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Balance Provisional de La Contestación Europea Contra Las Consecuencias Sociales de La Crisis
Balance Provisional de La Contestación Europea Contra Las Consecuencias Sociales de La Crisis
Estos intereses son múltiples: Mantener o mejorar las condiciones de juego bajo las
que se había desencadenado la crisis, es decir, mantener la barra libre a la
especulación (con inmuebles, energía, alimentos, etc.). Recuperar la respetabilidad del
neoliberalismo, claramente hundida al desencadenarse la crisis, con un discurso que
continuamente desacredita cualquier otra alternativa y presenta el modelo que les
beneficia como el único posible (en una repetición machacona del famoso slogan TINA
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Se pueden consultar otros artículos y libros del autor en el blog : http://miradacrtica.blogspot.com/, o en
la dirección: http://www.scribd.com/sanchezroje
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de Margaret Thatcher2). Y, por último, hacer retroceder las conquistas logradas a lo
largo de decenios por la clase trabajadora, reduciendo o desmantelando el Estado de
Bienestar, con el triple objetivo de contribuir a recuperar las tasas de beneficio,
ampliar las esferas de actuación del capital privado (sanidad, pensiones, etc.), y
desprestigiar y desmantelar un sistema que pudiera ser reivindicado como modelo en
otras partes del mundo. En definitiva, una estrategia para sacar el máximo beneficio a
una crisis que, como lo denomina Naomi Klein, el capitalismo de desastres había
desencadenado
No es el objetivo de este artículo discutir las otras posibles políticas que se podrían
haber seguido, sobre lo que se han escrito multitud de artículos, algunos de bastante
calidad. La cuestión es que las políticas implementadas responden al esquema que
hemos comentado al principio y ello ha originado una contestación social de la que nos
ocuparemos. Cualquier otra alternativa diferente a la recuperación del neoliberalismo,
no importa cual fuese la radicalidad de sus propuestas, necesita de una correlación de
fuerzas sociales y políticas para llevarla a cabo que no ha existido hasta el momento, y
que también contribuye a explicar los tres modelos de contestación en Europa que
vamos a analizar.
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TINA: There is no alternative. Fue el slogan preferido por Margaret Thatcher para publicitar que el
neoliberalismo que su gobierno impulsaba en todo el mundo, junto con el gobierno norteamericano de
Ronald Reagan, no tenía alternativa posible.
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Un segundo grupo lo formarían países con una incidencia no dramática, como Francia,
donde sin olvidar su impacto, sus consecuencias han sido manejables por sus
gobiernos. El tercer grupo es el de aquellos países donde ha sido profundo el impacto
de la crisis económica por diferentes motivos, y han sido sometidos finalmente a un
ataque especulativo de los mercados, lo que ha provocado, bien la necesidad de un
rescate financiero por parte de la UE, como es el caso de Grecia e Irlanda, o siguen
estando en una situación crítica con la amenaza de necesitar el rescate, como es el
caso de Portugal y España.
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y no solamente de izquierdas, pero de una manera mucho más laxa que en épocas
anteriores, cuando existieron vínculos estrechos entre sindicatos y partidos de
izquierda; también han aparecido sindicatos regionales, de cuadros profesionales y
sectoriales.
El segundo modelo seguido por la contestación social a los recortes sociales decididos
por los gobiernos como consecuencia de la crisis le podemos denominar de
enfrentamiento sindical abierto. En este modelo, los sindicatos apostaron por un
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enfrentamiento duro y persistente con el objetivo claro de hacer fracasar los planes de
austeridad de sus gobiernos. Solo dos países han seguido este modelo Grecia y Francia,
y con dos situaciones muy diferentes. Grecia ha sido el primer país al que la UE ha
tenido que acudir a rescatar, después de conocerse que las graves irregularidades del
anterior gobierno conservador habían llevado al país a la bancarrota, y de ser objeto
de un ataque fondo por parte de los especuladores internacionales. Las ayudas a
Grecia fueron condicionadas a un draconiano plan de austeridad que hacía caer en
picado las condiciones y nivel de vida de los sectores populares griegos. Además, este
plan iba a ser aceptado y puesto en práctica por un gobierno socialdemócrata recién
salido de las urnas con un apoyo popular importante. Los sindicatos griegos y la
izquierda política que les apoyaban se lanzaron a una movilización que gozaría de un
amplio apoyo popular por la gravedad de las medidas de austeridad y recortes
sociales, pero con la desventaja de tener enfrente un gobierno socialdemócrata recién
elegido y una situación económica que hacía depender al país de las ayudas externas.
