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ÉTICAS DE LA SERENIDAD - ESTOICISMO

De la ética a la política: las acciones comunitarias

Lo que no conviene a la colmena tampoco


conviene a la abeja.

Marco Aurelio, Meditaciones, 6.54.

1. Los impulsos naturales: la autoconservación y las acciones morales

Sostienen [los estoicos] que el primer impulso (hormḗ) en el ser viviente es la


persistencia en el cuidado de sí mismo, porque la naturaleza lo apropia para ello [lo
familiariza con ello] desde el principio, según dice Crisipo en el primer tratado Sobre
los fines, al afirmar que lo primero propio para todo viviente es su propia constitución
y su conciencia de ella, pues no es verosímil que la naturaleza haga al mismo viviente
ajeno a sí mismo ni que, tras haberlo producido, no lo haya hecho ajeno ni propio.
Resta decir entonces que, tras haberlo constituido, lo apropió en relación a sí mismo;
así, pues, rechaza el viviente las cosas perjudiciales y se acerca a las apropiadas. /
Diógenes Laercio, Vitae, VII, 85.

(21) La primera inclinación del hombre es hacia las cosas que están de acuerdo con la
naturaleza; pero tan pronto como adquiere entendimiento, o más bien, noción, lo que
los estoicos llaman énnoia, y ve en lo que debe hacer un orden y, por decirlo así, una
armonía, la estima mucho (esta armonía) más que todas las cosas que amó al
principio. Y así, por el conocimiento y la razón, comprende que es allí donde reside
aquel supremo bien del hombre que debe ser alabado y deseado por sí mismo. Dado
que el supremo bien consiste en lo que los estoicos llaman homología y nosotros, si te
parece, llamaremos armonía (convenientia) y puesto que en ello consiste este bien al
que todas las cosas deben ser referidas, resulta que las acciones realizadas de un
modo honorable (o las acciones morales) y lo honorable mismo (la moralidad misma)
es lo único que debe ser apetecido por su poder y dignidad, aunque esto se nos haga
manifiesto posteriormente; en cambio, ninguna de las primeras mociones de la
naturaleza debe ser apetecida por sí misma. / Cicerón, Del supremo bien y del supremo
mal (De finibus), III, vi; las cursivas son mías.

Pues no se engañen: cualquier animal a nada se habitúa tanto como a su propia


conveniencia. Y lo que le parece que le estorba —sea ello un hermano, un padre, un
hijo, un amado o un amante— lo odia, lo rechaza, lo maldice. Pues, por naturaleza,
nada se ama tanto como la propia conveniencia. Ella es padre y hermano y parientes y
patria y dios. Cuando nos parece que son los dioses los que ponen impedimentos,
hasta a ellos los insultamos [...] Por eso, si uno pone en el mismo lugar la conveniencia
y lo sagrado y la patria y los padres y los amigos, todo esto se salva. Pero si pone en un
sitio la conveniencia y en otro los amigos y la patria y los parientes y la propia justicia,
todo esto se va, hundido por el peso de la conveniencia. En donde uno ponga el «yo» y
«lo mío» a ellos es fuerza que se incline el ser vivo. / Epicteto, Disertaciones, II, xxii, 15-
19.

El así llamado instinto de supervivencia o instinto de autoconservación suele esgrimirse como


