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Balance provisional de la contestación europea contra las

consecuencias sociales de la crisis. 2008-2011

Jesús Sánchez Rodríguez1 31-01-2011

A estas alturas de la crisis podemos hablar de un persistente goteo de medidas en la


mayoría de los países de la UE tendentes a reducir el Estado de Bienestar implantado
en algunos casos desde hace más de 60 años. La consecuencia social más inmediata y
dramática de la crisis fue la pérdida de empleos, más aguda en unos países que otros.
Luego aparecieron los déficits fiscales originados por las consecuencias económicas de
la crisis, derivados de las ayudas masivas tanto al sector financiero como a otros, y de
la pérdida de recaudación fiscal por la contracción de la actividad económica. En esta
situación, el alineamiento por los distintos gobiernos con las recomendaciones
ortodoxas en economía les llevó a cubrir esos déficits con la emisión de deuda pública
en los mercados internacionales de capital. De esta manera, ponían su destino en
manos de los grandes especuladores internacionales que, utilizando el argumento de
demandar garantías para sus inversiones en deudas y elevar el interés por el capital
prestado a gobiernos en dificultades económicas, invertían en deuda pública con un
doble beneficio; en principio económico, debido a los altos intereses ofrecidos por las
emisiones de deuda de los gobiernos; y luego político, al constituir una hipoteca sobre
las decisiones de estos gobiernos, obligándoles a actuar en favor de los intereses de
dichos especuladores internacionales.

Estos intereses son múltiples: Mantener o mejorar las condiciones de juego bajo las
que se había desencadenado la crisis, es decir, mantener la barra libre a la
especulación (con inmuebles, energía, alimentos, etc.). Recuperar la respetabilidad del
neoliberalismo, claramente hundida al desencadenarse la crisis, con un discurso que
continuamente desacredita cualquier otra alternativa y presenta el modelo que les
beneficia como el único posible (en una repetición machacona del famoso slogan TINA

1
Se pueden consultar otros artículos y libros del autor en el blog : http://miradacrtica.blogspot.com/, o en
la dirección: http://www.scribd.com/sanchezroje

1
de Margaret Thatcher2). Y, por último, hacer retroceder las conquistas logradas a lo
largo de decenios por la clase trabajadora, reduciendo o desmantelando el Estado de
Bienestar, con el triple objetivo de contribuir a recuperar las tasas de beneficio,
ampliar las esferas de actuación del capital privado (sanidad, pensiones, etc.), y
desprestigiar y desmantelar un sistema que pudiera ser reivindicado como modelo en
otras partes del mundo. En definitiva, una estrategia para sacar el máximo beneficio a
una crisis que, como lo denomina Naomi Klein, el capitalismo de desastres había
desencadenado

No es el objetivo de este artículo discutir las otras posibles políticas que se podrían
haber seguido, sobre lo que se han escrito multitud de artículos, algunos de bastante
calidad. La cuestión es que las políticas implementadas responden al esquema que
hemos comentado al principio y ello ha originado una contestación social de la que nos
ocuparemos. Cualquier otra alternativa diferente a la recuperación del neoliberalismo,
no importa cual fuese la radicalidad de sus propuestas, necesita de una correlación de
fuerzas sociales y políticas para llevarla a cabo que no ha existido hasta el momento, y
que también contribuye a explicar los tres modelos de contestación en Europa que
vamos a analizar.

Tres modelos de contestación social a las consecuencias de la crisis en


Europa

Después de tres años y medio de conflictividad social, originada en las consecuencias


de la crisis, podemos hablar en estos momentos de tres modelos diferentes seguidos
por dicha contestación para el grupo de países que tomaremos en consideración por
su importancia para este tema. Para poder entender las diferencias de estos modelos
es necesario referirse previamente a tres variables: el impacto de la crisis económica y
el tipo de medidas antisociales tomadas por los diferentes gobiernos, la naturaleza
política de los gobiernos encargados de tomar dichas medidas, y la tradición del
movimiento sindical de cada país. Seguramente también intervengan otras variables,
pero estas tres son las más importantes para explicar los tres modelos que vamos a
describir.

En cuanto al impacto de la crisis, es evidente la diferencia con que ha golpeado a los


miembros de la UE. Tenemos el ejemplo alemán dónde sus consecuencias han sido
mínimas y, por lo tanto, no ha conocido fenómenos de conflictividad social resaltables.

