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Ética y Deontologia
Profesional

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UNIDAD I

1.1. Noción de ética, moral y deontología. Moralidad y ciencia moral Los


términos "moral" y ética" son de significado equivalente, difiriendo sólo en su
etimología.

El Primero El Segundo

(Moral) (Ética)

proviene del latín proviene del griego

MORES ETHOS

Designándose en ambos casos a la

COSTUMBRE

Los antiguos, no obstante, usualmente se referían con estos términos a las


buenas costumbres o costumbres virtuosas, que se convertían en reglas de
conducta ejemplares.

Es necesario, en esta instancia distinguir entre: la moralidad

En tanto hecho que se verifica en la convivencia social, que posee


características específicas.

la ciencia: Que tiene por objeto de estudio esa realidad que es la moralidad.

la palabra moral (o ética) se refiere:

- A la moralidad como hecho social.

- A la ciencia que estudia ese fenómeno.

La Moralidad

La más elemental de las experiencias nos pone en contacto con El Hecho


Moral, éste se verifica: En la Interrelación social En la Interioridad de las
conciencias y Se manifiesta en juicios de aprobación y censura propia sobre la
conducta humana ajena.

La moralidad es una dimensión propia del ser humano, referida a su obrar


racional y libre, siempre presente en su devenir histórico, aún en las
sociedades más primitivas. Por ello puede afirmarse la universalidad del hecho
moral.

Existe un "sentido moral" en el común de las gentes, producto de un acto


espontáneo de su razón práctica, con el que se formulan las normas morales

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que regulan los actos humanos, entendiendo por tales, aquellos que son
realizados con inteligencia y voluntad.

El sentido moral, por ejemplo, nos hace ver lo erróneo de calificar (moralmente)
una persona por un acto realizado sin inteligencia (o advertencia) de su
significado y sin voluntad (o intención) de obtener su finalidad. Es más,
cualquiera de los dos elementos del acto humano que falten absolutamente
(sea la advertencia, sea la intención) hace que la calificación moral del agente
"no tenga sentido".

Enseña Jacques Maritain (Lecciones de Filosofía Moral) que la experiencia


moral común nos da un conocimiento natural del bien. "Las gentes no
aguardaron a la filosofía para tener una moral", afirma este pensador.

De ésta capacidad de razonamiento natural, inescindible de la experiencia


personal y colectiva, se forman a lo largo de las generaciones "...las
cosmovisiones, las "filosofías" no fundamentadas ni sistemáticas de origen y
patrimonio popular, con las cuales se articula la cultura general de un pueblo".
(Méndez, Julio, Filosofía del Derecho, Mod. 1). Como veremos en esta misma
Unidad, la concepción moral usual de una comunidad, que es parte inescindible
de su cosmovisión, influye en mayor o menor medida, en los juicios de
conciencia de los hombres que la integran.

La reflexión científica del hecho moral toma como punto de partida las
concepciones espontáneas del sentido moral y las formulaciones morales
vigentes en una determinada sociedad histórica.

A modo de ejemplo, la Ciencia Moral, siguiendo al sentido moral, formula las


condiciones de la moralidad; es decir, los requisitos para que un acto humano
pueda ser calificado moralmente:

Condiciones de la moralidad - sólo con ambos requisitos - tenemos un acto


humano calificable moralmente en una determinada sociedad histórica.

A modo de ejemplo, la Ciencia Moral, siguiendo al sentido moral, formula las


condiciones de la moralidad; es decir, los requisitos para que un acto
humano pueda ser calificado moralmente:

Ciencia Moral

La ciencia moral fue definida de muy diferentes maneras por las distintas
direcciones del pensamiento filosófico.

La concepción sociológico - positivista la concibe como ciencia descriptiva.


Considera a la moral como "la ciencia de las costumbres", entendiéndola como
una mera descripción de los hechos morales usuales de una sociedad histórica

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determinada, negando la existencia de reglas morales permanentes a las que


el hombre deba adecuar su conducta.

Quienes, en cambio, conciben la ciencia moral como ciencia del deber ser,
afirman que ésta es "la ciencia de las leyes ideales de la actividad libre del
hombre", (Jolivet, Regis "Moral", Ed. Lohlé, Buenos Aires, 1966). Josef Pieper
nos aporta, sin contradecir la definición anterior, una perspectiva valiosa al
afirmar: "Asociamos al concepto de moral la idea de una doctrina del hacer y,
sobre todo, del no hacer, del poder y no poder, de lo mandado y lo prohibido..
La primera enseñanza de Santo Tomás es que la Moral trata de la idea
verdadera del hombre, la idea del hombre bueno". (Las Virtudes
Fundamentales; Ed. Rialp, pág. 12). En consecuencia, para este autor, es la
ciencia de las virtudes del hombre, sin desconocer que la virtud consiste en
obrar como es debido.

Deontología

Entendemos que el término más adecuado para designar a la ciencia que


estudia el fenómeno de la moralidad es "Deontología", el que expresa con
mayor precisión el concepto implicado.

Esta palabra proviene de los vocablos griegos.

DEI Deber

ON Ser

LOGOS (ciencia, tratado)

Es decir ciencia o tratado del deber ser

De este modo, no hay lugar para considerar a la Deontología como una ciencia
descriptiva de las conductas usuales de una sociedad, sino que, deontología,
siempre hará referencia a la conducta debida, en razón del ser de las cosas.
Aludirá necesariamente a una ciencia normativa, que le propone al hombre las
reglas de su obrar libre, a fin de alcanzar su propio bien.

El concepto de Deontología es equivalente al de ciencia práctica, tanto en su


nivel filosófico como en el propiamente científico, tal como se expone en el
siguiente punto.

1.2. Niveles del saber práctico. Principios generales y partes especiales de la


deontología. Noción de deontología profesional y de deontología jurídica

Deontología es saber práctico

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La misma opción por la palabra Deontología implica una definición inicial por la
capacidad de la inteligencia humana de conocer naturalmente la existencia de
un bien que es propio del hombre y, en consecuencia, de dirigir sus actos en
orden a la efectiva realización de dicho bien.

A diferencia de los demás seres del universo, la persona humana busca


realizar su propio bien en forma deliberada y consciente.

Lo antedicho nos pone en la perspectiva del tipo de conocimiento que


corresponde a la Deontología, el que se identifica con el del saber práctico.

Tradicionalmente se divide el saber en:

• Especulativo (o teórico): tiene por objeto el ser, en cuanto inteligible; es decir


en cuanto susceptible de ser conocido.

Esta modalidad del saber cumple con su finalidad cuando el ser es conocido tal
cual es; es "contemplado" en su propia realidad por la inteligencia en su función
teórica.

• El saber Práctico, en cambio: tiene por objeto el ser en cuanto operable, es


decir en cuanto es pasible de la acción (u operación) humana; lo que significa
que este saber siempre tiene por fin dirigir (o regular) la acción, para lo cual
formula las normas (o preceptos) a los cuales debe ajustar su conducta.

Las reglas del obrar y del hacer

Pero las acciones libres del hombre comprenden un arco demasiado amplio.
Desde cocinar o armar una turbina, hasta dar la vida por la patria; desde
pasear por el campo, hasta asesinar por dinero. De allí que conviene distinguir
los campos del hacer y del obrar y, dentro de este último, el obrar calificable
moralmente del que es moralmente indiferente.

Cuando el saber práctico regula la conducta de la persona en orden a

- su propia perfección

- el bien del prójimo

- el bien social

nos encontramos en el ámbito del obrar humano, que es el de la ética.

En cambio, cuando dicho saber regula la producción de cosas, nos


encontramos en el ámbito del hacer del hombre, que es el de la técnica o arte.

En el primer caso, lo que se busca es el bien del hombre como tal, en el


segundo -haciendo abstracción de la perfección del hombre en sí- se busca la
perfección de la cosa producida. Por ejemplo, un técnico está desarrollando un

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software para posibilitar una estafa al Fisco. Desde el punto de vista técnico
(ámbito del hacer humano) el producto (software) puede estar muy bien hecho,
pero la conducta del agente contraria a su propio bien y al bien social, será
moralmente reprobable. Un ejemplo inverso: un hijo se pone a arreglar la
heladera de su casa, para evitar que sus padres gasten. Como el chico no tiene
conocimientos técnicos, su hacer es imperfecto, el producto es una reparación
defectuosa. Pero, sin dudas, su conducta es moralmente encomiable.

Si bien en la ciencia jurídica existe una técnica, un hacer que le es propio (de
importancia fundamental); en virtud de los objetos más específicos de nuestra
asignatura (la dimensión moral del orden jurídico y la ética profesional del
hombre de derecho):
Nos ocuparemos, en adelante, exclusivamente de esa forma del saber práctico
que es la que regula el obrar del hombre en pro de su perfección, es decir, del
conocimiento práctico ético.

En orden a lo expuesto, y recordando que todo saber práctico está referido a


dirigir la acción, y que hemos identificado a la Deontología con este saber, se
distinguirán tres niveles, que van de lo general a lo singular, y de lo abstracto a
lo concreto.

a. Filosofía practica o deontología general

El nivel de la filosofía práctica (Deontología General) tiene por objeto dirigir la


acción pero en forma remota, a través de la formulación de los principios
generales de la actividad moral. Por su mismo carácter de saber práctico se
ordena a dirigir la acción, pero no para producir una acción en concreto, sino
para analizar y determinar conceptualmente la acción en sus principios más
elementales. "...la filosofía moral refiérese mucho más al fin de los actos
morales que a los medios a emplear". (Jolivet, op. cit., 32).

Toda la filosofía moral depende del principio supremo de la moralidad, "hay que
hacer el bien y evitar el mal", de donde este conocimiento también tiene por
objeto "buscar de despertar y activar el deseo del bien". Los principios
generales de la moralidad serán estudiados por la Parte General de la
Deontología y serán el fundamento del segundo nivel;

b. Ciencias practicas o deontologías especiales

El segundo nivel del saber práctico es el que se da en las ciencias prácticas


(Deontologías Especiales). Este nivel tampoco tiene por fin producir
efectivamente la acción concreta, pero la estudia para determinar sus
necesidades más inmediatas. En este nivel del saber práctico se aplican los
principios generales a un ámbito de la conducta humana más circunscripto,
tratando de llegar con mayor precisión a la resolución de los problemas
específicos que se plantean en dicho ámbito.

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En este nivel del saber práctico se encuentran las partes especiales de la


deontología. Estas no son deontologías diferentes de la Deontología General,
por cuanto esta aporta los principios, que son universales, a las deontologías
especiales. No obstante, éstas son necesarias en virtud de que existen
diversos ámbitos del obrar humano (la política, la economía, la familia, la
sexualidad, la profesión, etc.) donde se plantean problemas específicos, que
requieren una mayor aproximación para determinar las reglas de conducta
aplicables a un determinado orden de la actividad humana.

Una deontología especial, no es algo distinto de la deontología. "...Sin


embargo, se justifica, porque se trata de llegar con más detalle a situaciones
específicas, concretas..." que se presentan en la actividad de un abogado y
no... de un ingeniero o un niño.

c. La prudencia o saber perfectamente practico

El saber prudencial es el que se refiere a la producción de la acción en forma


inmediata; es decir, tomada en su realidad existencial, con todas las
circunstancias que la definen como dato singular. Este es el saber
perfectamente práctico, por su grado máximo de concreción.

Esta realidad explica el instintivo rechazo por parte del sentido común de la
gente, hacia los juicios (sobre cuestiones de índole práctica) formulados por
quienes tienen estudios pero no experiencia. Ocurre en estos casos que, más
allá de la mejor o peor formación académica que posea el opinante, éste suele,
por inexperiencia (o lo que es lo mismo, falta de práctica) no tener el hábito
(prudencia) de considerar y ponderar debidamente todos los factores
pertinentes que inciden en la realidad existencial, para adoptar la mejor
determinación posible en el marco de las circunstancias existentes. El sentido
común, en cambio, aprecia al hombre experimentado, dotado del hábito de la
prudencia.

Ciertamente que una buena formación en los niveles filosóficos y científicos de


la Deontología, favorecerán enormemente a quienes la posean en la resolución
de sus casos concretos. Pero la sola formación académica no reemplaza a la
experiencia ni al hábito de la prudencia.

Tomemos como ejemplo el ejercicio de la abogacía. Indudablemente el


abogado que posee una sólida formación filosófico jurídica (1er. nivel del saber
práctico) y científica (2º nivel del saber práctico) tendrá una buena base para
empezar. Pero ésta, por sí misma, no lo convertirá en un prudente del derecho
(jurisprudente), no será en consecuencia -todavía- un profesional con pericia. Y
la actividad del profesional, precisamente, consiste en saber dar al cliente el
consejo jurídico que le conviene en el caso concreto (3er. nivel del saber
práctico). Y éste saber perfectamente práctico, sólo se adquiere con el ejercicio

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de la virtud de la prudencia a lo largo de los años. Es decir, mediante la


experiencia!

Noción de Deontología Jurídica y Deontología Profesional

De acuerdo a lo expuesto, ambas serán sendas partes especiales de la


Deontología, que procurarán un saber práctico a nivel científico.

La primera estudiará la relación de la moral con el orden jurídico, que es


primordialmente un orden de conductas, con el fin de formular las reglas éticas
pertinentes a las situaciones que en dicho orden se plantean en base a sus
particularidades.

1.3. Objetivo y método

Objeto

El objeto de nuestra asignatura está sintetizado en las tres partes sistemáticas


con que se integra el programa de estudios.

Método de la Deontología

La formulación y aplicación de las reglas de conducta requiere de un método


complejo; de cuatro etapas

Existe un momento inductivo (primera a tercer etapas) hasta la formulación de


la regla de conducta y un momento deductivo (cuarta etapa), que se encamina
a la aplicación de la norma al caso concreto.

a. Mediante la experiencia nos introducimos en el conocimiento del ser


humano. Sócrates, afirma Jolivet, tenía razón al hacer del "conócete a tí
mismo" el fundamento de la moral. Pero por nuestros sentidos conocemos al
hombre existencialmente dado, en su historicidad. La experiencia del hombre
histórico nos pondrá en contacto con sus usos y costumbres, su derecho, su
religión, sus formas políticas, y "...en general, todas las condiciones de hecho,
internas y externas, de la vida moral del hombre" (Jolivet, op. cit., 35).

b. Todos estos aspectos relativos a la moralidad que surgen de la interioridad


de la persona y de su dimensión social, pasan a ser analizados en sus partes,
relacionados, sistematizados, de acuerdo al método de las ciencias
descriptivas; con lo cual tenemos -luego de la experiencia inicial- una etapa

analítica. En esta etapa, siguiendo a Jolivet, se emplea la vía de composición y


de síntesis. "Se trata por ellas de componer y concordar los múltiples y diversos
factores que son a la vez necesarios para la perfección del diagnóstico".

c. La Deontología, en tanto saber práctico, tiene una tercera etapa, racional-


metafísica, donde -habiéndose transitado por las etapas precedentes- el

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intelecto aplicado a lo real concreto capta, mediante la abstracción formal,


esencias y naturalezas universales y necesarias. (Jolivet, ibid., 35).

Los principios y los conceptos universales, son captados de la realidad singular


y concreta por la razón mediante la abstracción, pero pertenecen a la
metafísica. La resultante, que es una regla de conducta en su máximo de
generalidad, será la guía de accionar concreto del hombre. Pero por su misma
generalidad, éste deberá aplicarla prudencialmente adaptada a las particulares
circunstancias que le toca vivir;

d. Ya formulada la regla moral, tenemos el segundo momento empírico, puesto


que ésta regla se dirige necesariamente a lo operable, hacia lo concreto,...de
nuevo estamos en el ámbito de la experiencia. Los deberes se cumplen en
función de las condiciones de hecho en las que el hombre desenvuelve su
actividad Observamos que la experiencia interviene al principio y al final del
proceso por el cual se determina el deber ser.

1.4. La experiencia del hecho moral

Ya nos hemos referido la moral como hecho (supra, Moralidad) y al papel que
juega la experiencia en la ciencia moral. Ahora, se sistematizará la experiencia
del hecho moral, partiendo de sus aspectos más evidentes, para luego analizar
los elementos que componen este fenómeno.

Con este tema comienza Jacques Leclercq su obra (cit.), expresando: "Entre
los hechos humanos existe uno y se llama moral, igual que la física es un
hecho y la matemática y la filosofía y la religión". Agregando a continuación:
"Por encima de la cuestión de saber si tal o tal moral es verdadera, o de saber
cuál es la verdad moral, ...un hecho se impone: los hombres admiten una
verdad moral, creen en ella, poco importa que hayan o no reflexionado sobre
ella".

"El hecho moral, es decir, el hecho de creer en una regla moral, es un hecho
humano. Donde quiera que encontramos hombres los encontramos en
posesión

de una moral...".

Moralidad y sociabilidad son notas inescindibles de la condición humana, de allí


que se ha dicho que el hombre es un ser constitutivamente ético y social.

1.4.1. Elementos del hecho moral

Desde el punto de vista de la conciencia moral "El hecho moral revela, si se lo


analiza, todo un complejo conjunto de elementos racionales (juicios), afectivos
(sentimientos) y activos (voluntad)", sostiene Jolivet (op. cit., 10 y ss).

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a. Elemento racional. La moral se manifiesta por imperativos, que se expresan


en preceptos ("no robarás, no debes retener el salario del trabajador...etc.").
Antes del obrar, en dependencia del precepto universal, la conciencia
determina -mediante un juicio- que tal acto concreto es bueno o malo, y que, en
consecuencia, debe ser realizado o evitado. Luego de realizado el acto, la
conciencia vuelve a juzgar aprobando o reprochando, según se haya cumplido
o no con lo previamente determinado

b. Elemento afectivo. Antes de obrar, este elemento se manifiesta a través de


los sentimientos de afección al bien y repulsa al mal; de simpatía y admiración
al que actúa bien, de antipatía y menosprecio al que no lo hace. Después del
acto, la conciencia tiene los sentimientos de alegría y paz interior ante la buena
obra o de tristeza, inquietud, vergüenza, ante lo indebido.

c. Elemento activo. Consiste en la voluntad, manifestada por la disposición de


los medios idóneos para la ejecución del fin requerido (la obra en concreto).

1.4.2. La doble constricción

Por los elementos afectivos que integran el acto de la conciencia moral,


descartamos una "neutralidad" de la razón ante el deber impuesto por los
preceptos morales. Advertimos un doble condicionamiento, de naturaleza
afectiva y racional. El que se da desde la interioridad de la persona, que se
encuentra comprometida ante sí para obrar como es debido, porque se
encuentra implicada su capacidad para la virtud, su perfeccionamiento como
ser humano, y su autoestima; por eso la llamaremos constricción interior.

Pero también se da otro tipo de constricción, que llamaremos externa. Es


innegable el influjo que ejerce en la toma de decisiones la opinión de los
demás. Existen personalidades en las que éste es el factor primordial a
considerar (el famoso "qué dirán...). En ocasiones esta opinión es una
verdadera presión. La Escuela Sociológica francesa consideraba la presión
social como el factor determinante en la formación del precepto moral y en su
correlativo acatamiento por el individuo. Esta posición extrema, que llega
implícitamente a anular la libertad personal, nos llama la atención sobre la
realidad de la constricción que ejercen los preceptos sociales, jurídicos,
religiosos, etc. además de los propiamente morales, sobre el juicio de la
conciencia.

1.4.3. Esencia del Hecho Moral

La presión exterior y los sentimientos propios de la constricción interior ¿anulan


la voluntad de la persona? existe en ellos un determinismo que provoca que el
hombre no pueda actuar de un modo distinto? La experiencia nos muestra la
incidencia de los sentimientos, de las pasiones y de lo social en el juicio de

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conciencia. Pero también nos muestra la realidad del problema moral, del
arduo

discurrir los pro y los contras que se dan en el juicio de conciencia, de las
diferentes respuestas ante un mismo problema de hombres en condiciones
semejantes, donde de hecho se toman actitudes completamente diferentes. La
historia nos muestra los conformistas tanto como los revolucionarios que
atacan la moral usual de su época, a los que vencen sus sentimientos
interiores y actúan "racionalmente" y a los que, más allá de lo que la razón les
aconseja, se dejan guiar por las pasiones.

Es que allí está el hombre, ante el problema moral. Sin duda limitado, pero
todavía capaz de hacer el esfuerzo, capaz de lograr la hazaña de obrar en
plena conciencia, es decir, con libertad para hacer el bien. Así puede decirse
que, con los condicionamientos propios de su historicidad y de su afectividad,
es dueño de sus actos y responsable de sus consecuencias.

El sentido moral común nos muestra el absurdo de calificar moralmente a quien


ha obrado bajo una violencia física o moral capaz de anular completamente su
voluntad. Tampoco descalifica a quien sin culpa ni dolo ha producido un daño.
La inteligencia y voluntad, que son propias de la condición humana, hacen de
la libertad y la responsabilidad, presupuestos de la moralidad de los actos y a la
dignidad de la persona, respectivamente.

Dicho de otro modo, son morales aquellos actos humanos que el agente realiza
con advertencia y voluntad libre (materia) considerados desde el punto de vista
de su adecuación con la regla ideal de la conducta humana con el fin de
alcanzar la perfección que le es propia (forma).

1.4.4. Caracteres del Hecho Moral. Especificidad y universalidad

Habiendo visto los elementos del hecho moral desde el punto de vista de la
conciencia, la realidad de la doble constricción, y por fin, la esencia del hecho
moral, en directa relación con éste último punto, podemos sintetizar los
caracteres esenciales de éste fenómeno.

a. Especificidad. El hecho moral es irreductible a otros tipos de hechos


humanos. La conciencia moral es el núcleo de esta especificidad, en tanto que
es capaz de aprehender las normas morales generales y convertirse en
legisladora del caso particular y luego en juez "inapelable" de la moralidad del
acto.

Esta doble función de legislador y juez de la conciencia es la razón de ser de la


responsabilidad del sujeto moral.

b. Universalidad. El hecho moral caracteriza a la humanidad, verificándose en


todo tiempo y lugar. Los hombres "siempre y en todas partes, han admitido la

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existencia de valores morales, distintos de los valores materiales y se han


sentido sujetos a leyes morales, distintas de las leyes físicas y que enuncian un
ideal de conducta". (Jolivet, op. cit., 11)

La universalidad de las nociones de bien moral y de mal es innegable. Tanto


como el hecho de que las costumbres evolucionan. Pero, siguiendo al Jolivet,
no es la evolución de las costumbres la que explica la moralidad, sino ésta la
que explica las vicisitudes de la evolución moral de la humanidad.

1.5. Ubicación epistemológica en el saber jurídico

La Deontología Jurídica, como ya se expuso, es una parte especial de la


Deontología, por lo que debemos considerar a nuestra asignatura, en el marco
del plan de estudios de la carrera de abogacía, como una materia auxiliar y no
como una materia específicamente jurídica.

Ella es concurrente a la formación integral del estudiante en orden a la


dimensión ética de:

a. Las conductas que se verifican en la actividad jurídica; donde se plantea una


interrelación entre el orden moral y el orden jurídico.

b. La próxima actividad profesional del estudiante, que le planteará problemas


éticos comunes a todas las profesiones y específicos de la abogacía. De allí la
necesidad de estudiar la naturaleza de la profesión de abogar y de sus grandes
líneas de organización en nuestro sistema político.

1.5.1. Practicidad de la Ciencia Jurídica

El hombre, ser social por naturaleza, ha tenido conciencia, desde su más


remoto origen, del hecho jurídico. El fenómeno de lo jurídico es parte
inseparable de la convivencia social, siendo sus fines más evidentes, la
ordenación de dicha convivencia hacia el bien común y el dirimir los conflictos
de intereses que se plantean entre sus integrantes.

En Roma asistimos al nacimiento de la "Iurisprudentia", como "ars boni et


aequi" (el arte de lo bueno y lo equitativo), destinada a favorecer la
consecución de los fines prácticos mencionados en el párrafo precedente. La
prudencia de lo jurídico, desde su ilustre origen, está ordenada en forma directa
a regular la praxis jurídica de la sociedad histórica en la que vive el "juris-
prudente".

En la Modernidad, por diferentes vías, se tendió a concebir a la ciencia jurídica


como una ciencia teórica, propugnándose inclusive el razonamiento deductivo
a partir de principios, de acuerdo al método de las ciencias positivas (sean
éstos

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principios los de un Código de Derecho Natural a la manera racionalista; los de


la Legislación a la manera de la Escuela Exegética; o los de la Dogmática
Jurídica a la manera de la Jurisprudencia de Conceptos).

La culminación de esta tendencia es la concepción de una ciencia "pura" del


derecho, que deja de lado todo aspecto valorativo, sociológico o político. Los
científicos del derecho, dedicados a la teoría y a la metodología que le es
propia, pierden de vista la vida concreta -histórica- del derecho, y
consecuentemente, los planes de estudio de abogacía se estructuraron
dejando de lado las materias que se refieren a aspectos prácticos de lo jurídico,
como lo es la Deontología Jurídica.

Contemporáneamente las concepciones teoricistas de la ciencia jurídica están


en crisis. Es que el desarrollo científico, a espaldas de la vida jurídica, tiende a
encerrarse en sí mismo y deja de servir a la sociedad. Se desarrolla (como lo
cuenta graciosamente Rudolf Ihering en "Bromas y Veras de la Jurisprudencia")
una ciencia "de profesores" divorciada de la práctica tribunalicia. Esta práctica,
requiere ser "iluminada" por una ciencia a su servicio a fin de coadyuvar a una
plena prudencia de lo jurídico.

En la actualidad, los aspectos prácticos que hacen al derecho, como son los
sociológicos, éticos, metodológicos, etc. han sido revalorizados. Asistimos al
renacimiento del razonamiento tópico y hasta de la retórica desarrollados por
los juristas de la antigüedad, por adecuarse perfectamente a los requerimientos
de la práctica del derecho.

Es coherente con esta dirección científica la inclusión en los planes de estudio


de la carrera de Abogacía de la Deontología Jurídica como nexo entre los
estudios universitarios (preponderantemente teóricos) y la próxima etapa del
graduado, inmersa en la praxis del derecho. En esta etapa el graduado se
enfrentará a cuestionamientos éticos provenientes de situaciones profesionales
concretas y específicas, que requieren un conocimiento previo de la normativa
pertinente, pero sobre todo, la posesión de criterios y hábitos de reflexión para
dar las respuestas adecuadas.

1.5.2. Iniciativas desde el Ámbito Profesional

Es digno de ser destacado que la inquietud por la enseñanza universitaria de


nuestra asignatura fue planteada, en primer lugar, desde los propios ámbitos
profesionales a través de sus entes de colegiación y de numerosos congresos.

Raúl Horacio Viñas, en su importante obra "Ética y Derecho de la Abogacía y


Procuración" reseña los hitos fundamentales de este movimiento en nuestro
país, tras citar antecedentes de la cultura universal a este respecto.

El primer código de ética profesional en nuestro país fue el del Colegio de


Abogados de Buenos Aires, institución que en el año 1918 adoptó como

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propias las Reglas de Ética de la Asociación del Foro de Nueva York,


empeñándose en la más amplia difusión de éstas normas en todo el país. Debe
destacarse que este Colegio es una asociación civil de afiliación voluntaria,
respondiendo la iniciativa de adoptar un código de ética al impulso de los
mismos profesionales colegiados. Llama la atención el hecho de la "adopción"
de las normas éticas de una asociación extranjera. En este aspecto debe
destacarse la tradición y prestigio de los colegios profesionales en la órbita
cultural anglosajona, la que se caracteriza por su pragmatismo. Es que en
definitiva, la estricta observancia de normas éticas en el ejercicio profesional,
redunda en beneficio directo de la profesión y en consecuencia, de los
profesionales.

El tratamiento más sistematizado y profundo de la cuestión se dio en las


Jornadas de Ética de la Abogacía, realizadas en Rosario, Provincia de Santa
Fe, en 1967. Las conclusiones de la Comisión que trató específicamente el
tema de la enseñanza de la ética profesional, constituyen una adecuada
síntesis del problema. Las mismas sirvieron de referencia ineludible para la
confección del programa de nuestra asignatura. Por su trascendencia se
incluyen las conclusiones como Apéndice II.

1.5.3. Realidad de la Inconducta Profesional

En las ya mencionadas Jornadas de Ética de la Abogacía de 1967 se trató


extensamente este punto. Los asistentes reconocieron entonces que las
situaciones de inconducta profesional se producen con relativa frecuencia y
asumiendo a veces singular gravedad. (Consultar Viñas, op. cit., 10 y ss.)

Este problema puede abordarse desde distintos puntos de vista:

a. El sociológico, donde el aspecto más relevante es la superpoblación de


abogados, en un contexto de progresivo achicamiento de recursos y de
sobrevaloración social de lo económico.

b. El educativo, por la ausencia de conocimiento y reflexión, en la Universidad y


en las corporaciones profesionales, de las normas de ética profesional.

c. El específicamente deontológico, por el relajamiento de la lealtad debida por


el profesional al cliente, a los magistrados y a la profesión.

Este último aspecto merece una reflexión aparte. ¿Existe una crisis moral de la
abogacía con caracteres de enfermedad terminal? En 1967 se coincidió en una
respuesta: los abogados participan de una crisis moral general de la sociedad,
en la que se verifica una subversión de los valores tradicionales. No es
entonces el conjunto de los abogados un grupo especialmente afectado de
inmoralidad.

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Esta respuesta es razonable, pero de ningún modo puede inducirnos al


conformismo o al quietismo. Como se verá durante el desarrollo de la
asignatura, en los Estados de Derecho, la Abogacía es una profesión
"sistémica"; esto es, hace al mismo funcionamiento del sistema. El sistema "lo
pone" al abogado como un auxiliar necesario de la Administración de Justicia;
además, la compleja realidad social lo requiere como un elemento de consulta
ineludible.

Si tenemos en cuenta que la vigencia efectiva del Derecho es uno de los


valores más altos de la vida en sociedad, debemos concluir que las fallas éticas
de los abogados, a quienes el sistema hace jugar un papel tan importante en
este cometido, tienen una repercusión social enorme. Dicho en otras palabras,
en esta profesión, la ética, cuando falta, "brilla por su ausencia".

Si la Abogacía es una suerte de ministerio social, si la vinculación con el cliente


excede la mera locación de servicios, si los Estudios Jurídicos no son ni
pueden ser empresas de comercio, lo es en virtud de un compromiso de
esencial contenido moral del abogado para con la sociedad, por lo que, rota la
lealtad debida por parte del abogado, se quiebra la misma razón de ser de la
profesión.

Si admitimos que en esta sociedad "postmoderna" los valores económicos se


consideran como los más elevados, aún en detrimento de la ética, una
profesión cuya esencia es la ética, se verá afectada de raíz. En conclusión, se
verá sumida en una crisis terminal.

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SEMANA 1
MÓDULO 1

UNIDAD II
2. PRINCIPALES LÍNEAS ACERCA DEL FUNDAMENTO DE LA MORAL

Como ya vimos, el fenómeno de la moralidad es connatural al hombre a lo largo


de su devenir histórico. Y tal fenómeno se manifiesta principalmente en juicios
de aprobación o censura sobre la conducta libre del hombre. Dicho juicio puede
ser realizado tanto en forma previa como posterior al acto en cuestión. Además,
una persona puede juzgar su propia conducta como asimismo juzgar la conducta
ajena.

Tampoco es ajeno a nuestra experiencia vital el que la conducta de los otros


pueda ser juzgada moralmente; en la intimidad de nuestra conciencia hasta en
pública exposición.

Hasta aquí, nos limitamos a verificar el hecho del juicio moral sobre las conductas
propias y ajenas. Pero, cuando yo me juzgo a mi mismo o cuando participo en
una discusión acerca de la conducta de otro...

¿En virtud de qué criterio, pauta, o principio me baso para fundamentar mi juicio?

¿Cómo obtengo los principios que fundamentan el juicio moral?

Con estas cuestiones ingresamos de lleno en el tema del fundamento de la


moral.

Es un hecho que todos decimos que determinadas conductas son buenas y que
otras, en cambio, son malas. El asunto a develar es POR QUÉ, CON QUÉ
FUNDAMENTOS, decimos que son buenas o malas.

Precisemos un poco más la cuestión acerca del fundamento de la moral en dos


preguntas:

¿Existe un bien moral objetivo capaz de servir de fundamento a los preceptos


morales?

En caso afirmativo: ¿de qué modo podemos conocer ese bien moral objetivo?,

El pensamiento humano ha formulado las más diversas respuestas a estos


interrogantes a lo largo de la historia. En la Unidad que estamos estudiando
hemos seleccionado entre las principales, tres grandes «direcciones»
doctrinarias.

2.1. DIRECCIÓN SOCIOLÓGICO POSITIVISTA

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SEMANA 1
MÓDULO 1

Vamos a encontrar un antecedente de la moderna concepción «sociológico-


positivista» en los antiguos pensadores escépticos. En todas las épocas se ha
verificado la existencia de actitudes, más que doctrinas, de corte escéptico,
respecto de la capacidad de la razón para conocer y formular reglas de conducta
de validez universal. Dicha actitud se manifiesta cíclicamente en todas las
culturas Recurra a Leclercq (52/57) y de la lectura del texto.

EL POSITIVISMO SOCIOLÓGICO

Continuamos con la exposición de Leclercq desde la página 57 hasta la 62.


Encontramos tres hitos en esta escuela:

1. La fundación del positivismo por Augusto Comte.

2. La recepción del positivismo en la Ciencia Moral (Levy-Brühl) entendida como


"ciencia de las costumbres".

3. La Sociología absorbe la Ciencia Moral (Durkheim).

2.2. DIRECCIÓN UTILITARISTA. LAS MORALES EMPÍRICAS

Luego de estudiar la posición precedente que niega la existencia de un bien


moral objetivo y, por ende, de reglas morales permanentes, vamos a ver dos
doctrinas o mejor dicho, dos líneas doctrinarias, que dan una respuesta positiva,
en cuenta a la existencia de dicho bien. No obstante, las diferencias radicarán
en la fundamentación de los respectivos sistemas.

La línea doctrinaria que vemos en este punto del programa, el utilitarismo, está
clasificada dentro de las morales empíricas, en tanto que la del realismo moral,
lo está entre las racionales.

¿Qué significa una «moral empírica»?