La primera huelga general tuvo lugar en diciembre de 2008 bajo el anterior gobierno
conservador, y tras el asesinato de un joven manifestante, a la que siguió otra más en
abril de 2009 contra los planes de austeridad de los conservadores, pero esto no sería
más que un preámbulo, y las movilizaciones entraron en un impasse hasta la
celebración de las elecciones parlamentarias a finales de septiembre de ese año, que
gana ampliamente el PASOK. Inmediatamente el nuevo gobierno comienza a aplicar
medidas de austeridad que hace que en febrero de 2010 se rompa la ilusión de las
clases populares griegas en que un gobierno progresista al que acababan de votar
defendería sus intereses. En febrero comienza la cadena de huelgas generales,
acompañadas de manifestaciones, que intentarán frenar la ofensiva antipopular del
gobierno socialdemócrata, dos huelgas en febrero, una en abril, otra en mayo, dos en
junio, otra en julio. Después de esta ofensiva concentrada de los sindicatos sin obtener
resultados, la intensidad decae, solo al final de año habrá dos nuevas huelgas
generales en noviembre y diciembre. En noviembre de 2010 se celebraron elecciones
locales y regionales, era un test para conocer el impacto político de esta fase intensa
de movilizaciones. El resultado fue una muy alta abstención en relación con lo habitual
en Grecia, la victoria del PASOK y un débil avance de las organizaciones a la izquierda
de éste.
Para explicar esta decisión habría que fijarse en las condiciones especiales del
movimiento obrero en Francia. Estas condiciones son contradictorias. De un lado la
sindicación francesa es una de las más bajas de Europa, con un porcentaje cercano al
10%. Por otro lado, el sindicalismo francés ha mantenido el nivel de combatividad más
alto de Europa, estando situado el sindicato mayoritario, la CGT, en las posiciones más
a la izquierda, aunque ya no sea tan estrecha la antigua relación con el PCF. Una
situación nada habitual en Europa, dónde no suelen ser los sindicatos con posiciones
más izquierdistas los mayoritarios. La debilidad en tasas de sindicación es compensada
por su nivel militante; y esta tradición de organización y lucha - tanto entre la clase
obrera como entre los jóvenes - había conseguido algunos éxitos importantes en los
últimos años (en 1995 Alain Juppé tuvo que retirar su proyecto de pensiones, en 2006
Chirac y Villepin tuvieron que retirar su proyecto de contrato de primer empleo), lo
que seguramente les llevó a calcular que ahora también podrían hacer retroceder el
proyecto de pensiones de Sarkozy.
Por tanto, en mayo de 2010 arrancó un ciclo de intensas movilizaciones sindicales con
tres características principales, las huelgas generales eran acompañadas con
numerosas manifestaciones por todo el país, en realidad el seguimiento de las huelgas
no fue muy intenso más allá de los transportes y algunos servicios públicos, pero los
sindicatos consiguieron sostener en esos meses unas fuertes movilizaciones en las
calles en torno a los tres millones y medio de manifestantes; en segundo lugar los
sindicatos consiguieron mantener un elevado apoyo de la opinión pública, a pesar de
las incomodidades que las manifestaciones y las huelgas producían, especialmente
cuando, en la fase final, intentaron bloquear el país cortando el suministro de
combustible; y, finalmente, mantuvieron la unidad sindical, consiguieron el apoyo de
toda la izquierda y sumaron al movimiento estudiantil en la misma lucha. Todo un
ejemplo de estrategia que, junto a su tradición de luchas, compensó con creces su
debilidad de afiliación.
En mayo y junio se produjeron dos huelgas generales, y tras el paréntesis del verano,
los sindicatos echaron todo el peso entre septiembre y noviembre, antes de que el
proyecto de pensiones de Sarkozy se convirtiese en una ley aprobada por el
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Parlamento. En octubre se realizaron siete huelgas generales, algo insólito en las
últimas décadas en Europa. En sectores importantes, sobretodo el relacionado con los
combustibles se dio un salto cualitativo con el sistema de huelgas renovables - es
decir, que cada 24 horas se decidía su continuación - y el bloqueo de los depósitos de
combustibles con el objeto de paralizar el país. Prácticamente se alcanzó el límite
donde pueden llegar las movilizaciones obreras dentro de la legalidad burguesa sin
entrar en una fase insurreccional. Las comparaciones con el mayo del 68 se hicieron
inevitables en ese intenso mes de octubre, porque alcanzados esos niveles de
movilización la situación empieza a ser en cierto modo incontrolable y cualquier
acontecimiento imprevisto podía romper la estrategia de apuesta elevada pero
controlada de ambas partes. Pero el tiempo jugaba en contra de los sindicatos como
bien sabían éstos y el propio Sarkozy. La conversión en ley del proyecto por el
Parlamento suponía una barrera que los sindicatos no iban a traspasar. Por ello
forzaron las movilizaciones en octubre al máximo, y por eso mismo el gobierno
conservador aguantó ese mes absolutamente inflexible. La ley de pensiones fue votada
por el Parlamento a finales de octubre y ratificada a primeros de noviembre. Las
movilizaciones cesaron súbitamente y los sindicatos fueron derrotados en la batalla
más importante en Europa a causa de las consecuencias de la crisis, al menos hasta
este momento.