2
TINA: There is no alternative. Fue el slogan preferido por Margaret Thatcher para publicitar que el
neoliberalismo que su gobierno impulsaba en todo el mundo, junto con el gobierno norteamericano de
Ronald Reagan, no tenía alternativa posible.

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Un segundo grupo lo formarían países con una incidencia no dramática, como Francia,
donde sin olvidar su impacto, sus consecuencias han sido manejables por sus
gobiernos. El tercer grupo es el de aquellos países donde ha sido profundo el impacto
de la crisis económica por diferentes motivos, y han sido sometidos finalmente a un
ataque especulativo de los mercados, lo que ha provocado, bien la necesidad de un
rescate financiero por parte de la UE, como es el caso de Grecia e Irlanda, o siguen
estando en una situación crítica con la amenaza de necesitar el rescate, como es el
caso de Portugal y España.

La profundidad de las medidas antisociales tomadas por los diferentes gobiernos ha


estado relacionada de manera directa con la gravedad del impacto de la crisis, del
ataque especulativo de los mercados y de la amenaza, hecha realidad en dos casos, de
un rescate por parte de la UE.

En cuanto a la naturaleza política de los gobiernos de la UE, es necesario constatar en


primer lugar la ola conservadora que se ha ido extendiendo por Europa en los últimos
años, y cuya consecuencia es que solamente seis de los veintisiete gobiernos de la UE
son socialdemócratas actualmente, en tanto que hace una docena de años, cuando la
CEE contaba con 15 miembros, 11 gobiernos era socialdemócratas. Pero además viene
a coincidir que dos de estos gobiernos de la izquierda moderada son de pequeños
países como Eslovaquia y Chipre (éste es un gobierno eurocomunista, no
socialdemócrata), uno es mediano, como Austria, y tres gobiernan en países con
graves problemas económicos, uno ya rescatado con la ayuda y en las condiciones
impuestas por la conservadora UE, Grecia, y dos en el punto de mira de los
especuladores internacionales y con amenaza de rescate, Portugal y España. Para
completar el panorama debemos señalar que en diferentes elecciones celebradas en
los últimos meses, la posición de esta izquierda moderada se ha hecho más inestable.
El PASOK griego ha ganado unas elecciones locales y regionales en medio de una gran
abstención. El presidente conservador portugués acaba de revalidar su victoria en las
urnas en este mes de enero, también en medio de una gran abstención. Y en España,
las encuestas dan por ganador en las próximas elecciones a los conservadores,
habiendo perdido recientemente la izquierda moderada un gobierno tan importante
como el de Cataluña. En contraposición, la derecha sigue ganando elecciones en
Europa, que a su vez conoce un preocupante auge de partidos y formaciones
xenófobas y de extrema derecha.

En cuanto a los comportamientos sindicales, hay dos aspectos a destacar, el primero


tiene que ver con la tradición de lucha o de pactos del movimiento sindical, donde
podemos contraponer como ejemplos el caso francés y el español respectivamente; y
el segundo con la fragmentación del movimiento sindical según las diferentes
posiciones políticas o ideológicas, y la tasa de afiliación. Normalmente se suele dar una
situación de fragmentación sindical y una identificación con distintos partidos políticos,

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y no solamente de izquierdas, pero de una manera mucho más laxa que en épocas
anteriores, cuando existieron vínculos estrechos entre sindicatos y partidos de
izquierda; también han aparecido sindicatos regionales, de cuadros profesionales y
sectoriales.

El modelo de contestación social difuso o discontinuo

El primer modelo de contestación social lo podríamos denominar difuso o discontinuo,


y ha sido el predominante durante la crisis. Su característica es que ha dado lugar a
algunos conflictos, incluso alguna huelga general, pero no ha sido persistente en el
tiempo, y por lo tanto han sido conflictos que no han producido desbordamientos, y
cuando ha existido este peligro, el cambio de gobierno ha sido utilizado como
cortocircuito. Es el caso de Letonia que a principios de 2009 conoció movilizaciones y la
caída del gobierno. De Italia, que ha conocido desde 2009 manifestaciones y una
huelga general en mayo de 2010, con movilizaciones más radicales de los estudiantes
en diciembre de 2010. De Gran Bretaña, con una débil respuesta sindical hasta ahora a
los recortes del nuevo gobierno conservador (una manifestación sindical en octubre de
2010 y otra prevista para marzo de 2011), y una contestación más seria también por
parte de los estudiantes. De Islandia, cuyas protestas en enero de 2009 llevaron a la
caída del gobierno. De Portugal, con una huelga general en noviembre de 2010. De
Irlanda, con manifestaciones en noviembre de 2010 contra el duro plan de austeridad
impuesto por el gobierno.