argumento para sostener que el egoísmo humano es un hecho natural. Si esto es así, la posibilidad
de desarrollar sociedades justas y pacíficas parece inalcanzable: el ser humano, por naturaleza —
se dirá—, tiende a anteponer el bien propio o el de sus relaciones más inmediatas por encima del
bien común. Tal vez la formulación más radical de esta tesis la dio el comediógrafo latino Plauto
(254-184 a.n.e) con la famosa fórmula retomada por Thomas Hobbes (1588-1679): Homo homini
lupus, “el hombre es el lobo del hombre”.
Los estoicos postulan que hay un impulso natural primario hacia la autoconservación, pero
sugieren también que, por el hecho de ser primario, este impulso sólo representa una primera fase,
un primer principio de la naturaleza. A este impulso primario y cronológicamente primero, le sigue
una segunda fase, basada en la primera pero que a la vez la trasciende: la tendencia natural al
bien, es decir, a actuar moralmente. La moralidad es puesta como algo no menos natural en el
hombre que el instinto de conservación, con la diferencia de que éste es, por así decir, un estadio
primario, mientras que aquélla representa un estadio adulto. Vivir de acuerdo con la naturaleza,
que es el fin final estoico, es vivir una vida consagrada a las buenas acciones. Y puesto que las
buenas acciones son en general hacia los otros, el modo de vida natural es decididamente
comunitario. Así, los estoicos nos dicen que el egoísmo es, sí, el estado natural en el hombre, pero
el estado de naturaleza infantil. Y que el sentido comunitario (lo que Marco Aurelio llama razón
social) es propio de una naturaleza adulta (a partir de los 14 años).
Pero a quién hemos de creerle en cuanto al estado de naturaleza humano: ¿a Hobbes o a los
estoicos (y antes que ellos, a Sócrates, a Platón)? ¿Somos egoístas por naturaleza, aun en nuestro
estadio adulto, o hemos construido, en el error y el olvido, sociedades egoístas que nos hacen
extraviar nuestra naturaleza comunitaria? ¿Hay evidencia de que somos generosos de manera
connatural? (Quizá la evidencia es el sentimiento que se tiene en la generosidad y en el egoísmo;
el primero, place; el segundo, es aprehensivo, receloso: se tiene un sordo miedo como de ladrón.)
¿Qué argumentos podríamos dar? ¿Y por qué, si tenemos esta tendencia natural hacia el bien, la
vida comunitaria resulta tan difícil?
—Porque estamos en una especie de infancia —dirían los estoicos.
Significativamente, lo que en el siglo XVIII se llamó “Ilustración” apelaba a esta idea. En el célebre
texto “Contestación a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración?”, Kant (cuya influencia estoica es
bastante notable) dice:

Ilustración significa el abandono por parte del hombre de una minoría de edad cuyo
responsable es él mismo. Esta minoría de edad significa la incapacidad para servirse de su
entendimiento sin verse guiado por algún otro. Uno mismo es el culpable de dicha minoría de
edad cuando su causa no reside en la falta de entendimiento, sino en la falta de resolución y
valor para servirse del suyo propio sin la guía del de algún otro. Sapere aude! ¡Ten valor
1
para servirte de tu propio entendimiento! Tal es el lema de la Iustración.

Veamos ahora otros argumentos estoicos.

1“Contestación a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración?”, en I. Kant, ¿Qué es la Ilustración?, tr. R. Aramayo,


Alianza, Madrid, 2004, p. 83.
Argumento del todo y las partes

62. <Los estoicos> consideran esencial comprender que la naturaleza hace que los
hijos sean amados por sus padres, a partir de lo cual nos esforzamos por alcanzar la
provechosa sociedad común del género humano. Lo que debe comprenderse, en
primer lugar, es que en la configuración y en la partes del cuerpo se manifiesta que el
procrear tiene su principio en la naturaleza. Pero no podrían ser congruentes entre sí
el que la naturaleza quisiera procrear y el que no se ocupase de que los seres
procreados sean objeto de cuidado. Asimismo, incluso en las bestias puede advertirse
el poder de la naturaleza. Cuando vemos su solicitud con la prole en el parto y en la
crianza, nos parece oír la voz de la naturaleza misma. Por lo cual, así como es evidente
que la naturaleza nos hace huir del dolor, así también es manifiesto que por la
naturaleza misma somos impelidos a amar a los que hemos engendrado. (63) A lo
mismo obedece que también sea común a los hombres una natural estimación entre
ellos, de tal modo que un hombre, por el hecho mismo de ser hombre, no deba ser
visto como un extraño por el otro [...] y de la misma forma las hormigas, las abejas, las
cigüeñas, también hacen algunas cosas por causa de otros <animales>. Esa unión se da
mucho más intensamente entre los hombres y, de tal manera, que somos aptos por
naturaleza para asociarnos con otros hombres para realizar asambleas, para
constituir ciudades. / Cicerón, De finibus, III, xix.

Igual que están los miembros del cuerpo en seres que son uno, esa relación tienen los
seres sociales, aunque estén separados, por estar constituidos para una cierta
colaboración. (2) Esta reflexión se te ocurrirá más si te dices muchas veces: «soy
miembro de un conjunto formado por seres racionales». / Marco Aurelio,
Meditaciones, 7.13.