Es pronto para conocer cuáles serán las consecuencias que se derivarán para la
resistencia popular europea a los ataques al Estado de Bienestar de esta derrota
francesa. Los precedentes históricos de situaciones parecidas indican que esta
resistencia se resentirá de manera profunda por dicha derrota. Veremos si esta
conclusión histórica se confirma una vez más.
Para empezar España es el más grande de los seis países europeos que mantienen un
gobierno socialdemócrata. También es el país europeo con más intensa destrucción de
empleo durante la crisis, situándose la tasa de paro en más del 20% a principios de
2011, con 4,7 millones de desempleados. Y es, también, el país de economía más
grande atacado por los especuladores internacionales, de manera que los poderes
europeos ven especialmente preocupante que se llegase a una situación que hiciese
necesario su rescate, porque las repercusiones para el euro serían peligrosas. Por ello
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mismo las presiones europeas para implementar medidas que eviten esa situación son
intensas sobre el gobierno español.
A pesar del fuerte impacto de la crisis en España, con sus dramáticas consecuencias en
el empleo, en una primera fase el gobierno del PSOE mantuvo un discurso de un
optimismo incomprensible, pero se negó a repercutir los efectos de la crisis en los
sectores populares. Los dos sindicatos mayoritarios se parapetaron tras el gobierno y
asistieron pasivos a la destrucción de empleo que, por ejemplo, en el último trimestre
de 2008 supuso 609.100 desempleados más. Sin embargo, como escribí en febrero de
20103, la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles desconfiaban de un gobierno
que venía enmascarando y decorando la crisis y sus consecuencias desde antes incluso
de su inicio. Y seguía apuntando entonces, que la patronal y la derecha habían iniciado
una ofensiva para cambiar el modelo de relaciones laborales existente por otro más
favorable a sus intereses, y por hacer retrocede los salarios y prestaciones sociales.
Esta ofensiva había empezado a contar a principios de 2010 con un poderoso aliado, el
sector financiero internacional de carácter especulativo. Y el resultado fue un brusco
giro a la derecha del gobierno de Rodríguez Zapatero, abandonando su discurso
progresista para abrazar las tesis neoliberales que se consolidarían en todos los
gobiernos europeos, conservadores y socialdemócratas. El giro se traducía en tres
medidas importantes, un plan de austeridad de 50.000 millones de euros, una reforma
laboral y un ataque al sistema de pensiones. Además de otras medidas como las
subidas de impuestos, la congelación de salarios de funcionarios y la reordenación del
sistema financiero. Todo ello según las orientaciones de las instituciones financieras
europeas e internacionales, y bajo la excusa de calmar a los mercados, es decir, de
ceder a las presiones del capital especulativo internacional.
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Jesús Sánchez Rodríguez, La doctrina del shock aplicada en España, Rebelión, 09-02-2010
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Este giro derechista del gobierno del PSOE y las medidas antipopulares implementadas
situaban al caso español más cerca del griego que del francés, y los dos sindicatos
mayoritarios quedaron al desnudo; ya no podían parapetar su pasividad detrás del
gobierno, éste les había dejado al descubierto.
Su reacción fue débil, sin convicción. En junio de 2010 convocaron una huelga de
funcionarios contra los recortes salariales impuestos, que tuvo una baja participación.
Siguieron enfrascados en una negociación sin futuro con la patronal en torno a la
reforma laboral, que termino en fracaso y llevó a su imposición legal por el gobierno,
siguiendo las tesis patronales, a finales de ese mes de junio. Los sindicatos, frustrados
y humillados, después de haber vertido amenazas de huelga general, se vieron
obligados a convocarla, pero la retrasaron a finales de septiembre, cuando la reforma
laboral era ya un hecho legal consumado por el Parlamento. Su seguimiento fue
desigual, no pudiéndose hablar ni de éxito ni de fracaso, su efecto más importante fue
que desgasto electoralmente aún más al gobierno según todas las encuestas.
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Conclusiones.
Los resultados obtenidos, hasta el momento, por los tres modelos de contestación
utilizados en Europa por el movimiento sindical para oponerse a las consecuencias
antipopulares derivadas de la crisis no han conseguido ni revertir estas políticas, ni la
correlación de fuerzas en Europa, claramente favorable a las fuerzas conservadoras. El
avance electoral de la derecha, e incluso de la extrema derecha, el giro neoliberal de la
socialdemocracia, el débil avance de las formaciones a la izquierda de aquélla, la
derrota sindical en Francia, la falta de resultados de las movilizaciones griegas, la
posición pactista de los sindicatos mayoritarios españoles, y la discontinuidad de las
movilizaciones en el resto de Europa, dibujan un panorama poco alentador para la
izquierda en Europa y una situación de retroceso social para los sectores populares.
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