUJETO...............................................35
1) Necesidad, demanda y deseo........................................................35
2) Los tres tiempos del Edipo ..........................................................38
3) La metáfora paterna y sus variaciones.......................................40
4) Algunos ejemplos dc niñas neuróticas........................................46
a) La neurosis obsesiva: Ofelia ..................................................46
b) l-a histeria: Elena.....................................................................49
c) 1.a fobia: Sandy........................................................................50
5) Alienación y separación ...............................................................53
S6
6) Clinlca de las contingencias del
‘¿Puede perderme?” ....................................................................56
7) Excursus: La anorexia mental...............................................61
m. ALGUNAS INDICACIONES DE LACAN .................................65
I. LOS AÑOS'50 ............................................................................67
1) El caso Dick de Melante Klein.....................................................67
2) El caso Roberto dc Rosinc Lefort.........................................
6S
3) Lang y la psicosis en el niño.........................................................72
II. LOS AÑOS '60 ...........................................................................73
1) El niño como objeto real...............................................................74
2) La Holofrase .................................................................................75
3) La debilidad mental ...............................................................
.78
4) El niño como condensador de gcee y objeto
del fantasma materno.............................................................
................................................................................................... 81
III LOS AÑOS 70........................................................................
.................................................................................................... 86
2| Alguno» ejemplos...........................................................................89
IT. TRATAMIENTOS ..........................................................................93
1) Margarct Mahler; el caso Stanley (1951) ..... .93
2) Joyce McDougall y Serge Lebovici: Diálogo
con Sammy 11960)...................................................................98
3) Bruno Bettelheim: Joey. el ‘niño-máquina"
(19671 .......................................................................................103
4) Frangoise Dolto: el caso Dominique (1971) . . . .108
51 Francés Tustin: la caparazón autista (1972) . . .112 61 Donald
Maltzer: la bldlmensionalldad (1975) ..115 7} El método educativo
(1982)..........................................................................................118
V. UNA PERSPECTIVA LACAN1ANA DE
TRATAMIENTO...........................................................................121
1) El “autismo precoz" treinta años después.............................122
2) La dirección de la cura............................................................124
3) El trabajo institucional con niños psicóticos . . .130
4) Carla: una niña autista ...........................................................134
S
6
5) El análisis Infantil de una psicosis
desencadenada en la adolescencia.........................................139
6) El destino de la cura ................................................................141
Reflexiones Anales................................................................................149
Bibliografía general
S6
7 Cirto pre«otado por Daniel Campos c» el curso -¿Se puctk Oiiai. .?*.
& A. tfjftmann. «tn mAo tkinia#to: El caauén ik basáis m piel:
comer’* (IW5>, ncdiu
9 fi I jurcM. -La p*ychoic chex l'cafaot «Jan* I ; i - w n e r n te Ukj»» i 1982*.
Quurto 9 C19H3►
10 Concedo que corresponde al del «wrfu» del tipejo: el yo se constituye en forma alienada
por identificación a su imagen, motriz del registro imaginario
11 K y R Lefon» Nacimiento del Otio (I9#0) Bucuos Aires: Pxdós. 198V p 261 Al nombrar
elobjeto a una falta en lo simbólico dedo que es real, no tiene im¿fea en el espejo En el Seminaria
X. «Lo Atgustii». Lacan le adjudica el lugar de «reseña libidiual» el goce no es c*xcute#ie*Ne
I * El coAcepfo lacamano de jouis%ame (¿o»e) retine, nguknda la inji«3c¿óQ de J A MiUcr.
lux freudunot de iü»nio utitsfatxián de mtretiei >eol
> es y aparece como una satisfacción que va
ruis allá delprincipio del piaref.
15 En el masoquismo el sujeto «e vuelve el iwtmincnio de d«l par.caatrc
16 P. Bruno. «Ouverture». ¿Tm/útm* /«? et pxy<hanaíyse Pan*' Series de la Decravene
Freudtenne. 1992. p 113
17 P. Bruno, *E1 dicho sobre la esquizofrenia». Freudianu 9 (1993). p 109
18 C Soler, «Hors discours autume el paranoia». Préliminw* 11992).
3 J. Lxin. El Seminario. Libro Vft% «Lt ¿tic* del ps
coaa*lisis» 11959-60). Btcfioi Aive* Paidós, 1986
4 J Lacas. «La dirrctió* dc ia cura». F.unt»\ Bweaoc Aires: Si*lo Veintiuno. 1976. p
618.