2. Razón social, razón universal: la ciudadanía natural en el mundo


(cosmopolitismo)

Piensa quién eres: lo primero, un hombre; es decir, que no tienes nada superior al
albedrío, sino que a él está subordinado lo demás, y él mismo no puede ser
esclavizado ni subordinado. Mira entonces de quiénes te distingues por la
racionalidad. Te distingues de las fieras, te distingues de las ovejas. En estas
condiciones eres ciudadano del mundo y parte de él, y no uno de sus servidores, sino
uno de los que lo dirigen [...] / Epicteto, Disertaciones, II, x, 1-3.

Si el ser inteligentes nos es común, también la razón por la que somos racionales es
común. Si es así, también la razón que nos indica lo que debe hacerse o no es común. Si
es así, también la ley es común. Si es así, somos ciudadanos. Si es así, participamos de
algún tipo de organización ciudadana. Si es así, el universo es como una ciudad. /
Marco Aurelio, Meditaciones, 4.4.
Mi ciudad y mi patria, como Antonino que soy, es Roma. Como hombre, el universo.
Por tanto, lo que beneficia a esas ciudades, sólo eso lo considero bueno. / Marco
Aurelio, Meditaciones, 6.44, 6.

3. Las acciones comunitarias

1. El valor de las acciones comunitarias

Al amanecer, cuando te despiertas perezoso, ten a mano lo siguiente: «Me despierto


para una tarea humana, ¿y todavía me irrito si me dirijo a hacer aquello por lo que he
nacido y para lo que me han traído al mundo? ¿O me han fabricado para esto, para
reconfortarme al calor de las mantas?» (2) [...] ¿No ves que las pequeñas plantas, los
gorrioncillos, las hormigas, las arañas, las abejas hacen lo que les es propio y
conjuntamente forjan en su medida el universo? ¿Resulta que tú no quieres hacer lo
propio del hombre? (3) ¿No vas a correr a la tarea que es conforme a tu naturaleza?
[...] (6) Otros por amor a sus oficios se consumen en las tareas propias de su oficio sin
lavarse ni comer. ¿Honras tu propia naturaleza menos que el escultor el arte de la
escultura, el danzarín el de la danza, el avaro el dinero, el vanidoso la honrilla? Éstos,
cuando están apasionados, ni comer ni dormir lo desean más que acrecentar las
decisiones que sienten que les conciernen. ¿A ti, por el contrario, las acciones
comunitarias te parecen de un valor inferior y merecedoras de menor empeño? /
Marco Aurelio, Meditaciones, 5.1. (véase también 2.1, 4 en “Primera noche”, Prácticas)

Marco Aurelio observa que solemos ser más escrupulosos o que acaso tenemos en mayor
estima nuestras acciones destinadas al cultivo de una profesión u oficio que nuestras acciones
morales. ¿Crees que esta observación es cierta? Y de serlo, ¿por qué se da esto?
-¿Por qué, cuando conocemos a alguien, solemos preguntarle a qué se dedica? ¿En qué sentido
esto nos proporciona un conocimiento prioritario de esa persona?
-Cuando piensas en ti mismo/a: ¿lo haces ante todo en términos de profesión u oficio o en términos
fundamentalmente morales?

Concordia: la amistad de los ciudadanos

Los animales irracionales y, en general, los objetos, por estar tú dotado de razón y
ellos no, trátalos generosa y liberalmente; a los hombres, que están dotados de razón,
trátalos además comunitariamente. / Marco Aurelio, Meditaciones, 6.23.

La comunidad de los amigos

También sostienen [los estoicos] que la amistad se da sólo entre los excelentes, a
causa de la semejanza <que entre ellos existe> y que ella [la amistad] es una
comunidad de los que comparten un modo de vida, pues tratamos a los amigos como a
nosotros mismos. Declaran que el amigo es elegible por sí mismo y que es un bien
tener muchos amigos. / Diógenes Laercio, Vitae, VII, 121.
La acción política: educar, ayudar a pensar

Sostienen [los estoicos] que lo justo lo es por naturaleza, no por convención. Para ellos
se sigue que corresponde que el sabio participe en política y, sobre todo, en aquellos
regímenes políticos de una índole tal que exhiban un cierto progreso hacia las formas
de gobierno perfectas. Legislar, educar a las personas, y además escribir aquello que
puede beneficiar a los que se encuentran con las letras es propio de los excelentes [...] /
Estobeo, Ecl. II, 94, las cursivas son mías
Ejercicios