Sabemos que en griego «empireia» significa "experiencia". Calificamos como


empírica a una doctrina moral que obtiene sus principios y, por ende, basa sus
conclusiones, solamente en los datos aportados por la experiencia sensible del
hombre. Es importante recalcar que para esta posición la experiencia sensible,
a la que la persona accede por sus sentidos externos, es la única fuente de
conocimiento de la realidad y a la vez el límite de la reflexión científica: todo
aquello que no es susceptible de verificación positiva (empírica) no puede ser
objeto de ciencia.

Integran las morales empíricas las morales altruistas y las morales de la


espontaneidad pero, no obstante, aquí nos limitaremos a estudiar las morales
utilitarias.

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SEMANA 1
MÓDULO 1

2.3. LAS MORALES RACIONALES

Dirección del realismo moral

«Las morales racionales buscan su fundamento, no en un hecho de experiencia,


sino en un principio racional», enseña Leclercq (op. cit. pág. 128). Dicho principio
supone el reconocimiento de que existe una realidad externa que incluye al
hombre, a la que necesariamente debe atenerse y de la que el espíritu debe
extraer -racionalmente, claro está-, los principios con arreglo a los cuales debe
desenvolver su conducta.

En esta categoría agrupamos a la moral de Kant, las morales monistas y la moral


cristiana, que estudiaremos bajo la denominación filosófica de «realismo moral».

El realismo moral

Para esta dirección doctrinaria, que identificamos con los lineamientos generales
de la moral cristiana, el objeto de la Filosofía Moral o Deontología consiste ....

Recurrimos entonces a Leclercq, a partir de la pág. 205, donde realiza el


«enfoque» de la cuestión del fundamento de la moral.

EL BIEN MORAL

Hasta aquí se viene desarrollando el tema del bien en general. ¿A partir de qué
dato se comienza a especificar el bien como moral?

Este dato es el de la libertad del hombre

Recurrimos a Leclercq desde la pág. 246 a 249.

Luego, a modo de colofón, el autor realiza la caracterización de bien moral desde


la pág. 266 hasta la 269.

2.4. APORTES Y CRÍTICAS DE LAS DOCTRINAS. PUNTOS EN QUE ESTÁN


DE ACUERDO

Durante la exposición del autor que consultamos como bibliografía fundamental


fueron realizados comentarios relacionando las diversas direcciones. Es ahora
donde los tendremos presente.

Entre las páginas 194 y 202 Leclercq expone al respecto las coincidencias que
se verifican en la historia entre las morales positivas; es decir, entre las morales
vigentes en un determinado lugar y tiempo histórico.

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SEMANA 1
MÓDULO 1

En tal sentido, se enfatiza el «redescubrimiento» del «sentido moral» que la


filosofía escolástica denominó sindéresis (etimológicamente significa
«comprensión»). Esto último será tratado con mayor extensión en el punto 3.1.

En el próximo punto intentaremos un resumen de los contenidos de esta Unidad,


con aportes de otros autores; lo que, de ninguna manera debe hacer obviar la
lectura y comprensión de la obra de Leclercq.

2.5. RESUMEN DE LOS CONTENIDOS DE LA UNIDAD II

La cuestión del fundamento de la deontología

La pregunta acerca del fundamento de la Deontología, esto es, cuál es la razón


por la que determinada conducta es moral (o buena) y por lo tanto merece
nuestra aprobación o, por el contrario, es inmoral (o mala) y se hace acreedora
de nuestra censura, hace a una cuestión esencial de nuestra Ciencia y,
ciertamente, la más debatida.

Siguiendo las enseñanzas de Jacques Leclercq (Las Grandes Líneas de la


Filosofía Moral, Ed. Gredos, Madrid, 3ª ed.), vamos a exponer, en apretada
síntesis, tres de las principales posturas acerca del fundamento de la Moral.

a. Negación de la regla moral

Esta actitud, que básicamente consiste en el desconocimiento de la existencia


de normas morales objetivas, susceptibles de ser expuestas racionalmente, es
considerada por Leclercq un elemento permanente de la Filosofía Moral, que
suele darse en civilizaciones envejecidas luego del auge de un periodo
racionalista. Así, por ejemplo se verificó en China, en la India, en Grecia y, a
juzgar por la vigencia con que cuenta en la actualidad, podemos inferir que se
trata de una actitud propiadel periodo histórico que nos toca vivir.

En Occidente la actitud negatoria de la existencia de una regla moral tiene como


ilustre antecedente el de los escépticos griegos, continuándose en la Modernidad
bajo la genérica denominación de «relativismo». Y éste, más que en un sistema
filosófico, consiste en una actitud que «impregna profundamente todo el
pensamiento y la literatura contemporáneos», al decir de Leclercq.

Para esta actitud intelectual, las cosas no tienen un valor objetivo: su valor lo
crean las circunstancias, los intereses, la consideración social. Como reza el
aforismo popular: «en este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es
cuestión del color del cristal con que se mira».

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SEMANA 1
MÓDULO 1

La dirección Positivista-Sociológica, cuyos orígenes modernos se remontan a


Augusto Comte, parte del principio fundamental de atenerse solo a los «hechos»;
considerando tales, solamente a los susceptibles de ser captados por los
sentidos y capaces de ser sometidos a una verificación cuantitativa. Los demás
hechos son reducidos a los anteriores o sencillamente negados.

El Positivismo "comteano", partiendo del hecho así entendido, encuentra "lo


diverso en las culturas en lo que respecta a la moralidad y pone el énfasis en
tales diferencias. Se le resta valor, en cambios a lo que las morales positivas
tienen en común. Se infiriere que no existe una naturaleza humana uniforme, de
allí que no hay principios o reglas de obrar aplicables y exigibles a todos.

Levy-Bruhl (1857-1939), en ésta dirección, publicó «La moral y la Ciencia de las


Costumbres» donde manifiesta que la eticidad es un conjunto de normas y
valores concretos que pertenecen de modo natural a cada situación histórica y a
cada grupo social. «La moral, pues, no es absoluta, sino relativa, ya que tiene un
ámbito, un "milieu", determinado y especifico y sólo dentro de él se constituye
como absoluta eticidad...»

Emile Durkheim (1858-1917) por su parte pone el énfasis en lo sociológico: el


hecho moral es puramente social. «Los hechos sociales no pueden reducirse a
los individuales puesto que hay modos de pensar, de actuar, de sentir, externos
al individuo. Lo definitorio es, pues, la presión o coacción social de los fenómenos
sociales colectivos cuyas raíces son las creencias y las prácticas del grupo
social. Los individuos las ejecutan repetidamente y sin saber...»

Jacques Maritain (Lecciones Fundamentales de la Filosofía Moral) explica la


postura positivista como una reacción al esquema kantiano, donde existe una
escisión total entre el mundo de la moralidad y el mundo de la naturaleza; el bien
moral en consecuencia no tiene fundamento en la realidad extramental sino en
la universalidad de la «razón pura práctica», de la cual debe ser deducido el
contenido de la moral.

Se ha criticado como inconsistente al Positivismo Sociológico en razón de que


un auténtico análisis descriptivo de la realidad revela la existencia el «hecho
moral» con carácter imperativo sobre las conciencias. El ser racional, entonces,
debe preguntarse acerca del valor de esta experiencia y si ésta responde a una
realidad. «Pero mientras que para nosotros el hecho moral suscita el problema
moral, los positivistas se niegan a estudiarlo. Y así parecen poco coherentes con
sus propias posturas puesto que el problema moral es también un hecho»
(Leclercq, op. cit.)

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SEMANA 1
MÓDULO 1

A su turno, Maritain (op. cit.) refuta la postura en estudio del siguiente modo:
«...el sociologismo se destruye a si mismo en cuanto que ninguna sociedad
puede vivir

sin una cierta base común de convicciones morales... Cuando los miembros de
las sociedades hayan sido suficientemente ilustrados (por el Positivismo
Sociológico) para tomar conciencia de estas «verdades científicas», en ese
momento se volverán conscientes de la total relatividad y de la total falta de
objetividad racional de toda convicción moral, de suerte que en ese momento
una de las condiciones indispensables para la vida social se habrá desvanecido.
En otros términos, el Sociologismo habrá destruido su propio objeto».

Dirección utilitarista

A diferencia de las posturas negatorias de la existencia de una regla moral, las


doctrinas englobadas dentro de la dirección utilitarista buscan algún principio
regulador de la acción, siendo el denominador común de estas doctrinas,
frecuentemente unidas a concepciones materialistas, el principio de utilidad.

La más elemental y a la vez antigua manifestación de este principio es la moral


del placer, entendido en ocasiones como placer sensible; tal la doctrina griega
del hedonismo, encaminada a fundar la regla del obrar humano en el goce de lo
inmediato.

No obstante, no todas las manifestaciones de esta dirección del pensamiento


son tan poco refinadas y tan sencillas. Una importante tradición que se remonta
a Epicuro identifica al placer espiritual, «el placer en reposo» como el más
intenso, iniciando una búsqueda de la calidad del placer pero entendiendo que
todos, en última instancia, son reducibles a sensaciones.

Esta corriente de pensamiento entra en la Edad Media en una especie de letargo


en virtud de la influencia predominante del Cristianismo, siendo «redescubierta»
en el siglo XVI a través de la reivindicación de la Filosofía de Epicuro efectuada
por el francés Gassendi. No obstante, al decir de Leclercq, la patria del moderno
utilitarismo es por excelencia, Inglaterra. «Existe, al parecer, una
correspondencia espontánea entre el espíritu utilitario y el genio inglés».

«Toda la atmósfera social de la isla -continúa Leclercq- diríase impregnada de


utilitarismo. No bien desembarcamos, nos sentimos ganados por un espíritu de
limpieza moral y de cordialidad que no se inspiran en un motivo más elevado que
el interés bien entendido»... «esta convicción de que el respeto de las exigencias
de la regla moral «...constituye la condición de la felicidad de todos y de cada
uno, se transparenta a cada momento en mil detalles de la vida.» «Moral ésta

5
SEMANA 1
MÓDULO 1

que no es muy elevada,...que se compagina con algunas formas a veces muy


pronunciadas de cinismo -el inglés, en ciertas circunstancias, no se recatará de
obrar con una inmoralidad brutal, cuando así lo exija un interés suficientemente
grave-, pero que, en la vida corriente, confiere a la vida pública una atmósfera
netamente superior a la de otros pueblos...»

Es el inglés Jeremías Bentham (1738-1832) el que formula con mayor


consistencia la doctrina utilitarista, obteniendo una trascendencia que domina el
siglo XIX desde el Imperio Británico.

Bentham parte de la premisa de que la naturaleza ha puesto al hombre ante el


placer y el dolor, de allí que la primera regla moral es buscar el placer y evitar el
dolor (la regla del interés). El fundamento de esta regla es el egoísmo, el cual es
perfectamente compatible con el altruismo, en virtud de que el acto de ayuda al
prójimo reporta placer por la autoestima que produce. Si cada hombre obtuviera
el máximo de utilidad personal, la humanidad llegaría a la suprema felicidad. Del
mismo modo el egoísmo, bien entendido, se compatibiliza con las exigencias de
una convivencia armónica con los demás; así «un acto inmoral es un falso
cálculo de utilidad personal»

La función de la Ciencia Moral, en consecuencia, es establecer las reglas de


estimación del placer. Bentham llegó a sistematizar una «aritmética moral» como
criterio de conducción en la vida: lo útil es lo que aumenta el placer y disminuye
el dolor; todo el problema moral consiste en aumentar el placer y disminuir el
dolor.

Al sistema de Bentham se aplican directamente los reproches que Levy-Bruhl


dirige a las morales tradicionales -escribe Leclercq- «...que... se enrolan todas
en la práctica en las morales corrientes de su medio social». Es que Bentham no
piensa en discutir la moral práctica admitida en su tiempo, siendo, en ese sentido,
un pre-positivista, puesto que no se plantea a fondo el tema del fundamento de
la regla moral.

Finalmente, el utilitarismo no logra conciliar con fundamento el egoísmo con el


altruismo y, en el plano social, el interés individual con el interés general. «El
utilitarismo puede llevarnos a prestar servicios a nuestros semejantes en la
medida en que encontramos en este servicio nuestro interés,... El utilitarista hará
sin duda algunos pequeños sacrificios, cuando estos pueden granjearle una
simpatía cuyas ventajas sobrepasan los inconvenientes en que consiente; pero
el utilitarista no se entrega... jamás se convencerá a nadie de que deba dejarse
matar por la patria únicamente por interés...» (Leclercq, op. cit.)

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SEMANA 1
MÓDULO 1

Finalmente debemos concluir que el utilitarismo es insuficiente para explicar el


amor o el sacrificio ambos problemas centrales de la Deontología.

EL REALISMO FILOSÓFICO

OBJETO DE LA FILOSOFÍA MORAL O DEONTOLOGÍA: consiste


esencialmente en buscar o proponer una regla de acción que permita realizar al
hombre (algo difícil de precisar) que llamamos «bien», su bien, mediante el cual
realiza su perfección y alcanza su felicidad. El eje de la discusión de la Filosofía
Moral es el problema del bien.

EL BIEN EN GENERAL: debemos consignar, en primer lugar, que el juicio de


bien y de mal no se aplica solamente a los actos humanos: se aplica a todas las
cosas. Así, calificamos a un lápiz, a un perro, a una piedra, a un alimento, a una
sombra, etc. como buenos o malos.

Observemos que el calificativo depende del fin que le asignamos o que cumple
esa cosa. Hasta tal punto es importante la referencia al fin, que sería imposible
calificar cualquier cosa si ignoramos para que sirve (es decir, si ignoramos su
finalidad). En consecuencia, un juicio de bien implica un juicio de finalidad.

Asimismo podemos advertir que una cosa realiza o cumple en mayor o menor
medida con su finalidad. Y a aquella que la cumple totalmente la consideramos
perfecta. Es decir, que se da una gradación o jerarquía de bien en función de
que la cosa cumpla en mayor o menor medida con su finalidad.

Por ejemplo; vamos a calificar un caballo en función de la finalidad a la que está


destinado. (Porque esta puede ser diversa: el tiro, la carrera, el salto, el polo, el
trabajo, etc.). Consideremos, por ejemplo: un equino en su aptitud para el trabajo
del campo (es decir, para cumplir con tal finalidad, que requiere de suyo
condiciones distintas de las demás). En tal sentido, calificamos al de nuestro
ejemplo, como bueno. Pero tenemos otro que es mejor (siempre en relación con
el fin perseguido). Y el vecino tiene otro que calificamos como perfecto (realiza
perfectamente bien su tarea, cumple totalmente con su finalidad). Con ello
demostramos que existe una gradación o jerarquía de bien.

Debe tenerse presente que conocer el fin de una cosa implica conocer su
naturaleza, entendiendo por tal «el conjunto de caracteres que determina un ser
en sí mismo, de suerte que, si le faltare uno de esos caracteres, cesaría de ser
el mismo ser; son, pues, estos, los caracteres necesarios del ser, lo que en el
lenguaje de la filosofía tradicional se llama esencia.» (Leclercq, op. cit., pág.
211). En consonancia, Jolivet enseña que el fin y el bien son una misma cosa; el
fin y el bien de un ser son función de su naturaleza.

7
SEMANA 1
MÓDULO 1

Tengamos presente ahora que todo ser, en la medida que es, realiza bien aún
con deficiencias. Es decir, aun cuando un determinado ser sea imperfecto,
realiza, al menos su propia esencia (si no, sería otra cosa), aún que sea en
mínima medida. Y en esa mínima medida entonces realiza su propia perfección.
En consecuencia, todo ser, considerado en sí mismo es bueno.

La Filosofía Tradicional distingue entre el bien honesto (el bien propio del ser
considerado en sí) y el bien útil (que se predica de un ser subordinado a otro; por
ejemplo, cuando mencionamos «un buen lápiz», «un buen caballo», lo hacemos,
no considerando estos seres en sí mismos, sino en función de la utilidad que a
nosotros nos reportan. Estos seres, subordinados a nuestros propios fines, son
calificados como buenos o malos en función de la utilidad que nos deparan y no
considerados en sí mismos.

En cambio, no existe el mal en sí mismo. El mal es un desorden; radica en la


ausencia de un elemento que debería estar o presencia de un elemento que no
debería estar o en la falta de proporción entre varios elementos.

Bien ontológico

Es el del ser considerado en sí mismo. Todos los seres tienen una finalidad que
les es propia, que deviene de su propia esencia. Tienen en consecuencia un bien
objetivo. Es decir, que existe como bien en la realidad, con independencia de la
intervención de nuestra subjetividad.

Bien moral

Solo podemos hablar de bien moral respecto del ser racional puesto que aquel
no es otra cosa distinta del bien ontológico, pero realizado libre y reflexivamente.

Veamos la relación existente, en la autorizada palabra del filósofo Georges


Kalinowski: «Como el de todo ente, el bien ontológico del hombre es su propio
ser, más precisamente la existencia actual de la plenitud de su naturaleza
humana definida por su esencia... Pero si el bien ontológico, cuando se trata de
un ente privado de razón, sigue siendo eso que es (bien ontológico), en el
hombre se transforma en un bien moral.

El bien moral tiene una particular trascendencia puesto que, al ser el objeto
propio de la acción libre del hombre, es la fuente de los valores propiamente
humanos: «todo el valor propiamente humano del hombre radica en el uso que
hace de su libre albedrío» (Leclercq).

Bien y felicidad

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SEMANA 1
MÓDULO 1

El deseo de felicidad es «primario, fundamental, instintivo.» Aristóteles (cit. por


Leclercq) consideraba que «Preguntar a uno por que quiere gozar constituye una
pregunta que no se plantea, pues el goce es una de las cosas que se buscan por
sí mismas.»

No obstante, no debe confundirse bien con felicidad. Esta es «el estado subjetivo
del hombre que ha alcanzado su fin.» «Es el estado que colma todo deseo» (Sto.
Tomás).

Solo el bien es fin; la felicidad es un resultado en el espíritu. Esta es subjetiva;


aquel es objetivo.

DEONTOLOGÍA Y OBLIGACIÓN

El deber, que muchas veces ha sido considerado el aspecto prioritario de la


Ciencia Moral, es en realidad un aspecto secundario y subordinado. Es que la
obligación moral o deber tiene como fundamento el orden esencial de las cosas,
en virtud del cual existe una conexión necesaria entre tal o cual acto y el bien. El
deber aparece en todo acto moral en dependencia del bien.

Síntesis de la doctrina del realismo

La noción fundamental y esencial de la Deontología es la de bien. La Moral, como


ciencia del deber ser, o Deontología, es la ciencia del bien del hombre.

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Semana 3 -4-5

SEMA
NA 3-
4-5
MÓDU
LO 1

Ética y deontología
profesional

0
Semana 3 -4-5

UNIDAD III

CONCEPTOS FUNDAMENTALES DE LA
DEONTOLOGÍA

En continuidad con la percepción espontánea del ser y del


bien que le es propio, de la que es capaz el intelecto
humano, su sentido moral (sindéresis) le lleva a
formular con carácter preceptivo (obligatorio) los
principios del orden práctico o moral.
Tradicionalmente la formulación de estos principios
recibió el nombre de "ley natural" o "ley moral natural".
Conviene en este punto, tener presente el concepto de
virtud moral y la noción de las virtudes cardinales:
prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
Arribamos entonces al gran tema de la conciencia moral.
Su naturaleza es la de un juicio prudencial que realiza el
intelecto práctico sobre la bondad de un acto. Este punto se
relaciona en forma inmediata con los anteriores: los
principios del orden moral (o ley moral natural) forman el
conjunto de convicciones morales básicas de la persona
que sirven de fundamento del juicio moral. Asimismo, el
juicio moral es realizado por el hombre, con el concurso de
sus virtudes; la prudencia, pues se trata de un juicio
prudencial (determinar lo debido concreto); la
justicia, pues se trata de querer lo bueno y lo
justo; la fortaleza y la templanza, por constituir el
soporte antropológico para la rectitud del juicio.
Finalmente, se analiza con mayor detalle, siguiendo a
Gómez Pérez, (v. Bibliog.) Algunos aspectos específicos,

1
Semana 3 -4-5

como los estados de la conciencia, las condiciones y


condicionamientos de los actos humanos y la
determinación de la moralidad de un acto.
3.1. LA LEY MORAL NATURAL. SUS PROPIEDADES Y
SU MODO DE CONOCIMIENTO
Si el fundamento de la moral es el bien y, en continuidad, la
preceptividad de los principios del orden práctico, resulta
ineludible demostrar mediante qué proceso el hombre
conoce el ser, el bien que le es propio y conoce el primer
principio del orden moral.
El hombreno posee conocimientos "innatos"; es decir, no
nace con conocimiento alguno. Por medio de sus sentidos
se abre al cosmos, de modo tal de que "nada hay en el
intelecto que no haya pasado por los sentidos".
Siguiendo el esquema de exposición de Joseph Gevaert (El
Problema del Hombre - Introducción a la Antropología
Filosófica) el conocimiento de la verdad por parte del
hombre es EXPERIENCIA más PENSAMIENTO
CONCEPTUALIZANTE.
Mediante éste se da, no solo la posibilidad del discurso
racional, sino también la de la comunicación. El
pensamiento conceptual revierte sobre la
experiencia enriqueciéndola mediante el nuevo horizonte
que le aporta. De allí que -en tercer lugar- nuestro autor
agrega un tercer factor: la actividad dialéctica, tensa,
permanente, entre la experiencia y el pensamiento
conceptualizante, abierta hacia el absoluto, develando el
misterio del ser, en toda su riqueza.
La capacidad natural del intelecto de percibir el ser fue
llamada en el pensamiento escolástico LUMEN,
NATURALE (iluminación natural). Pero Gevaert
llama la atención en que esto no sea entendido en forma
unidireccional, como que sólo la inteligencia "ilumina al
ser"; por el contrario, también la inteligencia es iluminada

2
Semana 3 -4-5

por el ser.
LOS PRINCIPIOS DEL ORDEN MORAL
Sus propiedades son
AUTOEVIDENCIA. OBJETIVIDAD. «Lo mismo que
los primeros principios de la razón especulativa le son
dados al espíritu por una evidencia inmediata (P. ej. el
principio de no contradicción); así también los principios
del obrar deben sernos dados con una evidencia
semejante".
Messner: Se intuyen en forma inmediata, no son susceptibles de
fundamentación, «se le presentan (al hombre) con tanta certeza y validez como
el hecho más cierto de inmediata experiencia interna».
Graneris (Contrib., 67, modificado con fines didácticos): (si lo bueno es
aquello adecuado al ser) «a veces esta adecuación es evidentísima en
cuanto «está escrita» tan claramente en la misma constitución de las cosas que
quien las ve no puede menos que ver aquella (la adecuación). Es una
adecuación totalmente objetiva y absoluta, la obtenemos por intuición
directa, no a través de un razonamiento».
Jolivet, 84, (refiriéndose al primer principio «el bien ha de
hacerse»); «(es) perfecta y esencialmente objetivo, ya que su
especificación depende de la noción de bien, sacada de la experiencia».
UNIVERSALIDAD. (Jolivet. 83) «... se refieren a toda la extensión de la
actividad humana como tal, y a toda actividad humana, es decir que valen de
todo el hombre y de todos los hombres, por lo que son doblemente
universales».
PRACTICIDAD. Porque enuncian las leyes de la actividad humana. Son el
objeto del intelecto en su función práctica (Jolivet, 83)
OBLIGATORIEDAD. Jolivet, 85: ..los principios generales de la moralidad, así
como las conclusiones inmediatas que de ellos derivan, se imponen, por su
dependencia del primer juicio del sentido moral, independientemente de
cualquier intervención positiva. «En realidad, por su adecuación racional al
bien propio del hombre, resultan el fundamento de toda moral positiva y de todo
derecho positivo.

3
Semana 3 -4-5

MÁXIMA GENERALIDAD. LIMITACIÓN A UNA «PRIMA DIRECTIO». (NO


CONSTITUYEN UN SISTEMA CERRADO Y COMPLETO). Messner: El grado
de generalidad de estos principios es el máximo; precisarlos se
hace difícil por su misma generalidad. Kalinowski: Son sólo
principios de comportamiento, los principios primarios, absolutamente
inmutables y sus conclusiones inmediatas.

...Estos principios son inevitablemente generales y por ello vagos y necesitan


ser completados y concretizados. Ello compete a la moral positiva y
al derecho positivo» .

Graneris: «el concepto de lex naturalis (realista) es refractario a toda tentativa


de codificación. Es sólo una inicial inclinatio o indicatio que espera llamadas
ulteriores y más precisas, es la «prima directio actuum nostrorum ad
finem» (primera dirección de nuestros actos al fin). ... Requiere su
misma naturaleza el complemento de las normas positivas, a través de las
conclusiones y de las determinaciones de la autoridad competente o de la
costumbre. Hasta entonces, la lex naturalis es insuficiente para regular la vida
humana y especialmente la
vida en sociedad.
Recapitulación de concepto
• LA LEY MORAL NATURAL. Los principios que gobiernan la acción del
hombre, en cuanto son conocidos por su razón natural y están basados en el
bien propio de la naturaleza humana, han sido llamados tradicionalmente «ley
natural» o «ley moral natural». Son considerados universalmente válidos
en razón de que -no variando los caracteres esenciales del hombre- tienden
a realizar sus fines permanentes y consecuentemente tienen valor práctico en
todo tiempo y lugar.
• INSUFICIENCIA. Sin perjuicio de ello, por ser nada más - y nada menos- que
principios, resultan de por sí insuficientes para responder a todas las
necesidades prácticas de la vida humana, de allí que requieren
ineludiblemente que el hombre 1) saque las conclusiones pertinentes y -sin
dejar de tenerlos en cuenta: 2) determine prudencialmente lo que fuere
menester hasta conformar la totalidad de las normas necesarias para

4
Semana 3 -4-5

conducirse en lo individual y en lo social. Estas consideraciones nos


hacen desechar la idea de que la Ley Moral Natural conforma un sistema
cerrado y autosuficiente: nada más irreal que esto.
• HISTORICIDAD Y MORAL POSITIVA. Es necesario enfatizar que la
misma percepción intuitiva de los principios la realiza el hombre histórico, por
lo que tanto la comprensión de los mismos, cuanto su formulación, están
necesariamente «impregnadas» por la cultura del medio y las
peculiaridades personales del «intérprete». Sentado esto, se comprenderá que
las «conclusiones» y «determinaciones» que se dan en el plano de
la moral positiva (= vigente históricamente) están fuertemente «teñidas» de
los factores señalados. Ello explica que la moral positiva vaya cambiando a lo
largo del tiempo en todas las culturas. Porque los «intérpretes históricos»
son otros; porque cambia en sus matices la percepción de los
principios; porque cambian, en suma, las circunstancias.
• UNIVERSALIDAD DE LOS PRINCIPIOS. No obstante la realidad del
cambio, la percepción de lo medular de los principios de máxima
generalidad del orden moral, también se mantiene con gran coincidencia a lo
largo de la historia. Las coincidencias que se receptan en la moral positiva son
mayores y más constantes que las diferencias. Y la explicación radica, no en
la casualidad, sino en la racionalidad: la capacidad metafísica natural del
hombre que, en el orden práctico, lo hace tender intuitivamente hacia la
satisfacción de sus finalidades esenciales.

Explicación
El sentido moral común del hombre conoce este principio de manera evidente e
intuitiva, de él obtiene conclusiones inmediatas y mediatas que,
como ya fuera dicho, conforma el conjunto de las convicciones morales
básicas de la persona.
Claro está que este conocimiento del primer principio esta como «supuesto» en
el razonamiento práctico del hombre corriente, lo tiene antes de cualquier
reflexión al respecto. La explicación de esto radica en que la capacidad
metafísica natural (del hombre corriente, del hombre primitivo, del niño) deduce
del concepto que tiene de bien y del mal -sin una reflexión consciente
al respecto y en forma inmediata- tal principio.

5
Semana 3 -4-5

Explica Jolivet (op. cit. pág. 84) que en el principio del orden práctico se verifica
una situación análoga con el conocimiento intuitivo del primer principio del
orden especulativo «... así como el principio de contradicción nace
inmediatamente de las nociones de ser y de nada, que son las primeras
nociones de la razón. «con respecto al deber de hacer el bien, dice: (no hay)
ningún otro principio práctico que sea más simple y más claro. «Es evidente por
sí y captado inmediatamente en las nociones del bien y de mal, que son los
datos absolutamente primarios de la actividad práctica.
A la posible objeción a que este principio es pura forma sin contenido (p. ej.
«todo depende de qué sea considerado como bueno») dice Jolivet
(Pág. 85) «No hay duda que la noción formal de bien recibe inmediatamente
un contenido o una determinación en función de las exigencias fundamentales
de la naturaleza humana.
Transposición al plano Jurídico. El orden jurídico integra el orden práctico o
moral, si bien se refiere específicamente a aquellas relaciones de alteridad
donde debe verificarse una conducta que se ajuste a los títulos de otro.

Conclusiones inmediatas y mediatas. La moral positiva y el juicio de la


conciencia

PRIMER PRINCIPIO EL BIEN HA DE HACERSE Y EL MAL EVITARSE

CONCLUSIONES HE DE PRESERVAR MI PROPIA VIDA


INMEDIATAS

NO SE HA DE DAÑAR AL LA VIDA HA DE
PRÓJIMO TRANSMITIRSE

EL SABER HA DE LA COMUNIDAD HA
TRANSMITIRSE DE PRESERVARSE

EL SUSTENTO HA DELOS PADRES LA


PROCURARSE HAN DE CUIDAR A LOS HIJOS

LA AUTORIDAD

6
Semana 3 -4-5

HA DE OBEDECERSE

CONCLUSIONES
MEDIATAS

(REGULACIONES S/ LA FAMILIA HA DE
CASTIGARSE
LA PROPIEDAD) HA DE SER AL
TRANSGRESOR
RESPETADA DE LA LEY

(PROH. DEL INCESTO)

LA PROPIEDAD HA EL MATRIMONIO HA LA SUCESION


DEL
DE SER INVIOLABLE DE SER ESTABLE PODER HA DE
DARSE DE (X) MODO

Los padres han de tener autoridad sobre los hijos


Los padres han de elegir el cónyuge de los hijos
MORAL El divorcio vincular ha de ser considerado ilícito
POSITIVA El divorcio vincular en casos de excepción ha de ser
ilícito
(ejemplos) El divorcio vincular ha de ser lícito si es voluntario
Sucede al Rey el mayor de sus hijos varones
Los diputados han de tener inmunidad de opinión

ÁMBITO DEL JUICIO PRUDENCIAL DE LA CONCIENCIA MORAL

En primer lugar, en la realidad no existe una línea divisoria rígida


entre las conclusiones inmediatas, las mediatas y las aplicaciones concretas.
Por eso no las hemos trazado en ese sector del esquema.

En segundo lugar, debe advertirse que no todos los preceptos morales tienen
el mismo grado de certeza y por lo tanto de obligatoriedad.
Digamos que tanto el primer principio del orden moral cuanto sus
conclusiones inmediatas (principios de máxima generalidad) son
conocidos con evidencia directa: «encontramos las líneas de acción en las
mismas cosas; quien ve las cosas, no puede menos que ver el bien que les es
adecuado en forma objetiva.» (Graneris, op. cit.)
De modo tal que, en el nivel de las «conclusiones mediatas» el
contenido del precepto moral debe «complementarse» o,
hablando más precisamente debe
«concluirse». Y ello es competencia del hombre histórico, que es en definitiva
el «intérprete» de los principios de máxima generalidad para su
«recepción» en lo que se irá configurando como moral positiva. Así,
nos encontramos con que no hay un sólo sistema de organización de la
propiedad moralmente válido (siempre teniendo en cuenta las circunstancias

7
Semana 3 -4-5

históricas), ni una única manera de regular la institución familiar, ni una sola


modalidad de castigar al transgresor de la ley.
En la segunda línea de ejemplos (porque de eso se trata) de las
conclusiones mediatas tenemos que la posible diversidad de
contenidos concretos de los preceptos morales, se amplía. Así, en
los modos de la transmisión legítima del poder cuya variedad, a lo largo
de la historia, ha sido amplísima.

En lo que respecta a la estabilidad del matrimonio ¿esta ha de


ser absoluta o admitirá excepciones? las uniones ¿serán
monogámicas o poligámicas? Si bien entendemos que el matrimonio
monogámico estable se encuentra en la línea del mayor bien moral por
cuanto se ordena de un modo más adecuado al principio superior,
que es el de la institución de la familia, no podemos dejar de conocer que las
preceptos morales han variado en esta materia a lo largo del devenir histórico.

No ocurre así con la prohibición del incesto que, con extraordinaria


similitud, ha sido adoptada por las diversas civilizaciones por la
certeza con que la razón natural del hombre primitivo le hiciera advertir
que dicha práctica redundaba contra el bien de la institución familiar.

En el tercer ejemplo de este grupo (propiedad privada) tenemos que se


reconoce una constante en cuanto a su legitimidad moral en lo que respecta los
bienes de consumo y los útiles necesarios para el sustento familiar.
No así en lo que se refiere a los llamados bienes de producción donde se
ha sostenido la inmoralidad de su apropiación privada: tenemos en este
sentido un arco que va desde los antiguos lugares de pastoreo común
hasta las modernas concepciones socialistas.

En síntesis, mientras más nos alejamos de la evidencia


objetiva de los principios de máxima generalidad y, por ende,
mayor es el grado de conclusión que debe realizar el hombre histórico,
tenemos que los preceptos así obtenidos, son susceptibles de diferencias
legítimas en sus contenidos concretos, de acuerdo con las circunstancias
de cada civilización, o bien hasta la relativización y supresión parcial (propiedad
privada).

La MORAL POSITIVA. La sindéresis y sus conclusiones, sumadas a las


circunstancias históricas, van conformando la moral positiva. Esta es la vigente
en un medio y un tiempo determinados.
En el esquema, se han tomado una serie de ejemplos de
preceptos de moral positiva. Algunos son anacrónicos, oros vigentes; algunos
están en continuidad mayor con el principio de hacer el bien y evitar el mal en
forma coherente con los principios de generalidad máxima, otros parecen no
guardar la coherencia debida.