Con la excepción de Portugal, las movilizaciones se han llevado a cabo contra


gobiernos conservadores, han provocado algunos cambios de gobierno como en
Islandia o Letonia, pero no han conseguido revertir los planes de recortes, con la
excepción de Islandia, dónde el rechazo popular en referéndum a la devolución de la
deuda ha llevado a la congelación de las ayudas del FMI, estando en este momento en
una situación de impasse sobre su evolución. La situación de los sindicatos en estos
países es, como en toda Europa, de un descenso persistente de afiliación, pero se
mantienen en un porcentaje cercano al 30%, con la excepción de Portugal que ronda el
20%.

El modelo de enfrentamiento sindical abierto.

El segundo modelo seguido por la contestación social a los recortes sociales decididos
por los gobiernos como consecuencia de la crisis le podemos denominar de
enfrentamiento sindical abierto. En este modelo, los sindicatos apostaron por un

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enfrentamiento duro y persistente con el objetivo claro de hacer fracasar los planes de
austeridad de sus gobiernos. Solo dos países han seguido este modelo Grecia y Francia,
y con dos situaciones muy diferentes. Grecia ha sido el primer país al que la UE ha
tenido que acudir a rescatar, después de conocerse que las graves irregularidades del
anterior gobierno conservador habían llevado al país a la bancarrota, y de ser objeto
de un ataque fondo por parte de los especuladores internacionales. Las ayudas a
Grecia fueron condicionadas a un draconiano plan de austeridad que hacía caer en
picado las condiciones y nivel de vida de los sectores populares griegos. Además, este
plan iba a ser aceptado y puesto en práctica por un gobierno socialdemócrata recién
salido de las urnas con un apoyo popular importante. Los sindicatos griegos y la
izquierda política que les apoyaban se lanzaron a una movilización que gozaría de un
amplio apoyo popular por la gravedad de las medidas de austeridad y recortes
sociales, pero con la desventaja de tener enfrente un gobierno socialdemócrata recién
elegido y una situación económica que hacía depender al país de las ayudas externas.
La primera huelga general tuvo lugar en diciembre de 2008 bajo el anterior gobierno
conservador, y tras el asesinato de un joven manifestante, a la que siguió otra más en
abril de 2009 contra los planes de austeridad de los conservadores, pero esto no sería
más que un preámbulo, y las movilizaciones entraron en un impasse hasta la
celebración de las elecciones parlamentarias a finales de septiembre de ese año, que
gana ampliamente el PASOK. Inmediatamente el nuevo gobierno comienza a aplicar
medidas de austeridad que hace que en febrero de 2010 se rompa la ilusión de las
clases populares griegas en que un gobierno progresista al que acababan de votar
defendería sus intereses. En febrero comienza la cadena de huelgas generales,
acompañadas de manifestaciones, que intentarán frenar la ofensiva antipopular del
gobierno socialdemócrata, dos huelgas en febrero, una en abril, otra en mayo, dos en
junio, otra en julio. Después de esta ofensiva concentrada de los sindicatos sin obtener
resultados, la intensidad decae, solo al final de año habrá dos nuevas huelgas
generales en noviembre y diciembre. En noviembre de 2010 se celebraron elecciones
locales y regionales, era un test para conocer el impacto político de esta fase intensa
de movilizaciones. El resultado fue una muy alta abstención en relación con lo habitual
en Grecia, la victoria del PASOK y un débil avance de las organizaciones a la izquierda
de éste.

