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Temas / Anti guo Egipto

MISTERIOS Y CURIOSIDADES DEL ANTIGUO EGIPTO

En 1975, el arqueólogo británico Geoffrey Martin comenzó la búsqueda de la tumba perdida de


este alto funcionario en la necrópolis de Saqqara. La búsqueda le llevó a un descubrimiento que no
esperaba: la tumba que Horemheb construyó en la necrópolis antes de convertirse en faraón. Pero
su insistencia tuvo premio: al final acabó hallando la esquiva sepultura.
Carme Mayans
10 de agosto de 2020 · 17:45 Actualizado a 10 de agosto de 2020 · 17:56
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Anti guo Egipto Arqueol ogía Tumbas egipcias
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Museo de Antigüedades de Leiden

en 1975, el arqueólogo británico Geoffrey Martin, de la Egypt Exploration Society,


inició en la necrópolis de Saqqara la búsqueda de una tumba muy especial: la del
hombre de confianza del faraón niño Tutankamón, el influyente y poderoso Maya. Pero
la localización de la tumba de este importante personaje, que ostentó los cargos de
supervisor del tesoro, jefe de los trabajos en la necrópolis y director del festival de Amón
en Karnak, ya había sido descubierta años antes.
Geoffrey Martin inició en la necrópolis de Saqqara la búsqueda de una
tumba muy especial: la del hombre de confianza de Tutankamón, el
influyente y poderoso Maya.
El coleccionista de antigüedades italiano Giovanni d'Anastasi había explorado el patio
de la tumba de Maya, llevándose tres hermosas estatuas de piedra caliza del
tesorero y su esposa Merit que vendió al Museo de Antigüedades de Leiden en
1828. Años después, en 1843, el arqueólogo alemán Richard Lepsius, al frente de la
Expedición Prusiana, excavó la capilla de la tumba, llevándose algunos relieves a
Berlín. Pero tras su marcha, la ubicación de la sepultura cayó en el olvido.

APARECE HOREMHEB
Para intentar localizar la esquiva tumba de Maya, Martin contaba con un mapa que
había trazado el propio Lepsius. De hecho, siguiendo sus instrucciones, el arqueólogo
británico y su equipo dieron con una gran columna de piedra. Pero el mapa de Lepsius
en realidad no era exacto y la columna no formaba parte de la tumba perdida de
Maya. Sin embargo, la sorpresa de Martin cuando leyó el nombre inscrito en la columna
fue mayúscula. Por casualidad había dado con la tumba de otro importante
personaje del reinado de Tutankamón: nada más y nada menos que el general
Horemheb, el hombre que se convertiría más tarde en el último faraón de la dinastía
XVIII. "Quedamos convencidos de que por un milagro habíamos encontrado la durante
largo tiempo perdida tumba de uno de los más famosos hombres de Egipto, Horemheb,
cuyas acciones eran bien conocidas por todos los investigadores gracias a los muchos
monumentos supervivientes de su reinado y otras fuentes".
Por casualidad, Martin dio con la tumba de otro importante personaje
del reinado de Tutankamón: el general Horemheb, quien se convertiría
más tarde en el último faraón de la dinastía XVIII.
Horemheb inició la construcción de su tumba en Saqqara antes de ser faraón, y
cuando se hizo con el trono de las Dos Tierras ordenó construir una nueva tumba
en el Valle de los Reyes, en la orilla occidental de Tebas, emulando a los faraones que
le precedieron. La tumba de Saqqara nunca fue terminada, aunque en ella descansaron
al parecer dos de sus esposas. Martin descubrió en una de las cámaras funerarias
los huesos de Mutnodjmet, la segunda esposa de Horemheb, y los restos de un
feto o recién nacido. Pero el auténtico tesoro de la tumba de Horemheb en Saqqara son
sus relieves, de una gran belleza y una técnica artística excepcional. Representan al
entonces general recibiendo recompensas por parte del joven faraón, así como
numerosas escenas de caracter militar.
Horemheb recibiendo el oro del honor
Cordon Press
Pero el impresionante e inesperado hallazgo de la tumba de Horemheb no distrajo
a Martin de su verdadero propósito: hallar la tumba de Maya. El arqueólogo y su
equipo terminaron la excavación de la sepultura del general y pusieron al descubierto
otras tumbas cercanas, la de una hermana y una cuñada de Ramsés II, así como las de
otros personajes importantes de la época.

POR FIN, MAYA


A principios de 1986, concretamente el 6 de febrero, Martin y su equipo seguían
excavando en Saqqara. Mientras Martin y un colega se arrastraban por el interior de
un pozo recién excavado tropezaron con un escalón que parecía conducir hacia
una tumba adyacente. En palabras del propio arqueólogo: "Transcurrieron un momento
o dos mientras recorríamos la escalera, con cuidado para no alterar nada en nuestro
descenso. Los antiguos ladrones debieron de pasar por aquel lugar al abandonar las
cámaras subterráneas y siempre había la posibilidad de que hubieran dejado caer algo
en su ansiedad por escapar al aire fresco de arriba. No esperábamos hallar nada
espectacular y en aquellos momentos estábamos ocupados en el prosaico asunto
de poner en posición el cable de nuestro generador, situado en el desierto, unos 25
metros por encima de nuestras cabezas. Pasaron uno o dos segundos; mi colega
holandés y yo alzamos la bombilla y miramos hacia abajo, más allá de la escalera. No
estábamos en absoluto preparados para lo que vieron nuestros ojos: ¡Una
habitación llena de relieves tallados, pintados de un intenso color amarillo
dorado!". El colega de Martin, el arqueólogo holandés Jacobus Van Dijk, del Museo de
Antigüedades de Leiden, estudió el texto de los relieves con cuidado y, cuando finalizó,
su rostro mostraba una clara expresión de sorpresa: "Dios mío, es Maya", exclamó.

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