Pero guardamos para el final los ejemplos relativos a preceptos aceptados


como morales por alguna moral positiva determinada que, no
obstante, entran en franca oposición con los principios morales evidentes y
objetivos:

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Semana 3 -4-5

Ha de suprimirse al deforme» «Ha de abortarse siempre que la vida intrauterina


no sea querida por la madre» «Ha de disponerse de la vida del
enemigo o reducirlo a la esclavitud, a la elección del vencedor», etc. Estos
preceptos han sido, o son tenidos por morales. Ahora bien, ¿SON morales?
Cuando la razón humana se convenció que la persona humana es
más que un bien económico y se convenció de que le forma es
una persona humana, inmediatamente el precepto del ejemplo se «derogó»
por inmoral.

Cuando la razón humana hizo trascender a todo hombre la calidad de persona


(y no sólo al ciudadano, cual era la estrecha concepción de las antiguas
civilizaciones), dejó de ser tenido por moral tratar al vencido como cosa.

Cuando los hombres que viven en las sociedades en las que es


lícito el aborto voluntario, se convenzan por la fuerza de su razón que el
embrión cuya vida se suprime es persona humana inocente, se hará
patente la inmoralidad de esa práctica.

A tales usos, no los hemos calificado como morales, sino como «tenidos por
tales» y susceptibles de tajante derogación. Es que en realidad no
fueron ni serán preceptos que merezcan la calificación de «morales»
por encontrarse en franca contradicción con el precepto de que «la vida ha
de preservarse» -en inmediata conexión- con el primer principio del orden
moral.

3.1. La virtud. Noción de las virtudes fundamentales

Tomamos como bibliografía de consulta en este punto, la obra de Josef Pieper;


las Virtudes Fundamentales, Ed. Rialp, Madrid (seguimos el texto de la 2ª ed.).
Conviene dejar sentado lo dicho en la Introducción de esta obra, a
fin de que quede clara la impronta humanista del pensamiento del realismo
filosófico, del cual

Pieper es uno de sus preclaros cultores:

«Asociamos al concepto de moral la idea de una doctrina del hacer, y sobre


todo del no hacer, del poder y no poder, de lo mandado y lo prohibido. ...La
primera enseñanza de Santo Tomás es que la Moral trata de la
idea verdadera del hombre, la idea del hombre bueno.» Esta concepción
refleja una idea de que la Moral es una doctrina de las virtudes.

Virtud, en términos completamente generales, es la elevación del ser en la


persona humana. Ello, mediante la actualización de sus potencias de
perfección.

«La virtud... es lo máximo a lo que puede aspirar el hombre, o sea la


realización de las posibilidades humanas en el aspecto natural y sobrenatural.»

En sentido estricto, la virtud moral es un hábito operativo bueno. Respecto de


la explicación de este punto y de la noción de las virtudes

9
Semana 3 -4-5

fundamentales, me remito a la obra de Pieper. No obstante, al exceder su


extensión y profundidad los requerimientos de esta signatura, basta con
refrescar la noción de estos puntos con la bibliografía elemental de
Introducción al Derecho y Filosofía del Derecho.

No obstante, receptamos la enseñanza de Pieper en cuanto que la prudencia


es la primera de las virtudes morales. En general «domina» toda la virtud
moral. La supremacía de la prudencia deviene del hecho de que la
realización del bien exige el conocimiento de la verdad. «Lo primero que se
exige del que obra, es que conozca», dice Tomás de Aquino.

Entonces, el bien presupone la verdad, y ésta el ser del conocimiento del ser
de las cosas surge cuál es su bien, y de allí el qué hacer y el qué no hacer.
Esto evita caer en los vicios del «moralismo» que predica la obligación de
determinados «deberes» sin marcar adecuadamente su correlación con el ser
(y con el bien) del hombre. El moralismo dice «esto es debido porque es
debido»; el realismo filosófico dice: «esto es bueno porque es
conforme o adecuado con la realidad del hombre y, en consecuencia, es
debido».

ALGUNAS NOCIONES LÓGICAS PREVIAS

Definición del Juicio


El juicio es el ACTO POR EL QUE EL ESPÍRITU AFIRMA UNA
COSA DE OTRA. "Dios es bueno", "el hombre no es inmortal", son juicios en
cuanto el uno afirma de Dios la bondad, y el otro niega al hombre
la inmortalidad. El juicio encierra, pues, necesariamente TRES
ELEMENTOS, a saber: un SUJETO, que es el ser del cual se afirma o
niega alguna cosa; un ATRIBUTO O PREDICADO, que es lo que se
afirma o niega del sujeto; una AFIRMACIÓN O NEGACIÓN.

Definición de la Proposición
La proposición es la EXPRESIÓN VERBAL DEL JUICIO. Se compone, como el
juicio, de DOS TÉRMINOS, sujeto y predicado, y de un VERBO
llamado CÓPULA (es decir lazo), porque une o separa los dos términos.

Clasificación de las proposiciones


SEGÚN LA CANTIDAD:
UNIVERSALES: convienen a TODOS los individuos de un género o de una
especie determinada. "El hombre (o todo hombre) es mortal".
PARTICULARES: se aplican de manera INDETERMINADA sólo a una PARTE
de una ESPECIE o de una CLASE DETERMINADA."Algún hombre es
virtuoso".

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Semana 3 -4-5

SINGULARES: no se pueden aplicar sino sólo a un individuo."Pedro es


sabio".
SEGÚN LA CALIDAD:
AFIRMATIVAS: la relación del atributo al sujeto es de CONVENIENCIA.
NEGATIVAS: la relación del atributo al sujeto es de NO CONVENIENCIA.

Las cuatro proposiciones


Como toda proposición tiene a la vez una cantidad y una cualidad, podemos
distinguir cuatro especies de proposiciones, que los lógicos designan
con vocales:

1. UNIVERSAL AFIRMATIVA (A): Todo hombre es mortal.


2. UNIVERSAL NEGATIVA (E): Ningún hombre es espíritu puro.
3. PARTICULAR AFIRMATIVA (I): Algún hombre es sabio.
4. PARTICULAR NEGATIVA (O): Algún hombre no es sabio.

EL FUNDAMENTO Y LOS FINES DEL DERECHO


El Naturalismo
En conclusión, la tesis central del IUSNATURALISMO puede formularse
del siguiente modo: "Alguna moral no proviene de la voluntad del hombre".
Como podemos advertir, se trata de una proposición de tipo particular
negativa (O).
El Positivismo Su tesis central es:
"Toda moral proviene de la voluntad del hombre". Vale decir, se trata de una
proposición Universal Afirmativa (A).
En definitiva, las proposiciones enunciadas por el NATURALISMO y por
el POSITIVISMO son CONTRADICTORIAS. Optar por una de ellas es
pronunciarse ineludiblemente contra la otra.

Centrándonos ahora en las enseñanzas del realismo moral, una de las


vertientes del naturalismo, tenemos que, en primer lugar, debemos tener
presente que todo ser existe en razón de algo y, por consiguiente, existe para
algo, para su fin propio.
Por lo tanto, toda actividad se explica por esa tendencia intrínseca
del ser hacia su fin, que es también su bien, porque bien y fin se identifican

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Semana 3 -4-5

(Derisi, "Los fundamentos metafísicos del orden moral", Educa, Bs.


As., 1980, pág. 25). El movimiento revela el tránsito de la potencia
al acto que lleva a cabo todo ser creado para alcanzar su
perfección y acabamiento. Ahora bien, ese proceso no puede acaecer
de una manera caótica, sino ordenada y orgánica, porque de lo contrario, el
ser no verá satisfechas las exigencias de su estructura esencial. Se precisa,
entonces, de un modelo, ejemplar o paradigma que guíe la
conducta u obra del sujeto agente. En nuestro caso, LA REGLA Y MEDIDA
DEL OBRAR

SON LAS NORMAS O LEYES MORALES (NATURALES Y POSITIVAS,


GENERALES Y PARTICULARES), LAS CUALES CONSISTEN EN
PRECEPTOS O PRESCRIPCIONES QUE DICEN LA CONDUCTA VIRTUOSA.
La ley expresa cómo ha de ordenarse la conducta humana en la
relación del hombre consigo mismo, para el logro del bien personal, y con los
demás, para alcanzar mediatamente el bien común.
En segundo lugar, la ley moral no sólo dilucida la conducta
virtuosa a fin de iluminar la acción (nuestro movimiento en el campo de lo
moral) sino que también lo impera. Exige determinadas conductas, con la
amenaza de una cierta sanción para el supuesto que no se satisfaga el
débito. En otras palabras, la ley no se limita a describir una conducta a modo
de ejemplo, modelo, paradigma o idea imitativa, sino que la manda, pretende
que efectivamente se lleve a cabo. La ley moral es una proposición imperativa
dirigida a ordenar eficazmente las operaciones de todo el hombre y de todos
los hombres. Por ese motivo, LA
LEY MORAL NATURAL Y LAS NORMAS MORALES POSITIVAS
EJERCEN COERCIÓN PORQUE INFLUYEN SOBRE EL LIBRE ALBEDRÍO
DEL SUJETO, IMPULSÁNDOLO AL CUMPLIMIENTO ESPONTÁNEO DE
SUS DEBERES ÉTICOS. Así como el escultor es la causa eficiente de
donde procede el movimiento que tiene como término a la
estatua, las reglas (naturales y positivas, generales y particulares) son la
causa eficiente de la moral porque instan a los sujetos, que son sus
destinatarios, a que encarnen en sus
conductas lo virtuoso que han definido y mandado.

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Semana 3 -4-5

Si la ley moral, en ejercicio de sus funciones de ejemplaridad y de eficiencia, se


dirige al hombre como ser inteligente y libre, debe consistir en una
medida racional de sus actos. Por ello, se trata de un producto, del resultado de
un acto de la razón. "El valor intrínseco de los preceptos morales
procede… inmediatamente, de su carácter racional" (Lachance, "El
concepto de Derecho según Aristóteles y Santo Tomás", pág. 185, 1953, Bs.
As.). La primera norma de la razón es la ley moral natural, por lo que "toda ley
humana tendrá el carácter de ley en la medida que se derive de la ley de la
naturaleza" (Santo Tomás). Si una ley se adecua a la naturaleza, entendida
como la esencia o estructura misma del ser, su propósito o finalidad será
promover la satisfacción de las exigencias de la condición humana y
salvaguardar la posibilidad de la plenitud personal (Casares, "La
Justicia y el Derecho", pág. 117, Abeledo Perrot, 1974, Bs. As.). En tal caso,
tienen fuerza de obligar en conciencia.
LEY
ORDENACIÓN DE LA RAZÓN
ADECUACIÓN A LA NATURALEZA
PROMOCIÓN DE LA SATISFACCIÓN DE LAS EXIGENCIAS DE LA
CONDICIÓN HUMANA QUE SÓLO PUEDE OBTENERSE MEDIANTE LA
VIDA EN RELACIÓN Y SALVAGUARDA DE LA POSIBILIDAD DE LA
PLENITUD PERSONAL
OBLIGATORIEDAD
EN CONCIENCIA

Precisamente, LA LEY MORAL NATURAL CONSISTE EN LOS


PRIMEROS PRINCIPIOS JURÍDICOS, UNIVERSALES Y NECESARIOS, QUE
DEBEN REGIR LAS RELACIONES DEL HOMBRE CON SUS
SEMEJANTES PARA QUE LA PERSONA ALCANCE SU BIEN PROPIO, SU
PERFECCIÓN.
Por lo tanto, no toda regulación moral que se impone, QUE PREDOMINA, QUE
ESTÁ VIGENTE en la convivencia por el consenso logrado en la comunidad
social o por voluntad de la mayoría es obligatoria. Por el contrario, ESA
REGULACIÓN SERÁ VÁLIDA Y POR LO TANTO OBLIGATORIA,
SÓLO SI ES CONFORME CON LA LEY MORAL NATURAL.

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Semana 3 -4-5

POR SER PRIMEROS EN TODO SENTIDO, LOS PRINCIPIOS DE LA LEY


ÉTICA NATURAL PREEXISTEN A LA MORAL POSITIVA, PREVALECEN
IDEALMENTE SOBRE ELLA Y ES POR ELLOS QUE LA MORAL POSITIVA
ES JUZGADA.
Ahora bien, ¿de dónde provienen o cómo surgen esos principios? La
LEY ETERNA es la misma razón y voluntad de Dios que establece y
prescribe el cumplimiento y conservación del orden natural del universo.
La LEY MORAL NATURAL es la participación del hombre en la ley
eterna. 1) LA RAZÓN PRÁCTICA DEL HOMBRE capta sus propias
inclinaciones, sus tendencias, su misma naturaleza, sus exigencias
ontológicas y, 2) POR VÍA INDUCTIVA, las ABSTRAE, FORMULA LOS
PRECEPTOS CONSTITUTIVOS DE LA LEY MORAL NATURAL, MEDIANTE
UNA PROPOSICIÓN UNIVERSAL, Y 3) LOS PRESCRIBE COMO DEBER. La
razón práctica, reiteramos, conoce el ser, aprehende lo bueno de la cosa en
sí misma y, a partir de la misma naturaleza humana, formula los
preceptos o dictámenes de la ley moral natural : los originarios,
primarios o comunísimos, captados de manera inmediata en su verdad
evidente y enunciados por la SINDÉRESIS, y los preceptos secundarios ,
que no se pueden captar inmediatamente sino inferirse con mayor o
menor facilidad a modo de conclusiones próximas o remotas de los
anteriores. NO HAY EN EL HOMBRE PRINCIPIOS "A PRIORI" O
INNATOS, como sostienen algunos autores como San Agustín.
El paso 1) corresponde a la "EXPERIENCIA" mencionada en el módulo, y el
paso 2) al "PENSAMIENTO CONCEPTUALIZANTE", que en el paso
3) se "revierte", que vuelve a la experiencia, prescribiendo el deber ser,
enriqueciéndola y permitiendo una comprensión más profunda de las
cosas. Esa experiencia enriquecida será, a su vez, el punto de partida para
un nuevo proceso, en lo que constituye una "actividad dialéctica tensa y
permanente".

Esos principios son universales y obligatorios, puesto que promueven


la satisfacción de las exigencias de la naturaleza, para que el hombre pueda
alcanzar su fin. Ello, me adhiera íntimamente a esos principios o no, me
convengan o no. Por cierto, soy libre de respetarlos o no, pero en este último

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Semana 3 -4-5

caso mi proceso de perfección habrá quedado trunco.


Cabe destacar que no obstante ser los primeros principios, tienen un grado
máximo de generalidad, siendo necesariamente vagos. Necesitan, entonces,
ser complementados por la moral positiva y por el derecho positivo, que
provienen de la voluntad del hombre (legislador o comunidad social). Así,
al principio moral natural consistente en que "Todo hombre tiene una dignidad
eminente", la moral positiva precisa cómo debe ser la vestimenta decorosa de
un hombre y una mujer en la República Argentina a comienzos del siglo XXI
(muchas veces esas reglas se encuentran en una zona fronteriza con
las normas de buenas maneras y urbanidad). Pero, bueno es
precisarlo, aunque es necesario el aporte de la moral positiva, no toda moral
positiva por el sólo hecho de ser tal es válida, sino que, para tal efecto, debe
estar adecuada a la ley moral natural.

Las Virtudes Morales


(Exposición basada en las enseñanzas del Dr. Tomás Catapano Copia y del Dr.
Juan A. Casaubón) La rectitud ética de los actos humanos no puede lograrse,
con habitualidad, sin la
posesión y ejercicio de las virtudes morales. Virtud como palabra,
deriva de la latina virtus, y ésta de vis, que significa fuerza. De manera que la
virtud no es una actitud negativa y cobarde, sino por el contrario, algo positivo y
hasta viril (varón viene del latín vir, y este término tiene también su
origen etimológico en vis, fuerza).
En una primera época, pre - filosófica, virtud significó cualquier
habilidad, sobre todo en el orden técnico (la virtud del guerrero - su valentía y
destreza - o la del zapatero, por ejemplo) o aún cualidades positivas de entes
irracionales, como la virtud de tal o cual caballo.
En cuanto a la significación filosófica de la palabra virtud, se trata de un hábito
operativo bueno. Es un hábito, o sea una cualidad firmemente implantada; y no
es cualquier hábito, sino un hábito operativo bueno, es decir, que
se dispone a operar bien. A la virtud se opone el vicio, que es un hábito
operativo malo, que dispone a obrar mal.
Las virtudes, en el orden natural, se dividen en intelectuales, que perfeccionan
el intelecto, y las morales, que perfeccionan nuestras tendencias apetitivas

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Semana 3 -4-5

(voluntad y apetitos sensitivos). Circunscribiéndonos a las virtudes morales,


tenemos que son más propiamente virtudes que las intelectuales,
porque no se reducen a facultarnos para operar bien, sino que
esencialmente son inclinaciones hacia el buen uso de las respectivas
facultades, o sea, inclinaciones a obrar bien. Recordemos que Santo
Tomás de Aquino reconoce al entendimiento y a la voluntad sus
respectivos ámbitos. El objeto del entendimiento es la verdad, vale decir, el
ser en su cognoscibilidad, en tanto que el objeto de la voluntad
es lo bueno, el ser en cuanto apetecible. Pero son inseparables, porque la
voluntad no conoce, es ciega de por sí, y el entendimiento no apetece.
Sabido es que distinción y separación no es lo mismo. El bien presupone la
verdad, es decir, el entendimiento precede a la voluntad iluminándola para que
vea lo que debe y lo que puede querer. Y a su vez, el entendimiento
es activo solamente cuando la voluntad lo saca de la potencia al
acto. La voluntad es, como toda facultad apetitiva, una fuerza
impulsora, motor, principio de actividad. En este sentido, es superior al
entendimiento. Para la virtud no basta el recto saber solo. En esto reside el
error del intelectualismo griego, que es tan intenso en Sócrates,
quien vincula indisolublemente el conocimiento del bien con el obrar positivo
conforme a él. Este intelectualismo no tiene en cuenta la importante
función de la voluntad.
Nuestra experiencia nos demuestra que muchas veces nuestro
entendimiento
capta el bien y no es puesto en obra a causa de la debilidad volitiva. Ovidio
decía: "veo que sea lo mejor, lo pruebo, pero sigo lo peor".
Las virtudes morales principales se llaman cardinales, porque sobre
ellas se fundan las demás virtudes morales, y todas las virtudes
morales secundarias pueden reducirse a las cardinales o sea principales.
Las virtudes cardinales son cuatro, tanto por razón de su sujeto como por razón
de su objeto. El objeto propio de las virtudes morales es el bien moral, o sea, el
bien que es tal según el recto dictamen de la razón práctica.
Este bien moral o racional puede considerarse:
1º)en los medios para alcanzarlo, que son discernidos e imperados por la virtud
de la prudencia (la cual es a la vez virtud intelectual y virtud moral);

16
Semana 3 -4-5

2º)en cuanto bien (fin) referente a las operaciones relativas a otros, que es
logrado por la justicia ;
3º)en cuanto se refiere a las pasiones que impiden alcanzar un bien o fin difícil,
arduo, y que la razón sin embargo dictamina como necesario o conveniente,
tales pasiones son ordenadas y moderadas por la virtud de la fortaleza, la cual
vence el temor y refrena la audacia ciega; y 4º)en cuanto se refiere a las
pasiones que impelen a bienes deleitables de un modo contrario a la
razón, tales pasiones son moderadas por la templanza.
En cuanto al sujeto de tales virtudes, la prudencia reside en la razón práctica; la
justicia en la voluntad; la fortaleza en el apetito llamado irascible (el que tiende
al bien arduo, difícil) y la templanza en el apetito llamado
concupiscible, que tiende a lo deleitable a los sentidos.
Como puede observarse, de las cuatro virtudes morales mencionadas,
tres serefieren al fin del hombre: la templanza (bien propio), la fortaleza (bien
propio) y la justicia (bien del otro). Efectivamente, la templanza dispone
al hombre a no apartarse del debido fin por la concupiscencia; la fortaleza, a
que no se aparte de él por temor; la justicia, a que no se aparte del debido fin
por quedarse con el bien del otro. En cambio, la prudencia se refiere a los
medios para alcanzar ese fin; es decir, versa sobre las obras singulares,
ordenándolas hacia el debido fin último. La prudencia, por lo tanto, inclina a
juzgar rectamente, con juicio estrictamente práctico, sobre las obras
singulares, en orden al fin último.
Las virtudes morales consisten en un justo medio entre dos excesos, que son
dos vicios. Así, la fortaleza está en un justo medio entre la cobardía y la
audacia ciega.
Pero conviene añadir que:

1. ese justo medio no es de mediocridad sino de eminencia, así como el


vértice superior de un triángulo está en el medio de los otros dos, pero no a la
misma altura, sino más arriba; y
2. en ciertos casos, ese justo medio está más cerca de uno de los vicios que
del otro; por ejemplo, la fortaleza está más cerca de la audacia que de la
cobardía.
Usando el mismo ejemplo metafórico del triángulo, cabe decir que a veces, en

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Semana 3 -4-5

materia de virtud moral, ese triángulo no es perfectamente equilátero o no


perfectamente isósceles.
Las virtudes morales están todas conectadas entre sí y con el último fin. La
falta de una perjudica a las demás. Por ejemplo, un Juez sin virtud
de fortaleza, puede sentenciar injustamente por temor a alguna
amenaza; asimismo, un gobernante puede obrar imprudentemente por
excesiva afición al alcohol, esto es, por no poseer la virtud de la
templanza.
Centrándonos en la virtud de la prudencia, tenemos que es una
virtud moral cardinal que reside en el entendimiento práctico, y que su objeto
propio no es el fin de la acción humana, sino la determinación, en cada caso,
de los debidos medios para llegar a ese fin. Puede definirse como una virtud
del entendimiento práctico que habilita al hombre para dirigirse
rectamente en la elección de los medios conducentes al último fin.
A la prudencia toca, por lo tanto, determinar en cada caso cuál es el
justo medio en que cada acto virtuoso consiste, teniendo en cuenta las
peculiares circunstancias en que ese acto se dé, y ayudándose con la memoria
del pasado, la inteligencia del presente y la previsión del porvenir.
Santo Tomás de Aquino se plantea lo siguiente:
1. ¿Tal virtud radica en la voluntad o en la razón? Y contesta
diciendo que la prudencia es providente (cuida de lo porvenir; lo pre – ve);
por lo tanto, es acto de la razón, no de la voluntad.
2. ¿Está sólo en la razón práctica o también en la especulativa?
La prudencia incluye el consejo; tal acto es de la razón práctica, y por lo
tanto, la prudencia radica allí solamente.
3. ¿Conoce los singulares? Sí, pues ella aplica los principios universales y
particulares a los casos singulares y concretos; y por eso es
necesario que conozca a éstos. Así, el Juez aplica la ley al caso
concreto, y para hacerlo debidamente, tiene que examinar y valorar
prudentemente a ese caso con todas sus circunstancias.
4. ¿Es una virtud? Sí, pues es un hábito operativo bueno, y más aún: no es
sólo virtud intelectual (por residir en la razón práctica), sino que a la vez es
virtud moral, pues su objeto es el justo medio en los actos humanos.
5. ¿Es una virtud especial? Sí, porque tiene un objeto propio. Su misión

18
Semana 3 -4-5

consiste en dirigir debidamente hacia el fin a todas las demás virtudes


morales, eligiendo los medios adecuados a cada caso.
6. ¿Prescribe el fin a todas las virtudes morales? La prudencia no determina el
fin (último). Tal fin se conoce por la sindéresis y lo apoyan la fortaleza, la
templanza y la justicia. La prudencia aplica los principios universales (fundados
en el fin último), a los casos singulares.
7. ¿Determina el justo medio en las virtudes morales? Sí, le corresponde en
cada caso determinar el medio racional de la conducta virtuosa, evitando los
dos extremos, que implican otros tantos vicios. Por ejemplo, determinará
que la virtud de la fortaleza, en tal caso determinado, debe realizar un acto
valeroso, que sea ciega audacia, ni mucho menos cobardía.
8. ¿El acto más propio de la prudencia es el imperar (o preceptuar)? Sí,
porque la prudencia dirige a) el consejo, b) el juicio discretito de los
medios y c) su aplicación a la práctica (uso) mediante el imperio. Por
eso, las leyes son imperativas, son reglas prudenciales (por lo menos, las
leyes positivas).
9. ¿La prudencia se extiende al gobierno de la multitud?. Santo Tomás
distingue el bien particular de cada uno, del bien común de una sociedad, y
sostiene que la prudencia es necesaria tanto para regirse a sí mismo como
para regir a la multitud.
10. ¿La prudencia que busca el bien propio es la de la misma especie que la
que se extiende al bien común? No, porque siendo el bien común diferente
por esencia del bien particular, la prudencia que dirige hacia el bien común no
es de la misma especie que la que procura el bien particular: hay entre
ellas solamente analogía, no identidad de especie. Porque la prudencia
individual, que basta para dirigirse a sí mismo, no basta para la más difícil tarea
de dirigir la multitud hacia el bien común. Un particular prudente en su vida
privada no es necesariamente un buen gobernante. Y de allí toma Santo
Tomás ocasión para dividir la prudencia en tres clases: la individual,
la doméstica o familiar (que dirige hacia el bien de la familia y reside en los
padres), y la política, que dirige el bien común de la sociedad política, y que
debe residir principalmente en el legislador o autoridad, luego en el juez
(prudencia judicial) y en menor grado en los súbditos o ciudadanos.
Finalmente plantea Santo Tomás el problema de las partes de la

19
Semana 3 -4-5

virtud de la prudencia, y distingue tres clases de partes: las


integrales, las subjetivas y las potenciales.
Las partes integrales son aquellas que concurren juntamente para
formar un todo, así como la cabeza, el tronco y las extremidades son partes
integrales del cuerpo humano. La prudencia tiene parte integrales,
esto es, virtudes parciales que, juntas, forman la virtud total de la
prudencia; esas partes son: memoria, inteligencia, docilidad,
sagacidad, razón, providencia (previsión del futuro), circunspección
(virtud que toma en cuenta todas las circunstancias que rodean a un caso
concreto) y precaución.
También tiene la prudencia partes subjetivas. Se llaman así, las especies de un
género. En la prudencia tenemos como especies o partes subjetivas, la
prudencia particular, la prudencia doméstica o familiar, la prudencia social o
política, dividida en gubernativa y cívica (y podríamos añadir la prudencia
judicial) y la prudencia militar.
Las partes potenciales de una virtud son ciertas virtudes que no
llegan a ser prudencia, pero le sirven como auxiliares; ellas son la eubulia, o
virtud del buen consejo; la sinesis, esto es, la sensatez, así como la gnome,
resolución equitativa, que sirven al acto del juicio prudencial; la
sensatez, en los casos ordinarios; la resolución equitativa en los casos
extraordinarios, en que para servir debidamente a la justicia, resulta
necesario apartarse de la ley general para adecuarse a lo imprevisto
del caso concreto.
La Conciencia
Según Gómez Pérez, la conciencia es un juicio o dictamen del
entendimiento práctico que califica la bondad o la malicia de un acto hecho o
por hacer. Hay que recordar que la inteligencia humana posee dos
dimensiones: una teórica y otra práctica. Sus juicios están basados en
primeros principios evidentes por sí mismos e indemostrables. El primer
principio del entendimiento teórico es el de no contradicción: nada
puede ser y no ser a la vez, en el mismo sujeto y en el mismo aspecto. El
primer principio del entendimiento práctico también es evidente: hay
que hacer el bien y evitar el mal. El hábito intelectual de los primeros principios
morales es la sindéresis, y la conciencia es un acto que, en

20
Semana 3 -4-5

forma de juicio, dictamina sobre la bondad o maldad de un caso particular.


Para ello, la conciencia juzga de acuerdo con unos criterios anteriores,
que ella no crea, sino que descubre: la ley natural y la ley humana en
cuanto aplicación o explicitación de la ley natural. En otras palabras, la
conciencia no es autónoma si por autonomía se entiende crear su propia ley; si,
en cambio, por autonomía se entiende libertad, la conciencia es autónoma,
en el sentido de que nunca es lícito coaccionar la conciencia.
Estados en que puede encontrarse la conciencia
En razón del acto.
Conciencia antecedente y conciencia consecuente. La antecedente juzga
sobre un acto que se va a hacer; la consecuente, sobre un acto ya realizado.
En razón de la conformidad con la ley moral.
Conciencia recta y conciencia errónea.
Conciencia recta, llamada también verdadera, es la que juzga rectamente, de
acuerdo con los principios verdaderos, aplicados al caso concreto. Por ejemplo,
se actúa con conciencia recta o verdadera cuando se dictamina que el
homicidio es ilícito.
Conciencia errónea, llamada también falsa, es la que, de acuerdo con
principios falsos (que, sin embargo, se estima que son verdaderos) juzga
sobre la licitud o ilicitud de algo.
La conciencia errónea puede presentarse también en otras situaciones:
• conciencia escrupulosa: la que estima mala una acción, basándose en
razones que no lo son y, a menudo, en detalles que carecen de importancia;
• conciencia perpleja: la que por todas partes ve mal, tanto si se decide por un
extremo como si se decide por el otro;
• conciencia laxa: la que no concede importancia a lo que, en sí, es
objetivamente grave y moralmente negativo; si esa laxitud se hace crónica,
hasta el punto de no plantearse problema moral alguno, se habla de
conciencia cauterizada;
• conciencia farisaica o hipócrita: la que concede gran importancia a asuntos
que no la tienen y, simultáneamente, pasa por alto actuaciones gravemente
inmorales.

En razón del asentimiento.

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Semana 3 -4-5

Conciencia cierta, conciencia probable y conciencia dudosa.


La conciencia cierta es la que juzga con seguridad que una acción es buena o
mala. Se está seguro y no hay miedo a equivocarse.
La conciencia probable es la que dictamina que un acto es bueno o malo, pero
con temor a equivocarse.
La conciencia dudosa es la que pronuncia un juicio positivo con prudente temor
de equivocarse, o pronuncia un juicio negativo declarando que no sabe si el
acto es lícito o no.
Una conciencia cierta no es necesariamente una conciencia recta. Se actúa
con conciencia cierta cuando no se tiene duda alguna sobre la bondad o
malicia de la acción; sin embargo, ese juicio puede estar equivocado
y darse, por tanto, una conciencia cierta y, a la vez, errónea.
Ordinariamente, toda conciencia recta es conciencia cierta, porque la verdad
comunica la certeza; pero también es muy frecuente que una
conciencia cierta, segura de sí misma, esté objetivamente equivocada.
Se puede resumir, entonces, que para la buena actuación moral, es preciso
obrar con conciencia recta y cierta.
Conciencia verdadera y conciencia errónea
La conciencia invenciblemente errónea es cierta, es decir, se cree que
es verdadera subjetivamente. El acto de una conciencia invenciblemente
errónea es un acto humano libre, una decisión a favor de la ley moral (aunque
se equivoque).
Como esta equivocación no es conocida, no seguir esa conciencia sería ir
contra la ley moral y contra la propia libertad: sería, en definitiva, elegir el mal
en lugar del bien. Santo Tomás enseña que el que obra con conciencia
errónea, creyendo que es recta (de lo contrario, no obraría con conciencia
invenciblemente errónea sino contra conciencia), no hace sino adherirse a esa
conciencia errónea por causa de la rectitud que supone haber en ella. Es decir,
cuando la conciencia errónea no puede corregirse normalmente (es
invenciblemente errónea), no se le puede imputar la malicia del acto.
Ante los casos de conciencia venciblemente errónea, lo ético es
superar ese error (cosa posible); estamos obligados a corregir la
conciencia venciblemente errónea puesto que serían moralmente
imputables los actos realizados en esa condición, sobre todo cuando

22
Semana 3 -4-5

están comprometidos legítimos intereses y expectativas de terceros; por


lo tanto, es muy frecuente en la actuación profesional.
Ordinariamente siempre es posible salir del error a través de una
investigación más atenta, pidiendo consejo, revisando precedentes, etc. Nunca
es lícito, por lo tanto, mantenerse conscientemente en una conciencia
venciblemente errónea. Esto equivaldría a una conciencia laxa.
En el extremo contrario se sitúa la conciencia escrupulosa. La
conciencia escrupulosa no ha de ser seguida nunca. En el lenguaje corriente,
por conciencia escrupulosa se entiende a veces (sin propiedad) la
esmerada, legítima y obligatoria investigación de todos los detalles. En ese
sentido impropio, la llamada conciencia escrupulosa no es más que la rectitud
de conciencia.
A mitad de camino entre la conciencia laxa y la escrupulosa está la conciencia
perpleja, es decir, la que en los dos o más supuestos que se ven como posibles
encuentra el mismo peso y valor. En este caso, lo ético es superar esa
perplejidad mediante los mismos medios válidos para salir de la
conciencia venciblemente errónea: mejor investigación, consulta, etc.
Si, por cualquier motivo, esto no es posible, lo ético es decidirse, sin
escrúpulos, por la solución que mejor salvaguarde los principios morales. Hay
que tener en cuenta que la perplejidad acompaña con frecuencia la
actuación profesional, sobre todo en los inicios del desempeño de
una ocupación. En cierto modo, la competencia profesional equivale a
salir progresivamente de la perplejidad.
Conciencia cierta y conciencia dudosa
Con conciencia cierta, la voluntad se decide por algo sin miedo a
errar. La certeza es la adhesión firme del entendimiento a lo que
se conoce. Puede ser intrínseca (basada en la misma naturaleza de
las cosas: ahora es de día) o extrínseca (se apoya en el testimonio
autorizado de otra persona).
Clásicamente, la certeza también se divide en física (el sol saldrá
mañana), metafísica (hay que hacer el bien, lo que ha sido no puede haber no
sido) y moral (mi mejor amigo me engaña). La certeza puede ser estricta, que
excluye cualquier duda razonable, y lata, basada en motivos fundados, pero sin
excluir algún género de duda. Finalmente, la certeza puede ser directa, que es

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Semana 3 -4-5

la que nace de principios claros y manifiestos, o indirecta, que se basa


de ordinario en presunciones (por ejemplo, estoy en la certeza de que A no
es culpable de parricidio porque toda su vida y conducta apoyan la presunción
de una actuación claramente filial).
La certeza total, plena y sin el más mínimo género de duda es
poco corriente, salvo en algunas cuestiones fundamentales. Ahora bien, sólo la
conciencia cierta (directa o indirecta) es regla suficiente para actuar, pero de
ordinario basta con una conciencia lata. Es decir, puede ser conciencia cierta la
que llega a la certeza a través de presunciones fundadas, aunque quede algún
tipo de inquietud.
En general, se presupone que existe conciencia cierta cuando se actúa con
diligencia, cuando no se abandonan los estudios profesionales, cuando existe
un interés positivo por estar al día, cuando se repasan con frecuencia los
principios fundamentales, cuando los asuntos son resueltos después de
seria y madura reflexión, cuando existe el hábito de aconsejarse con
personas que conocen mejor el tema.
Lo contrario de la conciencia cierta es la conciencia dudosa. Se
trata de un estado en el que se da un asentimiento sin certeza, con algún
miedo al error. Los motivos de duda no impiden el asentimiento, pero hacen
que éste sea inseguro y frágil.
Existen varios tipos de duda:
• duda de derecho (falta de certeza sobre la existencia de una norma) y duda
de hecho (falta de certeza sobre si se ha dado no un hecho concreto);
• duda positiva (se funda en graves razones; hay motivos serios para dudar de
la rectitud de lo que se va a hacer) y duda negativa (las razones son leves o
colaterales a la sustancia del asunto).
El principio fundamental en esta materia es el siguiente: no es
lícito actuar con conciencia prácticamente dudosa (es decir, si hay duda sobre
si esto, en concreto, es bueno o malo) cuando la duda es positiva
(fundada en graves razones). Por ejemplo, no es lícito que el Juez que
duda de la comisión de un delito (con una duda fundada en graves razones)
dé sentencia absolutoria. Las dos únicas soluciones éticas son: resolver la
duda, si es posible, o absolver al presunto reo, ya que toda persona es
inocente, mientras no se demuestre lo contrario.