El segundo país de Europa donde se ha aplicado este modelo de enfrentamiento


sindical abierto ha sido Francia. Bajo un gobierno conservador, el menor impacto de la
crisis económica respecto a otros países europeos ha supuesto que las medidas de
ajuste aplicadas fuesen de menor intensidad. El cierre de empresas había dado lugar a
conflictos puntuales y el primer acto de las movilizaciones se produjo en enero de
2009 en Guadalupe, con una huelga general contra la carestía de la vida. Pocos días
después tendría lugar la primera huelga general francesa, acompañada de
manifestaciones, que abrirá un ciclo de movilizaciones que irá creciendo hasta alcanzar
su clímax en octubre de 2010. Aunque en marzo tendrá lugar la segunda huelga de
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2009, a partir de ese momento las movilizaciones decaen durante más de un año,
pudiéndose decir que Francia se situaba también dentro del primer modelo. Sin
embargo en la primavera de 2010, el proyecto de reforma de las pensiones del
gobierno Sarkozy va a reactivar las movilizaciones con una intensidad que superara
durante algunos meses a la de los sindicatos griegos. Este ataque a las pensiones -
dentro de una política general europea de endurecer las condiciones para acceder a las
mismas y rebajar su cuantía, y que ya había sido aplicado en Alemania sin resistencia -
no es comparable, ni de lejos, al plan de austeridad aplicado a los griegos, sin embargo
los sindicatos franceses van a seguir el mismo modelo de enfrentamiento abierto.

Para explicar esta decisión habría que fijarse en las condiciones especiales del
movimiento obrero en Francia. Estas condiciones son contradictorias. De un lado la
sindicación francesa es una de las más bajas de Europa, con un porcentaje cercano al
10%. Por otro lado, el sindicalismo francés ha mantenido el nivel de combatividad más
alto de Europa, estando situado el sindicato mayoritario, la CGT, en las posiciones más
a la izquierda, aunque ya no sea tan estrecha la antigua relación con el PCF. Una
situación nada habitual en Europa, dónde no suelen ser los sindicatos con posiciones
más izquierdistas los mayoritarios. La debilidad en tasas de sindicación es compensada
por su nivel militante; y esta tradición de organización y lucha - tanto entre la clase
obrera como entre los jóvenes - había conseguido algunos éxitos importantes en los
últimos años (en 1995 Alain Juppé tuvo que retirar su proyecto de pensiones, en 2006
Chirac y Villepin tuvieron que retirar su proyecto de contrato de primer empleo), lo
que seguramente les llevó a calcular que ahora también podrían hacer retroceder el
proyecto de pensiones de Sarkozy.

Por tanto, en mayo de 2010 arrancó un ciclo de intensas movilizaciones sindicales con
tres características principales, las huelgas generales eran acompañadas con
numerosas manifestaciones por todo el país, en realidad el seguimiento de las huelgas
no fue muy intenso más allá de los transportes y algunos servicios públicos, pero los
sindicatos consiguieron sostener en esos meses unas fuertes movilizaciones en las
calles en torno a los tres millones y medio de manifestantes; en segundo lugar los
sindicatos consiguieron mantener un elevado apoyo de la opinión pública, a pesar de
las incomodidades que las manifestaciones y las huelgas producían, especialmente
cuando, en la fase final, intentaron bloquear el país cortando el suministro de
combustible; y, finalmente, mantuvieron la unidad sindical, consiguieron el apoyo de
toda la izquierda y sumaron al movimiento estudiantil en la misma lucha. Todo un
ejemplo de estrategia que, junto a su tradición de luchas, compensó con creces su
debilidad de afiliación.

En mayo y junio se produjeron dos huelgas generales, y tras el paréntesis del verano,
los sindicatos echaron todo el peso entre septiembre y noviembre, antes de que el
proyecto de pensiones de Sarkozy se convirtiese en una ley aprobada por el

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Parlamento. En octubre se realizaron siete huelgas generales, algo insólito en las
últimas décadas en Europa. En sectores importantes, sobretodo el relacionado con los
combustibles se dio un salto cualitativo con el sistema de huelgas renovables - es
decir, que cada 24 horas se decidía su continuación - y el bloqueo de los depósitos de
combustibles con el objeto de paralizar el país. Prácticamente se alcanzó el límite
donde pueden llegar las movilizaciones obreras dentro de la legalidad burguesa sin
entrar en una fase insurreccional. Las comparaciones con el mayo del 68 se hicieron
inevitables en ese intenso mes de octubre, porque alcanzados esos niveles de
movilización la situación empieza a ser en cierto modo incontrolable y cualquier
acontecimiento imprevisto podía romper la estrategia de apuesta elevada pero
controlada de ambas partes. Pero el tiempo jugaba en contra de los sindicatos como
bien sabían éstos y el propio Sarkozy. La conversión en ley del proyecto por el
Parlamento suponía una barrera que los sindicatos no iban a traspasar. Por ello
forzaron las movilizaciones en octubre al máximo, y por eso mismo el gobierno
conservador aguantó ese mes absolutamente inflexible. La ley de pensiones fue votada
por el Parlamento a finales de octubre y ratificada a primeros de noviembre. Las
movilizaciones cesaron súbitamente y los sindicatos fueron derrotados en la batalla
más importante en Europa a causa de las consecuencias de la crisis, al menos hasta
este momento.