La meditación cosmopolita de Hierocles

Cada uno de nosotros está circunscrito por muchos círculos. Algunos de ellos son
estrechos, otros más largos; algunos abarcan y otros son abarcados, dependiendo de
los distintos hábitos de cada uno. Ciertamente, el círculo primero y más próximo es el
que todos describen como aquel que tiene a la propia mente en el centro y en el cual el
cuerpo y todo aquello que concierne al cuerpo está comprendido [...] El segundo a
partir de éste, que está a una distancia mucho mayor del centro pero comprende al
primer círculo, es aquel en el que están incluidos los padres, hermanos, esposa e hijos.
El tercer círculo desde el centro es aquel que contiene a tíos y tías, abuelos y abuelas, y
sobrinos. Después de éste sigue el círculo que comprende a los parientes que restan.
Luego está el que contiene a la gente conocida; luego, el que comprende a los de la
misma tribu, seguido de aquel que contiene a los ciudadanos. Y luego siguen otros dos
círculos: uno es el de aquellos que habitan en las zonas vecinas a la ciudad y el otro el
de aquellos que viven en la misma provincia. Pero el círculo más exterior y más
grande, aquel que comprende a todos los otros círculos, es el de toda la humanidad.
Habiendo considerado estas cosas, es competencia de aquel que se esfuerza en
conducirse apropiadamente con cada una de estas relaciones el constreñir en cierto
modo los círculos hacia el propio centro. / De los “Fragmentos de ética de Hierocles”
conservados por Estobeo, op. cit., 4.671 y ss; mi traducción de la versión inglesa de T.
Taylor.
El propósito de acercar los círculos más distantes es advertir el hecho de que, aunque haya grados
de distancia, también ellos me comprenden
comprenden. Formo
ormo parte de la gran comunidad humana. En este
sentido, no cabría pensar a los otros como extraños, sino como miembros de mi familia extendida.
Se trata de recorrer cada círculo,, intentando ver el parentesco que me une con los otros
miembros de ese círculo y la responsabilidad que tengo en ese nivel. Aquí soy hijo, padre,
cónyuge; un poco más allí soy nieto, sobrino, primo, tío, amigo y así hasta llegar al círculo más
amplio: el de los ciudadanos del mundo. ¿Qué responsabilidad tengo como miembro de esta
ciudad que es la cosmópolis? Pasando así por cada círculo me integro con toda la comunidad
humana hasta pensarme a mí mismo en clave cosmopolita.
El diagrama podría aun ampliarse e incluir, no sólo al género humano, sino a todos los seres,
como en la tradición budista —muy
— concretamente, en la meditación
ditación budista conocida como metta
bhavana (cultivo de amor benevolente), donde se busca desarrollar amor por todos los seres
sintientes,, más allá de quiénes sean o qué relación tengan comigo.
co

Dedica un momento del día a incluir en tus anticipaciones o evaluaciones nocturnas la


meditación de los círculos de Hierocles. Intenta visualizarte como parte de la cosmópolis
cosmópolis.

La amistad filosófica: compartir los beneficios de la práctica

Cuando te sorprendas recordando


recordando algún precepto que te resulta beneficioso (que
( el mundo
está recién hecho cada vez, que puedes detener la representación antes de concederle con
asentimiento, que esto no depende de ti, etc.), transmíteselo al grupo a través de Whatsapp o de
un mensaje SMS (¡hagamos un uso virtuoso de la tecnología!).
tecnología! Queue sea un mensaje breve,
contundente, bien compuesto (aplícate en tus habilidades comunicativas).
comunicativas). Puede ser tan lacónico
como: “Detén
Detén la representación”,
representación “Piensa si depende de ti”, “Cuánto durará”, “El
“ mundo está recién
hecho”” o algo un poco más extenso, pero no mucho. Procura de este modo forjar en la semana
una relación basada en el apoyo mutuo. Intenta ser constante, de modo que el grupo sienta tu
apoyo de manera diaria.

Esta semana, en tus anticipaciones matutinas y tus evaluaciones vespertinas, pon mayor
énfasis en las acciones comunitarias. Dedica un momento de meditación a pensar en los otros: qué
puedes hacer por aquellos que están cerca de ti y sufren; cómo puedes ser de ayuda en general;
genera
qué clase de disposición tendrás en los espacios públicos y en la convivencia con otras personas.
Presta atención a esto y toma decisiones (esto es hacer política a escala pequeña: micropolítica).

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