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14.

Después de todo esto, se me acercaron los jefes y me


dijeron: «El pueblo de Israel, incluso los sacerdotes y le-
vitas, no se ha mantenido separado de los pueblos ve-
cinos, sino que practica las costumbres abominables de
todos ellos, es decir, de los cananeos, hititas, ferezeos,
jebuseos, amonitas, moabitas, egipcios y amorreos. De
entre las mujeres de esos pueblos han tomado esposas
para sí mismos y para sus hijos, mezclando así la raza
santa con la de los pueblos vecinos. Y los primeros en
cometer tal infidelidad han sido los jefes y los gober-
nantes».
Esdras 9: 1 – 2 NVI
… en que cuando el desánimo toma
lugar en nuestras vidas una de las
primeras cosas que sucede es que
descuidamos nuestra área espiri-
tual.

1. La antesala del pecado es el desánimo. El enemigo cuando comienza a


trabajar en la vida de alguien lo hace desde la estrategia del desánimo por-
que si logra desanimarlo lo llevará directo a pecar y como consecuencia a
alejarse de Dios.

2. El desánimo lleva a liderar de manera equivocada, desde el desenfoque


que no busca renovarse y levantar el servicio a Dios pues se concentra en
otras cosas. Esdras llegó a un pueblo que no estaba dispuesto a salir del pe-
cado en el que estaba, aun conociendo que era desagradable a Dios.

3. Esdras, en lugar de hacer un llamado de atención, de confrontar al pueblo,


llamar a los líderes a una reunión y mostrarles los que estaban haciendo,
enfoca su corazón en Dios. Él sabe cómo y en qué consisten las restauracio-
nes. Este sacerdote se humilla delante de Dios y no se hace el desentendido
frente a lo que está sucediendo.

4. Rasgarse las vestiduras, arrancarse el cabello de la cabeza y barba y pos-


trarse angustiado es señal del dolor que embargó el corazón de Esdras. Él
no estaba dispuesto a reiniciar de esa manera, por eso pudo descubrir poco
a poco que Dios lo había enviado a restaurar toda la vida espiritual de su
pueblo.

5. Cuando Dios nos llama, en el camino vamos descubriendo lo que debe-


mos hacer. Hay cosas que él no muestra de manera inmediata, sino a medida
que avanzamos en el propósito. Dios no le habla a Esdras sobre la condición
espiritual de su pueblo, seguramente para que no se cargara antes de tiem-
po, sino que permite que llegue y él mismo se dé cuenta.

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