Es pronto para conocer cuáles serán las consecuencias que se derivarán para la
resistencia popular europea a los ataques al Estado de Bienestar de esta derrota
francesa. Los precedentes históricos de situaciones parecidas indican que esta
resistencia se resentirá de manera profunda por dicha derrota. Veremos si esta
conclusión histórica se confirma una vez más.

El modelo de concertación social.

El tercer modelo de contestación social tiene, por el momento, un solo caso de


aplicación, el de España. Inicialmente, la actitud de los sindicatos españoles debería
situarles en el primero de los modelos. Pero, el modelo finalmente aplicado en España
es el de concertación con el gobierno y la patronal, con renuncia a las movilizaciones.

Para empezar España es el más grande de los seis países europeos que mantienen un
gobierno socialdemócrata. También es el país europeo con más intensa destrucción de
empleo durante la crisis, situándose la tasa de paro en más del 20% a principios de
2011, con 4,7 millones de desempleados. Y es, también, el país de economía más
grande atacado por los especuladores internacionales, de manera que los poderes
europeos ven especialmente preocupante que se llegase a una situación que hiciese
necesario su rescate, porque las repercusiones para el euro serían peligrosas. Por ello

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mismo las presiones europeas para implementar medidas que eviten esa situación son
intensas sobre el gobierno español.

La aguda destrucción de empleo derivada de despidos y cierres de empresas no


produjo ninguna movilización importante, ni siquiera puntualmente por parte de los
dos sindicatos mayoritarios, UGT y CCOO, pero sí de los sindicatos nacionalistas que
convocaron la primera huelga general en Euskadi en mayo de 2009, evidenciando el
desencuentro con los dos grandes sindicatos de implantación estatal. Con
posterioridad los sindicatos nacionalistas llevarían a cabo otras dos huelgas generales
al margen de CCOO y UGT, en junio de 2010 con ocasión de la regresiva reforma
laboral del gobierno y el 27 de enero de 2011, con ocasión, esta vez, de la reforma
regresiva de las pensiones. Su incidencia fue menor y su efecto fue sobretodo
demostrar el desencuentro total entre dos tipos de sindicalismos en España, uno
mayoritario orientado a la negociación y poco proclive a la movilización, y otro
minoritario, con la excepción de Euskadi y Galicia, más inclinado a la movilización.

A pesar del fuerte impacto de la crisis en España, con sus dramáticas consecuencias en
el empleo, en una primera fase el gobierno del PSOE mantuvo un discurso de un
optimismo incomprensible, pero se negó a repercutir los efectos de la crisis en los
sectores populares. Los dos sindicatos mayoritarios se parapetaron tras el gobierno y
asistieron pasivos a la destrucción de empleo que, por ejemplo, en el último trimestre
de 2008 supuso 609.100 desempleados más. Sin embargo, como escribí en febrero de
20103, la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles desconfiaban de un gobierno
que venía enmascarando y decorando la crisis y sus consecuencias desde antes incluso
de su inicio. Y seguía apuntando entonces, que la patronal y la derecha habían iniciado
una ofensiva para cambiar el modelo de relaciones laborales existente por otro más
favorable a sus intereses, y por hacer retrocede los salarios y prestaciones sociales.
Esta ofensiva había empezado a contar a principios de 2010 con un poderoso aliado, el
sector financiero internacional de carácter especulativo. Y el resultado fue un brusco
giro a la derecha del gobierno de Rodríguez Zapatero, abandonando su discurso
progresista para abrazar las tesis neoliberales que se consolidarían en todos los
gobiernos europeos, conservadores y socialdemócratas. El giro se traducía en tres
medidas importantes, un plan de austeridad de 50.000 millones de euros, una reforma
laboral y un ataque al sistema de pensiones. Además de otras medidas como las
subidas de impuestos, la congelación de salarios de funcionarios y la reordenación del
sistema financiero. Todo ello según las orientaciones de las instituciones financieras
europeas e internacionales, y bajo la excusa de calmar a los mercados, es decir, de
ceder a las presiones del capital especulativo internacional.