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Semana 3 -4-5

La duda puede resolverse apelando a principios directos (mayor y mejor


investigación, consulta, etc.) o a principios indirectos. La práctica jurídica
conoce desde antiguo aforismos que son principios indirectos para resolver la
duda.
Determinación de la moralidad de un acto
Nos preguntamos ahora a qué criterios hay que atender para determinar que
un acto es bueno o malo. Estos criterios son:
1. el contenido o resultado que trae consigo la acción u omisión;
2. las circunstancias que rodean al acto; y
3. el fin subjetivo que pretende el que realiza el acto. Estos criterios de
determinación de la moralidad de un acto se denominan también
principios o fuentes de la moralidad.
El objeto o finalidad objetiva de la acción
Aquello a lo que tiende cualquier acción humana es la finalidad intrínseca de
esa acción, su objeto. En cuanto al criterio de moralidad, el objeto de un robo
no es la cosa en sí robada, sino adueñarse de la cosa en cuanto es ajena, sin
el permiso de su dueño. El objeto del soborno no es entregar dinero u otra
clase de bien a alguien, sino entregarlo a cambio de una acción injusta.
El objeto es el primero y principal criterio de moralidad. La cualidad del objeto
se conoce atendiendo a la ley moral. Hay que mirar a la ley moral (natural y
positiva) para saber qué actos son moralmente buenos, malos o indiferentes.
Las Circunstancias
Circunstancia es una condición que modifica más o menos gravemente la
sustancia del acto moral. No se aplica a las circunstancias que para nada
afectan a la actuación moral. Por ejemplo, un robo no es más o menos grave
porque el ladrón tenga los ojos negros o azules.
Las circunstancias que afectan el acto moral han sido clasificadas
tradicionalmente así:
Quién: se refiere a la calidad del agente. No es lo mismo la mentira de un
amigo a otro que la mentira de un testigo en un proceso.
Qué: designa la calidad o cantidad del objeto. No es lo mismo robar cinco
pesos que un millón. No es lo mismo falsificar el propio documento de identidad
que un billete.
Dónde: es la especificación del lugar. El robo en una iglesia de un objeto

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Semana 3 -4-5

sagrado es, además de robo, ofensa a la religión y sacrilegio.


Con qué medios: el apropiarse con engaño de lo ajeno es estafa; con violencia
es robo.
Por qué: expresa el fin extrínseco que se pretende con el acto. Esta
circunstancia se confunde con el fin del agente.
Cómo: indica el modo moral (no instrumental) con el que se realiza el acto: con
pasión, por juego, etc.
Cuándo: es la especificación moral. No es lo mismo mentir durante
una charla informal con el propio abogado que en el desarrollo de un proceso.
Las circunstancias tienen importancia porque pueden modificar e incluso
cambiar totalmente la calidad del acto. En unos casos disminuyen la
culpabilidad, en otros la agravan. Son las circunstancias eximentes, atenuantes
o agravantes, dicho con la terminología jurídica.
La finalidad del agente
Se entiende con esto, la finalidad subjetiva que persigue el agente, o mejor, los
motivos que lo llevan a obrar así. El fin del agente modifica la moralidad del
acto.
Por ejemplo, un acto indiferente (pasear) puede convertirse en algo bueno si se
pretende con ello acompañar a alguien que lo necesite; es malo si se hace con
el objeto de encontrar una ocasión de robar. Un acto bueno (por
ejemplo, ayudar económicamente a otro) puede hacerse menos bueno si se
pretende presumir de ello; o incluso malo, si se pretende sentar las bases
para un chantaje posterior.
Finalmente, el fin pretendido con una acción mala puede disminuir
su gravedad
(robar para ayudar a uno que necesita dinero), pero nunca
convertirla en una acción buena, ya que el robo sigue siendo robo a pesar de
la "buena" intención del agente. El fin no justifica los medios.
Condiciones y condicionamientos de los actos humanos
Acto humano es el que procede de la deliberada voluntad del
hombre.
La expresión acto humano es sinónima de acto libre, acto voluntario, acto
moral, acto imputable. La ética se refiere sólo a esos actos, excluyendo por lo
tanto los actos meramente naturales (la respiración), los físicamente

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Semana 3 -4-5

coaccionados (que llegan a anular por completo la voluntad), los no


imputables (los de enfermos mentales graves, niños pequeños, los
realizados en sueños, etc.).
Condiciones para que se de un acto moral
El hombre, a diferencia de los animales, está dotado de
inteligencia y de libre
voluntad. Por eso, para que se pueda hablar de acto moral han
de darse dos
condiciones o requisitos: el conocimiento o advertencia y la voluntad libre.
El conocimiento o advertencia
El acto moral requiere, para serlo, que se sepa lo que se hace,
que haya conocimiento, advertencia. Ese conocimiento ha de ser anterior a la
realización del acto.
Impedimentos a la advertencia
El principal impedimento a la advertencia es la ignorancia o carencia de la
ciencia debida, de aquel conocimiento que se debe y se puede tener.
Ignorancia no es nesciencia (carencia de conocimiento no debido),
inadvertencia (falta de atención), ni olvido (ausencia de un conocimiento que se
tenía).
En los ordenamientos jurídicos se prescribe que la ignorancia de
las leyes no excusa de su cumplimiento. En el orden moral, en cambio, la
ignorancia ejerce un influjo indudable en la culpabilidad.
Se distinguen diversos tipos de ignorancia:
a. Según el objeto: ignorancia de derecho (se ignora que exista la
ley que manda o prohíbe algo) e ignorancia de hecho (se ignora que un
hecho esté comprendido en determinada ley).
b. Según el sujeto: ignorancia invencible (ignorancia que no sabe que lo es y,
por lo tanto, no puede ser evitada, vencida) e ignorancia vencible (la
que puede ser vencida, superada, con una razonable diligencia). La
ignorancia vencible juega un papel importante en la actuación moral. No es lo
mismo la ignorancia vencible simple (implica la simple ausencia de una
acción que podría superarla) que la ignorancia crasa (indica que nada se
ha hecho expresamente por vencer la ignorancia). Mayor gravedad
revisten los actos realizados con ignorancia vencible afectada, es decir,

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Semana 3 -4-5

conscientemente falsa: no se quiere poner los medios para vencer la


ignorancia.
c. Según el tiempo: ignorancia antecedente, es la que precede a la voluntad y,
por lo tanto, es en parte involuntaria; en realidad, en muchos casos
se identifica con la ignorancia invencible; ignorancia concomitante,
cuando acompaña a la acción, pero no la origina y el acto se hubiera originado
aunque no hubiera habido ignorancia; ignorancia consiguiente es la que sigue
al acto y supone una negligencia querida por la voluntad, con lo que, de alguna
forma, se asemeja a la ignorancia vencible.
En la práctica, los tipos de ignorancia más influyentes son la
invencible y la vencible, en su combinación con la antecedente y la
consiguiente. El concepto clave es la diligencia debida, y de ahí la
importancia de estas nociones en la actuación profesional.
Sentadas estas bases, pueden deducirse las siguientes conclusiones:
• la ignorancia invencible no trae consigo responsabilidad moral, aunque sí
posible responsabilidad jurídica, porque se presume siempre el conocimiento
de la ley, ya que de otro modo, cualquier norma podría ser burlada apelando a
la ignorancia;
• la ignorancia vencible trae siempre consigo responsabilidad moral; más leve
en la ignorancia simple que en la crasa; la ignorancia afectada aumenta la
malicia moral del acto;
• la ignorancia antecedente excusa de culpa moral si es invencible;
no excusa si es vencible. Hay que añadir que no se puede éticamente admitir
una ignorancia antecedente en aquellos temas o asuntos que, por oficio
o profesión, han de conocerse bien;
• la ignorancia concomitante revela también una falta de disposición habitual
para conocer la moralidad y, por este motivo, puede ser culpable;
• la ignorancia consiguiente de ordinario implica culpa moral. Por ejemplo, un
profesional es responsable de las consecuencias que se siguen de
sus actos cuando con una diligencia razonable podrían evitarse. Así, en el caso
de una intervención quirúrgica en una persona gravemente afectada de una
dolencia cardiaca desconocida por el médico, pero que podría haberse
conocido y debería haber sido conocida.
La Voluntariedad

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Semana 3 -4-5

Acto voluntario es el que procede de un principio intrínseco, con conocimiento


del fin. Ese principio es la voluntad. No son actos voluntarios, por
no cumplir estos requisitos, los naturales (la circulación de la sangre), los
instintivos, los físicamente coaccionados.
El acto voluntario que se realiza con plena advertencia se llama
perfecto; imperfecto, si falla en algún aspecto la advertencia. El acto voluntario
que se quiere por sí mismo, intentándolo directamente, se llama voluntario
libre; el que no se quiere por sí mismo pero es permitido al intentar otro que sí
se desea, se llama voluntario indirecto.
Los actos voluntarios también se clasifican según la atención con
la que son realizados: actual (atención mantenida en la realización), virtual
(atención que se mantiene durante la realización pero no de forma expresa),
habitual (atención que se ha tenido alguna vez y se presume que sigue
existiendo mientras que no haya actos en contra).
En la práctica, estas distinciones tienen, como consecuencia, los
siguientes principios:
• el voluntario imperfecto disminuye la responsabilidad moral, bien por falta de
advertencia o por falta de consentimiento;
• el voluntario realizado con atención actual, virtual y habitual es
imputable moralmente, de modo especial en los asuntos ordinarios y en los
actos de la ocupación profesional. La atención se presume siempre.
Se llama voluntario indirecto al acto que no se pretende por sí mismo, pero que
es consecuencia de otro que sí se desea en sí mismo. Un acto voluntario
indirecto puede tener de ordinario dos efectos: el querido
directamente y el que sucede indirectamente. En el caso de que esos dos
efectos sean buenos, no hay problema moral alguno. Los problemas, muy
frecuentes, se plantean cuando, al realizar una acción, se sigue un efecto
bueno y otro malo. Por ejemplo, un farmacéutico vende un fármaco y el cliente
lo utiliza para suicidarse.
Para que sea lícito realizar un acto del que se sigue un efecto indirecto malo,
se requieren todas estas condiciones:
a. que la acción sea buena en sí, o indiferente;
b. que el efecto primero o inmediato sea el bueno, es decir, que el bien que se
pretende no debe ser consecuencia del efecto malo;

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Semana 3 -4-5

c. que el fin del que actúa sea honesto, es decir, que intente primera y
únicamente el efecto bueno, no queriendo expresamente el efecto malo; a lo
más, se limita a permitir el resultado malo ya que es inseparable del bueno.
Así, el médico que interviene quirúrgicamente a una mujer embarazada
y aquejada de un tumor (de lo cual se sigue el aborto) quiere la curación (efecto
bueno), y sólo permite el posible aborto (efecto malo). Caso muy distinto, y por
lo tanto es un supuesto de ilícito, es de matar a un niño en el seno de la madre
para salvar la vida de ésta; aquí lo que se intenta primera y directamente es un
acto malo. Tampoco es lícito mentir para ayudar a otra persona. Un fin bueno
no justifica nunca el empleo de un acto intrínsecamente malo;
d. que exista una causa proporcionada a la gravedad el efecto
malo que se produce. En el ejemplo anterior de la extirpación de un tumor
existe esa causa proporcionada. Se da también una justa causa en la actuación
de un abogado defensor que, con el fin – intrínsecamente bueno – de defender
a su cliente, ha de descubrir situaciones que suponen, para otras personas,
la revelación de hechos que les perjudican pero hasta entonces desconocidos.
Impedimentos a la Voluntariedad.
Afectan a la voluntariedad del acto: las pasiones, la violencia o
coacción, los hábitos o costumbres.
Las pasiones
Se entiende por pasión el movimiento de la sensibilidad (apetito sensitivo) que
se origina de la aprehensión del bien o del mal sensible, lo cual
produce cierta conmoción en el organismo. Abarcan las pasiones todo
lo que, en el lenguaje ordinario, se entiende por emociones, estados
intensos de sensibilidad.
La clasificación clásica de las pasiones nace de la distinción entre
el apetito o tendencia al bien que agrada (apetito concupiscible) y el apetito
que tiende hacia el bien arduo, difícil de conseguir (apetito irascible).
Respecto del bien agradable, al que tiene el apetito, resulta:
• Cuando es aprehendido … el amor
• Cuando algo se opone a ese bien … el odio
• Cuando se trata de un bien futuro … el deseo
• Cuando se trata de un mal futuro … la aversión, la fuga
• Cuando se trata de un bien presente … el gozo

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Semana 3 -4-5

• Cuando se trata de un mal presente … la tristeza


• Respecto al bien difícil de conseguir, resultan las siguientes pasiones:
• Cuando ese bien es considerado posible … esperanza
• Cuando es considerado imposible … desesperación
• Cuando se trata de un mal todavía no presente pero superable … audacia
• Cuando se trata de un mal aún no presente pero insuperable … temor,
miedo
• Cuando se trata de un mal presente … ira
Por otro lado, estas pasiones pueden ser antecedentes al acto o
directamente queridas. En general, las pasiones antecedentes
aumentan la voluntariedad del acto, pero disminuyen su libertad. Otra
cosa son las pasiones directamente queridas para reforzar el acto; en este
caso aumentan la responsabilidad moral.
Por ejemplo, el que es "atacado" repentinamente por una pasión
como la ira e
injuria a otro, es moralmente culpable; pero lo es más aún si alimenta esa ira
para obrar con más fuerza y contundencia.
Las pasiones fuertes no directamente queridas, resultado
quizás del temperamento o de una situación difícil y no buscada, disminuyen
la libertad. El que, pensando que en un accidente ha matado a alguien, cae en
la desesperación y en la tristeza y huye, es culpable; pero esas pasiones son
también atenuantes de su conducta.
Entre las pasiones hay que situar el miedo, o estado ansioso ante un mal
presente o futuro. Lo que se realiza con miedo o por miedo es plenamente
voluntario; sin embargo, pueden darse casos de miedo antecedente grave, que
ofusca la razón y, por lo tanto, disminuye la responsabilidad moral, llegando a
veces a suprimirla del todo. Para que el miedo pueda ser atenuante o
excusante ha de tratarse de un miedo injusto, lo que equivale a una forma de
violencia.
La Violencia Violencia es la presión física o moral ejercida contra alguien, para
que haga lo que no quiere o no haga lo que quiere. No puede haber violencia
contra el acto interno de la voluntad que obedece sólo a la propia libertad.
Ahora bien, la violencia moral, quien obra es la víctima y lo hace
como sujeto con voluntad y libertad, aunque notoriamente

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Semana 3 -4-5

afectadas. Sin embargo, el reproche moral va dirigido al sujeto


agente de la coacción. Y en cuanto a la violencia física, quien obra es el sujeto
productor de la fuerza, no así la víctima que, en este caso,
cumple el papel de objeto o mero instrumento. El reproche moral
también aquí va destinado al generador de la violencia. La
inmensa mayoría de las hipótesis que podemos plantear están
referidas a la violencia moral, en sentido de presión para que se
realice o no un determinado acto. Incluso las amenazas de un daño físico o una
feroz golpiza a una persona para que lleve a cabo o no cierta
conducta, constituyen violencia moral, porque aquí quien actúa (como se dijo
anteriormente) es la víctima, si bien con su libertad manifiestamente
amenguada. En lo que respecta a la violencia física, los supuestos que
podrían señalarse son muy pocos y casi de laboratorio, como si alguien
presiona la mano de otro para que estampe sobre un papel su impresión
digital, o lo empuja hacia una vidriera para que ocasione un daño.
En estos ejemplos, quien actúa es el sujeto productor de la
violencia, valiéndose del otro como mero instrumento. En ambas
situaciones de violencia, los actos no son, por lo tanto, morales para la víctima
y su autor no es responsable de ellos. Moralmente, si no existe consentimiento
interno en aquello a lo que se es coactivamente llevado a hacer, no hay
tampoco culpa. Se trata de actos involuntarios y, por lo tanto, no morales. Los
Hábitos Algunas actuaciones morales están enraizadas en
hábitos adquiridos. Puede darse que, por la fuerza de un
hábito inmoral, la persona realice inconscientemente o con
una atención habitual actos que conscientemente reprobaría. En estos
casos, los actos son voluntarios, pero están disminuidos en su libertad, con tal
de que exista la voluntad de corregir ese hábito. Sin embargo, cuando los
hábitos no sólo son rechazados sino reforzados, los actos procedentes de él
son más voluntarios, tanto si se trata de un acto moral como si es un acto
inmoral. Por ejemplo, quien ha adquirido el hábito de mentir,
es culpable moralmente cada vez que miente, aunque tenga la impresión de
que lo hace sin darse cuenta. El habituado a recibir injustamente dinero u otros
bienes a cambio de un favor que lesiona la justicia distributiva, es
responsable por diversas razones: por haber adquirido ese hábito,

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Semana 3 -4-5

por no desarraigarlo, por cada acto de injusticia. Condicionamiento de


los Actos Humanos Ordinariamente, se justifica la inmoralidad de
algunos actos recurriendo a expresiones tales como "presión social",
"condicionamientos externos", "ambiente en que se vive", etc. Otras
veces esas justificaciones hacen referencia al temperamento
(introvertido, extrovertido, estable, inestable), a la edad, al sexo, a la herencia,
etc. Hay que decir que, en los casos normales, esos factores
constituyen, a lo más, circunstancias atenuantes de la moralidad del acto, por
falta de advertencia y, más raramente, por falta de voluntariedad.
Sin duda, los condicionamientos pueden hacer más difícil el conocimiento
de la ley moral o su práctica, pero no convierten los actos en algo
desligado de la moralidad. Si así fuera, cualquier comportamiento
inmoral se justificaría por el simple darse: un usurero estaría
condicionado por su condición de tal, por el hábito adquirido, por el ambiente
en que se mueve; un explotador del trabajo ajeno tendría fácil excusa en una
situación más o menos extendida de explotación. En el límite, un
comportamiento ético en un ambiente de falta de ética tendría que ser
considerado inmoral, precisamente por escapar de esos condicionamientos. Es
distinta la perspectiva en los estados patológicos, en los trastornos mentales de
diversa gravedad. Es suficientemente conocido que algunos de estos
estados patológicos eximen completamente de responsabilidad moral, al
afectar a las dos condiciones esenciales de los actos humanos: la advertencia
y la voluntariedad.

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Semana 3 -4-5

Ética y deontología
profesional

0
Semana 3 -4-5

UNIDAD IV

EL ORDEN MORAL Y EL ORDEN JURÍDICO. DISTINCIÓN Y RELACIÓN. EL


ORDEN JURÍDICO POSITIVO. OBLIGATORIEDAD MORAL DE LAS
NORMAS JURÍDICAS POSITIVAS. LÍMITES A LA OBLIGATORIEDAD
MORAL DE LAS NORMAS POSITIVAS. EL CASO DE LA LEY INJUSTA

La ÉTICA O MORAL se refiere a todas aquellas conductas voluntarias y libres


que corresponde realizar al hombre para el logro de su BIEN PERSONAL, de
su PLENITUD O PERFECCIÓN EN EL PLANO NATURAL. Las
distintas inclinaciones y potencias inscriptas en la naturaleza humana
deben ser "actualizadas" y satisfechas para que, de esa manera, la
persona logre su acabamiento entitativo, su realización perfectiva.
Entonces, atendiendo a las exigencias del SER, la ley moral es un imperativo
de la razón que prescribe a la conducta ciertos "DEBER SER". "La
DEONTOLOGÍA es fruto de la ONTOLOGÍA" (Olgiati, "El Concepto de
Juridicidad en Santo Tomás de Aquino", p. 140, EUNSA, 1977, Pamplona).
Por su lado, el DERECHO concierne a las conductas justas que una persona
debe realizar a favor del otro, por necesidad legal y con estricta
igualdad, para la consecución del BIEN COMÚN TEMPORAL. "El
bien individual y el bien común no pueden separarse, porque siendo
el hombre naturalmente social, su propio bien le indica que debe
procurar la conservación y perfeccionamiento de la comunidad en que vive"
(Mouchet – Zorraquín Becú, "Introducción al Derecho", p. 17, Editorial
Perrot, 1987, Bs. As.). Y de esa necesidad provienen los deberes para con
los demás, las conductas tendientes a dar o respetar "lo suyo" del otro,
el bien del otro: respetar la vida y la propiedad ajenas, cumplir las
obligaciones, no hacer daño a otro, fortalecer la familia, etc. Lo
"suyo" de cada uno está determinado, no arbitrariamente y sin
razones objetivas, sino con un fundamento ontológico, en aras de
la plenitud personal y social. Por tal razón, resulta incuestionable que El
Derecho pertenece al orden de la moral

1
Semana 3 -4-5

Así las cosas,


COMO EL OBJETO MATERIAL DE LA MORAL Y DEL DERECHO ES EL
ACTO HUMANO, LA CONDUCTA PROVENIENTE DEL HOMBRE COMO
SER INTELIGENTE Y LIBRE (CONTINGENTE – OPERABLE O
REALIZABLE – AGIBLE), SE TRATA DE SABERES PRÁCTICOS. Y TODA
VEZ QUE, EN ESE CARÁCTER, SUMINISTRAN REGLAS Y MEDIDAS PARA
EL OBRAR, SON ASIMISMO NORMATIVOS.
No obstante, se impone aclarar que NO CORRESPONDE IDENTIFICAR
MORAL Y DERECHO, por las siguientes razones:
MORAL
DERECHO

1) POR SU
FINALIDAD BIEN, PERFECCIÓN O PLENITUD DEL HOMBRE
BIEN COMÚN TEMPORAL

EN EL PLANO NATURAL

La RELIGIÓN propone una determinada forma de vida, basada en un conjunto


de creencias y reglas de conducta, a fin de que el hombre alcance su
BIEN, PERFECCIÓN O PLENITUD EN EL PLANO SOBRENATURAL. A ella se
vincula el destino final de cada uno, la salvación eterna (para los
creyentes judeo – cristianos).
Conforme a lo señalado, la Moral y el Derecho pueden regular una
misma conducta, pero en tal caso, no coincidirán el sentido y alcance de lo
mandado por una y otro. "Por ejemplo: la moral ordena al deudor que satisfaga
al acreedor lo que le debe, de acuerdo con lo estipulado en un
contrato lícito, y el Derecho preceptúa también el pago de la deuda … La
norma moral, al ordenar el pago, lo hace para conseguir la bondad y pureza de
intención del deudor, para que éste no se deje arrebatar por una pasión de
codicia, o por una pasión de hostilidad, para que no agravie un principio cuyo
cumplimiento es necesario para la honestidad de la persona íntima … Por
el contrario, el Derecho ordena el pago, sencillamente para que el
acreedor cobre, para garantizar a éste algo que se estima en justicia

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Semana 3 -4-5

como suyo" (Recasens Fiches, "Introducción al Estudio del Derecho",


p. 88, Editorial Porrua, 1985, México).

Debe quedar en claro que EXISTE UN ORDEN MORAL OBJETIVO,


FUNDADO EN LAS EXIGENCIAS ONTOLÓGICAS DEL HOMBRE Y
CONSTITUIDO POR JUICIOS O PROPOSICIONES DE LA RAZÓN
PRÁCTICA, ENCARGADA DE DIRIGIR LAS CONDUCTAS HACIA EL
BIEN O PLENITUD NATURAL DE LA PERSONA. ESE ORDEN MANIFIESTA
EN FORMA DE DEBER LAS EXIGENCIAS, TENDENCIAS O
INCLINACIONES NATURALES DEL SER DEL HOMBRE. ES LA
LEY NATURAL ÉTICO – JURÍDICA, QUE A SU TURNO, ES UNA
PARTICIPACIÓN DE LA LEY ETERNA EN LOS SERES RACIONALES.
Por consiguiente, LA MORAL NO PROVIENE DE LA CONCIENCIA
INDIVIDUAL DE CADA SUJETO (en cuyo caso habría tantas
morales como individuos).
NO ES EL SUJETO QUIEN SE DA LEYES MORALES A SÍ MISMO.
Precisado lo anterior, cabe ahora advertir que una norma moral,
objetiva y ciertamente dotada "per se" de plena validez y vigencia, y no
obstante el deber de obediencia absoluta que existe a su respecto, SÓLO ES
SUSCEPTIBLE DE SER EFECTIVAMENTE APLICADA O EJECUTADA
CUANDO EL SUJETO LA HA INTERNALIZADO, LA HA
INCORPORADO A SU MANERA DE SER Y DE OBRAR, COMO
RESULTADO DE UN RECONOCIMIENTO O ADHESIÓN ÍNTIMA A LA
NORMA Y A SU OBLIGATORIEDAD, POR LA FINALIDAD QUE
LA INSPIRA. EN ESTE SENTIDO Y SÓLO EN ESTE, SE
HABLA DE LA AUTONOMÍA DE LA MORAL. Obviamente, el hombre es
responsable del camino elegido y está sujeto, en su caso, a las sanciones
propias de la moral.

En cambio, la norma jurídica ES SUSCEPTIBLE DE SER


EFECTIVAMENTE APLICADA O EJECUTADA DESDE EL MOMENTO
MISMO EN QUE UNA VOLUNTAD AJENA Y SUPERIOR AL INDIVIDUO
ASÍ LO HA QUERIDO, SIN QUE DEBA VERIFICARSE
NECESARIAMENTE, A TAL EFECTO, ACTO ALGUNO DE LA PROPIA

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Semana 3 -4-5

CONCIENCIA DEL SUJETO, DE ADHESIÓN O RECONOCIMIENTO


ÍNTIMO A LA NORMA. EN ESTE SENTIDO, SE HABLA DE HETERONOMÍA
DEL DERECHO.
En la mayor parte de los casos, la observancia del derecho se
produce espontáneamente, por considerar el sujeto que es también un deber
moral o por cualquier otro motivo. Pero si no cumple libremente, de
todos modos podrá hacerse efectivo el mandato de la norma, de
manera forzosa, por medio de los organismos creados para ello, atento a
la heteronomía del Derecho.
Si el sujeto paga, pero al hacerlo maldice íntimamente a su
acreedor, la norma moral no ha sido cumplida sino transgredida. Y si
el deudor quiere de buena fe pagar pero no puede hacerlo, no se ha violado
la norma moral.
Por otra parte, cuando decimos que al Derecho le interesa
"preponderantemente" que se dé a cada uno lo suyo, queremos
significar que enfoca primariamente el aspecto externo de la
conducta y que, de ordinario, se limita a esa faceta. Pero no
prescinde, en absoluto, de considerar las intenciones. Por ejemplo, el
Derecho Penal distingue entre delitos dolosos y delitos culposos; y pondera
que el sujeto no haya podido en el momento del hecho comprender la
criminalidad del acto o dirigir sus acciones, a los efectos de la
inimputabilidad. Asimismo, en el Derecho Privado se han elaborado
las teorías de los vicios de la voluntad, de la buena fe, etc. Pero cuando el
Derecho toma en cuenta las intenciones, lo hace sólo en la medida en que
éstas han podido exteriorizarse y juzgándolas en cuanto al alcance que puedan
tener para otras personas o para la sociedad.
Se ha llegado a sostener que el Derecho no es la cosa justa en toda su
perfección, sino un justo imperfecto , en cuanto puede darse
independientemente de la disposición de ánimo del agente, y no
exige habitualidad en los actos justos. ¿Estamos autorizados, entonces, para
hablar de la "amoralidad del derecho"? De ningún modo, puesto que
la mencionada adecuación objetiva y exterior de la conducta, que interesa al
Derecho, lo es respecto de las NORMAS JUSTAS y no de toda
regla establecida imperativamente por las autoridades públicas, cualquiera

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Semana 3 -4-5

sea su contenido.
El objeto material del Derecho es la conducta humana social, la
que concierne a las relaciones del hombre con sus semejantes y
con la comunidad como tal. Se trata, pues, de actos humanos, reflexivos y
libres.
Por este motivo, EXISTE EL DEBER DE OBEDIENCIA DE LAS NORMAS
JURÍDICAS, PERO EL SUJETO ESTÁ OBLIGADO A NO CUMPLIR
AQUELLAS QUE VULNEREN DEBERES SUPREMOS HACIA DIOS,
HACIA SÍ MISMO Y HACIA SUS SEMEJANTES, O
DESCONOZCAN LOS GRAVES PRINCIPIOS MORALES QUE
REGULAN LAS RELACIONES ENTRE EL ESTADO Y LOS
INDIVIDUOS. Serían injustas por atentar contra el orden más
elevado, por ejemplo, las leyes que prescribieran la apostasía, el
juramento falso, las que prohibieran la práctica de los deberes religiosos, las
que aconsejaran el suicidio, las que dejaran de sancionar el homicidio,
las que prescribieran la poligamia o abolieran la autoridad de los padres
sobre sus hijos, las leyes opresivas y tiránicas.

Si bien es cierto que el Derecho es heterónomo, que la voluntad


del legislador tiene una eminencia fundamental con respecto al
arbitrio individual, ello es así SIEMPRE Y CUANDO LA NORMA
HAYA SIDO ESTABLECIDA PARA EL LOGRO DEL BIEN
COMÚN Y, MEDIATAMENTE, PARA QUE LOS HOMBRES
ALCANCEN LA PLENITUD DE SU BIEN PERSONAL (RAZÓN
ÚLTIMA DE LA SOCIEDAD POLÍTICA). DE LO CONTRARIO, FRENTE
A UN MANDATO LEGAL INJUSTO, COMO LOS DE LOS EJEMPLOS
QUE HEMOS DADO, LA HETERONOMÍA CONCLUYE Y EL DEBER
DE OBEDIENCIA QUEDA SIN FUNDAMENTO. IGUALMENTE, SIGUIENDO
LA DOCTRINA ESCOLÁSTICA, EL SUJETO ESTÁ AUTORIZADO A CIERTA
RESISTENCIA EN LOS RESTANTES CASOS DE LEYES INJUSTAS,
SIEMPRE Y CUANDO ELLO SEA OPORTUNO Y NO SE CAUSE
UN
PERJUICIO SUPERIOR CON EL DESORDEN.
Recordemos que Sócrates no trató de eludir su suerte y cumplió la

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Semana 3 -4-5

sentencia injusta que lo condenaba a beber la cicuta, acusado de corromper a


la juventud, de no honrar a los dioses de la ciudad y de tratar de
introducir en la polis dioses ajenos. Y lo hizo considerando su deuda hacia
la polis, a la que debía mucho más de lo que él le podía dar. Sócrates ve en la
Ciudad una realidad ética fundada en el orden divino de las cosas. Esta
legitimidad esencial no es destruida por errores accidentales. Él mismo
afirmaba que es preferible padecer la injusticia que cometerla. Por eso,
al tener que afrontar la injusticia, Sócrates rindió a las leyes el sacrificio de
su propia vida para no menoscabarlas con el mal ejemplo de su
desobediencia pública.
Conviene tener presente que, según Aristóteles, la inclinación social que tiene
el ser humano hacia la polis a través de la cual se perfecciona, le impone
respetar el orden jurídico que ésta sanciona. Pero este deber de
obediencia no es incondicionado, ya que la sociedad encuentra su
razón de ser en la naturaleza racional de sus miembros, no pudiendo
proponerse otro fin, que el de servir a los hombres que viven en su seno.
Por lo tanto, en el caso de que la sociedad no conformara esas
exigencias naturales de los hombres, que obstruyera el desarrollo de las
personas individuales que viven bajo su protección, existe el
derecho a desobedecer las leyes injustas, basándose en la justicia natural.
De todo lo analizado surge palmariamente que HAY DEPENDENCIA DEL
ORDEN JURÍDICO CON RESPECTO AL ORDEN MORAL PORQUE HA
DE ACORDARSE PREFERENCIA AL MANDATO DE LA CONCIENCIA
MORAL SOBRE EL DE LA LEY POSITIVA, PORQUE NO PUEDE
PRETENDERSE LA EJECUCIÓN DE UN ACTO MORALMENTE
REPROBABLE POR EL SOLO HECHO DE ESTAR MANDADO POR LA
LEY.

