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La muerte de un árbol.

Si bien se tiene que, los árboles son inmortales, en razón


a sus procesos biológicos de supervivencia: clonación, sucesión, polinización,
diseminación de semillas, entre otros; NO podemos sustraernos a que los aboles
como seres vivos: nacen, crecen, se reproducen y mueren.

Las causas de muerte de un árbol son múltiples, pudiendo ser especificas o


inespecíficas, entre las que se pueden identificar: enfermedades fitosanitarias,
aislamiento, tala, incendios forestales, cambios climáticos, defoliación, podas,
injertos, practicas silvopastoriles inadecuadas, daño mecánico, intoxicación,
acción por agro tóxicos, hidrocarburos, plagas, manos criminales, las que pueden
ocurrir de manera individual o en conjunto, en procesos drásticos o en lo que en el
lenguaje vernáculo pudiéramos llamar: “muerte lenta”.

En el arbolado urbano la sumatoria de causas llega a ser la causa principal, pues


por lo general son individuos aislados, afectados por estructuras de hormigón,
pavimentos, sometidos a pocas o nulas practicas agronómicas, árboles que
generalmente están a merced de acciones particulares de animales y humanos.

En los últimos tiempos, se viene identificando y hablando de una circunstancia


muy particular conocida como “el decaimiento”, muerte lenta y progresiva de
estructuras vegetales, lo que corresponde a un fenómeno global emergente entre
algunos bosques del planeta que puede provocar la muerte del árbol por el
ascenso de temperaturas debido al cambio climático, así como factores sanitarios
y otros.

Se manifiesta por la pérdida de hojas (defoliación), decoloraciones y la mortalidad


de las ramas.

Sin embargo, es importante no confundir el decaimiento con la enfermedad de un


árbol.

Cuando un árbol está enfermo, sabemos la causa que provoca esa enfermedad.

En un árbol que padece un proceso de decaimiento, las causas son múltiples,


presentan síntomas agravantes, pero sin causa especifica o desconocida.

Los árboles transportan agua y nutrientes desde las raíces hasta las hojas a través
de un complejo sistema de conductos en el que destacan los vasos de la xilema
(el leño), que representan las arterias de las plantas, estos conductos son claves
para explicar la mortalidad selectiva de los árboles.

Se sabe que los árboles en la medida que creen y se hacen grandes, producen
vasos o conductos de diámetro más ancho. Las distancias de transporte de agua
son más largas en los árboles más altos y los conductos más anchos permiten
mantener la eficiencia de transporte de agua y nutrientes, a pesar del aumento en
la distancia. Condiciones que en el suelo urbano se hacen críticas, pues no existe
cultura del cuidado agronómico, no se les aporta agua ni nutrientes, menos aún se
hacen estudios fitosanitarios para garantizar las condiciones de supervivencia de
estos árboles aislados en la gran mayoría de los casos

Por esta razón, las plantas en la medida que se van haciendo más grandes, tienen
conductos más anchos, sin embargo, los conductos más anchos son más
vulnerables a la formación de embolias como consecuencia de la restricción al
agua, nutrientes y cuidados forestales.

Una embolia se produce por la formación de burbujas de aire en el flujo de savia


en estos conductos lo cual tiene efectos nocivos en las plantas. Si las embolias
son intensas y afectan significativamente al flujo de agua, pueden secar hojas y
ramas matando a todo el árbol. Este mecanismo explica por qué los árboles
grandes son tan vulnerables y mueren progresiva y lentamente.

En este orden de ideas, es responsabilidad de las autoridades municipales, de la


sociedad civil, prodigar cuidados y atenciones a los arboles urbanos que no solo
cumplen un papel estético, sino que la función ecológica que cumplen es
primordial para la buena vida de los habitantes como expresión de toda forma viva
en el territorio.

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