I.' Cl A Sicvcns. -Y-a-t-il une foncftoi) muteinclk V Les Je ai lien du i'mt'lil S
11992)
14 J. Lacan. Ei Seminario. Libio XI. -1.0% cuatro conceptos fundamentales del
paicoaidliiif». Bueno» Aire*: Pauló*. 1993. p. 222
16 A. t>¿ Ciaccia. • Al junas ñolas sobre la psicosis en el ni A o en la cnvpíUn/j dc Lucas-.
Clínica diferencial de /*» prntuis
II E Solano «Le •naaxtn* a «•» Ifiics» I lutitttie. <ip cu p 104
9 A Quinei, «Avoir un corpt». I.'enjant el ta psychanalrs*. Anliiic* Je psyrhanatyse
(19921.
10 I.-A Miller. -A propos &e% Sttweiures de ta psxrhnst L'f:*tnnt <#u Uwp et \e
Préside ni*. L'enfiwt el ta psychanalyst. cil
12 J Lacan. Kf Semman(K I. op cit., p. 164
18 A Scc%«(W. *L hoK'pbf\i»c*. O mirar* 42
19 I Lmaii. fc/ $r#itfffi/v<4 Libio t
op iiL p 129
2U I.Lkoi tí lio. -Hl 4c*cv » tu merpicucion»
19¿cilio
21 J ctn. Li Seminario. Ub>v Xí. op cit. p. 246
22 J. A Miller. -Sotwe U inv?niL« {vertió* rcdociJt ci ofxtftl it I
cuno «Ce qui íail insigne» (l9S?-tSj Xlfiufui’a y fj
i#»^.ir.<
ptnrHmafíNiW I. Vadnd Eolia I9VJ.
23 Idea. 5 22
24 E Solano. «Los del uw* *ok>-, Ei 4rWiirr*j * <l«i*>
26 E l.áureo!. -El px*
del débil*. Nífiof
ew tmiltu*. Bccioj Airea: Paidós. !9S9.
27 P Bruno. «Examen de la débilif**. Pos Tcw
M (|9fi|; y ccté
ck la plaque S«r la debilité
mentóle». Oirjiur' 37 <l‘#6>
2$ J. Lacan. pire- H9T|.72). ¿cmiiiark» iac«lt<0. <\$*e
dd 15 de
mai/o de 1972
29 I. U.m. Et Stwinurio. t.ibrn
XV. op cil . p 245 Eric Liare vt explica este graío en su
irtkiki -La psycbcic che/ reatar* cf cu. j. 46.
30 R y R Lefort. «Leafant C5!*il cef élrr -factfcoc» A? í ?
L'eafani frv«div;a íaui il aiour MÍ ** Ltnjtfii <\ A*. op .■
*9 Sjirt-Ali «GeaCMi te la r*ljbn ». ff» di., p
45 J.-A Miller. <C¿uia y coitacniimietitp» <1987-18)» iftédta
6 Idem p
f V¿*ie M Udrjv Co*etp¡nm\ p\ tte lo pf)tÉH>*f
;*/<•'’Ole Par 11 P U F . pp 54 71
8 I > S. Lcbovici. ‘ - . W) Bur»
Alies Paióói. IV90. p 6
2 L. «AutUlic disiiMbotcc of alfccnve comx-i-, uaduccitai
í'arccM» c% Liria'¿vtvs de Cértrd Breque?. P.U.F.. 198$.
4 L Kannci. «Cundió dc icp«koien(o de anee cmoj it aitci ».*<»)»» originalmente
comunicados en 1943». J \ari*m 5cbiz*\>k.-. 1-2 i:WI>
6 NtíbM en pjUéKrr\iihri%. op cu
F. ICoeMtf, «El Otto «n lu ctai d.l p>icoi»ci>®.
yL «En lo* límite* de la i ram fe re toa lINieojnálim y
aulMioK. Uur j»r Ut\» 33 119*2-9*).
II A. Codk L'M rrfiü# i*fqjr <1*¿<7» txk Sc*il. 1
12 Mannont. *FJ -t**•©»■ Pienc*. Cuadernas Sru*':,¿é b'reatf 2-ü 11975).
13 M. Manroi. ¿M ethiédiin u*p*%Mr (IV73I Mítico: Sifto Yiin- liuno. 1979. p 1A
14 Ph. LaviJcc. •Ou'cn la: les el£vcs «I. L< mi Oc I i a
te so*
cuatis nmc ni doru k ihanp óc b pijcfcosr ei <¡c ría mui
5 im*)