Por ello,
TODA LEY JURÍDICA, EN CUANTO TAL, ES DECIR, EN CUANTO JUSTA,
ES UNA LEY MORAL
A su turno, la Moral regula también aspectos que no interesan al Derecho: por
no existir alteridad, como el juego de mociones y movimientos
interiores, la templanza, la prohibición del suicidio, etc.; por no

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Semana 3 -4-5

configurarse la igualdad ("deudas impagables"), como en las virtudes de la


religión, de la piedad y de la veneración, referidas a los débitos para
con Dios, los padres y la patria, y las personas constituidas en
dignidad, respectivamente; o por no verificarse un débito legal o estricto (no
se puede forzar su cumplimiento), como en las virtudes de
veracidad, gratitud, liberalidad, afabilidad, amistad, etc. De manera que NO
TODA LEY MORAL ES UNA LEY JURÍDICA Recuérdese que EL ORDEN
MORAL OBJETIVO ES LA LEY ÉTICA NATURAL, QUE ABARCA TODO
EL CAMPO DEL BIEN HUMANO Y, POR LO TANTO, INCLUYE
NORMAS QUE PRESCRIBEN DEBERES SOCIALES JURÍDICOS
(DERECHO NATURAL) Y NO JURÍDICOS.

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Semana 3 -4-5

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SEMANA 6

UNIDAD 5
PRIMERA PARTE.
UNIDAD V

PRINCIPALES LÍNEAS ACERCA DEL FUNDAMENTO DE LA MORAL -


complemento de la exposición de la unidad

El problema consiste en saber si existe una regla moral independiente del


hombre, a la que éste debe someterse. Frente a esa cuestión, surgen distintas
respuestas:

a. la que niega la regla moral

Aquí aparece el escepticismo, donde el espíritu prefiere balancearse de una a


otra doctrina, comprenderlo todo sin elegir nada. Se es escéptico si se pone en
duda la capacidad del conocimiento humano de alcanzar alguna verdad o
certeza.

La filosofía se detiene en esta duda universal y es imposible salir de ella. Aquí


se destacan los sofistas, algunos de los cuales no fueron escépticos porque
defendieron la igualdad entre griegos y bárbaros, condenaron la esclavitud,
rechazaron la diferencia entre patricios y plebeyos, etc. Pero otros, como
Calicles y Trasímaco, sostenían que el verdadero derecho y la verdadera moral
residían en la fuerza; que dominaban o debían dominar los fuertes sobre los
débiles.

Concepción fisicista (crítica de la noción de naturaleza como fundamento de la


moral. Tal y como ellos entienden la naturaleza, fundamentar en ella la moral
conduce a lo que denominan una moral fisicista, naturalista, etc., que
consistiría en la obediencia impersonal de las exigencias de la naturaleza) esta
concepcion de la moral y del derecho viene a implicar un verdadero
escepticismo sobre toda moral y todo derecho no fundados en la superioridad
física o psicofísica.

El escepticismo moderno adopta la forma del relativismo, que rechaza todo


absoluto. No hay Dios, alma, hombre ni cosas en sí. Es un estado del espíritu
más que una doctrina. Entonces, nada hay de común entre los hombres; no
hay una naturaleza humana uniforme, y por consiguiente, no se puede
encontrar principio de acción aplicable a todos, esto es, no existe una sola
moral, sino varias, tantas cuantos hombres haya. La enseñanza moral debe
consistir en abrir los espíritus para que cada uno busque su moral.
Bajo este relativismo se propuso más de un sistema: la escuela sociológico -
positivista de Augusto Comte y ciertas aplicaciones de la filosofía de los
valores.

La primera sostiene que es imposible un conocimiento racional que se base en


una realidad que no pueden captar los sentidos. Es que el espíritu humano no
puede penetrar la naturaleza íntima de lo real; las esencias le son inaccesibles.
No conoce más que los fenómenos, y el espíritu se limita a observarlos y a
deducir las relaciones constantes que existen entre ellos, a las que llama leyes.
Todo lo que va más allá es fantasía. No se afirma lo incognoscible ni se lo
niega: no hay que ocuparse de él porque sobrepasa los sentidos. En
consecuencia, un sistema moral es inconcebible porque no se admite la
metafísica ni los principios racionales.

Lévy - Bruhl (antropólogo y filosofo francés) propone reemplazar a la moral


normativa (que juzga condenada al fracaso) por la ciencia de las costumbres,
que consiste simplemente en estudiar el hecho moral que se da en la
experiencia y en comprobar cuáles son los juicios usuales de bien y de mal.

Como una variante, Durkheim (fundador de la Escuela Sociológico Francesa)


dirá que el único criterio moral es el uso: es bueno en unasociedad
determinada lo que la mayoría considera como tal, o lo que hace la mayor
parte. La moral se limita a lo fáctico, al hecho moral, y más concretamente, a lo
social.

En cuanto a las filosofías del valor, no constituyen propiamente una escuela.

Valor designa, en primer lugar, lo que hace que las cosas sean estimadas y
deseadas; de aquí se pasa a un segundo sentido: lo que hace que las cosas
merezcan ser deseadas o estimadas. Hay filosofías del valor que explican a
uno y otro ya sea desde un punto de vista subjetivo (del sujeto cognoscente) o
desde un punto de vista objetivo (del objeto conocido).

Las primeras participan del relativismo, con la tentativa de construir una moral
teórica, intermedia entre la moral normativa y la ciencia de las costumbres. El
papel del moralista, pues, no consiste en encontrar la moral ni en deducirla de
principios abstractos, sino que nos es dada por la experiencia moral; por lo
tanto, reflexiona sobre el dato moral y formula juicios puramente teóricos.

En conclusión, los sociólogos positivistas estudian el hecho moral en sus


manifestaciones exteriores en la vida social, mientras que la moral teórica de
filósofos del valor encaran el problema desde el ángulo de la experiencia
interna.

La concepción moral relativista ejerce gran influencia sobre el concepción


jurídica de Spinoza, que confunde el derecho natural con la fuerza física.
Famosa frase suya es la de que el pez grande se come al chico
"summonaturali iure", por sumo derecho natural. Llegaba a tal posición no por
ser un escéptico general, sino que era un extremado racionalista que, sobre
bases cartesianas, había construido un sistema filosófico de pretendido rigor
matemático, en que se admitía una sola sustancia, que sería Dios, con infinitos
atributos que emanaban de ella, dos de los cuales eran accesibles a nosotros
los hombres, la extensión y el pensamiento.

Esos atributos tenían a su vez modos (algo así como accidentes), a los que se
reducían los entes particulares: los corpóreos a extensión (eran modos de la
extensión) y los dotados de psiquismo a modos del pensamiento. Como
consecuencia del modo necesario en que los atributos emanaban de la
sustancia, no había lugar para el verdadero libre albedrío del hombre y, por
tanto, carecía de sentido un derecho en que se determinara lo que debía ser. El
derecho, pues, se reducía al ser de hecho, físico, fatal.

En cuanto al anarquismo, haciendo de la "libertad" un valor absoluto, niega la


legitimidad de todo gobierno y, por lo tanto, la de toda moral y el de todoo
derecho.

Según esta postura, la moral y el derecho no son más que el disimulo y


justificación de las tiranías de unas clases sobre otras; en especial, de la
burguesía sobre el proletariado.

El marxismo, por su lado, aunque partiendo de un materialismo dialéctico de


base hegeliana, llega a consecuencias del todo semejantes a las del
anarquismo. Para él, la economía y la técnica son lo sustancial; todo lo demás,
clases sociales, moral, derecho, Estado, filosofía, arte, religión, no son sino
supraestructuras de aquella infraestructura. Por lo tanto, en la sociedad
burguesa, la moral, el derecho, el Estado, son instrumentos del poder de la
clase dominante; la filosofía, el arte, la religión no son sino reflejos de esa
situación social. Producida la revolución comunista, se pasa por un período de
dictadura del proletariado para destruir todos los vestigios de la burguesía y
para llevar al máximo la producción. Luego se llegará al comunismo
propiamente dicho, que será también un anarquismo: desaparecerán el
Estado, el derecho y la moral.

La dominación de unos hombres sobre otros será reemplazada por la


administración de las cosas. Cada uno se servirá de los grandes almacenes
públicos, según sus necesidades.

b. Otras posiciones se preocupan por buscar el fundamento de la moral

b.1. Algunas sostienen que nada existe superior al hombre, por lo que éste
sólo puede buscar en sí mismo el fin y la moral de su acción. Son las morales
empíricas, porque se fundamentan en un principio que el hombre encuentra en
sí mismo por la experiencia de la vida. Se agrupan en morales utilitarias,
morales altruistas y morales de la espontaneidad.

La moral utilitarista se basa en la idea de que el hombre trata de ser feliz, y que
éste es el fin de la vida. y esa felicidad reside en el placer. En la moral griega,
suelen distinguirse el hedonismo y el eudemonismo. El hedonismo es la
moral del placer; el eudemonismo, la moral de la felicidad. Es difícil trazar una
línea de demarcación entre uno y otro porque el placer tiene por fin la felicidad.
Las morales del placer se atienen al instante y carecen de visión de conjunto
sobre la vida o no quieren considerarla en su totalidad. El gran sistema
utilitarista de la Antigüedad es el de Epicuro, para quien el hombre es una
combinación de átomos,

fruto del azar; al morir, todo se disuelve. Entonces, no hay que preocuparse de
la vida futura ni tampoco de la muerte. No tenemos más que ocuparnos en
pasar esta vida lo más agradablemente posible.

En Inglaterra, se destaca el sistema de Jeremías Bentham (1748 - 1832),


considerado el fundador de la escuela utilitarista. Enseña que todo el problema
moral consiste en pesar placeres y dolores, aumentar el placer, disminuir el
dolor.

La vida es un negocio; la moral consiste en hacer ganancias y queda reducida


a una cuestión de aritmética: "el bien es el ingreso; el mal, el gasto". En eso
consiste la utilidad, que determina el interés del hombre. Es la única regla
moral; es lo que proporciona la felicidad de los hombres. Bentham hace,
además, una apología vigorosa del egoísmo, pero "bien entendido", que nos
manda amar a nuestros semejantes y vivir en buena armonía con ellos, pues la
benevolencia y la simpatía son la fuente de placeres sin cuento (altruismo
basado en el egoísmo).

En cuanto a las morales altruistas, es representativa la moral de la simpatía,


propugnada por Adam Smith. La simpatía es una necesidad natural, instintiva y
primaria que inclina a entregarnos a los sentimientos de los que nos rodean. El
hombre es esencialmente sociable; nada nos pesa más que la soledad, la
soledad moral más todavía que la física. El bien es lo que despierta la simpatía;
el mal, lo que despierta la antipatía. Se puede formular la regla moral: "obra de
manera tal que provoque la mayor simpatía en el mayor número". Por lo tanto,
la moral sería imposible si no hubiera más que un hombre en el mundo.

En lo que respecta a las morales de la espontaneidad, son un conjunto de


morales del impulso vital o de la naturaleza, muy diversas entre sí, pero
caracterizadas todas ellas por su reacción contra el convencionalismo (real o
aparente) de las morales tradicionales y el carácter abstracto de los sistemas
de moral. Aquí podemos mencionar a la moral cínica de Antístenes y de
Diógenes. Se caracteriza por su antiintelectualismo. Rechaza toda
especulación y limita la reflexión a la moral práctica, que se reduce a la "vuelta
a la naturaleza". El sabio se contenta con ser él mismo; se libera de toda
ligadura exterior y busca en todo lo más radical de la simplicidad. El cínico
desdeña la vida social y sus reglas, que complican la existencia y apartan al
sabio de la conciencia de sí mismo, en la que radica la felicidad.

También merece destacarse el pensamiento de Jean - Marie Guyau, para


quien el fin de nuestros actos, la tendencia más profunda de nuestro ser, no es
la utilidad ni el placer, sino la vida, lo más intensa y lo más extensa posible, el
desarrollo de nuestra naturaleza física y moral. La vida tiene un fin en sí misma.

En la misma dirección, pero con un matiz completamente distinto, Federico


Nietzsche. Su filosofía, de base negativa, postula que el hombre, cuando llega
a desembarazarse del velo de las ilusiones, se da cuenta que el universo no es
más que incoherencia, un caos en el que no hay ser, unidad, orden, lógica ni
finalidad, sino un juego de fuerzas que entrechocan y se combinan ciegamente.
Nada tiene sentido. No se puede hablar, por ende, de bien, de mal, de leyes,
de reglas, ni moral ni mucho menos de razón. Los hombres son de dos tipos: el
solitario y poderoso, por un lado, y el hombre de rebaño y mediocre, por el otro.
El solitario pertenece a una raza superior, vive para sí mismo; no conoce más
finalidad que el desarrollo de su personalidad; no tiene deberes para con nadie
y cultiva en sí todo lo que puede engrandecerle. No tiene que ser bueno ni
caritativo; su virtud estará hecha, por el contrario, de dureza; ningún obstáculo
puede detenerlo en el desarrollo de su personalidad. Es el superhombre,
profundamente inmoral, según los propios términos de Nietzsche. Admite, sin
embargo, que es indispensable la moral para los demás, para la raza de
esclavos, basada en el renunciamiento, la humildad y la caridad.

La moral empírica es determinante en diversas corrientes filosófico – jurídicas,


que no admiten otro medio de conocimiento más que la experiencia. Entre sus
principales representantes están: Heráclito (Edad Antigua); Occam y su
escuela de "nominales" (Edad Media); Locke, Berkeley y Hume (Edad
Moderna) y, en la Edad Contemporánea, Comte, Spencer, Stuart Mill, Bergson,
el neopositivismo o empirismo lógico y, en cierto modo, el existencialismo de
Heidegger, Jaspers, Sartre y Marcel.

El empirismo es a veces difícil de distinguir de un escepticismo atenuado,


como el de las últimas fases del escepticismo griego corresponden, a un
fenomenismo y a un positivismo, formas ambas de empirismo. En el campo
jurídico, el empirismo suele traducirse en un positivismo (negación del derecho
natural). No todo positivismo jurídico implica o nace de un positivismo filosófico.
Hay positivismos estrictamente jurídicos a algunos de los cuales se los vuelve a
ver al hablar del racionalismo legalista.

En el empirismo jurídico que es proyección del empirismo filosófico, hay que


incluir a todos los empiristas de que hablamos al referirnos al empirismo
filosófico o en general, sin olvidar el empirismo "sui generis" del
existencialismo, que tiene manifestaciones jurídicas, como lo es (en parte) la
escuela egológica del derecho, creada en la Argentina por el Prof. Carlos
Cossio.

El empirismo medieval, especialmente en Guillermo de Occam y su escuela,


se manifiesta en moral y derecho como voluntarismo. Voluntarismo es aquella
posición que da primacía a la voluntad sobre la razón. Por eso, para ellos, la
moral y el derecho no se justifican por ser racionales, esto es, por la
adecuación de sus contenidos al fin último del hombre (bien moral) o al fin
último del derecho (bien común político), sino solamente por ser expresiones
de voluntad, mandatos. Algo no es mandado porque sea bueno o justo, sino
que es bueno o justo porque es mandado. El voluntarismo moral y jurídico
puede ser teológico, como en Occam (la ley eterna y la ley natural son
negadas, y sólo se admite la ley divina positiva, esto es, la promulgada por
Dios en la historia, como el Decálogo del Sinaí), o puede ser puramente
humano, y entonces derecho es lo que es mandado por el legislador humano
(positivismo legalista).

En cuanto al empirismo solamente jurídico, hay que incluir a ciertos positivistas


jurídicos que, en su manera de pensar, son más bien racionalistas; pero su
racionalismo es de corto vuelo: parten de los códigos (tipo Código Napoleón), y
a sus contenidos, concebidos como dogmas o primarios principios, aplican el
raciocinio. Estos "racionalistas", en la medida en que no se elevan por sobre el
derecho positivo, pueden ser calificados de empiristas, pues son hostiles a toda
intrusión "metafísica" en el derecho. Para ellos, el derecho es lo sancionado
como tal por el Estado, y se reduce casi siempre a la ley positiva.

b. 2. Las morales racionales también buscan el fundamento de la moral, pero


no en un hecho de la experiencia sino en un principio racional. Aquí
encontramos a la Moral del Deber de Kant y al realismo moral.

Kant sostiene que la razón humana es una sola pero puede funcionar de dos
modos: cuando busca conocer "lo que es" (teórica o especulativa) o cuando
busca conocer "lo que debe ser" (práctica). En su funcionamiento práctico
elabora y produce normas o imperativos que son "leyes de conducta", morales
y jurídicas, que postulan o suponen la existencia del yo, la de Dios y la del
universo (siendo imposible que la razón los conozca tal como son). ¿POR QUÉ
LA MORAL DE KANT ES APRIORÍSTICA? Porque la moral de Kant no se
sustenta en Dios, en la naturaleza del hombre ni en las circunstancias del
universo. Por el contrario, la razón práctica (siempre encerrada en sí misma)
racionaliza los impulsos ciegos, las ganas de hacer algo, las inclinaciones que
me dicen "haz tal cosa", las "máximas", y pronuncia una norma que nada
ordena en concreto, que no se limita a una hipótesis determinada, sino que
vale para todos los casos. Es un principio supremo, un mandamiento "a priori"
de la razón en su uso práctico (o voluntad, en el lenguaje kantiano), que se
formula en el IMPERATIVO CATEGÓRICO. Esta ley es independiente de toda
experiencia, con lo que garantiza la universalidad y necesidad de la moral, al
dejar de lado todo relativismo cultural, histórico, etc. Por ello, se impone a todo
ser racional como obligación incondicionada y como un fin en sí mismo
absoluto y último. Se trata de la LEY MORAL FUNDAMENTAL, que ordena el
impulso ciego e irracional o máxima de modo que pueda convertirse en un
modelo universal para todos los hombres, y que se enuncia de los siguientes
maneras: "Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda siempre
valer como principio de una legislación universal"; "obra de tal modo que tu
voluntad pueda ser considerada como legisladora universal"; "obra de tal modo
que nunca tomes la humanidad ni en ti ni en otros como medio, sino siempre
como fin". ¿POR QUÉ LA MORAL DE KANT ES FORMALISTA? EN KANT,
TODA LEY MORAL TIENE MATERIA = ¿QUÉ SE HA DE OBRAR? Y FORMA
= ¿CÓMO SE HA DE OBRAR? ¿CON QUÉ INTENCIÓN? A Kant no le interesa
la "materia" de la ley moral y se queda solamente con la "forma". Sostiene, por
lo tanto, que la moralidad de un acto depende exclusivamente de su "forma", es
decir, de la intención que lo anima. Entonces, ¿cuál es la intención que confiere
valor moral o bondad a un acto? ES LA BUENA VOLUNTAD, QUE SE
CONFIGURA CUANDO SE CUMPLE EL DEBER POR EL DEBER MISMO,
SIN CONSIDERACIÓN DE VENTAJAS O INTERESES. EL VALOR MORAL
APARECE CUANDO SE OBRA BAJO EL SOLO MÓVIL DEL "AMOR A LA
LEY". En otras palabras, respondiendo a la pregunta inicial, la moral de Kant es
formalista porque la única regla de moralidad no enseña qué debemos hacer
sino cómo: "por acatamiento al deber por el deber mismo". Debemos prestar
atención a la voluntad del sujeto agente y no a la acción. Los actos no son
buenos ni malos; bueno o malo es el sujeto que los realiza. Por ejemplo, la
acción de pagar una deuda no tiene significación moral si se realiza por temor a
las consecuencias, por accidente o como medio para obtener beneficios
posteriores. ¿POR QUÉ LA MORAL DE KANT ES AUTÓNOMA? Previamente
debemos responder a la pregunta: ¿CUÁL ES LA MATERIA DE LA MORAL?
ES LA CONDUCTA INTERNA DEL HOMBRE. Ahorabien, ¿QUIÉN
DETERMINA EL CONTENIDO DE LAS CONDUCTAS INTERNAS? ¿EL
IMPERATIVO CATEGÓRICO? NO, porque esta ley moral se limita a la forma,

se circunscribe a decirnos que se debe acatar al deber por el deber mismo. En


cuanto a la materia, entonces, NO TIENE CONTENIDO; ES INDETERMINADO
CON RESPECTO A TODO OBJETO. Por el contrario, EL CONTENIDO DE
LOS DEBERES INTERNOS PROVIENE DE LA RAZÓN PRÁCTICA (O
VOLUNTAD) DEL HOMBRE. LA VOLUNTAD SE DA A SÍ MISMA SU LEY.
UNO MISMO DETERMINA LA LEY DE SU PROPIA ACCIÓN. No obstante,
cuando Kant formula el imperativo categórico, según hemos visto, suministra
ciertos parámetros para la determinación de la materia moral. Así, mi razón
debe formular un principio que pueda ser impersonalmente válido para todos,
incluyendo a uno mismo; es menester que las máximas de la acción moral
puedan universalizarse sin caer en contradicción (no se puede universalizar la
máxima "ojo por ojo, diente por diente" porque la justicia por mano propia
destruye el sentido de la sociedad política y del derecho mismo) ni en la
situación de que alguien desee una cosa para sí y otra para los demás.

Para el realismo moral (que proviene de "res", cosas), no hay conocimiento


verdadero (sea más o menos profundo) si no viene de las cosas mismas. O
sea, la verdad no reside en la coherencia interna de un sistema racional sino en
adecuarse fielmente a la realidad en sí misma.

Es un "itinerario filosófico problemático" donde el sujeto se dirige al objeto para


conocerlo; y en ese camino,tiene que vérselas una y otra vez con dificultades.
Precisamente, el término experiencia significa "caminar en medio de …" las
cosas.

1) Nuestros sentidos se ponen en contacto con realidades concretas; por


ejemplo, con Juan, con Pedro, con Diego, con María.

2) Luego, la inteligencia "abstrae", "de – vela", "des – cubre" el universal, las


esencias de esos entes concretos; en el caso, concibo que aquellos seres son
hombres.

3) Después retorno a esos singulares, predicándoles el concepto, esto es,


diciendo que Juan, Pedro, Diego y María son hombres. Ahora bien, en ese
recorrido, cuando llego al paso 2), descubro que todos los entes

tienen una finalidad y que tienden, se mueven hacia ella porque es su bien, es
decir, porque es su perfección o plenitud. Ello ocurre con todos los seres del
universo (el hombre, un caballo, un árbol, una piedra). Y la finalidad determina
la naturaleza de cada ente. El hombre y la piedra tienen distinta naturaleza
porque sus finalidades son distintas. Sabemos que la naturaleza es el conjunto
de los caracteres que hacen que un ser sea tal y no otro; son los caracteres
necesarios del ser; es la esencia. V. gr., el hombre es un animal racional. Si le
falta la animalidad, no sería un hombre sino un ángel; y si le falta la
racionalidad, sería una vaca, un perro, etc. Aclarado esto, tenemos que todos
los seres se "mueven" hacia su fin, pero lo hacen de distinto modo. Los
animales irracionales, los vegetales y los animales tienden a su bien, a su
perfección, de modo ciego e inexorable. El hombre, en cambio, lo hace de
manera inteligente y libre. Precisamente, porque es libre, puede desviar su
camino y no alcanzar su plenitud. Por eso, son necesarias las reglas morales
que le señalen el camino a transitar. Recordemos que la ética indaga cuál es el
bien propio del hombre y cuáles son las normas que debe observar para
alcanzarlo.
Entonces, todo ser es bueno en sí mismo, por el solo hecho de ser lo que es.
Es lo que se denomina el bien honesto. Es el bien considerado en sí mismo.
Pensemos en la persona más atroz que podamos concebir, que haya cometido
los peores delitos (Videla, Massera, Firmenich, Bin Laden, etc.) o en el animal
más repugnante. Por el sólo hecho de ser hombres o de ser un animal,
constituyen sí mismos un bien honesto. El bien honesto es universal (todo ser
es bueno por el solo hecho de ser, reitero). No hay, pues, seres malos en sí
mismos.

Distinto es el bien útil. Aquí ya se presenta una relación entre cosas (en el
sentido de ente), donde una se subordina a otra. Es una noción de bien
instrumental. Esbueno lo que presta el servicio que se espera de él. Se
califican de buenos un animal, una planta, un cuerpo mineral, un lápiz o un reloj
porque prestan al hombre el servicio que de ellos se espera. Este concepto
también se aplica con un ser compuesto cuyas partes se consideran en
relación con el todo. Así, decimos de un hombre que tiene buenos pulmones o
buen estómago, cuando sus pulmones o su estómago están constituidos de
manera que prestan al hombre (considerado como un todo), el servicio que de
ellos se espera. Incluso el hombre puede ser estimado un bien útil en relación a
un todo. Es el caso del soldado valeroso y del oficial competente que son
bienes útiles respecto del ejército. Los estoicos tenían muy vivo el sentido de la
dependencia del hombre frente al mundo: el hombre era para ellos un bien útil
al mundo. En este marco, las personas criminales mencionadas no pueden ser
consideradas bienes útiles para la sociedad y el mundo. Sólo un ser
independiente de todo otro no puede ser bien útil. Por eso, Dios escapa a la
categoría de lo útil; es sólo bien honesto.

Crítica de las doctrinas

Luego de la exposición realizada, tenemos que el realismo moral se presenta


como una triple réplica:

1) A las posiciones del punto a), sosteniendo que existen reglas morales y
preocupándose por buscar su fundamento.

2) A las posiciones del punto b - 1), estableciendo que ese fundamento no


reside en un principio que el hombre descubre en sí mismo en la experiencia
de la vida, sino en un principio racional. Y 3) A la tesitura de Kant, alegando
que el conocimiento del hombre no comienza y termina en sí mismo; que el
pensamiento humano no es un mundo propio que genera y construye sus
propios objetos de conocimiento, que legisla estableciendo unas reglas morales
que no tienen dependencia con la realidad extrasubjetiva.

En la escolástica (posición realista moral, aristotélico – tomista), LA MORAL


SE FUNDA EN LAS EXIGENCIAS DE LA NATURALEZA HUMANA, EN LOS
REQUERIMIENTOS DEL SER Y PRESCRIBE A LA CONDUCTA CIERTOS
"DEBER SER" PARA QUE LA PERSONA ALCANCE SU BIEN, SU
PERFECCIÓN. Por eso decimos que "La DEONTOLOGÍA es fruto de la
ONTOLOGÍA", que "La ÉTICA presupone la METAFÍSICA". En el criticismo
kantiano, se observa el proceso inverso, es decir, el deber impuesto por una ley
"a priori" de la razón práctica (o "voluntad") es el que determina el bien, y la
moral funda la metafísica.

Dijimos que también que LA MORAL ES AUTÓNOMA PORQUE SUS


NORMAS DEBEN SER ACEPTADAS POR LA RAZÓN PRÁCTICA E
INTERNALIZADAS POR LA CONCIENCIA DEL HOMBRE, Y NO PORQUE SE
TRATE DE UNA REGULACIÓN QUE LA RAZÓN HUMANA SE DA A SÍ
MISMA, porque sea creadora de la norma moral, como piensa Kant.

Por último, conviene precisar que el empirismo se queda en el dato de la


experiencia, mientras que el kantismo se circunscribe a la idea "a priori".

Una y otra posición mutilan la realidad porque ésta no es sólo el dato singular
de la experiencia que nos suministran los sentidos ni tampoco únicamente las
ideas, las formas, los universales.

LA MORAL EN EL DERECHO POSITIVO ARGENTINO

LA MORAL EN EL DERECHO POSITIVO ARGENTINO

La Constitución Nacional - los tratados internacionales. Esquema fundamental


del Código Civil. Algunas referencias y particularidades

La realización de la justicia es fin primordial del Estado y la justicia es parte de


la moral; por lo tanto el legislador debe plasmar su obra de conformidad con
exigencias del orden moral.

Con respecto a la cuestión de cuáles contenidos morales deben ser exigidos


por el derecho positivo, ambas tienen por cometido el bien del hombre, pero en
el caso del derecho, se trata principalmente de disciplinar aquellas acciones
que son importantes para el bien común político y aquellas que se refieren a la
justicia, o sea los comportamientos que pueden afectar al prójimo (ya sea
considerado individualmente, ya sea considerado colectivamente).

Sin embargo, dentro de las conductas que tienen que ver con la justicia, hay
algunas respecto de las cuales el legislador debe abstenerse de intervenir, para
evitar males mayores, o sea injusticias mayores. Este es el principio de la
tolerancia del mal menor. Para mencionar un ejemplo antiguo acerca de esto,
está el caso de la represión de la lesión en los contratos. Cualquier lesión en un
contrato, o sea toda desproporción entre las contraprestaciones (v. gr. una
venta a precio vil) que en el caso particular no tenga un fundamento razonable,
es una injusticia, pues importa un despojo de uno de los contratantes; las leyes
positivas facultan al perjudicado para que exija la anulación del contrato lesivo,
o la rectificación de las prestaciones, de modo que se logre el equilibrio en el
intercambio; pero generalmente las leyes positivas exigen como requisito para
ello que la desigualdad de valor sea notable, importante; no basta una lesión
leve (por ejemplo, en el derecho argentino, en concordancia con el art. 954 del
Código Civil Velezano el art. 332 del nuevo código civil y comercial, requiere
que la ventaja patrimonial sea “evidentemente desproporcionada y sin
justificación”, y con ello, el legislador evidentemente quiso decir que sea una
desproporción grave). Ver también arts. 265 / 278 del nuevo código civil y
comercial argentino.

De conformidad con la regla moral, el provecho de uno de los contratantes


obtenido a costa del perjuicio del otro, es ilícito y por ende prohibido; pero el
derecho positivo ordena que los tribunales no hagan lugar al reclamo cuando la
desproporción es leve, para evitar injusticias mayores (como sería por ej. que
cualquier comprador o cualquier vendedor, arrepentidos del negocio, pretexten
la lesión), y para evitar que se multipliquen las demandas y se sobrecargue así
el trabajo de los tribunales con un sinnúmero de pleitos, en perjuicio de todos
los justiciables.

En síntesis, la autoridad pública no ha de preceptuar mediante normas legales


todos los deberes morales, sino que hay límites que debe respetar, ya sea para
no exceder su competencia (que es dar leyes para el bien común y para
establecer la justicia entre los hombres), ya sea para evitar males mayores,
como se ha explicado.

Pero entonces, ¿el derecho positivo debe abstenerse de intervenir con


respecto a los comportamientos de las personas, en cuanto sus conductas no
perjudiquen el bien común ni perjudiquen a un tercero? ¿o se han de admitir
leyes que impongan o prohíban conductas a los individuos, con la mira puesta
solamente en el bien singular de ellos? Para responder este punto hay que
distinguir: El legislador no debe mandar directamente acciones virtuosas, ni
prohibir directamente acciones viciosas o inmorales que no sean injustas, o sea
aquellas conductas que no afectan a una persona distinta del que obra.

Preceptos con este contenido, y las sanciones correspondientes, competen a


los padres con respecto a sus hijos menores, en cuanto son necesarios para la
educación moral de éstos, que es uno de los fines primordiales de la
comunidad familiar; pero exceden la competencia de la autoridad política, cuyo
cometido específico es la preservación y aumento del bien común político.

Pero, ¿el bien común político, no incluye el desarrollo moral de los hombres
que son miembros de la comunidad? Sí. Porque sería absurdo que la
asociación de los hombres en una república se preocupase sólo por el
bienestar material y por la salud corporal de sus miembros (“prosperidad
general”, “salud pública”) y se desinteresara del principal bien de las personas,
que es el bien moral. Pero es inconveniente que la autoridad se inmiscuya
ordenando y prohibiendo comportamientos de las personas mayores que no
afectan directamente a terceros; una intromisión de esa clase traería más
perjuicios que beneficios. De todos modos, la comunidad política debe
promover el bien moral de sus miembros, aún mayores de edad, con otros
medios que no sean mandatos y prohibiciones coactivas, por ejemplo
fomentando mediante la educación y mediante incentivos de diversa clase las
acciones honestas, exaltando los ejemplos de acciones honestas, promoviendo
la difusión de obras cinematográficas, teatrales y televisuales que ofrezcan
buenos ejemplos de conducta, removiendo los obstáculos para el
perfeccionamiento moral, etc.

Ilustremos lo dicho con el asunto del consumo de la pornografía, no parece


quizás adecuada una intervención de tipo punitiva, que prohibiera y castigara el
consumo personal de películas pornográficas. Pero sería adecuado que la
autoridad pública impidiere, mediante sanciones y otras medidas, la circulación
y comercialización de estas imágenes, con el fin de proteger la integridad moral
de las personas. Aun sin considerar las consecuencias en el comportamiento
posterior de las personas que consumen tales películas (acerca de lo cual se
han hecho varias investigaciones con importantes conclusiones que indican,
entre otras cosas, que en algunas de ellas tales imágenes incitan a la violación
sexual, al adulterio y al sadismo sexual), ya el solo hecho de verlas constituye
una de las perversiones sexuales, el voyeurismo, que consiste precisamente,
en la satisfacción obtenida en el mirar la realización de actos sexuales ajenos.

Ahora bien, ¿Qué significa el término “moral” y sus sinónimos (por ej. “buenas
costumbres”) en los enunciados legales? Muchas veces las leyes contienen los
términos “moral” y “buenas costumbres”, y otros sinónimos (por ejemplo
“probidad”, “buena fe”, en uno de los sentidos de esta expresión). Citemos
algunos ejemplos. Entre las primeras disposiciones del Código Civil argentino
hallamos la siguiente: “Las convenciones particulares no pueden dejar sin
efecto las leyes en Moral y derecho positivo (comparación y relaciones) cuya
observancia estén interesados el orden público y las buenas costumbres” (art.
21 C.C. VELEZ) ARTICULO 12 nuevo cod. Civ y com.- Orden público. Fraude a
la ley. Las convenciones particulares no pueden dejar sin efecto las leyes en
cuya observancia está interesado el orden público. .

. El art. 279 El objeto del acto jurídico no debe ser un hecho imposible o
prohibido por la ley, contrario a la moral, a las buenas costumbres, al orden
público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad humana.

El mismo Código, prescribe en el ARTICULO 344.- Condiciones prohibidas. Es


nulo el acto sujeto a un hecho imposible, contrario a la moral y a las buenas
costumbres, prohibido por el ordenamiento jurídico o que depende
exclusivamente de la voluntad del obligado.

ARTICULO 10.- Abuso del derecho. El ejercicio regular de un derecho propio o


el cumplimiento de una obligación legal no puede constituir como ilícito ningún
acto. La ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos. Se considera tal el
que contraría los fines del ordenamiento jurídico o el que excede los límites
impuestos por la buena fe, la moral y las buenas costumbres…

ARTICULO 961.- Buena fe. Los contratos deben celebrarse, interpretarse y


ejecutarse de buena fe. Obligan no sólo a lo que está formalmente expresado,
sino a todas las consecuencias que puedan considerarse comprendidas en
ellos, con los alcances en que razonablemente se habría obligado un
contratante cuidadoso y previsor.