3
Jesús Sánchez Rodríguez, La doctrina del shock aplicada en España, Rebelión, 09-02-2010

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Este giro derechista del gobierno del PSOE y las medidas antipopulares implementadas
situaban al caso español más cerca del griego que del francés, y los dos sindicatos
mayoritarios quedaron al desnudo; ya no podían parapetar su pasividad detrás del
gobierno, éste les había dejado al descubierto.

Su reacción fue débil, sin convicción. En junio de 2010 convocaron una huelga de
funcionarios contra los recortes salariales impuestos, que tuvo una baja participación.
Siguieron enfrascados en una negociación sin futuro con la patronal en torno a la
reforma laboral, que termino en fracaso y llevó a su imposición legal por el gobierno,
siguiendo las tesis patronales, a finales de ese mes de junio. Los sindicatos, frustrados
y humillados, después de haber vertido amenazas de huelga general, se vieron
obligados a convocarla, pero la retrasaron a finales de septiembre, cuando la reforma
laboral era ya un hecho legal consumado por el Parlamento. Su seguimiento fue
desigual, no pudiéndose hablar ni de éxito ni de fracaso, su efecto más importante fue
que desgasto electoralmente aún más al gobierno según todas las encuestas.

Hasta la celebración de esta huelga general, la contestación en España la situaría


dentro del primer modelo descrito, pero a partir de ese momento los sindicatos se
inclinarán por alcanzar un modelo de concertación, mejor dicho, por recuperar su
papel de aliados del gobierno, pero ahora no para sostenerle en sus políticas
progresistas, sino para suavizar el contenido de las políticas antipopulares. Este cambio
se basa sobre todo en el resultado de la huelga general de septiembre. Su impacto
moderado y su ineficacia para modificar la reforma laboral convalidada en el
Parlamento confirma a los sindicatos en su convicción de volver a la senda de la
concertación. Por otra parte, el mayor desgaste del gobierno, en favor de los
conservadores - ratificado con su derrota electoral en Cataluña, a finales de
noviembre, en favor de la derecha nacionalista – empuja al gobierno, y también a los
sindicatos, a evitar una nueva confrontación. El resultado final, es que el proyecto de
reforma de las pensiones del gobierno, en el mismo sentido penalizante para los
trabajadores que en el resto de Europa, es fruto de un acuerdo mediante el cual, a
cambio de una ligera suavización de sus términos por el gobierno, los sindicatos
respaldan socialmente la nueva medida antipopular. Con ello se consolida el nuevo
modelo que abre la negociación a nuevos aspectos del programa de reformas
neoliberales del gobierno Zapatero.

Para visualizar las diferencias entre el modelo de contestación a la crisis en Francia y


España nada mejor que referirse a las imágenes evocadas en ambos casos, en octubre
pasado, en Francia, se aludía a la repetición de un nuevo mayo del 68; en enero de
2011, en España, los sindicatos evocan la repetición de unos nuevos Pactos de la
Moncloa, críticamente recordados por las organizaciones españolas a la izquierda del
PSOE.

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Conclusiones.

Los resultados obtenidos, hasta el momento, por los tres modelos de contestación
utilizados en Europa por el movimiento sindical para oponerse a las consecuencias
antipopulares derivadas de la crisis no han conseguido ni revertir estas políticas, ni la
correlación de fuerzas en Europa, claramente favorable a las fuerzas conservadoras. El
avance electoral de la derecha, e incluso de la extrema derecha, el giro neoliberal de la
socialdemocracia, el débil avance de las formaciones a la izquierda de aquélla, la
derrota sindical en Francia, la falta de resultados de las movilizaciones griegas, la
posición pactista de los sindicatos mayoritarios españoles, y la discontinuidad de las
movilizaciones en el resto de Europa, dibujan un panorama poco alentador para la
izquierda en Europa y una situación de retroceso social para los sectores populares.

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