Aquí la expresión “buena fe” significa lo que es exigido de acuerdo con la


justicia, la honestidad. Asimismo, ARTICULO 1061.- Intención común. El
contrato debe interpretarse conforme a la intención común de las partes y al
principio de la buena fe.

En el art. 19 de la Constitución Nacional se lee: “Las acciones privadas de los


hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moralidad pública, ni
perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la
autoridad de los magistrados […]”

En la Ley de contrato de trabajo 20.744, art. 39 se lee: “Se considerará ilícito el


objeto cuando fuese contrario a la moral y a las buenas costumbres [...]”.

El Código Procesal Civil y Comercial del Chaco dispone: “Las partes, sus
representante o asistentes, el juez o tribunal, y en general todos los participes
del proceso deberán conducirse con respeto, lealtad y buena fe mutuos y en
su caso denunciar las conductas violatorias de este deber”.

Los mencionados son solamente algunos ejemplos tomados de la legislación


patria. Asimismo muchos de las más importantes declaraciones y pactos de
“derechos humanos” que tienen valor de ley en nuestro país y en gran parte del
mundo, contienen expresas referencias a la moral. Así por ejemplo:
Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre, art. 12.
Declaración Universal de Derechos Humanos, arts. 27.2 y 29.2. Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, art. 12.3; 19.3 b; 21 y 22.2.
Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José DE
COSTA RICA)

Ahora bien, cuando la ley dice “moral” o “buenas costumbres”, ¿qué significa
esta expresión? Podemos ver que los juristas no están de acuerdo acerca de
este punto.
Concepción “sociologista” y consideración crítica de ella.

Algunos han dicho que es la moralidad que goza de consenso en la época y


lugar de que se trate, o las ideas morales predominantes en un grupo social en
una época determinada, la “moral media” o “moral ambiente”. Ello importa la
premisa o punto de partida relativista en la teoría del conocimiento según la
cual que no admitimos, y a lo cual ya nos hemos referido supra, o bien un
fundamento “democratista” de las proposiciones éticojurídicas, que tampoco es
verdadero.

De hecho existen variaciones en las opiniones que los hombres tienen acerca
de ciertos deberes morales; pero una cosa son las opiniones y otra cosa son
los imperativos morales, que son inmutables y rigen independientemente de
aquéllas y de cualquier consenso.

Los relativistas, que no admiten un orden moral objetivo de la conducta, de


validez universal en el espacio y en el tiempo, recurren a la idea del consenso
moral, el cual, si bien variable, se les aparece como algo objetivo en
determinado lugar y tiempo. El concepto de “moral ambiente” remite a la
aceptación de la mayoría de la gente. Pero la mayoría no puede ser criterio de
verdad. Como aclaraba Georges Ripert, cuando una opinión avala una práctica
incorrecta, aunque sea una opinión mayoritaria, no la convierte en correcta.

En síntesis, cuando la ley habla de “moral” o de “buenas costumbres”, hay que


interpretar que se trata de los preceptos de una moral objetiva e invariable, al
menos invariable en sus principios y en sus normas fundamentales . Vélez
Sársfield, en la nota al viejo art. 530 del Código Civil, menciona el siguiente
caso como ejemplo de hecho inmoral puesto como condición de una
obligación: La condición impuesta a un donatario de no emplear lo que se le da,
para libertar a su padre, preso por deudas. Esta condición es inmoral porque se
trata de una conducta de ingratitud para con los padres (“inducir a un hijo a ser
ingrato, a faltar a sus primeros deberes”, dice allí el Codificador).

Ahora bien, de acuerdo con la interpretación relativista y sociologista de los


términos “moral” y “buenas costumbres” que enseñan algunos juristas y que
nosotros impugnamos, allí donde llegue a ser aceptado por el sentir de la gente
como una conducta correcta el abandonar fácilmente a los padres en algún
lugar geriátrico sin volver a verlos, el no visitarlos periódicamente, el no
asistirlos en su vejez, etc. (y ya hay cierta tendencia hacia eso, sobre todo en
las grandes ciudades de los países occidentales), entonces la conducta del hijo
que abandona a sus padres en la indigencia de ellos (precisamente
mencionada por Vélez Sársfield como paradigma de hecho inmoral) ya no sería
objetable como contraria a la moral o buenas costumbres.

Coincidimos con algunos doctrinarios y negamos la concepción relativista de la


moral, y por el contrario, sustentamos que cuando las leyes hablan de moral y
buenas costumbres, esta expresión debe entenderse en el sentido de una
moral objetiva, cognoscible por la recta razón del hombre, que posee validez
independientemente del reconocimiento variable de la gente, o del rechazo de
la gente, rechazo que puede resultar de la ignorancia, de los intereses o
conveniencias opuestos, o de las pasiones desordenadas. Con respecto al
concepto de “moral media” de la época, que hemos descalificado como criterio
interpretativo, es oportuno hacer notar que la denominada “moral media”
muchas veces no es otra cosa que el resultado de una minoría de personas
muy activa que, a través de los medios de comunicación masiva a los cuales
tienen fácil acceso, han ido imbuyendo criterios en la población, a fuerza de
repetición, argumentos retóricos, diversas manipulaciones del lenguaje,
utilización de situaciones singulares, etc., que luego vienen a ser aceptados por
la gente, que no ha tenido la aptitud crítica necesaria para juzgar de su validez.

¿Una “moral católica”? A veces se habla de “la moral de la Iglesia Católica”.


Esto nos lleva a preguntarnos si existe una moral católica que sea distinta de la
moral protestante, de la moral islámica, de la moral budista, etc. Y en caso
afirmativo, cuáles son los elementos específicos de aquélla, que la distinguen
de los códigos morales de estas últimas. En rigor, no hay una moral propia de
cada religión. Los preceptos morales son comunes: En el código moral de
cualquier religión se prohíbe el homicidio, se manda ayudar al prójimo
necesitado, se prohíbe la mentira, se manda honrar a los padres, se ordena
devolver lo ajeno, etc. Excepcionalmente, puede haber alguna conducta
permitida en el seno de alguna religión y prohibida en la otra, como es el caso
del matrimonio poligámico, permitido entre los musulmanes, los budistas, los
mormones y los pueblos animistas, y desaprobado por casi todas las demás
religiones.

Asimismo, los Testigos de Jehová profesan una doctrina moral en la que se


prohíbe el recibir transfusiones de sangre y el honrar los símbolos patrios, que
son conductas permitidas e incluso obligatorias en el seno de todas las demás
religiones. También puede ser que dentro de un grupo religioso determinado se
afirme con más énfasis y rigor que en otros una determinada norma moral, pero
ello no importa que difiera el contenido de la moral en uno y en otro. Varían
mucho las normas del culto entre las diversas confesiones religiosas, pero en lo
que respecta a las normas propiamente morales que se afirman en cada una
de ellas, la coincidencia es casi total. Además, las normas de la “moral católica”
no pertenecen al credo de la religión católica, sino que se trata de las reglas
que puede conocer la razón, acerca de lo correcto y de lo incorrecto, con
independencia de cualquier dogma religioso. No necesitan sacarse del
Decálogo o Diez Mandamientos.

Los imperativos morales no se fundan en la mera fe, sino que son cognoscibles
con la razón natural.
Por lo dicho, se comprende la respuesta que debe darse a la objeción que
dijera: «El Estado debe abstenerse de imponer las normas de la religión
católica a toda la población (al hacer la ley, o al aplicar el derecho), ya que no
todos son católicos». La norma que manda respetar y honrar a los padres, la
norma que prohíbe matar al inocente (v. gr. al niño recién nacido con defectos),
la norma que prohíbe dar falso testimonio, la norma que veda seducir la esposa
del prójimo, etc., no son exclusivas de una confesión religiosa; tales reglas,
como todas las reglas morales en general, no dependen de un credo
determinado, y por lo tanto, son obligatorias para todo individuo, cualquiera sea
su creencia religiosa.

¿Influyen las ideas morales en la aplicación del derecho?

Los que aplican el derecho suelen fundarse en principios y reglas morales en


sus sentencias, tanto al interpretar los textos legales, como al integrar las
lagunas o vacíos de la legislación, como puede verse en los ejemplos que
exponemos luego para ilustrar el tema. Los jueces y demás aplicadores del
derecho suelen fundar directamente en normas morales sus resoluciones, aun
en casos en que el ordenamiento jurídico positivo no remita a tales normas.

Ejemplos de aplicación:

(I) Considérese la norma ética que manda que el médico preste asistencia a un
paciente en caso de en peligro grave y urgente para su vida y no haya en las
inmediaciones otro médico que pueda atenderlo. Esta regla está presente en
todos los códigos de deontología profesional, y es también reconocida en las
convicciones morales ordinarias de los hombres. En los varios casos que han
llegado a los tribunales argentinos, de médicos que se habían negado a
atender a pacientes en situaciones de urgencia (por no cumplir éstos con algún
requisito administrativo, o por no tener dinero para abonar los servicios o por
carecer de afiliación a una obra social), aun a falta de norma legal que ordene
al profesional de la salud prestar asistencia sanitaria (pues en algunas
provincias hay un precepto legal al respecto en las leyes que regulan el
ejercicio de la profesión, pero en otras provincias no), los tribunales argentinos
han declarado que los médicos en tales circunstancias han violado un deber
jurídico y deben indemnizar los perjuicios que su omisión hubiese causado. Y
para fundar esta resolución, se han remitido al deber ético de solidaridad para
con el prójimo, y a reglas de los códigos de deontología profesional (que son
reglas morales no receptadas en leyes civiles) que establecen la asistencia
obligatoria en tales circunstancias. Se trata de una norma ética universalmente
reconocida, y los tribunales le han atribuido validez jurídica, aun cuando
ninguna ley vigente en el lugar hubiese impuesto este deber. La Corte Suprema
de Justicia de la República Argentina afirmó la “exigibilidad jurídica del deber
de asistencia al enfermo que prescriben las normas contenidas en el Código
Internacional de Ética Médica, el Código de Ética de la Confederación Médica
Argentina, y la Declaración de Ginebra”. Tales códigos éticos no han sido
receptados por la legislación, ni la ley se remite a ellos; pero los tribunales han
tenido en cuenta las reglas de esos códigos éticos para determinar la correcta
aplicación del derecho, y las han aplicado en el juzgamiento de la conducta de
profesionales de la salud aunque no estuvieran afiliados a la asociación que
aprobara tales reglas.

En otra sentencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación se dijo:


“Respecto de la actuación de los médicos deben ponderarse ciertas reglas
aceptadas por los colegios y organizaciones profesionales [...] para juzgar
adecuadamente el comportamiento de quienes tuvieron a su cargo la atención
de un paciente, ya que tales directivas constituyen criterios idóneos e
imprescindibles para apreciar la diligencia debida”. Y en la misma sentencia se
lee: “No cabe restringir en lo que a la actuación de los médicos se refiere, el
alcance de las normas éticas aceptadas por los colegios y organizaciones
profesionales, ni privarlas de toda relevancia jurídica; antes bien, se impone
garantizarles un respeto sustancial para evitar la deshumanización del arte de
curar”.

Ha dicho la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires: “En el campo de


la responsabilidad del médico frente al enfermo y en especial frente al caso de
culpa por omisión, la interpretación legal ha llevado a crear el concepto de
«obligación jurídica de obrar», entendiéndose por tal, no sólo la que la ley
consagra, sino también la impuesta por la razón, por el estado de las
costumbres y por la práctica de los hombres probos”

Indicamos algunos de los muchos casos judiciales fallados en nuestro país


acerca de responsabilidad de los médicos, en que los jueces se remitieron
expresamente a normas morales a falta de preceptos de la ley civil: SCBA,
15/12/92, Dezeo c. Guido, en La Ley, vol. 1993–B, p. 252. Berrueta c.
Asociación. Obrera de Socorros Mutuos, en Jurisprudencia Argentina,vol.
1990–I, p. 221. CSJN 24/10/89, Amante, Leonor y otros c. Asoc. Mutual del
Tpte. Automotor, 24/10/89, en Jurisprudencia Argentina, vol. 1990–II–126.
CSJN, 29/3/84, González Oronó de Leguizamón c. Fed. de Trabajadores
Jaboneros y Afines, en La Ley, vol. 1984–B, p. 388. Véase también CNApelCiv.
sala I, 27/8/91, Cotos c. Centro Asistencial Sindicato de Perfumistas. CApel.Civ
Com. San Martín, sala I, 28/9/79, Silvestre y otra c. Thompson, Luis y otro, en
La Ley, vol. 1980–A, p. 413 ó El Derecho, vol. 9, p. 374). 61 CSJN 24/10/89,
Amante y otros c. Asoc. Mutual del Tpte. Automotor, 24/10/89, en
Jurisprudencia Argentina, vol. 1990–II, p. 126. 62 CSJN, 29/3/84, González
Oronó de Leguizamón c. Fed. de Trabajadores Jaboneros y Afines, en La Ley,
vol. 1984–B, p. 388. Véase también CNCiv. S. I, 27/8/91, Cotos c. Centro
Asistencial Sindicato de Perfumistas. 63 SCBA, 20/5/80, Silvestre y otro c.
Thompson, Luis y otro, en La ley, vol. 1980–A, p. 413 ó El Derecho, vol. 91, p.
374.
El ejemplo expuesto es tan sólo uno de los muchos que pueden darse para
ilustrar el punto. Sirve para mostrar diáfanamente el recurso a la moral para
resolver una cuestión jurídica (que en este caso es la integración de una laguna
de la ley).

II) Para ejemplificar esta cuestión también sirve la institución del “abuso de
derecho”, o sea el caso de que alguien, conduciéndose de un modo que la ley
autoriza en sus términos generales, sin embargo en la situación de la cual se
trata, comete un abuso. Un criterio para determinar cuándo un acto o una
pretensión es abusiva y por ende ilícita, es la estimación del comportamiento o
de la pretensión a la luz de la moralidad. En el caso del derecho argentino la
propia ley remite a la moral como criterio interpretativo: Dispone el art. 10 del
nuevo Cód. Civil y Com. :

ARTICULO 10.- Abuso del derecho. El ejercicio regular de un derecho propio o


el cumplimiento de una obligación legal no puede constituir como ilícito ningún
acto.La ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos. Se considera tal el
que contraría los fines del ordenamiento jurídico o el que excede los límites
impuestos por la buena fe, la moral y las buenas costumbres. El juez debe
ordenar lo necesario para evitar los efectos del ejercicio abusivo o de la
situación jurídica abusiva y, si correspondiere, procurar la reposición al estado
de hecho anterior y fijar una indemnización.

En síntesis, la ley a veces envía a las reglas morales (como sucede en el


ejemplo del apartado II). Y muchas otras veces, aunque no se haga este envío
legal, los tribunales acuden a preceptos de esa índole (como hemos ilustrado
con el caso de los deberes de asistencia médica, en los apartados I y II).

¿Deben los jueces y aplicadores del derecho valerse de principios y reglas


morales, aun cuando el derecho positivo no remita a ellas?

La cuestión anterior se refiere a lo que suele hacerse en la aplicación del


derecho; la cuestión presente versa acerca de lo que deben hacer los
aplicadores. La respuesta es afirmativa, porque el cometido de los jueces es
hacer justicia. Una objeción que suele expresarse contra esto dice que los
juicios morales son “subjetivos”, y consiguientemente sucede incertidumbre o
inseguridad jurídica si el juzgador funda sus resoluciones en juicios morales.
Suele decirse: ¿Qué moral debe aplicar el juez? ¿La moral cristiana o una
moral laica?, ¿una moral tradicional o una que ponga como principio
fundamental la “autonomía” del individuo?, ¿una moral mínima o una moral
exigente?, ¿la moral aceptada por la sociedad o la moral que enseña un
moralista?, ¿cuál moralista?... Suele afirmarse: Está bien que la moral se
incorpore al derecho, pero ello debe ser sólo mientras se debate y redacta la
ley, pero la moral ya no debe intervenir después, para interpretar y aplicar la
ley, pues ello lleva a la inseguridad jurídica. Ya nos hemos referido supra al
relativismo moral (que es la premisa de esta objeción), y lo hemos
desestimado. Pero más allá de la discusión que tiene lugar en la Teoría del
Conocimiento (entre la doctrina del relativismo ético y la doctrina del
objetivismo ético), lo cierto es que la experiencia forense y la experiencia de la
vida nos muestran que en muchos casos la solución exigida por la moralidad
no es discutida, sino que goza de un reconocimiento prácticamente unánime.
Así por ej. en el caso mencionado supra del médico que se abstiene de prestar
asistencia profesional en caso de urgencia, no sucede que un juez resuelva el
pleito de una manera o de otra, según que tenga ideas “de derecha” o “de
izquierda”, o según que adhiera a tal corriente filosófica o a tal otra, o según
que profese tal o cual religión, etc. Puede que sean divergentes sus opiniones
en otras materias morales, pero hay coincidencia en cuanto a que ante el
peligro cuando se refieren al punto, dan la misma regla). El ejemplo pone de
manifiesto la objetividad y validez general de la norma moral, contra la tesitura
relativista.

En otro ejemplo que mencionamos, del “abuso de derecho”, quien objete que el
aplicador del derecho tenga en cuenta lo que exige la moral, por reputar que
ésta es incierta u opinable, aquí también podría cuestionar el recurso a la
moral, y decir: “¿qué moral?”. Pero esta relatividad que se pretende no es tal si
se consulta la experiencia de los casos que se han encuadrado en el “abuso de
derecho”, como por ejemplo los siguientes casos históricos sucedidos en
Francia, fallados por los tribunales de ese país, muy ilustrativos, de
pretensiones abusivas que pretendían ampararse en el derecho de propiedad
reconocido por la ley: – En 1855 (en Colmar), se condenó al propietario que sin
utilidad para él elevó sobre el techo de su casa una falsa chimenea de gran
altura, oscureciendo de esa manera la vivienda de su vecino. – En 1856 (en
Lyon), se condenó a quien instaló una bomba de agua que arrojaba el líquido
de una corriente subterránea que pasaba por su terreno, a un arroyo cercano,
sin utilidad propia, y de modo que impedía que el líquido pasara por el terreno
de su vecino contiguo. – En 1901 (en Sedan) el propietario cerró el fundo con
una pared altísima, pintada de negro, para molestar al vecino. – El caso más
nombrado fue aquel que los tribunales franceses resolvieron en 1915, de quien
había instalado altas armazones con hierros punzantes con el designio de
forzar al propietario contiguo –que usaba su terreno para hacer aterrizar y
despegar dirigibles– a comprarle el inmueble a determinado precio. (El tribunal
lo condenó a quitar el artefacto y a pagar daños y perjuicios). Podríamos
mencionar varios ejemplos actuales de “abuso de derecho”. Uno de ellos es se
relaciona con el derecho del acreedor, y del demandante en general, de pedir
el embargo de bienes del demandado; las leyes procesales le otorgan esto con
amplitud, pero si uno pretende embargar bienes de otro con un objetivo que no
es aquel para el cual la ley ha concedido esta facultad, por ejemplo quien
quiere simplemente perjudicar con esa medida al demandado, o usarlo como
un modo de extorsión para que se allane, es un caso de “abuso de derecho”.
De conformidad con lo expuesto e ilustrado con ejemplos, existen reglas
morales de validez objetiva. Y en cuanto a la incertidumbre o inseguridad, es
cosa muy corriente que los textos legales contengan vaguedades y
ambigüedades, e incluso contradicciones. Por ende, es incorrecto concebir la
legislación como si fuese cosa siempre cierta, en contraste con la aplicación de
principios morales, como si fuesen inciertos y carentes de fundamento objetivo.
Ha sido común en los autores preocuparse por el peligro de la arbitrariedad
judicial y la consiguiente inseguridad jurídica, con respecto a la introducción de
las valoraciones morales en la aplicación del derecho.

Otra objeción afirma que cuando la decisión del juez se funda en principios o
reglas morales no receptados en la ley positiva, se viola el principio de la
“división de poderes”, porque el juez impone una norma que no estaba en la
ley, y así actúa como legislador. Ronald Dworkin ha respondido a esta dificultad
haciendo notar que los principios morales existen con anterioridad al caso al
cual se aplican, y por tanto su aplicación no es la creación por el juez de una
norma nueva.

Ahora bien, ¿el comportamiento mencionado de los tribunales, e ilustrado con


los ejemplos, así como la doctrina que expusimos, cómo pueden armonizarse
con los preceptos del derecho argentino que transcribimos seguidamente,
presentes precisamente en la Constitución y en el Código Civil?:

“Nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda, ni privado de hacer lo que
ella no prohíbe [...]” (art. 19 de la Constitución Nacional)

“art 23 COD. CIV Y COM..- Capacidad de ejercicio. Toda persona humana


puede ejercer por sí misma sus derechos, excepto las limitaciones
expresamente previstas en este Código y en una sentencia judicial.

En realidad en casos de conductas que infringen la moral y perjudican


seriamente al prójimo, los jueces suelen dejar de lado esa primera parte del
artículo 19 de la C.N. y el codigo, porque lo correcto es todo lo contrario de lo
que dichos preceptos pretenden: La gente a veces está obligada a hacer
ciertas cosas que la ley no manda, y está obligada a abstenerse de ciertas
cosas que la ley no prohíbe, y cuando se vulneran tales reglas en perjuicio del
prójimo, ello debe producir las pertinentes consecuencias jurídicas. En armonía
con lo dicho, expresa la juez y jurista cordobesa Matilde Zavala de González
(en la época segunda y actual de su pensamiento jurídico) que puede haber
deber de indemnizar de quien obró con una omisión, “cuando la solidaridad
impone un deber de obrar, aunque ese deber no surja de la ley, ni de un
contrato”

“Exigencias de solidaridad imponen responsabilizar a quien omite una


conducta de la que podía resultar un daño a otro, aunque aquél no estuviese
legalmente obligado a actuar”.
A veces la misma ley remite al ordenamiento moral, incluso en toda la amplitud
de éste, por ej. el art. 961del Código Civil argentino, el cual establece que “los
contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe”. De
acuerdo con este principio jurídico receptado por el Código de 1968, resultan
deberes de los contratantes que pueden ir más allá de los deberes que ellos
han fijado en el contrato, y de los deberes que la ley civil ha establecido. En el
léxico jurídico la expresión “buena fe” tiene distintos significados; aquí “buena
fe” significa todo lo que es exigido por la justicia, por la honestidad.

Estas disposiciones que remiten en términos amplios a la regulación moral,


como explicaba Busso, “no hacen sino ensanchar la obligatoriedad jurídica de
la ética, haciéndola comprender situaciones no previstas concretamente por la
ley”.

Otra de las relaciones entre las reglas morales y las reglas legales es que uno
de los deberes morales es el deber de obedecer las leyes. “La ley humana
obliga al hombre en el foro de la conciencia”, enseña Santo Tomás, siguiendo
la doctrina unánime de los grandes filósofos paganos y cristianos que lo
precedieron. A veces el fundamento del deber moral de acatar un precepto del
derecho positivo está en su contenido mismo, que manda un comportamiento
moralmente debido, o prohíbe una acción moralmente ilícita. En estos casos, la
regla de derecho es moralmente obligatoria porque coincide con una regla
moral, o es aplicación de ella.

Aunque hay diferencias en el contenido de la moral y el contenido del derecho


positivo legal, hay también mucha coincidencia, como ya se ha explicado

“Se debe distinguir el plano del derecho positivo «constitutivamente moral» y el


plano del derecho positivo puramente «técnico» que, sin embargo, en cuanto
establecedor de un orden (lo que constituye un valor), no es completamente
ajeno a la moral”

Hay deberes y derechos que los seres humanos conocemos por derivación de
los principios que captamos con nuestro entendimiento; sabemos de otros
deberes porque nos han sido inculcados y los hemos “vivenciado” en la familia,
la escuela, la universidad, la comunidad de trabajo, el vecindario y otros grupos
sociales. Pero también hay deberes naturales de justicia (o sea deberes
morales) que son conocidos a través de las leyes, especialmente los deberes
más particulares (v. gr. ciertos deberes de las partes en diversas especies de
contratos).

Y con respecto a las conductas honestas que son aprendidas originariamente


en el seno de la familia y demás grupos infrapolíticos mencionados, el derecho
positivo también puede cumplir un papel pedagógico, en tanto reafirma el
conocimiento de tales reglas que en su momento aprendimos en dichos
ámbitos. Además, al expresar los deberes en enunciados escritos, la ley civil
los hace más precisos, y así ayuda a su mejor conocimiento y a su
cumplimiento cabal79.

En suma, las leyes civiles recuerdan la vigencia de reglas morales, reafirman


su valor, amplían y profundizan el conocimiento que el hombre ya tiene de
ellas, ayudan a discernir lo moralmente correcto de lo incorrecto; y también
generan en la gente el conocimiento de deberes morales que desconocía.

El derecho positivo contribuye a formar el juicio moral. Por ello, cuando el


legislador deroga una ley penal para determinado delito, dejando impune la
conducta, ello suele influir en el juicio moral de la gente. El cambio legislativo
conduce a pensar: “Si la ley lo permite, eso está bien; o al menos, si se lo borró
del Código Penal, es porque no es algo grave”. Como explica Héctor H.
Hernández, el iusfilósofonicoleño, “[...] la población acuerda espontáneamente
a la legislación política una función legitimadora total, y ve que no puede haber
«dos legitimidades», una moral y una jurídica”. Un ejemplo de esto es la
despenalización del aborto, que lleva a una “desculpabilización” de la
conciencia moral de muchos. Y ello también ocurre con las normas de la
legislación de protección del trabajador que regulan el contrato de trabajo en
relación de dependencia cuando ellas son derogadas, y en general, en todos
los sectores del derecho positivo.

Especial referencia merece el hecho de que los tipos de conductas a las que
las leyes penales imponen castigo, son conductas delictivas directamente
perjudiciales a la comunidad (Constatemos esto en el Código Penal
argentino: la mayoría de sus títulos reúnen delitos que lesionan bienes
jurídicos públicos. Leemos en las rúbricas de los títulos VII hasta el
último: Título VII: Delitos contra la seguridad pública –donde se incluye
un capítulo denominado Delitos contra la salud pública–. Tít. VIII: Delitos
contra la tranquilidad pública. Tít. IX: Delitos contra la seguridad de la Nación.
Tít. X: Delitos contra los poderes públicos y el orden constitucional. Tít. XI:
Delitos contra la administración pública. Tít. XII: Delitos contra la fe pública).

Sin embargo es erróneo decir que la alteridad es un carácter exclusivo del


derecho, y que no hay alteridad en las acciones regidas por la moral. En efecto,
existen muchos deberes morales que se refieren a otro: además de los
deberes naturales de justicia (que consisten en no dañar a otro, y en darle a
cada uno de los otros lo que es suyo), que son la mayoría de los
deberes morales, están los deberes de gratitud, de veracidad, de caridad
o beneficencia... que son todos ellos deberes de una persona para con otras.

El orden moral es un orden que se realiza en el interior de las


personas (este orden consiste en que las apetencias de diversa clase del
hombre se sujeten al orden de la razón), pero que también existe en las
acciones exteriores del hombre (en cuanto ellas observen la rectitud de
la justicia).
Con relación a los seres humanos que delinquen, uno de los fines que se
espera que intente la legislación es la corrección interior de ellos,
juntamente con los objetivos de retribución penal y de utilidad social que se
procuran con las penas. El desiderátum no es sólo el castigo, la ejemplaridad,
el escarmiento, la adaptación del infractor a la sociedad, sino también la
reeducación, el rescate del ser humano.

La penalidad o sanción es un complemento de la ley. Sin embargo, es sin


duda una añadidura muy útil y conveniente, dada la condición de la naturaleza
humana caída. La coercibilidad no es necesaria para la esencia de la ley, pero
es normalmente necesaria para la eficacia de ella. Un precepto legal que no
esté acompañado de la sanción para el caso de su transgresión, de todos
modos puede cumplir una función útil, aunque no sea tan eficaz. Desde el
punto de vista práctico, una ley sin sanción es imperfecta, por cuanto no
tiene toda la eficacia que convendría.

En lo que respecta al Código Penal, la mayoría de sus disposiciones


establecen penas para la violación de graves deberes morales, como son
el homicidio, el secuestro, la estafa, el estupro, la calumnia, la usura, el
falso testimonio, etc. (Por ello decía Carrara, el eximio penalista, que “el
Derecho Criminal (o sea las reglas que establecen las penas) es el
complemento de la ley moral jurídica” .De modo semejante, podríamos
ejemplificar con los demás sectores de la legislación.Los principios y
reglas de la moralidad están entrañados en la mayor parte de las normas
jurídicas. Por ello es frecuente que una cuestión jurídica sea al mismo tiempo
una cuestión moral, y que la conducta contraria a un precepto de la ley sea al
mismo tiempo antijurídica e inmoral. La índole sustancialmente moral de las
cuestiones jurídicas no es algo que sucede solamente en ciertos asuntos,
como por ejemplo en la clonación humana y en otras acciones de índole
bioética. Es un error pensar que sólo ciertos islotes del derecho (por ej. lo que
se refiere al aborto, la eutanasia, la corrupción de menores, la esterilización, la
fidelidad conyugal...) tienen conexión con la moral, sino que la mayor
parte del derecho está penetrado de principios y reglas de la moralidad.

PARTICULARIDADES:

CONCLUSIONES ÉTICA DE LA ABOGACÍA PRIMERAS JORNADAS


NACIONALES Rosario, 12, 13 y 14 de octubre de 1967 (Extractadas de las
Actas de las Jornadas editadas por Depalma, Buenos Aires, 1970)
Conclusiones de las Primeras Jornadas Nacionales de Ética de la Abogacía.

TEMA PRIMERO

LA ENSEÑANZA DE LA ÉTICA COMO MISIÓN DE LAS FACULTADES O


ESCUELAS DE DERECHO
CONCLUSIÓN I: Debe incluirse en los planes de estudio de las Facultades o
Escuelas de Derecho de nuestras Universidades la enseñanza de la Ética de
la Abogacía (Ética Forense, Ética Profesional del Abogado, Deontología
Jurídica), que integrará los planes de estudio como materia autónoma, ubicada
en la última etapa de la carrera con el régimen común de promoción, o al
menos como curso indispensable para la obtención del título profesional.
Además, debe impartirse en los comienzos de la carrera enseñanzas de Ética
general.

CONCLUSIÓN II: La Ética de la Abogacía enfoca, esencialmente, la dimensión


moral de la actividad del hombre de derecho.

CONCLUSIÓN III: La enseñanza de la Ética de la Abogacía en


nuestrasFacultades de Derecho, deberá inspirarse en el "ethos" acogido por la
Constitución Nacional (Preámbulo y art. 19).

CONCLUSIÓN IV: La enseñanza de la Ética de la Abogacía debe comprender


no sólo una deontología profesional, sino también los principios éticos
generales que fundamentan objetivamente esa deontología.

CONCLUSIÓN V: En el plano deontológico, deberán considerarse como


contenido de esta disciplina tanto las "Normas Jurídicas de Ética de la
Abogacía", que fundan el deber jurídico de obrar con ética, como las "Normas
Morales de Ética de la Abogacía", que fundan el deber ético en el obrar jurídico.

CONCLUSIÓN VI: La Ética de la Abogacía debe enseñarse con criterio más


formativo que informativo, enderezándose sobre todo a orientar rectamente la
conciencia del futuro abogado.

CONCLUSIÓN VII: La Ética de la Abogacía se enseñará con método-teórico-


práctico, integrándose la disertación con el diálogo acerca de casos concretos
que ilustren los problemas básicos de la existencia profesional y su correcto

diagnóstico; convendrá acudir asimismo a los ejemplos extraídos de la historia


de la abogacía, como también a las indagaciones sociológicas sobre el estado
actual de la profesión.

CONCLUSIÓN VIII: La inclusión de una materia autónoma sobre Ética de la


Abogacía en el plan de estudios de las Facultades y Escuelas de Derecho, no
dispensa a las demás cátedras de enfocar su objeto propio en sus implicancias
y proyecciones éticas.

CONCLUSIÓN IX: Dado el estrecho nexo entre la Ética y las disciplinas


jurídicas, urge el deber de comportamiento ético al profesor de Derecho en su
desempeño como tal, así en cuanto a la generosa consagración a su cátedra y
en cuanto a la armonía entre sus enseñanzas como maestro y su conducta
como profesional.
CONCLUSIÓN X: El deber ético del profesor de Derecho de impartir a sus
alumnos una noción auténtica de su disciplina, supone una enseñanza
dinámica que tome en cuenta no sólo la norma jurídica sino también su
inserción y perspectiva vitales, que se mantenga permanentemente
actualizada, que muestre a los alumnos la problemática del acontecer jurídico,
que forme en ellos un agudo sentido crítico para descubrir la solución justa con
base jurídico-científica y ética, y, en fin, que les inculque una honda fe en el
Derecho; en suma, el verdadero maestro de derecho enseñará no sólo normas
sino también experiencia y valores.

CONCLUSIÓN XI: La formación ética universitaria requiere que el medio


mismo donde el estudiante se desenvuelve, satisfaga condiciones morales: así,
entre otras, independencia de la Universidad respecto de los poderes del
dinero, de la política y demás factores extraños; actuación con auténtico
sentido de función social; aseguramiento de la libertad inherente a toda misión
formativa y creadora, como asimismo libertad de cátedras con sentido de
esclarecimiento; ausencia de discriminaciones arbitrarias para el acceso a los
estudios y a la enseñanza; garantía para el ejercicio responsable de la
docencia y para la provisión de las cátedras por la propia Universidad mediante
métodos éticamente irreprochables; respeto de la autoridad y del orden
disciplinario.

TEMA SEGUNDO

LA ÉTICA EN EL EJERCICIO PROFESIONAL DE LA ABOGACÍA

CONCLUSIÓN I: La "crisis" que afecta a la sociedad, en cuanto en ella se


gestan transformaciones que definirán su carácter a corto o largo plazo, incide
por reflejo sobre los Abogados en cuanto son ellos también elementos sociales,
pero sin configurar una "crisis ética" de la profesión que tuviere rasgos
independientes y particulares.

CONCLUSIÓN II: Existen sin embargo fallas que, en conjunto, no alcanzan a


concretar el carácter de una "crisis", y son las que dan asidero al juicio adverso
expresado con frecuencia.

CONCLUSIÓN III: Las fallas anotadas no afectan fundamentalmente a la


abogacía como institución integrante de nuestro sistema judicial, ni como
profesión necesaria para la defensa del derecho y la justicia.

CONCLUSIÓN IV: Por todo ello se impone una tarea de esclarecimiento,


educación y severa vigilancia de la actividad profesional, dirigida a la
reafirmación de los principios éticos tradicionales y a la adecuación de métodos
y procedimientos que favorezcan al acatamiento de tales principios.

CONCLUSIÓN V: Las formas más frecuentes de inconducta profesional,


según resulta de los antecedentes registrados en los Tribunales encargados de
juzgar la actuación de los abogados en el terreno de la disciplina y de la ética, y
la observación del medio, son:

1. Negligencia en la atención de los asuntos; demora injustificada en el


trámite de los juicios. 2. Ineficiencia en las tareas de patrocinio; falta de estilo
en los escritos. 3. Demora u omisión en rendir cuentas al cliente. 4.
Incumplimiento de los deberes de probidad y buena fe; expresiones ofensivas
al colega en la secuela del juicio. 5. Inobservancia de los deberes de cortesía
entre colegas en el pleito. 6. Promoción de juicios innecesarios; no esforzarse
en lograr la conciliación de las partes en pugna; exagerar los montos de las
demandas; realizar trámites inútiles y articular incidentes inconducentes. 7.
Desviar las cuestiones civiles a la jurisdicción penal con propósito coactivo. 8.
Asociación con personas legas sin la debida delimitación de funciones y sin
asignar al letrado la categoría que le depara su condición de profesional
universitario. Publicidad de este tipo de asociaciones. 9. No guardar en todos
los actos de la vida privada y pública el decoro exigido por la jerarquía
profesional.

Esta ejemplificación es meramente enunciativa.

CONCLUSIÓN VI: Son causas de inconducta profesional: De orden general.


Subjetivas: 1. Ausencia de un severo sentido de responsabilidad profesional
ínsito en la conciencia moral del abogado. 2. Insuficiente valoración de la
abogacía como institución y profesión sustentadora del Derecho y la Justicia,
posición negativa ésta que obsta a la exigencia de una conducta situada por
encima del nivel moral de la generalidad.

Objetivas: 1. Influencia de la crisis moral ambiente. 2. Falta de una formación


ética, tanto en el plano específico como en el general. 3. Aislamiento de los
nuevos egresados; dificultad de ambientación por falta de conductos
adecuados. 4. Poco eficaz acción preventiva y represiva de las infracciones.

CONCLUSIÓN VII: Son causas de inconducta profesional: De orden particular.


1. La ineficiente preparación jurídica y técnica frente a la expansión y
complejidad cada vez mayor del derecho positivo; la inadecuada organización
de los bufetes y una dinámica profesional determinada principalmente por
prácticas tribunalicias y procedimientos judiciales defectuosos por inactuales.2.
Dificultad en lograr un mínimo de seguridad económica para el profesional y su
familia.

TÉCNICAS ADECUADAS PARA EL RESGUARDO DE LA ÉTICA EN EL


EJERCICIO PROFESIONAL

CONCLUSIÓN VIII: Debe propenderse a la codificación de normas de ética


uniformes.
CONCLUSIÓN IX: La potestad disciplinaria sobre los abogados debe atribuirse
a los pares de su jurisdicción, sean éstos abogados en ejercicio, profesores
universitarios o jueces, de acuerdo con lo que la ley establezca y organice en
cada jurisdicción, con recursos adecuados para ante el Poder Judicial, y sin
perjuicio del ejercicio de esa potestad por los tribunales judiciales en el
respectivo proceso en que ellos conozcan.

CONCLUSIÓN X: Para el juzgamiento de las faltas de ética es conveniente


arbitrar un procedimiento simple, de naturaleza inquisitiva, que asegure
suficientemente, por lo demás, la audiencia y la prueba al imputado; y dotarse a
los tribunales del personal y elementos necesarios para su normal
desenvolvimiento.

CONCLUSIÓN XI: Para que el Abogado llegue a cumplir integralmente su


función social cuando se hallare ante intereses encontrados, debe intentar y
agotar los medios convenientes para avenir a las partes en pugna aún en
desmedro de una mayor retribución en caso de litigio. Por su alto ministerio y
como factor regulador y de entendimiento humano, corresponde se halle
cabalmente compenetrado de que la lucha ante el tribunal no es rigurosamente
necesaria ni ventajosa; ella ha de constituir la última "ratio" y antes de acudir a
los estrados de la justicia, tiene el ineludible deber de conciliar.

CONCLUSIÓN XII: La adopción en las casas de justicia, de un ordenamiento


más racional, la modernización de las prácticas tradicionales, la incorporación
de medios técnicos adecuados para la recepción de los actos procesales, así
como un mayor decoro y dignidad de los ambientes de trabajo, tanto de los
tribunales como de los bufetes, crearán condiciones favorables al correcto
comportamiento forense.

CONCLUSIÓN XIII: Los derechos procesales que se acuerden a los litigantes


no deben ser ejercidos por el abogado maliciosa o abusivamente.

CONCLUSIÓN XIV: Deben establecerse sistemas de previsión y asistencia


para abogados.
UNIDAD V

SEMANA 7: UNIDAD 5 SEGUNDA PARTE.

LA ÉTICA Y LA MAGISTRATURA

CONCLUSIÓN I: El deber de ciencia intégrase: a) Con el conocimiento jurídico


en su doble proyección de ley y derecho vigente. b) Con el conocimiento
extrajurídico aportado por las ciencias auxiliares y la propia experiencia. c) Con
el conocimiento acabado del caso que se juzga y exterioriza en la decisión
regularmente fundamentada.

CONCLUSIÓN II: La diligencia es un deber ético del juez en cuanto la Justicia


tardía no es Justicia. Sin embargo, no debe extremársela al punto que para su
cumplimiento se descuiden otros deberes esenciales como el de ciencia,

constituyendo la prudencia la cualidad fundamental que señalará el necesario


equilibrio; sin perjuicio de que, sobre la base de estadísticas, se deba limitar el
número de causas a decidir. Así también, el exigible deber de diligencia no
puede justificar que con carácter general y en forma automática se impongan
sanciones que menoscaben la independencia del magistrado: tal, entre otras,
la pérdida de pleno derecho de la competencia.

CONCLUSIÓN III: Integra el deber del Juez de guardar decoro, la observancia


de una conducta intachable exteriorizada hasta en su porte personal, y la
afirmación pronta, con la serenidad que el cargo comporta, de su autoridad, a
fin de que sea vista y respetada.

CONCLUSIÓN IV: La independencia del juez es un deber ético cuyo


cumplimiento debe ser afianzado sólidamente por disposiciones
constitucionales y legales, como medio de permitir su actuación imparcial.

CONCLUSIÓN V: La imparcialidad del juez es también un deber ético a cuyo


cumplimiento debe tenderse dentro de los límites humanos y razonables
impuestos por los principios superiores de Justicia y Equidad.

CONCLUSIÓN VI: Los deberes de lealtad, veracidad y respeto, obligan


específicamente a jueces, partes y demás intervinientes en el proceso, porque
integran necesariamente la operación según la cual ha de concretarse en cada
caso la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo, o acto
singular de Justicia.

CONCLUSIÓN VII: El ideal de la sentencia justa es realizable en la medida


que jueces, partes y demás intervinientes en el proceso, mantengan un
invariable y elevado estado de conciencia que aprehenda la tarea judicial
como la vía por excelencia destinada a la investigación de la verdad y
distribución de la Justicia -deber ser de las partes y del juez- y, además, sobre
el sentido trascendente de la función que cada cual debe desempeñar según
ello, pues el acto de Justicia tiende a asegurar la paz y, como tal, repercute en
la sociedad.

CONCLUSIÓN VIII: El cumplimiento de los deberes expresados requiere


durante el proceso la presencia activa del juez -no la meramente expectante-,
quien debe ejercitar su potestad con máximo celo averiguando la verdad sin
dejar puntos oscuros, conforme a los medios técnicos procesales pertinentes.
Estos deben utilizarse con rapidez y energía, pero con la permanente
prudencia que han menester las determinaciones judiciales para no lesionar
otros derechos (v. gr., medidas para mejorar proveer, para evitar nulidades,
correcciones disciplinarias, etc.).

CONCLUSIÓN X: El acto decisorio de Justicia, cualquiera fuere su naturaleza,


para obtener satisfactoriamente su bien propio, requiere del juez un inmediato
e inescindible ajuste de su conducta a dichos principios éticos de lealtad y
respeto con referencia al sistema normativo, a las partes, y a los restantes
intervinientes del proceso, y, además, con relación a sí mismo -pues el juez
debe expresar en su pronunciamiento "todo lo que debe pensar" -; deberes
cuyo cumplimiento exigen también su valentía.

CONCLUSIÓN X: Los ordenamientos constitucionales deben incluir los


principios fundamentales tendientes a garantizar la conducta ética en la función
judicial.

CONCLUSIÓN XI: El Poder Judicial debe estructurarse en los


regímenesconstitucionales con independencia de los otros poderes estatales.

CONCLUSIÓN XII: En los ordenamientos constitucionales ha de constar que la


independencia del Poder Judicial debe ser garantizada por los poderes
políticos del Estado, a los cuales también corresponde prestar al órgano
jurisdiccional la colaboración necesaria para el cumplimiento de sus funciones.

CONCLUSION XIII: Los ordenamientos constitucionales deben excluir de su


articulado cláusulas que desvíen la función judicial de su cometido específico y
la subordinen -aparte la natural sumisión al derecho y a la ley- a cualquier
interés ajeno a la misma.

CONCLUSIÓN XIV: Para asegurar la efectiva independencia funcional de la


magistratura debe establecerse en los ordenamientos constitucionales la
inamovilidad de los magistrados judiciales en sus respectivos cargos, en
cualquier circunstancia, mientras no se encuentren en condiciones de acogerse
a retiro; y que una vez obtenido éste se asegure a aquéllos la vigencia del
"status" que ostentaban durante su permanencia en el cuerpo activo, o sea el
reconocimiento de todos los derechos y garantías que mantiene el mismo.
CONCLUSIÓN XV: Los regímenes constitucionales deben asegurar la carrera
judicial mediante un sistema de designación y ascenso de los magistrados,
basado en la selección previa de los aspirantes a cargo de un órgano especial
integrado por representantes del Poder Judicial y las asociaciones de
profesionales mediante concurso de títulos, antecedentes y oposición, abierto a
todos los interesados. Para los supuestos de remoción se debe establecer un
régimen de enjuiciamiento que garantice una completa y eficaz defensa del
afectado. Hasta tanto se consagre en las normas constitucionales la carreras
judicial, la organización de ésta es indispensable y urgente. Con ello se
afianzará la efectiva independencia del Poder Judicial. La confección de listas o
temas que se propongan con el objeto de cubrir vacantes en la magistratura -
sin orden de prelación y previa consulta a los tribunales superiores y
asociaciones de profesionales-, deberá hacerse siempre respetando el principio
de la publicidad de los actos de gobierno, esencial en el sistema republicano.

CONCLUSIÓN XVI: Es conveniente la creación de un instituto de


capacitaciónpara la judicatura que, dependiente de las facultades de derecho y
cuyo cuerpo docente se integre con magistrados en actividad o en retiro, tenga
como objetivo la formación profesional especializada de los aspirantes a la
carrera judicial. Se estima pertinente recomendar a los poderes públicos que,
cualquiera fuere el régimen de designación de los jueces y funcionarios,
judiciales, sean oportunamente considerados los estudios de capacitación del
mencionado instituto como factor de idoneidad para los respectivos
nombramientos.

CONCLUSIÓN XVII: A los efectos de asegurar una efectiva independencia


económica de la magistratura, los ordenamientos constitucionales deben
garantizar a los jueces una remuneración digna y acorde con las funciones que
cumplen en la comunidad. Tal remuneración no podrá disminuirse, y por la vía
legal pertinente deberá actualizarse de acuerdo al costo de la vida, en forma
que permita a los integrantes del órgano judicial mantener un "status" digno y
decoroso, compatible con la alta investidura que ostentan, para cuyo objeto
debe asegurarse la autarquía económica de los poderes judiciales. Asimismo,
el respeto de principios constitucionales de incuestionable vigencia exige que
deba contemplarse la posibilidad de adecuar automáticamente las
remuneraciones de los magistrados de todo el país a los emolumentos reales
percibidos por los funcionarios de otros poderes del estado, por todo concepto,
a fin de asegurar la indudable preponderancia funcional que aquéllos deben
mantener.

CONCLUSIÓN XVIII: Para asegurar la absoluta independencia actual y futura


de los magistrados en actividad, debe legislarse un régimen jubilatorio acorde
con la alta investidura de la función, previéndose en el mismo un monto
idéntico al que percibe el cuerpo activo y su adecuación automática
permanente. A los fines de su inmediata vigencia y hasta tanto se la contemple
por vía legislativa, se hace necesario la creación de una caja -o cajas-
compensadoras de regímenes jubilatorios en forma similar a las existentes en
otros poderes o entes autárquicos del Estado, con el objeto de elevar al límite
sugerido los montos jubilatorios correspondientes al cuerpo pasivo de la
magistratura.

CONCLUSIÓN XIX: Los ordenamientos constitucionales deberán asegurar a


los magistrados judiciales determinados derechos vinculados con el
desempeño de sus funciones (descanso, vacaciones, docencia,
insusceptibilidad de traslado forzado, etc.), sin que su enunciado implique la
negación de otros derechos conexos, no violatorios de la tarea que cumplen.
Igualmente, los jueces deberán gozar de las inmunidades y prerrogativas de los
legisladores en cuanto fueren compatibles con su función específica.

CONCLUSIÓN XX: A los efectos de facilitar al magistrado el cumplimiento de


sus deberes de ciencia y diligencia, debe propenderse a la especialización
según las materias y modos que indique la política legislativa en cada caso.

CONCLUSIÓN XXI: Corresponde a los tribunales de grado velar en las


causas sometidas a su conocimiento por el debido respeto a la persona del
juez y a los pronunciamientos que sean objeto de recursos por ante el superior.

CONCLUSIÓN XXII: La efectiva independencia del magistrado judicial, así


como la mejor eficiencia en su desempeño, requieren la existencia de un
cuerpo policial específico, subordinado y directamente vinculado a la función
jurisdiccional (policía judicial).

CONCLUSIÓN XXIII: Como un medio más tendiente a los propósitos


precedentemente señalados, estímase conveniente que en las distintas
jurisdicciones del país se adopten técnicas legislativas destinadas a mantener
en actividad a los integrantes del cuerpo pasivo de la magistratura, mediante su
designación en las respectivas listas de conjueces.

RECOMENDACIONES

Las primeras Jornadas Nacionales de Ética de la Abogacía, Recomiendan:

a. Transmitir a todas las Universidades Oficiales y Privadas de la República y


de los países hermanos de América, el deseo de estas Primeras Jornadas
Nacionales de Ética de la Abogacía, de realizar una coordinada e intensa labor
de promoción de la enseñanza y la práctica de la Ética en la total dimensión
universitaria.

b. Propiciar un sistema de adecuación del egresado en el difícil tránsito desde


la formación universitaria al ambiente del foro, a cuyo fin se propugna un
régimen eficaz que evite toda ingerencia extraña a su finalidad específica.
c. La publicación de una revista internacional de Ética de la Abogacía.

d. La celebración periódica de reuniones similares.

e. Hacer saber a los poderes públicos las conclusiones aprobadas.

f. La creación de una Junta permanente para el cumplimiento de las


recomendaciones que anteceden como también para estimular las tareas de
estudio y documentación sobre Ética de la Abogacía. Dicha Junta será elegida
por la Comisión Ejecutiva Central de las Jornadas, debiendo procurarse una
adecuada representación de Universidades, Colegios Judiciales y
Corporaciones de Abogados de la República y del exterior.

DOCTRINA ACTOS JURÍDICOS DE OBJETOINMORAL EJERCICIO

TRAFICO DE CLIENTELA

(Actos Jurídicos de Objeto Inmoral)

A fines del año 1990, declaraciones públicas de un dirigente sindical y


entonces alto funcionario nacional, causaron el rechazo moral de la sociedad
argentina, lo que motivó la redacción de esta nota, vinculada con el tema de los
actos jurídicos de contenido inmoral. O nos referiremos a las expresiones que
descartaban la cultura del trabajo, de gran repercusión pública, sino
específicamente a las declaraciones vinculadas con la participación de terceros
no profesionales en los honorarios de los abogados, mediante el aporte o
tráfico de clientela, lo que resulta de interés fundamental para los abogados por
el marco ético que debe encuadrar el ejercicio de nuestra profesión y por
invalidez resultante de estas asociaciones de intereses.

Las manifestaciones del dirigente, en lo pertinente a esta nota, habrían sido las
siguiente: "El dirigente sindical no tiene necesidad de meter la mano en la lata,
porque la sola posibilidad de manejar una organización le posibilita tener otros
ingresos de estudios jurídicos y contables", agregando haber utilizado su
condición de dirigente sindical "para desviar juicios laborales a estudios
jurídicos. Por eso cobran honorarios. Y de esos honorarios tiene que dejar algo
para el sindicato...".

(Diario El Clarín, 22 de Noviembre de 1990)

CODIGO CIVIL VELEZANO (ART. 953 – OBJETO DE LOS ACTOS


JURIDICOS) NUEVO CODIGO CIVIL Y COMERCIAL DE LA NACION
ARGENTINA (ART. 279 – OBJETO DE LOS ACTOS JURIDICOS)

De acuerdo a lo dispuesto por el art. 953 CódIGO CIVIL VELEZANO, la justicia


puede invalidar unacto, aunque no esté prohibido específicamente por ninguna
ley, si su contenido afecta las "buenas costumbres", expresión equivalente a
moral de las costumbres o moral pública, o sea, que el concepto se identifica
con la moral.

El art. 953 FUE una norma jurídica de contenido fecundo, de la que echó mano
la jurisprudenciapara receptar figuras jurídicas como el abuso del derecho,
lesión, imprevisión, cuando todavía no habían sido legisladas por la Ley
17.711/68. Como lo afirmaba Rezzónico es un principio genérico tutelar de la
moral, pleno de posibilidades de aplicación, de proyecciones incalculables
sobre la validez de los actos jurídicos, que permite integrar el derecho positivo
con la ética, salvaguardando valores fundamentales de la sociedad.

LA CATEDRA EFECTUA EL ANALISIS DE LA NORMATIVA APLICABLE EN


FUNCION DEL NUEVO CODIGO CIVIL Y COMERCIAL DE LA NACION:

EN VIRTUD DE QUE EL NUEVO CODIGO CIVIL Y COMERCIAL DE LA


NACION EN SU ART. 279 RECEPTA LO QUE LA JURISPRUDENCIA
DEDUCIA, ACTUALMENTE CON ABSOLUTA CONTUNDENCIA Y CLARIDAD
SE EXPRESA:

”El objeto del acto jurídico no debe ser un hecho imposible o prohibido por la
ley, contrario a la moral, a las buenas costumbres, al orden público o lesivo de
los derechos ajenos o de la dignidad humana. Tampoco puede ser un bien que
por un motivo especial se haya prohibido que lo sea.”

NO OBSTANTE, AUN MANIFIESTA LA MORAL COMO LIMITACION, ya en la


aplicación concreta de la norma, cabe preguntarse ¿cómo puede unjuez
determinar si un acto es moral o inmoral? ¿qué es la moral?

Se trata de unanoción fluida, imprecisa. En nuestra cátedra nos sumamos a


quienes sostienen un criterio ecléctico para definirla, atendiendo por una parte
a los principios superiores de la moral cristiana, conocidos y practicados por
nuestra comunidad; y por la otra al criterio sociológico (moral media de un
pueblo en un momento dado) ya que los jueces deben amoldarse a los hábitos
y creencias mutables del cuerpo social.

A veces la moral media de un pueblo en un momento dado, pleno de


corrupción, no es útil para el juez, quien de ser posible debe hacer jugar el
concepto más absoluto y menos variable de la moral cristiana; y en otras
hipótesis, como la moral evoluciona en el curso del tiempo, la moral cristiana
puede resultar un concepto demasiado genérico para el caso concreto a
resolverse, por lo que el juez echará mano del criterio sociológico, porque es
indudable que la moral cambia en las distintas épocas.

La doctrina nos recuerda que en un tiempo fue considerado inmoral el seguro


de vida, el préstamo a interés, el contrato de claque y hasta el combate de
boxeo. En consecuencia, será el juez quien deberá manejar estos criterios en
cada caso particular.

Planiol -citado por A. Castex- consideraba a la facultad otorgada por el art.


953 como "una de las más temibles de que están investidos los jueces, ya que
puede caer en manos de moralistas demasiado rígidos o de espíritus
sectarios".

Es evidente que el juez no debe seguir el criterio de ciertos grupos minoritarios


fuertemente restrictivos especialmente para juzgar éticamente las conductas
juveniles que se apartan de un determinado "orden social establecido". Pero a
la inversa, el caso puede caer también en manos dejueces desaprensivos,
livianos en la exigencia de principios éticos, lo que puede resultar igualmente
nocivo para la moral pública.

Aplicando estos conceptos al caso SE estima que elconvenio por el que se


reconoce participación en los honorarios del abogado a quien le lleva asuntos
profesionales (y máxime si para ello aprovecha de su condición de dirigente
gremial), implica un acto jurídico de objeto inmoral y por lo tanto de nulidad
absoluta por vulnerar la estructura ética del orden jurídico.

Algunos autores enmarcan la situación en la figura llamada "venta de humo" o


deinfluencias, condenada por la moral. El origen de esta designación se
encuentra en el derecho romano, y según refiere Orgaz (L.L. 58-363), bajo el
reinado de A. Severo, uno de sus amigos, abusando de su vinculación con el
emperador, vendía favores de éste. El emperador lo supo, y condenó al
impostor a morir ahogado por el humo de una pira verde, mientras el pregón
repetía en alta voz: "fumuspunitur, quifumusvendidit".

El vendedor de humo es un personaje influyente que vende su "cuña" y con el


precio que exige convierte en inmoral la actividad. Con la venta deinfluencia se
alude generalmente a contratos vinculados a la función pública, a obligaciones
contraídas frente a un funcionario para que realice o se abstenga de realizar un
acto referente a su cargo, aunque el concepto puede extenderse a quienes se
aprovechan lucrativamente de sus funciones gremiales para desviar u orientar
la clientela a un determinado estudio jurídico.

El hecho de poner precio a la mera influencia personal en el sindicato,


mediante la cual se proporciona clientela a un abogado, es de por sí
repugnante a las buenas costumbres, pues el aporte del dirigente no traduce
una cooperación real que dé eficacia a la responsabilidad del profesional; ni
siquiera existe un trabajo personal para conseguir la clientela, concentrada
automáticamente en el sindicato. Así lo ha entendido la jurisprudencia nacional
desde antiguo, aplicando los arts. 953 del cod. Civ. velezano (J. A. 36-43 con
excelente nota de González Sabathé; 52-465 con nota crítica de F. Legón).
La singular posición tomada por Legón en el fallo citado precedentemente -que
nocompartimos- se basa principalmente en que el pacto de clientela no estaba
prohibido y es bastante común, por lo que no sería inmoral, aplicando así con
exclusividad el criterio sociológico de la moral. Pero si bien estimamos que el
juez no debe erigirse en censor o maestro de costumbres, tampoco debe ser
un mero fiscalizador de las costumbres ambientes, y resulta claro que la
intromisión bastarda en los honorarios del abogado, origina repulsa, por
subvertir el mantenimiento de un orden ético. No porque la corruptela tenga
vigencia histórica debe ser aceptada, sino por el contrario, depurada.

Actualmente existe una razón legal -que no existía en la época de la nota de


Legón -en las leyes que reglamentan el ejercicio de la abogacía, las que
desaprueban éticamente la situación humillante del abogado que celebra un
convenio con terceros no profesionales, a fin de que éstos le proporcionen
pleitos, para dividirse los honorarios.

La ley nacional 23.187/85 (art. 10) y el Código de Ética Nacional (art. 17)
prohíben utilizar gestores o intermediarios para captar clientes. En la Provincia
deL CHACO, no se prevé

Es evidente entonces que no sólo por intrínsecas razones de orden moral,


sinotambién por expresas normas legales que excluyen de la especulación la
representación de los litigantes, serán nulos los actos que impliquen el tráfico
de clientela.

En primer lugar, en nuestro derecho positivo, el orden moral y el orden jurídico


están genéricamente relacionados por Código Civil velezano y el nuevo código
civil y comercial.

La norma legal de singular prudencia subordina la eficacia de todo acto jurídico


a que su objeto no sea contrario a la moral. Ello nos da pie a una conclusión
importante: en nuestro derecho lo moral es inescindible de lo jurídico.

El segundo aspecto que destacamos es la necesidad de la búsqueda del


fundamento de la moral, esto es, ¿en virtud de qué criterio calificamos a un
acto jurídico como de objeto inmoral? Los abogados, ante un caso concreto,
tienen que fundamentar su posición y el juez, su Resolución. El autor admite
que los criterios de la moral media (moral usual en una determinada sociedad)
y de los principios de la moral cristiana no son autosuficientes. Aceptar
aquellos, en épocas de generalizada corrupción, repugna el sentido moral. En
cambio los principios de la moral cristiana, de suyo permanentes, pueden
resultar demasiado genéricos -y por ello insuficientes- para los requerimientos
concretos del devenir histórico.

Aporte de la Deontología Jurídica


Los temas del fundamento de la moral, en general, y en consecuencia el de
fundamentar la moralidad del objeto de los actos jurídicos, son propios de la
Deontología General y Jurídica, respectivamente. Si es el jurista (juez o
abogado) quien -prudencialmente- debe determinar la moralidad del objeto de
un acto jurídico, es necesario darle los instrumentos para que su juicio sea
objetivo y debidamente fundamentado.

existen principios morales y jurídicos permanentes desde los cuales se califica


a las costumbre imperantes y que precisamente el jurista no puede
desconocer, aunque parezcan desconocidos por la moral usual. El hacerlo,
implica un abandono de su misión social y de sus responsabilidades.

"principios de la moral cristiana". Esta denominación tiene la virtud dealudir


inequívocamente a criterios de acción permanentes prescriptos por la moral
cristiana y, por ende, conocidos por nuestra comunidad. Pero ¿en función de
qué título pueden ser impuestos a los creyentes de otras religiones, o a los no
creyentes?

Creemos necesario, que el jurista fundamente su juicio moral en la razón


natural y que sea el criterio de evidencia y no el de autoridad el que guíe dicha
fundamentación.

Encontramos adecuada a tal fin la tradicional doctrina iusfilosófica -en todo


compatible con la moral cristiana- de la existencia de principios morales y
jurídicos ínsitos en la naturaleza del hombre, que la razón es capaz de conocer,
a fin de enderezar sus actos a su propio bien. (Este tema se trata
sistemáticamente en las unidades 2 y 3).

En este orden, los principios de finalidad y de funcionalidad, se adecuan


perfectamente a las necesidades de una demostración racional.

En lo que respecta a la objeción de desactualización o imprevisión que


habitualmente se formula a todo conjunto de principios permanentes, la
admitimos parcialmente. Los principios morales naturales, que tradicionalmente
se llamaron "ley natural", son permanentes en la medida que se originan en la
naturaleza humana. Pero el devenir histórico del hombre, lo sitúa a éste ante
renovados desafíos, ante situaciones imprevistas, y hasta impensables poco
tiempo atrás. En consecuencia, las recetas del pasado no sirven.

Podemos superar la aparente contradicción de este planteo, del siguiente


modo. Los principios son nada más (y nada menos) que líneas directrices,
muy genéricas, de la acción del hombre, quien situado en las transformaciones
del devenir histórico, los conoce, interpreta y aplica en función de las
complejas circunstancias que le toca vivir. Puede -y debe- adaptar estos
principios a su situación existencial, pero lo que no puede ni debe es no
tenerlos en cuenta o directamente contradecirlos; ello bajo pena de obrar
contra sí mismo. Entonces, lo que se desactualiza, se pasa de moda o se hace
anacrónico, es una aplicación del principio, pero no el principio en que se basó
esa aplicación. Lo que es novedoso, es la situación acaecida, pero no la
esencia del hombre.

Este concepto nos sirve para moderar o precisar lo dicho anteriormente


respecto a que el juez no puede convalidar en conciencia aquella moral usual
que choca con los preceptos morales permanentes que su razón le muestra.
No quisimos otorgarle un papel de super hombre, ni de censor de las
costumbres. Como se dijo, los principios son nada más que líneas de acción
muy genéricas, que son especificadas en cada circunstancia histórica por el
sentido moral común. Ese sentido moral común que es el punto de partida de
toda reflexión científica en moral y que expresa la cosmovisión de la cultura
que lo sustenta. La primera actitud del jurista ante la moral usual del sentido
común debe ser de respeto. Sólo cuando -por las circunstancias que fueren- la
moral usual transgrede algún principio permanente, el jurista, acompañando a
la prudencia con la virtud de la fortaleza, tendrá que erigirse en crítico.

Decálogo Del Abogado de Ángel Ossorio y Gallardo

I. No pases por encima de un estado de tu conciencia.

II. No afectes una convicción que no tengas.

III. No te rindas ante la popularidad ni adules a la tiranía.

IV. Piensa siempre que tú eres para el cliente y no el cliente para ti.

V. No procures nunca en los tribunales ser más que los magistrados, pero no
consientas ser menos.

VI. Ten fe en la razón que es lo que en general prevalece.

VII. Pon la moral por encima de las leyes.

VIII. Aprecia como el mejor de los textos el sentido común.

IX. Procura la paz como el mayor de los triunfos.

X. Busca siempre la justicia por el camino de la sinceridad y sin otras armas


que las de tu saber.

ÉTICA EN EL EJERCICIO DE LA FUNCIÓN PÚBLICA

Ley 25.188
Deberes, prohibiciones e incompatibilidades aplicables, sin excepción, a todas
las personas que se desempeñen en la función pública en todos sus niveles y
jerarquías. Objeto y Sujetos. Deberes y pautas de comportamiento ético.
Régimen de declaraciones juradas. Antecedentes. Incompatibilidades y
conflicto de intereses. Régimen de obsequios a funcionarios públicos.
Prevención sumaria. Comisión Nacional de Ética Pública. Reformas al Código
Penal. Publicidad y divulgación.

Sancionada: Septiembre 29 de 1999

Promulgada: Octubre 26 de 1999

El Senado y Cámara de Diputados de la Nación Argentina reunidos en


Congreso, etc., sancionan con fuerza de Ley:

LEY DE ÉTICA DE LA FUNCIÓN PÚBLICA – principales artículos

CAPÍTULO I

Objeto y Sujetos

ARTÍCULO 1º — La presente ley de ética en el ejercicio de la función pública


establece un conjuntode deberes, prohibiciones e incompatibilidades
aplicables, sin excepción, a todas las personas que se desempeñen en la
función pública en todos sus niveles y jerarquías, en forma permanente o
transitoria, por elección popular, designación directa, por concurso o por
cualquier otro medio legal, extendiéndose su aplicación a todos los
magistrados, funcionarios y empleados del Estado.

Se entiende por función pública, toda actividad temporal o permanente,


remunerada u honoraria, realizada por una persona en nombre del Estado o al
servicio del Estado o de sus entidades, en cualquiera de sus niveles
jerárquicos.

CAPÍTULO II

Deberes y pautas de comportamiento ético

ARTÍCULO 2º — Los sujetos comprendidos en esta ley se encuentran


obligados a cumplir con los siguientes deberes y pautas de comportamiento
ético:

a) Cumplir y hacer cumplir estrictamente Constitución Nacional, las leyes y los


reglamentos que en su consecuencia se dicten y defender el sistema
republicano y democrático de gobierno;

b) Desempeñarse con la observancia y respeto de los principios y pautas éticas


establecidas en la presente ley: honestidad, probidad, rectitud, buena fe y
austeridad republicana;
c) Velar en todos sus actos por los intereses del Estado, orientados a la
satisfacción del bienestar general, privilegiando de esa manera el interés
público sobre el particular;

d) No recibir ningún beneficio personal indebido vinculado a la realización,


retardo u omisión de un acto inherente a sus funciones, ni imponer condiciones
especiales que deriven en ello;

e) Fundar sus actos y mostrar la mayor transparencia en las decisiones


adoptadas sin restringir información, a menos que una norma o el interés
público claramente lo exijan;

f) Proteger y conservar la propiedad del Estado y sólo emplear sus bienes con
los fines autorizados. Abstenerse de utilizar información adquirida en el
cumplimiento de sus funciones para realizar actividades no relacionadas con
sus tareas oficiales o de permitir su uso en beneficio de intereses privados;

g) Abstenerse de usar las instalaciones y servicios del Estado para su beneficio


particular o para el de sus familiares, allegados o personas ajenas a la función
oficial, a fin de avalar o promover algún producto, servicio o empresa;

h) Observar en los procedimientos de contrataciones públicas en los que


intervengan los principios de publicidad, igualdad, concurrencia razonabilidad;

i) Abstenerse de intervenir en todo asunto respecto al cual se encuentre


comprendido en alguna de las causas de excusación previstas en ley procesal
civil.

ARTÍCULO 3º — Todos los sujetos comprendidos en el artículo 1º deberán


observar como requisito de permanencia en el cargo, una conducta acorde con
la ética pública en el ejercicio de sus funciones. Si así no lo hicieren serán
sancionados o removidos por los procedimientos establecidos en el régimen
propio de su función.

CAPITULO III

Régimen de declaraciones juradas

ARTÍCULO 4º — Las personas referidas en artículo 5º de la presente ley,


deberán presentar una declaración jurada patrimonial integral dentro de los
treinta días hábiles desde la asunción de sus cargos.

Asimismo, deberán actualizar la información contenida en esa declaración


jurada anualmente y presentar una última declaración, dentro de los treinta días
hábiles desde la fecha de cesación en el cargo.

CAPITULO V

Incompatibilidades y Conflicto de intereses


ARTÍCULO 13. — Es incompatible con el ejercicio de la función pública:

a) dirigir, administrar, representar, patrocinar, asesorar, o, de cualquier otra


forma, prestar servicios a quien gestione o tenga una concesión o sea
proveedor del Estado, o realice actividades reguladas por éste, siempre que el
cargo público desempeñado tenga competencia funcional directa, respecto de
la contratación, obtención, gestión o control de tales concesiones, beneficios o
actividades;

b) ser proveedor por sí o por terceros de todo organismo del Estado en donde
desempeñe sus funciones.

ARTÍCULO 14. — Aquellos funcionarios que hayan tenido intervención


decisoria en la planificación, desarrollo y concreción de privatizaciones o
concesiones de empresas o servicios públicos, tendrán vedada su actuación en
los entes o comisiones reguladoras de esas empresas o servicios.

ARTÍCULO 15. — Las inhabilidades o incompatibilidades establecidas en los


artículos precedentes regirán, a todos sus efectos, aunque sus causas
precedan o sobrevengan al ingreso o egreso del funcionario público, durante el
año inmediatamente anterior o posterior, respectivamente.

CAPITULO VI

Régimen de obsequios a funcionarios públicos

ARTÍCULO 18. — Los funcionarios públicos no podrán recibir regalos,


obsequios o donaciones, sean de cosas, servicios o bienes, con motivo o en
ocasión del desempeño de sus funciones. En el caso de que los obsequios
sean de cortesía o de costumbre diplomática la autoridad de aplicación
reglamentará su registración y en qué casos y cómo deberán ser incorporados
al patrimonio del Estado, para ser destinados a fines de salud, acción social y
educación o al patrimonio histórico- cultural si correspondiere.

CAPITULO X

Publicidad y divulgación

ARTÍCULO 40. — La Comisión Nacional de Etica Pública y las autoridades de


aplicación en su caso, podrán dar a publicidad por los medios que consideren
necesarios, de acuerdo a las características de cada caso y a las normas que
rigen el mismo, las conclusiones arribadas sobre la producción de un acto que
se considere violatorio de la ética pública.

ARTÍCULO 41. — Las autoridades de aplicación promoverán programas


permanentes de capacitación y de divulgación del contenido de la presente ley
y sus normas reglamentarias, para que las personas involucradas sean
debidamente informadas.
La enseñanza de la ética pública se instrumentará como un contenido
específico de todos los niveles educativos.

Convención interamericana contra la corrupcion


Preámbulo
LOS ESTADOS MIEMBROS DE LA ORGANIZACIÓN DE LOS ESTADOS
AMERICANOS,
CONVENCIDOS de que la corrupción socava la legitimidad de las instituciones
públicas, atenta contra la sociedad, el orden moral y la justicia, así como contra
el desarrollo integral de los pueblos;
CONSIDERANDO que la democracia representativa, condición indispensable
para la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región, por su naturaleza, exige
combatir toda forma de corrupción en el ejercicio de las funciones públicas, así
como los actos de corrupción específicamente vinculados con tal ejercicio;
PERSUADIDOS de que el combate contra la corrupción fortalece las
instituciones democráticas, evita distorsiones de la economía, vicios en la
gestión pública y el deterioro de la moral social;
RECONOCIENDO que, a menudo, la corrupción es uno de los instrumentos
que utiliza la criminalidad organizada con la finalidad de materializar sus
propósitos;
CONVENCIDOS de la importancia de generar conciencia entre la población de
los países de la región sobre la existencia y gravedad de este problema, así
como de la necesidad de fortalecer la participación de la sociedad civil en la
prevención y lucha contra la corrupción;
RECONOCIENDO que la corrupción tiene, en algunos casos, trascendencia
internacional, lo cual exige una acción coordinada de los Estados para
combatirla eficazmente;
CONVENCIDOS de la necesidad de adoptar cuanto antes un instrumento
internacional que promueva y facilite la cooperación internacional para combatir
la corrupción y, en especial, para tomar las medidas apropiadas contra las
personas que cometan actos de corrupción en el ejercicio de las funciones
públicas o específicamente vinculados con dicho ejercicio; así como respecto
de los bienes producto de estos actos;
PROFUNDAMENTE PREOCUPADOS por los vínculos cada vez más
estrechos entre la corrupción y los ingresos provenientes del tráfico ilícito de
estupefacientes, que socavan y atentan contra las actividades comerciales y
financieras legítimas y la sociedad, en todos los niveles;
TENIENDO PRESENTE que para combatir la corrupción es responsabilidad de
los Estados la erradicación de la impunidad y que la cooperación entre ellos es
necesaria para que su acción en este campo sea efectiva; yDECIDIDOS a
hacer todos los esfuerzos para prevenir, detectar, sancionar y erradicar la
corrupción en el ejercicio de las funciones públicas y en los actos de corrupción
específicamente vinculados con tal ejercicio,
HAN CONVENIDOen suscribir la siguienteCONVENCIÓN INTERAMERICANA
CONTRA LA CORRUPCIÓN
Artículo I
Definiciones
Para los fines de la presente Convención, se entiende por:
"Función pública", toda actividad temporal o permanente, remunerada u
honoraria, realizada por una persona natural en nombre del Estado o al servicio
del Estado o de sus entidades, en cualquiera de sus niveles jerárquicos.
"Funcionario público", "Oficial Gubernamental" o "Servidor público", cualquier
funcionario o empleado del Estado o de sus entidades, incluidos los que han
sido seleccionados, designados o electos para desempeñar actividades o
funciones en nombre del Estado o al servicio del Estado, en todos sus niveles
jerárquicos.
"Bienes", los activos de cualquier tipo, muebles o inmuebles, tangibles o
intangibles, y los documentos o instrumentos legales que acrediten, intenten
probar o se refieran a la propiedad u otros derechos sobre dichos activos.
Artículo II
Propósitos
Los propósitos de la presente Convención son:
1. Promover y fortalecer el desarrollo, por cada uno de los Estados Partes, de
los mecanismos necesarios para prevenir, detectar, sancionar y erradicar la
corrupción; y
2. Promover, facilitar y regular la cooperación entre los Estados Partes a fin de
asegurar la eficacia de las medidas y acciones para prevenir, detectar,
sancionar y erradicar los actos de corrupción en el ejercicio de las funciones
públicas y los actos de corrupción específicamente vinculados con tal ejercicio.
Artículo III
Medidas preventivas
A los fines expuestos en el Artículo II de esta Convención, los Estados Partes
convienen en considerar la aplicabilidad de medidas, dentro de sus propios
sistemas institucionales, destinadas a crear, mantener y fortalecer:
1. Normas de conducta para el correcto, honorable y adecuado cumplimiento
de las funciones públicas. Estas normas deberán estar orientadas a prevenir
conflictos de intereses y asegurar la preservación y el uso adecuado de los
recursos asignados a los funcionarios públicos en el desempeño de sus
funciones. Establecerán también las medidas y sistemas que exijan a los
funcionarios públicos informar a las autoridades competentes sobre los actos
de corrupción en la función pública de los que tengan conocimiento. Tales
medidas ayudarán a preservar la confianza en la integridad de los funcionarios
públicos y en la gestión pública.
2. Mecanismos para hacer efectivo el cumplimiento de dichas normas de
conducta.
3. Instrucciones al personal de las entidades públicas, que aseguren la
adecuada comprensión de sus responsabilidades y las normas éticas que rigen
sus actividades.
4. Sistemas para la declaración de los ingresos, activos y pasivos por parte de
las personas que desempeñan funciones públicas en los cargos que establezca
la ley y para la publicación de tales declaraciones cuando corresponda.
5. Sistemas para la contratación de funcionarios públicos y para la adquisición
de bienes y servicios por parte del Estado que aseguren la publicidad, equidad
y eficiencia de tales sistemas. 6. Sistemas adecuados para la recaudación y el
control de los ingresos del Estado, que impidan la corrupción.
7. Leyes que eliminen los beneficios tributarios a cualquier persona o sociedad
que efectúe asignaciones en violación de la legislación contra la corrupción de
los Estados Partes.
8. Sistemas para proteger a los funcionarios públicos y ciudadanos particulares
que denuncien de buena fe actos de corrupción, incluyendo la protección de su
identidad, de conformidad con su Constitución y los principios fundamentales
de su ordenamiento jurídico interno.
9. Órganos de control superior, con el fin de desarrollar mecanismos modernos
para prevenir, detectar, sancionar y erradicar las prácticas corruptas.
10. Medidas que impidan el soborno de funcionarios públicos nacionales y
extranjeros, tales como mecanismos para asegurar que las sociedades
mercantiles y otros tipos de asociaciones mantengan registros que reflejen con
exactitud y razonable detalle la adquisición y enajenación de activos, y que
establezcan suficientes controles contables internos que permitan a su
personal detectar actos de corrupción.
11. Mecanismos para estimular la participación de la sociedad civil y de las
organizaciones no gubernamentales en los esfuerzos destinados a prevenir la
corrupción.
12. El estudio de otras medidas de prevención que tomen en cuenta la relación
entre una remuneración equitativa y la probidad en el servicio público.
Artículo IV
Ámbito
La presente Convención es aplicable siempre que el presunto acto de
corrupción se haya cometido o produzca sus efectos en un Estado Parte.
Artículo V
Jurisdicción
1. Cada Estado Parte adoptará las medidas que sean necesarias para ejercer
su jurisdicción respecto de los delitos que haya tipificado de conformidad con
esta Convención cuando el delito se cometa en su territorio.
2. Cada Estado Parte podrá adoptar las medidas que sean necesarias para
ejercer su jurisdicción respecto de los delitos que haya tipificado de
conformidad con esta Convención cuando el delito sea cometido por uno de
sus nacionales o por una persona que tenga residencia habitual en su territorio.
3. Cada Estado Parte adoptará las medidas que sean necesarias para ejercer
su jurisdicción respecto de los delitos que haya tipificado de conformidad con
esta Convención cuando el presunto delincuente se encuentre en su territorio y
no lo extradite a otro país por motivo de la nacionalidad del presunto
delincuente.
4. La presente Convención no excluye la aplicación de cualquier otra regla de
jurisdicción penal establecida por una Parte en virtud de su legislación nacional.
Artículo VI
Actos de corrupción
1. La presente Convención es aplicable a los siguientes actos de corrupción:
a. El requerimiento o la aceptación, directa o indirectamente, por un funcionario
público o una persona que ejerza funciones públicas, de cualquier objeto de
valor pecuniario u otros beneficios como dádivas, favores, promesas o ventajas
para sí mismo o para otra persona o entidad a cambio de la realización u
omisión de cualquier acto en el ejercicio de sus funciones públicas;
b. El ofrecimiento o el otorgamiento, directa o indirectamente, a un funcionario
público o a una persona que ejerza funciones públicas, de cualquier objeto de
valor pecuniario u otros beneficios como dádivas, favores, promesas o ventajas
para ese funcionario público o para otra persona o entidad a cambio de la
realización u omisión de cualquier acto en el ejercicio de sus funciones
públicas;
c. La realización por parte de un funcionario público o una persona que ejerza
funciones públicas de cualquier acto u omisión en el ejercicio de sus funciones,
con el fin de obtener ilícitamente beneficios para sí mismo o para un tercero;
d. El aprovechamiento doloso u ocultación de bienes provenientes de
cualesquiera de los actos a los que se refiere el presente artículo; y
e. La participación como autor, co-autor, instigador, cómplice, encubridor o en
cualquier otra forma en la comisión, tentativa de comisión, asociación o
confabulación para la comisión de cualquiera de los actos a los que se refiere
el presente artículo.
2. La presente Convención también será aplicable, de mutuo acuerdo entre dos
o más Estados Partes, en relación con cualquier otro acto de corrupción no
contemplado en ella.
Artículo VII
Legislación interna
Los Estados Partes que aún no lo hayan hecho adoptarán las medidas
legislativas o de otro carácter que sean necesarias para tipificar como delitos
en su derecho interno los actos de corrupción descritos en el Artículo VI.1. y
para facilitar la cooperación entre ellos, en los términos de la presente
Convención.
Artículo VIII
Soborno transnacional
Con sujeción a su Constitución y a los principios fundamentales de su
ordenamiento jurídico, cada Estado Parte prohibirá y sancionará el acto de
ofrecer u otorgar a un funcionario público de otro Estado, directa o
indirectamente, por parte de sus nacionales, personas que tengan residencia
habitual en su territorio y empresas domiciliadas en él, cualquier objeto de valor
pecuniario u otros beneficios, como dádivas, favores, promesas o ventajas, a
cambio de que dicho funcionario realice u omita cualquier acto, en el ejercicio
de sus funciones públicas, relacionado con una transacción de naturaleza
económica o comercial.
Entre aquellos Estados Partes que hayan tipificado el delito de soborno
transnacional, éste será considerado un acto de corrupción para los propósitos
de esta Convención.
Aquel Estado Parte que no haya tipificado el soborno transnacional brindará la
asistencia y cooperación previstas en esta Convención, en relación con este
delito, en la medida en que sus leyes lo permitan.
Artículo IX
Enriquecimiento ilícito
Con sujeción a su Constitución y a los principios fundamentales de su
ordenamiento jurídico, los Estados Partes que aún no lo hayan hecho
adoptarán las medidas necesarias para tipificar en su legislación como delito, el
incremento del patrimonio de un funcionario público con significativo exceso
respecto de sus ingresos legítimos durante el ejercicio de sus funciones y que
no pueda ser razonablemente justificado por él.
Entre aquellos Estados Partes que hayan tipificado el delito de enriquecimiento
ilícito, éste será considerado un acto de corrupción para los propósitos de la
presente Convención.
Aquel Estado Parte que no haya tipificado el enriquecimiento ilícito brindará la
asistencia y cooperación previstas en esta Convención, en relación con este
delito, en la medida en que sus leyes lo permitan.
Artículo X
Notificación
Cuando un Estado Parte adopte la legislación a la que se refieren los párrafos
1 de los artículos VIII y IX, lo notificará al Secretario General de la Organización
de los Estados Americanos, quien lo notificará a su vez a los demás Estados
Partes. Los delitos de soborno transnacional y de enriquecimiento ilícito serán
considerados para ese Estado Parte acto de corrupción para los propósitos de
esta Convención, transcurridos treinta días contados a partir de la fecha de esa
notificación.
Artículo XI
Desarrollo progresivo
1. A los fines de impulsar el desarrollo y la armonización de las legislaciones
nacionales y la consecución de los objetivos de esta Convención, los Estados
Partes estiman conveniente y se obligan a considerar la tipificación en sus
legislaciones de las siguientes conductas:
a. El aprovechamiento indebido en beneficio propio o de un tercero, por parte
de un funcionario público o una persona que ejerce funciones públicas, de
cualquier tipo de información reservada o privilegiada de la cual ha tenido
conocimiento en razón o con ocasión de la función desempeñada.
b. El uso o aprovechamiento indebido en beneficio propio o de un tercero, por
parte de un funcionario público o una persona que ejerce funciones públicas de
cualquier tipo de bienes del Estado o de empresas o instituciones en que éste
tenga parte, a los cuales ha tenido acceso en razón o con ocasión de la función
desempeñada.
c. Toda acción u omisión efectuada por cualquier persona que, por sí misma o
por persona interpuesta o actuando como intermediaria, procure la adopción,
por parte de la autoridad pública, de una decisión en virtud de la cual obtenga
ilícitamente para sí o para otra persona, cualquier beneficio o provecho, haya o
no detrimento del patrimonio del Estado.
d. La desviación ajena a su objeto que, para beneficio propio o de terceros,
hagan los funcionarios públicos, de bienes muebles o inmuebles, dinero o
valores, pertenecientes al Estado, a un organismo descentralizado o a un
particular, que los hubieran percibido por razón de su cargo, en administración,
depósito o por otra causa.
2. Entre aquellos Estados Partes que hayan tipificado estos delitos, éstos serán
considerados actos de corrupción para los propósitos de la presente
Convención.
3. Aquellos Estados Partes que no hayan tipificado los delitos descritos en este
artículo brindarán la asistencia y cooperación previstas en esta Convención en
relación con ellos, en la medida en que sus leyes lo permitan.
Artículo XII
Efectos sobre el patrimonio del Estado
Para la aplicación de esta Convención, no será necesario que los actos de
corrupción descritos en la misma produzcan perjuicio patrimonial al Estado.
Artículo XIII
Extradición
1. El presente artículo se aplicará a los delitos tipificados por los Estados
Partes de conformidad con esta Convención.
2. Cada uno de los delitos a los que se aplica el presente artículo se
considerará incluido entre los delitos que den lugar a extradición en todo
tratado de extradición vigente entre los Estados Partes. Los Estados Partes se
comprometen a incluir tales delitos como casos de extradición en todo tratado
de extradición que concierten entre sí.
3. Si un Estado Parte que supedita la extradición a la existencia de un tratado
recibe una solicitud de extradición de otro Estado Parte, con el que no lo
vincula ningún tratado de extradición, podrá considerar la presente Convención
como la base jurídica de la extradición respecto de los delitos a los que se
aplica el presente artículo.
4. Los Estados Partes que no supediten la extradición a la existencia de un
tratado reconocerán los delitos a los que se aplica el presente artículo como
casos de extradición entre ellos.
5. La extradición estará sujeta a las condiciones previstas por la legislación del
Estado Parte requerido o por los tratados de extradición aplicables, incluidos
los motivos por los que se puede denegar la extradición.
6. Si la extradición solicitada por un delito al que se aplica el presente artículo
se deniega en razón únicamente de la nacionalidad de la persona objeto de la
solicitud, o porque el Estado Parte requerido se considere competente, éste
presentará el caso ante sus autoridades competentes para su enjuiciamiento, a
menos que se haya convenido otra cosa con el Estado Parte requirente, e
informará oportunamente a éste de su resultado final.
7. A reserva de lo dispuesto en su derecho interno y en sus tratados de
extradición, el Estado Parte requerido podrá, tras haberse cerciorado de que
las circunstancias lo justifican y tienen carácter urgente, y a solicitud del Estado
Parte requirente, proceder a la detención de la persona cuya extradición se
solicite y que se encuentre en su territorio o adoptar otras medidas adecuadas
para asegurar su comparecencia en los trámites de extradición.
Artículo XIV
Asistencia y cooperación
1. Los Estados Partes se prestarán la más amplia asistencia recíproca, de
conformidad con sus leyes y los tratados aplicables, dando curso a las
solicitudes emanadas de las autoridades que, de acuerdo con su derecho
interno, tengan facultades para la investigación o juzgamiento de los actos de
corrupción descritos en la presente Convención, a los fines de la obtención de
pruebas y la realización de otros actos necesarios para facilitar los procesos y
actuaciones referentes a la investigación o juzgamiento de actos de corrupción.
2. Asimismo, los Estados Partes se prestarán la más amplia cooperación
técnica mutua sobre las formas y métodos más efectivos para prevenir,
detectar, investigar y sancionar los actos de corrupción. Con tal propósito,
propiciarán el intercambio de experiencias por medio de acuerdos y reuniones
entre los órganos e instituciones competentes y otorgarán especial atención a
las formas y métodos de participación ciudadana en la lucha contra la
corrupción.
Artículo XV
Medidas sobre bienes
1. De acuerdo con las legislaciones nacionales aplicables y los tratados
pertinentes u otros acuerdos que puedan estar en vigencia entre ellos, los
Estados Partes se prestarán mutuamente la más amplia asistencia posible en
la identificación, el rastreo, la inmovilización, la confiscación y el decomiso de
bienes obtenidos o derivados de la comisión de los delitos tipificados de
conformidad con la presente Convención, de los bienes utilizados en dicha
comisión o del producto de dichos bienes.
2. El Estado Parte que aplique sus propias sentencias de decomiso, o las de
otro Estado Parte, con respecto a los bienes o productos descritos en el párrafo
anterior, de este artículo, dispondrá de tales bienes o productos de acuerdo con
su propia legislación. En la medida en que lo permitan sus leyes y en las
condiciones que considere apropiadas, ese Estado Parte podrá transferir total o
parcialmente dichos bienes o productos a otro Estado Parte que haya asistido
en la investigación o en las actuaciones judiciales conexas.
Artículo XVI
Secreto bancario
1. El Estado Parte requerido no podrá negarse a proporcionar la asistencia
solicitada por el Estado Parte requirente amparándose en el secreto bancario.
Este artículo será aplicado por el Estado Parte requerido, de conformidad con
su derecho interno, sus disposiciones de procedimiento o con los acuerdos
bilaterales o multilaterales que lo vinculen con el Estado Parte requirente.
2. El Estado Parte requirente se obliga a no utilizar las informaciones
protegidas por el secreto bancario que reciba, para ningún fin distinto del
proceso para el cual hayan sido solicitadas, salvo autorización del Estado Parte
requerido.
Artículo XVII
Naturaleza del acto
A los fines previstos en los artículos XIII, XIV, XV y XVI de la presente
Convención, el hecho de que los bienes obtenidos o derivados de un acto de
corrupción hubiesen sido destinados a fines políticos o el hecho de que se
alegue que un acto de corrupción ha sido cometido por motivaciones o con
finalidades políticas, no bastarán por sí solos para considerar dicho acto como
un delito político o como un delito común conexo con un delito político.
Artículo XVIII
Autoridades centrales
1. Para los propósitos de la asistencia y cooperación internacional previstas en
el marco de esta Convención, cada Estado Parte podrá designar una autoridad
central o podrá utilizar las autoridades centrales contempladas en los tratados
pertinentes u otros acuerdos.
2. Las autoridades centrales se encargarán de formular y recibir las solicitudes
de asistencia y cooperación a que se refiere la presente Convención.
3. Las autoridades centrales se comunicarán en forma directa para los efectos
de la presente Convención.
Artículo XIX
Aplicación en el tiempo
Con sujeción a los principios constitucionales, al ordenamiento interno de cada
Estado y a los tratados vigentes entre los Estados Partes, el hecho de que el
presunto acto de corrupción se hubiese cometido con anterioridad a la entrada
en vigor de la presente Convención, no impedirá la cooperación procesal penal
internacional entre los Estados Partes. La presente disposición en ningún caso
afectará el principio de la irretroactividad de la ley penal ni su aplicación
interrumpirá los plazos de prescripción en curso relativos a los delitos
anteriores a la fecha de la entrada en vigor de esta Convención.
Artículo XX
Otros acuerdos o prácticas
Ninguna de las normas de la presente Convención será interpretada en el
sentido de impedir que los Estados Partes se presten recíprocamente
cooperación al amparo de lo previsto en otros acuerdos internacionales,
bilaterales o multilaterales, vigentes o que se celebren en el futuro entre ellos, o
de cualquier otro acuerdo o práctica aplicable.
Artículo XXI
Firma
La presente Convención está abierta a la firma de los Estados miembros de la
Organización de los Estados Americanos. Artículo XXII Ratificación La presente
Convención está sujeta a ratificación. Los instrumentos de ratificación se
depositarán en la Secretaría General de la Organización de los Estados
Americanos.
Artículo XXIII
Adhesión
La presente Convención queda abierta a la adhesión de cualquier otro Estado.
Los instrumentos de adhesión se depositarán en la Secretaría General de la
Organización de los Estados Americanos.
Artículo XXIV
Reservas
Los Estados Partes podrán formular reservas a la presente Convención al
momento de aprobarla, firmarla, ratificarla o adherir a ella, siempre que no sean
incompatibles con el objeto y propósitos de la Convención y versen sobre una o
más disposiciones específicas.
Artículo XXV
Entrada en vigor
La presente Convención entrará en vigor el trigésimo día a partir de la fecha en
que haya sido depositado el segundo instrumento de ratificación. Para cada
Estado que ratifique la Convención o adhiera a ella después de haber sido
depositado el segundo instrumento de ratificación, la Convención entrará en
vigor el trigésimo día a partir de la fecha en que tal Estado haya depositado su
instrumento de ratificación o adhesión.
Artículo XXVI
Denuncia
La presente Convención regirá indefinidamente, pero cualesquiera de los
Estados Partes podrá denunciarla. El instrumento de denuncia será depositado
en la Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos.
Transcurrido un año, contado a partir de la fecha de depósito del instrumento
de denuncia, la Convención cesará en sus efectos para el Estado denunciante
y permanecerá en vigor para los demás Estados Partes.
Artículo XXVII
Protocolos adicionales
Cualquier Estado Parte podrá someter a la consideración de los otros Estados
Partes reunidos con ocasión de la Asamblea General de la Organización de los
Estados Americanos, proyectos de protocolos adicionales a esta Convención
con el objeto de contribuir al logro de los propósitos enunciados en su Artículo
II. Cada protocolo adicional fijará las modalidades de su entrada en vigor y se
aplicará sólo entre los Estados Partes en dicho protocolo.
Artículo XXVIII
Depósito del instrumento original
El instrumento original de la presente Convención, cuyos textos español,
francés, inglés y portugués son igualmente auténticos, será depositado en la
Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos, la que
enviará copia certificada de su texto para su registro de publicación a la
Secretaría de las Naciones Unidas, de conformidad con el artículo 102 de la
Carta de las Naciones Unidas. La Secretaría General de la Organización de los
Estados Americanos notificará a los Estados miembros de dicha Organización
y a los Estados que hayan adherido a la Convención, las firmas, los depósitos
de instrumentos de ratificación, adhesión y denuncia, así como las reservas
que hubiere.
La Deontología codificada: carácter positivo o promocional.
(angelaaparisimiralles)

La historia de la deontología, ha estado tan estrechamente ligada a la


existencia y trayectoria de los códigos deontológicos que incluso ha llegado a
identificarse con ella. Así, muchas veces se ha considerado norma
deontológica exclusivamente a aquella que se halla integrada en un Código
deontológico. Aun rechazando una estricta equiparación entre norma
deontológica y deontología codificada, debemos admitir que estos cuerpos han
sido y son en la actualidad valiosos instrumentos que favorecen la
publicidad,certeza y eficacia de las normas deontológicas.

Se suele denominar Código deontológico a una guía de normas precisas para


el profesional que persigue facilitar y orientar el buen cumplimiento de las
normas morales que impone una determinada profesión.
Será fundamentalmente un código de moral profesional que plasme los
deberes de los colegiados para con el resto de la sociedad y para con los
mismos miembros de una profesión. Estos códigos, cuentan en la actualidad
con gran número de detractores. No han sido escasos los profesionales de
renombre que los han refutado al amparo de diversas cuestiones: unos
alegando su ineficacia y la ausencia de razones que justificaran su existencia;
otros poniendo en duda la legitimación de los Colegios profesionales para
elaborarlos, negando, a su vez, el carácter universal y vinculante de la
deontología codificada y subrayando que intentan penetrar en el recinto
sagrado de la conciencia.

Con respecto a la función de un código deontológico, es cierto que muchas


veces se ha hecho hincapié en que estos cuerpos poseen un carácter
fundamentalmente promocional, no represivo. Así, se ha sostenido que el
Código, más que mandar, deberá recomendar, promocionar determinadas
pautas de comportamiento, e intentar disuadir de la realización de otras. Desde
este punto de vista, en última instancia el cumplimiento efectivo del código se
hallaría en manos de la libre decisión de los profesionales y por ello su
existencia estaría poco justificada.

Sin embargo, no parece del todo correcto mantener esta postura. El código
posee una función primaria en la que coincide con el Derecho y la moral,
condicionar el comportamiento de los miembros de un colectivo profesional en
un sentido concreto, inclinar a los profesionales a actuar siguiendo un
determinado modelo. Pero para ello dispone de medios promocionales, -
estímulos-, y de medios represivos, -sanciones disciplinarias.

Es cierto que un código deontológico es más una guía de comportamiento que


un mecanismo de coacción. Sin embargo, existen preceptos que poseen un
carácter vinculante y cuya infracción infracción conllevará el empleo de
sanciones disciplinarias.

En este aspecto el Código deontológico se separa de la moral y de los usos


sociales para acercarse hasta tal punto a las normas jurídicas que asume como
rasgo propio que desde Kelsen se ha venido denominando "institucionalización
de la sanción" y que ha servido para establecer la frontera entre el Derecho y
otros órdenes normativos. Llegados a este punto podemos plantearnos de
dónde surge el deber de acatar un código deontológico, cuál es la razón de
fondo que obliga a un profesional a actuar en un determinado sentido; en
definitiva, ¿por qué debe valer para mí lo que otros han acordado? Hemos visto
hasta ahora que un código deontológico extrae su fuerza vinculante de la
moral, de tal modo que la norma deontológica ata al hombre con la
obligatoriedad de la ley moral. Pero, como sabemos, este orden normativo no
posee carácter coactivo, su cumplimiento no puede imponerse mediante el
empleo de la fuerza, cosa distinta a lo que ocurre con un código deontológico.
Para justificar este carácter coactivo se suele mantener que la codificación
deontológica es el resultado de un pacto social. La sociedad ha depositado en
determinadas corporaciones profesionales (ej. Colegio de Abogados) la
facultad de otorgar licencias para el ejercicio de una determinada profesión.

Por su parte los Colegios profesionales se hacen depositarios, de "la defensa,


para el conjunto de la sociedad, de los valores-guía determinantes de la opción
vital que implica "la profesión". Mientras que otras entidades público sociales,
como por ejemplo los sindicatos, persiguen directamente la defensa de los
intereses de sus miembros, los Colegios, pretenden la mejora de la profesión
misma en cuanto tal, lo cual implica necesariamente un compromiso con la
sociedad.

Para mantener este compromiso el Colegio dispone de diversos medios, entre


los que destaca el control deontológico y el ejercicio de la potestad disciplinaria.
Los profesionales al solicitar su ingreso en dicho cuerpo, se comprometen a
seguir las pautas de comportamiento que garantizan el cumplimiento de la
función social que se atribuye a una determinada profesión, así como los
valores éticos que ésta persigue.

En este sentido es evidente que la naturaleza misma de la actividad ejercida


profesionalmente conlleva su sometimiento a reglas que van más allá de lo
dispuesto por el derecho positivo en un sentido estricto al estar originadas en
los principios y usos de la profesión (en lo que se espera de un profesional)".
Esto sucede en todas las profesiones, pero se manifiesta de un modo más
intenso en aquellas que tienen por objeto inmediato al hombre o a las
relaciones humanas.

También podemos señalar, trasladando al ámbito de las normas deontológicas


los principios que rigen en el campo del Derecho, que la obligatoriedad de un
código deontológico descansa en su legitimidad formal y en su legitimación
material. Adquiere legitimidad formal cuando surge de un colectivo al que la
sociedad ha reconocido la capacidad para dictar disposiciones a las cuales se
debe obedecer. Asimismo es depositario de una legitimación material, ya que
sus preceptos poseen validez moral, son la plasmación positiva de ciertos
valores y fines inherentes a la naturaleza de una profesión.

Cuando un código se impone desde instancias estatales sus normas dejan de


poseer un caracter propiamente deontológico para convertirse en Derecho
positivo, ya sean leyes en sentido estricto o disposiciones reglamentarias

En suma, un código deontológico no podrá imponer coativamente pautas de


conducta que pertenezcan a la interioridad del sujeto, que no se apoyen en
unas expectativas de derechos, que no tengan una dimensión social. En este
sentido, por ejemplo, el deber de secreto profesional se impone en tanto que
existe una expectativa de respeto al derecho a la intimidad de los pacientes o
clientes. Las normas deontológicas establecen así obligaciones no exigibles en
las relaciones ordinarias de la comunidad, pero sí a los profesionales que se
han comprometido con la sociedad a desempeñar una determinada labor.

Un buen Código deontológico debe caracterizarse por su capacidad para


admitir nuevas decisiones creadoras como respuesta a las progresivas
necesidades y avances, que profusamente se producen en todos los ámbitos
del saber.

La eficacia de un código deontológico dependerá en gran parte de su


capacidad para dar respuesta coherente a los problemas que se plantean en
una concreta sociedad. Sin lugar a dudas, la necesidad de estos códigos viene
determinada, hoy más que nunca, por el gran avance que han experimentado
todos los campos del saber humano

Sus aportaciones pueden ceñirse, fundamentalmente, a dos ámbitos: a) suplir


las lagunas de Derecho positivo; y b) revestir de certeza y publicidad los
principios y las reglas de la deontología profesional de modo que puedan
informar la actividad humana.

Es cierto que un Código no legisla, pero ante lagunas de Derecho positivo


proporciona orientaciones y pautas de comportamiento que la propia sociedad
no es capaz de aportar.
ANGELA APARISI MIRALLES Doctora en Derecho por la Universidad de Valencia desde 1991. Catedrática de
Filosofía del Derecho de la Universidad de Navarra y Catedrática de Bioética en la Universidad del Istmo
(Guatemala). Fue Magistrada- Juez en la Audiencia Provincial de Valencia desde 1988 a 1997. Ha impartido
más de 200 conferencias en Universidades nacionales e internacionales, y ha dirigido y participado en 19
Proyectos de investigación científica subvencionados. Es autora de más de 150 artículos en Revistas científicas
nacionales e internacionales, y de colaboraciones en libros colectivos. Ha escrito los siguientes libros
(monografías): Los orígenes ideológicos de la Revolución Norteamericana (Centro de Estudios
Constitucionales,1995); El Proyecto Genoma Humano: reflexiones sobre sus relaciones con el Derecho (Tirant
lo Blanch, 1997); Deontología farmacéutica: concepto y fundamento (Editora Eunsa, 2000), Por un feminismo de
la complementariedad (coord., Eunsa, 2002), La píldora del "día siguiente": aspectos farmacológicos, éticos y
jurídicos (La Caja, 2002); Biotecnología, dignidad y derecho: bases para un diálogo (coord., Eunsa, 2004); El
nuevo feminismo de la complementariedad (Universidad Tecnológica de El Salvador-Cámara de Comercio e
Industria de El Salvador, 2006); Etica y deontología para juristas (Eunsa, 2006); Ciudadanía y persona en la
era de la globalización (coord., Comares, 2007); Derecho a la guerra y derecho a la paz en Francisco de Vitoria
(Comares, 2007); Pluralismo cultural y Democracia (coord., Thomson-Aranzadi, 2009), Género y persona
(coord., Thomson Aranzadi, 2011); Deontología profesional del Abogado (Tirant lo blanch, 2013), Los Discursos
sobre el género: algunas consecuencias en el ordenamiento jurídico español (Tirant lo blanch, 2017), Escritos
sobre género y derecho: hacia un modelo de la igualdad en la diferencia (coord., Thomson-Aranzadi, 2016)

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